antonio garcia y la universidad colombiana

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Separata El pensamiento de Nuestra América Antonio García y la universidad colombiana

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La universidad colombiana

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  • Separata

    El pensamiento de

    Nuestra AmricaAntonio Garca y

    la universidad colombiana

  • Antonio Garca yla universidad colombiana

    El pensamiento de

    Nuestra Amrica

  • 2Separata Revista Aquelarre

    Editor:Jorge Octavio Gantiva Silva.

    Consejo editorial:Carlos Arturo Gamboa Bobadilla.Csar Augusto Fonseca.Manuel Len Cuartas.Alexander Martnez Rivillas.Gabriel Restrepo Forero.Mara Victoria Valencia Robles.Libardo Vargas Celemn.

    Director:Julio Csar Carrin Castro

    Asistente:Anglica Mora Buitrago

    Publicacin del Centro Cultural de la Universidad del TolimaIbagu, agosto de 2012

  • 3Presentacin

    Antonio Garca: un profeta desarmado*

    Por Julio Csar Carrin Castro

    Isaac Deutscher en el prefacio de su famosa triloga so-bre la vida de Len Trotsky El profeta armado, el profeta desarmado y el profeta desterrado- se sustenta en la cono-cida cita de Nicols Maquiavelo, contenida en el cap-tulo vi de El prncipe: Todos los profetas armados han triunfado, y fracasado todos los desarmados. No obs-tante a continuacin, Deutscher encuentra lo irnico y paradjico de dicha afirmacin, porque el propio drama de la vida de Trotsky, quien a pesar de ser desprestigia-do, perseguido y finalmente asesinado por la eficiente maquinaria estatal stalinista, pudo establecer difana-mente un poderoso elemento de victoria oculto en la derrota. Considero que esta imagen nos puede servir para interpretar cabalmente el itinerario vital de Anto-nio Garca Nossa en la violenta historia de Colombia.

    Un pas sumido en la simulacin de la democracia, de la libertad, de la paz y la cultura, que desde la colonia ha mantenido en un extremo los privilegios de sangre, de casta y de fortuna y en el otro el despojo y la arbitra-riedad, bajo la administracin de una astuta oligarqua sostenida por la violencia, por las armas, por el fraude

    * Editorial Revista Aquelarre nmero 13. Primer semestre 2008

  • 4y por el permanente Estado de excepcin. En este pas anacrnicamente inmerso aun en el rgimen colonial-hacendatario, Antonio Garca establecera el portentoso ensayo de ayudarnos a pensar de otra manera; con pen-samiento propio, con autenticidad y con autonoma.

    Como lo confiesa el propio maestro, la tarea de buscar los elementos tericos y conceptuales que le permitiesen acercarse al anlisis de la realidad de nues-tro pas, de la Amrica Latina y, por supuesto, a la for-macin de un coherente pensamiento social y polti-co, fue muy ardua dadas las adversas condiciones de una sociedad tan petrificada, provinciana y escolstica como la de Colombia. Afirm:tuvimos que partir de cero: de la ptrea fraseologa escolstica y a lo ms, de las pequeas audacias del positivismo comteano. Como un explorador de tierras no holladas, sirvindo-se de su inteligencia, de sus escritos y de su verbo, An-tonio Garca enfrentara la Hidra de Lerna del poder seorial, oligrquico y confesional; ese fardo escolsti-co con sus supersticiones y falseamientos conceptua-les de enorme vigencia en el mundillo intelectual y acadmico de una Colombia que se extasa en el di-letantismo y la simulacin del saber. Adems el pro-fesor Garca se chocara con la tremenda y compleja realidad de las sociedades latinoamericanas y su atraso. Cabe anotar que su encuentro no fue el de un profeta armado -como lo fueron Jos Mart, Augusto Csar Sandino o el Ch Guevara-, sino el de un intelectual

  • 5comprometido en particular desde la teora, aunque de manera disciplinada y activista.

    Antonio Garca, como lo dijese Vctor Hugo de Voltaire, declar la guerra a esa coalicin de todas las iniquidades sociales, a ese mundo enorme y terrible, y acept la batalla. Y cul era su arma? Aquella que tiene la ligereza del aire y el poder del rayo. Una pluma. Con esa arma combati; con esa arma venci. La confron-tacin con ese mundo intelectual petrificado le exigira inventar la ciencia frente a una realidad social extre-madamente conflictiva. Sin embargo, sus primeras armas no fueron necesariamente tericas -con las que indudablemente descollara luego en el panorama inte-lectual de la Amrica Latina- sino aquellas que tienen que ver con la directa participacin militante en los pro-cesos organizativos y emancipatorios de los movimien-tos populares de indgenas, campesinos, peones, terraz-gueros, comuneros, artesanos, obreros y colonizadores, para luego si ir creando ese arsenal crtico y terico que le convertira en uno de los ms importantes cientficos sociales de Nuestra Amrica Mestiza, y que nos permite contar hoy con ese amplio bagaje conceptual para hacer frente, tanto al absolutismo poltico de las oligarquas y a su farsa democrtica, como al dependentismo eco-nmico y cultural y a la injerencia imperialista.

    Antonio Garca, desde su adolescencia en los aos treinta del pasado siglo y hasta su abrupta muerte en 1982 -a los setenta aos de edad- vio, vivi y analiz

  • 6como ninguno el devenir histrico de nuestro pas y de la Amrica Latina; participando fervorosamente no solo en la elaboracin de los elementos conceptuales para la comprensin de dicha realidad, sino comprometindo-se con las actividades revolucionarias y emancipatorias de la inestable sociedad que le toc vivir. Entendi la importancia de los procesos revolucionarios, los fomen-t, discuti, planific, como militante de ideas y de ac-cin, y finalmente padeci la frustracin, la derrota y el fracaso de stos ideales.

    Deambul por los pases de la Amrica Latina, pre-cisamente como un profeta desterrado, vivenciando los triunfos y los fracasos de los movimientos populares. No actu como un analista marginal o como un sabio de gabinete; en todo caso el suyo no fue un marxismo de fachada, ni su compromiso obedeca a ese oportu-nismo que caracteriza a la izquierda satisfecha de hoy. Fue un intelectual integral, como lo exigiera Antonio Gramsci. Asumi en todas sus actividades el compromi-so de la Investigacin-accin-participativa que Orlando Fals Borda, ese otro grande de la ciencia social crtica, acuara como reto y fundamento de las modernas cien-cias sociales.

    Antonio Garca, el acadmico, el economista, el his-toriador, el poltico, el activista, entendi que en toda la Amrica Latina el sistema representativo no ha servido para representar al pueblo que tras la fachada de la de-mocracia se siguen escondiendo las tendencias seoria-

  • 7les heredadas de la colonia espaola, sus instituciones de represin y de gobierno, su cultura monstica, su iglesia jerarquizada y una esclerosada e inamovible estratifica-cin social. Que en la Amrica Latina y particularmen-te en Colombia, vivimos en una sociedad entre seorial y burguesa, en donde hasta la emergencia de las nuevas fuerzas sociales, ha sido condicionada a los intereses del poder. La aparicin de las ideas rebeldes no ha significado el agenciamiento de una clara ideologa emancipadora, sino, ms una acrtica adhesin a las retahlas y consignas de un nuevo evangelio -dada la tradicin confesional y ortodoxa de la educacin en Colombia- que a las tesis o planteamientos tericos de una ideologa revolucionaria. Estas expresiones polticas siempre terminaron, si no re-primidas o cooptadas por el poder, reducidas a simples ensimismadas iglesias revolucionarias.

    Segn el maestro Antonio Garca, las estructuras del poder, concentrado en un patriciado latifundista crimi-nal, con la transmisin dinstica de los gobiernos entre las grandes familias, con sus mecanismos de lealtades y obligaciones serviles, con la repartija burocrtica del Es-tado, con el compadrazgo, el gamonalismo y sus cliente-las, ha continuado de manera anacrnica manteniendo una falsa cohesin social y una falsa democracia. En el estudio de la contempornea historia de Colombia, ins-crita en una atmsfera de permanente guerra civil no declarada, de una guerra civil casi siempre encubierta, con la institucionalizacin del Estado de fuerza, como

  • 8sustituto del llamado Estado de Derecho, descubre que esa aristocracia latifundista, vigente desde la poca hispano-colonial y el funcionariado corrupto que ascen-di en torno a los generales enriquecidos con las guerras de la independencia, conservaron su poder a pesar de la vinculacin del pas a los circuitos del mercado mundial y de los precarios procesos de industrializacin y urbanizacin emprendidos durante todo el siglo xx. Asimismo nos ense que toda la historia de Colombia ha sido una revolucin inconclusa, porque los sectores populares han carecido de los instrumentos propios que les garanticen su unidad y su proyeccin poltica. Por el contrario, han estado sometidos a la manipulacin y a la traicin por parte de los grupos hegemnicos.

    La comprensin de estos mecanismos de neutraliza-cin de la inconformidad social, sumado a los engaos y falsificaciones con que se ha edificado la historiografa colombiana por parte de las lites dominantes, llev a Antonio Garca -en diversas oportunidades- no slo a proponer la conformacin de un autntico Partido So-cialista de base popular, sino que le permiti definir con claridad el proceso histrico que, desde el perodo co-lonial, hemos soportado los colombianos. Dividi este proceso en los siguientes grandes ciclos:

    1. La revolucin nacional de independencia y la ins-tauracin de la repblica seorial (1810-1849).

    2. La apertura agro-exportadora y la primera rep-blica liberal (1849- 1884).

  • 93. La integracin nacional y la repblica autoritaria (1884-1920).

    4. La modernizacin capitalista y la segunda repbli-ca liberal (1920-1946).

    5. La contrarrevolucin preventiva y el proyecto mi-litar populista (1946-1958).

    6. La crisis del Estado liberal de derecho y la arti-culacin del modelo de capitalismo dependiente (1958-1980).1

    Cada uno de estos ciclos mostrando en la violenta historia de Colombia, el aplazado trnsito entre el rgi-men seorial-hacendatario de la colonia y una imagina-ria democracia plena -muy publicitada pero jams reali-zada- mientras, en el interregno, en la vida real, hemos sobrellevado los colombianos todas esas expresiones de administracin pblica y poltica que nos avergenzan ante propios y extraos, como la repblica seorial y absolutista, empeada en fomentar el terrorismo de Estado y los criminales procesos de contrarrevolucin preventiva; los regmenes autoritarios promovidos por una extraa concepcin de repblica liberal, cnica, pragmtica y burguesa, hasta llegar, en la actualidad, a la proyeccin de un Estado mafioso y fascistoide que, en nombre de una supuesta lucha antiterrorista, fortalece

    1 Tomado de la introduccin del libro Los comuneros en la pre-revolu-cin de independencia. Garca, Antonio. Plaza y Jans Editores. Bogo-t, Colombia 1981.

