Ángel rama, marcha y la crítica literaria latinoamericana en los 60s

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  • 8/2/2019 ngel Rama, Marcha y la crtica literaria latinoamericana en los 60s

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    Angel Rama, Marcha, y la crtica literarialatinoamericana en los 60s

    Jorge Ruffinelli

    L que hoy conocem os y entendemos por "literatura latinoamericana" es, en gran medida,resultado de lo que se llam el "boom de la novela latinoamericana" en los aos sesenta,boom que una dcada despus haba experimentado otro fenmeno de designacineconomicista: el crack. Lo que me propongo ahora es perfilar la funci6n que en laconstruccin de esa literatura jugaron Angel Ram a, uno de los m ejores cnticos de nuestrosiglo, y el semanario Marcha, un peridico poltico-cultural de una ndole independiente,artesanal e intelectual como no se ha repetido en Am rica Latina, ni tal vez en ninguna partedel mundo. Hoy Marcha no existe; clausurado desde 1975, es un recuerdo y una coleccinarchivada en bibliotecas (ante todo, norteamericanas, ya que ni siquiera existe completa en laNacional del Uruguay). Lo fund en 1939 -y lo dirigi durante 35 aos- un economista degran prestigio, Carlos Quijano, y en sus pginas colaboraron muchos de los mejoresintelectuales -en la economa, en las ciencias sociales, en la poltica, en las artes y laliteratura- tanto de Uruguay como de Amrica Latina, Europa y Estados Unidos. Hacia 1969contaba con una lista permanente de corresponsales y colaboradores como Juan Goytisolo,Luis Cardoza y Aragn, Angel Rama, David Vias, Mario Vargas Llosa, Meri Franco Lao,Mario Benedetti, James Petras, Manuel Maldonado Denis, Eduardo Galeano, Gregorio Selser,etc., por nom brar a unos pocos.

    A diferencia de lo que hacen en Estados Unidos o en Europa revistas como Harper'so The Atlantic -que e s trabajar un estilo objetivo, neutro (aquella escritura "en grado cero"como la llamaba R oland Barthes, y que era ap rendizaje estupendo para todo escritor, advertaHemingway, siempre que se lo supiera abandonar a tiempo), Marcha era muy poco"periodstica", era intrincada, com pleja, exigente consigo misma y tambin con los lectores,pues presupona (al mismo tiempo que ayudaba a conseguir) una familiaridad con todasaquellas disciplinas en juego. Constituy una tribuna intelectual para el Uruguay y paraAm rica Latina, con esa libertad y heterogeneidad de preocupaciones y estilos que fund talvez el alto nivel de los artculos.119

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    Acaso lo pivotal y permanente en Marcha fue Quijano, as como el conjunto de susprincipios socialistas, antiirnperialistas, latinoamericanos, porque en realidad han sido variaslas generaciones de escritores, periodistas, polticos, cineastas, musiclogos, abogados,econom istas, artistas, las que, vinculadas a Marcha de una u otra manera, fueron moldeadas,influidas, a veces completamente formadas por su experiencia. En 1981 Eduardo Gafeanosupo expresar cm o aquellas caracteristicas de Marcha resultaron tan claves -por sucondicin formativa- en Ios momentos ms confusos de ia lucha poltica en el Uruguay, ydel exilio (m e refiero a 10s com ienzos de 10s 70). Galeano dijo: "Siem pre resonaron enMarcha campanas diversas, y as el periodismo, que e s una form a posible de la literatura,pudo y puede reflejar las contradicciones que dan prueba d e la vida e n movimiento y pudo ypuede contribuir al desarrollo de una alternativa socialista diferente y nuestra, que operecom o f o j a de creadores y no co mo fbrica de funcionarios dogmticos (...). Cuando la crisislIeg, y con finia soplaron los vientos de la verdad, Marcha nos dio, a todos, clavesdecisivas para superar la perpIejidad y actuar"

