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Gioconda Herrera Mosquera, editora Antología Género FLACSO - ECUADOR JUNTA DE ANDALUCIA

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Page 1: Antología Género · Esta antología recoge textos que desde variadas disciplinas, posiciones teóricas y formas de abordar la dife-rencia sexual, están aportando para la definición

Gioconda Herrera Mosquera, editora

Antología Género

FLACSO - ECUADORJUNTA DE ANDALUCIA

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© 2001 FLACSO, Sede EcuadorPáez N19-26 y Patria, Quito – EcuadorTélf.: (593-2) 232030Fax: (593-2) 566139

ISBNCoordinación editorial: Alicia TorresCorrección de textos: Diseño de portada y páginas interiores: Antonio Mena / Juan MéndezImpresión: RISPERGRAFQuito, Ecuador, 2001

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Índice

Estudio introductorio

Los estudios de género en el Ecuador:entre el conocimiento y el reconocimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Gioconda Herrera Mosquera

Bibliografía temática . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61

Artículos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 77

Interacciones

Alimentación, género y pobreza en los Andes Ecuatorianos.Práctica: vida en la cocina . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81Mary J. Weismantel

Relaciones de género y violencia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115Gloria Camacho

Instituciones Sociales

La imbecilidad y el coraje.La participación femenina en la economía colonial(Quito, 1780-1830) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 179Christiana Borchart de Moreno

Género, raza y nación: La protección a la infanciaen el Ecuador (1910 – 1945) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 197Kim Clark

Políticas neoliberales frente al trabajo femenino, Ecuador 1984-1988 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 227Magdalena León Trujillo

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Ajuste desde la base: mujeres de bajos ingresos, tiempoy triple rol en Guayaquil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 275Caroline 0. N. Moser

Organizaciones de mujeres reforma neoliberaly políticas de consumo en el Ecuador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 295Amy Lind

Representaciones

El muro interior . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 325María Cuvi SánchezAlexandra Martínez Flores

Educación e Imágenes de Mujer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165Ana María Goetschel

La interpenetración de género y etnicidad: nuevas autorepresentacionesde la mujer indígena en el contexto urbano de Quito . . . . . . . . . . . . . 355Mary Crain

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Luego de treinta años de haber sido acuñada como categoría de análisis socialen la academia anglosajona, el género es todavía un campo de saber en construc-ción dentro de las Ciencias Sociales ecuatorianas. Esta antología recoge textosque desde variadas disciplinas, posiciones teóricas y formas de abordar la dife-rencia sexual, están aportando para la definición de este campo de saber, enten-dido como un espacio de producción de conocimiento con un objeto de estu-dio propio; a entender la indagación sobre el sentido atribuido a lo masculinoy lo femenino en determinado contexto cultural e histórico, su expresión en lasestructuras sociales, las instituciones, las normas y los símbolos, y sobre la for-ma en que estas construcciones culturales otorgan significado a determinadasrelaciones de poder.2

Al igual que en muchos países latinoamericanos, en el Ecuador los estu-dios de género se caracterizan por una débil institucionalización en los centrosacadémicos y una producción que proviene más bien de espacios extra acadé-micos.3 Si bien en la década de los ochenta surge la preocupación por abordarlas cuestiones de las mujeres con cierta especificidad, esta iniciativa es asumidamás bien por algunos centros y organizaciones no gubernamentales vinculados

Los estudios de género en el Ecuador:entre el conocimiento y el reconocimiento1

Gioconda Herrera Mosquera

1 Quiero agradecer a Mercedes Prieto, María Cuvi, Kattya Hernández y Magdalena León, por sus comen-tarios que enriquecieron considerablemente la versión final de este texto.

2 Sigo la definición de Joan Scott (1988).

3 A diferencia de lo que ocurre en los países anglosajones en donde paralelamente al auge del movimien-to feminista en los setenta, se produce un debate conceptual y político por la incorporación del género

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al trabajo por la defensa de los derechos de las mujeres, que empiezan a ver lanecesidad de contar con un acervo de conocimientos específicos que oriente suaccionar.4 La temática es trabajada en los centros de investigación y en las uni-versidades ecuatorianas de manera muy aislada.5

A partir de los noventa hace su aparición un conjunto de investigacionesrealizadas dentro y fuera del país, que aborda distintas dimensiones de las rela-ciones de género. Esta producción se origina en diversas fuentes: investigadorasextranjeras provenientes de universidades europeas y norteamericanas; centrosde investigación aplicada que trabajan en el país, y de manera más tímida, in-vestigadoras nacionales vinculadas a centros de educación superior.

En el presente estudio introductorio hago un recuento de la trayectoria delos estudios de género en la década de los noventa, con el objeto de delimitarlas características de las principales fuentes que alimentan la construcción deeste campo de saber y las temáticas a las que se han dado prioridad en las in-vestigaciones realizadas en ese momento. Este recorrido por los campos de pro-ducción de las investigaciones de género se vuelve necesario si partimos porasumir el carácter fundamentalmente inestable y cambiante de la categoría gé-nero. Por un lado, el sentido atribuido al género ha variado considerablemen-te en los últimos veinte años, muy a la par con las discusiones teóricas levanta-das desde los feminismos.6 Y, por otro, sus usos han sido también diversos, handependido de los sujetos a los que se ha buscado interpelar con este concepto;desde qué espacios se producen los discursos sobre género, y los fines persegui-dos con la producción de conocimientos sobre este asunto. En otras palabras,los significados de la dimensión de género no sólo siguen en disputa en la teo-ría feminista sino que las interpretaciones académicas de las relaciones de gé-nero varían según el espacio cultural y social desde donde surjan y los actoresque las produzcan.

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como categoría analítica en la academia. Para un balance de los estudios de la mujer y de género en Amé-rica Latina, ver: Gloria Bonder (1998). Esta compilación recoge estudios sobre Argentina, Brasil, Chile,República Dominicana, México, Paraguay, Perú, Costa Rica y Puerto Rico. Ver también PIEG-Univer-sidad de Chile (1998).

4 En los ochenta y hasta bien entrada la década de noventa, se habla más bien de “investigaciones sobre lamujer” más que de género.

5 El Centro de Planificación y Estudios Sociales -CEPLAES- constituye una excepción, pues a principiosde los ochenta impulsa una línea de trabajo alrededor de temas vinculados con la situación y condiciónde las mujeres desde la discusión agraria.

6 Para una revisión de la trayectoria de la categoría de género en la academia anglosajona ver: GiocondaHerrera (1998).

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La última constatación parece especialmente pertinente para volver máscompleja la recepción de la dimensión de género en los estudios sociales en elpaís; se trata de entender cuáles han sido los focos de atención, qué sujetos hansido interpelados en estas investigaciones y qué tipo de temáticas han estado au-sentes. La primera parte de esta introducción la dedico al análisis de estos cam-pos de producción de conocimiento sobre las relaciones de género.

En una segunda parte me centro en el análisis de las principales temáticasabordadas en los estudios sobre relaciones de género en el Ecuador, en torno acinco ejes. En primer lugar, las investigaciones que privilegian el análisis de loprivado como un espacio fundamental para entender la dinámica de las relacio-nes de género en la sociedad: la familia, el matrimonio, la intimidad, la sexua-lidad. En segundo lugar, ubico los estudios que tratan sobre jerarquías y discri-minaciones en el espacio público predominantemente en el ámbito urbano: laparticipación política de las mujeres, su lugar en el mercado laboral, el impac-to de las políticas económicas sobre su condición. Una tercera sección está de-dicada a la reflexión en torno a la redefinición de algunas categorías de análisisy temáticas dentro de los estudios agrarios a partir del género; en una cuartaparte reviso la articulación entre género y etnicidad, y por último, hago un bre-ve recuento de los aportes realizados desde el campo de la Historia. A modo deconclusión, ofrezco algunos de los posibles caminos que puede tomar la inves-tigación en función de los vacíos existentes y de la especificidad de las cuestio-nes de género en el país.

Los textos antologados en este libro son una muestras de los cinco ejestrabajados en este estudio introductorio, sin embargo éstos han sido clasifica-dos de una manera diferente. Así, una primera sección -interacciones- reúnetrabajos que han centrado su análisis en la construcción de las relaciones y asi-metrías de género en las interacciones sociales y los procesos de socialización.Una segunda parte -instituciones- agrupa trabajos que auscultan el papel de di-versas instituciones sociales -el mercado, el Estado y sus políticas, las agenciasinternacionales- en la constitución de determinadas configuraciones de géne-ro y cómo las dinámicas de estas instituciones afectan y producen respuestasen los actores sociales, en este caso las mujeres. La tercera sección -Imágenes-agrupa trabajos que analizan discursos y representaciones de género en diver-sos espacios.

Como toda clasificación, ésta es arbitraria, algunos de los trabajos selec-cionados podrían pertenecer a dos secciones al mismo tiempo, sin embargo, de

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alguna manera la que aquí presento, permite delinear las principales entradasdesde las cuales se han estudiado a las mujeres y hombres en el Ecuador.

Los campos de producción de conocimientosobre género en el Ecuador

Hacer investigación de género en el Ecuador ha presentado al menos tres tiposde tensiones: en primer lugar, ha significado para muchas investigadoras e in-vestigadores la adopción de marcos conceptuales y metodológicos provenientesde varias disciplinas sociales, fundamentalmente por la necesidad de contar conherramientas de análisis que permitan dar cuenta de mejor manera de los fenó-menos analizados. Así, muchas de las investigaciones se sitúan en la fronteraentre disciplinas sociales, han sido escritas desde la Sociología, la Antropología,la Historia si me refiero solamente a las Ciencias Sociales. Puesto que se reco-noce que las asimetrías de género atraviesan todos los espacios sociales, inclui-dos aquellos donde se produce conocimiento, este ejercicio consciente o in-consciente de traspasar fronteras y buscar la interdisciplinariedad ha sido unaconstante. Sin embargo, estos intentos deben enfrentar la mayoría de las veces,una tradición docente e investigativa en el país que más bien refuerza la com-partimentalización entre disciplinas, de allí que muchos de estos esfuerzos nologren realmente tender los puentes interdisciplinarios y más bien permanez-can en el interior de sus respectivas ciencias de origen, lo cual se traduce en unaproducción investigativa más bien dispersa y que se comunica poco entre sí.Por ejemplo, los estudios de género y desarrollo rara vez dialogan con la pro-ducción histórica.

En segundo lugar, las investigaciones de género no sólo han buscado pro-ducir conocimiento sino también reconocimiento sobre determinadas estructu-ras de desigualdad, en ese sentido, las fronteras entre discurso académico y nor-mativo son frecuentemente difusas. Se podría decir inclusive que esta caracte-rística fue la que dio nacimiento a las investigaciones de género; se trataba deconocer para reconocer. Gran parte de las investigaciones realizadas han estadomarcadas por este objetivo de visibilización y si bien se han producido aportesimportantes para colocar las desigualdades de género como una dimensión re-levante del análisis social, este posicionamiento no siempre ha estado acompa-ñado de rigurosidad analítica, y se ha establecido una sobreposición del discur-

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so normativo en la complejidad de la realidad social. Lo expuesto responde engran medida, a la ausencia de una discusión teórica sostenida desde las Cien-cias Sociales ecuatorianas sobre el género como categoría analítica, los acerca-mientos se han producido más bien a través de la práctica del desarrollo y delas políticas públicas, discursos que por su propia razón de ser son eminente-mente normativos. Me refiero al hecho de que el desarrollo y las políticas pú-blicas son espacios de conocimiento que se basan en una determinada visióndel mundo y en un “deber ser”, que se hallan generalmente en disputa, y cons-tituyen objeto de cuestionamiento por parte del análisis de género. Por tanto,las reflexiones en estos campos van a privilegiar un tipo de conocimiento queoriente la acción y la intervención por parte del aparato institucional a partirde la identificación de ejes clave con miras a cambiar una situación dada, másno entran necesariamente en una labor de profundización sobre la complejidadde la realidad social y sus múltiples significados.

Por último y derivado de todo lo anterior, en la década pasada se empie-za a plantear como pregunta central en los análisis del género, el reto de cómoabordar la irreductible diversidad de configuraciones de género en nuestra so-ciedad. Diferencias y jerarquías culturales, sociales y económicas, además dedistintas concepciones del tiempo y del espacio atentan contra cualquier homo-geneización de las situaciones de vida de las mujeres y más aún de las relacio-nes de género. Esto condujo a replantear el uso mismo de la categoría “género”y a promover una visión más integral que articulara varias dimensiones de aná-lisis de la desigualdad social: la clase social, la etnicidad, la raza. Pero dicha ar-ticulación encuentra dificultades al momento de hacer investigaciones, en par-te debido a la falta de precisión conceptual sobre lo que significa mirar a las re-laciones de género dentro de un conjunto de dimensiones sociales diversas, yporque la práctica investigativa tiende a diluirlas al invisibilizar su especificidad.

