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ANTONIO ALMENDROS AGUILAR, DE SU LABOR COMO CRONISTA DE LA PROVINCIA DE JAÉN, SUS LIBROS NO NATOS Y OTRAS NOTAS AFLUYENTES Por Manuel Urbano Pérez Ortega Secretario del Instituto de Estudios Giennenses Resumen Entre otros puntos de la compleja vida política e intelectual giennense de finales del siglo xix y principios de xx, se intenta mostrar un apretado recorrido sobre los últimos días de Antonio Almendros Aguilar y, muy es- pecialmente, su nombramiento y función como primer Cronista Oficial de la Provincia de Jaén. A la vez, se analiza minuciosamente cuál fuere el des- tino último de «unas cuartillas» intituladas «Compendio de la Crónica de la Provincia de Jaén», de Almendros, y de cómo, a causa de lo que viene denominándose como intereses políticos y la condición humana, durante más de veinticuatro años la Diputación Provincial de Jaén mantuvo sus- penso entre disquisiciones administrativas su acuerdo de editar las poesías del galduriense, las que nunca fueran publicadas por la Corporación. Así mismo, mediante documentación inédita y a través de sus relaciones con el ente provincial, se pretende ofrecer un paralelismo entre Antonio Almen- dros y Alfredo Cazabán, su sucesor en la Crónica, a la vez que se desvelan las pretensiones que mostraron con firmeza para acceder a ella José y Octa- vio Almendros Camps, poetas e hijos del último romántico jaenés. Un en- sayo literario muy fijo en los perfiles sociales y humanos. M e parece más que significativo el hecho de que Enrique Esteban y Ba- len publicara, en el año de 1875 y en la «Revista Semanal», una serie de trabajos sobre la conservación de los hallazgos arqueológicos bajo el tí- tulo de «Cartas a Antonio», destinatario que, como ha sido puesto de relie-

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ANTONIO ALMENDROS AGUILAR, DE SU LABOR COMO CRONISTA DE LA PROVINCIA DE JAÉN, SUS LIBROS NO NATOS Y OTRAS NOTAS AFLUYENTES

Por Manuel Urbano Pérez Ortega Secretario del Instituto de Estudios Giennenses

Resum en

Entre otros puntos de la compleja vida política e intelectual giennense de finales del siglo x ix y principios de x x , se intenta mostrar un apretado recorrido sobre los últimos días de Antonio Almendros Aguilar y, muy es­pecialmente, su nombramiento y función como primer Cronista Oficial de la Provincia de Jaén. A la vez, se analiza minuciosamente cuál fuere el des­tino último de «unas cuartillas» intituladas «Compendio de la Crónica de la Provincia de Jaén», de Almendros, y de cómo, a causa de lo que viene denominándose como intereses políticos y la condición humana, durante más de veinticuatro años la Diputación Provincial de Jaén mantuvo sus­penso entre disquisiciones administrativas su acuerdo de editar las poesías del galduriense, las que nunca fueran publicadas por la Corporación. Así mismo, mediante documentación inédita y a través de sus relaciones con el ente provincial, se pretende ofrecer un paralelismo entre Antonio Almen­dros y Alfredo Cazabán, su sucesor en la Crónica, a la vez que se desvelan las pretensiones que mostraron con firmeza para acceder a ella José y Octa­vio Almendros Camps, poetas e hijos del último romántico jaenés. Un en­sayo literario muy fijo en los perfiles sociales y humanos.

Me parece más que significativo el hecho de que Enrique Esteban y Ba­len publicara, en el año de 1875 y en la «Revista Semanal», una serie

de trabajos sobre la conservación de los hallazgos arqueológicos bajo el tí­tulo de «Cartas a A ntonio», destinatario que, como ha sido puesto de relie­

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ve por Caballero Venzalá (1), no era otra persona distinta a la del reconocido poeta Antonio Almendros Aguilar.

¿Qué motivos inducían al remitente para que el de Jódar fuese el re­ceptor de tan concreta y muy especializada correspondencia?

En verdad, los desconocemos; si bien viene a dar a entender esta curio­sa remisión epistolar que no era ajeno al romántico giennense a cuestiones históricas y artísticas, aserto que lo ratifica una gacetilla de «El Industrial», en su número del día 11 de octubre de 1877, en la que se da cuenta del tra­bajo de investigación que ocupa al que luego fuera nombrado cronista de la provincia, un tema entonces muy controvertido y del máximo interés:

«Nos consta que nuestro distinguido amigo don Antonio Almendros Aguilar se ocupa en escribir un estudio histórico que ha de dar mucha luz en el importantísimo asunto del derribo del Arco de San Lorenzo».

También, por desgracia, desconozco incluso si este anunciado trabajo de investigación llegó a ver la luz; pero la simple y mera noticia periodística del mismo subraya con alta elocuencia la altísima estima que la ciudad de Jaén tenía de la opinión del poeta, personalidad indispensable en cualquier acto (2), bien por ella misma (3) o, muy en particular, dado su prestigio

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(1) Diccionario Biobibliográfico del Santo Reino, tomo III, pág. 231. Edit. Diputación Provincial. Jaén, 1989.

(2) En efecto, en el lenguaje de nuestra época Almendros sería calificado de animador; así, pongamos por caso inédito, el «Correo de Jaén» de 29 de febrero de 1876, da noticia de que, con ocasión de la derrota carlista, el gobernador civil invita a los;

«Srs. Ochoa, Latorre, Moreno Castelló, Almendros Aguilar, Ángel (D. Maxi­mino), Bonilla (D. José), Ruiz Raichs, Siles, Piqueras, Fernández, Balguerías, Adam, Ruiz Giménez, Nieto, Negrete, Iglesias, Vázquez, Sánchez y Elgueta (...) eligién­dose después una comisión de festejos, que en unión con la reglamentaria del Ayun­tamiento dispusiese la forma en que había de tener lugar aquélla. Esta comisión la componen, si no recordamos mal, los Srs. Latorre, Fernández, Adam, Bonilla (Don José), Ochoa, Ruiz Raichs, Almendros, Moreno Castelló, Siles y Ruiz Gimé­nez, en su representación de varias sociedades literarias y de recreo, corporaciones, partidos liberales y prensa».

(3) De ello, entre otros, puede ser elocuente el siguiente suelto de «El Correo de Jaén», de 14 de marzo de 1876:

«El anunciado debate acerca de los fueros de las provincias vascongadas que tendrá lugar en la Sección de Ciencias y Literatura del Ateneo, la cuestión se exa­minará bajo el punto de vista de la Historia y del Derecho sin entrar para nada en el terreno político.

Probablemente en esta discusión además de los oradores que indicamos en el número anterior, tomarán parte según hemos oído decir, los Srs. García Negrete, Sérvulo, Almendros y Espejo».

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literario, que bien podía extenderse al ámbito de los temas históricos y ar­tísticos (4). De aquí que, a mi entender, quizás se fuera excesivamente seve­ro con su figura, sobre todo si se la ubica entre las de la intelectualidad giennense de la época, cuando se la tiene por la de «un poeta de estimable cultura, pero carente de formación humanística y universitaria rigurosa» (5).

También le han medido con muy duro rasero cuando se asegurara que la Diputación Provincial creó para él la plaza de Cronista de la Provincia a fin de premiar su larga y constante obra poética, a la par que para reme­diar su precaria situación económica (6), sin, nisiquiera, reconocerle un mí­nimo de idoneidad para esa función.

No seré yo quien ponga en duda la más que lamentable realidad con la que el venerado poeta llegó a enfrentarse en su ancianidad, más que par­ca en bienes que le procuraran el noble acomodo; pero es de justicia reco­nocerle —o al menos no negarle— su capacitación para el digno puesto que se le concedía y el que ya había realizado a plena satisfacción más de treinta años atrás, según documentara Rafael Ortega y Sagrista (7), cuando el Ayun­tamiento de Jaén le nombra cronista de las fiestas de la venida a la ciudad de la reina doña Isabel II, escribiendo, al parecer, un relato de la estancia de la soberana, texto hasta ahora desconocido y que, presumiblemente, no llegó a editarse.

Pero quede esta parcela sobre la formación del poeta y su idoneidad para otros menesteres literarios, supeditada a posteriores estudios, como pen-

(4) De la noticia antes reproducida no tendría conocimiento Alfonso Sancho, quien trans­cribe —en Almendros Aguilar, una vida y una obra en el Jaén del siglo xix. Edit. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1981, pág. 114—, otra posterior del mismo periódico:

«Leemos en “ El Industrial” del 7 de agosto de 1877:

...E l Arco de San Lorenzo es un torreón sin importancia alguna, sin recuerdo tradicional que valga la pena de ser conservado y, por otra parte, es un torreón o masa informe que presenta un obstáculo de malísimo aspecto en la vía pública, tiempo es ya de prescindir de ciertas antiguallas que nada tienen de respetables»!

« “ Antigualla” , no “ antigüedad” . Lo grave es que, en cierto modo, “ El In­dustrial” era el portavoz de La Económica, es decir, la entidad a la que pertene­cían las cabezas más ilustres del mundo intelectual giennense. Que sepamos, ni la voz de Almendros se alzó contra el proyectado desafuero».

Pues sí, parece que se alzó ante, de aceptar lo dicho por el diario, el buen auditorio que tenía en la ciudad.

(5) Sa n ch o , Alfonso: Op. cit., pág. 180.(6) Ibidem, pág. 143.

(7) «La visita de Isabel II a Jaén», en Senda de los Huertos, núm. 15, págs. 61 y sigs. Jaén, julio-septiembre de 1989.

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dientes están, entre otras calas que redondearían la imagen de nuestro hom­bre, la de su vocación teatral manifiesta tanto en la faceta de actor (8) como autor, o la periodística (9).

Lo cierto es que en la sesión del día 5 de noviembre del año 1896, se presenta a la Diputación Provincial un escrito firmado por diez de sus cor­porativos, quienes solicitan de la misma el nombramiento de Almendros para desempeñar el cargo de Cronista de la Provincia, y así se transcribe en actas (10);

«Los Diputados que suscriben proponen a la Exorna. Diputación Pro­vincial se sirva nombrar Cronista de la provincia al ilustre poeta e insigne literato D.° Antonio Almendros Aguilar, consignando en los presupues­tos venideros la cantidad que estime prudente para retribuir el indicado cargo.

Palacio de la Diputación, 4 de noviembre de 1896.Rafael del Nido (y Segalerva), Juan de Mata Dacosta (y Ollero), Ra­

món de la Higuera (y Delgado), B(ernardo) Villar (Martínez), Federico Acosta (y Meaba), Eduardo Rojas, Martín Merino López, Miguel Alcalá, Francisco Murciano, Pedro (Alcántara) García de Zúñiga.

La defendió el Sr. Nido, pidiendo que se tomase en consideración y se declarase urgente. Acordando así, y no habiendo ningún Sr. Diputado que la impugnara, se acordó aprobarla».

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(8) Así, puede servirnos la noticia dada por el corresponsal en Jaén de El Eco Minero —Linares, 15 de enero de 1855—, donde da cuenta de la velada habida el día 30 de diciembre del anterior en la Sociedad Científico Literaria, en la que se representó la comedia «Haz bien y no mires a quién», en la que Almendros representó el papel del Duque.

