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Un Ángel Llora
Marie J. Samuells
Amazon Publishing S.L., 2013
1ª edición
Título: Un Ángel Llora.
Editado por: Annabella Giovanetii
Para cualquiera que llegase a leer esto,
que siempre me ha apoyado, aunque mi
poca cordura sea escasa, siempre estarás.
Aunque a veces parezca negro, todo se
vuelve color contigo, aunque mis manos y
mi mente hayan hecho cosas terribles,
gracias.
Prefacio.
La boda estaba en todo lo alto, la música
alegraba el ambiente, los murmullos
resonaban. Todo el ambiente era de alegría
y gozo, aunque el gozo duro demasiado
poco.
Siento mi corazón palpitar, respiro
dificultosamente, mis palmas sudan. Soy
la viva imagen de la preocupación en estos
momentos. Martin corre, rápidamente por
donde debería de salir Katlyn en cualquier
momento. La sensación de que algo no va
bien crece.
—Se ha ido —dice—. Ha dejado
esto para ti, Grace— Pasa un pequeño
sobre hacia mí. Me siento un poco
atolondrado, y la sensación de asosiego
llega.
Realmente está sucediendo.
Siento como mi cabeza pita y mis lágrimas
corren, tonto, lo sé. Pero es inevitable la
sensación de pérdida que tengo en este
momento, tomo la pequeña carta y la leo
rápidamente.
«A pesar de todo, de las adversidades
aun sigues en mi corazón. Sé que no
entenderás por qué he hecho esto, pero
debes entenderme. No eras bueno para
mí.
La vuelo una pelota y lo guardo en mi
bolsillo es un recordatorio doloroso de este
día, camino rápido sin mirar atrás me alejo
de todo. De todos incluyéndome de lo que
era yo en ese momento.
.
Si los ojos fueran las puertas del alma, la
mayoría de nosotros, estuviéramos
condenados.
Primera
Parte
1
Nunca debemos confiar en alguien que
suele recurrir a las sombras diariamente.
Lo sabía, es como un don natural que tiene
las personas de percatarse de lo prohibido,
de lo peligroso, aunque lo prohibido suele
ser excitante y fructuoso. Pero las sombras
después de un tiempo suelen ser tus
mejores aliadas.
Los insistentes pasados de Damián
recorren la estancia de aquí para allá, si no
fuera porque tengo los audífonos puestos
estaría sentada en posición fetal buscando
alguna forma de matarle.
Muevo mis pies en el frio concreto,
tarareando la música que retumba en mi
cabeza.
La suave y fina voz de Adele inunda mi
cabeza. Me concentro en la melodía, sin
importarme si alguien escucha mi voz o
no.
—Rolling in the Deep . —Canto
suavemente mientras mi cuerpo se mece
con la melodía, noto que falta algo, luego
pillo que falta ese ensordecedor y
desquiciante sonido de los zapatos de
Damián. Se ha detenido.
¡Urra! Dice mi mente festejando con
serpentinas y globos
Sigo cantando ignorando su mirada
pasmada sobre mí, agito mis manos cerca
de mi boca como si tuviera un micrófono
imaginario, y en mi mente así es. Me
imagino una banda la guitarra, el bajo y
una batería acompañándome, todos con
pintas graciosas con colores fantasiosos en
su cabello, me imagino los reflectores
dándome justo a mí, tomó el micrófono y
comienzo a Cantar algo que he escrito, aun
no le he encontrado un nombre perfecto.
—Sueños destruidos, por el polvo de tu
mirada…—Canto mentalmente, los
aplausos no se hacen esperar, escucho
algunos ¡Candace! Imaginarios que me
hacen sonreír, solo es mi imaginación
jugando conmigo, pero no me importa
porque es divertido fantasear.
Aunque mi fantasía se rompe por los
ensordecedores aplausos y silbidos de
Damián. Le miro y el me dedica una
sonrisa ladina, le digo idiota y me saca la
lengua como un niño de cinco años, si el
realmente tiene esa mentalidad.
—Deberías de ser Cantante. —Dice medio
en broma medio verdad, aunque nunca
debería de confiar en Damián.
Lo pienso un poco no respondo, solo me
encojo de hombros como si le restara
importancia al asunto, como si realmente
no me importase, y sé que en el muy, muy
fondo, realmente me importa.