Sin embargo, estas mismas tensiones no necesariamente son limitaciones,pueden constituirse en los cimientos de nuevas interpretaciones sociales: el gé-nero tiene la potencialidad de convertirse en el eje articulador de cualquier en-foque multidisciplinario, permite con ello una mejor aproximación a la com-plejidad del tejido social en general y a la desigualdad social en particular; la su-perposición de elementos interpretativos y normativos puede derivar, si es asu-mida, en un reconocimiento explícito del sesgo y marca del/la investigador/rasobre su objeto de estudio, es decir, volver manifiesto su posicionamiento en re-lación a los actores y discursos que interpela; finalmente, el género como cate-

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goría de análisis puede actuar como un filtro desde el cual se interpreten cues-tiones que no necesariamente se limiten al sentido que asuman las actividadesde hombres y mujeres en determinado espacio social sino que revelen dinámi-cas sociales, institucionales y políticas más globales. Estas consideraciones al-canzarán a potenciarse únicamente si el género conserva la dimensión crítico-cultural que las originó, es decir si se reconocen y se nutren del campo teóricofeminista y al mismo tiempo, si las investigaciones desarrolladas contribuyen aalimentar la definición de ese campo teórico desde nuestras propias sociedadesy culturas.7

A pesar de la diversidad de aproximaciones desde las cuales se han abor-dado las cuestiones de género en el país, puedo decir que un elemento en co-mún de toda la producción es precisamente que sus limitaciones y potenciali-dades interpretativas están atravesadas implícita o explícitamente por estas trestensiones: interdisciplinariedad vs compartimentalización; discurso normativoy analítico; universalismo y diferencia en el análisis de género. En este puntome interesa indagar en torno a las diversas formas en que se manifiestan estastensiones, para ello, una de las entradas consiste en definir los campos de pro-ducción de los estudios de género, es decir ubicar desde qué espacios se ha pen-sado el género, cómo se han construido los sujetos de estudio, qué relaciones sehan establecido entre las investigadoras e investigadores y sus temáticas.

Haré referencia a tres campos de producción: investigaciones elaboradasen universidades europeas y norteamericanas, que me parece constituyen uncampo separado que no necesariamente dialoga con la producción nacional; es-tudios provenientes de la investigación aplicada, los más numerosos en el país,elaborados generalmente en ONG y fundaciones cuyas actividades giran entorno a la defensa de los derechos humanos de las mujeres, e investigacionesproducidas en instituciones académicas nacionales, éstas son las más escasas de-bido principalmente a la casi inexistente institucionalización de los estudios degénero en las universidades ecuatorianas. Cada uno de estos campos ha privile-giado determinados temas, actores y perspectivas de análisis en función de susintereses y objetivos; lo que intento argumentar es en primer lugar, que el gé-nero adquiere un significado distinto según el campo donde se lo produzca,

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7 Al respecto Katya Araujo (1998: 5) propone trabajar el carácter de “In-disciplina” de los estudios de gé-nero como un llamado a reconocer la tensión entre la apuesta ética y la pregunta política dentro del fe-minismo y las interrogantes que plantea respecto a las relaciones de poder, al interior del campo y en elacto mismo de producción de éste.

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luego, que existe poca comunicación entre estos tres campos y por último, queesto restringe la legitimidad del área de estudios de género dentro de las Cien-cias Sociales ecuatorianas.

Las mujeres y las relaciones de género en el Ecuadorvistas desde la academia del norte

Desde inicios de los años ochenta la Antropología ha sido la disciplina que haproducido la mayor cantidad de trabajos sobre mujeres y relaciones de género.Por una combinación entre el sesgo disciplinario, el estudio del “otro”, enten-dido como lo indígena en el caso del Ecuador, y las “ventajas comparativas” queofrece el país en relación con el resto de América Latina -me refiero a su altapoblación indígena- ha sido el sujeto mujer rural y luego mujer indígena el quemás se ha estudiado en la academia norteamericana y europea. Es decir, elEcuador se constituyó en un espacio de investigación de las relaciones de géne-ro en tanto ofrecía la posibilidad de estudiarlas conjuntamente con la etnicidad,entendida fundamentalmente como una dimensión de análisis que recupereelementos de las culturas indígenas y no de la dieversidad étnica del país.8 Fue-ra de esta articulación, muy pocos son los temas considerados relevantes para eldiscurso académico extranjero. Desde el trabajo pionero de Kristi Anne Stolen(1987), con el que puedo decir arrancan los esfuerzos por otorgar especificidada las relaciones de género en el análisis, pasando por los estudios de Mary Weis-mantel (1994), Sarah Hamilton (1998), Mary Crain (1991, 1996), Marie Pe-rruchon y Michel Perrin (1997), entre otros, son las mujeres indígenas en di-versos contextos socio-culturales las que han sido analizadas.9

Los enfoques han sido diversos, desde perspectivas estructuralistas co-mo las de Weismantel, hasta posturas que más bien se concentran en analizarla etnicidad y su articulación con las identidades de género como construccio-nes sociales inestables y cambiantes, como lo hace Crain. Independientemente

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8 Me refiero a que no se han realizado estudios de género entre minorías étnicas producto de migracionesinternacionales al país: europea, árabe, judía, koreana, china; y existen muy pocos acercamientos a la po-blación afro ecuatoriana.

9 Vale la pena mencionar, como una excepción a la regla, los trabajos de Paloma Fernández Rasines (1999)y el de María Eugenia Chaves (2000). Las dos investigaciones enfocan sus trabajos en mujeres afroecua-torianas.

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de la perspectiva adoptada, el punto en común ha sido la construcción de dis-cursos en torno a la mujer indígena. Contrariamente a lo que sucede en el ca-so de la producción nacional, como se verá más delante, los puntos de partiday los objetivos de estos trabajos tienen poca relación con las dinámicas socialesy políticas, tanto del movimiento de mujeres como del país en general. En al-gunos casos, estos estudios responden a un afán por conocer y reconocer la “di-ferencia” para alimentar un discurso crítico en sus propios espacios de moder-nidad. En otros, estas investigaciones han servido para ilustrar-demostrar-criti-car debates dentro de la disciplina, por ejemplo, cómo redefinir la relación en-tre subordinaciones de género y discriminaciones étnicas en contextos socio-culturales distintos a los dominantes en sus entornos. En general, se han man-tenido alejados de las discusiones en torno a la multiplicidad de interpretacio-nes de los procesos sociales ecuatorianos o andinos. Los aportes de estosdesarrollos al conocimiento de las relaciones étnicas y de género son muy nu-merosos y no han sido trabajados suficientemente ni discutidos por la comuni-dad académica local.

La Historia ha sido la segunda disciplina que ha construido un discursode género y etnicidad. Aquí también son las mujeres indígenas las que apare-cen como los sujetos privilegiados de análisis (Poloni 1992). Se trata de visibi-lizar su papel más que el de cualquier otro actor social. A diferencia de otrospaíses de América Latina, sobre los que se han producido estudios acerca de lostempranos movimientos femeninos sufragistas, las mujeres intelectuales o el rolde las mujeres en la vida colonial,10 las historiadoras e historiadores europeos ynorteamericanos no han puesto su mirada en mujeres de clase media o alta,confirmando así de alguna manera, la tendencia del discurso metropolitano so-bre el Ecuador, de construirnos en función de un “otro étnico” ajeno a Occi-dente.11

Un tercer conjunto de trabajos de carácter más bien sociológico, lo con-forman los estudios de Caroline Moser (1992) y Amy Lind (1994), que desdedistintas perspectivas teóricas, han centrado sus investigaciones en mujeres desectores populares urbanos. El impacto del ajuste estructural en la vida de lasmujeres pobres, la reestructuración del Estado y las nuevas formas de participa-

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10 Algunos ejemplos son las compilaciones de Asunción Lavrin (1989); de Elizabeth Dore y Maxine Mo-lineux (2000); Margarita Zegarra (1999).

11 Los trabajos de Bernard Lavalle (1999) que contienen algunos estudios de caso sobre la Real Audienciade Quito son una excepción.

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ción política han sido los temas estudiados. Estos análisis se han enmarcado enlos debates acerca de la articulación de las cuestiones de género a los estudiossobre desarrollo, los cambios globales de la economía y del Estado en AméricaLatina. Estos temas han sido igualmente tratados por algunas investigadorasecuatorianas lo que ha permitido cierta continuidad en la reflexión; en ciertaforma, estas fueron temáticas que se integraron con mayor fluidez a las cuestio-nes planteadas en el ámbito local (Rodríguez 1993; Palán 1993).

La investigación aplicada sobre mujeres y género

La situación de subordinación de las mujeres en la sociedad ecuatoriana ha si-do, en los últimos diez años, un propulsor de acción y de reflexión para la ac-ción, en menor medida de investigación sostenida. Es innegable que las mu-jeres de clase media, de sectores populares, indígenas, negras, han colocadonuevos debates y demandas en la esfera pública desde diversos espacios, condistintos niveles de legitimidad. Sin embargo, estos procesos no siempre hanestado acompañados de reflexiones sostenidas por parte de las Ciencias Socia-les. De alguna manera la acción ha rebasado la reflexión. El conocimiento y lainvestigación sobre este proceso de irrupción de las demandas de las mujereses un fenómeno más reciente que encuentra todavía algunas limitaciones, de-rivadas de la tensión entre la necesidad de visibilización y legitimación haciafuera y la producción de investigaciones críticas y autocríticas sobre el mismoproceso.

En las décadas de los ochenta y noventa, ONG y fundaciones dedicadasa trabajar en favor de los derechos de las mujeres, con perspectivas feministasmás o menos acentuadas, produjeron varios estudios sobre la situación y con-dición desigual de las mujeres en diversos campos del desarrollo. Los estudiossociológicos y antropológicos sobre mujeres y relaciones de género producto deeste quehacer, han tenido generalmente un uso político o instrumental; se con-virtieron en parte integral de proyectos de intervención o legitimaron accionesy demandas políticas de los movimientos de mujeres hacia el Estado. Se cuen-ta con numerosos diagnósticos, informes, memorias de talleres, encuentros ypaneles sobre diversos temas que constituyen importante materia prima, en tér-minos de información sobre determinados procesos sociales y políticos y sobrelo que ha significado la inserción de la categoría de género en el trabajo de de-

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sarrollo en el país.12 Esta información no ha sido explotada y ha constituido ma-teria de poca reflexión por parte de la Sociología, de la Antropología y la Cien-cia Política en el país, a pesar de las numerosas experiencias y dificultades de-tectadas en esos campos.13

Gracias a la experiencia acumulada, sin embargo, ciertas cuestiones han si-do motivo de reflexiones más sostenidas. Es el caso de la violencia intrafamiliar,tema en torno al cual se concentraron muchas de las acciones y que ha produ-cido estudios desde distintas disciplinas. Si bien han sido las perspectivas legaly de salud las que han predominado, la violencia doméstica ha constituido tam-bién el propulsor de las primeras investigaciones sociales que se plantearon deforma sistemática la adopción de una perspectiva de género en sus interpreta-ciones;14 en ese sentido, es también un termómetro para medir los avances enla reflexión sobre las identidades de género. En efecto, desde el trabajo de Kris-ti Anne Stolen (1987), pasando por la investigación de Gloria Camacho (1996)hasta los estudios del CEPAM y particularmente, el trabajo de Ardaya y Ernst(2000) el camino recorrido ha demostrado la necesidad de ir más allá de la de-nuncia y visibilización al análisis de la complejidad del fenómeno y su multi-causalidad. Las reflexiones han empezado a buscar explicaciones integrales quevinculen la problemática con otras manifestaciones de exclusión.

Otro importante espacio de producción de información sobre relacionesde género en el país lo constituyen las agencias internacionales. Se han realiza-do varios estudios en el marco de las agendas que han recibido prioridad porparte de estos organismos en el ámbito regional, este es el caso sobre todo en el

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12 Me refiero al trabajo de centros como el CEIME, el CEPAM-Quito, CEPAM-Guayaquil, SENDAS, elTaller Comunicación Mujer, CEDIME, entre otros.

13 Sería interesante por ejemplo, reflexionar en torno al origen y carácter del trabajo de género y desarro-llo en el país tomando en cuenta la división entre organizaciones que se centran en sectores urbanos yaquellas que desarrollan sus actividades en el ámbito rural. Las primeras son organizaciones que surgende una práctica feminista más o menos acentuada entre sus integrantes; en contraste, el género pareceingresar al mundo rural como producto de un cambio al interior de las agencias y ONG, ya sea comocuestionamiento a sus prácticas anteriores o como condicionamiento de las financieras. De alguna ma-nera, el tipo de acción y de reflexión producidas en estos ámbitos argumenta la intervención con pers-pectiva de género en términos “técnicos” más que políticos. Habría que preguntarse cómo las formas deinserción del enfoque de género a las prácticas del desarrollo han variado de acuerdo al tipo de actor queha emprendido estos procesos y cuáles han sido los productos obtenidos, en términos de una agenda fe-minista de cambio. En todo caso, la experiencia está allí para ser reflexionada.