Remitimos al lector interesado sobre esta parcela de Almendros al artículo «Autor y ac­tor», publicado por Alfredo Cazaban en La Unión, Jaén, 20 de febrero de 1900. También como autor y actor es tratado en El Correo de Jaén —en sus números de 29 de febrero, 7 y 11 de marzo de 1876— , donde se refiere una loa teatral suya, aunque en el último número citado informa de un desplante, que no nos parece muy propio del galduriense:

«No será posible trasladar a nuestras columnas algunos trozos de la “ Loa” del Sr. Almendros recientemente puesta en escena en el Teatro. El Sr. Almendros se reserva íntegro el derecho de propiedad, y nosotros, por lo tanto, nos reserva­mos con gran sentimiento el prometido juicio crítico acerca de su última producción».

(9) Aparte de colaboraciones esporádicas en toda la prensa provincial, El Industrial —12 de mayo de 1877— lo cita como redactor del breve periódico —puesto que no llegaría a alcan­zar los dos m e se s - de corte republicano El Eco de Jaén, junto con García Negrete, Sérvulo Miguel González, Felipe Martínez Lara y Justo Pastor Suca; lo dirigía Manuel Ruiz y Reichs y Juan Ramón Magaña ejercía las funciones de secretario.

(10) Además del acta reseñada, remitimos al legajo 2.777/51.

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Toda una decisión histórica en el ámbito jaenés de la cultura, pues ella marca el nombramiento del que fuera primer cronista de la provincia (11); si bien en esta moción unánimemente refrendada no encontramos las razo­nes que existieran para su declaración de urgencia, a no ser las de cercenar las pretensiones de conseguir la plaza que venía manteniendo Eduardo Cla- ver Nieto —mediano poeta de corte satírico, periodista republicano y yerno de Bernardo López— , si nos atenemos a lo que al respecto escribiera Caba­llero Venzalá (12).

La decisión de la Corporación Municipal fue acogida entusiásticamen­te por la prensa, como es fácil percibir en este artículo de «El Industrial» (13), en el que se juega con títulos de poemas del flamante cronista, y con el que se invita a un banquete en su honor:

«Alumbrará la estancia El gusano de luz; en un extremo de ella, se levantará La estatua del pudor; amenizará el acto El Musiquillo; se lacra­rán las invitaciones con El sello de la sangre; estarán sobre la mesa Las dos rosas que, al final del banquete, las enviaremos como presente a Do­ña Dinguidaina. Servirá los vinos La Montañesa; no se permitirá entrar a más mujeres que a aquéllas que lleven La mantilla colorada y, como iremos a la fiesta Blancos y Negros, todos con noble Ambición a demos­trar nuestro Patriotismo, imitando al Capitán Solis buscaremos El Cami­no de la Gloria y, juramentándonos sobre la piel de El lagarto de Jaén, como Anibel se juramentara sobre la de su cordero, nos comprometemos hasta a ir a Cuba si es preciso a bordo de La fragata Esperanza llevando El Santo Rostro por escudo, La Cruz por emblema y Un desagravio real

(11) Creo haber demostrado suficientemente que no fue Diego Antonio Coello de Por­tugal el primer cronista. Remito al lector interesado a mi trabajo «Unas poesías inéditas de Diego Antonio Coello de Portugal», en Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, núm. CXLIV, págs. 217 y sigs. Jaén, julio-diciembre de 1991.

(12) En el tomo II, pág. 263, de su Diccionario Biobibliográfico del Santo Reino. Edit. Instituto de Estudios Giennenses. Jaén, 1986, dice:

«Parece ser que tuvo pretensiones de que se le nombrase Cronista de Jaén, según nos transmite “ La Regeneración” en un artículo firmado por “ Uno de la cofradía” y publicado en 1912. Aunque allí no se especifica cuándo tuvieron lugar estas pretensiones, estimamos lo más probable fueron al tiempo en el que se le con­cedió el cargo a D .° Antonio Almendros Aguilar. Por su parte, el seudónimo con que se publica el artículo, creemos que oculta al Cronista Cazabán».

Suponemos que ta! ambición debió de ser íntima, pues nada de ella hemos encontrado en los libros de actas de la Comisión Provincial y de la Diputación Provincial, así como en el expediente que de él se conserva en el archivo de la Corporación de la que fuera funciona­rio: legajo 3.085/10.

(13) Vid. Sa n ch o : Op. cit., págs. 143-144.

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como empresa para que se aquilate nuestro poderío en Crisol de Honra. ¿Es feo el programa? Dejad La libertad del Arte que no quiere más fama que la que lleva en sus alas El viento, ni más expresiones de admiración que las de El ronquido.

Con esta fiesta, los escritores de Jaén probarán que entre ellos hay entusiasmo, hay afecciones literarias hacia Almendros y... ¡Ay mi Granada!

El banquete será sencillo. Almendros tendrá a su lado a Montero y a Moreno Castelló y ellos serán una trimurti más poética y oriental que la que elogian los cantos épicos del Ramayana».

Convocatoria en la que insistiría días después el citado periódico (14), obviando los anteriores modos festivos, bien fáciles por cierto, y ofrecien­do una muy equilibrada semblanza literaria del Cronista; no obstante el es­tilo altisonante y ampuloso que encierra la llamada, que firman Eduardo Fernández del Pozo, Manuel Montero Garzón, Antonio de la Rosa, Luis Esteban M olino, Eulalio Martínez Navas y el maestro de periodistas Ricar­do García Requena:

«Saldando una vieja deuda y acudiendo al reparo de una vieja injus­ticia, la Excma. Diputación ha nombrado recientemente Cronista de la Provincia a nuestro paisano ilustre, el poeta preclaro Almendros Aguilar.

El acuerdo con que la Excma. Diputación, alzando un punto la mira a las serenas regiones del Arte, ha enaltecido su ejecutoria, es digno de una gratitud sin Umites y de un aplauso sin condiciones; gratitud, por cuanto la creación de esa plaza simboliza un delicado homenaje a las letras espa­ñolas, tan acertadamente cultivadas en la provincia en que vivimos, ho­menaje que ensancha los caminos de su estimación, multiplicando los incentivos de su ejercicio; de aplauso, por el acierto y la justicia de la elec­ción, designando para su desempeño al viejo bardo de nuestras tradicio­nes, al inspirado autor y cantor de nuestras glorias, al genial historiógrafo de nuestras costumbres, al gran poeta Almendros Aguilar, al dilecto ami­go de Serra, de Zorrilla, de Balart, de Grilo, de Palacio... en quien la ac­tual generación literaria de la provincia saluda uno de sus más autorizados maestros, de cuya lira privilegiada y fecunda han brotado odas a la Patria con la entonación robusta de Quintana, épicos cantos a la libertad con la nerviosa fibra de Espronceda, madrigales de amor en que se mezclan los éxtasis de Bécquer con las dulzuras de Meléndez, sonetos a la Cruz de la democracia y el perdón, en cuyos acentos vibran la emoción melo­diosa de Juan de la Cruz y la severa grandiosidad de Lista».

BOLETÍN DEL ^ Ibidem.INSTITUTO

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Y no es sólo la prensa. La Real Sociedad Económica de Amigos del País, el centro cultural giennense por excelencia de su época, acuerda por unanimidad, en sesión celebrada el día 10 de diciembre de 1896 (15):

«Tributar un homenaje de simpatía al Socio de Mérito Don Antonio Almendros Aguilar y significarle que la Sociedad había visto con gusto la mencionada distinción de que había sido objeto por la Excma. Diputa­ción nombrándole Cronista de la Provincia».

Pero de entre todos estos testimonios de cariño y reconocimiento nos surge una pregunta, la que ya se efectuase A lfonso Sancho (16), y para la que nosotros tampoco contamos con respuesta adecuada. ¿Por qué esa fra­se tan dura de los seis convocantes de «El Industrial», quienes sostienen que el nombramiento viene a saldar «una antigua deuda y acudiendo al re­paro de una vieja injusticia»? ¿Acaso le fue denegada anteriormente a A l­mendros la plaza de cronista, hasta ahora no creada en la plantilla del organismo provincial?

Nada podemos decir al respecto, puesto que sobre el particular nada hemos encontrado anotado en las Actas de Diputación ni en el Archivo; si bien, a nuestro juicio, algo hubo de cierto en la denuncia, la que creemos nacida de un pasadísimo acuerdo de Diputación, generoso y halagador en extremo, que no esconde su intención de ayudarle económicamente al poe­ta; así, en su sesión de 18 de abril de 1890, seis años antes, se establece:

«La Excma. Diputación acordó que se coleccionen e impriman por cuenta de la Corporación y en su establecimiento Tipográfico, las poesías de D.° Antonio Almendros Aguilar y se entreguen al autor quinientos ejem­plares de la edición, abonándose los gastos con cargo al capítulo de im­previstos».

Es la primera vez, que sepamos, que se habla de la necesidad de editar las poesías de Almendros, tan dispersas y, por ello, de la exigencia de una recopilación previa. Mas estos menesteres serán tema de vanas a inútiles dis­quisiciones y farragosas prosas administrativas a lo largo de más de un cuar- tao de siglo y siempre con resultado negativo. Pero no adelantemos acontecimientos. Regresemos al punto cronológico del nombramiento de Almendros como Cronista de la provincia y observemos, no sin cierta per-

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(15) S a n c h o : Op. cit.. pág . 143.

(16) S a n c h o : Op. cit., pág . 144.

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plejidad, cómo consta en acta (17) la gran satisfacción de la Corporación por el acuerdo que realizase y el que tan magnífica acogida obtuviese en los distintos sectores giennenses:

«Cronista.—Acto seguido se dio lectura a la siguiente proposición.A la Excma. Diputación.

El acuerdo de la Excma. Diputación Provincial de cinco de noviem­bre próximo pasado, nombrando Cronista de la provincia al ilustre y lau­reado vate D.° Antonio Almendros Aguilar, ha tenido la fortuna de ser un acto que ha merecido el aplauso sincero y unánime de la opinión pú­blica. La prensa primero, los hombres de letras después, toda la provincia más tarde, entendieron en justicia que tal distinción otorgada a quien por su valía y por sus merecimientos ha conseguido justo renombre, significa­ba por un lado el premio a los esfuerzos brillantes y a los merecimientos legítimos de un hijo preclaro de la provincia y significaba por otro el acto de depositar el tesoro de los méritos de nuestra Historia en manos dignas de ella y de las que largos años pendió una pluma que escribió en valiente y castizo castellano lo que tienen de hermosas y de grandes todas nuestras tradiciones y todas nuestras leyendas.

La Diputación Provincial con aquel acuerdo, obtubo (sic) una felici­tación tan sincera, que bien puede tenerla en cuenta con orgullo para la ejecutoria de sus esfuerzos en provecho de la cultura regional.

No era posible en aquellos momentos, dentro de las severidades del rigorismo administrativo, decidir cuál había de ser la cantidad con que se indemnizara el trabajo del Cronista; pero llegado este período semes­tral en que por ministerio de la Ley han de hacerse los presupuestos del venidero año económico, se impone la necesidad de poner en ejecución aquel acuerdo. La Diputación de Jaén, que jamás negó su concurso a to­do progreso y a todo adelanto y que lo mismo contribuyó al desarrollo de los intereses materiales que al triunfo del movimiento intelectual, pro­bará de nuevo en la ocasión presente la elevación de miras en que informa todos sus actos y que son el mejor timbre de su historia.

En su consecuencia, los diputados que suscriben tienen el honor de proponer a la Excma. Diputación:

Primero.—Que se señale el haber anual de tres mil pesetas al Cronis­ta de la Provincia, Don Antonio Almendros Aguilar.

Segundo.—Que se consigne así mismo en el próximo presupuesto la cantidad necesaria para abonarse su sueldo al referido Cronista desde la fecha de su nombramiento hasta que principie el año económico venidero.