    Me parece importante esta cita porque nunca podr insistirse demasiado en e1 papefformativo de Marcha. Papel formativo que estoy refiriendo ante todo en el terreno de lacrtica literaria, pero que se dio, como puede entenderse, en todas las reas. Este tema meentusiasma porque los aos 60 corresponden a un periodo en tre los ms vitales y creativos dela literatura latinoamericana. Es la literatura que puede verse "desde" la perspectiva deMarcha o desde o tros puntos privilegiados: pienso en experiencias como la cubana de Casade las Amricas, la mexicana de Siempre!, la argentina Crisis, o la de revistas masivas ypopulares com o Primera Plana y Confirmado, que dieron origen a e scritores como Tom asEloy Martnez, descubrieron y proyectaron con xito inesperado a autores tan poca popularescomo Jos Lezama Lima o replantearon polmicamente a un Julio Co rtk ar .Volviendo a Marcha, y como saben quienes han llevado cuenta de los ava tares de lacritica en nuestro siglo, Emir Rodrguez Monegal se form y se proyect desde ella, en losaos que van desde 1943 a 1948 y d e 1950 a 1957. Su obra ms conocida en trminosinternacionales es, por supuesto, posterior a estas fechas, y cubre su direccin de MundoNuevo en Pars, y su actividad profesora1 en Yale hasta 1985, cuando muere. Pero R odriguezMonegal no seria quien fue sin Marcha. Y sus textos memoriosos sobre los comienzoscnticos dejan constancia de su conciencia al respecto. Quien sucedi a Rodrguez Monegalfue Angel Rama, primero en 1949 y 50, luego, durante casi una dcada, entre 1959 y 1968.Ms tarde R ama tambin se proyect personalmente com o crtico y profesor universitario enPuerto Rico, Venezuela, los Estados Unidos. Y muri en 1983, mien tras preparaba los cursosde una nueva destinacin acadm ica: la Ecole Pratique des Hau tes Efudes en Pars. Rama fueprivilegiado por cuanto vivi en Marcha los aos ms renovadores de la novelalatinoamericana. Los aos en que se publican Rayueia, La casa verde, Paradiso, La muertede Artemio Cruz, Cien aos de soledad, para mencionar algunas de las novelas msconocidas. De tal m odo, a Rama l o ayud Ia historia (10 que en Estados Unidos se dice lasituacin fortuita, to be in the nght place at the right moment) pero l tambin contribuya producirla. En esa dcada, l como otros crticos latinoamericanos, supieron moldear ytransformar lo s instrum entos tericos y analticos ante las exigencias de una literatura que yano poda leerse del mismo modo en que Zum Felde, o Luis Alberto Snchez, Arturo TorresRioseco, o Enrique Anderson Imbert haban ledo la de las dcadas anteriores. No solamente

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    un corpus diferente estaba emergiendo y no existan respuestas preestablecidas para darcuenta de l; tambin esas respuestas fueron nuevas pues como ejercicio metodolgicoactuante, la crtica se estaba renovando a influjos de mltiples estmulos.La dcada de los 60 marca un aparte de aguas. Es interesante observar lo que el

    propio Rama seal, en un texto sobre Marcha publicado al cerrarse esa dcada (en 1969)evaluando las funciones que tanto l como Rodrguez Monegal haban cumplido desdeMarcha. Despus de rev isar una amplia lista de directores de la seccin literaria de sta, quese iniciaba con Juan Carlos Onetti y pasaba por escritores importantes como Mario Benedetti,caracteriz los dos perodos ms extensos hasta ese mom ento:"( ..) a l (Rodnguez M onegal) correspondi la incorporacin de escritoresinternacionales -su conocido anglicismo-, el apoyo a la difusin de Borgesy en general del movimiento renovador de Sur, la lucha contra lamediocridad de la vida literaria nacional y la proposicin de valores delpasado -Quiroga, Rod, Acevedo Daz- todo ello dentro de una muyespecifica y restricta apreciacin de la literatura que lo emparent al"literato puro" que quiz era necesario para salir del frangollo culturalreinante. Muy otra fue mi tarea y son conocidas nuestras discrepanciasideolgicas y estticas a travs de abusivas polmicas; a m mecorrespondi reinsertar la literatura dentro de la estructura general de lacultura, lo que fatalmente llev a un asentamiento en lo histrico y a operarmtodos sociolgicos que permitieran elaborar esa totalidad, reconvertir elcrtico al proceso evolutivo de las letras comprom etindolo en las demandasde una sociedad y situar el interds sobre los escritores de la comunidadlatinoamericana, de Carpentier a El Techo de la Ballena, de GarcaMrquez a Vargas Llosa. Fue tambin la leccin del tiempo porque larevolucin cubana, la apertura del nuevo marxismo, el desarrollo de lasciencias de la cultura, las urgencias de la hora, marcaban nuevos derroteros,como fcilmente se lo puede comprobar en la evolucin de crticos mayorescomo R eal de Aza y Mario Benedetti" (2).