14 Para estudios desde las perspectivas legal, de salud y la sistematización de experiencias de intervención,ver Guadalupe León ( 1995); Tatiana Cordero (1995) Cecilia Tamayo (1998); Beatriz Orellana (1999);Organización Panamericana de la Salud (1999); Lilia Rodríguez (1998).

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área de desarrollo rural: temas como el de la seguridad alimentaria, agrofores-tería y biodiversidad dominan la producción nacional en el área de género y de-sarrollo.15 La violencia intrafamiliar es también un asunto prioritario abordadodesde las agencias internacionales.16 El denominador común de estos trabajos,producto generalmente de consultorías relativamente cortas, consiste en quegeneralmente forman parte de un protocolo regional; se trata de estudios de ca-so que responden a preguntas investigativas y metodologías formuladas por loscentros y por tanto, existe muy poco margen de interpretación de la informa-ción más allá de los objetivos institucionales para los cuales ha sido requeridoel estudio y de negociación sobre la pertinencia de los contenidos de la investi-gación para el caso nacional. Además, las investigaciones locales rara vez discu-ten sus hallazgos con sus contrapartes en los otros países, por lo que las posibi-lidades de explotar comparativamente las semejanzas y diferencias entre los ca-sos son escasas. En todo caso, son contribuciones importantes al conocimientode cuestiones específicas en las temáticas de género y desarrollo.

Vale la pena resaltar la estrecha relación entre los temas trabajados por lasinvestigadoras e investigadores locales y las agendas de desarrollo internacional,debido -supongo- en gran parte, a las posibilidades de financiamiento.17 Estosin embargo, contrasta con la escasa comunicación mantenida con la comuni-dad académica internacional en los temas de género y desarrollo en y sobreAmérica Latina. Un ejemplo muy ilustrativo de esta tendencia es precisamentela ausencia de reflexión entre la comunidad local de la articulación entre géne-ro y etnicidad;18 en el discurso del desarrollo, las mujeres indígenas son aborda-das en tanto representan uno de los segmentos poblacionales más pobres delpaís y por tanto sujetos prioritarios de intervención estatal o paraestatal.19 Enese sentido, uno de los retos más urgentes para la comunidad académica local

Los estudios de género en el Ecuador 19

15 Ver los trabajos de María Cuvi (1992,1996); Ineke Van de Pol (1996); Rosa Jordán y Jenny Valencia(1996), BID-IICA (1993), entre otros.

16 Ver OPS (1999) y el diagnóstico realizado por el Banco Mundial (2000).

17 Un producto de esta relación es la conformación de redes sectoriales regionales de género y salud; géne-ro y ambiente para sólo dar dos ejemplos. Curiosamente, esta mayor especialización ha implicado lacreación de nichos con menor comunicación entre ellos: las especialistas en salud no conocen ni discu-ten los enfoques de género de las especialistas en ambiente, etc.

18 Un primer paso en ese sentido es el trabajo de Cervone et. al. (1998) que retomo bajo el subtítulo “Gé-nero y etnicidad: el dilema de su articulación” de este estudio introductorio.

19 En esa perspectiva se inscriben los trabajos estadísticos de SIISE-UNIFEM (1998).

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lo constituye precisamente encontrar el puente que articule la reflexión entreetnicidad, desarrollo y género, que cualifique la relación entre pobreza, etnici-dad y género, que discuta la misma aplicación de los conceptos utilizados porel discurso del desarrollo para la interpretación de las prácticas sociales de hom-bres y mujeres “pobres” en el país.

Otra forma de entender la dinámica de funcionamiento del campo quehe denominado de investigación aplicada se la consigue a través de los grandestemas ausentes; el más evidente es la escasa reflexión acerca del movimiento demujeres como movimiento social en el país. En efecto, si bien desde la segun-da mitad de los ochenta las organizaciones de mujeres, tanto populares comode clase media, han logrado cierto protagonismo en la esfera pública, ya sea porsu participación en determinadas coyunturas políticas o por el alcance de su ca-pacidad de negociación con el Estado, éste no ha sido un tema trabajado a pro-fundidad por las Ciencias Sociales ecuatorianas. No contamos con investigacio-nes que den cuenta de la dinámica del movimiento, sus planteamientos, estra-tegias políticas y las identidades en juego.20

La línea trabajada se ha orientado más bien al tema de la participación delas mujeres en la esfera pública desde la necesidad de crear un discurso dirigi-do a fortalecer la memoria histórica del movimiento. Otra temática abordadaes la participación de las mujeres en las organizaciones barriales y comunitariaso en los espacios políticos formales, a raíz de la aplicación de cuotas de discri-minación positiva en el sistema de elecciones.21

Es pertinente mencionar también un conjunto de esfuerzos por docu-mentar determinados procesos y acciones de desarrollo y sistematizar experien-cias de intervención. Este material es de gran utilidad como punto de partidapara impulsar una reflexión desde nuestras propias realidades en el campo de laintervención en género y desarrollo.22

El de las políticas públicas es un tema que comienza a recibir atención,fundamentalmente bajo el impulso del Consejo Nacional de las Mujeres que ha

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20 Algunos puntos de partida los constituyen el artículo de Mercedes Prieto (1984). El trabajo de AstridMuller (1994) y el artículo de Silvia Vega ( 2000). Un documento ya histórico que espera ser explotadopara una reflexión sobre el movimiento feminista ecuatoriano de los años ochenta son las Memorias delprimero y segundo encuentros feministas de Ballenita, 1985-1986, CAM-CIAM (1988).

21 Ver: CEPAM- CEBEMO (1996) y Coordinadora Política de Mujeres Ecuatorianas-UNIFEM (2000).

22 Ver CESA (1993); SENDAS-Red de Mujeres del Azuay- (1996). Embajada Real de los Países Bajos yotros (1998). Tatiana Cordero (1995); Dueñas, Gangotena y Garcés, (1997).

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auspiciado investigaciones sobre diversas temáticas. En este esfuerzo se enmar-can los trabajos sobre género y ruralidad (Cuvi, Ferraro, Martínez 2000) y so-bre inequidades en el mercado laboral (Brito, Fernández y Samaniego 1999); elCONAMU también se ha preocupado por generar información y conocimien-to de base para orientar sus intervenciones, este es el caso de los cuadernos detrabajo producidos sobre temas de políticas sectoriales de género.23 Uno de losvacíos encontrados en la perspectiva que adoptan estos trabajos es su escasa mi-rada comparativa: el proceso ecuatoriano es enfocado hacia su interior y el es-fuerzo por entender la situación de las políticas públicas en diferentes sectoresen relación con otros países de América Latina es aún débil.24

En suma, la investigación aplicada ha producido un caudal impresionan-te de información sobre género y desarrollo, pobremente explotado por lasCiencias Sociales. Las experiencias de desarrollo tanto rural como urbano, dedistintos grupos de mujeres en el país presente en informes, memorias-taller,evaluaciones y muchos otros documentos, constituyen un material único paraemprender una reflexión sobre el desarrollo. En este caso, la dimensión de gé-nero puede constituirse en una entrada muy fructífera para abordar temáticasmás generales de reestructuración del Estado y la economía o de la relación en-tre lo local y lo global, entre otras. Puesto que las intervenciones han privilegia-do a ciertas tendencias sobre otras, como son los casos de la violencia intrafa-miliar o las políticas públicas, esto también ha significado mayor producciónde conocimientos desde las Ciencias Sociales. Es sin embargo, un fenómenomás bien reciente de reflexiones iniciales que data de finales de la década de losnoventa.

Los estudios de género en las universidades ecuatorianas

Como anoté anteriormente, a diferencia de otros países de América Latina, lasescuelas de Ciencias Humanas y Sociales en el país han sido espacios de escasa

Los estudios de género en el Ecuador 21

23 Entre los cuadernos de trabajo publicados por el CONAMU en 1998, constan estudios sobre Género yEducación de Gioconda Paéz Moreno; Género y Agricultura de María Dolores Vega; Gobiernos localesy planificación de género de Marcia Sigüenza y Pedro Zeas; Género, Hábitat y Vivienda de AlexandraMoncada y otras; Género y Salud de Tatiana Cordero. Cada uno de ellos revisa políticas en marcha opropuestas de políticas en los respectivos campos.

24 Debo esta observación a una conversación con Mercedes Prieto.

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producción de conocimiento sobre las relaciones de género. Por un lado, prác-ticamente no existen espacios institucionales dedicados a la investigación de gé-nero dentro de las universidades, por otro, los programas docentes en géneroson todavía muy recientes.25

Debo señalar sin embargo, que de manera individual, tanto en los ochen-ta como en los noventa docentes y estudiantes de diversas universidades reali-zaron investigaciones auspiciadas por el Consejo Nacional de Universidades yEscuelas Politécnicas.26 La mayoría de estos trabajos corresponde al campo dela historia de las mujeres.27

Desde finales de los ochenta, historiadoras y lingüistas emprendieron unaserie de investigaciones en la línea de la historia social más que del género quebuscaron rescatar a las mujeres como actoras relevantes en determinados mo-mentos históricos e indagar sobre las consecuencias que tuvieron para las muje-res ecuatorianas ciertos procesos como la Revolución Liberal, la separación Igle-sia-Estado, entre otros. Estas investigaciones han contribuido significativamentea la producción de conocimientos sobre la vida cotidiana de las mujeres. Tantoel período colonial como los siglos XIX y XX han sido objeto de estudio.28 Unode los motivos que explicaría esta situación es precisamente la falta de institucio-nalización de los estudios de género en las escuelas de Ciencias Sociales del país.

El papel de las mujeres en las transformaciones agrarias fue igualmenteun tema propulsor de investigaciones en las universidades a finales de losochenta. Sin embargo, este esfuerzo no tuvo continuidad en los ámbitos uni-versitarios y más bien ha sido retomado por investigadoras en otros espaciosextra académicos.29

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25 El país cuenta actualmente con tres programas de género en las Universidades. FLACSO constituyó unárea de estudios de Género en 1998; la Universidad de Cuenca lo hizo en 1999; la Facultad de Filoso-fía de la Universidad Central del Ecuador mantiene un programa de sensibilización desde 1998 y se en-cuentra trabajando en la inserción transversal de una perspectiva de género en el currículum de estudiode maestros y maestras.

26 Antiguo CONUEP ahora CONESUP.

27 Existen también varias tesis de título terminal en diversas disciplinas como la Historia, la Antropología,la Economía y la Sociología que abordan temáticas con una perspectiva de género. Hace falta en un tra-bajo posterior realizar un levantamiento de todas estas investigaciones que se encuentran dispersas en lasbibliotecas de las distintas universidades y que no han sido divulgadas.

28 Ver el subtítulo “Mujeres y relaciones de género en la historia”, de esta introducción.

29 Me refiero a la investigación llevada a cabo por Fernando Rosero sobre “El papel del trabajo femeninoen las economías campesino-comunales” (1986).

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En definitiva, luego de examinar estos tres campos de producción una pri-mera interrogante que aparece es el carácter difuso y poco articulado que éstostienen entre sí. Por un lado, existe muy poco diálogo entre investigadoras e in-vestigadores nacionales y extranjeros, por otro, las preguntas-eje que guían eltrabajo de cada uno de los campos al parecer son también distintas, por último,no existe una discusión académica de los resultados obtenidos que fortalezca elconocimiento sobre género. A manera de conclusión, menciono algunos ele-mentos que pueden ofrecer explicaciones a estos desencuentros.

En primer lugar, éstos se relacionan con el papel marginal de los estudiosde género en el contexto de las Ciencias Sociales en el país. La recepción del fe-minismo en el Ecuador se ha caracterizado por ser un proceso aislado y extraacadémico, que presenta mayor interés para la acción que para la investigación.En efecto, mientras la discriminación de género se empieza a debatir en el ám-bito de la opinión pública y se logran cambios importantes en el terreno de losderechos formales, la reflexión académica lucha por su legitimidad y por no“guettoizarse” frente al resto de campos de estudio.30 En segundo lugar, el desa-rrollo todavía inicial de investigaciones con una base empírica sólida convierteal feminismo en una retórica frágil que no parece interpelar estados reales, al noconstituirse en una herramienta conceptual-metodológica que conduzca la in-terpretación hacia nuevos derroteros. En otras palabras, el género como catego-ría de análisis ha recorrido un camino más lento que su contraparte militante.Ello se plasma en una comunidad académica que se halla aún en proceso deconstitución y que se encuentra aún frágil.31 Sin embargo, cabe resaltar que sehan dado pasos significativos, el surgimiento de los estudios de género en algu-nos centros de educación superior constituye espacios de referencia esenciales ypueden convertirse en lugares de encuentro y debate entre estos tres campos deproducción de conocimiento. Existe un grupo de investigadoras en formaciónque ha empezado a formular nuevas interrogantes a viejos problemas y a desen-trañar nuevos planteamientos no abordados hasta ahora desde el género. Por úl-timo se cuenta ya con una trayectoria de investigación en ciertos temas que hapermitido avanzar en la formulación de nuevas preguntas y opciones de análi-

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30 Para un recuento de los avances en materia de derechos de las mujeres en el Ecuador ver Gioconda He-rrera “Introducción” (2000 b).

