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ANDANZAS DEL PADRE MALDONADO Y SU PRIVADO EJEMPLAR Tras la privanza de Lerma, muerto ya el tercer Felipe, bien sabían los españoles a qué atenerse cuando con el nuevo rey subió la estrella de Olivares. No tardará Quevedo en empezar su Política de DioS; dirigida al todopoderoso conde, con la abierta intención, apuntaba Raimundo Lida, de retratar al "perfecto valido". Los halagos resultaban inevitables. Pocos años después se compone una pieza teatral, Cómo ha de ser el privado, que para su editor, M i - guel Artigas, era de Quevedo. "Franca muestra de adulación cor- tesana —escribe Lida— rápidamente traducida a comedia por una pluma inhábil para el teatro serio" 1 . Así insinuó la sospecha, luego confirmada, de que esa pluma no fuese la de don Francisco: "hube de señalar", recordó más tarde, "la ausencia de toda dramática energía y lo flojo e insípido de los personajes y sus discursos" 2 . Ambas obras, méritos aparte, figuran en la copiosísima serie de textos políticos, entre lisonjeros y morales, que florecieron a la sombra de Olivares. Claro está que hubo antecedentes, no siempre recordados, escritos cuando el duque de Lerma se hallaba en su apogeo. Uno de ellos merece aquí atención. Hace mucho sentí curiosidad por un tratadillo inédito cuyo tema y título, El perfecto privado, invita a cotejarlo con escritos posteriores. Casi nadie lo tiene en cuenta 3 . Según la portada es obra 1 Véase RAIMUNDO LIDA , "Cómo ha de ser el privado: de la comedia de Quevedo a su Política de Dios", Letras Hispánicas, México, 1958, pp. 149 ss. Aunque no entra a discutir la atribución, sus reservas se advierten no sólo en esas palabras, sino también en observaciones literarias: "teatro pasivo, de figuras de palo y de discursos igualmente inertes" (p. 152). Ese artículo apa- reció primero en Libro jubilar de Alfonso Reyes, México, 1956, pp. 294-308. 2 "Sobre el arte verbal del Buscón", PhQ, 51 (1972), p. 261, nota 20; apunta allí que una carta de Amédée Mas, comentando las deficiencias seña- ladas en 1956, puso "muy en duda" la atribución. s Cf. TOMÁS VALIENTE, LOS validos en la monarquía española del siglo xvii, Madrid, 1963, pp. 116 ss.

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ANDANZAS D E L PADRE M A L D O N A D O Y SU PRIVADO EJEMPLAR

Tras la privanza de Lerma , muerto ya el tercer Fel ipe, b ien sab ían los españoles a q u é atenerse cuando con el nuevo rey sub ió la estrella de Olivares. N o t a rda rá Quevedo en empezar su Política de DioS; d i r ig ida al todopoderoso conde, con la abierta i n t enc ión , apuntaba R a i m u n d o L i d a , de retratar al "perfecto va l ido" . Los halagos resultaban inevitables. Pocos años después se compone una pieza teatral, Cómo ha de ser el privado, que para su editor, M i ­

guel Artigas, era de Quevedo. "Franca muestra de a d u l a c i ó n cor­tesana —escribe L ida— r á p i d a m e n t e traducida a comedia por una p l u m a inháb i l para el teatro serio" 1 . Así i n s inuó la sospecha, luego confirmada, de que esa p luma no fuese l a de don Francisco: "hube de seña la r" , r e co rdó m á s tarde, " l a ausencia de toda d r a m á t i c a ene rg í a y l o flojo e in s íp ido de los personajes y sus discursos" 2 . Ambas obras, mé r i t o s aparte, figuran en la copiosís ima serie de textos polí t icos, entre lisonjeros y morales, que florecieron a la sombra de Olivares. C l a r o está que hubo antecedentes, no siempre recordados, escritos cuando el duque de L e r m a se hallaba en su apogeo. U n o de ellos merece a q u í a t enc ión .

Hace mucho sent í curiosidad por u n tratadillo i n é d i t o cuyo tema y t í tu lo , El perfecto privado, inv i ta a cotejarlo con escritos posteriores. Casi nadie l o tiene en cuenta 3 . Según la portada es obra

1 Véase R A I M U N D O L I D A , "Cómo ha de ser el privado: de la comedia de Quevedo a su Política de Dios", Letras Hispánicas, México, 1958, pp. 149 ss. Aunque no entra a discutir la atr ibución, sus reservas se advierten no sólo en esas palabras, sino también en observaciones literarias: "teatro pasivo, de figuras de palo y de discursos igualmente inertes" (p. 152). Ese artículo apa­reció primero en Libro jubilar de Alfonso Reyes, México, 1956, pp. 294-308.

2 "Sobre el arte verbal del Buscón", PhQ, 51 (1972), p. 261, nota 20; apunta allí que una carta de Amédée Mas, comentando las deficiencias seña­ladas en 1956, puso "muy en duda" la atr ibución.

s Cf. T O M Á S V A L I E N T E , LOS validos en la monarquía española del siglo xvii, Madr id , 1963, pp. 116 ss.

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N R F H , X X I X MALDONADO Y SU '"PRIVADO" EJEMPLAR m

de u n fray Pedro Maldonado, agustino, a quien muy pocos men­c ionan: sólo a p ropós i to del poeta Medrano y t a m b i é n de Garc i -laso Inca. Puede que el o p ú s c u l o de Maldonado tuviera alguna d i fus ión , pues al menos se conservan cuatro copias antiguas 4. E n la dedicatoria e l autor se dirige a Le rma , a qu ien conoce, y alude a l fallecimiento de la duquesa d o ñ a Catal ina, 1603. Y a se sabe que la muerte de esa dama fue afortunado asunto l i terario y Que-vedo la l lora en el soneto " S i con los mismos ojos que leyeres" 5. Esto invi ta a situar el opúscu lo por ese a ñ o . Quevedo y Maldonado anduvieron entonces en la corte vallisoletana; Maldonado con bre­vís ima y grande fortuna, seguida de vertiginoso derrumbe. Ignora que tuviesen re lac ión y no consta que don Francisco leyese a l g ú n traslado de ese manuscrito carente de vuelo, aunque decorosamente compuesto. H o y ante todo interesa por su fecha. S i textos como el del padre Guevara corresponden a tiempos en que la privanza t en ía l ími tes , esta obr i l l a se l iga a la apa r i c ión del val imiento abso­luto, triste momento clave. De otro lado ocurre que l a novelesca personalidad del autor tiene atractivo y merece conocerse. Po r lo pronto surge inesperada cues t ión previa: la vieja a t r i b u c i ó n del Perfecto privado a fray Pedro Maldonado, agustino, mueve tantas dudas como las que p rovocó Artigas a l adjudicarle a Quevedo esa comedia.

A u n q u e cabe esclarecer el punto no a lcanzaré a estudiar e l t ratadi l lo y menos a compararlo con la Política de Dios; más b ien e n t r a r á n en escena ciertos respetados autores: Francisco de M e ­drano, Garcilaso Inca, el cronista mestizo Blas Valera, el venerable L u i s de la Puente y aun el ascét ico j e su í t a A l o n s o Rodr íguez . Vaya l o uno por lo otro.

4 Hay un Tratado del perfecto pribado, al que adelante me refiero, B i ­blioteca Nacional de Madrid , ms. 18335; dos se llaman Discurso del perfecto privado, en la misma sección, ms. 6778 y 18721, núm. 48. Existe además una pobre copia en la Academia de la Historia, Co l . Salazar, ya citada por Ga­llardo, la cual equivoca el nombre y llama al autor Juan, como el gran biblista (cf. G R E G O R I O D E SANTIAGO V E L A , Ensayo de una biblioteca ibero-americana de la Orden de San Agustín . .basada en el catálogo.,. del P. Bonifacio Moral, Madr id , vol . V , 1920, pp. 85-91).

5 Inscripción en el túmulo de la duquesa; cf. Q U E V E D O , Obras completas, ed. de José Manuel Blecua, t. 1, Poesía original, Barcelona, 1963, p. 289. Doña Catalina de la Cerda, hermana del duque de Medinaceli, mereció par­ticularísimo afecto y gratitud de Quevedo. Góngora escribió entonces su be­llísimo "¡Ayer deidad humana, hoy poca tierra!" ( R O B E R T J A M M E S , Études sur l'œuvre poétique de Don Luis de Góngora y Argote, Bordeaux, 1967, p. 268). Y a se sabe que Góngora y Quevedo vivían —y reñ ían— en Valladolid por esos tiempos.

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S14 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

E L M A N U S C R I T O Y sus C I R C U N S T A N C I A S

E l texto que se tiene por mejor es una copia algo ta rd ía , aun­que de época:

Tratado / del perfecto pribado. / Autor / E l R . d o P. M . F. Pedro / Maldonado de la Orden / de S. Agustín Califica- / dor del Santo Oficio / de la Ynquisicion. / A l E x . m o S.r D . Francisco de / Rojas y Sandoval Marq . s de De- / nia y Duque de Lerma Su-/ miller de Corps, Cavalleri- / co de su Mag. d de sus Có- / sejos de Estado y Guer- / ra, y Capp.1*11 Gen. 1 de / la Cavalleria / de España.

M s . 18335 de la Bibl io teca Nac iona l de M a d r i d . Sello de Pascual de Gayangos. E n 4 ?, 2 hojas s. n . + 35 hojas nums. E n la misma sección, el ms. 6778 ofrece igual texto según Santiago Ve la , lo cual sólo he verificado en r á p i d o cotejo; difiere en el t í tu lo , Discurso del Perfecto Privado; a d e m á s presenta a Maldonado como " C o n ­fesor del Duque de Le rma" , not icia ex t r aña . H a y otras dos copias en M a d r i d . Aparte estas cuatro, se conoce otra por referencias: al parecer es más antigua y or ig inal ; Nicolás A n t o n i o cuenta haber rec ib ido unos Avisos del privado, inédi tos , de Pedro Maldonado, sin a ñ o n i lugar, dir igidos al duque de L e r m a 6 . Se ignora su pa­radero.

Y a empezarán a q u í las confusiones a que nos lleva este perso­naje, algunos de cuyos lances llegan, como se verá, al de l i r io . N o sólo hay diferencias en el t í t u l o , sino que se carece de fecha. Las portadas de las copias hablan de u n fraile entonces famoso; falta averiguar si lo era cuando l a ob r i l l a se escribió. E n general, los repertorios biobibl iográf icos saben que Pedro Maldonado e n t r ó a la C o m p a ñ í a siendo muchacho y que luego se hizo agustino, pero ignoran c u á n d o 7 . E l historiador jesu í ta A n t o n i o As t ra in nos pre­senta a u n Pedro Maldonado, joven e inquieto, cuyas desventuras l o mueven a alborotar la Corte justamente entre 1603 y 1604; tuvo y p e r d i ó el favor del duque, y acabó en estrepitosa caída. As t ra in no conoce el Tratado n i advierte que el mozo pasó luego a San

6 Bibliotheca hispana nova, Madr id , 1962, p. 211. E l gran bibliógrafo al­canzó a un sobrino de Maldonado, José, quien le dio los Avisos; este José tuvo a su cuidado la impresión de la obra postuma de fray Pedro Libro espi­ritual, que sirve para la lección y meditación, Sevilla, 163.1; todas las refe­rencias posteriores que conozco provienen de Nicolás Antonio.

1 Desde Antonio, quien erradamente afirma que fray Pedro mur ió a los 38, hasta Santiago Vela (cf. infra, nota 18).

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A g u s t í n 8 . Esto confirma la p r e s u n c i ó n de que el or iginal d e b i ó componerse hacia 1603, cuando Maldonado ten ía la confianza de L e r m a ; sin embargo, entonces y aun después era t o d a v í a ; jesuita. Por su parte, el agustino Santiago V e l a careció de las noticias de As t r a in y fiándose en exceso de los datos que consignan las por­tadas, pensó que el Perfecto privado fuese posterior a 1610, cuan­do "se g r a d u ó de maestro". Acepta que fuese "Calif icador del Santo Of ic io" , y a ú n más, confesor del duque. Esto ú l t i m o lo des­concierta y le provoca justificadas dudas:

. . .nos llama en verdad la atención, porque si en realidad ejerció el empleo de Confesor de aquel magnate, trasladaría su residencia a Madr id y acaso en este punto moriría, y de ninguno de estos dos extremos hemos encontrado el menor vestigio en la documentación de nuestras casas de Madrid. Esto nos hace dudar algo de la exis­tencia del t í tulo discutido, quedándonos el recurso de decir. . . que es una atribución indebida del copista, pues. . . nadie puede asegurar que tal t í tulo le escribiera el mismo autor 9.

