anuario de estudios americanos diez nuevas miradas de historia … · 2019. 5. 1. · arenas, josé...

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Desautorización / Retraction El Consejo de Redacción del Anuario de Estudios Americanos, en aplicación de las directrices marcadas por la Guía de Buenas Prácticas de la Editorial CSIC y las recomendaciones de los comités internacio- nales de ética editorial, ha decidido proceder a la desautorización for- mal del siguiente artículo: Aguilera Manzano, José María: “La Revolución cubana y la his- toriografía”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 65, núm. 1, Sevilla, enero-junio 2008, pp. 297-320, DOI: http://doi.org/10.3989/aeamer.2008.v65.i1.106 Dicho artículo contiene numerosos párrafos que son reproducción literal (con leves cambios de redacción en algunas pocas ocasiones), sin entrecomillar ni citar, del siguiente texto: Piqueras Arenas, José Antonio: “Introducción: Ensayo de con- textualización de la última historiografía cubana”, en Piqueras Arenas, José A. (ed.), Diez nuevas miradas de Historia de Cuba, Castelló de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 1998, pp. 9-39. (Los párrafos reproducidos, que suman no menos de catorce páginas del artículo desautorizado, corresponden a pp. 10-24 y 28-32 de este texto). Asimismo, se ha detectado la existencia de párrafos que son repro- ducción literal, sin entrecomillar ni citar, de otros autores. Entre ellos (sin descartar que pueda haber más casos) los siguientes: Hernán Ve- negas (“América en la historiografía cubana, 1832-1940”, Islas, 132, 2002, 69-79; textos de páginas 74-75 reproducidos en p. 297-298 del artículo desautorizado); Elíades Acosta (“¿Qué aportan los estudios biográficos a la historiografía cubana actual?”, en Hibay, Denise A. (ed.), Trends and Traditions in Latin American and Caribbean History, Papers of the Forty-Seventh Annual Meeting of the Seminar on the Ac- quisition of Latin American Library Materials, SALALM Secretariat, USA, 2005, 77-84; textos de p. 81-82 reproducidos en p. 317-318) y Mildred de la Torre Molina (“La nueva mirada de la historiografía cu- bana”, http://www.archivocubano.org/delatorre.html [consulta 6 de fe- brero 2017], párrafos reproducidos en p. 317-318).

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  • Desautorización / Retraction

    El Consejo de Redacción del Anuario de Estudios Americanos, en aplicación de las directrices marcadas por la Guía de Buenas Prácticas de la Editorial CSIC y las recomendaciones de los comités internacio-nales de ética editorial, ha decidido proceder a la desautorización for-mal del siguiente artículo:

    Aguilera Manzano, José María: “La Revolución cubana y la his-toriografía”, Anuario de Estudios Americanos, vol. 65, núm. 1, Sevilla, enero-junio 2008, pp. 297-320, DOI: http://doi.org/10.3989/aeamer.2008.v65.i1.106

    Dicho artículo contiene numerosos párrafos que son reproducción literal (con leves cambios de redacción en algunas pocas ocasiones), sin entrecomillar ni citar, del siguiente texto:

    Piqueras Arenas, José Antonio: “Introducción: Ensayo de con-textualización de la última historiografía cubana”, en Piqueras Arenas, José A. (ed.), Diez nuevas miradas de Historia de Cuba, Castelló de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 1998, pp. 9-39. (Los párrafos reproducidos, que suman no menos de catorce páginas del artículo desautorizado, corresponden a pp. 10-24 y 28-32 de este texto).

    Asimismo, se ha detectado la existencia de párrafos que son repro-ducción literal, sin entrecomillar ni citar, de otros autores. Entre ellos (sin descartar que pueda haber más casos) los siguientes: Hernán Ve-negas (“América en la historiografía cubana, 1832-1940”, Islas, 132, 2002, 69-79; textos de páginas 74-75 reproducidos en p. 297-298 del artículo desautorizado); Elíades Acosta (“¿Qué aportan los estudios biográficos a la historiografía cubana actual?”, en Hibay, Denise A. (ed.), Trends and Traditions in Latin American and Caribbean History, Papers of the Forty-Seventh Annual Meeting of the Seminar on the Ac-quisition of Latin American Library Materials, SALALM Secretariat, USA, 2005, 77-84; textos de p. 81-82 reproducidos en p. 317-318) y Mildred de la Torre Molina (“La nueva mirada de la historiografía cu-bana”, http://www.archivocubano.org/delatorre.html [consulta 6 de fe-brero 2017], párrafos reproducidos en p. 317-318).

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    El Anuario de Estudios Americanos pide disculpas a sus lectores y a los autores cuyas obras se han utilizado indebidamente y hará lo posible por evitar que se repitan situaciones similares en el futuro.

    El Consejo de Redacción no tendrá en consideración las posibles réplicas, contrarréplicas o comentarios a esta decisión editorial.

    Esta nota editorial se incorpora a la versión electrónica del ar-tículo desautorizado y se publicará en el próximo número impreso de la revista (Anuario de Estudios Americanos, 74, 1, ene.-jun. 2017).

    Sevilla, 6 de febrero de 2017

  • Anuario de Estudios Americanos, 65, 1,enero-junio, 297-320, Sevilla (España), 2008

    ISSN: 0210-5810

    La Revolución cubana y la historiografía

    José María Aguilera ManzanoEscuela de Estudios Hispano-Americanos. CSIC. Sevilla

    El objetivo de este artículo es el estudio de la historiografía cubana desde el comien-zo de la Revolución (1959) hasta la actualidad, para que los interesados en la historia deCuba puedan conocer qué líneas ha seguido ésta hasta ahora y por donde continuará. Eltexto se ha dividido en tres partes que corresponden a cada una de las etapas del período.La última fase está integrada por los historiadores actuales; a esta generación le ha prece-dido la que compartió su juventud con el triunfo de la Revolución de 1959 y la que accedióa la Universidad después de las profundas transformaciones acaecidas en 1968.

    PALABRAS CLAVE: historia, historiografía, Revolución, Cuba, socialismo, nacionalismo.

    The aim of this article is the study of the Cuban historiography from the beginning ofthe Revolution (1959) until the present, so that researchers interested in the history of Cubacan know what lines has been followed up to now and what is the path in the future. I havedivided the text in three parts that correspond with each one of the stages of the period. Thelast phase is integrated by the current historians; this generation has been preceded by thatone who shared its youth with the victory of the Cuban Revolution, and the one that waseducated at the university after the deep transformations happened in 1968.

    KEYWORDS: history, historiography, revolution, Cuba, socialism, nationalism.

    La tradición historiográfica cubana

    La literatura histórica cubana del siglo XIX y los primeros años delsiglo XX, en general, fue el resultado de una práctica historiográfica pro-ducida por profesionales con gran curiosidad por la historia, aunque caren-tes de una formación académica para el oficio de historiar. Herederos de lainfluencia romántica primero y de la positivista después, es frecuenteencontrar en sus obras características comunes, como el engrandecimientode los hechos y la idealización de los personajes históricos. La creación dela Academia de la Historia de Cuba en 1911 consolidó la anterior tenden-cia, reforzándose el impacto de la historiografía positivista, pero no preci-samente con la utilización de documentos o el análisis crítico de las fuen-tes, sino haciendo rutinaria la práctica de relatar acontecimientos. Ello trajo

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  • aparejado cierta inclinación a la creación de mitos y estereotipos históricos.La Academia, no obstante, salvó y publicó fuentes valiosas de la historio-grafía cubana, pero no se preocupó de dotar con el indispensable métodocientífico a los historiadores de la época. También es cierto que en esosaños apareció, en algunos sectores de la intelectualidad cubana, un conjun-to de obras que expresaban una forma más rigurosa y moderna de entenderla historia.1

    Como afirmó el investigador John Dumolin, los años posteriores a lafrustrada Revolución de 1933, y en particular el período que comenzó en1940, marcaron un proceso de diferenciación en la historiografía cubanamanifestado en dos corrientes divergentes: una conservadora y otra progre-sista.2 Exponentes de la primera línea fueron los conocidos historiadoresEdilberto Marbán Escobar, Juan José Remos Rubio y Emeterio SantoveniaEchaide. Los representantes de esta ala desarrollaron una línea de trabajoque no se insertaba en el proceso de renovación historiográfica iniciado enla década de 1920 y todos ellos se mantuvieron apegados a la manera tra-dicional del quehacer historiográfico. En contrapartida, la producción delsector progresista se encargó de protagonizar una amplia renovación de lasinvestigaciones históricas en Cuba, especialmente tras la creación en 1940de la Sociedad Cubana de Estudios Históricos e Internacionales.Exponentes de esta tendencia fueron Fernando Ortiz, Ramiro GuerraSánchez, Juan Pérez de la Riva, Elías Entralgo Vallina, Emilio Roig deLeuchsenring y José Luciano Franco Ferrán. Sus publicaciones superabanla concepción romántico-positivista desde un punto de vista interpretativo,generalizada en los estudios precedentes, a través de trabajos de caráctermucho más científico.

