angenot marc el discurso social

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  • marc angenotel discurso sociallos lmites histricos de lo pensabfie y lo decible

    v w i siglo veintiunoeditores

  • y con ellos, las grandes convicciones y los entusiasm os que suscitaban. El historiador de las ideas est constan tem ente con fron tado con la obsolescencia de lo convincente y de lo racional y con los interrogantes y perplejidades que resultan de esta constatacin. El pasado, lejano y reciente, es un vasto cem enterio de ideas muertas producidas por personas tambin muertas, ideas que fueron consideradas, en otros tiempos, convincentes, dem ostradas, incluso evidentes, y tam bin im portantes, adm irables, m ovilizadoras... Las ideas con las que trabaja el h istoriador de las ideas h an sido consideradas com o crebles, bien fundadas, slidas y, en el m om ento en que se las estudia, estn devaluadas o en vas de estarlo. Ideas qu e tam bin son consideradas bellas y nobles se han convertido en sospechosas a posteriori (es el caso, segn la doxacon tem pornea, de la idea com unista). Ideas en su tiem po efectivas, convincentes, estructuran tes, que se volvieron vanas y estriles. Ideas m uertas o mustias, ideas que un da ya no son "ms que palabras".

    stas son las g randes cuestiones, inagotables y apasionantes, sobre las que trabajo, y que abordo al m ism o tiem po que otros problemas de historia in telectual y cultural en los ensayos que aqu se presentan.

    MARC ANGENOT, mayo d e 2010

  • PRIMERA PARTE

    El discurso social

  • 1. El discurso social: problemtica de conjunto

    Hay cosas que todos dicen porque fueron dichas alguna vez.MONTESQUIEU, Consideraciones sobre las causas de la grandeza de los romanos y de su decadencia

    Al pensar en lo que se deca en su pueblo, y que haba hasta en las antpodas otros Coulon, otros Marescot, otros Foureau, sentan pesar sobre ellos la tierra entera. f l a x j b e k t , Bouvardy Pcuchet

    Una conducta le parece familiar: descubra que es algo inslito. En lo cotidiano, discierna lo inexplicable. Detrs de la regla establecida, descubra lo absurdo. b k e c h t , La excepciny la regla

    EL DISCURSO SOCIAL

    El discurso social: todo lo que se dice y se escribe en un estado de sociedad, todo lo que se im prim e, todo lo que se habla pblicam ente o se represen ta hoy en los m edios electrnicos. Todo lo que se narra y argum enta, si se considera que narrar y ar- gumentarson los dos grandes modos de puesta en discurso.

    O ms bien podem os llamar "discurso social" no a ese todoem- prico, cacofnico y redundante, sino a los sistemas genricos, los repertorios tpicos, las reglas de encadenam iento de enunciados que, en una sociedad dada, organizan lo decible-lo narrab ley opi- n a b le -y aseguran la divisin del trabajo discursivo.Se trata entonces de hacer aparecer un sistem a regulador global cuya naturaleza

  • no se ofrece inm ediatam ente a la observacin, reglas de produccin y circulacin, as com o un cuadro de productos.

    Lo que yo propongo es tom ar en su totalidad la produccin social del sentido y de la rep resen tacin del m undo , produccin que presupone el "sistem acom pleto de los intereses de los cuales una sociedad est cargada" (Fossaert, 1983a: 331). As, pienso en u n a operacin radical de desciausuram iento que sumerja los campos discursivos trad icionalm ente investigados com o si existieran aislados y fueran autnom os (la literatura, la filosofa, los escritos cientficos) en la totalidad de lo que se im prim e y se enuncia institucionalm ente. Tengo la in tencin de tratar de lleno, si puedo decirlo as, la en o rm e m asa de los discursos que hablan, que hacen hablar al socius y llegan al odo del hom bre en sociedad. Me propongo reco rre r y balizar la totalidad de este vasto rum or d o n d e se encu en tran los lugares com unes de la conversacin y las brom as de caf, los espacios triviales de la prensa, del perio dism o, de los doxgrafos de "la op in in pblica", as com o las formas etreas de la bsqueda esttica, la especulacin filosfica y la form alizacin cientfica: d o n d e existen tan to los eslganes y las doctrinas polticas que se en fren tan estruendosam ente com o los m urm ullos perifricos de los grupsculos disidentes. En un m om ento dado, todos esos discursos estn provistos de aceptabilidad y encanto: tienen eficacia social y pblicos cautivos, cuyo ha- bitus dxico conlleva un a perm eabilidad particular a esas influencias, una capacidad de apreciarlas y de renovar su necesidad de ellas.

    Tomo com o objeto concreto, a fin de ilustrar y validar esta reflexin sobre el discurso social, la totalidad de la "cosa impresa" en francs (o, a l m enos, un m uestreo muy extenso de ella) p roducida en el curso de un ao: 1889. Se trata de establecer un corte sincrnico arb itrario para describir y dar cuen ta de lo escribible de esa poca. Ms adelan te explicar los motivos de esta eleccin.

    En todo caso, esta em presa no ap u n ta so lam ente a producir un a descripcin, un cuadro de los temas, los gneros y las doctrinas de una poca (aunque tal descripcin presenrara en s misma cierto in ters). Supone la construccin de un m arco terico y de enfoques in terpretativos que la organizacin del m aterial recolec

  • tado presun tam ente ha de ilustrar y justificar. Y supone en especial el hecho de llegar a dar un a consistencia terica a la nocin de "discurso social" ya m encionada.

    Me parece pertinente, antes de com enzar con el anlisis del discurso social en 1889, exponer prim ero la problem tica de con

    ju n to , tarea que se anticipa, por cierto, al resto del texto, ya que las nociones y las tesis que van a form ularse se construyen a partir de la reflexin sobre el corpus estudiado, as com o sobre los obstculos y las dificultades encontradas.

    H ablar de discurso social es abordar los discursos com o hechos sociales y, a partir de all, com o hechos histricos. Tam bin es ver, en aquello que se escribe y se dice en una sociedad, hechos que "funcionan independ ien tem ente" de los usos que cada individuo les atribuye, que existen "fuera de las conciencias individuales" y que tienen una "potencia" en virtud de la cual se im ponen. En consecuencia, mi perspectiva retom a lo que se narra y se argum enta, aislado de sus "m anifestaciones individuales", y que sin em bargo, no es reducible a lo colectivo, a lo estadsticam ente difundido: se trata de extrapolar de esas "m anifestacionesindividua- les" aquello que puede ser funcional en las "relaciones sociales", en lo que se pone en ju e g o en la sociedad y es vector de "fuerzas sociales" y que, en el plano de la observacin, se identifica por la aparicin de regularidades, de previsibilidades. En ese proyecto de un anlisis de los discursos com o productos sociales, el lector habr reconocido un eco de los principios de Durkheim ([1895], 1968).

    El discurso social -si acaso tiene alguna relacin con la lengua normativa, la "lengua literaria" de una so c ied ad -n o tiene relacin con la "lengua" d e los lingistas.Si bien el discurso social es la m ediacin necesaria para qu e el cdigo lingstico se concrete en enunciados aceptables e inteligibles, la perspectiva sociodiscnrsiva perm anece heursticam ente alejada del m bito de la lingistica. Ambas perspectivas parecen irreconciliables, y el anlisis de los lenguajes sociales es antagonista (como, segn mi parecer, dem uestra toda la investigacin contem pornea) de la descripcin de "la lengua" com o un sistem a cuyas funciones sociales deben ser, en cierto m odo, neutralizadas, escotomizadas, Sin em bargo, el

  • discurso social, al igual que el "cdigo" lingstico, es aquello que ya est all, aquello que in-form a el enunciado particular y le confiere un estatus inteligible.

    Porque todo discurso concreto (enunciado) descubre siem pre el objeto de su orientacin com o algo ya especificado, cuestionado , evaluado, envuelto, si as pudiera decirse, por una brum a ligera que lo oscurece o, al contrario, com o algo esclarecido por palabras ajenas a su propsito. Est envuelto, penetrado por las ideas generales, las perspectivas, las apreciaciones y las definiciones de otros. (Bajtn, 1978: 100)

    UNA INTERACCIN GENERALIZADA

    A prim era vista, el vasto ru m o r de los discursos sociales da la im presin de barullo , de cacofona, de una extrem a diversidad de temas, op in iones, lenguajes,jergas y estilos; es en esa m ultiplicidad, en esa "heteroglosia" o "lieterologa" donde se ha deten ido fu nd am en ta lm en te el pensam iento de Bajtin. Este au to r acen ta un ila tera lm ente la fluidez, la desviacin creativa hacia una rep re sen tacin de lo social com o un lugar donde las conciencias (respondientes" y dialogizadas) estn en constan te in teraccin, lin lugar en el qu e las legitimidades, lasjerarquas, las restricciones y las dom inan tes slo se consideran en la m edida en q u e p ro p o rcionan m aterial a la heteroglosia y, en el o rd en esttico, al texto polifnico. N osotros no podem os seguir a Bajtn en este "m ito dem ocrtico" (Bessire): lo que tratarem os de hacer es exp on er las con trad icciones y las funciones, no para describir un sistem a esttico, sino aquello que llam arem os u n a hegemona, en tend ida com o un conjunto com plejo de reglas prescriptivas de diversificacin de lo decib le y de cohesin, de coalescencia, de integracin. El discurso social no es ni un espacio in de te rm in ado d o n d e las diversas tem atizaciones se p rod ucen de m anera aleatoria, ni una yuxtaposicin de sociolectos, gneros y estilos encerrados en sus

  • propias tradiciones, que evolucionan segn sus propias pautas internas. Por eso, hablar del discurso social ser describir un objeto compuesto,form ado por una serie de subconjuntos iuteractivos, de m igrantes elem entos m etafricos, donde operan tendencias he- gem nicas y leyes tcitas.

    Sin em bargo, retendrem os la tesis de Bajtn que sostiene una interaccin generalizada. Los gneros y los discursos no form an com plejos recprocam ente im perm eables. Los enunciados no deben tratarse com o "cosas", com o m nadas, sino como "eslabones" de cadenas dialgicas; no se bastan a s mismos, son reflejos unos de otros, estn "llenos de ecos y de recuerdos", penetrados por "visiones del m undo , tendencias, teoras" de una poca. A qu se esbozan las nociones de iniertextualidad (com o circulacin y transform acin de ideologem as, es decir, de pequeas unidades significantes do tadas de aceptabilidad difusa en una doxaaa) y de interdiscursividad (com o iu teraccin e influencia m utua de las axiom ticas del discurso). Estas nociones convocan a la investigacin de reglas o de tendencias, en absoluto universales, pero capaces de definir e identificar un estado determ inado del discurso social. Ellas invitan a ver de qu m anera, por ejem plo, ciertos ideologem as deben su aceptabilidad a una gran capacidad de m utacin y reactivacin, al pasar de la prensa de actualidad a la novela, o al discurso m dico y cientfico, o al ensayo de "filosofaso- cial", etc.