Toda mi vida le he restado importancia a
esos cumplidos, medio en broma medio
verdad, porque temo que aunque es
imposible que se cumplan, me romperán y
me harán más defectuosa de lo que soy.
—Y tú deberías de estar en un circo. —
Bufo, siendo sarcástica, nuestra relación se
basa en ello, el me trata como si fuera su
hermana menor y yo lo trato como un
vagabundo.
Nos queremos, de eso no cabe duda, pero
hay algo prohibido que nos hace estar
juntos, el un ángel del infierno y yo un
ángel celestial. Lo sé, la primera vez que
me dijeron que era un ángel grite e hice un
berrinche, no quería ser nada celestial, tan
solo quería seguir escribiendo mis
Canciones, beber un poco, fumar hasta que
me convirtiera en una chimenea y ser yo
misma. Cosa que me han arrebatado desde
que tengo esa maldita aurora.
Han pasado años, creo que ya llevo diez
años con las alas incluidas, es por alguna
descendencia, creo que era por mi madre,
su nombre era Laly, siempre le decía Laly,
odiaba que le dijera mama quizás se sentía
más vieja, aunque en ese tiempo estaba
pasando por la crisis de los cuatrocientos
años..
Suelo extrañarla a veces, más que todo en
las noches frías, pero debo subsistir y no
ha sido gracias a ella.
Ignoro el rumbo melancólico que ha
tomado mi mente, me acerco a Damián.
Quizás no sea el hombre perfecto, aunque
tiene unos lindos ojos grises, grises que se
tornan mieles cuando está feliz, como
están ahora. Su cabello es amarillo con
toques casi dorados, realmente es la viva
imagen de la perfección, bueno lo es
cuando no habla, suele ser bastante infantil
y suelo preguntarme que he visto en él.
Luego me respondo que no me importa, lo
amo y el me ama a mí. Fin de la historia.
Su cuerpo es algo para morir de infarto,
sus pectorales están bastante definidos, sus
brazos están dignos de alabanzas y todo
es… ¿sexi?
El pasa un brazo hasta colocarlo en mis
hombros, así vamos caminando por la
plaza en la que nos encontramos, no
recuerdo su nombre a veces suelo
olvidarlo todo, recuerdo una vez que
aparecí en medio de la nada, llena de barro
y con mis sandalias hecha girones. Aun no
sé qué me sucedió esa vez, pero recuerdo
el inmenso dolor que sentía por no saber
que me había pasado, era como tener una
brecha a medio encender, suelo
preocuparme mucho, realmente temo
despertar un día y no recordar mi nombre
o cuantos años tengo.
Y ese temo siempre perdurara.
—Estarás bien, Candace. Si llegaras a
olvidar algo aquí me tienes, he anotado
todo lo que dices, haces y lo que piensas
mentalmente, estaré para ti. —Promete, y
como sello de ese pequeño pacto besa mi
frente.
—Solo espero que lo cumplas.
Damián suelta una carcajada limpia, lo
miro y lo fulmino con la mirada, era un
idiota, pero para mi felicidad y consuelo,
era mi idiota.
Muerdo mi labio, un gesto que he
adquirido de Ann, a veces suelo quedarme
bastante quiero y luego noto que comienzo
a morderme las uñas o algo así, son cosas
que Ann suele hacer cuando está nerviosa,
y por lo visto he adquirido sus gestos.
Tomo aire y suelto la pregunta.
— ¿Cómo se llama este lugar? —murmuro
tan bajo que dudo q me haya escuchado.
El tarda en responder, y odio eso. Sabe
que tengo una pésima memoria, que a
pesar de que tengo un siglo y dieciocho
años mas no soy tan paciente, realmente
soy bastante nueva.
Él juega mentalmente conmigo, poniendo
nombres extraños a lugares que no he
conocido aun.
—Estamos en el parque de oro, porque
aquí como puedes ver todo es reluciente y
tiene detalles incrustados. —Responde
mientras me hace girar para poder
observar todo.
Y es cierto, quizás había ignorado todo a
mí alrededor, suelo hacerlo, es un don y
una maldición a la vez.
—Los cuervos suelen ser mis aves
monstruosas favoritas. —Respondo a la
señorita Cristal, que está mirándome
fijamente con sus ojos violetas y su
cabello amarillo, una combinación que
realmente no me gusta. Pero ella incite en
llevar siempre.