31 Este no es un fenómeno exclusivo de los estudios de género sino que podría generalizarse al estado delas Ciencias Sociales en el país.

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sis que deberán ser investigadas. A continuación, paso a revisar esta trayectoriaen el país.

Las investigaciones sobre mujer y relaciones de género32

Dominación de género e identidad femenina: la relevancia de lo privado

He agrupado un conjunto de trabajos en torno a un primer impulso que haconsistido en el rescate de la importancia del espacio doméstico, de las relacio-nes interpersonales y de la intimidad como lugares relevantes del análisis de ladesigualdad social y de género. El mundo de lo privado ha sido analizado, porun lado, como el lugar donde se manifiesta la dominación de género y por otro,como un espacio cuya dinámica social es fundamental para entender la forma-ción de las identidades femeninas.

Respecto a la dominación de género, ésta es entendida en la mayoría detrabajos revisados como un sistema estructural cuyo origen tiene que ser inda-gado en las construcciones simbólicas y en sus procesos de socialización e inter-nalización por parte de hombres y mujeres. Si bien este sistema de dominaciónencuentra manifestaciones múltiples, se lo entiende fundamentalmente estruc-turado en torno a una concepción binaria de un masculino dominador y un fe-menino dominado que no deja mucho espacio para la resistencia o la transgre-sión. Esta dominación es analizada a partir de las representaciones, percepcio-nes y prácticas en espacios poco abordados por las Ciencias Sociales tradiciona-les: la sexualidad, las relaciones de pareja, la maternidad, el amor.33

El estudio comparativo sobre relaciones de género en sectores de clasemedia y populares de Cuvi y Martínez (1994) apunta a demostrar que a pesarde las diferencias de clase y región, aparece como constante en las percepcio-nes de hombres y mujeres un discurso masculino calificado como esencialistapor las autoras, en el cual “todas y todos estamos adiestrados”. La dominación

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32 Muchas de las ideas desarrolladas en esta sección fueron discutidas en el curso “Género, Cultura y po-der en América Latina” de la maestría de género de FLACSO (mayo-junio 2000).Quiero agradecer a losy las participantes cuyas intervenciones y debates enriquecieron considerablemente mi perspectiva sobrela investigación de género en el Ecuador.

33 El trabajo de Julieta Kirkwood, que circuló entre las investigadoras de los centros interesados en temasfeministas fue uno de los más influyentes en la producción y la reflexión en este campo.

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de género en este marco, es concebida como un sistema discursivo que legiti-ma la desigualdad más allá de las voluntades individuales o la actoría de losagentes sociales. Este estudio devela el peso de las representaciones culturalesde la sexualidad, la procreación, las relaciones de pareja, en definitiva, del mun-do de lo privado como espacio fundamental para comprender la dominaciónde género.

El trabajo de Camacho (1996) sobre mujeres agredidas se inscribe en es-ta línea y va a entender el fenómeno de la violencia como producto fundamen-talmente de un universo cultural patriarcal que moldea los espacios más ínti-mos de la vida de las mujeres, marca un proceso identitario fragmentado e im-pide su construcción como sujetos autónomos. El estudio pone énfasis en loque denomina “el proceso de aprendizaje de la dominación por parte de las mu-jeres” en el cual las percepciones sobre la sexualidad y las normativas de controlsexual y del cuerpo de las mujeres constituyen uno de los patrones fundamen-tales que estimula la violencia en el comportamiento masculino.

El estudio de Ardaya y Ernst (2000) sobre violencia intrafamiliar, realiza-do en varias ciudades del país, busca también explicar el fenómeno en el mar-co de una concepción binaria de la dominación de género. Allí se intenta ana-lizar la violencia desde una perspectiva multicausal en la que las relaciones je-rárquicas entre los géneros explican fenómenos tales como la existencia de unacultura familiar autoritaria, de una cultura política poco democrática y de pro-cesos truncados de ciudadanización, fenómenos todos que coadyuvan a la re-producción de la violencia intrafamiliar. En el razonamiento de las autoras, unespacio familiar autoritario contribuye generalmente a la impunidad de la vio-lencia de género. El libro nos alerta sobre la necesidad de concebir la problemá-tica de la violencia de manera integral, coloca en el centro de la discusión la novigencia de derechos de ciudadanía en los espacios sociales más íntimos. Unaporte importante de este trabajo consiste en la introducción del tema de laidentidad masculina como un proceso que amerita ser estudiado con mayor de-tenimiento para abordar de mejor manera el problema de la dominación de gé-nero y de la violencia. Si bien este trabajo no emprende una investigación enese sentido, ya se plantea a manera de vacíos e interrogantes la necesidad deproblematizar esta visión binaria de la dominación y de dotar de mayor com-plejidad a las relaciones de poder en torno al fenómeno de la violencia.

El denominador común de estos tres estudios consiste en que la domina-ción de género aparece como una fuerza arrolladora que merma la capacidad

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misma de construcción identitaria de las mujeres; su falta de autonomía se ex-presa no sólo en la dependencia económica sino en su sujeción a decisiones ex-ternas que dictan su existencia, a pensar y desear lo que los hombres les permi-tan pensar.34

La salida del bloqueo que provoca esta forma de dominación encuentravarios senderos según las autoras: la recuperación de la subjetividad de las mu-jeres, la posibilidad de reconstruirse como sujetos autónomos, el ejercicio de laciudadanía en la vida cotidiana y en el espacio doméstico.

Esta perspectiva permitió volver más complejas las relaciones de género,más allá de sus manifestaciones en el ámbito público, al resaltar el papel de lasubjetividad, los mitos frente a la sexualidad, las inequidades en el mundo dela pareja y la cultura familiar. Predomina sin embargo, la visión de un podermasculino unívoco y concentrador que opaca o minimiza cualquier posibilidadde acción de las dominadas. La construcción de la identidad femenina en esesentido, aparece como un proceso de aprendizaje de la dominación masculina,y deja poca cabida a la ambigüedad, las resistencias, la agencia social y la resig-nificación del discurso dominador.35 Producto de ello es la interpretación de lasexualidad y el placer como negados y ajenos a las mujeres, lo doméstico comoun espacio de resignación y pasividad, la maternidad como compensación fren-te a relaciones de pareja profundamente inequitativas.36

En definitiva, lo que encuentro en estos estudios es la intención de resal-tar la omnipotencia de la estructura patriarcal de dominación, visibilizar su in-cidencia en los núcleos centrales de la sociedad, de sus percepciones y represen-taciones y demostrar la fuerza del discurso normativo de la dominación de gé-nero. Las resistencias, las ambigüedades y las contradicciones alrededor de laconstitución de las identidades no eran temas prioritarios para las investigado-ras, como tampoco fue percibida como un dilema la articulación de varias di-mensiones de desigualdad como la etnicidad, la raza, la clase y la opción sexual,junto al género para entender la dominación. Lo que se buscaba era posicionarla relevancia de la dominación de género en la comprensión del mundo de lofemenino y lo masculino.

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34 Existen claras reminiscencias del Segundo Sexo de De Beauvoir en estas perspectivas de análisis.

35 El estudio de Ardaya y Ernst (2000a) señala que a pesar de las diferencias regionales y socioeconómicasse puede hablar de un patrón masculino relativamente homogéneo.

36 Se retoman los temas de las construcciones dicotómicas de algunas autoras latinoamericanas: buena mu-jer/mala mujer; Eva/virgen María; esposa/amante. Ver Milagros Palma (1990); Sonia Montecino (1991).

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Si bien esta perspectiva marca una etapa fundamental en la definición delos estudios de género, al poner sobre el tapete una serie de espacios de investi-gación no abordados anteriormente por las Ciencias Sociales, como la sexuali-dad, las relaciones al interior de la familia, la centralidad atribuida a la domi-nación de género como un sistema con su lógica propia, independiente de otrasdimensiones de la desigualdad y difícilmente cambiable, se lo hizo en detri-mento de una visión más atenta a las múltiples causales que asumen las relacio-nes de poder, al hecho de que toda dominación contiene en sí misma sus pro-pias prácticas de resistencia y por tanto, moldeando una imagen de victimiza-ción de las mujeres arrolladas por la omnipotencia del poder patriarcal del dis-curso masculino que no pueden traspasar.

En contraste, una perspectiva histórica como la del trabajo de María Eu-genia Chaves sobre una esclava negra guayaquileña a finales del siglo XVIIIofrece un tratamiento que articula al género con otras dimensiones de la desi-gualdad, en este caso clase y raza, lo que permite a la autora discutir precisa-mente en torno a las estrategias de resistencia de una mujer que en pleno pe-ríodo colonial desafió los códigos del discurso dominante y utilizó el argumen-to de su “honor manchado” para plantear su libertad.37 La autora demuestraque el concepto de honor fue objeto de una lucha discursiva en el contexto delas contestaciones judiciales, una vez que en el siglo XVIII la Corona reconocea los esclavos el derecho a demandar rectificación en casos de que su honor ha-ya sido mancillado. Esta investigación devela los complejos juegos alrededor dela dominación de género, de clase y racial en un contexto de cambio de la so-ciedad colonial. Se trata de resaltar cómo esta mujer desde su posición de su-bordinación, pudo manejar a su favor los códigos de la dominación y con elloredefinir su identidad y status, demostrando la trama de la relación entre domi-nados y dominadores y la importancia de la agencia social en la comprensiónde los fenómenos sociales.

Un tema abordado por varios trabajos en el intento por definir elementosconstitutivos de la identidad femenina y la construcción de la subordinación hasido el de la maternidad. El trabajo de Cuvi y Martínez (1994) lo analiza comoun núcleo fundamental del discurso de las mujeres estudiadas y como uno delos espacios más esencializados y naturalizados en la construcción de la identi-dad de género. Kim Clark (1995) apunta desde una perspectiva histórica, a su

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37 María Eugenia Chaves (1998; 2000).

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desnaturalización demostrando cómo en las primeras décadas del siglo XX losdiscursos médicos, sociológicos, religiosos pusieron mucho énfasis en la identi-dad primaria de las mujeres como madres y su importancia para la nación. Es-tos discursos construían una determinada concepción de la maternidad que re-saltaba la importancia de la lactancia materna, la higiene, el cuidado de los me-nores, y en general, le otorgaba un alcance social de protección y cuidado de lanación en formación. El trabajo de Paloma Fernández (1999) sobre mujeresafroecuatorianas se articula también alrededor de la centralidad de la figura dela madre y sus implicaciones políticas en los ámbitos práctico y simbólico. Fer-nández analiza la construcción de la maternidad entendida como metáfora delliderazgo y la representación en las actividades políticas y organizativas de lasmujeres negras en un barrio de Quito, y también como representación simbó-lica a través de la mitología local. En este trabajo, la maternidad como cons-tructo social es además debatida en el marco de la articulación entre género yraza, tema que no ha sido abordado por otras investigaciones en el país.

En definitiva, tanto la dominación de género como las identidades feme-ninas han sido analizadas mayoritariamente desde una construcción binaria delas relaciones de género y desde la necesidad de posicionar ciertas cuestiones ig-noradas anteriormente por las Ciencias Sociales. Sin embargo, el desarrollo delos estudios de género supondrá la adopción de una perspectiva conceptual quevuelva más compleja la construcción de las identidades tanto femeninas comomasculinas, con la recuperación del carácter ambiguo, inestable y fragmentadode muchos de estos procesos, su articulación con otras dimensiones de la desi-gualdad social como la sexualidad, la etnicidad, la raza, y la clase social e intro-duzca otros espacios y actores en el análisis: los hombres y las masculinidades,los y las jóvenes, los distintos grupos étnicos, las lesbianas y los gay, que han es-tado radicalmente ausentes en esta primera etapa de las investigaciones de gé-nero en el país.38 La historia ha producido acercamientos interesantes en esesentido, que han logrado articular en una visión de proceso la construcción delas diferencias y las desigualdades; hace falta sin embargo, impulsar con mayorahínco trabajos de investigación en esa línea.

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38 En noviembre del 2000 se realizó en FLACSO el primer foro sobre masculinidades en el Ecuador. Va-rios de los trabajos presentados serán recogidos en una memoria que se halla en preparación.

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Estructuras, instituciones y políticas:jerarquías y desigualdades en el espacio público urbano

La presencia de las mujeres en el espacio público y su accionar han sido objetode un conjunto extenso de trabajos en la última década. Por un lado, se ha ana-lizado la posición estructural de las mujeres en determinados campos: el mer-cado laboral, la participación en la política formal, la educación. Por otro lado,varios estudios han buscado entender el sentido de la participación de las mu-jeres en procesos organizativos diversos: en el ámbito barrial, en torno a la con-secución de servicios, movimientos de protesta frente a la crisis económica. Untercer conjunto de trabajos ha analizado a las mujeres organizadas en torno ademandas de género, en el marco de la discusión sobre los nuevos movimien-tos sociales y su relación con el Estado.