    Mi proyecto busca sacar a la luz esta interdiscursividad generalizada de fines del siglo X M , y volver a poner en com unicacin lgica y tem tica los espacios sublim es de la reflexin filosfica y la literatura audaz e innovadora con el cam po trivial del eslogan poltico, la cancin de caf concert, y la com icidad de las revistas satricas, de las brom as sobre los m ilitares y de las "gacetillas" de la prensa popular.

    Lo que se enu ncia en la vida social acusa estrategias por las que el enunciado "reconoce" su posicionam iento en la econom a discursiva y opera segn este reconocim iento; el discurso social, com o unidad global, es la resultante de esas estrategias m ltiples, aunque no aleatorias.

  • ALEGORESIS, MTERLEGIBILIDAD

    El efecto d e "m asa sincrnica" del discurso social so b red e te r- m in a la leg ib ilidad d e los textos particu lares q u e fo rm an esa masa. A la lec tu ra de un tex to dado se su p e rp o n en vagam ente o tros textos q u e o cu p an la m em oria, p o r un fen m en o a n logo al de la rem an en c ia re tin iana . Esta sobreim posicin se llam a, en los discursos sociales an tig uos y clsicos, alegoresis: p royeccin c e n trp e ta de los textos de to da la red sob re un tex to -tu to r o un co rp u s fetich izado (Z um thor; S urv in ). F enm eno s an log os se p ro d u cen en los discursos m o d ern o s , por una necesidad estru c tu ra l que resu lta de la organ izacin topo- lgica d e los cam pos discursivos.

    La in te rleg ib ilid ad asegura una e n tro p a h e rm en u tica que hace leer los tex tos de una poca (y los de la m em o ria cu ltu ral) con c ie rta estrechez m onosm ica, que esco tom iza la natu raleza hetero lg ica de ciertos escritos, anu la lo inesperado y red u ce lo nuevo a lo previsible. Las "nuevas ideas" co rren el riesgo de pasar inadvertidas po rq ue se a b o rd a n en un m arco p reco n s tru id o que desd ibuja aqu ello que se p resta a u n a lectu ra "d iferen te".'

    1 Un ejem plo agradable de relectura, en coyuntura, d e una ob ra del pasado: una obra de Dumas padre, en m edio de la cam paa electoral de e n e ro d e 1889:

    El m artes pasado entr en la Comedie Fran^aise. Todos los abonados, en los palcos, slo tenan una palabra en la boca: -P ero sta es la historia del general y del presidente!

    Y se m anifestaban a favor o en contra del duque de Guisa y a favor o en contra de Enrique III, segn fueran o no partidarios de Boulanger. Lo cmico era que los republicanos, en los entreactos, se declaraban a favor del rey, m ientras que los realistas apoyaban al d u q u e,je fe de la Liga... de los Patriotas. Quin hubiera imaginado que habra tantas alusiones en un dram a de Dumas padre! (Ilustrftcin, 12.1: 26)

  • EL DISCURSO SOCIAL: PROBLEMTICA DE CONJUNTO 27

    FORMAS Y CONTENIDOS

    La prim era consecuencia d e nuestro enfoque es no disociar ja ms el "contenido" de la "form a", lo que se dice y la m anera adecuada de decirlo . El discurso social une "ideas" y "formas de hablar" de m anera que a m enu do basta con abandonarse a una fraseologa para dejarse absorber por la ideologa que le es inm anente. Si cualquier enunciado, oral o escrito, com unica un "mensaje", la fo rm a del enunciado es m edio o realizacin parcial de ese mensaje. Se puede pensar en las fraseologas de los lenguajes cannicos, en los clichs eufricos ("Todos los franceses que se p reocu pan por la dign idad y el ho no r del pas estarn de acue rdo e n . . .).2 Los rasgos especficos de un enunciado son marcas de una condicin de produccin, de un efecto y de una funcin. El uso para el cual un texto fue elaborado puede ser reconocido en su organizacin y en sus elecciones lingsticas (Gri- vel, 1973: 7 ).

    TODO ES IDEOLOGA

    Como se ve claram ente, ya no se trata de oponer "ciencia" y "literatura" a la ideologa, im postora y engaosa. Porque la ideologa est en todas partes, en todo lugar, y la palabra m ism a "ideologa" deja de ser pertinen te en el sentido de que, al seguir el cam ino que guiaba la reflexin hacia una sem itica sociohistrica, m uchos investigadores han llegado a hacer suya la proposicin inaugural de Marxismo^ filosofa del lenguaje (1929): todo lenguaje es ideolgico, todo lo que significa hace signo en la ideologa. Cito a Baj tn/V olshinov:

    2 Quinzaine iuraire etpolit., 628.

  • El m bito de la ideologa coincide con el de los signos: se corresponden m utuam ente . All donde se encu en tra el signo, se en cu en tra tam bin la ideologa. (Baj- tn/V olshinov [1929], 1977: 27)

    "Todo lo que se analiza com o signo, lenguaje y discurso es ideolgico" significa que todo lo que puede identificarse all, com o los tipos de enunciados, la verbalizacin de los temas, los m odos de estructuracin o de com posicin de los enunciados, la gnoseolo- ga subyacente en una form a significante, todo eso lleva la m arca de m aneras de conocer y de re-presentar lo conocido que no van de suyo, que no son necesarias ni universales, y que conllevan apuestas [enjeux]sociales, m anifiestan intereses sociales y ocupan una posicin (dom inante o dom inada, digamos, aunque la topologa a describir sea ms com pleja) en la econom a de los discursos sociales. Todo lo que se dice en u n a sociedad realiza y altera m odelos, preconstructos (todo un ya-all que es un producto social acum ulado ). Toda paradoja se inscribe en la esfera de in- flu en c iad e una doxa. U n debate slo se desarrolla apoyndose en u n a tpica com n a los argum entos opuestos. En toda sociedad, la m asa de d iscursos-d ivergentes y an tagnicos- eng end ra un decible global ms all del cual slo es posible percibir por anacronismo el "noch-nicht Gesagtes", lo an no-dicho (para citar aqu a E rnst B loch).

    HEGEMONA

    El solo hecho de hablar del discurso social en singular (y no evocar sim plem ente el conjunto con tingen te de /osdiscursos sociales) im plica que, ms all de la diversidad de los lenguajes, de la variedad de las prcticas significantes, d e los estilos y de las opiniones, el investigador puede identificar las dom inancias interdiscursivas, las m aneras de conocer y de significar lo conocido que son lo propio de una sociedad, y que regulan y trascienden la divisin de los discursos sociales: aquello que, sigu iendo a A ntonio Gramsci, se Ua-

  • m ar hegemona.3 La hegem ona completa, en el orden de la "ideologa", los sistemas de dominacin poltica y de explotacin econmica que caracterizan una form acin social. En relacin dialctica con las diversificacionesdel discurso (segnsus destinatarios, sus grados de distincin, su posicin topolgica ligada a un determ inado a p a ra to ) , es posible postular que las prcticas significantes que coexisten en una sociedad no estn yuxtapuestas,sino que form an un todo "orgnico" y son cointeligibles, no solam ente porque all se producen y se im ponen tem as recurrentes, ideas de moda, lugares com unes y efectos de evidencia, sino tam bin porque, de m anera ms disimulada, ms all de las temticas aparentes (e integrndolas) , el investigador podr reconstituir reglas generales de lo decible y de lo escribible, una tpica, una gnoseologa, determ inando, en conjunto, lo aceptable discursivo de una poca. E n Cada sociedad i o n el peso de su "memoria" discursiva, la acum ulacin de signos y m odelos producidos en el pasado para estados anteriores del o rden socia l- la in teraccin de los discursos, los intereses que los sostienen y la necesidad de pensar colectivam ente la novedad histrica producen la dom inancia de ciertos hechos semiti- c o s -d e "forma" y de "contenido"- que sobredeterm inan globalm ente lo enunciable y privan de m edios de enunciacin a lo im pensable o lo "an no dicho" (que no se corresponde 'de ningn m odo con lo inexistente o lo quim rico).

    La hegem ona que abordarem os aqu es la que se establece en el discurso social, es decir, en la m anera en que una sociedad dada se objetiva en textos, en escritos (y tam bin en gneros orales). No la considerarem os un m ecanism o de dom inio que abarcara toda la cultura, que abarcara no slo los discursos y los mitos, sino tam bin los "rituales" (en un sentido am plio), la semantiza- cin de los usos y las significaciones inm anentes a las diversas prcticas m ateriales y a las "creencias" que las movilizan. Sin duda, la hegem ona discursiva slo es un elem ento de una hegem ona cultural ms abarcadora, que establece la legitim idad y el sentido

    3 Sobre el singular de "discurso social", vase Fossaert, 1983a: 111

  • de los diversos "estilos de vida", de las costum bres, actitudes y "m entalidades" que parecen m anifestar. Ms adelan te expongo las razones por las cuales m e parece pertinen te aislar el anlisis de los discursos sociales del resto de lo que en la cultu ra produce sentido y por lo que la sociedad se m anifiesta organizada y axioio- gizada.

    Hago una aclaracin: no llamo "hegem ona" al conjunto de los esquem as discursivos, tem as, ideas e ideologas que prevalecen, predominan, o tien en el ms alto grado de legitim idad en el discurso social global o en alguno de sus actores. La hegem ona es, ms bien, el con jun to de los "repertorios" y reglas y la topologa de los "estatus" qu e confieren a esas entidades discursivas posiciones de influencia y prestigio, y les procuran estilos, formas, micro- rrelatos y argum entos que contribuyen a su aceptabilidad. Puede suceder que, para abreviar, se diga que tal tem tica, tal fraseologa, tal con junto discursivo son "hegemnicos". Esto es m anifestar en trm inos sim plificados el hecho de que esas entidades aprovechan la lgica hegem nica para im ponerse y difundirse. La hegem ona designa entonces un grado ms elevado de abstraccin que la descripcin de los discursos. Mutatis mutandis, ella es a las producciones discursivas y dxicas lo que los paradigm as (de Kuhn) o las epistem es (de Foucault) son a las teoras y las doctrinas cientficas que prevalecen en un a poca dada: un sistem a regulador que p redeterm ina la produccin de formas discursivas concretas.

    Decir que tal en tidad cognitiva o discursiva es dom inante en un a poca d ad a no im plica negar que est inserta en u n ju eg o en el que existen m ltiples estrategias que la cuestionan y se oponen a ella, a lterando sus elem entos. En este sentido -p o n g o un ejem plo banal-, en 1889 hay una cierta censura sobre el sexo y sus representaciones (aunq ue no puedo esbozar sus caractersticas en pocas lneas). No obstante, esta m ism a censura perm ite que el libertinaje "bien escrito" de Catulle M ends, la apologa de boule- vard de las cocottesy del Pars de los placeres, o las audacias oscuram ente sublim adas de la innovadora novela naturalista o m odernista se m anifiesten, adquieran prestigio a los ojos de algunos y tem aticen, en cierto m odo, sus transgresiones. La hegem ona es lo que eng end ra a la vez el sexo 'Victoriano" reprim ido y su

  • cortejo de "transgresiones" y "audacias ". Porque a la hegem ona se une la legihilidad, el inters-de-lectura, Catulle M ends y Ra- childe, por ms audaces que fueran, son tan ilegibles hoy com o los trabajos llenos de au toridad del Dr. G arnier sobre las aberraciones de l instin to gensico. Podem os apreciar claram ente por qu estos escritores escandalosos perm iten slo una lectura "arqueolgica". Perm eables a las ideas dom inantes que su "perversin" se com placa en transgredir, slo podan operar cierto efecto significante y "significativo" en el interior de su propia hegem ona. Se dir que eran "de su tiempo". En virtud de una ilusin esttica sin du da agradable, un aficionado curioso puede encontrar todava cierto encanto en Pladan, Rachilde o je a n Lo- rrain , qu ienes nos dan la intuicin fugaz del tipo "extrao" de discurso social que alim entaba la dinm ica de sus audacias de pensam iento y sus bsquedas estticas.