    En los años que siguieron a la Revolución de 1959, varios miembrosde la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Habana, comosu catedrático en Historia de Cuba, Herminio Portell Vilá (1901-1992) y elgeógrafo Leví Marrero, abandonaron el país. También lo hicieron escrito-res como Emeterio Santovenia (1889-1968), presidente de la Academia de

    1 Almodóvar, Carmen: Antología crítica de la historiografía cubana, volumen I y II, EditorialPueblo y Educación, La Habana, 1986; Venegas, Hernán: “América en la historiografía cubana, 1832-1940”, Islas, volumen 44, n. º 132, La Habana, 2002, págs. 69-79.

    2 Dumolin, John: “Las concepciones historiográficas sobre el periodo 1935-1958”, Santiago,n. º 69, 1982, págs. 113-178; Entralgo, Elías: “La enseñanza de la Historia en la Universidad de LaHabana”, en Santovenia, Emeterio: La enseñanza de la Historia en Cuba, Instituto Panamericano deGeografía e Historia, México, 1951, págs. 79-130.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810298

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  • la Historia, entre otros. A Portell Vilá se debía la renovación de los estu-dios históricos y su método de enseñanza desde 1939. Formado en losEstados Unidos, había sido profesor en North Carolina y en lasUniversidades de California y de Chicago.3 Leví Marrero Artiles habíapasado de su inicial interés por la Antigüedad (con una tesis de licenciatu-ra sobre los sumerios) a realizar estudios geográficos conforme a la tradi-ción francesa. Autor de un trabajo introductorio de historia económica, suprincipal texto lo elaboró en el exilio, Cuba: Economía y Sociedad, obra enquince volúmenes de consulta obligada por el caudal de información quereúne.4 La corriente académica más conservadora, que había hegemoniza-do las instituciones docentes y oficiales, quedaba desplazada con su jerar-quía, sus prejuicios y, en ocasiones, su filonorteamericanismo; también consu indudable oficio.

    Junto a estos autores, muchos de los historiadores más experimenta-dos, innovadores y capacitados, cuya formación ya había concluido en1959, se quedaron en Cuba. En la Universidad permanecieron algunas figu-ras señeras, entre ellas el historiador de las ideas Elías Entralgo (1903-1966),5 convertido en decano de la nueva Facultad de Humanidades, y JuanPérez de la Riva (1913-1976). Este último era un sólido demógrafo e his-toriador, formado en las Universidades de Grenoble y París, y se contabaentre los escasos profesores que unía a su amplia erudición una base meto-dológica y conocimientos suficientes en técnicas cuantitativas. Autor deuna obra tardía y dispersa, en su mayor parte realizada en los años sesenta,en 1964 asumió la dirección de la Revista de la Biblioteca Nacional JoséMartí, en la que dio a conocer buena parte de sus excelentes trabajos.6

    Junto a ellos, también continuaron en Cuba Ramiro Guerra, que tenía78 años en 1959, siendo su obra reeditada y ampliamente utilizada después

    3 Portell Vilá, Herminio: Historia de Cárdenas, Talleres gráficos “Cuba intelectual”, LaHabana, 1928; Céspedes, el padre de la patria cubana, Espasa-Calpe, Madrid, 1931; Narciso López ysu época (1840-1850), Editorial de Libros y Folletos, La Habana, 1952.

    4 Marrero, Leví: Historia económica de Cuba. Guía de estudio y documentación, Universidadde La Habana, La Habana, 1956; Marrero, Leví: Cuba: Economía y Sociedad, 15 volúmenes, Playor,Madrid, 1972-1992.

    5 Entralgo, Elías: La insurrección de los diez años, Imprenta de la Universidad, La Habana,1950; Algunas facetas de Varona, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1965.

    6 Pérez de la Riva, Juan: Correspondencia reservada del Capitán General don Miguel Tacón,1834-1836, Biblioteca Nacional José Martí, La Habana, 1963, págs. 13-96. También publicó otros estu-dios de historia social en la revista que dirigía, reunidos más tarde en diversos libros, entre ellosContribución a la historia de la gente sin historia, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1974,preparado con Pedro Deschamps.

    LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA HISTORIOGRAFÍA

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810 299

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  • de la Revolución por su erudición y carácter nacionalista.7 Quedó EmilioRoig de Leuchsenring como responsable de la Oficina del Historiador de laCiudad de La Habana, animador de la historia patriótica y promotor de loscongresos nacionales.8 Y también quedó Fernando Ortiz (1881-1969), elmayor etnólogo cubano y uno de los antropólogos más importantes delsiglo XX.9 Ortiz tenía en 1959 una edad similar a la de Guerra y estaba reti-rado del mundo universitario, sin que llegara a generar escuela directa, qui-zá porque su actividad académica se desarrolló en la Facultad de Derecho,aunque ello no fue obstáculo para que ejerciera su magisterio en autorescomo Le Riverend o Pérez de la Riva.

    Al producirse la Revolución, Julio Le Riverend (1912-1998) eradirector del Patrimonio Nacional del Tribunal de Cuentas (1952-1959). Enese último año comenzó a ejercer como docente en la Escuela de CienciasComerciales de la Universidad Central (1959-1960) y en la Universidad deLa Habana como profesor de Historia Económica (1961-1964). A la vez sevinculaba al Banco Nacional en calidad de consejero y dirigente del depar-tamento de crédito de Instituto Nacional de Reforma Agraria (1961-1962).Más adelante asumió la dirección del Instituto de Historia-ArchivoNacional (1962-1969), dependiente de la Academia de Ciencias, de la quesería vicepresidente (1965-1970). Para entonces había dejado definitiva-mente la Universidad. En 1972 fue nombrado viceministro de EducaciónGeneral y Especial, y en 1977 se le designó embajador en la UNESCO ydirector de la Biblioteca Nacional José Martí.10

    7 Guerra Sánchez, Ramiro: Azúcar y población en Las Antillas, Cultural, La Habana, 1927;Guerra Sánchez, Ramiro: La expansión territorial de los Estados Unidos, Cultural, La Habana, 1935.Le Riverend, Julio: “Ramiro Guerra: recuento y significación”, Revista de la Biblioteca Nacional JoséMartí, volumen 22, n. º 1, 1980, págs. 113-126. Ramiro Guerra había sido el primer titular de la cáte-dra de Historia de Cuba al crearse ésta en 1927. Designado a propuesta de la Facultad de Letras yCiencias, fue destituido por el presidente Machado. Superintendente general de escuelas, el mayor ymás influyente historiador de los años treinta y cuarenta quedó al margen de la posibilidad de crearescuela. Para una aproximación a la obra de los historiadores anteriores a 1959 véase, Almodóvar,Carmen: Antología crítica de la historiografía cubana, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1989,volumen 2, págs. 271 y siguientes.

    8 Roig de Leuchsenring, Emilio: Nacionalismo e internacionalismo de Martí, El Siglo XX,La Habana, 1927; Historia de la enmienda Platt: una interpretación de la realidad cubana, Cultural,La Habana, 1935; Tres estudios martianos, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1983.

    9 Ortiz, Fernando: Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar: advertencias de sus contras-tes agrarios, económicos, históricos y sociales, Cátedra, Madrid, 2002.

    10 VV AA: Diccionario de la Literatura cubana, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1980,volumen I, págs. 488-489.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810300

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  • Le Riverend era autor de diversos trabajos sobre el régimen territorialen los siglos XVII y XVIII, tema central de su investigación que culmina-ría a mediados de los ochenta, y de los capítulos socio-económicos de laHistoria de la Nación Cubana que dirigió Ramiro Guerra Sánchez a fina-les de los cuarenta, publicada a partir de 1952.11 La aportación de LeRiverend a esta obra constituye un instrumento esencial para el conoci-miento del pasado. De hecho, este texto es un ejemplo de interrelaciónentre cuestiones económicas y aspectos sociales, hasta el punto de que rea-grupados los textos en 1971 en un fructífero volumen, constituye éste unasíntesis no superada cincuenta años después de haber sido escrita.12 Al pocode producirse la Revolución, en 1960, publicó La Habana. Biografía deuna provincia, una imagen precisa de las posibilidades que hubiera ofreci-do su continuidad en la investigación y en la docencia superior, puestas derelieve en reflexiones y reconsideraciones posteriores.13

    Raúl Cepero Bonilla (1920), abogado y periodista, había publicado en1948 Azúcar y abolición, obra que le revelaba como un incisivo crítico dela actitud de las diversas clases sociales frente a la esclavitud en el sigloXIX y, por ende, ante la independencia.14 Cepero ofrecía una interpretaciónque alteraba la visión establecida y obligaba a replantear la historia nacio-nal y el conocimiento sobre las diversas facciones de hacendados azucare-ros. Este autor llegaba a la historia desde el conocimiento del presente eco-nómico y la crítica a las relaciones entre la política de la dictadura y losgrupos dominantes.15 Su obra Política azucarera (1952-1958), publicada enMéxico en 1958, se anunció como un “libro de economía militante”, enpalabras del autor, que “Denuncia e invita a la acción”.16 Azúcar y aboliciónhabía supuesto un verdadero jalón respecto a la utilización del materialis-

    11 Guerra, Ramiro; Pérez, José M.; Ramos Juan, J., y Santovenia, Emeterio (dirs.): Historia dela Nación Cubana, 10 volúmenes, Editorial Historia de la Nación Cubana, La Habana, 1952.