(17) 1 de abril de 1897 y legajo 2.778/99. Existe copia del escrito remitido al poeta dán- BOLETI'N DEL traslado del acuerdo: Legajo 2.766/94.

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Palacio de la Diputación, a 1.° de abril de 1897.—Rafael del Nido, Enrique Moreno, Eduardo Rojas, B(ernardo) Villar, Ramón de la Higuera.

Se acordó que la anterior proposición pase a la Comisión de Ha­cienda».

En muy alta estima debían tener a Almendros y al trabajo de Cronista que se le encomendaba quienes presentaron la anterior moción, ya que soli­citan para él un emulumento que, de concederse, sería el más elevado que percibiera cualquier funcionario de Diputación. Pero sobre este dato eco­nómico existe otro de mayor interés en el documento presentado; y es el que, a la par que efectúa un abultado reconocimiento de los valores poéti­cos de Antonio Almendros y de los méritos que en él concurrían para poder desempeñar con efectividad la función de Cronista, precisa de modo ine­quívoco la obligación que éste adquiría de redactar la Crónica; texto que reiteramos:

«el acto de depositar el tesoro de los méritos de nuestra Historia en ma­nos dignas de ella y de las que largos años prendió una pluma que escribió en valiente y castizo castellano lo que tienen de hermosas y de grandes todas nuestras tradiciones y todas nuestras leyendas».

En idénticos términos, como veremos seguidamente, se pronunciará unos días después la Comisión de Hacienda, donde se anota explícitamente el trabajo encomendado (18):

«Cronista de la Diputación.

Acto seguido se leyó la siguiente proposición que en la sesión del día de ayer quedó 24 horas sobre la mesa.

La Comisión de Hacienda ha tenido una verdadera satisfacción en examinar la proposición que se refiere el sueldo que ha de darse al Cronis­ta de la Provincia, D. Antonio Almendros Aguilar. Es de tal importancia la figura del Sr. Almendros en las páginas de esa historia que a su peritísi­ma pluma, encomienda la Diputación, representa tanto en el desarrollo de las letras regionales la labor del anciano trovador de nuestras leyendas; tiene tal nombre en la literatura española que lo conceptúa como el últi­mo quizás de sus ilustres representantes de una época de gloria para la poesía; que sólo la enunciación de su nombre merece para nosotros, co­mo para todo el mundo el mayor respeto y la admiración más grande.

Cronista de la altura del Sr. Almendros, honra no sólo a la provincia de Jaén, sino que hace que este nombramiento sea para todos motivo de

(18) Legajo 2.778/99.

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orgullo legítimo.

Trabajos que ha de producir esa pluma también (sic) cortada; juicios que ha de formular esa superior inteligencia templada en el yunque de la observación más profunda, merecen una recompensa que no puede preci­sar nuestra pequeñez porque las obras de la inteligencia no se tasan, ni el vuelo del genio se cotiza. Bien quisiéramos nosotros que la situación del erario provincial nos permitiera dar testimonio elocuente del aprecio que nos merece la labor del que supo ocupar primero en la historia de nues­tras letras. Ya que razones de índole económica nos impiden realizar aquel propósito y que la precaria situación de la provincia limita el ejercicio de nuestro deseo, séanos lícito testimoniar de algún modo la retribución que el Cronista ha de recibir, que si no es la que sus merecimientos le desig­nan, es por lo menos manifestación débil pero verdadera de lo que nos permiten los elementos de que disponemos.

La Comisión de Hacienda propone que al Cronista de la provincia se le consigne una retribución anual de mil quinientas pesetas; que por cuenta de la Diputación se haga una extensa tirada de la Crónica que es­criba, y que la Diputación adquiera además, de esta Crónica, el mayor número de ejemplares dejando al autor la propiedad y venta de la obra.

Entendemos que de esta manera armonizamos los términos de la pro­posición presentada con la importancia del trabajo que se encomienda al Sr. Almendros, y que sino (sic) resulta retribuido al nivel de sus mereci­mientos, lleva en cambio el sello de sinceridad de nuestra admiración y de nuestro cariño que no encuentra mejor Cronista para escribir nuestra historia que aquel que tanto la honró con su gran figura literaria.

Palacio de la Diputación dos de abril de mil ochocientos noventa y siete.

Medina, Dacosta, Alcalá, Moreno.

La Excma. Diputación acordó de conformidad con el anterior dictamen».

Entre la altisonancia de retórica tan emperejilada, no deja de llamar­nos poderosamente la atención algún juicio, más característico de la crítica literaria que de la prosa administrativa, como es el que asegura que a A l­mendros «la literatura española lo conceptúa como el último quizás de sus ilustres representantes de una época de gloria para la poesía»; es decir, co­mo el último romántico.

Mas sobre el encasillamiento literario, contiene la propuesta aprobada otros datos de gran interés para el tema que nos ocupa. Uno, primero, es el que viene a refutar sin ápices de duca la tesis que sostuviera A lfonso San­

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che (19), quien cariñosamente condescendiente con el poeta aseguraba en su tesis doctoral que

«no se especifican cuáles eran las obligaciones que el cargo conllevaba ydebemos saber que Almendros tampoco lo supo».

Nítidamente meridiano es el acuerdo en cuanto concierne a la contra­prestación que recaía sobre Almendros, la de redactar la Crónica; como lo es la resolución económica, ahora reducida a la mitad de la propuesta ini­cial, la que una vez consignada en los presupuestos, reseña en los mismos a la figura del poeta en el cargo de Cronista y como personal adscrito a Secretaría con un sueldo anual de mil quinientas pesetas. Una cantidad, por otra parte, nada desorbitada, ya que, pongamos por caso, Alfredo Caza- bán Laguna, entonces en la categoría de escribiente, recibía de Diputación mil doscientas pesetas al año. El renombrado viejo poeta y el joven perio­dista, quien le sucedería en el honroso cargo de Cronista, sólo percibían de la Corporación un sueldo justo para la subsistencia.

Poco sabemos de la función que realizara el que una veintena de años antes fuera diputado provincial (20) y, ahora, flamante Cronista. Nada con­creto conocemos del trabajo suyo, tanto publicado como inédito, tendente a redactar acontecimientos históricos de la provincia, o a recoger los más sobresalientes eventos de sus días. Simplemente y al parecer. Almendros con­tinúa su obra cultural y, fundamentalmente, su labor poética, de la que, ahora y por fin, se anuncia que próximamente saldrá recogida en libro, se­gún da cuenta de ello Cazabán —?— , en el «Pueblo Católico» de 24 de sep­tiembre de 1898, en un artículo que intitula «Las poesías del maestro» y en el que, por cierto, no me parecen ajustados sus juicios sobre el moder-

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(19) Op. cit., pág. 143.

(20) Según consta en el legajo 2.706/57 fue nombrado por el gobernador civil con fecha de 18 de enero de 1874. En realidad y según se deduce de las actas. Almendros sólo asistió a la sesión del día 13 de febrero siguiente, en la que se constituyó una nueva Diputación mo­

nárquica tras la efímera de la I República; efectuada en ella la pertinente votación para la de­signación de los vocales de la Comisión Provincial, no obtuvo tal representación al conseguir sólo cinco votos, frente a los veintidós y diecisieste que recayeron sobre los cinco diputados elegidos. En esa sesión, que debió ser muy intensa, Almendros manifestó «que esa noche mis­mo podría satisfacer» la presentación del estado de cuentas de la Corporación, así como la relación de todo el personal con sus antecedentes. Por cierto, el discurso del presidente, An­drés Teruel y Cabo, es toda una perla del reaccionarismo, la que merecería ser engarzada por nuestros historiadores.

Días después —el 19 de febrero de 1874—, Almendros es nombrado secretario del Go­bierno Civil.

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nismo, movimiento en el que tardíamente militara (21); y en el que también se designa como el último romántico al viejo poeta:

«Y muerto Zorrilla, y muerto Fernández y González, y muerto Gar­cía Gutiérrez y muerto Rodríguez Rubí y muertos todos los de la colonia intelectual que hizo el movimiento más gigante y más español de la litera­tura de este siglo, las poesías del maestro Almendros Aguilar tendrán un valor hermosísimo. Serán los cantos del último bardo lírico, amoroso y tierno que llora los ideales que se van y los modernismos decadentes que vienen».

Llegada que fuera la muerte, sentidísima, del poeta, en la mañana del día 13 de mayo de 1904 (22), no tardaría la Diputación Provincial en plan­tearse el pago de los gastos del sepelio:

«Se acordó, previa declaración de urgencia, que se abonen las ciento cincuenta pesetas que es costumbre, y según acuerdo, a la familia de D.° Antonio Almendros Aguilar, para atender a los gastos de su entierro, con cargo al Capítulo de Imprevistos» (23).

(21) Citamos por Sa n ch o , pág. 143.(22) Remitimos a nuestro trabajo «Tres prosas olvidadas y el último poema de Almen­

dros Aguilar», en BIEG, núm. CXLVII, págs. 97 y sigs. Jaén, enero-marzo 1993.Quizás convenga recoger aquí —según tomamos de uno de los periódicos dirigidos por

Cazabán, Patria, en su número de 1.° de junio de 1929 y dentro de la sección «Hace veinticin­co años»—, cómo el ubedí recuerda que eií aquella fecha —1 de junio de 1904— intervino en un acto del Casino de Artesanos, en el que Montero Moya evocó al desaparecido con cierto «fervor democrático»:

Al presente acto grandioso ¿Sabéis amigos, quién falta?

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Yacen en dulce reposo un corazón muy hermoso y una respiración muy alta. ¡Antonio! Tu ejecutoria mi trémula voz proclama, y recordando tu historia, hoy evoco tu memoria ante un pueblo que te ama.En la tierra bendecida descansa tu cuerpo inerte; pero el pueblo no te olvida; y pues que le honraste en vida, él honra tu nombre en muerte.

(23) Libro de Actas Comisión Provincial, 20-V-1904.

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Compromiso que es rectificado en la sesión de la Comisión Provincial del día siguiente:

«Leída el acta de la sesión anterior; por el Señor (Juan María) López del Moral, (Antonio) Roldán (y Marín) y (Manuel Fernández) Villalta, se manifestó que el acuerdo referente al entierro del Sr. Almendros contiene un error, pues lo acordado fue que se abonase la cuenta total a que ascen­dían los gastos que eran de trescientas cinco pesetas cinco céntimos, por existir precedentes en casos análogos, y que se consigne la rectificación en el acta de la sesión de hoy.

El Señor (Bernardo) Villar manifestó que él no asistió a la sesión de ayer, pero que se oponía a esa rectificación; acordándose en definitiva que se consigne la rectificación, quedando aprobada en lo demás el acta de la sesión anterior» (24).

Acuerdo que nos empuja a interrogarnos, aunque no demos con la ne­cesaria contestación. ¿Qué viene a significar la existencia de antecedentes en casos análogos? Lo desconozco, aunque, desde luego, no pueden venir a apuntar el nombramiento de un cronista provincial anterior a Almendros.

Pero hay más. Resulta altamente elocuente comprobar cómo la Dipu­tación, según se refleja en acta de la Comisión Provincial del día 20 de ma­yo de 1904, a la vez que acuerda sufragar el coste de la inhumación del poeta —también resulta de la misma elocuencia advertir cómo no consta en acta la más mínima frase de condolencia— , adopta la decisión de nombrar nue­vo Cronista de la Provincia a don Alfredo Cazabán Laguna:

«Habiendo fallecido el Cronista de la Provincia, D.° Antonio Almen­dros Aguilar; se acordó, previa declaración de urgencia, suprimir en el pre­supuesto el crédito consignado para sueldo del mismo y nombrar Cronista sin sueldo al literato Don Alfredo Cazabán y Laguna, señalándole una gratificación de quinientas pesetas con cargo al Capítulo de Imprevistos, para que pueda atender a los gastos de libros y busca de documentos» (25).

