analisis del caso san roman

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ANALISIS DEL CASO SAN ROMAN La masacre de San Román Con el cañón de una Ithaca calibre 45 apuntando a su cabeza, Alicia de Sousa no tuvo más opción que abrir la caja y entregar el producto de las ventas del día. Los billetes pasaron de sus trémulas manos a la bolsa que sostenía el hombre que la amenazaba. Finalizaba la tarde del jueves 31 de enero de 1991 y para los dueños del automercado Las Fuentes en El Paraíso había sido un buen día; por lo menos hasta que aparecieron aquellos tres tipos pistolas en mano. José Rodríguez el propietario, pidió al hombre que lo apuntaba que no lastimaran a nadie, éste lo examinó con desden, acomodó el cigarrillo que tenía entre los labios y ordenó a sus compinches que arrasaran con todo lo que estuviera a mano. Minutos después salieron de la zona a bordo de un Malibú conducido por un cuarto cómplice. Estaban eufóricos; aquel del automercado había sido el tercer robo del día y el portaequipajes estaba repleto de cosas para vender. Tomaron la avenida José Antonio Páez con dirección al centro, pero les esperaba una sorpresa: La policía alertada por los vecinos montó un retén en el distribuidor Baralt; al verse cercados, abandonaron el vehículo y caminaron un corto trecho hasta oír la voz de alto. La aventura había terminado. Los cuatro hombres que interrogó personalmente el comisario Luis Beltrán Gómez, jefe de la zona 8 de la Policía Metropolitana respondían a los nombres de Juan Manuel Méndez, Rubén Darío Rojas, Juan Antonio Alberto Peña y Oscar García; el primero de ellos estaba solicitado desde mayo de 1990 por hurto genérico. Con su captura, tres de ellos obtuvieron becas para un posgrado en la universidad del hampa: El Internado Judicial de La Planta. Rubén Darío Rojas quien para entonces tenía 17 años fue enviado a un retén de menores. 4 años después

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CASO TOMA DE REHENES SAN ROMAN

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ANALISIS DEL CASO SAN ROMAN

La masacre de SanRomn

Con el can de una Ithaca calibre 45 apuntando a su cabeza, Alicia de Sousa no tuvo ms opcin que abrir la caja y entregar el producto de las ventas del da. Los billetes pasaron de sus trmulas manos a la bolsa que sostena el hombre que la amenazaba.Finalizaba la tarde del jueves 31 de enero de 1991 y para los dueos del automercado Las Fuentes en El Paraso haba sido un buen da; por lo menos hasta que aparecieron aquellos tres tipos pistolas en mano. Jos Rodrguez el propietario, pidi al hombre que lo apuntaba que no lastimaran a nadie, ste lo examin con desden, acomod el cigarrillo que tena entre los labios y orden a sus compinches que arrasaran con todo lo que estuviera a mano.Minutos despus salieron de la zona a bordo de un Malib conducido por un cuarto cmplice. Estaban eufricos; aquel del automercado haba sido el tercer robo del da y el portaequipajes estaba repleto de cosas para vender. Tomaron la avenida Jos Antonio Pez con direccin al centro, pero les esperaba una sorpresa: La polica alertada por los vecinos mont un retn en el distribuidor Baralt; al verse cercados, abandonaron el vehculo y caminaron un corto trecho hasta or la voz de alto. La aventura haba terminado.Los cuatro hombres que interrog personalmente el comisario Luis Beltrn Gmez, jefe de la zona 8 de la Polica Metropolitana respondan a los nombres de Juan Manuel Mndez, Rubn Daro Rojas, Juan Antonio Alberto Pea y Oscar Garca; el primero de ellos estaba solicitado desde mayo de 1990 por hurto genrico. Con su captura, tres de ellos obtuvieron becas para un posgrado en la universidad del hampa: El Internado Judicial de La Planta. Rubn Daro Rojas quien para entonces tena 17 aos fue enviado a un retn de menores.4 aos despusAl entrar a la calle Chivacoa de Colinas de San Romn, Juan Manuel Mndez not que en una de las casas, la reja estaba entreabierta. Alert a Oscar Garca quien de inmediato par el pequeo auto. Tres hombres se bajaron y con paso rpido alcanzaron aquella puerta, que era la que daba acceso al estacionamiento de la quinta Fiorenza, propiedad de la Familia Taddei.Las personas que