Desde el 19 y 20 de diciembre de 2001, el pueblo argentino viene remontando la cuesta para salir del hondo pozo en que nos había hundido el ciclo de entrega que (con un breve respiro, que rápidamente se convirtió en trage-dia, entre 1973 y 1976) se había abierto el 16 de setiembre de 1955.Esa dura trepada, no sin altibajos, se aceleró cuando llegó a la presidencia de la nación el entonces casi ignoto Néstor Carlos Kirchner, prometió no dejar sus convicciones a las puertas de la Casa Rosada y en buena medida cumplió con su promesa. Lo continuó, dignamente, su esposa, Cristina Fernández de Kirchner.Durante esos doce años la Argentina recuperó el control de algunas palancas fundamentales de su vida económica y enfrentó la hostilidad más aguda de quienes, después de la traición mene-mista, habían creído que por fin se habían alzado al máximo del poder para nunca más caer de allí.Esa recuperación, junto a una clara decisión política de gobernar en beneficio de los sectores populares, de saldar las cuentas individuales con la historia reciente, y de integrar a la Argentina en América Latina de un modo práctico y no verborrágico en todos los planos de la vida, son el corazón del legado kirchnerista. En 2015 ese

legado será sometido a plebiscito en las presi-denciales de Octubre. Pero las "primarias obliga-torias" de agosto son la antesala de Octubre.Para algunos compatriotas los doce años de gobierno kirchnerista tienen luces y sombras. La estructural pertinacia opositora de la antipa-tria y sus aliados trunco políticas y proyectos. Llegaron a ubicar elementos, en los más altos cargos, como el Ingeniero Julio Cobos. El movi-miento obrero se debilito y se atomizo. Sectores poco representativos disfrutaron de un inmereci-do apoyo y empañaron con sus actos al mejor gobierno que supimos darnos los argentinos desde que murió el General Juan Perón.Todo eso puede y debe ser superado. Pero esa convicción no debe llevarnos a votar en contra de los candidatos que asumen como propia la totalidad de la herencia kirchnerista. La supera-ción práctica de esos problemas exige un movi-miento nacional victorioso y no derrotado. Solo bajo esas condiciones podrá crecer un movimien-to que coloque el bien común por encima de cualquier interés creado y ponga los destinos de la patria bajo la conducción hegemónica de los trabajadores y los oprimidos.

son la puerta de entrada a las elecciones definitivas. Marcan la cancha y preparan el momento en que el destino del país se jugará en una sola baraja.

Como siempre en cada alternativa histórica desde 1810, los argentinos volvemos a optar en 2015 entre el campo nacional, donde están los patriotas, y el campo antinacional, donde están los cipayos. En esta oportunidad, el campo nacional se condensó en la fórmula DANIEL SCIOLI – CARLOS ZANNINI. Llega fortalecido a la compulsa, pero necesita más que eso. Estas "primeras elecciones" pueden aportarlo. Para eso, los Socialistas de la Izquierda Nacional llamamos a votar al Frente para la Victoria y aplastar toda esperanza de la oposición antinacional bajo un alud de votos que indique ya desde ahora, sin dejar una sola duda, quién ganará las presidenciales.

-cuya voz más extendida la maneja el Grupo Clarín, pero en modo alguno se limita a él- tienen plena conciencia del éxito que han tenido las políticas de soberanía argentina, dignidad nacional, inclusión popular y reindus-trialización que comenzaron en 2003. Hasta el Ingeniero Mauricio Macri, después de su desastroso "triunfo" en la Capital Federal, descubrió que tenía razón el Doctor Carlos Menem: ningún traidor a la patria puede ganar una presidencial hablándole con sinceridad a los argenti-nos. Si dice la verdad, no lo vota nadie. Y empezó a declarar que estaba decidido a mantener todos los logros del gobierno kirch-nerista, los mismos a los que se opuso durante más de una década, aunque, eso sí, "mejor administrados".El Dr. Sergio Massa, por su parte, ya quedó fuera de carrera (aunque ahora, ante el fatal tropezón del macrismo en las elecciones distri-tales, hay quien trata de darle aire otra vez con un pulmotor). El intento de promover una agenda antinacional desde un peronismo que no esté en plena y completa derrota, como en la época de la traición menemista, terminó en un patético desinfle.El radicalismo, de la mano del Dr. Sanz, se convirtió finalmente, en furgón de cola del proyecto macrista. Así le está yendo.Las distintas fuerzas de la "izquierda" y el "progresismo" antikirchnerista, desde el Sr. Altamira hasta la Dra. Stolbizer, siguen reite-rando los viejos clichés de un gorilismo verborrá-gico que, oriundo de sus maestros Codovila o Juan B. Justo, esteriliza buenas inten-ciones en el mejor de los casos y santifica con un barniz "revolucionario" un odio incon-movible contra los trabajadores, en el peor.

A los patriotas, a los que velan por el destino de la Argentina en una Améri-ca Latina cada vez más unificada, a los que luchan por la justicia social, a los que se alegran cada vez que una palan-ca de la maquinaria económica argen-tina queda en manos de los argenti-nos, a los demócratas en profundidad y no formales, a los que abominan de un poder judicial tan obscenamente volcado a los pies de las clases domi-nantes y del opresor extranjero, a todos nosotros, a los que queremos una Argentina justa, libre, sobe-rana y latinoamericana, no nos puede caber duda: en las PASO, el voto tiene que ir por la boleta