De nuevo, como podemos apreciar. Diputación señala alguna de las obligaciones del Cronista; pero, ante todo, cabe preguntarse por las razo­nes que impulsan a la Corporación a tanta urgencia, pues sólo ha transcu­rrido una semana desde que se produjese el óbito del Cronista y, a pesar de los múltiples trabajos que ocasionó a la Diputación la recentísima visita del Rey, durante los días 15 y 16, ve con tanta premura el nombramiento

(24) Libro de Actas de la Comisión Provincial, 21-V-1904.(25) Remitimos al lector interesado, igualmente, al legajo 3.085/45.

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de un nuevo cronista, a quien significativamente se le da un tratamiento económico distinto (26).

No vamos a desvelar ahora que, desde su ingreso en Diputación como escribiente —9-IX-1891— , Cazabán se granjeó el afecto de la Corporación y no tardaría en conseguir por méritos propios un justo reconocimiento es­tudioso e intelectual entre sus comprovincianos; pero no sabemos si secre­tamente ambicionaba suceder en su función de cronista a Almendros —algo que no nos extrañaría si bien, como luego demostrara con creces, le sobra­ban méritos para ello— , de quien siempre estuvo próximo, al que una vez y otra le llama cariñosamente en sus escritos «maestro» (27), y al que signi­ficativamente invitaría a que le escribiese una carta pórtico para su primer libro jaenés, «Pinitos» (28). De todos modos y aunque es suficientemente conocida, hay que subrayar la protección que desde antiguo alcanzaba Ca­zabán de la Corporación Provincial; así, en las Actas de la sesión del día 12 de mayo de 1903 se hace constar:

«Se acordó, previa celebración de urgencia, adquirir ciento veinticin­co ejemplares de la obra de don Alfredo Cazabán, titulada Rayos de luz, y que las ciento veinticinco pesetas de su importe, se abonen con cargo al capítulo de imprevistos».

O este otro acuerdo mucho más explícito, pues la adquisición de ejem­plares, aunque no en tan alto número, era norma habitual de Diputación, en el que la Comisión Provincial consigna aceptar complacida la dedicato­ria que le brinda don Alfredo Cazabán en su libro «El reino de Jaén y San Fernando», así como que éste «le sirva de mérito en su carrera en la Corpo­ración» (29). Justo dos meses después fallecería Almendros Aguilar.

Diputación, a mi ver, concedió a Cazabán la plaza de Cronista con la celeridad que reseñábamos, para así adelantarse a cualquier solicitud que pretendiese la vacante y la que bien pudiera presionar al ente provincial hasta el punto de obligarle a conceder el honroso nombramiento a una persona en la que no concurriesen los méritos ya acreditados de Cazabán y los que ratificaría holgadamente en su ejercicio y con los años.

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(26) Por acuerdo de la Corporación del año 1922, se le libera de cualquier otra función, percibiendo íntegramente su sueldo por la exclusiva labor de cronista.

(27) Así, pongamos por caso, en su artículo «Las poesías del maestro», en El Pueblo Católico, Jaén, 24-XI-1898.

(28) El librito se subtituló «Intentos de echar a andar». Tip. de F. Fernández y Cano. Jaén, 1889.

(29) Actas de 13 de febrero de 1904.

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No creemos caer en prejuicios, ni pretendemos decir más que lo expre­sado, pero el caso cierto es que, a la mañana siguiente, horas después, el día 21 de mayo, se presenta instancia (30) del poeta y abogado José Almen­dros Camps, hijo de Almendros Aguilar, quien solicita le sea concedida la plaza de Cronista de la provincia en base, fundamentalmente, de los siguien­tes argumentos: Primero, que el fallecido Antonio Almendros no dejó a los suyos más herencia que la gloria literaria, la que les obligaba a mantener vivo su recuerdo; segundo, que el compareciente era el actual cabeza de la familia del finado, la que carecía de todo tipo de ingresos; tercero, que se consideraba apto por su acreditado ejercicio en el ámbito de la cultura y las letras, amén de poseer un excelente archivo de escritos, estudios y boce­tos, valiosísimos para continuar la Crónica de la provincia que iniciara su padre a pesar de la enfermedad. Pero quede, dada su riqueza, íntegro el documento:

«Excma. Comisión Provincial.

Don José Almendros Camps, de esta vecindad, con cédula personal número 5317, a V. E. respetuosamente expone:

Que, ocurrido el día 13 del corriente, el fallecimiento de su Padre (q.e.p.d.) Don Antonio Almendros Aguilar, honrado en sus años últimos por la Excma. Diputación Provincial, con el cargo de Cronista de la Pro­vincia de Jaén, ha dejado transcurrir y cumplir en esta fecha, los nueve días que todas las consideraciones consagran en absoluto al respeto de la memoria del fallecido y del duelo de la familia, de que no intentará dar idea, pero que aún en este instante difícilmente vence, y acude a la Excma. Diputación, por ante su Comisión Provincial, impulsado, no sólo por de­ber de gratitud hacia aquélla, sino por deberes filiales y de familia, para la que, en el alcance de sus fuerzas, ha de suplir al que la formó, honran­do en cuanto pueda su recuerdo.

Está cierto el que suscribe de que, en honra también de aquel nombre glorioso de las letras patrias, y al que, con no común y unánime duelo, ha rendido postreros elogios la prensa de España, la Excma. Corporación no ha de prescindir de su memoria, ni de la atención que por ella merezca su familia, cuya situación aseguraba su cargo, siquiera sea en gracia a que habiendo dedicado su vida entera, en términos que no ha de señalar el que esto dice, a la provincia en que nació y vivió y de que no quiso salir nunca, no ha dejado a los suyos otra herencia que su gloria, que ensalza y para sí recoge la Provincia misma.

(30) Expediente en legajo 3.085/54.

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Seguro de ello, y aunque convencido de su insuficiencia para reem­plazarle, también con firme certidumbre de su voluntad para desempeñar eficaz y fructuosamente el cargo, que con su nombre honró aquél para y por quien fue expresa, particular y entusiastamente sustituido, el que suscribe pide a la Excma. Diputación Provincial que resolviendo de este modo los extremos expuestos, mantenga y perpetúe la memoria de ese nom­bre ilustre, al frente de la Crónica de la Provincia, dándole por continua­dor en el cargo a su hijo que firma.

La gratitud a este acuerdo, el amor a la gloria del desaparecido y a su personal recuerdo y el que de antiguo siente y acredita el que expone, por las letras, la cultura y el engrandecimiento de la Provincia, son segu­ros fiadores de sus esfuerzos para dar cima a este empeño; y si en cuanto a capacidad nada le toca decir, no cree oportuno enumerar títulos y ante­cedentes, méritos o triunfos, sí será lícito consignar, sólo como garantía de aquélla, que hoy es su nombre literario conocido en España, y ha figu­rado en ocasiones varias, quizá por merced de la fortuna para sin desdoro suyo entre los de los primeros escritores y literatos españoles.

Sólo ha de añadir que para la Crónica de la Provincia, iniciada bajo el de Ahnendros Aguilar, cuenta con el inestimable cúmulo de datos, apun­tes, recuerdos, estudios y bocetos, reunidos por aquél, autógrafos muchos y dictados a sus hijos para vencer dificultades materiales, en mayor y muy cuantiosa parte; labor que si no ha aparecido por dolorosos obstáculos impuestos por la ancianidad, el respecto a la cual, ahogó con sus propios hijos todo apremio, constituye para el que dice, un empeño de honra en cuanto a demostrarla se refiera. A la vez, guardando en sí el culto al muerto y la gratitud a la Provincia que le veneraba y a la Corporación que la en­carna y representa, promete como obligación voluntaria que a las del car­go añade, entregar revisada y completa la colección de las obras de su Padre, para que, cumpliendo uno de los acuerdos de la Excma. Diputación, sean por ésta publicadas. Por tanto: para conservar esta única herencia, si no grande en lo material, sí valuable e inmensa en lo moral, a V. E. Suplica, se sirva conferir el cargo de Cronista de la Provincia, perpetuando de este modo al frente de la Crónica de Jaén el nombre de Antonio Almendros Aguilar.

Jaén, 21 de mayo de 1904.

José Almendros Camps» (rubricado).

Tal vez no sea preciso efectuar una exégesis de la instancia del hijo del poeta, pero sí conviene retener cómo en ella hace firmísima cuestión de ho­nor el hecho de que el padre redactaba la Crónica, bien escribiéndola o dic­tándola a sus hijos; así como su voluntaria obligación de, una vez revisadas por él, hacer entrega a la Diputación de las Obras Completas de Antonio

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Almendros Aguilar. ¿Por qué esa vehemencia al asegurar la existencia de la Crónica, la que con gran dificultad y achaques, propios de la enferme­dad y la vejez, llevara a término el laureado poeta jaenés? ¿Es que —pregunto— existía el inmisericorde rumor, más o menos fundado, de que Almendros había ejercido el retribuido cargo sin carga alguna por su parte?

Continuemos cronológicamente.

Dos días después de la presentación de la anterior instancia, el 23 de mayo, el Jefe de Negociado de Gobernación de la Diputación informa al Presidente en los términos siguientes:

«Al poner en conocimiento de V. E. la pretensión de este interesado, la sección se permite significarle que la plaza solicitada no se encuentra vacante, toda vez que no tan sólo se nombró para ella en sesión de 20 del actual de D.° Alfredo Cazabán, sino que en la misma sesión se acordó anular el crédito consignado en el presupuesto para la misma» (31).

Todo un informe, por otra parte, innecesario para los corporativos, que lleva a la Comisión Provincial, según consta en acta de 4 de junio de 1904, al siguiente acuerdo:

«Dada cuenta de una instancia de D.° José Almendros Camps, soli- cititando la plaza de Cronista de la Provincia que desempeñaba su difun­to padre Don Antonio Almendros Aguilar, se acordó hacerle presente, que la plaza solicitada no se encuentra vacante, toda vez que no tan sólo se nombró para ella en sesión de 20 de mayo último a Don Alfredo Caza­bán, sino que en la misma sesión se acordó anular el crédito consignado en el presupuesto para dicha plaza. El Sr. Villar manifestó que estaba con­forme y además que entiende debe suprimirse en absoluto el cargo, pues­to que desde que se creó hasta la fecha, no se ha escrito ni una cuartilla de la crónica de la Provincia».

Terminante intervención de turno, durísima e inmisericorde la aprecia­ción del periodista y diputado Bernardo Villar, a quien hemos visto suscri­bir mociones a la Corporación con las más amplias solicitudes para el viejo poeta, uno de sus contertulios habituales en el Café Ramírez (32), y las que ahora, tras el fallecimiento del cronista, no esconden cierta irascibilidad. La condición humana.

Pero hay más, en esta misma sesión de 4 de junio de 1904, en la que

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(31) Legajo 3.085/54.

(32) Así lo hace constar Tomás M oreno Bravo en su libro inédito El viejecito del ga­bán azul, y de él, según nota a pie de la pág. 284 de la op. cit., lo tomará Sancho Sáez.