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    la represin y niega todas las libertades y las garantas.Refirindose al rgimen de contra-revolucin pre-

    ventiva instaurado bajo Laureano Gmez, Antonio Garca seal: Se dice que la democracia es un sistema de libre representacin popular, de libertad y de funcio-namiento de controles: el rgimen del terror convirti el sistema de representacin pblica en un sistema de suplantacin; el ejercicio de las libertades polticas se pag con la vida; se estableci el rgimen -obviamen-te de facto, no autorizado por ninguna ley- que anul el respeto por la persona humana, por su intangibili-dad fsica y moral, por la inviolabilidad del domicilio y la correspondencia; el control fiscal se sustrajo de las atribuciones del Congreso para ponerlo en manos de la presidencia de la Repblica. Este orden de arbitrarie-dad -cuyo nuevo estilo slo tena parentesco con el de la conquista espaola- no poda ser un sistema republica-no de vida, no funcionaba: sino por un golpe de Estado, orientado hacia la defensa de sus bases elementales, sin las cuales no es posible ni digna, ni aceptable, la convi-vencia humana.

    Se trata, como podemos ver, de un Estado que, tan-to ayer como hoy, impregnado hasta lo ms profundo con las estrategias del engao, busca tanto la neutrali-zacin de la inconformidad popular y la cooptacin de sus lderes y dirigentes, como un mayor ascenso para la oligarqua y el fortalecimiento de la represin social, readecuando y modernizando sus funciones, pero pre-

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    servando los viejos hbitos clientelistas y autoritarios bajo la careta republicana y democrtica. Estos seala-mientos del profesor Garca, en el panorama de la actual decadencia general de la falsa democracia colombiana, nos permiten descubrir la podredumbre y la descompo-sicin de la tan ponderada democracia que expone sus taras y deformidades, mostrndonos fehacientemente, cunta razn asiste a Walter Benjamin cuando afirma que la tradicin de los oprimidos nos ensea que el estado de excepcin en el cual vivimos es la regla.

    Esta situacin, patentizada y demostrada por los es-tudios de Antonio Garca, nos permite concluir que el objetivo de los enfrentamientos populares y del queha-cer de los grupos socialistas y de izquierda, no se puede agotar en las reivindicaciones democrtico-liberales; que las simples luchas electorales, culturales, ecolgicas, de gnero, tnicas o nacionales -que de alguna manera si-guen teniendo espacio y tolerancia en los diversos Esta-dos y pases del mundo contemporneo-, en fin, que la socialdemocracia y las terceras vas, no son suficientes, que se trata de una especie de distractivos con respecto al horizonte general de la confrontacin anticapitalista.

    Toda esa articulacin presente hoy entre el gobierno, el narcotrfico y el paramilitarismo, nos est mostrando abiertamente que, en su total decadencia y corrupcin, el poder de las oligarquas colombianas no requiere ya de la retrica de la democracia, ni de una cuidadosa estra-tegia del engao, pues, todos esos embustes del Estado

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    social comunitario, de la seguridad democrtica y de la lucha antiterrorista, no hacen sino ocultar el orden de arbitrariedad de un fascismo democrtico, al uso hoy en Colombia y en todo el mundo libre.

    Antonio Garca: ciclos de la historia de Colombia y modelos de universidad

    Julio Csar Carrin Castro

    La Constituyente Universitaria, esa expresin rebelde y contracultural del movimiento estudiantil colombiano, que viene ampliando sus horizontes polticos y sociales en torno a la democratizacin de las universidades, se ha propuesto discutir, el tema de la crisis que vive hoy la Universidad, y ahondar tericamente respecto a las di-versas propuestas alternativas que se ofrecen con respec-to al sistema educativo en general, en especial en nues-tro pas. Como contribucin al desarrollo de esta idea y a la vez como homenaje al Maestro Antonio Garca, en el centenario de su nacimiento, queremos seguir su pen-samiento al respecto, asumiendo como base sus textos, La hora cero de la universidad colombiana de 1973 y La crisis de la universidad, publicacin pstuma (1985) de una obra que haba sido revisada por el autor antes de su fallecimiento en abril de 1982.

    Antonio Garca, desde ese momento histrico, pre-

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    v el desenlace de las universidades pblicas en Colom-bia; el desmantelamiento paulatino de su autonoma, su imparable privatizacin y elitizacin, la prdida de su capacidad de reflexin crtica, la condicin autoritaria y policiaca de sus desprestigiadas directivas, el aparta-miento total de los asuntos sociales y comunitarios, el colonialismo intelectual que las orienta, la adscripcin a los mandatos imperialistas y su conversin en simples tituladeros tecnocrticos, manejados por administra-dores de negocios, interesados en la rentabilidad y la mercantilizacin de todo su quehacer, con burcratas ineptos que operan bajo las tan cotidianas como br-baras orientaciones de leguleyos, picapleitos y rbulas, profundamente apolticos -en el sentido de la Gran Po-ltica de que hablara Antonio Gramsci-, pero paradji-camente puestos al servicio de la pequea poltica; de los intereses empresariales, clientelistas y politiqueros, cuando no tras las ddivas, coimas y prebendas que ob-tienen de las mafias de contratistas que agobian hoy a las universidades...

    As mismo el autor fustiga esas pequeas capillas radicales ensimismadas de una izquierda universitaria, hundida en un mundillo entre conformista, simulador y trepador, quienes, a ttulo de un supuesto marxismo esclerotizado, hacen presencia de muertos en vida, de zombis, entre los docentes y el estudiantado, ms para aumentar la segregacin y el aislamiento social crean-do confusin, que para contribuir a los procesos de re-

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    flexin, de crtica y de transformacin de nuestra reali-dad poltica, econmica y social.

    Modelos de universidad en la historia de ColombiaEl Maestro Antonio Garca nos leg un resumen acerca de los modelos de universidad establecidos durante el proceso histrico de la sociedad colombiana, recono-ciendo, que los marcos ideolgicos, conceptuales e ins-titucionales referidos al aparato escolar, se corresponden a los ciclos histricos de la sociedad colombiana. Deca: El proceso histrico de la sociedad colombiana -al ver-tebrarse en el juego dialctico de los ciclos histricos con un sentido reformista o revolucionario o con una direccin conservadora o contra-revolucionaria- permi-te definir la naturaleza, el papel y los alcances de los modelos de universidad y de educacin superior . Y planteaba la existencia de seis grandes ciclos de esa dia-lctica histrica as:

    1. Ciclo de la dominacin hispano-colonial en el que el modelo de universidad medieval de estilo eclesistico y formador de buenos sbditos cristia-nos, que tendi a transformarse a finales del siglo xviii en un modelo europeo de tendencia raciona-lista y pragmtica, bajo la influencia de lo que se denomin las reformas borbnicas, aplicadas en el perodo del arzobispo-virrey Caballero y Gngo-ra, Don Jos Celestino Mutis y el Fiscal General, Francisco Antonio Moreno y Escandn.

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    2. Ciclo posterior a las guerras de Independencia -el correspondiente a la Primera Repblica Liberal- de organizacin nacional y de establecimiento de relaciones directas con el mercado mundial, en el que se implanta un modelo liberal europeo de universidad -en la primera Repblica- y posterior-mente se tiende hacia un modelo liberal de edu-cacin superior desescolarizada, en la medida en que se radicaliza la formulacin de la democracia poltica (abolicin del ejrcito permanente, am-pliacin del voto universal, extincin legal de las relaciones esclavistas y serviles, reduccin de las facultades del gobierno central, reforzamiento de las autonomas locales, desamortizacin de bienes de manos muertas, etc.).

    3. Ciclo de la contra-reforma, del aniquilamiento de los fundamentos mismos de la Repblica Li-beral de restauracin de los patrones culturales y eclesisticos de la Colonia Espaola y de configu-racin de un modelo de universidad tradicional, elitista y escolstica.

    4. Ciclo de la moderna apertura capitalista a partir de la primera post-guerra mundial, de integracin fsica del pas (con la introduccin de vas carre-teables y el ferrocarril), de configuracin de un sistema nacional de mercado y de instauracin de la Segunda Repblica Liberal y de un modelo de universidad democrtica y profesionalista.

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    5. Ciclo de la contra-revolucin oligrquica y del desmantelamiento de las reformas liberales, en el proceso de aguda concentracin del poder eco-nmico y poltico, de internalizacin de las cor-poraciones transnacionales como vrtebras del mercado interno, y de instauracin de las formas modernas de absolutismo poltico (fascismo, na-zismo, falangismo) y de transfiguracin cesarista del estado de derecho.

    6. Ciclo final de la modernizacin capitalista a tra-vs de la plena definicin histrica de un sistema urbano-industrial, de la adopcin de los patrones norteamericanos de sociedad de consumo, de la instauracin de una hegemona oligrquica com-partida sobre la totalidad de aparatos del Estado -por medio de dos partidos oficiales, polticamente conservadores y econmicamente liberales- de la expansin de las formas del absolutismo poltico y de plena articulacin del modelo especfico de capitalismo dependiente: dentro de estos marcos histricos -correspondientes a las dcadas de los aos sesenta y setenta o sea, en las que es decisiva la influencia de la Alianza para el Progreso y de la ofensiva ideolgica de la Guerra Fra- se implant, lleg a su apogeo e hizo crisis el modelo de univer-sidad tecnocrtica-desarrollista o ms exactamente, el modelo desarrollista educacional.

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    Cada uno de estos modelos de universidad y de educacin superior, plantea Antonio Garca, se aco-plan a los contextos epocales, pero en ellos persiste una constante que proviene desde el rgimen colonial-ha-cendatario y que hoy se fusiona con el imperialista. En todo caso, siempre se ha buscado implantar un modelo extranjero de universidad tomando como arquetipo el medieval-castellano, el europeo occidental, el alemn y, finalmente, el norteamericano.

    Para el Maestro Antonio Garca, la universidad en Colombia ha mantenido siempre una serie de caracte-rsticas propias y particulares:

    Una naturaleza elitista orientada por la economa de mercado y con la pretensin de formar una li-te tecnocrtica o partidista.

    Dependencia ideolgica de los grupos que ejercen la hegemona y el dominio sobre los aparatos del Estado.

    Carencia real de autonoma y de procesos de in-vestigacin.

    Decisiva intervencin de las corporaciones extra-universitarias, ya sean eclesisticas, militares, gre-miales, acadmicas, empresariales y capitalistas en la administracin y gobierno.

    Orientacin ideolgica confesional catlica, fijada desde el perodo colonial, y renovada a partir del Concordato de 1887.