N i n g u n o llega a ver en su punto este tratadillo. E l Privado de­b e r í a entenderse como parte de las relaciones entre el amo de E s p a ñ a y u n joven jesuita, br i l lante y ambicioso, cuya fortuna iba creciendo. Nadie sabe c ó m o logró entrar en la Corte; tengo para m í que l o favoreció su fama en el pulpi to , l lamado a predicar en diversas ciudades. Sobre sus relaciones con Lerma, la breve de­dicatoria da referencias. Quiso el autor, dice, gastar " a l g ú n estudio en sacar de la Escr i tura" y autores santos ideas para " la salvación de Vuestra Excelencia" y aun para "su mayor perfección" . A r ­diendo en " e n t r a ñ a b l e deseo" h a b í a emprendido el trabajo "antes de conocerle", y el fuego a u m e n t ó con "los soplos de tantas mer­cedes como me ha hecho"; y a ñ a d e : " L e a este papel no como m í o , que ni por los años ni por la experiencia le puedo dar autoridad". N a d a ind ica que fuera confesor del duque; qu izá una lectura apre­surada o alguna noticia fabulosa m o v i ó a u n t a r d í o copista a darle ese rango. Maldonado le sugiere al va l ido que "algunas noches deste ibierno (pues la costumbre le obliga a alguno, y la viudez a mayor recogimiento) lea este papel". Rezan así palabras del úl-

8 Cf. A N T O N I O ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la Asiten-cia de España, Madrid , 1909, vol . III, l ib . II, cap. 20. Esta obra fundamental sólo atiende de paso a Maldonado; la atención aquí se dirige al rebelde Men­doza. Y a Dámaso Alonso advir t ió que el joven jesuita reapareció luego como agustino (cf. infra, nota 11).

9 Op. cit., p. 86. Debo adelantar que el Privado esconde incógnitas que sólo cabe considerar páginas adelante. L a fecha propuesta es razonable, el autor no lo fue.

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t imo pá r ra fo de la dedicatoria, concluido ya el opúscu lo , hacia diciembre de 1603. Hasta donde hoy sé, esto resulta lo más lógico.

N o fa l tarán subidas lisonjas. D u d a enviarle el texto, dice, "así porque estando Vuestra Excelencia v ivo no es necesario el Perfecto pr ivado escrito, como porque qu izá a l g u i e n . . . me t end r í a por in ­signe adulador, viendo escritas por propiedades del perfecto priva­do las virtudes de Vuestra Exce l enc ía" . Quis iera que L e r m a llegase al grado de ejemplar m á x i m o , espejo de validos. " Y si este deseo merece alguna recompensa", sea la de leer esas páginas .

Según todo ello, el texto debe pertenecer al j e su í t a de que habla Astra in; no se i m p r i m i ó , claro está, por el fracaso del autor en la corte; y si Pedro Maldonado no figura en los repertorios de escritores de la C o m p a ñ í a , de Rivadenei ra para acá, fue porque todos sus libros aparecieron cuando ya era agustino.

P o r entonces se v iv ían tiempos particularmente agitados. Sub­sistía, aunque ya menguada, vieja desazón entre los jesuí tas his­panos, y es posible que restos de e l lo r e t o ñ a r a n en Va l l ado l id , como piensa D á m a s o Alonso. C o n todo, la gran tormenta h a b í a pasado ya, y desde mucho. Escribe As t ra in :

Aunque las turbaciones que agitaron a la C o m p a ñ í a . . . a prin­cipios del siglo xvn pueden llamarse continuación de las que se levantaron en tiempos de Felipe I I , . . . tienen un carácter muy di­verso, ya se atienda a los designios de los agitadores, ya a los me­dios que pusieron en juego 1 0.

Entre los inconformes los hubo muy distintos: religiosos de vida relajada que se de fend ían enredando; descontentos con la regla; otros opuestos al poder de l a cu r i a romana —en manos extranje­ras—, siendo la C o m p a ñ í a eminentemente española . L a verdadera crisis se produjo cuando hacia 1586 cundieron los memorialistas, quienes se d i r i g í a n a l a Corte o al Santo Of i c io buscando apoyo. L a inqu ie tud g a n ó de diversos modos a varones tan ilustres como Juan de Mar i ana o José de Acosta. Los intentos de este ú l t i m o , a qu i en ayudaba Felipe II para l i m i t a r el poder del padre general C l a u d i o Aquaviva , fracasaron cuando se r e u n i ó en R o m a en 1593 la congregac ión general de la C o m p a ñ í a . A principios de 1594 la batalla q u e d ó resuelta y el bando de Acosta derrotado 1 1 . E l sabio naturalista, historiador y t eó logo m u r i ó en 1600, deca ído en la

1 0 C o n estas palabras se inicia el cap. 20, encuadrándolo . 11 A S T R A I N , loe. cit.\ L E Ó N L O P E T E G U I , El P. José de Acosta, 5. L, y las

misiones, Madr id , 1942; M I G U E L D E A P I N T A L L Ó R E N T E , O . S. A . , Actividades diplomáticas del P. José de Acosta, Madr id , 1952. Importan aquí los comen­tarios a Astrain de Dámaso Alonso, Vida y obra de Medrano, Madrid , 1948, vol. I, caps, i i i y iv.

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orden, pero Francisco de Medrano, siendo a ú n jesuí ta , no t e m i ó dedicarle u n poema. L o recuerda intencionadamente D á m a s o A l o n ­so, y t a m b i é n que el mismo Medrano le d i r ig ió una oda a Pedro Maldonado, su antiguo c o m p a ñ e r o . C o m o se verá , los líos de M a l -donado no muestran re lac ión visible con la r e b e l d í a de diez o veinte años atrás. Se enf rentó , en cambio, a los manejos del padre Mendoza, gran agitador y nada observante como religioso, has­ta desesperar a sus superiores. Este jesu í ta Fernando de M e n ­doza g a n ó sorprendente poder en Ñapó les , como confesor de la condesa de Lemos, hermana de Le rma . L o g r ó a la vez el apoyo papal y el de la corte española , y se en f ren tó con éx i t o al propio Aquav iva . V u e l t o de Italia el d íscolo en 1603, no t a rdó en tener desavenencias con u n i m p o r t a n t í s i m o miembro de la orden, el pa­dre R ica rdo Hal le r , confesor de l a reina. E r a natural que M e n ­doza r iñese t a m b i é n con Maldonado, favorito entonces de Le rma y por e l lo r iva l a qu ien convenía e l iminar .

Fue u n laberinto de intrigas en el m á s alto n ive l . L a lucha a r d í a y hubo superiores en V a l l a d o l i d que, como el padre Villegas, prefir ieron hurtar el cuerpo entrando a ejercicios espirituales 1 2 . Par t ic iparon el propio duque y con él Su Majestad; la condesa de Lemos, acabada de enviudar del virrey de Ñapó les , y amiga de Clemente V I I I , qu ien continuamente in terv ino en su favor; el cardenal Ginnasio, nunc io ante la Corte de Va l l ado l i d ; el padre Aquav iva , general de la C o m p a ñ í a , puesto en los peores apuros, y los cuatro provinciales jesuí tas de España . A n t e esas figuras, el mo­zalbete Maldonado contaba p o q u í s i m o . Para su ma l tuvo impor­tancia m o m e n t á n e a , no siendo sino u n comparsa, y pudo acabar en ch ivo expiatorio. E n la C o m p a ñ í a , no hay duda, fueron indu l ­gentes con él, y aun lo salvaron cuando peor le iba. T o d o este episodio no puede narrarse con entera certeza, pues hay lagunas en l a d o c u m e n t a c i ó n ; l a que manejo es incomple ta 1 3 , aunque bas-

1 2 Léase e l reproche que el padre general Aquaviva le hace a Joseph de Villegas, prepósi to de la Profesa y superior inmediato de Maldonado: "Hame parecido mal que en tiempo de semejantes ruidos y quiebras V . R . se haya retirado a la riberilla con tí tulo de hacer los ejercicios espirituales" (carta de Roma, 23 de agosto de 1604; Arch . Rom. S. I., CasteL, 7, 1, Epist. Gen., 1603-1606, fol. 77v). Por Astrain se sabe que luego fue nombrado prepósito el P. Hernando de la Cerda, a quien de inmediato atacó el bando de Men­doza con tal fiereza que práct icamente no ejerció el cargo. E l P. Hernando fue perseguido junto con Maldonado.

1 3 Astrain lamenta la pérdida de la correspondencia de Castilla enviada al padre Aquaviva; en parte se reconstruye por las respuestas de Roma, que conozco. N o he logrado ver todas las cartas del nuncio Ginnasio al Vaticano, pero sí una fundamental; tampoco he revisado la relación del padre Ricardo Haller, muy usada por Astrain. Gracias a la generosidad del padre Miguel

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tan te para esclarecer el conjunto. E l ordenamiento de aquellos desencadenados sucesos resulta difícil y el padre As t ra in no logra seguir una l ínea cronológica clara. H a y además complicaciones inesperadas.

H u b o dos Pedro Maldonado, ambos jesu í tas y casi de la misma edad, que para colmo coincidieron en Vallado-lid durante estos agitados tiempos. Se trata de uno de esos casos de homonimia en que abundan las letras hispánicas ; aun así, es de los más curiosos. T e n í a n apenas cinco años de diferencia. U n o , de la Provincia Cas­tellana, vivía en el colegio de San Ambros io , 1603, mientras el otro, venido de la Bética, res idía en la Casa Profesa de la misma ciu­dad. E n el lo nadie h a b í a reparado y ha habido confusiones. E l dist inguirlos más de la cuenta me llevó a error, pues creí que uno fuera el autor del Tratado y otro el andaluz que se hizo agustino y p u b l i c ó varios libros. N o hay tal. Consta que el sevillano M a l -donado, c o m p a ñ e r o de estudios de Medrano, eventual amigo de Garcilaso Inca, fue el osado mozo que alcanzó el aprecio de Le rma y que, tras caer en desgracia, salió de la orden y compuso obras espirituales y escriturarias, a m é n del Privado.

Será preciso conocer y descartar al h o m ó n i m o . Luego pod rá reseñarse la vida, rica en incidentes, de nuestro autor.

E L O T R O P E D R O M A L D O N A D O

H a c i a 1578 o principios de 1579 nac ió en Segovia el Pedro Maldonado castellano. Se conocen sus rastros al menos hasta 1614, en el colegio de León , donde res id ió buen tiempo. E n ese mismo a ñ o m u r i ó el nuestro, vuelto a l a patria andaluza. Parece que el h o m ó n i m o tuvo familiares en la C o m p a ñ í a , pues en el colegio de Salamanca se hallaba en 1606 e l padre Pau lo Maldonado, t a m b i é n segoviano, de cincuenta y tres años de edad y veintisiete de jesuí ta .

E n el ca tá logo trienal de 1603 aparece en el colegio de Va l l a -d o l i d el hermano Pedro Maldonado, "natural de Segovia, patria y obispado". L l e v a el n ú m . 22, a lumno de 3? de teología; tiene vein­t ic inco años y nueve en l a orden. Andaba p r ó x i m o a ordenarse y no se hallaba en s i tuac ión de tratar con el duque. Gracias a los

Batl lori , S. I., y asimismo del P. Antonio de Egaña, S. I., trabajé varias sema­nas en 1966 y 1967 en los archivos jesuíticos de Roma; conocí bastante de la ignorada mocedad de Maldonado y de sus años finales en la Compañía, aun­que no alcancé a completar el conjunto; ya antes había obtenido noticias sobre el autor en el Archivo de la Provincia de Toledo, Alcalá de Henares, por gentileza del P. Francisco Mateos, S. I.; con ello, más los ms. del Privado, y las olvidadas obras de Maldonado, cabe mejorar notoriamente el conoci­miento del caso. Agradezco a mi antiguo alumno el Dr. José Anadón su ayuda para verificar noticias colacionadas por Astrain, existentes en Roma.

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varios catálogos consultados pueden establecerse con mucha aproxi­m a c i ó n sus hitos b iográf icos 1 4 . E n t r ó a l a C o m p a ñ í a a ú n adoles­cente, el 20 de abr i l de 1594. Tras e l noviciado y primeros estudios c o m p l e t ó tres años de artes y en ab r i l de 1603 sólo le faltaba u n a ñ o de teología. Luego lo encontraremos ya ordenado en L e ó n , 1606, con el n ú m . 5, a sus veintisiete años . L o ocuparon en leer lat ín, tarea modesta.

U n a not icia de Astra in , qu izá equivocada, debe consignarse. Cuando el sevillano anduvo procesado, lo recluyeron en el colegio de L e ó n , allí se perdieron sus huellas. ¿ N u e v a coincidencia o es que As t ra in l o confund ió con el segoviano? L o ignoro. Por lo d e m á s las noticias de éste no se esfumaron. E n 1607, cierto, ya no está en ese colegio y se lee la curiosa ind icac ión : " N i n g u n o ha sido despedido"; más bien lo hallaremos en Palencia, n ú m . 5, como predicador. Llegados a 1611 lo tenemos de vuelta en el colegio de L e ó n , con el n ú m . 7, a los treinta y tres, gozando de buena salud. Se da entonces la fecha de su ingreso a l a orden y hay út i les noticias sobre sus actividades: enseñó l a t ín u n a ñ o , otro casos de conciencia y después se le dedicó al pulpi to . N o olvidemos que el andaluz fue famoso orador sagrado: hasta en esto coincidieron. T o d o ind ica que en esta etapa el Maldonado segoviano tuvo el aprecio de sus superiores.

