vocerrante 13 - menos Éste
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VOCERRANTE (13)
Menos este
Apertura (Sobre “White Man Sleeps II”, por Kronos Quartet):
(Andante tranquilo)
“Las palabras vagan, yerran, buscan. Van y vienen por ahí hasta que encuentran
un refugio. En las manos, en los ojos, en cualquier cosa que las rescate del
olvido.”
(Raúl)
Este es el décimotercer programa de
VOCERRANTE.
Bienoídos y bienoídas.
Raúl
Las excepciones
Se evaden de las reglas,
se pierden en las generalidades,
desaparecen de las clasificaciones,
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reclaman su lugar en la formulación de la exhaustividad.
Las reglas pueden ser derivadas de un argumento, principalmente de
abductivo, pero ¿hay un modo de inferir excepciones? ¿hay excepciones “a
priori”?
Una regla o una ley puede ser una obtención. Una excepción sólo puede
ser un hallazgo.
Se recurre a la regla sólo cuando no se concibe otra forma de resolver los
problemas. Allí donde no se sabe cuál es la conducta obligada o permitida.
Acaso el objeto de la ciencia sea encontrar lo inusual, lo inadvertido, lo
distinto,
lo que no se puede
medir,
explicar,
conocer,
entender,
reducir,
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clasificar.
Hablaremos de eso mismo. Hablaremos de eso mismo en la superficie de
una noche luminosa.
Sobre “Festine Lente” de Arvo Pärt (05:30)
Daniel
El horizonte es un modo del desierto. Es el desierto al que jamás. El camino
cerrado. El inquiriente. La permanente visión de lo nunca visto. Lo que está allí
pero nunca
estará allí.
Raúl
Demasiado orden había en la aldea de Brusk. Los días eran iguales a los
días, y la noche apenas un cerrado y cansado intervalo de silencios. El agua en el
mismo lugar del cántaro. El fuego en el mismo lugar del leño. Las piedras en el
mismo lugar de las piedras. Los árboles en sus cortezas. Los ruidos en sus
cascos.
A la búsqueda de excepciones partió el caballero Radam. Con la sola
compañía de su fiel escudero Simpiel.
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A la búsqueda de excepciones dejó casa, familia, tesoros y abolengo.
Llevando consigo agua, espada, oro, y cuatro caballos, para los dos.
A buscar relatos, voces, siembras de rarezas y esperanzas.
A buscar trozos de fantasía que subviertan la necesidad de lo real.
A buscar sonajas de utopía.
Por el camino, Simpiel contaba uno a uno los pasos y las huellas.
Daniel:
Uno
La sal tiene un solo verbo.
Dos
Dos silencios tiene el agua
Tres
Tres uvas tiñen la piel
Cuatro.
Cuatro hojas tienen todas las Marsilea bastardae
Cinco
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Cinco notas tiene la lluvia.
Seis
Seis colores tiene el gris.
Siete
Siete sables cortan la tormenta.
Ocho
Ocho nubes calman la sed
Nueve
Nueve lunas tienen todos los soles.
Diez
Diez noches tiene tu sombra.
¿Cuántos centros tiene un extremo?
¿Cuántas miradas trazan un recorrido?
¿Cuántas veces puedo caer en tus ojos?
¿Cuántos vientos tiene un nudo?
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¿Cuántas vueltas tiene una manzana?
La cuenta se detiene cuando dejas de contar.
Una palabra siempre es la que falta.
Toda lágrima es para siempre.
Todas las manos son dos.
Toda el agua cabe en tu boca.
Siempre es mayor la sed que el agua.
Un abrazo
Un abrazo sostiene al Universo.
Cabalgar es dar la vuelta
A un paisaje repetido.
Prisioneros del viaje
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Como del silencio.
Enhiestos entre dos lejanías.
Hacia atrás y hacia adelante.
Perdidos en el medio
De volver y de empezar.
Raúl
La cuenta de los pasos, de los días y los mapas, amenazaban con cerrarse
sobre ellos como otra nueva regularidad, cuando llegaron al pueblo de Dravas.
Allí, inquirieron por conocer cualquiera de sus maravillas. Y los llevaron con
Dorvel. Un joven adolescente, sordo de nacimiento, que según ellos cuidaba del
bosque.