    Expansin lineal, desordenada e incoherente.

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    Universidades convertidas en simples tituladeros, -en especial con la puesta en marcha de una uni-versidad a distancia carente de claros principios y de mecanismos y apoyos educativos-.

    Inexistencia de un sistema nacional de universida-des del Estado, capaz de desbordar tanto el inters de lucro de los negociantes de la educacin, como el esquema desarrollista impuesto a la educacin y a las estructuras de poder.

    Manipulacin poltica del presupuesto educacio-nal del Estado, utilizndose la estrechez financiera como mtodo de control y de instrumentacin.

    Permanente accin de desmantelamiento y repre-sin de los procesos organizativos de los estamen-tos universitarios, para impedir la formacin de estructuras democrticas.

    Reduccin de la autonoma de la universidad, en todos los aspectos -acadmico, financiero, admi-nistrativo y poltico-.

    Impulso a la privatizacin de la educacin y asi-milacin de los patrones comerciales de empresa y de rentabilidad; conversin de la educacin no en un derecho sino en un privilegio, no en un servi-cio autntico sino en una mercanca.

    Creciente transformacin de la universidad en mecanismo de la capacitacin de los llamados re-cursos humanos para la economa capitalista de mercado, a nivel nacional y transnacional.

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    Se han publicado varios textos del profesor Garca referidos al tema de la educacin y la Universidad:

    Crisis de la universidad- bases de la reforma. Bo-got, 1955

    La hora cero de la universidad colombiana. Me-delln, 1973.

    Comunicacin para la dependencia o para el de-sarrollo? Ediciones ciespal, Fundacin Friedrich Ebert, Quito, Ecuador, 1980.

    La crisis de la universidad.- La universidad en el proceso de la sociedad colombiana. Plaza & Janes, 1985.

    Nos permitimos presentar la carta enviada en 1973 por el Maestro Antonio Garca a Misael Pastrana Borre-ro, presidente de la repblica, con el ttulo de La hora cero de la universidad, y el captulo final de su libro Crisis de la universidad -La universidad en el proceso de la socie-dad colombiana- editado en 1985, como obra pstuma.

    El profesor Antonio Garca se pregunta en dicha obra si los colombianos y latinoamericanos queremos Universidad para la dominacin o para el desarrollo?

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    La Hora Cero de la Universidad Colombiana

    Por Antonio Garca

    Carta al Presidentede la Repblica doctorMisael Pastrana Borrero

    Seor Presidente:

    Me dirijo a S.E., no slo en razn de su elevada investi-dura y de la necesidad de que se aborden los problemas fundamentales que pesan sobre el presente y el futuro de la Universidad Colombiana, sino considerando la absoluta ausencia de una estructura democrtica en la Universidad que haga posible el dilogo, el debate cons-tructivo y la vigencia de una legalidad acadmica. Si el Consejo Superior Universitario est formado, exclusiva-mente, por funcionarios o agentes designados por S. E., o por el Rector de la Universidad Nacional -excluyendo rigurosamente toda representacin democrtica de los estamentos universitarios- obviamente el menciona-do Consejo carece de representatividad y su inoculta-ble naturaleza es la de una subalterna agencia poltica de la Presidencia de la Repblica. Es, desde luego, un instrumento de poder, pero no un organismo que leg-timamente pueda asumir la conduccin acadmica de la Universidad del Estado. No funcionando ninguna

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    legalidad autnticamente acadmica y estando dotado el Rector de la Universidad Nacional de facultades discrecionales -con el objeto de que la Universidad y la cultura participen de la confusa situacin de un pas en estado de sitio desde hace 25 aos la nica ley vi-gente es la decisin poltica que adoptan el Ministro de Educacin y el Rector, de acuerdo con sus concepciones personales o en aplicacin de unas reglas del juego di-rectamente emanadas de la Presidencia de la Repblica. El hecho de que la Universidad del Estado resulte una simple agencia cultural y poltica del Gobierno, no slo define la responsabilidad de V.E., sino el sentido nti-mo de la poltica de sectarizacin y violencia que ac-tualmente se aplica en la Universidad Nacional, con el pretexto de restablecer el orden, la disciplina y el esp-ritu de trabajo. Si estas formulaciones tuvieran un sen-tido acadmico, se habran fundamentado en un debate abierto dentro de la Universidad misma -con el objeto de definir el tipo de Universidad que necesita Colombia para resolver los problemas de su desarrollo econmi-co y social- y no se habra limitado a instrumentar una poltica inquisitorial slo comparable a la que destruy, implacablemente, las conquistas de la Universidad Libe-ral a partir de 1950. El concepto de orden y disciplina que utilizan el Ministro de Educacin y el Rector de la Universidad Nacional, es el mismo concepto absolutista y policial que sirvi para aniquilar las libertades univer-sitarias y la vida democrtica interna en 1950 y el que

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    tambin es empleado -en trminos semejantes- en pases latinoamericanos como Nicaragua o Paraguay.

    Es partiendo del reconocimiento de esta afrentosa realidad que padece la Universidad del Estado, como puede explicarse la naturaleza de la crisis que afronta, la existencia de una estructura autocrtica en su gobierno, la absoluta carencia de autonoma acadmica y el ejer-cicio irresponsable de un poder omnmodo, insolente y sin controles. Abolida la estructura democrtica de los Consejos -a travs de los cuales podrn participar en la conduccin o en el control de la Universidad los diver-sos estamentos universitarios- slo ha quedado en pie, Seor Presidente, una autoridad extraa, que funciona de arriba-abajo y que practica a su arbitrio -esto es, arbi-trariamente- las reglas de toda organizacin eminente-mente absolutista, represiva y policial.

    El absoluto desprecio por la capacidad representa-tiva del profesorado y del estudiantado en el gobierno de la Universidad Nacional -esa facultad que el Estado reconoce a las asociaciones extranjeras o a la ms indi-gente sociedad annima- es una afrenta que el Gobierno Nacional hace al pas, a la Universidad, a los profesores y a los estudiantes: es, desde luego, una afrenta ms gra-ve y trascendental que la hecha en los rganos publici-tarios del Estado tradicional por valores tan desiguales como Alberto Lleras Camargo y el actual Ministro de Educacin.

    Quiero manifestarle, Seor Presidente, que absolu-

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    tamente todos los profesores excluidos de la Universi-dad del Estado -purgados es la expresin exacta y ms prxima a las nociones clnicas del Ministro de Educa-cin- profesan ideologas de cambio (socialistas, comu-nistas o autnticamente liberales), disponen de los ms altos ttulos universitarios y no han sido procesados por incumplimiento de sus obligaciones acadmicas. Hasta ahora, no ha sido tachada o siquiera debatida su idoneidad profesional y profesoral. En la Facultad de Agronoma, se cancel el contrato de trabajo de 17 profesores, incluyendo la totalidad de sus directivas. El 80 por ciento de su profesorado ha cursado estudios de post grado, 4 profesores han prestado asistencia tcnica a instituciones nacionales e internacionales y 8 adelan-tan estudios de especializacin en el exterior. De los 17 profesores cancelados, 12 tienen el ttulo de Master y 3 de Ph.D., en universidades norteamericanas. De los 15 profesores expulsados de la Escuela de Ciencias Econ-micas, las tres cuartas partes tienen ttulos de especiali-zacin y post-grado en universidades norteamericanas (Master y Ph. D.), en las Universidades de Pars y en la Catlica de Blgica o en la Cepal de Santiago de Chile y dos han sido investigadores en el Centro de Investiga-ciones para el Desarrollo (cid) que hasta hace poco estu-vo bajo la direccin del actual ministro de gobierno. Ni uno solo de los profesores expulsados ha sido sometido a un proceso acadmico de acuerdo al Estatuto univer-sitario y ni uno solo profesa la ideologa conservadora y

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    absolutista del Ministro de Educacin o del Rector de la Universidad Nacional. Este hecho Seor Presidente, es la prueba fehaciente de que la operacin realizada en la Universidad es una purga ideolgica y poltica, no importa las formas aparentemente legales con que se en-cubra. Qu amargo es constatar, Seor Presidente, que la arbitrariedad pueda estar armada con instrumentos legales y con unas facultades de carcter discrecional! Si a estos hechos se agregan los que han conmocionado a las Universidades del Atlntico, de Cartagena, del Va-lle del Cauca, de Antioquia, etc., ser posible definir el carcter nacional de esta operacin represiva, orienta-da hacia la conservatizacin autoritaria y la limpieza ideolgica, esto es, la consagracin de unas ideologas oficiales y de otras ideologas anatematizadas y pu-nibles. Independientemente de cmo quiera calificar-se oficialmente esta poltica universitaria, su ltimo objetivo es el establecimiento -o restablecimiento si se toma como punto de referencia la Universidad existente entre 1886 y 1930- de una universidad confesional, vale decir, la que profesa una ideologa oficial y persigue, reprime y excomulga las ideologas herticas.

    Contra las normas de una Constitucin Nacional de apariencia democrtica, contra los principios conte-nidos en la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano por los que lucharon los Libertadores de 1810 o contra las normas contenidas en la Declaracin Universal de los Derechos del Hombre hecha por los

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    pases pertenecientes a las Naciones Unidas, el acceso a la Universidad del Estado y la vigencia real de las liber-tades universitarias en Colombia dependen de la ideo-loga poltica de profesores y estudiantes: la opinin, el pensamiento, la posicin ideolgica frente al Gobier-no y a los grupos centrales del Estado, pueden operar como un titulo de calificacin privilegiada o como un delito punible por las agencias del Gobierno, sin proceso ni juez. Carece de validez jurdica un recurso de reposicin que asigna funciones judiciales a la mis-ma persona encargada de ejecutar los atropellos. En la Resolucin N 355 de 1972, el Consejo Superior y el Rector negaron el recurso de reposicin presentado ingenuamente por algunos profesores, no slo descono-ciendo la validez jurdica de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, sino proclamando que ha aplicado la medida de declarar insubsistentes los nombramientos no como una san-cin, sino simplemente con base en las facultades lega-les que le fueron conferidas y que le permiten declarar insubsistentes nombramientos hechos, sin sujecin a normas o procedimientos especiales sino en uso de una facultad discrecional. Afirman los memorialistas -dice la mencionada Resolucin- que en las Resolucio-nes se violaron los artculos 18 y 19 de la Declaracin Universal de los Derechos Humanos; conviene precisar que el recurso de reposicin se ha establecido como una oportunidad para que quien pronunci la providen-

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    cia, la aclare, modifique o revoque, es decir, para que tenga oportunidad de establecer si viol alguna dispo-sicin legal jerrquicamente superior y no si su texto est en desacuerdo con declaraciones convenios que aunque (sic) tengan aceptacin universal no poseen la categora de leyes de la repblica. Es posible que, en razn de su restringida formacin arqueolgica, el Rector de la U.N., no haya llegado an al conocimiento de lo que representa, como fuente de Derecho Pblico Universal, la Carta de los Derechos del Hombre procla-mada en las Naciones Unidas. Es obvio que la validez jurdico poltica de estas normas -materia de una Con-vencin Internacional suscrita tambin por el Gobierno de Colombia- depende de las relaciones de poder, de la orientacin real y de la ideologa poltica que profesan los grupos contralores del aparato del Estado. No po-dra exigirse a los gobiernos de Paraguay, Nicaragua o Haiti, el que respeten estas normas como elementos de identificacin de un Estado Democrtico; pero debe su-ponerse, por respeto a nuestro pas y a nuestro pueblo, que Colombia no est al nivel de los despotismos anti-llanos o centroamericanos. La crisis del estado Liberal de Derecho no puede haber ido tan lejos y tan hondo, Seor Presidente! De otra parte, es necesario plantear el problema de si es lcito que el Gobierno Colombiano contine en el doble juego que consiste en hablar de ideologas de cambio en el exterior (como lo hace en las Conferencias Internacionales y en Naciones Unidas)

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    y en reprimirlas implacablemente dentro de sus fronte-ras, expulsando a sus representantes (que obviamente estn situados a la izquierda, no a la derecha) de las ctedras de la Universidad del Estado.