Justamente por entonces, el 4 de j u n i o de 1612 le escribe desde V a l l a d o l i d el padre L u i s de la Puente una carta sagaz, digna de su alto esp í r i tu , la cual se entiende mejor al saber que su destina­tario en L e ó n no era el Pedro Maldonado sevillano. E l padre C a m i l o M a r í a A b a d , S. I., b iógrafo del venerable Puente, duda de que carta : tan reconfortante pudiera dirigirse al atolondrado sujeto que pinta Ast ra in (y que según éste pasó castigado a L e ó n ) . A u n así, A b a d reconoce que ciertos rasgos del carác ter de Maldo­nado (el otro, el sevillano) corresponden a los consejos de Puente 1 5 . E l famoso ascético, va rón respe tad ís imo, rector anteriormente del Colegio de San Ambros io en Va l l ado l id , prueba hondo conoci­miento de su corresponsal, a qu ien exhorta:

1 4 M e baso en los catálogos trienales del A R S I , Castellana, 15, I, Valla­dolid, Colegio, 1603; León, 1606; Salamanca, 1606; Palencia, 1609; León, 1611 y 1614; también en las copias existentes en Alcalá.

1 5 Luis D E L A P U E N T E , Obras escogidas, Bib. Auts. Esps., introd. de Ca­milo Mar ía Abad, S. I., Madr id , 1958, p. x i i . E l venerable Puente fue rector del colegio de Val ladol id entre 1594 y 1596, y luego volvió a serlo; enseñó teología y casos de conciencia; seguramente fue maestro del segoviano. Para la carta de Puente, pp. 391 s. AI parecer, este Maldonado trataba a la con­desa de Trev iño . Marcel Bataillon señala la importancia de las "grandes obras" de Puente (Erasmo y España, trad. de A . Alatorre, México, 1966, p. 752).

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320 JOSÉ DURANO N R F H , X X I X

Vuestra Reverencia debría fundar su perfeción y ordenar su oración a fundarse en una profunda humildad para con Dios y para con los hombres, reconociendo que sin Dios nada puede n i vale; y procurando el más bajo lugar entre los hombres, aborreciendo el apetito de ser loado o estimado de ellos. Con esta humildad junte una grande confianza en la divina omnipotencia para acometer cualquier impresa del divino servicio.

Puente nos revela el mal e insiste:

. . . Y crea Vuestra Reverencia que, si tiene celo de homar a Dios, Dios le tendrá de honrar a Vuestra Reverencia con la verdadera honra que vale para la vida eterna.

Éste, pues, fue el Maldonado segoviano. T o d a v í a en 1614 lo ha­llaremos, dist inguido por los suyos, en el mismo L e ó n . Sus fuerzas son sólo medianas y c o n t i n ú a predicando. A u n q u e todo cabe, sería una sorpresa el que este h o m ó n i m o hubiese participado en aquellos disturbios de la Corte.

P E D R O M A L D O N A D O , A U T O R S E V I L L A N O

E l Inca Garcilaso l lama "Pedro Maldonado de Saavedra" 1 6 , a nuestro autor, j e su í t a sevillano que leía Escr i tura en Santa Cata­l i n a de C ó r d o b a en 1600. E l doble apel l ido l o usaba su padre, aunque no, que sepamos, el hijo. Nac ió éste en 1573 o quizás en 1574 (le l levaba unos cinco años al segoviano). T i e m p o adelante, nuestro inquie to andaluz t o m ó háb i to s de agustino, l o cual q u e d ó resuelto al terminar 1605 y se e jecu tó a l pr inc ip ia r 1606. E l cam­b io de orden, no la fecha, fue bien conocida entonces y así l o apuntaba ya Nico lás A n t o n i o 1 7 . Fray Pedro tuvo renombre como autor y sobre todo en e l pulpi to . M u r i ó en 1614 en su ciudad natal, cuando ten ía cuarenta y u n años , o qu izá meses menos. A l ­gunos, por error, dicen que falleció a los treinta y ocho.

Pues b ien: Pedro Maldonado f iguró muy pronto entre las glo-

1 6 Comentarios reales, Lisboa, 1609, l ib . I, cap. 6; el Inca, ducho genea-logista, conocía el entronque con los Saavedra. Es ext raño que ningún bió­grafo de Garcilaso, desde Riva-Agüero hasta hoy, advierta que Maldonado fue luego autor relativamente fecundo; nadie da noticia de la personalidad de este curiosísimo sevillano: n i aun los más recientes, como J O H N G . V A R N E R ,

El Inca. The Ufe and times of Garcilaso de la Vega, Aust in and London, 1968, y A U R E L I O M I R Ó Q U E S A D A S., El Inca Garcilaso y otros estudios garcila-sistas, Madr id , 1971; tampoco indican que se hizo agustino.

1 7 Cf. supra, nota 6. N o se olvide que Antonio conoció a don Josef Maldonado Dávila, sobrino de nuestro autor.

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N R F H , X X I X MALDONADO Y SU 4 < P R l V A D O " E J E M P L A R 321

rias hispalenses, y por cuenta propia: en el lo nada contaron su amistad con Medrano n i sus relaciones con figuras hoy ilustres. Pacheco g u a r d ó un lugar para su retrato, que no sé si l legó a ejecutar; Rodr igo Caro lo nombra y tanto Nico lás A n t o n i o como Or t iz de Zúñ iga recogen noticias de su vida. A ellos les segui rán Díaz de Valderrama (Arana de Valflora), Matute , Bejarano y otros. Se ha dicho que nac ió en 1576, pero u n cotejo de los catá­logos trienales retrasa l a fecha dos o tres años . Fueron sus padres distinguidos y ricos: el caballero de Santiago don Melchor M a l -donado de Saavedra y d o ñ a M a r í a —o M a r í a Ana— de la Barrera; no resulta fácil l levar la cuenta, pero ocho o nueve hijos de don Melcho r Maldonado, coronel en las Alpujarras, fueron religiosos. Cinco , entre frailes y monjas, tomaron h á b i t o agustino, a los cua­les se u n i ó t a r d í a m e n t e Pedro; Blas Maldonado, jesuí ta , no creo cambiara de orden; de otro hermano sabemos que fue "seglar" : Me lchor Maldonado de Saavedra (padre de Josef Maldonado Dá-vi la , a qu i en t r a tó Nico lás A n t o n i o ) . De los mayores, l a madre E l v i r a fue abadesa de varios conventos, y fray Juan de la Barrera, qu ien profesó como agustino en 1575, l legó a pr ior en Salamanca; se afirma que m u r i ó santamente. Ot ro de los frailes se l l amó Fer­nando de Saavedra 1 8 .

A ú n n i ñ o , a los trece o menos, Pedro se hizo jesu í ta ; ya estaba en la C o m p a ñ í a su hermano Blas. E n una lista adjunta a l catá logo trienal de San Hermenegi ldo de Sevilla, 1587, entre "los que en este t iempo han sido recebidos en el Coleg io" figura a l a cabeza

1 8 S A N T I A G O V E L A , loe. cit. E l nombre de la madre, doña María, lo da Nicolás Antonio. Y a se sabe que el Libro de retratos de Pacheco quedó in­completo; también dejó lagunas Rodrigo Caro, Varones insignes en letras naturales de la ilustrisima ciudad de Sevilla, con adiciones y prólogo de Diego Ignacio de Góngora, ed. de Santiago Montoto, Sevilla, 1915; cf. p. 72; Diego Ortiz de Zúñiga, Anales eclesiásticos y seculares de la muy noble y muy leal ciudad de Sevilla, Madr id , 1677, p. 591; Mar io Méndez Bejarano, Dic­cionario de escritores, maestros y oradores naturales de Sevilla y su actual provincia, vol . II, parte I, Sevilla, 1923, p. 7. E l coronel don Melchor, según veremos, casó dos veces, pienso que con dos hermanas. L a primera mujer fue doña A n a de la Barrera (cabe también que fuera Mar ía A n a ) . Ortiz de Zúñiga admira que don Melchor tuviese en doña A n a siete hijos, todos religiosos "cosa que no sucede vulgarmente"; pero hubo más hermanos, y un hijo del primer matrimonio fue don Melchor Maldonado de Saavedra, veinti­cuatro de Sevilla y procurador mayor en la Corte, y desde 1604 juez de la Contratación en Sevilla (cf. J U S T I N O M A T U T E Y G A V I R I A , Hijos de Sevilla, Sevilla, 1887, vol . II, p. 195). E l propio fray Pedro, según lo advierte San­tiago Vela, informa que en 1606 había ocho o nueve en la iglesia, seis de ellos agustinos; las noticias hablan de tres monjas. L a correspondencia je­suítica nombra a su hermano Blas, de la Compañía , y a otro "seglar", Mel ­chor probablemente (infra, notas 28 a 30).

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322 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

Medrano y con el n ú m . 12 Pedro Maldonado, unos tres años me­nor que el poeta 1 9 . Todos probablemente debieron pasar a l novi­ciado de M o n t i l l a . L a amistad con Medrano pudo nacer entonces, si es que no fuera antes, en su patria. Por m u c h í s i m o t iempo la figura central de la casa mont i l lana fue el famoso autor ascético Alonso Rodr íguez , rector entonces, según catálogos de 1585 y 1587. Cabe así afirmar que tan insigne va rón tuvo a su cargo a Fran­cisco de Medrano: otra cosa fue que éste no perseverara. G i l Gon­zález Dávi la , t a m b i é n importante autor espi r i tual 2 0 , se hallaba a la cabeza de la Provinc ia Bética. E n carta a l padre general Aqua-viva escribe González Dávi la :

Mont i l la es casa de santidad y de todo buen ejemplo, llena de consuelo y alegría y de verdadera institución de la Compañía y trato en los novicios. Redunda de ella grande edificación a toda la Provincia, y grande utilidad, porque los que salen de allá se vee que proceden con espíritu de religión, de obediencia y abnega­ción, señalándose en esto. Y no veo cosa en que V . P. haya hecho mayor regalo a esta Provincia, n i remedio más a la raíz, que ha­bernos traído allá el P. Alonso Rodríguez, y espero que pasando por sus manos los de la 3 a probación, como se procura y procurará, será el fruto más de estima, y se veen ya prendas de esto2 1.

E l padre R o d r í g u e z fue allí maestro de novicios por decenios y, al pasar a rector, aun cuando debiera atender a los de la ú l t i m a

1 S A R S I , Baetica, Cat. trien., Sevilla, colegio, 1587; lista general de 1590; Sevilla, colegio, 1593; Málaga, 1597; Córdoba, 1599 y 1602; Cast., Valladolid, profesa, 1602 (en listas de 1603). E n el Arch. de Alcalá, ya citado, Cazorla, 1606. L a fecha más probable de nacimiento iresulta 1574, o quizá fines de 1573. Para referencias a otros jesuítas de la provincia andaluza me remito a los catálogos de 1574 a 1606.

2 0 Durante las andanzas de Acosta frente a Aquaviva, González Dávila estuvo con el general (PINTA L L Ó R E N T E , op. cit., passim). Sobre Alonso Ro­dríguez y González Dávila, cf. M I G U E L N I C O L A U , "Espiritualidad de la Com­pañía de Jesús en la España del siglo xv i " , y particularmente C A M I L O M A R Í A

A B A D , " G i l González Dávila, S. J . Sus pláticas sobre la regla de la Compañía de Jesús"; ambos artículos en el vol . ed. por la Universidad Pontificia de Salamanca, Corrientes espirituales en la España del siglo xvi. Trabajos del II Congreso de Espiritualidad, Barcelona, 1963, pp. 341-361 y 362-391. Claro está que por la provincia Bética desfilaron o residieron muchos jesuítas de importancia que no consignamos, como Francisco Arias, Antonio Cordeses y otros. Batai l lon presenta a Luis de la Puente y Alonso Rodríguez como los autores en quienes vuelven a florecer las viejas corrientes de la espiritualidad jesuíta; al referirse a ellos recuerda el pensamiento del maestro Ávila y el del padre Granada (op. cit., pp. 752 ss.).

2 1 A S T R A I N , op. cit., vol. III, apéndice 5. Dámaso Alonso reproduce parte de este pasaje.

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N R F H , X X I X MALOONADO Y SU "PRIVADO" E J E M P L A R 323

p r o b a c i ó n —ya en el momento del sacerdocio—, m a n t e n í a directa ju r i sd icc ión sobre todos los sujetos de la casa.