conversaban dentro se vieron de pronto rebasadas por la violenta intromisin. Una vecina que pasaba por la acera not que haba jaleo, vio el auto rojo estacionado ms abajo y entr en sospechas. Cuando lleg a su casa telefone a la Familia Taddei; como nadie responda decidi llamar al nmero de emergencias de la Polica de Baruta.En la quinta Fiorenza, sus habitantes experimentaban el terror de verse sometidos por sicpatas ansiosos de recuperar el tiempo perdido en prisin. Atados y amordazados vean ir y venir a los hombres que con amenazas de muerte preguntaban por las joyas y el dinero.Afuera, Oscar Garca se fue poniendo nervioso; supo que estaban descubiertos por el movimiento de personas en torno a la quinta; solo sera cuestin de minutos para verse rodeados; as que decidi abandonar a sus compaeros; se baj del auto, camin hasta la avenida; tom una buseta y se fue a casa. Cuando se alejaba pudo ver que la polica llegaba a la zona.

Los aos de la iraCaracas ha sido durante mucho tiempo una ciudad castigada por el crimen; con pocas en las que aumenta o disminuye la virulencia hamponil. Ese balancn trgico ha dejado aos especialmente violentos, como el bienio 94-95 del pasado siglo en el que se registr una alarmante ola de robos y homicidios, he aqu algunos de ellos:En noviembre de 1994, la docente Margarita Matute fue asesinada al salir de una agencia bancaria de la que haba retirado 200 mil bolvares, el hecho tuvo lugar en la calle Rsquez de Los Chaguaramos.Un mes despus, el 28 de noviembre, ultimaron al joven abogado Felice Alexander Guerra para despojarlo de su automvil; el 10 de febrero de 1995, la seora Carmen Kristela Ortiz ex ejecutiva de Venevisin, retir 400 mil bolvares de un banco y al momento en que se dispona a efectuar algunas compras fue abordada por sujetos que no conformes con robarla decidieron darle muerte pese a que la dama nunca opuso resistencia.El 28 de abril toc el turno al pelotero Gustavo Polidor, muerto a tiros en la puerta de su casa en Santa Mnica; pocos das despus perdi la vida la seora Gioconda Chirinos de Gonzlez al momento de producirse una balacera frente a la arepera El Tropezn.El 19 de mayo, el mdico Luiggi Bertucci, en un acto de buen samaritano, sali del hospital Clnico Universitario con la intencin de comprar medicinas para un paciente sin recursos, al bajarse del auto frente a la farmacia Capital, lo interceptaron dos hombres que lo mataron para llevarse el vehculo; el jueves 25 de mayo en horas de la noche, el arquitecto Gualberto Salazar recibi un disparo mortal en el pecho luego de retirar dinero de un cajero automtico, el crimen ocurri en la calle 7 de La Urbina.Y finalmente el viernes 23 de junio, la urbanizacin San Romn, se convirti en el escenario de un drama que se grab en la memoria del pas: La tragedia del Urolgico.La intil hudaAntonio Pea lanz una maldicin al or la sirena policial; an no robaban algo que valiera la pena y ya tenan que huir. Juan Manuel Mndez se asom por la ventana y vio que el auto estaba solo.Cabeza e motorse pir- anunci a sus compinches.stos preguntaron a los Taddei por las salidas que tena la casa. Tomaron al joven Claudio Patricio como rehn y salieron por detrs.La quinta Fiorenza se rodea de tupidos bosques que caen a un valle donde se levanta la sede del Instituto de Clnicas y Urologa Tamanaco, mejor conocido como el Urolgico de San Romn. Hasta all llegaron con el rehn; pero las esperanzas de escapar pronto se esfumaran; abajo, agentes de la polica de Baruta (Polibaruta) les salieron al paso. La primera reaccin de los desesperados hombres fue disparar; el rehn espantado al verse en medio del fuego, resbal y cay; el que lo llevaba trataba de levantarlo pero la corpulencia del muchacho se lo impeda.La balacera segua; en medio de la confusin uno de los delincuentes logr escapar. Los otros dos se afanaban en buscar una salida. Al percatarse de que estaban en una calle ciega, arrojaron a Claudio como saco de patatas hacia los policas y aprovechando el desconcierto de stos entraron al centro de otorrino anexo a la clnica. Siete mujeres se encontraban laborando all en ese momento: una mdica, tres enfermeras, una recepcionista y dos secretarias.