Respecto al primer conjunto de trabajos, la posición desigual de las mu-jeres en el mercado laboral ha sido estudiada durante toda la década pasada fun-damentalmente desde una perspectiva cuantitativa y sincrónica, demostrandoque si bien las mujeres se han incorporado masivamente al sector moderno delmercado laboral, lo hacen en muy malas condiciones. Estos estudios destacantendencias de segregación vertical y horizontal de la fuerza de trabajo femeni-na, mayores niveles de subocupación y de desempleo en las mujeres y diferen-ciales importantes en cuanto a los ingresos, sobre todo en las actividades quedemandan menor instrucción.39

En general estos estudios revelan la existencia de discriminación socialpara el trabajo femenino. Hace falta indagar sobre su articulación a la diná-mica del mercado laboral en los últimos años, a la economía ecuatoriana y alproceso de globalización en general. Por ejemplo, como lo señala la investiga-ción de Brito, Fernández y Samaniego (1999), se podría profundizar mayor-mente en posteriores reflexiones sobre la relación entre la creciente incorpo-ración de trabajo femenino y procesos cada vez más marcados de flexibiliza-ción laboral.40 También hace falta una mayor investigación sobre los impactosdiferenciados en hombres y mujeres, de los procesos de reconversión produc-tiva global que permitan ubicar, por ejemplo, el lugar que ocupa el trabajo de

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39 En el tema de mercado laboral, trabajo y empleo ver Vanessa Brito, Gabriela Fernández y Pablo Sama-niego (1999). Amalia Mauro (1992 y 1993); Magdalena León Trujillo (1994); CEPLAES-UNFPA(1990) y Mariana Naranjo (1992).

40 Brito, Fernández y Samaniego (1999:43)

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las mujeres en las cadenas productivas, su acceso diferencial a la tecnología, endefinitiva, las características de su contribución al proceso de globalizacióneconómica.

Un tema no abordado en este campo son las investigaciones cualitativassobre trayectorias laborales de mujeres, estudios que permitirían adentrarse enla lógica de la discriminación desde una perspectiva diacrónica y entenderla ensu articulación con la división sexual del trabajo, la relación entre espacio pú-blico y privado, el ciclo vital de las mujeres y el proceso de reconversión de losmercados laborales41.

Dentro del ámbito económico, otra de las cuestiones centrales para el aná-lisis de género, han sido los efectos de las políticas macroeconómicas y con ma-yor precisión, el impacto diferenciado de las políticas de ajuste estructural(PAE). El trabajo de Caroline Moser (1992) en Guayaquil sigue siendo el estu-dio paradigmático en esta temática para el caso ecuatoriano. Tomando el mar-co analítico de Elson (1990) sobre los sesgos masculinos de las PAE, Moseraplica su noción del triple rol que cumplen las mujeres de hogares de bajos in-gresos -el productivo, reproductivo y comunitario- para examinar el impacto dela recesión y los procesos de ajuste en las mujeres pobres. La conclusión princi-pal de su estudio de caso, antologado en este libro, es que estos impactos sondiferenciales, no sólo entre hombres y mujeres sino entre las mujeres mismas.Los factores discriminantes consisten en el tipo de manejo del tiempo que tie-nen éstas entre las actividades productivas, reproductivas y comunitarias y lasdiferencias entre las distintas generaciones. Moser apunta a romper con la vi-sión que presenta a las mujeres como “víctimas” de los procesos de ajuste eco-nómico y a rescatar sus estrategias de salida a la crisis como un elemento im-portante que deberá ser tomado en cuenta por las políticas. Rodríguez (1993)por su parte, analiza las respuestas de mujeres populares urbanas a la crisis y alas políticas de ajuste a partir de un estudio de caso en la ciudad de Quito y lla-ma también la atención sobre la necesidad de desarrollar políticas que no soca-ven todas las capacidades de resistencia que las mujeres han demostrado paracontrarrestar la crisis.

Otro conjunto de trabajos se centra en analizar la presencia política de lasmujeres en el espacio público. Se cuenta con algunos análisis sobre participa-ción en la política formal: su posición dentro de los partidos políticos, en las

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41 Un estudio en ese sentido para el caso chileno es el de Guzmán, Araujo y Mauro (1999).

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listas electorales y su acceso a poderes locales, provinciales y nacionales42. Aligual que en el caso del mercado laboral, estos trabajos apuntan a describir laposición desigual de las mujeres en el sistema político ecuatoriano. El impactode medidas de discriminación inversa de reciente implementación en el siste-ma electoral del país, como las cuotas de 20% primero y del 30% a partir del2000, han sido también analizadas.43

Como lo menciono en líneas anteriores, el movimiento de mujeres ha si-do motivo de pocos análisis, lo cual contrasta con la fuerza que ha tenido su ac-cionar en la última década.44 Los trabajos realizados han planteado una serie decuestiones que merecen ser profundizadas en investigaciones posteriores: la ar-ticulación entre demandas económico-sociales generales; la lucha contra la po-breza por ejemplo, y las demandas específicas de género por parte de las orga-nizaciones y movimientos; el giro del movimiento hacia una interlocución conel Estado con miras a alcanzar mayor incidencia en las leyes, las políticas públi-cas y las instituciones; la recepción de las propuestas de los movimientos demujeres por parte de distintos actores sociales.45

La respuesta de las organizaciones de mujeres de sectores populares a laspolíticas de reestructuración económica es una temática que ha sido trabajadapor Amy Lind en varios de sus artículos, uno de los cuales está incluído en es-ta antología. Esta autora problematiza un tema recurrente en el análisis de laparticipación política de mujeres populares en América Latina que es la tensiónentre necesidades y derechos y la forma en que las luchas por la supervivenciaeconómica logran o no resignificar el espacio de construcción de la ciudadaníade las mujeres y afirmar sus identidades políticas y culturales.46

El ámbito del “barrio”, la vida cotidiana y las diversas experiencias orga-nizativas de mujeres en torno a la adquisición de servicios públicos, han sidomotivo de distintas reflexiones en torno a cómo redefinir las investigaciones ur-banas desde una perspectiva de género. Estos estudios han entrado a debatir te-máticas como el carácter político de lo cotidiano, la necesidad de repensar la

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42 Ver Silvia Vega (1992); María Arboleda (1990). Mónica Brito (1997).

43 Ver Coordinadora Política de Mujeres Ecuatorianas - UNIFEM (2000)

44 Para un recuento del proceso de negociación de los derechos de las mujeres en el nuevo texto constitu-cional de 1998 ver: Natasha Reyes (1999).

45 Ver Astrid Muller (1994) Silvia Vega (2000: 227-256) y María Cuvi (2000: 45-75).

46 Ver los trabajos de Amy Lind (1994), (Agosto 1996: 1205-1224), (2000).

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participación social desde la reflexión de la experiencia de las organizaciones demujeres populares, las potencialidades y limitaciones de estas dinámicas orga-nizativas en la caracterización de los llamados nuevos movimientos sociales enAmérica Latina, el debate sobre las cambiantes delimitaciones entre lo públicoy lo privado en el espacio urbano, la relación entre género y ambiente.47 Mu-chos de los estudios de caso analizados toman como punto de partida el deba-te latinoamericano sobre el alcance de las acciones colectivas de las mujeres,fundamentalmente a partir de sus necesidades de supervivencia, en la transfor-mación de sus relaciones de subordinación y la pertinencia de la dicotomía en-tre intereses prácticos y estratégicos de género para entender la participación delas mujeres.

En definitiva, las jerarquías en el espacio público han sido trabajadas tan-to en temas económicos como políticos. Identifico sin embargo, poco debateen relación a las problemáticas planteadas. Encuentro sobre todo, una produc-ción de información tendiente a posicionar y visibilizar el tema en cuestión pe-ro no una discusión sobre las afirmaciones planteadas en cada uno de los estu-dios. La revisión de estos trabajos arroja la necesidad de profundizar en ejes decuestiones más globales pues cada una de las temáticas son trabajadas más biende manera puntual. Así, no podemos hablar por ejemplo, de una discusión entorno a la relación entre género, poder, Estado y ciudadanía en el Ecuador o deuna reflexión sostenida sobre políticas macroeconómicas y género, aunque al-gunos de los trabajos abran pistas al respecto.

Por otro lado, algunos temas cruciales para el caso ecuatoriano no han si-do abordados. En relación al campo económico me refiero por ejemplo, a es-tudios sobre las trabajadoras del sector informal, el impacto de los procesos mi-gratorios en las relaciones de género, el rol de las mujeres empresarias en la eco-nomía. Además, una problemática especialmente relevante para entender y cua-lificar mejor a la dominación y desigualdad de género en una sociedad como laecuatoriana es aquella relacionada con el trabajo doméstico remunerado. Un es-tudio socioeconómico y cultural sobre las trabajadoras domésticas y su relacióncon mujeres y hombres de clase media y alta debería arrojar muchas luces so-bre las contradicciones étnicas y de clase presentes en la constitución de sujetoseconómicos sexuados.

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47 Ver los artículos de Burgwall, Rodríguez, Acosta, Páez y Ordóñez , Álvarez y Ernst en CEPAM-CEBE-MO (1996); Silvia Vega (1997); Didier Fassin (1992).

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En el campo de lo político, ya hice mención a la ausencia de reflexión so-bre los movimientos feministas, sus prácticas y discursos, y sobre liderazgos lo-cales y nacionales. Pero sobre todo, se necesita empezar a abordar temáticas re-lacionadas ya no con la posición de las mujeres sino más bien con construccio-nes de género en diversos espacios públicos: la cultura política y las políticas pú-blicas, la cultura institucional, los medios de comunicación.

Por último, el estudio de la desigualdad de género en el espacio públicodemanda de una mirada más diacrónica que indague cómo actúa la desigual-dad en varias temporalidades y en múltiples sitios: en lo local, lo regional, lonacional, lo global; en el mercado, en las instituciones, en la calle y en la casa.En definitiva, demanda una mejor comprensión de la articulación con lo pri-vado, no solamente en términos de división sexual del trabajo sino también enrelación a las trayectorias de constitución los sujetos económicos y las identida-des.

Economías campesinas, desarrollo rural y políticas agrariasdesde el análisis de género

Las mujeres y las relaciones de género en el medio rural han sido estudiadasdesde diversos ángulos en el país. Con excepción del trabajo de Muriel Crespi(1976) sobre mujeres campesinas y participación política, es en la década de losochenta cuando se empieza a abordar el tema en el marco del estudio del cam-bio de la estructura agraria.48 Se buscó principalmente insertar el análisis de lasparticularidades de la situación de las mujeres campesinas en las interpretacio-nes sobre las transformaciones de la estructura agraria, a través de la observa-ción del papel que cumplía el trabajo femenino en las economías campesinas,por ejemplo: cómo hallaba relación este tema con la articulación entre produc-ción y reproducción; cuál era el impacto de fenómenos como la progresiva mer-cantilización de la fuerza de trabajo rural y la migración masculina, problemá-ticas todas que ocuparon un lugar central en la discusión agraria en el país.49

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48 Es interesante notar que el tema de género en el espacio rural estuvo presente con anterioridad a lo queocurrió en los estudios urbanos, políticos y económicos.

49 Para un tratamiento de estas discusiones ver Gioconda Herrera (2000a). Para un recuento de la discu-sión agraria en los ochenta en el Ecuador, ver Manuel Chiriboga (1986).

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Si bien existen una diversidad de temas abordados se pueden ubicar trescuestiones centrales: el rol de las mujeres en la economía campesina, que inclu-ye su contribución a la organización económica y su función social; las relacio-nes de género en el mundo indígena, se puntualiza por un lado, sobre una si-tuación de subordinación de las mujeres en las relaciones familiares y sociales ydesde otros puntos de vista, la complementariedad de roles de género, y unatercera temática en construcción, la creciente importancia del liderazgo de mu-jeres indígenas y el rol de las mujeres en los circuitos de poder y en los proce-sos de toma de decisiones.

En los años ochenta se estudió principalmente el papel de las mujeres enla reproducción de las unidades domésticas campesinas, el impacto de las trans-formaciones agrarias en las estrategias de reproducción y la posición de la mu-jer en ellas, qué incidencia tenía la dimensión étnica en las identidades queconstruían las mujeres rurales indígenas y qué modificaciones se habían produ-cido respecto a su participación social en los procesos de desarrollo. Estas pre-guntas fueron despejadas con investigaciones que privilegiaron el análisis de ladivisión sexual del trabajo en las familias campesinas.

Estudios como los de Barsky et al. (1984), Rosero (1986) y Poeschel(1986) concluyeron en que no existía una división del trabajo desvalorizadoraen las economías campesinas y que la diferenciación entre un espacio produc-tivo y otro reproductivo era difícil de trazar: para estos autores, las mujeres cam-pesinas son la base de sustentación de la reproducción de la fuerza de trabajo ytienen una participación creciente en las actividades productivas. Para Poeschelesta contribución de las mujeres es inclusive fuente de status dentro de la co-munidad y la familia. Son factores como el trabajo extra parcela, la moderniza-ción de las haciendas y la migración masculina los que implican cambios im-portantes en la división social y sexual del trabajo.

