utopías
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 1 •
2 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
PERIPLO somos un grupo de jóvenes, que por diversas circunstancias de vida, nos hemos visto envueltos en un periplo. Un periplo es un viaje, una circunnavegación y así, una exploración. Una revista es una propuesta literaria que sostiene un diálogo, a la manera antigua, que profundiza poco a poco en un océano virgen. Es la propuesta de un itinerario digital y bimestral en el que las letras naveguen con los vaivenes de nuestro tiempo.
PERIPLO será, efectivamente, una tentativa de reconocer los mares que surcamos, uno a uno. Es nuestro objetivo abordar distintas temáticas que serán la columna vertebral de cada número, desde las más diversas disciplinas humanistas, con el desafío de ser transversales en el tiempo y en el espacio y con una óptica integradora. Somos cosmopolitas por surgir y habitar ciudades de todo el mundo: nuestros orígenes son diversos pero nuestra lengua es una y nuestra palabra plural.
PERIPLO es además hijo de la posmodernidad por estar comprometido a dar testimonio al siglo que vive; considerando la trayectoria histórica de la humanidad, buscará reflejar el pensamiento de un tiempo y sus dudas, sus posibilidades, sus inspiraciones y bloqueos. En una época de cierta incertidumbre cultural, PERIPLO pondrá de relieve las inquietudes de unos cuantos; curiosidades de muchos que, como nosotros, buscan ver el otro lado de las cosas.
En la medida en la que no huimos, nuestra pequeña embarcación literaria será un viaje que irá dejando rastro y huella por si, en algún punto, queremos regresar a una costa conocida. Viajar también es perderse; he aquí una brújula por escrito para aquellos que no teman desprenderse de sus raíces y busquen profundizar en nuevos mares.
Las expediciones de los antiguos dejaban evidencias instructivas documentadas en sus περίπλους (periplous), porque cuando la humanidad quiere dejar asentado algo que considera importante, lo escribe. Nosotros aprendimos el gesto, y sin conocer el destino final de nuestro periplo, decidimos dejar testimonio de nuestro recorrido.
About Us
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Cul de sac
El quinto puerto de atraco de PERIPLO se sitúa ahora en las
utopías. El abordaje sobre la temática de héroes y antihéroes llevó nuestro
barco a reflexionar sobre las utopías. Ahí, en la utopía, se clarifican
las aspiraciones de una sociedad, sus creencias en la posibilidad
de otra realidad mejor, y se esclarecen las misiones de sus héroes.
Así, esta nueva escala en nuestro pensamiento pasará por una
revisión de las distintas formas de utopías y sus registros expresivos
más diversos, desde el arte, la política o la literatura hasta el cine o la
música. Será una forma de indagar en las quimeras del pasado y pensar
en cómo se materializan en el presente y hacia dónde van en el futuro.
Les proponemos un itinerario de viaje especial.
Espiaremos por la cerradura de los sueños los avatares del
mundo. La épica de lo imposible, la frustración de lo onírico.
Será un viaje largo y placentero. No se preocupen si, después del
naufragio, les quedan más interrogantes que respuestas, más dudas
que certezas. De eso se trata la utopía, de viajar mientras nos hacemos
preguntas, de mirar el cielo y pensar que es un techo pintado por Dalí.
Eduardo Galeano, el soñador incansable, lo dijo más claro, e
inmortalizó la frase para siempre. “Ella está en el horizonte. Me acerco
dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte
se corre diez pasos más allá. Por mucho que yo camine, nunca la
alcanzaré. ¿Para que sirve la utopía? Para eso sirve: para caminar”.
Bienvenido al barco de las letras que navegan. ¡Y sueñan!
Ilustración de portada: Mar ample i García
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Solucítra ed ecidnÍ
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ACTUALIZARTEEl encanto de Lesbos [72]Ángel Saiz
Cine en rama65 veces Hiroshima, mon amour [52]Fernando MassaEcos en el tiempo [54]Joaquín Bilbao
ÁGORAQuimera americana [32]Carlos Martínez-Rivera
MUSICANTROPÍASLa decepción de las musas [27]Luis Baeza AndreuCerrada, legislable y etnocéntrica: las utopías de la música [28]Xavier Mas i Sempere
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PLUMAS LIBRESDistopías [21]Carolina ArrietaUtopía [37]Dante’s puppetAusencia y Rose au vent [50-51]Ferdydurke y Nuria Curiel Autóctono [63]Julieta Desmarás
NOSTOSLa repulsa de Platón [78]Pablo Doratti
ET CETERAMaletas abordo [10]Víctor BermúdezLa utopía de la Revolución Francesa [74]Felipe Blaquier
LEGADOSEl sueño incorruptible [58]Daniel Ruíz
GAVIAPalabra y horizonte: pinceladas de esperanza y utopía [23]Laura SantervásMantra de Rodrigo Fresán, o la ingenuidad lectora como utopía posmoderna [39]Víctor DacostaLa mirada posmoderna de Utopía [66]Lilliana Alemán Román
LENGUAS VIVASNorth to Boston de Robert Frost [68]Andrés Catalán
MANO A MANOEntrevista a Fernando Aínsa: el principio esperanza [16]Entrevista a Francisco Fernández Buey: utopías sin inocencia [43]
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Ángel Saiz. Historiador y crítico de arte vallisoletano. Nómada y desarraigado. Conversador pausado y enemigo de la perfección. Es un buscador de musas, ya que su amor por el arte nunca fue correspondido.
angelsaiz@revistaperiplo.com
Carlos Martínez-Rivera. San Juan. Periodista puertorriqueño residente en España. Analista minucioso del presente, corrector, diseñador hispanista, politólogo y cómico a tiempo parcial, es un hombre orquesta. Cafetero empedernido que es sin duda el rigor de nuestro barco.
carlosmartinez@revistaperiplo.com
Andrés Catalán. Salamanca. Licenciado en Filología Hispánica y profesor de Español y Literatura para alumnos extranjeros, ha publicado poesía y crítica literaria en revistas como Clarín o Nadadora y traducido a Wallace Stevens. Ahora trabaja su tesis sobre poesía y pintura en la Universidad de Salamanca. Es autor de Composiciones de lugar (2010), VI premio de poesía joven Félix Grande.
Carolina Arrieta. Zaragoza. Ella atraviesa fronteras, las de aduana y las de locura, con inusitada insistencia. Le obsesiona la fugacidad que nos envuelve, el fútbol, la cocina y le inquietan como a nadie los rizadores de pestañas. Aprendió a mezclar vinagre e incertidumbre y ahora aliña de interrogaciones las superficies blancas. La realidad se la come viva mientras duerme, y también miente.
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Joaquín Bilbao. Especialista en generalidades, vive fascinado por el baile de los planetas. Porteño cosmopolita, pasó por Bogotá, Bahía Blanca y Berkeley. Siempre que puede exclama que Paul es su Beattle favorito.
joaquinbilbao@revistaperiplo.com
Daniel Ruiz. Mexicali. Comunicólogo y defensor de las causas perdidas. Pianista esporádico y lector de la línea sofisticada que frecuenta el coñac. Añora y reinventa el siglo XVIII y su iPod parece estar atrapado en los noventas. Escritor lento pero apasionado, atento siempre a los pequeños detalles que a menudo se olvidan.
danielruiz@revistaperiplo.com
Luis Baeza. Zaragoza. Músico y periodista, escribe sin relecturas excesivas que corrompan el estilo. Apasionado de Truman Capote, Bukowsky, Cortázar. Observador atento de lo esporádico, los llantos, las lluvias, las desaventuras, la psicosis y variaciones humanas de la misma categoría. El Mediterráneo es su centro de operaciones.
luisbaeza@revistaperiplo.com
Felipe Blaquier. Buenos Aires. Felipe es un amante de las letras, es-pecialmente las griegas, latinas y germanas. Cree firmemente en lo clásico, aunque presiente que aún queda mucho por decir. Busca su voz escribiendo en gráfica y haciendo radio en Buenos Aires, donde trabajo de periodista.
Fernando Massa. Asfixiado por la ley, encontró comprensión en Kafka, el rumbo en Hesse y el Norte en Cheever. Cronista melancólico y cinéfilo, hace pie en Buenos Aires, pero encontró su lei motiv en un stencil de Montevideo: consumir cosas bellas.
Julieta Desmarás. Buenos Aires. Poeta y redactora creativa. Ecléctica y mutante. De sus poesías puede brotar tanto un pochoclo como una flor. Amante de la buena música quiere bailar con David Gilmour su canción, quiere a Lennon con su piano blanco en su living y meditar con George.
Laura Santervás. Barcelona. Humanista (al menos, licenciada en ello). Disfruta la literatura, especialmente de la poesía. Librera, especializada en el sector infantil y juvenil por varias casualidades, cree tener vocación de docente. Mientras imagina poder explicar apasionadamente los versos de Jaime Gil de Biedma o Ángel González, disfruta leyéndolos, aplicándolos a su cotidianidad.
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Víctor Peña Dacosta. Licenciado en Filología Hispánica, sobrevive viéndose obligado a aguantar hordas adolescentes. También da clase en institutos. En la actualidad cursa un doctorado extinguido sobre narrativas hispánicas de ruptura, rellena quinielas e intenta escribir.
Víctor Bermúdez. Humanista breve, teórico del té, la convicción humana y otras vicisitudes similares. Ha crecido en Mexicali y se ilustra en Salamanca, donde el autor aprende sobre los vicios, la avaricia y el fervor vacacional.
victorbermudez@revistaperiplo.com
Ricard Olivé Roca. Barcelona. Humanista sin ánimo de ejercer, lleva la “L” de ser humano en prácticas. Barcelonés estudioso del mundo épico del futbol y lo freaky, pretende especializarse en risas sin más, y con mucho menos.
ricardolive@revistaperiplo.com
Pablo Doratti. Cauteloso observador de la antigüedad clásica y sus continuidades. Deambula a menudo por las ciudades y pueblos de la República Argentina, y es el tipo serio que ves en los cafés escribiendo en una montañita de hojas amarillas.
pablodoratti@revistaperiplo.com
Liliana Alemán Román. Puerto Rico. Escritora, pintora y soñadora de clóset. Nació en los campos frescos de Trujillo Alto. Es fanática sin remedio del arte clásico. Lilliana es estudiosa de la cultura visual, ergo, es presa de la semiótica, que invade todo aquello donde se posa nuestra mirada.
Xavier Mas i Sempere. Santa Pola. Comunicador audiovisual y músico evolucionado a musicólogo. Acompañado durante años por el violín y la percusión, busca ahora las respuesta en la sociología. Amante del arte contemporáneo y persistente aficionado a justificarlo y divulgarlo.
Nuria Yáñez. Salamanca. Joven poeta que combina la sutileza y la rotundidad dejando la piel en las palabras. Filóloga, bailarina y aficionada a la confitería, a mirar el techo y al té; Nuria se muestra con una pluma poética de la época en que su ingenuidad se convierte en apariencia. Vital, cristalina, sutil.
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¿Remas con PERIPLO?
info@revistaperiplo.com
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Plinio, Historia Naturalis, IV, 35
Pone eos montes ultraque Aquilonem gens felix, si credimus, quos
Hyperboreos appellavere, annoso degit aevo, fabulosis celebrata miraculis. […] regio aprica,
felici temperie, omni adflatu noxio carens. Domus iis nemora lucique, et deorum cultus
viritim gregatimque, discordia ignota et aegritudo omnis, mors non nisi satietate
vitae epulatis delibutoque senio luxu e quadam rupe in mare salientibus;
hoc genus sepulturae beatissimum.
Detrás de estas montañas
y más allá de la región del viento del norte, una raza feliz,
si damos crédito, a quienes llamaron Hiperbóreos, vive una larga vida frecuentada
por maravillas dignas de relatarse. Región soleada, es de clima propicio y exenta de
vientos perniciosos. Los bosques y arboledas son morada para ellos y el culto de los dioses es tanto
individual como colectivo. Son desconocidas la discordia y toda enfermedad. La muerte no llega
si no es por saciedad de vida cuando, luego de una vejez excedida por banquetes y el lujo, se arrojan desde una roca hacia el mar.
Esta clase de sepultura, consideran, es la más agradable.
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a heroicidad llega a sus límites como
expresión de las utopías de una sociedad.
La utopía es un motor que mueve al
mundo y su combustible inagotable
nace de la esencia humana: la esperanza.
El destino de cada humano es su utopía. Y
la insatisfacción es parte de esa utopía en la
medida en la que niega la realidad y aspira a
transformarla. Pero en la utopía descansa no sólo
la esperanza sino también el desiderium, cualidad
humana de ambición, de ansia. Cambio, sueño
e ideal confluyen todos tras el telón de la utopía.
Desde la Utopía de Tomás Moro se pone
de relieve en la intelectualidad europea de la
Modernidad algo que ya venía anunciándose
desde la Antigüedad: perseguimos un mundo
ideal. Los modelos de realidad paradigmática
han variado desde la República de Platón,
la Utopía de Moro o el socialismo científico
de Karl Marx, pero el impulso que subyace
es el mismo: otra realidad mejor es posible.
La utopía se proyecta simultáneamente
hacia el pasado y hacia el futuro, desde la
nostalgia idílica de la Edad de Oro mitológica
que Hesíodo introdujera, hasta la Revolución
Francesa y su romántica sobrecarga de ideales
futuristas. Utópico es entonces el momento
de subir al barco las maletas del pasado y
vislumbrar nuevos rumbos. Saber que a partir del
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POR VÍCTOR BERMÚDEZ
Y el “abrazo imposible de la Venus de Milo”.-Rubén Darío
“Como el ímpetu inútil de la roca de Sísifo”.-Juana Castro
presente se contempla el pasado para construir
nuevos tiempos. Así, presente, pasado y futuro
también confluyen tras el telón de la utopía.
Armónica dialéctica entre equipaje y catalejos.
Sea ansia de transformación o serenidad
pasiva, cada utopía es una evidencia de nuestro
estar en el mundo. El grado de conciliación
con que vivimos hic et nunc y todo aquello que
añoramos del porvenir. El siguiente puerto de
atraco está siempre en nuestras conjeturas al
momento de zarpar. Embarcaciones perpetuas
que dibujan nuestras trayectorias en aspiraciones
concéntricas que no terminan nunca; es el ímpetu
inútil de una humanidad que desea un mundo
mejor. Humanos, entonces, subimos todos al
barco “utopía” y remamos contracorriente.
Y por último, la utopía del amor, a la que
no debemos tener miedo a referirnos. Radica en lo
más profundamente humano la imposibilidad de
la plenitud amorosa, de la que han sido metáfora
numerosos episodios de la mitología clásica. Algo
utópico subyace en el sentimiento amoroso, y tanto
el arte como la literatura occidental ha resuelto
dejar testimonio de ello, desde la Venus y Adonis que
ilustrara Tiziano y recitara Shakespeare, hasta el
castigo de Sísifo subiendo su roca a la montaña
ad eternum, o la musa Castalia, fugitiva perpetua
y el abrazo imposible de la Venus de Milo.
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PERIPLO – En Reconstrucción de la utopía
has explicado la dimensión temporal de
la utopía en dos niveles: el anclaje hacia el
pasado y la proyección hacia el futuro. En
este sentido, ¿cuál es el papel de la juventud
frente a las utopías en este siglo XXI?
Fernando Ainsa - “Es una pregunta realmente
problemática. Lo fundamental es señalar que
las utopías que se proyectan hacia el pasado se
alternan, en general, con las visiones hacia el futuro.
Tradicionalmente, la utopía ha buscado en el pasado
una Edad de Oro perdida, las características de
un mundo feliz donde todo era armónico para
proyectarlo a una sociedad futura. Incluso en algunas
utopías concretas de textos utópicos hay viajes a
lugares lejanos donde se ha preservado esa vida, de
ahí viene el símbolo emblemático de la isla con el
que está asociada la utopía en general. Isla porque
significa posibilidad de aislamiento, y, por lo tanto,
no contaminación con el mundo que circunda.
Creo que en este particular momento inicial
del siglo XXI los jóvenes están muy lejos de la
utopía. El discurso utópico que mi generación vivió
con intensidad en los años sesenta, con el auge de la
Revolución Cubana, con las grandes revoluciones, la
transformación tanto de las costumbres cotidianas,
como incluso de la vida sexual, y toda esa efervescencia
de los años sesenta, que fue el último gran apogeo de
la utopía. Mayo del ’68 en Francia es justamente un
momento donde la juventud tuvo un papel protagónico,
invasor digamos, contra las estructuras establecidas,
sobre todo a nivel universitario, de la educación.
Y provocó grandes cambios esa revolución de las
mentalidades, las conciencias, que había empezado en
el año 1964 en Berkeley, también a nivel estudiantil.
Hoy en día parece pues que cuando hay
movimientos juveniles son por cosas muy concretas,
ENTREVISTA A FERNANDO AÍNSA: El principio esperanza
POR VÍCTOR BERMÚDEZ
Fernando Aínsa es un escritor uruguayo afincado en España que se ha dedicado a la reflexión profunda
de diversas materias entre las que destaca la utopía. Es autor de obras como Del “topos” al “logos”,(2006)
La reconstrucción de la utopía (1998), Los buscadores de la utopía (1977) o Necesidad de la utopía (1990). El
pasado julio, en Salamanca, el escritor concedió a PERIPLO la oportunidad de una entrevista
cercana y vital en la que el autor esboza reflexiones sobre la utopía que navegan entre lo literario, lo
histórico, lo político y lo filosófico. Las respuestas que nos da el autor denotan una madurez intelectual
que lo colocan sin duda entre los pensadores más destacados de nuestro tiempo en habla hispana.
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por Bolonia1, por si van a ser tres años o dos años,
por si se elimina tal cosa o no. Pero, la parte ideal que
conlleva la utopía parece lejana. Pero, tengo la teoría
-que he sostenido en mis trabajos en general- de que
hay momentos en la historia en que aparentemente
la utopía retrocede, pero que después reaparece con
otro ropaje. A través de la historia ha habido muchos
momentos en que la humanidad se ha proyectado
hacia utopías, hacia movimientos revolucionarios,
hacia estallidos -como fue el caso de la Revolución
Francesa- y después hay un momento de repliegue,
pero después nuevamente vuelve a aparecer porque el
hombre, aparte de ser homo sapiens u homo faber es homo
utopicus. Creo que hay esa dimensión porque ninguna
otra especie que no sea la humana tiene esa especie
de necesidad de proyectar algo diferente a lo que es y
llegar a pensar en algo alternativo. Eso es un privilegio
de ser humano, que siempre ha proyectado eso.
Por lo tanto, creo que si en este momento
la juventud parece que no tiene papel, en cualquier
momento -y a lo mejor lo veré en el término de mi
vida, y si no lo verás tú- aparecerá algo y a partir de
ahí un fermento. Hace unos años, en el momento
de la globalización económica, hubo muchos
movimientos antiglobalización, y parecía que ahí, en
ese momento, iba a surgir nuevamente a través de ese
lema: ‘Otro mundo es posible’. Curiosamente, a mí
me ha llamado la atención ahora cuando ha ocurrido
esta gran crisis económica de hace un par de años,
debería de haberse plasmado ese movimiento en
algo concreto, y justamente ha habido un silencio
muy grande de todos los que manifestaban en
Seattle, en Porto Alegre, alrededor de esa idea en el
momento del apogeo del neoliberalismo económico
y de esta especie de derechización económica -que
iniciaron Ronald Reagan, en los Estados Unidos, y
Margaret Thatcher, en Inglaterra-. Curiosamente
ahora cuando debería haber aparecido, no lo hizo, y
tampoco los jóvenes han irrumpido en este momento”.
1 Se refiere a la Declaración de Bolonia, polémico acuerdo educativo que estipula que dentro del Espacio Europeo de Educación Superior la educación en Europa ha de consistir en tres años de grado y dos más de máster antes del acceso al doctorado.
P. – En estos tiempos de incertidumbre cultural
que se ha dado a llamar “posmodernidad”,
¿es realmente posible no tener utopías?