Al sentir que Oscar Garca entraba a casa, su mujer sali a recibirlo. El hombre lleg alterado y no respondi a su saludo. Iba de un lugar a otro como animal enjaulado, dando nerviosas chupadas a un cigarrillo. Le pregunt qu ocurra pero l no la escuchaba; le sigui cuando entr a la habitacin que les serva de dormitorio y lo vio encender el televisor.All en la pantalla estaba la razn de la hosquedad de su esposo; en vivo y en cadena nacional se transmita la toma con rehenes de una clnica al sureste de la ciudad. Segn los reporteros, dos peligrosos delincuentes exigan la entrega de un vehculo para salir de la zona, de no cumplirse su peticin mataran a las mujeres que estaban con ellos.Garca pas el resto de la tarde saltando de un canal a otro y oyendo las fantasmales voces que surgan del aparato sin saber muy bien qu hacer.Preludio para una tragediaEl fragor de la balacera lleg al interior del centro de otorrino como un eco sordo. Las trabajadoras que estaban all saban que algo pasaba afuera, pero no tenan muy claro qu era exactamente hasta que vieron entrar a la muerte personificada en esos dos lunticos.Al verlos llegar, dos de las mujeres corrieron a esconderse; una en un bao y otra en una caja de seguridad. Las otras cinco damas quedaron a merced de Juan Manuel Mndez y su secuaz, el dominicano Juan Antonio Pea. Los funcionarios de la Polica Municipal de Baruta lanzaron una descarga que por fortuna dio contra un vidrio blindado, de pasar esas balas podan haber impactado a alguna de las cautivas.Ada Molina, Gloria Ojeda, Zulay Quintero, Virginia Castro y Teresa Rodrguez fueron llevadas a una pequea oficina; un tpico viernes de trabajo se haba convertido en una pelcula de horror en la que ellas eran las protagonistas.El comisario Gustavo Moros, jefe de patrullaje de la Polica Municipal de Baruta asumi entonces las primeras negociaciones, trat de persuadir a los sujetos para que depusieran su actitud y se entregaran pacficamente; mas la respuesta que recibi fue tajante: o les dejaban ir o habra muertos; para subrayar lo dicho los hampones dispararon dentro del lugar. Mientras todo aquello ocurra, la dama que se ocultaba en el bao comenz a llamar desde su celular a diferentes cuerpos policiales.La zona se fue llenando de policas, de periodistas, de dirigentes polticos y de los infaltables curiosos. En minutos, 300 funcionarios de los ms dismiles cuerpos de seguridad coparon el terreno. 35 francotiradores tomaron posiciones, mientras camargrafos y reporteros corran imprudentemente detrs de los agentes que rodeaban el edificio.Poco a poco se fue configurando el caldo de cultivo para la tragedia, los ingredientes: Falta de coordinacin policial, ausencia inexplicable de fiscales del Ministerio Pblico, invasin por parte de otras policas de funciones propias del Cuerpo Tcnico de Polica Judicial, afn de figuracin de algunos agentes, canales de televisin vidos de una exclusiva costara lo que costara y el deseo por parte de algunos dirigentes polticos de obtener dividendos para las cercanas elecciones regionales.Entre los jefes policiales se encontraban Rafael Damiani Bustillos, segundo comandante de la Polica Metropolitana a quien se vio desde los primeros momentos dando rdenes; Jorge Hernndez Guzmn, jefe nacional de investigaciones de la Polica Tcnica Judicial y funcionario de mayor rango de ese cuerpo presente en el lugar, a quien luego se critic duramente por no asumir sus atribuciones y dejar que otros hicieran; Wilmer Mrquez, director de operaciones de la Polica Municipal de Baruta y Henry Zuloaga, director de esa institucin. Tambin se hizo presente un comando especial de la Direccin de los Servicios de Inteligencia y Prevencin (DISIP).