    No tomo esta cita por su estricta justicia histrica -es obvio que el autorretratado searroga ms puntos que su oponente generacional-, pero me sirve para sealar que,sucintamente, en ella se implican dos paradigrnas de la crtica que fueron operantes a lo largode la dcada, simultneos ms que sucesivos, pues ambos evolucionaron bajo diferentespresiones. Uno de esos paradigma es el de la literatura que Rama llamara "pura" y queahora podramos decir "literaria": literatura "literaria", con una atencin puesta sobre lostextos y la evolucin de su historia interna como una historia de las formas. Es decir, unatradicin que buscaba su continuidad desde la filologa y la estilstica (de las obras, tipoSpitzer, o de la lengua segn Bally) que en Argentina tanto haban enriquecido HenrquezUrea y Amado Alonso, una tradicin y un concepto de literatura que facilitara, en esamism a dcada del 60, el ingreso y la aceptacin del estructuralismo francs.

    El otro paradigma es el social, y en la dcada del 60, marcadamente ms poltico eideolgico. No quiero decir que el primero no fuera poltico o ideolgico tambin,

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    simplemente protestaba no serlo. La bsqueda de la "objetividad" crtica, sobre la que tantoinsisti Rodrguez Monegal, era un intento de desprender de lo literario lo que se pretendaadherencia externa. Al contrario, el compromiso crtico implicaba reconocer en la obraliteraria un elemento de comunicacin agnica y antagnica, y un instrumento departicipacin social por ms marginado que estuviese de los centros reales del poder poltico.En Ultima instancia, se trataba de dos modos de entender la literatura.

    D e esos dos paradigmas, el social fue el que predomin o empez a hacerse campo alo largo d e la dcada en la crtica periodstica, de suplementos y revistas. En todo caso, frutosdel estructuralismo encontraron su lugar en las escasas publicaciones acadmicas. Esinteresante recordar aqu -ante esta doble veltiente de la crtica de Amrica Latina: la queproviene d e revistas generacionales y del periodismo, y la que proviene de la academia- unaaguda observacin de Rama en 1981, en el sentido de que "la crtica, como los escritores,vive en la calie" (3), y no en las aulas universitarias. Es til sealarlo porque en otroscontextos culturales (europeos y norteamericanos, por ejemplo) la situacin puede serinversa, y la m ejor cntica suele ser universitaria.

    De todos modos, como en Amrica Latina, el mb ito de la cntica era dual, y algunoscrticos se desempeaban en la ctedra as como en el periodismo, es justo anotar que lauifluencia del esh-ucturalismo francs constituy un contrapeso a la preocupacin social quesi bien tena alguna tradicin (ante todo en el contexto argentino, con la visin marxista deHc tor Agosti, los pioneros trabajos de sociologa literaria y sociologa del pblico d e AdolfoPrieto, diversificados y enriquecidos por la generacin de Sebreli, los hermanos Vias, yactualmente por Ricardo Piglia y Beatriz Sarlo) no cre realmente una escuela. Pero laexistencia de dos concepciones antagnicas de la literatura cre una tensin productiva quelleg a m omentos de m adurez intelectual, sin la cual acaso ninguna de las dos tendencias sehubiera desenvuelto -en la defensa de sus territorios- del modo en que lo hicieron. Hasta elpunto, com o sealar ms adelante, de producir una especie de sincretismo entre ambas,"transculturador" lo hubiese llamado Rama, que se corresponde en mucho a las inquietudes ya las respuestas que hoy solemos encontrar en los estudios literarios.