    Desde luego, las polticas represivas que se adelan-tan, acelerada e implacablemente, en la Universidad Nacional, tienen algunos objetivos inmediatos y otros a largo plazo, rebasando la capacidad operacional de sus actuales ejecutores. Sobre este hecho debe el pas -y los medios universitarios de Amrica Latina- tomar una exacta conciencia. El objetivo inmediato de la poltica de arrasamiento cultural es el cierre de la Facultad de Ciencias Humanas, el desmantelamiento acadmico de la Facultad de Agronoma y la transformacin de la Fa-cultad de derecho y ciencias polticas en una escuela artesanal de litigantes en leyes. Por esta va se completa, histricamente, un proceso tortuoso iniciado en 1950 de sustitucin de la Universidad creada durante la Rep-blica Liberal de Alfonso Lpez -Universidad con liber-tades, con gobierno democrtico, con inquietud cient-fica, con inclinaciones a la insercin de nuevas fuerzas sociales- por un tipo muy definido de Universidad conservadora, cerrada, dogmtica, autoritaria, elitista (en el sentido clasista y no intelectual de la expresin), orientada inflexiblemente hacia el suministro de tcni-cas, hacia la formacin de profesionales de acuerdo con las demandas del mercado, y hacia la preservacin de las formas tradicionales de dominacin social y depen-

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    dencia. Desde esta perspectiva, la Universidad confesio-nal y tecnocrtica no tolera el pensamiento cientfico -fundamentalmente en el rea explosiva de las Ciencias Sociales- no acepta la investigacin como categora aca-dmica, no concibe siquiera una extensin entendida como un mtodo de volcamiento de la Universidad al pueblo, no admite la libertad de ctedra sino para estar de acuerdo con la ideologa oficial del gobierno. El pro-blema esencial de la Facultad de Ciencias Humanas es, entonces, no slo el de un profesorado que se atreve a pensar con independencia del Gobierno y de los grupos sociales que absolutamente ejercen la hegemona sobre el Estado (y en el que se cuentan los ms eminentes so-cilogos, filsofos, economistas, ingenieros, agrnomos, antroplogos, de la Universidad Colombiana) sino de la naturaleza misma de las Ciencias Sociales, de la historia y de la filosofa en la formacin de una conciencia cr-tica, en la desmitificacin de los falsos valores que ago-bian a las sociedades atrasadas y dependientes, en el des-cubrimiento de los problemas y obstculos estructurales que impiden el desarrollo econmico y social. El Rector de la U. N., ha explicado y justificado el cierre virtual de la Facultad de Ciencias Humanas y el desmantelamien-to de la Facultad de Ingeniera Agronmica, repitiendo la falacia de que existe -en un pas en el que est todo por hacer- un exceso de agrnomos, de socilogos, de economistas, de antroplogos, de historiadores, de fil-sofos. Desde luego, esta nocin del exceso depende de

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    la perspectiva conservadora en que se sita el rector de la U. N.: no es una perspectiva de desarrollo -en sus di-versas dimensiones econmicas, sociales, polticas y de cultura- sino una estrecha ptica limitada a cuantificar las precarias condiciones de funcionamiento del mer-cado de servicios profesionales articulado a cierto tipo hegemnico de empresa privada. Desde esta ptica al nivel de las corporaciones que concentran en Colombia todo el poder econmico, sobran agrnomos, porque no los requiere la estructura latifundista-minifundista, conformada histricamente para la dilapidacin de re-cursos fsicos y para funcionar de acuerdo con el anti-guo esquema colonial de uso de esos recursos; sobran economistas, si el sistema no quiere analistas cientficos y profesionales del desarrollo sino contadores y econo-metristas aspticos; sobran mdicos, si lo que importa no es la vida y las condiciones sanitarias de un pueblo, sino las demandas de bienestar y seguridad de las clases ms ricas; sobran historiadores, porque ya est escrita la historia extensa de Henao y Arrubla, y porque la inves-tigacin histrica se ha encomendado a los investigado-res de las universidades norteamericanas. De otra parte, si las Misiones extranjeras -la de Kemerer, la Currie, la Musgrave, para nombrar las de mayor importancia po-ltica- han tenido el encargo gubernamental de decirle a Colombia que es y que debe ser para qu formar economistas, antroplogos, socilogos, filsofos e his-toriadores colombianos? Semejante postura, negativa y

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    colonialista, del Rector de la Universidad del Estado, contradice la propia ideologa de los rectores conspi-cuos del sistema como Alberto Lleras Camargo. El ms grave de todos (los peligros presentes -deca Lleras en 1954 en Misin y problema de la Universidad1- es que nuestra educacin es insuficiente para la nacin que nos ha tocado en suerte, y que ya no tenemos ni profesio-nales, ni hombres de Estado, ni aviadores, ni soldados, ni fsicos, ni qumicos, ni filsofos, ni cosa alguna en proporcin a nuestras necesidades mucho menos a las que van a surgir en el futuro. Estamos, entonces, con-denados al colonialismo, porque es tambin colonia-lismo el que las clases presumiblemente dirigentes de Colombia reciban una educacin extranjera, una edu-cacin concebida racionalmente para otro pueblo, para otros intereses nacionales, para otra lengua y hasta para inspirar veneracin por otros prceres.

    Lo que est en camino, Seor Presidente, no es solo una conspiracin contra la Universidad Nacional sino contra la Universidad Colombiana, contra la li-bre investigacin cientfica, contra las posibilidades de participacin democrtica de los estamentos universi-tarios en el sistema de conduccin acadmica, contra la enseanza liberada de las ideologas oficiales, contra la

    1 Misin y Problema de la Universidad, Discurso pronunciado el 19 de noviembre de 1954, al asumir la Rectora de la Universidad de los Andes Una Poltica Educativa para Colombia, Edic. Imprenta Nacio-nal, Bogot, 1962, pg. 52

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    orientacin de la Universidad hacia el desarrollo y hacia la liberacin de las clases trabajadoras. Es dentro de este marco estratgico -definido con entera claridad en los planes de reforma de la enseanza superior del profe-sor norteamericano Atkon- que ha ido articulndose la poltica de implacable y constante reduccin progresiva de la Universidad del Estado de privatizacin y extran-jerizacin de la enseanza superior y de transformacin progresiva de la universidad en Politcnico Superior, en el que la Economa, la Sociologa, la Antropologa, la Ingeniera Agronmica, etc., se enseen como simples tcnicas y no como ciencias sociales del Desarrollo. Dentro de esta Universidad emparentada culturalmen-te con el sena (Servicio Nacional de Aprendizaje), no slo se capacitaran los profesionales de acuerdo con la demanda de las todopoderosas corporaciones priva-das o de ciertos servicios tecnocrticos del Estado, sino que los cientficos sociales tendran el mismo rango y la misma inocuidad que los arquelogos formados en los Estados Unidos. Esa Universidad, ordenada y tec-nocrtica, llenara los requisitos de la Universidad con-fesional anterior a 1930 o posterior a 1950: sera una comunidad muda, sorda y ciega, sin pensamiento cr-tico ni voces disidentes, con un profesorado reclutado de la inerte burocracia del gobierno o de las empresas privadas y con un estudiantado incapaz de cuestionar la sociedad en que vive. Esta Universidad no requerira de la investigacin cientfica y menos de una peligrosa gra-

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    vitacin de las Ciencias Sociales, orientndose hacia las reas neutras y aspticas como son las relacionadas con la pre-historia y la arqueologa. Desde este punto de vis-ta, ha sido un acierto la escogencia de un Rector como el doctor Duque Gmez, ya que estudiar la estatutaria prehistrica de San Agustn no ofrece los riesgos de una investigacin social entre los campesinos contempor-neos que esconden su indigencia entre las venerables es-tatuas agustinianas. Desde luego, Seor Presidente, esta Universidad reducida al rango de Politcnico Superior, sin conciencia crtica, sin debate interno, sin facultades autnomas de decisin, sin estructura democrtica de gobierno, dirigida desde afuera y desde arriba, puede imponerse e instalarse en un momento en que la so-ciedad colombiana carece de fuerzas resistencia, en que todo parece invadido por una niebla de confusin y en que el Estado de Derecho ha sido reemplazado por el rgimen absolutista del Estado de Sitio y de la legalidad marcial. Nadie puede impedirlo en este instante, Seor Presidente ya que el liberalismo colombiano ha dejado de luchar por las libertades o por los valores democrti-cos, limitndose a pelear por los dividendos del poder. Pero usted sabe, Seor Presidente -no subestimo en lo ms mnimo su facultad de conocimiento crtico- que esa Universidad estara en la ms baja escala de los va-lores universitarios de la Amrica Latina. Ni siquiera en pases con Gobiernos Militares -como Argentina o Bra-sil- la Universidad del Estado se ha sometido a la preca-

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    ria condicin de agencia poltico cultural de la Presiden-cia de la Repblica. Tuve la honrosa oportunidad de ser profesor invitado de dos Universidades Nacionales de la Repblica Argentina -precisamente unas semanas antes de que me fueran cerradas las puertas de la Universidad Nacional de mi propia patria- y por eso puedo dar tes-timonio de que en ellas no slo funciona un gobierno legitimado por el consenso de los estamentos universi-tarios, sino que se ha institucionalizado el respeto por las libertades acadmicas. Esas libertades consisten en la facultad de pensar, de investigar, de analizar y de expre-sar el pensamiento con plena independencia crtica y de ninguna manera involucra un sometimiento ideolgico al Gobierno que paga las subvenciones pblicas a las Universidades. Las subvenciones que se originan en el presupuesto pblico, no son consideradas en ninguna parte -con la excepcin de los pases totalitarios o de los que aplican la frmula del cesarismo presidencial -como el precio que el Estado paga por la conciencia y la libertad de profesores, investigadores y estudiantes.