La matanza del UrolgicoEl comisario Gustavo Moros, ahora acompaado por Dick Rivas, jefe de investigaciones de Polibaruta insista en dialogar con los delincuentes. stos exigan que se les dejara ir. Moros y Rivas llegaron a proponer un canje: Ellos a cambio de las mujeres. Juan Mndez y Antonio Pea desestimaron la oferta; no era lo mismo someter a un grupo de temerosas damas que a hombres entrenados en el combate.Para fortalecer su precaria situacin, los maleantes hicieron creer que tenan una sub ametralladora y dos granadas con las que volaran el lugar si algn polica intentaba ingresar. Las supuestas granadas no eran ms que tazas de porcelana envueltas en papel. Virginia Castro, una de las retenidas contara das despus que los dos hombres estaban cada vez ms alterados pues se poda or a los agentes caminando por el techo; lanzaban imprecaciones y pedan a gritos que los pusieran en contacto con un fiscal; como no haba en el lugar ningn representante del Ministerio Pblico, la polica los comunic con uno, va telefnica. La exigencia al funcionario fue la misma: La entrega de un automvil para salir y que nadie les siguiera.Las autoridades accedieron con la intencin de ganar tiempo; el Comisario Alberto Morales de la PTJ fue comisionado para entregar el carro. La situacin que se haba prolongado por ms de tres horas era tensa. Los hombres se prepararon para salir, cubrieron sus rostros con improvisadas capuchas y ordenaron a las mujeres en fila india. Encabezando la macabra lnea estaba Ada, apuntndola a la cabeza la segua uno de los delincuentes, Teresa Rodrguez iba de tercera, seguida de Virginia y Zulay que precedan al otro sujeto y de ltima sirviendo de escudo a ste, estaba la doctora Gloria Ojeda.Oscar Garca, como miles de venezolanos, miraba el televisor hipnotizado. No poda creer que lo que empezara como un rutinario robo, terminara con sus compaeros de faena metidos en semejante berenjenal.El reportero anunci que en pocos minutos delincuentes y rehenes saldran del edificio. En pantalla se vea a Morales en mangas de camisas, estacionando un Toyota color gris. A continuacin las cmaras enfocaron la puerta de vidrio del centro de otorrino. Luego de dramticos segundos se vio emerger al espectral grupo que trataba de mantener el paso de aquella marcha compacta. Los hombres miraban en todas direcciones buscando francotiradores. Las mujeres avanzaban lentamente tomadas de la manos y sintiendo el aleteo del ngel de la muerte en torno a ellas.Se situaron al lado del vehculo y subieron; Ada Molina y Teresa Rodrguez fueron conminadas a subir a los asientos delanteros, la primera manejara el auto y la enfermera ira de copiloto. Por todos lados se oan gritos; la operacin de rescate no pareca tener un lder; policas y polticos impartan rdenes y contrardenes. El caos preceda a la catstrofe. Los delincuentes con los nervios de punta blandan sus armas en gesto desafiante. De pronto, dentro del carro todo qued en silencio. Ada haba dicho algo que nadie entendi. La vieron agitando las manos y moviendo los labios con el rostro lloroso pero no la escuchaban. Por segundos la vida pas en cmara lenta hasta que la mentada de madre de Juan Manuel Mndez los devolvi a la realidad.La polica haba entregado el vehculo sin llaves. Esto provoc el estallido de los delincuentes y el llanto histrico de las mujeres que rogaban por sus vidas. Asomaban por las ventanillas y pedan a gritos que les dejaran partir; en el paroxismo de la ira Juan Manuel y Antonio exigieron otro carro. A la distancia se poda ver al primero oprimiendo el can del arma contra el crneo de Ada.