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se deniega a Almendros Camps la pretensión de suceder a su padre en el ejercicio de la Crónica giennense, existe otro acuerdo de la Comisión Pro­vincial, según consta en actas, que no me parece nada inocente y, caso de tenerlo por puramente casual, hemos de convenir en apreciar la fortaleza con la que pisaba Cazabán en el Palacio de la plaza de San Francisco y des­de su nuevo cargo, a los quince días de su reciente nombramiento:

«Dada cuenta de una comunicación del Cronista Don Alfredo Caza­bán, ofreciendo a este Centro, una Memoria debidamente anotada con la composición del concurso que prestó Jaén al hecho patriótico, militar y religioso de la Conquista de Granada, por si desea siguiendo la iniciati­va de otras provincias andaluzas, contribuir con este trabajo a la solemni­dad de la conmemoración del cuarto centenario de la muerte de D / Isabel la Católica, se acordó aceptar el trabajo y que se imprima (33).

También acordó contestar a la consulta que a la misma comunica­ción hace el Sr. Cazabán, sobre si se escribe la crónica del viaje de S. M. a Jaén y la extensión que ha de darse a este trabajo, que se escriba dicha crónica dándole la extensión que el Cronista juzgue oportuna» (34).

Interesa conocer, igualmente, que no fueron tan silenciosas y silencia­das las pretensiones al cargo de Cronista, puesto que, incluso, la prensa de la Corte toma partido a favor de uno u otro de los dos escritores giennen- ses. Así, más que curiosamente, encontramos en el citado expediente de Jo­sé Almendros Camps un ejemplar del madrileño «Diario Universal», en su edición del día 25 de mayo de 1904, en la que figura un suelto anónimo que tiene todas las trazas de haber sido redactado por el mismísimo Caza­bán, quien —nada de extraño tendría, pues, como queda dicho, era funcio­nario de Diputación desde 1891— lo depositaría entre la documentación de ese legajo y quién sabe si por vanidosos impulsos; de todas formas y en bien a la verdad más rigurosa, conviene consignar que en ese año, y así lo publi­ca «La Regeneración» en su número de 10 de septiembre de 1904, Cazabán

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(33) Se publicaría ese mismo año con el título de Jaén como base de la conquista de Granada, en la Tipografía del Hospicio de Hombres y dedicado por su autor a la Diputación Provincial con expresa gratitud por haberle nombrado Cronista de la Provincia. Pero no será ésta la única, continuarán las mutuas complacencias entre Corporación y empleado; así, pon­gamos por caso, la Comisión Provincial acordará en su sesión de 19 de diciembre de 1904:

«Visto un oficio de don Alfredo Cazabán, Cronista de la Provincia, remitien­do un ejemplar de su obra “ Jaén como base de la conquista de Granada” , se acor­dó transmitir al autor muy expresivas gracias a nombre de este Centro, felicitándole a la vez por su hermoso trabajo».

(34) Con seguridad debió escribirla y hemos de darla por perdida. No creo que llegara a publicarse.

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representaba a «El Heraldo de Madrid», como Pedro Ximénez Mazzuco era corresponsal de «El Imparcial». Pero quede en su totalidad la anónima colaboración periodística, «El Cronista de Jaén», ya que nos parece del má­ximo interés por cuanto juzga la labor que Almendros Aguilar realizara en ese cargo y, a la vez, aplaude fuertemente y sin reservas a Cazabán, a quien no duda en calificar como «el más joven y mejor de los poetas» giennenses; así como, desde tiempo ha, el Cronista de facto:

«Muerto el venerable Almendros, para quien el cargo era honor más que carga y deber, la Diputación de Jaén acaba de nombrar cronista de aquella provincia al más joven y mejor de sus poetas de hoy: a Alfredo Cazabán.

Sin designación oficial, sin afanes de lucro, por vocación sólo, por amor al terruño, por ansia legítima de exhumar y conservar, mostrándo­los a la admiración de las gentes, los hechos de la historia patria, era Ca­zabán el verdadero cronista jiennense mucho tiempo ha.

Casi un muchacho, en 1887, publicó su Historia de Úbeda, y de en­tonces acá ha acrecentado notablemente estos trabajos de investigación, ya dando a la estampa libros como El reino de Jaén y San Fernando, Co­sas de antaño y Bailén, ya aportando a los periódicos en que su pluma ha dejado luminosa huella los frutos de su estudio sobre los acontecimien­tos, vida y costumbres de Jaén en el pasado.

La cultura y el estilo brillante del que fue redactor-jefe de La Unión y hoy lo es de La Lealtad, avaloran los paseos y relatos de Don Lope de Sosa, pseudónimo tras el cual oculta Cazabán su personalidad distingui­da de historiógrafo.

La crónica regional completa de Andalucía y aun la de cada una de sus provincias, está por hacer. Con obreros como Alfredo Cazabán en ca­da lado, no sólo se echarán los cimientos, sino que el edificio quedará le­vantado».

Por contra, la también madrileña «Gente Vieja», revista en la que ya colaborara Almendros Aguilar, adopta una posición y un compromiso ra­dicalmente distintos, como bien puede apreciarse en su artículo «Los que se van» (35), anónimo, pero con plena seguridad de su director, Valero de Tornos, en el que, a la par que da noticia del fallecimiento del autor del soneto «A la cruz», considera que la decisión adoptada por Diputación es la de un acuerdo que en nada enaltece la memoria de Antonio Almendros, a la vez que conlleva el imperdonable olvido de los valores de quien debiera

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(35) Número 112, de 30 de junio de 1904.

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haber sido nombrado sucedor en la Crónica, José Almendros Camps. Así concluye el largo artículo que, a fin de cuentas, contiene la misma exposi­ción de motivos que el rechazado pretendiente presentara en su instancia a la Diputación Provincial:

«Cronista de Jaén, a cuya ciudad enalteció no menos que Bernardo López.

Sus obras, que se ocupaba en coleccionar, forman algunos tomos, que Jaén debe poseer y conservar como título de orgullo. Hace varios años que una Diputación amante de las glorias de la provincia, acordó impri­mirlas lujosamente a su costa, pero como signo acaso de los tiempos la Diputación actual, prescindiendo de que Almendros deja un continuador digno de él en su hijo el poeta y escritor del mismo apellido, que tiene puesto propio en la literatura contemporánea, no ha tomado acuerdo al­guno que enaltezca u honre a la memoria del poeta».

Palabras al aire, puesto que la decisión ya había sido tomada. El ube- tense ejercería el cargo con el que obtendría, una vez y otra, los mayores plácemes de la Corporación por su ejercicio (36), mientras en la familia A l­mendros quedaría anclado para siempre el dardo de un añorante deseo de la posibilidad de algún día poder recuperar la plaza para sus miembros y, así, muchos años después —como luego veremos, en 1931— , Octavio A l­mendros Camps la soUcitaría a la Diputación a los pocos días de la muerte de Cazabán (37), presentando un escrito que, como después tendremos la oportunidad de demostrar, será de primordial interés para el asunto que nos ocupa (38).

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(36) Así, pongamos por caso, el acuerdo que consta en el acta de la sesión del día 22 de octubre de 1905, que literalmente reproduzco:

«Vista la Memoria que presenta el Cronista de la Provincia, Don Alfredo Ca­zabán Laguna, la cual en la sesión de ayer quedó veinticuatro horas sobre la Mesa, dando cuenta de los trabajos que ha realizado durante los dieciséis meses que lleva desempeñando dicho cargo.

El señor Castillo interesó que se hiciese constar la satisfacción con que la Cor­poración Provincial había visto la importante labor de dicho Señor y la que le pro­ducía el hecho de que por la misma hubiese sido honrado con el Título de Correspondiente de la Real Academia de la Historia».

(37) Legajo 3.123/7. Concretamente, el 3 de febrero de 1931.(38) Interesa, aunque sólo sea como contraste con Almendros, el texto del acta de Dipu­

tación de 15 de enero del mismo año, a raíz del fallecimiento de Cazabán:«se aprobó por unanimidad que conste en acta el sentimiento de la corporación por el fallecimiento del que fue probo y competentísimo funcionario de esta Excma. Diputación Provincial D. Alfredo Cazabán Laguna, insigne literato y benemérito

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38 MANUEL URBANO PÉREZ ORTEGA

En definitiva, mucha retórica altisonante y no poco artificio dialéctico resuenan en Jaén tras el fallecimiento de «el viejecito de el gabán azul», los que malamente recubren unos compromisos que no tardarán en desva­necerse. Así, pongamos por caso, el Ayuntamiento de la capital, en su se­sión de 19 de marzo de 1904, presencia cómo

«El Sr. Alcalde propone que se editen las poesías del citado poeta y que se regalen a sus herederos, y el Sr. Osuna que sean los ejemplares dos mil».

Ni que decir tiene, jamás se vio tan abultada edición hasta entonces en Jaén. Diputación Provincial, más pragmática, dos meses después haría constar en sus actas (39):

«Creyendo esta Comisión prestar un señalado servicio a la cultura general con la difusión de las obras literarias del insigne Poeta Don Anto­nio Almendros Aguilar recientemente fallecido, se acordó, previa decla­ración de urgencia, ratificar el acuerdo de este Centro, incumplido hasta ahora, de publicar por cuenta de los fondos provinciales una edición de dichas obras (40). Al efecto se pondrá este acuerdo a la consideración de la Excma. Diputación en su próxima reunión ordinaria semestral, para que al confirmarle le consigne en Presupuestos para los gastos que tal pu­blicación originen.

Asimismo con el fin de facilitar los indispensables medios materiales para la preparación de trabajos, examen y selección de los mismos se acordó asignar a la Señora viuda de aquel ilustre hijo de la provincia, Doña Luisa Camps, la cantidad de setenta y cinco pesetas para cada uno de los seis meses desde Julio actual hasta Diciembre próximo inclusive, abonándose dichas mensualidades con cargo al Capítulo de Imprevistos de este ejercicio».

Mínima pensión y arduo trabajo, ya que, frente a lo sostenido por su hijo José, la obra de Almendros Aguilar no sólo no había sido recopilada, sino que permanecía dispersa por toda la península y en no pocos países de lengua española, tanto en textos publicados como inéditos. Por ello, trans-

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cronista de la provincia a la que consagró todos sus afanes en los trabajos de inves­tigación que llevó a cabo y que han aportado a la Historia de la misma elementos de gran valía, contribuyendo así a su mayor explendor y que este sentimiento se comunique a la familia del finado, como testimonio de condolencia de la Corpora­ción Provincial».

Actas de la Comisión Provincial de 18 de julio de 1904.Se refiere, en nuestra opinión, al de 18 de abril de 1890.

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curridos los seis meses que para su recopilación concediera la Diputación, la viuda del poeta se dirige a ella con el siguiente escrito (41):

«A la Excelentísima Comisión Provincial.

Doña Luisa Caraps Arredondo, viuda de Don Antonio Almendros Aguilar a esa Excma. Comisión, con todos los respetos expone: que a pe­sar de la solicitud y el deseo, fáciles de comprender, que en unión de sus hijos ha puesto para realizar la cabal y metódica recopilación de las Obras completas de Almendros Aguilar, no le ha sido posible conseguirlo en el plazo, relativamente breve, que le fue concedido por acuerdo de esa Co­misión provincial de diez y ocho de Julio último a consecuencia de obstá­culos materiales de no difícil comprensión si se atiende a que Almendros Aguilar publicó sus producciones en la prensa periódica de toda España, sin conservar en muchos casos sino datos y borradores incompletos, así como de otros que difundió entre sus amistades y aun entre solicitantes extraños residentes en diversos puntos de la península, muchos en el Ex- trangero (sic) particularmente en la América latina, y que conservan co­mo recuerdo de valía sus autógrafos de los cuales han solicitado y trabajan por obtener, con fundadas esperanzas de éxito, las copias necesarias, la viuda e hijos del Poeta.

