antología textos poéticos últimas décadas siglo xx

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 ANTOLOGÍA DE TEXTOS (Lírica últimas décadas s.XX) La poesía de la década de 1960 Aquí, Madrid, mil novecientos cincuenta y cuatro: un hombre solo. Un hombre lleno de febrero, ávido de domingos luminosos, caminando hacia marzo paso a paso, hacia el marzo del viento y de los rojos horizontes –y la reciente primavera ya en la frontera del abril lluvioso…- Aquí, Madrid, entre tranvías y reflejos, un hombre: un hombre solo. -Más tarde vendrá mayo y luego junio, y después julio y, al final, agosto-. Un hombre con un año para nada delante de su hastío para todo. Ángel González No volveré a ser joven Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante. Dejar huella quería y marcharme entre aplausos -envejecer, morir, eran tan sólo las dimensiones del teatro. Pero ha pasado el tiempo y la verdad desagradable asoma: envejecer, morir, es el único argumento de la obra. Jaime Gil de Biedma Poema Ama a la tierra el hombre con gran fuerza,  por una ciega ley del corazón. Todos los hombres saben que un día han de llorar de amor por ella. La ley del corazón es la ley mía, y en esta tarde sola miro la luz caer en los pozos sombríos de los huertos. Su último vuelo las palomas ruedan antes de cobijarse, vienen de descansar sobre los pinos, de ver la mar, y retienen sus alas al rumor del más hermoso mar creado. Miro los secos montes, son de plata;  por ellos van los sueños de mi niñez, errantes y abatidos. Queda sólo el amor. El de penumbra de los padres y aquellos más oscuros que trajimos de países lejanos. Trepa el muro del jazmín, huele la casa a flor, y los caminos ebrios están de rosas. El tiempo, en sombra, es insondable. Y es el ciprés un alto arbusto de llamas, astros y jazmines. Francisco Brines

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5/14/2018 Antolog a textos po ticos ltimas d cadas siglo XX - slidepdf.com

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ANTOLOGÍA DE TEXTOS(Lírica últimas décadas s.XX)

La poesía de la década de 1960

Aquí, Madrid, mil novecientoscincuenta y cuatro: un hombre solo.Un hombre lleno de febrero,ávido de domingos luminosos,caminando hacia marzo paso a paso,hacia el marzo del viento y de los rojoshorizontes –y la reciente primaveraya en la frontera del abril lluvioso…-Aquí, Madrid, entre tranvíasy reflejos, un hombre: un hombre solo.-Más tarde vendrá mayo y luego junio,y después julio y, al final, agosto-.Un hombre con un año para nadadelante de su hastío para todo.

Ángel González

No volveré a ser joven

Que la vida iba en seriouno lo empieza a comprender más tarde-como todos los jóvenes, yo vinea llevarme la vida por delante.

Dejar huella queríay marcharme entre aplausos-envejecer, morir, eran tan sólolas dimensiones del teatro.

Pero ha pasado el tiempoy la verdad desagradable asoma:envejecer, morir,es el único argumento de la obra.

Jaime Gil de Biedma

Poema

Ama a la tierra el hombrecon gran fuerza,

 por una ciega ley del corazón.Todos los hombres sabenque un día han de llorar de amor por ella.La ley del corazón es la ley mía,y en esta tarde sola

miro la luz caer en los pozos sombríos de los huertos.Su último vuelo las palomas ruedanantes de cobijarse, vienende descansar sobre los pinos,de ver la mar,y retienen sus alas al rumor del más hermoso mar creado.Miro los secos montes, son de plata;

 por ellos van los sueñosde mi niñez, errantesy abatidos.Queda sólo el amor.El de penumbra de los padresy aquellos más oscuros que trajimosde países lejanos.

Trepa el muro del jazmín,huele la casa a flor, y los caminosebrios están de rosas.El tiempo, en sombra, es insondable.

Y es el ciprés un alto arbustode llamas, astros y jazmines.

Francisco Brines

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Palabras para Julia

Tú no puedes volver atrás porque la vida ya te empujacomo un aullido interminable […]

Te sentirás acorraladate sentirás perdida o solatal vez querrás no haber navido. […]Entonces siempre acuérdatede lo que un día yo escribí

 pensando en ti como ahora pienso.Un hombre solo una mujer así tomados de uno en unoson como polvo no son nada […]

 Nunca te entregues ni te apartes junto al camino nunca digas

no puedo más y aquí me quedo.La vida es bella tú veráscomo a pesar de los pesarestendrás amor tendrás amigos. […]Perdóname no sé decirtenada más pero tú comprendeque yo aún estoy en el camino.Y siempre siempre acuérdatede lo que un día yo escribí,

 pensando en ti como ahora pienso.