El comisario Morales subi con un nuevo Toyota, esta vez de color rojo. Lo estacion a pocos metros del sitio en el que estaba el otro. Se ape lenta y cuidadosamente mostrando las manos en todo momento, abri las portezuelas y con los brazos a medio levantar se dio la vuelta para regresar a pie. En ese momento creci la angustia de las retenidas debido a que los delincuentes se negaron a bajar. Algo se olan en todo aquello; miraban nerviosos en todas direcciones. Desde algn lado alguien grit No vayan a disparar!-. Las mujeres volvieron a pedir que les dejaran ir.Decididos a jugarse la ltima carta, los maleantes organizaron el trasbordo; esta vez el grupo era ms compacto, Antonio Pea sali adelante rodeando el cuello de Ada con su brazo.Dos francotiradores, uno de la DISIP y otro de la PTJ que tenan la orden de neutralizar a los secuestradores, se ocultaban en puntos equidistantes. Deban esperar el momento propicio y actuar en sincrona. El comisario Alberto Morales orden la retirada de los agentes de la Metropolitana y Polibaruta, dndoles la tarea de contener a periodistas y curiosos. La zona deba estar despejada.La apretada masa de rehenes y hampones se situ al lado del auto. Esta vez sera Pea quien llevara el volante. Lleg el momento de subir y con ello la oportunidad que esperaban los francotiradores.El de la PTJ anunci por radio Lo tengo lo tengo. Indicando que su objetivo estaba en la mira.Se esper entonces a que el tirador de la DISIP hiciera lo mismo. El plan era precisar a los hombres al mismo tiempo y a la cuenta de tres, liquidarlos. Lo tengo- anunci el segundo. El de la PTJ empez el conteo. Uno, dos Tres!A las 5:30 de la tarde un proyectil golpe la cabeza de Virginia Castro. Teresa Rodrguez volte justo para ver al agnico Antonio Pea accionando su pistola contra Ada Molina al tiempo que le deca: -Como la polica me fall, ahora yo te mato a ti-. La enfermera se acurruc en el asiento rogando a Dios por su vida. Pea se desplom mientras Virginia Castro se lanzaba malherida a una cuneta, buscando refugio de las balas. Desde all pudo ver a su amiga Ada tirada en el piso. Juan Manuel haba colocado a la doctora Gloria Ojeda como escudo, siete de los proyectiles dirigidos a l la impactaron. Sotero Prez, jefe de la Brigada de Acciones Especiales intent acercarse por detrs, el hampn lo detect y le dispar a la cabeza, fue lo ltimo que hizo antes de caer muerto. Zulay Quintero mientras tanto, presa de una crisis nerviosa solo atinaba a cubrirse el rostro sangrante, una de las balas haba vaciado su ojo izquierdo.El resultado no poda ser ms funesto. Ada Molina de Valbuena yaca muerta; la doctora Gloria Ojeda, el comisario Sotero Prez y Zulay Quintero estaban gravemente heridos; Virginia Castro senta an el intenso ardor de la bala que roz su crneo. Los policas se acercaron, tomaron el cadver de Antonio Pea y lo arrastraron unos metros. Otros trasladaban a los heridos a la clnica. Los cuerpos de Juan Manuel Mndez y su compinche terminaron en la morgue del hospital Prez de Len.En menos de un minuto todo haba terminado. Oscar Garca apag el televisor, se incorpor de la cama y mientras aplastaba el cigarrillo con el zapato dijo a su mujer.Coo negra, los mataron malamente, recoge tus cosas que tenemos que irnos de esta vaina .

