una reflexiÓn para cada dÍa cuaresma 2010
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UNA REFLEXIÓN PARA
CADA DÍA
CUARESMA 2010
Llucià Pou Sabaté
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Para hablar con Dios no hace falta que “nos hagan un
mapa”, pues es nuestro Padre y para hablar con nuestros
padres no necesitamos instrucciones. Pondré entre “comillas”
las palabras de la Misa de cada día, de la Biblia. No es leer
y ya está. LO QUE NO ESTÁ ESCRITO es lo mejor, porque
lo que tú digas tiene más valor, Él te quiere a ti, no a un
papagayo o a un loro que repite. De todas formas, como es
Dios, queremos aprender a adorarle, por eso algún día
puedes empezar el rato de oración con el Padrenuestro o la
"oración inicial para cada día"; después, puedes meditar el
"texto de cada día", y terminar rezando la "oración final".
ORACIÓN INICIAL PARA CADA DÍA: Jesús mío, creo en
ti, que estás aquí conmigo, siempre a mi lado en el camino
de la vida; ayúdame en esta oración a pedirte y
agradecerte. PEDIRTE que seas mi mejor amigo, que abra
las puertas de mi corazón a tu gracia y que hagamos todo
juntos, Y AGRADECERTE cuánto me amas, que me dé más
cuenta y con obras corresponda a tu amistad: ¡Tuyo soy,
para ti nací!: ¿qué quieres, Señor, de mí?
ORACIÓN FINAL de S. Ambrosio:Ven Jesús a buscarme,
busca la oveja perdida. Ven, pastor. Deja las noventa y
nueve y busca la que se ha perdido. Ven hacia mí. Estoy
lejos. Me amenaza la batida de los lobos. Búscame,
encuéntrame, acógeme, llévame. Puedes encontrar al que
buscas, tomarlo en brazos y llevarlo. Ven y llévame sobre
tus huellas. Ven Tu mismo. Habrá liberación en la tierra y
alegría en el cielo.
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Día 1º. MIÉRCOLES DE CENIZA (17 de Febrero):
inauguramos un tiempo de entrenamiento para vencer contra
las fuerzas del mal: con la capa de la caridad, la espada
del sacrificio y la coraza de la oración
¿Qué es la cuaresma? Cuarenta días… ¿de qué? De Jesús
en el desierto
preparándose para
su vida de predicar
el Evangelio. “Ahora
es tiempo favorable”
para convertirnos,
“ahora es día de
salvación”. Jesús dijo
que no hagamos las
cosas “para ser
vistos”, y nos habla
de hacer limosna, rezar y ayunar. Jesús, enséñame esta ciencia
de ayudar a los demás, de rezar y hacer sacrificios, sobre todo
sacrificios que hagan felices a los demás: como sonreír, hacer
las paces, pedir perdón… Mientras el mundo anda de Carnaval,
con máscaras, la Iglesia nos anima a quitarnos la máscara del
pecado y pedir perdón, y libres de toda culpa alabar a Dios con
el corazón sincero.
Cuentan de un niño que se peleaba con una niña en una
escuela de enseñanza infantil, y cuando la maestra le regañó se
puso a llorar; entonces, ella le dijo: “no te preocupes, que no has
sido tú sino el demonio quien te ha hecho hacer esto” y el niño,
serio, contestó: “tirarle de la trenza quizá sí que ha sido el
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demonio pero escupirle a la cara ha sido idea mía”… reconocía
sus faltas, era sincero.
Cuando tuvimos la imposición de ceniza en el cole, los más
pequeños querían que les “echara” agua bendita a ellos también.
Eso dice el salmo: “limpia mi pecado. Rocíame con el hisopo y
quedaré limpio; lávame y quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría… Aparta de mi pecado tu vista,
borra en mí toda culpa». Hazme sentirme limpio. Hazme
sentirme perdonado, aceptado, querido. Si mi pecado ha sido
contra ti, mi reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu
pureza y tu firmeza. Dame tu Espíritu, que vea ante el espejo
de la verdad. Mata, Dios mío, el gusano de mal que hay en mí; /
haz de mí mariposa de tu agrado, / y que pueda volar con
libertad / en nuevo paraíso. / Transforma, oh Dios, la fiera que
hay en mí; / conviérteme en la persona que Tú sueñas: /
sensible, generosa, solidaria, / lléna mi corazón de santo
Espíritu... / y te cantaré mi amor (Caritas).
La oración, sacrificio y limosna son las armas para vencer
todas las fuerzas del mal, del demonio, como veremos el
domingo con las tentaciones de Jesús que resumen todos los
males. Con estas armas vencermos la batalla y cumpliremos la
misión, como la Comunidad del Señor de los Anillos, aunque haya
malicia en el mundo que quiera romper el mundo como en Avatar.
Así pedimos a Dios "iniciar un camino de auténtica conversión
para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia,
el combate contra el espíritu del mal".