    Si se acepta la monstruosa doctrina de que los Profe-sores de la Universidad -como todos los funcionarios de Gobierno- deben necesariamente identificarse con la ideologa del Presidente de la Repblica y de los grupos que controlan el poder del Estado, se est aceptando, im-plcitamente, dos cosas: la primera, la de que el Estado no es una organizacin jurdico poltica que de alguna mane-ra expresa la voluntad, los intereses y las aspiraciones de

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    una nacin y de un pueblo, sino que constituye una propiedad exclusiva de quienes ejercen la funciones de gobierno y en especial de quien concentra las facultades ejecutivas, legislativas, jurisdiccionales y contraloras de la Repblica; y la segunda, la de que lo fundamental en la funcin pblica, administrativa o universitaria, no es la idoneidad profesional sino la adhesin ideolgica y personal a quien accidentalmente controle los mecanis-mos del Estado. Desde esta perspectiva cesarista y funda-mentada en la tica del arribismo, la Universidad Nacio-nal no podra definirse como el instrumento por excelencia para el desarrollo de la cultura -as como para la definicin histrica de la cultura del desarrollo- sino como una cerrada y purgada maquinaria de formacin profesionalista, de acuerdo con las demandas especficas del mercado y operada, exclusivamente, por una adicta clientela. Es una Universidad para la consolidacin de las estructuras dominantes de poder -como la que ya existi en la Colonia Espaola o en los ciclos contrarevoluciona-rios de 1886 y de 1950- no Universidad para la transfor-macin y el desarrollo. Sus normas clasistas, discrimina-torias y confesionales, han de servir para mostrar el papel que la educacin, en todos sus niveles, desempea en la preservacin de la Repblica Seorial: Ya llegar el da en que los demagogos -deca Alberto Lleras en 1957- le hagan creer (al pueblo) que todo este descuido, este aban-dono, esta indiferencia por la educacin, no es sino el abominable e ingenioso truco para erigir una aduana in-

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    franqueable entre las clases sociales y perpetuar el poder de hacer y aprovecharlo todo en una reducida minora que puede transitar libremente por los caminos del cono-cimiento2. Este era el acertado diagnstico de uno de los ms consagrados idelogos del Frente Nacional Biparti-dista, si bien atribuye a los demagogos nada menos que la capacidad de descubrir las races ntimas de la poltica educacional del Estado Colombiano. Considera, S. E., Seor Presidente, que es posible hablar de universidad para el desarrollo, cuando las normas prcticas que se aplican descartan las posibilidades de la investigacin cientfica, de la ctedra libre, de la formacin de un pro-fesorado profesional, de la creciente apertura de las insti-tuciones de enseanza superior a las clases populares y de la democratizacin del gobierno universitario. Qu clase de Universidad es la que pretende formar una lite tecno-crtica reclutada de las propias clases dominantes -o de sectores sociales vinculados a ellas- obturando las vas de ascenso social y alegando an ms la posibilidad de que tengan acceso a ella los hijos de los campesinos, de los obreros, de las capas ms empobrecidas de las clases me-dias? En un pas de 22 millones de habitantes y en el que la poblacin menor de 20 aos asciende a cerca de 13 millones de personas, cmo puede la Universidad del Estado conservar una capacidad de servicio inferior a

    2 La Educacin, Discurso pronunciado al conferirle la Universidad de los Andes el grado de Doctor Honoris Causa, 2 de septiembre de 1957, Una poltica Educativa para Colombia, ob. cit. pg. 66.

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    15.000 alumnos regulares o sea, el 0.1 por ciento de la demanda potencial de servicios educacionales? La pere-grina idea de que el acceso a la Universidad Nacional es un privilegio social, se deriva del papel discriminatorio y limitadsimo asignado a esta Universidad: si estuviera proyectada para el desarrollo, ocupara los primeros ran-gos dentro de la poltica presupuestal del Estado y asegu-rara la participacin de sectores cada vez ms amplios de la sociedad colombiana, haciendo posible una matrcula de 100.000 estudiantes y seleccionado rigurosamente pero de acuerdo con las aptitudes vocacionales y no con la capacidad econmica y el rango social del estudianta-do. La ms modesta universidad argentina -pas con 23 millones de habitantes- o de un pas como Chile -con menos de 10 millones- registra habitualmente matrculas de 50 mil estudiantes. En esos pases latinoamericanos, la Universidad del Estado se abre, se ampla, se califica y se democratiza: en Colombia, la Universidad del Estado se cierra, se degrada cientficamente, se limita su participa-cin financiera en el presupuesto pblico y se conservati-za. De 1961 a 1971 los alumnos regulares de la U. N., apenas se incrementaron de 6.630 a 14.860 en un pas que crece a tasa del 3.5 por ciento anual y que duplica su poblacin cada 20 aos. En 1960, la participacin de la U. N., en el Presupuesto Nacional de Educacin fue del 15 por ciento, descendiendo casi a la mitad en 1970, o sea, el 9.3 por ciento debiendo la universidad enfrentar un creciente desajuste entre las presiones a que est some-

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    tida y la disponibilidad de recursos financieros. El dficit de la Universidad del Estado, al transformarse en crnico y acumulativo ha ido acrecentando sus condiciones de dependencia y ha ido cerrando el paso a cualquier aspira-cin prctica de autonoma. A travs de este incontenible proceso de dependencia financiera, la U. N. ha vendido su alma y ha ido abandonando su liderazgo acadmico en el mbito de la Universidad Colombiana. En estas condi-ciones ha podido acelerarse la aplicacin del Plan Atkon, de transformacin cualitativa de la Universidad del Esta-do y de progresiva privatizacin de la enseanza superior de cualquier naturaleza. Esa privatizacin ha hecho posi-ble la estratificacin social de la Universidad colombiana, formando en la cima de la pirmide una elite de universi-dades de clase alta (como la Javeriana y los Andes) y en la base un informe aluvin de universidades de desecho, alentadas por subvenciones estatales y destinadas a las obstinadas capas medas que an aspiran al ascenso social. En 1967, la U. N., admiti al 26.5 por ciento de los ba-chilleres examinados, predominando el criterio de la li-mitacin fsica de las instalaciones universitarias sobre el valor de las pruebas acadmicas de estilo norteamericano: en 1971 -cinco aos despus ese porcentaje descendi al 8.8 por ciento o sea que estaba en camino el proceso de reduccin proyectado en el Plan Atkon! Menos Universi-dad Nacional, menos posibilidades de acceso de los ba-chilleres colombianos a la enseanza superior, ya que aquella Universidad alcanz en 1968 el 49 por ciento. La

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    primera preferencia entre los aspirantes a ingreso uni-versitario segn el testimonio del icfes. Menos Universi-dad del Estado y ms universidades privadas, menos po-sibilidades educacionales para las clases ms pobres y mayor apertura para las clases con mayor poder econmi-co y de acuerdo con sus status y con sus ingresos. De 1950 a 1968, el total de matriculados en la Universidad Nacional descendi del 45.3 por ciento al 24.3 por cien-to; y correlativamente, el monto de matriculados en las universidades privadas se increment del 28 por ciento al 43.3 por ciento, en el mismo perodo. Es dentro de este marco como puede comprenderse el alcance de la poltica educacional del Gobierno expresada en tres direcciones: la de eliminar la supremaca cientfica y el liderazgo aca-dmico de la U.N., frenando o desarticulando sus posibi-lidades de desarrollo cuantitativo y cualitativo; la de abo-lir la independencia de las universidades oficiales (Cartagena, Barranquilla, Medelln, Cali, Popayn, etc.), atndolas a las veleidades polticas de los gobernadores; y la de consagrar la hegemona de las grandes universidades privadas ideolgicamente comprometidas con los esque-mas metropolitanos o tradicionales de educacin y de cultura. Lo que se reserva a las clases pobres es, exclusiva-mente, el rea de los politcnicos y de las Escuelas artesa-nales de Artes y Oficios, en la que el sistema puede capa-citar la mano de obra que requiere para la operacin del aparato econmico, sin el riesgo de que pueda aparecer una conciencia social o una actitud inconformista que

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    perturbe la tranquilidad o la estabilidad de este modelo poltico de Repblica Seorial.

    Esta situacin nos explica, Seor Presidente, la de-cadencia, la crisis y el agotamiento de la Universidad del Estado, pero tambin explica los profundos desajustes estructurales del endeble aparato educacional colombia-no y el hecho de que nuestro pas, adormecido por la tradicin humanstica de los gramticos y los retricos, ocupe uno de los ltimos rangos y una de las ms atra-sadas retaguardias de la Universidad Latinoamericana.

    Finalmente, es necesario analizar, con la mxima objetividad crtica, el problema del estudiantado o ms exactamente, de la rebelin estudiantil. No sobra decir, Seor Presidente, que ese problema de la insurgencia de las nuevas generaciones -que ha originado la expulsin de 2.000 estudiantes de la U.N., o sea cerca de la sp-tima parte de los alumnos matriculados- es uno de los rasgos de la sociedad contempornea, en esos sectores del mundo en los que la juventud no tiene nada funda-mental en que creer, ni un sistema esencial y autntico de valores que respetar. Es ste uno de los problemas que desgarran la sociedad norteamericana, la francesa, o la de casi toda la Amrica Latina. Pero en Colombia existen peculiaridades sociales y polticas que han ido empujando al estudiantado a un proceso de violencia y de subversin. Es por medio del reconocimiento de ese contexto histrico como puede explicarse la enorme dis-tancia existente entre la plcida, provinciana y confesio-

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    nal universidad de hace medio siglo y la universidad de hoy; entre el pas de ocho millones, campesino y regido por un sistema autoritario y paternalista y el pas de 22 millones, con un Estado que absorbe ms de la quinta parte del producto nacional, con una poblacin joven de 13 millones, con 800.000 desocupados, con 300.000 trabajadores exilados en la hermana Venezuela, con un milln y medio de campesinos sin tierra y con un enor-me aparto de fuerza para enfrentarse a los efectos de la descomposicin social. Las ltimas generaciones han nacido en esta atmsfera de subversin y de violencia, en la que se ha desarticulado agresivamente la movili-zacin popular, en la que se ha instalado la monoltica estructura oligrquica de poder en la que se ha profun-dizado las relaciones de dependencia y en la que se han efectuado las reformas constitucionales de 1958 y de 1968 por medio de las cuales se estableci una arbitraria hegemona bipartidista sobre los organismos represen-tativos y operacionales del Estado, se desmantelaron las funciones e iniciativas del Congreso y se articularon las nuevas formas del cesarismo presidencial. En esta Rep-blica que limita el ejercicio de los derechos polticos a los ciudadanos liberales y conservadores y que consagra constitucionalmente los principios del exclusivismo y de la paridad en el control burocrtico del estado, el voto no puede ser autnticamente universal, no pueden funcionar los controles democrticos y no puede existir una separacin real entre los rganos del poder pblico,

