antologia de 25 cuentos infantiles
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LA GATA ENCANTADA
Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes
casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en
ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa
gatita, junto a las llamas del hogar.
Un día, dijo en voz alta:
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría
contigo.
En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los
Imposibles, que dijo:
Príncipe tus deseos se han cumplido
El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda,
convertida en una bellísima muchacha.
Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y
pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la
hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse
sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en
cuanto lo hubo atrapado.
El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles
para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el
Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida
contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de
palacio.
LA SEPULTURA DEL LOBO
Hubo una vez un lobo muy rico pero muy avaro. Nunca dio ni un poco de
lo mucho que le sobraba. Sintiéndose viejo, empezó a pensar en su propia vida, sentado a la puerta de su casa.
¿Podrías prestarme cuatro medidas de trigo, vecino? Le pregunto el burrito.
Te daré; ocho, si prometes velar por mi sepulcro en las tres noches siguientes a mi entierro.
Murió el lobo pocos días después y el burrito fue a velar en su sepultura. Durante la tercera noche se le unió el pato que no tenia casa. Y juntos estaban
cuando, en medio de una espantosa ráfaga de viento, llego el aguilucho que
les dijo:
Si me dejáis apoderarme del lobo os daré una bolsa de oro.
Será suficiente si llenas una de mis botas. Dijo el pato que era muy astuto.
El aguilucho se marcho para regresar en seguida con un gran saco de oro, que empezó a volcar sobre la bota que el sagaz pato había colocado sobre una
fosa. Como no tenia suela y la fosa estaba vacía no acababa de llenarse. El aguilucho decidió ir entonces en busca de todo el oro del mundo.
Y cuando intentaba cruzar un precipicio con cien bolsas colgando de su pico, fue a estrellarse sin remedio.
Amigo burrito, ya somos ricos. Dijo el pato. La maldad del Aguilucho nos ha beneficiado.
Y todos los pobres de la ciudad. Dijo el borrico, por que con ellos repartiremos el oro.
EL PAPEL Y LA TINTA
Estaba una hoja de papel sobre una mesa, junto a otras
hojas iguales a ella, cuando una pluma, bañada en negrisima
tinta, la mancho llenandola de palabras.
¿No podrias haberme ahorrado esta humillacion? Dijo enojada la hoja de papel a la tinta. Tu negro infernal me ha
arruinado para siempre.
No te he ensuciado. Repuso la tinta. Te he vestido de palabras. Desde ahora ya no eres una hoja de papel, sino un
mensaje. Custodias el pensamiento del hombre. Te has convertido en algo precioso.
En efecto, ordenando el despacho, alguien vio aquellas
hojas esparcidas y las junto para arrojarlas al fuego. Pero reparo en la hoja "sucia" de tinta y la devolvio a su lugar
porque llevaba, bien visible, el mensaje de la palabra.
Luego, arrojo las demas al fuego.
EL NUEVO AMIGO
Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el
viento y Belinda jugaba con unos enanitos en el bosque. De pronto se escucho un largo aullido.
¿Que es eso? Pregunto la niña .
Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le explico el enano sabio.
Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y
Belinda , apenada, pensó que todos eran injustos con la fiera. En un descuido de los enanos, salio, de la casita y dejo
sobre la nieve un cesto de comida.
Al día siguiente ceso de nevar y se calmo el viento. Salio la muchacha a dar un paseo y vio acercarse a un cordero
blanco, precioso.
¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?
Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se lanzo sobre el, alcanzándole una dentellada. La astuta y
maligna madrastra, perdió la piel del animal con que se había disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de
dolor y miedo.
Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió
su corazón estremecido, de gozo, mas que por haberse salvado, por haber ganado un amigo.
EL HONRADO
LEÑADOR
Había una vez un pobre leñador que regresaba a su casa
después de una jornada de duro trabajo. Al cruzar un
puentecillo sobre el río, se le cayo el hacha al agua.
Entonces empezó a lamentarse tristemente: ¿Como me
ganare el sustento ahora que no tengo hacha?
Al instante ¡oh, maravilla! Una bella ninfa aparecía sobre las
aguas y dijo al leñador:
Espera, buen hombre: traeré tu hacha.
Se hundió en la corriente y poco después reaparecía con
un hacha de oro entre las manos. El leñador dijo que aquella no era la suya. Por segunda vez se sumergió la ninfa, para
reaparecer después con otra hacha de plata.