Recibir la ceniza en nuestra cabeza, con la señal de la
cruz, es quedar marcados, el otro día algún niño llevaba a
bolígrafo marcas en la frente… no es un juego ni algo mágico,
sino un signo religioso, de algo muy grande, de que Dios en
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nuestro interior nos ha dado el Espíritu Santo, y nos ha
marcado como suyos, y escrito nuestros nombres en el libro de
la Vida. Pero hemos de luchar con alegría para prepararnos para
la Olimpiada en estos 40 días, para la Pascua. Por eso se nos
dice: "Convertíos y creed el Evangelio" o también: "Acuérdate
de que eres polvo y al polvo volverás". Este día, los mayores de
14 años debemos hacer abstinencia de carne, como los demás
viernes de cuaresma. Los que tenemos entre 18 y 59 años,
ayuno. Es un día de penitencia, para que ayudemos a los demás
(obras de misericordia) y para ello nos privemos de lo nuestro
(por ejemplo dejando los juguetes o las cosas personales a los
hermanos, sin tanto miedo a que nos las rompan).
Hemos de hacer “ayuno” sobre todo “del yo”. Si te fijas,
los hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si
me han dicho, si siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen
manía, si era mío o para mí, que si yo he metido el gol, si yo le
dije y entonces .... si me apetece a mí, qué pensarán de mí, ... y
mil frases más que conjugan con distintos verbos el Yo, a Mí,
Mío. Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos recuerda: polvo
eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso?
Dios creó el cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo
volverá a ser tierra con la muerte. Y nuestra alma volverá a
Dios. La ceniza nos hace pensar en todo esto, y quitar las malas
hierbas del egoísmo… la Virgen, la muy humilde, nos ayudará a
concretar esas armas para la lucha.
Día 2º. JUEVES 18 de Febrero: el camino de la cruz.
Jesús anuncia por primera vez a sus discípulos que ha de
morir y resucitar
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“Hoy pongo delante de ti la vida y la felicidad, la muerte
y la desdicha. Si escuchas los mandamientos del Señor… si amas
al Señor, tu Dios, y cumples sus mandamientos, sus leyes y sus
preceptos, entonces vivirás, te multiplicarás, y el Señor, tu
Dios, te bendecirá... Pero si tu corazón se desvía y no escuchas”
lloverán desgracias: “yo he puesto delante de ti la vida y la
muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, y vivirás, tú y
tus descendientes, con tal que ames al Señor, tu Dios, escuches
su voz y le seas fiel. Porque de ello depende tu vida y tu larga
permanencia en la tierra que el Señor juró dar a tus padres, a
Abraham, a Isaac y a Jacob”. Es el resumen del discurso de
Moisés a su pueblo; el salmo lo dice de otra manera: «dichoso el
que ha puesto su confianza en el Señor, que no entra por la
senda de los pecadores... será como árbol plantado al borde de
la acequia», que tiene raíces que pueden beber, «no así los
impíos, no así: serán paja que arrebata el viento; porque el
Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los
impíos acaba mal».
Pero este camino no es de rosas, sino que tiene espinas.
Jesús les dice que tiene que sufrir, y el que le sigue también:
«Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome
su cruz cada día, y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la
perderá; pero quien pierda su vida por mí, ése la salvará. Pues,
¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si él
mismo se pierde o se arruina?». El Señor está a nuestro lado
aunque no le veamos, y nos anima a verle en la cruz, a ayudarle a
llevarla, porque con Él nos llevará al cielo. Pero nos gusta más
pasarlo bien, que hacer algo que nos cuesta. Por eso nos vendrá
bien la historia de una princesa triste de leyenda, que sueña
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felicidades extrañas asomada al jardín del palacio. De pronto,
entre las flores aparece su hada madrina y le dice:
- La felicidad va a venir por estos caminos; si logras
conocerla, ve tras ella y te dará la dicha que sueñas.
Desapareció el hada después de haber tocado con su
varita mágica los rosales.
Y apareció un hada magnífica, adornada con todo tipo de
joyas de oro y plata. La siguió la princesa anhelante y al ver que
no era dichosa con ella, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
- No, contestó: soy la riqueza.
- Por eso, dijo la princesa, sentía yo a tu lado sabor de
tierra despreciable en mis labios.
Y apareció enseguida otra hada cubierta con un manto de
estrellas. La princesa caminó con ella, y al notar el corazón
vacío, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
- No, contestó: soy la gloria.
-Por eso -dijo la princesa- sentía yo a tu lado llena de
humo y de viento la cabeza.
Y apareció después otra hada, sonando cascabeles de
alegría. La princesa la siguió y al ver en sus ojos una niebla
triste, le preguntó:
-¿Eres tú la felicidad?
-No: soy el placer.
- Por eso -dijo la princesa- sentía yo en el alma un peso
de ilusiones muertas.
Y apareció una viejecita astrosa, pero agradable, con un
rostro surcado de lágrimas, entre las que miraba sonriente. La
princesa la siguió. Caminaba por caminos largos, de abrojos y
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espinas, y sentía la princesa como un descanso parecido al
placer. Y en medio de un bosque se trocó en la más admirable
de las hermosuras.
-¡Oh! -gritó la princesa, cayendo de rodillas- ¡Tú eres la
felicidad!
-No -contestó ella-. ¡Soy el sacrificio! La felicidad
completa no existe en esta vida; pero entre todas las
apariencias del mundo, soy la única verdadera.