La migración es tomada como un factor que altera profundamente la or-ganización social tradicional, pero encontramos consecuencias diversas resul-tantes de perspectivas de análisis diferentes. Rosero señala el peso del trabajoadicional que recae sobre niñas y ancianas; pero también la mayor valoraciónsocial de las mujeres al interior de la comunidad, medida a través de su crecien-te participación forzada en los procesos de toma de decisiones. Poeschel encambio sostiene que la nueva división sexual del trabajo, producto de la cre-ciente monetarización de las estrategias de reproducción de las unidades cam-pesinas, causa un grave deterioro de la condición de las mujeres. Ello, no solo

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por la existencia de una sobreexplotación de la fuerza de trabajo femenina, si-no también porque la migración es vista como un proceso de desestructuracióncultural que afecta particularmente a las mujeres. Barsky y otros (1984) en otrocontexto, concluyen también en que las nuevas funciones que han asumido lasmujeres a consecuencia de la modernización de las haciendas no adquieren vi-sibilidad, son consideradas extensión del trabajo doméstico y en el mundo mer-cantil pierden valoración social, por tanto se habría producido una desvaloriza-ción del trabajo de las mujeres campesinas como producto de los cambios en ladivisión sexual del trabajo.

La discusión de mayor especificidad alrededor de la complementariedad odesigualdad de género y de la mayor o menor valoración social de las mujeresen el espacio rural se dio a través de varias entradas, una de ellas fue el análisisdel ciclo vital de las mujeres.

Los trabajos de Poeschel (1986) y Stolen (1987) reconstruyeron el ciclovital con el fin de establecer los roles sociales de las mujeres en cada etapa dela vida. Desarrollados en contextos geográficos y culturales muy diferentes ycon marcos conceptuales diversos, estos estudios arriban a conclusiones radi-calmente opuestas. Poeschel resalta como un punto determinante en la valora-ción social de las mujeres, su pertenencia a un grupo étnico. La reconstruccióndel ciclo vital de la mujer es efectuada con el fin de destacar la importancia delcódigo tradicional vigente en la comunidad, el rol de los lazos de parentesco ylas redes sociales comunitarias. Para esta autora, el status de las mujeres en lafamilia y en la comunidad es función de dos elementos combinados, la valora-ción de las mujeres como portadoras y defensoras de la cultura indígena en eluniverso cultural de su grupo y su papel en la producción. Además, a medidaque pasan los años y se amplían las redes de parentesco crece el status de lasmujeres.

En contraste, Stolen reconstruye el ciclo vital de las mujeres de una zonacampesino-mestiza para indicar las múltiples restricciones impuestas en la edu-cación de las mujeres en comparación con la que reciben los hombres; la rigi-dez de la división sexual del trabajo que conmina a las mujeres al espacio do-méstico, la desvalorización del trabajo femenino extra parcela; y también comouna posibilidad para explorar rupturas inconclusas entre mujeres jóvenes, adul-tas y mayores. Para esta autora, la influencia de los factores económicos en lasrelaciones de género no debe ser tomada de forma lineal, éstas necesitan unanálisis más autónomo que devele los aspectos ideológicos y simbólicos que dan

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sentido al entramado familiar campesino y a las identidades de género en di-versos momentos de la vida de las personas.

La posición de las mujeres es estudiada en todos los trabajos, a partir dela familia. Ésta aparece como el espacio de realización de las estrategias de re-producción y como unidad de referencia para todos los miembros que la con-forman. Es considerada además, como ámbito de formación de la identidad degénero. En ese sentido, aún no está presente en estos estudios, la crítica femi-nista al concepto de familia aunque se percibe la necesidad de una noción di-ferente a la de familia nuclear urbana que considere la diversidad de arreglos fa-miliares. Esta diversidad viene dada por características culturales y sociales delmundo campesino e indígena visto como un todo relativamente homogéneo,más no por consideraciones de género.

Por último, un elemento presente en todos los estudios de caso radica enla atribución a las mujeres la posibilidad de transmitir y conservar la identidadcultural. Esta función ha sido valorada positivamente en algunos casos: lesotorga soporte psicológico en períodos de transición cultural, de refugio fren-te a la adversidad del mundo urbano-blanco-mestizo, de resistencia cultural(Poeschel 1986). En otros casos se considera este rol de la mujer como elemen-to que perpetúa una ideología que reproduce las condiciones sociales necesa-rias para mantener la desigualdad en las relaciones de género (Stolen 1987).Sin embargo, en ningún caso las mujeres son analizadas como actoras que do-tan de nuevos sentidos a las actividades realizadas, sino que predomina una vi-sión estática en que lo externo -llámese migración, trabajo asalariado, desarro-llo, capitalismo o cultura occidental y urbana se constituyen en el elementodesestabilizador. En estos trabajos las mujeres campesinas e indígenas todavíano aparecen como sujetos culturales que se modifican en estos procesos detransición aunque se perciben tensiones. El trabajo de Poeschel por ejemplo,analiza las consecuencias de los cambios culturales en las comunidades Salasa-ca y demuestra el dilema de las mujeres entre la conservación de valores tradi-cionales y la inserción de nuevos elementos en la socialización de sus hijos; re-salta el desequilibrio emocional y psicológico que les provocan estas transfor-maciones.

En los noventa, los ejes de análisis y las preguntas se modifican: ya no in-teresa tanto entender el papel, la función, el significado del trabajo femeninopara las economías campesinas o capitalistas, para las familias o para el merca-do, se trata más bien de ubicar la situación y condición de las mujeres respec-

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to al desarrollo rural y, por otro lado, de desentrañar el sentido de las relacio-nes de género en un contexto no occidental. Es decir se parte de un eje de gé-nero definido mucho más claramente y se da mayor peso a la dimensión cultu-ral en el análisis, en detrimento de la perspectiva socio económica que habíapredominado en la etapa anterior.

En relación al desarrollo, se empieza a estudiar sistemáticamente la formacómo las transformaciones agrarias han afectado diferencialmente la vida dehombres y mujeres, la diversificación de las actividades de las mujeres campe-sinas -trabajo asalariado, cultivos de subsistencia, comercialización, artesanía- elcarácter de algunas de estas actividades y el sesgo androcéntrico de las políticasagrarias. Cuvi (1993) estudia el papel central de las mujeres en los cultivos desubsistencia, demuestra que las mujeres están inmersas en actividades que de-mandan mayor esfuerzo físico y que arrojan poca rentabilidad, que existe unaapropiación desigual de tecnología pero resalta su importancia en el mercadointerno de alimentos. Arroyo y Rutergerd (1997) analizan la incursión de lasmujeres en tareas de riego, asignadas tradicionalmente a los hombres, y las re-percusiones que provocan este tipo de actividades en la vida familiar. Herrera(2000a) estudia el surgimiento de la actividad floricultora a principios de losnoventa, la inserción en ella de mujeres campesinas y los efectos de esta activi-dad en la familia y las comunidades.

El impacto de acciones de desarrollo enmarcadas en la línea de políticasMED (Mujer en el Desarrollo) implementadas en los noventa fue también mo-tivo de análisis. Experiencias de micro empresas rurales, proyectos de cría deanimales menores, productos lácteos, procesamiento de alimentos fueron eva-luados y se concluyó que si bien han significado una mayor autonomía para lasmujeres y ha incrementado su poder de decisión y de acceso a recursos econó-micos rara vez se modifica la división sexual del trabajo (Cuvi y Hernández1992; Hernández y Larrea (1997).

Respecto a las políticas agrarias, se empieza a constatar la distancia en-tre un discurso estatal que introduce la igualdad entre hombres y mujeres y laausencia de políticas concretas para alcanzarla. Cuvi (1992) sostiene que sibien el Estado incluyó en la planificación macro a la igualdad de género co-mo un mandato de su accionar, este discurso no se hizo realidad en la prácti-ca de los proyectos de desarrollo rural. La coyuntura de la crisis económica,las políticas de ajuste estructural y los cambios de la estructura agraria provo-caron que las mujeres fueran consideradas más como sujetos intermediarios

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para aliviar la crisis que como ciudadanas con intereses y derechos diferencia-les; para Cuvi, estos proyectos no tomaron en cuenta la condición específicade las mujeres ni tampoco la heterogeneidad étnico cultural, lo cual se revier-te en una ausencia de políticas encaminadas a contrarrestar la discriminaciónde género.50

Una década más tarde, un segundo balance de las políticas agrarias anali-za la profundización de esta exclusión así como aquella referida al sesgo homo-geneizador de las políticas con el giro neoliberal de los noventa. Cuvi, Ferraroy Martínez (2000) analizan los discursos institucionales y del desarrollo rural yencuentran que si bien existe un mayor reconocimiento del papel de la muje-res rurales en la producción y una complejidad más elevada en el tratamientodel enfoque de género en dichos discursos, predomina todavía un subtexto ho-mogeneizador que mira a las mujeres rurales “como una masa informe de po-bres [...]postergando el develamiento de los aspectos simbólicos y culturales enlos que también se fundan las inequidades de género”51 y la diversidad y poten-cialidades varias de las mujeres rurales. Más aún, este trabajo introduce para elcaso del desarrollo rural, uno de los temas que ha empezado a debatir el movi-miento feminista en América Latina: la instrumentalización de la perspectivade género en el discurso del desarrollo y su progresiva despolitización (Álvarez1998).

Vega (1998) por otro lado, analiza el programa estatal de desarrollo ruralde los noventa PRONADER, y si bien concuerda con el cambio descrito porCuvi, Ferraro y Martínez en cuanto a una mayor presencia y complejidad de ladimensión de género en las políticas, evidencia también el poco peso que tie-nen estas políticas en el marco del neoliberalismo.

Respecto a políticas de propiedad y tenencia de la tierra en los noventa,Deere y León (2000), analizan el caso ecuatoriano en su estudio comparativosobre doce países latinoamericanos, y las dificultades que encuentran las muje-res frente al acceso, propiedad y control de la tierra y por ende, al agua y al cré-dito, debido entre otras causas a la inexistencia de la figura de la titulación con-junta en el Código Civil ecuatoriano.52

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50 Ver Cuvi (1992: 143-170).

51 Cuvi, Ferraro y Martínez (2000: 24-25).

52 Éste y otros temas, como la relación entre movimiento de mujeres y movimiento indígena, así como laarticulación entre propiedad de la tierra y empoderamiento de las mujeres para el caso ecuatoriano sonanalizados en la versión final que presenta los resultados de la investigación de Deere y León (2000).

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Un último aspecto que ha empezado a ser abordado en el medio rural esla relación entre género y ambiente.53 La temática ha sido trabajada en gran par-te por investigadoras que en los ochenta desarrollaron su trabajo en torno a larelación entre mujer y agricultura y que progresivamente han incursionado enel tema del manejo de recursos naturales. Un primer conjunto de desarrollos seorienta a documentar cómo las mujeres coadyuvan a la conservación de recur-sos a través de prácticas agroforestales, huertos, animales menores, plantas me-dicinales, entre otras. (Cuvi: 1996; Medina, Josse y Mena, 1998). Una líneacomplementaria han constituido las experiencias de sistematización a través delmarco conceptual de MERGE54, que busca entender la relación entre género yconservación de la biodiversidad basado en la participación de las comunidadeslocales en la gestión de los recursos naturales (Poats, Arroyo y Asar, 1998). Elanálisis de la participación de actores sociales y las redes de poder en el mane-jo de determinados recursos ha sido también abordado por el estudio sobre gé-nero, manglar y subsistencia de Verónica Mera (1999).

Género y etnicidad: el dilema de su articulación

Una discusión que empieza a ocupar un lugar relevante en los estudios de gé-nero es aquella acerca del carácter de las relaciones de género en el medio indí-gena. Como lo menciono anteriormente, la relación entre género y etnicidadha sido fundamentalmente trabajada en sectores campesinos e indígenas, exis-ten muy pocos trabajos que analizan esta relación en el entorno urbano o en re-lación a otros grupos étnicos. Un primer conjunto de estudios se enmarca en laproblemática general de cómo entender la articulación entre género, etnicidady clase social como tres dimensiones fundamentales de la desigualdad social;otros más bien se sitúan en el marco de la caracterización de lo que sería un mo-delo andino, esencialmente diferente, de construcción de las relaciones entre losgéneros, complementario e igualitario, que cuestiona parámetros occidentalesde interpretación.

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53 He ubicado únicamente un estudio que aborda la relación género y ambiente en el entorno urbano. Setrata del trabajo de Silvia Vega (1997).

54 Manejo de Ecosistemas y Recursos con Enfasis en Género.

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Al respecto, Mercedes Prieto (1998) ubica dos posiciones: por un lado, es-tudios que reconocen la existencia de un modelo panandino de complementa-riedad entre lo masculino y femenino y en principios de igualdad no jerárqui-ca entre los sexos-géneros y por otro, trabajos que más bien reconocen la exis-tencia de relaciones jerárquicas y desiguales entre los géneros.