    HEGEMONA, LEGITIMACIN Y ACEPTABILIDAD

    La hegem ona no es slo aquello que, en medio del vasto rum or de los discursos sociales, se m anifiesta con ms fuerza o se dice en varios lugares. Tam poco es esa dom inancia cuantitativa que hara ms audibles las banalidades del caf concert o la brom a burda de los diarios populares fren te a los sutiles debates d e la Revue des Deux Mondes. La hegem ona es, fundam entalm ente, un conjunto de m ecanism os unificadores y reguladores que aseguran a la vez la divisin del trabajo discursivo y un grado de hom ogeneizacin de retricas, tpicas y doxas transdiscursivas. Sin em bargo, esos m ecanism os im ponen aceptabilidad sohre lo que se dice y se escribe, y estratifican grados y formas de legitim idad. Por lo tanto, la hegem ona se com pone de reglas cannicas de los gneros y los discursos (incluido el m argen de variaciones y desviaciones aceptab les), de las precedencias y estatus de los diferentes discursos, de las norm as del lenguaje correcto (incluyendo tam bin el control de los grados de distribucin de la lengua, desde el alto estilo literario hasta el vale todo de la escritura periodstica "popular") y

  • de las formas aceptables de la narracin , de la argum entacin y, de m anera ms general, de la cognicin discursiva, y un reperto rio de tem as que se "im ponen" a todos los espritus, pero de tal suerte que su tratam iento abre el cam po de debates y disensos regulados por convenciones de form a y de contenido.

    La hegem ona im pone dogmas,fetiches y tabes, hasta en una sociedad "liberal" que se considera a s m ism a em ancipada de tales im posiciones arbitrarias (a tal pu n to que uno d e los "dogmas" de las sociedades m odernas es la pretensin de la falta de tabes, la valorizacin d e lju ic io crtico y la libre expresin de las "individualidades" que los co m p o n en ). E n tendem os en tonces por heg em on a el con jun to com plejo de las diversas norm as e im posiciones que operan contra lo a leatorio , lo cen trfu go y lo m arginal, indican los tem as aceptables e, ind isociab lem ente, las m aneras tolerables de tratarlos, e instituyen la je ra rq u a de las legitim idades (de valor, distincin y prestigio) sob re un fondo de relativa hom ogeneidad. La hegem ona debe describirse form alm en te com o un "canon de reglas" y de im posiciones leg itim adoras y, socialm ente, com o un instrum ento de contro l social, com o u n a vasta sinergia de poderes, restricciones y m edios de exclusin ligados a a rb itrarios form ales y temticos.

    Lo que llamamos hegem ona es, en un lenguaje no idealista, el equivalente del Zeitgeist rom ntico-hegeliano; un Zeitgeist no concebido com o el "fenm eno" de una causa expresivao una esencia histrica, ni com o propio de una elite o un puado d e m entes esclarecidas, de grandes pensadores. (Sin em bargo, es cierto que la heg em on a produce, im pone y legitim a ciertos pensam ientos com o "grandes pensam ientos", y a ciertos pensadores com o "la enca rnac in de su poca".) Si bien la hegem ona est form ada por regularidades que hacen aceptable y eficaz lo que se dice y le con fie ren un estatus determ inado , aparece com o un sistem a que se regula por s mismo sin que haya detrs un Geist, un d irector de orquesta, un Deus in machina, ni siquiera una serie de relevos provistos de una identidad , un rostro.

    En las sociedades llamadas "primitivas", la hegem ona (si es que este trm ino tiene all sentido) se identifica con la cohesin estructu rad a de los m itos cosm olgicosy sociognicos, de los lenguajes

  • rituales y, progresivam ente, de todo lenguaje asociado a las prcticas del grupo. De m odo que, en efecto, para tratar esas sociedades, el trm ino m ismo "hegemona" es intil, as como es intil hablar de una "norm a lingstica" all donde la lengua es hom ognea, donde todos los sujetos hablantes utilizan la "misma lengua. Sin embargo, incluso en esta sociedad primitiva y tpico ideal [Weber] que evoco, desde que hay m ediacin (cuando el lenguaje de los m itos debe traducirse a los lenguajes rituales) y disim ilacin (cuando los cham anes usan una je rg a que les est reservada), el concepto de hegem ona puede intervenir, estableciendo quin puede decir qu y en qu c ircunstancias^ cmo se instauran las reglas de transcodificacin entre mitos, rituales y otras prcticas significantes.

    En una sociedad com pleja, estratificada en clases y roles sociales, donde las funciones estn diversificadas y los antagonistas son m ltiples, la hom ogeneidad orgnica de los discursos es m enos evidente. Esas sociedades no dejan de legitimar e im poner formas de expresin, principios cognitivos, reglas de lenguaje, inscribiendo en sus axiom as mism os la valorizacin de la "libertad de palabra", de la originalidad personal, y el rechazo de las autoridades dogmticas, com o decam os anteriorm ente.

    Inscrita en el tiem po, la hegem ona discursiva propia de una coyuntura dada se com pone de m ecanism os reguladores que se han establecido en duraciones diferentes: lenta elaboracin (a lo largo de los siglos) de la lengua "nacional", de sus fraseologas y de sus retricas de prestigio; reordenam ientos im perceptibles o repentinos de la divisin de los campos, gneros y discursos cannicos: aparicin y obsolescencia rpida de tem as e ideas "de moda" y relatos de actualidad, in terpretados segn los signos de los tiempos. Esas diferencias de tem poralidades son tam bin relativam ente arm onizadas y reguladas, de m odo que el conjunto evoluciona com o un todo.

    La hegem ona no es, entonces, ni yuxtaposicin ni coexistencia. A pesar de m uchos "puntos de friccin" y de conflicto, form a un conjunto que apunta a la estabilidad y a la hom eostasis, m ientras que ella misma est constantem ente en vas de reparacin, de renovacin. (La im agen que se im pone aqu es la de una especie

  • de "palacio" de la cultura, d o n d e una m ultitud de artesanos y obreros se encargaran de las reparaciones perm anentes, bajo una coordinacin siem pre problem tica, para lograr un m onum ento grandioso, pero siem pre inconcluso.) El equilibrio relativo de los tem as impuestos, de las norm as y divisiones de las tareas no es el resultado de una ausencia de contradicciones: es la resultante de las relaciones de fuerza y de los intereses de todos los in terlocu tores sociales. Los literatos "puros" estaran satisfechos con una sociedad en la que, com o en Viaje cdpas de los Arliadas, de M aurois, solam ente la literatura tuviera derecho de c iudadan ay en la que la palabra literaria fuera el nico lenguaje permitido. Los mdicos "puros", si es que existen, tal vez sueen , com o en Les Morticoles, de Lon D audet, con una sociedad en teram en te m edicalizada do nd e el discurso m dico tuviera toda la autoridad y ocupara el lugar de la religin, el arte y la poltica. Las utopas satricas de D audet y M aurois existen para recordarnos que todo gran sector discursivo (y no slo el religioso) tiene un potencial "to talitario", y que slo las condiciones sociales le p ro h b en persistir en su esencia hacia una extensin m xim a,4

    C onjunto de reglas y de incitaciones, canon de legitim idades e instrum ento de control, la hegem ona que "apunta" ciertam ente a la hom ogeneidad, a la homeostasis, no slo se presenta com o un conjunto de contradicciones parciales, de tensiones entre fuerzas centrfugas y centrpetas, sino que, ms an , logra im ponerse

    ju s tam en te com o resultado de todas esas tensiones y vectores de interaccin. La hegem ona no co rresp on de a una "ideologa dom inante" m onoltica sino (este vocabulario es inadecuado) a una dom inancia en e lju eg o de las ideologas. En la hegem ona in tervienen intereses estructurales, tradiciones (porque la hegem ona es siem pre un m om ento de readaptacin de un estado hegem - nico an te rio r), posiciones adquiridas y defendidas, "pereza" in te

    4 Como se recoi-dad, para Grarosci la hegem ona ideolgica de las sociedades modernas reem plaza la 'funcin unifcadora" de lareligin en las formaciones sociales precapitalistas.

  • lectual y necesidades de adap tacin a la doxa. Hasta aqu, nada misterioso. Y adem s, la hegem ona engendra hegem ona: de las rutinas a las convergencias, se refuerza con el solo efecto de masa. A pesar de decir esto, es necesario reiterar que eso funciona porque no tiene necesidad de ser hom ogneo ni "totalitario": el sistem a da cabida a todo tipo de fuerzas centrfugas, vectoi-es de distinciones, de esoterismos, de especializaciones, de disidencias, de paradojas.

    La produccin de la norm a lingstica, de la lengua legtim a que form a parte de esta hegem ona, im plica tam bin su escala de distinciones, su disim ilacin en diversos idiolectos, ms o m enos cannicos, que se refieren al "tipo ideal", al tiem po que sealan identidades sociales. En busca del tiempo perdido se consagra a la identificacin de esos lenguajes distinguidos: el seor de Norpois (que habla com o se escribe en la Revue des Deux Mondes) no se expresa com o O riane de G uerm antes, quien no com prende nada del tipo de distincin burguesa de Madame Verdurin, o del estilo esteticista deljoven B loch...