    12 Le Riverend, Julio: Historia Económica de Cuba, Instituto Cubano del Libro, La Haba-na, 1971.

    13 Le Riverend, Julio: La Habana. Biografía de una provincia, Academia de la Historia, LaHabana, 1960. La síntesis Historia económica de Cuba, Escuela de Comercio Exterior, La Habana,1963, con varias reediciones ampliadas; “Raíces del 24 de Febrero: la economía y la sociedad cubanasde 1878 a 1898”, Cuba Socialista, n. º 42, 1965, págs. 1-17; de un tono distinto, destinado a convertir-se en manual universitario y con un interés menor publicó La República. Dependencia y Revolución,Editorial Universitaria, La Habana, 1966.

    14 Cepero Bonilla, Raúl: Azúcar y abolición, Editorial Cenit, La Habana, 1948.15 Le Riverend, Julio: “Introducción”, en Cepero Bonilla, Raúl: Obras históricas, Instituto de

    Historia, La Habana, 1963, pág. II.16 Cepero Bonilla, Raúl: Política azucarera, 1952-1958, s.e., México, 1958.

    LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA HISTORIOGRAFÍA

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810 301

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  • mo histórico en el análisis del pensamiento social y político cubanos. Elque desde su aparición no haya cesado de generar opiniones contradicto-rias es una buena muestra del carácter vivo de su contenido y de la necesi-dad de la polémica para vivificar las investigaciones que procuran rectifi-car las ideas antes expuestas por otros autores. En 1959 Cepero Bonilla fuenombrado ministro de Comercio y en 1960 se le designó presidente delBanco Nacional, cargo en el que en 1962 le sorprendió la muerte en acci-dente de aviación, con 42 años.

    Manuel Moreno Fraginals (1920-2001) había sido profesor durante unaño —1950— en la Universidad de Oriente. En 1954 se instaló enVenezuela, donde ejerció como gerente de empresas a la vez que dirigíaestudios económicos. A su regreso a Cuba en 1959 fue designado asesordel Ministerio de Comercio Exterior y de diversas empresas, se vinculó porpoco tiempo a la Universidad de Las Villas y fue secretario de la Cámarade Comercio (1963-1969), director de Información del Ministerio deComercio Exterior (1968-1972) y asesor del Consejo Nacional de Culturadesde 1972.17 La relación reconocida de Moreno con Cepero Bonilla y JuanPérez de la Riva enriqueció su sólida formación adquirida en el extranjeroen años anteriores. Mientras, acometía una obra emprendida en 1947 quellegaría a convertirse en clave, en el más estricto sentido arquitectónico, dela historiografía revolucionaria, El Ingenio, cuyo primer tomo apareció en1964.18 Autor de breves ensayos en las dos décadas siguientes, inspiradostodos en su obra mayor, Moreno completó su texto años después sin llevarla investigación hasta la época republicana, como había anunciado en elplan inicial.19

    Le Riverend y Moreno Fraginals, separados por algo menos de unadécada, habían hecho estudios de Derecho en Cuba antes de marcharse alColegio de México, en donde ambos alcanzaron su especialización en his-toria. Le Riverend era ya doctor en Derecho Civil y en Ciencias Sociales,Políticas y Económicas cuando en 1943 llegó Moreno al Colegio becadopor la Fundación Guggenheim para integrarse en su segunda promoción.Alfonso Reyes había creado esa beca para Cuba y reclamó a FernandoOrtiz que le propusiera un candidato, siendo Le Riverend el seleccionado

    17 VV AA: Diccionario de la literatura…, volumen II, págs. 638-639.18 Moreno Fraginals, Manuel: El Ingenio. Complejo económico social cubano del azúcar,

    volumen I, 1760-1860, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1964.19 En los últimos años de su vida publicó Moreno Fraginals, Manuel: Cuba/España,

    España/Cuba. Historia común, Crítica, Barcelona, 1995.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810302

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  • por éste. En 1943 se doctoró Moreno en Derecho en La Habana y siguiólos pasos del anterior para dirigirse a México. El Colegio de México con-taba con el Centro de Estudios Históricos que dirigía Silvio Zavala y esta-ba convirtiéndose en una prestigiosa institución abierta a las tendencias his-toriográficas internacionales más innovadoras. En los años en que LeRiverend y Moreno permanecieron en él, se impartía una valiosa base decursos instrumentales y metodológicos y otros generales y específicos.Entre los profesores, además de Zavala, estaban los españoles RafaelAltamira (que impartía Orientación para el estudio de la Historia), JoséMiranda, Ramón Iglesia, Francisco Barnés y José Gaos, el austriaco PaulKirchhoff y los mexicanos Daniel Cosío Villegas y Arturo Arnáiz, entreotros. El neopositivismo cientifísta y el relativismo (la primacía del docu-mento y la importancia de la interpretación), se disputaban el enfoque his-tórico sin llegar a la exclusión mutua, coincidiendo ambas tendencias en laconveniencia de transmitir método de trabajo, aprecio al documento y sen-tido de la globalidad de la materia que se estudiase. El plan de estudiosprestaba atención a las técnicas historiográficas, a la historia económica ysocial, a las instituciones sociales y coloniales y a la América independien-te.20 En vista de sus trayectorias posteriores, los alumnos cubanos se cuen-tan entre los más aventajados de cuantos pasaron por ese importante centromexicano.

    La historiografía de los primeros años de la revolución

    El triunfo de la Revolución también supuso el primer intento de insti-tucionalizar el quehacer historiográfico. Aunque la Editora Nacional deCuba no se fundó hasta 1962, esto no impidió las publicaciones a través dediversos organismos estatales. Debo destacar, en primer término, la laboreditorial de la Oficina del Historiador de la Ciudad de La Habana, desde lacual se editaron varias obras encaminadas a criticar la política norteameri-cana contra Cuba: Males y vicios de Cuba republicana, sus causas y susremedios, 1959; El antiimperialismo de Francisco Henríquez y Carvajal,1959; Los Estados Unidos contra Cuba libre, 4 volúmenes, 1959; Cuba no

    20 Véase sobre el Centro de Estudios Históricos, Lida, Clara E., y Matesanz, José A.:El Colegio de México: una hazaña cultural, 1940-1962, El Colegio de México, México, 1990,págs. 109-174.

    LA REVOLUCIÓN CUBANA Y LA HISTORIOGRAFÍA

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810 303

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  • debe su independencia a los Estados Unidos, 1960; Los Estados Unidoscontra Cuba Republicana, 1960; Historia de la Enmienda Platt, 1961.21

    La Oficina no sólo se empeñó en esta época en hacer reedicionessino que incluyó en su plan editorial algunos trabajos inéditos de EmilioRoig, como Los Estados Unidos contra Cuba Libre, valioso arsenal dedocumentos.22 No pasó por alto el historiador de la ciudad la divulgacióndel pensamiento martiano y publicó varios folletos sobre José Martí, entreellos: La República de Martí, 1960, y Caminos en la vida de Martí,1961.23 Asimismo la Oficina imprimió obras de otros autores que contri-buyeron a rescatar algunos hechos poco conocidos de la historia pasadade la Isla, como el trabajo de José Luciano Franco, Rutas de AntonioMaceo en el Caribe, 1961, donde el autor revela su dominio del temasobre la base de un consecuente aprovechamiento de fuentes documenta-les y bibliográficas.24

    Por su parte, la Dirección General de Cultura del Ministerio deEducación, imprimió directamente trabajos como Los fundamentos delsocialismo en Cuba, de Blas Roca.25 Esta obra fue utilizada como libro detexto en las escuelas de instrucción revolucionaria, fundadas con la finali-dad de elevar el nivel político-ideológico de la población cubana. Tambiénimprimió el ensayo El marxismo y la historia de Cuba, escrito por CarlosR. Rodríguez.26 En este trabajo el autor fundamenta el porqué la historianacional cubana se había abordado tradicionalmente de manera apologéti-ca; explica cuáles son los intereses que habían movido a unos y otros his-toriadores a no variar los modelos establecidos y, por supuesto, aunquereconoce los intentos realizados por un grupo de historiadores progresistas

    21 Roig de Leuchsenring, Emilio: Males y vicios de Cuba republicana, sus causas y sus reme-dios, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1959; El antiimperialismo de FranciscoHenríquez y Carvajal, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1959; Los Estados Unidos con-tra Cuba libre, 4 volúmenes, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1959; Cuba no debe suindependencia a los Estados Unidos, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1960; LosEstados Unidos contra Cuba Republicana, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1960;Historia de la Enmienda de Platt, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1961.