Ella asiente en señal de afirmación,
aunque en sus ojos puedo ver cierto
desconcierto. El salón de clases es bastaste
grande, hay ventanales que hacen que se
filtren muchos rayos del sol del pleno
mediodía, debo asistir a clases, si deseo
poseer mis alas completamente y sobre
todo para poder aprender ciertos trucos
que necesito. Realmente estar aquí no es
obligatorio, al menos no esta clase, pero
realmente quiero estar en este lugar, me
hace sentir útil y que realmente sirvo para
algo.
Estoy al lado de Ann, mi mejor amiga,
compañera de casa y compañera de clases,
ella tiene casi 120 años, un gran mérito y
la edad más deseada de todas, porque en
ella te dan a tu elegido y podrás cruzar la
frontera de la ciudad, ella está divida en
tres, Los ángeles, que es mi lado, los
demonios que es el lado de Damián y los
humanos que esta más allá, ellos no nos
pueden ver pero nosotros sí, es como un
espejo direccional, solo que este es
mágico.
De Voice es un lindo lugar donde vivir,
alejados de todo el ajetreo que he leído en
los libros prohibidos de lo que alguna vez
fue el mundo.
Ann me sacude el hombro, siento la
mirada reprobatoria de mi amiga y de la
señorita Cristal, temo que me regañen pero
solo me dice.
—Presta atención, Candace.
Yo asiento como cual animal asustado.
Ann lima sus perfectas uñas color salmón,
las mira como si fueran algún diamante
precioso, no ha hablado lo que es extraño,
al frente justo en la primera fila se
encuentra Alexa, por lo que se de ella es
un ángel del color, una raza bastante nueva
de ángeles en De Voice, nunca le han
preguntado algo, así que no conozco su
timbre de voz.
La señorita Cristal escribe algo en el gran
pizarrón acrílico.
—Los ángeles están destinados a la gloria,
cuando tan siquiera pensarlo crean cosas
maravillosas. —Recito mientras copio en
mi libreta. El timbre suena justo cuando
coloco el último punto, sonrió al fin libre,
al menos por hoy.
Me levanto con paso lento y perezoso,
Ann que está a mi lado sale como
torbellino aprovechándose de sus alas de
velocidad para recoger todo en tiempo
record,
—Dos segundos. —Digo.
— ¡Nuevo Record! —Chilla antes de salir
dispara hacia algún lugar.
«Lo es», pienso.
2
Los cuervos son aves majestuosas, con
grandes plumas negras y grises, sus
pupilas totalmente negras me recuerdan a
la maldad que emana de ellas, su mente
me recuerda a la de los demonios, aunque
su corazón a veces es puro. Siento una
fuerte conexión hacia esas aves, aun no
descubro por qué y cómo, pero sin duda
las adoro.
—Candace. —La voz de Ann me hace
voltear.
El salón estaba totalmente en paz, los
ángeles que estaban hace minutos se
fueron a quien sabe dónde, y realmente no
es de mi incumbencia querer saberlo
¿O sí?
Ann Danielle Brixon Sky, un nombre
bastante extraño, al igual que su portadora,
nunca nos solemos decir el nombre
completo, realmente no es importante,
pero me gusta repetirlo, al menos tengo
cosas de que aferrarme cada vez que
pierdo la memoria.
—Ann. —murmuro. La miro y ella sonríe,
está jugando conmigo, ahora me pregunto
¿Por qué todos quieren jugarme una
broma?
—Camina cariño, debemos irnos.
— ¿A dónde? Y sobre todo ¿porque?
Ann alza una ceja en gesto de
incredulidad, suelo ser muy paranoica,
nerviosa y terca, son mis peores
debilidades a decir verdad. No volteo a
verle la cara, agarro mi bolso y camino
hacia la libertad.
Bueno quizás exagero un poco, a veces
prefiero quedarme aquí, por lo menos en
un lugar en donde puedo quedarme alejada
de los problemas, no tengo que mentir y
mucho menos meterme en problemas.
Camino cerca de ella, evitando las miradas
de todos los que me rodean, para ser un
ángel soy lo bastante nerviosa.
—Ann. Oye enserio te adoro, pero…—
comienzo a decir para zafarme de
cualquier cosa que su mente bastante
angelical piense.