Nada más empezar esos 40 días, nos habla la Iglesia que
fueron tambén 40 años del pueblo de Israel en el desierto, con
Moisés, para llegar a la Tierra prometida, que hablaba con Dios
que les acompañaba y les guiaba. Moisés tenía una misión que
cumplir. Queremos vivir estos días hablando con Dios para que
nos acompañe y nos guíe a la misión que nos tiene preparada el
Señor.
Día 3º. VIERNES 19 de Febrero: el sacrificio, necesario
para la vida cristiana
El Señor dice que no quiere sacrificios de gente que reza
y luego maltrata a los demás, que quiere que la gente se quiera.
No quiere que nos pongamos piedras en los zapatos sino el amor
a los demás. Cuando le preguntan a Jesús por qué no ayunan los
suyos, les contesta: «Pueden acaso los invitados a la boda
ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán
en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán». Habla
de fiesta. Por eso, lo que decíamos ayer de pensar en
sacrificios va unido a la alegría, que decía S. Josemaría que es
un árbol “que tiene las raíces en forma de cruz”, esta cruz que
nos encontramos cada día unidos a la de Jesús.
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Hay una historia que une las tres armas que nos dice la
Iglesia para estos días. Había una vez un ermitaño, que vivía
solo en la montaña, en lo alto había una antigua iglesia con su
casita donde vivía, trabajando, buscando alimento. Durante el
día, bajaba al pueblo a vender sus productos, y luego subía otra
vez hacia su ermita. Cuando hacía calor, al subir tenía
muchísima sed y sudaba. Pasaba por una fuente y... no bebía, le
ofrecía a la Virgen aquel sacrificio y proseguía su camino. Al
anochecer, el ermitaño miraba al cielo y veía una estrella,
regalo de la Virgen, en recompensa a su sacrificio...
Pero, un jovencito, al ver la vida del ermitaño, llegó a
admirarlo y quiso ser como él. Entonces hacía lo que el ermitaño
hacía... Cuando subían acalorados, con mucha sed, el ermitaño
pensó que el chico tenía sed, y que si él no bebía el muchacho
tampoco lo haría. Pero, que si bebía, no tendría el lucero por la
noche como premio, porque no habría hecho el sacrificio. Al
final, venció el corazón y bebió, y también el chico. Pensó al
subir que no había podido ofrecer a la Virgen su sacrificio, y
quién sabe si tendría recompensa aquel día, si vería su estrella
en el firmamento. Pero, al tener al jovencito a su lado éstaba
contento y pensó que valía la pena. Al anochecer miró al cielo
con miedo y vio que no había una estrella… aquel día la Virgen le
había hecho un regalo distinto… había dos estrellas en el
firmamento.
¿Se encienden de verdad las estrellas?, No sé en el cielo,
pero en nuestro corazón seguro que sí, el Señor enciende una
luz mágica, como nos dicen las lecturas de hoy: “Entonces
brotará tu luz como la aurora”, tendrás una fuerza especial,
divina, serás hijo de Dios, y es lo que pedimos en la Misa de hoy:
«Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia con que
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hemos empezado la Cuaresma” para tener “la sinceridad de
corazón” de la mano de Jesús: «Señor, enséñame tus caminos e
instrúyeme en tus sendas». ¿Dónde poner estos sacrificios?
al dejar cada cosa en su sitio
ponerme a estudiar, hacer los deberes puntualmente
estar atento a clase sin irme “de aventuras” con al
imaginación, puedo imaginar en cambio cosas con lo
que explican, la historia, la geografía, y hacerme una
“película” para aprenderlo mejor
no escoger lo mejor en la comida, ceder el sitio…
obedecer a la primera
rezar por la noche aunque tenga sueño
levantarme a la primera por la mañana –minuto heroico
limpiarme los zapatos, bajar la basura
no decir motes que molestan a los demás
“ayunar” de tele sobre todo cuando no toca
Sonreír cuando me cuesta
Dominar el mal humor cuando las cosas cuestan o no
salen como esperaba
Dominar la curiosidad
Aprender a comer de todo, así me preparo para la
vida: cada día un poco más de lo que no me gusta
-
-
-
Puedes tachar, cambiar y añadir alguna, y repasarlas de
vez en cuando, para ver cómo va ese “entrenamiento”… (Josep
Maria Torras).
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Nos puede ayudar el testimonio de los mártires. El
cardenal Mindszenty de Hungría cuando entraron los
comunistas lo metieron en la cárcel, donde pasó muchos años
(salió de la cárcel cuando Hungría se independizó de la Rusia
comunista; era ya muy mayor y murió al poco tiempo). Fue un
ejemplo como cristiano por su fortaleza y fidelidad a Dios y a la
Iglesia. Una muestra, es, por ejemplo, su firmeza en vivir la
abstinencia, que es el mandamiento de la Iglesia que nos manda
a los cristianos mayores de 14 años, que vivamos la
mortificación de no comer carne los viernes de todo el año.
Como sabes, fuera de la Cuaresma la abstinencia de carne se
puede sustituir por otro acto penitencial (oración, mortificación
o limosna); pero durante la cuaresma no.