F. A. – “No. Justamente esta es otra paradoja de la
situación actual: cuándo más necesaria sería ahora la
aparición de utopías menos utopías hay. O sea que
en el momento de la gran derrota, sobre todo las del
Socialismo Real, la caída del comunismo y de todas
las utopías que se habían transformado en pesadillas,
en muchos países con regímenes totalitarios…
En esta especie de vacío actual parecería más
necesaria que nunca la utopía, y, sin embargo, no
hay propuestas. Parecía que hemos terminado con
la búsqueda de otro mundo posible que se iba a dar.
La posmodernidad creo que ya está pasando -tal
vez aparecen valores por ahí, hay utopías concretas,
pequeñas utopías- lo que hay es un rechazo al planteo
total, a la utopía total que va a transformar todo. Hay
mucha desconfianza, además, porque muchas de esas
revoluciones han desembocado en pesadillas utópicas”.
P. – En cuanto al espacio fronterizo, ¿cuánto
de real y cuánto de ideal contienen las utopías?
F. A. – “A través de la historia de la humanidad y,
sobre todo, en el siglo XIX, concretamente con
el socialismo utópico -que después condenó Marx
porque considerarlo fantasista- hubo muchos intentos
prácticos de realizar la utopía. Y en América ha
habido algunos cuantos, en México, por ejemplo.
Hubo socialistas utópicos ingleses y franceses que
fueron y buscaron hacer utopías concretas; incluso hay
utopías anarquistas en el Sur de Brasil, en Argentina,
núcleos que se instalan ahí y tratan de hacer una
sociedad autónoma, independiente, ideal. La relación
con la práctica, con la posibilidad concreta de llevar a
cabo la utopía es bastante grande. Hoy en día, frente
a la desconfianza a esas grandes utopías, hay muchos
esfuerzos por las micro-utopías, esas pequeñas utopías
que se pueden concretar en una esfera, prescindiendo
un poco del resto del mundo. Tuve ocasión en los
años setenta de conocer las comunas en los Estados
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Unidos, incluso viví algunos días en alguna de ellas,
pero eran unos esfuerzos que en general terminaban
bastante mal. La realización práctica de la utopía.
Lo que pasa es que la utopía es más un principio
de esperanza, una especie de horizonte que siempre
se va desplazando con la realidad, porque cuando
se trata de construirla en la práctica terminan mal
como terminaron los socialismo reales en el mundo
comunista, como han terminado muchas utopías,
algunas delirantes como las de Paul Pott en Candovia.
P. – La premisa de “buscar vivir mejor” parece
estar en la base del pensamiento utópico;
pero, ¿en qué momento la aspiración utopista
se convierte en negación de la realidad, en
desconexión nociva del presente inmediato?
F. A. – “Hay un libro muy interesante llamado
Revolución y contrarrevolución, de (Harold) Laski, que
es muy interesante porque plantea cómo siempre la
utopía cuando llega el momento de realizarse genera
en su propio seno, contrautopías, o sea nuevas utopías,
necesidad de que no se cristalicen, de que no se
institucionalicen, que no cuajen totalmente, sino que
se mantengan siempre con esa especie de inquietud
por algo diferente, por ese horizonte que se desplaza.
P. – Detrás de la utopía subyace una visión
de progreso. ¿Cuándo o cómo confluye
esta visión con la tentación totalitaria
que esconde cada utopista dogmático?
F. A. – “La utopía tradicionalmente buscaba una
sociedad ideal con elementos del pasado. En el mundo
la idea del progreso aparece en el siglo XVIII con la
Ilustración, y ahí hay esa idea de que el progreso lo va a
solucionar todo; esa idea de que los adelantos científicos,
sobre todo los sociales, van en una buena dirección.
Creo que la idea del progreso ha entrado en crisis desde
principios del siglo XX. Recuerdo de pequeño recibir
una revista de propaganda de la Unión Soviética, que se
distribuía gratuitamente, y siempre aparecían grandes
represas, instalaciones hidroeléctricas, edificios
gigantescos. Eso era la idea de progreso puro y duro.
Hoy día todo eso ha entrado en crisis,
primero por la conciencia que hay de la fragilidad
de los recurso del Planeta, de lo que ahora se llama
desarrollo sostenible, pero la idea del progreso a la
cual estuvo asociada la utopía era un progreso sin
freno: líneas férreas, carreteras, edificios. Era una
idea de progreso económico en la cual se inscribe gran
parte del desarrollo de Estados Unidos, ese espíritu
de la frontera, de ir siempre más lejos. Justamente esa
frontera que se va desplazando hacia el Oeste y en
cada lugar se va edificando. Y todo eso ha entrado
en crisis en el propio Estados Unidos en donde ha
aparecido el problema de la pobreza, que no existía,
aparentemente, porque eran todos pioneros que iban
enriqueciéndose a medida que avanzaban hacia el Oeste.
Y hoy día asistimos a eso, incluso en países que
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 19 •
están empeñados en tener su propio progreso, como
Brasil. La propia bandera de Brasil con el lema de
Auguste Comte: ‘Orden y progreso’. Esa idea de cierto
orden, pero el progreso por sí. Entonces deforestan
la Amazonía, hacen carreteras, etcétera. Hoy en día
todo eso está frenado por una consciencia planetaria
de ciertos límites, y de que además no todo lo que es
progreso es automáticamente sinónimo de felicidad ni
de vida buena como preconizan algunos filósofos. Ahora
ya lo importante es la vida buena, no la del confort sino
la vida buena en el sentido completo de la humanidad”.
P. – Parece que desde Tomás Moro o
incluso desde la República de Platón la
utopía implicaba también un proyecto
político. En esta línea, ¿la reflexión sobre
la unificación política latinoamericana
es estrictamente un proyecto utópico?
F. A. – “Fue una utopía planteada por Bolívar, la
idea de una unidad latinoamericana que no cuajó
ni siquiera en los términos de su vida porque él al
final de su vida, así como había planteado eso como
un proyecto unitario, incluso había lanzado desde
Panamá esa idea de unión del Norte y el Sur a través
de ese lugar emblemático que es Panamá, uniendo
América del Norte con América del Sur, pero al final
de su propia vida, son ya terribles las cartas que manda
Bolívar derrotado en esos ideales, viendo cómo se
fragmenta toda América. Y de vez en cuando ese ideal
de la unidad latinoamericana reaparece; en los años
sesenta justamente –volviendo a ese momento que fue
el último de las utopías realmente a todos los niveles- se
planteó de nuevo el ideal de uniones culturales, desde
Cuba se hablaba de muchos proyectos culturales de
unidad latinoamericana. Y después ha venido a través
de esfuerzos estrictamente económicos de integración;
pero América está lejos de eso y además genera
la desconfianza de pequeños países, ya que cada
proyecto de estos de integración tiende a aplastarlos. El
Mercosur, entre países como Argentina o Brasil, países
como Paraguay o Uruguay están un poco desconfiados
de esa presencia en nombre de una cierta unidad; o
sea que también la unidad genera su resistencia”.
P. – ¿Cuándo ejerce la utopía una función
paralizante, y cuándo una función activadora?
O si se quiere, ¿cuándo abre posibilidades, y
cuándo neutraliza aspiraciones?
F. A. – “Yo creo que neutraliza aspiraciones cuando
teóricamente o en algún momento histórico se instaura
una utopía porque entonces automáticamente se
vuelve reflexiva, con todo lo que pueda ser disidente.
Me que me he dedicado un poco a esta reflexión sobre
la utopía y me he dado cuenta que plantear la idea
de democratizar la utopía y utopizar la democracia
es al mismo tiempo una reflexión sobre lo que es la
democracia en la actualidad, la crisis del concepto
de democracia. Sobre esto hay un trabajo publicado
en (la revista) Cuadernos Americanos. Esa idea de que
la utopía recupere cierto contenido democrático. Es
interesante ver que hay dos líneas claras en las utopías
PERIPLO • MAR AMPLE I GARCÍA
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escritas: hay una tradición libertaria, anarquista,
cuyo libro emblemático es de William Morris; y, por
otro lado, hay una tradición totalitaria de regulación
extrema, de que la gente vaya vestida igual, incluso
regulación de la vida sexual de las parejas, la familia,
etc. Y por esto han surgido varias antiutopías
empezando por la de George Orwell en 1984, y,
por otro lado, está Un mundo feliz de Aldous Huxley
toda una corriente de antiutopías o contrautopías
justamente contra ese aspecto totalitario de la utopía”.
P. – En el mito de Pandora lo único que
al final queda guardado en la vasija es
la esperanza. ¿Puede relacionarse esta
esperanza con la utopía? Ambiguo mal con
el que el hombre vive y evoluciona; y que lo
ancla simultáneamente al pasado y al futuro.
F. A. – “Hay un libro que para mí fue fundamental
en mi trabajo teórico sobre la utopía del filósofo
Ernst Bloch que se llama El principio esperanza. Él
habla de ese principio de esperanza, del anhelo, de la
búsqueda; y lo aplica a todo. Es muy interesante ese
libro porque incluso aplica la utopía a la arquitectura,
los edificios que tratan de encarnar un ideal que
rebasa lo funcional. Aplica la utopía a todo, y ahí
está la esperanza que gobierna al mundo, según
él. Y habla de lo que se llama tensión utópica, esa
tensión permanente entre lo que es y lo que debería
ser, que tenemos nosotros en nuestra propia vida,
porque si no tuviéramos ese mínimo de deseo de algo
diferente a lo que es, seríamos conformistas, aburridos
sin ideales. Incluso la persona aparentemente más
indiferente tiene siempre algo de ideal, alguna
búsqueda, y él llama a eso el principio esperanza.
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 21 •
DistopíaEl día en que dejemos de soñar puede que el alba
despunte de un rojizo escamado
quizá como anunciando que esos sueños
traspapelados u olvidados, dejan
huérfano el mundo de horizontes perdidos.
Nos tornaremos estáticos,
cuanto menos,
vacilantes
sin ese espejismo que hace avanzar los pasos
del viandante en medio del desierto
(o de esos horizontes
sin el soñador que los sueñe:
sedentarios).
Del mito haremos alegoría y de la alegría un mito
de la palabra paz un arcaísmo,
así el amor se antojará ocurrencia, dirán
“cosa de poetas”. El día en que no soñemos más
acaso,
alcanzaremos la meta sin haber dado un solo paso.
Puede que acuda entonces la realidad presurosa, tras atender y entender que le gustamos y con esa crisis de impaciencia,
...nos devore vivos.
Nosotros, que vinimos a este mundo con el carné de soñadores, antes de que el día llegue, por las dudas, ya nos venimos entrenando, y aunque lo vivido sea lo bueno y nada bueno pudo haber sido, nos quedará siempre
el balanceo inquieto, la rabieta convulsa del niño
cada vez que quiere y no puede
y frunce el ceño y se pregunta
quién puñetas se lo impide.
-Carolina Arrieta
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Plumas Libres
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Palabra y horizonte: pinceladas de esperanza y utopía
POR Laura santervás
“Cuando me confiscaron la palabray me quitaron hasta el horizonte”.
-Mario Benedetti
a palabra y el horizonte. Gabriel Celaya
y Blas de Otero apelaron al poder de la
palabra como el instrumento y el arma del
poeta, aquello que le permite avanzar hacia
ese punto que se divisa en la lejanía. Eduardo Galeano,
en unos de sus versos más conocidos, sitúa a la utopía
en el horizonte, como algo que se aleja, que resulta
inalcanzable, pero que incita a recorrer un camino que
puede no tener fin, pero que se debe seguir, animado,
quizá, por la esperanza. Porque sin esperanza, no hay
utopía. Y la palabra es una buena arma para conocer
y cambiar el mundo, para seguir hasta el horizonte.
Francisco Fernández Buey, en su ensayo
Utopías e ilusiones naturales, habla sobre la vigencia de la
utopía y afirma que “ese tiempo (de la utopía) no pasó
para los que aún tienen un mundo que ganar y una
esperanza” (Fernández Buey, 2007: 15). Y el poeta
uruguayo Mario Benedetti ilustra perfectamente
esta tesis. En cada rincón de su poesía aparecen unas
pinceladas de optimismo, que llevan a vislumbrar ese
otro mundo (mejor), al que aspira el autor. A pesar del
contexto político que le toca vivir, de las circunstancias
que determinan el rumbo de su vida, de su exilio, no
son pocos los versos que apelan a la esperanza, y a
esa visión de una utopía positiva. Benedetti recoge
y expone claramente esta idea en su poema Utopías:
Cómo voy a creer / dijo el fulanoque el mundo se quedó sin utopías
cómo voy a creer que la esperanza es un olvidoo que el placer una tristeza
cómo voy a creer / dijo el fulanoque el universo es una ruinaaunque lo seao que la muerte es el silencio aunque lo sea
cómo voy a creer que el horizonte es la fronteraque el mar es nadieque la noche es nada
[…]
cómo voy a creer /mengana australque sos tan sólo lo que miroacaricio o penetro
cómo voy a creer / dijo el fulanoque la utopía ya no existesi vos / mengana dulceosada / eternasi vos / sos mi utopía(Benedetti, 2004: 275)
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gaviaBenedetti, con estos versos, introduce la utopía
en un contexto común, un ámbito privado, a través
de una escritura coloquial: la épica de lo cotidiano.
El autor juega con la contraposición de conceptos
que se mueven en el campo semántico de la utopía:
detrás de la esperanza siempre acecha el olvido,
el placer puede quedar oculto por la tristeza, y el
horizonte puede esconder una barrera, una frontera,
que ponga fin al camino. Pero no, la utopía existe, y
la esperanza, el placer o el horizonte no quedarán
subyugados bajo su acepción negativa. Aquí pueden
verse estas pincelas de optimismo, que no de candidez,
que antes se nombraban. Puede que la utopía que
presenta Benedetti no sea una gran cruzada, no dé
paso a una gran aspiración colectiva, pero sí es un
gran logro individual: el “fulano” protagonista del
poema encuentra su quimera, su otro mundo posible
y mejor, en la “mengana”. Y es a este nivel cotidiano,
alejado de los grandes contextos políticos a los que se
asocia la utopía, al que el autor acerca este concepto.
Y es quizá a través de esta reflexión personal, de esta
visión particular de la utopía, personalizada en un
ser amado por el narrador del poema, cuando logra
acercarse a una colectividad mayor, a lectores que se
sientan identificados con ese episodio, que encuentren
sus palabras en las del autor. Porque el poeta parte de
una visión personal de un hecho que, a través de sus
palabras (que son sus únicos instrumentos, sus armas),
convertirá en universal para llegar a sus destinatarios.
Otro poema de Benedetti que ilustra este hilo
que lleva de la utopía a la esperanza y a la composición
poética podría ser Gallos sueños. En estos versos, vuelve
a moverse en el campo semántico que se deriva de
esta utopía positiva, y que vuelve a caracterizar su
poesía: paciencia, esperanza, alegría, sueños... El
autor explica que “(tenemos) una paciencia a prueba
de balas y promesas […] tenemos una esperanza a
prueba de terremotos y congojas […] (tenemos) una
alegría convicta maniatada y rabiosa” (Benedetti, 2004:
126). A diferencia del anterior poema, aquí Benedetti
hace una reflexión menos concreta (no lo sitúa en
un determinado contexto, con unos determinados
personajes), pero que se mueve en los mismos
parámetros, y quizá de una forma más clara. Sea lo
que sea lo que persiga el autor detrás de estas palabras,
de aquí se deriva la lucha incansable y constante por
un sueño (los gallísimos sueños), por un mundo mejor.
Y paseando por los versos de Benedetti
aparecen Me sirve y no me sirve, Vamos juntos (“con tu puedo
y con mi quiero / vamos juntos compañero”), No te
salves o Piedritas en la ventana, que permitirían continuar
con esta línea trazada que lleva hasta la esperanza, el
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Gaviaoptimismo (que no la candidez, una puntualización
que ya ha aparecido antes), la constancia, que permiten
luchar, con las palabras, por un mundo diferente.
En Benedetti, la cuestión política y el tema del
exilio planean sobre todos estos versos. Y, como ya se
ha señalado anteriormente, es a través de la palabra, su
arma, como intenta combatir y denunciar, o al menos
expresar lo que a él le provocan, estas situaciones que
le tocan vivir. Si volvemos al inicio de este artículo,
Gabriel Celaya y Blas de Otero también tienen muy
presente esta idea: son muy conscientes del poder de la
palabra. En uno de sus versos más conocidos, Celaya
afirma que “la poesía es un arma cargada de futuro”,
es un medio para intentar cambiar la realidad presente,
y caminar hacia un futuro mejor. Si Benedetti sufre el
golpe de estado de 1973 en Uruguay y la dictadura, y se
ve obligado a partir al exilio, estos dos poetas españoles
acaban de sufrir una guerra civil, y sobreviven en una
dura y desesperante posguerra. El poeta se encuentra
extraviado, desarraigado, arrojado del mundo, ha
perdido el referente (Dámaso Alonso reflexiona
extensamente en su poesía sobre Dios, y su ausencia),
y descubre que sólo queda el hombre, por sí mismo.
En los primeros libros de Blas de Otero,
las ideas del desarraigo y el desgarro aparecen
constantemente, aunque ya va perfilando esa idea
de que sus palabras son para el hombre y que su
poesía tendrá una función social y política. Pero
no será hasta Pido la paz y la palabra en que estos
temas tendrán protagonismo. Porque es aquí donde
empieza a tomar conciencia de que sólo a través de
la palabra podrá tener opción de cambiar el mundo,
de luchar contra la dictadura en la que se ve obligado
a vivir, sin perder por un segundo la esperanza y la
fe en ese otro mundo posible, al que él intenta llegar
a través de sus medios: “yo doy todos mis versos por
un hombre en paz” (De Otero, 2005: 112). Porque
aquí, pide la paz en tiempos de guerra y represión,
pide la palabra en tiempos de silencio y censura. En
sus poemas aparecerán constantes referencias al odio,
al miedo, a la dictadura, al exilio, pero él sabe que su
función es la de denunciar esta situación, y hablar en
nombre y para la inmensa mayoría. El poeta, con su
palabra, tiene la misión de despertar las conciencias,
de devolver a los seres humanos la esperanza en
los hombres, como Prometeo les devolvió el fuego:
Cuando digo esperanza digo es cierto.Cuando hablo del alba hablo del día.Cuando pronuncio sombra, velaríalas letras de mi patria, como a un muerto.
[…]
Cuando digo a la inmensa mayoríadigo luego, mañana nos veremos.Hoy me enseñan a andar y ver y oír.
Y ellos ven, oyen la palabra míaandar sobre sus pasos. Llegaremos.Esto es cuanto tengo que decir.(De Otero, 2004: 167)
El poeta descubre, escribe, avanza hacia
un horizonte, en el que le espera un mundo mejor,
que esta opresión y esclavitud en la que ahora vive.
Porque reclama la palabra en tiempo de silencio,
porque no pierde la esperanza, porque: “Vuestro odio
me ayuda a revelarme. / A ver más claro y a pisar
más firme. / Podrán herirme pero no dañarme. /
Podrán matarme pero no morirme. / Mientras
viva la inmensa mayoría.” (De Otero, 2004: 166).
Y de estos versos beberán otros poetas, esos
otros que viven la guerra en su infancia, y que lo
recuerdan como una época incluso feliz, como muestra
Jaime Gil de Biedma en su poema Infancia y confesiones,
o como un tiempo marcado por el cambio y la soledad,
como explica José Agustín Goytisolo, que perdió a su
madre durante la guerra (éste será uno de los temas
principales de su poesía). Y serán ellos quienes, años
después, tendrán el poder de la palabra, publicarán
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GAVIAsus versos, enmarcados algunos de ellos dentro de la
corriente de la poesía social. Y aquí quizá ya no se
hablará tanto de patria, odio y miseria, pero vuelven a
retomar la palabra como su única arma de esperanza
y denuncia (recurren constantemente al juego con
las estructuras de la lengua, a la ironía, con tal de
vencer la censura, y superar este tiempo de silencio).
Así, Goytisolo vuelve a Antonio Machado y
recupera su idea de que la poesía debe cambiar el
mundo, titulando su tercer libro Claridad. Aquí, el
poeta vuelve a recordar episodios de su niñez, de la
guerra, y habla de la muerte, de la ruina, del crimen,
del llanto. A pesar de estos episodios oscuros, apela
al cambio, a la libertad, a la esperanza de un mundo
mejor: “Yo beberé algún día / el rojo vino; el aire / de tu
recuperada / libertad y saldré / por tus calles cantando
/ cantando hasta quedarme / sin voz –porque serás /
de nuevo y para siempre– [...]” (Goytisolo, 1999: 147).