Tampoco es la mía dijo el afligido leñador.
Por tercera vez la ninfa busco bajo el agua. Al reaparecer llevaba un hacha de hierro.
¡Oh gracias, gracias! ¡Esa es la mía!
Pero, por tu honradez, yo te regalo las otras dos. Has
preferido la pobreza a la mentira y te mereces un premio.
EL CABALLO AMAESTRADO
Un ladrón que rondaba en torno a un campamento
militar, robo un hermoso caballo aprovechando la oscuridad de la noche. Por la mañana, cuando se dirigía a la ciudad,
paso por el camino un batallón de dragones que estaba de
maniobras. Al escuchar los tambores, el caballo escapo y, junto a los de las tropa, fue realizando los fabulosos
ejercicios para los que había sido amaestrado.
¡Este caballo es nuestro! Exclamo el capitán de dragones. De lo contrario no sabría realizar los ejercicios. ¿Lo has
robado tu? Le pregunto al ladrón.
¡Oh, yo...! Lo compre en la feria a un tratante...
Entonces, dime como se llama inmediatamente ese
individuo para ir en su busca, pues ya no hay duda que ha
sido robado.
El ladrón se puso nervioso y no acertaba a articular palabra. Al fin, viéndose descubierto, confeso la verdad.
¡Ya me parecía a mí exclamo el capitán Que este noble
animal no podía pertenecer a un rufián como tu!
El ladrón fue detenido, con lo que se demuestra que el
robo y el engaño rara vez quedan sin castigo.
LA RATITA BLANCA
El Hada soberana de las cumbres invito un día a todas las hadas de las
nieves a una fiesta en su palacio. Todas acudieron envueltas en sus capas de armiño y guiando sus carrozas de escarcha. Pero una de ellas, Alba, al oír
llorar a unos niños que vivían en una solitaria cabaña, se detuvo en el camino.
El hada entro en la pobre casa y encendió la chimenea. Los niños, calentándose junto a las llamas, le contaron que sus padres hablan ido a
trabajar a la ciudad y mientras tanto, se morían de frío y miedo.
-Me quedare con vosotros hasta el regreso de vuestros padres -prometió ella.
Y así lo hizo; a la hora de marchar, nerviosa por el castigo que podía imponerle su soberana por la tardanza, olvido la varita mágica en el interior
de la cabaña. El Hada de las cumbres contemplo con enojo a Alba.
Cómo? ,No solo te presentas tarde, sino que además lo haces sin tu varita? ¡Mereces un buen castigo!
Las demás hadas defendían a su compañera en desgracia.
-Ya se que Alba tiene cierta disculpa. Ha faltado, sí, pero por su buen corazón, el castigo no será eterno. Solo durara cien años, durante los cuales
vagara por el mundo convertida en ratita blanca.
Amiguitos, si veis por casualidad a una ratita muy linda y de blancura deslumbrante, sabed que es Alba, nuestra hadita, que todavía no ha cumplido
su castigo...
NUEZ DE ORO
La linda Maria, hija del guardabosques, encontró un día una nuez de oro en medio del sendero.
-Veo que has encontrado mi nuez. Devuélvemela -dijo una voz a su espalda.
María se volvió en redondo y fue a encontrarse frente a un ser diminuto, flaco, vestido con jubón carmesí y un puntia-gudo gorro. Podría haber sido un
niño por el tamaño, pero por la astucia de su rostro comprendió la niña que se trataba de un duendecillo.
-Vamos, devuelve la nuez a su dueño, el Duende de la Floresta -insistió, inclinándose con burla.
-Te la devolveré si sabes cuantos pliegues tiene en la corteza. De lo contrario me la quedaré, la venderé y podré comprar ropas para los niños pobres,
porque el invierno es muy crudo.
-Déjame pensar..., ¡tiene mil ciento y un pliegues!
María los contó. ¡El duendecillo no se había equivocado! Con lágrimas en los ojos, le alargó la nuez.
-Guárdala -le dijo entonces el duende-: tu generosidad me ha conmovido. Cuando necesites algo, pídeselo a la nuez de oro.
Sin más, el duendecillo desapareció.
Misteriosamente, la nuez de oro procuraba ropas y alimentos para todos los pobres de la comarca. Y como María nunca se separaba de ella, en
adelante la llamaron con el encantador nombre de 'Nuez de Oro".