Todos los viernes, y sólo los viernes, le daban carne para
comer y cenar. El cardenal sabía que en sus circunstancias no le
obligaba esa ley de la Iglesia, pero jamás tomaba aquella carne.
Quería libremente vivir aquella mortificación. En sus
"memorias" escribe este diálogo con el Comandante de la
prisión, un día en que el policía no pudo aguantar más aquella
actitud:
- ¿Cree usted que son los presos quienes dictan el
reglamento en la cárcel?
- No; no creo semejante cosa.
- Pues entonces coma lo que se le da.
- Los viernes no como carne.
- No le daré otra cosa.
- Tampoco pido que me dé otra comida. Pero si me da
carne no la comeré los viernes.
- En tal caso, le castigaré.
- Estoy dispuesto a aceptar cualquier castigo.
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Aquel día la comida se quedó sobre la mesa. Se la llevaron
poco antes de la cena, que también consistió en un poco de
carne, La escena se repitió en los sucesivos viernes, hasta que
acabaron por dársela los domingos.
Señor, cuántas veces yo tengo compasión de mí mismo, y me busco excusas para no mortificarme, o no obedecer a mi madre la iglesia. A veces, por el deporte o por el estudio soy capaz de esforzarme y sufrir, y sin embargo cuando lo tengo que hacer por ti me echo para atrás. Si te amase más, sería más generoso y fuerte. Te amo, Señor, pero quiero amarte más. La próxima vez que ante una mortificación me venga a la cabeza una excusa, la rechazaré "porque te quiero". Y, en concreto, tomaré la comida que me pongan porque te quiero Día 4º. SÁBADO 20 de Febrero: al reconocernos pecadores
podemos recibir la misericordia divina
Nos dice Dios que nos portemos bien con los demás, sin
insultar. “Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás
auxilio, y él dirá: "¡Aquí estoy!"… tú serás como un jardín bien
regado”, nos dará el Señor todo lo que necesitamos, si nosotros
lo hacemos con los demás, si no los dejamos solos. ¿A quién
puedo dar una alegría? ¿Quién espera algo de mí, a mi
alrededor?
Dicen que un joven iba por carretera en coche, cuando vio
a una señora anciana, fuera de un coche parado, al lado de la
carretera. Llovía fuerte y oscurecía, y al verla necesitada,
detuvo su coche y se acercó. La señora al verle vestido
pobremente tuvo miedo, y el joven le dijo: “Estoy aquí para
ayudarla, señora, no se preocupe. ¿Por qué no entra en el coche
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que estará mejor? Me llamo Renato”. Ella tenía una rueda
pinchada y Renato la cambió… la mujer le contó que estaba de
paso, y que se encontraba perdida en aquel lugar, sin saber qué
hacer, y no sabía cómo agradecer la preciosa ayuda; preguntó
qué podía pagarle. Renato respondió: “Si realmente quisiera
pagarme, la próxima vez que encuentre a alguien que precise de
ayuda, déle a esa persona la ayuda que ella necesite y acuérdese
de mí”...
Algunos kilómetros después, la señora se detuvo en un
restaurante más bien pobre. La camarera era joven, muy
amable, le trajo una toalla limpia para que secase su cabello y le
dirigió una dulce sonrisa... estaba con casi ocho meses de
embarazo, le notó cierta preocupación en su cara, y quedó
curiosa en saber cómo olvidaba sus problemas para tratar tan
bien a una extraña, y le dio pena que trabajara hasta tan tarde,
en esas condiciones. Entonces se acordó de Renato. Después
que terminó su comida, se retiró... Cuando la camarera volvió
notó algo escrito en la servilleta, en la que había 4 billetes de
500 euros... Leyó entre lágrimas lo que decía: - “Tú no me debes
nada, yo tengo bastante. Alguien me ayudó hoy y de la misma
forma te estoy ayudando. Si tú realmente quisieras
reembolsarme este dinero, no dejes que este círculo de amor
termine contigo, ayuda a alguien”. Aquella noche, cuando fue a
casa, cansada, pensaba en el dinero y en lo que la señora dejó
escrito... ¿Cómo pudo esa señora saber cuánto ella y el marido
necesitaban de aquel dinero? Con el bebé que estaba por nacer
el próximo mes, todo estaba difícil... Quedó pensando en la
bendición que había recibido, y que últimamente estaba
enfadada con su situación y que las cosas no iban bien con su
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marido; cambió su cara y dibujó una gran sonrisa... Agradeció a
Dios y besó a su marido con un beso suave y susurró: -“Todo
estará bien: ¡te amo... Renato!”