Porque, entroncándose en la tradición de la poesía
social, no podía permitir la desesperanza, el abandono.
Por eso, en su célebre poema Palabras para Julia habla
de una vida que empuja, de un futuro que está en la
propia vida (no sólo la de Julia, su hija, a quien va
destinado el poema, sino que su canto se extiende a la
colectividad, porque como puntualiza el mismo poeta,
él escribe para todos), de una dignidad compartida,
de un camino que hay que seguir, del que no hay que
apearse. En un poema de un libro anterior, La libertad
es más que una palabra, apela a la defensa de ésta, de la
libertad, de la misma manera que Eduardo Galeano
llama a la utopía, como aquello que hace caminar,
aunque se aleje a cada paso en ese tiempo hostil:
[...] la libertad si quieres será tuyaperosólo por un momentoporque cuando la tengasse escapará riendo entre tus manosy tendrás que buscarla y perseguirlapor las calles ciudades praderas y desiertosde todo el vasto mundo
porque se deja amar únicamente por amor por ganasporque ellaes más hermosa que una pluma al viento.(Goytisolo, 1999: 207)
Y en este punto, después de haber tejido todo
este hilo, que lleva de un poeta a otro, que se mueve
en contextos e intenciones diferentes, vuelven a
resonar todos estos versos. El poder de la palabra que
recupera Blas de Otero, como el arma del poeta, que
puede lograr cambiar el mundo, que conduce hacia
un futuro esperanzador, hacia un horizonte en el que
se vislumbra una luz de cambio. Porque la poesía es
un arma cargada de futuro, y la palabra se convierte
en una herramienta imprescindible, para denunciar y
superar la censura, para aspirar a cambiar el “Mundo”
(como gran proyecto universal y compartido) o
el “mundo” (como algo individual, personal).
El poeta recoge este sueño que caracteriza a la
utopía y al ser humano: posee el poder de denunciar
el engaño, la opresión, y tiene en sus manos el
juego con la lengua para lograr la ironía, la sátira, y
conseguir burlar la censura en los tiempos hostiles y
propicios al odio, que nombra Ángel González. Y no
sólo en esos tiempos. Porque todo les hace avanzar,
caminar hacia ese horizonte que vislumbran Galeano
y Benedetti, que llega a afirmar que si se ve privado
de la palabra, no habrá futuro, ni esperanza.
_____Bibliografía:BENEDETTI, Mario. Antología poética. Madrid:
Alianza Editorial, 2004.DE OTERO, Blas. Antología poética. Expresión y reunión.
Madrid: Alianza Editorial, 2005.FERNÁNDEZ BUEY, Francisco. Utopías e ilusiones
naturales. Barcelona: El Viejo Topo, 2007,GOYTISOLO, José Agustín. Poesía. Madrid: Cátedra,
1999.
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 27 •
a música… es lo no articulado, lo
equívoco, lo irresponsable, lo indiferente.
Tal vez quieran objetar que puede ser
clara. Pero la naturaleza también, al
igual que un simple arroyuelo puede ser claro, ¿y de
qué nos sirve eso? No es la claridad verdadera, es una
claridad ilusoria que no nos dice nada y no compromete
a nada, una claridad sin consecuencias y, por tanto,
peligrosa, puesto que nos seduce y nos amansa…”.
Este enunciado que, de entrada, paraliza
un poco la sangre muestra de una forma muy clara
algo que es aterrador a la vez que decepcionante.
Lo dice el doctor Settembrini en La montaña mágica,
la novela por antonomasia de Thomas Mann. Y lo
enuncia a la pregunta de uno de los protagonistas:
“¿No le gusta la música?” La respuesta, ya ven,
es contundente y espeluznante. Pero no hemos
de sorprendernos demasiado aunque hayamos
perdido algo de ilusión, de sentimentalismo
quizás. Thomas Mann, de todas formas, ha sido
demasiado duro. Pero, por un instante, cuestionemos.
¿La música es el verdadero lenguaje universal?
¿No existen, de hecho, varias “músicas”? O,
¿acaso hay sólo una válida, verdadera y, por tanto,
irrefutable? En consecuencia, ¿hemos de aceptar
-al menos, parcialmente- como dice el personaje de
esta novela que “la música por sí sola es peligrosa”?
A continuación, y en contestación a lo
defendido por el Doctor, el protagonista plantea: “…
la música estructura el tiempo y llena ese tiempo en
concreto, confiriéndole un sentido propio frente al
resto de horas, días y semanas que pasan con una
monotonía escalofriante. Mire, cada una de esas
piezas musicales sin pretensiones durará unos siete
minutos, ¿no es verdad? Pues bien, esos minutos
tienen entidad propia, tienen un principio y un final,
se destacan, en cierto modo, quedan a salvo de la
rutina de lo que arrastra todo sin darnos cuenta”.
Bien. Por lo menos ya hemos salvado
(parcialmente) a nuestra diosa, la Música, de las
ferocidades dialécticas de la razón. ¡No es poco!
Ahora sólo es necesario plantearse si ese tiempo
“estructurado” (siempre en un espacio muy concreto:
un concierto de la Banda de Música de una hora en la
plaza del pueblo, un baile-ritual de la tribu Yanomami
que dura tres horas, un llanto jazzístico de Paquito
D’Rivera de algunos minutos traviesos…) del que
habla Mann es el mismo para todos. Si, en definitiva,
la música no es tan universal como parece. Si fuera,
quizás, algún tipo de ilusión, una mera convención.
Ahora ya pueden seguir, Musas, con su tarea.
Pueden no rendirle vasallaje a la absurda condición
de la razón. Muévanse, como siempre, como lo hayan
hecho. Los dioses, por su parte, que bailen. Como
siempre han hecho después de jugar una partida a
los dados. Habiendo conferido la máxima realidad
posible a un mundo que se convierte, muy a su
pesar, por la caprichosa voluntad de sus habitantes.
____Bibliografía:
MANN, Thomas. La montaña mágica. Barcelona:
Pocket Edhasa, 2010.
MUSICANTROPÍAS
LA DECEPCIÓN DE LAS MUSAS
Por Luis Baeza Andreu
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MUSICANTROPÍAS
CERRADA, LEGISLABLE Y ETNOCÉNTRICA:
LAS UTOPÍAS DE LA MÚSICAPor Xavier Mas I Sempere
Significado y significante. Ahí terminaba
la lingüística de Ferdinand de Saussure. E
puor si muove... Con la música, y por aquel
entonces, pasaba algo así. Sin embargo, la
cosa funcionaba de manera un tanto más compleja
–gracias a que se trata de un fenómeno temporal,
inmaterial y, para algunos, místico-. La utopía
de muchos, de tantos músicos y musicólogos, es
considerarla como un elemento cerrado que está sujeto
a leyes universales y que alcanza sus mayores cotas
de perfección cuanto más cercana a las normas de la
armonía clásica y cuanto más se inscribe en el seno
de sociedades avanzadas –léase, Occidente-. ¡Mentira!
¡Cúanta vanidad habita en nuestros ombligocéntricos
y paternalistas corazones! Afortunadamente, ahí
está la división de Guido Adler y las aportaciones
de notables personajes que pensaron la música
para recordarnos que la música no funciona así.
El recurrente (u)tópico que advierte que “la
música es el lenguaje universal” es tan presuntuoso
como inexacto. Si bien no podemos negar la
capacidad comunicativa de la música –igual que la
tiene (¡por supuestísimo!) la moda o la gastronomía–
hay que tener presente que, como lenguaje artificial,
no cuenta con un metalenguaje. Por lo tanto, igual
dará que se trate de un joven aprendiendo solfeo
como de un director exponiéndoles a sus músicos su
idea de una obra, necesitará de un lenguaje natural:
llámenle catalán, castellano, alemán o malayálam.
Muy literario resulta, también, pensar la
música como cuerpo etéreo, elemento autosuficiente e
independiente a todos y a todo y que alcanza a todos
y en todo momento. Et in saecula saeculorum... Pero, en
este caso, los sociólogos nos bajan de las esferas y ya,
de patitas en la Tierra, nos recuerdan que todo –y
cuando digo todo me estoy refiriendo al Todo– ocurre
dentro de sociedades y elaborado por y para los
sujetos que las integran. La música, pareja a la lengua
o a la manifestación corporal de los sentimientos, se
ve influenciada por su contexto y por la cosmovisión
de la cultura en la que se incluye.
Así, ¿podríamos entender
el nacimiento de la música
electrónica en sociedades sin
electricidad? O, pongamos el
caso, ¿melodías sacras en grupos
que no aceptasen la existencia
de un entrañable viejecito como
hacedor del mundo y miembro de
un trío ave-humano gobernante?
Como vemos, música y
sociedad son inseparables. Y,
cuando se trata de humanos,
resulta imposible llegar a una
sola norma –ley– que rija cada
momento y cada consideración.
La música cumple funciones
diferentes en cada momento histórico. Y para
comprobarlo no hay más que hacer un repaso por la
historia de la música. Para Augustinus la música es
“ciencia bien modulada”. Para Rosseau, “el arte de
combinar los sonidos de una forma agradable para el
oído”. Para Wagner, se trataba de “una mujer”. Y así
podríamos seguir páginas y páginas. La conclusión
primera debiera ser que cada sociedad y en cada
momento otorga una función a sus elementos. La
música, como todas las artes, cumple un papel
atendiendo a unos criterios que se alteran y evolucionan.
L
PERIPLO • SARAY GONZÁLEZ
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 29 •
Guido Adler presentaba, en 1885, el gran
esquema divisor de los trabajos musicológicos. Por un
lado, la Musicología Histórica había de apreciar los
cambios en el tiempo y tenía que limitarse a apuntar los
hechos significativos que se descubriesen. En su seno
tenían cabida la Historia de la Música, la Paleografía
Musical, la Historia de la Teoría Musical y la Historia
de los Instrumentos. Por otro lado, la Musicología
Sistemática se encargaba de establecer unas leyes
sonoras que serían vigentes en todo momento. En este
apartado, se agrupaban las Leyes Armónicas, Rítmicas
y Mélicas, la Estética, la Pedagogía, la Didáctica y la
Musicología Comparada. Sin duda, este trabajo tuvo
una gran importancia en su momento y fue crucial
para el establecimiento de la
Musicología como actividad
científica. Pero, imbuida por la
mentalidad de su época, incurría
en una serie de errores que más
tarde se han ido corrigiendo.
Intentar dotar a la música
de unas leyes estéticas objetivas y
universales es imposible. El propio
Adler, para poder construir su
edificio epistemológico, tuvo que
prescindir de la música folklórica
y considerar a las manifestaciones
exóticas como músicas de segunda
y por desarrollar. Este esquema de
estudio sólo servía, por tanto, para
un momento de la historia –para
aquel momento de la historia. El siglo XX trajo
consigo revisiones del sistema y, por ejemplo, aquella
Musicología Comparada evolucionó, primero, hacia la
Etnomusicología y, finalmente - tal y como promueven
autores contemporáneos- hacia la Sociomusicología.
Una evolución que sólo ha sido posible cambiando
nuestra mentalidad y viendo que nosotros somos
igual de exóticos que el resto y que merecemos ser
tratados con el mismo escepticismo y rigor científico.
Por cierto, la Lingüística dio los
mismos pasos y cada vez son más frecuentes
los estudios de Sociolingüística y de otras
ramas que no dudan de la influencia de la
sociedad en los usos y funciones de la lengua.
¿Cuál es, con todo, el camino a seguir? Hay
que abandonar, por fin, esos arcaicos –equivocados–
modelos que consideraban la música como un ente
cerrado, legislable y aséptico. Hay que apostar
por la multidisciplinariedad. Entablar relaciones
con otras ramas del saber. Y llegar a esa utopía
enciclopédica de la persona ilustrada que trata a todas
las sociedades por igual: por el paradigma científico. _____
Bibliografía:RODRÍGUEZ SUSO, Carmen. Prontuario de musicología:
música, sonido, sociedad. Barcelona: Clivis, 2003. SCHMITT, Thomas. “¿Qué es música?”. Módulo 1 de la
asignatura Lectura de textos. Historia y Ciencias de la Música: Universidad de La Rioja, curso 2009-2010.
PER
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PERIPLO • SARAY GONZÁLEZ
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 31 •
PERIPLO • NICOLÁS VANDEVEN
32 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
QUIMERA AMERICANA
POR CARLOS MARTÍNEZ-RIVERA
l otro lado del Océano Atlántico las
naciones latinoamericanas celebraron o
celebrarán el bicentenario de la conquista
de su añorada independencia. Ya algunos
han pasado 200 años desde que se liberaron de la
antigua despótica Madre Patria, pero aún les queda
un proyecto inconcluso: la Unión Latinoamericana.
Esta idea, que busca crear una sola nación, se
ha traspasado de una mente a otra por más de
dos siglos y se conserva como una eterna utopía.
Simón Bolívar fue uno de sus grandes impulsores
junto a otros como el venezolano Francisco de Miranda,
el puertorriqueño Eugenio María de Hostos, el cubano
José Martí, el mexicano José Vasconcelos y el uruguayo
José Enrique Rodó. Todos pregonaban en su época
una integración política, cultural y/o económica.
Ya bien sea esta unidad Americana,
Latinoamericana, Iberoamericana o Panamericana,
sigue un mismo propósito que en ciertos periodos de
la historia ha tenido mayor apogeo. En específico,
tuvo su boom inicial durante la época de las Guerras de
Independencia Hispanoamericanas. En aquel tiempo
Bolívar escribió su célebre Carta de Jamaica del 1815
en la cual, influenciado por la Ilustración, introdujo
la idea de acoplar varias naciones para crear lo que se
llamaría la Gran Colombia1. En dicha epístola dijo: “…
1 Sería lo que hoy día comprende Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá. Además, parte de Costa Rica, Perú, Brasil, Guyana y Nicaragua.
Yo deseo más que otro alguno ver formar en América la
más grande nación del mundo, menos por su extensión
y riquezas que por su libertad y gloria” (Bolívar, 1815).
Al final, logró a medias su sueño cumpliendo
así el primer paso para hacer realidad la idea del
general Miranda de tener una unificación total entre
los países libres de la región. Desgraciadamente, el
proyecto político, creado en 1819, se esfumó en 1831.
Durante la misma época de la Gran Colombia
surgió en América Central un proyecto similar que se
llamó la República Federal de Centroamérica (1824)
con Guatemala, Nicaragua, El Salvador, Honduras y
Costa Rica como miembros. No obstante, fracasó en
1839. Ya luego en esta zona se harían otros intentos
de integración siendo el último creado en 1993 con el
nombre de Sistema de la Integración Centroamericana
(SICA)2. El propósito de esta organización, que sigue
vigente, es mantener la paz en la región, fomentar
el desarrollo económico y fortalecer la democracia.
Al igual que el SICA, la mayoría de los
demás intentos de integración tendrán entre sus
principales cláusulas la democracia, régimen político
que históricamente ha sido difícil de consolidar en
América Latina. De hecho, los expertos en el tema
de la integración sostienen que la democracia es
clave para que ésta se dé y se fortalezca. Según el 2 SICA está compuesto por Costa Rica, El Sal-vador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá y Belice. Igualmente, la República Dominicana partici-pa como Estado Asociado.
“La unión de nuestros pueblos es un sueño irrealizable por ahora”.
-Eugenio María de Hostos
A
ÁGORA
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 33 •
politólogo francés Olivier Dabène, la democracia
puede ser consolidada gracias a la integración,
pero al mismo tiempo funciona mejor en regímenes
democráticos. Es por esto que en varios casos de
integración se incluye la democracia como pieza
clave en sus estatutos. Así lo reafirma la Comunidad
Andina –compuesta por Bolivia, Colombia, Ecuador
y Perú- en su Manifiesto de Cartagena de Indias del 1989:
“El sistema democrático constituye
la norma inquebrantable, la forma
de vida y el instrumento idóneo para
preservar la paz, alcanzar el desarrollo
y la justicia social, garantizar el pleno
respeto a los derechos humanos e
impulsar la cooperación e integración
de nuestros pueblos. Este proceso de
integración no ha logrado aprovechar
plenamente los elementos unificadores
potenciales que existen entre nuestros
pueblos, pues ha prevalecido una
visión eminentemente comercial
del proceso de integración…”.
En el caso andino no se cumplió con
plenitud esta exigencia debido a la existencia en el
Perú del régimen de Alberto Fujimori (1990-2000).
A un nivel macro, el requisito de democracia
es fundamental en la Organización de los Estados
Americanos (OEA) a tal punto que “un miembro de
la Organización cuyo gobierno democráticamente
constituido sea derrocado por la fuerza podrá
ser suspendido del ejercicio del derecho de
participación…” (Carta de la OEA, Artículo 9). Este
fue el caso de Honduras que terminó expulsado
cuando en 2009 destituyeron mediante un “golpe
de Estado” al ex presidente José Manuel Zelaya.
Aunque es ideal mantener la democracia,
esta exigencia ha tambaleado en la actual década
con los derrocamientos de Jorge Jamil Mahuad
(Ecuador, 2000), Fernando de la Rúa (Argentina,
2001), Gonzalo Sánchez de Lozada (Bolivia, 2003),
Jean-Bertrand Aristide (Haití, 2004), Lucio Gutiérrez
(Ecuador, 2005) y Zelaya (Honduras, 2009). Estos
sucesos demuestran lo frágil que aún puede estar este
régimen político en ciertos países latinoamericanos.
Debido a esto, ¿cómo se podría mantener un
verdadero proceso de integración cuando continúa
en el ambiente la posibilidad de inestabilidad política?
Es pertinente recordar las palabras del
escritor mexicano Jorge Volpi: “la democracia
no es aquí una simiente que ha florecido poco a
poco, un modo de vida o una costumbre, […] sino
un dios esquivo y voluble, un salvador a quien
siempre se puede volver a crucificar” (2009: 91).
Desarrollo de una utopía
Aunque hoy día existen intentos de integración
vigentes como el SICA y el polémico Mercado Común
del Sur (Mercosur), éstos no hubieran existido sin
sus precedentes, y, en especial, sin el desarrollo del
pensamiento de una Unión Latinoamericana. Debido
a esto, es prudente detenerse en uno de los precursores
de este imaginario como el pedagogo puertorriqueño
Eugenio María de Hostos, quien en su vasta obra
aportó al desarrollo de este proyecto político.
Curiosamente, el ensayista uruguayo
Fernando Ainsa cataloga la visión latinoamericana
de Hostos como altamente utópica: “si ninguna
de las obras de Hostos puede considerarse como
ÁGORA
PERIPLO • PABLO LÓPEZ
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perteneciente al género utópico y aunque la
palabra utopía no se menciona en ningún texto,
la intención utópica es evidente” (1999: 205).
Hostos, quien era conocido como el
“Ciudadano de América”, realizó un largo periplo
por casi todos los países de América Latina en los
cuales forjó su pensamiento y aportó a la causa de una
gran unión continental que aspiraba que se llamara
Colombia3 (como la Gran Colombia de Bolívar).
Igualmente, entre sus propuestas utópicas
figuraba la creación de
la Confederación de las
Antillas, que se formaría
luego que las islas
caribeñas obtuviesen su
independencia. Pese a que
su patria se le escapó de las
manos al ser conquistada
por los Estados
Unidos de América en
1898, mantuvo intacta su esperanza en el plan:
“…el lógico propósito de nuestra
vida es, como debe ser, constituir
una confederación de pueblos
insulares que ayuden a los pueblos
continentales de nuestro hemisferio
occidental a completar, extender y
sanear la civilización; a completarla,
dando a la rama latina de América
la fuerza jurídica que tiene la rama
anglosajona; a extenderla, llevándola
a oriente, a sanearla, infundiéndole
el aliento infantil de pueblos
nuevos” (Hostos, 1899: 229-230).
Hostos, cuyos huesos yacen desde 1903 en la
3 En su ensayo Ayacucho (Lima, 1870) menciona que: “entonces el Continente se llamará Colombia, en vez de no saber cómo llamarse; en vez de ser la patria de peruanos, chilenos, argentinos, mejicanos; cada república, independiente en sí misma, concurri-rá con todas las demás al gobierno internacional de todas, y el poder exterior que no ha logrado crear la fuerza individual de cada una de las naciones consti-tuidas, lo impondrá eficazmente la fuerza colectiva” (Hostos, 1939: 284).