    Los rasgos distintivos, las novedades introducidas, las caractersticas en progeso, dela crtica literaria en los aAos sesenta, como se formularon desde Marcha, fueron lossiguientes: 1) la conversin de la historia a travs de su ersatz periodstico: el panorama; 2)la nocin y el ejercicio del compromiso ideolgico-poltico; 3 ) la nocin de "Amrica Latina"com o "Patria Grande" trasladada al dominio de la produccin intelectual-literaria .

    1: La historia a travs de su sustituto periodstico: el panorama, y trnsito desdeel panorama hacia la historia intelectuai.El redescubrimiento bastante sbito y sorpresivo de la literatura latinoamericana (porlo que se llam el boom de su novelstica) provoc la necesidad de dar cuenta de esefenmeno y, a la vez, de revisar el pasado que lo haba hecho posible. Ms all de lashistorias de la literatura existentes, se busc problematizar, por ejemplo, la teora delmimetismo latinoamericano (que vea en su cultura slo el eco de movimientos europeos:

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    Romanticismo, Realismo, Vanguardias, etc.); se problematiz la periodizacin histrica, queera ya un valor aceptado, y que a veces se confunda con la periodizacin poltica (literaturade la Em ancipacin, etc.) y se intent reescribir la historia con un enfoque ms pertinente ala explicacin social del desarrollo de las formas. En este sentido, la Historia social de laliteratura y del arte de Arnold Hauser tuvo una influencia decisiva -y hasta hoy novalorada- desde su traduccin al espaol hacia 1964.

    Fueron lo s "panoramas" literarios, incluidas las sntesis de la actividad de cada ao,los que llegaron a cumplir una funcin ms inmediata y urgente, pero en el mismo sentido,que el discurso historiogrfco. Los panoramas suponan, tambin, un mayor compromisointerpretativo, dada la necesidad de dar cuenta d e los fenmenos con explicaciones cada vezms multidisciplinarias, a un grado imposible para cualquier ejercicio de la historiatradicional. Los panoramas tuvieron a su disposicin las amplias secciones de semanarioscomo Marcha (o revistas como Casa de las Amricas o Siempre!). Al am paro de aquellaspginas de tipografa apretada, aparecan largos resmenes articulados de 20, 25, 30 pginas,verdaderos panoramas condensados en los cuales la historia inmediata se entregaba demanera tambin inmediata como el alimento intelectual que permita comprender -o al men osatisbar a la comprensin- de un fenmeno que el boom haba puesto sobre la misma mesa,como el inesperado banquete del pobre. Angel Rama revis y recogi gran parte de esospanoram as en uno de los libros imprescindibles para quien quiera conocer no slo qu seescriba en esa dcada sino c6mo se entenda entonces la literatura: m e refiero a La novelaen Amrica Latina Panoramas 1920-1980, publicado en Bogot en 1981.

    2: La nocin de compromiso poltico-ideolgico.

    Junto con la concepcin emergente de una literatura producida en el seno de lasociedad, se estableci la nocin de "compromiso", heredera de las ideas y actitudes deJean-Paul S artre. Lo que haba sido coyuntural durante la Guerra Civil espaola, por ejem plo,se haca materia o sustancia misma de la identidad intelectual latinoamericana. Lainteiiigentsia nucleada en tomo a la Revolucin cubana tuvo una existencia enrgica,tremendamente productiva (productiva de buena y mala literatura, de teora brillante odogmtica, de polmicas pertinentes o bizantinas) por lo menos hasta la escisin ocurrida acomienzos de los setenta por los cambios en la poltica cultural de Cuba, y las polmicas entom o al llamado "caso Padilla"

    Todo esto -y me refiero a las polmicas as como a los textos emergentes de estepensam iento esttico-poltico, a las obras literarias mism as que iban conform ando un "canon"de literatura comprometida- encontr generoso espacio en las pginas de Marcha, y era elcorrelato prcticamente natural a los principios de independencia intelectual y poltica quedaban forma al semanario en su integridad. Al mismo tiempo -reflexiono muy a posteriori-esta insercin de la literatura y del productor cultural en los debates polticos, hacindoselugar junto a los polticos profesionales, o a los socilogos en cuanto a la visin de laestructura y entramado social, incluso junto a los revolucionarios en cuanto la misma poesapoda ser vista como "un arma cargada de futuro" como haba dicho Celaya y repetannuestros poetas), todo esto forma parte de un proceso de justificacin hasta ontolgica: qu