José Agustín Goytisolo

Para que yo me llame Ángel González, para que mi ser pese sobre el suelo,fue necesario un ancho espacioy un largo tiempo:hombres de todo mar y toda tierra,fértiles vientres de mujer, y cuerposy más cuerpos, fundiéndose incesantes

en otro cuerpo nuevo.Solsticios y equinoccios alumbraroncon su cambiante luz, su vario cielo,el viaje milenario de mi carnetrepando por los siglos y los huesos.De su pasaje lento y dolorosode su huida hasta el fin, sobreviviendonaufragios, aferrándoseal último suspiro de los muertos,yo no soy más que el resultado, el fruto,lo que queda, podrido, entre los restos;esto que veis aquí,tan solo esto:

un escombro tenaz, que se resistea su ruina, que lucha contra el viento,que avanza por caminos que no llevana ningún sitio. El éxitode todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento…

Ángel González

Un joven de ayer considera sus versos

Cómo han envejecido nuestro poemas(como cartas de amor destinadas a nadie),cómo han ido cayendo de sus dientes abajo,acribillados,

asaeteados,náufragos.En el gran muro blancola ejecución de nuestros actos no es sangrienta.Los muñecos desarbolados,descabezados,

 por el certero tirador de casetón de feria popular.Qué verbena del tiempo.Lo que no es nuestro, inútil es.

Busquemos otra cosa para entregar la vidaentre líneas menores,otra decoración,otro piso pequeño de más modesto lujoy un nuevo amor y otra fidelidad menos posible.

José Ángel Valente

Oración

Que estás en la tierra, Padre nuestro,que te siento en la púa del pino,en el torso azul del obrero,en la niña que borda curvadala espalda, mezclando el hilo en el dedo.Padre nuestro que estás en la tierra,en el surco,en el huerto,en la mina,en el puerto,

en el cine,en el vino,en la casa del médico.

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Padre nuestro que estás en la tierra,donde tienes tu gloria y tu infiernoy tu limbo que está en los cafésdonde los pudientes beben su refresco.Padre nuestro que estás en la escuela de

gratis,y en el verdulero,y en el que pasa hambrey en el poeta, ¡nunca en el usurero!Padre nuestro que estás en la tierra,en un banco de Prado leyendo,eres ese Viejo que da migas de pan a los

pájaros delpaseo […]

Gloria Fuertes

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La poesía de la década de 1970

Llevan una rosa en el pecho los enamorados

Llevan una rosa en el pecho los enamorados y

suelen besarse entre un rumor de girasolesy hélices.

Hay pétalos de rosa abandonados por el vientoen los pasillos de las clínicas.

Los escolares hunden sus plumillas entre uña ycarne y oprimen suavemente hasta que lasangre empieza a brotar. Algunos aparecenmuertos bajo los últimos pupitres.

Estaré enamorado hasta la muerte y temblaránmis manos al coger tus manos y temblará mivoz cuando te acerques y te miraré a los ojoscomo si llorara.

Los camareros conocen a estos clientes quePiden una ficha en las madrugada y hacen lla-madas inútiles, cuelgan luego, piden unaginebra, procuran sonreír, están pensando en suvida. A estas horas la noche es un pájaro azul.

Empieza a hacer frío y las muchachas rubias semiran temblando en los escaparates. Un cho-rrear de estrellas silencioso se extingue.

Luces en un cristal espejeante copian el esplen-dor lóbrego de la primavera, sus sombrías lla-maradas azules, sus flores de azufre y de calviva, el grito de los ánades llamando desde el

 país de los muertos.

Pere Gimferrer 

Dos cruces

En los sábados noche de las costas doradasno fuimos a los Clubs, por despojarnosdel fácil satanismo virginalde los adolescentes a la moda,y siempre a las verbenas de la Plaza Mayor,donde bailan las niñas con su señora madre

y la cazalla y el Anís del Mono parecen exigir 

la justa dimensión de la ternura.¡Qué hermoso fue intentar esa clase de amor viejo y tranquiloque se mece al arrullode las charangas de interés local!

Debimos aprender la comprensión y el uso de la humana flaquezaen vez de convertir aquel Sevilla

tuvo que ser con su lunita

 plateada

en nostalgia y en humo de sonrisas.