Merced a diversos experimentos Radam y Simpiel comprobaron la sordera
del muchacho. Árboles talados, golpes tremendísimos, y hasta una prueba de
pólvora aseguraron que el chico no escuchaba en absoluto.
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Pero de algún modo Dorvel los convenció de que pasaran con él esa noche.
Y así lo hicieron Radam y Simpiel, cansados de tanto andar y aguardando aún
aquello que los naturales de allí indicaban como un caso excepcional.
En Dravas la mañana era anunciada por el Jerogrillo. Una pequeñísima ave
de un canto suave y apenas perceptible, salvo por las primeras luces tras de la
madrugada.
Dorvel se levantaba con él. Dorvel agudizaba su rostro, en el sentido del
ave, sonriendo levemente después de cada gorjeo.
Dorvel era sordo para todo menos para el canto del Jerogrillo. El canto del
Jerogrillo lo despertaba, y luego parecía perseguirlo por todo el bosque.
Daniel
Cinco son los dedos de cada mano.
Seis son los recuerdos que vuelvo atrás.
Siete las mentiras con las que me consuelo.
Ocho las bellezas con las que soñé.
Nueve las estrellas que mudan de cielo.
Diez las soledades,
Once la vejez.
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Doce las costillas
Trece los herrajes
Catorce los traspiés.
Quince las caídas,
Dieciséis las vendas.
Diecisiete los goznes,
Dieciocho la sed,
Diecinueve la palabra
Y veinte de nuevo una y otra vez.
Veintiuno el aire seco
Veintidós la desnudez
Veintitrés el pan a ruego
Veinticuatro el cuerpo frío
Veinticinco el sueño raudo
Veintiséis es el olvido
Veintisiete es el recaudo
Veintiocho cicatrices
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Veintinueve modos de seguir aquí…
Raúl
Más tarde llegaron a Adronisia, donde un anciano de tres ojos salió a
recibirlos. El entusiasmo de Radam fue grande, y grande también el consuelo de
Simpiel, que sabía que tras cada hallazgo seguía una noche descansada.
El anciano recogió a ambos viajeros en su casa, y pidió disculpas por la
frugalidad de la cocina. Indicó que había quedado solo, ya que todos se habían ido
de caza esa misma mañana.
Como este nuevo prodigio podía hablar, Radam le sacó toda la información
que pudo acerca de sus ojos. De cómo podía ver con los tres. De si podía
mantener siempre uno abierto. De si las imágenes del mundo se le nublaban o
sobreponían. De si podía ver hacia arriba y hacia abajo al mismo tiempo. De
cómo eran sus dibujos y su perspectiva. De cómo era el modo de enhebrar agujas
y de cómo era la Luna con ese exceso de la mirada.
A todo respondió el viejo, con una humilde generosidad, que a Radam y a
Simpiel les transmitía una cordial calidez, en medio de la cual, y merced al dulce y
tierno vino que les escanciara, se quedaron dormidos. El anciano hurgó en todas
sus ropas, bolsas y cabalgadura, y les extrajo todo el material que sacar podía.
Entonces, de detrás de los árboles, de detrás de las paredes, de detrás de
cada uno de los rincones de esa aldea inasequible, salieron decenas, de hombres,
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niños y mujeres a los que el hombre fue distribuyendo uno a uno los objetos
robados.
A la tarde siguiente, ambos despertaron en medio del bosque, rodeados de
hombres, niños y mujeres que agradecidos y curiosamente los observaban con
sus tres ojos.
Daniel
Se puede ser caminante
O habitante del camino.
Radam y Simpiel, hartos de todas las normas, anegados de generalidades,
hastiados de la perseverante regularidad, buscan las excepciones.
Buscan entre los durmientes al insomne,
al sabio entre los ignorantes,
al susurro en el ruido,
al abrazo en la batalla,
a la palabra entre los muros,
al instante en la eternidad.
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Primer Tema: “Invocation”, de Bobby Mc Ferrin, por Bobby Mc Ferrin y Chick
Corea (07:10).
Acabamos de escuchar “Invocation”, de Bobby Mc Ferrin, por Bobby Mc Ferrin y
Chick Corea.
