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Año 14 | Número 77DICIEMBRE 2018, ENERO, FEBRERO 2019

CONSEJO EDITORIAL Adolfo de Vincenzi Jorge González Luz Henríquez Antonio Dalto

DIRECCIÓN Jorge González

EDICIÓN Melina Dorfman

COORDINACIÓN Hugo Cayssials

DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN Conci|Melnizki edd

FOTOGRAFÍA Silvana Sergio

CORRECCIÓN Esteban Bertola

COLABORAN EN ESTE NÚMEROGabriela Baby, Laura Berti, Brenda Carciochi, Lucila Carzoglio, Juan Manuel Cibeira, Juan Pablo Cinelli, Antonela de Alva, Marina García, María Fernanda Guillot, Nadia Koval, Roger Koza, Christian Kupchik, Victoria Lescano, Martina Leunda, Juan Maisonnave, Silvana Moreno, Alejandra Peñalva, Felipe Pigna, Gabriel Rolón, Carlos Salatino, Emilia Simison, Claribel Terré Morrell, Maximiliano Tomas, Mónica Tracey, Nando Varela Pagliaro, Leandro Vesco y Agustina Zabaljáuregui.

PUBLICIDAD Y REDACCIÓNTel.: 4943-8219/22Patagones 2463 | C1282ACA | CABACorreo: [email protected]: www.yenny-elateneo.com/revista

REVISTA QUIDGrupo Ilhsa S.A. es propietaria de Quid, publicación de Yenny y El Ateneo. Queda prohibida la reproducción del contenido de esta publicación, aun mencionando la fuente.Los editores no son responsables por las opiniones vertidas por los colaboradores, entrevistados, las notas firmadas y el contenido de los mensajes publicitarios.Registro Nacionl de la Propiedad IntelectualNº 506670. ISSN 1669738-3Distribución en locales Yenny y El Ateneo de la Ciudad de Buenos Aires, GBA e interior del país.

Adolfo de VincenziDirector General

Grupo Ilhsa

El año pasado, el artista israelí residente en alemania Shahak Shapira dio a conocer un impactante proyecto que cuestiona los hábitos turísticos en sitios de relevancia histórica. Lo que hizo fue buscar selfies en Instagram, Facebook y Twitter tomadas en el Monumento a los judíos asesinados en Europa, situa-do a metros de la Puerta de Brandemburgo en Berlín. Encontró que muchas de ellas estaban protagonizadas por personas solas o en grupo que esbozaban las poses más variopintas (saltos, dedos en V, pasos de baile, piruetas circen-ses, etc.). Teniendo en cuenta que el famoso memorial de columnas irregula-res de hormigón está allí para recordarnos los horrores de la Shoá, ver estas imágenes en conjunto resultaban bastante desubicadas. Entonces, lo que Sha-pira hizo para denunciar el fenómeno masivo, fue sustituir los fondos de estas postales por antiguos registros de campos de exterminio nazi. El resultado fue Yolocaust, una página que nos hizo reflexionar con un shock.Claro está que el artista no buscó definir qué se puede hacer o no en el Monumento sino llamar la atención sobre los comportamientos irrespetuosos. En tiempos en que todos podemos viajar a cualquier parte del planeta en horas y publicar fotos o videos de cada lugar que visitamos en nuestras redes, suele ganarnos la ansiedad y la competencia, las ganas de ver todo y mostrar a nuestros familiares y amigos (también a desconocidos) que estuvimos viendo lo mismo que el resto sin detenernos a pensar ni un minuto por qué hacemos lo que hacemos. Quizás sea momento de abrazar un nuevo turismo, más cercano a sus orígenes. Ya no es posible viajar sin nuestros celulares o cámaras pero sí hacer un uso dis-tinto de las nuevas tecnologías para aprender cada vez más de nuestros viajes: dejarnos fascinar por nuevos destinos, ejercer la memoria y buscar nuestro yo perdido. Este número de Quid es una invitación a que lo intentemos.

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Germán GarmendiaPor Nando Varela Pagliaro

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Andy ClarPor Antonela de Alva

89

Carlos TramutolaPor Antonela de Alva

83

Existe un antes y después en la literatura de viajes a partir de la existencia de Bruce Chatwin (1940-1989). El James Dean de los viajes, el Alejandro moderno y trotamundos, el erudito ecléctico, narcisista y bisexual efebo errante, alzó la antorcha de su vida –que acabó abrasándolo– para señalarnos la dirección de una existencia nómada en caminos, intereses y afectos. Presentamos un perfil de su intensa existencia y una entrevista donde da cuenta de los fundamentos de su obra.

SumarioTemas de tapa Columnas

DOSSIER Bruce Chatwin

Por Christian Kupchik.

El nómada dorado

08

21

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44

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Invitación al viaje. Génesis del turismo. Por Christian Kupchik.

Los veraneantes salvajes: de la postal a Google Earth. El turismo en la literatura.Por Lucila Carzoglio.

Leer a paso firme. City Tour Literario. Por Gabriela Baby.

En la ruta (de las campañas).Los viajes de los políticos para darse a conocer. Por Emilia Simison.

Cuando la música te lleva de viaje. Los mejores festivales locales e internacionales. Por Juan Manuel Cibeira.

Lao Tse (no) tenía razón. La semejanza entre ver películas y viajar de acuerdo al Tao Te King. Por Roger Koza.

Turismo oscuro, una extraña manera de viajar. Por Agustina Zabaljáuregui.

Redescubrir lo cercano. El encanto de conocer los pueblos perdidos de la provincia de Buenos Aires. Por Leandro Vesco.

A través de las pantallas. Cuánto afectaron las nuevas tecnologías a los hábitos de consumo y nuestro cuerpo. Por Brenda Carciochi.

El señalador. Vacaciones: cuando el infierno son los otros. Por Maximiliano Tomas.

Opinión. El viaje de Swedenborg.Por Gabriel Rolón.

Libros recomendados para adultos. Por Mónica Tracey.

Historia & Política. Derechos Humanos y Hegemonía. Por Felipe Pigna.

Música Alternativa. High as Hope, de Florence and The Machine. Por Agustina Zabaljáuregui.

Música Clásica. Hector Berlioz. Por Nadia Koval.

Jazz. Entrevista a Daniel “Pipi” Piazzolla, de Escalandrum. Por Carlos Salatino.

TV/Series. Falco y The Honourable Woman.Por Laura Berti.

Libros recomendados para niños y adolescentes. Por María Fernanda Guillot.

Vida Gourmet. Yendo de la biblioteca a la pizzería.Por Mónica Tracey.

Cocina. Comerse el mundo. Las apps al servicio del viajero. Por Marina García.

Entrevistas

77

Viviana RiveroPor María Fernanda Guillot

12

Gioconda BelliPor Claribel Terré Morell

30

Ludovica Squirru DariPor Silvana Moreno

48

Gabriel RolónPor Juan Pablo Cinelli

16

Samanta SchweblinPor Nando Varela Pagliaro

24

Ronnie AriasPor Martina Leunda

68

Lyna VallejosPor Martina Leunda

80

Juana VialePor Alejandra Peñalva

64

John KatzenbachPor Juan Maisonnave

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Daniel BalmacedaPor Victoria Lescano

73

Florencia EtchevesPor Juan Maisonnave

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Para los que viajen a Vietnam y ChicagoDe Dios Editores vienen publicando hace años sus famosas Guías Mapas de distintas ciudades del mundo. Consisten en una hoja gigante, plegada a un tamaño de bolsillo, que contiene toda la info necesaria para el viajero que aborda por primera vez un lugar: tips básicos, nombre y descripción de los principales barrios, sugerencias de qué hacer en 48 horas, lista de locales gastronómicos, principales atracciones, mapa de subtes y mucho más. Ahora, acaban de lanzar las de Vietnam y Chicago. Imprescindibles.

Retrospectiva de Pablo SuárezMalba presenta Narciso plebeyo, retrospectiva del gran artista de vanguardia argentino Pablo Suárez. La exposición propo-ne repensar su rol y producción en diálogo con la tradición artística y cultural de nuestro país. Reúne una selección de cien obras, entre pinturas, dibujos, objetos y esculturas creados a lo largo de cuatro décadas (desde los años 60 hasta los 2000), además de material de archivo inédito resultado del proyecto de investigación realizado por los curadores, Jimena Fe-rreiro y Rafael Cippolini, junto con el departamento de Curaduría del museo.Museo Malba. Av. Figueroa Alcorta 3415. Hasta el 18/2/19. + Info: www.malba.org.ar

Desembarco de Arpa en ArgentinaEste año, Océano comenzó a distribuir Arpa, una editorial española de no ficción y gran diseño fundada en 2016 por Joaquim Palau, junto a su hijo Álvaro, Enric Jardí y un pequeño grupo de socios. Algunos de los títulos que ya pueden conseguirse en las librerías argentinas son: Camelia y la filo-sofía, de Juan Antonio Rivera; De la mano de Federico, de Luis Pasqual; El niño filósofo, de Jordi Nomen; y Reinventar las organizaciones, de Frederic Laloux. ¡Esperamos más!

Cine para ver en casaSBP anunció los lanzamientos en DVD para los próximos meses. En diciembre, llegan Mamma Mía!: Vamos otra vez, de Ol Parker; Megalodón (también en BR), de Jon Turteltaub; Mentes poderosas, de Jennifer Yuh Nelson; La monja, de Corin Hardy; Animal, de Armando Bo; El amor menos pensado, de Juan Vera; y Mi obra maestra, de Gastón Duprat.En enero será el turno de Acusada, de Gonzalo Tobal; Pie pequeño, de Karey Kirkpatrick y Jason Reisig; Johnny English 3, de David Kerr; Halloween, de David Gordon Green; Misión imposible 6, de Christopher McQuarrie; y El Ángel, de Luis Ortega.Habrá que esperar hasta febrero para poder ver: Somos campeones, de Javier Fesser; Bohemian Rhapsody, de Bryan Singer; Infiltrado del kkklan, de Spike Lee; Nace una estrella, de Bradley Cooper; y La casa con un reloj en sus paredes, de Eli Roth.

MISCELÁNEASMISCELÁNEAS

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Sucedió un domingo. El hombre agotó todas las páginas de los suplementos y revistas especializadas dedicadas al turismo. No encontró nada. Sabía exactamente lo que buscaba, pero no dónde localizarlo. Algo estaba claro: el mundo ya no es lo que era. De pronto, el espacio se encogió, perdió sus partes secretas, se alejó de la sorpresa. Selva o desierto, los caminos se detuvieron en un punto invisible, se hicieron tópico, cliché, fetiche de algo que alguien, alguna vez, soñó virgen.El turismo ha venido explotando en los últimos años la idea de que todo país lejano o extraño ha resultado “superficial”. No hay más misterios. Y no obstante, aún podemos formu-lar la pregunta acerca de si no existe algún lugar, lejano o cercano, o en todo caso la bruma de algún lugar, de donde emergen signos enigmáticos que aún atrapan, confunden e incluso entusiasman al viajero. Tenemos la literatura, por su-puesto, y también el viaje, pero no por ello deja de ser menos importante repetir la palabra bruma. El viaje sigue (y seguirá) siendo capaz de exponer el mundo interior de un individuo a temblores, confrontaciones y en-cantamientos. Claro que para ingresar a las brumas hay que estar preparado. Allí, se revelan las cosas y acontecimientos bajo una luz misteriosa, como si se tratase de una pintura de Rembrandt. Los detalles recuerdan preguntas formuladas durante la niñez y que luego fueron olvidadas.¿Qué es, en realidad, lo que libera un viaje? Implica, si se plantea asumirlo con la responsabilidad del caso –esto es, abrirse sin prejuicios a las imprevisibles posibilidades que todo viaje dicta–, un riesgo que altera los estados perceptivos, tanto a nivel físico como psicológico. No se trata simplemen-te de la idea pedestre que entraña el traslado de un lugar A hasta otro B, idea que el turismo ha reemplazado por el concepto “viaje”. No, el viaje puede concluir en experiencias existencialmente peligrosas, entendiendo este adjetivo en la mejor de sus acepciones. La imprevisibilidad respecto de sus consecuencias transforma todo viaje tanto en una maquinaria mortal como deliciosa. Y, en ocasiones, ni siquiera resulta necesario recorrer enormes distancias para ello.Hay una moral del viaje. Y su influencia es ejercida menos sobre el comportamiento del viajero que sobre su discurso. No obstante, no se puede ignorar su existencia ni subestimar su poder. A pesar de no llegar a hacerla visible bajo la forma de una carta o de un tratado general enunciando derechos y deberes en la materia, esta moral que parece eludir toda ley escrita revela su presencia en compañía del viajero, conscien-tes o no de ella.La moral está ligada al móvil, y puede modificar sus máscaras de acuerdo a estos, pero no abandona jamás su verdadera na-turaleza. Es posible encontrarla en misiones científicas o viajes

de placer, manuales de etnografía o guías turísticas, diciendo esto o aquello entre consejos prácticos, métodos o itinerarios. Al margen de las recomendaciones técnicas y logísticas, por encima de medios y objetivos, esta moral se expresa funda-mentalmente por la relación con el Otro. En las guías clásicas del siglo XIX (Baedeker, Joanne, Richard y otras) pero también en las actuales, de las Michelin a las Lonely Planet, no faltan –aún subrepticiamente– conceptos que hacen a una supuesta ética del viajero. Tal vez ya no tan sentenciosos como antes, hoy su expresión es menos severa, incluso en ocasiones casi hu-morística, pero lo cierto es que no falta el enunciado de reglas y valores de buen uso para el viaje.Francesco Balducci Pegolotti, empleado de una compañía de comercio de Florencia, escribió hacia 1330, a cincuenta años del viaje de los Polo, un decálogo del viajero en Asia, titulado Practica Della Mercatura, donde suministra información precisa sobre la organización del viaje en China. Vale la pena transcribir algunos detalles:“Debe Ud. dejarse crecer la barba. En Tana hará bien si contrata un guía o intérprete. No hay que intentar economi-zar en esto, tomando uno malo en vez de uno bueno, ya que los gastos ocasionados por un buen guía nunca alcanzarán a lo que Ud. gastaría yendo por su cuenta. Si el mercader desea llevar una mujer con él, puede hacerlo; si no desea llevarla, no está obligado en absoluto; solo que, si la lleva, su viaje será más confortable. Sea como fuese, si se decide por llevarla convendrá que esté iniciada en la lengua cumaniana”.Casi cinco siglos después, otro viajero italiano, Luciano Galli (1848-1939), vindica la figura del viajero tal como la consentirían Beckett o el propio Émile Cioran. Cuando habla de aprestos para el viaje, se refiere a memorizar una serie de perplejidades:“1. Olvídese de dónde viene. De hecho, y si a nadie le impor-ta, ¿por qué habría de importarle a Ud.?2. Olvídese hacia dónde va. Transcriba al azar cien, dos-cientos nombres de parajes, pueblos, mujeres o lo que le venga en ganas. Incluya el nombre de su destino entre ellos. Repítalos en voz alta, en orden aleatorio, hasta que todos se reduzcan a una serie articulada de sonidos sin valor ni efecto. Si así no funciona enumere uno a uno y dígase que lo esperan en cada lugar.3. Asegúrese que nadie le preguntará adónde va. Cuando llegue a una ciudad sitúese en el punto más alto, un promon-torio o los hombros de algún desconocido, y proclame a viva voz: ‘He olvidado de dónde vengo. No sé adónde voy. Siento que estoy a punto de llegar y pronto a salir. Espérenme, despídanse. Pronto nos veremos nuevamente y no sabremos quién es quién’”.

Notade tapa

Invitación al viaje

A aquellos que preguntan por la razón de mis viajes, les respondo: sé bien de lo que huyo, pero no lo que busco.Michel de Montaigne, Ensayos, III, 9

POR Christian Kupchik

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Ninguna disciplina más susceptible que el viaje para erigir códigos de conducta. La incertidumbre que planteaba lo distinto distante obligaba no solo a considerar los códigos de convivencia ajenos sino también a reconsiderar los propios. Ante la intrusión manifiesta que constituye el viaje, aparece la moral: entre la observación y la fractura, ella traza una fron-tera que distingue al observador del profanador. “El turismo y la etnología”, escribió el antropólogo Jacques Meunier, “son quizás los avatares modernos de la profanación. De allí surge una mezcla de inocencia reencontrada, alegría elemen-tal y culpabilidad”. El viaje, en suma, es una mirada legítima arrojada sobre el mundo pero, un paso más allá, da comienzo el riesgo de caer en un voyeurismo obsceno. Si todo puede ser visto, no todo puede ser dicho. Entonces el ojo se aparta, se oculta, o al menos, rompe en ciertos puntos la comunicación con la mano que escribe el viaje. Censura. Autocensura. La moral filtra el relato. El relato filtra los recuerdos. El viaje está suspendido. El viajero cierra los ojos. El relato se detiene. Los hechos son abreviados. El viaje desaparece.La legitimación del viaje resulta una permanente preocupa-ción. Y debido a la expansión de las movilidades de placer, esta preocupación, a pesar de lo que se dice, está aún más viva en cuanto alguien se aproxima al vacío presumible en el universo de sus vacaciones. Quedó instalado como proyecto del turista burgués del siglo XIX la idea de encontrar una “utilización so-cial” a su desplazamiento, lo cual enfrenta al viajero contempo-ráneo inquieto en no pocas oportunidades con cierta sensación de culpa al tener que justificar el ocio o lo lúdico. Si bien hubo un tiempo donde la atribución de una utilidad al viaje era frecuente, a partir de la ramificación de los motivos (la “segmentación de la demanda”, como suelen decir los profesionales del turismo) ha venido a complicar un poco las cosas. Los móviles de muchos viajeros han adquirido nuevos matices, muchas veces inconfesables. Hay un nómada curioso, pero cuya curiosidad no se detiene sobre un objeto específico ni está subordinada a altos objetivos humanistas. Un viajero que se contenta solo con viajar. Este sujeto, de acuerdo a la moral establecida, resulta peligroso.Desde la Edad Media en adelante, el viaje apareció justifica-do por la misión que llevaba adelante el viajero, que lo ponía a seguro de sospechas impertinentes. Antes que viajero, era marino, mercader, militar, médico o sabio colonial, corres-ponsal, embajador o emisario. Es decir, su profesión confería el paradigma de la Utilidad que acreditaba a los viajeros y los legitimaba como tales. Viajes pioneros o guerreros, ilumina-

dores, realizados bajo el signo del esfuerzo, del peligro y el servicio a una bandera, consagrados a fines vinculados con lo político y lo económico. Estos viajes son percibidos como un trabajo necesario, fuente de provecho, de prosperidad y dominación. Se viaja para descubrir y conquistar tierras desconocidas, para transportar bienes, hombres y técnicas, para vender, defender o imponer ideas. Esta dimensión cívica y laboriosa establecía en el instante, indiscutible, el valor utilitario de cada viaje.La curiosidad del viajero devino entonces en un oficio, y su intrusión se transformó en el viaje de la razón. Pero en determinado momento la “utilidad” del viaje se difumina y se opera un pasaje: del viaje razón al viaje pasión. Este marca otro tipo de desplazamiento en el viajero, esta vez de carácter más íntimo. Implica no solo saber, sino también creer; obser-var, pero también amar (u odiar). Con él se efectúa el paso de lo voluntario a lo inspirado, de la intención calculada al proyecto imperioso. Y se opera, asimismo, un deslizamiento del sentido del término por el cual el viajero reivindica para su viaje la forma pura del impulso.El viaje pasión ha ido evolucionando y hoy muestras rasgos bastantes diferentes respecto al momento en que nacieron. Gracias a la popularidad alcanzada por muchos de sus desti-nos, cristianos o no (Compostela, Lourdes, Roma, Jerusalén, el Tíbet, La Meca o Benarés), se ha ido desarrollando una suerte de turismo religioso sobre la base de un concepto que amplió la noción de peregrinaje mezclando devoción, atractivos culturales y espacios de placer. Aunque la categoría no se reduce únicamente al turismo religioso. El peregrinaje, adoptando formas laicas, puede encontrar –como la libido- satisfacción en otros objetos de culto: la tumba de Lenin, Buchenwald, el Louvre, la ruta del Che, etc. Incluso, el viaje pasión se justifica en otros motivos, en otros amores. La naturaleza, por ejemplo, da razón al peregrino ecologista: el explorador de regiones salvajes, el documentalista tipo National Geographic, el pescador profesional, en definitiva, el Robinson naturista.Y otra vez, Jacques Meunier: “La isla de Robinson, la ver-dadera, la única, está en cada uno de nosotros. No es más que una dimensión del espíritu”. ¿El viaje como dimensión del espíritu? Antes de ser una realidad espacial, la puesta en práctica de un movimiento o la huella visible de un itinerario sobre la superficie del mundo, en un comienzo todo viaje es idea, imagen, proyecto, sueño o teoría. Sí, una dimensión del espíritu frente a la cual los móviles forman figuras de raciona-lización secundaria

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Entrevistauno

“Trato de abordar a esas mujeres que miraron distinto”

Viviana Rivero

–¿Sintió culpa por ese éxito que su padre no había po-dido alcanzar? No, fue algo muy lindo. Aunque comparti-mos poco tiempo como colegas, solo un año y medio, él llegó a ver que mis dos primeros libros se vendían. Cuando le di para que leyera Secreto bien guardado, mi primera novela, yo estaba nerviosa. A los pocos días, me dijo: “Ese Strow… ¡Qué mal! ¡Cómo va a hacer eso! Me dio tanta rabia… Me quedé leyendo hasta las dos de la mañana”. Logré lo que quería, que era atraparlo. –¿Qué es lo que atrapa tanto a los lectores? En mi caso, es que no se trata solo de una historia de amor entre un hombre y una mujer. Hablo de otros amores: a los hijos, a la vocación, a la tierra. Son las cosas que nos movilizan a los seres humanos, que nos llevan a vivir en la otra punta del pla-neta o a quedarnos trabajando hasta las tres de la mañana, sin saber si vas a cobrar dinero por eso. Esto vuelve más atractivo al libro: no es una novela rosa, sino de vida.–¿Tiene autores “de cabecera”? He tenido distintos pre-feridos en diferentes épocas. Actualmente me gusta mucho Almudena Grandes. Una vez, mi padre me dijo: “No se puede ser escritor sin haber leído a Manuel Puig”. Me compré Boquitas pintadas, me encantó y seguí con el resto de sus libros. Le dediqué dos años. La última novela que leí antes de ponerme a escribir fue Suite francesa de Irène Némirovsky. En casa se creía que si eras un gran autor –como mi padre–, nunca serías popular ni podrías vivir de la literatura. Por el contrario, si eras comercial, no eras buena. Cuando llegó a mis manos Suite francesa, me di cuenta de que Némirovsky escribía muy lindo, trataba temas sociales y vendía. Encontré un referente, quise escribir como ella. –¿Y así se convirtió en una autora best seller? Mis libros tienen un alma, lo que surge en mí antes del argumento, par-ten de una observación que hago. En el libro Sí (Emecé, 2017), yo venía preguntándome si era feliz. Una mañana me levanté, miré el jardín y los árboles a través de la ventana de la cocina. Caía un rayito de sol y se acercaron mi perro Fido y mi gato Pompón a saludarme. Pensé: “Es un momento pequeño, ru-tinario, pero feliz”. Y me di cuenta de que tenía varios de esos momentos. Los seres humanos somos más felices de lo que creemos. “Quiero escribir de esto. Voy a hablar de un hombre y una mujer que teniendo todo para ser felices, no lo logran. Van a tener que pasar por algo que los haga recapacitar”, pensé. En el libro Y ellos se fueron (Emecé, 2011), yo quería contar que si éramos lo suficientemente valientes, la vida nos daba revancha. Hay un momento en el que miramos las cosas que quedaron en el camino, nos preguntamos si todavía las queremos y si somos lo suficientemente valientes para conseguirlas. Es una decisión fuerte y profunda que suele venir a los 40.–¿Qué cosas dejó en el camino? En ese momento yo pensa-ba: “Estoy trabajando de algo y tengo ganas de hacer otras co-sas”. El tiempo se vuelve lo más valioso: para escribir el primer libro, se lo quité al sueño y a la recreación, para no sacárselo a la familia ni al trabajo. El primer libro es sacrificado. Yo tengo muchas ideas, podría escribir mucho, pero es un proceso lento.

Las palabras retumbaban una y otra vez. “Acá nadie va a seguir una carrera que tenga que ver con la literatura porque para loco ya está su padre”, repetía la madre. Y la hija de ese escritor poco exitoso fue obediente. Se recibió de abogada, trabajó en televisión y también fue coach. Mantenía con su notebook una relación inerte. Hasta que una noche, dejó de ser dócil y se transformó en una escritora. Best seller, además. “Soy una convencida de que las vocaciones nos persiguen y atrapan en algún momento de nuestra vida. Eso es lo que me sucedió. Cuando mis chicos fueron creciendo, ya no me necesitaban tanto. Un día llegué a casa después de trabajar y me dije: ‘Es mi momento’. Hacía bastante que quería escribir, pero no me animaba a transformarla en mi actividad principal”, cuenta Viviana Rivero (Ciudad de Córdoba, 1966). Once libros y un premio nacional después, la autora cordobesa ganó un par de certezas.

–¿Qué pasó por su cabeza en el momento antes de sen-tarse a escribir por primera vez? Fue una tarde de 2007. Yo tenía una historia para contar, pero no sabía cómo empe-zarla. No lo hice por el principio, sino que conté una escena fuerte. Me emocionó mucho poder hacerlo. Se hicieron las tres de la mañana y yo quería seguir y seguir. Al otro día me di cuenta de que tenía que narrar ordenadamente. Terminé de escribir Secreto bien guardado, lo imprimí y se vendió muchísimo (El Emporio, 2009/Emecé, 2010). Cuando Mujer y maestra ganó el premio de un concurso nacional de novela histórica, pensé: “Creo que ya puedo vivir de la literatura”. El tercer libro lo hice en horario “de trabajo”: me levantaba a las siete, pero no para ir a Tribunales, sino para escribir. –¿Qué encontró en la literatura que no le daban sus otras actividades? Encontré algo que no sabía que buscaba tanto. Desde chica fui una gran lectora y con los años no solo tuve necesidad de leer, sino de plasmar una idea en el papel. Cuando le conté a mi padre que estaba escribiendo, ya estaba por terminar el libro. Se sorprendió de que hubiera empezado por una novela en vez de un cuento, porque yo nunca había hecho un taller literario. Mi padre me decía: “Disfrutá porque no es común que uno ponga una novela en la mesa de la libre-ría y se venda”. Él nunca lo había logrado. Mi abuelo también escribía: ya somos tres generaciones de autores en la familia.

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POR María Fernanda Guillot

Abandonó la abogacía para calzarse la profesión de autora cuando sus primeros libros agotaron ediciones. Desde entonces, ya superó los quinien-tos mil ejemplares vendidos y se convirtió en una de las referentes del género histórico romántico. Asegura que el éxito le dio la posibilidad de dedi-carse a lo que (casi) más disfruta. Acaba de pu-blicar Zafiros en la piel (Emecé), producto de una experiencia de creación online junto a Google

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Esta entrevista fue filmada. Pueden verse algunos

fragmentos destacados en nuestras redes

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yenny_elateneo

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–¿Algún asunto le resulta difícil de abordar o es capaz de escribir sobre cualquier tema? No le tengo miedo a nada. En el libro Y ellos se fueron hay un incesto. En Los co-lores de la felicidad (Emecé, 2015) hay una historia de amor en medio de la Revolución Cubana. Creo que todo lo que está bien contado y es verosímil no molesta. –Su último libro, Zafiros en la piel, está vinculado a una experiencia digital: la escritura en tiempo real. Sus lectores podían leerla mientras usted producía. ¿Qué la llevó a eso? Me lo propuso la gente de Google. Son doce relatos de amores diferentes. El que está en la web es la historia de Macarena, una fonoaudióloga disconforme con su cuerpo, que tiene un estándar de inteligencia altísimo. Traba-ja en la joyería “Zafiros en la piel” con un jefe que la maltrata. Ella planea robarlo. Conoce a Álvaro, un hombre que la ena-mora porque tiene en mente asaltar el local. Se puede leer el libro e ir después a Google o hacerlo al revés.–¿La nueva ola del feminismo obligó a cambiar el prototipo de heroínas románticas? En mi caso, siempre son mujeres pioneras y casi siempre son fuertes. Una primera mujer que enseñó en las aulas, como cuento en Mujer y maestra (El Emporio, 2011/ Emecé, 2016). O esa primera mujer que dictó sentencia en un tribunal, por ejemplo. Yo

trato de abordar a esas mujeres que miraron distinto, me parece que todavía son nuestros referentes. Muchas soñaban cosas que los hombres no habían logrado, como la investi-gadora Madame Curie. Me encanta traer eso a la novela histórica porque es motivador.–¿Alguno de sus protagonistas masculinos la enamoró? Mi preferido es Marthin, de mi primer libro. Estuve dos años con él, lo conocí muy bien físicamente y su forma de ser. Ya casi me parecía que nos juntábamos a comer y charlábamos. Me costó desprenderme de esa novela, la había terminado y seguía leyendo las partes que más me gustaban. Ahora ya aprendí: en cuanto concluyo un libro, me sumerjo muy pron-to en el próximo.–Finalmente, se convirtió en una exitosa serial. ¿Eso le dio más seguridad o mayor libertad? No, creo que me dio la posibilidad de vivir conforme a lo que tenía grabado en el ADN. Para mí, escribir compite con irme de vacaciones: me gusta tanto una cosa como la otra. Disfruto ganarme la vida como autora, pero no me planta de distinta manera. Las cosas básicas y profundas no variaron. La administración del tiempo, sí

La entrevista fue realizada en el Bar Cao. | www.losnotables.com.ar

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Todos los detectives literarios tienen un método que or-ganiza su pensamiento y su forma de entender el mundo. Un sistema que los distingue y al mismo tiempo los hace atractivos para el lector ávido de misterios irresolubles. En el caso de Sherlock Holmes, por ejemplo, se trata de la lógica positivista, y en el del Padre Brown, personaje creado por G. K. Chesterton, del dogma católico. ¿Pero cuál podría ser el método para un investigador argentino, que al mismo tiempo le diera una personalidad propia y lo identificara cul-turalmente con el país? La mejor respuesta la dio Gabriel Rolón (Buenos Aires, 1961), conocido por su trabajo radial junto a Alejandro Dolina, por sus exitosos libros y, sobre todo, por su profesión: psicoanalista. ¿Y qué puede ser más argentino que un psicoanalista?Rolón es el creador del Licenciado Pablo Rouviot, personaje con visos de álter ego que fue el protagonista de la novela Los padecientes. La misma no solo alcanzó estatura de best seller instantáneo, sino que fue llevada al cine en 2017 con idéntico éxito y Benjamín Vicuña en el rol principal. A comienzos de noviembre llegó a las librerías La voz ausente, segunda novela en la que este psicoanalista inteligente y sensible vuelve a en-redarse sin querer en una compleja trama policial. Ahora debe convencer a la policía de que su mejor amigo, quien fue encon-trado con un tiro en la cabeza, no intentó suicidarse, sino que se trata de un homicidio fallido. Así, mientras su amigo agoniza, Rouviot recurre a sus mejores armas, las del psicoanálisis, para revelar la identidad de un asesino en el que solo él cree. Aunque está claro que Rouviot no es detective, sino un psi-coanalista al que las circunstancias obligan a investigar, no está mal indagar en su linaje literario. “Creo que Pablo Rouviot está lejos del Padre Brown, porque es un psicoanalista y no un hombre de fe religiosa. Ser psicoanalista y creer en Dios es algo muy difícil. Rouviot está más cerca de Kierkegaard, de ese existencialismo duro, más cerca de la desesperación que de la fe”, analiza Rolón a su criatura. “En cambio tiene mucho de Sherlock Holmes, por el método deductivo, si bien Holmes se basaba en lo aprehensible y Rouviot tiene en cuenta lo que se dice sin ser dicho. Analiza lapsus, sueños y tiene las herramien-tas que le da el psicoanálisis a las que, por supuesto, les he sumado esta cosa medio racionalista, porque me parece que funciona mejor en la literatura”, continúa. –¿Pero no es posible decir que Rouviot confía en las herramientas del psicoanálisis casi como un hombre religioso en su fe? Sí, porque Rouviot es un hombre de

Entrevistados

Un nuevo casopara el psicoanalista

del crimen

Tras el éxito de su novela Los padecientes, llevada al cine en 2017 con idénticos resultados, el best seller nacional vuelve con La voz ausente (Emecé), otra trama de intrigas alrededor de la figura de Pablo Rouviot, que esta vez debe investigar los motivos por los que su mejor amigo aparece al borde la muerte. Con este nuevo thriller, también aprovecha para ofrecer una mirada crítica de la realidad

fe, pero no de fe en Dios. Es un hombre que confía en el psicoanálisis. El dios de Rouviot –es decir: nuestro dios, el de los psicoanalistas– es el inconsciente. Nosotros no confiamos en que Dios nos va a dar un sentido para entender lo que le pasa al paciente, sino en que el paciente va a cometer un acto fallido, va a traer un síntoma o va a hacer un chiste y de algún modo mostrará lo que su inconsciente lo empuja a hacer. Tenemos fe de que en algún momento el inconsciente va a aparecer si como analistas conseguimos crear lo que se llama el dispositivo analítico. Ese es nuestro trabajo: armar un marco en el cual podamos esperar no un milagro, sino esa aparición del inconsciente. –Aunque se trata de una novela, el libro también inclu-ye una mirada que excede lo ficcional y alude de forma directa la realidad, oportunidad que usted no desper-dicia para abordar de manera crítica una cantidad de temas políticos y sociales muy actuales. Creo que un autor, si tiene ganas, debe aprovechar ciertas oportunidades para jugar también lo que piensa. No es una obligación del que escribe una novela, pero a mí me gusta ser un hombre situado y comprometido con mi país y con mi momento. El libro que más marcó, casi desde mi infancia, es Los misera-bles, y entendí que más allá de la novela extraordinaria lo que Víctor Hugo jugaba era una mirada política, un compro-miso ideológico e intelectual. Yo pensaba que un miserable era una persona que hacía cosas espantosas y ahí aprendí que miserables son los que sufren la miseria. Y que los espanto-sos eran aquellos que mantenían a la gente en esa miseria. Aprendí que se puede jugar con el arte, con una historia que te atrapa, sin por eso estar a años luz de la realidad que vivís. A mí me gusta comprometerme de algún modo y decir que soy un autor que, además de psicoanalista, escribe thrillers en la Argentina del año 2018. –La voz ausente tiene una estructura derivativa que surge de las redes intertextuales que Rouviot teje para resolver el misterio. El recurso remite a la figura de Sherezade, pero también a la de Dolina, que ha conver-tido a su programa en un ciclo eterno alimentado cada noche por una nueva historia. Mi vínculo con Dolina es un vínculo filial desde el punto de vista artístico. Aprendí muchí-simo con Alejandro. Y además encontré esto que vos describís bien al compararlo con Sherezade, porque como decían los griegos: “nada resulta más hermoso que una linda historia”. Yo trato de hacer eso y quiero que el lector en algún momento se

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Un

Plan

POR Juan Pablo Cinelli

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lleve por delante historias que desconocía. Que sepa algo más de Jack el Destripador; que se lleve por delante la dialéctica del amo y el esclavo de Hegel; algunas ideas que lo entusias-men y sean para él tan bellas e importantes como lo fueron para la trama del libro. Creo que es lindo ir tejiendo una trama así, amueblada de visitantes bellos. Estas cosas las aprendí con Alejandro y después, por supuesto, me encargué de ponerle mi tono personal que tiene que ver con el psicoanálisis y con otras cosas. Pero me di cuenta de que esto de apelar a la intertextua-lidad funciona muy bien e intento desarrollarlo.