    22 Roig de Leuchsenring: Los Estados Unidos…23 Roig de Leuchsenring, Emilio: La República de Martí, Oficina del Historiador de la Ciudad,

    La Habana, 1960; Caminos en la vida de Martí, Oficina del Historiador de la Ciudad, La Habana, 1961.24 Franco, José Luciano: Rutas de Antonio Maceo en el Caribe, Oficina del Historiador de la

    Ciudad, La Habana, 1961.25 Roca, Blas: Los fundamentos del socialismo en Cuba, Ediciones Populares, La Habana,

    1960.26 Rodríguez, Carlos R.: El marxismo y la historia de Cuba, Dirección General de Cultura, La

    Habana, 1960.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

    AEA, 65, 1, enero-junio, 2008, 297-320. ISSN: 0210-5810304

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  • para cambiar los cánones existentes, aboga por una historia de Cuba escri-ta sobre la base de los métodos marxistas.

    En 1960 se celebró en La Habana el Primer Festival del Libro Políticoy con ese motivo se publicaron numerosas obras que abordaban críticamen-te el tema de la política norteamericana con respecto a América Latina.Entre estos títulos sobresalieron La lucha revolucionaria contra el imperia-lismo, de Julio A. Mella, y La misión Welles, de Carlos R. Rodríguez.27 Enambos casos, por encima de la riqueza informativa, predominaba el análi-sis crítico del problema. Con motivo de esta efeméride algunas editorialestambién lanzaron, en ediciones populares, diferentes libros que recogíanparte del quehacer de figuras representativas del pensamiento cubano delsiglo XIX, incluyendo algunos viajeros que habían visitado Cuba. Se publi-caron de esta manera El juego y la vagancia en Cuba, de José AntonioSaco; Cartas a Elpidio y Educación y Patriotismo, de Félix Varela, y laVida y obra de Alejandro de Humboldt, entre otros. En el mismo año de1960, aprovechando la coyuntura histórica, se editó en Cuba la primeramonografía relacionada con la historia económica del país escrita despuésdel triunfo de la Revolución: El imperialismo norteamericano en la econo-mía de Cuba, donde Óscar Pino Santos estudia la estructura económica deCuba, así como la necesidad de llevar a cabo ajustes a través de medidascomo la reforma agraria.28 El autor, con esta apretada síntesis, apoyada ennumerosos cuadros estadísticos, aboga por esta medida como solución amuchos de los problemas de la Isla.

    La Academia de la Historia también hizo su contribución en esta eta-pa; básicamente concentró sus esfuerzos en la impresión de varias biogra-fías de provincias, es decir, se interesó en la historia regional. Este trabajoenlazaba con el realizado en el siglo XIX por numerosos miembros de laSociedad Económica de Amigos del País, que viéndose impedidos paraelaborar la historia general y sistemática de Cuba, centraron su interés enla redacción de historias locales. De los referidos ensayos publicados porla Academia sobresalió La Habana, biografía de una provincia, 1960, quemerece un especial reconocimiento tanto por el caudal informativo que

    27 Mella, Julio A.: La lucha revolucionaria contra el imperialismo, Dirección General deCultura, La Habana, 1960; Rodríguez, Carlos: La misión Welles, Dirección General de Cultura, LaHabana, 1960.

    28 Pino Santos, Óscar: El imperialismo norteamericano en la economía de Cuba, EditorialLex, La Habana, 1960.

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  • contiene como por la organización interna que el autor, Julio Le Riverend,le dio.29

    La reforma de 1962, con la creación de la Escuela de Historia de laUniversidad de La Habana, supuso una nueva vuelta de tuerca tendente ainstitucionalizar en Cuba la formación de historiadores, creando unaestructura y una titulación universitaria específica. La función asignada aesta ciencia consistía en la recuperación de un pasado hurtado en ocasio-nes, como es el caso de la formación de la nacionalidad cubana o del pro-tagonismo de las clases populares en las luchas revolucionarias, y acomo-dado en otras a la conveniencia de una república subordinada, comosucedía en la explicación de las relaciones del país y de su clase dirigentecon los Estados Unidos. El trabajo de la Escuela consistía en revelar cien-tíficamente el programa político de la Revolución, es decir: la continuidaddel esfuerzo revolucionario de 1868, 1895 y 1959, la reivindicación de unapatria negada por las clases dominantes durante la colonia, el antiimperia-lismo popular, la realización del ideal martiano de “Nuestra América” y delgobierno nacido de las condiciones del país. Estas ideas eran tomadas delalegato de Fidel Castro ante el tribunal que le juzgó en 1953, La historiame absolverá, a través del cual el comandante unía la primera acción arma-da contra la dictadura de Batista con los objetivos trazados en su día porJosé Martí.30

    Decididamente la historia ocupaba un lugar destacado en el programade la Revolución y por ello se le atribuía un cometido a esta disciplina. “Ami generación le interesa mucho la historia de Cuba”, relató José A.Tabares del Real, antiguo combatiente que fue nombrado director de laEscuela de Historia en 1969; “no creo que exista ejemplo más claro que laautodefensa de Fidel, La historia me absolverá, que tiene constantementecomo fundamento de su posición ideológica y política a la historia; y esefue el programa del Movimiento 26 de Julio, y ese programa está basadoen la historia, en un análisis histórico de la problemática cubana”. Y aña-de: “tampoco podemos olvidar que esta Revolución se hizo tomando la his-

    29 Le Riverend, Julio: La Habana, biografía de una provincia, Academia de Historia, LaHabana, 1960.

    30 Al justificar el derecho a la insurrección, Fidel Castro, después de citar diversas doctrinas,acaba amparándose en una razón que considera más poderosa, la coherencia con “la historia de nues-tra patria” que halla en el 10 de octubre de 1868 y el 24 de febrero de 1895, ambas fechas ejemplo derebeldía. Véase Castro, Fidel: La historia me absolverá, Grupo Editor de Buenos Aires, Buenos Aires,1973, pág. 107.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

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  • toria como punto de referencia y como ciencia para formar la concienciapolítica de los revolucionarios”.31 El materialismo histórico podría aportarel armazón conceptual de la nueva ciencia histórica, pero quedaba claroque los temas y las prioridades venían dictadas por una revolución que aca-baba de nacer. En abril de 1961 se declaraba oficialmente el carácter socia-lista de la Revolución. Se trazaba una dirección en la que la nación cubanay el socialismo se garantizaban mutuamente como realización de la sobe-ranía. Por lo mismo, había una necesidad de explicar el pasado en clave quepermitiera atender las urgencias del presente: la transformación social y eldesafío al Imperio.

    El hecho fundacional de la institucionalización de la nueva historio-grafía quedó fuertemente condicionado por la orientación que para cumplirel mencionado programa adoptó la Escuela bajo la dirección de SergioAguirre. Éste fue profesor de segunda enseñanza hasta 1961, pero ya sehabía dado a conocer en 1942 con un texto militante y rupturista, susActitudes de la burguesía cubana en el siglo XIX,32 en el que, sirviéndosede la bibliografía al uso, se proponía reinterpretar el pasado a la luz de lascontradicciones y de los intereses de clase. El cuadro que ofrecía, al mar-gen de lo discutible de algunas de sus apreciaciones, constituía una invita-ción a superar el positivismo estrecho que, basado en la erudición, preten-día ofrecer una concepción “objetiva”, sin contaminaciones ideológicas,cuando en realidad no dejaba de estar al servicio de una u otra visión de losproblemas estudiados, seleccionando las cuestiones a tratar o la informa-ción sobre las mismas. El problema no era el método que adoptó Aguirre,provisto después de todo de una gran capacidad para el análisis y a la vezde un extraordinario poder de síntesis, como se le ha reconocido, sino eldesprecio que como director de la Escuela manifestó hacia quienes no par-ticipaban de su aversión al documento y las dificultades que con mayor omenor sutileza opuso a otras formas de trabajo.33 El papel de Aguirre y elde la Escuela es hoy objeto de controversia entre los historiadores cubanos

    31 Guerra Vilaboy, Sergio, y Torres-Cuevas, Eduardo: “La historia bajo la impronta de laRevolución Cubana. Conversación entre historiadores con José A. Tabares del Real”, DebatesAmericanos, n. º 2, La Habana, julio-diciembre de 1996, págs. 94-98. La proyección de la historia enlas tareas políticas del presente fue objeto de atención de Pérez, Louis A. Jr.: “Toward a New Future,from a New Past: The Entreprise of History in Socialist Cuba”, Cuban Studies, volumen 15, n. º 1,1985, págs. 1-13.