Raúl
Radam y Simpiel llegan a Brisane, en donde, les aseguran, existen unos
peces ladradores.
Radam y Simpiel se adentran en las calles de Brisane y en una sola tarde
asisten a cinco azotes.
En Brizane castigan a los bandidos con latigazos.
Ser latigado, sin embargo, en Brizane, es un privilegio… Mientras tengas
lugar en la espalda para recibir más marcas. Cuando las marcas ocupan toda tu
piel, entonces, te arrojan al estanque con un yunque colgado del cuello.
Nadie grita en Brizane. Nadie. Ni por lo bueno ni por lo malo. Todo
transcurre apacible y tranquilo. Excepto por el ruido de los latigazos, casi se diría
que no hay movimiento. Todo parece una larga y pegajosa siesta.
Sin embargo, ciertas noches, cuando el estanque se tiñe de un violeta
grisáceo y mortuorio, cuatro peces salen a la superficie y ladran hasta la salida del
Sol.
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Ladran, sin poder callar sus cabezas escamadas, brillantes a la luz de la
Luna o las estrellas. Ladran, incansablemente, portentosamente,
insoportablemente.
Ladran por todos los gritos que no se oyen en Brizane.
Daniel
Monstruoso es el dolor vuelto regla.
Necesaria es la excepción del grito.
Raúl
A pocos días de estar allí, detienen a una persona delante de ellos. Es un
hombre, muy estrecho, seco y corto de lomo.
Los oficiales le quitan la camisa, con cuidado. El hombre se la deja quitar.
Lo que se vé debajo de ella es todo un pergamino, curtido, hinchado y
repleto de marcas.
“No hay lugar” - dice un oficial al otro.
“No hay lugar” – corrobora el compañero.
De algún lugar bajo la calle, levantan un yunque y lo atan alrededor de su
cuello.
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Radam y Simpiel corren a abrazarlo.
“Es un bandido” – les dicen los oficiales.
“¿Qué tal si el bandido flota en el estanque?” – los desafía Radam.
“Entonces se habrá salvado”.
“Arrójenlo esta noche. Con los peces ladrando”.
Los oficiales consintieron y todo el pueblo levantó apuestas para esa noche.
Daniel
Cuando todo calla es que el miedo arrecia.
Cuando todo calla es que el terror ya ha sido aceptado.
Raúl
Esa noche levantan la cabeza los peces y ladran, ladran de consuno,
feroces y con las bocas desherrajadas.
Arrojan al hombre al estanque y se produce un revuelo de bocas, mordidas
y dentelladas. Pero los peces no atacan al hombre, sino que apretan sus bocas
unos contra otros.
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Al poco tiempo, el cuerpo de los peces se va deshaciendo al tiempo que un
burbujeo se produce en el agua pesada del estanque, y poco a poco se forma una
turbia gelatina en su superficie.
El hombre no se hunde. El yunque colgado se introduce en esa lenta
sombra de la gelatina y detiene su caída, tironeándolo del cuello hacia arriba y
adelante.
Con la boca apenas levantada sobre esa agua densa y viscosa, respira.
“¡Al fin!”… - Es todo cuanto puede gritar.
Alrededor de él, salen a flote todos los cadáveres con sus yunques. Con las
espaldas aliviadas de las marcas como mascarones.
Daniel
Todo silencio es un asesinato.
Y toda indolencia un abandono.
Raúl
En su recorrido por pueblos y paisajes, relatos y prodigios, Radam y Simpiel
recogen sus preciadas excepciones.
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Daniel: Un agua que quema.
Raúl: Un fuego que alivia.
Daniel: Un ave que anida en el ojo de su madre.
Raúl: Una flor que sólo crece en la penumbra.
Daniel: Un relámpago helado en un pozo de Luna.
Raúl: Un hombre con dientes en las orejas.
Daniel: Una mujer con cuerpo de algas.
Raúl: Un edificio tendido en el suelo.
Daniel: Un alud que sube por la montaña.
Raúl: Una flor que emite sonidos para atraer el rocío en el desierto.
Daniel: Un grillo que alumbra con su ritmo.
Raúl: Una lluvia que no cae y queda suspendida.