–Una figura recurrente dentro de su novela es la del hombre que afirma que daría la vida por una mujer. ¿No teme que en tiempos en que el amor romántico es puesto en cuestión esta idea de la masculinidad pueda ser juzgada como algo anticuada? No creo que el libro esté recorrido por una idea de la masculinidad, sino de la caballerosidad. No es lo mismo. Quiero decir que los personajes –al menos los que amo, porque los que detesto podrán ser otra cosa, incluso un poco machistas– son amplia-mente feministas. Idealizan a la mujer, te diría. Es cierto que tocándose en un punto con la idea del amor cortés, que yo creo es una de las primeras maneras del feminismo. Creo que el amor visto desde ese lugar es subversivo. –¿Por qué? Porque fue el primer momento en el que la mujer fue más importante que el hombre. El hombre iba a dar su vida en un combate por el amor de una mujer que ni siquiera le daba un beso. Los caballeros elegían una dama que casi siempre estaba comprometida o casada con otro y a la que no tendrían nunca, porque en cuanto lo hacían aparecía la tragedia, como en Tristán e Isolda. Es una idea muy poética la del amor cortés y en ese sentido considero que es la primera subversión del poder del hombre sobre la mujer, al decir que los hombres somos esclavos de la mujer que amamos. Es cierto que hay algo cortesano en la forma en que aman Rouviot y otros personajes de la novela, pero si recorrés el libro también te vas a dar cuenta de que los personajes femeninos no son el estereotipo de mujer subyugada al poder masculino. –Más allá de la idea del amor cortés, es evidente que Rouviot tiene problemas para establecer vínculos amo-rosos. Porque no termina de creer que es digno de ese tipo de amor. Además tiene esta idea interior de que todo lo que toca lo lastima y entonces ama de un modo tal que no quiere lastimar. Tanto, que prefiere renunciar. Es un personaje dig-no de ser analizado. Me gustaría tenerlo de paciente. –Rouviot dice que hoy “los homosexuales ya no nece-sitan esconderse”. Pero la realidad es que más allá de ciertos sectores progresistas las comunidades LGBT no han dejado de sufrir distintos tipos de persecución. ¿No cree que se trata de una afirmación inocente para un personaje que ha mostrado una mirada tan des-encantada de la realidad? Creo que esto que señalás es cierto. Pero lo que Rouviot quiere decir es que en Buenos Ai-res caminamos y vemos dos chicas dándose un beso en Plaza Congreso, dos chicos abrazados en un subte y ya no hace falta que vayan a un boliche gay. Y si el boliche es mayoritariamen-te gay, ya no está escondido en un sótano. No necesitan ir a tener sexo al baño de la estación de Banfield, porque pueden entrar en un hotel sin problema. Lo cual no quiere decir que la lucha haya terminado y menos en los tiempos que corren: de Trump bajando por Bolsonaro y escuchando algunas voces que se levantan en la patria, yo tengo un miedo tremendo. El otro día escuchaba a alguien con altas ambiciones políti-cas, que amparado en una visión religiosa decía que tenía la voluntad de ir contra todo lo que sea antinatural. ¡Como si

hubiera algo natural en el ser humano! Porque si vamos con-tra todo lo antinatural, entonces nuestros hijos se van a tener que morir de tuberculosis. ¿Porque dónde está la naturalidad de los antibióticos? ¿O Dios creó también el Amoxidal? Si va-mos contra todo lo antinatural vamos a dejar que las mujeres se mueran en los partos en lugar de atenderlas, hacerles una cesárea o ponerles suero... Es una locura. –Recién habló de tener a Rouviot como paciente y el li-bro ofrece motivos suficientes para creer que al perso-naje le vendría bien una terapia. ¿Se anima a esbozar un diagnóstico para explicar qué pasa en la cabeza de Rouviot? Pablo Rouviot es un hombre bien analizado, que ha pasado por el diván. No podría ser un gran analista si no fuera así. Pienso sin embargo que no ha llegado al final de su análisis, porque Lacan definía esta instancia como “el estado de poder sostener la soledad sin sentir tristeza”. Y Pablo debería estar solamente triste, pero por momentos está an-gustiado y algo tiene que hacer con eso. Lo que pasa es que a mí me sirve que en vez de hacerlo en un análisis lo haga apasionándose con alguna relación o en el descubrimiento de un caso. Me sirve un Rouviot capaz de ver o escuchar lo que los otros no ven ni oyen, o de resolver situaciones en las que los demás no saben qué hacer, pero que de repente no pueda con algo tan sencillo como “me gusta esta mujer y me angus-tio porque no sé qué hacer, porque no estoy preparado para el amor”. Me pareció más interesante hacer este neurótico, ya que me pedís un diagnóstico. Un neurótico obsesivo un poco torturado, que se debate entre la idealización de un pa-dre cuya ausencia no termina de superar y la angustia por una madre a la que no termina de contener. Y que, obviamente, ante en la imposibilidad de resolución edípica resulta incapaz de armar una pareja. Este es el problema clínico de Rouviot y me encantaría trabajarlo, pero por ahora me sirve más que ande por la vida intentando resolver crímenes

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Esta entrevista fue filmada. Pueden verse algunos

fragmentos destacados en nuestras redes

yenny.elateneo

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A nadie que haya tenido la oportunidad de vacacionar en una playa, el campo, una ciudad local o extranjera se le escapará cierto sentimiento de malestar y sinsentido que aparece al verse com-partiendo, en una misma época y en un mismo lugar, el descanso junto a otros miles de personas. La emoción por sacar una foto, nadar en el mar, escalar una montaña, pasear por las callejuelas de una ciudad medieval se diluye en el exacto momento en que vemos que una, diez, cien personas hicieron lo mismo ayer, y harán lo mismo mañana. Es el momento en que nos sentimos parte de un plan diseñado por el mal, y pensamos, no sin cierto derecho, que el infierno son los otros.Se trata de una consecuencia lógica del desarrollo, desde la mitad del siglo XX, de la industria del turismo de masas. A más de medio siglo de aquella explo-sión, con desplazamientos cada vez más al alcance de un bolsillo medio, existe incluso una bibliografía específica que problematiza la cuestión de las vaca-ciones y los turistas, que se extienden como una mancha por todo el mundo, buscando tocar hasta el último rincón virgen del planeta. Uno de los textos más brillantes sobre el tema es Algo supuestamente diver-tido que nunca volvería a hacer, del escritor estadounidense David Foster Wallace (Literatura Random Hou-se, 2011). El asunto son los cruceros: Foster Wallace ve en ellos una cárcel que navega por el mar, repleta de gente ociosa y vulgar, que solo desea jugar en el casino, calcinarse al sol y comer y be-

ber en cantidad. Hay otro libro, donde por el contrario los prejuicios terminan por ser desmontados: en Miami, del periodista Hernán Iglesias Illa (Planeta, 2010), una ciudad condenada de antemano se revela, en la mirada y en la escritura del autor, como un nodo de sentido mucho más complejo. En Miami conviven las viejas inmigraciones (la cubana) con las nuevas (venezolanos, colombianos, argentinos), las lenguas y las culturas se funden, su historia de violencia y narcotráfico de los años 70 y 80, de turismo de masas y empresas tecnológicas en los 90 y 2000, le deparan un presente abierto a las posibilidades, que la podrían convertir, en opinión del autor, en la Nueva York del siglo XXI.En el caso de ciudades que viven del turismo, como Barcelona, se establece una relación plagada de contradic-ciones, cuando la principal fuente de ingresos es la que, al mismo tiempo, no solo destroza sus calles y la inunda de basura, sino que, a través de la oferta de comerciantes sin escrúpulos, lima su identidad y la confunde con cualquier otra ciudad de la aldea global. Estas tensiones, que sufren grandes capitales como París, Nueva York o Londres, están reflejadas en el caso de Barcelona en un libro de relatos y ensayos de au-tores locales (Odio Barcelona) y en un documental, Bye Bye Barcelona, visto en Internet por millones de personas.Pero quien antes vio las paradojas del turismo de masas, al menos en la Ar-gentina, fue Martín Caparrós. Ya en su segundo libro de viajes, llamado La guerra moderna (Norma, 1999), viajó

por buena parte del mundo poniendo su mirada en lugares como Sri Lanka, Río de Janeiro y Las Vegas, tres de los destinos favoritos de los turistas finise-culares. En Río ve la violencia apenas contenida, pero sobre todo los hilos de una fiesta de carnaval que, lejos de la subversión de roles entre dominantes y dominados, se dispone a ser consumida por visitantes de todo el mundo. En Las Vegas desmonta los mecanismos de una ciudad en la que el día y la noche se confunden para aspirar todo el dinero de quien se arriesgue a meterse en sus entrañas. En Sri Lanka los asuntos se ponen más escabrosos: Caparrós des-cribe el lugar donde señores con dinero y entrados en años viajan en busca de víctimas menores de edad, en viajes de turismo sexual que lucran con la pobreza y la necesidad de los nativos.No es fácil resolver la contradicción que plantean los pasajes baratos, los pagos en cuotas, las monedas sobrevaluadas, el deseo de consumo que generan la globalización y las redes sociales: somos estimulados todo el tiempo al viaje, en busca de escapar de vidas cada vez más rutinarias y experiencias más mediadas. El estar ahí, en el lugar tantas veces visto por fotos y videos, nos devolvería una conexión con la realidad que durante buena parte del año abandonamos de forma consciente. Pero ese estar ahí banaliza y destruye (ya que en eso no somos originales: repetimos el gesto que antes hicieron otros miles) nuestro desti-no. Parece ser la paradoja existencial del ser humano, y su relación con el planeta: mientras vive en él, lo aniquila

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Señalador

POR Maximiliano Tomas

VACACIONES: CUANDO EL INFIERNO SON LOS OTROS

Tema de tapauno

Cómo la literatura refleja (cuando no critica) el turismo contemporáneo. Desde David Foster Wallace y Michel Houellebecq hasta Andrés Neuman y Carolina Reymúndez, pasando por Lawrence Osborne y muchos más

Los veraneantes

salvajes: de la postal al Google Earth

POR Lucila Carzoglio

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“Portugal eterno”, “Egipto misterioso”, “Fantasía del Niágara”, “Joyas del Este”, “Cartagena imponente”, “Tentaciones de Japón”, “Ecuador a tu aire”, “Turquía sensacional”, “China: fa-bricantes del sueño”, por un momento el mundo parece tener el tamaño de un paquete. Basta desenvolverlo y poner cara de sorpresa para obtener exotismos y experiencias. Y si no, che-queen el itinerario “Dubái maravilloso” que incluye safari por el desierto, medio día en Dubái, medio día en Sharjah, cena en crucero, un día entero en Abu Dhabi y otro en Fujairah. Cua-tro emiratos en una semana. “No sabés, ¡hermoso!”, diremos al volver a la oficina con el cuerpo agotado, pero con las selfies en línea y decenas de “me gusta” en la red. Vivencia transformadora, descanso reparador o visita intras-cendente, el viaje contemporáneo privilegia sin lugar a dudas el espacio sobre el tiempo. Lugares mágicos hechos a la medida de una escapadita y a precio de temporada, a muchos les sonará a paraíso y a unos cuantos a pequeño infierno. Ya se dijo por ahí que sobre gustos no hay nada escrito, aunque en cualquier caso perderse para encontrarse es difícil con un guía a la cabeza o mapas que ya no necesitan ni siquiera del wifi. Sea con mochila o valija, lo cierto es que ningún sendero

hoy se escapa del turismo. Podremos descubrir barcitos, pasajitos o playas alejadas de las multitudes, pero la grandilo-cuencia del folleto marca el ritmo del relato. “¡Espectacular!” es, en ese sentido, la crónica de David Foster Wallace sobre su semana en un crucero por el Ca-ribe, publicada en Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer (Literatura Random House, 2011). Bajo un lente descarnado, el periodista describe la vida all inclusive y se despacha contra personajes y actitudes, solo para descubrir que detrás del blanco inmaculado, las playas paradisíacas y los soles prístinos, él únicamente siente tristeza. “Mi placer es gestionado de forma eficaz y sabia durante siete noches y seis días y medio... Tal como me prometieron en la publicidad”, escribe casi avistando tierra firme. El turismo de masas produce una ficción del mundo y su tipicidad, plantea Marc Augé en El viaje imposible (Gedisa, 1998). Según su ensayo, ante agencias que cuadriculan la tierra, ya no hay forma de abrir el espacio a nuevos paisajes, nuevas costumbres y, por ende, nuevos encuentros. Todo es espectáculo. Desde esta perspectiva, Plataforma (Anagrama,

2002) de Michel Houellebecq propone una idea radical: el turismo sexual es el futuro. A lo largo de la novela, el protagonista concreta su hipótesis. No solo consume prostitu-ción en Tailandia, además inaugura, con su pareja, una red de hoteles que ofrece sexo en todas sus variantes. “El viaje ha muerto” parecen repetir las postales, pero mucho antes de esta proclama, de los hoteles de lujo o del turismo trash, viajar con fines recreativos se relacionaba con la forma-ción. En el siglo XVI, los ingleses ricos realizaban el Grand Tour por Europa continental como parte de su educación. No fue hasta a mediados del XIX, con la llegada del ferroca-rril, que moverse por placer se transformó en un fenómeno popular. La primera guía turística moderna, con una lista de atracciones y datos útiles, apareció en 1820 y desde entonces, las formas de moverse y los destinos se han multiplicado; también, las narraciones en las que nadie quiere reconocerse como un mero visitante.“No se consideraba un turista; él era un viajero. Explicaba que la diferencia residía, en parte, en el tiempo. Mientras el turista se apresura por lo general a regresar a su casa al cabo de algu-nos meses o semanas, el viajero, que no pertenece más a un

lugar que al siguiente, se desplaza con lentitud durante años de un punto a otro de la tierra”, escribía Paul Bowles en El cielo protector (Aguilar, 1993). Su novela se convirtió en un clásico del género y él, en el referente de los “independientes”.Turistas (Adriana Hidalgo, 2008), de Hebe Uhart, se inmis-cuye en esta diferenciación para terminar comprándose todos los suvenires. Con ironía y humor, pero también con una mira-da puesta en el detalle, retrata los discursos, rituales y pensa-mientos mínimos de los veraneantes. Desde un tour de alta montaña en el que la protagonista solo desea una cafetería y se persigue por la conducta del convoy (“se sentaron en un asien-to paralelo al mío, señal de que no me odiaban”, concluirá); hasta la mujer que, después de unos días, se siente una vecina más en Nápoles, los cuentos abrazan con amor a los presos del color local, aun a los que creen salirse del contingente. “Turista es cuando vas donde te llevan como un borrego y no ves nada de lo que hay alrededor, como si tuvieras anteojeras (…). Nosotros no vamos a ir por las calles que va todo el mundo; vamos a recorrer esas callecitas que van todo en redondo. Y si nos perdemos, mejor”, dirá la casi napolitana.

Escapar de los arquetipos es complicado. “Alto, una foto, adelante” es la forma de responder a la desorientación generalizada. De acuerdo con Susan Sontag en Sobre la fo-tografía (Edhasa, 1997), “la mayoría de los turistas se sienten obligados a poner la cámara entre ellos y toda cosa destacable que les sale al paso. Al no saber cómo reaccionar, hacen una foto”. La imagen funciona como un medio para experimentar algo y dar la apariencia de participación, además de ser una prueba de presencia y conocimiento.En última instancia, se viaja buscando la diferencia, pero en un mundo globalizado e hiperconectado, la significación se aplana en cientos de tomas y todo termina pareciéndose. Más aún, cuando el viaje pierde su carácter excepcional y se transforma en una actividad cotidiana. Cómo viajar sin ver (Alfaguara, 2010) de Andrés Neuman re-pite ese periplo en la forma del diario. Ganador de un premio literario, el autor debe hacer presentaciones por diecinueve países en poco tiempo, por lo que decide dar cuenta de su itinerario con anotaciones al vuelo. Impresiones, reflexiones y lecturas se suceden a modo de fragmentos hasta lograr un compendio abrumador. Sin snorkel ni museos ni paisajes pinto-

rescos donde reposar el lente, los países se enumeran uno tras otro. En este peregrinar frenético las distinciones son pocas, a no ser por la realidad política particular, que el narrador comenta en base a lo que escucha en los medios. “Lo que no es ventana es espejo”, escribe el poeta Santiago Sylvester, aunque bien podría decirlo la periodista Caro-lina Reymúndez. “Los viajes de prensa son cortos y ma-nejan agendas apretadas, cerradas. Uno va de un lado a otro, siempre medio dormido porque el día arranca temprano y termina tarde. No se contemplan el jet lag ni el tiempo libre”, declara en El mejor trabajo del mundo (SüdPol, 2013), una obra que hace del resquicio una oportunidad. Sus crónicas, explica, “son el descarte, los recortes, lo que queda después de años de escribir artículos para revistas de viajes”.En el caso de Verás cosas extraordinarias (Periplo, 2018), su último libro, opta por encontrar lo inusual en el detalle, la fu-gacidad que permanece, mezclando historias sobre cazadores de langostas, lluvias endémicas y zoológicos latinoamericanos con recetas de cocina e ilustraciones.Un evento, un hecho mínimo, una coincidencia, algo que

rompa el orden de lo previsible, “un salto de programa”, es lo que propone Beatriz Sarlo como posibilidad ante la segu-ridad que brindan los sitios de interés. El imprevisto no puede buscarse, pero cuando ocurre, conduce a consecuencias que se desconocen. Se transforma en una experiencia pensable. Bajo este prisma, Viajes. De la Amazonia a Malvinas (Seix Barral, 2014) narra sus incursiones por el suelo latinoame-ricano, alejándola del denostado mote de turista. Córdoba, Bolivia o Brasil no solo sirven como escenarios para su teoría de lo inesperado, también mapean un relato lúcido y crítico sobre una generación a la deriva. “El viajero ve lo que ha leído”, dijo alguna vez el teórico Edward Said. Por ende, se traslada para constatar lo que ya conoce. En este sentido, la búsqueda de originalidad o de una aventura primigenia es compleja. “Metaviajeros” llama Jorge Carrión a aquellos que saben que la novedad ya no importa. Conscientes de que el territorio es una construc-ción textual que se completa con la mirada propia, no solo se observan a sí mismos con distancia, sino que miran con ironía a la tradición que los precede. Lacrónica (Planeta, 2016) de Martín Caparrós, Banco a

la sombra (Sudamericana, 2007) de María Moreno, La canción de las ciudades (Seix Barral, 1999) de Matilde Sán-chez o algunos relatos de Yo, etcétera (Punto de Lectura, 2005) de Sontag son algunos de los tantos que se saben de regreso. En sus relatos no hay ida ni descubrimiento, pero sí vuelta y reflexión. La autoconciencia define al viaje posmoderno. Incluso el turista sabe que en sus vacaciones se le ofrecen experiencias escenificadas. Muchos buscarán lo “auténtico” en lo “local” y la “vida cotidiana”; otros, como Lawrence Osborne, cada vez se van más lejos. Hastiado de ver cómo las culturas se imitan a sí mismas, en El turista desnudo (Gatopardo edicio-nes, 2017) el inglés busca un destino donde jamás se hayan visto extranjeros. Papúa aparece como el lugar indicado. Una vez inmerso en la isla, entre la desnudez de las comunidades y la violencia de la jungla, el otro aparece e interpela. “No-sotros, turistas congénitos, nos preguntábamos por qué no habían viajado por todas partes; ellos se preguntaban por qué lo habíamos hecho”, escribe, mientras piensa en Madagascar como su próxima parada

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Samanta Schweblin nació en Buenos Aires en 1978. Sus li-bros de cuentos El núcleo del disturbio (Destino, 2002), Pájaros en la boca (Emecé, 2009) y Siete casas vacías (Páginas de Espu-ma, 2015) obtuvieron, entre otros, los premios internacionales Casa de las Américas, Juan Rulfo y Narrativa Breve Rivera del Duero. Su primera novela, Distancia de rescate (Literatura Random House, 2014), fue nominada en 2017 al Man Booker Prize. En 2018 ganó el premio Shirley Jackson y fue elegida por el Tournament of Books como el mejor libro publicado en Estados Unidos. Recientemente, acaba de publicar Kentukis, una novela sobre las conexiones y desconexiones humanas, el lenguaje y todos los desentendimientos de la comunicación.–¿Cómo surgió la idea del libro? Supongo que deben ha-ber habido muchas cosas que se cruzaron. Por un lado, hace seis años que estoy viviendo afuera y para mí todo lo que son los dispositivos de comunicación, las apps, se volvieron mis fuentes de comunicación con los otros. Otra cosa que me pasó es que estuve viajando mucho y tenía esta idea de ir ciudad tras ciudad y que se me empiecen a confundir las ciudades. Por eso Kentukis sucede en veintipico de ciudades distintas y casi todas las conozco. También, el momento en el que apareció la idea fue acá en Buenos Aires, en un viaje que hice hace dos o tres años atrás en el que había un boom de imágenes de la ciudad tomadas desde drones. Era divino porque había un redescubrimiento muy fuerte de la ciudad. –¿Cómo explicaría qué es un kentuki? Un kentuki es un dispositivo que permite el acceso remoto de un ciudadano a la vida privada de otro. Lo que te da el kentuki es movilidad en el espacio del otro. Entonces vos podés ser un ciudadano de la india y estar paseando por el departamento de un italia-no al que fuiste asignado.–A mí me hicieron acordar a los tamagotchis pero tami-zados con Black mirror. Claro, este dispositivo, al estar instalado adentro de un peluche, permite que entren en jue-go un montón de cuestiones alrededor de las relaciones que tenemos con nuestras mascotas. El concepto de mascota es medio extraño porque finalmente uno es el amo y el bienes-tar de esa mascota depende de uno. El bienestar del usuario que está ahí adentro también empieza a depender del usuario que está afuera y lo custodia. Se tiene que ocupar de muchas cosas para que esa vida siga latente ahí adentro. –A diferencia de Distancia de rescate, que fue un cuento que terminó transformándose en una nouvelle, Kentukis pareciera que de entrada fue pensada como una novela, ¿no? ¿Cómo fue ese proceso de escritura? Hubo un primer borrador en el que esbocé los primeros capítulos y ahí ya estaba todo. Era claro que era una historia que iba a contar con muchas voces diferentes; iba a suceder en distintos lugares del mundo e iba a estar estructurada por capítulos. Aunque la idea hable de algo novedoso, creo que a nivel estructural es una novela muchísimo más tradicional si la comparo con toda la experimentación que rodeaba a Distancia de rescate. Para mí no se trata de incursionar en un género o en otro o de ser experimental o no serlo, sino más

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Entrevistatres

bien es una cosa muy intuitiva de pensar qué es lo que puede necesitar cada historia. Distancia de rescate necesitaba un espacio asfixiante, una manera nueva de contar esa muerte por la extrañeza, por la propia fiebre y locura en la que ella se mete con su accidente. En cambio, Kentukis es una historia que tiene que ver con las conexiones y con el lenguaje. –Acostumbrada a escribir cuentos, ¿se sintió cómoda como novelista? No me hace más feliz, soy una cuentista nata y eso es algo que no tiene solución. Pero, si bien no me hace más feliz, me deja más tranquila la vida del novelista. El cuento es muy agotador porque la instancia del ser escritor es muy breve. En mi caso, primero pienso mucho sobre qué voy a escribir, juego con las voces y hasta que no entiendo muy bien al menos a nivel emocional por dónde va el cuento, no me siento a escribir. Una vez que me siento, todo sucede muy rápido porque me importa mucho que en un cuento breve, la idea central de lo que va a pasar quede plasmada en una única sentada. En ese sentido, el ejercicio del novelista es mucho más relajado porque todas las mañanas te levantás y sabés en qué estás trabajando; se parece más a un trabajo de oficinista, con rutinas y horarios.–De todos sus libros, Kentukis es el que menos se parece al resto de su obra, ¿usted ve algún punto de contacto con los demás libros? Cuando lo estaba escri-biendo no, porque sentía que estaba trabajando fuera de mi zona de confort y pensaba si eso no era un poco peligroso. Es mi primera novela coral, mi primera novela formalmente tan larga, está narrada por un narrador en tercera persona, que es totalmente ajeno a mí, porque yo siempre me involucro con los personajes a partir de la primera persona. Además, el tema de la tecnología me parecía insólito. Pero llegando a la segunda parte del libro me di cuenta de que en realidad se-guía hablando siempre de lo mismo: los vínculos, la incomu-nicación con los otros, el problema del lenguaje y la soledad. Además, había algo que es lo que al final me da confianza en mis textos que es sentir el latido de la tensión. Esa tensión que hay de fondo que me interesa tanto y que cuando no está yo misma la suelto como lectora de mis propios textos. –Es una escritora muy de ficción pura o absoluta por etiquetarla de algún modo. ¿Es posible que alguna vez escriba algo más emparentado con lo que ahora llama-mos literatura del yo? ¿Tiene alguna historia autorre-ferencial que tenga ganas de contar? Tengo una historia que estoy descubriendo que tiene que ver con el pasado del lado paterno de mi familia. Es un pasado muy tremendo, muy oscuro, que todavía estoy tratando de digerir y recién ahora estoy empezando a encontrar las formas, ni siquiera de entenderlo, pero sí de enterarme. Es algo muy nuevo y me doy cuenta, por el peso que tiene la historia, que tarde o tem-prano la manera de digerir todo esto va a ser escribir un libro. De todos modos, por más que tenga toda esa carga emocional después tal vez haga otro libro de ficción absoluta, que es lo que a mí más me está interesando ahora, pero no reniego de lo que llaman la literatura del yo.

SamantaSchweblin

Con el latido de la tensiónLa escritora argentina radicada en Berlín, pasó por Buenos Aires para presentar Kentukis (Literatura Random House), su nueva novela. Hablamos con ella no solo de cómo la ideó sino también de su relación con la lengua alemana, el lenguaje inclusivo y el rol de las mujeres en la literatura y el mercado laboral

POR Nando Varela Pagliaro

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–Muchas veces la leí hablando sobre su vida en Berlín. Su abuela le decía que si está preparada para la triste-za, la vida sorprende con algunas alegrías. ¿Qué le da tristeza y qué le da alegría de vivir ahí? Me da alegría la libertad. Esa es la gran diferencia entre vivir acá y vivir allá. Libertad en todo sentido: libertad económica. Allá trabajo un tercio de lo que trabajaba acá para vivir y todo el resto del tiempo es escritura. Es tremenda la diferencia de lo que sale comprar el tiempo libre allá para poder producir. La libertad física también es muy importante. Yo viví toda mi vida en Buenos Aires y no sabía que una mujer podía salir con sus amigas y volver sola a las tres de la mañana en bicicleta. No sabía que eso era un derecho y es hermoso. Eso es algo que nunca se nos ocurriría como latinoamericanas. Después está la libertad que uno siente en una ciudad en la que todo está pasando al mismo tiempo y uno puede elegir dónde se mete y dónde no. En qué momento te encerrás en tu propia burbuji-ta y la ciudad te desconoce porque al final sos una extranjera.–Y con el lenguaje, ¿cómo se lleva? Cuando llegué no solo

no hablaba una palabra de alemán, sino que mi inglés era te-rrible. Por eso lo primero que hice fue estudiar inglés. Recién ahora estoy empezando a estudiar alemán. Me encanta, es un idioma precioso y súper difícil.–Dicen que la vida es muy corta para aprender alemán. Ese es uno de los dichos que está colgado arriba de la puerta del instituto donde estoy estudiando. Eso nos recuerda que siempre hay un plan mejor que estar ahí aprendiendo alemán. Lo que pasa también con el alemán es que no lo necesito nun-ca para nada en mi vida en Berlín. Todo sucede en inglés o en español. Hay una comunidad hispanohablante enorme.–¿Le da miedo que su español suene un poco anacró-nico, como le pasaba a Julio Cortázar cuando estaba en París? Me pasa algo parecido. Me pregunto también cuánto tendrá que ver esta novela con ese ruido que tengo ahora en el lenguaje. Igual, se vive muy diferente que en el momento en el que vivió Cortázar. Lo que te pasa cuando vivís afuera, sobre todo en un microclima latinoamericano, es que tu porteño se neutraliza porque sabés que si decís “salgo en musculosa” el otro te mira sin entender nada. Para dejar de hacer ruido, empezás a neutralizar y también empezás a tomar palabras de los otros españoles, que son hermosas y no existen en tu lengua. Lo que me pasa a mí cuando escribo es que mi cabeza vuela inmediatamente a Argentina porque todo lo que pienso sucede ahí, pero mi porteño es un porteño de hace seis años atrás. Entonces me pregunto: ¿qué es más natural que mis personajes hablen como yo o que hablen como argentinos, cuando en realidad esto sonaría forzado porque no es mío de manera natural? –Sigamos hablando del lenguaje. No sé si leyó la en-trevista a Alan Pauls en la que se oponía al lenguaje inclusivo muy enfáticamente. En su caso, ¿qué opina al respecto? Para mí es muy extraño lo del lenguaje inclusi-vo porque no lo escuché nunca tet a tet porque no vivo en Buenos Aires. Lo veo en las redes sociales, pero son conta-das con los dedos de las manos las veces que lo tuve en una conversación frente a frente. De cualquier forma, creo que es hermoso; que no lo sienta de manera natural porque estoy muy lejos, no significa que no me parezca algo realmente precioso. Me parece que ver mi lengua cambiando como está cambiando en vivo, girando sobre un eje tan puntual, es algo alucinante. Qué cosa más preciosa puede pedir un escritor que ver esta transformación en este momento. –¿Se ve formando parte del cambio y hablando así? Lo escuché a Hernán Casciari diciendo algo que me parece que es justo lo que va a pasar. Hernán decía que para él es muy extraño entrar en una fiesta y decir “vamos todes afuera” porque no es de nuestra generación, porque no lo enten-demos todavía, porque no es un ejercicio que nos salga de manera natural, pero va a llegar un punto en el que si en una fiesta decimos “vamos todos afuera”, solo van a venir los va-rones. Entonces, vas a tener que decir “vamos todes afuera” y punto. Porque a veces vos cambiás el lenguaje y otras, el lenguaje te cambia a vos.

–Nombró a Casciari. Hace un tiempo lo entrevistamos y nos decía que el hecho de vivir afuera a él le dio cierto prestigio. En su caso, ¿piensa que el hecho de escribir desde Berlín la coloca en un lugar distinto? No creo que estar afuera sume respeto. Conozco mucha gente que está afuera y que no respeto, pero sí me parece que hay algo con la figura del escritor que, al no estar tan al alcance de la mano, los lectores se movilizan más cuando venimos al país. Estar afuera ayuda a moverse de una manera un poco más ágil y más cómoda en un contexto literario internacional: viajar a festivales o a determinadas lecturas que te puedan invitar en Europa. Desde Argentina es muy difícil que un editor se arriesgue a invitarte a Croacia. En cambio, desde Berlín es posible. Ahí sí ser extranjera termina acercándote a tus lectores extranjeros, pero no sé si te acerca a los lectores de tu propio país. –¿Se ve volviendo o eso todavía no está en sus planes? Es una sensación muy extraña porque cuando pienso en un futuro lejano nunca me pienso viviendo en Europa. Para mí, mi futuro lejano es Buenos Aires, pero no me veo volviendo ahora. No solo por la situación argentina, sino porque una vez que uno sale de su país siente una libertad tan bonita que es más tenta-dor ir a la ciudad siguiente que volver. Pero, siempre les hago el mismo chiste a mis amigos y les digo que “cuando vuelva a Buenos Aires, yo voy a haber elegido vivir acá, ustedes no”.–Este fue un año muy intenso y de muchos logros para las mujeres. En una nota la leí citar a Marguerite Your-cenar que decía que no quería participar de ningún es-pacio en el que por ser mujeres las pongan en un lugar aparte. ¿Piensa que la literatura y las mujeres escrito-ras tienen el deber de manifestar su postura? Yo soy de las que creen que no hay que presentarse a esas mesas y te digo que este año he rechazado unas siete u ocho invitaciones a mesas de mujeres. Con respecto a si tenemos algún deber, creo que en todo caso el deber es como ciudadana, no sé si el deber está puesto en la literatura. La literatura es la que es y por ósmosis y transpiración dice lo que pienso y cómo veo el mundo. Para llevarlo a un lugar más personal y del día a día, la gran lucha este año fue el ejercicio continuo que estamos haciendo todas las mujeres en nuestros espacios íntimos de empezar a poner límites y barreras que antes no poníamos, simplemente porque antes no nos dábamos cuenta, pero ahora que te das cuenta es hasta cansador el ejercicio. Hay un ejercicio de revisionismo del mundo pequeño que está buenísimo, pero es muy cansador.–En el campo literario, ¿cree que sigue habiendo diferencias entre hombres y mujeres? Sigue habiendo diferencias, pero no en la escritura. En la escritura no hay género, hablamos de diferencias en el mercado. Se nota muy bien la diferencia de cómo va creciendo el espacio de la mujer de generación en generación. Si mirás las generaciones más grandes, son todos hombres los que ocupan puestos de poder. En mi generación, eso ya es mucho más par y si ves las generaciones que vienen ya hay una mezcolanza preciosa

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Opinión

POR Lic. Gabriel Rolón

EL VIAJE DE SWEDENBORG

Emanuel Swedenborg nació en Estocolmo en el año 1688. Entre otras cosas fue un gran inventor, se desempeñó como ingeniero militar de Carlos XII y llegó a ser senador del reino. Pero fue un hecho curioso el que cambió el rumbo de su vida. Cierto día, un desconocido entró a su casa diciendo ser Jesús. Le habló sobre la decadencia de la Iglesia y la necesidad de una renovación de la misma. Para que Emanuel lo ayudara en ese trabajo, le permitiría conocer el mundo de los espíritus y recorrer el cielo y el infierno con la única condición de estudiar previamente las Sagradas Escrituras, a lo cual Sweden-borg, dedicó los siguientes dos años de su vida.Cuando dio a conocer su experiencia, muchos consideraron que se había vuelto loco. La visión del otro mun-do que describía era muy particular. Según informó, los que llegan al cielo piensan primero que deben rezar,

luego creen que pueden ser felices hablando con sus seres queridos también muertos, pero recién cuando se cansan de esto, comienza el cielo propiamente dicho. Y un detalle muy importante es que se trata de un cielo intelectual, es decir que no alcanza con ser justo sino que, para salvarse, es necesario ser inteligente.Camino al cielo hay una región inter-media, en donde se encuentran los espíritus de quienes acaban de morir. Estas almas conversan con ángeles y demonios decidiendo convertirse en uno u otro según la compañía que les resulte más placentera. En el estado celestial, el hombre y la mujer que se han querido, formarán un solo ángel.En cuanto al infierno, se trata de una zona pantanosa con ciudades incen-diadas. No hay monarca que ejerza el mando. Los que allí habitan son feli-ces, porque Dios no condena a nadie; quiere la salvación para todos. Por eso

nos ha concedido el terrible privilegio de elegir entre el cielo o el infierno.De hecho, sostiene Swedenborg, hubo casos donde a los habitantes del infier-no se les permitió ingresar al cielo, del cual huyeron espantados o aburridos.Otro detalle perturbador. Al parecer, cuando alguien muere no se da cuen-ta, va al trabajo, ve a sus amigos. Pero de a poco empieza a notar que todo es más vívido, que hay más colores, hasta el punto tal que este mundo parece solo una sombra de aquel. En Inglaterra, una superstición popu-lar declara que no sabremos que he-mos muerto hasta que comprobemos que el espejo no nos refleja más.Sin dudas, el de Swedenborg ha sido un viaje interesante, sin embargo me permito disentir con la eficacia de ese libre albedrío y suscribo las palabras de Alejandro Dolina. No importa adónde vayamos, porque ignorar las consecuencias de los propios actos, eso es el infierno

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El jardín de las delicias, El Bosco (Detalle)

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Se burla de las etiquetas y escribe cómo y desde la óptica de un hombre. En su última novela, Las fiebres de la memoria (Seix Barral), el protagonista es un miembro de su familia, un noble francés que –acusado de asesinato– finge su suicidio, huye y cambia de identidad en las tierras vírgenes de Nicaragua de 1847

Entrevistacuatro

Una vida de novelaGioconda Belli

“¿Qué piensan los enterradores? ¿Qué pensaron quienes car-garon mi féretro en la noche húmeda y calurosa de agosto en París?”. Así comienza Las fiebres de la memoria, la novela más reciente de Gioconda Belli (Managua, Nicaragua, 1948). En ella, se apropia de la historia de Charles Choiseul de Praslin, un noble francés, amigo del rey Luis Felipe I de Orleans que, acusado de asesinar a su esposa, finge su suicido, huye de Francia, toma una nueva identidad, se reinventa y, al llegar a Nicaragua, da comienzo a la familia de la escritora.Belli, de quien Harold Pinter ha dicho que es una de las escritoras más ingeniosas de Centroamérica, con un talento ori-ginal y maravillosamente libre, sorprende con este nuevo libro. Escribe como un hombre y no como uno cualquiera. La historia sigue muchos caminos. Amores, traiciones, descubrimientos. Revolucionaria en las letras y en la vida, ha publicado 22 libros entre poesía y narrativa y ha sido traducida a más de catorce idiomas. Fue miembro activo del Frente Sandinista de Liberación Nacional y hoy es una luchadora por la libertad y la democracia en su país. Uno habla con ella y habla con muchas mujeres a la vez. Es inteligente, valiente, bella. No es pudorosa y parece no tener miedo de quienes la colocan como referente de la literatura femenina. –Usted ha escrito un libro muy diferente del resto de su literatura que, además, toma personajes reales que pertenecen a su familia donde el asesinato, la mentira, la migración están presentes. La historia de mi ancestro, Charles Choiseul de Praslin, Par de Francia, es una historia que ha flotado en mi familia durante mucho tiempo. También, en el imaginario colectivo de la ciudad de Matagalpa, donde hay muchas leyendas. En esa zona de Nicaragua, la gente es rubia y de ojos azules. Hay una mezcla muy fuerte de fran-ceses, alemanes… porque hubo una enorme migración y se tejieron miles de cuentos alrededor de esos personajes que lle-garon en el siglo XIX a instalarse, a formar familia, a empezar el cultivo del café. Yo crecí escuchándolos. A mí me parecían historias pueblerinas. Pero luego, está el descubrimiento que hace mi padre de su historia familiar. Quienes cree que son los padres de él realmente son sus abuelos. A quien consideraba su hermano es su verdadero padre y tiene una madre lejana a la que encuentra y que es precisamente la nieta de este supuesto Par de Francia. Cuando ella muere con 100 años, al demoler su casa, encuentran un manuscrito enrollado en una antigua lata de galletas. Son las memorias de Praslin en las que recuerda hechos puntuales de su vida. Quien lo descubre, me llama. Con ese material en mis manos, comencé a investigar y luego a escribir Las fiebres de la memoria. –¿La culpa ocupa un lugar importante? Esta novela es sobre un ser que se reinventa. Tiene que huir de Francia, dejar atrás a hijos a los que quiere, sus tierras, su dinero, su entorno. Tomar una identidad falsa y eso le implica una recomposición mental de toda su manera de ser. Un hombre poderoso que pierde su poder y debe entender cómo vive el resto de la gente. No me salió tan difícil como yo pensaba. Aunque no

me identifiqué con el personaje, me fascinó la idea. Charles Choiseul de Praslin no es un personaje inocente, pero tampoco totalmente culpable. Hay misterio pero también esa fascina-ción por lo exótico, lo extraño, lo extranjero y la procedencia del nombre de la familia. En el libro, le doy una solución más o menos al asunto pero es una situación que se daba mucho en esa época. No quedé muy convencida, por eso, le doy una explicación que es la que yo siento que se acercaba más a la realidad. Yo no lo juzgo. No es mi lugar como escritora juzgar sino proponer la historia y que los lectores tengan su propia opinión. Es un personaje muy complejo y, para mí, fue un reto tremendo. Mis personajes siempre han sido más puros. Me reté para escribir un personaje más truculento. Me llamaba la atención, en la investigación, que tenía una personalidad muy compleja. Tuve muchas dudas de abordar el tema porque se trataba de una persona sospechosa, y lo rescato en un tiempo en el que las mujeres somos muy conscientes de la agresividad masculina y sus consecuencias.–Atendiendo a que la novela recoge toda una época po-lítica y social en dos continentes, estampas históricas, vida familiar, evocaciones literarias y múltiples viajes. ¿Cuánto tiempo le dedicó y cómo logró hacer coinci-dir la licencia poética con la reconstrucción personal e histórica? La licencia poética siempre está. Esta novela la escribí a lo largo de tres años en los que viajé mucho e investigué. Estudié muy a fondo lo que fue la vida social, eco-nómica y política de Francia, Estados Unidos y de Nicaragua en los tiempos en que vive Praslin. Leí documentos históri-cos, cartas familiares… Todo me fascinó, pues era una época sumamente interesante, en la que se desarrollaron aconte-cimientos que marcaron la historia. Y, también, el tener ese contraste de mundos que creo que es bien importante. La caída de la monarquía de Francia, el imperio de Luis Bona-parte, que también se disolvió y desembocó en la República francesa. Fueron cien años entre la Revolución Francesa y que se construyera una República. Eso me hizo pensar que la historia es mucho más larga que nuestras vidas y que, muchas veces, pensamos que no se logran las cosas que soñamos pero no se logra en nuestro tiempo de vida; por eso nos toca no quitar el dedo de la llaga y no dejar de trabajar por el futuro, aunque sea un futuro que no veamos. Hago aparecer lugares como la corte en el exilio de Luis Felipe de Orleans, la Isla de Wight o Nueva York por los que asoman celebridades como Alfred Tennyson o Julia Margaret Cameron. También, Cornelius Vanderbilt. Todo es posible. Convi-ven en los mismos años. La realidad es tremenda. La fantasía también. No sabemos que ocurrió con Praslin cuando muere en Nicaragua. En Matagalpa, donde hay tantos extranjeros sepultados, no se conserva una tumba con su nombre. Ahí, comienza otro misterio que, por esta vez, no seguí. Hay quie-nes se preguntan si volvió por última vez a Francia.–¿Por qué escribió el libro en primera persona y como un hombre? Fue un reto pero así me vino la novela. Me pare-ció fascinante. Cuando escribo, me dejo invadir por la historia.