    A travs de un m ovim iento constante, donde de la doxa se en gen dra la paradoja, do nd e la orig inalidad se fabrica con lugares com unes, donde las querellas polticas, cientficas y estticas slo se desarrollan con apuestas com unes y apoyndose en una tpica oculta por la m ism a vivacidad de los debates; a travs tam bin de las funciones "locales" de cada discurso (funciones de in terpelacin, legitimacin, encantos y psicagogias diversas), m ediante esas diversificaciones y ese "movimiento" es que opera la regulacin hegem nica. Todo esto es lo que hace que, para nosotros, con la llam ada "perspectiva del tiempo", la psicopatologa de la histeria de Charcot, la literatura de boulevard y libertina de Catulle Men- ds, el espritu de H enri de Rochefort o el de A urlien Scholl, las novelas de mile Z o lay las de Paul Bourget, los/acwim antisem itas d e Edouard D rum ont y las canciones del caf concert de Pan- lus parezcan, tanto por su form a como por su contenido, pertenecientes a la misma poca, m ientras que, superficialm ente, todo los distingue; esa poca que los contem porneos haban llamado con un m atiz de angustia crepuscular "Fin de siecle y que una generacin ms tarde se identificar, con involuntaria irona, com o la

  • Betlepoque, com ienro de esa Belle poque que va, grosso modo, de la p residencia de Sadt C arnot a la de Flix Faure

    HEGEMONA, ESTADO, CLASE DOMINANTE

    La hegem ona discursiva no es algo que exista "en el aire". Su base es el Estado-nacin que ha llegado ya a la m adurez, el espacio social unificado por la expansin de una "esfera pblica" extendida. Hay una relacin d irecta en tre la realidad "inmaterial" de una hegem ona sociod iscursivay los aparatos del Estado, las instituciones coord inadas de la sociedad civil, el com ercio del libro y del peridico, y el m ercado "nacional" que se crea. Sin em bargo, las lneas que siguen no conducen a identificar la hegem ona con una "ideologa d o m in an te, que sera la ideologa de la clase dom inante. La hegem ona es aquello que produce lo social com o discurso, es decir, establece entre las clases la dom inacin de un orden de lo decible que m antiene un estrecho contacto con la clase dom inante. Es conocida la frm ula de Marx, en La ideologa alemana, que dice:

    Las ideas de la clase dom inante son las ideas de la clase dom inante de cada poca; o dicho en otros trm inos, la clase que ejerce el poder material dom inante en la sociedad es, al m ism o tiem po, su poder espiritual dom inante. (Marx y Engels [1932], 1971: 50)

    Que la burguesa se construya un m undo a su propia imagen" (frase que en el Manifiesto comunista no designa slo las ideologas, sino la estructura de un m un do m aterial) puede com prenderse en el siguiente sentido , si se aplica a los discursos y los lenguajes cannicos: con su norm a lingstica "elevada" y su canon de gneros y discursos, la hegem ona form a un dispositivo favorable a la clase dom inan te , a la im posicin de su dom inacin , po rque el costo de adquisicin de skills, de com petencias de produccin y de recepcin, es elevado, y las formas de "derroche osten tador se

  • producen en arm ona con los modos d e vida y el ethos de las clases privilegiadas. De a ll q u e los discursos ms legtim os encuentren en los m iem bros de la clase dom inante sus destinatarios "naturales", aquellos a qu ienes su m odo de vida les perm ite con m ucha facilidad sentirlos com o pertinen tes y satisfactorios e in tegrarlos sin esfuerzo, m ien tras que requieren de las otras clases una "buena voluntad cultural" siem pre problem tica (Bourdieu, 1979, 1982).

    Por lo dem s, los discursos legtimos sirven m enos para som eter a los dom inados (que se dejan dom inar, nos recuerda Pierre Bourdieu, por la fides implcita de su habitus servil) que para reunir, m otivar y ocupar los espritus de los dom inadores, que necesitan ser convencidos para creer.

    Sin em bargo, se puede com prender tam bin que la vulgata m arxista sobre la ideologa dom inante concluya en la tesis "de ltima instancia" segn la cual, a travs de todos los debates, de todos los gneros discursivos, a fin de cuentas, la clase dom inante (a pesar de los antagonism os de sus fracciones) siem pre term ina por prom over una visin de las cosas e ideologas conform es a sus intereses histricos. Esta proposicin m e parece indem ostrable y metafsica; slo puede pasar por tautologa y razonam iento circular. La hegem ona es "social" po rque produce discursivam ente a la sociedad com o totalidad. No es prop iedad de una clase. Pero com o instituye preem inencias, legitim idades, intereses y valores, naturalm ente favorece a quienes estn m ejor situados para reconocerse en ella y sacar provecho.

    COMPONENTES

    Es conveniente aho ra enu m erar los elem entos que com ponen el hecho hegem nico, o ms bien (com o esos elem entos no son di- sociables), los diferentes puntos de vista desde los que este hecho puede ser abordado:

  • 1 . LA LENGUA LEGTIMAEl lenguaje no es entendido aqu com o cdigo universal y sistem a de reglas abstractas. Lo que habrem os de considerar es ese "francs literario" que se designa tam bin com o "lengua nacional'. Esta lengua es inseparable de los saberes de protocolo, expresiones idiomticas, fraseologas y tropos legitim adores (y de sus usos).

    La lengua oficial-literaria, tan naturalm ente adqu irida por los retoos de la clase dom inante, est hecha de esas fuerzas que trasc ienden el plurilinguism o (la heteroglosia) de una sociedad de clases y "unifican y centralizan el pensam iento literario -i d ecl gico" (Bajtn).

    No consideram os la lengua com o un sistem a de categoras gram aticales abstractas, sino com o un lenguaje ideolgicamente saturado, com o una concepcin del m undo, incluso com o una op in in concreta, com o lo que garantiza un mximum de com prensin m utua en todas las esferas de la vida ideolgica. (Bajtn, 1978: 95)5

    La lengua legtim a determ ina, sin discriminar directam ente, al enunciador aceptable, sobre todo "imprimible". Este francs literario no es un cdigo hom ogneo, sino una sutil estratificacin de distinciones donde los efectos de reconocim iento se deben al m enor detalle. La Revue des Deux Mondes, que es la nica que en 1889 m antiene a pie jun tiias la ortografa enfans (por enfants, "nios"), jugemens (por jugemenis, ju icios"),etc., sabe hasta, qu punto ese detalle halaga la delicadeza de sus lectores.

    2. TPICA Y GNOSEOLOGAHay que rem ontarse a A ristteles y llam ar tpica al con junto de los "lugares" ( topoi) o presupuestos irreductibles del verosm il social, a los qu e todos los que in tervienen en los debates se refieren

    5 Vase tam bin Baju'r/Volsbmov [1929], 1977.

  • para fundar sus divergencias y desacuerdos, a veces violentos en apariencia; es decir, a todos los presupuestos colectivos de los discursos argum entativos y narrativos. Pguy, en Nuestrajuventud, recuerda pertinen tem ente que esta tpica es la condicin de la produccin discursiva:

    Unos y otros [dreyfusianos y antidreyfusianos], hasta donde recuerdo, tenam os un postulado com n, un la gar comn, era lo que haca nuestra dignidad com n, la d ign idad de toda la batalla y esta proposicin com n inicial, que era evidente, sobre la cual todo el m un do estaba de acuerdo , de la que ni siquiera se hablaba po rque era tan evidente que se sobreentenda en todas partes [ ...] era que no haba que traicionar, que la traicin, especialm ente la traicin militar, era un crim en m on struoso ...

    [Sabemos que el dram a ideolgico de Pguy es que en 1905 son sus "amigos", la izquierda del Partido Socialista, quienes recusan ese toposyla evidencia de ese "lugar comn".]

    La tpica produce lo opinable, lo plausible, pero tam bin est presupuesta en toda secuencia narrativa, constituyendo el orden de la vendiccin consensual que es condicin de toda discursivi- dad, y que sostiene la dinm ica de encadenamiento de los enunciados de todo tipo. C iertam ente, esta tpica im plica "lugares" trans- histricos, cuasi universales: "hay que tratar de la m ism a m anera hechos sem ejantes" (regla de ju stic ia), "el finjustifica los medios" (topos proairtico)... Sin solucin de continuidad, engloba im pl

    citos y presupuestos propios de una determ inada poca y sociedad. La retrica clsica ja describ a en un coninuum los lugares com unes cuasi lgicos y las mximas generales del verosmil, relativos a iemas sociales (el honor, el respeto, el am or m a te rn a l...) . En efecto, no hay ruptura de continuidad en tre todas las precorts- trucciones argum entativas, ms o menos densas sem nticam ente, que form an el repertorio de lo probable y que llamarem os la

  • doxa. La doxaes lo que cae de m aduro, lo que slo se predica a los conversos (pero a conversos ignorantes de los fundam entos de su creencia), lo que es im personal y, sin em bargo, necesario para poder pensar lo que se piensa y decir lo que se tiene que decir. Esta doxa form a un sistema m aleable en el cual un topos puede "esconder otro", de m odo que los forjadores de paradojas quedan atrapados en la doxologa de su tiempo.

    Se puede hablar de una doxacom o com n denom inador social y com o repertorio tpico ordinario de un estado de sociedad, pero tam bin se la puede abordar com o algo estratificado, segn los conocim ientos y los implcitos propios de una determ inada cantidad y com posicin de capital cultural. Hay una doxa de alta distincin para los "aristcratas del espritu", com o hay una doxa subalterna para el peridico sensacionalista y, ms abajo todava, un a para los "pobres de espritu", en trevero de dichos y proverbios que contiene, por lo dem s, bastantes "alodoxias". Tam bin se puede (en o tro o rden de estratificacin) llamar doxa a los presupuestos de los discursos exotricos (de la op in in pblica, del periodism o) por oposicin a los fundam entos reflexivos de lo "probable" en los discursos esotricos, que im plican un costo elevado de especializacin (ciencias, filosofas).D oxa denotara en tonces el o rd en de lo im plcito pblico, del trivium, del lenguaje de las tribunas. Estas tres acepciones (doxacom n, doxa estratificada en distinciones y doxa versus presupuestos de los conocim ientos) no deben conducir a la eleccin de un a de ellas: se trata aqu (com o para los grados de la lengua literaria) de percibir sim ultneam ente las disim ilaciones y los denom inadores com unes.

    Si todo acto de discurso es tam bin, necesariam ente, un acto d e con ocim ien to , hay que ir m s all de un rep erto rio tpico para ab o rd ar una gnoseologa, es decir, un conjunto de reglas que d e te rm in an la funcin cognitiva de los discursos, que m odelan

    6 A unque el trm ino doxologa", en tanto estudio de la doxa, no presente dificultades, este sentido n o est corroborado por los diccionarios, que dicen: 1) Plegara a la gloria de Dios, 2) Enunciado que se limita a reproducir tina opinin comn.

  • los discursos com o operaciones cognitivas. Esta gnoseologa corresponde a las m aneras en que el "m undo" puede ser esquem atizado sob re un sop o rte de lenguaje (m aneras cuyo fondo es la "lgica na tu ra l"), esquematizaciones que constituyen la precondi- cin de losju ic ios (de valor, de eleccin).. Esta gnoseologa, que postulam os com o un hecho d e discurso indisociable de la tpica, co rresp on de a lo que se ha llam ado a veces "estructuras m entales" de tal clase o de tal poca o, de m anera ms vaga, "pensam ientos" (pensam ien to salvaje, pensam iento anim ista, pensam iento m tico-analgico, e tc .). Podra hablarse tam bin de "epistem e", con la salvedad de que ese trm ino parece rem itir de inm ediato a las ciencias, a los conocim ientos instituidos, a las "disciplinas". Si del lado de las ciencias se puede id en tifica r una epistem e do m inan te en 1889 (positivista-experim ental-ana- Itico-evolucionista), sta podra no ser o tra cosa que un avatar de una gnoseologa ms general.

    Tratarem os entonces de identificar una gnoseologa dom inante, con sus variaciones y sus esoterismos; las bases cognitivas que perm iten com p ren der sinpticam ente los discursos de la prensa, ciertas prcticas literarias, ciertos procedim ientos cientficos y otras formas instituidas d e la cognicin discursiva. \ identificara esta gnoseologa dom inante, que sirve de "manual de uso" a las tpicas, com o lo "novelescogeneral".