LA OSTRA Y EL
CANGREJO
Una ostra estaba enamorada de la Luna. Cuando su gran disco de plata aparecía en el cielo, se pasaba horas y horas
con las valvas abiertas, mirándola.
Desde su puesto de observación, un cangrejo se dio cuenta de que la ostra se abría completamente en plenilunio
y pensó comérsela.
A la noche siguiente, cuando la ostra se abrió de nuevo,
el cangrejo le echó dentro una piedrecilla.
La ostra, al instante, intento cerrarse, pero el guijarro se lo
impidió.
El astuto cangrejo salió de su escondite, abrió sus afiladas uñas, se abalanzó sobre la inocente ostra y se la
comió.
Así sucede a quien abre la boca para divulgar su secreto: siempre hay un oído que lo apresa.
EL LOBO
Cauto, silencioso, el lobo salió una noche del bosque atraído por el olor del rebaño. Con paso lento se acercó al
redil lleno de ovejas, poniendo atención en donde ponía la pata para no despertar con el más leve ruido al dormido
perro.
Sin embargo, la puso sobre una tabla y la tabla se movió.
Para castigarse por aquel error, el lobo levantó la pata con que habla tropezado y se la mordió hasta hacerse sangre.
¿Verdad, amiguitos, que este lobo fue el mejor juez de sí
mismo?
EL EMIR CAPRICHOSO
Hubo una vez en un lugar de la Arabia un emir sumamente rico y muy caprichoso en el comer. Los mejores cocineros de la región trabajaban para él,
forzando cada día su imaginación para satisfacer sus exigencias.
Harto ya de tiernos faisanes y pescados raros, un día llamó a su cocinero jefe
y le dijo:
-Ahmed, voy a pedirte que me busques algún manjar que no haya probado nunca, porque mi apetito va decayendo. Si quieres seguir a mi servicio,
tendrás que ingeniarte cómo hacerlo.
-Si me ingenio y logro sorprenderos, ¿qué me daréis?
Aquel gran glotón, repuso:
-La mano de mi bellísima hija
Al día siguiente, el propio Ahmed sirvió al Emir en una bandeja de oro, el nuevo manjar. Parecían muslos de ave adornados con una artística guarnición.
Comió el Emir y gritó entusiasmado:
-¡Bravo, Ahmed! Esto es lo más exquisito que he comido nunca. ¿Puedes
decirme qué es?
-El loro viejo que conservabais en su jaula de plata, señor.
-Tunante! Me has engañado. ¡No te casarás con mi hija!
El Gran Visir intervino en el pleito. Y puesto que el Emir había proclamado que el manjar era exquisito, sentenció a favor del cocinero, que
fue dichosísimo con su hermosa princesa.
EL CASTIGO DEL
AVARO
Erase un hombre muy rico, pero también muy avaro. Un
día acudió a la feria, donde le ofrecieron un jamón muy
barato.
-Se, lo compro! Después de todo, hago un negocio, pues con
ese dinero ni patatas hubiera adquirido.
Y se dio el gran atracón de jamón, manjar que nunca
probaba. Resultó que estaba podrido y al día siguiente, aquejado de fuertes dolores, hubo de llamar al médico.
-Qué habéis comido? -le preguntó el galeno
El avaro, entre suspiros, mencionó su compra barata.
-¡Buena la habéis hecho! -se burló el médico-.
Entre la factura de la botica y la mía, caro va a saliros el
jamón podrido.
EL ASNO Y EL HIELO
Era invierno, hacía mucho frío y todos los caminos se hallaban helados. El asnito, que estaba cansado, no se
encontraba con ánimos para caminar hasta el establo.
-¡Ea, aquí me quedo! -se dijo, dejándose caer al suelo. Un
aterido y hambriento gorrioncillo fue a posarse cerca de su oreja y le dijo:
-Asno, buen amigo, tenga cuidado; no estás en el camino,
sino en un lago helado.
-Déjame, tengo sueño ! Y, con un largo bostezo, se quedó
dormido.
Poco a poco, el calor de su cuerpo comenzó a fundir el
hielo hasta que, de pronto, se rompió con un gran chasquido. El asno despertó al caer al agua y empezó a pedir socorro,
pero nadie pudo ayudarle, aunque el gorrión bien lo hubiera querido.
La historia del asnito ahogado debería hacer reflexionar a
muchos holgazanes. Porque la pereza suele traer estas consecuencias.