POR Claribel Terré Morell

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Y, de esa invasión, de ese acercamiento con lo que voy a narrar, surge lo que se llama el tono. El cómo narras eso. A mí se me vino la primera frase con el hombre hablando en primera persona. Después, pensé en poner a una mujer pero me di cuenta de que no iba a funcionar. Me pareció importante refle-jar lo que yo siento que piensan los hombres. Lo que significa estar en la piel de un hombre, imaginando cómo ven ellos el mundo. Además, estaba el manuscrito. Y pensé mucho en el impacto de la naturaleza de Nicaragua en el personaje. Un país tan verde, tan exuberante, tan lleno de contrastes. Lleno de lagos, volcanes. Algunos activos, hay temblores, terremotos. Este hombre ha sido absorbido por esta realidad diferente. Llega a un estado de fascinación que cambia su concepción del mundo. El proceso que vive lo humaniza. Del noble al hombre de pueblo. Sin olvidar que Praslin hace la primera exportación de café de Nicaragua. El mundo no es como uno quisiera que fuera. Hay que lidiar con ese territorio.–Aunque breves y secundarios, fiel a su costumbre, los personajes femeninos que aparecen en este nuevo libro, son singulares, fuertes y reconocibles. ¿Se deja llevar por la simpatía? Mis personajes femeninos son fuertes porque yo creo que las mujeres somos fuertes. Fanny Sebastiani Praslin y la institutriz, Heriette Deluzzi Deportes, dos personajes oscu-ros, difíciles de simplificar en cuanto a sus características y sus temperamentos y a lo que eran capaces de hacer, son mujeres fuertes. Una muestra está en las numerosas cartas que Fanny le escribió a su esposo y que se conservan. También, Margarita Arauz, La Rosa Blanca y Matagalpa, que es una ciudad y es un personaje. Todos esos personajes son muy importantes para mí. Son los que le dan el sentido a la novela. Le dan un desarrollo que fija en la mente del lector al hombre como una persona que va perdiendo poder y que solo encuentra de cierta manera la vida, o se reencuentra con la posibilidad de seguir viviendo, a través de otra mujer. Esa importancia de la mujer en la vida de los hombres es otro aspecto que está presente.–En una ocasión, le escuché decir que lo que intentan las buenas novelas es plantear preguntas. Con esta nueva publicación, ¿sigue pensando lo mismo? Las buenas novelas son las que hacen cuestionar nuestra mane-ra de ver el mundo. Siempre me ha llamado la atención y he pensado sobre ese desdoblamiento de la personalidad: cómo te adaptas a un idioma a una circunstancia que no es la tuya, cómo mantienes el vínculo con tu origen, si es que lo mantienes, y cómo son los cambios que se producen cuando te adaptas a un ambiente distinto y a una identidad diferente. Traté de responder eso en Las fiebres de la memoria.–Recientemente, ha sido galardonada con el Premio Eñe a su trayectoria y compromiso cívico. Sigue vivien-do en Nicaragua a pesar de los momentos difíciles que atraviesa. Formó parte del Frente Sandinista para la Li-beración Nacional, creyó en la justeza de la Revolución y en un futuro luminoso para su país. ¿Tiene miedo? En Nicaragua estamos viviendo una situación anómala, verdade-ramente inexplicable. El nivel de represión que ha desatado

Daniel Ortega no tiene parangón. Aquí se está reprimiendo a un pueblo que no ha luchado con las armas que ha luchado en manifestaciones. Yo formé parte de un Frente Sandinista que no era este. También pasaron cuestiones vitales durante la Revolución que no fueron muy democráticas. Pero había nueve dirigentes, había más respeto a la vida a las condiciones de la gente, había un idealismo que no tiene nada que ver con la política inescrupulosa que siguen estos personajes.–Usted es una de las escritoras más importante de la lengua española que además se declara feminista. Ro-mánticas o descarnadas, únicas o cotidianas, sus narra-ciones resultan siempre reveladoras sobre las mujeres. Sin embargo, no siempre han sido bien recibidas por parte de algunas tendencias dentro del feminismo. El feminismo ha sido un paso importante en la historia de la humanidad. La concientización como mujeres de nues-tro estado de marginalidad ha permitido que estas nuevas generaciones se propongan la vida de una manera diferente a como la que teníamos nosotras programadas por la socie-dad anteriormente. El feminismo no es perfecto y no es un partido. Es un movimiento donde hay gente más radical que otra. Pero en la mayoría, los aportes son positivos. La ética femenina es totalmente diferente a la ética masculina. Hay una capacidad, más acorde con la vida que la que tienen los hombres. Yo sí creo que el futuro pertenece al feminismo. –¿Le molesta que se utilice lo de “literatura femenina” casi siempre en tono despectivo? ¿Siente usted que las mujeres siguen siendo sometidas a mucha más presión que los hombres para justificar su deseo por escribir? Me molesta porque es un término despectivo. Han querido crear un subgénero a partir de que las mujeres nos ocupamos de nosotras mismas o de que nos ocupamos de ese ámbito privado del que nadie se había ocupado porque ha sido el nuestro. Ese enfoque lo consideran poco importante. No es la vida pública del hombre y sus grandes conflictos. Sino los gran-des conflictos y la vida reducida y limitada que le había sido dada a las mujeres y de la cual se escribe para explicar cómo se rompe ese tipo de construcción y también cómo ese tipo de construcción es nocivo para el desarrollo de la mujer. Hay mu-chas mujeres escribiendo en este continente. La crítica valora más a los escritores hombres. He hablado mucho sobre eso, he sido muy crítica sobre este aspecto. Y lo seguiré haciendo. Nos deben ver desde otra óptica, con mucho más respeto. Una literatura que llama a un cambio de hábito de patrones. No es una literatura light, romántica. A mí me da risa cuando le digo a alguien que no me conoce que escribo novelas, casi siempre me pregunta: “¿Románticas?”. Pero no es literatura femenina, sino que es literatura del 50% de la humanidad, sobre la exis-tencia de una parte de la humanidad que funciona de acuerdo a unas circunstancias y condicionamientos.–¿Se da cuenta de que usted ha tenido una vida de novela? Yo me siento bien contenta de la vida que he tenido. Muy plena y muy llena de cosas que espero seguir teniendo. Soy una mujer en avanzado estado de juventud

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RECOMENDADOS

La autora del imperdible El nervio óptico elige una vez más el arte y su mundillo para contar una historia, esta vez más claramen-te estructurada como una novela, aunque también construida con sombras de artistas, músicos, poetas, de sus textos, de sus obras. Personajes reales y ficticios de la bohemia del Buenos Aires de los años 60, mundos tomados de algunos de ellos –como el Hotel Melancólico del poeta Máximo Simpson– y una banda de falsificadores con sus obras validadas que dejan patas para arriba los conceptos de falso y verdadero, y los valores de cambio de los circuitos oficiales del arte. Gainza se impone desafíos que la narrado-ra atraviesa con gracia y maestría, siempre en la piel de una antiheroína.

Antes o después uno se entera quién es Miranda July. Lo mejor es leer los dieciséis cuentos sin saber de ella. Y encontrarse des-nudo con esa lengua que se vuelve también ella ficción, y con las pequeñas ficciones que construyen cada ficción. Una rareza recorre historias y personajes, situaciones, quiebres, casi como si todo fuese quiebre. Reír a carcajadas en medio de la desolación, la soledad, la tristeza, la incomodidad. Lo mejor es no saber de ella antes. Y si ya se sabe, leerla igual.

Un retratista exitoso es abandonado por su mujer y él abandona todo, la casa, el oficio, Tokio, y se retira a un lugar apartado en la montaña, entre brumas y bosque, donde ocupará la casa de un viejo pintor de estilo tradicional japonés que vive ahora en una residencia de ancianos. Intentará encontrar su propio camino en la pintura mientras pesquisa la vida y la obra del dueño de casa, plagadas de intrigas. También habrá un hombre sin rostro que deberá ser retratado. Una fiesta para los amantes de Murakami: ya pueden tener en sus manos casi quinientas páginas, internarse en los misterios y descu-brimientos del camino del pintor protago-nista para luego dejar que el misterio cobre otra dimensión a la espera del Libro 2, que aparecerá en enero.

Una ciudad del sur de Inglaterra, azotada por la Depresión, esperando cada día el anuncio del comienzo de la Segunda Guerra Mundial, es el marco que este extraño y gran escritor elige para sus personajes que, como los aventureros de Cartas desde Islandia, de W. H. Auden y Louis Mac-neice, “obedecen a impulsos de amor y de hambre”. Elegante, irónico, desesperanza-do, el narrador reinicia y abandona el sueño de la escritura, vive malamente, endeudado, vendiendo aspiradoras a nadie, despedido, cobrando el fondo de desempleo, y sin embargo deja de lado todo desdén para entregarse con total ilusión al amor, que no estará a la altura. Y llega la guerra, y para algunos, “una segunda oportunidad”.

LA MUERTE DEL COMENDADOR – Libro 1Haruki Murakami

Tusquets

LA LUZ NEGRAMaría Gainza

Anagrama

Atrapante esta historia pormenorizada de una familia que irrumpirá en la Historia, si bien poco de eso podía imaginarse cuando Carlos Bonaparte llegó a la corte del rey Luis XVI, en 1778, como representante de Córcega. Y sin embargo, no fue tanto después que el segundo de los ocho hijos de Carlos, Napoleón, dominaría los destinos de una parte del mundo. Además de dos emperadores, la familia, desplegada en varios países europeos e, incluso, en los Es-tados Unidos, dio tres reyes, una reina, dos princesas y varios personajes más, incluido el fiscal general estadounidense fundador de FBI durante el gobierno de Roosevelt, y la amiga que ayudó a Freud a escapar de los nazis.

NOVELAS REUNIDASHebe Uhart

Adriana Hidalgo

NADIE ES MÁS DE AQUÍ QUE TÚMiranda July

Literatura Random House

DE AMOR Y DE HAMBREJulian Maclaren-Ross La bestia equilátera

LA SAGA DE LOS BONAPARTEPierre Branda

El Ateneo

POR MÓNICA TRACEY

Imposible no recordar aquí que Hebe Uhart ya no está, que acaba de dejarnos. Llegó a ver este libro que reúne sus seis novelas breves publicadas entre 1974 y 1999, y que es el primero de tres que reunirán su obra. Impen-sable leerla ahora sin la tristeza de su partida reciente, y sin embargo volver enseguida a la alegría intensa de una escritura deliciosa, hecha de hallazgos en la lengua, en el mundo que narra, al que mira atenta, sabia y cando-rosa, como si preparara la escena y dejara que todo estalle solo, para ella mirar y reír junto a sus lectores. Porque siempre, en los mundos que Hebe trae, en la forma en que ella los trae, hay gracia y humor. Bien se puede empe-zar por estos relatos largos, después vendrán los cuentos y luego las crónicas. Para leer todo lo que esta gran escritora nos dejó.

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Leer a paso firmeEntre el ruido de una trajinada calle céntrica o escondidos a la vuelta de una esquina perdida en

algún barrio, los autores del siglo XX esperan ser descubiertos por paseantes curiosos. En el cruce entre turismo y crítica, el City Tour Literario combina datos biográficos, ficciones urbanas y una

buena caminata, para decir piedra libre a escritores que en sus textos volvieron a inventar la ciudad

Tema de tapados

La aventura comenzó en 2014, durante el Primer Congreso Gombrowicz, cuando Nicolás Hochman y sus aliados del Grupo Heterónimos, se animaron a hacer los primeros reco-rridos urbanos por los lugares que había transitado o men-cionado el escritor polaco en sus diarios y novelas. “Y fue una experiencia lindísima”, afirma: “Por eso en 2016 agregamos a otros autores: Roberto Arlt, Jorge Luis Borges, María Elena Walsh y Julio Cortázar, y nos lanzamos a nuevas experiencias”. De Parque Rivadavia a San Telmo, del barrio de Agronomía al Luna Park, sin dejar de lado el Parque Las Heras o la esquina de Florida y Corrientes, cada circuito está diseñado de acuerdo a la investigación de la vida y la obra de distintos escritores, lle-vada a cabo por diversos especialistas: Sylvia Saítta trabajó en el recorrido de Arlt, Julia Saltzmann fue la encargada de ahondar en las andanzas de Walsh, Adriana Amante y David Oubiña trabajaron sobre Borges y sus lugares, Diego Tomasi se encargó de buscar la trama urbana de Cortázar, y Hochman junto a Marcos Urdapilleta se ocuparon de encontrar los lugares favoritos de Gombrowicz.¿Cómo dar con el circuito urbano de cada escritor? ¿Bajo la pista del “aquí estuvo” o por el paisaje de sus cuentos y novelas? ¿Con datos de nacimiento y muerte o siguiendo a sus personajes ficcionales? “En cada recorrido hay un poco de todo, según el criterio de cada investigador. Por eso cada

recorrido tiene un color particular”, dice Hochman y agrega: “Hay investigaciones que se centran en lo biográfico, como la de Cortázar, y otras que se centran exclusivamente en la fic-ción. De modo que aparecen panoramas cruzados para que el City Tour no sea leído solamente como un ‘aquí estuvo’ o ‘por aquí transcurrieron las vidas de los personajes’, sino como una mezcla, que es la manera más rica de leer a un autor, pensando que su vida y su obra resultan indisociables”.

De los libros a las calles (y viceversa(

“Calle única, calle absurda, calle linda. Calle para soñar, para perderse, para ir de allí a todos los éxitos y a todos los fracasos; calle de alegría; calle que las vuelve más gauchas y compadritas a las mujeres; calle donde los sas-tres les dan consejos a los autores y donde los polizontes confraternizan con los turros; calle de olvido, de locura, de milonga, de amor”.

Roberto Arlt. Aguafuertes porteñas.

En cada caminata habrá entonces “lugares clave” desde el punto de vista de la biografía y otros más exóticos o esqui-nas tomadas de un cuento o de un dato urbanístico actual (la Plaza Roberto Arlt, por ejemplo). Todo vale: la caminata es un modo de leer que también tiene sus claves. “Pedimos

POR Gabriela Baby

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pasado cuando conoció al autor en cuestión. Y en otro mo-mento, una persona del grupo había vivido en la misma casa que el autor y entonces contó cómo era”. Para participar, no hay requisitos de edad ni de lugar de procedencia. Tampoco se precisan conocimientos de ningún tipo: el que leyó mu-cho o poco comparte con el que no leyó nada, el especialista con el que apenas conoce al escritor, y todos se enriquecen con los comentarios, las preguntas, las ideas que surgen a cada paso. “El City Tour es una excusa, en realidad, para estar un rato charlando de literatura con gente que quiere saber un poco más”. Para el otoño de 2019, el Grupo Heterónimos está prepa-rando los recorridos sobre Adolfo Bioy Casares, Fogwill, Ricardo Piglia, Alejandra Pizarnik y Ernesto Sábato. En el caso de Sábato, es María Rosa Lojo la encargada de la investigación que dará finalmente con los veinte nodos del recorrido. Para Fogwill y Pizarnik, el trabajo está en manos de Juan Guillot y Cristina Piña, respectivamente. Bioy Casares está en manos de Edgardo Scott. Y de Ricardo Piglia se están ocupando Marcos Urdapilleta y el mismo Hochman. Al preguntarle por el futuro más lejano, responde: “Nos gustaría incorporar más autores. Y también empezar a trabajar con referentes culturales en un sentido más amplio: músicos, artistas plásticos, gente del teatro, del cine. El turismo cultural está muy poco explotado. Es increíble que una ciudad como Buenos Aires, con la historia cultural que tiene, no retome sus personajes y lugares significativos para sacar pecho y llenarse de orgullo. Caminar y conocer va mucho más allá de poner una placa”. Habrá que calzarse las zapatillas y cargar la botella de agua. La literatura no solo está en bibliotecas y librerías. La ciu-dad abierta a la luz del sol también promete buenas lecturas e intercambios

a cada investigador que hiciera un punteo de veinte nodos para marcar lugares significativos de cada escritor”, continúa Hochman. “Y parte de esos nodos son tomados en los recorridos. En el caso de Gombrowicz, por ejemplo, podríamos haber establecido el criterio de ‘Bares que Gombrowicz frecuentaba’, pero hay más de veinte bares a los que iba y, además, seguir este criterio dejaba de lado otros lugares bien interesantes. Entonces pusi-mos en el recorrido algunos bares, como La Fragata –que es importante y simbóli-co–, pero también quisimos poner lugares que en realidad no tienen un centro concreto, como Retiro, por ejemplo, que es un amplio espacio por donde él andaba. Y nos parece interesante ir a Retiro para observar el lugar y entender que en ese espacio grande y diverso había un tipo ca-minando de noche que además escribía de esa manera tan peculiar y tenía esa mirada tan particular sobre el mundo”.Se trata entonces de un “estar ahí” para retomar una perspectiva posible sobre la ciudad. O encontrar detalles insólitos, pintorescos: “Con el tour Gombrowicz también vamos a El Coloso, o lo que hay en su lugar, que era una tienda donde el escritor compraba ropa, un local que no tiene ningún tipo de trascendencia a nivel literario ni geográfico pero que a nosotros nos sirve para decir: ‘este tipo, además de ser quien era, compraba ropa de dos mangos en un boliche de mala muerte que no existe más’, porque esto también habla del personaje. Es decir, nos interesa tomar lugares que no son los más conoci-dos para dar un panorama heterogéneo, y poder hacer luces y sombras sobre cada escritor”.

Entonces, a caminar

“Y Borges citaba en la Richmond de Florida y una llegaba para renovar las pausas incómodas mientras él se ponía de pie, ofrecía una mano inverterbra-da, pedía al mozo la mesa rodante con tortas, parecía empeñado en alimentar a la juventud con dulces y letras”.

María Elena Walsh

“Los recorridos se hacen a pie porque el contacto directo, la caminata, aporta otra textura, es otra manera de vincularse con la ciudad”, sostiene el responsable de las aventuras literarias. De todas maneras, sin moverse del sillón, los veinte nodos de cada escritor pueden ser seguidos de ma-nera virtual en www.citytourliterario.com y a través de una app que se descarga de Google Play. “Sabemos por las estadísticas del sitio web que muchas personas de otros países hicieron el recorrido virtual. En México el sitio tuvo gran afluencia de visitantes y empezó a haber un tráfico muy intenso que pudimos seguir desde la web. Por supuesto que no sabemos si toda esa gente hizo el tour cuando vino a Buenos Aires, no hay manera de saberlo, pero sabemos que siguió online toda la propuesta”. Una vez que el investigador arma el mapa, aparece el guía, que ha leído muy bien al autor que le toca y es el encargado de llevar la voz –y el hilo de Ariadna– por el laberinto urbano. “Los guías son perso-nas que conocen a los autores y también tienen su perspectiva sobre ellos, sus lecturas, sus dudas, sus propias preguntas. Pero sobre todo, pueden armar un diálogo con el público durante dos o tres horas, con buena onda, con alegría, tratando de transmitir el espíritu del City Tour: pasar un momento placentero hablando de libros y escritores”, cuenta.De los veinte nodos originales, el guía ha hecho su propio recorte para caminar no más de cuatro kilómetros durante dos ho-ras, y poder abordar hechos y lugares sig-nificativos de cada escritor. “En el único caso en que desdoblamos el recorrido fue en el de Borges, porque en el mapa que armamos está muy clara la división entre norte y sur. A partir de la investigación, nos dimos cuenta de que hay dos Borges: uno de Palermo, Recoleta y Retiro, y otro de Rivadavia para el sur. De los otros cua-tro autores hay entre doce y trece puntos que se mantienen fijos”. Y luego, lo que pasa en cada grupo, en cada encuentro, es azaroso, único. Según Hochman, “una vez, un paseante contó una anécdota muy graciosa que le había

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• Lunes 10/12, 10 hs. Gombrowicz.

• Sábado 05/1, 9 hs. Borges.

• Sábado 12/1, 9 hs. Cortázar.

• Sábado 19/1, 9 hs. Arlt.

• Sábado 26/1, 9 hs. Gombrowicz.

Algunas salidas de verano

Informes e Inscripción: www.citytourliterario.com

La app del City Tour Literario está disponibleen Google Play.

ROBERTO ARLT

WITOLD GOMBROWICZ

JORGE LUIS BORGES

MARÍA ELENA WALSH

JULIO CORTÁZAR

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John Katzenbach (1950, Princeton, Nueva Jersey) acaba de publicar Jaque al psicoanalista, la secuela del libro que lo hizo mundialmente famoso, El psicoanalista, un thriller con el que vendió más de diez millones de copias en todo el mun-do. Mucho tiempo pasó desde que el Dr. Frederick Starks, protagonista en ambas novelas, se enfrentara a una familia de psicópatas obsesionada con él. Compuesta por Virgil, la hermana actriz, y Merlin, el hermano abogado, la familia del asesino Rumplestiltskin (el oscurísimo Sr. R) reaparece en la vida de Ricky y lo obliga a jugar un peligroso juego de persecución cuyas pistas se entregan en videos que sugieren una intimidad bajo amenaza. Katzenbach sube la apuesta del thriller psicológico con otra buena dosis de paranoia, manipu-lación, crímenes y cuentas pendientes. –En la ficción, para el Dr. Starks pasaron cinco años, mientras que para usted, entre una novela y otra, fueron dieciséis. ¿Por qué tardó tanto en escribir esta segunda parte? Es que yo no quería saber más nada con Frederick Starks. Pero, en una conversación con un amigo, él me preguntó cómo seguía la vida de mi personaje, qué pasaba después de ese final. Y, en sucesivas charlas, continuó preguntándome sobre Ricky. Así que la historia empezó a cobrar forma en mi cabeza. El problema era que yo tenía ganas de escribir otros libros antes. Fue después de todo el tiempo que me tomó escribir esos libros que volví a pensar seriamente en Ricky. –Buena parte de la trama de Jaque al psicoanalista gira en torno al ajedrez. En un momento, Ricky analiza el juego de esta manera: “No se trata del jaque mate, sino del rey siendo atrapado y sentenciado, una verdadera psicopatología”. ¿Qué le interesaba del ajedrez como metáfora? Lo primero que debo decir es que no soy un gran jugador de ajedrez. Me interesa el ajedrez y los juegos de estrategia porque son como microcosmos tanto de la guerra como de la psicología de una batalla. Y de eso trata el libro. Es decir, en la superficie transcurre un thriller, pero en un nivel más profundo la narración trabaja sobre vínculos y rela-ciones. Cómo se construyen, cómo mutan, cómo se vuelven destructivas. –En el primer video enviado por el Sr. R, el enemigo íntimo de Ricky, aparece Paddington Bear (célebre personaje de ficción infantil creado por el escritor inglés Michael Bond en 1958). ¿Cree que este oso de peluche entra en la trama como un McGuffin hitch-cockiano? Absolutamente. No quiero revelar demasiado por qué está puesto ahí, para evitar spoilers. Lo que sí puedo decir al respecto es que cualquier recurso, técnica o método resultan válidos para el escritor a la hora de generar en el lector una creencia o intuición de que está frente a una pista, sea falsa o decisiva, para la resolución de la trama. Bueno, se me ocurrió que la figura del osito Paddington era lo suficien-temente sugestiva como para lograr ese objetivo.

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John Katzenbach

El regreso del Dr. Starks

Dieciséis años después, el autor estadounidense nos sorprende con Jaque al psicoanalista (Ediciones B), la segunda parte de la novela que lo convirtió en un best seller internacional. Nos atendió para conversar sobre la importancia del estilo en su obra, qué recursos propios del thriller utilizó esta vez y cuál fue la escena que más disfrutó escribir, entre otros temas

Entrevistacinco

POR Juan Maisonnave

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Con dos nuevos libros recientemente editados, Felipe Pigna apuesta a acercar aún más la Historia a los lectores más chicos. En Mujeres insolentes de la Historia recorre una galería de mujeres que desafiaron las convenciones de su época en pos de ampliar los derechos femeninos. En El cruce de los Andes en cambio intenta contar de manera novedosa un relato conocido, valiéndose de los eficaces recursos de la historieta

Entrevistaseis

El poder de los débiles

Florencia Etcheves

POR Juan Maisonnave

–Supongo que también ayudan a conseguir eso las muchas referencias culturales contenidas en el libro: Alicia en el país de las maravillas, la Biblia, Cyrano de Bergerac, Por quién doblan las campanas (de Ernest Hemingway) y La muerte y la doncella (tanto la com-posición de Schubert como la obra de teatro de Ariel Dorfman). Exacto. Cuando incluyo una referencia cultural, sea un libro o una canción popular, lo que busco es mani-pular a los lectores. Vienen leyendo un thriller y de repente aparece Shakespeare o la Biblia. De alguna forma, esto provoca un pequeño desvío inesperado en la trama. Al mismo tiempo, ofrece a los lectores una posible pista (de nuevo, falsa o no) dentro del camino por el que yo los quiero llevar. Dicho así, esto suena muy científico y calculado. Pero la mayoría de las veces, las referencias culturales surgen solas mientras uno escribe y, en general, decide incluirlas por motivos que no están del todo claros hasta que termina de escribir lo que sea que esté escribiendo.–En algunos pasajes de la novela, para ganar ritmo o intensidad, usted sustantiva de una forma seca y

contundente. Cito solo uno de esos pasajes, hay varios: “Rabia. Motivación. Plan. Obsesión”. ¿Qué importancia tiene el estilo en su escritura? Para mí es muy importan-te que el estilo sea funcional a la trama y a los personajes. En otras palabras, el estilo debe servir para que los lectores reconozcan inmediatamente el momento en el que Ricky está pensando cuál será su siguiente paso. Lo mismo con el asesi-no y su familia. El estilo tiene que adecuarse a los personajes, dar cuenta de cómo razonan, cómo sienten, cuáles son las elucubraciones que determinan sus comportamientos. –Y en un punto el narrador dice que Ricky “empezó a pensar como una actriz, un abogado, un asesino”. ¿Cómo trabaja el verosímil de su personaje, que atra-viesa situaciones extremas para un psicoanalista? Oh, por esto amo las entrevistas en los países hispanohablantes. Porque me preguntan por la psicología de los personajes, cosa que nadie hace en Estados Unidos (risas). En el caso de Ricky, él comienza a ponerse en los zapatos de los otros. Que, por otra parte, es lo mismo que sucede con los psicoa-nalistas cuando se produce la transferencia con sus pacientes. Ricky está obligado a pensar como pensarían los otros para de alguna manera explicarse a sí mismo la situación límite en la que está enredado y poder salir de ella. Y pensar como un asesino, aunque lo haga gradualmente, implica un cambio total de mentalidad. –El final en la iglesia es muy poderoso. ¿Lo tenía en mente cuando se sentó a escribir la novela? Absoluta-mente. Creo que el truco de ese final está en que encontré un balance, digamos, porque ahí ocurren muchas cosas a la vez. Busqué que cada elemento en esa escena tuviera la distancia justa entre las acciones. Voy a serle sincero: amé escribir esa escena. –Sí, eso se nota al leerla. Es que…, bueno, no quiero adelantar nada a quienes aún no la leyeron. Pero yo en esta novela me propuse narrar, con toda su oscura complejidad, el pozo, por llamarlo de algún modo, en el que Ricky va ca-yendo y del que intentará salir. Era muy importante para mí que el conflicto estuviera a la altura del primer libro. Aunque, al mismo tiempo, debía ser diferente. No quería escribir el mismo libro. Pero el enfrentamiento del personaje con sus enemigos, en esta segunda parte, tenía que alcanzar una densidad igual o superior a la de la primera. Y la escena de la iglesia me ayudó a conseguirla. –¿Cuánto tiempo trabajó en esta segunda parte? Extra-ñamente, todas mis novelas me toman entre trece y quince meses. Cada vez que me siento a escribir digo “bueno, esta vez va a ser más fácil”. Pero no lo es (risas). –¿Habrá una tercera? Al principio, cuando me senté a escribir esta secuela pensé que era el final de la serie de El psicoanalista. Pero si me preguntaban cuatro años atrás si iba a escribir una segunda parte del libro, hubiera respondido que no. Así que prefiero no predecir qué haré en el futuro

La periodista especializada en casos policiales acaba de lanzar Errantes, su cuarta novela por Planeta, donde desarrolla una trama atrapante en el marco de una secta pueblerina.

Aquí nos cuenta cómo construyó sus personajes, qué tiene en común con la protagonista, su alejamiento de la televisión para dedicarse de lleno a literatura y más

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El líder de un culto llamado Valkiria pide que le traigan criaturas descarriadas, como si fueran alimento para su fe. Sucede en Sanuribe, localidad rural de la Provincia de Buenos Aires donde funciona esta secta cuyo nombre evoca a las entidades femeninas de la mitología nórdica. Lavado de cerebros, abusos, violencia física, delirios místicos y suicidios en masa. En Errantes, Florencia Etcheves (Buenos Aires, 1971) se mete en ese sórdido mundo a partir de una investigación con todos los ingredientes que ya son su sello de autora: crímenes, investigación policial, fiscales, forenses, víctimas y victimarios.

–La novela arranca como un policial bastante clásico hasta que cobra densidad y sumerge a los lectores en el universo de las sectas. ¿Cómo se le ocurrió trabajar con eso? Cuando escribo no me propongo temas. No digo, quiero explorar la trata de mujeres para explotación sexual o las sectas. Lo primero que busco es qué mecánica criminal y qué personajes pueden servirme de excusa para hablar de lo que quiero hablar. Cuando arranqué esta novela, yo pensé en el poder de los débiles. El disparador tenía que ver con lo que está pasando con el movimiento de mujeres en Argen-tina. Mujeres que fueron víctimas de situaciones terribles, y que uno podría creerlas débiles y vulnerables, demostra-ron que no eran ni débiles ni vulnerables. Yo las veía en las marchas y pensaba, con la mitad de lo que vivieron ellas, yo estaría escondida debajo de la cama. Entonces en la cabeza empezó a ganar fuerza esta idea: qué pasa si los débiles se juntan. ¿Serán capaces, de alguna manera, de quebrarle el brazo al opresor? Alrededor de esta idea empecé a construir Errantes. Con personajes débiles, atribuyéndoles característi-cas que le dieran más debilidad, incluso física. Hay una mujer ciega, otra con problemas de memoria. Y, del otro lado, busqué personajes fuertes. No solo desde lo físico, sino desde lo psicológico. Y yo sabía que en algún momento opresor y oprimido se iban a encontrar. Bueno, me interesaba narrar ese encuentro. –Algo muy notable es la estructura, de tipo serie, don-de cada capítulo introduce un nuevo personaje y abre otra línea narrativa. Soy muy cuidadosa con la estructura. Escribir una novela quizá me lleva tres meses, pero puedo tardar un año y pico en armar la estructura. Con respecto al desarrollo de los personajes, a mí me gusta contar sus arcos dramáticos. Me interesa que, cuando ellos actúen o entren en acción, vos como lector entiendas por qué están haciendo lo que hacen. Si ahora el mozo se acercara a nuestra mesa, sacara un arma y nos matara a los dos, cualquiera pensaría que se trata de un loco. A mí me importa explicar qué es lo que le pasó a ese mozo desde que nació hasta el momento en que nos mató a tiros, para que vos comprendas la acción, no para que la justifiques. Además, contar el arco dramático de los personajes hace que no me aburra. Cuando uno está mucho tiempo metido en su cabeza con una historia, llega un momento en que se aburre. Contar el arco dramático me

pensaba “no funciona, no funciona”. Con mi alejamiento del canal, Carmen Hidalgo se convirtió en periodista mientras yo dejaba de serlo. –Además de un policial, Errantes es la historia del vínculo entre una madre y su hija. Las primeras páginas narran esa relación. Establecen, digamos, el statu quo. Por-que yo suelo trabajar las tramas como si fuese un guion y uso mucho lo que se conoce como el camino del héroe. Es decir, mis personajes no están concebidos para ser héroes, pero se van a convertir en héroes en el recorrido de la historia. En el medio, van a adquirir ciertas habilidades y, cuando vuelvan a su statu quo, a sus vidas, ya no van a ser los mismos, hayan resuelto el enigma o no. –¿Cuál es su líder mesiánico favorito? No tengo.–Digo en el sentido de que se haya obsesionado con él para escribir esto. No me obsesioné con ninguno. Sí investigué las sectas para estudiar las diferentes mecánicas criminales en cada una. La que me impactó mucho fue la Colonia Dignidad, en Chile. No solamente funcionaba como una secta muy poderosa: hubo desaparecidos de Pinochet que fueron llevados allí. Me sirvió mucho para la escritura leer relatos de sobrevivientes de la Colonia Dignidad. Los que escaparon o fueron liberados. Cómo reconstruyeron sus vidas, si es que pudieron hacerlo. –En una reunión de equipo, el fiscal Oviedo se dirige

permite pequeñas novelas dentro de la novela. La novela de la ciega, la novela de Urko y así.–Urko es un personaje muy potente. Un psicópata que me recordó a los de la serie Mindhunter. La vi. Coin-cido. Es que los personajes que son víctimas y devienen en victimarios son interesantes. Porque ahí está la psicología. Urko es la mano de obra desocupada de un psicópata. Y la única manera que encuentra él de sobrevivir es la de ser tan o más psicópata que quien lo premió. Vuelvo a la pregunta anterior: me interesa contar cómo Urko se convirtió en quien es. No lo justifico, pero tampoco lo juzgo. No me gusta juzgar a mis personajes ni justificarlos. Me preocupo por darles una historia. La historia de Urko me interesaba particularmente porque Urko es un hijo de Valkiria. De algún modo, él tam-bién representa el poder de los débiles. No todos los débiles son buenos.–Casi todas las víctimas de la secta son mujeres. ¿Pien-sa que estos cultos reproducen, a su manera desquicia-da, el mismo machismo que vemos en la sociedad de la que se autoexcluyeron? Por supuesto. Yo investigué mucho para escribir el libro. El interior de las sectas es el patriarcado en su máxima expresión. Las mujeres son sometidas desde el cuerpo, desde lo sexual, desde lo intelectual. Ejemplos sobran. David Koresh, Charles Manson... Las mujeres en las sectas son usadas como esclavas sexuales y, sobre todo, como envases de reproducción para que engendren y gesten nuevos individuos que aumenten la población. Las mujeres son sumamente necesarias en estas comunidades cerradas. –El texto está sembrado de sutiles detalles que demues-tran su conocimiento en distintos saberes y resultan fundamentales para la verosimilitud. Lenguaje tumbero, el estudio de televisión, las prácticas forenses. Es útil esa información a la hora de sentarse a escribir, ¿no? Yo trabajé durante casi 24 años en la crónica policial. Todo lo que tiene que ver con lenguaje tumbero, con las mecánicas de investigación y las prácticas forenses formaban parte de mi trabajo. Es un universo que conozco. Al momento de escribir, ni siquiera tengo que googlear. Cuando me surge alguna duda, por haber pertenecido a ese mundo, sé a qué teléfono llamar. Hay médicos forenses a quienes les puedo mandar un párrafo consultándoles si está bien lo que digo. –¿Cuánto de su propia experiencia puso en la pro-tagonista, Carmen Hidalgo? Siempre me negaba a la posibilidad de que hubiera una periodista en mis novelas. Me parecía que era como la escritura del yo. Pero en Errantes me pasó algo muy especial. La empecé a escribir el año pa-sado y la terminé de escribir este año; el 18 de julio, para ser más precisa. Parte de la novela la escribí estando en el canal y otra parte ya fuera del canal. Cuando empecé a estructurar la trama, Carmen Hidalgo era actriz, no periodista. Y en un momento sentí que tenía que ser periodista. Hoy, viéndolo a la distancia, creo que me estaba despidiendo de la televisión. Pero eso lo pude ver después. Al principio, me levantaba todas las mañanas a escribir y mi protagonista era actriz y yo

a sus subalternos, entre los que hay una policía, con un “muchachos y muchacha”. ¿El lenguaje inclusivo llegará a las fuerzas de seguridad y a las instituciones más verticalistas? No lo sé. Yo no hablo ni escribo con len-guaje inclusivo, pero no me voy a pelear con el futuro. Como persona que trabaja con el lenguaje, me parece fascinante ser testigo de cómo está cambiando. Tal vez en diez años todos digamos “les amigues” y no recordemos la disputa que se generó en torno a esto. O tal vez quede acá. No lo sabemos. El lenguaje es una construcción colectiva. Si, finalmente, dentro de veinte o treinta años, el lenguaje inclusivo, que hoy utilizan sobre todo los más jóvenes, llegara a imponerse, nosotros vamos a haber sido testigos de ese cambio. Ocurrió delante de nuestros ojos. No entiendo cómo alguien que vive en esta época puede enfrentarse al futuro. A mí el lenguaje inclusivo no me sale espontáneo, pero de un tiempo a esta parte cuando digo “amigos”, siento que me falta algo. –¿Se imagina escribiendo otra cosa que no sea policial? Sí. Por supuesto que el universo que me queda más cómodo es este. Pero siempre estoy abierta a los desafíos. De hecho, el año pasado Planeta sacó un libro de cuentos de amor y me convocaron. Así que escribí una historia de amor y termina habiendo un muerto. A mí la gente se me muere (risas). Si yo escribiera una novela romántica, tengo la sensación de que probablemente un muerto va a haber

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En la ruta(de las campañas)

entonces ministro de Guerra, Agustín P. Justo, tuvo que realizar uno de sus descensos en Catamarca en paracaídas. Años después, siendo Justo presidente, el primer modelo de uso presidencial se estrelló en Uruguay al regreso de una cumbre, accidente en que fallecieron el hijo del presidente, el jefe de la Casa Militar y otros siete funcionarios.Más acá en el tiempo, los presidentes argentinos, y en ocasio-nes otros presidentes latinoamericanos, han utilizado el Tango 01, avión presidencial adquirido en 1992, durante el mandato de Carlos Menem, y que cuenta con comedor, despacho y dos suites. Por otro lado, varios gobernantes, incluidos los latinoamericanos Andrés Manuel López Obrador, José Mujica, Jimmy Morales y Mauricio Macri han optado por usar vuelos de línea. Los presidentes argentinos también han usado helicópteros para viajes cortos. El uso de estos fue popularizado a nivel mun-dial luego de que el presidente estadounidense Dwight D. Eisenhower lo adoptara como una manera segura y eficiente de viajar evitando el uso de custodia. En Argentina se usa para transportar al presidente entre la residencia de Olivos y la Casa Rosada así como para otros viajes breves. Pese a eso, también ha habido algunas complicaciones con su uso como aquella vez que el helicóptero presidencial falló al despegar en Mendoza y dejó a Néstor Kirchner y su comitiva al borde de un barranco. También por estos pagos los viajes presidenciales al interior del país han sido fundamentales. Los historiadores de la Universidad de Buenos Aires Leonardo D. Hirsch y Juan José Santos analizaron su uso ya en tiempos de Bartolomé Mitre y, aunque no se cuenta con información sistemática para todas las presidencias, una nota reciente de La Nación contó el número de visitas por provincia realizadas por Macri, encontrando que tendió a visitar con más frecuencia las pro-vincias más pobladas, donde ganó la mayor parte de los votos, y, en especial, sus centros urbanos. Dada la presencia constante que hoy en día tienen los políti-cos en redes sociales, cabría preguntarse si los viajes siguen siendo tan necesarios como antes. Las cuentas de Facebook, Twitter e Instagram de los políticos nos permiten tener hoy una cercanía con ellos que algunos años atrás hubiese sido inimaginable. Y no solo eso, los políticos siguen buscando nuevas maneras de conectarse con sus poblaciones, sea a través de videoconferencia, de programas de radio como los Enlaces Ciudadanos en Ecuador o de las listas de Spotify de Obama. Sin embargo, parece que todas esas conexiones no reemplazan el viaje y el contacto en persona. Como encuen-tran los investigadores del Centro de Investigación y Docencia Económicas Joy Langston y Allyson Lucinda Benton para el caso de México, las apariciones de los candidatos en los municipios siguen representando una gran parte de la estrategia de las campañas presidenciales que les permiten conectarse con votantes y políticos locales. Y ese parece ser el caso ahí, allá y acá también

atención. Los profesores Andrew W. Barrett y Jeffrey S. Peake, por ejemplo, encuentran que los viajes son convenien-tes para los presidentes porque, entre otras cosas, la cobertura que consiguen de los medios locales es más amplia y favorable que la cobertura recibida en la prensa nacional. De manera similar, Jeffrey E. Cohen y Richard J. Powell encuen-tran en un artículo publicado en Presidential Studies Quarter-ly, que el nivel de aprobación de la gestión presidencial a nivel estadual aumenta con las visitas, especialmente en los estados grandes y lejos de la temporada electoral.¿Y qué hay de los viajes al exterior? En la página de Internet del Departamento de Estado de los Estados Unidos se puede encontrar información detallada sobre todos los viajes al exte-rior realizados por los primeros mandatarios y, para aquellos que prefieren lo visual, la Universidad de Richmond puso a disposición un mapa interactivo con todos los viajes presiden-ciales en su página “Executive Abroad”. Ahí podemos ver que Theodore Roosevelt fue el primer presidente de los Esta-dos Unidos que visitó otro país en el cargo y que Woodrow Wilson fue el primer presidente que visitó Europa, para lo que necesitó navegar por nueve días. Años después, Gerald Ford sería el primero en ir a Japón, visitando también Corea del Sur y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Otro viaje presidencial famoso fue la gira europea de John F.