N o cabe olvidar, en f in , que el recuerdo del maestro Juan de Ávila, muerto en M o n t i l l a años atrás y enterrado en el noviciado, continuaba influyendo poderosamente 2 2. Viv ió en esa casa el doc­tor J u a n de Vergara, quien l o h a b í a alcanzado; all í h a b í a n resi­d ido varios disc ípulos de Ávila, así como otros jesuí tas que atesti­guaron en la causa de beat if icación, o que escribieron sobre él, como el padre M a r t í n de Roa o el lego Sebast ián de Escabias 2 3 . M o n t i l l a era cabeza de los estados de los marqueses de Priego, protectores de la C o m p a ñ í a y del beato Ávila, y en aquella corte campesina pasó más de u n cuarto de siglo el Inca Garcilaso, antes de trasladarse a Córdoba . Por entonces las obras de Ávi la t en í an ampl ia difusión y su biograf ía l a hab ía escrito fray L u i s de Gra­nada. L a espiri tualidad de la Contrarreforma andaluza se m a n t e n í a con vigor. L a C o m p a ñ í a , a la vez que se hallaba en apogeo, su­fría en E s p a ñ a la grave crisis que se desató en los memorialistas.

Vale l a pena considerar el marco de la mocedad de Maldonado y Medrano. L a Provinc ia Bét ica contaba a fines del x v i con esplén­didos maestros. Por ejemplo el teó logo T o m á s Sánchez; los escri­turarios J e r ó n i m o de Prado, Juan de Pineda, L u i s del Alcázar y Juan Bautista de Vi l l a lpando; . el historiador y autor espiritual M a r t í n de Roa , quien a veces leyó re tór ica ; pero el r e t ó r i c o por excelencia fue al l í Melchor de l a Cerda 2 4 , que res id ía en Sevilla

2 2 E l doctor Vergara, quien fue confesor de la "santa marquesa de Priego", protectora de Ávila, residía aún en la casa montillana en 1574; fue natural de Sanlúcar. E n su leidísimo Ejercicio de perfección y virtudes cristianas, Alonso Rodríguez cita a cada momento a Juan de Ávila (sólo en el l ib . I dos docenas de veces) ; señala su relación con Ignacio de Loyola y práctica­mente lo siente como jesuíta; Ávila, advierte Rodríguez, instruyó a varios jóvenes que entraban a la Compañía (lib. III, trat. I, cap. 3) . Acude más a Juan de Ávila que a jesuítas como Puente, Nadal, Suárez, T o m á s Sánchez o Francisco Arias. E n una ocasión anota: "Acuerdóme que decía un padre muy grave, que había sido mucho tiempo superior en la C o m p a ñ í a . . . " ; una apos­tilla aclara que era Antonio Aráoz (lib. III, trat. V , cap. 6) ; Aráoz tuvo rela­ción directa con Ávila (cf. J U A N DE Á V I L A , Obras completas, ed. e introd. de Luis Sala Balust, Madrid , 1952, vol. I, passim) . Sala Balust compara el Ejercicio con el espíritu de Ávila (op. ext., vol. II, 1953, p. 11). Para el doc­tor Vergara, vol. I, p. 179; hay más referencias de ello.

2 3 E l P. Mar t ín de Roa fue el biógrafo de dos discípulos de Ávila, doña Sancha Carri l lo y la "santa condesa" de Feria. T a m b i é n tuvieron rela­ción con el beato el padre Diego de Guzmán y el hermano Escabias, autor éste de los Casos notables de la ciudad de Córdoba (ed. de A . González Pa­tencia, Madr id , 1949) ; la paternidad de este texto anón imo la resolvió Luis SALA B A L U S T , " E l H . Sebastián de Escabias, S. I.", MH, 1979, núm. 10, 266-296.

2 4 Las obras de estos jesuítas se describen en conocidos repertorios como

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S24 J O S É D U R A N D N R F H , X X I X

en 1587; pienso que Cerda inf luyó en Francisco de Castro, famoso a l p r inc ip iar el x v n ; por cierto que Castro sólo le l levaba cuatro años a Medrano. L a actividad intelectual y el gusto por letras hu­manas y divinas tuvo en los jesuí tas andaluces de entonces una etapa floreciente. Nada faltaba para que Medrano se cul t ivara en la mejor la t inidad, n i para que Maldonado se convir t iera en escri­turario: l o fue, aunque sin acercarse al gran bibl is ta j e su í t a de años atrás, Juan Maldonado, al parecer pariente suyo muy pró­x i m o 2 5 .

E n la lista general de la Bética, mayo de 1590, encontramos al hermano Pedro en el colegio sevillano de San Hermenegi ldo, con el n ú m . 257. T i e n e dieciséis años y cuatro en la orden. E l padre Alcázar, comentarista del Apocalipsis y el r e tó r i co Cerda e n s e ñ a b a n all í en 1591, mientras J e r ó n i m o de Prado res id ía en la Profesa sevillana, ocupado en comentar a Ezequiel . A fines de abr i l de 1593 Pedro sigue estudios en el mismo colegio, n ú m . 37 de la casa; a los diecinueve tiene buena salud y l leva cursados tres años de artes y uno de ¡teología; sigue como maestro allí L u i s del Alcázar, famoso biblista. C o n el hermano Pedro acaban de ocurr i r di f icul­tades subidas de punto, aunque el escándalo, para b ien del estu­diante, amagó más que estalló. Quizás m á s que culpas reales pudo haber fantasías calenturientas. Desde Sevilla, en carta a l general de l a orden Aquav iva , el padre Melchor de Castro expone lo ocu­r r ido y pide la d imis ión , a juzgar por l a s u m i l l a 2 6 . T r a s hablar de otro sujeto que t a m b i é n se hallaba en graves dificultades, Melchor de Castro escribe el 14 de j u n i o de 1593:

el de Sómmervogel o el de Uriarte y Lecina. Noticias de los autores en ASTRAIN,

op. éit., vols. III y IV . Aprovecho aquí los catálogos trienales héticos. Melchor de la Cerda ha dejado al menos cinco volúmenes de asuntos teóricos latinos (Sevilla, 1598; Lyon, 1614). Famoso maestro, leyó retórica en varios colegios andaluces por muchísimos años. T a m b i é n la enseñó un tiempo Mar t ín de Roa, quien junto con los biblistas Je rón imo de Prado y Juan Bautista de Villalpando, celebradísimos, se hallaban en Córdoba en 1587, cuando estu­diaba allí el poeta Medrano.

2 5 Juan Maldonado fue extremeño, al parecer de Casas de la Reina (C. Sómmervogel, Bib. de la Compagnie de Jésus, Bruxelles-Paris, 1894, V ,

col. 403). Según noticias de Argote de Mol ina y de Ortiz de Zúñiga, Juan, el gran escriturario, fue sevillano por sus padres, e hijo natural del coronel don Melchor Maldonado, en la mocedad de éste. E n tal caso sería hermano paterno de Pedro (cf. J U S T I N O M A T U T E , op. cit., pp. 39-41; id., Adiciones y correcciones a los "Hijos de Sevilla"... de D. Fermín Arana de Valflora, Sevilla, 1886, p. 101). Por ser Melchor nombre recurrente en la familia y mediar muchos años entre los supuestos hermanos, convendría certificar no­ticias. E l parentesco, sí, parece muy probable.

£6 H R S I , Hisp., 135, ff. 298-299. Modernizo la ortografía y puntuación. E l provincial debía ser Bartolomé Pérez.

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N R F H , X X I X MALDONADO Y SU '"PRIVADO" EJEMPLAR 325

E l otro hermano es el hermano Pedro Maldonado, de quien Vuestra Paternidad tiene relación, creo yo larga, del padre provin­cial [¿Bartolomé Pérez?], y por eso no he yo dado [noticia] de lo que de ello supe, de lo que hubo antes de venir a este colegio, y así sólo diré en esta lo que de nuevo le ha pasado. Yo tuve sospecha del hermano [Maldonado] por un hermano a quien él dijo que le hab ían levantado un gran testimonio, fingiendo contra él que él había escrito una carta que él no había escrito, y que por ella no sería mucho que le viniese mucho daño, y por unas palabras que le dijo de uno que salió de la Compañía que la trasladó, y no sé qué otras palabras.

Inquietud, locos ardides, cartas falsas. E l caso incluye escenas ex t rañas . Aprovechando el sueño del escolar teólogo, su superior, qu ien algo sospechaba, c o m p l e t ó l a pesquisa mediante los más ex­peditivos recursos. Prosigue Castro:

. . . U n a noche le tomé, sin que lo sintiese, unos papeles de sus calzones, porque hubo comodidad, y hallé tres cartas en l impio y un borrador de otra. . . . Y comenzando del borrador, era una carta muy tierna y amorosa de aquella persona que Vuestra Paternidad sabe, y era bien verde, y él [Maldonado] me dijo que aquélla había enviado, y de ella había dicho que le levantaban que era suya [...] Y la causa de escribilla dijo fue deseo de salir de la Compañía, y que el día siguiente se arr ipint ió, y le tornó a escribir [a su desti­natario diciéndole] estaba loco cuando la escribió, y [que] si no había [aún] ido (como él primero imaginó cuando quiso le despi­diesen) , no fuese al provincial 2 7 ; y la causa de esta tentación, y de su embuste, dijo él fue temer que el Padre Provincial habr ía dado noticia de lo pasado no sólo a Vuestra Paternidad, sino al Vice-provincial.

Maldonado, claro está, t emía "por su honor, y esto le a p u r ó " . S in que hurguemos m á s en sus bolsillos n i conozcamos con exactitud el sentido y antecedentes de las cartas, resulta natural que u n m o ce tón andaluz, entrado en re l ig ión a ú n n i ñ o , sufriese en aquella primavera de ardores juveniles, y que por ellos pensase ahorcar háb i tos ; y a la vez pudo ocurr i r que, tentaciones aparte, quisiese mudar de orden religiosa. H a b í a otra carta para el provincia l (el padre B a r t o l o m é Pérez de Nueros t en ía el cargo cuando a f in de a ñ o fue a la C o n g r e g a c i ó n general en R o m a ) . L a tercera misiva

^ 7 A juzgar por el castigo, hubo mucho más de imaginación que de acto. Por lo demás el cuadro general es confuso: si Pedro quer ía provocar denun­cias, no se ve por qué acudió a tal expediente. De hecho, aunque buscara una delación, al punto se a r rep in t ió y m a n d ó una segunda carta.

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326 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

iba d i r ig ida a su hermano el padre Blas; t a m b i é n jesui ta 2 8 . Con­t i n ú a e l terrible Me lchor de Castro:

. . . a l cual [Blas] escribía como ya en el siglo, hablando de vuesa merced29, y diciendo que sólo Dios sabía dónde estaba, y que mi­rar ía no hacer cosa que desdijese de sus padres3 0.

L a ú l t i m a carta se destinaba a otro hermano suyo, seglar, anu­lando una donac ión hecha a la C o m p a ñ í a , y env iándo le m i l reales a cada uno de sus dos hermanos agustinos, y a cada una de sus tres hermanas monjas. A l padre Castro le chocaba que las cartas se en­viaran al jesuita Blas y al seglar, y no a los dos mayores, a quienes iba la donac ión . T o d o ello parec ía mostrar que éstos l o m o v í a n a l " t r á n s i t o a san A g u s t í n " . Para Castro no eran "sus hermanos, en part icular el mayor, de muy buenos religiosos, y afectos a l a C o m ­p a ñ í a " . Realizadas diversas consultas, el superior castiga a Pedro a encierro y obediencia. E l acusado insist ió en perseverar como je­suita y propuso "comenzar de nuevo y tener u n a ñ o de noviciado en M o n t i l l a " . A u n q u e Melchor de Castro se mos t ró escéptico, e l hermano Pedro se salió con la suya y d e b i ó aceptarse su ofrecimien­to de una nueva prueba. T i e m p o después seguía estudios "con provecho". A ñ o s m á s tarde, e l provincia l Cr i s tóba l Méndez , el 3 de j u n i o de 1596, le escribe desde M o n t i l l a a Aquav iva :

[Maldonado] está aquí, no tan bien como se deseaba, y siempre he tenido confianza que con los años tendría más cordura, y soy yo quien puedo testificar de cosas suyas, y aun me pudiera harto sentir y agraviar, porque sé que ha escrito a Vuestra Paternidad cosas bien pesadas, sin fundamento 3 1.

E l provincia l disculpa a l muchacho por su inexperiencia, y con­cluye:

. . . L o que ahora puedo decir de él es que está muy mudado. Procede no sólo bien, pero muy bien en su tercera probación y le

2 8 E n San Hermenegildo de Sevilla, 1587, el hermano Blas Maldonado reaparece, a sus 19 años. Debió nacer hacia 1568. Era mayor que Pedro y debió compensar en él por un tiempo la influencia familiar agustina.