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    desapareciendo los mecanismos jurdico polticos de re-conocimiento y garanta de las libertades sociales y per-sonales. Se configura as un ordenamiento en el que no slo se genera la ms extrema concentracin del poder econmico y poltico y la ms peligrosa concentracin unipersonal del poder del Estado, sino en el que la abs-tencin electoral de las mayoras -6 millones entre 9 mi-llones de ciudadanos- induce al gobierno a apoyarse en una legalidad de excepcin (Estado de Sitio, Estado de Emergencia, Facultades Extraordinarias) y en el aparato de fuerza. En este proceso, slo conservan el derecho a que se les reconozca el derecho, los que de alguna mane-ra participan en el manejo del poder, quedando reduci-dos a polvo y ceniza la igualdad de los ciudadanos ante la ley, la inviolabilidad de la persona y del domicilio, la libertad de opinin y de informacin, la garanta de no ser condenado sin ser previamente odo y vencido en juicio, el reconocimiento prctico -por el Estado- de los derechos elementarles a la vida, a la educacin, a la salud, al trabajo, a la seguridad social.

    Dentro de estos marcos absolutistas, la sociedad co-lombiana ha sido reorganizada y reordenada -de acuer-do con los intereses y poder de los grupos bipartidistas que ejercen la hegemona sobre el Estado- en dos pa-ses, uno para los ciudadanos de primera clase, los que tienen derechos pero no obligaciones, y otro para los ciudadanos de segunda, que tienen obligaciones pero no derechos. Los ciudadanos del pas de primera clase

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    ocupan los ms altos rangos de la economa y del Es-tado y se garantizan polticamente la evasin fiscal de las cargas tributarias; los del segundo, pagan impues-tos exorbitantes (por algo la Misin Musgrave lleg a la conclusin de que los impuestos directos son pagados, predominantemente, por rentas de trabajo) pero no pueden participar en ninguna funcin pblica o univer-sitaria. La nica iniciativa presentada por el Ministro de educacin que ha prohijado la expulsin masiva de pro-fesores y estudiantes en la Universidad Nacional, es la de financiar los proyectos educacionales con nuevos grav-menes. Estas son, Seor Presidente, forma y races de la violencia. La quiebra del estado de Derecho se traduce, en todos los mbitos y en todos los niveles de la socie-dad colombiana, en expansin de las reas de subversin social, en aceleracin de los procesos de descomposicin social, en aniquilamiento de esos valores esenciales que impiden el estallido de la violencia. Si el Estado la con-dena en las formas execrables de los secuestros, de los asesinatos, de los asaltos a mano armada, de las diver-sas expresiones patolgicas de la descomposicin social, debe condenarla tambin en los abusos de poder, en la violacin de las normas del Estado de Derecho, en la consagracin e institucionalizacin de la arbitrariedad y de la injusticia. Un orden social y poltico que engendra semejantes situaciones, constituye una fuente inagota-ble de subversin y de violencia, De qu derechos y de qu cultura puede hablarse en un pas con porcentajes

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    de analfabetismo que comprenden a un 35 por cien-to de la poblacin y si de 1955 a 1968 debi salir de su patria una lite de cerca de 40.000 profesionales y de 12.000 tcnicos medios, representando una prdida -la ms fcilmente mensurable- de ms de 200 millo-nes de dlares invertidos en capacitacin profesional?3 Cmo se recuperar esa notable lite de cientficos y de tcnicos, si esta fuga de cerebros aparece como una subvencin gratuita a la opulencia de la Nacin Metro-politana y si el Gobierno ha de exigirle, como condi-cin para el regreso a la patria, primero una adhesin ideolgica y luego un ttulo de idoneidad profesional? Podr el Gobierno dar a los cerebros emigrados el mis-mo tratamiento que da a los economistas, socilogos, antroplogos, filsofos e historiadores que acaban de ser expulsados de la Universidad del Estado por razones exclusivamente ideolgicas? No es esta crisis del Estado de Derecho y esta situacin de violencia la que han he-cho de nuestro pas uno de los mayores exportadores de inteligencia cientfico tcnica de la Amrica Latina? En reciente estudio del socilogo Germn W. Rama sobre El sistema universitario en Colombia4, se lleg a la desoladora conclusin de que la comparacin ndica que Colombia ocupa, en el conjunto de pases latinoa-

    3 Las cuatro Estrategias, Departamento Nacional de Planeacin, Bo-got, 1972, pg. 190.4 El Sistema Universitario en Colombia, Edic. Universidad Nacional, Bogot, pg. 157.

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    mericanos entre el tercero y el primer puesto por el nmero de profesionales y cientficos admitidos como inmigrantes en los estados unidos.

    Si el Estado es cada da ms incapaz de responder a la creciente e intensa presin de enorme contingente de poblacin menor de 20 aos que reclama servicios edu-cacionales, si no se organiza para garantizar los derechos fundamentales de todo hombre y no slo de los ciuda-danos liberales y conservadores, si no aplican las normas de un Estado de Derecho, si tolera la divisin del pas en ciudadanos de primera y segunda clase, como puede esperar que desaparezca mgicamente la violencia en la sociedad colombiana que las clases pobres tengan fe en la autenticidad de la justicia y que las juventudes uni-versitarias crean en un sistema de valores que los gober-nantes no respetan?

    Nada ms peligroso, Seor Presidente que confun-dir, a estas alturas de la historia del mundo, rebelin estudiantil con delincuencia, descontento con subver-sin. Semejante confusin no demuestra sino que estn an vigentes las nociones conservadoras de orden pblico anteriores a 1930 y que no ha prosperado el estudio de las ciencias sociales entre quienes ejercen el control sobre los partidos oficiales y sobre el Estado. Existe la ms cla-ra y definida frontera entre rebelda y delincuencia, por lo menos mientras no se consagre la constitucionalidad del Estado absolutista y no se declare muerta y sepulta-da la Repblica representativa y democrtica. El Estado

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    dispone de los ms amplios y sofisticados instrumentos para descubrir, procesar y castigar a los delincuentes; pero lo que carece de sentido es que los Rectores de Univer-sidades se transformen en jueces de polica y que se re-priman como delitos, el descontento, el inconformismo, la profesin de ideologas revolucionarias o reformistas. Qu habra sido del pas, Seor Presidente, sin la re-belda estudiantil de los colegiales de San Bartolom y del Rosario que participaron en el sealamiento de ca-minos a las Guerras de Independencia o sin la rebelda de la generacin de 1924 que promovi la demolicin de las formas ms anacrnicas del autoritarismo y que asumi la responsabilidad de acometer la tremenda tarea de modernizacin de la Repblica? Los profesores uni-versitarios no consideramos la universidad como una isla amurallada y privilegiada en la que no pueden aplicarle la Constitucin y Leyes de la Repblica. Todo lo con-trario; lo que estamos pidiendo es que se apliquen en la Universidad las reglas de un Estado de Derecho y que tengan vigencia prctica la constitucin y las leyes, sin facultades discrecionales, sin mecanismos de excepcin y sin procedimientos que reducen el ejercicio del derecho a una decisin unipersonal y arbitraria. Lo que pedimos es que exista un proceso, una norma y un juez.

    Despus de 18 aos de ejercicio del profesorado en la Universidad Nacional -primero entre 1937 y 1951 y luego entre 1968 y el 31 de enero de 1973- he sido despojado de la ctedra por el Rector L. Duque Gmez.

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    Debo agregar, Seor Presidente, que no he ejercido la ctedra como una ocupacin secundaria o marginal, sino como la actividad ms importante y ms trascen-dental de mi vida. Es este sentido de vocacin y de soli-daridad con el destino de mi patria, el que me indujo a renunciar en 1968 al ms alto cargo a que pueda aspirar un Experto Internacional en las Naciones Unidas, para servir a la juventud colombiana en la ms modesta po-sicin en la Escuela de Ciencias Econmicas de la Uni-versidad Nacional. A partir de 1968 me hice cargo de las ctedras de Desarrollo Econmico de Amrica Latina y de Economa Agraria, en las que era posible utilizar mi vasta experiencia latinoamericana, no slo por ha-ber sido consultor de los Gobiernos de Bolivia, Mxico, Chile, Per, Ecuador y Santo Domingo sino por haber sido Profesor en la Escuela Nacional de Antropologa de Mxico y Profesor Invitado en las Universidades Nacio-nal Autnoma de Mxico, Central de Chile, Nacionales de La Plata y Cuyo en Argentina, Nacionales de la Paz y Cochabamba en Bolivia, Central del Ecuador, Central de Venezuela, Nacional de San Agustn en el Per. Mi rango acadmico de Profesor Titular de la Universidad de Colombia -que me otorg en 1950 un Tribunal Ca-lificador integrado por los doctores Carlos Lleras Res-trepo, Victor Cock, Eduardo Zuleta Angel y J. J. Castro Martnez y refrendado luego por el Consejo Directivo y la Rectora de la U.N., no me ha puesto a cubierto de la arbitrariedad armada de facultades discrecionales. El

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    problema que ahora formulo ante V.E., no es el peque-o problema de renovacin de un contrato de trabajo como Profesor Titular de medio tiempo en la Escuela de Ciencias Econmicas y por el que he recibido una remuneracin de secretaria; lo que ahora denuncio ante V. E., -o ante el pas- es el abuso de poder que consiste en negar a un Profesor Titular de la Universidad del Es-tado el ejercicio de la ctedra, por el delito de profesar una ideologa diferente a la del gobierno y a la del presidente de la repblica. Por medio de este acto, se me despoja de un derecho y se destruye el fundamento mismo de la carrera del profesorado. Qu poco para un pas que ha dejado de creer en las normas del derecho, pero qu mucho para quien cree que un pas no solo es lo que es, sino lo que quiere y puede ser! Abrigo el temor, Seor Presidente de que est reproducindose la situacin creada en 1951 cuando el Gobierno del Seor Laureano Gmez reconoci -en el seo del Consejo Di-rectivo la Universidad Nacional- mi titularidad de cte-dra pero me priv del ejercicio de ella. No concibo en S.E., ninguno de estos deshonrosos juegos maquia-vlicos. Cuando fu privado del ejercicio de la ctedra por mandato de la Presidencia de la Repblica -la mis-ma que orden la destruccin de mi libro Bases de la Economa Contempornea. Elementos para una Economa de la Defensa, como en la Edad Media- el entonces Decano de la Facultad de Derecho y Ciencias Polticas, miembro del Consejo de la U.N., y actual Rector de la

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    Universidad del Rosario, Doctor Antonio Rocha, dej la siguiente constancia en relacin con el hecho de que no hubiese sido incluido en la nmina del profesorado de la Universidad Nacional:

    El profesor Antonio Garca es un hombre inves-tigador y poseedor de ciencia profunda. Se le teme po-lticamente, pero no por ello se le puede hacer el cargo de incompetencia, ni siquiera de sectario de sus propias ideas. Su produccin cientfica, Bases de la Economa Contempornea, Planificacin Municipal y Presupuesto de Inversiones y otras, le han trado honor a Colom-bia, especialmente en el exterior, en donde sus libros son apreciados sin prejuicios polticos y s en cambio cientficamente.