Y no queriendo empequeñecer la gloria del autor, a su amor y custo­dia confiada, ni defraudar los deseos de la Corporación y la Provincia, haciendo una selección inarmónica, incompleta, i (sic) por cualquier esti­lo deficiente, de dichas Obras, riesgo que (una palabra ininteligible) la am­pliación del plazo concedido por la expresada resolución; es por lo que

A la Excelentísima Comisión Provincial, Suplica se sirva acordar que se tenga por ampliado todo el año de mil novecientos cinco, el plazo con­cedido para coleccionar las Obras de Almendros Aguilar, por acuerdo de esa Comisión de diez y ocho de Julio del año próximo pasado confirmado en la sesión del diez y siete de Octubre del mismo año por la Excelentísi­ma Diputación Provincial.

Jaén de Enero de 1905.

Luisa Camps Vd. de Almendros» (rubricado).

Ante esta razonada petición de un año dé prórroga, la negativa de la Corporación no se hace esperar y en unos términos terminantes que nos sor­prenden por su contundencia:

«Dada cuenta de una instancia de D .“ Luisa Camps Arredondo, viu­da de don Antonio Almendros Aguilar, pidiendo que se amplíe por todo

ANTONIO ALMENDROS AGUILAR, DE SU LABOR COMO CRONISTA... 39

(41) Legajo 3.085/57.

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un año el plazo concedido para coleccionar las obras de su difunto espo­so, por acuerdo de este Centro fecha 18 de julio último, confirmado por la Diputación en 17 de octubre del mismo año; se acordó, no haber lugar a lo solicitado» (42).

No obstante la resolución anterior, un año después vuelve a compare­cer la viuda de Almendros ante la Corporación y a la que presenta, no las «Obras Completas» o la Crónica de tanto litigio, sino una selección de las poesías de su esposo; toda una instancia de redoblado interés (43):

«Sr. Presidente de la Corporación Provincial de esta Excma. Dipu­tación.

Doña Luisa Camps Arredondo, viuda de Don Antonio Almendros Aguilar, Cronista que fue de la Provincia, a V. S., atentamente expone:

Que cumplida la obligación impuesta por el acuerdo de la Excma. Cor­poración, que ha establecido la necesidad de acreditar ante la Comisión provincial, la preparación de las obras literarias de Almendros Aguilar, a fin de que le sea abonada la asignación que le fue concedida por la Excma. Diputación, presenta los adjuntos originales, ordenados y revisados en la forma en que han de ser publicados, y que, una vez surtidos los indicados efectos, ruego, si la Comisión lo estima conveniente, le sean devueltos, para continuar y completar su colección y preparación, prometiendo la que suscribe volver a presentarlos ante la Comisión, con las nuevas com­posiciones que se adicionen, antes de finalizar el presente año.

Por lo expuesto, a la Comisión provincial

Suplica se sirva acordar, que, la que suscribe, ha acordado ante ella la proposición que se demuestra para la publicación de las Obras de Al­mendros Aguilar, a los fines antes expresados.

Jaén, 4 de agosto de 1906.

Luisa Camps Viuda de Almendros. (Firmado)».

Contra lo que esperábamos, Diputación parece estar atenta a lo solici­tado y dispuesta a acceder:

«Dada cuenta de una solicitud de doña Camps Arredondo, viuda de Don Antonio Almendros Aguilar, la que acompaña una colección de poe­sías preparatoria de la que ha de formarse para la publicación de las obras de aquel Ilustre poeta; se acordó, previa declaración de urgencia, tener por cumplido el requisito que impone el acuerdo de este Centro, conteni-

(42) Actas de la Comisión Provincial de 16 de enero de 1905.

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do en la nota correspondiente del presupuesto provincial, para que pueda realizarse el pago de la asignación que en dicho presupuesto se fija.

Asimismo se acordó que los originales presentados sean devueltos a la solicitante, según interesa con el fin de completar la colección, y que este acuerdo se comunique a la interesada y al Señor Contador de fondos provinciales» (44).

Al parecer, por fin, apunta la posibilidad de alcanzar un clima de nor­malidad en las relaciones de la viuda de Almendros con Diputación, la que, según se desprende del anterior acuerdo concediendo la subvención, que no pensión, de mil pesetas que, en mi opinión, traían tan largo contencioso.

Vana esperanza. Sólo transcurrirán unos, escasísimos, días, y todo que­dará detenido, como veremos por el inmediato acuerdo del día 3 de sep­tiembre de 1906 (45):

«Se acordó a propuesta del vocal D. Bernardo Villar que se reclamen a la Sra. Viuda de D. Antonio Almendros una copia de las composiciones que presentó en la sesión de 6 de agosto anterior, donde se acordó que estaba cumplida la condición impuesta en los presupuestos para poder per­cibir la cantidad en ellos consignada».

Villar es implacable en la persecución de los originales, desea la obra conjunta y ésta no se presenta; por tanto, no se hará efectivo el pago y vol­vemos a los antiguos planteamientos de un tema que tiene trazas de hacerse eterno. Diputación, casi siempre a propuestas del periodista y diputado Sr. Villar, quiere que se le haga entrega previa de las Obras Completas y, entre ellas, la Crónica. Y así, un año después, lo observamos en la sesión celebra­da el día 19 de octubre de 1907:

«Conforme con el dictado de la Comisión de Hacienda, que en la se­sión de ayer quedó veinticuatro horas sobre la mesa, se acordó conceder a Doña Luisa Camps, viuda de Don Antonio Almendros Aguilar, la can­tidad de mil pesetas que percibirá cuando presente completas y coleccio­nadas las obras de su difunto esposo, en condiciones de que puedan ser impresas y publicadas».

(44) Actas de 6 de agosto de 1906.

(45) Por su parte, Federico de Mendizábal dirá en el número 37 de Paisaje —pág. 1.025. Jaén, junio de 1947—:

«Recordemos que la Diputación Provincial, acordó, primero, en 1892, y lue­go, en 1904, la edición de las obras de Almendros, siéndole entregada por los hijos del poeta una selección de aquéllas, en 4 de agosto de 1906».

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N o caben dudas. Cuatro ^ños van transcurridos y la Corporación se afirma, una vez y otra, en su primera resolución, que la concesión de la gratificación acordada está supeditada a la entrega de las obras completas del cronista, tanto en prosa como verso. A pesar de esto, cuando vemos a Diputación más empecinada en que se cumpla lo establecido y transcurri­da una sola semana del anterior acuerdo, surge una resolución realmente sorprendente (46).

«Se acordó, previa declaración de urgencia, que se imprimiesen las cuartillas presentadas por la viuda de don Antonio Almendros Aguilar, en la Imprenta provincial, tirándose cien ejemplares».

Desde luego, no pueden ser más dedeñosos el tono y el estilo del acuer­do. ¿Por qué califican despectivamente de «cuartillas» a un trabajo de quien siempre fuera ensalzada figura literaria? ¿Por qué esa edición tan reducida, cuando la propia corporación efectuaba tiradas muy superiores o adquiría de los autores a precio de mercado mayores cantidades?

Pero no es esto, no obstante ser altamente significativo, lo que más nos interesa dilucidar; antes cabe preguntarnos por el contenido de las men­cionadas «cuartillas», las que no creemos pasaran a manos de los tipógra­fos. A nuestro entender, según claramente se deduce de un acuerdo posterior en unos meses, nos encontramos por vez primera ante la Crónica de la pro­vincia de Jaén recopilada por los hijos de Almendros:

«Dada cuenta de una moción presentada por Don Rafael del Nido, para que toda vez que el año anterior no cobró su asignación la viuda de Don Antonio Almendros a pesar de haber presentado los primeros traba­jos de la Crónica, sin que se haya librado la consignación para este obje­to, sin duda por haberlos presentado en el mes de diciembre; la Comisión, previa declaración de urgencia, acordó que se tenga en cuenta para el pre­sente año y que se libre a la viuda la consignación del presupuesto anual» (47).

Así, tuviesen mayor o menor extensión, hubieran de ser retocados los apuntes y dictados de Almendros de una u otra forma, contuviese la cali­dad precisa, o no, el texto final, el caso cierto es que nos parecen verídicas las manifestaciones de José Almendros cuando comparece ante la Diputa­ción para solicitar la plaza de Cronista y aduciendo para ello, entre otras

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(46) Actas de 25 de octubre de 1907.

(47) Libro de Actas, sesión de 9 de junio de 1908.

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razones, como recordaremos, que poseía una serie de bocetos, apuntes y redacciones distintas efectuadas por su padre y a tal fin.

Estamos, también y según todos los indicios, ante una disposición fa­vorable de la Corporación, la que consigna en el presupuesto correspon­diente las ya más que sobadas mil pesetas y las que, como luego tendremos ocasión de comprobar, jamás abonaría.

Pero hay algo más que, a nuestro juicio, puede arrojar mayores luces sobre la función de Cronista de Almendros, así como sobre la edición de su obra. En efecto, con fecha de 14 de octubre de 1908, se dirige al señor presidente de la Comisión Provincial (48):

«Doña Luisa Camps Arredondo viuda de Almendros Aguilar, cro­nista que fue de la provincia: a V. S. atentamente expone: Que en cumpli­miento del acuerdo de la Corporación, concerniente al pago de la asignación que mediante él le fue concedida, presenta los adjuntos originales de las obras de Almendros Aguilar coleccionados en forma de que pueden ser impresos y publicados.

A los efectos del dicho acuerdo se ha entendido por “ Obras Comple­tas de Almendros Aguilar” todas aquéllas que pueden ser publicadas sin menoscabo de su reputación de escritor y poeta, según el mismo, acaso más restrictívamente, hubiera hecho, eliminado aquellas composiciones que por incorrectas, fragmentarias o inconclusas no pueden ser destina­das a la pubUcidad ni contribuir al éxito de conjunto y mérito de su autor.

Con esta sola salvedad y presentado ya el año anterior a la Corpora­ción el “ Compendio de la Crónica de la provincia de Jaén” que a iniciati­va y a espensas de ésta se imprime, quedan completas y presentadas a la Excelentísima Diputación las “ Obras de Almendros Aguilar” , en cumpli­miento de su expresado acuerdo, rogando a la Corporación provincial la que suscribe le sean devueltas las que hoy remite una vez testimoniadas, si así lo estima la Comisión, por constituir ellas una propiedad inestima­ble y privativa de la que expone que ha de custodiar por sí. En consecuencia.

A V. S. suplica: se sirva acordar, que la que suscribe ha cumphmen- tado la condición exigida por el acuerdo a que se le señala una asignación de mil pesetas con cargo al presupuesto de 1908, y que por tanto ésta debe serle satisfecha.

Luisa Camps viuda de Almendros. (Firmado)».

(48) Legajo 2.869/10.

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Interesante solicitud que viene a avalar la presunción de que la que en ella se denomina «Compendio de la Crónica de la provincia de Jaén» pudo ser realidad o, al menos, entró en prensa; no caben, en principio, mayores dudas: «que a iniciativas y a espensas de ésta se imprimen». De todas for­mas y es lo que interesa resaltar en este momento, tanto la Diputación co­mo la familia Almendros parecen encontrarse en buenas relaciones y dispuestas a zanjar este enojoso tema que les viene ocupando ya durante un lustro, algo que bien se desprende del acuerdo que consta en las actas de Diputación, prácticamente un año después (49):

«Seguidamente se dio lectura al dictamen de la Comisión de Hacien­da que a continuación se expresa sobre instancia de Dofia Luisa Camps, viuda de Almendros, presentando originales de las obras poéticas de su difunto esposo, interesando que por la Corporación se declare que la soli­citante ha cumplido la condición exigida por el acuerdo en el que se le se­ñala una asignación de mil pesetas con cargo al presupuesto de 1908 y que ésta debe ser satisfecha.