En la película "Cadena de Favores" vemos esta idea: un
niño inicia un movimiento que sugiere que alguien haga un favor
grande a tres personas; cada una de esas tres personas ayudará
a otras tres, y así sucesivamente, hasta llegar a un nivel donde
el se multiplican los favores y buenas intenciones y se logre
mejorar el lamentable estado en el que está el mundo. El niño
entonces ayuda a quienes más cerca están de él, sin darse
cuenta del lío que va a organizar, como una gran ola de gente
que le va a seguir. Uno se puede dejar contagiar de la
agresividad que nos rodea, el “mal rollo”, o puede sembrar
amabilidad. Uno puede ir a la suya, y construir su destino, o bien
hacer el bien, y ayudar a todo el que te necesite. La vida es algo
misterioso, y la historia de Renato sería una cursilada si no
fuera porque experimentamos que en nuestras vidas muchas
veces es realmente así... en la medida que hagamos a los demás,
ellos harán con nosotros; la vida es un espejo... ciertas
“casualidades” nos hacen ver que todo lo que uno da, ¡vuelve a
uno! Es como si hubiera un espejo que funciona con lo que
expresamos; si damos odio nos vuelve odio, si lo que damos a los
demás es amor, también lo recibimos. ¿Siempre? Porque a veces
parece que no recibimos lo que damos: en realidad lo recibimos
siempre, pero de otro modo, pues el fruto más importante de
nuestras acciones ya ha crecido en nuestro interior, aunque
fuera no germine aparentemente; aunque no siempre se ven los
resultados, aún así vale la pena. La regla de oro siempre es la
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del Evangelio: hacer a los demás lo que queremos que hagan con
nosotros, sabiendo que hay más alegría en dar que en recibir
Hoy, Jesús invita al publicano Levi-Mateo a seguirlo. Y el
pecador se levanta, lo deja todo y va en seguimiento de Jesús.
Le ofrece un gran banquete para celebrar su conversión. San
Mateo era antes un recaudador de impuestos, vendido a los
romanos, hacía un negocio sucio, y era odiado: por ser un
traidor del pueblo. El Señor lo miraría con cariño (una mirada
de misericordia, que llena de esperanza), y le dijo: “Sígueme”.
Le dicen “¿cómo es que comes con publicanos y pecadores?” y
Cristo dirá: “no he venido a los justos, sino a los pecadores a
que se conviertan”, y es que los que se creen justos no se dejan
salvar… Él es el remedio de nuestros males: todos andamos un
poco enfermos y por eso tenemos necesidad de Cristo.
Debemos ir a Él como el enfermo va al médico, diciendo la
verdad de lo que le pasa, con deseos de curarnos: “Señor, si
quieres, puedes curarme”. Y el Señor actuará: “Quiero, sé
limpio”. También dice: “Id y mostraos a los sacerdotes”, y
vamos al sacramento de la penitencia.
Día 5º. DOMINGO PRIMERO (21 de febrero): las
tentaciones de Jesús son el resumen de todos los males, y
nos enseña cómo combatirlos y salir vencedores
Moisés da sus consejos, y dice que se ofrezca a Dios
todas las cosas. ¡Qué bonito empezar el día ofreciéndolo a Dios!
Por ejemplo, persignándonos, mientras nos hacemos la señal de
la cruz en la frente y diciendo “todos los pensamientos” y luego
en los labios” las palabras” y en el pecho “las obras todas de
este día” y luego la señal de la cruz “yo te ofrezco en este día,
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y la vida entera, por amor”. O cualquier otra oración”. Abel, hijo
de Adán y Eva, como era pastor, le ofrecía la mejor de sus
ovejas, la más gorda y saludable. Caín, en cambio, era labrador,
y le ofrecía lo peor de su cosecha: tomates podridos y
manzanas picadas. Dios aceptaba la ofrenda de Abel, y por eso
su humo subía derecho al Cielo, pero rechazaba la de Caín, cuyo
humo se estancaba a ras del suelo.
En la Misa ponemos imaginariamente sobre el altar el
fruto de nuestro trabajo; en la del Domingo, por ejemplo,
ofrecemos a Dios el estudio y las tareas domésticas de toda la
semana. Ahora bien, hay que trabajar bien, no podemos
ofrecerle chapuzas. Y si hemos trabajado mal, al menos
pediremos perdón con el propósito de rectificar. Oración:
Te ofrezco, Señor, mi trabajo
como ofrenda limpia y pura,
este esfuerzo de aquí abajo
hasta ti quiero que suba.
No queremos la malicia de Caín, sino la bondad de Abel.
Un ejemplo. Papá y
mamá están ocupados
trabajando en el jardín y
ruegan a la pequeña Sofía,
su hija, que ponga la mesa.
Sofía, que está viendo su
programa favorito de
televisión, dice que sí,
pero continúa ante el televisor, de tal forma que cuando sus
padres entran en casa, la mesa no está puesta. Aquello
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desagrada a los padres, pero no les ofende, porque en la
desobediencia de Sofía ha habido poco interés, descuido, poca
malicia, ir a lo suyo en algo pequeño.
Una noche, sin embargo, Vanesa, la hija mayor, ya en la
puerta, se enfrenta a sus padres y les dice: "¡Ya estoy harta de
que me digáis a qué hora tengo que regresar. Me voy de casa,
aquí os quedáis, volveré cuando me apetezca!". Y, dando un
portazo, desaparece. En este caso, está claro que hay mayor
malicia, una desobediencia buscada y querida, que lleva consigo
desprecio a los padres y rechazo de su autoridad. Entre la
desobediencia de Sofía y la de Vanesa, hay una diferencia. Pues
bien, tal es la diferencia que existe, desde el punto de vista de
Dios, entre el pecado mortal y el pecado venial; una diferencia
inmensa. El pecado mortal mata la presencia de Dios en mí;
rompe y destruye mi relación con Dios: le doy un portazo y
desaparezco.