Kennedy, aunque en esa ocasión, tal como lo reconoció a la vuelta, él fue más bien “el hombre que acompañó a Jacque-line Kennedy a París”. Lyndon B. Johnson, a su vez, fue el primer presidente de los Estados Unidos en dar la vuelta al mundo volando. Aun así, viajó menos millas que Barack Obama, que realizó 156 viajes domésticos e internacionales volando 569.480 millas en el avión presidencial, como se puede ver en una interesante infografía publicada en enero de 2017 por The Telegraph. ¿Y quién fue el presidente de los Estados Unidos que más viajó al exterior? Ese fue Bill Clinton, visitando 75 países en un total de 233 días. Otro gobernante respecto del que se cuenta con registros detallados de sus viajes es la Reina Isabel. Como muchos vimos en The Crown, en su largo reinado visitó los países del Commonwealth (excepto Camerún y Ruanda) y realizó más de noventa viajes a países por fuera de la comunidad, sumando más de 120 países a su lista de visitas oficiales. En 1968, viajó a Brasil, siendo la primera monarca británica en visitar América del Sur. Allí visitó la novedosa ciudad de Brasilia y se impresio-nó con las dotes futbolísticas de Pelé en el Maracaná.Sobre los presidentes de América Latina tenemos menos información sistemática. La única excepción es Brasil, país para el cual es posible encontrar información bastante completa en la página de Internet del Planalto. En una infografía realizada por Nexo con dicha información vemos que Lula Da Silva pasó un 16% de su mandato viajando, seguido por Fernando Henrique Cardoso, que pasó un 11%, y que a su vez es seguido de cerca por Fernando Collor y Michel Temer. Entre los destinos, Argentina figura a la cabeza seguida por Estados Unidos y luego el resto de América. Otros presidentes de la región también han viajado bastante, como Rafael Correa, que hizo 134 viajes al exterior en 115 meses, visitando 42 países. Tren, barco, avión, ¿bits?¿Y qué hay sobre los cambios en el modo de viajar? La ex-periencia argentina es una buena ilustración de la tendencia general. Viajes presidenciales se registran desde las presi-dencias fundadoras pero la velocidad y el confort de estos se vio definitivamente aumentada con la construcción del tren presidencial. Su construcción fue autorizada por Figueroa Alcorta en 1908 y fue usado por primera vez en 1912. El tren constaba con tres coches construidos con maderas talladas a mano, vitreux británicos y picaportes de bronce con el escudo nacional. Un coche contaba con habitaciones para el presidente y su edecán, escritorio y sala de estar. Además, tenía un balcón desde el cual el presidente podía saludar, como ha quedado inmortalizado en varias fotos de Juan Domingo Perón y Evita. Hasta 1977 este fue el principal medio de transporte utilizado por los presidentes argentinos y sus ministros, aunque no el único. A partir de 1912, la aviación militar puso aeronaves a dis-posición del Ejecutivo para traslados. Durante los primeros años, sin embargo, hubo varios accidentes. Por ejemplo, el

Viajar es una actividad más que usual para quienes se dedican a la política. Para gobernar hay que conocer, dirán algunos, para que me voten, tengo que ir, dirán otros. Todas y todos terminarán viajando en alguna medida. En los Estados Unidos se ha escrito mucho, dentro y fuera de la academia, sobre estos viajes. Un caso icónico es el libro Home Style del profesor estadounidense Richard Fenno. Allí, Fenno relata sus expe-riencias en los meses pasados viajando con representantes del Congreso de los Estados Unidos a sus distritos, dando inicio a una literatura que compara el estilo de los políticos en Washington con el estilo que adoptan en sus “casas”. Ejem-plos de esta dinámica no faltan tampoco en series y películas. Quienes vieron House of Cards recordarán el incidente del durazno gigante del distrito de Underwood que no es una excepción en las series que relatan la política estadounidense. Aunque de manera más reciente, también hay estudios que analizan los viajes de los legisladores en otras partes del mundo. Por ejemplo, los profesores Brian F. Crisp y Scott W. Desposato analizaron cómo utilizan sus viajes los diputados colombianos, mientras que la profesora Leslie Schwindt-Bayer analizó los distintos patrones de viajes de las mujeres legisladoras en América Latina. Pero no solo los legisladores viajan. Los viajes de los presiden-tes de los Estados Unidos también han captado considerable

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Tema de tapatres

La política y los viajes siempre fueron de la mano. Los destinos y los modos de viajar sin duda han cambiado y las tecnologías han achicado las distancias, pero los funcionarios públicossiguen viajando dentro y fuera de sus países para conocer, conectarse y dejarse conocer

POR Emilia Simison*

*Magister en Ciencia Política (UBA-UTDT), PhD Student (MIT).

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El final del silencio. Dictadura, sociedad y derechos humanos en la transición (Argentina, 1979-1983)Marina Franco, Fondo de Cultura EconómicaEste notable libro de Marina Franco indaga en uno de los períodos menos estudiados de nuestra historia reciente: la transición hacia la democracia. Una de las originalidades de la investiga-ción de la autora es que marca como inicio de ese proceso el año 1979, que suele ser recordado como el de la “contraofensiva” montonera pero que también fue el de la primera huelga general impulsada por la CGT Brasil, liderada por Saúl Ubaldini, y el de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA. La presión internacional se redoblará al año siguiente con el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz al luchador por los derechos humanos Adolfo Pérez Esquivel, lo que implicó un muy duro golpe para el proceso. El texto concluye con el decreto de autoamnistía de la dictadura y las elecciones de 1983. La autora señala que las Fuerzas Armadas comenzaron a perder poder antes de Malvinas, apenas terminaron su tarea sucia que no fue objetada sino mucho más tarde. Las primeras críticas se dirigían fuertemente a la gestión económica y a la incertidumbre por el futuro político del propio régimen. La justicia no fue una demanda articulada políticamente antes de 1983, no necesa-riamente por falta de información, del “yo no sabía que pasaban estas cosas”,

cuestión que la autora pone en duda con documentación cuando recuerda que el durísimo informe de CIDH sobre la represión y los desaparecidos se publicó en páginas destacadas en los principales diarios en 1980. Solo cuan-do el deterioro final del régimen, tras la derrota de Malvinas, deslegitimó la au-toridad de la dictadura en su conjunto. Este libro trata de aportar elementos para pensar cómo y por qué se produ-jeron los cambios de sensibilidad que permitieron redescubrir como “horror” o considerar inadmisibles los indicios que antes se habían ignorado y mirado con desinterés y hasta complacencia.

La palabra H. Peripecias de la He-gemonía. Perry Anderson, AkalEste último trabajo de un notable histo-riador del siglo XX se ocupa de uno de los conceptos más debatidos y puestos en cuestión en las ciencias sociales, el de hegemonía, rastreando su origen en la antigua Grecia y recordando su redescubrimiento tras las jornadas revolucionarias de 1848, el Japón Meijí, su paso por la Rusia de los soviets, la Italia del Duce, la India independiente, los Estados Unidos de la “Guerra Fría”, el régimen de De Gaulle y el maoís-mo, para arribar al mundo de George Bush, Barack Obama y Angela Merkel. Etimológicamente esta palabra griega remite a “guiar” o “dirigir” y se remonta a los tiempos homéricos. Fue utilizada por Heródoto para definir el liderazgo

de una de las ciudades-Estado sobre las otras aliadas. No remitía, en principio, a una supremacía entre iguales, sino a la superioridad militar y política que imponía un dominio. Los griegos usaban arjé, que implicaba superioridad coerci-tiva; la hegemonía suponía la existencia de acuerdos de liderazgos entre pares. Siglos después, durante la revolución de 1848, el término se convirtió en una consigna impulsada por los historiadores liberales que presionaban a Prusia para que asumiera el rol hegemónico que se-gún ellos la Historia les había asignado. Dice Anderson: “Si la hegemonía fuera solo autoridad cultural o poder coer-citivo, el concepto sería superfluo: hay muchos nombres más claros para uno u otro. Su persistencia como término se debe a su combinación y la gama de po-sibles formas en que puede presentarse. Clásicamente, siempre ha supuesto algo más que un simple poder”. Anderson finaliza con un ejemplo contundente, la concesión del Premio Nobel de la Paz a Obama a menos de un año de su perío-do presidencial, lo que ratificaba la larga hegemonía de los Estados Unidos a nivel mundial y la lealtad ciega del mundo occidental a ese liderazgo. Esto ocurría mientras los ejércitos estadounidenses operaban en Irak, Afganistán y Pakistán. Muchos siglos antes, Diodoro Sículo, refiriéndose a las campañas romanas en África, afirmó: “Quienes desean alcanzar la hegemonía la adquieren con valor e inteligencia, la aumentan con modera-ción y benevolencia y la mantienen con temor y terror paralizante”

Historia & política

POR Felipe Pigna

¿En qué momento los derechos humanos y el reclamo por los desaparecidos y la represión comenzaron a ser nodales en el discurso público y dominante? ¿Qué es exactamente la hegemonía?

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Habrá que esperar hasta el 5 de febre-ro para que, con el Año Nuevo Chino, llegue el Año del Chancho. Pero el furor del zoológico humano por saber qué depara el ciclo porcino ya empe-zó, aunque aún no termine el Año del Perro. Especialmente, si lo cuenta Lu-dovica Squirru Dari (1956, Buenos Aires), pensadora, astróloga, escritora, poetisa, actriz, viajera, productora de presentaciones atípicas –bien festivas– para un libro, que instaló la fiebre por este tema en la Argentina, allá por 1984. Año a año, su Horóscopo Chino se mantiene primero en ventas de No Ficción. Bibliografía de vacaciones, ri-tual playero, también suele ser el libro extranjero más vendido en Uruguay. Pero, con su profundo mensaje de

amor, conciencia y transformación, puede ser mucho más que una compañía de verano. El Horóscopo Chino 2019 trae enseñanzas sobre sobre nume-rología china, el I Ching (el milenario oráculo chino), pensa-miento económico, relatos de viaje, poesía tradicional china, reflexiones humanistas, predicciones según la sabiduría del Feng Shui (tanto para zonas en la casa y la oficina como para desplazarse por el planeta), más predicciones para los países de habla hispana y encantadoras ilustraciones de Marina Fages, la artista visual y musical de pelo celeste. Además, la pluma de Ludovica se luce en astrología poética, como el poema dedicado a la Serpiente: “El amor se infiltra/ cuando estamos tiritando,/ a la intemperie/ esperando un cuarto/ para desplomarnos./ Nos toma entretenidos/ entre el cielo, el esmog y la tierra sísmica/ para despertarnos de un largo letargo/ parecido a la muerte”. Y en anécdotas propias al mejor estilo de la protagonista de Dailan Kifki –pero más esotérica y dark–, la historia de María Elena Walsh: “Como una aparición del más allá, promediando la confe-rencia, se encarnó un perro de extrema elegancia, con la es-tampa de un galgo, desfilando cual modelo top y provocando aplausos y una ovación del público, y causando en Fernando y en mí una grata sorpresa.Parecía una puesta en escena.La causalidad nos visitó.Acto seguido, el galán canino bajó las escalinatas y eligió un refugio entre las chicas que lo recibieron y al instante grita-ban: ‘¡Tiene un ataque de epilepsia!’. Gritos, gente asustada en la platea, otros huyendo; situación im-pre-vi-si-ble que tuve que pilotear con templanza, sereni-dad e inspiración. Lo primero que asocié fue que el perro es un síntoma de lo que nos está pasando en el aquí y el ahora en la sociedad, en el país y en el planeta. Un referente que somatiza y expresa el inconsciente colectivo.Algo captó el zoo, que estaba literalmente consternado.Omomom”, se lee sobre la presentación del Horóscopo Chino 2018 en el Hotel Argentino de Piriápolis, en enero pasado.Aunque prefiera el aire cordobés de Traslasierra y le escape a la ciudad, la astróloga pasó un tiempo en Buenos Aires para presentar su libro con un gran evento en Villa Ocampo, visi-tar familiares y amigos, ir al cine, hacer trámites y responder preguntas. –¿Con qué animales del horóscopo chino será benévolo el Chancho de 2019? Con el Conejo, la Cabra, el Tigre, un poquito también con el Búfalo… Y el Perro, por supuesto, después de dejar su año, va a andar muchísimo mejor en 2019, porque en general toca pagar el peaje kármico en el año que rige nuestro animal.–¿En qué consiste ese peaje kármico? Pruebas fuertes, experiencias que a lo mejor no son para decir: “¡Qué diver-tido!”. Pero tocar fondo, para los chinos, es también una oportunidad para el cambio. Así que animo a los Perros a

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“Estamos en el Arca de Noé”

Ludovica Squirru Dari

POR Silvana Moreno*

Entrevistasiete

En su Horóscopo Chino 2019 (Kepler), la astróloga guía al zoológico humano para transitar el Año del Chancho de la mejor forma

aguantar todo lo que les está pasando, porque ya cesa. Es así: yo soy Mono de Fuego y en 2016 creí que me moría de tantos frentes abiertos, temas familiares, traiciones, espadas, problemas… Pero sabía que me iba a pasar y me preparé para eso lo mejor que pude. –¿Algún consejo para los Chanchos, que deberán pagar el peaje 2019? Hay que domesticar al Chancho para que no se convierta en un jabalí salvaje y nos embista. Hay que aceptar la propia condición, porque por algo pasa, ver qué hacemos con eso y ¡run!, arrancar para adelante, tratando de poner todo eso a favor. No se puede hacer trampa en la vida. Todo lo que uno evita, invita. El ser humano debe recibir la energía cósmica, que es maravillosa, somos nosotros los que comunicamos lo que pasa en el cielo a la tierra. Y al estar tan mal nosotros, tan polucionados, acá abajo pasan desgracias. La idea es que los instrumentos cuerpo, alma y mente estén cada vez más armónicos, más equilibrados, más sanos, y ahí todo va mejor. El Chancho es un signo dual: para los chinos puede ser tanto un ser de bajas pasiones como un ilumi-nado, según qué zonas de su vida haya cultivado. El rango va desde Alberto Samid hasta el Dalai Lama. También están Woody Allen, el divino de Juan José Campanella, Gustavo Cerati, Pedro Aznar, Claudio Herdener, mi pareja, ¡y en el libro olvidé nombrar a Carl Jung, a Jorge Luis Borges y a Ernesto Sábato, todos Chanchos! –El libro trae la novedad de los signos mixtos. Ya había hablado de esto hace quince años en otro libro, pero me parece relevante aggiornarlo, con todo este tema de los embarazos, el aborto, en el candelero. El signo mixto es una cosa muy interesante, porque, además del año de nacimien-to, cuenta también el año de la concepción. Para los japo-neses es importante cuándo uno es concebido. El signo del año de la concepción refleja más el alma; y el signo del año de nacimiento refleja más cómo uno se mueve en el mundo. Yo fui concebida en año Cabra y nací en año Mono; me siento muy Cabra por momentos, aunque soy bien Mona de Fuego, con mi manera de moverme, eso lúdico y divertido que me dicen que tengo.–En sus predicciones para la Argentina explica que “se va a mantener la estabilidad general con recursos ingeniosos”, habla de “volver al sulky y a la recolección de frutos” y de la posibilidad de transmutar. Además, reaparece un hexagrama recurrente para nuestro país: “El trabajo en lo echado a perder”. Es el fin de un ciclo en el mundo, caen esas falsas ilusiones de que los políticos nos van a organizar algo, nos van a mejorar la calidad de vida. A esta altura, tanto en la Argentina como en el resto del mundo, no tenemos que esperar nada más de lo político. Durante el Año del Chancho puede pasar una rebelión en la granja. Ahora, más que hablar del FMI, tenemos que hablar de cómo prepararnos para el cruel cambio climático que en un instante nos dejó sin casa, se llevó pueblos… El mundo se divide entre gente inconsciente y gente consciente. La Fo

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los desórdenes alimenticios que la aquejaron durante años. También hay un aire de oda feminista que se percibe espe-cialmente en “100 Years”, tema dedicado a los cien años del voto femenino en el Reino Unido y en “Patricia”, un himno de gratitud, casi una declaración de amor eterno, a Patti Smith, la santa patrona de todas las artistas post 77. En estas dos canciones vuelve a la potencia épica e insondable de sus canciones más conocidas. Si el anterior (How big, how blue, how beautiful) fue un exor-cismo, este nuevo trabajo habla de una búsqueda de orden personal, una vuelta al eje, y la necesidad de hacer las paces con ella misma y el resto del mundo. Lo que no ha abando-nado es su espiritualidad mágica a la que se aferra, siempre buscando la fe y la esperanza, que parece haber encontrado en este disco. Florence continúa siendo la cruza entre una tormenta y Kate Bush y su voz sigue siendo una de las me-jores de la actualidad. Gran parte de la crítica tildó al disco de monótono por la falta de nuevos horizontes artísticos. Pero lo que hay en High as Hope es demasiado personal como para estar pensado desde el lugar de la experimentación sonora. A veces los críticos se olvidan de que el público expía sus propios demonios a través de los de los artistas y que un disco más simple en su sonido pero tan profundo y emocional en su contenido, puede ser el aliado perfecto

Florence Welch, líder de Florence and the Machine, siempre fue una fuerza de la naturaleza. Una criatura que parecía provenir del bosque, etérea y poderosa, capaz de hip-notizar al mundo para después arrasar con él. Pero ser este huracán de fascinación no le resultó gratis. Con los premios, las giras y las campañas de Gucci, vinieron las adicciones y los desórdenes alimenticios. Según Florence, se había acostum-brado a tomar para combatir su timidez en el escenario y para conectarse con eso místico y salvaje que transmite en escena. A veces la cima puede parecerse más al infierno que al paraíso y High as Hope es el soundtrack del camino de vuelta, lo que pondrías en el estéreo de tu auto si atravesaras la ruta que une las tinieblas con la luz. Este disco fue concebido después de su recuperación y se nota. Está escrito en cicatrices y a pesar de oler a catarsis es una obra genuina, con una carga emotiva que atraviesa. Flo-rence deja de lado su costado más épico y barroco para mos-trarnos un sonido despojado, donde lo que siempre resalta es esa voz potente y sobrenatural. La intensidad que antes estaba en el sonido, en High as Hope está en las letras, versos sinceros y desgarradoramente personales. Como en “Grace”, donde le pide perdón a su hermana por todo, o la oscura “Big God”, donde habla de la necesidad de tener un dios grande para soportar y sostenerla, o en “The End of Love”, donde confiesa el suicidio de su abuela o en “Hunger”, donde reflexiona sobre

POR Agustina Zabaljáuregui

Músicaalternativa

Sensatez y sentimiento en lo nuevo de Florence and the Machine

High as Hope

mayoría es inconsciente. Estamos en el Arca de Noé y lo vemos con las inundaciones terribles en Europa, con nuestros incendios... Yo detesto la queja, que es lo que hay en Bue-nos Aires: la gente ya se levanta insultando, cansada, con un spam negativo, porque tiene todo en contra, piquetes, cortes de luz... En Buenos Aires está atrapada la mayor cantidad de población que hay en el país, porque creen que acá están todavía los recursos, las fuentes de trabajo, cuando en reali-dad no es tan así. Hoy, ¿de qué nos quejamos? Si vemos las caravanas de gente que se van caminando por Centroamérica para llegar a… ¡Eso es una tragedia! Te levantaste sano, tenés para comer, hay sol, ¡salí al balcón y gracias a la vida! Si uno es desagradecido, nada alcanza, nada está bien. Se necesita una nueva conciencia. Donde yo vivo, en Traslasierra, es un lugar muy creativo donde la gente se reinventa, se refunda día a día, con conciencia ecológica y de trabajo en comuni-dad. Enfrentamos nosotros mismos los grandes incendios. No hay suficientes bomberos para tanto fuego, no hay aviones hi-drantes. Y vamos nosotros al incendio, les llevamos la comida y el agua a los que están allá, apagando el fuego con escobas y palas. Esa es la Argentina en la cual yo vislumbro que viene un despertar. Esa gente no se queja. Pero, claro, existe el libre albedrío. Yo les doy un GPS. –Hablemos del “método Ludovica” de investigación, predicciones y escritura. Es una mezcla de estudio, de investigación, pero también de información que voy recibien-do en mi vida real y cotidiana. Mis libros, mis compañeros

diarios, siempre van a ser de estudio, sobre todo de filosofía oriental y distintas versiones del I Ching. Y de golpe me tomo unos cursos con los maestros que tengo. Mis maestras chinas desde hace treinta años están en México: Cristina Alvarado Engfui y su abuela Acacia Engfui, colabora-doras del libro, además, que han dado información hermé-tica china. Otros colaboradores “de fierro” del libro son la astróloga Ana Isabel Veny Llabres, que hace las predic-ciones para los demás países de América Latina, y Miguel Grinberg, que esta vez escribe sobre nuestro proyecto paralelo de la Fundación Espiritual de la Argentina, que venimos haciendo desde el 4 de diciembre de 2003.–¿Cómo es el momento de las predicciones? Como vivo entre Buenos Aires, Córdoba y el mundo, le tiro el I Ching a mucha gente de distintos lugares y estratos sociales… Le voy tirando a cada animal del horóscopo, a cada elemento y a cada energía. Después, hago un estudio con numerología china, el famoso Ki de las nueve estrellas, con el año chino. Generalmente, muchas predicciones se van repitiendo, es increíble: si les tiro a Perros, en el 40% sale el mismo hexa-grama. Y después decido, hago mi alquimia. Las prediccio-nes siempre las quiero escribir en Córdoba, en una época sin energías sociales, donde no veo casi a nadie. En Córdoba están las raíces y el tiempo energético más fuerte que le dedico al libro

MISTERIOS DEL I CHING“El I Ching es lo más poderoso que hay”, dice Ludovica sobre El Libro de las Mutaciones, oráculo milenario de origen taoísta-confu-cianista que, con su sistema simbólico de hexagramas adivinato-rios basados en la observación de la naturaleza, se erige como uno de los libros sagrados fundamentales de la cultura universal.Ludovica –que lleva un hexagrama móvil colgado al cuello– re-cuerda que el libro tardó casi 1000 años en terminarse y que aún hoy está prohibido en China. “Cuando fui a China, a los 30 años, y recorrí sola el país en tren, metiéndome en todos lados, pregunta-ba a los chinos si tenían el I Ching y se ponían muy serios porque, como está prohibido, lo esconden. Mao Tsé Tung prohibió el I Ching porque es considerado un libro revolucionario”.El I Ching se popularizó en Europa recién en el siglo XX, gracias a la traducción del teólogo alemán Richard Wilhelm, y fue prolo-gado por otro fan de este misterioso libro: el psicólogo y psiquia-tra suizo Carl G. Jung. Como admiradores del I Ching, figuran los escritores Jorge Luis Borges, Hermann Hesse y Philip K. Dick.

*Coautora de El camino del Jedi (Indicios, 2017).

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Tema de tapacuatro

Hoy en día, los festivales de rock, pop y folclore ofrecen no solo una contundente agenda de shows atracti-vos sino también la promesa de vivir una gran experiencia. El hecho de que se hagan en grandes capitales del mundo o pequeños pueblos remotos promueve el turismo internacional: miles de personas consideran que es buena idea trasladarse a donde sus artistas favoritos van… y de paso conocer nuevos destinos

POR Juan Manuel Cibeira

Cuando la música te lleva

de viaje

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cante, más allá de los protagonistas eventuales. Rock In Río nació en 1985 como el primer megafestival internacional de rock hecho en Sudamérica. Realizado con todos los paráme-tros de organización y tecnología disponibles en ese momen-to, bajo supervisión de técnicos estadounidenses, congregó durante una semana a 1,4 millones de espectadores, muchos de ellos llegados de distintos puntos cardinales. A pesar de las intermitencias, sigue celebrándose en Río de Janeiro, donde ya lleva siete ediciones, y tuvo otras tres en Madrid y ocho en Lisboa.

Nuestro país posee un rico patrimonio musical propio como el tango y el folclore, además de tener el movimiento de rock más original e importante del continente. En Bue-nos Aires, hay eventos musicales casi a diario y festivales relativamente seguidos que responden a marcas comerciales locales, aunque ninguno se acerca a la mística y la convoca-toria del Lollapalooza. En cambio, en el interior del país sí existe un festival que se ha mantenido hasta consolidarse e incluso expandirse en el exterior. El Cosquín Rock nació en 2001 en la provincia de Córdoba, más precisamente en la ciudad homónima que además tiene un festival legendario de folclore. Con una duración promedio de tres días, reúne lo mejor del rock na-cional junto a artistas y grupos extranjeros de habla hispana. Desde 2017, el festival se exporta a otros países de Latinoa-mérica como México, Perú, Colombia y Paraguay. Cosquín, en su escala, es un claro ejemplo del maridaje entre música y turismo. Cada año miles de porteños y jóvenes de otras provincias viajan a Córdoba, gastan en pasajes, alojamiento, comida y entradas, y disfrutan de la música que les gusta en un entorno apropiado

Se sabe: la industria de la música genera una cantidad de eventos que suelen beneficiar al turismo en determinadas regiones del mundo. En la actualidad, existen varios festivales que ya son una cita obligada para visitar distintos lugares en fechas prestablecidas. Así, miles de personas se movilizan (y gastan dinero) año tras año para ver a sus artistas favoritos.Inglaterra suele tener una espectacular agenda de conciertos al aire libre durante el verano, que ya es marca registrada a nivel global. Con décadas de experiencia acumulada, la esce-na festivalera británica no solo ofrece shows de las bandas del momento, sino también una gran variedad de atracciones que sorprenden por su creatividad. El más emblemático de los festivales locales es, sin duda, Glastonbury, toda una celebra-ción anual del mejor pop y rock del planeta, enmarcada en un lugar de relevancia histórica. Pero Liverpool no se queda atrás. Además de ser la cuna de los Fab Four, también vio na-cer el club Cream que, con el tiempo, creó el icónico festival dance itinerante Creamfields.Otro de los eventos que tradicionalmente convocan a público de otras latitudes es el de la Isla de Wight. Qué decir de este festival legendario que comenzó en 1968 y aún se mantiene en pie. Por su escenario pasó la crema del rock mundial en su mejor momento: Jimi Hendrix, Bob Dylan, David Bowie, The Police, Miles Davis, The Rolling Stones y Paul Mccartney, entre muchos otros.Otra muestra del eclecticismo y la diversidad que ofrece la escena inglesa es el festival Latitude. Se realiza en la bucó-lica campiña británica, inmerso en su belleza y tranquilidad. Sorprende con DJs que aparecen en medio del bosque mien-tras se puede escuchar ópera a orillas de un lago. Hay cine, clowns, zonas especiales para chicos y todo lo que puede considerarse un paraíso express. Fuera de las islas británicas hay vida, también… España, el segundo país con mayor afluencia turística del mundo, tiene una oferta variada de fiestas y festivales musicales que cobran

particular intensidad durante los meses veraniegos. Como ocurre en otras partes, estos eventos han dejado de pertenecer exclusivamente al lugar donde nacieron y se exportan al resto del mundo. Uno de los más reconocidos es el Sónar, un festival creado en Barcelona en 1994, que reúne lo mejor y más nuevo de la música electrónica y experimental. Hoy es una marca que tiene franquicias en 27 países, entre ellas Buenos Aires.

Del este lado del AtlánticoRepleto de lugares emblemáticos, con premios que consa-gran mundialmente, y con un constante fluir de clásicos y nuevos valores, la industria musical estadounidense es una de las más grandes del planeta, y la que influye globalmente. Cualquier persona que visite Nueva York, San Francisco o Chicago sabe que la música es uno de los principales atractivos de estas ciudades, en cualquiera de los formatos disponibles. Allí también hay festivales que hicieron historia y que también se han transformado en eventos que recorren el mundo convocando a millones de personas. Uno de los más populares es el Lollapalooza creado por Perry Farrell, líder de la banda Jane’s Addiction. Lo que en principio fue concebido como un tour de despedida de esa banda compartida con otros artistas amigos, terminó convir-tiéndose en una franquicia festivalera internacional. Aunque el evento central tiene lugar en Chicago, Lollapalooza ya tiene sus versiones establecidas en Chile, San Pablo, Buenos Aires y Berlín, y pasó por París, Tel Aviv y Bogotá. En nuestro país ya cumplió cinco ediciones con éxito rotundo, repitiendo el ritual de vender la mayoría de las entradas antes de que se conozca la lista de artistas participantes.

Es que bajo el paraguas de la música yace un gigantesco encuentro con muchas actividades y atracciones, suficientes para convertir la experiencia en sí en el mayor factor convo-

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Festival Glastonbury

Festival Cosquín Rock

Festival Lollapalooza

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BERLIOZ, genio delromanticismoRecordamos al destacado compositor francés,a 150 años de su muerte

la calle, donde cantó La Marseillaise a todo pulmón. Después de convertirse en el ganador del Premio de Roma, se fue a Italia por quince meses. Smithson asistió a la presentación de la Symphonie fantasti-que en el Conservatorio de París en 1832. Entendió que la música estaba dedicada a ella. A los pocos días se conocieron y Berlioz le contó la historia de su vida desde el día en que la miró por primera vez. “Ustedes no pueden imaginar en qué estado de euforia me encontraba viendo las lágrimas que corrían por su cara”, escribió en Memorias. Luego de nueve meses y medio, el compositor y la actriz se casaron. Feliz, Berlioz trabajó como un buey: compuso la sinfonía Harold en Italie, la ópera Benvenuto Cellini y escribió numerosos artículos musicales. Eran brillantes, ingeniosos y mordaces por su contenido y le brindaron sustento económico.Pero entonces ocurrió una desgracia: en septiembre de 1836, Smithson se rompió una pierna al bajar de una carroza. De allí en más no pudo actuar en el teatro. Su carrera artística estaba terminada. Todo el peso de la responsabilidad material recayó sobre los hombros de Berlioz. Con el nacimiento de su hijo, la situación financiera de la familia se complicó aún más. La música solo conllevaba gastos: alquileres de salas de conciertos, copias de partituras, pagos a los músicos de orquesta. Hasta que un evento les trajo alivio.En diciembre de 1838, al finalizar el concierto en el que Berlioz dirigía Harold en Italie, el mismo Niccolò Paganini se arrodilló y, entre lágrimas de alegría, le besó las manos. Al día siguiente, le envió una carta y un cheque por veinte mil francos. Este dinero le permitió a Berlioz componer un año sin preo-cupaciones y terminar la sinfonía coral Roméo et Juliette, una de sus creaciones más importantes. Sin embargo, la obstinada París no reconocía su arte. A todo esto, se sumaron las disputas familiares: su esposa enferma, que además había comenzado a tomar, lo molestaba con escenas de celos, que no estaban priva-das de fundamentos: él estaba enamorado de la cantante Marie Recio, con quien se casaría en 1854, una vez enviudado.Entre los años 1840 y 1860, Berlioz realizó varios viajes por Inglaterra, Alemania y Austria, dirigiendo sus obras. Los compositores Giacomo Meyerbeer y Felix Mendels-sohn le ayudaron a organizar los conciertos. Franz Liszt promovió su música de manera especialmente vigorosa y desinteresada. En 1847, siguiendo al consejo de Honoré de Balzac, y con el apoyo de Mikhail Glinka, Berlioz viajó a Rusia. Este viaje y el posterior (en 1867) le trajeron ganancias que superaron las expectativas y le permitieron cubrir todas las deudas acumuladas. Durante este período escribió el ora-torio L’enfance du Christ y las óperas Les Troyens y Béatrice et Bénédict, y completó la orquestación de Les nuits d’eté.En 1866, el único hijo del compositor, Louis, que se desempe-ñaba como comandante de un barco mercante, falleció de fie-bre amarilla en La Habana. A ese trágico episodio, se le sumó la muerte prematura de su segunda esposa. El compositor murió el 8 de marzo de 1869, a la edad de 65 años. Sus últimas palabras fueron: “Finalmente, ahora tocarán mi música”

Este diciembre, el mundo celebrará el 150 aniversario de la muerte de Hector Berlioz. Sus sinfonías, óperas y obras co-rales forman parte de las contribuciones más ricas a la cultura musical del siglo XIX. Escribió uno de los primeros manuales sobre orquestación, llamado Gran tratado de instrumentación, que tuvo un impacto muy significativo sobre los futuros com-positores y los llevó a ser más valientes al crear su propio estilo. Tal es así que aún se sigue publicando y estudiando

Nació en La Côte-Saint-André (Francia), el 11 de diciembre de 1803. Su padre era un médico altamente calificado, un in-telectual criado entre las tradiciones de los grandes materia-listas del siglo XVIII, y su madre una figura completamente diferente, una provinciana común y muy devota.La infancia y la adolescencia de Berlioz transcurrieron en una ciudad tranquila y en un ambiente provincial. Fue su padre el que lo educó con el espíritu de los ideales de Emilio de Jean-Jacques Rousseau, fuera de la naturaleza eclesiástica y dogmática; le enseñó literatura, geografía, historia y ciencias naturales. Nunca le permitió estudiar piano; sí tocar la flauta y la guitarra. En sus Memorias, el músico ironizaba: “Sin su oposición, me habría convertido en un pianista terrible, como los cuarenta mil restantes”. En noviembre de 1821, viajó a París para estudiar medicina, porque según la tradición familiar, el hijo debía heredar la profesión del padre. Ver un cadáver disecado en el museo anatómico lo puso en fuga. Pero lo que más le emocionó fue la Ópera de París, donde se presentaba la música de Chris-toph Gluck, Gaspare Spontini, Antonio Sacchini. Las óperas Las danaides de Antonio Salieri y Stratonice de Étienne Méhul le causaron un efecto alucinante. Lloró so-bre las partituras de Orfeo y Eurídice e Iphigénie en Táuride de Gluck y se dio cuenta de que había nacido para la música,

a la que debía dedicarle toda su vida. Aunque sabía que para poder convertirse en músico primero tenía que pasar por una lucha familiar agonizante. Afortunadamente, el padre sintió pena por él y lo apoyó económicamente durante algún tiempo. Esto le permitió tomar lecciones privadas con el director de la Chapel Royal, Jean-François Lesueur, especialista en canto. Después estudió en el Conservatorio de París. Sin embargo, adquirió las habilidades de orquestación por su cuenta gracias a sus visitas a la Ópera. El futuro compositor supervisaba cuidadosamente el rendimiento exacto de las partituras y protestaba en voz alta durante los conciertos si el director de orquesta hacía algún cambio. También quería difundir su música, pero las circuns-tancias no le ayudaban: vivía en un ático, cenaba rara vez, pasando del pan al agua. Para ganarse la vida trabajaba como corista en el Théâtre des Nouveautés y daba clases de guitarra, flauta y solfeo. Por entonces, el compositor y violinista Rodol-phe Kreutzer, una persona extremadamente influyente en los círculos musicales de la ciudad, le negó la organización de un concierto con sus composiciones a pesar de tantas súplicas: “No tenemos tiempo para aprender cosas nuevas”.En septiembre de 1827, Berlioz se enamoró de la famosa actriz irlandesa Harriet Smithson, a quien había visto como Ofelia en Hamlet de Shakespeare. Desde entonces, Smithson se convirtió en una idee fixe. Le escribió muchas cartas de amor, pero a ella le parecieron tan exageradamente apasionadas que lo rechazó por completo. Con esta situa-ción psicológica de fondo, nació su primera obra brillante: la Symphonie fantastique. En Francia, mientras tanto, se estaba llevando a cabo la revolución de 1830. París estaba cubierto de barricadas. Al sonido de balas silbando cerca de las venta-nas, Berlioz terminó la cantata Sardanapale para el Premio de Roma. Finalizó la última página, tomó un revólver y salió a

RECOMENDADOSMúsicaclásica

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POR Nadia Koval

RECOMENDADOS DE NOTA PRINCIPAL:Berlioz - Harold en Italie Lorin Maazel | DGDespués de ganar el Premio de Roma, Héctor Berlioz pasó quince meses en Italia y se unió con sus com-pañeros laureados en la Academia Francesa en Villa Médici. Allí disfrutó de vagar por los montes Abruzos, conocer gente en los pueblos y escuchar sus cancio-nes. Un tipo de música que le impresionó en Roma fue la de los pifferari, un grupo de músicos populares que tocaban gaitas y pifferi (una especie de oboe). Cerca de la Navidad, bajaban de las montañas para tocar delante de las estatuas de Madonna llevando puestos “grandes capas de tela y sombreros puntiagudos de bandido”. Todas estas influencias están presentes en el Harold en Italie, sinfonía de cuatro partes con viola como el instrumento solista, escrita en 1834.

NOVEDAD:Vivaldi – Gloria Decca Classics La soprano Julia Lezhneva, el contratenor Franco Fagioli y el director de orquesta Diego Fasolis, tres de las figuras más representativas de la actualidad en la interpretación de repertorio barroco, presentan una selección de las obras corales más populares de Antonio Vivaldi, entre ellos Gloria, RV 589; Nisi Dominus, RV 608; y Nulla in mundo pax sincera, RV 630. La música de Vivaldi siempre impresiona por su franqueza, claridad y simplicidad. Hay mucho para disfrutar en este CD: los ritmos nítidos, el conjunto disciplinado y las improvisaciones solistas, tanto vocales como instrumentales, que desatan la tremenda energía del coro.

PARA ARMAR SU COLECCIÓN CLÁSICA: Bach - Brandenburgische konzerteNikolaus Harnoncourt | DG Este DVD doble fue lanzado en 2010 para celebrar el cumpleaños número 80 de Nikolaus Harnoncourt, director de orquesta austríaco, uno de los pioneros de la interpretación con instrumentos originales y gran admirador de la música de Johann Sebastian Bach. Decía que si perdemos contacto con sus grandes obras, perdemos nuestro contacto con la humanidad. Bach compuso los Conciertos de Brandemburgo entre 1711 y 1720 y se los dedicó al Margrave Christian Lud-wig. Esta es la primera grabación en DVD realizada con instrumentos de época.

LIBRO RECOMENDADO:La orquestaJorge de Persia | AlianzaJorge de Persia ensaya en este libro una completa y conceptual introducción a la historia de la orquesta, en la que se describe el proceso de desarrollo de sus elementos no solo instrumentales y musicales, sino también humanos y sociales. Este apasionante reco-rrido, en el que el autor sitúa la orquesta y sus diver-sas formas en salas de conciertos, teatros y óperas de toda Europa, desde el siglo XVI hasta la actualidad, muestra la evolución y el cambio de la agrupación instrumental pero también, y sobre todo, nos enseña a valorar el privilegio del que somos partícipes cuando nos situamos ante un conjunto orquestal dentro del “ritual” del concierto.