A la Excma. Diputación.—La Comisión de Hacienda visto el dicta­men del Cronista de la provincia propone a la Corporación se sirva decla­rar que en las obras presentadas está cumplida la condición que para recibir la cantidad consignada exige el presupuesto. Jaén, 27 de mayo de 1909. Antonio R. Abellán, Antonio León Sanz, Enrique Ramírez, Jerónimo del Castillo, León Esteban, Rafael Montesinos Nieto.

Puesto que a discusión y votación el anterior dictamen, y no habien­do ningún Señor Diputado que lo impugnase, quedó aprobado de confor­midad a lo propuesto».

Interesantísima se nos ofrece la resolución transcrita por cuanto pre­senta a Alfredo Cazabán dictaminando sobre la obra de su antecesor, en un informe que hemos tenido la suerte de encontrar (50) y el que repro­ducimos:

«Excmo. Sr.: Bien quisiera el que suscribe poder manifestar de un modo absoluto por su parte que las composiciones que se entregan para este informe constituyen la totalidad de las obras del ilustre y laureado vate, Don Antonio Almendros Aguilar (q e p d), pero aparte de la insufi­ciencia mía para emitir tal opinión, por no conocerlas todas, existe la cir­cunstancia de que la labor poética del Sr. Almendros durante sesenta años fue tan inmensa que sería tarea bien difícil completar la colección de los

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(49) Actas de Diputación, sesión de 28 de mayo de 1909.(50) Legajo 2.869/10.

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frutos de su genio, en gran parte constituidos por admirables improvisa­ciones y por trabajos rápidamente hechos y publicados en periódicos cu­yas colecciones es difícil encontrar.

Siendo el laudable propósito de la Excma. Diputación provincial con­tribuir a que se den a conocer en un libro las obras de Almendros Aguilar, en forma de que se conserve un recuerdo de la labor del gran poeta, las composiciones que constituyen el manuscrito presentado, son cada una en sí una verdadera joya, y en conjunto una hermosísima expresión de la galana musa del poeta giennense y siendo por lo tanto manifestaciones de los distintos géneros poéticos que cultivó y que le dieron justo renom­bre, el publicar esas poesías, daría ocasión al regocijo de los amantes de las letras, que podrían así conservar una colección selecta y escogida de las poesías del inolvidable autor del soneto “ La Cruz” .

Jaén 25 de mayo de 1909. Alfredo Cazabán. (Rubricado)».

N o es preciso entrar en mayores comentarios sobre la cariñosa elocuen­cia del informe, tan escasamente literario y esculpatorio de la enjuta colec­ción. Pero todo muestra, al parecer, que, tanto la corporación provincial como la familia Almendros, se encuentran predispuestos a zanjar el largo y engorroso contencioso, en el que, a la postre, sólo parece que ésta se mue­ve por la obtención de la pensión.

Fundamentamos la para nosotros tan dolorosa afirmación en dos ex­tremos. Uno, primero, en el irrefutable hecho que de la «Crónica» no se presentaron en el transcurso de tantos años más que unas «cuartillas» —así calificadas por la Corporación— y no constando la entrega de otras prosas, cuentos, etc. El segundo es más terminante, como creemos poder demos­trar: del amplísimo corpus poético de Almendros sólo se da a Diputación un reducido haz que los familiares compendiaron sin esfuerzo alguno; ase­veración ésta que nos obliga a desarrollar un tema no muy colateral a las propuestas del presente artículo.

Asegura Federico de Mendizábal (51);

«Por la bondad extrema del hijo del gran lírico, nos fue facilitada en una perfecta ordenación y en diez carpetas numeradas, la Obra de don Antonio Almendros Aguilar, que, ya en parte, conocíamos por parecidas jornadas anteriores, en días que se habló de la tan deseada recopilación editorial.

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(51) «La obra poética de Don Antonio Almendros Aguilar», en Paisaje, núm. 18, pág. 483. Jaén, noviembre de 1945.

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“ Por Último, como prosista, fue corta su labor que se reduce a los trabajos como Cronista Oficial de la provincia de Jaén” (...) (52). Recor­demos que la Diputación Provincial acordó, primero, en 1892, y luego, en 1904, la edición de las obras de Almendros, siéndole entregada por los hijos del poeta una selección de aquéllas, en 4 de agosto de 1906» (53).

Aparte de cuanto asegura quien luego, a raíz de la muerte de Alfredo Cazabán, también fuera aspirante al cargo de Cronista de la provincia de Jaén (54), sobre la obra en prosa de Almendros y, muy en especial, de su Crónica, la que, presumiblemente, debió tener ante sus ojos, lo cierto es que estas diez ordenadas carpetas de textos del de Jódar nunca se presenta­ron a la Diputación, sino, como queda dicho y el propio Federico de Men- dizábal pusiera de manifiesto, una pequeña selección, aunque éste equivoca el mes de su depósito —como acreditáramos, tendría lugar en mayo de 1906— , algo que no es obstáculo para llegar a la consideración de que el contenido de las dos colecciones füera el mismo.

También Caballero Venzalá (55), como Alfonso Sancho, quien le si­gue (56), consideran que esta recopilación menor fue de la misma fecha, dejándose llevar de una noticia que contiene «La Regeneración», del día 6 de septiembre de 1906, donde se da por efectuada por doña Luisa Camps «cuando la Diputación Provincial le interesó copia de las composiciones de

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(52) Ibidem. En Paisaje, núm. 37, pág. 1.024. Jaén y junio de 1947.(53) Ibidem. No creo preciso argumentar la equivocación de fechas que sufre Mendizábal.(54) Así consta en el libro de actas de 1931, al folio 21 vuelto:

«Dada cuenta de la instancia de Don Federico Mendizábal García Lavín, soli­citando ser Cronista de la Provincia, se acordó se esté a lo resuelto en sesión de 15 de septiembre del año actual de que no se haga nombramiento ni concurso algu­no, para cubrir dicho cargo, y que se archive el expediente».

Por cierto, contra lo que dicen tan terminantes prosas, el acuerdo del día 15 de septiem­bre de 1931 —folio 114 vto.— no fue tan taxativo:

«Dada cuenta del Expediente del Cargo de Cronista de la Provincia y de las solicitudes presentadas, se acordó que no se haga p or ahora, nombramiento ni con­curso para dicho cargo y se archive el expediente».

Muy solicitada estuvo la plaza; amén de los hasta ahora citados, la pretendieron, entre otros, Manuel Mozas Mesa y Luis Gozález López. Sobre la provisión de esta plaza, también se hicieron notar más que debieran los acontecimientos históricos y algunas de las poco bri­llantes características de la condición humana. Las vicisitudes habidas las recogeremos en un próximo artículo.

(55) Diccionario..., tomo I, pág. 56.(56) Op. cit., pág. 233.

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SU marido con objeto de acceder a la pensión de viudedad que se le conce­dió» (57).

De todos modos quedan abiertos los garfios de la pregunta que nos interesa. ¿Esta amplia recopilación contenida en diez carpetas y con más de quinientos poemas (58) —por lo que hemos de dar por perdidos más de tres centenares y medio— fue realizada por los deudos de Almendros con posterioridad a las fechas que nos ocupan? Así lo estimamos, pues caso de ser anterior o coetánea y haberse presentado ante la Diputación evitaría tan larga disputa administrativa, la que supeditaba a esa entrega la concesión de la gratificación.

Continuando con nuestro recorrido cronológico y frente a lo que, ya definitivamente, parece estar obligada Diputación, a la edición de los «pri­meros trabajos de la Crónica» de Almendros —acuerdo de 9 de junio de 1908— y sus obras poéticas —acuerdo de 29 de mayo de 1909— , sólo ad­vertimos un nuevo incumplimiento y un gran vacío de silencio durante cer­ca de dos años, transcurrido dicho período de tiempo vemos reflejado en acta de la Comisión Provincial, y sin que diéramos con una nueva reclama­ción de los descendientes de Almendros Aguilar, el siguiente acuerdo (59):

«Acto seguido y previa declaración de urgencia se acordó que se im-

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(57) Citamos por C a ballero , vid. nota anterior. De todos modos y aunque estimamos haberlo dejado claro de modo suficiente, conviene advertir que no se trata de pensión alguna, sino, más bien, de cierta subvención o gratificación y por una sola vez.

Al m arpn de agravios y puesto que estamos pespunteando el tratamiento que la Corpo­ración provincial diera al sucesor de Almendros en la Crónica, el que nada tuvo de paralelo, recogemos su acuerdo de 29 de febrero de 1931 —folio 123—, donde se trató de la pensión de viudedad para la esposa de Cazabán:

«Dada cuenta de la instancia suscrita por Doña Rosa Nager López solicitando la pensión que le corresponde como viuda de D. Alfredo Cazabán Laguna, que falleció el 14 de enero actual, se acordó concederle cuatro mil ochocientas pesetas anuales, equivalente al 60 por 100 del sueldo de ocho mil pesetas, que venía disfru­tando el causante como jefe de Negociado de primera clase de la escala administra­tiva, por haber servido a la corporación durante más de treinta años como funcionario.

Al propio tiempo y teniendo en cuenta los relevantes méritos y servicios del Sr. Cazabán a la provincia de Jaén, se acordó conceder a su viuda la solicitante D .“ Rosa Náger López, la pensión extraordinaria de mil doscientas pesetas, con la cual cantidad se amplía la anterior, haciendo un total de seis mil pesetas anuales, que le serán libradas con cargo a la consignación correspondiente del presupuesto, desde el día 15 del corriente mes de febrero, que es siguiente al del fallecimiento del causante».

(58) Federico de M end izá ba l , en su citado artículo en Paisaje, pág. 483.(59) Actas de 29 de diciembre de 1911.

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prima en la Tipografía del Hospicio, la Crónica de la provincia de Don Antonio Almendros Aguilar».

Interesante resolución que se complementa con otra de días después (60):

«En relación con el acuerdo de este Centro fecha 29 de diciembre úl­timo en que dejó de consignarse el número de ejemplares de la Crónica de la provincia publicada (sic) por Don Antonio Almendros Aguilar, que ha de imprimirse en la tipografía del Hospicio, previa declaración de ur­gencia, que lo sea en número de cien ejemplares».

Y estas dos decisiones del Organismo provincial nos invitan a plantear­nos sin mayor demora otras dos preguntas que nos parecen esenciales.

¿Estamos, de nuevo, ante aquellas «cuartillas», o ante lo que el Sr. del Nido y Sagalerva calificara como los «primeros trabajos de la Crónica», o ante una redacción total y amplia de la misma?

Difícil resulta a estas alturas y sin poseer mayores datos optar por una contestación firme y convincente, ya que el hecho de que la Corporación limitase la tirada a la cicatera cifra de cien ejemplares nos hace más procli­ves a inclinarnos sobre el escaso valor y extensión de la redacción.