2 9 Melchor de Castro se sorprende, pues, del tratamiento, el cual subrayo, so Prosigue aludiendo a una conocida tradición jesuítica: "Aunque la

Compañía fuese puerto de salvación, él había de vivir már t i r y ocasionado a perderse". Dámaso Alonso se refiere a la creencia en los daños de aban­donar la orden, a propósi to de Medrano y de Alonso de Santi l lán (op. cit., vol. I, caps. 4 y 6; vol . 2, apéndice I ) .

S 1 A R S I , Hisp. 139, fol. 210r; es el tercer parágrafo de una importante carta. E n Mont i l l a se hallaban, recuérdese, el noviciado y la casa de proba­ción. L a superación de l a crisis mayor en Pedro se advierte en carta del padre Méndez a Aquaviva (Hisp., 136, ff. 79 ss) .

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parece que ahora comienza a ser religioso. Y el padre Alonso Ro­dríguez está muy contento de su modo de proceder, y así dará su testimonio por escrito y lo enviará a Vuestra Paternidad. E n cosas pasadas de tono no ha habido más, n i sorpresa de ello. Es muy buen ingenio y tiene talento para el pulpito y para leer, y para lo que quisieren emplearle, y está humilde y dispuesto para leer una clase de humanidad, y si esto dura en é l . . . espero será de provecho.

L a grande autoridad de Alonso Rodr íguez , profeso de cuatro votos, a lma de la casa de M o n t i l l a , delegado de la Bét ica a congregacio­nes generales, r e spe tad í s imo escritor ascético, tuvo que resultarle salvadora a Maldonado. C u m p l i d o u n breve "segundo noviciado", c o n t i n u ó teología y pasó a l a ú l t i m a probación, que en la regla jesuí t ica corresponde a la época de la o r d e n a c i ó n sacerdotal. L o l laman a ú n hermano en esta etapa. Siempre como hermano se hal la en 1597, a los ve in t i t rés , en el p e q u e ñ o e i n c ó m o d o colegio de Málaga ; salud sólo mediana; lee g ramát ica . A n o t a el ca tá logo: " H a acabado sus estudios y tercera p robac ión , y hace algunas plá­ticas en cárceles y plazas; ha sido procurador". A l l í en M á l a g a conoc ió a l padre Blas Valera . mestizo peruano, autor en l a t í n de una historia de los incas y la conquista, qu ien h a b í a llegado a A n d a l u c í a tras u n castigo que tuvo por solicitante: u n desliz que a l parecer tuvo en Potos í . Va le ra h a b í a v iv ido antes en Cádiz, y sus originales quedaron truncos y estropeados a consecuencia del saco e incendio de la c iudad por los ingleses, en 1596. Va le ra m u r i ó en 1597 y sus escritos quedaron en manos de Maldonado? 2 . Pronto l a s i tuac ión va a cambiar y Maldonado, ya como padre se traslada a casas importantes: el colegio de Córdoba , en 1599; f igura con el n ú m . 20. Al l í se encontraba M a r t í n de R o a y, acabado de llegar, Alonso R o d r í g u e z . E l sevillano goza de buenas fuerzas y l o dedican a enseñar g ramá t i ca y Escri tura; t a m b i é n confiesa y predica 3 3 . N o estaba ma l dictar cá t ed ra para teólogos a los v e i n t i t r é s años , y m á s en Santa Cata l ina de C ó r d o b a ; a l l í l a h a b í a n dado eminen­cias como Prado y Pineda. Merec ía , pues, confianza y estima.

P o r entonces le proporciona al Inca Garcilaso, gran amigo de la C o m p a ñ í a , los papeles destrozados de Blas Vale ra . " H í z o m e mer-

3 2 Cf. el prólogo de Francisco Mateos, a la anón ima Historia general de la Compañía de Jesús en el Perú, Madr id , 1944, vol . I, p. 62. Más noti­cias en Mon. Hist. S. I., Monumenta Peruana, ed. de Antonio de Egaña, Roma, 1954, ss., vols. I-III.

3 3 Tras Je rón imo de Prado, Juan de Pineda había ilustrado la cátedra de Escritura en Santa Catalina de Córdoba. L a casa malagueña, en cambio, era modesta y " ru in" según la documentación jesuítica. Otro biblista famoso, Juan Bautista de Vil lalpando, continuador de Prado, había enseñado en Cór­doba otras materias.

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ced de ellos —cuenta el Inca— el padre maestro Pedro Maldonado de Saavedra, natural de Sevilla, de esta misma re l ig ión , que en este a ñ o de m i l y seiscientos lee Escri tura en esta c iudad de Cór­doba' ' 3 4 . T a n singular merced, hecha a u n hombre que como Gar-cilaso no pe r t enec ía a l a orden, fue obra de este inquieto mozo y fruto de u n azar, quizás de u n impulso, b ien propio de M a l -donado.

D e pronto, cosa no habi tual en la C o m p a ñ í a , el joven jesuí ta cambia de provincia y se traslada a l a Casa Profesa de Va l l ado l id , es decir, junto a la Corte. E n el ca tá logo de esa residencia en 1602 se registra con el n ú m . 7: sevillano, de treinta años (sic), dieci­siete en l a orden, con buena salud. "Lee teología y predica". T o d o el lo es fidedigno, pero hay detalles que resultan oscuros. U n catá­logo del colegio de C ó r d o b a , enero de 1603, da noticias sobre él que mejor corresponden a 1602: aparece a los veintinueve de su edad y con dieciséis de jesu í ta ; le dan el n ú m . 17; h a b í a enseñado l a t í n tres años y cuatro Sagrada Escr i tu ra 3 5 , Ese 1603 del catálogo andaluz cabe remitirse a 1602, a fines, cuando debieron redactarse los informes trienales para enviarlos a R o m a . Puede t a m b i é n que en C ó r d o b a considerasen a Maldonado sólo temporalmente ausen­te. E l ca tá logo de la Profesa vallisoletana, aunque fechado en 1602, vale para el a ñ o siguiente, el cual rige para toda l a Pro­v inc ia Castellana. De u n modo u otro, consta que acababa de estar en C ó r d o b a y no se sabe c ó m o n i por c u á n t o t iempo l o destinaron a Va l l ado l i d . Es claro asimismo que la mudanza no significaba cas­tigo, pues iba a u n lugar excelente, donde se le d io cá tedra de teo logía y el minis ter io de predicar en esa i m p o r t a n t í s i m a ciudad. ¿ C ó m o l legó all í? E l apoyo de su hermano Melchor , procurador en la Corte y premiado por el rey en 1604, d e b i ó ayudar; Pedro era u n mozo bri l lante, muy promisorio, cuyo comportamiento en C ó r d o b a s in duda satisfizo; h a b í a ganado renombre en el pulpi to y el lo era entonces aprec iad í s imo. A un luc ido orador sagrado se le invi taba a venir de lejos en grandes ocasiones: desde R o m a pensó A q u a v i v a encargarle sermones de A d v i e n t o y Cuaresma en el re ino de Aragón , para satisfacer u n pedido especial. C o m o "jo­ven y predicador' ' l o p re sen t a r á muy pronto el cardenal Ginnasio,

3 4 Comentarios reales, l ib . I, cap. 6; la obra quedó completamente ter­minada en 1604 y el Inca no consigna que su amigo cambió de religión. Se equivoca al llamarlo "maestro" pero acierta en el Saavedra. N o se olvide que el padre de nuestro Maldonado, el coronel don Melchor, peleó en las A l p u -jarras, adonde Garcilaso llegó a capitán. ¿Se conocerían allí? Nada sabemos.

8 5 A juzgar por ese catálogo de la Profesa, fechado en 1602 a diferencia de otras casas de la Provincia Castellana, calculo que Pedro llegó poco antes de 1603, quizás mudándose a la Corte en circunstancias especiales (cf. infra, nota 37).

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nunc io en E s p a ñ a 3 6 . A l g u n a r e c o m e n d a c i ó n de un poderoso d e b i ó mediar, pues consta que el general j e su í t a A q u a v i v a no l o juzgaba apto para residir en l a capital del reino.

M á s tarde, el 8 de octubre de 1604, Aquav iva escr ib i rá de Maldonado: " Y o nunca quise que fuese a la Corte, resistiendo como pude, como qu ien conocía l o que ah í es menester, y por ese particular echará de ver Su Excelencia [Lerma] no echar mano de sujeto sin tener a p r o b a c i ó n del superior que se conoce mejor" 3 7 . L a cur ia romana, pues, tuvo presente los anteriores problemas del mozo, así los hubiera superado.

LA GRAN BORRASCA

M u y pronto, casi a l llegar, pienso que en 1603, ganó el apre­cio del valido. B i e n lo expresa el nuncio Ginnasio: " U n Padre Maldonato, Giesui ta del la Prov inc ia d i S iv ig l ia . . . gia molto favo­r i to del Sr. Duca d i L e r m a " . Así empezaron los hechos que engol­faron y atormentaron al mozo. Recapitulemos: exist ía gran desaso­siego entre los jesuí tas de V a l l a d o l i d . Las causas y alcances de tal s i tuac ión se conocen en buena medida. H u b o quejas de unos pocos y a l g ú n memorial , refiere Ast ra in , a l o cual prestó o ídos el nuncio, según l o escribió a l Papa, 3 de febrero de 1603. E l caso acabó preocupando a Lerma . Meses después todo se compl icó por el serí­simo problema personal del padre Fernando de Mendoza, antes apuntado. E r a confesor de l a condesa de Lemos, cuyo mar ido aca­baba de mor i r siendo virrey de Ñapóles . E n Italia el j e su í t a M e n ­doza fue u n quebradero de cabeza para su orden, pues la condesa gozaba —y c o n t i n u ó gozando— del apoyo papal, y en V a l l a d o l i d el del nuncio Ginnasio. V u e l t a a l a corte e spaño la esta gran señora , l legó tras ella e l padre Mendoza, en j u l i o del mismo a ñ o . T e r r i b l e desventura, pues l a condesa t en ía tanto poder sobre su hermano L e r m a como Mendoza sobre ella. Mendoza era u n religioso rela­jado, y obtuvo los más desusados privilegios. Su conducta d a ñ a b a

36 Archivo Secreto del Vaticano, Nunziatura di Spagna, 59, ff. 246-248. Astrain usa, citándola, esta carta, básica aquí . E n cuanto a don Melchor, hermano de Pedro, fue procurador mayor de Sevilla "muchos años en la Cor­te, donde conocido su talento por el rey Felipe III, le dio sin pretenderlo el oficio de Tesorero, Juez y Oficial de la Casa de Contratación de Sevilla el año de 1604" ( M A T U T E , Hijos..., vol . II, p. 195). Resulta lógico que Melchor ayudase a Pedro a pasar a la Corte, y asimismo que éste interviniera en tan codiciado nombramiento, retornando con creces el servicio. Todo ello sugiere que en parte de 1604 el padre Maldonado andaba a ú n en buen pie.

37 De Claudio Aquaviva al P . Gabriel de Toro, A R S I , Castel, V I I , I, Epist. Gen. 1603-1606, fol. 89r.

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530 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

a l a C o m p a ñ í a , por más que ésta contara con personas respetadís i -mas como e l padre Ricardo Hal le r , o b ien el padre L u i s de la Puente, por qu ien se t en ía la m á s alta est ima 3 8 . N a d a le resultaba más peligroso a l a orden que el tener al inquieto Maldonado cerca del duque, pero ya era tarde. Mendoza empezó a intr igar muy pronto; en septiembre tuvo u n serio encuentro con Ha l l e r ; m á s adelante, desavenencias con Maldonado. Según As t ra in el duque intervino en varios casos de jesuí tas , cuya fecha no especifica. Los hechos a q u í se complican y me l i m i t o a l o más probable, inten­tando ordenar lo ocurrido.

Desde Va l l ado l id , en mayo de 1604, Maldonado le envía a su general carta que sólo se conoce por la respuesta, a 28 de junio . Ya andaba Pedro harto angustiado en esa primavera, l a m e n t á n d o s e ante gentes de la corte por errar al "hacerse instrumento de otro personaje"; di jo en otra ocasión "que e l d iab lo le h a b í a dado a conocer a fulano". Aquav iva a la vez l o reconforta y le l lama la a t enc ión . Maldonado le ruega con "instancia, salir de l a corte". E l general sugiere que vaya a Valencia, donde le reclaman u n buen predicador para Advien to y para Cuaresma, es decir l a de 1605; este ofrecimiento l legará tarde 3 9 . Maldonado, como se ve, pasaba apuros, pero todav ía en la pr imera mi tad de 1604 circulaba por los palacios y m a n t e n í a el apoyo de Aquav iva .