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París para presentar 3001 Proyecto Piazzolla y se reflotó la propuesta. Teniendo en cuenta que tomando un tren estába-mos a un paso de Londres, Horacio se ocupó de armar toda la logística y emprendimos la aventura–¿Cómo se realizó la producción de dicha grabación? Nos ocupamos los seis integrantes de la banda y Sarria. Todos aportamos el dinero necesario para llevar adelante la grabación. Hubiera sido impensable embarcarnos en esto si no hubiésemos estado tan cerca de Londres. Si bien la fecha de París estaba programada desde hacía seis meses, averigua-mos los costos del estudio y luego de nuestra presentación tomamos la decisión... ¡Y tomamos el tren!–Por lo que se percibe al escuchar el disco se nota que los temas estaban muy ensayados, lo cual les permitió aprovechar muy bien el tiempo en el estudio de gra-bación. ¿Qué sensación tuvieron en el lugar? Estuvimos solo dos días en Londres (23 y 24 de octubre de 2017), que fueron los que utilizamos para grabar todo el material. No nos habíamos hecho grandes expectativas respecto del estudio: ya somos grandes y muchas veces uno idealiza las cosas y luego se decepciona un poco. Pero en este caso nos sorprendimos como nunca antes. Abbey Road es un estudio de grabación insupe-rable. Se comenzó a utilizar en los años 30 y siempre tuvo un nivel de calidad impresionante. Trabajando ahí nos dimos cuen-ta de por qué The Beatles lo eligieron para grabar. Es un lugar que tiene una posibilidades técnicas fabulosas. Grabar en el Studio 2 es como jugar un partido de fútbol en Wembley. Cada uno de nosotros tenía una consola de dieciséis canales por la cual se podía escuchar lo que hacía cada compañero. Todo esto nos permitió tocar con una gran comodidad. Teníamos gran cantidad de material compuesto, mucho del cual quedó regis-trado en el disco. Y ya estamos ensayando tres temas nuevos. –En cierto modo, con Studio 2 retoman un repertorio de composiciones propias, luego de un período en el que encararon otro tipo de proyectos. Después de Piaz-zolla plays Piazzolla (Epsa, 2011) publicamos Vértigo (Epsa, 2013), un disco con temas propios y con el que ganamos el Premio Gardel como Mejor Disco de Jazz del año. Luego nos embarcamos junto con Elena Roger en 3001 Proyecto Piazzolla (DBN, 2016) y posteriormente surgió la posibilidad de participar en un festival de música clásica interpretando obras de Mozart adaptadas a nuestro estilo. Paralelamente se cumplieron los cien años del nacimiento de Alberto Ginastera, para cuya celebración nos encargaron la adap-tación de algunas de sus obras. A raíz de estas dos últimas actividades Osvaldo Acedo, el técnico de grabación de los estudios ION nos ofreció grabar ambos repertorios pero en directo y solo con un par de micrófonos de ambiente, tal como se hacía al comienzo de las grabaciones en estéreo. El resultado fue Sesiones ION que publicamos en 2017.–¿Qué les dejó el hecho de haber grabado casi arte-sanalmente en ION y posteriormente en el Studio 2?

Escalandrum está integrado por Daniel “Pipi” Piazzolla en batería, Nicolás Guerschberg en piano, Mariano Sívori en contrabajo, Damián Fogiel en saxo tenor, Gus-tavo Musso en saxos alto y soprano y Martín Pantyrer en clarinete bajo. Su nuevo disco, Studio 2, fue registrado en Abbey Road de Londres, escenario de las más importantes grabaciones y experimentaciones de muchos músicos, entre ellos The Beatles. En este trabajo, el grupo explora las posibi-lidades de una formación con impronta camarística, enfati-zando la originalidad tanto de las composiciones como de los arreglos. De esta manera cada integrante ofrece lo mejor de sí mismo, logrando como resultado piezas como la dinámi-

ca “Acuático”, el sutil coqueteo con la milonga presente en “Lolo” o la calma y reflexiva “Fogloba”. Las variantes que la banda aborda en cada una de las nuevas composiciones hace de este álbum un paseo por un universo sonoro con reglas propias, cada vez más maduro y sólido.–¿De qué manera llegaron a Abbey Road? Fue idea de Horacio Sarria, nuestro representante. Él es muy fanático de The Beatles y hace unos cuatro años, mientras estábamos en un aeropuerto de Brasil se le ocurrió que podríamos ir a grabar a los estudios de Abbey Road. Desde ya que no tomamos la idea muy en serio. Hasta que un día actuamos con Elena Roger en el Théâtre des Bouffes du Nord de

Jazz

POR Carlos Salatino

Escalandrum

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Fueron dos experiencias absolutamente diferentes pero muy enriquecedoras: en ION grabando en directo y en un par de tomas solo con dos micrófonos y en Abbey Road con toda la tecnología de última generación. Pero estamos totalmente satisfechos con los resultados de ambos discos.–A pesar de ser una agrupación de jazz, en su música se respira una sutil atmósfera de música urbana de Buenos Aires. Nos gusta mucho que suene de esta manera. Este sonido lo fuimos encontrando sin forzarlo. Ya en 2001 con temas como “Estados alterados” o “Lime y vaqueta” que tenían una cierta atmósfera folclórica, fuimos hallando una manera de acercarnos a la música de raíz popular argentina teniendo como base el jazz. Esto es algo que desde ya no inventamos nosotros. De chico yo iba a ver a grupos como Monos con Navajas en los que había una fusión con elemen-tos del folclore, ya que en algunos temas utilizaban bombo le-güero. En nuestro tercer disco, Sexteto en movimiento (Epsa, 2003) yo tenía uno de estos en mi set de batería. Hoy no creo necesario usarlo ya que estilísticamente puedo resolver la co-loratura del folclore de manera implícita y no explícitamente.–¿Piensa que el aporte de la música urbana o folclórica que se está encontrando en el jazz argentino le está aportando una personalidad propia al del género? Hace quince años que hay una movida muy interesante en el jazz argentino, en el que se incorporan elementos estilísticos que provienen del folclore o del tango. Pero esta incorporación se produce de manera natural y no forzada. El Quinteto Ur-bano, Guillermo Klein, Richard Nant o Luis Nacht son ejemplos de esto último. El pianista Adrián Iaies hizo versiones de tangos abordados desde el jazz en formato de trío. Afortunadamente aparecieron una gran cantidad de músicos jóvenes que hacen su propia búsqueda partiendo de un género tan versátil como este. Y esto se debe a que el jazz es una música absolutamente universal. Cada país le puede dar una coloratura particular. Ya no se identifica como un género estric-tamente estadounidense. Se universalizó y cada uno le aporta su impronta. Es como lo que ocurre con el fútbol: nació en Gran Bretaña pero se juega de manera diferente en Argentina, Brasil, España o Rusia

Transcurrieron dos décadas desde que Escalandrum inició un camino que tiene al jazz como materia prima de su música. Con diez discos publicados e infinidad de actuaciones tanto en

nuestro país como en los más destacados escenarios y festivales del exterior, el sexteto mantiene una actitud constante de embarcarse en nuevos desafíos sin perder el foco en la calidad de su

propuesta. Su nuevo trabajo discográfico, Studio 2, publicado en CD y vinilo (Warner), se encuadra dentro de esta búsqueda. Hablamos con su baterista, Daniel “Pipi” Piazzolla

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Tema de tapacinco

De acuerdo a una transposición del Tao Te King, ver películas es muy parecido a viajar. Y, por el contrario, una experiencia más alejada del turismo

Lao Tse (no) tenía razón

POR Roger Koza

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históricos o característicos. La estética postal no le compete, porque sabe que ahí poco se revela del pueblo al que visita y su historia. Tampoco siente el imperativo pretérito de los mercaderes que dejaron sus tierras para poder expandir sus negocios en otras latitudes del mundo. Es que el territorio desconocido no es visto como una superficie de extracción. En cierta medida, el viajero no planifica, desdeña el tour, prefiere ubicar posibles locaciones de interés y espera en la interacción con los otros descubrir parajes sugeridos por los propios moradores. El viajero espera reconocer las señales que emiten los lugares que visita, del mismo modo en que se origina una historia de amor. Un desconocido capta la atención de otro, un intercambio se precipita, se desea algo que no se identifica exactamente ni se reconoce, pero el movimiento hacia ese otro es ineludible. Es que el viajero, como el amante, está dispuesto a poner su propio mundo en juego, porque sabe que al vulnerar sus certezas puede intensificar las condiciones generales de la experiencia. ¿No busca el viajero en el contrapunto constante de un mundo que no es el suyo, cuya historia y lengua no le pertenecen, repetir la experiencia inicial de confrontar con lo desconoci-do, situación que todo hombre o toda mujer atraviesan en los primeros años de vida? ¿No es esto lo que también sucede con el cinéfilo, que asiste a la sala oscura para constatar cómo es el mundo y las experiencias de este a través de personajes que no se le parecen? Por eso mismo, las películas que más nos importan no son las que de inmediato nos identifican, sino más bien lo contrario: la hermosura de un film radica en sentirse arrojado a un universo fascinante y amenazante en el que se redefine quién se es frente a lo radicalmente otro.Se podrían enumerar algunos títulos que ejercen de inme-diato esa fascinación aludida: A ilha dos amores, de Paulo Rocha; Hacia el sur, de Johan Van Der Keuken; La salva-je y azul lejanía o El diamante blanco, de Werner Herzog; Rivers of Sand, de Robert Gardner; Las estaciones, de Artavazd Pelechian; Una historia del viento, Joris Ivens; El mundo, de Jia Zhang-Ke; Bella tarea, de Claire Denis; King Kong, de Merian C. Cooper y Ernest B. Schoed-sack; Yo dormí con un fantasma, de Jacques Tourneur; La luz, de Souleymane Cissé; El ladrillo y el espejo, de Ebrahim Golestan. Una lista exhaustiva abarcaría varias páginas, y no siempre se trata de películas que están defini-das por los viajes como tema central del relato. He aquí dos ejemplos recientes. Si bien En el intenso ahora, de João Moreira Salles, tiene un propósito explícito que no es otro que el de medir la distancia y el fervor del Mayo francés, la Primavera de Praga y en menor medida los acontecimientos sociales de Brasil en 1968 respecto de nuestro tiempo (el que curiosamente no es menos intenso que aquel pero sin ningún atisbo de insurrec-ción frente al orden vigente), el corazón indirecto o el film clandestino dentro del oficial es aquel que coincide con las filmaciones caseras que la madre del director tomó durante

“La travesía de mil millas comienza con un paso”. Aquí el énfasis recae en la inmediatez del viaje, cuya condición de posibilidad reside inesperadamente en el tiempo presente, una supremacía del ahora frente a cualquier otra forma de experiencia del tiempo. Leídos de otro modo, desobede-ciendo a la tradición, ¿no son ambos pronunciamientos un hermoso modo de glosar los encantos de la cinefilia?Lúdica transposición cinéfila, interpretación ya no taoísta de los aforismos de Lao Tse: “La gente que más películas ve es la que más aprende. El cinéfilo conoce el mundo sin necesidad

de salir de la sala”. El otro axioma quedaría así: “La travesía de mil millas comienza con un plano”.En los tiempos de Lao Tse no existía el turismo, tampoco el cine, pero los hombres y las mujeres sí viajaban y tenían la inquietud, seguramente, de saber algo más sobre las cosas y sobre sí mismos. En cualquier tradición cultural existe siempre una disciplina o una práctica destinada a modificar la cualidad de la experiencia sobre sí. Los dos aforismos citados están sujetos a una traducción y asimismo a un contexto extraño y lejano en el cual se desestimó el acto de viajar como forma de conocimiento de sí. ¿Presintió el sabio la futura sustitución del viaje por el concepto mercantil del turismo?Para muchos, el crítico de cine Serge Daney fue un sabio secular de la cinefilia. Murió a principios de la década 1990, demasiado temprano y joven. Daney publicaba textos nota-bles sobre cine, como también sobre tenis y televisión, y en todos sus escritos, además, se traslucía una forma de saber que provenía de un aprendizaje adquirido en los muchísi-mos viajes que había hecho. Daney pertenecía a la discreta tradición de los caminantes, que cuenta con distinguidos miembros como Werner Herzog, Robert Walser, W. G. Sebald, entre otros. Esta tradición sin dogma y sin iglesias ha intuido que existe una misteriosa conexión entre el despla-zamiento, la observación y el pensamiento. Los caminantes agudizan el contacto visual y auditivo respecto de lo circun-dante, y moviéndose o no hacia una dirección establecida, en la propia acción lenta y rítmica del caminar van desarrollando un enlace entre una realidad que se muestra mutante y el seguimiento atento de la inteligencia que recoge el fugaz panorama en un sistema de almacenamiento descriptivo que se verterá en el papel o en el plano. Si, como dice Jean-Luc Godard en El libro de imagen, no podríamos pensar sin la mano, esta tradición agrega un segundo requisito al pensa-miento en acción: sin nuestros pies no podríamos crear.Afirmaba Daney, en El ejercicio ha sido provechoso, señor: “Ver películas, viajar. Es lo mismo. Viajar y no evadirse o huir (no escape). Viajar es saber que hace falta una meta para tener una oportunidad de gozar del viaje en sí mismo, que es estar ‘entre’, es decir, protegido. Sucede algo semejante con los films: los planos son el traqueteo de los vagones. Ver films, viajar: también para los otros, el público normal, esto fue verdadero. Pero se convirtieron en turistas (consumidores de viajes) y ya no esperan el cine que les ‘dé’ el estremecimiento del exotismo, ni el film que los conduzca a su ritmo (lento)”. La cita no es laudatoria sobre el turismo, como tampoco nada de lo que se ha dicho hasta aquí. Es que el turismo es el enemigo, la seductora castración de la curiosidad y el cómodo adiestramiento de todo aquello que en un viaje puede poner en duda las certezas del viajero. Todo aquel que ha podido viajar reconoce que el turismo es la inversión de la experiencia del viaje, su opuesto maldito. El viajero lleva consigo lo que necesita y no confunde el viaje con un plan de compras y un consumo de visitas a lugares

Dice Lao Tse, el mítico sabio del siglo VI a.C. y presunto responsable de ese libro magnífico titulado Tao Te King: “La gente que más viaja es la que menos aprende. El sabio cono-ce el mundo sin necesidad de salir de su casa”. Lo que parece un pronunciamiento contra el turismo encierra una parado-ja, a saber: el desplazamiento a territorios desconocidos no conlleva ninguna clarividencia garantizada. Es una lectura posible y heterodoxa; contra la postura oficial, se postula que los viajes distraen al buscador en el arduo y misterioso cami-no de (auto)conocerse. En una línea similar, Lao Tse afirma:

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un viaje a China en el mismo período de tiempo en el que Francia “deliraba” con un nuevo régimen social y político.En efecto, la madre filmaba con su cámara casera la vida cotidiana de un país que visitaba y no se parecía en nada a ningún lugar en el que hubiera estado. Ese país había expe-rimentado una revolución cultural y una especie de reinven-ción total y un reemplazo de sus valores y creencias ances-trales. Un chino del siglo XVI jamás podría haber imaginado que los referentes filosóficos de una larga tradición habrían de ser sustituidos por una tradición joven nacida en el siglo XIX. ¿Quién podría haber vislumbrado que por un tiempo Marx y Lenin ocuparían el lugar de Confucio y Lao Tse? Como sea, el poder de todos los segmentos filmados por la madre del realizador transmite una experiencia colectiva in-aprensible en las coordenadas simbólicas de nuestro tiempo, casi como si todas esas imágenes hubieran sido captadas en un planeta desconocido.Nada es más misterioso que las secuencias en las que se observan a los niños y los jóvenes bailar en las calles de alguna ciudad no identificada de China. Ellos danzan, felices, inocentes. La coreografía sencilla da la impresión de que los movimientos individuales de cada uno de los participantes están en sintonía con los de los otros, como si todos recono-cieran una pertenencia aludida en los mismos movimientos, como si se tratara de un organismo que los contiene y los iguala y que diluye la individualidad en una entidad mayor. Frente a este espectáculo, o ante esa inclasificable felicidad colectiva, Moreira Salles recurre a un texto de Alberto Moravia de aquel entonces. Dice así: “la pobreza fue lo que más le llamó la atención en China. Pobreza que calificó no como miseria, sino como ausencia de riqueza. Y observó: Todos son pobres y tienen lo que necesitan para vivir, que es la condición necesaria del hombre. El rostro de la pobreza es decente, orgullosa e implacable”. La admirable La flor de Mariano Llinás no es un film es-trictamente de travesías, pues lo que sostiene las 14 horas de duración es el mero placer de la ficción como una forma le-gítima de evasión espiritual. Sin embargo, La flor es también

una película de viajes, no solamente porque hay episodios hermosos y cómicos que tienen lugar en Europa del Este, en la Unión Soviética, Suecia, Canadá, Francia o Inglaterra, sino porque también transforma los inmensos parajes deshabita-dos de los campos argentinos en una zona desconocida en la que se puede sentir, en lo inhóspito e invalorado de lo propio, la presencia de lo misterioso. En el segmento más conmovedor de todo el film, justo antes del primer intervalo de la segunda parte, la voz de Llinás exterioriza el flujo de asociaciones que pasa por la cabeza de un científico extranjero que ha sido secuestrado por un grupo de espías franceses. Ese pasaje es inolvidable, uno de los más bellos que ha dado el cine argentino en toda su historia. ¿Qué sucede? El personaje en cuestión está sentado en un auto. No sabe ni dónde está ni qué le espera. En la absoluta despo-sesión de movilidad en la que se encuentra, Dreyfuss, atado, amordazado, sin posibilidad alguna de escape, experimenta una rara libertad. La soledad que siente al mirar el cielo transforma su cautiverio en una devastadora pero sublime nostalgia cósmica, sentimiento que conduce al personaje a un asombro inesperado frente a la inmensidad de un universo inagotable.Mientras que la cámara se empieza a mover pausadamente y abandona el automóvil por un rato para acercarse y encua-drar el cielo en pleno atardecer, se escucha: “Y entonces, una a una, empezaron a salir las estrellas. Y ahí Dreyfuss miró al cielo. ‘Claro’, pensó, ‘soy un tonto. No estoy en Rumania,

estoy en el sur, en algún lugar del hemisferio sur’. Y cuandovio que no solamente no estaban la Estrella Polar y la Osa Mayor, ni tampoco Vega, comprendió que estaba realmente muy abajo, en el fondo del planeta. ‘Este cielo es nuevo’, pensó. ‘Este cielo nunca lo había visto’. Tuvo una extraña sen-sación de euforia. Un extraño vértigo, como si fuera un niño y hubiera sorprendido a sus padres borrachos o desnudos”. Lo que sucede en la conciencia de Dreyfuss es lo que pasa con el cine y los viajes: descentrarse es la condición necesaria para ver más allá de uno mismo

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La flor, Mariano Llinás

En el intenso ahora, João Moreira Salles

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En Juana Viale (Buenos Aires, 1982) habitan tanto la actriz, al ser integrante de una de las familias de mayor tradición artística (los Tinayre), como la madre de bajísimo perfil, que defiende a capa y espada su derecho a la intimidad. Es una artista con determinación para ir detrás de su vocación, más allá de los prejuicios que sufren todos aquellos que eligen la vida pública y tienen antecesores ilustres. Su primer paso, anunciado con bombos y platillos, fue en Costumbres argentinas, la ficción ambientada en los años 80 producida por Marcelo Tinelli y Sebastián Ortega en 2003. Allí dio vida a Carolina Martínez de Oca, una joven rebelde y apasionada que se interponía entre Gabriel Rosetti (Tomás Fonzi) y Mariana Pagliaro (Daniela Herrero), cuya historia de amor superaba todo, incluso el hecho de que sus familias estuvieran distanciadas. Luego llegaron otras fic-ciones (Sangre fría, en Telefe; Doble vida, en América; y Muje-res asesinas, en El Trece) pero el siguiente gran salto fue en la pantalla grande, cuando fue parte de la versión cinematográfi-ca del libro Las viudas de los jueves, de Claudia Piñeiro. Sin embargo, el tiempo le tenía reservado uno de esos personajes que acompaña a un actor con la fidelidad de la sombra. Es que en 2010 se convirtió en la protagonista de Malparida (El Trece), donde se contaban las luces y sombras de Renata, una mezcla de heroína y villana que irrumpe en la vida de Lorenzo Uribe (Raúl Taibo) para vengar la muerte de su madre y termina enamorándose del hijo (Gonzalo Heredia). Si de más joven Viale soñó con ser bióloga marina, el camino de la actuación la apasionó. El teatro, el cine, la televisión y las nuevas plataformas digitales son las aguas en donde se mueve ahora.–¿Cómo y por qué elige a sus personajes? Elijo mis per-sonajes porque me atrapan. O cuando tienen algo qué contar, algunas de esas cosas que no son tan explícitas. También elijo personajes porque me representan desafíos. A veces, me ofre-cen papeles y otras salgo yo al encuentro del personaje, porque no me gusta quedarme en ese lugar de quien recibe, sino que prefiero hacer y proponer. –Desde el Hollywood de los inicios (y en alguna medida hasta hoy) los hombres ocuparon lugares muy prota-gónicos en las historias que cuenta el cine. En nuestro país, Ricardo Darín, Guillermo Francella, Leonardo

La actriz se luce como protagonista de la película Camino sinuoso. Retrato de una mujer que sigue la tradición artística familiar sin dejar de afianzar su propia identidad

POR Alejandra Peñalva

A contra-corriente

JUANA VIALE

Entrevistaocho

Sbaraglia, Rodrigo de la Serna y Oscar Martínez son fi-guras muy convocantes. ¿Lo siente así? Yo no creo que en los inicios de Hollywood los protagonistas o las historias hayan sido solo sobre hombres. Hubo grandes actrices a lo largo de toda la historia del cine. Me parece que eso depende de dónde quiera uno poner el foco. Por eso, no siento que en el cine haya una voz más fuertemente masculina. A veces, las histo-rias rondan por ahí pero nosotros tenemos y tuvimos grandes mujeres en el cine. Muchas de ellas fueron muy sobresalientes. No tengo esa impresión. –A propósito de los debates de estos tiempos, una de las luchas más fuertes fue por la igualdad salarial. ¿Considera que hubo una evolución en ese aspecto? Pienso que hubo avances aunque todavía falta y lo que falta se dará de a poco... Los cambios son paulatinos desde mi punto de vista. Creo que los cambios drásticos más que transformaciones efectivas terminan despertando un choque. En esos momentos también se habla mucho de ciertos temas pero luego se silencian. Por eso, creo que los verdaderos cambios son aquellos que toman su tiempo, no se producen de la noche a la mañana. Sin embargo, en materia de igual-dad salarial sí me parece que hay un evolución. –En muchas oportunidades, las actrices de trayectoria señalaron la falta de personajes atractivos para las mu-jeres maduras. En Camino sinuoso le tocó compartir rodaje con Geraldine Chaplin, hija de Charles. ¿Qué le dejó ese encuentro? Compartí muy poco rodaje con Ge-raldine, por el cronograma de escenas. Sí, en cambio, tuve muchos desayunos, muchas comidas en la noche durante el período de filmación. Geraldine es una mujer llena de anéc-dotas porque, además de ser la hija de Charles Chaplin, ella es por sí misma una gran actriz, acróbata y una persona con gran humor. Fue muy enriquecedor conocerla y guardaré esos momentos en mí.–También coincidió con Arturo Puig. Su esposa, Selva Alemán, fue su compañera en Malparida. ¿Cómo fue el trabajo con ellos? Selva y Arturo son una pareja maravillosa. Con ella trabajé en Malparida y compartimos nueve meses en los que estuvimos siempre a la par. En ese tiempo de trabajo juntas fui muchas veces a comer a su casa, de manera que compartimos mucho. Ahora me tocó trabajar

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con Arturo y lo mismo... compartir profesionalmente con él es genial. Arturo hace un personaje que es un encantador en la superficie pero debajo es una persona con una gran oscu-ridad. En la vida, tanto Selva como Arturo son personas muy generosas, inquietas; en el trabajo son gente que siempre propone ideas. Es muy lindo cuando te tocan compañeros así. –En Camino sinuoso interpreta a Mía Siero, una mujer a la que la vida golpeó, primero en su carrera deporti-va y luego a nivel personal. ¿Qué nos puede decir acer-ca de su personaje? Es una mujer que cuando era joven la golpeó fuerte su decisión. Mía tuvo que renunciar a su vida profesional que era mucho más que la vida profesional: para ella era también su proyecto de vida, no solo un deporte. Mía es una mujer golpeada por la vida, por muchas situaciones que siguieron a su descalificación deportiva. Por eso creo que, de alguna manera, lo que ella elige tras esa gran frustra-ción fue engancharse con este hombre que la maltrata. Al fin de cuentas, ese matrimonio termina siendo una extensión de la frustración. Es una mujer que aguarda, quebrada, dolida, hasta que se despierta porque... siente que la vida se le está pasando y que no puede continuar así. Para ponerlo en sus palabras, en una escena Mía dice mientras come con su her-

mano que llega un momento en el que tiene que perdonar. En definitiva, se tiene que perdonar a sí misma y cuando lo hace va en busca de todo lo que sucede en la película.–Cada actor con su librito. ¿Cuál es su manera de abor-dar los personajes? Mi manera de abordar un personaje es primero leyendo el guión y, entonces, comprendiéndolo, abrazándolo. A partir de ahí, de acuerdo al personaje y sus características (su profesión, su historia, sus circunstancias) empezar a nutrirme para poder abordarlo. Mi manera de tra-bajar un personaje es ser el personaje. Trato de internalizarlo para no reiniciar en cada escena constantemente, sino que cuando me dicen “acción”, puedo ser el personaje. –En estos quince años de trabajo, hizo televisión, cine, series para nuevas plataformas. Sin embargo, el teatro parece tener un lugar especial para usted, ya que en La sangre de los árboles se involucró plenamente. ¿Por qué? Amo el cine profundamente. Creo que el cine es mi pasión, pero el teatro también y con La sangre de los árboles tuve un abordaje distinto, porque la idea surgió cuando yo... era una actriz en tierras lejanas, no propias (Nota: el proceso de creación fue durante el período en el que vivió en Santiago de Chile). Nosotros, los artistas, creo que tenemos esa virtud

de poder sacar de la galera la creatividad y ponernos a hacer. No necesitamos que nos llamen para un proyecto y esto fue así. Yo estaba en Chile con una amiga actriz, Victoria Cés-pedes, y nos encantó la idea de poder hacer algo juntas pero con el objetivo de abordar el proyecto completamente, desde la producción, la realización y todo lo demás. Fue un acto de amor a mi trabajo, de libertad, algo así como no tener ninguna cadena, ninguna bajada de línea. Fue hacerlo. Nos gustó y no buscamos mucha explicación. A veces, es ir y saltar al abismo un rato. Y la apuesta resultó porque con La sangre de los árbo-les hicimos funciones en Colombia, en Francia y más. Ahora me gustaría girar con la obra por algunos puntos del país.–Es nieta de Mirtha Legrand. ¿Cómo es una diva, se-gún su mirada? La verdad no sé si tengo mucha explicación sobre qué es ser una diva. Creo que, en definitiva, son rótulos para ubicar a alguien en algún lugar pero nada más que eso. Para mí somos todos iguales, no importa la profesión. Al fin y al cabo todos vinimos a este mundo para aprender, para elegir, para equivocarnos, para corregir, para disfrutar, para intentar ser felices. –¿Ese término aplica para usted? Yo no me creo diva. Me considero mucho más normal de lo que dicen que soy

Camino sinuoso, ópera prima de Juan Pablo KolodziejSe trata de un thriller dramático que aborda la cuestión de los vínculos, el mundo del deporte y la vida en un pueblo en el que es posible no cumplir con la ley y llevar adelante negocios sucios. Mía es una deportista olím-pica retirada por doping positivo. Ahora ejerce como profesora de educación física, tiene un marido que la maltrata y descubre sus problemas de fertilidad. En me-dio de un presente tumultuoso, viaja a la Patagonia para acompañar a su padre agonizante. Allí se reencontrará con su pasado y se transformará para enfrentar el futu-ro. Protagonizada por Juana Viale, Arturo Puig, Antonio Birabent y Geraldine Chaplin. Rodada en Villa La Angos-tura, tiene música original de Fito Páez.

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Entrevistanueve

Ser una promesa

Ronnie Arias (Buenos Aires, 1962) sale de La 100 –donde conduce el programa Sarasa junto a Alejandra Salas– y, saluda a sus compañeros, nos saluda, y saluda a los vecinos que lo paran en la calle. Se saca fotos con ellos, les hace chistes. No se siente una estrella, siente que se agrandó el barrio, ese barrio que retrata en Fama. Cómo ser una estrella pop (Planeta). –Cuando uno ve la tapa de este libro puede imaginarse que una estrella nos va a dar la receta mágica para poder ser como él. Sí, las cosas que uno tiene que hacer para… –Claro, exactamente. Y cuando uno lo abre sucede lo contrario. Lo que nos dice el libro es que una estrella es una persona como cualquiera. Como un ser humano común. Bueno, esa era un poco la idea. Yo quería contar todas estas his-torias pero a la vez quería hacer como un compendio de la historia desde la década del 60 hasta el 90, que es hasta donde llega el libro. Entonces si te fijás, todas estas pequeñas historias tienen un anclaje en el contexto histórico pero contado desde la perspectiva de un personaje que genera empatía. Para que la gente vea, por ejemplo, que ante las peores adversidades se puede salir adelante.–La estética también se plantea como algo que parece una cosa y es otra. La tapa del libro parece la tapa de una revista. Exacto. Está planteado como los fanzines punks de fines de los 70. Pero como el libro termina en la década del 90 hice un estudio de cómo fue durante todos esos años. Así que por un lado tiene la velocidad de Internet y por el otro tiene esa estética de fines de los 70, principios de los 80.–¿Cómo fue el proceso? ¿Cómo recopiló toda la información de la parte his-tórica? Investigación periodística. Pura y exclusivamente investigación periodística. Sabía los años que quería retratar y la investigación la hice en base a eso. Y después, esa investigación la fui intercalando con los relatos de la experiencia propia. O sea cuento lo que me pasaba a mí con todo eso que estaba sucediendo en esa época. –Claro, y así se terminan generando relatos como el de una historia de amor en el Servicio Militar Obligatorio. Sí, que además, si te ponés a pensar, es la única historia de amor que hay en el libro. Si bien hablo de tres novios en el libro, la histo-ria de amor es esa. Son cosas que en realidad pasan todo el tiempo pero yo lo narro en forma de meme. Contar una historia de amor en el medio de la colimba en plena Guerra de Malvinas, me parecía que era algo que hacía falta. También me parecía que sí o sí tenía que hablar del sida. Porque hablaba de las drogas, hablaba de sexo y si no hablaba del sida no estaba siendo fiel a la época que quería retratar. –En este sentido surge la pregunta acerca de si hay elementos subordinados a otros. ¿Las experiencias personales se cuentan para poder retratar un momento histórico o el momento histórico está retratado para poder contar estos relatos? Conté las historias que me permitía retratar esa época en particular. Tenía un montón de historias y sigo teniendo un montón, que las guardo para la se-gunda parte. Pero lo que se hizo fue una selección en función de un todo. Si el libro fuese un electrocardiograma los relatos marcan los altos y los bajos. Entonces prime-ro buscaba la historia, por ejemplo el debut en la tele, ATC, y a todo eso le agregaba el entorno histórico. Pero me encanta que surja esta pregunta porque está pensado así: primero escribí las historias y después empecé a armar el contexto.–En relación a esa época retratada no hay un juicio de valor. No hay un tono nostálgico respecto de esos tiempos pero tampoco se plantea como una mala época a pesar de todas las adversidades por las que pasa este personaje que cuenta las historias. Es que no me quería regodear ni en el drama, ni en la tragedia, ni en la pobreza. Quería contar cosas muy crudas, como el velorio de mi viejo, pero que fuera como una película italiana. Quería que todo fue-se tragicómico. Yo no me regodeo en esas situaciones. Si te fijás, todas las historias terminan mal: se llevan el cajón, la plata se pudre, la guerra es un desastre, pero el personaje nunca pierde la esperanza. POR Martina Leunda

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Ronnie Arias

El conductor de radio y televisión nos sorprende con Fama. Cómo ser una estrella pop, un libro donde cuenta muchas anécdotas de su vida enmarcadas en sus contextos históricos

correspondientes. Teñidos de un tono tragicómico, los relatos se suceden unos a otros transmitiendo, en cada página de cuidada estética punk, la importancia de aprender de la

experiencia sin perder los ideales

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más en este laburo, donde uno le habla a todo el mundo y no todo el mundo va a pensar como uno. Pero lo que uno nunca tiene que dejar son los ideales. Uno siempre tiene que decir lo que quiere decir. Se puede decir de muchas maneras dife-rentes, agrediendo, sin agredir, humillando, sin humillar, con humor, sin humor. Uno tiene que ir probando. Va a haber un momento en el que pueda decir todo lo que quiera. –La creatividad está entonces, muchas veces, en el método con el que ejercemos esa libertad. Claro. En practicar esa libertad. En algún momento vamos a tener que pedir perdón, y en muchos otros no, lo van a agradecer. –Hablando de la televisión, en uno de los relatos dice que Juan Castro fue el primer homosexual en salir del closet en los medios, y usted el segundo… Y Fernando Peña el tercero. En realidad, éramos los primeros homo-sexuales haciendo de homosexuales.–¿Cómo ve la época actual en relación a temas como la sexualidad, teniendo en cuenta aquella época? Me hace muy feliz. A veces pienso lo duro que fue para todos nosotros y me encanta que una piba pueda andar por la calle querien-do ser pibe, y un pibe queriendo ser piba, y que los padres puedan entender que no siempre es una etapa sino que es una elección de vida. Creo que esta es una época maravillosa para ejercer las libertades personales y que estamos pasando un momento muy dramático en el país, de una crisis siniestra, pero creo que humanamente se nos está permitiendo ser lo que queremos ser. Y eso tiene que ver con que el mundo se está adaptando a las minorías. Porque todos en algún punto somos una minoría, ser hijo único puede ser una minoría. En mi opinión, el mundo se está dando cuenta de que hay gente que quiere vivir de otra manera y yo celebro eso. Y lo que me gustaría es que se supiera que hubo gente que abrió ese camino. Y no hablo de mí, eh, hablo de Sandra Mihano-vich y Celeste Carballo, de Marilina Ross. A veces nos olvidamos que en los 80 fueron las mujeres, las primeras. Así como fueron las madres, las abuelas, fueron las lesbianas. Pero igual creo que hay que seguir rompiendo algunos pa-radigmas, porque lo que en la época del libro pasaba con los homosexuales hoy pasa con las travestis por ejemplo. –¿Cuál es su relación con el éxito? No lo sé. Yo todavía soy una promesa. Creo que todavía no me llegó mi momento, que a lo mejor no llegue nunca o llegue con la literatura. Yo siento que se agrandó el barrio, y que los vecinos que saluda-ba ahora están desparramados por espacios más amplios

–De hecho el lector en ningún momento siente lástima por ese sujeto. Jamás. Porque todo termina mal, hasta cuan-do llega el éxito en la radio, pero todo eso en realidad lleva a pensar que no hay finales felices ni fantásticos. Entonces lo que yo traté de hacer fue contar mis malos momentos con humor, y que si estoy acá es porque algo de todo eso salió bien. –Sí, además esos finales le hacen poner el foco al lector en otro lado. Ver la felicidad en detalles propios de la historia más que en un resultado. Claro, en el desarro-llo de la historia. Sí, esa idea de correr el foco. Como en la historia del encuentro con Guillermo Francella, que no vamos a decir qué pasa.–¿Qué lo llevó a escribir este libro? Yo quería hacer un libro... –¿Desde cuándo y por qué? Desde siempre. Quería un libro que tuviera mucho color. Que puedas abrirlo acá y decir “de qué habla”, que puedas abrirlo acá y decir “pará, ¿acá qué está haciendo?”. Que tuviera un montón de data pero que respondiera a esa frase de Borges: “el arte que entrete-je naderías”. Nada de lo que está en este libro importa, pero todo es historia. Yo quería hacer un libro así, que estuviera lleno de trivialidades. –Además de todo eso en cuanto al contenido, es casi un libro objeto, desde lo estético sobre todo. Sí. Lo que nos peleamos… Porque éramos tres personas decidiendo cómo se iba a ver. Yo hice todo lo que quise. Todos los collages están hechos a mano. Todo cortado y pegado, nada hecho digitalmente. Lo único que le falta es tapa dura pero todo el mundo me dice que si es como una revista está bien así. –En un momento del libro se dice que la creatividad está necesariamente ligada a la libertad. ¿En su carre-ra tuvo que sacrificar parte de esa libertad para poder hacer algo o siempre se sintió plenamente libre? En el 98% de los casos. Porque hasta cuando escribía televisión siempre dejaba entrever lo que yo quería decir. Tuve produc-toras que me obligaban a trabajar de una determinada ma-nera pero yo siempre hice eso de la huelga japonesa: cuando no me dejás hacer algo, yo hago lo que vos querés por tres, y a la larga me vas a terminar dejando hacer lo que yo quiero. Cuando hice La Liga, que fue un programa muy difícil, tra-bajaba siete por veinticuatro. Todas las notas que no querían hacer los demás periodistas me las agarraba yo porque, salie-ran o no al aire, a mí me iban a servir, y así terminé siendo el conductor del programa. Yo creo que uno tiene que transar,

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Falco (2018)Falco es la versión mexicana de una serie alemana titulada Der letzte Bulle que lleva más de cinco temporadas triun-fando en diferentes países. La trama gira alrededor de Ale-jandro Falco (Michel Brown), un detective de homici-dios que está casado y tiene una hija recién nacida. Durante un operativo policíaco, recibe un disparo en la cabeza que lo deja en coma durante 23 años. Al despertar descubre que su esposa se casó con otro hombre y que su hija ahora es una mujer. El mundo que lo rodea ha cambiado totalmente y no tiene ni la menor idea de cómo funciona Internet o la redes sociales. Gracias a que no perdió su dotes profe-sionales, logra recuperar su antiguo trabajo y se enfrenta a diferentes casos utilizando sus métodos anticuados. Se trata de un hombre de los 90 en el México de hoy; la serie va y viene entre el pasado y el presente, comparando cómo era la vida antes y cómo es en 2018. Se habla de todo, desde el nuevo papel de la mujer hasta el hecho de que ahora está prohibido fumar en lugares públicos pasando por los telé-fonos celulares, las memorias USB y muchos otros detalles más. Conforme nos metemos en sus capítulos, es difícil no sentir empatía. Su protagonista es un tipo de carne y hueso, un joven, un viejo, un enamorado, un abandonado, una criatura desesperada, una persona que a fuerza de golpes se ha vuelto sabia, que le ha perdido el temor a la muerte. Todos tenemos algo de él, o de su mujer, o de su hija, o de su padre, o de sus amigos, o de sus enemigos. Todos somos Falco. Si hay un responsable de lograr esa conexión entre la ficción y los espectadores es Ernesto Contreras, uno de los mejores directores de cine mexicano, genio creador de obras multipremiadas como Sueño en otro idioma, Las oscuras primaveras y Párpados azules, como así también la serie El Chapo

The Honourable Woman (2014)Secretos ocultos dentro de otros secretos, como muñecas rusas que se van abriendo una tras otra. Así funciona la trama en The Honourable Woman, de los creadores de The Shadow Line. “Tú no tienes secretos, los secretos te tienen a ti”. Con esta frase de la serie podemos dar una pista de lo que nos vamos a encontrar si la vemos. La familia Stein es judía y acaudalada, y tiene la intención de ayudar en el con-flicto entre Israel y Palestina, aportando su pequeño grano de arena. Brinda dinero para construir una universidad, instalar fibra óptica para Internet en Cisjordania y lo que haga falta. Todo estaría muy bien si no fuera porque hay más gente de por medio con otros intereses: espías israe-líes y palestinos, el MI5 y MI6, la CIA y todo aquel grupo de presión que pase por allí. A esto de suma el pasado de la hija de los Stein, Nessa, y de su hermano, Ephra, que vamos conociendo capítulo a capítulo mediante flashbacks. Nos presentan una enorme madeja que hay que ir desem-brollando en ocho capítulos. No hace falta más. El tiempo justo para entrar en la historia, disfrutarla y salir, con un final pensado desde el principio