Daniel: Una roca que fluye saliendo de sí misma.
Raúl: Una gota pesada de llovizna vieja.
Daniel: Un grano de arena roto.
Raúl: Una montaña que baja por un pozo.
Daniel: Una cueva en la intemperie.
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Raúl: La mirada del espejo que recupera tu pasado.
Daniel: La siembra en el aire.
Raúl: El ruego festivo.
Daniel: La alegre melancolía.
Raúl: La voz errante.
Segundo Tema: Impromptu N° 2 en Mi bemol menor, D. 946 de Franz
Schubert, interpretada al piano por Alfred Brendel (09:32)
Acabamos de escuchar Impromptu N° 2 en Mi bemol menor, D. 946 de Franz
Schubert, interpretada al piano por Alfred Brendel.
Daniel
Radam y Simpiel llegan a Ostreva.
Les indican que en cierto bosque, en cierto día del año, a cierta hora del
día, debajo de ciertas hierbas, detrás de ciertas frondas, se puede escuchar, en el
más estrecho y sigiloso secreto,
una caricia.
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Sólo en ese bosque, en ese día del año, en esa hora del día, debajo de
ciertas hierbas, detrás de ciertas frondas, se descorre el velo de hojarascas que
cubre el hombro de un angel.
Y ese sólo deslizarse de ese suave mantillo, seco, dorado y crepitante, es
ya la caricia.
Raúl
Radam y Simpiel continúan su camino.
En Feducia la ciudad se escapa a medida que se entra en ella.
Para acceder a ella se ven obligados a apurar el paso.
Se trata de un emplazamiento nómade, que huye de todos los forasteros, a
fin de preservar sus tesoros vibrátiles; a fin de holgarse de sus tesoros vibrátiles, a
fin de fingir sus tesoros vibrátiles.
Daniel
Radam y Simpiel son invitados a un circo. Un circo cuyos números son
todos de espera.
Los equilibristas no saltan ni penden ni bailan. Simplemente esperan no
caer.
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Los magos ni aparecen ni desaparecen cosas, personas o luminarias.
Simplemente esperan acaecer.
Los domadores ni obligan, ni someten ni encantan a las fieras. Simplemente
esperan no ser comidos.
Los maestros de ceremonia ni presentan, ni celebran, ni convocan.
Simplemente esperan que nadie se vaya.
A la salida, un payaso arrinconado les pide que le hagan reír.
Raúl
Simpiel traza el mapa con el detalle del recorrido.
Es un mapa de proporciones arbitrarias, donde puede haber largas
extensiones representadas en pocos milímetros, o pocos milímetros
representados a lo largo de toda una página.
Daniel
“Treinta y seis, treinta y siete, treinta y ocho tréboles, Marsilea
bastardae. Ayer había cincuenta y cuatro. ¿Cómo es que fluctúa su
cantidad tan violenta, horrible, ineluctablemente?. A las 8:00 había
veinticuatro. Sensibles a las huellas o a los hálitos, al descanso o al
camino, de algún modo traducen en su aparecer y desaparecer, las
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distintas claridades. A las 15:00 aparece el brote de un helecho. Con
todo y hormiga. Debo revisar el mapa con más regularidad. La hormiga
se detiene en el borde de la hoja intrusa, y extiende sus patitas hacia
uno y otro lado, tanteando el aire del abismo. Como si esa hormiga
viniera de un bosque de helechos, no entiende la superficie de los
tréboles”.
Raúl
En Sidonia atraviesan un susurro enorme, perdidos entre palabras
sugeridas, medialenguas, interjecciones, hálitos y soplidos.
Todo alrededor es profusión de murmullo.
Todo eco de voces ocultas, disimuladas, entredichas o cubiertas.
Como se pueda vislumbrar en una habitación cerrada y a oscuras, con los
pabilos de unas velas temblorosas, así habría que detenerse en cada uno de esas
celosas pronunciaciones.
Heridas de espina quebradiza.
Huellas que descalzan en la orilla del agua.
Verbos de un finísimo cristal, cuyo único sentido es el de desvanecerse.
Abren y cierran las palabras como sombras solapadas y dispersas.
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Radam y Simpiel preguntan con los ojos, y todas las posibles respuestas
los desgarran.