    3. FETICHES Y TABESLa configuracin de los discursos sociales est m arcada por la presencia particularm ente identificable (como la de una nova en m edio de una galaxia) de objetos tem ticos representados por las dos formas del sacer, de lo intocable: los fetiches y los tabes. Estos "intocables" son conocidos com o tales: tientan a los transgresores y los iconoclastas, pero los habita un man del que son testim onio todas las vibraciones retricas que los rodean. La Patria, el Ejrcito, la Ciencia estn del lado de los fetiches; el sexo, la locura, la perversin, del lado de los tabes: un gran nm ero de audaces levantan aqu el velo de Isis y atraen, con su innovador coraje, la aprobacin de los happy few. Hay que sealar tam bin que un tab puede

  • ocultar otro: en efecto, a veces uno tiene ganas de decir, en especial a los libertinos literarios, "hagan un esfuerzo ms si quieren ser de verdad audaces". Es im portante analizar esos fetiches y tabes y su grado de intangibilidad, porque no slo estn representados en el discurso social, sino que son esencialm ente producidos por l.

    4 . EGOCENTRISM O/ETNOCENTRISM OLa hegem ona puede abordarse tam bin como u n a norma pragmtica que define en su centro a un enunciador legtimo, quien se arroga el derecho de hablar sobre "alteridades",determ inadas en relacin con l -francs, adulto, m asculino, culto, urbanizado, en com pleta arm ona con e ljueg o de las temticas dom inantes-. Los gneros cannicos del discurso social hablan a un destinatario implcito, tam bin legitimado, y no hay mejor m anera de legitimarlo que darle "derecho de fiscalizacin" [droit de rega] sobre los que no tienen derecho a la palabra: los locos, los criminales, los nios, las m ujeres, la plebe cam pesina y urbana, los salvajes y otros primitivos.

    D esde el pu n to de vista de esta pragmtica, puede verse cm o la hegem ona se p resenta a la vez com o discurso universal, de omni rescibili, y com o alocucin distintiva, identitaria, selectiva, que produce los m edios de discrim inacin y de distincin, de legitimidad y de ilegitimidad.

    La hegem ona es entonces un ego-centrism o y un etnocen- trismo. Es decir que eng end ra ese Yo y ese Nosotros que se a tribuyen el "derecho de ciudadana", desarrollando ipsofacto una vasta em presa "xenfoba" (clasista,sexista, chauvinista, racista) a lrededo r de la confirm acin perm anen te de un sujeto-norm a que

    juzga, clasificay asum e sus derechos. Toda doxa seala y rechaza com o extraos, a-norm ales e inferiores a ciertos seres y grupos. El tratam ien to reservado a estas entidades forcluidas del doxocen- trismo, los racismos, chauvinism os, xenofobias, sexismos, y esa cosa sin nom bre, por lo muy extendida, que es el desprecio y el rechazo hacia los dom inados, slo son casos sectoriales de un m ecanism o fundam ental. Se percibe aqu que la hegem ona resulta de una presin lgica que lleva a arm onizar, a hacer co-pensables diversos ideologem as provenientes de lugares diferentes y que no

  • tienen las mismas funciones: si para una doxadeterm inada lo que se dice de los criminales, de los alcohlicos, de las m ujeres, de los negros, de los obreros y de otros salvajes term ina por adoptar un aire de familia, se debe a que tales enunciados se vuelven ms eficaces m ediante la validacin por analoga.

    A este egocen trism o /e tnocen trism o hay que agregar, para Francia, un pariscentrismo que hace que nos preguntemos cm o se puede no ser parisino?" y que lleva a la prensa d e Foix, Pam iers o Saint-Girons a ocuparse solam ente de aquello que sucede en Pars.

    5. TEMTICAS Y VISIN DEL MUNDOTodo debate en un sector determ inado, por ms speros que sean los desacuerdos, supone un acuerdo anterior sobre el hecho de que el tem a que se trata "existe", m erece ser debatido y hay un com n den om in ado r que sirve de base a la polmica. Lo que habitualm ente se llama "cultura" se com pone de contraseas y temas apropiados, tem as que perm iten disertar, sobre los que hay que inform arse, y que se ofrecen a la literatura y a las ciencias com o dignos de m editacin y anlisis.

    La hegem ona se presenta entonces como u na tem tica, con conocim ientos de aparatos, "problemas" parcialm ente preconstrui- dos, intereses ligados a objetos cuya existencia y consistencia no parecen ofrecer dudas, ya que el m undo en tero habla de ellos. Llegam os aqu a lo que es ms perceptible en una coyuntura, a lo que so rp rend e o irrita ms al lector de otra poca: de todos esos "objetos" que se nom bran, que se v a lo rizan te describen y com entan, m uchos ya no aparecen com o objetos conocibles y determ inados sino que, con la distancia del tiempo, se reducen al estatus de "abolidos ornam entos de inanidad sonora".*

    * Stphane Mallarm, "Abolido ornamento de inanidad sonora, "Sonetos IV, en Blanco sobre negra, seleccin, traduccin y prlogo de Ral Garca, Buenos Aires, Losada, 1997.

  • Estas tem ticas no slo fo n n an un repertorio de tem as obligados, sino que se organizan paradigm ticam ente; a pesar de las com partim entaciones, los gneros y las escuelas, de la m ultiplicidad de los discursos autorizados se desp ren de una Weltans~ chauung. una visin del m undo, un cuadro-relato de la coyuntura con un sistem a de valores ad hoc, previsiones para el fu tu ro e im perativos ininanentes de accin (y reaccin). Se tra tar entonces de m ostrar la gnesis y los lineam ientos de un paradigm a socio- herm enu tico general. Veremos em erger, as, una serie de predicados que supuestam ente caracterizan todos los aspectos de la vida social, y que se d ifunden con insistencia, tanto en los "lugares com unes" del periodism o com o en las reas distinguidas de la palab ra artstica, filosfica o erudita, y que ocupan una posicin dom inan te , rechazan los enunciados incom patibles y se construyen los unos en relacin con los otros com o cointeligibles, parcialm en te redundantes, isotpicos; es decir, constituyen u n a "visin del inundffifc Se describirn, pues, esos axiom as explicativos que perm iten disertar sobre todos los tem as y que dom inan, com o "un bajo continuo", el rum or social.

    Este paradigm a no se m anifiesta bajo la form a de una filosofa o una doctrina identificada; con ciertas capacidades de m utacin, est, a la v , en todas partes y en ninguna; las ideologas del m om ento sum inistran versiones sucesivas o variantes. Para la poca que m e ocupa, creo distinguir esra visin del m undo difusa bajo la form a m nim a de una doble correlacin isotpica que identificar com o paradigm a de la desterritorializacin y visin crepuscular del m undo . Este paradigm a reagrupa en isotopas sistem as de predicados anxigenos: disolucin del yo, fin de una raza, fin de un m undo , fin de un sexo (fem enino), invasin de los brbaros, y tam bin, fin del sentido, fin de lo verdadero, fin de lo estab le ...

    6 . DOMINANTES DE PATHOSLa historia de las ideas tradicional tiende a transform ar el pathos do m inan te de los discursos de una poca en "tem peram entos" y "estados de nim o" sb itam ente advenidos al conjunto de los grandes pensadores y artistas de una "generacin". Volvamos a

  • gu

    Aristteles y a su teora del pathos en la Retrica. Phobos" -e l temor - es defin ido com o ese efecto de discurso que engendra "un sentim iento doloroso difuso, suscitado por la figuracin de un peligro inm inen te que causara destruccin o desgracia". Hem os hablado ya de "predicados anxigenos" om nipresentes en 1889, pero no por eso nos inclinam os a las psicologas profundas. Seguimos siendo aristotlicos (y tam bin weberianos) al ver en la angustia el gran efecto pattico de la visin del m undo fiuisecular, un dispositivo que ha tenido su funcionalidad y que se relaciona con el concepto weberiano (de alcance histrico ms am plio) de Ent- zauberung, desencanto . La angustia puede ser propedutica, un m edio parcialm ente adecuado de adaptacin al cambio, y ofrece en 1889 diversos "beneficios secundarios".

    7. SISTEMA TOPO LGICOEn con tra de esos aspectos unificadores, la hegem ona se aprehende finalm ente, por disimilacin, com o un sistema de divisin de las tareas discursivas, es decir, un conjunto de discursos especficos, gneros, subgneros, estilos e "ideologas" (en un sentido sectorial que se definir ms ade lan te ), reagrupados en "regiones" o campos, en tre los cuales los dispositivos interdiscursivos ase ran la m igracin de ideologem as variados y las adaptaciones de las formas del lenguaje y tpicas com unes.

    En efecto, es necesario pensar la hegem ona com o convergencia de m ecanism os unificadores y a la vez com o diferenciacin regulada, no anrquica; o tra form a de arm ona cultural que puede com pararse, por su lgica, con la divisin econm ica del trabajo y que, por o tro lado, resulta de ella.

    LA HEGEMONA COMO DENEGACIN DE S MISMA

    En los discursos m odernos hay un axiom a m etadiscursivo que consiste e n que todo puede decirse (y term ina por decirse) y que, en su variedad, los discursos individuales cubren la totalidad de la

  • vida hum ana en toda su com plejidad. En esta ideologa com partida por todos los participantes (salvoalgunos m alintencionados) existe la idea de que el discurso social no es ms que una galaxia de opiniones personales, de referencias a experiencias, de estilos y formas idiosincrsicasy, sin em bargo, que todo lo que tiene in ters para la sociedad term ina por recibir el tratam iento que corresponde, es decir, que se habla de todo y de todas las m aneras posibles. Podram os agregar a esto la ideologa flaubertiana de la palabrajusta: com o la vida hum ana es conocida en toda su variedad, todo gira en torno al estilo pertinen te para construir, a propsito de ella, la form ulacin ms expresiva.

    A qu ien est perdido en el discurso de su poca, los rboles le tapan el bosque. La presin de la hegem ona queda oculta por los debates encarnizados en el cam po de la poltica, por las confron- raciones de estticas recprocam ente hostiles, por las especializa- ciones y las especificidades, los talentos y las opiniones diversas. El sistem a subyacente perm anece oculto, y es necesario que ese sistem a sea acallado para que los discursos desplieguen sus encantos y su potencial credibilidad. La hegem ona es com o la m agia negra: los sortilegios "publicados" ya no funcionan. La verdadera crtica, el autntico arte, slo pueden conquistarse en contra del espritu de los tiempos, y muy raras son, en este aspecto, las rupturas radicales do nd e la lgica heg em n icase en cu en tra objetivada y deconstruida.