Señor, te pido que me ayudes a darme cada vez más
cuenta de que mis pecados, son actos míos que te duelen a ti,
momentos en los que paso de ti, elijo lo que a mí me viene bien,
dejándote a ti o a otros de lado; y por lo tanto mis pecados te
duelen. Dame dolor de mis pecados, dolor de amor. El pecado
mortal es el mal de verdad, lo que mancha el mundo, lo que le
duele a Dios, lo que nos hace daño. Pero también nos pone
enfermitos los veniales sobre todo si hay un montón, como el
que tiene un grano y no pasa nada, pero si le aparecen cientos…
¿Te duelen de verdad los pecados veniales? ¡Madre mía, antes
morir que pecar!
“Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu
corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te
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salvarás… todo el que invoca el nombre del Señor se salvará”:
¡qué tranquilidad, nos dan esas palabras tuyas, Dios mío… (José
Pedro Manglano).
Jesús, después del Bautismo, lleno del Espíritu Santo,
volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue
llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
Estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le
dijo: - “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta
en pan”. Es la primera tentación: las cosas materiales, la
concupiscència de la carne, la ley del gusto. Si tenemos
presentes el siete pecados capitales aquí cabrían tres: la lujú-
ría, la gula y la pereza. Ansias de comerse un pastel, necesidad
de hacer nuestro capricho… pereza que es tristeza, y luego
falta de entusiasmo, falta de alegría, falta de amor. La tristeza
va con el egoísmo, es lo que
queda tras haber quemado el
fuego del egoísmo, cuanto no
queda nada, la escoria, lo que
más brilla. Jesús contesta: “no
solo de pan vive el hombre”. La
solución para todas esas
fuerzas, es la oración. Con la
oración, recibimos las
vitaminas, la fuerza de la fe.
Después, llevándole a lo
alto, el diablo le mostró en un
instante todos los reinos del mundo y le dijo: - «Te daré el
poder y la gloria de todo eso… Si tú te arrodillas delante de mi,
todo será tuyo». La concupiscència de los ojos, el tenerlo todo,
el desear, esta especie de “cosa que veo, cosa que quiero”. Y
ante esta concupiscència, que serian los pecados de avaricia y
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de envidia, que es querer tener o desear el mundo del otro, o
tener tristeza por el bien del otro..., es una cosa muy mala
porque la persona tiene una especie de inquietud por el que
tiene el otro. Vive más pensando en el otro que en un mismo y no
tiene la libertad de vivir la vida propia; vive sólo por el otro, por
hacerle daño o por llorar porque el otro tiene más. Es también
lo que S. Juan llama el mundo: El mundo, el demonio y la
carne. Jesús le contestó: - «Está escrito: "Al Señor, tu Dios,
adorarás y a él solo darás culto".» No adorar cosas que no son
Dios: la solución es la
caridad, es darse,
darse. Si antes vimos
que la oración es la fe,
aquí la virtud teologal
que está reflejada es
la caridad, tener
detalles con los demás,
que es la limosna, el
segundo gran medio
que Jesús nos dice
para la cuaresma.
-La tercera tentación, es la más demoníaca, hacer cosas
extraordinarias: lo llevó a Jerusalén y lo puso en lo alto del
templo y le dijo: - “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo,
porque está escrito: "Encargará a los ángeles que cuiden de
ti"”… le pone palabras de Dios para animarlo a hacer el chulo… la
soberbia, sería el que nos falta junto con la ira: Jesús le
contestó: - «Está mandado: "No tentarás al Señor, tu Dios".»
Es la gran tentación del orgullo, se debe vencer con la humildad,
para no querer ser como dioses, sino obedecer, hacer
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sacrificios, el ayuno que es la tercera manera de vencer al mal,
con la Esperanza de que estos sacrificios y la cruz nos llevan al
cielo. “Ayuno del yo”, con la esperanza del cielo, de una vida de
amor, es la vitamina que necesitamos para vencer esta
concupiscencia -la soberbia de la vida, donde se esconde el
demonio-. No queremos ser Dios: es la tentación de pecado más
grande.
Con las armas de la oración, sacrificios y amor a los
demás, el demonio no puede nada, como un león atado, que si no
nos acercamos no nos muerde… así nos nos entrenamos en esta
cuaresma.
Los dos primeros domingos son hablan de compartir la
lucha y el triunfo de Cristo, los otros tres nos invitarán a la
conversión y a la reconciliación: se trata de reconocer a Jesús y
abrir nuestro corazón a su salvación, como hizo el buen ladrón,
y Jesús le dijo: "Hoy estarás conmigo en el paraíso".
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Día 6º. LUNES PRIMERO (22 de Febrero): necesitamos
convertirnos, para crear el “buen rollo” del amor, y además
en el amor seremos juzgados para entrar en el cielo.
El Señor fue dando a Moisés un “código de santidad”: “No
odiarás a tu hermano en tu corazón: deberás reprenderlo
convenientemente, para no cargar con un pecado a causa de él.