Daniel
En Siguria, donde todo era perfecto, no los dejaron entrar hasta que su
llegada no acabara siendo previsible.
En Siguria cada movimiento era anotada antes de que aconteciera, en
grandes, prestigiosos y gigantes libros. En ellos se iban colocando uno a uno los
hechos, los objetos y las fuerzas.
A todos les tocaba ser Escribas en algún momento. Mientras lo eran, en el
breve lapso de unas cuatro horas, debían registrar los anuncios de quienes
pretendían hacer algo, y consecuentemente darles luego aviso de su previsión.
No había oposición posible. A los Escribas no les estaba dado oponerse ni
discutir las acciones programadas, sino simplemente dar cuenta de ellas.
El verbo “encontrar” les era inaprehensible.
Simpiel eligió “mentir” como anuncio. “Mentir al Escriba” era lo que había
dicho. Pero entonces el mismo Radam le explicó que si indicaba eso y debía hacer
lo que se había documentado, entonces se vería en una encrucijada: O hacía algo
distinto de lo anunciado, o respetaba lo que había dado en prever. Si
efectivamente realizaba cualquier acción distinta de la registrada, entonces
cumplía exactamente con ella; pero si cumplía con ella, entonces debía realizar
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cualquier otra cosa distinta de ella. Si mentía, no mentía, y si no mentía había
mentido.
Probaron de otras formas y siempre se hallaban ante la misma paradoja. No
era posible prever el incumplimiento de la previsión, sin cumplir exactamente con
ella.
Esperaron entonces hasta que tocó a Radam ser Escriba.
Entonces, como lo tenían acordado, Simpiel le hizo constar en el enorme
cuaderno que llevaba en sus manos: “Hacer que el Escriba no escriba esto”.
Raúl
Una sola persona es suficiente para establecer una regla.
Pero al menos dos son necesarias para fundar una excepción.
Daniel
Noventa y cuatro flores adornaban la alcoba de Princesa. A Radam no le
importó, ya que todas las alcobas, de todas las princesas, están adornadas de
flores.
Ciento treinta y cuatro cañonazos saludaron la victoria del General. A
Radam, no le importó, ya que todas las victorias, de todos los generales, son
saludadas con cañonazos.
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Quinientas veinte habitaciones tenía el palacio del aristócrata. A Radam no
le importó, ya que todos los palacios, de todos los aristócratas, tenían muchas
habitaciones.
Simpiel encontraba regularidades en todas las cosas. Hasta que dio con la
boca de ella.
Raúl
Todos saludan con la mano hacia adelante. Incluso ella saluda con la mano
hacia adelante. Pero ella lo hace así.
Todos beben con la boca. Incluso ella bebe con la boca. Pero ella lo hace
así.
Todos sonríen desplegando los labios. Incluso ella sonríe desplegando los
labios. Pero ella lo hace así.
Daniel
Radam y Simpiel venían de una extensa caminata bajo un Sol ubicuo.
En Ligoria llovía, en el día más largo, gris y ceniciento de la historia. En el
pueblo más abandonado, en el lugar en el que había culminado la procesión del
lamento, todos habían huido a sus casas, cabizbajos, a recluirse como manda el
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orden y el recato. Los árboles, doblados hacia el centro de la tierra, parecían una
alegoría del desistimiento.
En ese pasaje oscuro, hosco, lánguido, mohíno, agradecidos por eso
retorno del agua a sus rostros agrietados, Radam y Simpiel celebraban su alegría.
Raúl
Las reglas no nos dicen nada de nosotros.
Sólo lo extraño.
Daniel
Somos lo extraño.
Tercer Tema: “Aussi comme une unicorne sui” de Thibaut de Champagne,
por Anne Azema.
Acabamos de escuchar “Aussi comme une unicorne sui” de Thibaut de
Champagne, por Anne Azema.
Cierre
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(Sobre “L´inverno” Segundo Movimiento – Antonio Vivaldi, por Il Giardino
Armonico):
(Lento - Grave)
“Siguen vagando las palabras, criaturas del aire, harinas de tiempo, hurgando por
las cuerdas, y los labios y la boca, para vibrar de nuevo.”
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