    EL DISCURSO SOCIAL Y EL "RESTO"DE LA SIGNIFICACIN CULTURAL

    Estudiar un estado del discurso social es aislar, de los hechos sociales globales, un conjunto de prcticas m ediante las cuales la sociedad se objetiva en textos y en lenguajes; prcticas que, sin em bargo, perm anecen ligadas a otras prcticas e instituciones. Tam bin es distinguir de en trad a la m anera en que una sociedad se conoce de la m anera en que funciona, y no sup on er que el "mapa" discursivo transpone fielm ente los accidentes del te

  • rreno". Para m uchos historiadores, la confusin entre m apa y terreno , ideas e ideologas, cam bios en la vida cotidiana y costum bres, m bito poltico y econm ico , es algo om nipresente, as com o la confusin en tre las prcticas sexuales y los discursos de control y de te rro r m dico, en tre los conflictos m orales concretos y los ideologem as de "fin de siglo", de la "decadencia", de los fracasos. Nosotros sostenem os, por el contrario, que el anlisis del discurso social no es vlido com o un anlisis de la coyuntura global. El discurso social es un dispositivo para ocultar, para desviar la m irada, ya que sirve para legitim ar y para producir consenso.

    La extensin de la nocin de "discurso social" puede variar, si b ien hem os op tado por identificarla con el hecho de lenguaje y con la cosa im presa (y con lo que puede transcribirse de la orali- dad y de las retricas de la in teraccin verbal). Sin em bargo, se podra -com o hace, por ejem plo, Robert Fossaert- llam ar "discurso social" a la totalidad de la significacin cultural: no solam ente los discursos, sino tam bin los m onum entos, las imgenes, los objetos plsticos, los espectculos (desfilesmilitares, banquetes electorales, kerm eses) y, sobre todo, la sem antizacin de los usos y las prcticas en su aspecto socialm ente diferenciado (kinsico, proxm ico, vestimentario) y, por lo tanto, significante. En la m edida en que las prcticas y las costum bres no son hom ogneas hay vanas m aneras de vestirse, de sentarse, de beber, de deam bular-, producen paradigm as sem iticos en los que un antroplogo cultural vera tal vez lo esencial de la significacin social. Los discursos, orales y escritos, estn am bientados den tro de estas prcticas significantes, de esta "sem antizacin de los usos" (Prieto). Desde M edvedev/B ajtm hasta Robert Fossaert, varios investigadores han form ulado el program a de un abordaje de la totalidad del discurso, de la gestualidad, de la vestim enta y de todos los "intercambios sim blicos". A ttu lo program tico, esta proposicin es seductora. Sin em bargo, m e parece que la relacin que puede establecerse en tre la significacin objetivada en los textos y la significacin inscrita sobre el cuerpo del hom bre sociaJ, en sus gestos, sus "m aneras de ser", su habitus corporis, su vestim enta, es una de las relaciones ms problem ticas para pensar e interpretar. Entre lo- que-se-dice-de-las-m ujeres y la produccin de la m ujer com o

  • cuerpo vestido (o n o ) , sus m anierism os gestuales, sus posiciona- mienOS proxmicos, y la sem antizacin de los espacios fem eninos y de las in teracciones sociales, hay una relacin evidente y al m ism o tiem po un abism o. A la vez, constatamos ritm os de evolucin de los discursos, por una parte, y m odas vestimentarias y cambios de "costumbres", por otra, que no son de ningn m odo concomitantes.

    Digamos que hay dos grandes m odos de significancia social: la hstresis de los cuerpos sociales, de los com portam ientos, de los ha- bitus (B ourd ieu),y la semiosisde los textosy de los sim ulacros objetivados, Es verdad que los discursos resultan especialm ente tiles para sealar, en general con angustia, las m utaciones de habitw (mujeres en bicicleta, m ujeres con ropa militar, m ujeres que fum an). Esto no im pide que me parezca prem aturo querer pensar la econom a de esos dos modos de la significancia, histresisy semiosis; m e liniitar a decir que lo que aqu se propone es un trabajo hist- rico-crtico complejo, cuya problem tica habra que plantear eliminando las apariencias de la evidencia y la cointeligibilidad inm ediata. La sem antizacin de los nsos -m s all de los discursos, inseparable de las prcticas, restringida por el m edio que enm arca a accin del individuo, form ada en series que determ inan el "rol", el modus operandi, la identidad del agen te social- es, por cierto, parte constitutiva de la hegem ona cultural en un sentido global. Los roles sociales (y sociosexuales), inseparables d e las disposiciones y de los gustos, sitan autom ticam ente a cada uno en el m undo de las prcticas significantes, y manifiestan su clase y su estatus. Un lector del PetitParisin, un aficionado al caf concert de los suburbios, es a m enudo tam bin un ofcreroque lleva un tupido bigote y usa chaqueta y cin tu rn de lana roja, tiene gestos m odelados por su trabajo en el taller, y una fam iliaridad con los espacios de los suburbios y las "mentalidades" que acom paan ese kabitus. As se form an relaciones simblicas sin pasar por la conciencia ver- balizada y discnrsiva. En la hegem onaglobal (de 1889) existen retricas y visiones del m undo, un horario regulado por los relojes de la estacin de tren y de la m unicipalidad, y tam bin la difusin del pretr-forter y la hom ogeneizacin relativa de la vestim enta u rbana fem enina. L im itndom e a la semiosis discursiva, adm ito no

  • considerar esas concom itancias (queson objeto de una historia de las costum bres), para concentrarm e, en cambio, en un objeto ms hom ogneo y sistematizado. Sabem os que la m anera en que una sociedad se conoce y se habla determ ina parcialm ente las acciones concretas y las actitudes de los grupos sociales. Pero tam bin debemos reconocer que no es fcil explicar la diferencia entre la doxa y el curso de las cosas. Hacia 1889, los intelectuales estn inmersos en una fase de "depresin" ideolgica y de angustia crepuscular, m ientras que el historiador constata que -a pesar de la crisis econm ica de 1885-1890- ese pesimismo decadentista se corresponde muy poco con las catstrofes reales o con una crisis general. Para tratar de "ver lo cotidiano", historiadores com o G uyT hnillier debieron trabajar con tra las sugerencias provenientes del inm enso rum or de los discursos:

    Lo que no se dice, no se escribe, no se expresa, tiene ciertam ente tan ta o ms im portancia que lo que se dice, se escribe y se m anifiesta. (Thuiliier, 1977: 342)

    Desde una perspectiva inversa a la suya, reconozco la legitimidad y la im portancia de una historia-ms-all-del-discurso,que una historia de los discursos com o tales puede contribuir, sin paradojas, a enriquecer.

  • 2. Retorno al mtodo

    Q uisiera volver sobre la problem tica de conjunto y las cuestiones de m todo. Haba, al com ienzo de este trabajo, un sen tim ien to personal que tiene que ver con el "abatim iento" experim entado por Bouvard y Pcuchet -c itados en el epgrafe del prim er cap tu lo -y con la voluntad de "prohibirse incluso los ltim os vestigios d e candor fren te a los hbitos y tendencias del espritu de la poca", com o postulan A dorno y H orkheim er a m odo de princip io tico y heurstico en su Dialctica de la Ilustracin.' T oda investigacin supone cierta transform acin de la m irada, que in ten ta ver las cosas que "saltan a la vista", que enceguecen, pero tam bin las cosas realm ente ocultas, no en profundidad, pero a m enu do en extensin, en m utabilidad, en cam aleonis- m os. Ese fue en tonces el principio heurstico: pensar histricam ente el discurso social y percibirlo en su totalidad, "hacer enum eraciones tan com pletas y revisiones tan generales que me perm itieran estar seguro de no haber om itido nada". Percibir el poder de los discursos en su om nipresencia, difractado por todas partes y, sin em bargo, con contradicciones, desequilibrios y brechas que las fuerzas hom eostticas tratan de colm ar en form a perm anente. C onectar los campos literario, cientfico y filosfico, el discurso poltico, el de la prensa y el de la publicidad: todo

    1 Vase M .H orkheim er y T.W. Adorno {[1974], 1994). No hay que temer estimular, contra una representacin ingenua de la neutralidad tica como benevolencia universal, la idea de atacar todas las ideas recibidas de la moda y hacer de la rebelin contra el signo de los tiempos una norma para la direccin del espritu sociolgico" (Bourdieu, Cham boredon y Passeron [1973], 2008:112).

  • aquello que parece inscribirse y d ifund irse en lugares particulares. Y, sin despreciar las apuestas [enjeux] y las tradiciones propias de estos cam pos, exam inar las fron teras reconocidas o disputadas, los puntos de intercam bio, los vectores interdiscursivos que los penetran , las reglas de transform acin que conectan esos diversos lugares y organizan la topografa global.

    Todo anlisis sectorial -ya sea el de la literatura o el de las ciencias- se p roh be percibir un potencial herm enutico-poltico global. Por el con trario , m e ha parecido que los rasgos del discurso m dico sobre la histeria, por ejem plo, no estn in ternam ente condicionados ni son inteligibles en su inm anencia. La histeria (el discurso de C harcot y otros sobre la histeria) habla de algo ms que de un desorden neuropatolgico, as com o los discursos de la truh anera de bulevar hablan de algo ms que del Edn de la prostitucin y las crnicas galantes. De este m odo, el discurso del terror sobre la m asturbacin, orquestado por los mdicos, se leer en un in tertexto donde, por "desplazam iento y condensacin", se hace hom logo de la gran angustia econm ica del despilfarro, de la deuda pblica, del dficit presupuestario , de la logorrea de las estticas decadentes, etc. Se h a podido constatar tam bin que, en general, no es en los textos aislados do nd e la lgica norm aliza- do ra y m istificadora de los discursos logra m anifestarse. El in ters social desnudo o la hipocresa sabiam ente cultivada surgen del efecto de masa, de la sinergia interdiscursiva.

    Trabajar sobre un m uestreo extenso sin discrim inar SU valor a prioriperm ite tam bin form ular nuevas preguntas; y es lo que ha hecho Charles Grivel en Production de l intret romanesque (19'73): qu cuenta la ficcin en su conjunto, y qu funciones cum ple la tpica novelesca? Eso es tam bin lo que ha llevado a cabo C. Car- bonnel en Histoire et historiens (19'76):leer dos mil trabajos de his- tonografa, de 1865 a 1885, perm ite arrib ar a un resu ltado muy distinto que el estudio de las teoras de los "grandes historiadores". Su trabajo conduce a rechazar todas las conclusiones que pueden extraerse solam ente de los textos prestigiosos.

    Este tipo de investigacin global conduce finalm ente a abo rdar dom inios vrgenes: slo hay trabajos anecdticos sobre el caf concert, pocas m onografas sobre la prensa francesa, casi nada so

  • bre las literaturas "vulgares", que carecen a la vez de prestigioy de encanto canallesco. Preguntarse qu hace reir, una sociedad, a travs de "los tribunales cm icos1,* las brom as militares, la prensa satrica, ha llevado a exp lo rar cam pos a m enudo m enospreciados.

    Al trabajar sobre el ao 1889, he tom ado una distancia de un siglo. Esta distancia es, en principio, una com odidad que espero no incite al anacronism o y al sofism a retroactivo (la rein terpretacin del pasado por el fu tu ro ). Me parece, sin embargo, que ese trabajo sobre fines del siglo XIX, que corresponde al m om ento de em ergencia de ciertas "m odernidades" periodsticas, polticas, estticas, sirve para recordar al lector, "mi sem ejante, mi herm ano", que l tambinest inm erso en una hegem ona om nipresente del rum or social, con su m ercado de la novedad ideolgica. Es deseable en tonces que el lector lea, a travs de este anlisis de un estado "superado" del sistem a discursivo, un Eb tefabula narratur.