República Dominicana en espera de ser trasladados a
Puerto Rico cuando se despoje de su ropaje colonial,
claramente aportó al imaginario fomentado por
Bolívar porque creía que los habitantes de las colonias
españolas “eran los mismo huesos de la misma
carne, las mismas partes del mismo todo, las mismas
potencias del mismo espíritu” (Hostos, 1982: 328).
Se podría pensar que la época de Hostos
era el tiempo ideal para llevar a cabo la Unión
Latinoamericana porque las naciones eran jóvenes
y torpes en busca de una
identidad. Sin embargo,
actualmente las patrias
latinoamericanas han
dejado su torpeza atrás
afianzando su identidad
cultural y política, quizás
dificultando su integración
por miedo a perder su
soberanía. Esta excusa es
un poco débil porque basta ver a la Unión Europea
donde 27 países muy diferentes viven integrados.
Elementos que nos unen
Si bien los sueños de Hostos y Bolívar no
se cumplieron, sí hay esparcidos varios elementos
comunes que unen a la región. Componentes
que permiten a algunos mantener la esperanza
de que algún día se pueda disolver la utopía de
ambos. El más claro de éstos es el idioma español
(aunque entre los países hay variaciones en el
lenguaje coloquial que en ocasiones dificulta la
comprensión y lo convierten en “otro” español).
Al vernáculo se añade también el contexto
histórico de las antiguas colonias españolas, la
pobreza, la desigualdad, la geografía, la intervención
de los Estados Unidos de América en la política
local y los golpes de Estado. Además, figuran el
neoliberalismo y los acuerdos económicos que
se han podido llevar a cabo con relativo éxito.
Quizás el ingrediente clave que faltó por
mucho tiempo y que todavía no ha tomado en la
mezcla su total consistencia es la democracia. Gracias
ÁGORA
Quizás el ingrediente
clave que faltó por mucho
tiempo y que todavía no ha
tomado en la mezcla su total
consistencia es la democracia.
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a su aparición en la mayoría de los países de América
Latina en la década de 1980 se dejó atrás un periodo
de constantes regímenes autoritarios, totalitarios e
inclusos sultanísticos (República Dominicana, Cuba
y Nicaragua). Por eso, ¿será cierto que con una
democracia sólida se logre una integración completa
y estable en América Latina? Sólo cabe esperar. Por
ahora, compartir estos elementos no ha sido suficiente.
Destrozos
Me confieso escéptico. No creo que sea posible
una Unión Latinoamericana como fue soñada por
Bolívar y Hostos. Pero, sí creo que es más viable la
creación de tres uniones: Unión Centroamericana,
Unión Antillana y Unión Suramericana. ¿Por qué
fragmentar la Unión Latinoamericana y contradecirla?
Primero, por razones de terreno (América Latina
cubre un área demasiado extensa). Segundo, porque
los países Centroamericanos hoy día comparten más
ideas y principios entre sí que lo que harían con los países
del Cono Sur. Igual, ocurre con las esparcidas islas
caribeñas donde aún mantienen sus garras los Estados
Unidos de América, Holanda, Inglaterra y Francia.
Ya la época colonial y de la independencia pasó, por
lo que cada país ha evolucionado de forma distinta, a
veces encerrado en sí mismo y su feroz nacionalismo.
Es por esto, que se ha perdido la esencia del proyecto
utópico de Bolívar, que deambula sin capitán.
Mientras cada uno esté jalando hacia su lado,
no habrá un avance significativo. Mientras no estén
dispuestos los países a ceder algo de su soberanía, no
habrá integración económica. Mientras no se solucione
el problema de la desigualdad y la pobreza en América
Latina, no se podrá destruir el sueño bolivariano para
convertirlo en realidad. Es pues en estos días la idea de
la Unión Latinoamericana una quimera americana,
un monstruo que expulsa fuego por su boca mientras
retuerce su cola de anaconda y cabeza de jaguar.
Es decir, sólo posible en nuestra imaginación.
_____Bibliografía:
AÍNSA, Fernando. La reconstrucción de la utopía. Buenos Aires: Ediciones Sol, 1999.BOLÍVAR, Simón. Carta de Jamaica. Última
actualización el 10 de diciembre de 2000. Recuperado el 20 de septiembre de 2010 de: http://www.patriagrande.net/venezuela/simon.bolivar/index.html.
COMUNIDAD ANDINA. Manifiesto de Cartagena de Indias. Colombia, 1989.
DE HOSTOS, Eugenio María. Obras Completas de Hostos Vol. IV: Cartas. Habana: Cultural, 1939.
-----. Obras Completas de Hostos Vol. XIV: Hombres e ideas. Habana: Cultural, 1939.
-----. Obras Completas de Hostos Vol. X: La cuna de América. Habana: Cultural, 1939.
OEA. Carta de la Organización de los Estados Americanos. Bogotá, 1993.
VOLPI, Jorge. El insomnio de Bolívar: cuatro consideraciones intempestivas sobre América Latina en el siglo XXI. Barcelona: Debate, 2009.
ÁGORA
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Utopía
Fue destello de Apolo que no encuentra hechiceray la fe más rotunda del que espera el teléfono.Fue el reflejo en el charco que cambió tu miraday el dolor de Pandora portadora de males.Es el tipo de anoche que te dio su correoy te dijo que hoy cambiaría de cabello.Pero siempre tú fuiste una Dafne sin sueñosque arrojó a la tortura el insaciable deseo.Fuiste Venus de Milo con crueldad infinitay dejaste a ese tonto congelado en el frío. O la musa Castalia que dejó sedientosa los malos poetas que buscaron sus besos.Y él aprende a ser Sísifo entre calles y noches,entre locas vehemencias conjugadas en ceros.
-Dante’s puppetP
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PLUMAS LIBRES
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Gavia
PERIPLO • SANDRA SÁNCHEZ
PERIPLO LETRAS QUE NAVEGAN
blog.revistaperiplo.com
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 39 •
Gavia
bviamente, la novela total ya era de por
sí, en origen y en esencia, un concepto
ideal, pues pretendía abarcar una visión
panorámica y general de cuanto rodea,
preocupa y afecta al ser humano por toda la eternidad,
pese a que siempre se sospechó que todo se acababa. Pero
para nuestra generación, que ha tenido oportunidad
de comprobarlo ahora que por fin ha terminado Lost
y se ha muerto de una vez Francisco Ayala (cuyo
centenario duró un lustro o, al menos, así pareció), ha
quedado claro que igual no todo tiene un principio,
pero sí parece tener un desenlace más o menos cerrado.
Sin embargo, no estoy tan seguro de que Mantra
de Rodrigo Fresán finalice. Al menos cada vez que
intento leer algo nuevo de su autor y me desconcierta,
consigo volver a ella (como se vuelve a Blonde on Blonde
para no asesinar a Dylan o a Abbey Road para no
desenterrar y volver a matar a Lennon) sin tener la
sensación de pesadilla acrónica que te sucede en las
cenas de antiguos alumnos o al volver a tirarte a tu ex.
Entremos en materia: para Mario Vargas
Llosa, Cien años de soledad es esa “totalidad que
absorbe retrospectivamente los estadios anteriores de
la realidad ficticia, y, añadiéndoles nuevos materiales,
edifica una nueva realidad con un principio y un fin
en el espacio y en el tiempo” (Vargas Llosa, 2007:
25). Y, abusando del bueno de Mario como un vulgar
Fujimori, aprovecho para afirmar que Mantra, de
Rodrigo Fresán, en cambio, sería esa totalidad que
absorbe eternamente estadios anteriores y futuros de
la realidad y la ficción instaurando una nueva realidad
sin principio ni fin precisables en el tiempo. Esa es la
quimera desde que el mundo es mundo y el hombre es
un animal posmoderno: una película sin fin, un libro
que no termine, un estribillo que no canse, un sampler
que no te deje parar los pies y una droga sintética que
no te deje reposar la mandíbula. ¿Existe mayor utopía?
Resumiendo: Mantra es una novela sobre México,
sobre cómo se hace una novela, sobre cómo no se hace
una novela, sobre el paso del tiempo y sobre cómo se
hace y no se hace una novela sobre todos estos asuntos.
No obstante, para el presente artículo, nos
centraremos exclusivamente en su primera parte,
que se construye sobre los recuerdos caóticos de un
hombre argentino que tardamos en identificar y que
giran en torno al epicentro obsesivo en que Martín
Mantra, un niño mexicano, aparece por primera
vez en su colegio y en su vida: “Martín Mantra me
tendió su mano. Y en su mano había un revólver”
(Fresán, 2001: 37). Pronto averiguamos que este
hombre, como le indica su médico, el Doctor Marcos
Matus, “no puede dejar de hacer memoria. Hacer
memoria, literalmente, como si la fuera construyendo
a partir de casi nada” (Rodrigo Fresán, 2001: 107-
108), a causa de un extraño tumor cerebral que le
convierte en un sentenciado a muerte que deja un
testamento sin últimas voluntades, una carta de
despedida que no se dirige más que a sí mismo y que
acaba sin decir adiós. Y esa es la novela que leemos.
En el libro, la necesidad de un héroe es
piedra fundamental, lo que nos remite al tema
menos explícito de la necesidad de una infancia
y, consecuentemente, al de la necesidad de un
agarradero, llámese ideal, felicidad o cultura. Por
MANTRA DE RODRIGO FRESÁN,O LA INGENUIDAD LECTORA COMO UTOPÍA POSMODERNA
Por Víctor Dacosta
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eso, ante la inexorable desaparición de Argentina (a
la que sentencia como “mi hoy inexistente país de
origen”) como agarradero nacional, el protagonista
adopta la patria idealizada de México como esqueje
que salve del más absoluto desarraigo. Porque aunque
los héroes necesitan nuestra admiración para poder
existir (y quizá por eso ya no hay héroes) no olvidemos
que también necesitamos héroes para seguir creyendo.
En la primera parte esta búsqueda desesperada
de mitos se representa en la figura de Gervasio
Vicario Cabrera, un pobre soldado mexicano que
pagó con su vida el precio del valor y el despiste.
Pero, también, es un héroe, por supuesto, el enfant
terrible Martín Mantra, siempre acompañado por un
guardaespaldas ex luchador enmascarado, y con una
familia numerosa, grandilocuente y fantástica formada
por galanes, intelectuales y patriarcas apátridas.
Sin embargo, esta revista ya trató
suficientemente de héroes y antihéroes. Limitémonos
por tanto al desfasado sentimiento (valga la
redundancia) de identificación, de comunión, de estar
dispuestos a sacrificarnos por una causa a la que nos
conduce un líder espiritual o literario. Ya, ya sé que
no les suena. Hoy día volver a creer en algo, sea lo
que sea, es, más que utópico, impensable: según
dicen, somos los hijos de los hijos de la ira y en los
tablones de Facebook no se pintan puños cerrados.
Pero, supongamos por un momento que surgiera
un líder capaz de embaucarnos para una causa
cualquiera. Intenten imaginar un líder que saliera tan
guapete (y a la vez tan macho) en las fotos como el
Che Guevara, o que escribiera tan bien como Bolaño
o tan entretenido como Fernández Porta. Si hacen
el esfuerzo notarán que, por digna que sea la causa
(si es que aún quedan causas dignas) o pingües los
beneficios (si es que Hacienda aún está en la inopia),
nadie se puede involucrar en una hazaña eterna con la
confianza de que podrá aguantar a su compañero sin,
antes o después, verse forzado a abrirle la cabeza. Y es
que el futuro aja todas las esperanzas, destruye todas
las ilusiones, engorda todos los amores. Es evidente. Y
culminar un éxito no es sino otra forma de fracasar.
Todos lo sabemos ya a estas alturas. Así que no hay
nada por lo que valga la pena no ya luchar, ni siquiera
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cerrar la sesión de Windows. No somos tontos. Ya no.
Al menos no tanto como antes. O como los de antes.
Por tanto, apenas podríamos fingir dejarnos
seducir por personajes muy específicos: quizás aquellos
que Rafael Sánchez Ferlosio denominó “personajes
de manifestación” y que, en la definición de Gonzalo
Hidalgo Bayal en su estudio sobre las claves de su
obra, serían “aquellos que son lo que son y como son
invariablemente a lo largo de tiempo, que viven en
un presente continuo, para los que el presente tiene
valor en sí mismo”
(Hidalgo Bayal.
2007: 131). Es decir,
a quienes podemos
acompañar siempre
(abandonándoles y
volviendo a emprender
el camino a su lado,
no son rencorosos)
porque jamás se les
ocurrirá traicionarnos
arrastrándonos al
futuro, obligarnos a
madurar o aceptar
nuestro destino. Que
ni siquiera nos harán
culminar una misión
porque la misión es,
más que eterna, tan
circular y ridícula
como los míticos
recuerdos patéticos
de infancia. Dicho de otro modo, aquellos que
sepan detener el reloj en un “tiempo consuntivo”,
“distenso”, en el que “cada instante está en sí
mismo –no en función de otros-” (Sánchez Ferlosio,
2005: 32) y que, en resumen, nos devuelvan a una
ingenuidad lectora ya hace tiempo “superada”:“Cuando empezamos a leer, nuestra relación con los libros pasa por la identificación con el personaje. Así, los lectores primitivos necesitan entrar ahí (no es casual que los libros
tengan el mismo mecanismo y aspecto formal que los de una puerta) para unirse a la aventura. Con el correr de los años, el lector deja de identificarse con los héroes de la ficción para identificarse con la realidad del escritor. El cómo se cuenta una historia acaba imponiéndose por encima de la historia misma”. (Fresán. 2001: 31).
No hace
falta insistir en
ello: somos tan
p o s m o d e r n o s
y hemos
e v o l u c i o n a d o
tanto como
lectores que
ya no leemos
novelas sobre
escritores que
escriben novelas
sino, si acaso,
libros agenéricos
sobre escritores
incapaces de
escribir una
novela que trata
de un escritor
que tampoco
logra escribir,
p o s i b l e m e n t e
también un libro agenérico. Sin embargo, lo que Mantra
nos ofrece, y he aquí su peculiaridad, es, también desde
un modelo puramente posmoderno y metaliterario,
volver a unir nuestra suerte a la de un personaje,
curiosamente un personaje de manifestación, sin
destino posible (“Esto es lo que yo pienso, amigo mío,
compañero de viaje: la trama puede ser el héroe y el
héroe puede ser el estilo”, [Fresán, 2001: 92]) y, sobre
todo, a una manera de pensar y sentir basada en la
intensidad de los momentos, que nos permita revivir
(no recordar: revivir) las oportunidades perdidas,
PERIPLO • MAGDALENA PARDO
Gavia
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retroceder en el tiempo y empuñar al fin el revólver
que una vez nos tendió Martín Mantra. En definitiva,
conseguir un presente continuo, consuntivo, ideal, ajeno,
cultural pero también freak, musical, televisivo, excesivo
y, sobre todo, eterno, en el que el narrador no puede
asegurar que seremos más felices “pero sí más sabios,
porque ya nos necesitaremos recordar. El olvido será
olvidado, y ya no sabremos lo que es la memoria ni sus
deformaciones que todo lo complican” (Fresán, 2001: 67).
No es mucho, ya lo sé. Porque la hazaña no
tiene un fin, carece de sentido o mérito (consiste
sencillamente en leerse un puto libro) y la utopía que se
nos ofrece no es construir un mundo mejor o recuperar
un paraíso perdido, sino, simplemente hacernos saber
que, si queremos, podremos salvar los recuerdos de
un momento necia y patéticamente feliz y, sobre todo,
recuperar ese candor que hace parecer viable, incluso
en estos tiempos y con todas las reservas que se quiera,
“la posibilidad de ser uno con el héroe, de combatir y
vencer a su lado” (Fresán, 2001: 67). A estas alturas,
esto es lo que yo llamaría, al menos, un buen trato.
____
Bibliografía:FRESÁN, Rodrigo. Mantra. Barcelona: Mondadori.
2001.HIDALGO BAYAL, Gonzalo. El desierto de Takla
Makán (lecturas de Ferlosio). Mérida: Editora Regional de Extremadura, 2007.
VARGAS LLOSA, Mario. “Cien años de soledad. Realidad total, novela total”. Cien años de soledad, México, D.F.: Editorial Diana, 2007:
SÁNCHEZ FERLOSIO, Rafael. “Carácter y destino”. Claves de la Razón Práctica, Núm. 153, junio, 2005:
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MANO A MANO
ENTREVISTA A FRANCISCO FERNÁNDEZ BUEY: La utopía ha perdido su inocencia
Por Ricard Olivé Roca
PERIPLO – La palabra utopía tiene
diversos significados según el sentido que
se le da. ¿Qué significa para usted “utopía”?
Francisco Fernández Buey – “Para mí ‘utopía’ es
la expresión literaria de las ilusiones naturales de los
seres humanos, la expresión de sus ideales, la forma
moderna de manifestar la aspiración a un mundo
mejor: más libre, más armónico, más igualitario.
Este fue ya el sentido, positivo, que la utopía
tuvo en el momento de su nacimiento, en el mundo
europeo moderno, con Thomas More, en el siglo XVI.
La utopía nació discutiendo con la teoría política
moderna que tenía aspiraciones científicas; y
previsiblemente, mientras la teoría política siga
queriendo ser ciencia, la utopía persistirá, estará ahí
para recordar a la política su vínculo con la ética”.
P. – ¿Cómo se ha pervertido el significado de
la palabra?
F. F. B. – “Como todas las grandes palabras del
lenguaje ético-político, también la palabra ‘utopía’ se
ha ido pervirtiendo por el uso y por el abuso a lo largo
del tiempo. A partir de un determinado momento
histórico, sobre todo después de las revoluciones
europeas de 1848, ‘utopía’ pasó a tener un significado
negativo, peyorativo: utópico se convirtió en
equivalente de ‘iluso’ o soñador de imposibles. Pero
el lenguaje corriente todavía distingue entre ‘tener
ilusiones’ y ‘hacerse ilusiones’, entre tener ilusiones y
ser un iluso. Por algo será”.
P. – ¿Cómo la capacidad de poner nombre a
las cosas es esencial para conocer y cambiar
el mundo?
F. F. B. – “La batalla por el significado preciso de
las palabras es, en mi opinión, parte de la batalla
que hay que dar, desde abajo, para cambiar el
mundo. Cuando te cambian el significado de
tus palabras y los que mandan te imponen otra
Catedrático de ética y filosofía política en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona,
Francisco Fernández Buey coordina también una cátedra UNESCO sobre estudios interculturales.
Filósofo comunista, le expulsaron de la Universidad de Barcelona por su resistencia antifranquista.
Estudia, además, los movimientos sociales y universitarios, la historia de las utopías y la posibilidad
de configuración de una tercera cultura que combine ciencia y ética. Defiende una globalización
alternativa: más justa, más igualitaria, más armónica y más humana. Escritor prolijo, hoy le
preguntamos sobre sus libros Utopías e ilusiones naturales y Guía para una globalización alternativa.
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significación para las mismas, uno queda nepantla,
como decían los amerindios invadidos por los
europeos: indefinido, sin ilusiones ni ideales propios”.
P. – En su libro Utopías e ilusiones naturales
dice que el destino de las ideas utópicas no
acaba siendo el que estaba pensado para
ellas, esto es, la realidad político-social, sino
más bien una especie de templo en el ámbito
cultural. ¿Por qué la palabra utopía despierta
tantas simpatías en un contexto estético y
moral y, en cambio, suscita desconfianza o
reserva en un contexto político (o de ética de
la colectividad)?
F. F. B. – “Las utopías son un tipo particular de
ilusiones o ideales humanos que se han inspirado casi
siempre en un ‘mundo nuevo’ recién descubierto, en
descubrimientos antropológicos o inventos tecno-
científicos de cuyas consecuencias todavía se sabe
muy poco, aunque se prevé que tales consecuencias
serán buenas y sanas. La utopía siempre chocará
con lo que, a partir de ahí, se construya en su
nombre: si se ha formulado de forma general o
abstracta, porque sólo puede avanzar las líneas más
generales de lo que vendrá; y si entra en detalles
concretos sobre el futuro, porque va más allá de la
capacidad predictiva del conocimiento humano.