Por aquellos meses, cuando el joven j e su í t a a ú n andaba en buen pie, L e r m a y el propio Fel ipe I I I cr i t icaron ante él a quie­nes gobernaban su orden. C o n el acuerdo del rey y el duque, Maldonado resolvió actuar directamente, e sc r ib iéndo le al padre general sobre el caso. Y a establecido el conducto, Aquav iva le con­testó a Su Majestad y al privado mediante el mismo Pedro. L o refiere algo después el propio general, cuando la tempestad ya h a b í a estallado. D i r ig i éndose a Joseph de Vil legas, p repós i to de la Profesa, le dice que nunca le d io a Maldonado

. . .comisión ninguna para que allá tratara con Su Majestad ni con el Duque de Lerma, sino que acá lo supimos después de hecho, escribiéndonoslo harto moderadamente el mismo padre [Maldona-

8 8 Lo recuerda el padre Abad en su introducción a Luis D E L A P U E N T E ,

Obras, op. cit.; id., Vida y hechos del V. P. Luis de la Puente, Comillas, 1957. También este ilustre varón fue maestro de novicios en Villagarcía, cerca de Valladolid.

3 9 Aquaviva a "Pedro Maldonado, en Valladolid", Roma, 26 de julio de 1604; Epist. Gen., loe. cit., fol. 74v. Hay otra carta al provincial Alonso Ferrer, donde toca el punto. Por ella sabemos que Maldonado se quejaba de que "el predicar tan a menudo, como estando ahí es forzoso que lo haga, no le ayuda mucho para su salud". En otras cartas se habla de malestar físico, antes no seña­lado en los catálogos, lo cual coincide con las tensiones de aquellos días.

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H R F H , X X l X MALDONADO Y SÜ ^PRIVADO*' EJEMPLAR

do], el cual, viendo que dos personas tan calificadas se quejaban del gobierno de la Compañía, hizo lo que debía a religioso en supli­carles que, pues sentían aquello, dejasen poner el conveniente re­medio a los superiores; y así entonces le agradecimos este trato oficial que había hecho; y pues Su Majestad, y el Duque por su medio, me significaron lo remediase, antes se había apuntado que el Rey mismo me escribiese sobre ello, yo no veo cómo algunos me cargan ahora de haber cometido negocios tan graves al P. Maído-nado, pues no hicimos otra cosa que responder y agradecer la mer­ced por el mismo medio, encargándole que presentase las cartas 4 0.

A l mismo tiempo exis t ía u n comisionado especial, el padre Diego de Sosa, dedicado a aquellos problemas de Mendoza. Aquav iva , pues, excusa a Pedro, aunque t a m b i é n deplora las imprudencias de éste. Esto se escr ibía en R o m a el 23 de agosto, cuando l a defi­n i t iva caída de Maldonado h a b í a ocurr ido ya sin que su general l o supiese.

Los hechos sucedieron vertiginosamente. Las cartas entre V a -l l a d o l i d y R o m a tardaban unas veces cinco semanas y hasta dos meses y más. Entre el vendaval desatado en la Corte y la contes­t ac ión de la C u r i a mediaba u n t iempo indef inido que dif icultaba cualquier solución. M o m e n t o hubo en que Aquav iva hubo de res­ponder, juntas, a cuatro cartas del provincial castellano, A lonso Ferrer. Vemos así a l mozo Pedro unas veces l leno de angustia, otras interviniendo en el corazón de la corte real y, en muy pocas semanas, castigado y hundido .

Cuando llegaron las cartas a l rey y al duque confiadas a M a l -donado, c u n d i ó l a especie de que le h a b í a n encomendado castigar a Mendoza y secuaces. Cuenta esto l a r e l ac ión del padre Ha l l e r , que resume A s t r a i n 4 1 . E l mismo H a l l e r creyó, erradamente, aque­l l a suposic ión, s in duda alimentada por torpezas e indiscreciones de ese joven jesu í t a met ido a palaciego. Pronto se agrandaron los rumores, los cuales ahora afirmaban que u n importante superior, el padre Hernando de l a Cerda, c o m p a r t í a la m i s ión contra M e n ­doza. N o le faltaban a éste medios para defenderse n i le sobraban escrúpulos . Ca lcu lo que esto d e b i ó pasar a fines de j u n i o o pr i ­meros de ju l io . U n a ca lumnia se esparc ió y l legó a o ídos de Le rma , qu ien le d i o c réd i to . Car ta del nunc io al cardenal A l d o b r a n d i n i fechada en 10 de j u l i o nos informa; culpaban a Cerda de infamar

4*> Roma, 23 de agosto de 1604; Epist. Gen., loe. cit., fol. 77v. Aquaviva explica que contaba con un doblé conducto, aludiendo sin mencionarlo al pa­dre Sosa, cuya misión refiere Astrain.

4 * A N T O N I O A S T R A I N , op. cit., vol. III, p. 639; el texto, fechado en Valla-dolid a 5 de marzo de 1605, se halla en ARSI, Cast, Hist., vol. I, núm. 34; el padre Haller tuvo al parecer una actitud favorable a Maldonado.

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l a honra de la condesa de Lemos y el duque enfurec ió a l ver manchado el nombre de su hermana. E l nuncio, siempre obse­cuente con Lerma , e incl inado al bando de Mendoza, expu l só de Va l l ado l id a Hernando de la Cerda a su nativa G a l i c i a e hizo que castigasen a Maldonado.

Según As t ra in el atolondrado muchacho "fue recluido en el colegio de L e ó n " —lugar donde residía el h o m ó n i m o . T o d o pu­diera ser, pero yo pienso que lo despacharon a Valencia . E l mismo historiador consigna, al narrar esos embrollados acontecimientos, que en a l g ú n momento el duque lo " d e s t e r r ó " a esa ciudad. H a y pruebas de que el malaventurado anduvo allí por entonces.

Curiosa cadena de coincidencias la de nuestro personaje a lo largo de su vida. Justo cuando C laud io Aquav iva le p r o p o n í a como grata so luc ión i r a predicar durante varios meses a l a capital le­vantina, r e su l tó yendo por bien distintas razones. I n f o r m ó él mis­mo del viaje a su general, e l 8 de ju l io , s egún la respuesta de Aquav iva : " E n t e n d í lo que ha pasado en esa Corte cerca de su sa­lida [de Maldonado] y del padre Cerda, la cual he sentido como es r azón" . E l 10 de j u l i o le env ió noticias de lo ocurr ido el p repó­sito Villegas, a l o que contes tó el general: "Acá no supimos de la ida a Valencia del padre Maldonado hasta que V . R . y otros nos lo escribieron". Años m á s tarde, a l u d i r á Pedro a su paso por all í ; cuenta que en "e l real de l a c iudad de Valenc ia oí a uno de los mayores señores deste reino, que siendo en aquel la c iudad Vi r r ey h a b í a acontecido" 4 2 ; se trata de una simple anécdo ta ; el la lo presenta cerca de grandes personajes. N o hay not ic ia de que hubiera viajado al l í en otra ocasión.

Más b ien fue salida, como escribe Aquav iva , que destierro] si fue esto ú l t i m o , o b ien se c o n m u t ó o tuvo u n carác te r momen­táneo . D e hecho, cuando o c u r r i ó el escánda lo de principios de agosto, Maldonado d e b i ó hallarse en V a l l a d o l i d o en sus alrede­dores, así fuera recluido. U n a carta que no l legó a enviarle Aqua ­viva, tachada, se dirige a él como si estuviera "en Vi l lagarc ía" (23 de agosto de 1604). N o parece que fuera Vi l lagarc ía de Arosa, pro­vincia de Pontevedra, m á s importante, sino Vi l lagarc ía de Campos, a seis leguas de Va l l ado l id , donde l a C o m p a ñ í a t e n í a casa para noviciado y tercera p r o b a c i ó n . Pa r adó j i c amen te , el padre Maldo­nado estaba a punto de realizar la defini t iva profes ión, l a cual, por i nc re íb l e que parezca, se hizo en l o peor de la tormenta. Se

4 2 Aquaviva, Roma, 23 de agosto de 1604, a "Pedro Maldonado en Vi l l a -garcía"; original tachado, que el general sustituyó por otra carta de igual fecha; ambas son importantes (Epist. Gen., loe. cit., ff. 7v y 81v); ya cité la carta que el mismo día envió a Villegas (cf. supra, nota 40). L a salud de Pedro flaqueaba. E n toda esta parte Astrain es insuficiente.

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l a c o n c e d i ó el provincial de Cast i l la , A lonso Ferrer. Si ello o c u r r i ó en L e ó n , codo a codo con su h o m ó n i m o , las coincidencias —siem­pre posibles— l legar ían a l colmo.

E n aquellos días, momento de recogimiento espiritual para cualquier religioso, Pedro no andaba para solemnes profesiones, sino her ido por la injusticia y las maquinaciones de Mendoza. E l atolondrado Pedro se con fund ió m á s y más . Cegado por sus anti­guos humos de poder, pudo creerse d u e ñ o de una astucia pol í t ica de l a que carecía. E l Privado d e b i ó haberse escrito meses atrás* Convenc ido de que su desgracia era obra de Mendoza, Maldonado p r e p a r ó u n plan digno de la más enrevesada comedia; o en r igor u n embro l lo en que recrudecieron sus antiguos desvarios. Val ién­dose de u n estudiante como amanuense, i n v e n t ó cartas exageradí ­simas que lo calumniaban, pensando que al verificarse los hechos q u e d a r í a n probadas su propia inocencia y l a culpa de Mendoza. Se enviaron a grandes señores, a l nuncio, al confesor del rey. H a b í a llegado muy lejos.

T o d o esto deb ió suceder ai terminar j u l i o . Cabe imaginar el revuelo. E l padre Ricardo H a l i e r creyó que se trataba de una in famia contra Maldonado; pero no: ya el 2 de agosto el padre Diego de Sosa, comisionado especial, le envió a A q u a v i v a copia de las cartas; e l 7 p a r t i ó l a i n f o r m a c i ó n del p repós i to Villegas. E l mismo d í a m a n d ó al Vat icano una larga re l ac ión el nunc io G i n -nasio, exclusivamente dedicada a l infel iz sevillano, p o n i é n d o l o como no digan dueñas . E l or ig inal , que guarda el A r c h i v o Secreto, l leva u n comentario de Clemente V I I I . Para el cardenal Ginnasio , M a l d o n a d o era u n "simulatore", y entre otras lindezas l o l lama "doble como una cebol la" 4 3 . Refiere c ó m o h a b í a sido favorito del duque, a quien m á s tarde, y t a m b i é n a l rey, le h a b l ó "muy m a l " del padre Mendoza. P in t a l a cons t e rnac ión de L e r m a a l advertir c u á n t o s secretos conoc ía su antiguo protegido; el duque l legó a creer que el mozo h a b í a intervenido en otras intrigas. Cuenta Ginnas io que en la carta que él r ec ib ió se presentaba al joven j e su í t a como "vicioso", pues anduvo "otras veces encarcelado por el v i c io nefando". Tales acusaciones eran para él fabulosas, no obstante su escasa s impa t í a por Pedro, l o cual prueba la buena r e p u t a c i ó n de éste en cuanto a honestidad. L a invenc ión , afirma e l nuncio , p r e t e n d í a culpar a Mendoza, c o n v i r t i é n d o l o en difa­mador de Maldonado.

4 3 F R A Y PEDRO M A L D O N A D O , O . S .A. , Primera parte del Consuelo de iustos, Lisboa, 1609, l ib . II, cap. 5, pp. 67-68 (la paginación del volumen es anár­quica) . L a carta del nuncio cardenal Ginnasio, ya citada, es del 7 de agosto (cf. supra, nota 36); la tengo presente en todos estos sucesos, así como las que escribió Aquaviva por entonces, referidas en la nota anterior.

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334 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

Es curioso que al p r inc ip io lo presenta como expulsado o des­terrado ("cacciato") de la Corte por "poco prudente'*; y al ter­minar recomienda que "a este hombre" lo env í en "a l l á" , a R o m a , "donde hubiese mayor comodidad para interrogarlo y darle el debido castigo". Según ello, el acusado no se hallaba suficiente­mente lejos de V a l l a d o l i d .

Escribe Ginnas io que Maldonado a d m i t i ó su culpa, y confesó t a m b i é n haberle escrito contra sí mismo al Papa y a su general, "para no ser admit ido a la profes ión" , lo cual el nunc io juzga "poco c re íb l e" . E n rigor, las febriles vacilaciones de años a t rás h a b í a n r e t o ñ a d o en Pedro como parte de una gran crisis. Nueva­mente osciló entre la f idel idad a la C o m p a ñ í a y e l deseo de aban­donarla. ¿Para q u é entonces ese autoacusarse, al parecer hasta de culpas inexistentes? N o es momento de entrar en diagnóst icos de moderna psicología, qu izá demasiado fáciles. Baste reconstruir el caso, que b i en l o merece.

Nuevo lance teatral: cuenta el cardenal Ginnasio que "e l buen provincia l" , Alonso Ferrer, andaba o to rgándo le la profes ión cuando llegaron —corriendo quizás— algunos jesuí tas , con el escándalo de las cartas fingidas. E l provincia l no se detuvo. Noticias de Aqua -viva muestran su p r e o c u p a c i ó n por el asunto, y suavemente le h a b í a recomendado a Pedro "una poca d i l ac ión a l a profes ión"; tales palabras l legaron a destiempo. M á s adelante el general re­convino a Ferrer: " H a r t o m á s acertado fuera que se hubiese dife­r i d o " 4 4 . E l s o l e m n í s i m o acto, momento decisivo en la v ida de u n religioso, acabó así en tragicomedia.