—Cann, cariño te adoro pero eres muy
mala mentirosa. —Dice y yo siento como
mis mejillas se tiñen de rojo.
—Delátate. —Bufo.
Ella no responde y no me queda de otra
más que seguirle, ya estamos en el último
pasillo de la escuela De Voice , la escuela
tiene fenomenales instalaciones, desde una
piscina hasta las aulas bastante equipadas
para su uso, lo que más me gusta de este
lugar son las paredes de color salmón que
adornan cada pasillo. Entre los adornos se
encuentran las alas doradas, que me
recuerdan a las mías, o como serán dentro
de unos meses.
Los ángeles están concentrados
mayormente en la cafetería ¿Quién lo diría
eh? Todos con sus alas desplegadas,
mostrándolas con ímpetu, yo pienso que
son unos narcisista idolatras de sí mismos.
Nunca he podido entablar una
conversación que no acaben diciendo.
—“Candace, observa mis alas ¡Son
monísimas!”
Son en esos momentos en donde quiero
arrancarles la cabeza, la imagen me
divierte peor las consecuencias no tanto.
Sigo caminando por los pasillos,
zigzagueamos de aquí para allá como
polillas. Ann no ha dicho ni una sola
palabra, y aunque suene extraño es la cosa
más horrorifica que puede suceder, Ann
suele ser espontanea, parlanchina hasta tal
punto que debemos ponerle algún tipo de
cinta para que guarde silencio, ahora,
ahora es la viva imagen del silencio. Algo
realmente inusual en ella. Ann despliega
sus grandes alas rosas y yo despliego las
mías, odio hacerlo, no me gustan que las
vean, son extrañas, bastante a decir
verdad, son grandes más grandes de lo
normal, con sus plumas blancas y motas
negra, y algunas motas se están
convirtiendo en color oro, El color oro me
recuerda a mi ciudad, se encuentra un
poco alejada de aquí, después de pasar el
bosque a unos veinte minutos de vuelo, si
vas rápido.
—Sígueme. —Murmura antes de alzar
vuelo.
— ¿En dónde estamos?
La imagen que veo a nuestro alrededor me
sorprende, nunca había estado en este
lugar, los ángeles están de aquí para allá,
como si fuera un nuevo centro comercial,
o algún nuevo sitio turístico al cual visitar
es la nueva moda. Una pantalla grande
está en la mitad de este lugar que aún no
logro reconocer, además de la pantalla
noto varios bancos como los de la plaza de
oro, hay árboles llenos de piedras
preciosas, distingo a lo lejos unos rubíes,
algunas perlas, no conozco los otros
nombres, sigo inspeccionando el lugar,
bajo la mirada el piso es de color gris, gris
azulado un color que me recuerdan a las
alas de Damián, las de él deberían de ser
negras, pero me ha dicho que aún no llega
a la edad, quisiera preguntarle mas acerca
de ello, pero temo que se enoje.
Sigo inspeccionando el lugar pensando en
Damián, pero hay algo que me llama la
atención, en la pantalla en la mitad de este
lugar sale un rostro, siento que lo conozco,
su cabello es rubio, no ese tipo de color
amarillo casi llegando a blanco, es como
un amarillo apagado tirando a marrón, su
piel es blanca, es bastante apuesto, pero
hay algo que me hace literalmente abrir la
boca en gesto de sorpresa, sus ojos
marrones demuestran misterio. Su físico
me recuerda a Damián, sé que está mal
comparar, pero hay algo en el que me
recuerda a mi novio.
—Ann…
—Lose, cariño.
Mis emociones me dominan, no entiendo
porque soy tan sensible, ha pasado
bastante tiempo desde que llore, pero
ahora no puedo contenerme, es algo que
nace en mí, las lágrimas salen escurridizas
de mis ojos, siento como ese molesto nudo
de la garganta se forma hasta asfixiarme,
tapo mis ojos con las manos
¡Otra vez no!, pienso.
Ann no se ha percatado que estoy
llorando, y temo que en el muy, muy en el
fondo nunca lo note. Pero no es así, siento
como grita y me sacude, pero no puedo
reaccionar, siento como el aire falta,
—N-no respiro. —susurro, temiendo que
no me escuche. Mis dedos se han llenado
de esas lágrimas temibles, el oro se escurre
entre mis dedos.