Así que el utopista tiene que saber que su
utopía es como la línea del horizonte, que parece
desplazarse con nuestro desplazamiento. Este saber
no obliga, en mi opinión, a abandonar las utopías; sólo
obliga a mantener siempre una cierta distancia crítica
respecto de las ilusiones o ideales utópicos que tenemos.
Cuando no hay distancia la utopía se convierte
irremediablemente en ‘templo’, o sea, en dogma. Y
ya se sabe, por la historia moderna, las desgracias que
esto comporta. De ahí la desconfianza o la reserva
en el plano político: el infierno está empedrado de
buenas intenciones. Pero, por otra parte, difícilmente
podríamos sobrevivir sin buenas intenciones, razón
por la cual, en el plano moral, suelen ser amigos de
los utopías hasta los que dicen que hay que conocer
PER
IPLO
• C
ELES
TE
PAL
AC
IOS
MANO A MANO
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 45 •
los caminos que conducen al infierno para evitarlos”.
P. – ¿Es posible plantearse un mundo mejor
para todos cuando el mundo social está
dividido en clases y el político-moral en una
red de senderos inabarcables?
F. F. B. – “Posible es, puesto que partiendo
precisamente de la división del mundo en clases
sociales se han formulado, desde el siglo XVI, y
sobre todo en el siglo XIX, las principales utopías
sociales que propugnan un mundo mejor. Sin la
conciencia de la desigualdad es difícil aspirar a un
mundo mejor. Creo que para el buen planteamiento
de lo que puede ser un mundo mejor es más difícil
atender a las diferencias culturales, pre-políticas,
entre los humanos que a las diferencias de clase”.
P. – ¿Cuáles son los
principales temas que
han preocupado a los
utopistas a lo largo de
los siglos?
F. F. B. – “El tema que más
ha aparecido a lo largo de
las utopías es, sin ninguna
duda, el de la igualdad
social. Desde Thomas More
en adelante la preocupación
principal de los utópicos
ha sido la desigualdad reinante de las sociedades
en las que vivían y la finalidad de la mayoría de las
utopías ha sido conseguir una ciudad y una sociedad
bien ordenada, bien gobernada y, sobre todo,
igualitaria. En segundo lugar, estaría también la
igualdad de géneros, es decir, superar las diferencias
tremendas existentes entre los géneros a lo largo de
la historia. Y luego, en tercer lugar, y sobretodo en
los últimos tiempos, pero no es un tema sólo de los
últimos tiempos, la armonía del ser humano con la
naturaleza. Esto viene, fundamentalmente, de la
comprensión de la naturaleza como adversario, como
enemigo del ser humano a lo largo de la historia.
Encontrar una forma de armonización, de estar a
bien, de vivir en paz con la naturaleza ha sido otro de
los grandes temas de las utopías ya en el siglo XIX,
aunque desde mediados del siglo XX mucho más
por la preocupación existente por la crisis ecológica”.
P. – ¿Cree que las distopías de Aldous Huxley,
Un mundo feliz, y de George Orwell, 1984,
nacen para posicionarse en “contra” la noción
de utopía? ¿Hablan del final de la utopía o
bien de la posibilidad de continuación de la
utopía?
F. F. B. – “A primera vista, las distopías de Orwell
y de Huxley son antiutopías y han sido escritas como
tal, es decir, han sido escritas para denunciar lo que
podríamos llamar ‘el mal lugar’ al que conduce tal
o cual utopía anterior. En el caso de Huxley es muy
patente la crítica directa y radical a las consecuencias
negativas de una sociedad
dominada por el complejo
tecno-científico y, en
el caso de Orwell, las
consecuencias negativas
de una sociedad que sería
una combinación entre lo
peor del estalinismo y lo
peor de lo que llamaríamos
el neoliberalismo. Ahora
bien, un análisis preciso
de dos de las grandes
distopías del siglo XX, y no sólo de esas, pondría de
manifiesto que no significan la afirmación del fin de
la utopía o del espíritu utópico, sino que significan,
fundamentalmente, la crítica de las consecuencias
negativas de un determinado tipo de utopía”.
P. – “Las utopías no decaen por decreto del
filósofo”. ¿Por qué, sobretodo desde 1990, se
viene diciendo que la utopía ha muerto?
F. F. B. – “A partir de 1990 cae un mundo, el mundo
que empezó a construirse con la Revolución de
Octubre de 1917. Primero cae el muro de Berlín, luego
desaparece la Unión Soviética. Eso generalmente es
considerado como el reconocimiento de la derrota
o el fracaso de la ‘utopía socialista’ entre comillas y
“La batalla por el
significado preciso de las
palabras es, en mi opinión,
parte de la batalla que hay que
dar, desde abajo, para cambiar
el mundo”.
MANO A MANO
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entonces el filósofo o los filósofos en general decretan
que se han acabado para siempre las utopías y que
la llamada utopía socialista del siglo XX es la última
de la historia. Se trata, efectivamente, del fin de una
utopía, pero no está escrito en ninguna parte que eso
sea el fin del espíritu utópico en la medida en que uno
lo identifica con las ilusiones naturales de una parte
de la humanidad que aspira a un mundo mejor. Y la
contraprueba de lo que estoy diciendo es que después
de unos años, que van entre 1990 y el 2000, en que
prácticamente todo el mundo está escribiendo en el
mismo sentido sobre el fin de las utopías, reaparece,
a partir del movimiento
alterglobalizador, un
cierto espíritu utópico
que recupera la idea
de la utopía. En ese
sentido no hay filósofo
que pueda decretar el
fin de las utopías. Me
parece una exageración
inútil, es como decretar
el fin de las religiones.
La complicación del asunto, además, cuando
se dice que la utopía ha muerto en 1990, es que en
la construcción del socialismo en la Unión Soviética,
por lo menos desde Stalin en adelante, se ha hecho
oponiéndola constantemente a la idea de la utopía.
Justamente lo que hacía la Unión Soviética era
acusar de utópico a todo aquel que no compartía la
idea de construcción del socialismo característica del
estalinismo, lo cual complica bastante más las cosas,
porque incluso podríamos decir que la construcción
de ese socialismo, el ‘socialismo’ llamado ‘real’ en la
Unión Soviética, ha sido constantemente antiutópico”.
P. – ¿Cuál es el papel de la juventud y
de la universidad, en tanto que sede del
pensamiento, “en” o “ante” el actual proceso
de globalización neoliberal?
F. F. B. – “En la juventud universitaria siempre
ha habido, en general, más espíritu crítico que en
el conjunto de la sociedad. Esto por diferencias
generacionales, por formación, por conocimiento, etc.
Yo diría que casi siempre ha sido así, es decir, no en
balde, desde hace mucho tiempo, las universidades
suelen ser, sobretodo entre los jóvenes universitarios,
la avanzadilla de la crítica social independientemente
de que la composición de los estudiantes universitarios
sea más o menos burguesa, de clase media o cuasi
proletaria. Precisamente, por lo que representa
la formación en la enseñanza superior, hay más
posibilidades de afirmación del espíritu crítico.
Me parece que lo más interesante de este
nuevo espíritu utópico ha sido el enlace entre lo que
podríamos llamar el nuevo
indigenismo emergente en
algunos lugares de América
Latina y el pensamiento
crítico emergente en tales
o cuales universidades
europeas o norteamericanas.
¿Qué tienen que ver
Chomsky, por una parte,
Ignacio Ramonet por otra,
con los representantes del
neoindigenismo en Bolivia, en Perú, en Colombia
o en Venezuela? Hay un punto de consciencia
muy importante que es, para los estudiantes
y profesores universitarios, la autocrítica del
etnocentrismo dominante durante tanto tiempo y,
para los neoindigenistas, la afirmación del orgullo
y la dignidad de que casi por primera vez en la
historia pueden salir de su ‘nepantlismo’, es decir,
de la idea de estar indefinidos, sin saber qué son.
En cualquier caso, es de toda evidencia que
para hacer conectar las dos cosas, el centro vital de
eso ha estado y sigue estando en las universidades.
Lo que no quita para que luego uno pueda afirmar
al mismo tiempo que, en líneas generales, los
estudiantes universitarios europeos son hoy en día
bastante conservadores. Las dos cosas son verdad”.
P. – ¿Qué persigue el movimiento de
globalización, cuya ideología es la del
mercado único universal?
“Las utopías son un tipo
particular de ilusiones o ideales
humanos que se han inspirado
casi siempre en un ‘mundo
nuevo’”.
MANO A MANO
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 47 •
F. F. B. – “Cuando se habla de neoliberalismo, de
mercado único universal, incluso, a veces, de gobierno
universal o de Estado universal, sí me parece que
estamos en un caso de utopía negativa en la acepción
peyorativa de la palabra. Ahí sí que hay una cierta
imposibilidad de realización ya desde la afirmación
misma, es decir, una cosa es que pueda haber un
mercado único que, de hecho, prácticamente lo hay (con
muchas variantes que habría que introducir, porque
no todo está dentro de la lógica del mercado universal),
pero pasar de la mundialización o globalización
económica entre neoliberales a la afirmación de que
el viejo Estado-Nación desaparece, de que los estados
nacionales ya no cuentan, que eso será sustituido por
un Estado universal, a mí, personalmente, me parece
que es una utopía en el sentido negativo o peyorativo.
Primero, porque no se ve que la cosas vayan
por ahí, es decir, porque al mismo tiempo que,
efectivamente, hay un proceso de universalización del
capital y del capitalismo, es verdad que también hay
una relación constante entre lo que se podría llamar
homogeneización cultural, que comporta ese proceso
y esa reacción, que cada vez es mayor por motivos
distintos en distintos lugares. Eso en ciertos casos
lleva a la autoafirmación de tales o cuales Estados-
Naciones, nuevos Estados o naciones históricamente
consolidadas que pretenden o quieren ser estados
emergentes, es decir, lleva a hacer una situación
mucho más complicada que la que se puede derivar
directamente de una visión neoliberal. Y ahí es donde
hay que marcar la parte de la crítica del movimiento
alterglobalizador que, en cierto modo, lo mejor que
tiene es haber puesto de manifiesto a dónde llevarían
las contradicciones de una globalización neoliberal si
ésta llegara a sus últimas consecuencias. Si así fuera
es verdad que necesitaríamos cuatro o cinco planetas
para poder vivir como dicen que habría que vivir
los teóricos del neoliberalismo. Empezaban a decirlo
algunos científicos naturales y sociales a finales de los
setenta y a principios de los ochenta, pero ya casi lo dice
todo el mundo: es una contradicción de toda evidencia.
Segundo, dos de las cosas que habitualmente
PERIPLO • CELESTE PALACIOS
MANO A MANO
48 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
se dice que tiene el proceso de globalización no se
cumplen, es decir, no se reducen las desigualdades en
el ámbito mundial, sino, por todos los datos que se
tienen, más bien aumentan las grandes diferencias.
Por otra parte, tampoco se cumple otra esperanza que
parecía muy implicada en esto, que es la de la extensión
universal de la democracia, salvo que llamáramos
democracia a cualquier cosa, es decir, que la noción
de democracia la degeneráramos hasta tal punto que
consideremos que algunos transplantes de estos que
se han estado haciendo en los últimos años en nombre
de la democracia sean, efectivamente democráticos,
dejando a parte hasta qué punto podemos llamar
democracia lo que llevamos de ‘democracia’ en
nuestras sociedades. Si democracia significa ‘gobierno
al pueblo’ a veces da risa. En ese sentido es en el
que la utopía globalizadora de la derecha, con sus
implicaciones político-sociales y eufórico-optimistas,
es una utopía en el sentido peyorativo de la palabra”.
P. – En su libro Guía para una globalización
alternativa habla de cómo el movimiento
alterglobalizador o movimiento de
movimientos ha traído de vuelta la reflexión
sobre el sentido socio-político de la utopía.
¿Qué propone este movimiento para conseguir
una sociedad más justa, más igualitaria y
más humana?
F. F. B. – “Hay unas cuantas cosas en el ámbito
global que se han repetido mucho, pero que vale
la pena volver a repetir. La condonación de la
deuda externa a los países no pobres, sino más bien
empobrecidos por lo que han sido historias coloniales,
imperiales, etc. Lo del 0% del Producto Interior Bruto
de los países ricos para apoyar a los países pobres en
desarrollo, que es una cosa que viene de lejos, pero
que ha hecho suyo el movimiento alterglobalizador.
La renta básica e incondicional, que viene de
otro lado, pero que también ha ido cuajando en el
ámbito del movimiento. Establecer algún tipo de
tasa, llamada Tobin o como la queramos llamar,
sobre las transacciones, particularmente financieras
y especulativas, con la intención, también ahí, de
recaudar para la redistribución en el ámbito global. Lo
de la sostenibilidad en el sentido pleno de la palabra,
no lo que habitualmente se suele llamar ya ‘desarrollo
sostenible’, que es una de esas palabras que se han
pervertido por el uso y el abuso, sino tomarse eso en
serio, sin ir más allá de llevar a la práctica los acuerdos
PER
IPLO
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OR
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DA
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MANO A MANO
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 49 •
del Protocolo de Kioto. Y por supuesto, redistribución
de la riqueza en términos completamente diferentes de
los que se ha estado haciendo en los últimos tiempos.
Quizá los más parecido a un cambio ha sido lo
que ha ocurrido en Estados Unidos con la elección de
Obama, que tal vez también sea un ligero movimiento,
pero, por lo menos, en el momento en que ocurrió,
había la consciencia de
que se estaba acabando
con esa bestialidad que
representaba George
W. Bush y compañía.
Pero no puede
ser que en el fondo
todavía esté flotando
la idea de que, como el
otro mundo posible era
el socialista, la gente
tenga en la cabeza
que, para volver a intentar una cosa como la que ya
fracasó, no vale la pena. Tal vez no queda todavía
lo suficientemente lejos, pero está claro que una idea
como socialismo en el siglo XXI, que en cierto modo
podría resumir el conjunto de reivindicaciones del
movimiento alterglobalizador, no es algo que hoy en
día esté cuajando. Más bien lo que está cuajando es un
cierto distanciamiento respecto de la clase política”.
P. – En el terreno de las utopías parece que
ya no impera el discurso declamatorio ni ese
espíritu trágico. ¿Hay miedo a la solemnidad
o es que se está empezando a tomar la tarea
del cómico seriamente y, en cambio, se
interpreta la seriedad postiza del político
como una bufonada de quien se dedica a
tomar el pelo?
F. F. B. – “Personalmente, me parece muy bueno que
se replantee el espíritu erasmista de las utopías. La
utopía de Thomas More nació bien y una de las cosas
buenas que tiene, aunque también tiene algunas cosas
criticables, es el espíritu irónico, es decir, la distancia
que el que la ha escrito ha puesto entre su narrador
utópico-eufórico y él. La distancia irónica está bien
porque después de todo lo que hemos vivido a lo
largo de la historia, desde el asesinato legal del propio
Thomas More hasta ahora, apunta a que justamente la
solemnidad en el planteamiento de las utopías conduce
al fanatismo, el fanatismo conduce a la conversión de
la utopía en Templo, la conversión de la utopía en
Templo conduce a desgracias importantes y, a veces,
a crímenes y asesinatos en
nombre de ya no se sabe
lo que fue el ideal inicial.
Dicho esto, hay una
parte del posmodernismo que
se pasa unas cuantas calles
en la crítica de la seriedad,
la solemnidad, la verdad, la
objetividad, la ecuanimidad.
Eso es algo sobre
lo cual, en este momento,
me parece que hay que
poner el acento y tener cuidado. ¿Hasta dónde la
ironía y desde dónde la parodia y el cachondeo
relativizador de todo lo divino y lo humano?
Mi punto de vista es que la utopía ha perdido
la inocencia, que está bien que la haya perdido, pero
que tampoco puede haber renovación del espíritu
utópico sin el mantenimiento de las ilusiones de las
gentes. Si uno adopta un punto de vista sarcástico
respecto no sólo del pasado y del presente, sino
también de lo que puede ser el futuro, es evidente que
nadie va a dar un paso para lograr algo que ya está
satirizando antes de que empiece a existir. Una cosa
es tomar consciencia de que nunca se logrará llegar
con propiedad al ‘buen lugar’ que quiere decir la
utopía, pero otra cosa es decir que si uno da los pasos
para llegar allí ya se está equivocando de camino.
Hay que buscar un punto en el cual la defensa
del ideal para mejorar la sociedad a la que aspiras no
dañe a aquellos mismos a los cuales quieres ayudar”.
“Las distopías de Orwell y
de Huxley son antiutopías y han
sido escritas como tal, es decir,
han sido escritas para denunciar lo
que podríamos llamar ‘el mal lugar’
al que conduce tal o cual utopía
anterior”.
MANO A MANO
50 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
AUSENCIA
Hacerse parte del aire es como techar el cielo de un soplido. Es necesariamente imposible. Imposiblemente necesario. Peo hay quienes se van sin decir adiós. ¿Qué son los juegos de palabras sino sillas aéreas que te sacan de los laberintos? De los laberintos que te enredan y te pierden, que te arropan y te estrujan. La invisibilidad es un don. Un don de los que ya no están para darse cuenta que lo llevan consigo.
-Ferdydurke
plumas libres
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 51 •
plumas libres
ROSE AU VENT
Si tu n’es pas toila distance m’éteintla rose mon amour
est morteardante, saignante
à toujours
Atlas coursemporte- le loin
de Kronos(il nous mange
il a faim)
il n’en aura jamais assez.
- Nuria Yáñez
52 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
i hubo un episodio en la historia de la humanidad que pulverizó la esperanza de una realidad afín a la utopía fue cuando arrojaron la bomba sobre Hiroshima. Y si
hubo una película que supo plasmar con maestría esta tragedia colectiva a través del relato de la experiencia individual fue Hiroshima, mon amour.
Ella recuerda. El hierro retorcido. El hierro
roto, vulnerable como la carne. Carne humana,
suspendida como si aún estuviera viva, con su
agonía todavía latente. Espaldas chamuscadas,
rostros deformados, la destrucción en la mirada.
“Sobrevivientes adaptados a un destino tan injusto”,
dice. Por qué negar la obvia necesidad de recordar;
200.000 muertos y 80.000 heridos en nueve segundos.
“Una ciudad entera será elevada del suelo para
volver a caer en la tierra hecha cenizas”, sentencia.
“Tú no has visto nada en Hiroshima”
—repite él—. “Tú no has visto nada”.
Ella, una mujer francesa que llegó a Hiroshima
para filmar una película que aboga por la paz en
el mundo. Él, un arquitecto japonés que vive con
su familia en la ciudad. Enamorados furtivamente,
reflexionan entre las
sábanas de un cuarto
de hotel sobre ese día,
14 años atrás, en que
cayó la bomba atómica.
Un amor
prohibido, fugaz y
doloroso entre ella,
la memoria colectiva,
y él, la experiencia
viva de Hiroshima.
Hiroshima, mon amour (1959), es la ópera prima
del francés Alain Resnais, y está basada en un guión
de la escritora Marguerite Duras. Juntos dieron vida
a esta obra maestra del cine que significó la carta
de presentación de un movimiento cinematográfico
nacido del mismo riñón que la Nouvelle Vague —la
revista Cahiers du Cinema—, que se llamó la Rive Gauche.
Un cine que buscaba lo real, más allá del realismo.
2. Para ella está claro: Hiroshima es el fin
de una guerra. Es la devastación del 6 de agosto
de 1945. Es la temperatura del Sol en la tierra.
Pero no es sólo eso. En la historia de la
humanidad, el desastre de Hiroshima produjo un
punto de inflexión sin vuelta atrás. Fue el día en que,
como bien lo reflejan las crudas imágenes documentales
del principio de la película, el infierno se instaló
en la Tierra. Donde la futurología apocalíptica se
materializó en forma de hongo incandescente. El día
en que Dios fue derrotado a manos de la ciencia. El día
en que la ilusión de un mundo mejor se esfumó en tan
sólo nueve segundos. El
día en que el hombre supo
que su mayor enemigo
era el hombre. Que el fin
del mundo estaba en sus
manos. Que el hombre
ya era preso de un miedo
antes desconocido. Que
la utopía había muerto.