    EL ESTUDIO EN CORTE SINCRNICO

    En sum a, todos esos aos son m uy parecidos en tre s, n inguno es decididam ente m ejor o peor que otro. (Le Temps, 27-12-1888)

    Mi tipo de investigacin parte de una lgica que nada tiene de paradjica: la de una historia de las simultaneidades en un corte sincrnico corto, en este caso, el estudio de un ao de la produccin impresa en lengua francesa. La nocin de sincrona que postulo se opone por com pleto a la de la lingstica estructural. La sincrona saussuriana es una constrnccin ideal que form a un sistem a ho- m eosttico de un idades funcionales. La sincrona sobre la que yo he trabajado corresponde a una contem poraneidad en tiempo real.

    * La obra en cinco volmenes d e j . Moinaux, Tribunaux comiques (1881*1894), recopila en tono humorstico casos reales o imaginarios que fueron "ventilados"en los tribunales. [N .de T .]

  • Si se adm ite que siem pre existe cierto sistema virtual del discurso social, la perspectiva sincrnica tam bin deja al descubierto puntos de enfren tam ien to y conflicto, y la com petencia de form aciones ideolgicas em ergentes y otras recesivas o atrasadas. En otras palabras, la con tem poraneidad de los discursos sociales debe p e rcibirse com o u n a realidad evolutiva y parcialm ente heterognea.

    Si bien la investigacin apuntaba sobre todo a resaltar m igraciones y reescrituras sectoriales, com plem entariedades en tre prcticas discursivas, una cointelig ibilidad de las tem ticas y confrontaciones ritualizadas, deb a igualm ente (y dialcticam ente) to m a re n consideracin las fallas del sistema, los deslizam ientos, las incom patibilidades relativas en tre formas establecidas y form as em ergentes. Por lo tanto, sincrona no quiere decir estudio esttico. En el m om ento sincrnico se inscribe la evolitcin m ism a de las normas del lenguaje, de las tradiciones discursivas, de los tem as colectivos. Evidentem ente, nuestro estudio abord la s incron a de las producciones y no -salvo de m anera acceso ria -la recepcin renovada de los textos del pasado, la apropiacin coyuntural que m odifica su alcance y su referencia, los nuevos "horizontes de expectativas" que favorece el flujo de la produccin discursiva. En los diferentes cam pos, la "memoria" discursiva es muy diversa: el periodism o m oderno tiene un pasado breve, m ientras que se supone que la filosofa o la literatura conservan la m em oria acum ulativa de todo su pasado, despus del arbitraje del ^juicio de la p o s te rid ad . El m om ento histrico determ ina el rearm ado del pan ten oficial de los gneros y los discursos: la estrella de S tendhal, transform ado en precursor de la "novela psicolgica", llega a su cnit; en filosofa, K ant o S tuart Mili son u n a referencia actual, m ientras que H egel no lo es tanto...

    El objeto-ao, desde un 1" de enero hasta un 31 de diciem bre, slo es una entidad arbitraria, un corte en un flujo continuo. El ao 1889 constituye un prim er m uestreo que vale, mutatis mutan- dis, para los aos anteriores y posteriores. Sin em bargo, desde un pu n to de vista m enos arbitrario, el ao corresponde a una coyuntura, una configuracin de tendencias y de em ergencias reforzada por m odos de corta duracin, el im pacto de los acontecim ientos de la actualidad cuya sensacin se agota rpidam ente. Estos diver

  • sos aspectos son "heterocrnicos"; por lo dems, no se podra datar la em ergencia o el cambio. Incluso las crisis coyunturales,yasea la de 1789 o la de 1968, slo producen en el discurso social efectos "reveladores" am pliam ente anticipados y con persistentes rem anencias posteriores. Las coyunturas son configuraciones inestables en las que los doxgrafos se afanan por descubrir los "signosde la poca" y por in te rp re ta r el presente com o cargado de una cierta identidad significativa. La eleccin de 1889 por encim a de otros aos de fines de siglo se debe, sin em bargo, a la intuicin de una coyuntura "rica": efecto conm em orativo del Centenario de la Revolucin, Exposicin Universal, acm de la crisis boulangista, irrupcin de innovaciones estticas (novela psicolgica, "Teatro libre", proliferacin de pequeas revistas simbolistas, resurgim iento de esplritualism os y ocultism os diversos) y em ergencia y legitim acin de nuevos paradigm as cientficos, com o la psicologa experim ental, la crim inologa y la teora de la sugestin.

    En rigor, el estudio sincrnico no perm ite seguirlos cambios o las innovaciones ni evaluar lo que llevaban en su seno". El historiador que identifica en la propaganda del republicano nacional de Boulanger la form a em ergente del (proto)fascisrao da un sentido retroactivo sinttico a los acontecimientos, a los lenguajes y a las tcticas que los agentes slo han podido com binar a ciegas, y de los cuales, al fin y al cabo, se les escapaba la identidad y el potencial. Por el con trario , el estudio sincrnico perm ite aislar, llegado el caso, disidencias, cuestionam ientos o desplazam ientos que, sim plem ente, no han tenido continuacin ni desarrollo (al m enos a m ediano p lazo ): tales constataciones deben perm itir al investigador escapar a una especie de hegelianism o sum ario que p re ten d era que todo lo que es crtico y "prom etedor" term ina siem pre por enco n trar un lenguaje e im ponerse.2

    2 No faltan investigaciones que estudian un ao desde el punto de vista de la produccin artsticao de la coyuntura y la "actualidad". Se puede pensar, en primer lugar, en el muy curioso captulo de Los miserables, de Vctor Hugo (vol. 1), titulado "El rio 1817". Mencionaremos tambin la obra de P. Rtat y de J. Sgard, L'Anne 1734 (examen inform tico de publicaciones peridicas). La obra de

  • A lo largo de los captulos, esta obra tra ta de dem ostrar -a travs de un collagerazonadode lexias, de la yuxtaposicin de temas y figuras, de la puesta al da de deslizam ientos y de m igraciones, de avatares donde se leen la identidad parcial y la d ife ren c ia - una coh esi n in tertex tual global que fo rm a la lgica unitaria de una cultura en lo que tiene de arb itrario , y la cooperacin de lar funcion es a desem pear. Pienso que este m ontaje to tal tiene com o efecto esencial hacer percibir de m anera d iferente la naturaleza y la dinm ica de aquello que aslan las investigaciones parciales cuan do se lo apropian . Pensar la propaganda boulangista no so lam ente com o u n a m qu ina de gu erra co n tra la ideologa parlam en ta ria liberal, sino tam bin com o la expresin poltica de u n a tem tica hegem nica establecida en la sociedad civil equivale a invertir el o rd en de los cuestionam ien tos, as com o, desde una perspectiva diferente, la tesis d e lo "novelesco gen eral" conduce a deconstru ir la perspectiva tradicional de la teo ra de la novela. Todo trabajo histrico que asla un cam po cultural, un gnero o un com plejo d iscu rsivo -au nq ue sea reinscribiendo en segundo plano el esbozo de una cultu ra g lo b a l- p roduce un artefacto cuya ap aren te cohesin resulta de u n a negacin de los flujos in terdiscursivos que circulan y las reglas topogrficas que estab lecen , con diversas restricciones, u n a coexistencia gen era l de los escribibles. El anlisis de determ inados cam pos - lite ra rio , filosfico, c ien tfico - ha conducido c ie rtam en te a la expresin de u n a ideologa pro domo destinada a legitim ar la p roduccin lo-

    Charles Grivel Production de l intrl romanesque: un Elat du texis, 1870' 1880 (1973) constituye una referencia privilegiada para la presente investigacin. Citaremos tam bin el libro de C. Jensen sobre el ao 1826 (1959), el trabajo de G. G autier (1967) y e 1 de H. R.Jauss sobre el ao 1857 (cuando se publican Madame Bovary y Leskurs du Mal), que se concentran en la literatura cannica; el estudio de H. M itterand sobre L'Anne 1875" (1980), los dos volmenes de L. Brion-Guerry sobre L'Anne 1913y las tendencias estticas nuevas; y un volumen colectivo sobre LAnne 1928 (1975). J.-F. Six public un libro de historia coyuntural, 1886 {1986), que es una clara m uestra del potencial que representa para la historiografa la perspectiva sincrnica.

  • cal, y a defenderla contra las invasiones y las usurpaciones. Esas ideologas son inseparables de la im posicin de form as cann icas qu e aseguran la identidad de los productos. Sin em bargo, esta id en tidad y sus funciones slo tienen sentido en la divisin del trabajo discursivo, en la que cada sector op era a la vez com o dispositivo particu lar de absorcin-reem isin de los grandes temas interdiscursivos y com o organizacin de resistencia y de au- tonom izacin, dinm ica condicionada ex tern am ente incluso cuando su lgica ap aren te es la ostentacin de una esencia y una necesidad propias.

    El estudio del discurso social total hace aparecer la im posicin masiva de regulaciones, restricciones, presupuestos, la poderosa en trop a del ya-all, el dbil m argen de m aniobra de la innovacin y la am bigedad de las novedades ostentadoras. En lo apretado de sus tramas, el discurso social es una tnica de Neso de la que es bastante difcil liberarse. Al retom ar el anlisis de sus funciones, podrem os rep lan tear la cuestin de la irrupcin de la heterono- ma, d e la disidencia y del novum.

    REFERENCIAS TERICAS

    La expresin "discurso social" apareci en 1970 com o el ttulo de una revista publicada por R. Escarpity el Instituto de L iteratura y de Tcnicas Artsticas de Masas (ILTAM) de Burdeos. No m e parece que en esta revista, que ha publicado casi exclusivam ente material sobre sociologa literaria, se haya tratado de explicitar tericam ente el potencial de ese ttulo. La expresin "discurso social" apareci a continuacin aq u y all, com o algo a la vez indefin ido y evidente. Michel Maffesoli (1976:13) evoca en una frase "el discurso social, en tend ido en su ms am plia extensin", pero no avanza ms. Sin em bargo, la idea de discurso social puede parecer cercana a diversas concepciones que se encuentran en pensadores provenientes de diferentes horizontes; es ese "m undo cultural existente" del que habla A ntonio Gramsci, ese "texto social indiviso" que evoca Charles Grivel, esa "escritura de los signos sociales

  • totales" a la que alude fugazm ente Jean-joseph Goux.3 Por supuesto, es tam bin la ideologa en uno de los sentidos de esa palabra, es decir, com o el conjunto de la "m ateria ideolgica propia de una sociedad dada en un m om ento dado de su desarrollo". Esto esju stam em e lo que, en una obra publicada en 1983, Robert Fossaert designa com o "el discurso social total", inscribiendo en una teora elaborada una expresin que haba surgido aqu y all sin ser definida (Fossaert, 1983a).