Guillermo Carnero

Cuando vivías en La Castellana

Cuando vivías en La Castellanausabas un perfume tan amargoque mis manos sufrían al rozartey se me ahogaban de melancolía.Si íbamos a cenar, o si las gordasdaban alguna fiesta, tu perfumelo echaba a perder todo. No sé dóndecompraste aquel extracto de tragedia,aquel ácido aroma de martirio.Lo que sé es que lo huelo todavíacuando paseo por La Castellanamuerto de amor, junto al antiguo hipódromo,y me sigue matando su veneno.

Luis Alberto de Cuenca

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La poesía desde la década de 1980hasta la actualidad

Poética

Hay momentos también en que dejamoslas palabras de amor y los silencios

 para hablar de poesía.

Tú descansas la voz en el pasadoy recuerdas el título de un libro,la historia de unos versos,la noche juvenil de algunos cantautores,la importancia que tienen

 poetas y banderas en tu vida.

Yo te hablo de comas y mayúsculas,de imágenes que sobran o que faltan,de la necesidad de conseguir un ritmoque sujete la historia,igual que con las manos se sujetanla humedad y los muros de un castillo dearena.

Y recuerdo también algunos versosen noches donde comas y mayúsculas,

metáforas y ritmos,calentaron mi casa,me dieron compañía,supieron convencermecon tu mismo poder de seducción. […]

Luis García Montero

Los espejos

 No importa si has dormido poco o mucho,los espejos de hotel nunca perdonany son como animales de montañaque no aceptan el trato de los hombres.

La luz de los espejos familiaresse apiada de nosotros, sin embargo,nos ayuda a fingir, y por afectoo por costumbre llega a perdonarnos.

Yo sé que los espejos son el agua

estancada de un río que se mueve.Y he visto cómo el sol que reverbera

 puede ocultar el cieno de las sombras.

Pero quien mira al fondo de sus ojosve las grietas del tiempo, las arañasde un pasado que surge de improvisoen mañanas de hotel y nos ofende.

Para qué contestar. Cierra los ojos, porque no hay otra cosa que envejezca peor que tu mirada.

Luis García Montero

Radiografía

Por gallego esta lluviaoscura murmurándome en el alma.Por d’Ors la habilidad para el fracaso.Por Navarra esta formade agarrar las preguntas por los cuernos.Por lo visto poeta.

Y además ciudadano de las nievessin nombre, tiernamente amargocomo los cortos de Charlot,eterno partidario de los ciento volando,católico a pesar de ser católico,inesperado como los viejos Blanco y Negro,Salicio juntamente y Nemoroso,al margen, reaccionario progresista, extranjerocrónico, capricrónico. Distinto a este poema.

Miguel d’Ors

Vieja canción

He escuchado en la radio, por azar, hace un rato,una vieja canción,una canción romántica que estuvo muy de modaen la playa, durante los meses de un veranomaravilloso de mi adolescencia.Muchas veces la oí entonces, junto a alguienque junio quiso darme y me quitó septiembre.

Mientras la música sonaba,he sentido en el pechola emoción de los días antiguos: tanta luz,

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tanta ilusión brotando, tanta vida;y he cerrado los ojos y he visto a una muchachaque a través de la niebla del tiempo me sonríey con amor me mira.

Eloy Sánchez Rosillo

Los restos de un naufragio

Unos cientos de libros, una casa en la playa,muebles que el corazón fue envejeciendoy que hicieron el mundo hospitalario,fetiches de algún viaje, talismanesque no pudieron nada contra el mundo,un puñado de cartas de unos cuantos amigos,

alguna carta oculta, inconfesable, papeles ordenados, papeles sin sentido,medicamentos, cuadros, ropa usaday ropa por usar, varias cuentas bancarias,una viuda aturdida, un automóvil,una amante aturdida, un peine con cabellos,una caligrafía que ha perdido el pulso de su

[mano,un olor familiar camino de la nada.Este es el inventario de los bienes de un muerto,y como todo censo y toda listasupone un ejercicio de modestia.

 Nuestras cosas, que a veces parecían[preservarnos,

habitarnos el mundo que habitamos,en un golpe de vista se conviertenen un prolijo catálogo de absurdos,rutas desdibujadas de un mapa inexistente,

 pájaros disecados cuyos ojosno saben recordar un cielo que ya ha ardido.

Carlos Mazal