LA GRATITUD DE LA FIERA
Un pobre esclavo de la antigua Roma, en un descuido de su amo, escapó al bosque. Se llamaba Androcles. Buscando refugio seguro, encontró una cueva. A la débil luz que llegaba del exterior, el muchacho descubrió un
soberbio león. Se lamía la pata derecha y rugía de vez en cuando. Androcles, sin sentir temor, se dijo:
-Este pobre animal debe estar herido. Parece como si el destino me hubiera guiado hasta aquí para que pueda ayudarle. Vamos, amigo, no temas, vamos...
Así, hablándole con suavidad, Androcles venció el recelo de la fiera y tanteó
su herida hasta encontrar una flecha profundamente clavada. Se la extrajo y luego le lavó la herida con agua fresca.
Durante varios días, el león y el hombre compartieron la cueva. Hasta que Androcles, creyendo que ya no le buscarían se decidió a salir. Varios
centuriones romanos armados con sus lanzas cayeron sobre él y le llevaron
prisionero al circo.
Pasados unos días, fue sacado de su pestilente mazmorra.
El recinto estaba lleno a rebosar de gentes ansiosas de contemplar la lucha.
Androcles se aprestó a luchar con el león que se dirigía hacia él. De pronto, con un espantoso rugido, la fiera se detuvo en seco y comenzó a
restregar cariñosamente su cabezota contra el cuerpo del esclavo.
-íSublime! ¡Es sublime! ¡César, perdona al esclavo, pues ha sojuzgado a la
fiera! -gritaron los espectadores
El emperador ordenó que el esclavo fuera puesto en libertad. Lo que todos
ignoraron fue que Androcles no poseía ningún poder especial y que lo ocurrido no era sino la demostración de la gratitud del animal.
EL MUÑECO DE NIEVE
Había dejado de nevar y los niños, ansiosos de libertad,
salieron de casa y empezaron a corretear por la blanca y mullida alfombra recién formada.
La hija del herrero, tomando puñados de nieve con sus
manitas hábiles, se entrego a la tarea de moldearla.
Haré un muñeco como el hermanito que hubiera deseado
tener se dijo.
Le salio un niñito precioso, redondo, con ojos de carbón
y un botón rojo por boca. La pequeña estaba entusiasmada con su obra y convirtió al muñeco en su inseparable
compañero durante los tristes días de aquel invierno. Le hablaba, le mimaba...
Pero pronto los días empezaron a ser mas largos y los
rayos de sol mas calidos... El muñeco se fundió sin dejar mas rastro de su existencia que un charquito con dos
carbones y un botón rojo. La niña lloro con desconsuelo.
Un viejecito, que buscaba en el sol tibieza para su invierno, le dijo dulcemente: Seca tus lagrimas, bonita, por
que acabas de recibir una gran lección: ahora ya sabes que
no debe ponerse el corazón en cosas perecederas.
EL CEDRO VANIDOSO
Erase una vez un cedro satisfecho de su hermosura.
Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus
ramas, que parecía un gigantesco candelabro.
Plantado en mitad del jardín, superaba en altura a todos los demás árboles. Tan bellamente dispuestas estaban sus
ramas, que parecía un gigantesco candelabro.
Si con lo hermoso que soy diera además fruto, se dijo,
ningún árbol del mundo podría compararse conmigo.
Y decidió observar a los otros árboles y hacer lo mismo
con ellos. Por fin, en lo alto de su erguida copa, apunto un
bellísimo fruto.
Tendré que alimentarlo bien para que crezca mucho, se dijo.
Tanto y tanto creció aquel fruto, que se hizo demasiado
grande. La copa del cedro, no pudiendo sostenerlo, se fue doblando; y cuando el fruto maduro, la copa, que era el
orgullo y la gloria del árbol, empezó a tambalearse hasta que
se troncho pesadamente.
¡A cuantos hombres, como el cedro, su demasiada ambición les arruina!
EL VIAJERO EXTRAVIADO
Erase un campesino suizo, de violento carácter, poco simpático
con sus semejantes y cruel con los animales, especialmente los
perros, a los que trataba a pedradas.
Un día de invierno, tuvo que aventurarse en las montañas
nevadas para ir a recoger la herencia de un pariente, pero se perdió
en el camino. Era un día terrible y la tempestad se abatió sobre él.
En medio de la oscuridad, el hombre resbaló y fue a caer al abismo.