    32 Reeditada con otros trabajos en Aguirre, Sergio: Eco de caminos, Editora de CienciasSociales, La Habana, 1974.

    33 Almodóvar: Antología crítica de …, volumen II, pág. 502.

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  • pues la introducción de criterios ideológicos primó sobre la actividad inves-tigadora.34

    Por todo ello, en los años que median entre 1962 y 1968 hubo un vuel-co cualitativo y cuantitativo en el quehacer historiográfico de Cuba. En loreferente a la historia del movimiento obrero, el nombre más importantefue José Rivero Muñiz. A él se deben, entre otros títulos: El movimientoobrero durante la primera intervención, 1961; El movimiento laboralcubano durante el periodo 1906-1911, 1962, y El primer partido socialis-ta cubano, 1962, todos ellos publicados en la revista Islas, bajo los auspi-cios de la Universidad Central de Las Villas.35 El Instituto de Historia de laAcademia de Ciencias de Cuba editó la obra más representativa de este pio-nero de la historia del movimiento obrero cubano: Tabaco, su historia enCuba, 1965. Aunque a Rivero Muñiz le faltó la orientación ideológica idó-nea para interpretar consecuentemente la rica información documental quemanejaba, su labor de recopilador honesto no ha sido desdeñada por loshistoriadores que posteriormente han acometido la tarea de investigar sobreel movimiento obrero en Cuba.

    Es este período apareció en las páginas de la revista Cuba Socialistaun interesante trabajo de Sergio Aguirre, “Algunas luchas sociales en Cubarepublicana I”, 1965, donde el autor, con la agudeza que lo caracterizaba,pasaba revista y le hacía una buena disección a las posiciones asumidas porlos gobernantes de turno entre 1899-1917, frente al incipiente movimientoobrero cubano, así como a las agrupaciones obreras de la época.36 Otroaporte en esta vertiente de trabajo lo constituye el esclarecedor estudio deFabio Grobart, “El movimiento obrero cubano de 1925 a 1933”, publicado

    34 Carlos Fuentanellas, en “Nota preliminar” a Eco de caminos, págs. 11-12, salió en defensade Aguirre después de admitir que no podía considerársele un investigador, en el sentido de aportar ele-mentos informativos basados en fuentes primarias. Pero añadió algo que contribuyó a explicar elmomento historiográfico cubano cuando, refiriéndose a la objeción que acabamos de señalar, conside-ró que descansaba en un “criterio apolítico cuando se coloca de espaldas al cambio del proletariado”.Y concluye: “La urgencia ideológica de la interpretación marxista de nuestra historia y su divulgacióncomo instrumento educativo, para hacer más profunda la conciencia política de las masas, no podíacanalizarse por vías de erudición historiográfica, ya que el acopio de nuevos materiales históricos eslabor encomiable, penosa y, sobre todo, necesariamente dilatada”.

    35 Rivero Muñiz, José: El movimiento obrero durante la primera intervención, UniversidadCentral de las Villas, 1961; El movimiento laboral cubano durante el periodo 1906-1911, UniversidadCentral de las Villas, 1962; El primer partido socialista cubano, Universidad Central de las Villas,1962.

    36 Aguirre, Sergio: “Algunas luchas sociales en Cuba republicana I”, Cuba Socialista, n.º 42,1965, págs. 18-41.

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  • en la revista anteriormente citada en 1966.37 Auxiliado de la metodologíamarxista y de sus propias vivencias, Grobart analiza críticamente los aspec-tos fundamentales de las luchas sociales en Cuba en tan importante etapa.

    La Dirección Política de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR)publicó en 1967 una Historia de Cuba redactada por Jorge Ibarra. En ellibro el historiador concede especial atención al período 1868-1898 y den-tro de éste profundiza en aspectos tales como las ideas defendidas al calorde la Asamblea de Guáimaro, las discrepancias que surgen entre los diri-gentes revolucionarios, etc… Para Ibarra las causas que determinaron elPacto de Zanjón se hallan en la inconsecuencia revolucionaria y en la faltade perspectiva militar y política de los promotores de la revolución.38

    También corresponde a esta época el lanzamiento del primer tomo deDocumentos para la historia de Cuba, de la historiadora HortensiaPichardo.39 Esta publicación marca el inicio en 1965 de una línea significa-tiva de trabajo en la historiografía cubana que encuentra receptividad en losaños posteriores. En esta vertiente la infatigable investigadora se desen-vuelve con maestría, enlazando hábilmente la experiencia docente y lainvestigativa. Los documentos de esta erudita profesora se convirtieron,desde los primeros momentos, en un útil instrumento de trabajo para alum-nos y profesores.

    En relación con los estudios concernientes a los primeros siglos de lacolonización hispana, durante los años a los que hacemos referencia, laComisión Nacional Cubana de la UNESCO coadyuvó decisivamente adivulgar las obras de los primeros historiadores de la Isla: Arrate, Urrutia yValdés. Otros organismos, como el Consejo Nacional de Cultura y elInstituto de Historia de la Academia de Ciencias, se sumaron a la tarea dereeditar obras históricas escritas en los siglos XIX y XX. Ejemplos signifi-cativos de esta actividad editorial lo constituyen La Isla de Cuba, 1964, deldiplomático inglés Richard Madden, y los trabajos de Raúl Cepero Bonilla—Azúcar y abolición, El Siglo y Política Azucarera—, reunidos en un volu-men prologado por Julio Le Riverend.

    La separación de la generación de conocimiento de la docencia desti-nada a niveles no universitarios con la creación del Instituto Superior

    37 Grobart, Fabio: “El movimiento obrero cubano de 1925 a 1933”, ibídem, n. º 45, 1966, págs.24-31.

    38 Ibarra, Jorge: Historia de Cuba, Dirección Política de la FAR, La Habana, 1968.39 Pichardo, Hortensia: Documentos para la historia de Cuba, 4 volúmenes, Editora del

    Consejo Nacional de Universidades, La Habana, 1965-1973.

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  • Pedagógico “Enrique José Varona” desvió hacia esta institución a algunosprofesores de la Facultad de Filosofía y Letras, como Fernando Portuondo(1903-1975), de patente vocación educativa, pero sin acomodo en los plan-teamientos descritos.40 En el Pedagógico recaló también inicialmente JoséLuciano Franco, el más valioso de los historiadores autodidactas cubanos,de amplia erudición en Historia social, cuyo posterior paso a la Universidadno dejó de ser simbólico habida cuenta de su avanzada edad, pues habíanacido en 1891, y su vinculación a la Academia de Ciencias y a la UNES-CO.41 La mencionada división repercutió asimismo en la Escuela deHistoria, convertida en un centro escogido pero privado de aquellos profe-sores que, por sus conocimientos y su disposición a transmitirlos, podíaninfluir en las nuevas promociones.

    1968, otra vuelta de tuerca para la Historia

    El discurso de Fidel Casto, de 10 de octubre de 1968 en la Demajagua,conmemorativo del inicio de la Guerra de los Diez Años (1868), llamó aestablecer las raíces de la historia nacional: “No sé cómo es posible quehabiendo tareas tan importantes, tan urgentes como la necesidad de lainvestigación en la historia de este país, en las raíces de este país, sinembargo, son tan pocos los que se han dedicado a esas tareas. Y antes pre-fieren dedicar sus talentos a otros problemas, muchos de ellos buscandoéxitos baratos mediante lecturas efectistas, cuando tienen tan increíble cau-dal para conocer primero que nada las raíces de este país”.42 Es a partir deentonces, y por un largo período cuando la Historia académica entra en unafase en la que, además de convertirse en una materia instrumental, a menu-do se dedica a reproducir verdades establecidas o convenientes. Con seve-

    40 Fernando Portuondo, doctor en Pedagogía y profesor de Historia en la Escuela Normal paramaestros, siguió también estudios de Derecho y asistió a cursos de Claudio Sánchez Albornoz y RamónMenéndez Pidal, así como otros en la Columbia University. De vicedirector de la Escuela de Historiaal ser creada en 1962, pasó en 1966 al Instituto Pedagógico. Ver VV AA: Diccionario de la Literaturacubana…, volumen II, pág. 817.

    41 Franco, José Luciano: “Recorrido autobiográfico de un historiador”, Revista de laBiblioteca Nacional José Martí, volumen 33, n. º 3, 1978, La Habana, págs. 17-31.

    42 Castro, Fidel: “Discurso pronunciado por el Comandante Fiel Castro, primer ministrodel Gobierno Revolucionario con motivo de la conmemoración del inicio de los cien años de lucha delpueblo cubano. La Demajagua, Manzanillo, 10 de octubre de 1968”, en Llerena, María Cristina(comp.): Sobre la guerra de los Diez Años, 1868-1978, Instituto Cubano del Libro, La Habana, 1973,págs. 15-16.