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    es la literatura? para qu sirve?. Es decir, todos esos fantasmas que nos persiguen siempre,ante todo cuando se pretende comparar a las ciencias humanas con Ias exactas, y que Sartrehaba intentado con gran eficacia para su poca- explicar en Qu es la literatura (1947),libro que podemos considerar, sin riesgo a equivocamos, el vademcum del intelectuallatinoamericano en los aos 0.Lo que acabo de decir vale para las obras como para los intelectuales cuya funcin eradar cuenta de esas obras, relacionarlas y establecer su dilogo en un campo cultural. Esta erala funcin del crtico, defliiida con perspicacia por Octavio Paz en 1967 (4). Es decir, que almismo tiempo que se atenda la vigencia ideolgica y poltica de las obras literarias, seatendi a la funcin de los inteIectuales. No en el sentido de la perspectiva positivista de 1asociologa norteamericana. Rama trabaj el tema desenvoIvirrdolo con pasin de discpulo,de Karl Mannheim, cuya Ideologa y utopa se haba traducido al espaol en 1941, peroesencialmente cuyos Ensayos de sociologa de la cultura, traducidos de Ia edicin inglesapor Manuel Surez para Aguilar en 1957, Rama ley6 y anot abundantemente en el que eshoy un viejo y desencuadernado ejemplar de esa obra. Atendi en especial a su segundaparte, "El problema de la Intelligentsia",como pocas veces lo hizo antes y despus con otroslibros. En todo caso, aado, una influencia muy sensible sobre su produccin intelectualmadura -sus trabajos sobre Rubn Daro- fue Walter Benjamin. (Hay un hecho pococonocido, salvo por quienes hemos consultado su biblioteca y 10s archivos de sucorrespondencia, y es que Rama estudiaba alemh, en sus ltimos aos, con el objeto de leerdirectamente todo lo que de Benjamn no estaba an traducido al francs o al espaol).3: La nocin de Amrica Latina trasladada con- carga ideolgica ti la literatura:la Patria Grande.Aunque el nombre "Amrica Latina", como lo estudi Arhiro Ardao, surge amediados del siglo XIX ( 5 ) , su aplicacin a la iiteratura producida en el subcontinente surgiihtardamente, y alcanz uso universal en los aos sesenta. Lo mismo sucedi con la nocin dePatria Grande, que tiene tantas consecuencias cuando se estudian los problemas delnacionalismo, o la relacin entre las literaturas nacionales @/o regionales) con la denominada"Literatura Latinoamericana'' (que, recurdese, inciuye a la brasilea, a diferencia de la

    denominacin "Hispanoamericana"). Aunque Rama toc lateralmente este tema en muchosartculos publicados en Marcha, lleg a abordarlo en "Un proceso autonmico: de lasliteraturas nacionales a la literatura latinoamericana", 1973. Lo que ahora me propongo essolamente vincular la prdica poltica y econmica de Marcha -la que seala una suerte dedestino comn continental de los pases latinoamericanos frente a los Estados Unidos- con lanocin de una literatura "latinoamericana" distinta de la anglosajona, distinta de la europea.Vinculando, pues, la identidad cultural con la identidad poltica.A comienzos de los aos 70 se celebra implcita o expresamente una suerte de"mayona de edad", de madurez, de dicha literatura. Un ejemplo notable de esto se encuentraen la edicin que Csar Eernndez Moreno prepar para UNESCO Amrica Latina en suliteratura: la coincidencia no preestablecida de casi todos sus colaboradores consiste enexpresar que la literatura latinoamericana ya "ha llegado" a su culminacin. Es pues una