Entonces llamó a gritos, pidiendo auxilio, pero nadie llegaba en su
socorro. Tenía una pierna rota y no podía salir de allí por sus
propios medios.
-Dios mío, voy a morir congelado...
-se dijo.
Y de pronto, cuando estaba a punto de perder el conocimiento,
sintió un aliento cálido en su cara. Un hermoso perrazo le estaba
dando calor con inteligencia casi humana. Llevaba una manta en el
lomo y un barrilito de alcohol sujeto al cuello. El campesino se
apresuró a tomar un buen trago y a envolverse en la manta. Después
se tendió sobre la espalda del animal que, trabajosamente, le llevó
hasta lugar habitado, salvándole la vida.
¿Sabéis, amiguitos qué hizo el campesino con su herencia?
Pues fundar un hogar para perros como el que le había salvado,
llamado San Bernardo. Se dice que aquellos animales salvaron
muchas vidas en los inviernos y que adoraban a su dueño...
LA LEONA
Los cazadores, armados de lanzas y de agudos venablos,
se acercaban silenciosamente.
La leona, que estaba amamantando a sus hijitos, sintió el olor y advirtió en seguida el peligro.
Pero ya era demasiado tarde: los cazadores estaban ante
ella, dispuestos a herirla.
A la vista de aquellas armas, la leona, aterrada, quiso
escapar. Y de repente pensó que sus hijitos quedarían
entonces a merced de los cazadores. Decidida a todo por defenderlos, bajó la mirada para no ver las amenazadoras
puntas de aquellos hierros y, dando un salto desesperado, se lanzó sobre ellos, poniéndolos en fuga.
Su extraordinario coraje la salvó a ella y salvó a sus
pequeñuelos. Porque nada hay imposible cuando el amor guía las acciones.
PIEL DE OSO
Un joven soldado que atravesaba un bosque, fue a encontrarse con un mago. Este le dijo:
-Si eres valiente, dispara contra el oso que está a tu espalda.
El joven disparó el arma y la piel del oso cayó al suelo. Este desapareció entre los árboles.
-Si llevas esa piel durante tres años seguidos -le dijo el mago- te daré una bolsa de monedas de oro que nunca
quedará vacía. ¿Qué decides?
El joven se mostró de acuerdo. Disfrazado de oso y con dinero abundante, empezó a recorrer el mundo.
De todas partes le echaban a pedradas. Sólo Ilse, la hermosa hija de un posadero, se apiadó de él y le dio de
comer.
-Eres bella y buena, ¿quieres ser mi prometida? -dijo él.
-Sí, porque me necesitas, ya que no puedes valerte por ti mismo -repuso llse.
El soldado, enamorado de la joven, deseaba que el tiempo pasase pronto para librarse de su disfraz.
Transcurridos los tres años, fue en busca del mago.
-Veo que has cumplido tu promesa -dijo éste-.
Yo también cumpliré la mía. Quédate con la bolsa de oro, que nunca se vaciará y sé feliz.
En todo aquel tiempo, llse lloraba con desconsuelo.
-Mi novio se ha ido y no sé dónde está.
-Eres tonta -le decía la gente-; siendo tan hermosa, encontrarás otro novio mejor.
-Sólo me casaré con "Piel de Oso"
-respondía ella.
Entonces apareció un apuesto soldado y pidió al posadero la mano de su hija. Como la muchacha se
negara a aceptarle, él dijo sonriente:
-¿No te dice el corazón que "Piel de Oso" soy yo?
Se casaron y no sólo ellos fueron felices sino que, con su generosidad, hicieron también dichosos a los
pobres de la ciudad.
EL AVARO MERCADER
Erase un mercader tan avaro que, para ahorrarse la
comida de su asno, al que hacía trabajar duramente en el
transporte de mercancías, le cubría la cabeza con una piel de león y como la gente huía asustada, el asno podía pastar en
los campos de alfalfa.
Un día los campesinos decidieron armarse de palos y hacer frente al león. El pobre asno, que estaba dándose el
gran atracón, rebuznó espantado al ver el número de sus
enemigos.
-Es un borrico! -dijeron los campesinos-.
Pero la culpa del engaño debe ser cosa de su amo.
Sigámosle y descubriremos al tunante.
El pobre asno emprendió la gran carrera hasta la cuadra
del mercader; y tras él llegaron los campesinos armados con sus palos propinando tal paliza al avaro, que en varios días
no pudo moverse. Al menos la lección sirvió para que aquel avaricioso alimentase a su asno con pienso comprado con el
dinero que el fiel animal le daba a ganar.