    JOSÉ MARÍA AGUILERA MANZANO

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  • ro sentido crítico ha juzgado Jorge Ibarra la Escuela y la Facultad duranteesa larga etapa que comprende de 1968 a 1985: “El espíritu que caracteri-zó […] fue el de una escuela de cuadros o cuando más el de una escuela deideólogos, en el cual se impartía una visión monolítica de la historia”. Sevedó el tratamiento de determinados temas y se practicó una política depuertas cerradas “con relación a los historiadores”, tendente a crear un pen-samiento uniforme.43

    En virtud de ello se reeditaron los libros más significativos escritospor testigos protagonistas de la Guerra de los Diez Años: La Revolución deYara, de Fernando Figueredo; Desde Yara hasta el Zanjón, de EnriqueCollazo; La República de Cuba, de Antonio Zambrana y La tierra delmambí, de James O’Kelly. La Escuela de Historia de la Universidad haba-nera se volcó en las conmemoraciones del centenario del 68 al publicar unaimportante recopilación de artículos, discursos y opiniones sobre la citadacontienda.44 En este volumen se incluyeron trabajos que abordaban, bajodistintos prismas, las causas que provocaron la guerra, así como los aspec-tos claves de la misma. Tampoco olvidaron en él los antecedentes econó-micos de esta gesta, la cultura, los aspectos demográficos, así como la ima-gen de la lucha en el marco de las relaciones internacionales. En este libroaparecieron algunos de los más significativos escritos sobre el tema, avala-dos por las firmas de Sergio Aguirre, Manuel Moreno Fraginals, Julio LeRiverend, José Luciano Franco, Juan Pérez de la Riva y otros.

    El Instituto de Historia del Movimiento Comunista y de la RevoluciónSocialista de Cuba centró sus esfuerzos en conocer el movimiento obrerocubano, para lo cual se elaboraron varias obras conjuntas bajo la direcciónde Fabio Grobart, El movimiento obrero cubano: documentos y artículos,volumen I, 1975; Julio Antonio Mella: documentos y artículos, 1975;Carlos Baliño: documentos y artículos, 1976; y El movimiento obrero cuba-no: documentos y artículos, volumen II, 1977. A través del concurso de laDirección Política de las FAR, se incrementó la producción historiográficacubana con obras de reconocida calidad en el orden científico. Parte de eseresultado lo constituyen los títulos: Algunos aspectos económico-sociales ypolíticos del movimiento obrero cubano, de Carlos del Toro;45 Guiteras, la

    43 Ibarra, Jorge: “Historiografía y Revolución”, Temas, n. º 1, enero-marzo 1995, págs. 8-9.44 La selección y recopilación de textos se debe a la profesora María Cristina Llerena.45 Toro, Carlos del: Algunos aspectos económico-sociales y políticos del movimiento obrero

    cubano, Editorial Arte y Literatura, La Habana, 1974.

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  • época, el hombre, de Olga Cabrera;46 El General Flor. Apuntes históricos deuna vida, de Abelardo Padrón;47 El movimiento de veteranos y patriotas, deAna Cairo;48 La Guerra Chiquita: una experiencia necesaria, de FranciscoPérez Guzmán y Rodolfo Sarracino.49 Las temáticas abordadas en los diver-sos géneros del concurso, biografía, investigación histórica, ensayo, etc…,son muy variadas pero el núcleo de estas obras premiadas siempre se corres-ponde con un aspecto no trillado por la historiografía cubana.

    Debo subrayar también que el pensamiento político cubano no fuedescuidado por los historiadores. Las ideas de Martí, Maceo, Céspedes,Agramonte, Saco y otros ilustres cubanos, fueron objeto de un estudio sis-temático durante estos años. Tanto los anuarios publicados por laBiblioteca Nacional como los que editó el Centro de Estudios Martianosdesde su fundación, así como el resto de los materiales impresos sobre JoséMartí, destacan el pensamiento latinoamericanista y antiimperialista deéste. En estos volúmenes, un grupo de especialistas dejaron sus huellas:Salvador Morales, Ramón de Armas, Diana Abad, Ibrahim Hidalgo, porcitar algunos nombres. Merece una mención especial el cuidadoso trabajoque realizó el Centro de Estudios Martianos y cuyo resultado fue una edi-ción crítica de las Obras Completas de José Martí.50

    Y no obstante, también en Cuba se hizo otro tipo de Historia, en sumayor parte fuera de la Universidad, por historiadores sin duda con oficio.Sin ánimo de resultar prolijo, guiándome por algunos textos reconocidoscomo indiscutibles señalaré varios libros editados entre 1970 y 1985:Óscar Pino Santos, El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanki;51

    el modélico trabajo que movilizó a un amplio colectivo de estudiantes,dirigido y redactado por Óscar Zanetti y Alejandro García Álvarez, UnitedFruit Company, un caso de dominio imperialista,52 experiencia y colabo-

    46 Cabrera, Olga: Guiteras, la época, el hombre, Editorial de Arte y Literatura, La Habana,1974.

    47 Padrón, Abelardo: El General Flor. Apuntes históricos de una vida, Editorial de Arte yLiteratura, La Habana, 1976.

    48 Cairo, Ana: El movimiento de veteranos y patriotas, Editorial de Arte y Literatura, LaHabana, 1976.

    49 Pérez Guzmán, Francisco, y Sarracino, Rodolfo: La Guerra Chiquita: una experiencianecesaria, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982.

    50 VV AA: Obras Completas de José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Habana, 1975.51 Pino Santos, Oscar: El asalto a Cuba por la oligarquía financiera yanki, Casa de las

    Américas, La Habana, 1973.52 Zanetti, Oscar, y García Álvarez, Alejandro: The United Fruit Company, un caso de domi-

    nio imperialista, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1976.

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  • ración que se repetiría en Caminos para el azúcar, una obra programaday realizada entre 1974 y 1977, aunque se publicara diez años después;53

    Juan Pérez de la Riva, El Barracón y otros ensayos;54 la edición completade El Ingenio, de Manuel Moreno Fraginals;55 Comercio clandestino deesclavos, de José Luciano Franco;56 el texto de Julio Le Riverend“Problemas de la formación agraria de Cuba. Siglos XVI y XVII” publi-cado por entregas en la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí(1984-1986), posteriormente corregido y ampliado en el libro que vería laluz en 1992.57 Sin reunir un libro, los diversos artículos de Fe Iglesias enrevistas como la de la Biblioteca Nacional, Santiago y otras constituyenuna obra más que estimable.58 En esos años María del Carmen Barcia pre-paró Burguesía esclavista y abolición.59 Entre la historia política y la his-toria de las ideas hay que situar la “Introducción” a los textos de JoséAntonio Saco, de Eduardo Torres Cuevas y Arturo Sorhegui.60 Además, en1972 se constituyó el Grupo de Estudios Cubanos de la Facultad deHumanidades que, coordinado por Ramón de Armas, se dedicó al estudiodel siglo XX y al análisis del sistema de dominación capitalista. ¿Cuántashistoriografías nacionales, de América Latina o de Europa, pueden tener agala haber generado en tres lustros tantas obras de investigación de seme-jante calidad?

    53 Zanetti, Oscar, y García Álvarez, Alejandro: Caminos para el azúcar, Editorial CienciasSociales, La Habana, 1987.

    54 Pérez de la Riva, Juan: El Barracón y otros ensayos, Editorial Ciencias Sociales, LaHabana, 1975.

    55 Moreno Fraginals, Manuel: El Ingenio. Complejo económico social del azúcar, 3 volúme-nes, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1978.

    56 Franco, José Luciano: Comercio clandestino de esclavos, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 1980.

    57 Le Riverend, Julio: Problemas de la formación agraria de Cuba. Siglos XVI y XVII,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1992. El proyecto inicial sobre la formación agraria com-prendía tres libros, el que conocemos sobre los orígenes, otro sobre los siglos XVIII y XIX y un terce-ro que debía abarcar desde finales del XIX hasta la reforma agraria de la Revolución. Al convertirse enrepresentante ante la UNESCO en 1977 dio por concluida la investigación.

    58 Iglesias, Fe: “Algunos aspectos de la distribución de la tierra en 1899”, Santiago, núm. 40,1980, págs. 119-177; Iglesias, Fe: “The Development of Capitalism in Cuban Sugar Production, 1860-1900”, en Moreno Fraginals, Manuel; Moya Pons, F. , y Engerman, S.L.: Between Slavery and FreeLabor: The Spanish-Speaking Caribbean in the Nineteenth Century, The Johns Hopkins UniversityPress, Baltimore, 1985, págs. 54-75.

    59 Barcia, María del Carmen: Burguesía esclavista y abolición, Editorial de Ciencias Sociales,La Habana, 1987.

    60 Torres-Cuevas, Eduardo, y Sorhegui, Arturo: “Introducción” a José Antonio Saco. Acercade la Esclavitud, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1982.