El trabajo de Hamilton (1998) en una comunidad indígena de altura dela Sierra-centro del país, resalta los altos niveles de participación de las mujeresen todas las fases de la producción agrícola, independientemente de factoresexógenos como la migración masculina o la pobreza; encuentra además, queellas participan por igual en las decisiones referentes al uso del suelo, la tecno-logía o la comercialización de los productos. Este estudio corrobora los hallaz-gos de las investigaciones anteriores que demostraban una flexibilidad en los ro-les de género en las actividades agropecuarias pero subraya además, el carácterequitativo de las decisiones tomadas por los hogares. Para Hamilton “la mayoro menor flexibilidad en los roles de género se asocia tanto a la existencia de unaideología étnica igualitaria como al tema de las decisiones al interior del hogar;hombres y mujeres participan por igual en las decisiones cruciales de la finca,incluido el mercado.” En su visión no existen ámbitos femeninos y masculinosdemarcados, sino una arena de intercambios permanentes.55

Weismantel (1994) rescata, en esa misma línea, el ámbito de las tareas do-mésticas como un espacio de poder para las mujeres indígenas, como el lugardonde se constituye y luego circula el poder informal de las mujeres. A travésdel análisis de lo que la autora denomina los “rituales ordinarios de la vida co-tidiana” - antologado en este libro-, Weismantel nos entrega una etnografía delespacio de la cocina en donde se dibujan detalladamente las interacciones en-tre hombre y mujer y entre mujeres alrededor de la producción de alimentos,los flujos de intercambio y reciprocidades entre familias -y el papel de las mu-jeres en éstos- y las relaciones de poder entre generaciones en el marco de loscambios hacia una estructura de semiproletarización. Los simbolismos alrede-dor de los alimentos y la cocina son una entrada para entender los procesos dereproducción social de los hogares indígenas, la construcción de los géneros, elentramado del parentesco y las transformaciones culturales de las comunidadesindígenas en el marco de una mayor penetración del mercado capitalista en susvidas cotidianas.

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55 Citado en Prieto (1998: 22).

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La alimentación, y con mayor precisión “el significado de la produccióne intercambio de productos alimenticios y las conexiones que se establecen en-tre actividades productivas y concepciones de género” es también la entradaque escoge María Antonieta Guzmán (1997) en su estudio sobre los Quichuade Canelos en la Amazonía. Para Guzmán, el género entre los quichuas de Ca-nelos es una cualidad esencial y adquirida. Esencial en tanto el género de unapersona se percibe en los cuerpos -en los genitales pero también en la sangre,hombres y mujeres dicen tener sangres distintas- y en el alma y el espíritu. Es-ta concepción difiere de la visión occidental de la persona humana con un al-ma, razón y espíritu neutral en que sólo la anatomía aparece como sustento dela dicotomía sexual. En estas distinciones esenciales, Guzmán no encuentra je-rarquía alguna sino diferencia inconmensurable. El género también es unacualidad adquirida en tanto las habilidades de la persona y su capacidad deproducir ciertos objetos o alimentos son aspectos fundamentales de reafirma-ción de la identidad genérica. Así, en la producción de yuca por parte de lasmujeres hay una relación personificada en que el objeto producido –la yuca ola chicha- contiene cualidades de la productora, en este caso, cualidades feme-ninas y permite articular relaciones sociales, a diferencia de un trabajo ‘cosifi-cado’ que tiene como objeto la producción de cosas. Estas actividades resul-tan en la formación y afirmación del género de las personas y los objetos pro-ducidos son personificados, adquieren construcción genérica a través de suproductor.

Tanto el trabajo de Weismantel como el de Guzmán nos acercan a cons-trucciones culturales opuestas a las nociones occidentales de género que vanmás allá de la diferenciación de roles socialmente asignados a hombres y muje-res y nos muestran la potencialidad denotativa del género para significar cuer-pos, habilidades, roles, voluntades, poderes, productos y relaciones entre esosgrupos. Sin bien, el descifrar las percepciones de género mantenidas por distin-tos grupos étnico-culturales es un paso importante para entender la diversidadde construcciones culturales del género y cuestionar la yuxtaposición de mar-cos analíticos etnocéntricos, el énfasis en la diferencia cultural tiende a opacarun análisis de las relaciones de poder entre los géneros, vuelca nuestra miradahacia las potencialidades de las mujeres como sujetos de resistencia étnica peronos dice poco sobre las relaciones y jerarquías entre los géneros.

Otros estudios en cambio, hacen notar que si bien el lenguaje normativoy el de las percepciones mantenido por hombres y mujeres, es efectivamente el

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de la complementariedad y ésta a su vez es la base para las decisiones compar-tidas, existen patrones diferenciales de decisión al interior de los hogares en losque “se observan espacios de decisión productivos exclusivos de las mujeres jun-to a espacios compartidos y una creciente importancia de las mujeres en la ad-ministración del hogar”.56 Esto lleva a Prieto (1998) a concluir que “la autori-dad, las responsabilidades y otros factores de la vida de los hogares no están ex-clusivamente en manos ni de los hombres ni de las mujeres, especialmente si searticulan los aspectos productivos con otras dimensiones de la vida rural. Lasmujeres no son un grupo privado de poder y autoridad, y las relaciones de gé-nero tienen cabida tanto para la jerarquía como para la igualdad”.57

El tema de la participación de las mujeres en la vida política de comuni-dad ha sido todavía poco explorado en las investigaciones, los mecanismos decirculación del poder y de las decisiones si bien responden a patrones ajenos ala lógica occidental y permiten a las mujeres actuar como grupo de presión einfluencia al interior de sus comunidades (Harvey 1989), no parecen brindarlegitimidad a las mujeres en la dinámica política formal. A pesar de que no exis-ten investigaciones al respecto, el tema está siendo cuestionado desde ciertos es-pacios de liderazgo de las mujeres indígenas que reclaman una mayor partici-pación en igualdad de condiciones que los hombres, tanto en los espacios or-ganizativos de los pueblos indígenas como en su relación con el movimiento demujeres mestizas (Tene 2000). Este tipo de planteamientos son un llamado aprofundizar investigaciones que vayan más allá de la dicotomía entre comple-mentariedad o jerarquía cuando se abordan las relaciones de género en el mun-do indígena y se interroguen sobre las complejas relaciones de poder que se en-tretejen entre dominación de género y étnica.

El libro de Cervone (et al.1998) es un primer paso en ese sentido. El lide-razgo de mujeres indígenas es entendido como el resultado de la flexibilidad deroles de género en el medio indígena, de la capacidad estratégica de decisiónacordada a los hombres y de procesos como la migración masculina. Este estu-dio concluye diciendo que “todo parece indicar que lo que está ocurriendo hoyen día es la implantación de un liderazgo femenino en el ámbito de las comu-nidades, espacio en el cual el conflicto intragénero puede aparecer sin que aca-rree mayores riesgos para el grupo étnico. Sin embargo, el liderazgo ejercido de

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56 BID-IICA (1993).

57 Prieto (1998: 23).

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cara al exterior -hacia los sectores blanco mestizos- mantiene una lógica mono-lítica de género: continúa en manos de los varones.”58

Este estudio establece una diferencia entre las experiencias quichua-andi-nas y las amazónicas en relación a la construcción de identidades de género yde liderazgo femenino. Por un lado, las mujeres de los grupos quichua del Na-po han perdido bases importantes de su poder tradicional, en tanto que las mu-jeres quichua de altura han reconstruido esta capacidad a través de nuevas po-sibilidades de acceso a ciertos recursos: tierra, educación, y ciertos espacios pro-ductivos (Prieto Ibid.:28).

Existen también similitudes importantes, el estudio establece que para to-dos los casos analizados, el liderazgo femenino depende de la combinación defactores como la educación, la revalorización de su grupo étnico y el manejo delas pautas de la vida organizacional y de las intervenciones públicas. Las lidere-zas son todas mujeres bilingües, que manejan las fuentes de poder tradiciona-les y modernas, es decir, principalmente la relación con el Estado y las agenciasde desarrollo (Prieto Ibid.:29).

En cuanto a los roles de género, se constataron diferencias notorias entreel mundo andino y de floresta tropical. En la Amazonía los sistemas de génerodemarcan espacios diferenciados para hombres y mujeres, en cambio en la Sie-rra andina los roles son flexibles y los cargos y algunas responsabilidades sonasumidos familiarmente. En los dos contextos culturales las mujeres manejanespacios de poder que se sustentan en cosas distintas: en la Amazonía las opor-tunidades de las mujeres están asociadas con su manejo de elementos cultura-les alrededor del cuerpo, la salud y la chacra, aunque precisamente muchos deestos conocimientos se encuentran en proceso de cambio generando, de acuer-do al estudio, desventajas para las mujeres. En los casos de la Sierra, las opor-tunidades de las mujeres se sustentan en su capacidad de obtener recursos demanera autónoma.

Si bien el tema de la articulación entre las identidades tanto de género co-mo étnica cruza todos los estudios mencionados anteriormente, Crain (1996)lo convierte en el centro de su indagación. El artículo reproducido en esta an-tología busca volver más complejo el juego de poder que existe detrás de los in-tentos por esencializar la identidad de las mujeres indígenas como portadoraspuras de la cultura nativa y perpetuas reproductoras de valores indígenas está-

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58 Prieto (Ibid: 24).

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ticos. Para Crain, esta esencialización se da tanto en el ámbito de las represen-taciones colectivas - masculinas- dentro del grupo étnico, como en la relacióninterétnica. En el caso estudiado se refiere a cómo grupos mestizos de eliteconstruyen a las mujeres indígenas en tanto iconos de indianidad y exotismo.Este artículo abre una dimensión poco trabajada por los estudios de género enel país pues somete a discusión el carácter situacional e inestable de las identi-dades y cómo éstas son negociadas, apropiadas, pero también manipuladas porlos diferentes actores que entran en el juego de su construcción: el grupo étni-co, la percepción del mundo mestizo, el Estado nacional, la autopercepción delas mujeres indígenas sobre cómo construyen sus límites identitarios. En defi-nitiva, presenta alternativas analíticas para pensar a las identidades de género ya la articulación entre género y etnicidad más allá de la dicotomía entre com-plementariedad y desigualdad.

Mujeres y relaciones de género en la historia

Si bien la producción histórica ha sido relativamente escasa si comparamos conlas entradas analizadas en páginas anteriores, los aportes de estas investigacio-nes han sido importantes tanto respecto a las temáticas abordadas como a losenfoques y metodologías utilizados. Desde una historia centrada en la vida delas mujeres o en las construcciones culturales de género se han hecho contribu-ciones para entender la dinámica de la vida cotidiana en distintos períodos, pa-ra comprender la cultura de determinadas instituciones sociales como la Iglesiao la medicina social con el advenimiento de la modernidad, para visibilizar es-trategias de resistencia a la dominación. Asimismo, estos trabajos han colocadoa la historia oral, a los relatos de vida como herramientas metodológicas funda-mentales para la historiografía ecuatoriana.

Por un lado, encontramos trabajos que se inscriben en la línea de recupe-ración de la presencia femenina en la historia del país, perspectiva con la quearrancaron muchos de los esfuerzos de las historiadores en América Latina pa-ra cuestionar los sesgos androcéntricos de la disciplina. La biografía de figurasfemeninas prominentes en el ámbito político constituye en ese sentido un pri-mer tipo de trabajos. Aquí se destacan los desarrollos de Raquel Rodas(1987,1992,1998) quien desde la década de los ochenta ha recuperado la pre-sencia de varias mujeres dirigentes indígenas como Lorenza Abimañay, Dolores

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Cacuango, Tránsito Amaguaña y de liderezas de izquierda vinculadas con elmovimiento indígena como María Luisa de la Torre y Laura Almeida. La apues-ta de Raquel Rodas radica en la recuperación de la validez de las historias de vi-da como instrumentos de conocimiento del pasado de las mujeres pero tam-bién del pasado de las comunidades y de la organización indígena y campesi-na59. Un reciente trabajo de investigación colectiva del Grupo Gemma (2000)construye la biografía de maestras destacadas en el siglo XX.

Por otro lado, desde la historia social se producen un conjunto de estu-dios que centran su interés en la participación de mujeres anónimas, comunesy corrientes en determinados espacios públicos. Borchart (1992), Minchon(1985) y Poloni (1992) estudian la participación de las mujeres en la economíacolonial, y destacan las actividades de indígenas y mestizas en los mercados ylos ámbitos informales en oposición a las pulperías que eran negocios contro-lados por los hombres hasta avanzado el siglo XVII. En el artículo antologado,Borchart reconstruye además la gran multiplicidad de actividades en que esta-ban involucradas las mujeres tanto en el ámbito del comercio como en calidadde administradoras, propietarias, prestamistas, artesanas y las distintas situacio-nes que enfrentaban de acuerdo a su estado civil. Así, las casadas tenían menosmovilidad que las mujeres viudas, solteras o separadas. Su argumento buscacontrastar la percepción colonial y de la historia tradicional sobre la inferiori-dad femenina e “imbecilidad del sexo” con la activa participación de mujeresde distintos estratos sociales en la economía colonial.