    Si bien la expresin es relativam ente nueva y su definicin variable (hemos visto por qu no creo que corresponda atribuirle la extensin que propone Fossaert), la idea de considerar en bloque, en su totalidad, lo que dice una sociedad, sus decibles y sus escribibles, sus "lugares com unes" y sus "ideas chics" es una aspiracin tan vieja com o la m odernidad. U na parte de los precursores a los que puedo invocar est in teg rada por gente de letras: a lo largo de la m odern idad (la "era de la sospecha"), desde Flaubert hasta Bloy, Musil, S arrau te y Prec, se observa la recurrencia del inventario y la in terrogacin agobiada de las "ideas recibidas" [idees raques] y las em presas de "exgesis de los lugares com unes". Ya se trate de Proust (Un amor de Swann es un episodio que se puede datar en la presidencia d e ju le s G r y ) o de El hombre sin atributos, o de Las fru tas de oro, o de Los oye usted?, son los novelistas quienes han escuchado y transcrito , con mayor sutileza, el vasto rum or heterolgico de los lenguajes sociales.

    Por lo dem s, sera necesario hacer una enum eracin de las diversas tradiciones del m aterialism o histrico, la epistem ologa, la sociologa del conocim iento, el anlisis del discurso, la sociolin- gstica, la sem itica textual y la retrica. Como usuario eclctico, pero crtico, de tantas "lecturas", no pretendo dom inar con plenitud y soltura las m ltiples tradiciones eruditas y tericas. El investigador slo puede disim ular sus insuficiencias detrs de u ll muy kantiano: "Debes, por lo tanto puedes". Puesto que hay que poner las cartas sobre la mesa, m e lim itar a sealar las deudas ms evi

    3 Goux, Tel Que!, n" 33: 82.

  • dentes (que no im plican fidelidad total) con Anionio Gramsci, W alter B enjam in y la Ideologiekritik.de Frncfort, con Mijal Bajtn, con Michel Foucault, con la tradicin francesa de anlisis del discurso (M ichelPcheux, Rgine Robin, Eliseo Vern) y con el pensam iento sociolgico d e P ierre Bourdieu. ,

  • SATURACIN Y EXPANSIN

    In eo movemur et sumus", dice San Pablo: en l evolucionam os y som os. El discurso social es el m edio obligado de la com unicacin y de la racionalidad histrica, as com o tam bin es, para algunos, un in strum en to de prestigio social, del m ism o nivel que la fo rtu n a y el poder. En l se form ulan y d ifu nd en todos los "tem as im puestos" (B ourdieu) de una poca dada. La m ism a variedad de los discursos y de las posiciones dxicas perm itidas parece sa tu ra r el cam po de lo decible. El discurso social tiene "respuesta para todo", parece perm itir hablar de todo y de m ltiples m aneras, transform ando po r eso m ism o lo no decible en im pensable (absurdo , infam e o quim rico). Para qu ien abre la boca o tom a u n a plum a, el discurso social est siempre ya all con sus gneros, sus tem as y sus preconstructos. Ser necesario hacerse escuchar a travs de ese rum or, ese barullo, esa factici- dad om n ipresen te . Nadie puede vanagloriarse de hablar en un vaco, sino siem pre e n respuesta a algo. Pensem os en este "et eo" (yo tam b in ten go algo que d e c ir) , tan p ercep tib le en los "jvenes poetas", decididos a p roducir lo inaudito , cueste lo que cueste.

    La heg em on a puede percibirse com o un proceso que tiene efecto de "bola de nieve", que extiende su cam po de tem ticas y de saberes aceptables im poniendo "ideas de moda" y parm etros narrativos o argum entativos, de m odo que los desacuerdos, los cuestionam ien tos, las bsquedas de originalidad y las paradojas se inscriben tam bin en referencia a los elem entos dom inantes,

  • con firm and o esa dom inancia aun cuando traten de disociarse u oponerse a ella. En la hegem ona todo se tiene en cuenta. Al igual que los caracteres dom inantes del gn ero novelesco, de la narracin literaria, de lo verosmil y de lo tpico se han im puesto a travs de la bsqueda m ism a de la innovacin, de la orig inalidad, de estilos y visiones del m undo "personales", de m anera ms general los tipos discursivos y la batera de tem as dom inantes de una poca se im ponen y se estahilizan tan to por el hecho de com partir "denom inadores com unes" com o por las fugas constantes y los o rdenam ientos que siguen en tensin den tro de la lgica de lo que ellos m ism os cuestionan o p re ten den renovar. Es im portante distinguir la em ergencia ocasional de un novum rad ical y de verdaderos intentos de ru p tu ra crtica, del proceso habitual por el cual los "debates" se instalan y se encarn izan confirm ando, con rodeos, una tpica disim ulada, intereses, tcticas discursivas com unes a los antagonistas, a partir de lo cual la originalidad cognitiva, exegtica o estilstica so lam ente se postula y adquiere valor po r el hom enaje im plcito qu e hace a las m aneras de ver y d e decir im puestas. Desde el pu n to de vista de la hegem ona sociodiscursiva -sin in troducir un ju ic io a priori, que sostendra que todas las "rupturas" son buenas po rque sacuden el peso de las convenciones y de las ideas preconcebidas-, conviene enco n trar criterios que distinguirn las rnpturas reales (que al final se revelan incom patibles con las ideas dom inan tes de la poca) y las rup tu ras ostentadoras o superficiales que co n tr ib u yen a la ideo log a m ism a de la originalidad. De m odo tal q u e el novelista "escandaloso" slo puede confirm ar im plcitam ente las trivialidades y las evidencias ms gastadas, y el cronista de parado

    ja s o el fogoso panfletista pueden , aun sin saberlo, seguir d ep en d iend o de las ideas que ellos m ism os atacan, y no ser ms que una variante imprevista, pero fundam entalm ente com patible con el sistem a establecido.

    S o lam en te un anlisis global del sistem a sociodiscursivo, de sus equilibrios y fallas, perm ite co n ta r con los e lem en tos para iden tificar u n a ru p tu ra "verdadera" o "falsa". "R uptura", ad e ms, que p o d ra no ser o tra cosa que la revitalizacin de arcasm os, o la reactivacin, con fines con testa tarios, de ideas and -

  • guas y proced im ien tos anacrnicos, obsoletos, para dar la im presin de disidencia e innovacin. Tanto en el cam po literario com o en la poltica, m uchas de las aparen tes innovaciones son, si se las exam ina con de ten im ien to , retornos de lo olvidado, incluso de lo rechazado, o la reactivacin de form as arcaicas, "re- configuradas" para hacer qu e parezcan nuevas, en sum a, u n a m anera de resp on der a la coyuntura cuestionando ciertas dom inantes, pero sin avanzar ms all d e ellas. Por eso los con tem porneos se en cu en tran co n stan tem en te fren te a seuelos que se les p resen tan com o algo inusitado y nuevo. Q u ien p re ten d a "juzgar su tiem po" y percib ir las tendencias de la poca debe tra ta r de d iscrim inar en tre esos seuelos, esas reposic iones al gusto del m om ento , y la crtica "verdadera". Slo puede hacerlo su p e ran d o las apariencias y reco rdand o que las paradojas ms aparen tes son las m s aclam adas, puesto que la hegem ona procu ra los m edios para po der ap rec ia r su encanto y su in ters, m ien tras que las innovaciones "prom etedoras" -b u scan d o un lenguaje y u n a lgica p ro p ia s- co rren el riesgo de p roducir m enos im presin , de no estar del todo separadas del resto d e los tem as y form as establecidos; lo nuevo viene en el discurso social "sobre patas de paloma".

    Inversam ente, a novedad misma, cuan do aparece, corre el riesgo de ser in te rp re tad a en relacin con el corpus disponible, segn las legibilidades recibidas y, por lo tanto, de no ser percibida en absoluto. Si bien es verdad que, hacia 1889, en las filas del bouiangism o se tram an form as de propaganda y lenguajes de accin que el historiador, a un siglo de distancia, puede llam ar "protofascistas", es evidente que los contem porneos carecen de las herram ien tas para percibir la novedad. La aventura boulan- gista va a se rju zg ad a por ellos com o algo "ya conocido": un "bo- napartism o", un "neocesarism o", la alianza de los descontentos a lred ed o r de un "san A rnaud de caf concert". Sus actitudes van a provenir de esta identificacin retrospectiva, parcialm ente adecuada, que, sin em bargo, les im pide ver aquello que convierte al

    je fe del Partido Republicano Nacional en alguien d iferente de un m o d ern o N apolen III, y tam bin les im pide com prender la alianza "contra natura" de los clericales con los blanquistas, y de

  • los viejos radicales con los in tegran tes de las ligas patriticas y con la duquesa de Uzs.

    REPRESENTAR EL MUNDO

    El discurso social tiene el "monopolio de la representacin de la re a lid ad (Fossaert, 1983a: 336), representacin de la realidad que contribuye en buena m edida a hacerla rea lid ad ... y la historia. Y,

    ju stam ente porque se trata de un m onopolio, el discurso social parece adecuado com o reflejo de lo real puesto que todo el mundo" ve lo real, y a travs de l el m om ento histrico, ms o m enos de la m ism a m anera. R epresentar lo real es ordenarlo y hom ogene- zarlo. Lo real no podra ser un caleidoscopio. La unidad relativa d e la visin del m undo que se desprende del discurso social resulta de esta cooperacin fatal en el o rdenam iento de imgenes y datos. "Representacin" im plica tambin desde el comienzo ignorar, dejar en la som bra y legitim ar este ocultam iento: vivencias de las clases inferiores, miserias sexuales y violencias ntimas, vida onrica de los hom bres o agitaciones polticas en Japn: el discurso social, a fuerza de hablar "de todo", distrae la m irada de aquello que no es in teresan te.

    EL MEMORIAL Y LA CONJURACIN DEL OLVIDO

    Frente a la realidad del olvido, que hace que del pasado no quede casi n ad a-m s que P lutarco y la biografa de los hroes, las logias recogidas de boca de los sabios, el epitafio de las tum bas de la gen te com n: "Sta viator, amabilem conjugem calcas... todo el discurso social se presen ta com o conjuracin ficcional de ese olvido, com o una conm em oracin osten tadora de un pasado reconstitu ido en una sutil pelcula narrativa. El discurso poltico a la francesa est saturado de efectos de m em oria: 14 de ju lio , 4 de agosto, 18 B rum ario, 2 de d iciem bre, 4 de sep tiem bre... La Repblica

  • erige m onum entos y puebla su panten. El discurso republicano est em inentem ente m arcado por lo memorial:

    Los republicanos han declarado que no queran rep resentar ms a los Vctor Hugo, Louis Blanc n iju les Favre,1

    Pero hay otras form as del m em orial: desde el m itologism o de la gen te culta (Leda, E uropa, Hrcules y Ganimedes) basta la "mem oria del crim en" del folclore urbano (Fualds, el C orreo de Lyon, M adame Lafargue, T roppm ann). Se reprochar sim plem ente a los historiadores que trabajan sobre la "memoria" y los "lugaresde m em oria" el cndido uso de la palabra "memoria", dem asiado (y falsam ente) neurolgico. Por eso nosotros hablamos de conm em oracin, de conservatorio conm emorativo, lo cual inscribe el m em orial en el cam po de la ficcin. El olvido debera ser el prim er objeto de m editacin de todo historiador. La conjuracin del olvido es tam bin el rol ontolgico de la novela, en una sociedad en la que el hom bre culto c