Y que lo único que
quedaba en el horizonte
Hiroshima, la guerra eterna
Por FERNANDO MASSA
S
CINE EN RAMA
1.
PER
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 53 •
de la modernidad
era subsistir.
La bomba
terminaba de
desmoronar el
orden establecido
anterior a la
Segunda Guerra
M u n d i a l ,
y un nuevo
escenario global
comenzaba a
dibujarse. Ahora
la utopía del
sueño americano
se enfrentaba cara a cara con la utopía
de la Revolución Bolchevique. Y el mundo quedaba
dividido en dos, rogando por su supervivencia,
a merced de dos súper potencias nucleares que
amenazaban con destruirlo todo. Dos sueños utópicos
diferentes, encarnados en una misma distopía.
“Mujeres en riesgo dando a luz niños
deformes, monstruos, pero todo continúa. Hombres
en riesgo de ser estériles, pero todo continúa”, reza
la letanía de la protagonista, ya consciente del
nacimiento de una guerra eterna —como la define
Duras—, y del devenir de un tiempo que llevará
la marca indeleble del fin de la utopía colectiva.
3. En el cuento Bordado, escrito en 1951, el
estadounidense Ray Bradbury presenta a tres ancianas
que se encuentran en el porche de una casa de campo,
sentadas en sus mecedoras bordando, a la espera de
que ocurra “un experimento”. No saben bien de qué
se trata, pero una de ellas asegura que será mil veces
mayor que antes. Y es evidente que temen lo peor.
Seis años después de Hiroshima y Nagasaki,
Bradbury retoma la idea del experimento nuclear y
lo arrastra al punto de partida que llevó a la tragedia:
a su tierra, Estados Unidos. Y así, se encarga de
decirle al mundo que no sólo ha muerto la utopía en
Oriente, también ha terminado en la gran América.
B r a d b u r y
resume la tragedia
nuclear en una
imagen tan bella
como distópica.
Es la imagen con
la que cierra el
cuento, y con la
que, tal vez, busque
persuadir a la
humanidad para
que Hiroshima no
ocurra nunca más:
“Luego el fuego pasó a la punta
de la aguja que relampagueaba aún; ella
observó el fuego que le corría por los
dedos, los brazos, el cuerpo, y le deshacía
el hilado del ser, tan esmeradamente que
ella podía apreciar toda su demoníaca
belleza. Nunca supo qué le hacía el fuego
a las otras mujeres, o al mobiliario, o al
olmo del patio. Pues ahora, ¡sí, ahora!,
le arrancaba el bordado blanco de la
carne, el hilado rosa de las mejillas, y
al final le encontraba el corazón, una
rosa blanda y roja cosida con fuego, y le
quemaba los frescos, bordados y delicados
pétalos, uno a uno…” (Rossner, 1988: 99).
_____Bibliografía:
DURAS, Marguerite. Hiroshima, mon amour. Barcelona: Seix Barral, 2005.
ROSSNER, Richard. The Whole Story: Short Stories for Pleasure. Londres: Longman, 1988.
CINE EN RAMA
PERIPLO •Julieta Piaggio
54 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
ocas certezas son tan dolorosas como la
muerte, comprobable en el cuerpo inerte del
ser humano y su degradante descomposición,
recordándonos que estamos hechos de materia frágil
que se desgasta con cada día que pasa. Incontables
artificios filosóficos y religiosos han especulado sobre el
tema: Platón afirmaba la existencia y separación entre
alma y cuerpo, siendo la primera indestructible; Kant
vinculaba el actuar moralmente de un agente con la
idea de que ese progreso
sólo sería obtenible en una
vida sin fin; religiones de
la India enseñan que los
muertos reencarnan en
nuevos cuerpos, humanos
o animales, bajo la ley
del karma; y doctrinas
cristianas e islámicas
tradicionales asumen que Dios intervendrá en el orden
natural para resucitar a los muertos. Estas reflexionen
revelan, con sus contrastes, uno de los mayores deseos
de nuestra raza: la búsqueda de la inmortalidad.
En su esencia, la inmortalidad se basa en
la idea de que el momento de la muerte definitiva
no llegará nunca. Implica que nuestro tiempo de
duración es indefinido. Por eso, más que oponerse
a la muerte misma, la inmortalidad desafía
nuestra concepción del tiempo. Para conseguir la
inmortalidad, tenemos que dominar al tiempo.
1..En 1940 el escritor argentino Adolfo Bioy
Casares expuso este concepto en su novela La invención
de Morel, cuya trama Jorge Luis Borges no dudó en
calificar de perfecta. En ella un fugitivo escapa a una
isla en la que encuentra una mansión y un grupo de
habitantes con extraños comportamientos. Nadan en
una pileta de agua sucia con peces muertos. Celebran
una fiesta a la intemperie mientras una tormenta
azota la vegetación
del lugar. “Héroes
del snobismo”
llega a llamarlos
el protagonista,
que se enamora
p e r d i d a m e n t e
de la bella
Faustine, a quien
contempla fascinado desde una distancia
prudente para no ser advertido.
Pero, cuando el fugitivo desea hacer contacto,
su presencia es completamente ignorada. Hacia el
final se revela la razón: en realidad, los snobs y los
edificios que los rodean no son más que seres y objetos
proyectados por el instrumento inventado por Morel,
quien convocó a sus invitados para “capturar” su
semana vivida en la isla, que se repetirá eternamente.
Bioy Casares consigue la inmortalidad a
través de una paradoja: una utopía en una isla de la
Ecos en el tiempo:La invención de Morel y El año pasado en Marienbad
Por Joaquín Bilbao
P
cine en rama
“No hay que preocuparse.
No vamos a discutir una eternidad...”.
- Aldolfo Bioy Casares, La invención de Morel.
PERIPLO •Julieta Piaggio
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 55 •
tierra, un lugar que ya no existe, pero que se repite
eternamente. Y en esa repetición, los seres humanos
reviven sólo ese momento particular de su existencia,
omitiendo eventos no deseados y conservando sólo
las sensaciones vividas en ese lapso de tiempo. Los
aparatos distorsionan las categorías temporales
de pasado, presente y futuro e inmortalizan al
ser humano en una utopía cíclica y perpetua.
El fugitivo, al enamorarse de la Faustine
inmortalizada en la isla, consigue capturarse por los
aparatos y se “inserta” en la proyección cíclica, actuando
como si interactuara con las imágenes, esforzándose por
vivir el momento de la captura con la mayor plenitud.
Su premio es vivir eternamente en la utopía de la isla;
su costo es la muerte, que acepta con plena satisfacción.
2.Veintiún años después de La invención de Morel,
se estrenó El año pasado en Marienbad (L’Année dernière à
Marienbad), dirigida por Alain Resnais y escrita por
Alain Robbe-Grillet, inspirada en la obra de Bioy
Casares. La película se aleja acertadamente de una
narrativa convencional para relatar la semana del
fugitivo ya “insertado” en la proyección
cíclica. La perfección con que están
filmadas las secuencias (en tono con
el snobismo de la novela), la estilizada
composición visual de los planos, y la
simétrica geometría arquitectónica y
decorativa de la mansión y sus jardines
parecen representar la particular utopía
imaginada por el escritor argentino. Sin
embargo, a medida que los minutos y
la perplejidad aumentan, reconocemos
nuestro error: Marienbad es una distopía.
A diferencia de lo que ocurría con los aparatos
de la isla, en Marienbad las proyecciones perciben
los cambios en el entorno y, confundidas, dudan
sobre cómo actuar. Desconcertada, las imagen de
la Faustine de Marienbad sufre al interactuar con
el protagonista, que persiste en que ella recuerde su
tiempo juntos. El ciclo se repite indefinidamente,
registrando una y otra vez el desconcierto de Faustine
y la turbación del protagonista. La ingenuidad
de un eterno paraíso utópico se transforma en
la irresolución de un eterno infierno distópico.
El año pasado en Marienbad disuelve
elegantemente la rigidez temporal de la que se había
servido la satisfactoria inmortalidad conseguida por el
fugitivo de La invención de Morel. El intento de dominar
el tiempo, para eternizar la vivencia de esa semana en
la isla o Marienbad, fracasa terriblemente. El costo
es una impresión indefinida en la memoria de las
imágenes, condenadas a revivir una frustración eterna,
en una de las más atroces distopías jamás imaginadas.
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56 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
PERIPLO •BÁRBARA SÁNCHEZ
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 57 •
58 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
LEGADOS
n 1780 la vida en Arrás transcurría
tranquilamente sin acontecimientos
notables. En esta pequeña provincia de
Artois nació un niño al que le encantaba
tejer encajes con su madre y criar palomas. El niño
quedó huérfano, creció y logró graduarse con honores
del Louis Le Grand, uno de los mejores colegios del
país que hoy día aún se alza sobre la rue San Jacques
del Barrio Latino en París. Aquel año, una nueva
generación de abogados se abría camino por la capital,
armados tan sólo con su talento y las ganas de comerse
a un mundo que muy pronto terminaría devolviéndoles
la necesidad. Pero, antes de que la sangre de Francia
comenzara a manar a borbotones por cadalsos
distribuidos en los principales bastiones de la nueva
utopía republicana, Maximilien Robespierre parecía
destinado a vivir y morir en su pequeña provincia.
Rechazó un puesto en el Parlamento de París y regresó
a Arrás en donde se dedicó a defender pequeños pero
numerosos casos de injusticias inflingidas bajo el
abuso de la posición social. Este mosaico de temas lo
obsesionarían por el resto de su vida, y poco a poco
revelarían una exacerbada pasión, que culminó con
una ridícula fiesta un 20 pradial1: la apoteosis de una
extraordinaria carrera que en menos de cinco años
creó al héroe, al monstruo y al mito de la revolución
con mayor alcance histórico que habría de engullir y
vomitar a toda una generación de proyectistas sociales.
1 8 de junio en el Calendario Republicano Francés que intentó adaptar el calendario al sistema decimal y eliminar las referencias religiosas. Se empleó entre 1792 y 1806 y sus meses hacen referencia a fenómenos naturales y de la agricultura.
TANTEANDO EL TERRENO Las responsabilidades comenzaron en 1789.
Los primeros meses de revolución habían convertido a
Francia en una nación parlamentaria y a sus hombres
en instrumentos políticos de regeneración. Durante
esta primavera Robespierre partió hacia Versalles
después de haber sido elegido como el quinto diputado
en representación del Tercer Estado por Artois.
Sin experiencia política fue ganándose pocos pero
fieles simpatizantes y tras la caída de la Bastilla, la
convicción que le daba prestigio consistía en la creencia
de que la Revolución debía llevarse hasta su último
término, lo cuál era para él la total destrucción de la
contrarrevolución en todas sus formas. Acostumbrado
a defender a la gente más perjudicada que terminaba
en la ruina por alguna lettre de cachet2, su postura ante
todos aquellos que parecían oprimir al pueblo se volvió
enérgica e inflexible. Su revolución habría de pelearse
en éstos términos: “enemigos del pueblo”, “defensores
del pueblo”, “bien público” y “virtud”. Además,
a diferencia de todos los abogados que integraban
la Asamblea, Robespierre consideraba a la política
como un acto moral, una ciencia cuya práctica sólo
era apropiada para los puros y para aquellos que
estuviesen libres de reproches. Lo que no imaginó fue
que la Constituyente no estaba preparada para esto
pues la política era vista como actos y principios que
se adecuaban a la personalidad y a las circunstancias;
nadie tenía deseos de cambiar la naturaleza humana.
Fue así como la Asamblea se convirtió en una escuela de
2 Órdenes regias que durante el antiguo régimen permitían encarcelar a cualquiera de acuerdo al capricho del Rey.
EL SUEÑO INCORRUPTIBLE
POR DANIEL RUÍZ LUJAN
E
“Siempre, detrás de un extremista, se esconde un oportunista”.
-Vladimir Lenin
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 59 •
adversidad para Robespierre en donde su radicalismo
y extremismo moral lo hicieron parecer un demagogo
revoltoso. Rechazaron todas sus proposiciones y la
desconfianza que despertaba terminó aislándolo.
El espacio en donde verdaderamente
triunfó era otro y se
encontraba dentro
de un monasterio
d o m i n i c a n o
a b a n d o n a d o ,
cuyos habitantes
eran llamados “los
jacobinos”. El claustro
aún conservaba la
iconografía de los
monjes y los estantes
de los libreros estaban
llenos de bustos de
los dominicos más
importantes. Entre
libros viejos, frescos
de santos y altares
cubiertos de polvo,
la atmósfera lúgubre
y descuidada se acentuó con lámparas
insuficientes que provocaron incesantes quejas por la
falta de luz. Y así desde las sombras, se empezó a trabajar
por una revolución que trataba de esclarecerlo todo.
ASCENDIENDOEl Club de los Jacobinos fue para Robespierre
su primer gran arma política. Los Amis de la Constitution
—como se hacían llamar— se reunían aquí para
hablar de asuntos políticos desde una visión burguesa
del mundo y, al igual que la mayoría de la ciudadanía,
sus miembros estaban a favor de la implantación de una
monarquía constitucional. Con el tiempo la postura
fue perfilándose hacia la izquierda aunque es justo
decir que hasta antes de la fuga del Rey a Varennes,
eran moderados en política y sumamente respetables.
A raíz de este incidente que derivó en la masacre del
Campo de Marte3, el club se dividió en facciones
3 En 1791, una parte de la Asamblea que exigía el final de la monar-
y sus líderes quedaron diseminados. Robespierre
permaneció en París y aprovechó esta desorganización
de la izquierda para legitimar su liderazgo y hacerse
con el control de la sociedad. Su constante presencia
y la adherencia a los jacobinos lo convirtieron en una
autoridad necesaria
e irresistible en
medio de la crisis
política por la
que atravesaban
la monarquía y el
Parlamento. De aquí
en adelante se le
empezó a escuchar
y sus discursos
comenzaron a
publicarse. La
poderosa voz
de Robespierre,
antes temida
en la Asamblea
C o n s t i t u y e n t e
se convirtió en
la voz de los
jacobinos y después
en la de la Francia Revolucionaria.
EL APOYO DEL PUEBLORobespierre logró su ascendiente fuera de
los órganos de poder oficiales. A mediados de julio
de 1792, París estuvo en manos de la plebe, y detrás
de los jacobinos comenzaron a empujar con fuerza
los sans cullotes4. La paradoja comenzó a operar:
dirigir desde la comodidad de un hogar burgués
una revolución potenciada por el estrato social más
bajo. La repugnancia a las grandes fortunas, la
probidad y las costumbres modestas eran valores de
Robespierre con los que los sans cullotes rápidamente
quía llevó dicho petitorio al Campo de Marte en donde una muchedumbre se reunió para solidarizarse y firmar la petición. El Alcalde de París ordenó disper-sar la concentración haciendo uso de las armas. Más de 50 personas murieron y varios centenares resultaron heridos.
4 Literalmente los “sin calzones”, en oposición a las calzas cortas y ajustadas que usaban la nobleza y la creciente burguesía. La expresión se refiere a la mezcolanza de gente que integraba el Tercer Estado: artesanos, comercian-tes, agricultores, sastres, carpinteros, etc.
LEGADOS
PERIPLO • JENNY CASTELLANOS
60 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
se identificaron y adhirieron a su causa. Fue natural
que de aquí en adelante las muestras de cariño
y apoyo que recibiría del pueblo le confirmaran
que su camino era el correcto. Con la multitud de
su lado, Robespierre había llegado al punto en el
que podía decir cualquier cosa sin ser censurado.
Cuando Francia declaró la guerra a Austria,
Robespierre se mostró en contra de la dimensión
utópica del partido belicista que abogaba por un mundo
libre de reyes, sacerdotes y aristócratas.
Pero, más que ninguna otra, la Revolución Francesa
fue una revolución que se hizo con contradicciones,
insurrecciones y revueltas. No hay una fecha exacta
que determine cuándo tuvo lugar la transición entre
el abogado burgués de Arrás y el terrorista radical
que toda Francia conocería. Y es que después del
Asalto a las Tullerías5, los sentimientos amplios y
generosos del primer año de Revolución fueron
desapareciendo al tiempo en el que surgía un mundo
cada vez más duro y hostil. Pareció que casi con la
5 Enfrentamiento armado entre la Guardia Suiza que defendía al Rey y la multitud enfurecida que acusaba al Rey de traición. Tras este combate cayó la monarquía y Luis XVI junto con su familia pasaron a ser presos de la Comuna de París.
rapidez con la que la guillotina sesga una cabeza,
Robespierre cambió de partido y la utopía de dueño.
EL TERRORTras la caída de la monarquía, una oleada de
pánico y violencia se dispersó por París. La toma de
la bastilla, el Asalto a las Tullerías y las posteriores
Masacres de Septiembre fueron defendidas por
Robespierre como parte de un todo que justificó
como actos de autodefensa legitimados por
la ineficacia y las traiciones del gobierno. Se había
convertido en el partidario de todas las insurrecciones
necesarias o dirigidas en contra del despotismo y
la intriga y esto lo llevó a que pensara que la parte
políticamente activa de París era una población
representativa que expresaba la voluntad de toda
Francia. Al defender la justicia popular en virtud de
la incapacidad del gobierno de castigar a traidores,
convirtió a la violencia en necesidad y comenzó a perfilar
una línea más rigurosa contra la contrarrevolución.
En 1793, se instauró el Comité de Salud
Pública, un gabinete de guerra con poderes
extraordinarios, cuyo objetivo era supervisar y
LEGADOS
PERIPLO • LUZ LAGRANGE
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 61 •
agilizar la labor de los órganos ejecutivos de la
nueva Convención Nacional. Robespierre presidió
este comité y lo convirtió en el gobierno virtual de
Francia desde donde dirigió el terror. Sus miembros
estaban de acuerdo en una sola cosa: salvar a la
República a cualquier costo. Y cuando quedaron
convencidos de que el país estaba atrapado entre los
dos enemigos (guerra interna y externa), acordaron
que era “menester gobernar con hierro a los que no se
puede gobernar con la justicia” ( Jordan, 1986: 202).
El 5 de septiembre, el terror se convirtió en la
orden del día que Robespierre proclamó: “Al pueblo
se le gobierna con la razón, a los enemigos del pueblo
con el Terror” ( Jordan, 1986: 224). El terror fue una
serie de actos legales de venganza cuya necesidad
parecía demostrada. La virtud para Robespierre
significaba amor al país, a la igualdad y a la justicia;
se trataba de una virtud totalmente política, pero
pública: “Quien no tiene virtudes públicas no puede
tenerlas en privado” decía Robespierre. Y si el terror
no era más que una justicia pronta, severa e inflexible,
abogar por esa justicia necesaria se convertía en
amor hacia el país. Con esta lógica, la justicia
inflexible se volvía en consecuencia una emanación
de la virtud, el concepto rector de la República por
la que luchaba. En menos de un año más de 16,000
cabezas rodaron por la Plaza de la Revolución6.
LA APOTEÓSISA fines del otoño de 1793, el rumbo de los
acontecimientos y la crisis permanente impidieron que
la ciudadanía examinara de cerca sus circunstancias y
contradicciones. Entre el terror y los estómagos vacíos
de un país cansado de luchar por ideales deformados,
la descristianización de Francia se consideró como
opción para reanimar la llama revolucionaria: si
aún quedaban restos nocivos del Antiguo Régimen,
seguro que la religión era el más grande de éstos,
o al menos esto se creía. Si bien Robespierre jamás
apoyó esta descristianización, la única religión que
para él existía era la Revolución y sus puntos de vista
6 El número de muertos varía según las fuentes. Las más conservado-ras estiman un número entre 11,000 y 14,000 pero hay quienes registran hasta las 40,000 muertes.
sobre esto los creyó representativos de las masas.
Los atributos de esta deidad a la que empezó a darle
forma eran los mismos que los de su Revolución
(libertad, virtud y justicia) y naturalmente se presentó
como la encarnación de la nueva religión, cuyo festejó
proclamó el 20 pradial: el culto al Ser Supremo.
Según él, este nuevo deísmo revolucionario
“habría de proporcionar un golpe mortal al fanatismo
y desmoronar todas las estupideces frente a la razón”.