    La organizacin que le dio al Instituto de Ciencias Econmicas fue perfectamente apoltica y la nmina de sus profesores est matizada de todas las corrientes y opi-niones respetables en el mundo de la economa y de las finanzas. Adems, el doctor Garca es Profesor Titular y lleg a esa posicin por riguroso concurso tcnico y esta-tutario.

    En el Acta N 13 del Consejo Directivo de la Uni-versidad Nacional (5 de marzo de 1951), bajo la Presi-dencia del Ministro de Educacin, se registr lo siguien-te:

    El Consejero Rocha, teniendo en cuenta de que hay de por medio los derechos civiles de un individuo, pre-gunta si la Universidad tiene derecho a retirar un Profesor

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    Titular. No es lo mismo el retiro voluntario que el retiro obligado. La remocin de un Profesor Titulado va contra los principios instituidos por la misma Universidad: hay un derecho individual y uno social que son afectados por tal remocin: Tanto el Ministro de Educacin como el Consejero Ramrez, declararon que de acuerdo con el Decreto reciente del Gobierno, el Ttulo no se pierde.

    Defiendo mi derecho y los ttulos a que me han hecho acreedor el haber sido profesor en la U.N., du-rante 18 aos y en la Universidad del Cauca durante tres aos; el haber participado activamente en la organi-zacin de la U. N., a partir de 1937 y cuando el ttulo de Rector no tena connotaciones policiales y se discer-na a valores irreprochables como Luis Lpez de Mesa, Gerardo Molina o Agustn Nieto Caballero; el haber fundado y haber sido Director del Instituto Nacional de Ciencias Econmicas, la primera institucin de en-seanza de las ciencias econmicas en la Universidad Colombiana, posteriormente transformado en Facultad de Ciencias Econmicas de la U. N., el haber fundado y haber desempeado el cargo de Decano de la Facultad de Ciencias Econmicas de la Universidad de Bogot Jorge Tadeo Lozano; el haber fundado y dirigido el Instituto Nacional Indigenista y el Instituto Nacional de Estadstica; el haber sido miembro titular de la Junta de Defensa Econmica Nacional y del Consejo Nacional de Economa; el haber sido Consejero Econmico del Ministerio de la Economa Nacional y de la Contralo-

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    ra General de la Repblica; el haber sido Consultor en Reforma Agraria de los gobiernos de Bolivia, Mxico, Ecuador, Chile, Per y Santo Domingo; el haber sido profesor en la Escuela Superior de Guerra y en diversas Universidades colombianas; el haber sido profesor en la Escuela Nacional de Antropologa de Mxico; el haber sido profesor invitado de las Universidades Nacionales de Mxico, Argentina, Chile, Bolivia, Ecuador, Vene-zuela y Per; el haber publicado en Colombia, Mxico, Chile, Argentina, Per, Ecuador, Bolivia y en pases eu-ropeos, 34 libros sobre temas econmicos y sociales de la Amrica Latina.

    Lamento de veras, Seor Presidente, el verme for-zado a hacer este recuento de ttulos Universitarios nada ms que para demostrar la absoluta falta de probidad y de escrpulos de quienes ahora encarnan la nica le-galidad y el nico poder vigentes en la Universidad del Estado: en lo personal, ms penoso que esto es que el funcionario encargado de cerrarme las puertas de la U. N., sea un antiguo discpulo de la Escuela Normal Su-perior y precisamente de ciencias sociales.

    Tengo la esperanza de que V. E., no crea que este proceso que examino y denuncio, se cierra con las de-cisiones autoritarias de los funcionarios en quienes se renen, circunstancialmente, una mxima cantidad de poder represivo con una mnima autoridad acadmica. Las situaciones como sta en que se disocian tan pro-fundamente la autoridad y el poder, y en que se asocian

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    tan estrechamente la arbitrariedad y la injusticia son tan frgiles como transitorias. Lo que va a quedar en el futu-ro no es la prepotencia de los agentes polticos encarga-dos de estas pequeas misiones medievales de cacera de brujas y de persecucin a las ideologas herticas, sino el nuevo horizonte, las semillas, las aspiraciones y las luchas de los pueblos y de las nuevas generaciones por construir una nueva sociedad, una nueva patria y una universidad abierta, popular, nacional, cientfica, sin supersticiones ni mitos, gobernada democrticamente desde adentro, abierta a los cuatro costados del mundo, capaz de afirmar un sistema colombiano y latinoameri-cano de valores, alentada por la nueva presencia de los campesinos y los obreros y orientada de acuerdo con las exigencias estratgicas del desarrollo econmico y social de la nacin colombiana.

    Atentamente,

    Antonio GarcaProfesor Titular de la Universidad Nacional

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    Universidad para la dominacin o para el desarrollo?*

    Por Antonio Garca

    A esta altura de la historia contempornea, es posible sealar la totalidad de rasgos caractersticos del modelo universitario, que para el sistema de control poltico ha llegado la lnea de apogeo y para la sociedad colombia-

    * Tomado del libro La Crisis de la Universidad Plaza y Jans editores Colombia, 1985.

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    na, para su pueblo est en crisis. Lo que equivale a decir -desde una perspectiva histrica- que no es la univer-sidad como categora de la educacin y de la cultura la que ha entrado en crisis, sino el tipo de universidad diseado para instrumentar un modelo de capitalismo dependiente, para preservar una dominacin de clase y para perpetuar un sistema tradicional de control pol-tico.

    Los rasgos de ese modelo histrico podran esque-matizarse en este cuadro de diez puntos:

    1. Incoherencia y desintegracin de la universidad como sistema nacional, pero coherencia e integra-cin del modelo alrededor de la hegemona de la universidad privada y del esquema ideolgico de privatizacin y de comercializacin de la ensean-za.

    2. Orientacin tecnocrtica de la universidad y pre-valencia de las lneas polticas que apuntan hacia su progresiva transformacin en un tecnolgico superior (1).

    3. Reorientacin de la universidad pblica dentro del modelo de privatizacin, ordenamiento auto-ritario y vertical manipulacin poltica del presu-puesto, haciendo necesario el financiamiento ex-terno a travs de las instituciones de la Metrpoli (Banco Mundial, bid, aid, etc.), la aplicacin de criterios comerciales de costeabilidad de los ser-vicios y el financiamiento del dficit por medio

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    de la intervencin directa y especfica del poder presidencial.

    4. Organizacin de la Universidad militar como mo-delo alternativo y paralelo de universidad pblica, en sus lneas profesionales clsicas.

    5. Estratificacin social y acadmica de la universi-dad -privada y pblica- no slo reproduciendo la estructura de clases en el plano de la educacin su-perior, sino asegurando el que los ms altos niveles de la cultura y de la excelencia acadmica (post-grados y cursos de especializacin), se limiten a la lite de universidades y a la capacitacin de una aristocracia profesional reclutada de las propias clases dominantes y de aquellos sectores de las clases medias asociados e identificados ideolgi-camente al sistema vigente de hegemona poltica.

    6. Articulacin de la red de aparatos estatales de la educacin superior, como mecanismos destinados a la transferencia de recursos y facultades del Esta-do hacia la universidad privada y a la sustentacin de la Asociacin Colombiana de Universidades como aparato a travs del cual aquella ejerce su hegemona sobre el sistema universitario.

    7. Segregacin social del sistema universitario, blo-quendose los canales de relacin permanente y estable de la universidad con la sociedad colom-biana (forma clsica de la extensin o formas modernas de la universidad abierta y desescolari-

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    zada), impidindose toda influencia externa de la universidad y aislndola de las fuerzas sociales o generacionales que pudiesen restablecer o autono-mizar su rango poltico y apoyar sus aspiraciones revolucionarias o reformistas.

    8. Reduccin del proceso educacional a una ense-anza implcitamente autoritaria y a una transmi-sin colonialista del conocimiento, careciendo la investigacin cientfica de espacio propio dentro del modelo de universidad y de capitalismo de-pendiente.

    9. Propagacin de la imagen de una universidad pri-vada que no slo es paradigma de empresa, sino ar-quetipo de eficiencia, disciplina y libertades demo-crticas, dentro de un ordenamiento vertical y unas formas estrictas de reclutamiento de su estudianta-do, su profesorado y sus cuadros administrativos.

    10. Control militar de la universidad pblica, no slo en razn de la ocupacin de los recintos univer-sitarios por cuerpos armados, sino de la transfe-rencia de los delitos polticos (relacionadas con la perturbacin del orden pblico o con la alteracin del pacfico desarrollo de las actividades sociales o con la presin a las autoridades legtimamente constituidas en los trminos definidos en el Esta-tuto de Seguridad), a la jurisdiccin castrense de los consejos de guerra.

  • 56

    De acuerdo con la naturaleza de esta crisis de la universidad colombiana, su existencia, su jerarqua, su rumbo y su destino, dependen cada da menos de ella misma. La manera como actualmente funciona la so-ciedad colombiana, las formas que expresan la organi-zacin absolutista del Estado, el desmantelamiento de las instituciones tutelares de la democracia liberal, la sistemtica anulacin de las posibilidades de organiza-cin de una comunidad universitaria y de un agrupa-miento de profesores y estudiantes, han ido estrechando el mbito de operacin y el campo de influencia de la universidad -en particular de la Universidad Nacional- y han ido rebajando su capacidad de pensamiento crtico y sus facultades de creacin de cultura. Ni el estudian-tado ni el profesorado pueden violar las leyes de hierro de la segregacin y de la no intervencin, sin caer en el campo de la delincuencia poltica en cuya evaluacin y calificacin no participa la justicia ordinaria del Estado sino los consejos de guerra y los mecanismos propios del aparato represivo. El problema esencial para este tipo de universidad incoherente, hipertrofiada, inorgnica, autoritaria, segregada de la propia sociedad y del propio pueblo que la sustentan, no consiste en que no pue-de idear proyectos de reforma, sino en que carece de la capacidad poltica, de la organizacin y el poder para reformarse as misma y para romper el estado de segre-gacin que le impide relacionarse, directamente, con las fuerzas sociales que podran apoyar y participar en su

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    reforma. La elitizacin no es -en este ciclo histrico- una simple expresin de la manera como funciona el aparato educacional de una sociedad profundamente desgarrada por conflictos de clase, sino el resultado de una poltica cultural de los grupos dominantes en su propsito de preservar, racionalizar y perpetuar el sistema de control poltico.