A l mismo Alonso Ferrer, provincia l castellano residente en V a ­l ladol id , le tocó abr i r proceso y juzgar a Maldonado. E l reo deb ió contar con argumentos y respaldo, pues no se le desp id ió ; pudo haber atenuantes que merecieron cons iderac ión : al cabo h a b í a su­frido injusticias, a consecuencia de la ca lumnia contra Cerda, y el nuncio cuenta que para Maldonado su expu l s ión de l a Corte l a causó Mendoza mediante l a condesa. L a sentencia final parece haber sido a rec lus ión y penitencias. D á m a s o A l o n s o comenta con perspicacia las noticias de Astra in . " T o d a esta historia", piensa, "no deja de ofrecer hoy sus oscuridades. Prescindiendo ahora de sus relaciones con Le rma , parece que en l a lucha del rebelde P . Mendoza con sus superiores, el P . Maldonado representaba en medio de todo la o p i n i ó n de la C o m p a ñ í a , pero que, atolondrado y zascandil por naturaleza, se excedió lamentablemente, llegando a

4 4 Aquaviva a Maldonado, el 23 de agosto (cf. supra, nota 42). A l pro­vincial de Castilla Alonso Ferrer el 20 de septiembre de 1604 (loe. cit., fol. 86r X v; algunos de estos documentos se conservan en microfi lm).

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N R F H , X X I X M A L D 0 N A D O Y SU ''PRIVADO " EJEMPLAR 335

l a c o m i s i ó n de u n verdadero de l i t o " 4 5 . H o y sabemos que tales dis­parates tuvieron antecedentes en Maldonado, justamente antes de ordenarse. A h o r a ocurrieron al profesar: sólo que esta vez andaba en m u y distinta s i tuación, peleando contra enemigos enconados, ante las cabezas del reino.

L a reacc ión de Aquav iva se conoce por tres cartas, fechadas todas a 20 de septiembre de 1604. E n ellas muestra a la vez cons­t e r n a c i ó n , piedad por e l enloquecido sacerdote e inquie tud por el d a ñ o que en tan mal momento rec ib ía l a orden. Baste lo refe­rente a nuestro personaje. A l prov inc ia l Ferrer, juez de la causa, le expresa gran pesar por l a suerte de Maldonado y a ñ a d e : "Verda­deramente se puede creer que no estaba en sí, pues echándose a perder tan a l a clara, no lo advertía. B i e n está en su penitencia hasta que V . R . haya visto todo". A Joseph de Villegas, p repós i to de l a Casa Profesa, a quien sigue tratando como al superior inme­diato de Pedro, le dice que éste "no estaba en sí cuando hizo cosas semejantes, con las cuales se ha echado a perder totalmente". E n la carta a l padre Sosa, citada por Ast ra in , insiste: " . . .Nos hemos maravi l lado harto, y más de l a fuerza que la melancolía tuvo en el P . Maldonado. Dios le perdone, que tan a la clara se ha echado semejantes cosas. V . R . le anime y exhorte que haga la penitencia con h u m i l d a d y recogimiento. . . aunque nos ha atado las manos"4*. Consta a d e m á s que los superiores protegieron a Maldonado, i m ­pid iendo que noticias peligrosas se extendiesen.

Para As t ra in a q u í concluyen las referencias a Maldonado; Dá­maso Alonso lo r eencon t r a r á , ya agustino. Cabe esclarecer esta breve etapa. E l reo sale absuelto de otras acusaciones que, s egún Aquav iva , tanto pudieran "ofender a l duque"; pronto éste "se va desenconando" en lo de su antiguo favorito. A principios de octu­bre Maldonado apela y el general le escribe al padre Ferrer que aguarda ver el proceso, y comenta "que l a pena antes ha sido poca que mucha" . Y a el 13 de dic iembre acusa recibo de l a sentencia. P o r l o visto, el sevillano pensó cont inuar en la orden; luego desis­t ió de l a ape lac ión , en carta que le env ió a A q u a v i v a desde Anda ­luc ía : ya andaba de vuelta al l í a primeros de 1605, pues e l 7 de

4 5 Op. cit.j vol. I, p. 41. Adviértase cómo le concedieron la profesión a Maldonado, aun hallándose en gran dificultad. Dámaso Alonso recuerda que el profesar y el número de votos tuvieron gran importancia en tiempos de los memorialistas. Claro que a esas alturas Pedro no iba a ser un jesuíta profeso de cuatro votos, como por ejemplo lo eran Prado y Melchor del Alcázar en la lista general de la Bética, 1590.

4 6 Loe. cit., ff. 85r-86v. El 8 de octubre Aquaviva le escribe al provincial Ferrer: "Hizo bien del cuidado que puso en la guarda de los papeles, por la conveniencia de no andar en muchas manos" (fol. 87v).

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336 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

febrero el general así l o i n d i c a 4 7 . S in duda ya h a b í a resuelto M a l -donado pasar a San Agus t ín . L a dimisor ia l a f i rma C l a u d i o A q u a -v iva el 12 de diciembre de 1605 y el asunto queda a cargo del provincia l de la Bélica, Melchor de San Juan. Justamente el supe­r i o r que Pedro h a b í a tenido en C ó r d o b a hacia 1602, antes de i r a l a Corte.

L a dimisoria concede licencia, dentro de tres meses a part i r de l a fecha, para pasar a cualquier orden religiosa de regular observancia. Debido a las demoras epistolares y t r ámi tes finales Pedro no deb ió salir hasta pr incipios del a ñ o siguiente. E n los catálogos trienales de la Bét ica de 1606 todavía figura en el cole­gio de la C o m p a ñ í a en Cazorla, con el n ú m . 7, a sus treinta y dos a ñ o s 4 8 . Pasó, pues, todo 1605 a ú n como jesuí ta , ya vuelto a su anti­gua provincia. Fue mala época en la reg ión , pues volvió a la pavorosa pestilencia l lamada secas o landre. De entonces proviene su "Dis­curso a la A n d a l u c í a en l a seca del a ñ o de 1605", inc lu ido luego en uno de sus l ib ros 4 9 . A l u d e allí a las continuas desgracias de "las casas apestadas y agora los campos secos". Y a andaba a punto de abandonar la C o m p a ñ í a .

L A Ú L T I M A E T A P A

A los pocos meses y en Sevilla, M a l donado d io a luz en forma a n ó n i m a una obra harto significativa: Discurso del choro y officio divino. Compuesto por vn Religioso de la Orden de san Augustin. . . .Dirigido a doria Eluira Maldonado monja del insigne Conuen-to de san Leandro, 1606. A l f i n del texto reza M.DC.VII, probable fecha final , pero la l icencia, de fray Pedro de Valderrama, es a 23 de j un io de 1606, y la del provisor a 14 de ju l i o . N i entonces, n i cuando en 1609 p u b l i c ó a la vez cuatro l ibros diferentes en

4 7 Cf. la citada carta a Eerrer del 8 de octubre y otra de igual fecha, mencionada también, a Gabriel de Toro (cf. supra, notas 37 y 46). A l escri­birle al provincial el 15 de noviembre, Aquaviva no había admitido a ú n la apelación de Maldonado; en diciembre de 1604 llega tardíamente la sentencia. Y a el 7 de febrero de 1605 escribe: " L a copia del desistimiento que el padre Maldonado ha hecho de su apelación se ha recebido, y antes la teníamos ya, por habérnosla enviado de Andaluc ía" (loe. cit.y ff. 99v, 107r y 117r).

4 » H R S I (Dimissi), Hist. Soc, 54, fol. 20r. Debo la indicación al P . M i ­guel Batl lori , en carta fechada en Roma, 11 de junio de 1975.

49 Fray PEDRO M A L D O N A D O , O. S. A., Traga y Exercicios de vn oratorio, Lisboa, 1609, l ib . IV, fol. 89 ss., sign. S-2; la paginación de este libro, como la del Consuelo de justos, es caótica, tanto en los ejemplares de la Biblioteca Nacional de Madr id como en los que poseo. Hay otras referencias a conventos agustinos. M e refiero al Discurso sobre el landre en " E l Inca en los años aciagos", en Anuario de Filología, Maracaibo, 1966, p. 147.

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N R F H , X X I X MALDONADO Y SU ^PRIVADO" E J E M P L A R 337

prensas lisboetas, d io muestras de haber tenido dificultades econó­micas para la impres ión . Sorprende por q u é no v io luz t a m b i é n su o p ú s c u l o sobre el Privado.

E l Discurso del coro, como el t í t u l o indica, es u n encendido elogio de la o rac ión vocal y en comunidad, lo cual, es b ien sabido, no se practica en la regla de Loyola . Expresa así u n viejo des­acuerdo y una visible p r eocupac ión por justificar el cambio de orden con agresividad indirecta pero clara. E l anonimato, sólo a medias encubierto, de ese p e q u e ñ o l ib ro , es t íp ico del esp í r i tu complicado del autor, a la vez que revela impaciencia en aquellas prisas por editarlo. Si años a t rás p r e p a r ó cartas en las que aparec ía como si hubiese d imi t ido sin que el lo hubiese ocurrido, ahora cabe preguntarse si la redacción, o al menos la idea de ese Dis­curso, no hubiera nacido antes de su egreso oficial de la C o m p a ñ í a . E n 1609 lo r e i m p r i m i ó dentro del Consuelo de justos, aclarando l a paternidad de la obra. E n la pr imera ed ic ión a n ó n i m a , en la de­dicatoria a su hermana E lv i r a , confiesa deberle " e l ser a sus ora­ciones", y a ñ a d e que "aunque calla su nombre [de autor], porque pasa l a v ida en silencio y esperanza, a l g ú n d í a conocerá por suyo este hi jo, y l o p o n d r á a una mesa con otros, m á s dignos de su padre, que sacará a luz, pues no está seco n i muerto el c o r a z ó n " 5 0 . E n otro vo lumen aparecido el mismo a ñ o , Traza y ejercicios de un oratorio, dice que "hízose despacio e i m p r i m i ó s e de priesa" 5 1 . Al l í , como en otros escritos suyos, insiste en las excelencias de la o r a c i ó n vocal: así escribía u n a lumno del t í p i co ignaciano Alonso R o d r í g u e z . A l prologar en 1609 la r e i m p r e s i ó n del Discurso del coro, fray Pedro afirma haberlo compuesto "en el noviciado del estado donde Dios me l l a m ó " 5 2 , o sea durante l a breve prueba que pasó al hacerse agustino, a pr incipios de 1606; cabe pensar que esta exp l i cac ión fuera simple excusa, y que l a obri ta se hubiere concebido antes.

5 0 E l Discurso del coro, siempre anónimo, se reedi tó en Barcelona, 1908, ya bajo el nombre de su autor, fray Pedro Maldonado, en el Consuelo de justos, trat. II, ya citado. L o advierte Gregorio de Santiago Vela, op. cit., p. 88.

5 1 E l l o se ve en la composición tipográfica, irregular, y en la desorde­nada paginación de l a Traza, salida de las prensas de Jorge Rodrigues, y el Consuelo, que editó Pedro Craasbeck; cf. Dedicatoria. Maldonado ocupó a la vez en ese mismo año los talleres de Vicente Alvares, para sus Commentarii in Psalmos David, y los de Juan Álvarez para las Lectiones sacrae in primam canonicam B. Joannis Apostoli; ambos volúmenes, como observa Santiago Vela , se imprimieron también "en variedad de tipos". E n casa de Pedro Craasbeck había publicado Garcilaso en 1605 su Florida del Inca, y justo en 1609 la pri­mera parte de sus Comentarios, en que nombra a Maldonado; pero el pro­curador de Garcilaso en Lisboa fue el hermano Ferraz, jesuíta.

5 2 Consuelo de justos, prólogo al trat. II.