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    literatura que se co rporiza y se hace sujeto de teora (como puede verse en "Para una teorade la literatura latinoamericana" de Roberto Femndez Retamar, 1975, y el dilog odebatecon ese trabajo que e s "Hacia una teora de la literatura latinoamericana. Fundam entaciones yperspectivas" de Carlos Rinctin, en 1977) 6) .Este proceso d e identidad continental literaria no deja de llamar la atencin sobre la"balcanizacin" cultural del continente y su consecuencia: el escaso o nulo intercambio desus bienes culturales. Pero por encima de la visin de las literaturas nacionales (sobre lascuales se continu trabajando, como prueban los libros de A. Comejo Polar) sesuperestructura la nocin de una literatura latinoamericana. A la que le corresponde lacondicin de literatura de la Patria Grande. Esto tiene importancia en el desarrollo de lacrtica porque permitir asumir la cultura de Amrica Latina como terreno propio delejercicio crtico: as ste se intemacionaliz, legitimando en cada critico el derecho a accedera aquellas que no eran sus literaturas nacionales. Esto es tambin seal y condicin del"cambio en la nocin de literatura" (Rincn dixit), de tal m odo que el critico poda sentir la

    condicin "latinoamericana" de Garca M rquez, Carpentier, Vargas Llosa, Ruifo u Onetti yconsiderarlos tan propios como quienes haban nacido y escriban en su mismo pas deorigen. Se firma as el acta de nacimiento de la literatura y critica "latinoamericanas". Ese e sel m odo com o, en particular desde los sesenta, hemos estado viajando con d os pasaportes: elde la Patria C hica y el de la Patria Grande.En la configuracin de estos tres grandes rasgos de la crtica latinoamericana en losaos 60, Marcha tuvo una funcin primordial. Por un lado, las concepciones sociales ypolticas de l semanario y del equipo intelectual internacional que lo formaba, se transmitieronnecesariamente a la actividad literaria, y sta fue una m s en el proceso de tomar conciencia.

    Fue realmente un proceso dialctico. La literatura ayud a politizar el ejercicio intelectual dela crtica y a ajustar, afinando, los recursos del anlisis ideolgico, los cuales a su vezhicieron ms fina y adecuada nuestra imagen de la literatura latinoatnericana.Hay diversos testimonios sobre esta funcin y voy a referirme a tres muy diferentes.En 1984 Jos Emilio Pacheco reconoca lo que llevo diciendo, al d m a r en uno de susartculos titulado "La generacin crtica": "Si (Manuel) Scona poda hablar de la literaturacomo 'primer territorio liberado de Am rica Latina' (...) fue gracias a una tarea conjunta enla que ocuparon un lugar de primera lnea Angel Rama y Marcha, la gran revista de CarlosQuijano. A Marcha y a Rama les debemos en gran medida nuestra idea actual de la

    literatura latinoamericana en una parte del mundo en que los libros , aunque escritos en elmismo idioma, rara vez circulan de un pas a otro si no se publican en la antigua metrpoli"('l. Los otros dos ejemplos tambin marcan el carcter "modlico" o "ejemplar" de Marcha.El escritor venezolano Salvador Garmendia seal: "Marchafue una orientacin desde elpunto de vista critico y tambin de lo que estaba pasando en Arnnca (...) El peridico eracomo el ejemplo de lo que deba ser un sem anario de izquierda (...) en todo ese perodo del60, cuando ya estaba Rama en la direccin de la pgina literaria" ('l. Y el crtico peruanoJos Miguel Oviedo: "Me acuerdo que con Sebastin Salazar Bondy -quien quiz fue elprimero en mostrarme un ejemplar del semanario- y otros amigos quisimos publicar unaversin peruana de Marcha (...). Yo co laboraba en Marcha, pero eso era accidental; yo era,sobre todo un lector devoto de Marcha, que devoraba sus pginas y que se senta un poco

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    culpable si no era capaz de leerse cabalmente cada nmero, desde los sesudos editoriales deCarlos Quijano, hasta las pginas literarias dirigidas por Rama (...). En sus columnas launidad latinoamericana era una realidad: leamos textos de o sobre Nenida, Borges, Parra,Garcia Mrquez, Marinez Moreno, Onetti, Carpentier, Benedetti, Vargas l o s a y tantosotros" (9) .Si para hacer esta sntesis y llegar a estas conclusiones he debido simplificar lo quefue un proceso complejo, lleno de contradicciones, avances y retrocesos, al corregir en parteeste ajuste de foco quiero llegar a una de las conclusiones ms interesantes sobre la crticaliteraria en Amrica Latina. Y la ejemplifico en el mismo Rama. Hay quienes vieron en lsimplemente a un "socilogo de la literatura" por el hecho de atender prioritariamente a lo scondicionantes sociales del texto. Pero no fue as. El mismo lo sefial varias veces, peroespecialmente trabaj en campos muy diversos que hacan imposible esa rotulacinexclusivista (lo). Justamente en la dcada del 70, si an tes haba desarrollado la vinculacin dela critica con disciplinas conexas como la historia, la sociologa y la economa, busc los