LA HUMILDE FLOR
Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas
las flores.
Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó
repetidamente con voz temblorosa:
-i No me olvides! ¡No me olvides!
Como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando
el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres
estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor la consoló así:
-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides".
Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la
sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos.
Así nació el "nomeolvides" o miosota, pequeña florecilla
de color azul y rojo.
EL AVARO MERCADER
Erase un mercader tan avaro que, para ahorrarse la
comida de su asno, al que hacía trabajar duramente en el transporte de mercancías, le cubría la cabeza con una piel de
león y como la gente huía asustada, el asno podía pastar en los campos de alfalfa.
Un día los campesinos decidieron armarse de palos y
hacer frente al león. El pobre asno, que estaba dándose el
gran atracón, rebuznó espantado al ver el número de sus enemigos.
-Es un borrico! -dijeron los campesinos-.
Pero la culpa del engaño debe ser cosa de su amo.
Sigámosle y descubriremos al tunante.
El pobre asno emprendió la gran carrera hasta la cuadra del mercader; y tras él llegaron los campesinos armados con
sus palos propinando tal paliza al avaro, que en varios días no pudo moverse. Al menos la lección sirvió para que aquel
avaricioso alimentase a su asno con pienso comprado con el
dinero que el fiel animal le daba a ganar.
LA HUMILDE FLOR
Cuando Dios creó el mundo, dio nombre y color a todas
las flores.
Y sucedió que una florecita pequeña le suplicó repetidamente con voz temblorosa:
-i No me olvides! ¡No me olvides!
Como su voz era tan fina, Dios no la oía. Por fin, cuando el Creador hubo terminado su tarea, pudo escuchar aquella
vocecilla y se volvió hacia la planta. Mas todos los nombres estaban ya dados. La plantita no cesaba de llorar y el Señor
la consoló así:
-No tengo nombre para ti, pero te llamarás "Nomeolvides".
Y por colores te daré el azul del cielo y el rojo de la sangre. Consolarás a los vivos y acompañaras a los muertos.
Así nació el "nomeolvides" o miosota, pequeña florecilla
de color azul y rojo.
SECRETO A VOCES
Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería
saberlo todo, pero no sabía guardar un secreto.
-Qué hablabas con el Gobernador?
-le preguntó a su padre, después de observar una larga conversación entre los dos hombres.
-Estábamos tratando del gran reloj que mañana, a las doce,
vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no debes divulgarlo.
Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente
estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela para ver colocar el reloj en el ayuntamiento.
¡Ay!, el tal reloj no existía. El Alcalde quiso dar una
lección a su hija y en verdad que fue dura, pues las niñas del pueblo estuvieron mofándose de ella durante varios años.
Eso sí, le sirvió para saber callar a tiempo.
LA VENTA DEL ASNO
Erase un chicuelo astuto que salió un día de casa dispuesto a vender a buen precio un asno astroso. Con las tijeras le hizo caprichosos dibujos en
ancas y cabeza y luego le cubrió con una albarda recamada de oro. Dorados cascabeles pendían de los adornos, poniendo música a su paso.
Viendo pasar el animal tan ricamente enjaezado, el alfarero llamó a su dueño:
-Qué quieres por tu asno muchacho?
-iAh, señor, no está en venta! Es como de la familia y no podría separarme de él, aunque siento disgustaros...
Tan buena maña se dio el chicuelo, que consiguió el alto precio que se había propuesto. Soltó el borrico, tomó el dinero y puso tierra por medio.
La gente del pueblo se fue arremolinando en torno al elegante asnito.
¡Que elegancia! ¡Qué lujo! -decían las mujeres.
-El caso es... -opuso tímidamente el panadero-, que lo importante no es el
traje, sino lo que va dentro.
-insinúas que el borrico no es bueno? -preguntó molesto el alfarero.
Y para demostrar su buen ojo en materia de adquisiciones, arrancó de golpe la albarda del animal. Los vecinos estallaron en carcajadas. Al
carnicero, que era muy gordo, la barriga se le bamboleaba de tanto reír. Porque debajo de tanto adorno, cascabel y lazo no aparecieron más que
cicatrices y la agrietada piel de un jumento que se caía de viejo.
El alfarero, avergonzado, reconoció:
-Para borrico, yo!