N o obstante esto, y siempre fiados en la veracidad con la que Alfredo Cazabán solía servir todo tipo de noticias y, máxime aún, las culturales y las que dimanaban de Diputación, centro en el que prestara sus servicios como es notorio —bien estuviesen firmadas por él, o apareciesen anónimas, como en este caso, en un periódico a su cargo— , estamos por inclinarnos en el sentido contrario al que en el párrafo anterior éramos proclives e, in­cluso, asegurar que la impresión de la Crónica, en mayor o menor exten­sión —algo de lo que luego nos ocuparemos— fue una realidad. Pero quede antes, y por cuanto nos asiste, la referida noticia del ejemplar de «La Rege­neración» del día 8 de febrero de 1912 (61):

«se están imprimiendo en la tipografía de la Diputación Provincial los tra­bajos hechos por el poeta como Cronista; se añade que la ordenación y edición de los mismos está a cargo de José Almendros Camps, e incluso se declara que la obra constará de los capítulos siguientes: I. Prelimina­res; II. Primeros Pobladores; III. Otras razas pobladoras; IV. Territorio; V. Geografía primitiva; VI. Ciudades primitivas. Auringi (Jaén); VI. Jaén. Reseña histórica».

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(60) Actas de 15 de enero de 1912.(61) Citamos por C aballero en su referido artículo del tomo I del Diccionario..

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Tras recoger lo anterior, Caballero Venzalá concluye el artículo que dedica a Almendros en su impagable y citadísimo «Diccionario» con la si­guiente pregunta: «¿Hubo tales apuntes y tal ordenación...?». Duda que contestará: «Desde luego, a nosotros no ha llegado el menor rastro de ello».

Tampoco a nosotros nos iluminó mayor noticia sobre las huellas mate­riales que hubiera podido dejar esta edición y creemos conocer las causas o, al menos, muy presumibles razones de las mismas.

Una primera y menos probable, por lo reducidísimo que fue el número de ejemplares dispuesto en su tirada. La segunda, quizás más certera, es la que nos induce a pensar que la Crónica no terminó de imprimirse y, por tanto, quedó inconclusa y sin editarse en volumen, ya que sólo lo serían algunos pliegos, puesto que quien ordenara los papeles del galduriense, quien dirigía la publicación, como dicho es, era su hijo José, ya muy enfermo y quien fallecería en Madrid en diciembre de ese mismo año.

Aunque nos ratificamos en que no poseemos certeza alguna, avala a esta presunción, como también a la primera, el hecho cierto de que doña Luisa Camps, la ya anciana viuda y madre del prontamente fallecido, se dirija a la Corporación dos años después (62), para solicitar que se le rein­tegren los originales de la obra poética de su marido —ya transcurrida la friolera de 24 años desde el primer compromiso de Diputación de editarlos— y, curiosa y muy discentemente, no reclama los de la crónica que, como creo haber acreditado suficientemente, hacía también excesivo tiempo que obraban en poder del organismo:

«A la Excma. Diputación Provincial de Jaén.

D .“ Luisa Camps Arredondo viuda de Almendros Aguilar a esa Excma. Corporación con toda clase de respetos recurre y expone. Que sien­do el más vehemente, al par que el más legítimo de sus deseos ver publica­das las obras poéticas de su difunto esposo y encontrándose éstas entregadas a dicho organismo provincial en virtud de un acuerdo que no ha tenido realización, visto el tiempo transcurrido, a la Excma. Diputación.

Se sirva acordar le sean devueltas a los efectos de dicha publicación las referidas Obras poéticas dando de par por renunciadas las consigna­ciones que no ha recibido y que a su nombre figuran en presupuestos pro­vinciales.

Jaén diez de Noviembre de mil novecientos catorce.

Luisa Camps Vda. de Almendros. (Rubricado)».

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(62) Concretamente, el día 10 de noviembre de 1914.

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50 MANUEL URBANO PÉREZ ORTEGA

Ante lo trasañejo del caso, el día 12 de ese mismo mes (63), la Diputa­ción acuerda en consonancia con lo solicitado, si bien con el voto en contra de los señores Calvo y Anguita, quienes interesaron

«que no se devuelvan los originales y se cumpla el acuerdo de la Diputa­ción sobre su impresión».

Mucho tardó la familia, por cierto, en recoger los originales reclama­dos, prueba evidente de que no los solicitaba, como hácese constar en la instancia, para editarlos. El día 31 de agosto del año siguiente, 1915, se re­dacta y firma el acta de recepción de los mismos por su hijo Octavio A l­mendros, todo un texto insólito en la administración, ya que el administrativo de Diputación plasma en ella un ditirámbico reconocimiento del valor poé­tico de la obra (64). Mas no por esto, si no por el interés que el inventario posee lo reproducimos en su integridad:

«Cumpliendo el acuerdo de la Excma. Diputación provincial por el que se concede la devolución de las poesías del inmortal y laureado poeta Don Antonio Almendros Aguilar, a su viuda la Iltma. Sra. D .“ Luisa Camps Arredondo, que interesó lo acordado, el oficial que suscribe, en el día de hoy, hace entrega de dichas poesías, al hijo del finado e inmortal bate (de igual nombre) Don Octavio, haciendo constar que las poesías pre­sentadas y devueltas están escritas en 214 phegos (en 8.°) y cuyo índice que igualmente se entrega, es como sigue:

Invocación = La Cruz = Dios = Numancia = Generalife = Gra­nada = Soneto = El Suspiro = El Sueño = El bien y el mal = Libertad del Arte = El Egoísmo = La gratitud = Contraste = La Montañesa = La Fragata Esperanza = La Envidia = El Faro = Blancos y Negros = Seguidillas = La Limosna = Bequeriana (sic) = La cosa blanca. Apólo­go = Ofertas = Soneto = La estatua del pudor = La ambición = Cuen­to. Traducción del Catalán = El Sello de (la) Sangre = Cetros y Coronas = Soneto Judas = Soneto = No me olvides = El gusano de luz = Di­sección = Patria = El espino = Despedida = Soneto = Imprudencia = Soneto = Apólogo = Sonetos = El ronquido = El viento = La man­tilla colorada = El Lagarto.

Y en prueba de conformidad con el contenido del presente y en nom­bre de su Sra. Madre que por carta lo apodera para este acto, firma en Jaén a 31 de Agosto de 1915.

O. Almendros. (Firmado)».

BOLETÍN DEL INSTITUTO

DE ESTUDIOS GIENNENSES

(63) En sesión de 12 de noviembre de 1914.(64) Legajo 3.085/54.

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Muchas consideraciones pueden hacerse sobre esta antología tan ceñi­da (65), entre las que descuella la falta, no ya sólo crítica, sino de atención al material ofrecido, hasta el punto de que se repite el soneto que comienza «Por fuerte de la lengua castellana»; estimaciones literarias (66) en las que no vamos a abundar por no ser éstas el objeto del presente estudio.

Para finalizar y como ya anotáramos al principio, subrayamos que fue una constante ambición, jamás renunciada por la familia Almendros, suce­der al padre en la redacción de la crónica de la provincia de Jaén. Ya vimos al inicio de este artículo las pretensiones de su hijo José, como apuntára-

(65) Fue recogida por C aballero Ven za lá , en el citado tomo I de su Diccionario —págs. 56-57—, si bien por una errata no anota el poema número 49, «El viento». Por igual, este notable estudioso, quien tuvo entre sus manos el material, cae en un error cuando consi­dera que el haz de poemas autógrafos de Almendros y algunas copias manuscritas de su viuda lo efectuó

«D .“ Luisa Camps en 1906, cuando la Diputación Provincial le interesó copia de las composiciones de su marido con objeto de poder acceder a la pensión de viude­dad que se le concedió».

Sancho Sáez —op. cit., págs. 234-235— sigue también aqui a Caballero y, como segui­damente veremos, a Octavio Almendros.

(66) Entre ellas, pongamos por caso, puede señalarse que el apólogo «La ambición» que figura en el compendio y al que Sancho da por inédito —op. cit., pág. 377—, fue publicado con ligerísimas variantes en La Semana —Jaén, 17 de octubre de 1899— , bajo el título de «Fa- bulilla»:

En el seno de una rosa, hizo un gusano su estancia, y allí se agita o reposa.¡Qué habitación tan hermosa!Qué suavidad... ¡Qué fragancia!Para que la tripa llene del alba el rocío viene a darle dulce maná.¡Mas nadie contento está con la fortuna que tiene!Fue royendo lento, lento las bellas cámaras rojas, por agrandarla, y el viento al hallarlas sin cimiento se fue llevando las horas.Cuando en la calle se halló murmuran que murmuró —«Yo he roto mi dicha, yo, por la ambición de aumentarla»

Concluyamos dando cuenta de que nos parece superior la versión publicada por San­cho, ya que el primer verso de la quinta quintilla finaliza con la palabra «vio», la que evita la redundancia con el verbo del verso decimocuarto.

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52 MANUEL URBANO PÉREZ ORTEGA

mos las de Octavio, quien en oficio de 3 de febrero de 1931 (67) —escasos días después de la muerte de Cazabán— , solicita le sea otorgado el nom­bramiento, a la par que se duele del trato que la obra poética de su padre recibiese de la Corporación:

«fuimos requeridos sus familiares para entregar los originales (...) trans­curridos diez o doce años tuvimos que recogerlos porque el acuerdo no se cumplió, es decir, las poesías de Almendros Aguilar no se publicaron»

y, ante todo, se muestra herido, por la situación «siempre triste y agobia­da» que padeció durante lustros la familia. Agravio que le lleva a preguntar en su escrito si la animadversión «anida en esta casa para Almendros Agui­lar y los suyos». Concluye la instancia con una altanería muy a la española:

«En resumen; tengo títulos de intelectualidad que si lo requiere la Dipu­tación puedo exhibir; pero sobre éstos tengo dos títulos que nadie puede superar: Ser hijo de Almendros Aguilar y ser hijo de Jaén».

Dos rayones de gloria que, por sí solas, no convencen para obtener esa herencia del padre.

BOLETÍN DEL INSTITUTO

DE ESTUDIOS GIENNENSES

(67) Legajo 3.123/7.

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ANTONIO ALMENDROS AGUILAR, DE SU LABOR COMO CRONISTA... 53

anida en e - ta ca-a para Almendro" Iguo lar y lo '’

Ahora b ien , a l d ec ir e'^to, "olo re f ie ro Vieoho"; pero creo

preci'-o exponerlo'^ para demo"trar afirm aciones a n te r io re - y -

que lo - Sren Diputado'^ actuale'?-que no "on ro'^non'^able" de -

e l lo - reparen , '■i lo creen ju^ to , l a 'situación ''ienpre tr i '> te

y agobiada en que la fam ilia del i lu s t r e muerto Almendro' Agu -

l a r quedó pOr f a l ta de protección o f ic ia l áje 'sar de haber pro­

digado a te " u plecaro inisgenio en pro del nive±, c u l tu r a l de -

la p rov incia de Jaén.

En re<?umeiy tengo titu lo " ; de in te le c tu a lid a d que <?i lo r e ­

qu iere l a Diputación puedo ex h ib ir , pero sobre es to s tengo dos

t i tu lo s que nadie puedesuperir; Ser h ijo de Almendros Aguolar y

<5er h ijo de Jaén.

Por lo expuesto

SUPLICO a la Excma Diputación íV ovincial que, teniendo por formulada es­

ta p re ten sió n , se s irv a acordar nombrarme C ronista de la pro­

v in c ia de Jaén en la seguridad de que, aparte del resp e to debido

a e l la ,p o r e l honor concedido, nadie como yo puede l le n a r e l -

cargo de más amor, ma' veneración y ma inten^^a voluntad.

Jaén tres de febrero de mil novecientos t r e in ta y uno.