    nexos de un discurso crtico atrevidamente incursionador en la antropologa. Una serie deinvestigaciones sobre los modos de la literatura para acceder a la modernidad desde las reaspenfericas, y ante los empujes metropolitanos de las sucesivas sujeciones imperiales, lollevaron a elaborar el concepto de "transculturacin narrativa" basado en el conceptoantropolgico de Fernando Ortiz, y ejemplificado en la obra de Jos Mara Arguedas, quienpor ser escritor, antroplogo y un "misti" educado en un ayllu quechua, saba en carne propiala diferencia entre aculturar y transculturar( Entre recibir y transformar. Entre paciencia yagencia.Creo que el legado de Rama consiste, en lo general, en haber labrado una metodologa

    analtica y crtica interdisciplinaria, y en lo particular, por haber esbozado dos conceptosoperativos para la explicacin de la literatura latinoamericana: el de transculturacin, y el deciudad letrada. El segundo se acomoda a esa sociologa de la cultura o de los intelectualesque tena lejano pero vivaz origen en Mannheim, as como el primero es la explicacinplausible de lo que d e otro modo se llamara creatividad u originalidad latinoamericana. Esdecir, son los recursos mediante los cuales una literatura marginal y secundaria, aplastadabajo los paradigm as de una cultura no slo europea sino europesta , logr procesar yseleccionar influencias, usarlas en su provecho como en ciertas estrategias de lucha seaprovecha la f u e a a del enemigo, y elaborar productos intelectuales y artsticos que a su vezla des-marginalizaron y la colocaron en un centro de atencin mundial. El concepto de"ciudad letrada" quiso -y logr- explicar la constitucin de la "intelligentsia" nacional ycontinental en trminos a la vez estructurales e histricos, formales y sociales. Su visin einterpretacin de la cultura urbana desde la Conquista resulta un modelo germina1 paraestudiar la literatura como institucin.

    Finalmente. Y concluyendo. En el prefacio de su libro Sobre la deconstruccin(1982) Jonathan Culler define el nuevo sitio que antes ocupaba la crtica literaria: "undominio an no bautizado pero que a menudo, por comodidad, llamaramos 'teora"' (12). Noes filosofa -sigue- porque incluye la lingristica, el psicoanlisis, la antropologa o lasociologa. Ese dominio -aadimos nosotros-, sera como una especie de sincretismomultidisciplinario en el cual se hubieran borrado las fronteras tradicionales de las disciplinas,

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    del mismo modo que en la produccin narrativa y potica, por su parte, se han borrado engran medida los lmites genricos. Prcticamente en la misma poca (1981), Jean Franco,reflexionando sobre las "Tendencias y prioridades de los estudios literarioshispanoamericanos", observ cmo se llega en Amrica Latina a un pensamientointerdisciplinario. "La crtica literaria no es lo que era", dice ella, "en parte porque un grupoheterogneo de filsofos, antroplogos y pensadores polticos (Denida , Foucau lt, Althusser yLvy-Strauss) han afectado sus categoras bsicas, y en parte tambin porque la lectura detextos dirigida a entender el cmo de su significado, es hoy de inters lo mismo para losfilsofos polticos, antroplogos e historiadores que para los crticos literarios" (13).Reanudando las observaciones de Culler y de Franco con la prctica crtica de A ngelRama y la antigua definicin paciana de crtica, yo dira que, hoy, la crtica constituye eseespacio en que dialogan las obras y los discursos heterogneos. Verdaderamente, un espaciode "teora" interdisciplinaria, mltiple, que ha dejado atrs las alianzas simples de sociedad yobra, o de lengua y obra. Este proceso com enz en los 60. Y la condicin multidisciplinaria