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  • Historiadores para el siglo XXI

    La tercera generación de historiadores cubanos tiene en común habernacido todos después de la Revolución de 1959 o contar con muy pocaedad cuando un acontecimiento de esa magnitud hizo entrar a Cuba en unaetapa radicalmente distinta de su historia. Todos ellos se formaron comohistoriadores desde finales de la década de 1970 y sobre todo en los añosochenta, cuando el sistema universitario cubano ensayó una profunda adap-tación como resultado de la reforma de 1976 y de lo que no ha dudado encalificarse de “sovietización” del sistema científico; esto es, la adaptacióndel modelo de organización de la producción científica cubana al estable-cido en determinados países de la Europa del Este.

    En términos historiográficos esto supuso la difusión de un marxismocanonizado. No obstante, el socialismo cubano conservó un grado de auto-nomía suficiente como para mantener ciertas líneas de trabajo anteriores;líneas problematizadoras de la realidad histórica que eran infrecuentes enla historiografía soviética a la que en Cuba se tuvo acceso. Esta autonomíano llegó a evitar la abusiva introducción del marxismo-leninismo como unafilosofía desligada del método histórico concreto y del modo de pensar larealidad social, la práctica sustitución de la lectura de los clásicos por losmanuales de la Academia de Ciencias, la reducción de la Historia generalno colonial a una historia de las formaciones precapitalistas, la suplanta-ción de la Historia contemporánea universal por la del movimiento obrerointernacional o la servidumbre de un volumen determinado de citas deautoridad que acreditasen el valor científico de una investigación. La crea-ción del Instituto de Historia del Movimiento Obrero y de la RevoluciónSocialista señaló algunas de las líneas de interés oficial; mientras, elInstituto de Historia de la Academia de Ciencias quedó como un espaciocon mayor margen de actuación.

    Aún así perduró en Cuba en los ochenta la vinculación a corrientes enboga en las ciencias sociales latinoamericanas desde la segunda mitad delos setenta, como la teoría de la dependencia de André Gunder Frank (eldesarrollo del subdesarrollo) y, en general, el circulacionismo en su versiónmarxista más clásica (Paul Sweezy) y en la marxista-braudeliana(Emmanuel Wallerstein), al precio muchas veces de silenciar su proceden-cia. El antiimperialismo implícito o explícito de tales tesis avalaba su adop-ción sin demasiados problemas. En este sentido destaca la obra Historia de

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  • Cuba publicada por el Instituto de Historia en fecha reciente, pero conclui-da precisamente a finales de aquella década.61 En ella se parte de la consi-deración de que la Isla está integrada en el mercado mundial capitalistadesde el siglo XVI y participa de ese sistema pese a la contradicción deproducir para el mercado mediante trabajo esclavo y depender de unametrópoli feudal. La primera dualidad en cuestión tan fundamental paracualquier análisis histórico justificaría, en opinión de algunos autores, quedeba caracterizarse a la clase de los hacendados como burguesía-esclavis-ta, e incluso lleguen a calificarse de “eurocentristas” las objeciones a cate-goría tan insólita.

    Junto al circulacionismo pudo difundirse también la lectura estructu-ralista del marxismo, que halló en Marta Harnecker una divulgadora estre-chamente unida a Cuba. Además, debemos tener en cuenta la influenciaque han tenido entre los historiadores de la Isla autores más heterodoxos,como Ernest Mandel y Charles Bettelheim. Sin embargo, los autores repre-sentativos del marxismo occidental, en un sentido amplio, —AntonioGramsci, Albert Soboul, Pierre Vilar, Michel Vovelle, Maurice Dobb,Christopher Hill, Raymond Williams, Eric Hobsbawm, Edward Thompson,George Rudé, Perry Anderson, Eugene Genovese, etc…— apenas han teni-do difusión entre los estudiantes y licenciados en Historia o resultan sim-plemente desconocidos. Algunos textos de Vilar, Thompson, Genovese oHobsbawm se encuentran en bibliotecas especializadas pero es difícil quese produzca su consulta sin haber sido previamente alentadas por quieneslos conozcan en profundidad o al menos se hayan familiarizado con sustemas.

    Alineados con una concepción cerrada del materialismo histórico, quecomo he tratado de explicar no guarda correspondencia con su mejor his-toriografía, la crisis y desaparición del “campo socialista” entre 1989 y1991 provocaron una situación de incertidumbre teórica y metodológica dealcance imponderable. El marco referencial leninista cedió paso al marcomartiano, a menudo sin pasar por Marx ni por la historiografía marxistaeuropeo-occidental. Al mismo tiempo, como señaló Tabares del Real en laentrevista a la que he aludido, la historiografía norteamericana ejerció apartir de entonces un claro hipnotismo en ciertos sectores. Comenzó enton-

    61 En particular el primer volumen VV AA: Historia de Cuba. La colonial. Evolución socioe-conómica y formación nacional. Desde los orígenes hasta 1967, Editorial Política, La Habana, 1994.

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  • ces el período especial, la etapa de supervivencia y búsqueda de nuevascondiciones en un mundo unipolar y en una economía globalizada.

    Bajo esta nueva realidad, algunos historiadores se dieron cuenta deque la historiografía cubana no ha producido trabajos básicos (similares alos mencionados sobre el azúcar, el ferrocarril o la esclavitud) acerca deltabaco, los alcoholes, el banano, las finanzas, el lugar de la Isla en el siste-ma colonial español, las clases sociales contemporáneas, el régimen agra-rio en el siglo XVIII y después de 1878, o el azúcar en el siglo XX; porello, algunos de estos temas son en la actualidad objeto de investigación.Gloria García, después de su libro La esclavitud desde la esclavitud, 1996,trabaja sobre las clases sociales a finales del siglo XIX.62 Permanece en víasde edición la obra de Fe Iglesias Del Ingenio al Central, según parece, con-tinuidad cronológica del estudio sobre el azúcar emprendido por Moreno,con quien trabajó en tiempos pasados. Mercedes García indaga sobre elsiglo XVIII y ha publicado varias obras de gran valía en esta direccióncomo Misticismo y capitales: los Jesuitas en la economía de Cuba, 1720-1767, 1998.63 Por su parte, Alejandro de la Fuente, que comenzó trabajan-do sobre los siglos XVI y XVII, ha dado a la luz su obra Una nación paratodos: raza, desigualdad y política en Cuba, 2000.64 El más joven del gru-po, Reinaldo Funes, dio inicio a una nueva y original línea de investigaciónen la que los problemas económicos y sociales de la Isla se estudian desdeuna perspectiva ambientalista, prueba de lo cual es su obra De bosque asabana: azúcar, deforestación y medio ambiente en Cuba, 2005.65

    Finalmente, los estudios sobre las mujeres han experimentado un fuerteimpulso gracias a las investigaciones de Julio César González.66

    También ha habido un desarrollo espectacular de la historia regionalen los últimos años. Sobre esta cuestión debe mencionarse que, antes de

    62 García, Gloria: La esclavitud desde la esclavitud, Centro de Investigaciones CientíficasIngeniero Jorge L. Tamayo, México, 1996.

    63 García, Mercedes: Misticismo y capitales: los Jesuitas en la economía de Cuba, 1720-1767,Instituto de Historia de Cuba, La Habana, 1998; La aventura de fundar ingenios: la refacción azucare-ra en La Habana del siglo XVIII, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004.

    64 Fuente, Alejandro de la: Una nación para todos: raza, desigualdad y política en Cuba,1900-2000, Editorial Colibrí, Madrid, 2000.

    65 Funes, Reinaldo: De bosque a sabana: azúcar, deforestación y medio ambiente en Cuba,1492-1926, Siglo XXI, México, 2005; El despertar del asociacionismo científico en Cuba, 1876-1920,Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 2004.

    66 Torre, Mildred de la: La nueva mirada de la historiografía cubana, Instituto de Historia deCuba, La Habana, 2005; La república neocolonial en la historiografía cubana, Instituto de Historia deCuba, La Habana, 2005.