No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás
rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”:
mientras que hay cosas que cambiaron con Jesús pero otras que
nunca cambian: no robar, no engañar, no guardar rencor, no
maldecir al sordo (aprovechando que no puede oir) y no poner
tropiezos ante el ciego (que no puede ver). La consigna final es
bien positiva: «amarás a tu prójimo como a ti mismo». Todo ello
en nombre de Dios: «yo soy el Señor». Dios quiere que seamos
santos como él, que le honremos más con las obras que con los
cantos y las palabras. “Sed santos, porque Yo el Señor, vuestro
Dios, soy Santo”. Jesús dirá: «sed perfectos como vuestro
Padre es perfecto». Y es que lo demás no nos llena, como decía
S. Agustín: «Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está
inquieto hasta que descanse en ti» (Confesiones 1,1).
El Salmo nos recuerda que “la ley del Señor es perfecta,
reconforta el alma…; los mandamientos del Señor son claros,
iluminan los ojos… los juicios del Señor son la verdad,
enteramente justos”. El mandamiento de Dios es el amor, y el
amor verdadero es el que sigue estos mandamientos… ¡qué
misterio! Al final, es lo que hace feliz: «Tus palabras, Señor,
son espíritu y vida»… Si contemplamos la Palabra de Dios viva,
que es Jesús, si hacemos oración, si hacemos de su Palabra
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nuestro alimento cotidiano, nuestra delicia... por ese camino
alcanzaremos la santidad.
Somos como un coche con muchas posibilidades, pero que
está mal de frenos… nos avisa la cabeza: “que viene bajada, no
aceleres”, pero a veces nos gusta la velocidad, y ya es
demasiado tarde… no tomamos bien la curva y nos salimos, o
chocamos contra un árbol… por eso tenemos los mandamientos:
prohiben lo que es contrario al amor de Dios y del prójimo y
mandan lo que le es esencial, para ayudarnos a no salirnos del
camino, a no chocar, a no
estrellarnos llevados por
las pasiones.
Hoy se nos
recuerda el juicio final,
«cuando el Hijo del
hombre venga en su
gloria acompañado de
todos sus ángeles,
entonces se sentará en
su trono de gloria. Serán
congregadas delante de
Él todas las naciones, y Él
separará a los unos de los
otros, como el pastor
separa las ovejas de los
cabritos. Pondrá las
ovejas a su derecha, y los
cabritos a su izquierda.
Entonces dirá el Rey a los de su derecha: “Venid, benditos de
mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros
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desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis
de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me
acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me
visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme””. Entonces los que
van al cielo piensan: resulta que Cristo estaba en los demás, y
no lo veíamos, y le dicen: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento,
y te dimos de comer; o sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo
te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, y te vestimos?
¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” Y
el Rey les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos
de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis”».
Sigue con los condenados, pero ahora no vamos a leerlo porque
nos da mucha pena…
Jesús no habla aquí de ir a Misa y cumplir otros
mandamientos, sino de tener buen corazón con los demás.
Hacemos o dejamos de hacer con él lo que
hacemos o dejamos de hacer con los que nos
rodean. Es una de las páginas más
sorprendentes de todo el evangelio. Una
página que se entiende demasiado bien. El
amor fraterno es la mejor preparación para
participar de la Pascua de Cristo, se nos dice
desde el principio de la Cuaresma. Es un
programa exigente. Amar a nuestro prójimo:
a nuestra familia, a los compañeros de clase, a los vecinos del
barrio o de la escalera del edificio. Va en serio: «cada vez que
lo hicisteis con ellos, conmigo lo hicisteis; cada vez que no lo
hicisteis con uno de ellos, tampoco lo hicisteis conmigo».
Tenemos que ir viendo a Jesús mismo en la persona del prójimo.
Si la primera lectura urgía a no cometer injusticias o a no hacer
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mal al prójimo, la segunda va más allá: no se trata de no dañar,
sino de hacer el bien. Si hemos visitado al enfermo y le hemos
explicado las cosas que han dado en clase mientras no ha ido. Se
trata de un nivel de exigencia bastante mayor. Se nos decía: no
odies. Ahora se nos dice: ayuda al que pasa hambre: si
guardamos en la hucha para dar a los que vemos en la tele que
están necesitados. Si estudiamos para arreglar el mundo, el día
de mañana, con nuestra ciencia. Alguien ha dicho que tener un
enfermo en casa es como tener el sagrario: pero entonces debe
haber muchos «sagrarios abandonados». En la Eucaristía, con
los ojos de la fe, no nos cuesta mucho descubrir a Cristo
presente en el sacramento del pan y del vino. Nos cuesta más
descubrirle fuera de misa, en el sacramento del hermano. Pues
sobre esto va a versar la pregunta del examen final, para ir al
cielo. Al Cristo a quien hemos escuchado y recibido en la misa,
es al mismo a quien debemos servir en las personas con las que
nos encontramos durante el día. Será la manera de preparar la
Pascua de este año: «anhelar año tras año la solemnidad de la
Pascua, dedicados con mayor entrega a la alabanza divina y al
amor fraterno» (prefacio I de Cuaresma). Será también la
manera de prepararnos a sacar buena nota en ese examen final.
«Al atardecer de la vida, seremos juzgados sobre el amor» (S.