TV / SERIES POR LAURA BERTI

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Daniel Balmaceda

De cuando la ropa era más valiosa que

la tierra

Entrevistadiez

Dialogamos con el periodista e investigador sobre Qué tenían puesto. La moda en la Historia Argentina (Sudamericana), su flamante libro que reúne las anécdotas más sorprendentes en torno en torno a los atuendos que se usaron en cada época del país, algo fundamental para entender nuestro pasado

POR Victoria Lescano

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Qué tenían puesto. La moda en la Historia Argentina (Suda-mericana) representa el primer libro referido al anecdotario sobre representaciones de la moda en la historia de Daniel Balmaceda (Buenos Aires, 1962). Setenta postales de usos y costumbres fechados entre la época prehispánica y 1960 que indagan en los peinados y peinetones, los fracs de los presi-dentes, el dandismo de Belgrano, los ponchos y la ropa gau-cha, los hábitos para sacerdotes, los suspensores de seda, los pañuelos y ponchos de vicuña realizados por Paula Albarracín, la gomina de los tangueros, los guardapolvos blancos, los fracs de los presidentes, entre muchas otras arbitrariedades. –En el prólogo citó el Tratado de la vida elegante de Honoré de Balzac y su afirmación “quien quisiera in-vestigar la indumentaria de un pueblo en cada época, conseguirá hacer la historia más pintoresca y más na-cionalmente verdadera”. ¿Fue el disparador? Al tema de la moda lo había transitado de modo circunstancial. Hace un tiempo escribí una historia de las palabras. Encontré mate-rial que me interesó vinculado con la moda, el desarrollo del velcro o de la bikini. El segundo paso fue advertir que para las generaciones más jóvenes, los tiempos de Manuelita De Rosas se confunden con los vestidos de la línea Imperio; los actos escolares recrean la imagen de los peinetones cuando aparecieron mucho después. Me pareció interesante ver los cambios y acentuar su relación con la Revolución Francesa, la Revolución Industrial, la Revolución de Mayo y las guerras mundiales, y ver cómo influyeron en los estilos. En la Argen-tina se generó una moda particular e independiente del es-tilo de España pero luego, con la llegada de la inmigración europea se percibieron sus aportes. En la representación del hombre de campo, se lo ve con una bombacha y un par de alpargatas, pero a la primera gran remesa de bombachas las compró Urquiza y provenían de los turcos, mientras que las alpargatas era el calzado de los vascos. –¿Cúales fueron las fuentes y el método para analizar la moda en la historia argentina? Muchos de los datos his-tóricos aparecen en las actas del Cabildo, donde se discutía cuánto debía pagarse a un barbero, y en la correspondencia comercial. El acervo del Museo Histórico Nacional es una fuente constante de información. La ropa también quedaba documentada en los testamentos; en las herencias la ropa era primordial y hubo legados de ropa fechados hasta 1860. En Argentina hay muy buenas hemerotecas y archivos pero algu-nos temas de la moda me resultaron más fáciles de investigar en la Biblioteca Pública de Nueva York, donde conseguí infi-nitos libros y diarios. Al desarrollo del sombrero Panamá y a la historia de la barbas los investigué allí. Acá me costaba mucho conseguir información. –En un fragmento demostró los valores de la ropa en relación a las tierras y cómo el hijo de Rodrigo Ortiz de Zárate, uno de los participantes de la Fundación de Buenos Aires, cambió unas tierras de la Recoleta por un ajuar que consistió en “un par de calzones, una capa de terciopelo, un chaleco de manga larga y una casaca con

crean la imagen de los peinetones cuando aparecieron mucho después. También refiero a Coco Chanel, la diseñadora a quien se la adjudica poner de moda –además de la apropia-ción de las ropas masculinas– los bronceados. Se dijo que ella impuso esa moda al quedarse dormida en el Mediterráneo. Pero mucho antes de ello se instauró la helioterapia como una cuestión de salud. Cuando se desarrollaron los balnearios co-menzó la industria de los trajes de baño. Considero que en la Argentina se generó una moda particular e independiente del estilo de España pero luego, con la llegada de la inmigración europea, se percibieron sus aportes.–El anecdotario destaca la historia de un peluquero francés que fue condenado por robar en las casas de sus clientes y también indaga en los mensajes políticos implí-citos de los peinados. Monsieur Levant fue un peluquero que, como muchos aventureros, llegó a Buenos Aires después de haber recorrido otros lugares. Al instalarse fue muy valorado y se trans-formó en el peluquero de las princi-pales familias. Hasta que se descubrió que en muchas casas faltaban objetos de valor y el común denominador fue que habían sido visitadas por él. Se consideró enviarlo a las Islas Malvinas, el lugar al que se mandaban a los inde-seables. Por otro lado la raya del pei-nado siempre tuvo una connotación política antes y después de 1810. En la Argentina se la marcó para diferenciar a los realistas de los patriotas, ya por su raya a la izquierda o a la derecha. En los bailes se los podía identificar según el gesto. San Martín usó su peinado con raya acentuada más a la derecha que los demás estadistas.–¿Y cómo se forjó la colección de ponchos de San Martín? El sobre-todo natural era el poncho de los que-chuas. Al principio, en las ciudades de mayor poder adquisitivo no estaba bien visto el poncho. José de San Martín lo incorporó por sus cualidades impermea-bles y tuvo varios que se preservaron y se exhiben en museos. El blanco de vicuña que le entregó el cacique Ñacuñán al pie de la Cordillera de los Andes, luego de solicitar un permiso a los nativos, tenía tramas azules y flecos blancos y negros; por decisión de su nieta fue donado al Museo Histórico Nacional. También usó un poncho chileno llamado “chamal”, más corto y cuadrado, en color ocre con guantes amarillos y un sombrero de paja, tal como lo describió Manuel de Olazábal. Se do-cumentó un poncho que usó para camuflarse con los lugareños al llegar a San Lorenzo en 1818. En 1821, el virrey José de la Serna le obsequió en Perú un poncho de alpaca teñido de azul con un cuello de seda y que se conserva en el Museo Co-lonial Histórico de Luján. En 1843, cuando el poeta cordobés

Hilario Ascasubi lo visitó en Francia, le regaló un poncho indígena. Su caso es todo lo contrario al de los ponchos de Güemes. Si bien no puede no haber usado poncho no hay ningún registro ni prendas que se le adjudiquen entre las que conservan en el Museo Histórico Nacional. Recién en 1932 se hizo un homenaje a Güemes: un grupo de paisanos decidió hacerse un poncho colorado con una franja negra en señal de luto y ya habían pasado más de cien años de su muerte.–Otro dato atractivo es la historia de la gomina ideada por el farmacéutico José Antonio Brancato y cuya fór-mula acompañó tanto al estilo Tango como al furor del corte Garçonne. Luego de estudiar en la UBA y trabajar en el Hospital de Clínicas, Brancato (con 34 años) instaló en 1922 la Farmacia Británica en Florida y Viamonte. Desde allí apostó al agua de colonia y a un compuesto derivado de la goma tragacanto que se obtenía de los árboles de Rusia y lo

bautizó gomina. Las primeras usuarias fueron las mujeres que se habían cor-tado el pelo. Recién en 1925 causaron furor entre los hombres que se procla-maron “engominados” y hubo desa-bastecimiento. Algunos argentinos se llevaron sus frascos de gomina a Euro-pa, de ahí que el periodista Octavio González Roura, corresponsal del diario Crítica en París, decidió crear la Societé des Laboratoires Gomina Argentine, que fue promocionado en París por Carlos Gardel.–¿Cómo se imagina un desfile refe-rido a los hitos de la historia argen-tina en quince o treinta prendas, tal como se estila en la industria de la moda actual? ¿Qué estilos esta-rían presentes? El desfile cronológico reflejaría cómo la falda fue subiendo, mientras que la figura se estrechó. Los momentos de preponderancia de los sombreros de estilo Art Nouveau con

flores y frutas cuya prohibición en los teatros disparó fuertes discusiones y un debate del que participó el intendente Ma-nuel Güiraldes. El momento de 1926 en que las faldas se acortaron y una cronista de Caras y Caretas autoproclamada “Frivolina” argumentó en su contra: “El torneado gentil de la pierna femenina sufre un verdadero accidente en las rodillas; y la mujer elegante, la que sabe valorar lo que atañe al buen gusto, tendría siempre en cuenta esa especie de imperfección que rompe tan a menudo la armonía de las piernas”. Exaltaría las minifaldas de 1967, que en la Argentina fueron más largas que en Londres. El desfile demostraría que la mujer eligió estar más cómoda. Mientras que en relación a la ropa masculina, re-flejaría tradiciones asentadas durante varias décadas porque los cambios en el vestuario masculinos siempre fueron más lentos y menos audaces

hilos dorados que protegían de las flechas”. Fue casi en los comienzos de Buenos Aires. La ropa era un elemento de lujo y la pobreza era tal que los aldeanos iban vestidos con arpi-llera. La ropa lujosa marcaba un rango social pero además era un elemento defensivo y era más valiosa que la tierra. Por en-tonces sobraban tierras y faltaban ropas. Hubo pobladores que habían perdido el entusiasmo con Buenos Aires y se iban a otros destinos, dejaban la tierra y se llevaban ropa, monturas o guita-rra. Francés De Beaumont y Navarra, un gobernador de Buenos Aires durante veinte meses, se reunió en 1604 con el administrador de las tierras de Recoleta para pautar el trueque. Buenos Aires era un puerto alejado del tránsito comercial: lle-gar acá implicaba alejarse de las rutas habituales y los impuestos eran muy altos, de ahí que el recorrido habitual de los barcos llegara hasta Brasil.–Los hitos de la sastrería parecen recorrer su investiga-ción, empezando por el primer sastre llegado a la Argen-tina desde Portugal y su vara tramposa. Se llamó Sebas-tián De La Vega y el registro más antiguo de su presencia en el Río de la Plata corresponde a 1602, cuando diseñó, cortó y cosió para el gobernador Hernandarias. Se descubrió que vendía menos género de lo que decía debido a que entre sus pertenencias había una vara más corta para tomar las medidas y que cobraba más por menos telas. Fue condenado pero final-mente hubo que perdonarlo porque de lo contrario se quedaban sin sastre. En aquella Buenos Aires lejana, era usual que la mujer fuera instruida para hacerse su ropa; en cambio el hombre, en general, compraba y encargaba a los sastres.–¿Cúales fueron la señas particulares de los hombres que se desplazaban por Buenos Aires con tacos y espa-da? Esa moda fue muy común en nuestra tierra promediando el siglo XVII, cuando en Buenos Aires los hombres se vestían con capas, tacos y una espada, tal como los mosqueteros de Alejandro Dumas. Desde el punto de vista iconográfico nos cuesta incorporarlos en el imaginario local. La moda que se impuso en Francia fue copiada por la corona española. El go-bernador Francisco De Céspedes y sus dos hijos vestían de negro con sombrero de ala ancha, botas con hebilla y un segundo juego de medias de encaje cuya textura se desplegaba para lucirlas y tapar el cuero. –¿Se propuso, con este libro, aclarar errores conceptua-les referidos a los estilos indumentarios? Las historias ya instaladas son las más difíciles de deshacer, sobre todo en el contexto familiar. Si mi abuelo me dijo que Sarmiento inven-tó el guardapolvo queda como una verdad absoluta. Trato de avanzar por esos terrenos, aclarando los asuntos. Pero en 1915 una maestra de la escuela Pizarro, situada en Recoleta, reunió a los padres para referirse a los contrastes entre las ropas de los alumnos y en 1918 compró telas blancas con sus ahorros y mandó a hacer guardapolvos que luego distribuyó en las aulas. Y en 1904 ya se habían referido al tema Pablo Pizzurno y una maestra de manualidades de una escuela de Avellaneda. A la silueta de los tiempos de Manuelita de Rosas se la confunde con los vestidos de la línea Imperio. Los actos escolares re-

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¿Qué sucede cuando un chico que sufre terror patológico tiene que asumir riesgos? A Elliot lo espantan Papá Noel, el color rojo, las personas extrañas, todo lo que está afuera de su casa y casi todo lo que está dentro de su mente. Elliot solo confía en su madre, su tía Shirley, el doctor y las pastillas amarillas que él le receta. La víspera de Navidad, el niño se da cuenta de que va a quedarse sin medicación y su madre decide ir a la farmacia. Pasa el tiempo y ella no regresa ni tampoco lo llama para tranquilizarlo. Cada vez más angustiado, él decide salir a buscarla. Lo que encuentra, en cambio, son alimentos para su miedo voraz.

Tony Grizi tiene 9 años y una meta camu-flada de anhelo: jugar en el equipo Sub 13 de la Unión Futbolista de Mâcon. Una tarde, una casualidad se convierte en su oportunidad. El lector deduce que detrás de ese logro hubo un entretejido de habilidad, lucidez, estrategias y esmero.La historia de Tony es la del futbolista An-toine Griezmann, delantero del Atlético de Madrid y de la selección francesa. No se trata de la fábula de una consagración de-portiva, sino de un relato con la épica de la realidad. De esa instancia en que los sueños se convierten en determinaciones.

En la tapa se lee: “La historia de Gio, un niño con un cromosoma de más”. Pero también –y sobre todo– es la de Giacomo, su hermano mayor y autor del libro. Un chico que ama a Giovanni, pero que también siente vergüenza por él porque Gio tiene síndrome de Down. Es distinto. Finalmente, Giacomo se da cuenta de que eso que diferencia a su hermano de los demás lo hace único. Decide grabar ese mundo de singularidades y com-partirlo en YouTube. El video se llama The Simple Interview y dio origen a este libro tan especial como su protagonista. Sin sensiblerías ni golpes bajos, se lee con una sonrisa.

¡CAMPEÓN! EL SUEÑO DE TONYAntoine Griezmann

B De Blok

DIARIO DE PILAR EN CHINAFlavia Lins E Silva | Ilus. Joana Penna

V & R Editoras

MATILDARoald Dahl | Ilus. Quentin Blake

Alfaguara

UN DUETO OSCUROVictoria Schwab

Puck

50 IDEAS PARA CREAR Y JUGAR CON PEPPA

Altea

MIEDOKevin Brooks

Fondo de Cultura Económica

POR MARÍA FERNANDA GUILLOT

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RECOMENDADOS INFANTILES / JUVENILESEntrevistaonce

Luego de #Chupaelperro, el youtuber chileno que suma cerca de setenta

millones de seguidores en todas sus redes sociales, regresa al mundo editorial con Di hola, su primera y

esperada novela (Planeta)

“Fui escritor antes que youtuber”

POR Nando Varela Pagliaro

Germán Garmendia

2016) fue un best seller absoluto. Se trató de una serie de consejos divertidos, en línea con su producción visual. Ahora acaba de lanzar Di hola, una novela que relata la historia de Oscar, un escritor exitoso y pesimista, que cambia al conocer a Natalie, quien lamentablemente muere. Como legado, le deja una serie de videos con consignas, para que pudiera salir adelante.

Germán Garmendia (Copiapó, 1990) tenía apenas 20 años cuando empezó a subir videos a YouTube y su vida cambió de un modo abrupto. Actualmente es el segundo youtuber con más suscriptores del mundo y el primero hispano. Aun-que su talento incuestionable son las redes, tiene una fuerte pasión por la música y su sueño, como el de tantos, es llegar a Hollywood. Su primer libro #Chupaelperro (Alfaguara,

Kate Harker quiere demostrar que es inhu-mana y provocar terror en los demás. August Flynn quiere ser humano, pero es un sunai, el monstruo más poderoso. Los dos viven en una ciudad sesgada, bajo un acuerdo de paz que está a punto de estallar. Kate y August están entrenados para destruirse uno al otro. Sin embargo, no lo hacen. Lo que deciden es lo que Victoria Schwab narra en Una canción salvaje, un relato con sutilezas que encandilan.Un dueto oscuro es la secuela de esa novela. Kate Harker se convirtió en una cazadora de monstruos, tan despiadada como su deseo. August Flynn ya no reniega de su natura-leza, al contrario. Empezó la guerra y, con ella, nuevas epopeyas.

Hace treinta años, un 1° de octubre, se publicó un libro que rompió un estereotipo de la literatura infantil: el de las protagonis-tas sufrientes. Matilda no cae en la trampa de la victimización ni en la de la condes-cendencia. Con solo cinco años, es valiente, se cuida a sí misma, tiene empatía y una inteligencia poderosa. Matilda es una molestia para sus padres, dos personas tan mediocres como soberbias, que insisten en considerarla una estúpida. Las cosas no van mejor con la directora de la escuela, la cruel señora Trunchbull. Pero Matilda piensa y actúa. Se rebela contra la injusticia y la infelicidad. Hay muchos motivos para leer esta novela. Aprender de Matilda es solo uno de ellos.

¡Piedras, papel y tijera! También, retazos de tela, plasticola, brillantina, cartulina, harina, algodón y cualquier elemento que se pueda pegar, bordar o pintar. En este libro, Peppa Pig despliega propuestas de actividades en clave lúdica: invita a construir el submarino del abuelo Rabbit, conejitos de cartón, su teatro, la pulsera de la amistad, un castillo de cuento, el sombrero pirata de Danny, alas de hada y farolitos chinos, entre otras manuali-dades. También aporta consignas de juegos y relatos que convocan la imaginación. 50 ideas para crear y disfrutar con Peppa está sugerido para chicos de entre cuatro y siete años.

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–Muchos imaginan que está todo el día con el celular grabando videos. ¿Qué momentos se dio para la escritu-ra? Le dediqué todas mis tardes, porque por las mañanas para mí YouTube es todo. Después de comer siempre tengo tiempo para trabajar en cualquier otro proyecto. Igual, reconozco que fue muy complicado porque para mí es difícil estar sentado y pensar en una sola cosa. Siempre estoy con varias cosas a la vez, pero para el libro tuve que poner toda mi concentración. No puedo estar pensando un video si estoy escribiendo el libro. Fue un proceso de mucha disciplina porque si no iba a terminar la novela con muchos tonos diferentes.–Su relación con la escritura de un modo más profe-sional, por decirlo de alguna forma, ¿comienza con este libro o en sus videos hay mucho más guionado y no tanta improvisación como uno supondría? Cuando empecé en YouTube, en Hola soy Germán, mis videos esta-ban completamente guionados. Por eso creo que fui escritor antes que youtuber. Luego, cuando creé mi otro canal, Juega Germán, eso sí ya es más espontáneo: soy yo frente a la cáma-ra, mucho más relajado. Eso me dio la oportunidad de poder crear otras cosas. De repente ahí tengo la oportunidad de hablar de temas más serios. De este modo, les muestro otra parte de mí a mis seguidores. Eso me ha ayudado a hacer música y este tipo de libros, por ejemplo. Gracias a ese canal mi audiencia ya sabe que hay un montón de Germanes. –La escritura casi siempre suele ir de la mano de la lectura. En su caso, entre tantos viajes y YouTube, ¿cómo hace para encontrar tiempo para sentarse a leer? La verdad es que siempre trato de encontrar un tiem-po para leer, pero se me complica bastante. Para este libro he tratado de leer lo más posible con la intención de aprender de lo bueno y de lo malo de los libros que leía. No quería que nadie que leyera el libro dijera que es una novela amateur. Si bien es mi primera novela, no quería que se viese así. –¿Quiere mencionar algunos de esos libros que lo ayu-daron mientras escribía Di hola? Cuando te lanzas al mun-do de los libros es un mar muy grande y nunca sabes por dónde empezar. John Green fue como el primer paso, porque al ser ambos youtubers sentía que teníamos algo en común.–¿Piensa que tiene fecha de vencimiento el hecho de ser youtuber? Creo que la palabra youtuber tiene mucho que ver con la persona, con el creador. Como en la televisión hay programas que duran décadas y otros que están solo un verano, en YouTube es igual. Es muy importante cómo abor-das tu contenido, cómo te reinventas. La palabra youtuber en general es vista desde afuera y todos piensan que somos igua-les, pero luego si te metes adentro ves que no es así. Es como decir que la música es toda igual. Hay géneros, hay canciones más agresivas, más relajadas; hay canciones que duran para toda la vida y otras que suenan solo un añito en la radio y luego desaparecen, como el hit del verano. YouTube es lo mismo: hay muchos youtubers, muchos contenidos distintos, pero la duración depende solo del youtuber en particular.–¿Y ahora su camino va más por el lado de los libros

y la música o por el de los videos? Se puede hacer todo. Obviamente la música y los libros llevan aquí muchos años más, es un tema más sólido. En cambio, YouTube todavía se está redescubriendo. Sin embargo, hay youtubers que llevan diez años y siguen siendo relevantes en todo sentido. Ahora para saber si el tema de los youtubers seguirá dentro de veinte años más, depende de los mismos creadores. De cual-quier forma, yo creo que aún falta muchísimo para creer que esto puede acabarse. YouTube es un lugar donde cualquier persona puede crear y eso no se puede matar porque hay un montón de personas que constantemente están compartiendo su contenido y quieren estar en este medio. –¿Cree que para la gente de otras generaciones hay cierto prejuicio con el mundo YouTube? Me da igual porque creo que eso siempre va a pasar. Ocurrió lo mismo cuando estaba la radio y luego vino la tele. –Desde los chats hasta los videos, en la novela hay mucha tecnología que interfiere en las relaciones. En su caso, ¿cómo hace para tener vida más allá del celular y las redes? ¿Se pone ciertos límites? Es complicado porque es un tema que genera problemas que no existen. Es un telé-fono pero constantemente tu cerebro está pendiente de eso. Yo trato de hacer cosas puntuales: por ejemplo antes de dormir mi teléfono no está en la habitación. Lo dejo bastante lejos y en silencio para no pensar en eso. De esta forma trato de des-conectarme. Cuando estoy con mi novia, el teléfono lo pongo en mi bolsillo o mirando hacia abajo porque si no nunca paras, nunca estás en el lugar donde estás físicamente. La tecnología nos ayuda a conectarnos, pero al mismo tiempo nos desconec-ta. De cualquier forma, no creo que sea algo que empezó a partir de los smartphones, sino que viene pasando hace mucho tiempo. De hecho, hace poco vi un video sobre tres personas de más de cien años que daban consejos sobre su vida. Uno de ellos contaba que cuando tenía doce años se la pasaba con la radio hasta las cinco de la mañana. Eso de algún modo es muy similar al niño que ahora se pasa toda la noche jugando Fortni-te y se olvida que tiene que dormir. Eso me ayuda a entender que estamos lidiando con los mismos problemas. Si hemos sobrevivido a eso, posiblemente sobrevivamos a esto también.–A partir de las redes sociales, ¿piensa que es inevitable que las relaciones sean cada vez más efímeras? Creo que los millennials nos tuvimos que acostumbrar a lo nuevo, pero la generación Z ya nació con eso. Como cuando apareció Face-book y nos conectó con todo el mundo, pero más allá de que te conecte, también te empiezas a obsesionar con ciertas cosas. –Por último, ¿cuándo siente que tuvo un día produc-tivo? Si no trabajé en YouTube siento que no hice nada. Luego necesito tener un par de reuniones y ahí una vez que las termino ya me siento bien, siento que terminé el día. Lo demás ya es extra. –¿No necesita hacer nada que tenga que ver con lo físi-co o con lo espiritual? Trato de pasar tiempo de calidad con las personas que están alrededor mío, pero eso no lo veo como algo productivo sino como algo que me genera alegría

–Empecemos hablando del libro, ¿cómo surgió la idea de la novela? Lo complicado fue pensar en la historia de Natalie y Oscar, pero no solo en su historia, sino también en el tipo de personajes y en su esencia. Para eso lo que hice fue mi-rar mucho hacia atrás y traté de pensar por qué estas dos personas son así, por qué se encontraron y por qué tienen sentido. Con Oscar se me complicó bastante porque muchas veces es una

persona difícil de querer ya que es bastante egocéntrico y muy enfocado en sus miserias. A pesar de que tiene mucho éxito, siempre se las ingenia para hacerse la víctima. –Me habla de Oscar y Natalie, ¿con cuál se identifica más de los dos? ¿Hay cosas de ambos en usted? Creo que ellos dos tienen un poquito de todos porque todos en algún momento somos bastante pesimistas, estamos centra-dos en nosotros mismos, pero también somos personas que, de vez en cuando, tratamos de ver el lado positivo de los pro-blemas e intentamos levantarnos con el mejor ánimo posible. Quizás no siempre, pero estamos todo el tiempo pingponean-do entre Natalie y Oscar.–Viene de las redes sociales, donde el feedback es casi inmediato; en la literatura eso es muy distinto. ¿Cómo está haciendo para manejar la ansiedad? Es bastante raro porque yo estoy acostumbrado a que subo un video y al segundo ya veo si gustó o no. Aprendes y sigues avanzando. En cambio, con el libro el proceso ha sido más largo. Hasta el día de hoy, en las firmas de ejemplares, la mayoría llega con el libro a medio leer. Son muy pocos los que lo han terminado porque el tiempo ha sido escaso desde que lo lancé, pero por suerte hasta ahora he recibido un buen feedback. Además, mis nervios son mayores porque el libro no tiene nada que ver conmigo, simplemente es una historia que yo creé. Todo es tan nuevo que no sé si va a funcionar, si las personas que lo van a leer van a tener la sensación de que leyeron algo que les ayudó o que los transportó a alguna historia. –¿Le da miedo la repercusión que pueda tener? Por-que es la primera vez que no pone su cuerpo en un proyecto… Es complicado porque siempre estoy contan-do historias, pero siempre estoy delante de cámara y mis seguidores siempre están involucrados con eso. Además, como hago videos todos los días, si alguno no es bueno me lo perdonan porque sigo siendo yo, pero ahora es totalmente di-ferente. Aunque también debo decir que lo pensé así: quería lanzar algo que no tuviera nada que ver conmigo, quería que si alguien llegara a pasar por una librería y viera el libro, lo juzgue por el contenido y no por quién lo escribió.

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Lyna VallejosEntrevistadoce

La youtuber y gamer argentina, que reúne casi siete millones de

suscriptores entre sus tres canales, finalmente concretó lo que siempre

quiso desde chica: escribir un libro. Una familia anormal (Altea)

es ya un éxito entre el público infantil y juvenil. ¿Cómo creó sus personajes? ¿En qué se

diferencian los seguidores virtuales de los lectores reales? ¿Cuál es el límite entre la niñez

y la adultez? Aquí algunas de sus respuestas

Lyna Vallejos (Buenos Aires, 1994) no se cansa. No para y no se cansa. Tampoco se conforma. Siempre quiere hacer un poco más para llegar a sus miles y miles de fans que tampoco se cansan y van con ella a donde ella los lleve. Ahora además de entretenerlos con sus videos en YouTube –tiene canales de gaming (Lyna), de su vida y sus viajes (Lyna Vallejos) y de sus peluches (Lyna y sus juguetes)– los hace leer. Una familia anormal (Altea, 2018) es un libro que podría descri-birse como una condensación de todos ellos. Lyna, Melina, la Abuela Rita y el Señor Pato, personajes ya conocidos para los seguidores de la autora, realizan una búsqueda del tesoro que se convierte en un videojuego a medida que los obstáculos van apareciendo.–Cuando recién empezaba su carrera como youtuber le tuvo que explicar a su madre el significado. ¿Qué implica hoy en día? Para mí ser youtuber hoy es básica-mente el 90% de mi vida. Le dedico mucho tiempo, me gusta mucho. Yo había estudiado Comunicación y en un momento descubrí YouTube y me pareció que era la mejor manera de comunicarme sin que nadie me dijera cómo, cuándo ni por qué. Está bueno que se vaya teniendo en cuenta y compren-diendo porque es a lo que nos dedicamos y está bueno que la gente empiece a entenderlo.–Sí, porque está muy instalado la idea de “bueno, pero, ¿a qué se dedica?”. Claro, “¿qué hacés? ¿Hacés videos?”. Sí pero no es solo hacer videos. Ser youtuber implica muchas cosas porque sos tu propio productor en todo: sos el que filma, sos el que edita. Tenés que ir desde la parte creativa hasta la parte de producción; todo lo tiene que hacer uno. Después la satisfacción es enorme, pero es verdad que lleva mucho tiempo.–Usted además tiene muchos canales... Yo empecé con un canal de gaming y después de eso empecé a explorar YouTube y ver qué otras cosas me gustaban. Me gustaba la comedia, me gustaba hacer blogs sobre mi vida, sobre mis viajes, me gustaban los juguetes. Hoy ya pierdo la cuenta de cuántos canales tengo pero eso te mantiene todo el tiempo trabajando. Porque cuando terminaste en uno, empezás en otro, cuando terminás en ese, empezás en el otro, y después decís “bueno, vamos a hacer un show” porque está bueno te-ner a la gente cerca, está bueno ver a la gente a la que le ha-blás, porque al estar atrás de una pantalla a veces uno pierde la noción. Uno ve que tiene cien mil vistas en un video pero no llega a comprender tal vez que son cien mil personas que vieron ese video. Cuando uno tiene ese contacto cara a cara, como es en una firma de ejemplares o en un show o en cual-quier cosa que se haga por fuera, es muy bueno porque te da una idea de lo que es la dimensión, más allá de los números que se ven a través de la pantalla. Romper esa separación de lo virtual siempre es genial. Y sí, yo soy medio multifacética, siempre intento ir a un montón de lados porque me gusta siempre llegar a la gente. Llegar y poder estar cerca.–¿Cómo es su relación con la gente? ¿Es diferente la dinámica con los seguidores de YouTube que con los

lectores del libro? Creo que es más o menos la misma porque el público es el mismo. Las reacciones cuando me ven son iguales. Pero sí me ha pasado que los padres lo tomaran de otra manera. Cuando hago videos en YouTube los padres me dicen “gracias por entretener a mi hijo” pero con el libro muchos se me acercaron a decirme “gracias por hacerlo leer”. Porque con los chicos siempre es el fervor de abrazarnos y de-más. Pero con los padres se ve esa diferencia. Me pareció algo muy genial que los padres se me acercaran a darme las gracias por haber escrito un libro. Y me pasaron un montón de cosas; por ejemplo, conocí la historia de una chica que era disléxica y que nunca había podido leer un libro, y la madre me dijo “estoy muy emocionada porque mi hija pudo leer tu libro y fue el primero que leyó”, y a mí casi se me partió el corazón. –¿De dónde surgió esa necesidad o deseo de escribir un libro? Leer siempre me gustó. Y yo siempre pensé en que algún día iba a escribir un libro. Lo pensaba antes de ser youtuber y esto no tiene nada que ver con lo que podría haber escrito. A mí me gustaba el misterio… Quizás, como Evelyn, hubiese escrito un libro de misterio. Pero era un plan pen-sando “algún día lo haré”. Y cuando me propusieron hacer un libro yo dije que sí, sin dudarlo. No lo dudé porque era algo que venía pensando y que siempre había tenido ahí desde mi adolescencia, que me gustaba pero me daba miedo porque no es que un día te levantás, escribís un libro, lo publicás y sos exitoso. Algunos sí y otros no. Siempre está ese miedo. Entonces cuando me lo propusieron dije que sí y enseguida me puse a pensar de qué se iba a tratar. Y decidí inclinarme hacia la literatura infantil. Al principio pensé que iba a ser muy difícil escribir algo para chicos porque nunca fue algo que me había planteado hacer. Escribirlo fue un desafío, sobre todo porque intenté que el libro fuera cómico y es difícil hacer reír y me daba miedo fracasar en eso. Fue un reto pero la ver-dad es que la pasé muy bien. Cuando se me iban ocurriendo las ideas y las iba procesando no podía creer que estuviera escribiendo eso. Se lo mostraba a mi hermana, que es el otro personaje que aparece en el libro, para que me diera su visión, porque obviamente al estar trabajando con el personaje de otra persona tenés que ver que esa persona se sienta cómoda con lo que estás escribiendo, y ella se reía. Entonces yo pensaba “si la pude hacer reír a ella estamos bien”. Iba viendo ese ida y vuelta, también con mi esposo y él se reía. Me pareció muy divertido el proceso de creación.–Hay algo muy interesante en el libro que es que no se toma a los niños como personas ingenuas sino como personas pensantes. El libro tiene ironía, humor, suspenso. Claro. Cuando empecé a plantear el libro y sus personajes lo primero que pensé fue en hacerlo con el tema de la familia que es algo que ya en los canales de YouTube lo muestro mucho. De hecho tengo un show que se basa en la abuela, mi hermana, yo y el pato. Quería usar a los mismos personajes. Sobre todo el personaje de la abuela me parecía un personaje muy rico porque es un personaje bizarro en sí mismo, permite mucho juego, permite hacer chistes que

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Esta entrevista fue filmada. Pueden verse algunos

fragmentos destacados en nuestras redes

yenny.elateneo

yenny_elateneo

LLEGARY ESTAR CERCA

POR Martina Leunda

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el personaje mío o de mi hermana no harían pero al ser la abuela una persona mayor, más experimentada, que vivió más, permitía un juego de humor distinto. Si bien la obra es infantil me parecía interesante hacer algún guiño para que supieran que no los estaba tomando por tontos sino que yo sé que ellos entienden. De hecho me llegaban las críticas porque yo pedí que me dijeran qué pensaban del libro. En-tendieron todo y está bueno. No quería hacer un libro plano. Quería que lo leyeran y sintieran que no le estaba hablando a un niño, que le estaba hablando a una persona. Y funcionó. –En los personajes también aparece el traspaso del límite entre la adultez y la niñez. Hay momentos en los que pareciera que las niñas fueran las adultas y la abuela la niña. Sí. La abuela tiene esa cosa. Cuando empieza el libro digo que todos pensarían que es una ado-lescente si no fuera porque no ve nada, porque tiene signos de la edad. A veces se comporta como chica y a veces se comporta como grande, o tiene rasgos de persona grande. Es un personaje que es niña y adulta a la vez. Y las chicas también pasan por ese proceso de comportarse como nenas porque ven un tesoro y quieren ir y no les importa nada, pero a la hora de estar en el lugar frenan y piensan que no es todo tan fácil y tienen que enfrentarse a algún obstáculo. Está eso de que las chicas ocupan el lugar de ser las perso-

nas que piensan y la abuela es más impulsiva, y a veces eso se revierte.–También se mezclan las esferas entre literatura y los videojuegos. Este libro está estructurado como si fuera uno. ¿Eso fue premeditado o surgió? Cuando empecé a pensar el libro decidí que quería escribir algo con lo que los chicos se sintieran identificados. Que lo encontraran parecido a lo que yo hago en otras plataformas y se sintieran atraídos por ese lugar. Empecé a pensarlo desde ese lado y a diagramar los personajes en base a su comportamiento en los videos. Lo que hice fue planteármelo en la cabeza como un video de YouTube largo. ¿Cómo contaría yo una historia larga en YouTube? ¿Qué historia haría? Y de ahí lo pasé a escrito. Ese fue el principio. Después empecé a pensar parte por parte y hubo partes en las que hice guiños a los juegos a los que juego. Por ejemplo, en una parte que tienen que saltar obstáculos es una modalidad que se llama parkour, que hay en juegos como Roblox y Minecraft. Entonces metí en el libro un pequeño guiño de lo que hago en el canal. –¿Qué proyectos tiene en mente? Tengo varios proyectos a partir del año que viene. Los shows se van a seguir haciendo porque me encanta el teatro. Probablemente se haga algún jue-go mío. Y además de eso me gustaría seguir escribiendo porque la verdad es que me pareció muy genial la experiencia

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Con dos nuevos libros recientemente editados, Felipe Pigna apuesta a acercar aún más la Historia a los lectores más chicos. En Mujeres insolentes de la Historia recorre una galería de mujeres que desafiaron las convenciones de su época en pos de ampliar los derechos femeninos. En El cruce de los Andes en cambio intenta contar de manera novedosa un relato conocido, valiéndose de los eficaces recursos de la historieta

Entrevistatrece

A prueba y errorCarlos Tramutola

POR Antonela de Alva

El ingeniero industrial confiesa cómo dejó su trabajo en Techint para comenzar un proyecto propio vinculado a su pasión por los libros. La necesidad de interactuar con personas que sintieran lo mismo lo llevó a crear Alibrate, una red social de lectores en español con setenta mil usuarios en todo el mundo

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Carlos Tramutola (Buenos Aires, 1972) trabajó siete años como Gerente de Desarrollo Social en Techint hasta que sintió que su puesto había cumplido un ciclo. Incluso tenía ganas de empezar un proyecto propio pero no sabía cuál. Recién en 2016 decidió renunciar y hasta que finalmente lo hizo se dedicó a pensar. Durante ese proceso de transición, leyó algunos libros que no le gustaron y no encontraba con quién poder compartir sus opiniones. De ese vacío surgió la necesidad de crear una red social de lectores. Tras varios encuentros con amigos, le fue dando forma a Alibrate (www.alibrate.com), donde los usuarios pueden crear una biblioteca personal (organizando los libros que leyeron o quieren leer), escribir reseñas, ver videos de recomendaciones especiales y estar al tanto de noticias sobre literatura. –¿En qué momento se le ocurrió la idea? Yo me suelo juntar cada quince días con amigos a comer un asado y jugar al póker. Y una vez pregunté si alguien había leído unos libros que tenía y no me habían gustado. Nadie lo había hecho.