Vestido con una túnica azul que asemejaba a las deidades
griegas de la mitología, aquel 20 pradial Robespierre
ocupó el primer lugar en la procesión de la Fiesta del
Ser Supremo. Los abucheos del pueblo confirmaron
lo que pocos reconocieron en un principio: no existía
una verdadera base social que apoyara el gobierno de
emergencia que Robespierre encabezaba. Y sin esa base
social, el gobierno de emergencia sólo podía apoyarse
en el terror. Tras dos intentos fallidos de asesinarlo,
el Gran Terror se convirtió en la política oficial de
gobierno. En sólo 17 días se cobraron 1,376 víctimas.
La coalición termidoriana comenzó a movilizarse.
TERMIDOREl pánico social generalizado que desató esta
cúspide de violencia, acercó a Robespierre a su propia
muerte. La Revolución había entrado en una fase tan
frenética que su rumbo empezó a depender más de
las complejas circunstancias que de la voluntad de
sus dirigentes. Nadie quería la institución de una
nueva religión cuando apenas se estaban librando de
otra y ciertamente nadie buscaba una justificación
moral y filosófica alrededor de la guillotina. Era
tiempo de poner fin a los experimentos sociales.
El 8 de Termidor del Año II (26 de Julio de
1794), Robespierre pronunció un extraño discurso
que lo aisló por completo. Se presentó como víctima,
reafirmó su posición de seguir manteniendo el Terror
y proporcionó indicios de que denunciaría ante la
Convención a nuevos traidores de la revolución. Al
día siguiente la Convención entró en sesión a las
11:00 de la mañana y rápidamente se desató una
avalancha de insultos y denuncias contra Robespierre
y cuatro de sus amigos. Se decretó su arresto y a
LEGADOS
62 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
las 9:00 de la noche se les declaró fuera de la ley, lo
que equivalía a que fuesen arrestados y ejecutados
sin necesidad de juicio. A las 2:00 de la mañana las
fuerzas de la Convención irrumpieron violentamente
en el Hotel D’Ville. Los cinco hombres que aquí se
refugiaban fueron presas del pánico y casi mueren al
intentar huir. Robespierre se disparó en la mandíbula
inferior, pero quedó vivo y fue llevado en camilla
a la Convención. Lo dejaron sobre una mesa en la
sala de espera del Comité de Salud Pública con la
cabeza apoyada sobre una caja de pan del ejército.
El 10 Termidor se formó la procesión para el cadalso
y la guillotina que había sido trasladada a las fueras
de París se instaló nuevamente en la Plaza de la
Revolución. Apenas consciente, Robespierre fue atado
a la plancha ante una multitud numerosa y animada.
El verdugo le arrancó el vendaje que le sostenía la
mandíbula. Al medio día murió gritando de dolor.
Así terminó el viaje de este abogado
provinciano que se dedicó a cambiar el mundo.
Maximilien Robespierre es quizás el máximo
utopista de proyecto social que haya logrado zanjar
el hiato entre la teoría y la práctica. Para él la
regeneración de Francia no era un mundo purificado
sino uno recreado en donde sus ciudadanos sólo se
dedicarían al bien común. Si la Revolución implicaba
cambiar la naturaleza humana, cualquier medio
utilitarista se justificaba pues era Francia quien
habría de poner el ejemplo al resto del mundo.
Desafortunadamente para Robespierre, nadie aceptó
el Terror como una filosofía enseñada con el ejemplo.
Hoy día se le recuerda como El Incorruptible
por el hecho de haber convencido a sus contemporáneos
de encarnar las virtudes más puras y la devoción más
absoluta. No había nada malévolo en el huérfano de
Arrás ni en el jacobino extremista en el que luego
se convirtió: carecía de pretensiones y de manera
genuina creía en el bien que sus experimentos sociales
traerían a Francia. Ya lo había dicho el famoso
marqués de Mirabeu en 1791: “Este hombre es
peligroso, cree todo lo que dice”. Y mientras soñaba
con una Francia incorruptible no logró entender que
la creación de una nueva sociedad resultaba más
difícil que la eliminación de la vieja. Como siempre.
Bibliografía:JORDAN, David P. Robespierre, el primer revolucionario.
Argentina: Javier Vergara Editor, 1986.LOOMIS, Stanley. París bajo el Terror. Barcelona: Editorial Juventud, 1967.
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ALEGADOS
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Autóctono
Sigo la enredadera que teje mi piela uña rajada taja la camay de sus flores brota un botón.¿Qué sueños son estos?
Liquen y sal,mis trenzas son algasde liquen y sal.
Sigo los saltos del pez colchón.Va y viene, del ombligo al talón.No sigue la estela, se pierde.¿Qué clase de pez es este?
Liquen y sal.Bebo lágrimasde liquen y sal.
Sigo los rastros de ensueño,el cuerpo se enreda en mar y plumas.Sirenas empujan y escupo un botón.¿Qué sueños son estos?
Liquen y sal.Beso un cuerpode liquen y sal.
¿Qué sueños son estos?¿Qué clase de pez prefiere estas olas?
Sueños de mi caracoldonde habita hace tiempo un pez,que emerge con eclécticas escamasy besos de pluma sólo para mí.
-Julieta Desmarás
PLUMAS LIBRES
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66 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
topía, de Tomás Moro ha sido idealizado
y romantizado desde su publicación
en 1518. Las expresiones en los medios
de comunicación masiva avalan este
sistema y es legítimo pensar si quienes encomian la
planificación de Utopo, leyeron el libro. Vemos en
películas, como Ever After, a su protagonista citar
a Tomás Moro y hablar de esta obra como si fuera
el modelo perfecto de gobierno; como si fuera una
fórmula matemática cuya suma y resta de variables
igualaran a los modelos económicos, sociales y de
planificación infalibles. La supuesta perfección de
este modelo de gobernabilidad convirtió el concepto
“utopía” en sinónimo de imposible de alcanzar.
Sin embargo, cuatro siglos después e inmersos
en culturas que gozan de relativa libertad, el modelo
utópico es cuestionable y poco convincente. La
calidad de vida de los utopianos depende de las
guías dictatoriales estipuladas por Utopo. Basta
con una lectura concienzuda de este clásico para
que el lector se pregunte si prefiere vivir en un
mundo sin vagos u optar por el derecho al ocio.
Pues en Utopía la vagancia se castiga con exilio.
Si miramos a sociedades que de cierto modo
han aplicado, algunas guías utópicas a su cotidianidad,
podemos observar cómo éstas son axioma de que
el caos y la descentralización de los valores sociales
están más cercanos de la perfección, que el control
estricto de variables. Un ejemplo de esto es China y
su control de natalidad. A largo plazo, la preferencia
por engendrar varones demostró que ahora no hay
mujeres para procrear. Pero Rafael Hitlodeo, que es el
personaje que narra lo que vio en su estadía en Utopía,
ofrece una solución para el desbalance demográfico:
“[…] para mantener el equilibrio de la misma (ciudad) e impedir que baje la población o suba desmesuradamente, se cuida de que ninguna familia tenga menos de diez y más de dieciséis adultos. […] Este equilibrio se mantiene, traspasando a las familias menos numerosas el excedente de las demasiado prolíficas” (Moro, 1516, pág. 131).
Simple. ¿No? Por el bien común, el ser humano
se transmuta en otro bien que puede ser exportado
a conveniencia del Estado o la república. En fin, en
Utopía, el bien de la comunidad va por encima de
los caprichos individuales. De esta manera, todo fluye
con eficacia, a costa de la comodidad que ofrece el
individualismo.
Pero, ya que conocemos este lugar “en ningún
sitio” y que se ha convertido en mito, representación,
sinónimo y metáfora de lo inalcanzable, es tiempo
de hablar de quien osa en decir que la sociedad
norteamericana alcanzó lo imposible.
“Models no longer constitute an imaginary
domain with reference to the real; they are, themselves,
an apprehension of the real and thus leave no room
for any fictional extrapolation”(Baudrillard, 1991, p.
310). Con esta expresión, Jean Baudrillard abunda en
el empequeñecimiento de la brecha entre lo real y la
ciencia ficción en la cultura norteamericana y que por
consecuencia, hace el conocimiento de ésta un misterio.
En el proceso creativo de productos culturales lo real
parece simular la ficción y la ficción busca reflejar lo
real a cabalidad. Para capturar a lo real se requiere
como último recurso abandonar todo intelecto y
estética en un esfuerzo por copiar el entorno. Lo
real se ha transmutado en una utopía; inalcanzable. “America, by contrast, draws the logical,
La mirada posmoderna de Utopía
Por Lilliana Alemán Román
U
GAVIA
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 67 •
pragmatic consequences from everything that can possibly be thought. In this sense, it is naive and primitive; it knows nothing of the irony of concepts, nor the irony of seduction. It does not ironize upon the future or destiny: it gets on with turning things into material realities”(Baudrillard, Human Press, 2006).
Tal pareciera que Baudrillard retoma el
dicho de que “la realidad es más extraña que
la ficción” y que la ficción se ha transformado y
mudado al entorno real. El antidepresivo Soma y
la reducción en las relaciones interpersonales en
Un mundo feliz de Aldous Huxley no están lejos de
nuestra realidad. La ciencia ficción de la década de
1930 es una cuasi-realidad en el mundo postmoderno.
Hemos logrado Utopía, porque la realidad está
fuera de nuestro alcance, la genuina existencia del ser
se transmutó a la mimetización y reciclaje de discursos
refritos de ficción. El humano lo ha explorado todo
fuera de sí, mientras que lo real y lo cotidiano es un
misterio. La autenticidad ontológica del ser está en
conflicto con el performace massmediático. El objeto de
la mirada ahora batalla con una neblina que lucha
por decodificar la actuación del mirón y el mirado, y
la interactuación de ambos, en busca de material real.
La ciencia ficción es inimaginable porque
hemos descubiertos más allá de los horizontes
que la carne puede palpar. Si Stephen Hawkings
creó diagramas que representan, no sólo nuestro
universo, pero todos lo universos para demostrar
la insignificancia humana, cuán frágil es nuestra
existencia y que el espacio tiene finitud, ¿Cuántos
referentes nos sobran para soñar?: es
como haber descubierto que la Tierra
es redonda. El cielo sí es el límite,
el universo es The Truman Show. No
poder viajar a 186.000 millas por
hora es una bendición que nos hace
sentir como peces en un mar sin fin,
pero que es en realidad un modelo
escheriano diseñado por la naturaleza
para simular nuestra libertad.
Las limitaciones son un
tesoro que hacen más vastos
nuestros espacios. Si sabemos que
el cielo tiene límites de qué vale
soñar. La Utopía ya no es el objeto
de nuestro deseo, sino que ya es
nuestro y no hay más que desear.
_____
Bibliografía:
BAUDRILLARD, Jean. Human Press. 27
de diciembre de 2006. Recuperado el 2 de
septiembre de 2010: www.humanpress.net:
http://www.ubishops.ca/baudrillardstu-
dies/vol3_2/jb_utopia.htm.
-----. “Simulacra and Science Fiction”.
Science-Fiction Studies, 1991: 309-313.
MORO, Tomás. Utopía. Madrid: Alianza
Editorial, 2008.
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68 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
LENGUAS VIVAS
Robert Frost, North of Boston, 1914
Robert Frost (1874-1963) es uno de los poetas más leídos en Estados Unidos. Todo niño
estadounidense aprende de memoria en la escuela su poema The Road Not Taken, y es citado con
frecuencia en los discursos políticos. Bisagra entre las formas del siglo XIX y el emergente modernismo,
sus poemas participan de la transparencia del lenguaje coloquial y de la oscuridad de su finísima
ironía, siempre presente.
El poema traducido a continuación, Mending Wall, pertenece al segundo libro de Frost, North
of Boston, publicado en 1914.
MENDING WALL
SOMETHING there is that doesn’t love a wall,That sends the frozen-ground-swell under it,And spills the upper boulders in the sun;And makes gaps even two can pass abreast.The work of hunters is another thing:I have come after them and made repairWhere they have left not one stone on a stone,But they would have the rabbit out of hiding,To please the yelping dogs. The gaps I mean,No one has seen them made or heard them made,But at spring mending-time we find them there.I let my neighbour know beyond the hill;And on a day we meet to walk the lineAnd set the wall between us once again.We keep the wall between us as we go.To each the boulders that have fallen to each.And some are loaves and some so nearly ballsWe have to use a spell to make them balance:“Stay where you are until our backs are turned!”We wear our fingers rough with handling them.Oh, just another kind of out-door game,One on a side. It comes to little more:There where it is we do not need the wall:He is all pine and I am apple orchard.My apple trees will never get across
REPARACIÓN DEL MURO
ALGO debe existir que no gusta de muros,que debajo introduce la hinchazón helada de la tierra,y desparrama al sol los pedruscos más altos,y abre huecos por donde dos podrían pasar juntos.El trabajo de los cazadores es cosa aparte:los he seguido y hecho reparacionesallí donde no habían dejado piedra sobre piedra,pero han de sacar de su escondite al conejopara complacer a los perros excitados. Los agujeros que digonadie los ha visto hacer u oído hacer,pero en tiempo de reparaciones, en primavera, allí los encontramos.Se lo hago saber a mi vecino tras la colina,y un día nos encontramos para recorrer el lindey levantar el muro una vez más entre nosotros.Mantenemos al avanzar el muro entre nosotros.Para cada uno los guijarros que han caído en cada lado.Y algunos son como panes y otros tan esféricosque es necesario un conjuro para que se sostengan:“¡Mantente donde estás hasta que volvamos la espalda!”
Traducción de Andrés Catalán
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 69 •
LENGUAS VIVAS
PERIPLO • ALEJANDRA FERNÁNDEZ MINGORANCE
And eat the cones under his pines, I tell him.He only says, “Good fences make good neighbours.”Spring is the mischief in me, and I wonderIf I could put a notion in his head:“Why do they make good neighbours? Isn’t itWhere there are cows? But here there are no cows.Before I built a wall I’d ask to knowWhat I was walling in or walling out,And to whom I was like to give offence.Something there is that doesn’t love a wall,That wants it down.” I could say, “Elves,” to him,But it’s not elves exactly, and I’d ratherHe said it for himself. I see him thereBringing a stone grasped firmly by the topIn each hand, like an old-stone savage armed.He moves in darkness as it seems to me,Not of woods only and the shade of trees.He will not go behind his father’s saying,And he likes having thought of it so wellHe says again, “Good fences make good neighbours.”
Nos llenamos de asperezas los dedos manejándolos.Ah, tan solo otro juego más al aire libre,cada uno en su lado. Da para poco más:ahí está pero no lo necesitamos:él es todo pinos y yo un huerto de manzanos.Mis manzanos nunca cruzarán a su ladoa comerse las piñas debajo de sus pinos, le digo.Él solo contesta: “Buenas vallas hacen buenos vecinos”.La primavera me incita a la malicia, y me preguntosi podría meterle una idea en la cabeza:“¿Por qué hacen buenos vecinos? ¿No es asídonde hay vacas? Pero aquí no hay vacas.Antes de construir un muro preguntaríaqué es lo que estoy dejando dentro o fuera,y a quién me arriesgo a ofender.Algo debe existir que no gusta de muros,que los quiere deshechos.” Podría decirle “elfos”,pero no son elfos exactamente, y preferiríaque se lo dijera él mismo. Le veo ahí,trayendo una piedra firmemente agarradaen cada mano, como un armado salvaje paleolítico.Se mueve en la oscuridad o eso me parece,no solamente la del bosque o de la sombra de los árboles.No irá más allá del dicho de su padre,y le gusta tanto haber pensado tan bien en élque repite, “Buenas vallas hacen buenos vecinos”.
70 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
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72 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
n el conjunto de la obra desarrollada por
la fotógrafa canaria Carmela García
desde 1998 se observa la intención de
erigir, a través del arte, una sociedad
idílica e independiente en la que las mujeres sean
sus únicas protagonistas. Se adueñan de todos los
espacios disponibles, ya sean públicos o privados,
naturales o urbanos, exteriores e interiores, en un
intento de dominar cada pequeño emplazamiento.
Para la construcción de su universo plenamente
feminista ha desterrado cualquier referencia al género
masculino e, incluso, las relaciones sexuales de sus
habitantes han de ser necesariamente lésbicas. Se
observa perfectamente en la serie Chicas, deseos y ficción
de 1998, donde sienta las bases de su obra posterior.
Los tres conceptos reflejados en su título sirven de
manifiesto a su utopía, con la presencia exclusiva de
chicas, de sus deseos de renovación y de que todo su
universo está
aislado de una
realidad muy
diferente, no
es más que
una mera
ficción. Este
poso de negatividad se desarrolla en sus obras
posteriores, donde el aislamiento, la opresión
y la soledad tienen un papel muy importante.
En Ofelias (2000) trata de buscar las heroínas
necesarias para sustentar su sociedad sobre unos pilares
míticos y la encuentra en el personaje shakesperiano
de Ofelia, atormentada por un universo masculino
feroz y ahogada por los designios de su padre, de
su hermano y del propio Hamlet. Su trágico final
la convierte en una mártir de la causa feminista, y
así es representada por Carmela García. Sus Ofelias
calman su opresiva soledad en un pequeño reducto de
aislamiento frente al mar, primero meditando frente
a su inmensidad, y, por último, sumergida, reviviendo
la metáfora hamletiana del ahogamiento social al que
se había visto sometida. Pero con esta iconografía
también revive la interpretación romántica, erótica y
femenina de la sirena, capaz de enloquecer al hombre
con su canto,
s i e n d o
el canto,
a d e m á s ,
una de las
constantes del
personaje de
El encanto de Lesbos
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PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 73 •
Ofelia en la obra
de Shakespeare.
Consigue
la máxima
expresión de su
utopía en la serie
Paraíso (2002).
Como el propio
título indica, es el
lugar anhelado,
la perfección
en la que pasar
el resto de sus
días. Utiliza
una poética de
ambientación bucólica y entiende el paisaje como el
entorno idílico en el que se desarrolle su sociedad.
De esta manera se elimina cualquier connotación
masculina que pueda existir en un contexto urbano,
suprime el pasado y está dispuesta a comenzar de
cero. Su ubicación en un entorno natural las hace más
libres y pueden, de esta manera, desarrollar su propio
espacio de relaciones. La sensación de evasión y de
paz interior que reflejan envuelve al espectador en una
atmósfera armónica. Es capaz de suspender el tiempo
y hacernos partícipes de la vida de este nuevo paraíso.
Sin embargo, vuelve a sentirse la nostalgia
característica en la obra de Carmela García.
El aislamiento al que están sometidas se ve
magnificado por la exposición ante la inmensidad
de la naturaleza, que, presentada desde una
sublimidad romántica minimiza la presencia
femenina. Se ve con claridad en la fotografía en la
que una mujer medita frente a un acantilado en el
que rompen las olas con violencia, inspirada en la
estética de Friedrich y del Romanticismo alemán.
En Mujeres, amor y mentiras (2003) desarrolla
el concepto del sisterhood o hermanamiento entre
mujeres. Para esta serie recolectó un buen número de
fotografías antiguas en las que las mujeres vuelven a
ser las únicas protagonistas. La nota común en todas
ellas es el afecto y la complicidad que se demuestran,
creando situaciones entrañables y de apoyo mutuo,
como única salida
ante posibles
a d ve r s id a d e s .
Este mismo tema
evoluciona en
Sisterland (2007),
la materialización
del sisterhood
en un espacio
g e o g r á f i c o
concreto y
contemporáneo,
re f lex iona ndo
sobre la identidad
f e m e n i n a .
A partir de este momento su temática sufre
una evolución y comienza a fijarse en las grandes
mujeres de la historia, que sirvan como ejemplo
para su nuevo universo feminista. En Casting (2007)
extrajo de Internet una serie de fotografías en las
que diversas actrices de Hollywood representan el
papel de personajes históricos femeninos como Mata
Hari o Tamara de Lempicka. Para Escenarios (2007)
sigue el rastro de las grandes creadoras en el París
de entreguerras y captura los lugares en los que
dejaron su huella. Todas ellas se caracterizaron por
romper las mordazas que sometían a la mujer en
una sociedad llena de prejuicios y liberarla a través
de la creación artística. Si con anterioridad era la
propia artista la que creaba su propio Paraíso, en
esta ocasión se adueña de los pequeños reductos
idílicos de aquellas pioneras que lucharon por crear
un nuevo lugar en el mundo para la mujer moderna.