Juan de la Cruz): si hemos dado de comer, si hemos visitado al
que estaba solo. Al final resultará que eso era lo único
importante (J. Aldazábal).
Por tanto, en la vida no es importante hacer cosas
grandes sino amar, ésta es la cosa grande, como dice S.
Agustín: “A los que se salvan Jesús no les dirá: “hiciste esta o
aquella obra grande”, sino: “tuve hambre y me disteis de
comer”; a los que están a la izquierda no les dirá: “hicisteis ésta
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o aquélla obra mala”, sino: “tuve hambre y no me disteis de
comer.” Los primeros, por su limosna irán a la vida eterna; los
segundos por su esterilidad, al fuego eterno, Elegid ahora el
estar a la derecha o a la izquierda”… Cristo vive en los
cristianos, y le da un sentido más profundo a las relaciones
humanas, ver a Jesús en los demás da una orientación a todo
nuestro actuar: “el corazón del progreso es el progreso del
amor. Y el corazón del amor es la cruz, el perderse con Jesús”
(Ratzinger). Hoy en Roma se revive una “estación”, una Misa en
una iglesia importante, es en San Pedro “in Vinculis”, iglesia
construida al lado de un tribunal romano; ahí se guardan las
cadenas de Pedro en la cárcel. ¿El amor encadena? De una
manera diferente al juego al que uno se engancha, pero
engancha… pero qué bonito engancharse a lo bueno…
Hoy rezamos: “dame fuerzas, Señor, para convertirme”.
¿Qué es convertirse? Seguir a Jesús, acompañarle, caminar con
Él, no querer ser “libres” de Dios, sino engancharnos a él, tener
necesidad de su amor, de rezar, desear la fe, esperanza y amor
antes que nuestro gusto, caprichos y comodidades, los falsos
dioses que nos engañan.
Cuentan que un importante señor gritó al director de su
empresa, porque estaba enfadado en ese momento. El director
llegó a su casa y gritó a su esposa, acusándola de que estaba
gastando demasiado, porque había un abundante almuerzo en la
mesa. Su esposa gritó a la empleada porque rompió un plato. La
empleada dio una patada al perro porque la hizo tropezar. El
perro salió corriendo y mordió a una señora que pasaba por la
acera, porque le cerraba el paso. Esa señora fue al hospital para
ponerse la vacuna y que le curaran la herida, y gritó al joven
médico, porque le dolió la vacuna al ser aplicada. El joven
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médico llegó a su casa y gritó a su madre, porque la comida no
era de su agrado. Su madre, tolerante y un manantial de amor y
perdón, acarició sus cabellos diciéndole: - "Hijo querido,
prometo que mañana haré tu
comida favorita. Tú trabajas
mucho, estás cansado y
precisas una buena noche de
sueño. Voy a cambiar las
sábanas de tu cama por otras
bien limpias y perfumadas,
para que puedas descansar
en paz. Mañana te sentirás
mejor". Bendijo a su hijo y
abandonó la habitación,
dejándolo solo con sus
pensamientos... En ese
momento, se interrumpió el
círculo del odio, porque
chocó con la tolerancia, la
dulzura, el perdón y el amor.
Si tú eres de los que
entraron en un círculo del odio, acuérdate que puedes romperlo
con tolerancia, dulzura, perdón y amor. No caigamos en el
círculo del odio pensando que es imposible encontrar amor: la
manera más rápida de recibir amor es darlo, hay más alegría en
dar que en recibir. El amor lo perdemos cuando lo queremos
para nosotros, es como el fuego que cuando lo extendemos nos
acaricia con su calor; el amor tiene alas y no hay que
encadenarlo. El amor es el don más preciado que Dios nos ha
regalado, y que nos da la oportunidad de regalar. Además,
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cuanto más se da más nos queda porque se agranda nuestro
corazón al amar, ahí está el secreto del amor. De nada tiene
necesidad este mundo como del amor. El amor alienta, sonríe,
atrae, confía, enternece, canta, tranquiliza, guarda silencio,
edifica, siembra, espera, consuela, suaviza, aclara, perdona,
vivifica, es dulce; es pacífico; es veraz, es luminoso, es humilde,
es sumiso, es manso, es espiritual, es sublime, todo lo puede...
No hay dificultad por muy grande que sea, que el amor no lo
supere. -No hay enfermedad por muy grave que sea, que el amor
no la sane. -No hay puerta por muy cerrada que esté, que el
amor no la abra. -No hay distancias por extremas que sean, que
el amor no las acorte tendiendo puentes sobre ellas. -No hay
muro por muy alto que sea, que el amor no lo derrumbe. -No hay
pecado por muy grave que sea, que el amor no lo redima. -No
importa cuan serio sea un problema, cuan desesperada una
situación, cuan grande un error, el amor tiene poder para
superar todo esto. Quien es capaz de experimentar realmente
el amor, puede ser la persona más feliz y más poderosa del
mundo. Amar... Siempre... En cada acto, en cada pensamiento, en
cada día que amanece, en cada noche que llega, hacer de la vida
siempre una canción de amor...
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Dice san Juan de la Cruz: «A la tarde te examinarán en el
amor. Aprende a amar a Dios como Dios quiere ser amado y deja
tu propia condición».
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