Somos siete: hay cuatro que no leen, uno que lee novelas históricas y del resto ninguno había leído eso. Ahí sentí que no podía depender de mis siete amigos porque era muy poca la probabilidad de que alguno hubiera leído un libro en particular, salvo que fuera un súper clásico. Ahora si el libro tiene una tirada de diez o veinte mil ejemplares, en algún lado tiene que haber alguien que lo haya leído. Entonces se me ocurrió que con la tecnología podía juntar a esos veinte mil y que cada uno pudiera opinar. Empecé a conectar un par de cabos y me pareció que faltaba un lugar donde estuviera toda esa información con opiniones de los lectores sobre los más variados libros. Armé un equipo con cuatro amigos y los invité un par de veces a casa, a tomar unas cervezas y discutir la idea. Les pregunté si les interesaba más descubrir nuevos libros o conectarse con otros lectores. A uno le gustaba lo primero, a otros lo segundo. Cuando descubrí que existía Goodreads, mi idea no tenía esa forma todavía. Lo empecé a usar y me gustó pero estaba en inglés. Me costaba mucho. Sé hablar inglés pero prefiero leer reseñas en español. Y no había un espacio para los que hablamos en español. Algunas cosas las hicimos parecidas a Goodreads, otras diferentes. –¿Cómo logró saltar desde una multinacional a un pro-yecto propio? Hay que ser aventurero, yo lo soy. Dejé un trabajo muy cómodo y diferente. Fue una decisión casi devo-cional porque le doy un valor muy grande a estar entusiasma-do con la vida. Y yo con esto estoy entusiasmado. Me gusta crear algo de cero. Además, está el entusiasmo que uno pone a los proyectos que son propios. Yo me quedo trabajando los sábados y no me molesta. Eso no te pasa cuando trabajás en relación de dependencia. Lo hago porque me divierte, no lo siento como una carga. Eso para mí no tiene precio. Estar entusiasmado y entretenido con lo que estás haciendo vale mucho pero no es para todas las personalidades: hay otros que prefieren la seguridad y aburrirse un poco. Para mí el aburrimiento es lo peor del universo.–¿Tiene miedo de aburrirse con esto en algún mo-mento? Sí, tengo miedo de tener una personalidad que se aburra fácil. Igual no me puedo aburrir con esta sensación de posible fracaso constante. Me conformo con estar varios años con esto y que sea un proyecto que se vuelva rentable, que sea exitoso y que funcione, que haya sido una idea que le sirvió a mucha gente.–¿Es rentable? No creo mucho en industrias que sean más o menos rentables. Si uno hace el trabajo correcto y ofrece algo que falta, que la gente necesita, en general se vuelve una forma rentable.–Alibrate depende de usted y sus socios. ¿Qué rol cumplen los lectores? Lo usan mucho para descubrir nuevos libros, a partir de leer lo que otros escriben, reseñan, leen, recomiendan. Todo desde el celular. Otra función que valoran es la posibilidad de armar una especie de biblioteca virtual, marcando los libros que leyeron o están leyendo. Hoy

hay gente que no tiene la biblioteca en su casa, con todos los libros que leyó en su vida. Muchos leen y regalan, ni hablar de los que leen ebooks, y acá podés marcar todos los libros que leíste, comentarlos, reseñarlos, etc. También podes or-denar los que tenés pendientes de leer. Otros valoran mucho encontrar gente, comentar, compartir likes. A mí me pasa. Yo escribo una cita de un libro en mi Facebook y la mayoría de mis amigos no son lectores, me hacen bromas. Acá estás rodeado de gente de distintos países que lee, que le gusta eso. Es un lugar donde compartir tu pasión por la lectura. Creo que encuentran eso. Alibrate aporta voluntariamente e involuntariamente. Si yo estoy pendiente del like de la reseña que escribí, entonces entro, escribo otra reseña o leo otra cosa. Paso cinco, diez o veinte minutos de mi vida hablando sobre libros. Son mucho más positivos para la humanidad esos minutos que pasé discutiendo por un libro que esperar un like por la foto de mi perro. Una vez, un chico contestó en una encuesta: “Por fin voy a poder usar mi tiempo en redes sociales de un modo más productivo”. Estamos vivos y encima encontramos un lugar en Internet donde podemos fortalecernos. Yo creo que la red ayuda compartir y debatir lecturas, a que permanezca vivo el libro. No sé si ayuda a generar nuevos lectores, puede ser. –¿Ya se han generado comunidades? Aún no. Tenemos pensado hacer foros y ese tipo de cosas. Sí hay perfiles, de eda-des, de lectores que siguen juveniles, que hablan y se comen-tan entre ellos. Algunos siguen más a los de su país, otros no. Estamos desarrollando formas de habilitar más interacción.–¿Cuál es el público objetivo? Es muy difícil. Seguro tenemos más mujeres que hombres. Te diría que cerca de dos tercios son mujeres. Después, en términos de edad es muy amplio. Con respecto a los países llegamos a México, España, Argentina, Colombia, Perú y países de habla no-hispana como Israel o Estados Unidos con gente que habla en español. –¿Fue un desafío lograr interacción con la platafor-ma? Nos llamó mucho la atención la vocación de la gente por escribir reseñas. Tenemos más de 25 mil. Más que casi cualquier plataforma que encuentres de libros. La gente tiene mucha vocación por compartir. Supongo que con Trip Advisor pasó algo parecido. Hay un usuario que escribió seiscientas reseñas y además le comenta a otros. Como en todo, tenes gente que es muy activa y otra que es muy pasiva. Pero no, no costó tanto. La clave está en darle a la gente el lugar para dar likes, escribir, buscar. Tiene que ser cómodo, intuitivo, todo tiene que fluir.–¿Qué requiere un proyecto tan incierto? Confiar en la intuición y estar dispuesto a equivocarte. Tenés que estar psicológicamente abierto a equivocarte y a aceptarlo, probar, animarse a jugar con cosas. Y estar dispuesto a recibir la crí-tica de los usuarios. Vas a seguir mejorando pero en el medio es difícil. Esto puede funcionar mal un día. Lo importante es ir corrigiendo los errores

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POR Agustina Zabaljáuregui

La expansión del turismo oscuro es tal que ya tiene su propia serie de Netflix. Se llama Dark Tourist y en ella un periodista neozelandés, David Farrier, viaja sometiéndose a los tours más raros y tétricos de los cinco continentes.El término fue creado en 1996 por dos académicos escoce-ses del departamento de Hospitalidad, Turismo y Ocio de Glasgow Caledonian University, cuando intentaban ponerle un nombre a este gusto por visitar lugares relacionados con el dolor, la muerte y lo macabro. El tanatoturismo, como también lo llaman, es objeto de estudio en todo el mundo y su alta demanda se ha convertido en un misterio que todos quieren descifrar. Uno de los expertos argentinos en la materia es Maximiliano Korstanje y él lo define de este modo: “Para que haya turismo oscuro, el principal elemento que ha de darse es la thanaptosis, de thánatos (muerte), un proceso por el que el sujeto interpela y prefigura su propia muerte a través de la muerte de otro”.Lo cierto es que hay distintos niveles de turismo oscuro. No es lo mismo visitar cementerios o lugares donde ocurrieron batallas famosas que hacer la ruta de asesinos seriales o luga-res donde han ocurrido desastres nucleares. También existen distintas razones para visitar estos lugares. No todo es morbo en el tanatoturismo, especialmente con destinos donde han ocurrido numerosas muertes y queda una herida colectiva que se busca asimilar, entender un hecho y rendirle home-naje. Korstanje asegura al respecto: “El turismo ha demos-trado ser un mecanismo de resiliencia formidable, y muchos espacios de destrucción o de trauma social como el Ground Zero de Nueva York o Nueva Orleans se reconstruyen por medio de una alegoría, un discurso creado para otros que se acercan para comprender por qué ha pasado lo peor”. El turismo oscuro no es algo nuevo, a pesar de que no hace tantos años que tiene ese nombre. En tiempos del Imperio romano el entretenimiento por excelencia era ver gladiado-res matándose en la arena del Coliseo. Durante la Edad Me-dia eran muy comunes las peregrinaciones, consideradas hoy parte del fenómeno. Ni hablar de las quemas de infieles a las que todo el pueblo asistía. Incluso el primer tour guiado de Inglaterra fue un viaje en tren para asistir al ahorcamien-to de dos asesinos. Entre fines del siglo XVII y comienzos del XVIII, se pusieron de moda las visitas a cementerios, campos de batalla y castillos con presencias paranormales. Esto último se incrementó más tarde, con la influencia de la literatura gótica. Tal vez la existencia de ofertas extremas en el turismo

Tema de tapaseis

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Turismo oscuro,una extraña manera

de viajar

A la hora de elegir lugares

para vacacionar cada uno tiene

sus preferencias. Algunos

solo quieren estar en posición

horizontal sobre la arena

escuchando la música de las

olas. Otros disfrutan de hacer

trekking en zonas montañosas

y mojarse cada tanto los pies

en un lago gélido. A la vez

están aquellos a quienes les

gusta probar comidas exóticas,

aprender idiomas nuevos y

conocer culturas distintas.

Pero también hay quienes

optan por el contacto directo

con la destrucción. Para ellos

existe el turismo oscuro, una

tendencia a la hora de viajar

que no para de crecer

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Con dos nuevos libros recientemente editados, Felipe Pigna apuesta a acercar aún más la Historia a los lectores más chicos. En Mujeres insolentes de la Historia recorre una galería de mujeres que desafiaron las convenciones de su época en pos de ampliar los derechos femeninos. En El cruce de los Andes en cambio intenta contar de manera novedosa un relato conocido, valiéndose de los eficaces recursos de la historieta

armas y les roban sus pertenencias. Sin comida y con poco que tomar, los excursionistas siguen camino por el desierto bajo el rayo del sol. Hasta que tienen otro simulacro donde un grupo de mexicanos personificados como narcos les terminan de robar lo que les queda y a algunos se los llevan secuestrados. Según dicen, todo esto es algo común en el trayecto a la frontera. Cuando finalmente llegan, los esposan y los meten en camionetas.También son muy famosos los sitios relacionados con la actividad paranormal. En Argentina existen propiedades antiguas donde han ocurrido muertes trágicas, que han sido abandonadas y que hoy son los destinos más elegidos por los fanáticos del espiritismo. Uno de ellos es el Gran Hotel Vie-na, ubicado en Miramar, provincia de Córdoba. Fue elegido como el lugar de mayor actividad paranormal de Latinoamé-rica por la serie estadounidense Ghost Hunter International. Quienes lo han visitado aseguran haber escuchado fuertes golpes en las paredes y haber visto una mujer mirando fijo por la ventana de la habitación 106, y a niños corriendo por los pasillos y luego esfumarse. Para los más valientes se ofrecen visitas nocturnas. Una historia similar tiene el hotel Edén de La Falda, también en Córdoba. Ideado por un ex oficial del ejército alemán, hoy le adjudican a sus oscuros orígenes los espíritus que vagan en los pasillos. De acuerdo al mito, es una nena que invita a los hijos de los turistas a jugar en su habitación. Sitios como estos hay en todas partes del mundo. Uno de los más visitados es el bosque Jukai, en Japón. Este lugar es fa-moso por su gran cantidad de suicidios, más de cien por año. Los turistas oscuros se internan en él para ver las sogas que aún cuelgan de las ramas y algún cadáver aún no descubier-to. Muchos aseguran que la energía del lugar es muy densa, la gente suele sentirse mal y hay quienes han visto fantasmas que desaparecen entre los árboles.El abanico de variedad que tiene el tanatoturismo es amplí-simo. En Colombia existen los narco tours donde te llevan a conocer todos los sitios relacionados con Pablo Escobar. Lo llamativo es que los guías son ex protagonistas de la his-toria. Es posible visitar, junto al ex sicario Popeye, la cárcel cinco estrellas que el colombiano se mandó a construir para no ser extraditado. O también conocer los secretos del patrón del mal relatados por un ex policía corrupto que recibía dinero del cartel. “Ahora todos aquí ganamos más dinero con Pablo Escobar muerto”, confiesa en la serie Dark Tourist. También hay tours que te llevan a ver los lugares donde los asesinos más sangrientos del mundo cometieron sus crímenes. Desde Jack el Destripador en Londres y la familia Manson en Hollywood hasta Emilia Basil en Buenos Aires. Para aquellos que prefieren estar más cerca de la muerte que de la playa tienen múltiples opciones para mantener la adrenalina alta

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oscuro esté relacionado con que la humanidad ha perdido la capacidad de asombro y necesita vivir experiencias cada vez más fuertes para sentir algo. Un ejemplo de esto es McKamey Manor, la casa del horror ubicada en Tennessee, donde la gente va a ser torturada física y psicológicamente. Cualquiera puede pensar que es la peor idea que a alguien se le pueda ocurrir para pasar sus vacaciones, sin embargo hay listas de espera de 24 mil personas. El periodista David Farrier probó suerte para la serie de Netflix y no duró más de quince minutos. Russ McKamey es quien está a cargo de hacer pasar a sus visitantes el peor momento de sus vidas. Lo más extraño es que no cobra por el servicio, lo que da la idea de que realmente lo disfruta. Solo pide una donación de comida para sus perros. Este personaje espeluznante estuvo 23 años trabajando para el ejército estadounidense y si algo apren-dió es cómo torturar gente. Según sus propias palabras: “Te puedes ir con cortes, moretones, esguinces. Quizás un hueso roto o quizás te mueras. Puede pasar”. Aún no ha ocurri-do, pero sí un par de infartos, que pudieron ser tratados a tiempo. El tour comienza con una firma de contrato de 45 páginas, donde el interesado tiene que dar permiso, punto por punto, a las torturas más espantosas. Luego McKamey avisa a la policía local que su show está por empezar así no se presentan patrulleros atraídos por los gritos.Otra experiencia turística para adictos a la adrenalina es la simulación de ser inmigrantes ilegales en la frontera de Mé-xico con Estados Unidos. El tour cuesta cincuenta dólares y comienza a las siete de la mañana, con los maltratos de un hombre enmascarado que se hace llamar El Comandante. Al parecer el ahora devenido en guía, solía hacer este trabajo en la vida real y vio demasiada gente morir en el intento. Según él lo hace para concientizar sobre los horrores que viven los mexicanos al tratar de cruzar la frontera. La caminata dura unas seis horas. En el camino un grupo de actores, muy convincentes, apuntan a los turistas con

Entrevistacatorce

¡Viva la experiencia!Andy Clar

POR Antonela de Alva

Con Chicas en New York, la bloguera saltó de la web al libro y fue un éxito. Decidida a ampliar la experiencia, puso el foco más allá de la Gran Manzana y el resultado fue Chicas de viaje por el mundo (Planeta). Aquí nos cuenta sobre los nuevos modos de viajar y se descubre a ella misma, como en cada destino donde elige perderse

Dark Tourist, Netflix, David Farrier

Andy Clar (1973) es la creadora de Chicas en New York, un blog que se convirtió en una reconocida marca que ofrece desde viajes grupales a distintas ciudades hasta tarjetas de crédito con beneficios. Siguiendo su pasión por los viajes, primero publicó un libro homónimo y ahora acaba de lanzar Chicas de viaje por el mundo, una extensa guía que incluye relatos de experiencias propias, y de gente a la que admira, en diversos puntos del planeta.

–¿Cuáles cree que son los nuevos modos de viajar? De algún modo, usted descubrió uno… Cuando yo empecé no había tantas redes sociales, estaba Facebook. No nos enterába-mos de lo que la gente hacía minuto a minuto, todo el tiempo, como pasa con Instagram ahora. Sabés a dónde van, dónde están, ponés la geolocalización, decís “este fue acá” o “este tiene onda, fue ahí también”, lo seguís y vas armando tu ruta. Cuando surgió Chicas en New York no existía eso y, en algún

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momento, fue lo primero que empecé a hacer. De hecho, cuando arrancó Instagram, puse ahí Chicas en New York e hizo furor. Creo que la nueva forma de viajar es no viajar. Hay una nueva forma de viajar que es desde el sillón de tu casa y tiene que ver con la cantidad de información que tenemos. Sabemos tantas cosas, tantas, que antes de viajar, ya viajás. Sabés un montón de cosas pero lo que te falta es la experiencia. Y, creo que lo más lindo del viaje, justamente, es lo que vivís cuando estás ahí. Me parece que la nueva forma es, un poco, equilibrar entre todo lo que vas viendo, recibiendo, tomar la decisión de

adónde ir y después ir y dejarte, perderte. Sabiendo lo que hay, perderte. Esa es la forma que me gusta a mí. –Frente a esa posibilidad de viajar sin viajar, ¿cómo animarse a tener una experiencia y no aislarse? Creo que esto dispara para dos lugares: por un lado, la parte del trastorno de quedarte en tu casa, que pasó siempre pero antes no se sabía. A esa gente le das la posibilidad de mirar por la ventana. A los que no quieren y a los que no pueden, porque también hay gente que no puede viajar porque no tiene presupuesto. Para ellos es una posibilidad de soñar, de ver otros mundos, de abrir un poco el panorama de lo que conocen. Después, para los que sí tienen la posibilidad de viajar, esto de estar todo el tiempo atrás del celular, te aleja un poco de vivir la experiencia en 360 grados. A veces, subo un posteo en Instagram de lugares instagrameables y quieren ir al lugar donde se hace la mejor foto. Me dije que no lo iba a hacer más para que vayan a vivir. Yo te muestro lugares que están buenos, vos después andá y encontrá los rincones. Me parece que eso forma parte de la experiencia. Mirá con otros ojos y no solamente a través del celular. Después sacarás la foto pero hay que estar atentos para sacarse una foto. Si no estás atento y solamente vas porque viste una foto ahí, porque es una esquina linda para fotografiar, vas, te parás, la tomás y listo. Lo demás no lo viste. –En las redes sociales solemos ver solo un recorte de la experiencia de viaje, ¿cuál cree que es el rol de la emoción en todo eso? Mucho. Es más que el presupuesto. Una nota de las más leídas en la página es “Qué hacer en New York sin gastar un solo dólar”. Siempre vas a encontrar cosas para hacer en las que no necesites gastar plata pero siempre necesitás estar, entregarte, estar abierta a conectarte, no con el celular sino con la ciudad. Sentarte en un parque, comprarte algo rico y sentarte abajo de un árbol aunque sea sola. Abrir un libro, ver cómo se comporta la gente en otras ciudades, sentarte en mesas comunales. Siempre que viajo me siento en la barra o en mesas comunales y hablo con la gente, le pregunto cosas: “¿Dónde te gusta bailar?”, por ejemplo. Aparte yo no hablo ningún idioma, nada. Y me las ingenio, siempre encuentro la forma de comunicarme. El miedo al idioma es un “temón”. Te vas a reír. Yo no hablo inglés, fui a un colegio del Estado y no había presupuesto para que me pagaran una profesora de inglés y, de grande, tendría que haber aprendido. Cuando fuimos a Turquía, las chicas estaban con “Qué desesperación, no puedo hablar con nadie”. Para mí es exactamente como viajar a cualquier lado.Es mucho más lindo, la pasamos bomba. Te divertís también, de otra forma. Obvio que es mucho mejor hablar inglés y comunicarte porque podés llegar mucho más en profundidad a muchas cosas. Pero hay países en los que no hablan inglés.–¿Cómo rompe la barrera idiomática entonces? Con Kari, mi amiga y socia, decimos que nosotras hablamos el idioma del amor y es así, es verdad. Cuando uno tiene ganas, se comunica. En Tokio, particularmente, son muy amables a nivel cultural. Vos te acercás y les tirás dos o tres palabras

en inglés –ellos hablan como yo–. Algunas cosas entienden pero capaz no te saben contestar, entonces dejan lo que están haciendo (están con su maletín yendo al subte, para ir a tra-bajar), te piden que los sigas y te llevan adonde vos necesitás ir. Tienen esto de pensar primero en el otro y después en ellos, eso es lo que los hace hacer cosas diferentes. –¿Qué le enseñó viajar? A no ser prejuiciosa. Hay una tendencia algo natural a primero mirar lo que hay y después entender lo que viene. Primero uno juzga por lo que ve, de hecho hoy es más habitual que de costumbre. Ponés una foto en una red social, contás algo y, sin saber nada, opinan de cualquier cosa. Yo tengo una comunidad impresionante y casi no me pasa pero lo veo en otras chicas. Entro y, ¡qué mal-dad! ¿Por qué? Si no saben. Creo que eso tiene que ver con prejuzgar. Y viajar me enseñó eso. Para poder identificar los lugares, o conocer la sociedad de esa ciudad, armar un circuito, lo primero que tenés que hacer es ser desprejuiciada y decir “a ver, no sé nada de este lugar, voy a mirar todo” y, después, hacer una evaluación. Eso también lo llevo a mis relaciones. –¿Qué cree que le aportaron las redes sociales al turis-mo? Por un lado, las redes dan herramientas, información que uno puede linkear a determinados gustos, intereses, de gente que más o menos nos gusta, y así ir eligiendo lugares. Por eso, en los libros que escribo nunca escribo sola. Siempre está la mirada de otras personas, a las que yo admiro o de las que me gusta su forma de vivir. En Chicas de viaje hay hombres y mujeres que cuentan su experiencia. Por ejemplo, Tefi Russo habla de Mallorca porque vivió ahí. Sabe más que yo. Gonzalo Bonadeo habla sobre Londres. Yo fui pero me encantó que lo escribiera un hombre porque tiene otra mirada. Me parece que eso es lo que tienen las redes y por eso quise transmitirlo en el libro. Antes existía una sola mirada que era la del autor. Ahora podés matchear la mirada de cada uno de ellos con tus gustos y con otros que, capaz te gustan, y hacer tu propio mapa.–¿Y qué opina sobre las comunidades? Es muy gracioso porque justo estuve en Facebook hace dos semanas hablando de eso y el responsable me preguntó: “¿Cómo hacés para formar comunidad?”. Y yo le dije que nunca en mi vida armé una comunidad, le pedí que me enseñara, por favor, porque no tenía ni idea de cómo armar una. Él me miró y me dijo que no lo podía creer, que fuera un día y que me enseñaba. No tengo idea, no sé. Creo que está bueno si después lo pasás por el tamiz del objetivo de tu viaje. Siempre hay un objetivo detrás del objetivo turístico: ¿Por qué querés ir? ¿Por qué te querés ir? ¿Por qué tenés ganas de viajar? ¿Qué es lo que te pasa? Están los viajes más reparadores o sanadores, gente que viaja porque no puede más, que se separó, que está triste. Y hay gente que hace viajes más técnicos, que le gusta ir y hacer la ruta que hay que hacer, el recorrido típico y si no fuiste al MET o al MOMA sos terrible…–¿Pensó en hacer comunidades con hombres? ¿En qué sentido? (risas). Soy de las que cree que nada mejor, a nivel producto, que apuntar a un nicho. Cuánto más específica sos,

mejor podés ser en lo que hacés. Yo sé que le hablo a mujeres con determinado estilo, determinado perfil. Sé que le hablo a gente a la que le interesa lo que estoy contando. Hay gente que quiere tener más seguidores: yo no porque lo que quiero es tener seguidores a los que les importe lo que les cuento. Todo lo hago para la misma comunidad porque prefiero estar enfocada en la gente que tiene los mismos intereses. –¿Qué recomienda tener en cuenta a la hora de planear un viaje? Creo que primero, sobre todo cuando viajás con alguien, hay que ser muy sincero con uno mismo y pensar el objetivo del viaje (“¿Qué es lo que quiero hacer con este viaje?”) y comunicárselo al que te acompaña porque si no es muy egoísta. Quizás uno quiere hacer un viaje turístico y el otro quiere hacer compras. Y si no lo dijeron, están todo el tiempo mediando. Es mucho mejor ser honesto y decir “Yo me voy a tomar mi tiempo para hacer compras y las cosas que nos gustan las hacemos juntos”. Hablar antes, programar antes. Uno cree que sabe lo que el otro quiere y no siempre es así. Conectar y preguntar expectativas de viaje. –¿Cuál es la fórmula para hacer de algo que nos gusta mucho, como viajar, una empresa? Yo me separé, cambié de trabajo. Es tan difícil de explicar... Creo mucho en la prue-ba y el error. Voy probando. Por ejemplo, durante los diez años en que trabajé en una empresa de cosméticos, tres de esos años trabajé en paralelo con mi marido armando una agencia de publicidad. Tenía dos trabajos. Y antes de eso también tenía dos trabajos. Siempre iba probando porque tenía miedo. No me podía quedar sin trabajo, no tenía plata, tenía que vivir y no podía dejar todo para hacer lo que me gustara. Creo que eso es lo que nos pasa a la mayoría. La otra excusa del empren-dedor, o del que no se anima, es “no tengo tiempo”. Tiempo hay: dormí menos, salí menos con tus amigas. Dejá de hacer algo y vas a ganar ese tiempo. Yo hacía eso. Salía de trabajar a las 18 en Constitución, tenía una hora y pico de viaje, y cuando llegaba me sentaba con mi marido y armábamos el plan de tra-bajo para el otro día, pensábamos cómo hacer esto o aquello. Y cuando empecé con Chicas en New York hice lo mismo. Tenía la agencia, había crecido, teníamos un montón de empleados, era una empresa, ya no era más un emprendimiento chiquito. Y estaba en la misma: era lo que me daba de comer. Si me iba era fuerte porque hacía muchas cosas. Y empecé a sentir que esto me gustaba más, a probar y pensé “¿qué hago?”. Terminé haciendo las dos cosas al mismo tiem-po. Y lo hacía de noche. Ter-minaba todo, le daba la teta a mi hijo, lo acostaba y antes de desmayarme… Chicas en New York

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Tema de tapasiete

de partida de un turismo de menor escala, menos complejo, pero mucho más efectivo en términos emocionales, que el turismo convencional. La ciudad de Buenos Aires en este sentido conserva su raíz de pueblo en muchos puntos de su geografía ciudadana. Mu-chos de ellos hoy son verdaderos espacios en donde el tiempo no ha pasado y constituyen caminos hacia donde apuntar nuestra brújula para hacer esta forma de turismo, más personal y sentimental. La Flor de Barracas está en una vieja esquina de este barrio, hace 112 años que es un comedor barrial, hoy Café Notable y epicentro de recuerdos comparti-dos que se producen a diario con el encuentro de vecinos que le dan la espalda el progreso, con nostálgica alegría. La visita a este bodegón posibilita un viaje que nos acerca a los años en donde el día se medía con relojes a cuerda y los teléfonos eran muebles que se cuidaban como oro en las casas. El tiempo de aquellos años, más humano y natural, se arrincona, tímido, en estas esquinas.La Buena Medida, en el pintoresco y colorido barrio de La Boca, es otro de estos territorios mágicos, abierto desde hace más de un siglo, frente a la histórica Plaza Solís, donde tres amigos en 1905 germinaron el sueño de hacer un club barrial que contuviera a los amigos alrededor del fútbol: terminó siendo el Club Atlético Boca Juniors. Como antaño, todos los mediodías abre sus puertas para ofrecer comida típica de los inmigrantes italianos que cruzaron el Atlántico con sueños, pero también con recetas que construyeron la identidad porteña, y también nacional. En las mesas de este bodegón se repite la tradición de una sobremesa prolongada, donde la sencilla contemplación de permanecer observando a través del ventanal las personas que caminan por la vereda sugiere un distanciamiento temporal con nuestro almanaque para disfrutar de un paréntesis en nuestra rutina que nos permite un viaje al corazón de la esencia del lugar donde habitamos. Viajar, de esta manera, no es irse, sino quedarse y redescubrir espacios que pasamos por alto, abrumados por la agenda. El sentido que proponen los itinerarios de este turismo emocional, dentro de nuestro lugar en el mundo, se alimenta de personajes de carne y hueso, la virtualidad le da paso a lo físico, a la charla y al descubrimiento de que aún es posible olvidarnos de los artefactos “inteligentes” y entregarnos a la conversación, al sentido fundacional de reconocer el polvo y el aroma a las pisadas que hicieron nuestro barrio, ciudad o provincia. Las paredes de las viejas pulperías son escena-rio de un hallazgo formidable: entender que las personas que estuvieron por allí hace una centuria, permanecen en delicadas sensaciones, perceptibles si uno escucha el silencio. La provincia de Buenos Aires presenta un sinfín de caminos desconocidos que cruzan por lugares en donde las costum-bres de ayer –en la actualidad, vivas– proponen una desace-leración que se siente como una caricia, un despegue y una llegada a un zona de confort en donde el disfrute y el goce son los puntos cardinales que gobernarán nuestros pasos el tiempo que estemos en esas latitudes silenciosas.

Tendemos a pensar que los viajes se hacen atravesando gran-des distancias, cruzando fronteras distritales, provinciales e internacionales. Un viaje también puede hacerse con apenas movernos de nuestra casa. La vida moderna, las agendas comprimidas y con pocos huecos para destinarlos al goce y al tiempo libre nos impiden ver lo que nos rodea. Nuestro lugar en el mundo es más que un par de comercios y paradas de micros, horarios de salida y entrada. El lugar donde vivimos esconde historias que podemos revistar en viajes mínimos, acaso iniciáticos. El turismo interno es una aventura que

Abandonar el GPS y permitirse estar perdidos en un camino de tierra nunca antes transitado, exigirnos mirar el horizon-te para traducir lo que nos dice un viejo cartel oxidado, o interpretar el vuelo de un ave, el dibujo de una nube. La aventura de hacer un viaje sin salir de nuestro lugar en el mundo comienza con detenernos y observar. Es una buena señal estudiar el mapa –nuestro mapa–, para darnos cuenta de los incontables puntos que existen y que constituyen para-jes, pueblos y accidentes geográficos; como si fueran arterias de un ser vivo que ha estado respirando desde siempre, los caminos se develan como una revelación. Todas esas historias que allí conviven están esperando ser oídas y conocidas. Lo único que hace falta es dar un paso y llegar hasta ellas. Cada pequeña curva y esquina de ese mapa, nos hace los seres que somos y no otros, afortunadamente.El turismo rural habla el idioma lento de la recuperación de un estilo de vida al que deberíamos regresar, donde el sosiego es la base y una posta a la que siempre se vuelve para reconsiderar el comienzo de los días. Los caminos solitarios son una invitación para comenzar a realizar el descubrimien-to de nuestra tierra. La Chiquita, ubicada al sur provincial, es una playa que tiene cuatro habitantes estables, un puñado de casas recostadas sobre los médanos ofrecen un paisaje idílico, como en la Luna, las pisadas humanas allí son escasas. El Cine Club Colón, inaugurado en 1932, es el único cine rural activo en la Argentina, está alrededor de un corredor de almacenes de ramos generales en Roque Pérez, cuenta la historia que lo construyó un solo obrero, un italiano llamado Mangalardo. Recuperado por los habitantes del paraje es un ejemplo de cómo la defensa y el reconocimiento del pro-pio lugar en el mundo construye identidad. Si los pobladores del Paraje La Paz Chica, donde está el cine, no le hubieran dado importancia a su entorno, hoy ese cine sería una ruina. Como estas historias, el país está lleno. La reconquista de nuestro propio tiempo dentro de este siglo en donde siempre se llega tarda a todos lados, comienza con viajes internos, cortos, de descubrimiento del espacio donde hemos elegido vivir, y donde nos despertamos todos los días. A veces solo se trata de decir que no a un compromiso social y echarnos a andar por aquella calle a la que nunca vamos, por aquel sendero que no visitamos, doblar por la derecha, en vez de por la izquierda, entrar en un viejo mercado, tomar un micro e ir al barrio o al pueblo vecino. Ser turista en nuestro mapa, reconfigurar nuestra mirada, perdernos en nuestros propios pasos, amigarnos con los caminos que están cerca genera asombro, nos enseña a ver de otra manera nuestra

realidad, nos cambia la mirada.Las grandes ciudades tuvieron siempre un pasado de pueblo. Este pasado se puede vislumbrar en antiguas esquinas en donde aún se conservan viejos almacenes o clubes que fueron forjadores del presente de la comunidad, puntos de encuen-tro que resisten el paso del tiempo y que podemos reconocer en itinerarios que invitan a dejarnos llevar por voces que apenas se oyen, minutos que se aprecian como pequeñas eternidades. El pasado de pueblo de las ciudades es el punto

POR Leandro Vesco*

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Redescubrir lo cercanoEl turismo nos coloca física y mentalmente en otro plano. Para eso, no es necesario alejarse demasiado. Existen muchos lugares –dentro de nuestras provincias, ciudades o pueblos– que aún no conocemos. ¿Cómo pulir nuestra mirada? ¿Qué sucede cuando nos dejamos llevar por

las sorpresas que nos depara el destino, paso a paso?

*Leandro Vesco estudió Bellas Artes y Comunicación Social. Es funda-dor y actual presidente de la ONG Proyecto Pulpería, que trabaja en la recuperación de los pequeños pueblos. Como periodista ha recorrido durante más de una década cientos de pueblos, parajes y pulperías de la provincia de Buenos Aires y de toda la Argentina. Ha trabajado en las revistas El Federal, Sur Capitalino y actualmente escribe en La Nación. Acaba de publicar el libro Desconocida Buenos Aires. Secretos de una provincia (Editorial El Ateneo).

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La valija deslizándose hasta el Uber para llegar al aeropuer-to, las ansias de mirar la hora, buscar el pdf del check in y escuchar Spotify hasta subir. Luego las nubes con el breve momento de despegue, una turbulencia ínfima que nos hace soltar los celulares. A las horas, o a lo sumo en mínimos días, arribamos a lugares que en otros tiempos hubiesen tomado generaciones alcanzar. En los orígenes de nuestra especie las comunidades se trasladaban por diversas razones, en su mayoría económicas, pero los viajes para el ocio comenzaron con el turismo. Una infinidad de grandes cadenas hoteleras se edificaron de manera vertiginosa, la industria gastronómica sintonizó la globalización y el entretenimiento se tradujo en espacios de consumo colectivo. Los servicios comenzaron a constituir la matriz de circulación para un nuevo sujeto: el turista-consumidor. Este hecho nació en el contexto de un cambio sustancial en la historia: los transportes marítimos, te-rrestres (el ferrocarril a la cabeza) y aéreos dejaron de ser los protagonistas de guerras y olas migratorias para ser flamantes conductores de la masa viajera. Hoy ya hemos incorporado la idea de que todos los destinos son posibles y más aún, las nuevas tecnologías “certifican” esto. Inmersos en una marea

de alertas de vuelos, que llegan a la cotidiana bandeja de entrada, emergen los interrogantes. Las aplicaciones en su configuración virtual, y también nuestros viajes: ¿Qué tanto acercan nuestros pies al lugar soñado?

Espacio y tiempo alteradosEl avión es la maquinaria de traslación de mayor impacto a nivel corporal puesto que atravesamos velozmente zonas ho-rarias, exponiéndonos a jet lags y desconfigurando el descanso. A su vez, nuestra vida se coloca literalmente en suspensión sobre el planeta que habitamos. De manera inevitable esto suscita una nueva manera de percibir el tiempo y el espacio en nuestra especie. Viajamos en lapsos breves, miramos películas en el avión, contestamos mails, los niños juegan en las pantallas o simplemente dormimos. En el tránsito a destino, mirar por la ventana el avance por los cielos o leer un libro, como como en las épocas offline, ya no es lo único que hacemos.Viajamos más rápido pero también esperamos. Los vuelos low cost nos ofrecen llegar a otras ciudades a menor costo aunque a veces esto implique tener que hacer varias escalas. Por conocer el lugar soñado, muchos turistas son capaces

A través de las pantallas

POR Brenda Carciochi*

Tema de tapaocho

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de aguardar en los aeropuertos horas, a veces como decisión personal y otras debido a inconvenientes que les son ajenos. La práctica de espera está supeditada al deseo de vacacionar y se diferencia claramente de aquella espera en fila del banco para pagar una cuenta. Como escenarios de un intervalo los aeropuertos nos sitúan en un hiato, puesto que estamos entre nuestro domicilio y el destino elegido. Atravesamos la demo-ra mirando productos del Duty Free, buscando la puerta de embarque y charlando con gente previo al check in. Como aplicación que devino frecuente, Airbnb ofrece hospe-daje en un hogar, un espacio que pertenece a una persona de una ciudad. Más allá de que el anfitrión esté presente o no, nuestra relación con el alojamiento nos sitúa en la intimidad del lugar: no vivimos en un cuarto de hotel que intrínseca-mente es circunstancial, sino que habitamos el hogar de un otro. Nos situamos en un ecosistema que integra lo público y lo privado como base para nuestras vacaciones. Ahora bien, al recorrer los alrededores el factor sorpresa pue-de escasear. Con el Street View de Google podemos ver la calle del lugar donde nos alojaremos, los negocios cercanos, las sugerencias de bares. La geolocalización nos provee de nuestras coordenadas en el planeta Tierra, pero también pue-de ser ampliada por diferentes aplicaciones y es posible llegar a tener nuestro itinerario armado sin siquiera haber arribado a la ciudad. Parece que formamos parte de un antropocen-trismo exacerbado… Ya no se trata del nacimiento de la Edad Moderna en la que el centro es el sujeto: hoy nos encontra-mos con el sujeto en movimiento y transmitiendo en vivo. Walter Benjamin describía al flâneur como aquel que deambulaba por las calles parisinas sin una dirección fija, en plena entrega al vagabundear y recorrer la metrópolis. ¿Cuán-to de esta práctica sobrevive hoy en las vacaciones? Nuestro apego, a veces ficticio, a las pantallas generó una transforma-ción sobre la práctica del ocio y una caída en desuso del estar perdido. Volver a preguntarnos, sentados en la playa, si es necesario mirar el celular puede ser un modo de encontrarnos con nosotros mismos en nuestro viaje.

Imagen y seguidoresLas apasionadas crónicas de viaje fueron las sucesoras de los relatos orales. Estos últimos fundaron la comunicación de ex-periencias viajeras. De la literatura llegamos a la saturación de imágenes. En La cámara lúcida: notas sobre fotografía (Paidós, 2011) Roland Barthes es conciso: “En la fotografía nunca puedo negar que la cosa estuvo allí. Hay una doble posición conjunta: de realidad y de pasado”. Nuestros parámetros de confianza en la imagen oscilan quizás en aquellas fotografías que muestran mundos atractivos y paradisíacos, despertando el interrogante de sospecha: ¿Será así ese lugar? Las imágenes comerciales turísticas son átomos que forman nuestro imagina-rio y de algún modo actúan como promesa para impulsarnos al destino. Así el viaje se torna una búsqueda de evidencia.

“Sacá muchas fotos” o “mandame fotos” son frases que se tradujeron en subir fotos a Instagram. Individuos que no cono-cemos personalmente pero son seguidores, o viceversa, man-tienen de algún modo una relación cercana. En la masificación del compartir imágenes vacacionales visibilizamos fragmentos de nuestra experiencia como un intento de inmortalizarlo y, a la vez, integrar a millones de personas. En su aclamado libro Sobre la fotografía (Penguin Random House, 2016) Susan Sontag enfatiza: “Parece decididamente anormal viajar por placer sin llevar una cámara. Las fotografías son la prueba irre-cusable de que se hizo la excursión, se cumplió el programa, se gozó del viaje”. Instagram ha pasado a ser el registro de viaje primordial, aunque las stories duren 24 horas y se conviertan en memorias a las cuales no podemos volver. ¿Dónde quedan esas imágenes luego de años? Varios atesoran el revelado, pero si esto no es así quedan perdidas en alguna tarjeta de memoria o disco. Lejanos son los tiempos del álbum familiar vacacional, la tarjeta postal, objetos que se convirtieron en una práctica ya nostálgica. Sin embargo perdura en ellos una actividad extraor-dinaria: la rememoración. El portarretrato en el living, la postal en la heladera, las fotos en el corcho son elementos materiales que conviven aún con el millar de imágenes que con su peso virtual ocupan las pantallas de nuestros dispositivos. Es evidente que nuestra producción de imágenes se tornó instantánea y con ello nuestro modo de hacer y crear recuer-dos vacacionales. Compartir es mostrar ya y rememorar es volver a una vieja publicación o la historización que compo-nen nuestras redes sociales.

Estar siempre conectadosUna clasificación reciente da cuenta de la infinidad de turismos (gastronómico, religioso, de salud, deportivo, etc.). El turismo comunitario y el turismo espiritual son dos de lo más desco-nectados a las redes sociales. El primero consiste en la visita a un lugar recibidos por una persona local (muchas veces estas regiones por su lejanía con ciudades no cuentan con Internet) y el segundo, implica viajar para realizar prácticas ritualísti-cas de carácter místico. Ambos son difundidos online pero la experiencia del viajero promete ser la introspección y no tanto las redes sociales. Michel Onfray, autor de Teoría del viaje (Taurus, 2016) observa que “la velocidad de intercambio de las informaciones, de los transportes, de las transferencias y de los traslados no ha afectado a la esencia del viaje, sino a su antigua forma”. Coincidimos con el filósofo y ahondamos en la re-flexión. Si bien pueden convivir las diferentes prácticas viajeras que van emergiendo, se suma la pregunta de cuáles serán las acciones que realicemos dentro de la inmensidad de nuestro mapa virtual y nuestro deseo de conocer el nuevo lugar, en otras palabras, si estaremos en condiciones de convocar a la novedad vivencial por sobre la pantalla

En la actualidad, podemos llegar a cualquier parte del planeta en poco tiempo. Con las nuevas tecnologías, llegaron las apps al servicio de nuestros viajes. ¿Qué efecto tiene todo esto en nuestros hábitos de consumo? ¿Y en nuestros cuerpos y la manera de percibir la realidad? Algunas señales del turismo moderno desde la caída en desuso del estar perdido a la masificación del compartir imágenes al instante

*Escritora de filosofía, fotografía y artes visuales.