En toda su producción García no oculta que
su utopía no es más que un simple deseo, ahogado
por la realidad circundante. Crea una ficción
que bajo su aparente realidad evoca su potencial
capacidad de transformación social y revitalización
de la identidad femenina. Sin embargo, como en
toda utopía, hay una fuerte carga de negatividad,
de sumisión ante unas circunstancias adversas
y de una cierta nostalgia ante la imposibilidad
de llevar a la práctica su construcción ideal.
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74 • PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V
a Revolución Francesa consagró como
su utopía que todos los Hombres
llegaran a ser libres, iguales y hermanos.
De distintas maneras, las sociedades
occidentales han intentado llevar a cabo ese
ambicioso ideal. Sin embargo, tras más de
dos siglos, es evidente que la meta no ha sido
alcanzada. ¿Qué han hecho los hombres en
pos del sueño revolucionario?
Dejando de lado numerosas experiencias,
Occidente implementó dos formas principales
de organización a partir del siglo XX: el
liberalismo y el socialismo. La idea es explorar
de qué modo estos dos sistemas buscaron la
libertad, la igualdad y la fraternidad.
En su escala de valores, el liberalismo
le da un fuerte predominio a la libertad. Le
interesa por encima de todas las cosas que
los individuos puedan hacer sus propias
elecciones, decidir a qué quieren dedicar sus
vidas, expresar sus opiniones, determinar
quién los gobierna, trasladarse sin tener que
dar explicaciones, etc.
En cambio, el socialismo considera
que el valor supremo es la igualdad. Para este
sistema, lo más importante es que todos los
hombres sean iguales, posean el mismo acceso
a la salud y la educación, tengan condiciones
de vida lo más semejantes posible, trabajen los
unos con y para los otros, etc.
Esto es, a grandes rasgos, lo que cada
una de estas organizaciones elige. Ahora, hay
que ver qué es lo que dejan de lado.
Para llegar a su cuota de libertad, el
liberalismo sacrifica la igualdad. Le da a sus
miembros márgenes de acción razonablemente
amplios a sabiendas que eso menoscaba la
posibilidad de que sean iguales. Así, ciertos
individuos alcanzan un nivel de poder político
y económico que los separa abismalmente del
resto de la sociedad, y la paridad colectiva se
vuelve imposible.
Por otro lado, al buscar la igualdad, el
socialismo elimina la libertad. Con el fin de
equiparar a los hombres entre sí, anula muchas
de sus acciones: no permite que haya distintos
partidos políticos, medios de comunicación
plurales, iniciativas privadas de negocios,
proyectos personales en el extranjero, etc. De
este modo, el libre albedrío queda suprimido.
Pasando a los hechos, está claro que, con
la victoria de Estados Unidos sobre la Unión
Soviética en la Guerra Fría, el liberalismo se
impuso en su disputa con el socialismo. No
obstante, es dudoso que la forma de vida
liberal se acerque a la utopía de la Revolución
LIBERTAD, IGUALDAD, FRATERNIDAD: TODO O NADA
POR FELIPE BLAQUIER
L
ET CETERA
PERIPLO • OCTUBRE 2010 • Vol. V • 75 •
Francesa en mayor medida que la socialista.
Como hemos visto, estos sistemas consagran
a uno de los ideales en detrimento de otro. El
liberalismo pone en un pedestal a la libertad, y
tira por la borda a la igualdad. Por el contrario,
el socialismo santifica a la igualdad pero se
olvida de la libertad.
Ahora bien: ¿quién está en condiciones
de decidir cuál de estos dos valores es más
importante? ¿Qué es más necesario para
el Hombre, la libertad o la igualdad? ¿Es
preferible una
h u m a n i d a d
libre y desigual,
o igualitaria
y cautiva?
¿Acaso no son
los dos valores
e s e n c i a l e s
en la misma
medida?
E s t a
d i c o t o m í a
sería, de por sí,
preocupante.
Y sin embargo,
la situación
real parece
ser aún más
desesperada. En efecto, una reflexión ulterior
nos puede convencer de que estar obligados a
elegir entre una libertad dispar y una igualdad
cautiva es un lujo del que no podemos gozar.
¿Acaso no es evidente que, de forma
solapada, el liberalismo atenta contra la
libertad de múltiples maneras? El poder
político y económico de los países liberales:
¿no se sostiene mediante la sujeción de
los demás miembros de la sociedad en la
misma medida que lo hace a través de la
desigualdad? ¿Quién es libre ante la influencia
de las corporaciones que se meten hasta en
los detalles más íntimos de la vida personal?
¿Dónde está el ciudadano que pueda acceder a
información independiente de los intereses de
las empresas y el Gobierno? ¿Pueden ser libres
los individuos mientras existan sectores de un
poder tan avasallante? En fin: ¿es concebible
la libertad sin igualdad?
Asimismo: ¿no
se ve que el socialismo
ataca a la igualdad
en el mismo grado
que el liberalismo
impide la libertad?
¿Qué posibilidades de
equidad puede haber
en un sistema donde no
existe el recambio en
el poder y los líderes se
quedan todo el tiempo
que pueden? ¿De qué
simetría se habla en
sociedades en las que
un pequeño grupo toma
todas las decisiones
mientras a la inmensa mayoría no le queda
otra opción que acatar órdenes? ¿Pueden ser
iguales los hombres en medio de semejante
nivel de sujeción? En suma: ¿es factible la
igualdad allí donde no hay libertad?
Así, descubrimos una afinidad esencial
entre ambos ideales. Para que realmente haya
libertad, debe haber igualdad, y para que sea
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ET CETERA
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posible la igualdad, es necesaria la libertad.
Si –como hace el liberalismo- no se garantiza
la igualdad de los Hombres, la libertad es
inalcanzable. Por el contrario, si –como en
el socialismo- no se respeta la libertad, la
igualdad es irrealizable.
Los dos valores analizados están tan
íntimamente relacionados que se definen el
uno al otro. He aquí el nudo de la cuestión:
al haber desigualdad en el liberalismo, eso
implica que unos hombres son más libres que
otros y por ende la verdadera libertad fracasa;
y si existe sujeción en el socialismo, eso conlleva
que unos pocos son más iguales que el resto y
entonces no hay igualdad total.
De este modo, comprendemos la
visión de los revolucionarios franceses, que
consagraron en forma unificada a la libertad,
la igualdad y la fraternidad. Escindidos, estos
ideales carecen de valor: tendremos todo, o
nos quedaremos en la nada. Hasta ahora, sólo
se han llevado a cabo experiencias unilaterales
y, por ende, fallidas. Si algún día se materializa
un sistema en el que seamos libres e iguales,
sólo entonces los Hombres seremos realmente
hermanos. Probablemente, esto nunca deje de
ser más que una utopía, pero: ¿se puede vivir
sin sueños?
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s difícil que seamos rebatidos si afirmamos que
edificar utopías es reflexionar sobre política.
Por otra parte, es sencillo acordar que
lo que denominamos Cultura Occidental reconoce
su origen en la Antigua Grecia, entre otras razones,
por el surgimiento de instituciones políticas inéditas
en la historia de la humanidad y sobre todo por el
intensísimo debate erigido en torno de ellas, de cuyos
vestigios se nutren aún hoy nuestras sociedades.
Si dejamos entonces firmes ambos términos,
no puede resultar vana la requisa de monumentos
literarios en busca de estos ejercicios de teleología
política. Los más haraganes acudiremos sin
vacilaciones a Platón, atalaya de la cultura griega,
e inmediatamente nos encontraremos con su
República y las bases para una constitución política
de los atenienses (politeía), fácilmente identificable
como precursora de todo utopismo posterior.
Sin embargo, aunque si bien es del todo justo
dar un lugar preponderante a este diálogo platónico
entre toda la producción cultural relacionada a la
reflexión utópica, esto no es por su carácter inaugural.
Eutopía (del griego eû –buen- y tópos –lugar-),
término que conviene al ámbito de la cultura
griega, como territorio de felicidad inmaculada
aparece tempranamente en la mitología situada
en alguno de los confines del mundo conocido
y bajo diversas denominaciones: Jardín de
las Hespérides, Islas de los Bienaventurados,
Trapobona, Etiopía, Hiperbórea, entre otros.
Y ya examinando a los autores clásicos, en
Homero encontramos un ejemplo cuando Odiseo en su
dilatado periplo visita a los feacios, dichosos habitantes
de la isla de Esqueria cuya característica más notoria
es la de ser una tierra de paz social y concordia
cívica (homónoia). El acento en este tipo de valores
colectivos presentes en el texto homérico documenta
una preocupación que emerge casi al mismo tiempo
que la polis misma, el temor a la confrontación
(stasis) y la dificultad de lograr la cohesión social.
Pronto se nos aparecerá un rasgo condicionante
del discurso utópico, cierta inspiración contestataria
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La repulsa de Platón:Breve recensión de la crítica a la República
Por Pablo Doratti
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subyacente a su tono de complacencia. En efecto,
veremos que por más decorada y amable que se presente,
siempre será una cautelosa voz en disidencia contra
algo de lo establecido. Su designio es la crítica reticente.
Aunque siempre hay lugar para las excepciones
y, en este caso, de las más insignes. En Trabajos y días
su pesimismo habitual exime a Hesíodo de aquellas
florituras y su invención eutópica se presenta de una
manera bastante particular: si la utopía tradicional
se entenderá como la contemplación de un horizonte
hacia el cual acercarse, Hesíodo efectúa la operación
inversa: fija un punto ideal en el tiempo, desde el cual
nos alejamos raudamente. A este tiempo de bonanza
lo denominó Edad de Oro1; en él los hombres vivían
como dioses, sin fatigas ni miserias, sin ser alcanzados
por la vejez, disfrutando de la prodigalidad de los
dioses que preñaban sus campos de abundantes
frutos. Luego el mito da cuenta de una degradación
hasta alcanzar la Edad de Hierro, que se encuentran
padeciendo los hombres de aquel tiempo, plena de
injusticia e inquietudes. Por último, Hesíodo nos augura
un futuro no menos sombrío, en el que los hombres
nacerán ancianos y desaparecerá la justicia y el pudor.
Lo que perdurará de esta visión infausta de
la humanidad que compone el poeta beocio es sin
duda la identificación de estos elementos considerados
corruptores de la sociedad perfecta: adikía (injusticia) e
hybris (desmesura). Y es éste un antecedente que vincula
indisolublemente a Hesíodo con la obra de Platón.
El programa platónico para el establecimiento
de la ciudad ideal está precedido de una profunda
especulación sobre la justicia. Sócrates realiza un
enorme esfuerzo por conducir a sus interlocutores a una
definición certera de lo justo y con la tesis provisoria
de que lo justo es que cada individuo haga lo que le
corresponde se establece un criterio modelador para el
diseño del Estado ideal. La excelencia de este Estado
radicará entonces en tres elementos: sabiduría, valentía
y moderación. A su vez, estos atributos se corresponden
1 Si bien el mito de las edades no es exactamente inven-ción hesiódica y reconoce paralelos en la cultura india y persa, hay consenso en reconocer algunos aportes al poeta beocio, como la interpolación de la edad de los Héroes y la ligazón entre la corrupción de la estirpe humana e hybris.
aproximadamente con las tres clases en las que, se
espera, se dividirá la sociedad: la de los gobernantes
filósofos, los únicos dotados para el ejercicio del
poder, los guardianes que protegerán a la comunidad
de agresiones externas y, finalmente, la clase de los
gobernados, labradores y artesanos de profesión.
Una vez que han sido trazados los principales
lineamientos de esta nueva sociedad, Platón se concentra
en identificar eventuales amenazas a su armonía. De
esta forma, el plan para conservar la polis ideal deriva en
un extenso programa de proscripciones y preceptivas.
Este modelo restrictivo de la ciudad ideal es el aporte
más notable de Platón al pensamiento utópico y
será el replicado en las más conocidas de las utopías
posteriores, como las de San Agustín y Tomás Moro.
Las críticas no se hicieron esperar. Apenas
una generación más tarde, Aristóteles impugna el
comunismo platónico por impracticable. Su Política se
centrará en el valor subjetivo de la felicidad (eudaimonía)
como eje rector para una constitución política ideal.
Pero la censura más radical del proyecto
aristocrático de Platón no habría de llegar sino
hasta mediados del siglo XX, en plena madurez del
liberalismo capitalista, cuando Karl Popper publica
su celebérrima obra La sociedad abierta y sus enemigos.
Para el filósofo austríaco, lo que sucede con el
advenimiento de las polis griegas es una verdadera
revolución cultural que excede los ámbitos político
y social. Se produce el ascenso categórico desde lo
que denomina “sociedad cerrada” a la “sociedad
abierta” o abstracta. Por sociedad cerrada entiende
a la organización tribal de la sociedad, regida por
vínculos de sangre como factor aglutinante. Popper la
compara a un organismo vivo, cuyas características
sustanciales son la indivisibilidad y la inconmutabilidad
de sus partes. Allí la gestión individual ocasiona
necesariamente efectos colectivos. Por el contrario, la
sociedad abierta promueve formas de organización
política que estimulan la acción individual y la
interacción con el mundo circundante. Una dinámica
centrípeta es desplazada por una centrífuga, para
la cual la libertad se vuelve un valor irrevocable.
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Para Popper, el proyecto platónico expresa una
reacción contra estas fuerzas innovadoras. Según esta
posición, la República no es más que un claro manifiesto
conservador en contra de la joven democracia ateniense.
Pero la crítica popperiana no se detiene allí.
Postula un defecto insalvable en el diálogo platónico
que denomina “utopianismo” o “ingeniería utópica”.
Esta extravagante construcción del pensamiento
pretende que es posible el experimento de implantar
una sociedad de diseño en otra existente. Esta
empresa ingente impone la necesidad de implementar
cambios radicales, suprimir instituciones consideradas
nocivas, reemplazarlas por otras virtuosas,
todo lo cual implica algún grado de violencia.
Pero, sin duda, la más inquietante conclusión de
Popper sobre la imperfección de la ingeniería utópica es
la referencia a la caducidad de la utopía. El pensamiento
utópico, nos dice, es claramente teleológico, pues se
inclina hacia un fin más o menos indiscernible en el
futuro. Sin embargo, a medida que las generaciones se
van sucediendo ese fin es necesariamente reformulado,
porque los intereses y aspiraciones humanas nunca
podrían permanecer inmutables. La insistencia en
una utopía inveterada implica una cierta coacción
de las voluntades, la suspensión de la racionalidad,
un espacio allanado al dogmatismo (religioso).
Un poco más acá en el tiempo, el escritor
uruguayo Eduardo Galeano vería en esta
evanescencia de la utopía un rasgo positivo. La
imagen es la de un peregrino hacia la utopía;
cuando ha dado diez pasos hacia ella, la utopía
se aleja otros tantos pasos de él. Entonces, “¿para
qué sirve la utopía?”, se pregunta perplejo. “Para
caminar”, se contesta luego. Para caminar…
____Bibliografía:ARISTÓTELES. Política. Madrid: Gredos, 1982.GERNET, Louis. Antropología de la Grecia Antigua. Madrid: Taurus, 1981. PLATÓN. República. Madrid: Gredos, 1982.POPPER, Karl. The Open Society and Its Enemies. Londres: Routledge, 1945.
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Bárbara Sánchez. Salamanca. Joven aprendiz y viajera interestelar. Practicante de la música. Le gusta crear y navegar pero siempre le roba algo de tiempo un par de chistes malos.
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Alejandra Fernández Mingorance. Madrid. Ilustradora de sueños. Espíritu autodidacta y coleccionista de imágenes. Andalucía le mostró los colores, las texturas y los aromas a cuento y desde entonces desarrolla su faceta más creativa ilustrando palabras.
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Isabel Talleda. Barcelona. Pasión a flor de piel, Isabel fotografía por curiosidad, por risas y por ganas de inventarse un mundo propio con la peculiaridad del observador paciente. Además de su alegría invencible destaca por su empatía y cercanía humana.
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Elena Hontangas. Valencia. El arte y la abstracción fluyen en todo su ser proporcionando calma, viveza y un sinfín de sentimientos agradables con cada uno de sus trabajos. Elena posee el don de conciliar abstracción y concreción en un solo producto visual.
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Eugenia Hermida. Buenos Aires. Con una mirada en blanco y negro en busca del color, EugeH capta momentos y los transforma a su antojo. Amante de los clásicos de rock y de los libros que parten la cabeza viene a poner un granito de sal de plata con lo que mejor sabe hacer: fotos.
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Fernando Pittaro. Periodista argentino. Nació en Córdoba, sobrevive en Buenos Aires. Buscador incansable de historias callejeras. Nómada declarado. Escribe mucho, escribe de todo, escribe siempre. Sus escritos son un aporte más a la confusión general.
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Isabel Guzmán. Dibujar es una inquietud, y a ella le gusta experimentar, pintar, sacar fotos para no olvidar, crear mundos, diseñar y ñoñar... ah, y escuchar mucha música de colores y chicas gritonas.
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Coral Porras. Salamanca. Cuando creo algo lo hago por necesidad, porque hay personajes que quieren cobrar vida y contar algo. Todo lo aparentemente bello e inocente tiene algo oscuro y yo siento el deber de plasmarlo. Me rodeo de seres híbridos, mixtos y dicotómicos y no encuentro mejor manera de representar nuestro entorno.
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Marta Llorens. Barcelona. Con los pies en el suelo y trazos sutiles en blanco y negro Marta se adentra en Periplo para mostrar una faceta a la vez caótica y magnética de su trabajo.
martallorens@revistaperiplo.com
Mar Ample i García. Valencia. Maga de los colores y las formas, Combina una femenina sensibilidad con una mirada vital de la realidad y deja relucir un estilo que roza lo mágico y el terreno de la irrealidad con gracia.
marample@revistaperiplo.com
Luz Lagrange. Buenos AIres. En Luz destacan la vitalidad y la frescura de quien ha creado un universo propio. Además encuentra tiempo para dedicarse a la música, disfrutar de la cultura pop, sticoms, dulces, uniformes de azafatas, los juguetes de la infancia.
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Laura Mariscal. Madrid. Espirales, plumas, gotas. Laura mezcla elementos con las formas más diversas en un ejercicio creativo que denota una profunda imaginación y una abstracción elegante.
lauramariscal@revistaperiplo.com
Jorge Dallos. Bogotá. Publicista de profesión, con una gran pasión por la creación visual. A través de medios como la ilustración, el diseño gráfico y la fotografía busca hacer un registro y una interpretación de lo que encuentra en la cultura pop, la moda y la música.
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Julio Ríos. Salamanca. Ilustrador emotivo o publicista inusitado Julio filtra la realidad con un talante humorístico en donde se puede entrever una creativa filosofía de vida y una sorpresiva abstracción visual que no conoce límites.
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Jenny Castellanos. Salamanca. Vivaz en sus creaciones, combina a la perfección desde el diseño gráfico hasta la pintura al óleo. El poder de la imaginación al mando para darnos a conocer un universo de colores y formas donde realidad y sueño se funden para dar lugar a sus ilustraciones.
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Saray González Valiente. Santander. La fortaleza hecha ilustración Saray deja ver una profunda reflexión a través del dibujo., que no respeta cánones ni fronteras.
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Pollyanna Escárcega. Mexicali, México. Desde la ciudad que atrapó el sol y siempre sonriente y carismática, Pollyanna dedica a Periplo su cálculo de exactitud suiza para la administración, sin por ello dejar de lado una que otra aportación visual.
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Víctor Botas. Oviedo. Ilustrador discreto, Víctor es un maestro de la simplificación y de la abstracción de letras que, una vez filtradas, se convierten en las imágenes más inverosímiles y eficaces de la palabra.
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Sandra Sánchez. Sevilla. Sandra es la voz tibia, a veces tímida a veces contundente que muestra a través de su pluma y lienzo su nítida mirada de la realidad. En su faceta fotográfica trasluce una sensibilidad hacia lo dinámico, lo móvil, lo vivo que deja la sensación de respirar aire fresco en un desierto caluroso.
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Pablo López. Santander. Artista multidiscplinar decantado por la fotografía. Considera que el arte es otro lenguaje más que permite la expresión de nuestra inteligencia emocional, aquella que engloba desde los sueños mas triviales hasta los más cercanos al subconsciente.
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