Este pas vive en un completo desordenEn los das que siguieron a San Romn, el pueblo fue testigo de disputas entre altos funcionarios del estado. Las sobrevivientes, por su parte tuvieron que enfrentarse a un nuevo tipo de terror: Las amenazas telefnicas.Y es que como se sabe, la victoria tiene cien padres pero la derrota es hurfana; y San Romn aunque nadie quera admitirlo haba sido una agobiante derrota. Ante la natural reaccin de la opinin pblica se trat de justificar el error cometido alegando que uno de los delincuentes haba disparado primero, lo que oblig a la polica a actuar como lo hizo. Solo que desde su lecho de convalecencia, Virginia Castro revelara a la prensa lo que haba visto. El que hizo el primer disparo fue un polica que estaba escondido por detrs del estacionamiento.Esta declaracin la respald Teresa Rodrguez, la enfermera que sali milagrosamente ilesa de la balacera, complementndola con un nuevo dato: Yo vi en el chaleco el letrero que deca DISIP. Dispararon contra el muchacho que someta a Ada. En ese momento escuch que le dijo, Ellos no me cumplieron con lo convenido, as que te mato. Yo logr arrodillarme en la camioneta y fue entonces cuando empezaron a disparar como locos. Los cuerpos de seguridad no cumplieron con lo que haban prometido. A estas voces se sum la de Zulay Quintero, la otra superviviente.El sbado en la tarde se peda la cabeza del ministro de Interior, Ramn Escovar Salom y se exiga una investigacin imparcial que llevara a establecer responsabilidades polticas y penales.El doctor Escovar Salom neg que la polica o l tuviesen alguna responsabilidad y asegur que la actuacin de los diferentes cuerpos haba sido coordinada. Convoc al Gabinete de Seguridad, conformado por distintos ministerios y la gobernacin de Caracas, a una reunin que deba efectuarse el domingo 25 a las 10 de la maana. All se analizaran los hechos y se propondran nuevas medidas para enfrentar el auge delictivo.La prensa de esos das reprochaba la ausencia en el lugar de fiscales del Ministerio Pblico y recoga las denuncias hechas por las sobrevivientes; asimismo reseaba declaraciones de los comisarios Jos Ramn Lazo Ricardi y Eleazar Cuotto Rendn, director y subdirector respectivamente de la Polica Tcnica Judicial, en las que admitan que hubo cierta confusin en la operacin de rescate al tiempo que condenaban a ciertos policas que estaban en el sitio con ganas de figurar y asumiendo ilegalmente atribuciones que eran propias de la PTJ.Cerca de las diez de la noche del sbado 24, falleci el comisario Sotero Prez, la bala le haba destrozado la masa enceflica. La doctora Gloria Ojeda luchaba por su vida en medio de una situacin bastante crtica. Once das despus su cuerpo se rendira. Los otros heridos, entre ellos varios funcionarios policiales se recuperaban lentamente.En la tarde del domingo, luego de tres horas de reunin, el ministro de Interiores anunci al pas la conclusin a la que haba llegado el Gabinete de Seguridad: La primera bala la dispar uno de los delincuentes; esto segn dijo lo haban podido determinar luego de examinar un video cedido por la Agencia Venezolana de Noticias. Esa declaracin no convenci a nadie. El lunes 25, el Fiscal General de la Repblica doctor Ivn Daro Badell, advirti que las investigaciones formales del caso las llevara su despacho y que un vdeo no era suficiente para llegar a ninguna conclusin.Esto origin una escaramuza entre el Fiscal y el ministro Escovar Salom, a la que se sum el ministro de Justicia Rubn Creixems. En medio de la diatriba el doctor Badell solt la frase: Este pas vive en un completo desorden. Aludiendo a la falta de coordinacin entre los distintos factores de poder para buscar solucin a los problemas.