    de M arch a, aquel modo de entender la realidad como una maila compleja en la cual era tanimportante para los economisqas leer a Garca Mrquez o a Rulfo o a Onetti como a loscrticos literarios descifrar los nutridos estudios econmicos de Quijano; aquel entender quela sociedad, las ciencias fsicas y la poesa estn en planos distintos pero tambin simultneose interconectados, si tal vez no el estricto gnesis, el incipit vita nova, constituyeron elestmulo original y consecuen te de una poca especial.Esto es slo una hiptesis. No se ha estudiado a Marcha como producto o comomotor de heterogeneidad , ni se la ha visto en el contexto de la heterogeneidad cultural, crticay terica que hoy nos parece normal y acostumbrada pero que hace dos o tres dcadas

    hubiera sido una hereja inaceptable. Quede como una propuesta. Al menos, es para m laexplicacin del desarrollo crtico posterior de Angel Rama: su decidida incursin en laantropologa (Transculturacin narrativa), en la historia (La ciudad letrada), en eldiscurso cultural (sus estudios sobre Arguedas y el pensamiento mtico), su anlisis deldiscurso (sus estudios sobre la ideologa en la poesa de Mart), en la sociologa y an en lasemiologa (su estudio y traduccin de Barthes) fueron s respuestas a una acuciosacuriosidad intelectual personal, pero lo que la hizo posible, la que le permiti encontraravenidas adecuadas, fue ante todo la diversa "leccin intelectual de M ar ch a" .

  • 8/2/2019 ngel Rama, Marcha y la crtica literaria latinoamericana en los 60s

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    NOTAS(1) Eduardo GaIeano, "Mi q uerido Don Carlos", Cuadernos de Marcha, 2" poca , nm. 17,Mxico, diciembre 1981.(2) Angel Rama, La conciencia critica, fascculo 56 de Enciclopedia Uruguaya,Montev ideo, 1969, pg. 115. Am pli este tema en su ensayo "La leccin intelectual deMarcha", Cuadernos de Marcha, 2" poca, no 19, mayo-junio 1982.(3) Angel Rama, Entrevista de Mario Szichman, en Reina Roff, comp., Espejo deescritores,Ediciones del Norte, Hanover, 1985.(4) Octavio Paz, "Sobre la crtica", Corriente alterna, Siglo XXI, M xico, 1967.(5)Arturo Ardao, Gnesis de la idea y el nombre de Amrica Latina, CELARG, C aracas,1981.(6) Roberto Eemndez Retamar, Para una teora de la literatura hispanoamericana yotras aproximaciones, Casa, La Habana, 1975; Carlos Rincn, "Hacia una teora de laliteratura latinoamericana. Fundamentaciones y perspectivas", en El cambio en la nocin deliteratura, Instituto NacionaI de Cultura, Bogot, 19'78.(7) Jos Emilio Pacheco, "La generacin crtica", Proceso, no 374, 2 de enero de 1984, pg.49.(8) Salvador Garmendia, en Pablo Rocca, "Salvador Garmendia: la convulsin de 1arealidad", Brecha, 111, no 136, junio 1988, cit. por el autor en su excelente trabajo "35 aosde Marcha",de prxima publicacin en Nuevo Texto Crtico, 1992.(9) Jos Miguel Oviedo, "Angel Rama o la pasin americana", Texto Critico, X, no 31/32,enero-agosto 1985.(10) Tan temprano com o en 1962, Rama aclaraba sobre su ejercicio de la crtica: "Nunca dijeque la sociologa de la literatura fuera el nico mtodo recomendable -espero escribir sobrelas interpretaciones psicoanalticas que me interesan sobremanera, y sobre los estudiosformales- ni el nico que yo mismo habra de utilizar", Angel Rama, "Vaivn generacional",Marcha, no 1115, 13 julio 1962, p. 29.(11) Vase su estupendo y apasionado texto: "No soy un aculturado", Acto d e entrega de\Prem io Inca Garcilaso de la Vega (1 968), Culturag Pueblo, no 15/16, 1969.(12) Jonathan Culler, Sobre la Deconstruccin, Ctedra, Mad nd, 1984, (la . ed. en ingls,1982).(13) Jean Franco, "Tendencias y prioridades de los estudios literarios latinoamericanos",Escritura, vol. 1 , Caracas, enero-junio 1981.