Jenny Londoño (1997) se propone reconstruir una historia social de lasmujeres en la Real Audiencia de Quito en el período colonial tardío (1765-1830). Su trabajo recoge aspectos relativos a la vida cotidiana en las ciudades yla heterogeneidad de mujeres que desfilan en ella, desde el punto de vista de susoficios, su posición social, su condición étnica. También estudia algunas insti-tuciones especialmente importantes para entender la vida de las mujeres: la fa-milia, la educación femenina, la gastronomía como espacios de cultura de lasmujeres; las relaciones con la Iglesia y la vida monástica. En esta perspectiva, setrata de recuperar la vida cotidiana de mujeres ya sea de los estratos populares ode las elites para deconstruir por un lado el mito de las mujeres como entes pa-sivos, confinados al espacio doméstico y a la contemplación, y por otro, la ho-mogeneidad con que se construyen a los sujetos mujer en la historia tradicional.

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59 Citado en Moscoso (1995).

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Se trata de visibilizar la heterogeneidad de las experiencias femeninas debida asu condición racial, étnico-cultural, de clase, y de romper con la imagen de lamujer ahistórica, recluida y aislada del mundo social, aspectos que dominabanlos códigos normativos vigentes de la Colonia y de la República temprana.

Montúfar (1996) por su parte, analiza también la vida urbana, esta vez enel período republicano, pero centra su interés en las formas de violencia hacialas mujeres y entre aquellas de estratos populares. Las fuentes revisadas la llevana mostrar que una gran cantidad de estos actos tiene lugar en los mercados, laschicherías y la calle, y no sólo al interior del hogar.

Un tercer grupo de investigaciones busca desentrañar las representacionesde género de algunas instituciones sociales, analizando sus discursos y prácticas.En varios de los trabajos compilados por Martha Moscoso (1995,1996) sobrefinales del siglo XIX e inicios del XX, se analizan estos aspectos. Moscoso(1996) se centra en los discursos religioso y liberal, sobre el matrimonio, la fa-milia, el divorcio y el concubinato y demuestra que a pesar de las transforma-ciones políticas y sociales que acarreó el advenimiento del liberalismo, muchosde los preceptos morales y de control social sobre las mujeres permanecieron enlos códigos civiles y las prácticas jurídicas.

En el terreno de la educación, Goetschel (1996) analiza “las diversas tec-nologías educativas armadas en torno a la mujer” en los períodos garciano y li-beral para mostrar las imágenes y representaciones dominantes de lo femeni-no. Si bien Goetschel encuentra diferencias sustanciales entre el discurso y lasacciones de los gobiernos conservador y liberal, también señala muchas simili-tudes respecto por ejemplo, a una propuesta educativa para las mujeres sesga-da por las jerarquías sociales. Gladys Moscoso (1996) hace el mismo trabajocomparativo, esta vez con las representaciones femeninas en la literatura y elensayo.

En su artículo, antologado en este libro, Kim Clark analiza la ecuación dela identidad femenina con la maternidad y el hogar en los proyectos y debatessobre la protección a la infancia en el período 1910-1945 en el país, para sus-tentar su argumento en torno a la aparición de un discurso público, estatal, delas nacientes políticas sociales centrado en la imagen de la mujer-madre. Clarkapunta a la necesidad de estudiar los discursos y en este caso, aquellos que es-tablecen la identificación primaria de las mujeres con la maternidad y sus roles,como discursos multivocales, que pueden ser utilizados por los actores con dis-tintos fines y no sólo los de la subordinación.

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El tema de la resistencia y la transgresión a los códigos y normas vigentesha sido también motivo de indagación y se ha escogido para ello el estudio demanifestaciones de “desorden” como el concubinato, el adulterio, la misma vio-lencia entre mujeres, como lo señala Moscoso.60 Pero también el análisis de losusos que pudieron hacer ciertas mujeres de los vericuetos legales de las institu-ciones coloniales, como lo demuestra el estudio de María Eugenia Chaves so-bre la esclava María Chiquinquirá reseñado en páginas anteriores.

En definitiva, la investigación histórica sobre mujeres y género en el paísha dado algunos pasos importantes. Los trabajos son escasos, pero se han de-tenido a analizar ejes relevantes de la vida de las mujeres y a destacar la varie-dad de situaciones: de clase, regionales, étnicas, raciales como condicionantesimportantes para entenderlas. Como ocurre con la mayoría de los estudiosmencionados en las secciones anteriores, existe un peso abrumador de traba-jos centrados en la historia de mujeres, más que en una perspectiva de género,se las ha visualizado en distintos espacios sociales; se ha demostrado la brechaentre las normas y preceptos hacia las mujeres con prácticas de transgresión ode activa participación en espacios públicos; se ha rescatado su accionar en lavida política. Esto ha alimentado una historia de la vida cotidiana y ha vueltomás compleja la lectura de la historia cultural y social del país. Hace falta sinembargo, una mirada más relacional de cómo la vida de las mujeres se articu-laba con una serie de relaciones sociales más amplias. De cuál era su relacióncon el Estado por ejemplo, en un doble sentido: respecto a su participación oexclusión en los diferentes ámbitos de la esfera pública, pero también en lo re-lativo a cómo el Estado en sus políticas, representaba e influía sobre la vida dehombres y mujeres de manera diferencial.61 También es escasa la reflexión acer-ca de la relación entre construcciones culturales de género y otras dimensionesde la desigualdad, cómo se han ido entretejiendo lo étnico y lo racial en elcampo de las imágenes de género que han construido distintos actores e insti-tuciones sociales como la Iglesia, el Estado republicano, los populismos, losnacionalismos, los medios de comunicación, los sectores supuestamente mo-dernizadores, el arte, etc. Otro tema ausente en esta reflexión es la indagaciónsobre los primeros movimientos de mujeres, sobre el papel de las mujeres in-telectuales y sobre las formas en que se fue construyendo la ciudadanía de las

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60 Op. Cit. Págs. 395-396.

61 Al respecto ver la compilación de Elizabeth Dore y Maxime Molineux (2000).

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mujeres.62 Por último, también hace falta mayor atención a otros espacios detransgresión: la sexualidad o la misma religiosidad por ejemplo, que doten demayor complejidad a la construcción histórica de las identidades de género apartir precisamente de las contradicciones y las ambigüedades. En todo caso,los trabajos realizados muestran la potencialidad que la perspectiva históricaofrece para un análisis de las relaciones e identidades de género que se articu-le con otras dimensiones de la desigualdad y cuestione el lugar que ocupan lasjerarquías de género en la producción de la dominación.

Conclusión

Este recorrido a través de la producción investigativa en torno al género ha evi-denciado el gran dinamismo del campo, sus limitaciones y proyecciones, y hapermitido delinear algunas de las tendencias y temáticas abordadas más fre-cuentemente, pese a la existencia de una producción diversa y dispersa que re-sulta también bastante heterogénea. Como ocurre con otras áreas de investiga-ción de las Ciencias Sociales en el país, la mayoría de trabajos realizados sonaproximaciones a interrogantes que necesitan más sustento empírico, así comomayor debate y desarrollo conceptual; puedo decir que en definitiva, requierende un fortalecimiento del oficio de investigación y de la consolidación de unacomunidad académica que lo acompañe, lo cuestione y lo fortalezca. Este de-safío es particularmente importante para los estudios de género pues éstos ne-cesitan alcanzar mayores niveles de legitimidad dentro de las propias CienciasSociales ecuatorianas. El constante movimiento entre conocimiento y recono-cimiento los sitúa en una tensión no resuelta que enriquece la perspectiva peroque en algunas ocasiones también la puede oscurecer, si no está acompañada deun riguroso trabajo investigativo. El fortalecimiento de la investigación impli-ca entre otras cosas, la capacidad de crear una agenda de investigación propia,que pueda avanzar a partir de la puesta en cuestión de determinadas hipótesisy no simplemente de la traducción de agendas externas. Considero que el mo-mento actual, caracterizado por un creciente interés por parte de la academia

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62 Al respecto, vale la pena mencionar la tesis de maestría para la Universidad Andina Simón Bolívar deFlorencia Campana “Las revistas escritas por mujeres: espacios donde se procesó el sujeto feminista,1905-1937” que constituye el único esfuerzo por documentar este tema. Este trabajo sin embargo, noha sido publicado.

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local e internacional, así como por el desarrollo de una mayor complejidad enel abordaje de la temática desde distintas disciplinas, es propicio para el forta-lecimiento del oficio de investigación en género.

Para concluir, me interesa retomar un punto señalado en la parte intro-ductoria de este ensayo y es que precisamente este movimiento constante entreconocer y reconocer hace de los estudios de género un espacio crítico y de re-novación para las Ciencias Sociales: se han explorado nuevos ámbitos de inves-tigación como la vida cotidiana, la intimidad, la familia; se han enriquecidootras áreas de interpretación como los estudios culturales, políticos y del desa-rrollo; se ha experimentado con aproximaciones metodológicas distintas a lasconvencionales. Todos estos esfuerzos han permitido situar a la dimensión degénero en la interpretación social, como una entrada privilegiada para entenderlas formas que asumen en nuestra sociedad, las relaciones de poder y la desi-gualdad.

Me interesa insistir en algunas de las temáticas ausentes que se despren-den de la revisión de los trabajos, varias han sido mencionadas de manera espe-cífica, en cada una de las secciones anteriores. Me voy a limitar en esta parte, atrazar a manera de líneas generales, los que considero desafíos a futuro en tresaspectos: la producción de conocimientos sobre identidades de género, la rela-ción entre género y políticas y la interpretación de los discursos culturales des-de el género.

Si bien las identidades femeninas han sido temas privilegiados por los tra-bajos revisados, pues he hallado indagaciones históricas, antropológicas y socio-lógicas en espacios étnico–culturales diversos, así como en distintos estratos so-ciales, puedo decir que la preocupación por las identidades masculinas, lasidentidades gay y lésbicas en toda su diversidad, y las identidades juveniles, esaún escasa. Muy ligada a ello, está la falta de investigación en un terreno privi-legiado, que vuelve más complejo el estudio de las identidades de género, co-mo lo es la sexualidad. Algunos de los artículos de esta antología estudian as-pectos de la sexualidad, sin embargo todos ellos recurren como entrada funda-mental a su negación o represión en las mujeres. Se hallan aún ausentes estu-dios que aborden las dimensiones de la sexualidad de hombres y mujeres desdela multiplicidad de prácticas, desórdenes, transgresiones, es decir, de formasque activan y desactivan determinados procesos identitarios.

Por otro lado, la articulación con otras dimensiones de la desigualdad -so-bre todo la étnica- es particularmente débil en los estudios urbanos. De alguna

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manera, lo étnico es entendido en relación equivalente con lo indígena o conel espacio rural, muy poco se ha explorado alrededor de la trama étnica y de gé-nero en las ciudades; en la conformación de las propias identidades indígenasurbanas; en cuanto a las identidades transnacionales, producto de procesos mi-gratorios; en los grupos mestizos y negros, entre otros temas de interés. Por úl-timo, vale la pena mencionar el desequilibrio regional, la poca atención de lasinvestigaciones a las relaciones de género en sectores rurales y urbanos de laCosta, y la gran concentración de trabajos en torno a la Sierra y a lo que acon-tece a este respecto en las ciudades de Quito y Cuenca, principalmente.

Considero que la lectura de las distintas instituciones políticas, sociales yeconómicas desde el género, es otro de los caminos importantes que se debe ex-plorar. En esta primera etapa, los estudios se han concentrado en analizar lasconsecuencias de determinadas políticas económicas, de empleo, sociales, yeducativas sobre la vida de las mujeres. Es necesario que se profundice en el co-nocimiento sobre los sesgos de género presentes en la construcción de dichaspolíticas, del derecho, de la economía; es decir, que no miremos solamente losimpactos diferenciales que tienen dichas políticas en hombres y mujeres, sinodesentrañemos cómo las propias instituciones en sus prácticas, discursos y co-yunturas, construyen representaciones de género y moldean las relaciones so-ciales. Todo ello con el fin de entender cómo funciona la exclusión y qué de-terminantes adicionales al género contribuyen a su activación. Por otro lado, esimportante impulsar la investigación económica sobre los aspectos redistributi-vos y su relación con el empoderamiento de las mujeres. Hace falta producirmayor conocimiento acerca de la forma en que el acceso, control y propiedadde determinados recursos, como la tierra, la vivienda u otros, contribuye o noa fortalecer la autonomía de las mujeres.

Cabe mencionar por último, que una línea poco explotada en el país y conenorme potencial para los estudios de género, a juzgar por la producción enotros países, son los estudios culturales. Contamos con pocos trabajos de críticaliteraria feminista, son escasos los estudios sobre productos culturales de masas,como publicidad, medios de comunicación, cine, desde una perspectiva de gé-nero y muy contados los ensayos sobre producción artística desde el feminismo.El análisis de artefactos culturales se presenta como una de las vías más fructífe-ras que al parecer se abrirán para los estudios de género en los próximos años.

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