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  • 1959, existieron realizaciones más en la esfera de la crónica que en la pro-piamente historiográfica. Los historiadores locales, fundamentalmente,reseñaron el acontecer independentista y el social, entendido éste como his-toria de las figuras y de las familias de la localidad. Como disciplina cien-tífica y dotada de nuevos y renovados enfoques comienza a ejercer sudominio después del triunfo revolucionario. De ello dan fe los estudios deEusebio Leal, Olga Portuondo y Hernán Venegas. Este último, autor de laobra La región en Cuba, 2001, ha realizado numerosos encuentros paraabordar esta cuestión que han posibilitado la reconstrucción científica delas regiones, provincias y localidades en beneficio de la cultura histórica.67

    En el campo del desarrollo de la historia militar los temas estrella en losúltimos años han sido el de la confrontación entre Cuba y España durantelas guerras independentistas y el del diferendo con los Estados Unidos des-de 1959 hasta la actualidad. Las más conocidas realizaciones historiográfi-cas en esta línea son las de Raúl Izquierdo y Francisco Pérez Guzmán.68

    Junto a ello, continúan dándose a la luz obras sobre la figura de Martícon énfasis en su pensamiento, su correspondencia y su entorno, como seaprecia en los cinco tomos de Destinatario: José Martí, de Luis GarcíaPascual, 1999;69 o el recientemente concluido Diccionario biográfico de lasfiguras de amigos y colaboradores de Martí, del mismo autor; elDiccionario martiano, 2002, de Ramiro Valdés Galárraga,70 o la última bio-grafía sobre el padre de la patria cubana debida a Luis Toledo Sande con eltítulo de Cesto de llamas, 1998.71 Merece destacarse también el estudioconcluido pero inédito de César García del Pino “Mil criollos ilustres delXIX” y la investigación genealógica sobre treinta familias de los principa-les jefes insurrectos de 1868, de Jorge Ibarra Cuesta. Más recientemente,De La Habana, de siglos y familias, 2001, de María Teresa Cornides,72 que

    67 Venegas, Hernán: La región en Cuba, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2001.68 Izquierdo, Raúl: El flagelo de las guerras: su costo humano y material, Editorial de

    Ciencias Sociales, La Habana, 2005; Viaje sin regreso, Editorial Verde Olivo, La Habana, 2001; Lasprefecturas mambisas 1868-1898, Editorial Verde Olivo, La Habana, 1998; Pérez Guzmán, Francisco:Radriografía del Ejército Libertador, 1895-1898, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2005;Guerra de Independencia, 1895-1898, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1998; La Guerranecesaria, Editorial Gente Nueva, La Habana, 1994.

    69 García Pascual, Luis: Destinatario: José Martí, Centro de Estudios Martianos, La Haba-na, 1999.

    70 Valdés Galárraga, Ramiro: Diccionario martiano, Editorial de Ciencias Sociales, LaHabana, 2002.

    71 Toledo Sande, Luis: Cesto de llamas, Editorial Pueblo y Educación, La Habana, 1998.72 Cornides, María Teresa: De La Habana, de siglos y familias, Caja Madrid, Madrid, 2001.

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  • recoge las biografías de tres duques, cuarenta y siete marqueses, cuarentay ocho condes, tres vizcondes y dos barones criollos, y el Diccionario bio-gráfico de las artes plásticas, de Ursulina Cruz Díaz.73 En la misma direc-ción, la Unión de Historiadores de Cuba (UNHIC) tiene entre sus planesinmediatos la creación de una Sección de Genealogía e InvestigacionesBiográficas para incentivar dichos estudios entre sus miembros.

    El bregar histórico político de la sociedad colonial se aprecia en lainvestigación de Yoel Cordoví, con sus incursiones en la vida y en la obrade Máximo Gómez y en sus valoraciones sobre el liberalismo de la segun-da mitad del siglo XIX.74 Este aspecto también ha sido desarrollado porAlejandro Sebasco, Jorge Renato Ibarra, Marilú Uralde y Angelina Rojas,en lo concerniente a la república, mientras que para la vertiente más socialde todo este proceso resultan de interés los resultados científicos deYolanda Díaz y sus indagaciones sobre la criminalidad y la marginalidad;75

    Ricardo Quiza en lo relativo a la intelectualidad;76 Imilcy Balboa para lostrabajadores libres durante la esclavitud;77 Marial Iglesias con sus análisissobre la sociedad cubana en los inicios republicanos;78 Latvia Gaspe sobrela municipalidad, y Alain Basail con sus estudios sobre la prensa decimo-nónica.79

    73 Cruz Díaz, Ursulina: Diccionario biográfico de las artes plásticas, Editorial Pueblo yEducación, La Habana, 1999.

    74 Cordoví, Joel: Liberalismo, crisis e independencia en Cuba, 1880-1904, Editorial deCiencias Sociales, La Habana, 2003; Máximo Gómez: utopía y realidad de una república, EditoraPolítica, La Habana, 2003.

    75 Ibarra, Jorge Renato: El fracaso de los moderados en Cuba: las alternativas reformistas de1957 a 1958, Editora Política, La Habana, 2000; Sebasco, Alejandro: “José Martí y el autonomismo:dos alternativas de la nación cubana”, en Diaz Castaño, María del Pilar (coord.): Perfiles de la nación,Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2004, págs. 54-76; Uralde, Marilú: El ejército soy yo: lasfuerzas armadas de Cuba, 1952-1956, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2006; Rojas,Angelina: El primer Partido Comunista en Cuba, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2005; Díaz,Yolanda: La peligrosa Habana: violencia y criminalidad a finales del siglo XIX, Editorial de CienciasSociales, La Habana, 2005.

    76 Quiza, Ricardo: “Un desconocido para la historia de Cuba: Miguel Ángel de la Campa”, enPiqueras, José Antonio (ed.): Diez nuevas miradas de historia de Cuba, Universidad Jaume I, Castellónde la Plana, 1998, págs. 110-138.

    77 Balboa, Imilcy: Los brazos necesarios: inmigración, colonización y trabajo libre en Cuba,1878-1898, UNED, Valencia, 2000.

    78 Iglesias, Marial: Las metáforas del cambio en la vida cotidiana: Cuba 1898-1902,Ediciones Unión, La Habana, 2003.

    79 Basail, Alain: El lápiz rojo: prensa, censura e identidad cubana, 1878-1895, Centro deInvestigación y Desarrollo de la Cultura Cubana Juan Marinello, La Habana, 2004.

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  • Conclusión

    A pesar de los esfuerzos realizados por la historiografía cubana paraprofundizar en el conocimiento de muchos aspectos de su historia aún que-dan otros, especialmente los relativos a la gran problemática económica, enlos que hay que ahondar más. Debe profundizarse en la incidencia de lascrisis económicas mundiales en la economía cubana y en el conocimientode la actividad bancaria y de las finanzas de la Isla en los siglos XIX y XX.Por otra parte, aunque se han hecho interesantes aportes en relación con laevolución económica a nivel regional, especialmente en Las Villas, con lostrabajos de Hernán Venegas, queda un buen trecho por recorrer en estadirección. En los últimos años se ha investigado sistemáticamente en tornoa la figura del presidente Machado y las personalidades que conforman laGeneración del 30, pero aún es grande el desconocimiento sobre esteperíodo tan importante de la historia de Cuba, más si tenemos en cuentaque en él se encuentran muchas de las claves que explican el triunfo de laRevolución de 1959. Por supuesto también hace falta un estudio más sose-gado sobre todo el tiempo transcurrido desde 1959 hasta la actualidad,sobre los logros y deficiencias de la Revolución.

    No obstante, creo que el mayor reto de la historiografía de Cuba, espe-cialmente la que tiene como centro de atención la política de todo el pe-ríodo colonial y tras la independencia, es su necesidad de reflexionar entorno al concepto de nación que han contribuido a construir. La historiogra-fía cubana se ha centrado demasiado en estudiar a la propia nación cubanay no se ha parado a pensar, como ha puesto de manifiesto todo el marxis-mo occidental, sobre el carácter artificial de la idea de nación. Este mismohecho ha impedido que los historiadores de la Isla tomen parte en todo eldebate que en torno a la historia global, la historia comparada y la historiatransnacional, está teniendo lugar en Europa y Estados Unidos. Los subal-tern studies han contribuido, desde principios de la década de 1980, a avan-zar en esta dirección. Esta escuela historiográfica ha subrayado la histori-cidad relativa del estado nación como organización política, y nos hapermitido ver la historia de los imperios y de las relaciones coloniales des-de la perspectiva de los colonizados, a conocer el papel de los grupos de laperiferia de los imperios en la construcción de las naciones. En esta mismalínea, la comparación entre los distintos modelos de evolución política yentre las propias regiones o territorios de un mismo imperio, propuesta por

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  • la “historia comparada”, ha servido para relativizar el papel del estadonación y conocer la complejidad interna de estos territorios. Finalmente, alponer el acento en las relaciones entre grupos humanos insertos en “comu-nidades imaginadas” diferentes, la “historia transnacional” también nos hapermitido alcanzar una visión más compleja de las relaciones internas quese establecieron en el seno de las organizaciones imperiales. Éstas no fue-ron sólo relaciones estructurales polarizadas en estados centrales (coloni-zadores) y estados periféricos (colonizados), sino entidades que se susten-taban en redes de relación mucho más complejas y que eran de naturalezaeconómica, social y cultural. Esto ha dado a los historiadores la posibilidadde descubrir las distintas voces que se comunicaban en esa relación y losprocesos de mestizaje que se produjeron.80

    Recibido el 8 de febrero de 2007Aceptado el 14 de abril de 2008

    80 Guha, R.: Las voces de la historia y otros estudios subalternos, Crítica, Barcelona, 2001;Bloch, M.: “Pour une histoire comparé des societés européennes”, Revue de Synthèse Historique, n. º46, 1928, págs. 15-50; Espagne, M., y Werner, M. (eds.): Transferts: les relations interculturelles dansl’espace franco-allmand (XVIIIe et XIXe siécle), Editions Recherche sur les Civilisations, París, 1988.

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