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338 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

Palabras reveladoras: a l prologar l a Traza, Maldonado de Saa-vedra dice que así como el N i l o , el Guadiana y otros r íos se escon­den y renacen, t a m b i é n las vidas se ocultan en los oratorios y entonces salen con mucho mayor caudal que cuando "se escon­dieron, y con más aliento y b r í o " . D e b i ó escribir esto en Lisboa, 1608, cuando andaba cuidando la impres ión s i m u l t á n e a de sus obras, alojado en el convento de Nuestra Señora de G r a c i a 5 3 . N o b i en acabó este e m p e ñ o volvió a España , y entre mayo y j un io de 1610 le bastaron unas pocas semanas para graduarse, en l a U n i ­versidad de Osuna, como bachiller, l icenciado y doctor en teología . T a n t a rapidez no parece frecuente, pero tampoco resulta inusitada, pues algo semejante o c u r r i ó años a t rás con otro escritor agustino, fray Hernando de Zarate 5 4 . T o d o muestra que su nueva orden lo r ec ib í a con los brazos abiertos y es evidente que con tó con padri­nazgo tan dist inguido como el de fray Pedro de Valderrama, cé l eb re orador sagrado, orgullo de Sevilla, cuyo retrato se conserva por obra de Pacheco. Valderrama, qu i en h a b í a sido a lumno de los jesuí tas , g u a r d ó con ellos excelentes lazos, a juzgar por sus sermo­nes. Fue hombre de buena p luma, y en sus páginas se descubren co l i placer pasajes felices. T a n t o el Discurso del coro, a ú n a n ó n i m o , como las cuatro impresiones lisboetas de Maldonado l levan todas a p r o b a c i ó n de Valder rama 5 5 . T e n í a n ambos frailes algo en c o m ú n :

8 8 Maldonado debió residir en l a capital portuguesa al menos u n año, y abundan pruebas de que allí concluyó sus libros, por continuas referencias a gentes o tierras lusitanas, tanto en el texto como en preliminares: "Desde que e n t r ó en este convento de Nuestra Señora de Grada" , escribe al dirigirle el Consuelo a la monja lisboeta "Felipa de la Madre de Dios, primero Virreina de la India"; también se refiere a "un docto y curioso médico de esta ciu­dad de Lisboa (ibid., l ib . II, p. 13Ir), etc. Las menciones de figuras de la Compañía , como Francisco de Borja, o de autores como el cardenal Toledo, existen, pero son escasas.

5 4 Cf. Santiago Vela, op. cit., s. v. Zarate, importante autor ascético, había enseñado antes en esa misma Universidad de Osuna.

5 5 Hay noticias de Valderrama en Francisco Pacheco, Libro de ... retra­tos, ed. de J . M . Asensio, Sevilla, 1885; lo recuerdan también Rodrigo Caro, Ort iz de Zúñiga y sucesores. A Valderrama se refiere Medrano en la carta a Pacheco que publica Dámaso Alonso (II, p. 320). En su postumo Teatro de las religiones, Sevilla, 1612, Valderrama menciona a autores jesuítas como Juan Maldonado, Pineda, Prado y Mar t ín de Roa . E n su elogio de Ignacio de Loyola en las fiestas de beatificación, apunta que la Compañía suprimió el coro, indicándolo sin acritud (p. 604). Es probable que otros sermones, como el de San Hermenegildo, se dijeran en iglesias de los jesuítas. Debió ser gran diplomático, pues el Tratado de las religiones dedica buena parte a santos de otras órdenes, resanando así llagas y cicatrices como las que había provocado otro agustino, el cronista Hie rón imo R o m á n , en obras históricas. Valderrama, provincial andaluz entonces, firma las licencias de impresión de fray Pedro Maldonado; también lo hizo el padre Aste, general de la orden. T u v o el nuevo agustino las mayores facilidades: viaje a Lisboa, bien lejos de la corte espa-

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N R F H , X X I X MALD0NADO Y SU "PRIVADO" EJEMPLAR 339

dotes notables para el pu lp i to 5 6 . A Maldonado se le r eco rdó por e l lo en A n d a l u c í a , igual que por su trueque de h á b i t o : una apos­t i l l a a n ó n i m a , de letra c o n t e m p o r á n e a , escrita a l f inal de la dedi­catoria en u n ejemplar de la Traza, apunta: "Este padre, siendo de l a C o m p a ñ í a , p red icó u n gran s e r m ó n en l a beat i f icación de San Jac into de la orden de Santo Domingo , en Granada" 5 7 .

M u r i ó en San A g u s t í n de Sevilla, en 1614, a los cuarenta o cuarenta y uno de su edad, con fama de "religioso ejemplar y muy humi lde" , a l decir del padre Santiago Ve l a . L a carta "b i en verde" que le p i l ló Melchor de Castro h a b í a quedado a t rás ; el provincial j e su í t a Cr i s tóba l M é n d e z m i r ó lo sucedido como fiebre juveni l , s in mayor culpa. E n cuanto a los desaforados acontecimientos de Va l l ado l id , una vez calmado Lerma, tampoco impid ie ron la plena r ehab i l i t a c ión . E l b u l l i c i o ocu r r ió lejos y el mozo h a b í a sido pr i ­mero injusta v íc t ima. Fuera de este alboroto su comportamiento no causó reproches. Muchos lo juzgaron imprudente, alocado, al­gunos l o presentaron como gran ambicioso, pero hasta donde sé, nadie a legó otras culpas. Muertas las esperanzas cortesanas, todo l o b o r r ó e l t iempo. E l l o se alcanzó gracias a l á n i m o tenaz del atri­bulado Pedro, a la ayuda de sus superiores —jesuítas y agustinos—, al aprecio que merec í a y, por q u é no decirlo, a su buena estrella. D e b i ó contar t a m b i é n el apoyo familiar . Nad ie en 1604 hubiera pronosticado f inal tan favorable.

C u a n d o Aquav iva lo creyó pasajeramente enajenado deb ió es­tar en l o cierto. U n a gran voluntad y a no dudar lo consejos opor­tunos le bastaron a Maldonado para superar aquella h o n d í s i m a crisis, que tocaba lo í n t i m o de su personalidad y afectaba sus ner­vios. H u b o momentos en que se dec la ró enfermo, e impedido de viajar a R o m a . Salió de aquel abismo s in a u x i l i o de méd icos y gozó en sus ú l t i m o s años de la estima general.

U L T I M A S OBSERVACIONES

Debemos a D á m a s o Alonso la pr imera b iograf ía seria de Fran­cisco de M e d r a n o, infinitamente superior a cuanto antes existía. Piensa a l l í que tanto el poeta como su amigo Ma ldonado hubieran egresado por ser ambos, en diversa medida, jesuí tas rebeldes. N o

ñola; impres ión s imultánea y rapidísima de sus obras, en cuatro volúmenes; grados académicos en un sant iamén. L a orden y su provincial le abrieron los brazos. Valderrama m u r i ó en 1610.

5 0 Aparte la documentación epistolar, consta en sus biógrafos, desde N i ­colás Antonio y Ortiz de Zúñiga hasta el padre Santiago Vela.

5 7 Ejemplar que poseo; resuelvo abreviaturas y modernizo la ortografía.

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340 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

faltan puntos de semejanza, aunque lejanos. Fruto de u n largo y complicado proceso, l a salida de Maldonado se resolvió finalmente por u n especial ís imo cuadro de circunstancias. Desde su pr imera juventud hubo, sí, e x t r a ñ a incomodidad, abierto desacuerdo con el e sp í r i tu ignaciano, según se manifiesta luego en el Discurso del coro; es obvio que en el lo con tó el influjo de sus varios hermanos agustinos. Las dificultades que tuvo Pedro como escolar fueron crisis juven i l y tuvieron carác te r personal en gran medida. N a d a de e l lo se ve claramente l igado a luchas internas de la C o m p a ñ í a . L a agi tac ión de los memorialistas, muy anterior, pudo, sí, i n f l u i r t a r d í a m e n t e en el caso de Medrano, qu ien siendo a ú n jesuí ta no vac i ló en dedicarle u n poema a José de Acosta, ha l l ándose éste en desgracia 5 8. N o hay signos semejantes en l a conducta de M a l -donado. Recué rdense a d e m á s las continuas vacilaciones de éste respecto a su salida. Hasta en los ú l t i m o s tiempos, ya encausado, resolv ió apelar a Roma , l o cual sugiere i n t e n c i ó n de quedarse en la C o m p a ñ í a . Por otra parte, la carta d imisor ia del poeta Medrano es de enero de 1602, cuando los disturbios de Va l l ado l id anda­ban en pañales , mientras que la de Maldonado, ahora conocida, es cuatro años posterior.

E n la imagen de los r íos que se esconden y desaparecen, nues­tro personaje parece a lud i r a su propia existencia: tenaz a l a vez que indecisa, vigorosa por debajo de l a inseguridad, capaz de ven­cer obstáculos como peñas . Po r el lo Medrano elogia el í n t i m o temple de su amigo cuando resuelve dedicarle l a oda II. D á m a s o A l o n s o ha seña lado l a estima que ese f ino l í r ico sent ía por M a l -donado, a qu ien l lamaba p o é t i c a m e n t e F ir mi o. Cuanto más se conoce a Pedro mejor se aprecian ciertos versos:

Firmio, constante en las adversidades el pecho ofrece . . . 5 9

M á s adelante, observa D á m a s o Alonso, e l poeta vuelve a referirse a l a entereza de su antiguo c o m p a ñ e r o :

Y a te embista el dolor, ya la alegría, atrás se vuelvan sin hacerte ofensa.

58 Cf. D Á M A S O A L O N S O , op. cit., I, pp. 38-40. 5 9 Ibid.j pp. 43-46. Dice la nota 15: " L a poesía estaba escrita probable­

mente mucho tiempo antes", y en un autógrafo "esta oda aparece dedicada a Luis Ferr i" ; luego, al estar "recién cambiado de orden Maldonado, vio Me­drano, de pronto, que esta oda era muy a propósi to como consolatoria para un hombre tan zarandeado". De allí que lo llame Firmio. Se ve que hubo modi­ficaciones en la oda, pues se menciona el nombre y se alude al blasón de los Maldonado.

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N R F H , X X I X MALDONADO Y SU "PRIVADO " EJEMPLAR 341

A diferencia de Medrano, cuando éste a b a n d o n ó l a C o m p a ñ í a , Maldonado c u m p l i ó con la dimisor ia y se mantuvo como religioso de observancia regular. L a dedicatoria l o presenta ya como agus­tino, pues se dir ige " A fray Pedro Maldonado" . T u v o por fuerza que ser de 1606, a ñ o en que Maldonado se hizo fraile y pasó por Sevil la; n o más tarde porque en plena mocedad, meses después , m o r í a Medrano .

Fal ta ahora saber si Pedro no hubiera tentado las musas. A l ­guna vez don A n t o n i o R o d r í g u e z M o ñ i n o h a b l ó de una escuela o grupo de poetas andaluces de la C o m p a ñ í a 6 0 . E n el cancionero de jesuí tas , manuscrito, que figura en l a colección de aquel admira­ble erudito, hay composiciones de M e d r a í l o y t a m b i é n de u n P. M . de qu i en sospechaba don A n t o n i o pudiera ser Maldonado. Toda­vía nada permite confirmar esa conjetura, pero e l uso de simples iniciales p o d r í a tener re lac ión con los problemas en l a orden.

¿Y e l tratadillo pol í t ico? Desde Nico lás A n t o n i o consta que existieron unos Avisos al privado de nuestro autor, los cuales in­tento situar hacia diciembre de 1603, cuando Maldonado era je­suí ta . ¿ P o r q u é entonces las cuatro copias del Discurso o Tratado del perfecto privado se atr ibuyen todas al mismo, pero como fraile agustino? U n a relectura da que pensar. E n el texto se afirma, por ejemplo, que dos cosas destruyen a u n val ido: "vanidad y apetito de honra", "su sed de riquezas y su gula de honra"; "desenfrénase la honra y da en soberbia" 6 1 . Censura Maldonado la i n ú t i l esplen­didez exterior, el nepotismo, l a c o r r u p c i ó n administrativa. Cua l ­quiera d i r í a que el socarrón autor anda e n u m e r a í i d o los pecados de l duque. Q u i e n conozca las fantasías a que fue dado fray Pedro pensa r í a que se trata de una postrera barrabasada, no pudiendo con e l genio e inventando una maliciosa venganza. Cabe que los Avisos aquellos que consigna Nico lás A n t o n i o llegaran a Lerma. H o y se ignora su paradero y bien va ld r í a l a pena cotejarlos con los textos de M a d r i d . Quizás t o m ó el privado aquellos mora l í s imos consejos como mús ica celestial: hada sabemos. Qu izás t a m b i é n fray Pedro, años m á s tarde, descubr ió que su viejo o p ú s c u l o pod ía conseguir este segundo efecto. N o hay base para afirmar que los enmendase y los hiciese circular , por l o cual hoy se l laman Dis­curso o b i en Tratado del perfecto privado. C o n tal personaje, todo pudo ocurr i r : desde una supe rche r í a hasta obrar de buena fe; en

so Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos xvi y xvii, Madrid, 1965, p. 56. Entre los grupos "nunca tomados en consideración", el gran erudito da como ejemplo "el jesuítico-andaluz, impor­tantísimo".

s i Tratado, fol. 3Ir (ms. 18335).

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342 JOSÉ DURAND N R F H , X X I X

sus enredos cortesanos más se p e r d i ó por dárselas de listo que por '•doble como una cebolla". N o hay modo, pues, de excluir , n i tampoco de afirmar que esas varias copias del Privado, abundantes qu izás en u n tiempo, obedezcan a una jugarreta de fray Pedro en sus ú l t i m o s años . Si así fuera, esta vez no pisó en falso aquel pin­toresco sevillano.

J O S É D U R A N D

University of California, Berkeley.