    De ah que, de una parte se forme en la universi-dad -la de ms alta jerarqua acadmica y la de mayor confiabilidad ideolgica- la aristocracia profesional que ha de ocupar las posiciones de confianza en la empresa privada o en los aparatos del Estado (o ha de exportarse al mercado de servicios profesionales de la Metrpoli) y de otra, se pague para las clientelas populares de la prensa escrita, la radio y la televisin, una imagen de la universidad, como inaccesible estructura de privilegio, cuyas vas de acceso permanecen sistemticamente blo-queadas y cuyos profesionales nada o muy poco tiene que ver con su bienestar, con su trabajo y con su vida. Desde el punto de vista de esas clases que ni tienen ac-ceso a la educacin superior, ni ordinariamente pueden pagar los servicios de los mdicos, de los ingenieros, de los arquitectos, de los economistas, la universidad es un cuerpo extrao, ajeno, ausente, incomprensible e inabordable. Esta imagen popular de la universidad se ha transmitido a travs de los medios de comunicacin social-concentrados en pocas manos y directamente re-lacionados con los altos mandos de los partidos liberal y

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    conservador- expresa uno de los ms recnditos y esen-ciales objetivos de la poltica de segregacin y conlleva un rencoroso aislamiento de las clases trabajadoras en relacin con los problemas de la universidad, de la cul-tura superior y del Estudiantado. El Presidente Pastrana Borrero ha ido ms lejos en este propsito de aislar a la universidad de las fuerzas sociales que podran apoyar su transformacin y la ruptura del modelo absolutista de educacin superior: ha planteado la existencia de una contradiccin insalvable entre la universidad y la escuela primaria, si sta carece de recursos presupuestales para desarrollarse mientras aquella los acapara para financiar la subversin y una inepta burocracia. Nunca antes se haba ido tan lejos en esta tortuosa formulacin destina-da a explicar -a las clases trabajadoras- por qu el Estado ni siquiera garantiza a su pueblo la escuela de primeras letras y porque todava cerca de la tercera parte de la poblacin colombiana es analfabeta.

    Pero el problema de la segregacin, del aislamiento social y nacional de la universidad, no radica slo en el hecho insobornable de que existe: el problema tam-bin se expresa en el fenmeno de que la universidad parece desconocerlo o situarlo fuera del campo de su conciencia o interpretarlo a la luz de la ptica mitifi-cadora de las pequeas sectas que se llaman as mismas marxistas. El ilusionismo caracterstico de esta escols-tica de izquierda, incurre en el ms craso y frecuente de los errores como es el de creer que los ncleos de

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    intelectuales marxistas son efectivamente partidos po-lticos (2) y que por llamarse a s mismos proletarios o populares estn constituyndose realmente en una van-guardia del movimiento obrero o de las clases populares. Obviamente este tipo de sectarismo -entre ingenuo y trgico-, a juzgar por los efectos que acarrean y condi-cionan impiden ver esta realidad de la segregacin y eva-luar los alcances de esta poltica de enclaustramiento de la universidad y de los destacamentos universitarios, as pretendan hablar a nombre del proletariado, del cam-pesinado y de la pequea burguesa. Por lo dems, estas formas radicales de subversin del estudiantado, tam-poco han logrado romper o modificar lo que ha sido el ms importante objetivo estratgico de la hegemona bi-partidista: la desmovilizacin de la universidad colom-biana. Del ciclo de alta tensin y de fcil propagacin de los conflictos, se ha pasado a la desmovilizacin y al conformismo, cuando una gran masa del estudiantado se encierra en sus anhelos profesionalistas y las capillas radicales se encierran en sus esquemas ideolgicos, en su ritualismo verbal y en sus mitos. El efecto es el mismo: la universidad contina aislada, enclaustrada y desmo-vilizada; y la universidad privada es la ms apta para lograr una desmovilizacin sin traumatismos y una ms fcil orientacin tecnocrtica y profesionalista de la en-seanza.

    Esto no ha ocurrido accidentalmente, as implique el que el pas est destruyendo su capacidad de trazarse

  • 60

    rumbos y de ganar -algn da- la facultad de disponer autnomamente de su propio destino. Plantear -como lo hace la extrema derecha y en particular Alvaro G-mez Hurtado, su idelogo ms tenaz y coherente- que la universidad debe transformarse en un tecnolgico, es abdicar de la posibilidad de que exista en el futuro un desarrollo cientfico y de que, a partir de l, pueda el pas aspirar a una mnima autonoma en el campo de la cultura, del pensamiento terico y de la tecnologa. La experiencia de los pases capitalistas y socialistas de-sarrollados, ensea que la tecnologa no surge por ge-neracin espontnea, que el desarrollo tecnolgico se fundamenta en el desarrollo de la investigacin cient-fica y que la universidad constituye uno de los epicen-tros ms dinmicos y creadores de esa investigacin que desborda el horizonte y las preocupaciones de la eco-noma privada. En casos como el de Colombia o el de cualquier otro pas subdesarrollado de Amrica Latina o del mundo, la investigacin cientfica se desarrolla -o puede desarrollarse- casi exclusivamente en los recintos universitarios (y subsidiariamente en algunos institutos estatales de investigacin aplicada), ya que la empresa privada -fundamentalmente manufacturera- no investi-ga, por la sencilla razn de que tanto las transnacionales como las corporaciones domsticas se alimentan con la importacin colonial de tecnologa. En consecuencia, la irresponsable tesis poltica de que la universidad debe transformarse en un tecnolgico, constituye la doctri-

  • 61

    na de cobertura del colonialismo tecnolgico que ha caracterizado el ciclo de la transnacionalizacin y de la nueva dependencia. El hecho de que esa tesis -enun-ciada primero de una manera tmida y vergonzante- se haya transformado posteriormente en la doctrina de un vasto sector de los dos partidos conservadores del con-dominio, indica que sus objetivos estratgicos apuntan hacia otra direccin: la de asegurar -desde ahora- el con-trol poltico de la universidad de maana y de pasado maana. De qu otra manera lograr que la hegemona bipartidista se perpete y el que la universidad deje de ser un foco de oposicin y de resistencia, ahora y en el inmediato futuro? Este tecnolgico superior que han visualizado y que han aspirado los ltimos gobiernos, es el instituto ideal para una economa transnacionalizada, para un Estado absolutista y para unos partidos que han llegado a identificarse ideolgicamente, a entremezclar sus fuerzas; a refinar sus sistema de alianzas internas y a conquistar la posible frmula de perpetuacin de su he-gemona. El instituto tecnolgico no tiene facultad de pensamiento terico, ni conciencia crtica, ni posibili-dades de ver con lente propio lo que ocurre en el mundo y en la propia sociedad colombiana, pero es el camino adecuado para que el bloque de clases dominantes con-serve en el futuro su poder y reduzca las funciones de la educacin superior a la de cualquier empresa en una economa de mercado: la de produccin de manufactu-ras calificadas que no subvierten el orden, ni impugnan

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    el aparato poltico, ni transmiten ideologas perturbado-ras, ni desencadenan fuerzas de oposicin.

    Pero es en este proceso en el que el sistema poltico-social priva a la universidad de sus esenciales atributos y conspira abiertamente contra su misma condicin his-trica de rgano superior de la cultura de una nacin y de un pueblo, cuando entra en crisis como universidad y cuando se vuelve como un bumerang contra las fuer-zas sociales y polticas que le han degradado. Porque si la universidad est en la encrucijada, no lo est por razones intrnsecas a ella o porque haya fracasado un proyecto de desarrollo cientfico o porque haya sido desbordada por una sociedad en proceso de intensa transformacin, sino como efecto de una conspiracin del Estado abso-lutista, as como de las fuerzas sociales cuyos intereses se limitan drsticamente a la calificacin de mano de obra y de los partidos que aspiran a perpetuar su siste-ma de dominacin y control poltico. En realidad, son esas fuerzas sociales y polticas dominantes las que es-tn en la encrucijada, al negarle a la nacin el derecho a la autodeterminacin y al desarrollo, al privar a las clases trabajadoras de la posibilidad de transformar sus condiciones de vida a travs del aparato educacional, al cerrar las vas de acceso de la universidad a enormes contingentes de poblacin joven, al imposibilitar la par-ticipacin directa del pas en las conquistas culturales del mundo contemporneo al obstruir las posibilidades de intervencin del sistema universitario en los procesos

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    de integracin andina o latinoamericana en la esfera de la educacin superior y de la cultura, o en fin, al haber despojado a la universidad de su capacidad de trazarse rumbos y de apoyar -en el mbito del conocimiento- las fuerzas sociales que pueden trazar rumbos. En esto con-siste la tremenda responsabilidad histrica de las clases sociales y de los partidos polticos que por destruir la oposicin al sistema hegemnico de dominacin que han implantado, estn destruyendo las reservas, las op-ciones y los caminos futuros de la sociedad colombiana.

    Notas:(1) La Universidad Nacional no tiene remedio como est, deca l-varo Gmez Hurtado en 1977 (El Siglo, 19, IV), en su calidad de Jefe del Partido Conservador y co-gobernante. Ni vale la pena ha-cer algo por ella. Todo se solucionara si, aprovechando la dolorosa experiencia tan largamente vivida, en lugar de aplicar el tratamiento de los cierres peridicos, se procediera a fundar, desde sus cimientos, un Instituto Politcnico para las llamadas exactas y un Instituto de Ciencias Biolgicas.(2) El fin de la tentativa socialista?, Carlos Jimnez en Teora y Prctica en Amrica Latina, Bogot, No. 11, mayo 1978, pg. 39.

  • Centro Cultural Universidad del Tolima

  • Universidad del TolimaAo 2008

    Volumen 7 N 13ISSN 1657-9992

    Aquelarre primer semestre 2007. Nmero 13

    CIAN MAGENTA AMARILLO NEGRO

    Centro CulturalUniversidad del Tolima

    Editado por el Centro Cultural de la Universidad del TolimaAgosto de 2012