Amenazas a testigos y detencionesAl comenzar la semana, un familiar de Zulay Quintero denunci que luego de las declaraciones dadas por ella y sus compaeras acerca del origen de los disparos comenzaron a recibir amenazas. Segn lo dicho por esta persona, alguien los llam para decirles textualmente Qudense quietos y dejen de estar alarmando y levantando escamas. Esta situacin pareci repetirse con Virginia Castro pues el da en que funcionarios de la Brigada contra Homicidios intentaron interrogarla en torno a lo que haba declarado, se neg a hacerlo debido a que no estaba presente un fiscal; como los detectives insistieron la mujer entr en crisis y tuvo que ser sedada.Para ese da los cuatro miembros de la banda estaban plenamente identificados. A los fallecidos les practicaron necrodactilia, debido a que portaban documentacin falsa, resultando ser Juan Manuel Mndez y Antonio Alberto Pea (a) Tony Dominicano. Los otros respondan a los nombres de Rubn Daro Rojas Montilla y Oscar Garca. Aunque estaban en fuga, las autoridades esperaban capturarlos ms temprano que tarde.El martes 27 de junio, el ministro de Justicia Rubn Creixems admiti la probabilidad de que el informe que se preparaba determinara responsabilidades poltico-administrativas entre algunos jefes policiales. Un da antes haba revelado a la prensa los aspectos esenciales del plan de rescate puesto en prctica el viernes 23 y dejo entrever que el francotirador de la DISIP fue el que cometi el error. Segn el alto funcionario, el tirador de la PTJ accion el gatillo a la cuenta de tres, logrando abatir a su objetivo, pero el del otro cuerpo no dispar sincronizadamente, dejando la puerta abierta para todo lo que sucedi luego.Ese mismo martes, un sujeto identificado como Franklin Jos Garca fue detenido por la Guardia Nacional en el marco de un operativo relacionado con el robo de un vehculo. Al ser llevado a la comandancia se detect que en realidad se trataba de Rubn Daro Rojas, la cdula que llevaba consigo era espuria.El mircoles, el crculo se cerraba con la detencin de Oscar Garca quien permaneca oculto en un rancho del casero Vigirima, en el estado Carabobo. Campesinos de la zona entraron en sospechas al ver a aquel desconocido y lo denunciaron. Los hombres pese a estar vinculados con los hechos de San Romn no podran ser acusados sino de robo, pues ninguno haba participado en las acciones que desembocaron en la matanza del urolgico. Solo Rubn Daro Rojas cargara con dos acusaciones: Secuestro y robo, por el rapto del joven Claudio Taddei.El tiempo pas y otras acciones sangrientas echaron paladas de olvido sobre el caso de San Romn. Las investigaciones transitaron del plano judicial al parlamentario. El 10 de julio la comisin especial de la cmara de diputados que investigaba los hechos determin que efectivamente, los tiradores asignados a la operacin del urolgico haban procedido de forma incorrecta.El pas sumido en otras preocupaciones, casi ni se enter de que el 28 de noviembre de 1995 el Tribunal Dcimo de Primera Instancia en lo Penal asumi las investigaciones del caso. Investigaciones que como en otras oportunidades, salvo por la detencin y prisin de los antisociales no lleg a nada sustancial.En diciembre de 1998, la promocin de licenciados en Ciencias Policiales llev por nombre Comisario Sotero Prez Izquierdo, en homenaje al oficial que falleciera en el cumplimiento del deber durante los hechos ocurridos en el Urolgico de San Romn.