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Yendo de la biblioteca

a la pizzería

Hay libros que nos llevan a la lectura, hay libros que nos llevan a meditar, a pensar, a investigar, y hay libros que hacen que se nos haga agua la boca primero, como este, que luego nos conduce por las calles de Buenos Aires a probar aquí o allá una determinada porción de pizza. Porque, entre varias otras cosas, el libro escrito por Joaquín Hidalgo y Martín Auzmendi es una guía que recomienda en qué pizzerías de la ciudad probar cada especialidad. Nuestra Pizza. Una pasión redonda (Planeta) habla de quiénes y cómo la trajeron en aquellos inciertos orígenes del siglo XIX, y de los hitos y las personas que le fueron dando un estilo propio, que fueron conformando la pizza argentina, y uno se va enterando, por ejemplo, de que esa pizza que desborda muzzarella no es descendiente de aquellos primeros italianos sino de galle-gos... Utilizando la porción de pizza casi como una unidad de medida sociológica, los autores cuentan a través de ella mucho de la historia de Buenos Aires y sus habitantes, sus transformaciones con las olas inmigratorias, sus vaivenes eco-nómicos. Y en esta historia se dibuja y permanece esa figura de alguien comiéndose una porción en el mostrador que se repite desde hace tantas décadas.Por supuesto, la charla fue en una pizzería, Sánchez & Sán-chez, de cara a una mitad muzza, mitad napolitana, que ahí la hacen con albahaca y una suerte de pestito encima y le va muy bien. La fainá de esta pizzería está recomendada en el libro, y sí, finita y crocante, hay que probarla. En la grabación se escuchan resabios de aquel delicioso masticar.Experimentados y reconocidos periodistas gastronómicos, Hidalgo y Auzmendi llegaron por distintos caminos a la pizza. Joaquín es mendocino y su arribo a las pizzerías de Buenos Aires fue tardío. “Mi abuelo era panadero en La Plata y hacía pizzas los fines de semana para toda la familia. Mi vieja heredó la mano pizzera y mantuvo la tradición de la pizza los fines de semana, y se invitaba gente a comer, mi casa era muy abierta. Yo me fui a los 18 años a estudiar a La Plata, y cuando me vine a Buenos Aires, en ningún lado encontraba el sabor de la pizza que se hacía en mi casa que era una es-pecie de pizza a la piedra. Entonces empecé a probar pizzas, a recorrer pizzerías, y así terminé metiéndome en este lío, buscando un sabor de infancia. La realidad es que nunca lo encontré, y me causaba mucha animosidad esa pizza gorda, no lo podía creer. Después entendí desde otra mirada, pen-sando que si yo venía al centro, me podía comer dos porcio-nes de pizza y con eso estaba bien”, cuenta. Para Martín, la pizza está en el inicio de su apertura al mundo, ligada indisolublemente a su temprana fascinación por el cine. “Yo me crié entre San Fernando y Tigre, y con mi mejor amigo empezamos a ir al cine en Martínez, que era el cine más cer-cano, a los 14 años, y como parte del plan íbamos a La Farola a comer pizza. Cuando me mudé a Buenos Aires, quise investi-gar la identidad porteña y había dos cosas que me interesaban, una era la vida cultural y la otra eran las pizzerías. Ese mundo que ligaba los cines arte del centro a pizzerías como Banchero, Güerrín, Las Cuartetas, y también las pizzerías de barrio. Era

una época en que esta búsqueda de la identidad no estaba ni prestigiada, ni vali-dada por alguna moda, te estoy hablando de hace dieciocho años, en el 2000. No había una mirada sobre la gastronomía como algo cultural de la ciudad. Cuando yo empecé con el periodismo gastronómi-co, que en general gira sobre otro tipo de gastronomía, llevé mis obsesiones por los lugares populares. Y se empezó a dar algo así como una revalorización de esos luga-res populares en la gente joven. También creo que se dio a partir del 2000 porque con la crisis hubo una búsqueda de identidad, de lo genuino, veníamos de los 90, de todo para afuera”, recuerda. Un buen día, Auzmendi y aquel amigo de la adolescencia, que tiene nombre y se llama Franco Antolini, estaban comiendo en el mostrador de Banchero de Corrientes y Talcahuano y se preguntaron “¿cuál será la mejor muzza?”. “Habría que probar y elegir”, dijeron… Se lo contaron a Hi-dalgo y de ahí surgió la maratón #Muza5K que desde el 2012 se realiza una vez al año recorriendo la avenida Corrientes desde Chacarita a Florida, y viceversa. Porque llegaron a ser tantos los caminantes comensales que ahora un grupo sale de una punta y otro grupo, de la otra. Empezaron treinta personas, y en la última, en septiembre de este año, fueron 1500 los fanáticos que probaron cada uno siete porciones de muzzarella y votaron cuál era la mejor, que esta vez resultó ser la de la pizzería Santa María. Ese acercamiento al mundo de la pizza de la más representa-tiva avenida de la ciudad, abrió una serie de interrogantes que dos periodistas apasionados por la gastronomía y por la cultura que la conforma no podían dejar sin contestar. Y fue en plena búsqueda de respuestas que se empezó a gestar este libro de-licioso que cuenta la historia de la pizza en Buenos Aires, pero también cómo es cada tipo, cuánta levadura le ponen según el horno, o el gusto y la mano del pizzero, que muestra a algunos de sus hacedores y nos lleva a querer probarlas todas

POR Mónica Tracey

NUESTRA PIZZA. UNA PASIÓN REDONDAJoaquín Hidalgo y Martín Auzmendi | PlanetaNuestra pizza no vino de Nápoles, por eso no se parece a la emblemática italiana. Vino del norte, de la mano de geno-veses que trajo Rosas para fabricar barcos en la década de 1830. Aquella pizza era más fainá que muzzarella. A propó-sito, el primer registro de compra de muzzarella es de 1941 en Las Cuartetas. Entre una y otra fecha, se fundaron Tuñín y Banchero en La Boca hacia 1880, vendedores ambulantes vendían fainá, Agustín Banchero inventó la fugazzetta con queso y hacia 1930 la avenida Corrientes se ensanchaba y se unía la bohemia del espectáculo a las pizzerías, aunque tam-bién volvían a La Boca. Son solo algunos de los tantos datos que este libro trae para correr de la biblioteca a la pizzería y ser un poco más felices. Sí, hay un estudio que asegura que comer pizza nos hace felices.

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V I D A G O U R M E T

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POR Marina García

A favor o en contra de las nuevas tecnologías –especialmen-te las portables– no se puede subestimar la transformación que han operado en los aspectos más cotidianos. En lo que a “buena vida” respecta, las redes son el aleph que abre la puerta a una miríada de propuestas que amplifican el deseo, promueven la interculturalidad y ofrecen respuestas a pre-guntas que todavía ni nos hemos imaginado.Salir a comer puede ser toda una aventura: ¿qué tipo de co-mida?, ¿qué zona?, ¿qué estilo de restaurante?, ¿sin TACC?, ¿vegana?, ¿india?, ¿un festival?, ¿un espacio intimista? Todo esto puede consultarse desde un simple celular y lo más descollante es que se puede acceder a opiniones de usuarios, fotos, notas en medios, comparativas de lugares similares, curriculum coquinare del chef y hasta incluso pedir que lo traigan a casa en menos que un gallo canta.Otra de las maravillas que permite la “matrix” es que cada consumidor es al mismo tiempo productor del mensaje, una modalidad hija de este siglo a la que fuimos entrando casi sin darnos cuenta. Hoy es común pasar frente a un local, sacar una foto, subir a la red, suscribirse a sus canales –Instagram, Facebook, Twitter, Pinterest, etc.– “arrobar” a los amigos

(otra nueva costumbre de estos nuevos tiempos), invitar, difundir, compartir. Descubrir un lugar siempre fue un valor entre los gourmand, pero hacerlo hoy, cuando todo está en la vidriera, es todo un talento millennial.Otro dato de estilo es suscribirse a los hashtags, esos # fa-mosos que uno cree que no sirven para nada. Esta suerte de etiquetas facilitan a la red de redes una idea de nuestros gus-tos y habilita a que se despache con novedades diarias que incluyen videos, televisión en vivo, ofertas, eventos, descuen-tos, clases gratuitas, degustaciones y más. Tendencias alimen-tarias y gastronómicas tienen hoy en Internet su espacio más vertiginoso, lo que fue visto en Tailandia, aparece de repente en Villa Crespo, con un toque cordobés y servido al estilo italiano. Los puristas horrorizados no harán esperar su “ya no se respeta nada” pero aún para ellos habrá info detallada de bodegones clásicos, parrillones y lecherías en cualquier parte del planeta, dispuestos a recibirlos.La tecnología es hoy una brújula, depende de cada uno per-derse lo cercano por focalizar solo en las pantallas, o usarla para ampliar horizontes inimaginados

Comerse el mundoCuesta creer cómo se viajaba antes de Internet. Hoy no vamos ni a la esquina sin chequear

desde el celu el tránsito, el clima, si el negocio está abierto o el menú del día. Nuevos recursos forman nuevos consumidores y la gastronomía es un espacio ideal para los ciberviajeros

LA COCINA DE TEFI Tefi Russo

Grijalbo

EL ROCK EN LA COCINA Cook GrimaldiSudamericana

A CUATRO MANOS Natalia Kiako

Sudamericana

Chica mediática si las hay, Tefi Russo es divina por don-de se la mire: hipersimpática, siempre a la moda, viajera, curiosa, maneja las redes como ninguna (@inutilisimas) y además… cocina rico. Su estandarte es una propuesta sabrosa y desestructurada, donde “si algo sale mal... ¡está todo bien!”. Algo tan simple, pero tan importante que permite que sus fans se animen a seguir y recrear sus recetas tentadoras y fáciles. Muy genia.

Otro superhéroe de las hornallas es el queridísimo @cookgrimaldi, uno de esos tipos entrañables que te gustaría tener de amigo. Cook es sinónimo de comida todo terreno, de recetas que te hacen levantar de la cama para prepararte algo, de improperios que en porteño son sinónimo de elogio. Este libro, al igual que toda su vidriera mediática, es un cross a la mandíbula que encima se agradece. Un groso.

Imposible no hacerse fan de @natikiako, que es, a su estilo, la Blanca Cotta de nuestra época. Sus recetas, pero especialmente sus textos, nos llevan a un espacio intimista, perfumado de vainilla y manos en la masa. En este, su segundo libro, ahonda en la cocina cotidiana, con recetas para compartir en fa-milia y alimentar a plena consciencia (que es mucho más que dar de comer). Muy recomendable.

Cocina

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Dossierliteratura

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Bruce Chatwin

El nómada dorado

Dossier

POR Christian Kupchik

Existe un antes y después en la literatura de viajes a partir de la existencia de Bruce Chatwin (1940-1989). El James Dean de los viajes, el Alejandro moderno y trotamundos, el erudito ecléctico, narcisista y bisexual efebo errante, alzó la antorcha de su vida –que acabó abrasándolo– para señalarnos la dirección de una existencia nómada en caminos, intereses y afectos. Presentamos un perfil de su intensa existencia y una entrevista donde da cuenta de los fundamentos de su obra

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casa que la artista y arquitecta Eileen Gray tenía en París, quedó maravillado al ver un mapa de la Patagonia pintado por ella. Chatwin entonces expresó: “Iré allí. Siempre quise ir allí”. Gray le regaló el mapa, con la condición de que le contara lo que había visto. En realidad, en principio no lo movilizaba ningún proyecto literario, sino encontrar parientes y amigos de un primo de su abuela, Charlie, que aparentemente había sido un aventurero a fines del siglo XIX por aquellas alejadas tierras del sur. A juzgar por la rigurosa información recogida por Adrián Giménez Hutton en La Patago-nia de Chatwin, el británico habría llegado a Argentina en diciembre de 1974 y concluyó su recorrido en marzo de 1975. En cuanto comenzó su travesía, encontró una cantidad de his-torias que lo superaban: iba desde un tiempo mítico hasta las andanzas de Butch Cassidy, los sueños de los colonos galeses hasta inmemoriales relatos de los nativos de la zona. En ese paisaje yermo, alejado de cualquier parámetro que pudiese recordar al mundo contempo-ráneo, Chatwin se topó con una monumental factoría de relatos. El resultado final sería In Patagonia (el manuscrito original se titulaba En el confín: un viaje a Patagonia) y fue publica-do en Londres, por Jonathan Cape en 1977. Inspirado por una suerte de diario de viaje que mezcla poesía y ficción, el notable Viaje a Armenia, de Osip Mandelstam, el galés construyó algo que de manera natural escapaba a todas las formas conocidas en materia de género de viajes hasta entonces. Esa obra inclasificable fue un imán para todos aquellos que disfrutaban de la lectura que combinaba erudición y aventura. Su primera editora y amiga, Susannah Clapp, cuenta sus primeras emociones cuando tuvo que hacer el informe para Jonathan Cape: “Era algo extraordinario y también un posible problema. En esencia se trataba de un collage, una colección de impresiones, recuerdos, historias y cuentos acerca de la Patagonia, vagamente vinculados por una intermitente narrativa en primera persona pero que, en su mayor parte, funcionan más o menos de manera autónoma… El rasgo más nota-ble de esta mezcla de realidad, fantasía y folclore, es la muy elevada calidad del texto”.1

Los problemas vinieron, sobre todo porque algunos escritores no supieron (o prefirieron no que-rer saber) el modo en que se debía abarcar una obra de este tipo –como el estadounidense Paul Theroux, supuesto amigo en vida de Bruce y con quien editaría una serie de conferencias ante la Royal Geographical Society,2 quien luego lamentó ciertas “omisiones”–. Como bien grafica Clapp, “pocos autores han sido tan vituperados por lo que no dijeron”. De todos modos, cabría aclarar que Theroux es un caso bien conocido por sus celos y antinomias con quienes fueron sus compañeros de ruta (al Nobel caribeño V. S. Naipaul le dedicó todo un libro con sus diatribas).En lo personal, la de Chatwin es una vida más llena de sombras que de luces, una vida trepidan-te, intensa, llena de éxitos y de golpes afortunados, tal como dejan entrever sus dos biografías, tanto la que concibió Nicholas Shakespeare, como la de Susannah Clapp. No obstante, y a pesar de todos sus esfuerzos, ambos libros parecen no haber logrado vencer una última frontera, develar la última máscara tras la que se ocultaba con obstinación su verdadero ser. Apuesto (su rostro de niño/ángel fue sujeto de abundantes fotografías), iconoclasta, dueño de una ecléctica erudición, un seductor nato, coleccionista de las cosas más inverosímiles –desde piedras a autos, pasando por cuadros y porcelanas, como lo atestigua en su excelente Utz–, hedonista empedernido, aunque capaz de las privaciones más extremas, Chatwin, el hombre

Mientras trabajaba de reportero para The Sunday Times Magazine,

tuvo la oportunidad de visitar la casa de la artista y arquitecta

Eileen Gray en París. Frente a un mapa de la Patagonia pintado por

ella, expresó: “Iré allí. Siempre quise ir allí”.

Primera edición de In Patagonia, publicado por Jonathan Cape en 1977. En ese momento era

impensado que el libro se volviera mítico en todo el mundo.

1 Susannah Clapp, Con Chatwin. Muchnik Editores, Barcelona, 1997.

2 En realidad, el invitado fue Chatwin y este, a su vez, invitó

a Theroux. Las conferencias salieron a la luz como un breve

libro titulado Patagonia Revisited (Retorno a la Patagonia, Anaya &

Mario Muchnik, Madrid, 1993).

Si Miguel de Cervantes Saavedra consiguió la posteridad a través de El Quijote asesinan-do para siempre a todo el género de caballería, el galés Bruce Chatwin logró darle forma y contenido a un género tan antiguo como la vida, pero que hasta entonces no había sido visuali-zado como tal. En efecto, testimonios del travel writing o literatura de viajes existen ya en los libros sagrados de casi todas las cosmovisiones del mundo. Incluso, a partir de la eclosión del género, textos como La Odisea pueden ser incorporados y leídos como una aventura de viajes. En el siglo II, el autor sirio de expresión griega Luciano de Samosata dio a conocer Histo-ria verdadera o Relatos verídicos, una novela paródica de viajes fantásticos que incluso llega-ban a la luna (por lo que se considera inaugural no solo de la temática viajera, sino también de la ciencia ficción). Pero fue Chatwin quien sistematizó de algún modo el cuerpo, le dio un sentido que excede lo literario para adentrarse en un estudio del hombre como ser nómade. A mediados de la década del 70, tenía 33 años y no sabía muy bien cómo resolver su futuro. Poco tiempo atrás, había renunciado a su cargo como jefe del departamento de antigüedades y arte impresionista en la prestigiosa casa de remates Sotheby’s (“me consideraban un experto en pintura francesa contemporánea solo porque podía diferenciar un Manet de un Monet”, solía bromear) debido a un confuso episodio. Cierto día, luego de una intensa jornada de trabajo en Nueva York, amaneció medio ciego. Oftalmólogos y neurólogos no encontraron ninguna irregularidad fisiológica, y le indicaron descanso. Chatwin supo interpretar el consejo: un avión lo depositó en Sudán. Allí cruzó a pie y a camello el desierto y los montes del mar Rojo, con la única compañía de un guía hadendowa. Acabó por encontrar algunas pinturas rupestres desconocidas que no había ido a buscar. Al retornar a Londres, veía perfectamente. Desde hacía tiempo, Chatwin trabajaba en un pro-yecto personal llamado La alternativa nómada, que él definía como una suerte de “antropolo-gía personal”. En una carta de febrero de 1969 dirigida a su agente y amigo Tom Maschler, señala: “La pregunta a la que trataré de dar respuesta es: ‘¿Por qué los hombres vagan por el mundo en lugar de quedarse quietos?’”. A continuación, definía con claridad cada capítulo del supuesto libro (diez en total), al que él mismo declaraba “imposible de realizar”.Cada vez que tenía oportunidad, partía a sitios como Afganistán o Egipto, y buscaba el con-tacto con las culturas migratorias. “Diversión. Distracción. Fantasía. Cambio de hábitos, de comida, de amor y de paisaje. Lo necesitamos como el aire que respiramos. El hombre que se queda quieto en una habitación corre serio peligro de enloquecer”, escribió en un artícu-lo titulado Es un mundo nómada. Para Chatwin el movimiento era una parte esencial de la condición humana, y a su estudio entregó la última parte de su breve vida. Coincidía con Ibn Battuta, el infatigable filósofo árabe que en el Medioevo viajó de Tánger a China ida y vuel-ta, para concluir que “quien no viaja no conoce el verdadero valor de los hombres”. Amaba a los tuaregs, los grandes espacios abiertos, el deambular sin mayor sentido que ir en busca de ninguna parte. De acuerdo a lo que declaraba, “no me interesaba tanto retratar la existencia de los nómades como la vida de los caminantes en general, el impulso mismo de echarse a andar, dejando de lado si este se producía individual o colectivamente”. Comenzó a trabajar haciendo reportajes para The Sunday Times Magazine, y sus crónicas encontraron para su propia sorpresa un éxito creciente. Durante una de esas misiones, en la

Bruce Chatwin trabajó un tiempo en Sotheby’s. Aquí, a principio de los años 60, examinando antigüedades.

En 1964 visitó el Hindú Kush, una cadena montañosa entre Afganistán y Pakistán. La foto la tomó David Nash y pertenece al libro Far Journeys: Photographs and Notebooks.

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Bajo el sol: las cartas de Bruce Chatwin, publicado por Sexto Piso en 2013,

reúne correspondencias con su mujer Elizabeth, Susan Sontag, Roberto

Calasso, Paul Theroux y Patrick Leigh Fermor, entre otros.

Retrato de Bruce Chatwin tomado en 1977 en Londres, por David King.

En el libro Far Journeys: Photographs and Notebooks pueden verse imágenes de algunos de sus libros de notas, donde alternaba textos y dibujos.

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obsesionado con el tema de la movilidad, acabó convertido en un “viajero de sí mismo”, tan inclasificable como sus propios libros. Se mimetizaba con los ambientes que observaba en sus viajes hasta el punto de crear una realidad particular.Incluso su vida privada fue una extensión de esa ficción que nunca dejó de escribir. En el con-junto de su correspondencia, que recoge testimonios de personajes tan disímiles como Graham Greene, Patrick Leigh Fermor, Susan Sontag, James Ivory o Werner Herzog (una suerte de hermano vital y estético en su aventura creativa), entre otros, y desde lugares tan dispares como Afganistán, Grecia, Kenia, Suecia, Turquía y tantos otros países y continentes, aparecen los ecos de todas las voces que compusieron a Chatwin, como si se tratase de una sin-fonía plural, múltiple e interminable. En sus cartas se revela como un narrador de historias nato, apasionado de la vida –aunque inseguro sobre cosas íntimas, como su sexualidad–. Como afirmó Salman Rushdie, “Bruce apenas había empezado. Tan solo vimos el primer acto de sí mismo”.Esta correspondencia fue recogida por su viuda Elizabeth, quien seguramente debió abrir una caja de Pandora al conocer el contenido de muchas de esas misivas (publicadas en español bajo el título de Bajo el sol, por el sello mexicano Sexto Piso). Chatwin se casó con ella a los 25 años, tras haberla conocido cuando trabajaba en Sotheby’s, probablemente para sorpresa de muchos porque era bisexual y lo siguió siendo a lo largo de su vida de casado, una circunstan-cia que su esposa conocía y aceptaba. Chatwin, para quien “la vida no es otra cosa que una larga peregrinación por el desierto”, detuvo su camino en Niza el 18 de enero de 1989, a cuatro meses de alcanzar los 49 años, al contraer sida. Fue una de las primeras figuras públicas afectadas por el virus en Gran Bretaña y, aunque se trató de ocultar su enfermedad haciendo pasar los síntomas por una infección o los efectos del mordisco de un murciélago o una intoxicación con hongos chinos, lo suyo era un secreto a voces. No respondió bien al tratamiento médico y, con su estado de salud deteriorándose con rapidez, se trasladó al sur de Francia junto a su mujer, a la casa del que una vez fue su amante, el diseñador Jasper Conran. Allí, durante sus últimos meses de vida, Chatwin fue atendido por Elizabeth y por Shirley Conran. Esta última recuerda que el domingo 15 de enero llamó desde Roma un amigo, Teddy Millington-Drake, para infor-mar que a Alberto Moravia le había encantado Utz y escribió una crítica “excelente” en el principal periódico de la ciudad. Bruce, muy débil y echado en la terraza, se limitó a sonreír durante un rato y finalmente dijo: “Mejor que el Booker” (en referencia al Booker Price, el principal premio literario inglés).El funeral se celebró en Londres el mismo día en que fue anunciada la fatwa –condena de muerte musulmana– contra Salman Rushdie, buen amigo de Chatwin. El 20 de enero, Elizabeth organizó su cremación en Niza y posteriormente hubo dos oficios, en la iglesia de Watlington y otro en la catedral ortodoxa de Santa Sofía, en Bayswater, donde se dice “asistió todo el mundo”. Pero su verdadera luz se proyectó a través de sus libros, sus notas, sus entrevistas, sus fotografías (tenía un ojo privilegiado para descubrir lo imperceptible), hasta construir un mito que muchos se encargaron de seguir incluso a través de los pasos que no alcanzó a dar. En cualquier puerto, en un tren inesperado, en la caravana anónima, siempre nos asaltará la misma pregunta que el propio Chatwin se planteó una y otra vez: “¿Qué hago yo aquí?”.

VAGABUNDEAR POR LA MEMORIAEn 1987, el azar quiso que pudiera coincidir en Londres con Chatwin y, gracias a los bue-nos oficios de amigos comunes y a su proverbial generosidad, accediera a una entrevista. Ya plenamente afianzado como figura e incluso guía cultural, en particular para las nuevas generaciones que vieron ampliadas a través suyo las dimensiones del mundo, se reveló como un interlocutor afable, curioso, erudito, dueño de un particular humor. Aparentaba diez años menos de los que realmente tenía y tenía una mirada transparente que lo llevaba permanente-mente a descubrimientos nimios e imperecederos. Este es un fragmento de aquellas palabras vertidas hace tres décadas. –En los años 60 comienza a viajar por África, Asia y Sudamérica. En aquella época tenía un buen trabajo en Sotheby’s. Su interés por culturas extrañas parece coincidir con una necesidad de búsqueda. ¿Quizás acuciado por una existencia segura pero un tanto deprimente? Sí, es correcto. Al final ya no soportaba más mi trabajo en Sotheby’s. El mundo artístico estaba absolutamente corrupto, y yo sentía algo dentro de mí que deseaba expresar. Ocuparse de los mayores artistas –casi todos muertos–, me parecía una actividad parasitaria, no me agradaba. Así es que, apenas se me presentaba una oportunidad, viajaba a países como Egipto, Sudán y Afganistán. –¿Cuándo ocurre esto exactamente? Antes de que surgiese el hippismo. Afganistán re-presentó para mí una cantidad de vivencias extraordinarias. Cada vez que volvía de alguno de mis viajes, se me hacía más y más difícil retornar al trabajo en Sotheby’s. Hasta que un buen día me decidí y renuncié. Comencé entonces a estudiar arqueología y lenguas indoeuropeas, sánscrito especialmente. Al mismo tiempo, intenté escribir un libro que tenía por título La alternativa nómada. –¿Pensaba escribir un ensayo de carácter académico? No, aunque de hecho escribí una serie de artículos con esa pretensión que, desde luego, fueron duramente criticados por sus características especulativas, no científicas. Al presentar mis ideas encontré únicamente des-dén o indiferencia, lo que contribuyó para que empezase a dudar sobre el sentido de escribir un libro así. Además, comenzaba a tener problemas concretos para subsistir. Me encontra-ba con 32 años y sin saber qué hacer. Hasta que me llegó una oferta de The Sunday Times Magazine para escribir reportajes. Entre otras cosas, viajaba con cierta regularidad a París para entrevistar a personas mayores que habían tenido contacto con los grandes modernistas. Un día, en casa de una adorable viejecita que vivía en la rue Bonaparte, vi por primera vez un mapa de la Patagonia, una región del mundo que siempre había soñado conocer. –¿Cuándo viajó allí, fue con la idea de escribir algo sobre la Patagonia? No, de ningún modo. Originalmente mi viaje se debía a un motivo estrictamente personal. Deseaba encon-trar parientes y amigos de un primo de mi abuela, Charlie, que a finales del siglo XIX fue un gran aventurero por aquellas tierras. Pero claro, necesitaba dinero, y dado que The Sunday Times ya no hacía uso de mis servicios, se me ocurrió introducirme en el mercado americano a través de una serie de artículos. Sin embargo, jamás se publicó artículo alguno. Entonces consulté con un agente literario de Nueva York y él me sugirió de un modo muy entusiasta escribir un libro entero con mis vivencias.

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no era una novela lo que yo pensaba hacer. Mi idea original fue la de entrevistar a muchos de los descendientes de brasileños y, a partir de ellos, ir tejiendo la historia de sus antepasados. Volví en 1978, siete años después del primer viaje, y cuando me encontraba con la mitad del trabajo listo, hubo una revolución. Dahomey pasó a llamarse República Popular de Benín, el africanismo fue cambiado por el pensamiento de Kim Il Sung, y una mañana me encontré arrestado, acusado de ser mercenario y forzado a permanecer contra un muro, en calzoncillos, bajo un sol abrasa-dor, mientras los buitres giraban sobre mi cabeza. Como es obvio, después de esta interrupción se me acabaron las ganas de proseguir con mis investigaciones. Y aunque hubiese querido, hu-biera sido imposible porque me expulsaron del país. Con los datos recogidos, comencé entonces a escribir una historia ficticia, que tomaba como modelo la dramaturgia de Racine. En aquel tiempo leía mucho a Racine y admiraba la tensión de sus tragedias. –¿A través de Racine busca reparar las exigencias clásicas de unidad temporo-espa-cial? Exacto. La historia de Da Silva me fue transmitida por su propia hija, una mujer muy vieja al borde de la muerte. Comenzó su relato a primeras horas de la tarde y lo acabó tres horas después, justo cuando su conciencia se extinguía. Lo que busqué lograr es, especial-mente, ese estado de trágica satisfacción que se halla en Racine: mientras la configuración ficticia albergue un ápice de esperanza, el espectador sabe todo el tiempo que la catástrofe es inevitable. Desgraciadamente fue necesario agregar un epílogo que de algún modo destruye la rigurosidad de la forma, pero por lo demás está construida como una tragedia clásica. Escri-birla fue un proceso difícil, muy duro. Ningún otro libro me exigió tanto.–Colina Negra es su tercer libro, una obra que sorprendió por ser completamente distinta a las anteriores. Trata sobre mi infancia. La escuela a la que asistí tiene una granja en Gales que acostumbrábamos a visitar los veranos, en las vacaciones. En 1955 encontré allí a unos viejos campesinos que podían recordar con toda claridad sucesos acaecidos un siglo atrás. Durante algunos años volví al lugar para buscar la “carne” con que asar una novela. Me reproché el hecho de pasarme el tiempo dando la vuelta al mundo en busca de apasionan-tes destinos cuando en realidad podía encontrarlos en las fascinantes historias de vida de mi propia tierra. Además, necesitaba escribir algo que me conmoviera después de pasar por las tribulaciones de El Virrey... La escritura de esta novela resultó un verdadero placer. Estaba en buena forma, así es que trabajé en las granjas, escuchando las historias de los viejos. –Quizás, por contraste con su vida, el objetivo primordial se había convertido en retratar gente que nunca había abandonado su lugar de origen, ¿no es así? No en un principio, pero luego comprendí que ese debería ser el tema del libro. Encontré mucha gente que jamás se había alejado más que un par de kilómetros del lugar donde nacieron. Sus vidas consistían en una especie de círculo mágico que tenía sus propias granjas como centro de gravedad. Quería investigar este círculo y comprender sus causas. Es necesario recordar que hay muchísima gente en todo el planeta que aún sigue viviendo de esta forma.–¿Los sucesos del libro son imaginarios? Sí, en gran parte, aunque la mayoría están basa-dos en relatos de los campesinos. Por ejemplo, me encontré con dos hermanos que mascu-llaban algo relativo a un asesinato ocurrido en la década del 20. Al día siguiente me llevaron hasta la biblioteca del pueblo y pidieron los periódicos locales de la época del crimen. Allí

Elizabeth Chatwin sacó esta foto en 1985. Se encontraban

en Kardamili, Grecia. Fue publicada en Far Journeys:

Photographs and Notebooks.

–¿En la Patagonia puede caracterizarse como un libro de viaje? Sí, sin duda. Cuando se le llama de otra forma protesto. Todo lo que figura en el libro sucedió realmente, aunque claro, en otro orden. En la formulación definitiva intenté evitar tanto la organización cronoló-gica en línea recta –que es tan tradicional en los libros de viaje– como la perspectiva narrativa unilateral. Quizás es debido a ello que muchos críticos no saben muy bien cómo clasificarlo. –¿Hubo alguna fuente de inspiración literaria que le haya ayudado? Hay dos libros que significaron mucho para mí, y ambos están escritos por el mismo autor: Osip Mandelstam. El primero es una colección de cuentos y ensayos titulado El rumor del tiempo; el otro es una especie de diario de viaje llamado Viaje a Armenia. En una ocasión en que me encontra-ba en Moscú enviado por The Sunday Times, tuve oportunidad de entrevistar a la viuda de Mandelstam (que, dicho sea de paso, es una de las mujeres más fascinantes que he conocido en mi vida), y le pregunté por aquellos libros místicos. Me dijo que debería leerlos solo si me viese obligado a aprender ruso. Poco tiempo después encontré una versión inglesa de los textos –hecha por Clarence Brown–, y quedé completamente extasiado. En mis viajes por Sudamérica los llevaba siempre conmigo, como una Biblia. –En la Patagonia habla de gente que de algún modo vive en una suerte de exilio, ya sea forzado o elegido. Los retratos que hace de los personajes, ya sean gauchos o indios, pistoleros como Butch Cassidy o marinos perdidos como el primo Charlie, tienen el sello de un gran respeto, por no decir admiración. ¿Debe entenderse el libro como un homenaje a todos los nómadas y aventureros? Sí, creo que sí. –Sin embargo, en su segundo libro, El virrey de Ouidah, nos encontramos con un viajero que apenas comparte algún rasgo positivo con el héroe clásico. El tratante de esclavos Francisco Manoel Da Silva parece dominado por una crueldad incom-prensible... No creo que sea tan malo, aunque es evidente que está al servicio del Mal. –¿Y cómo llega hasta él? ¿Es su espíritu trashumante el que lo empuja en brazos del Mal o, por el contrario, su nostalgia de una tierra firme, un lugar donde vivir con tran-quilidad? Me inclino por lo último. En su época, la trata de esclavos fue una industria gigantes-ca, especialmente en Brasil, donde solo a fines del siglo pasado encontró su prohibición definiti-va. En lo básico, Da Silva tenía la misma mentalidad que el director de una empresa petrolera de la actualidad. Simplemente, hizo su trabajo en África para un día poder regresar a casa como un hombre respetable. Si bien el libro está basado en hechos reales, resulta clara la intencionali-dad de crear una novela convencional. Para crear algo nuevo siempre debí buscar inspiración en la realidad. Se me ocurrió escribir el libro cuando estuve de paso por Dahomey, la actual Benín. Allí visité una casa que había pertenecido a un traficante de esclavos llamado Francisco Félix de Souza. El dormitorio era fantástico: sobre una cama inmensa (debajo de la cual se halla en-terrado el antiguo propietario) había una cantidad increíble de reliquias y fetiches. De una de las paredes del cuarto colgaba un retrato de Souza fechado en 1820, y había también una escultura de San Francisco de Asís. “¡Dios, qué historia!”, pensé. En sus buenos tiempos, las ciudades de Ouidah, Porto Novo y Grand-Popo exportaron más esclavos a las Américas que todo el resto del continente africano, y llegaron a conocerse con el nombre colectivo de “Pequeño Brasil”, por la gran cantidad de mulatos y esclavos libertos que volvieron a África durante el siglo XIX. Pero

Fotos tomadas por Chatwin en la Patagonia, incluidas en Far Journeys: Photographs and Notebooks. El vagón fue la imagen de tapa de varias ediciones de En la Patagonia.

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estaba lo que buscaba: un increíble crimen pasional. Todo lo que tuve que hacer fue echar mi fantasía a volar. –La confrontación entre el nómade y el sedentario también está presente en esta novela. A pesar de que los gemelos Lewis y Benjamin son inseparables, representan dos temperamentos completamente opuestos. Mientras Lewis está abierto a nuevas experiencias y desea “salir al mundo”, Benjamin quiere conservar todo tal cual fue en el pasado y encerrarse en la granja. Un conflicto similar sucede con sus padres: Mary sueña con exóticos lugares de la India mientras que Amos solo intenta prote-ger su propiedad. ¿A qué se deben estas polarizaciones? Lo interesante con los gemelos es que uno siempre desarrolla un rol activo, dominante y extrovertido, en tanto que el otro queda relegado a la pasividad, sumiso y taciturno. Las novelas sobre gemelos que he leído no guardan relación con la realidad. No sé bien por qué quise escribir una novela sobre gemelos, pero una vez que me embarqué en ella, me sentí obligado a investigar para poder continuar. Tomé prestada toda la literatura relevante que existe sobre el tema, y visité a un profesor ita-liano que es un experto en la materia. Lo que me fascinaba era el hecho de que dos hermanos se ven obligados a vivir una suerte de falso matrimonio, en donde asumen con una supuesta naturalidad los roles masculinos y femeninos. Lo que afirmas con respecto a la relación entre Lewis y Benjamin, de verla como una metáfora del nómade y el sedentario, es evidente que se trata de algo más que de una simple coincidencia. –Su último libro, Los trazos de la canción, trata sobre los aborígenes australianos. ¿Cómo caracteriza esta obra? ¿Es una novela, un diario, un libro de viaje, o todo esto a la vez? Hubo un crítico español que leyó el libro como una “novela de viaje”, y así es justa-mente como debe leerse. Pero no fui yo quien encontró la forma, sino que fue la forma quien me encontró a mí. Antes de que la versión original entrara a imprenta había quemado nada menos que ocho manuscritos, y sigo sin estar conforme del todo. El problema consistía en crear una ficción que encuadrase con mis consideraciones acerca de la vida de los nómades. –¿Podría aclarar que es una “huella soñada”? Parecería que toda su filosofía de-pende de este concepto... Sí, en cierta forma es verdad. Una “huella soñada” es un camino invisible que los antepasados de los aborígenes recorrían en el comienzo de los tiempos. Por medio del canto, estos antepasados iban dando nombre a todo lo que veían durante su peregrinaje, y de esta forma fueron creando el mundo. Hoy, los aborígenes pueden seguir estas “huellas soñadas” por toda Australia, y las conocen a través del aprendizaje de los cantos. Ellos saben perfectamente cómo se ve el otro extremo del continente sin haber estado nunca allí. Los cantos funcionan como una especie de mapa de la memoria. Dado que las “huellas soñadas” son consideradas sagradas, han sido causa de innumerables conflictos políticos. Los colonos no pueden entender cómo las “huellas soñadas” cruzan las grandes ciudades, y que construcciones como el Teatro de la Ópera de Sidney estén erigidas sobre territorio sagrado. Por supuesto, tampoco se esfuerzan demasiado por tratar de comprender las creencias de aquellos a quienes, en definitiva, les han robado todo, menos los cantos y los sueños. –Nos queda aún por dilucidar todavía una cuestión fundamental: lo que llama “la movilidad humana”. ¿Por qué el hombre siente la necesidad de trasladarse de un sitio a otro? ¿Cree realmente que, al igual que ciertos animales, el hombre ha desarrollado un instinto trashumante? Creo que en sus comienzos el hombre era una criatura nómade por excelencia. Por desgracia la editorial eliminó un pasaje importante en Los trazos de la canción que yo he vuelto a incluir en la edición de bolsillo. Allí intento demostrar cómo la evolución no ha seguido un desarrollo armónico, una dirección lineal, sino que se dio a través de una serie de “saltos” de un estadio a otro. Algunos de estos saltos tuvieron lugar en África hace dos o tres millones de años: de repente el clima devino más cálido, más seco, transformando en conse-cuencia a vastas regiones en sabanas o desiertos, imposibles para la supervivencia. El hombre nació entonces obligado a errar todo el tiempo en busca de agua o alimentos. Ello le ha permiti-do desarrollar otra sensibilidad, otra concepción del mundo que el hombre sedentario ha ido perdiendo. Esa cosmovisión especial que encontré entre los nómades explica mi gran admira-ción por ellos. A fin de cuentas, lo que hacemos es vagabundear por la memoria.

Bibliografía de Bruce Chatwin

En la Patagonia (In Patagonia), 1977.

El Virrey de Ouidah (The Viceroy of Ouidah), 1980.

Colina Negra (On the Black Hill), 1982.

Retorno a la Patagonia (Retourn to Patagonia, con Paul Theroux), 1985.

Los trazos de la canción (Songlines), 1987.

Utz, 1988.

¿Qué hago yo aquí? (What Am I Doing Here?), 1989.

Photographs and Notebooks, 1993.

The Morality of Things, 1993.

Anatomía de la Inquietud (Anatomy of Restlessness), 1996.

Bajo el Sol. Las cartas de Bruce Chatwin (Under the Sun. The letters of Bruce Chatwin), selección y edición de Elizabeth Chatwin y Nicholas Shakespeare, 2010.

Sobre Chatwin

Sussanah Clapp, Con Chatwin. Retrato de un Escritor, El Aleph, Barcelona, 1997.

Nicholas Shakespeare, Bruce Chatwin. La biografía, Muchnik Editores, Barcelona, 2000.

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