—Candace, cálmate cariño. —dice
mientras me acurruca entre sus brazos.
¡Esto no puede estar pasando!, me digo.
Mis emociones suelen dominarme, y este
es el resultado, una crisis de pánico por
cualquier cosa.
— ¡DEBES CALMATE!—Grita.
Intento, realmente lo intento, pero es algo
que no sé cómo controlar, es como algo
dañado en mí.
Los minutos pasan, dejándome un poco
atontada, aun intento calmarme, pero ya se
me hace más fácil, llamo mentalmente a
Damián, él es el que puede controlarme de
mis ataques emociones. Los brazos de Ann
me siguen rodeando, como si fuera una
niña chiquita que necesita cuidado.
— ¿Ya?
Asiento.
Damián está a mi lado, me consuela, y me
siento estúpida y vulnerable.
—Lo siento. —murmuro por enésima vez.
El besa mi frente, como si ello solucionara
todo, y en cierto modo si lo hace, porque
me hace sentir que al menos a alguien le
agrada mis cambios hormonales. Su
cabello amarillo que tantas veces he
enrededados mis dedos baila al son del
viento, su camisa color azul también se
mueve levemente, al menos las mangas.
Estoy sentada en su regazo, él me dice
palabras dulces que cualquiera muere por
escuchar, pero son para mí, y eso me hace
sentir mejor. Mi cabello negro que llega
hasta más allá de las caderas esta peinado
con una trenza improvisada, la sujeto
tirando de ella, la despeino un poco, es un
tic nervioso que suelo tener, por eso había
decidido tenerlo bastante largo.
— ¿Me dirás que viste en esa pantalla que
te puso tan nerviosa? –pregunta cerca de
mi odio. Un leve estremecimiento cruza
por todo mi cuerpo.
—Vi a alguien muy parecido a ti, no se su
nombre, pero hay algo que me asusto y me
tentó a la vez. — dije, abrazando su
regazo.
Él no dice nada, y temo que se haya
enojado conmigo. Observo el paisaje que
se extiende a nuestro alrededor, todo está
en relativa calma, las montañas que están
después del horizonte me las imagino
pacíficas y soñolientas, las aves que tiene
la dignidad y el valor de salir a estas horas
revolotean por todo lo alto del cielo. El
mar trae consigo la paz y los sonidos de
calma que tanto amo, aquí abrazada y en
su regazo pienso, que si debo cometer un
error, esta sería mi salvación.
3
La mirada intuitiva de Ann me sobrepasa
febrilmente, estoy sentada con un libro en
mis manos, ignoro el título, realmente aun
no entiendo de que va el trama, pero es la
una cosa en la que me puedo refugiar de
los sermones de Ann. Siento como una
sonrisa se extiende en mi cara dejando en
claro que esta situación me parece
ridículamente graciosa. Dejo el libro a un
lado y bajo mis piernas hasta que mis uñas
recién pintadas de rojo tocan el piso, mi
cabello esta echo una maraña, lo
desenredo rápidamente dejando que todo
los rizos incontrolables caigan a un lado de
mi hombro, los trenzo rápidamente
haciendo más presentable.
Ruedo los ojos al ver sus diminutas y
fuertes manos se posan rápidamente en sus
caderas, ese es el conocido gesto de “habla
ahora antes de que te saque toda la
información de otra forma” dirijo mi
mirada hacia nuestro alrededor, la casa es
pequeña pero suficiente para
resguardarnos a las dos, estamos en mi
ciudad en La Ciudad de Oro, el estante que
está a la izquierda de Ann está llena de
libros prohibidos que hemos reguardado
después de unos siglos, por lo que se
llevan más de dos milenios de existencia
en la que relata la vida de los humanos de
esos tiempos, nadie sabe que los tenemos,
por ello hemos creado una pequeña trampa
, la típica que se usa en estos días, el botón
secreto debajo del gran libro de
instrucciones de cómo ser un buen ángel.
—Suéltalo. —digo preparándome
mentalmente para la avalancha de
emociones que sentiré en unos momentos.
Ella duda unos momentos, sintiendo
invencible y frustrada, por lo que llego a
imaginar pensó que le costaría más
sacarme información.
Ann siempre ha sido de esa forma,
imponente, dulce, cariñosa y hostil, una
combinación atractiva para cualquiera, y
hostigante y amena para mí. Sus cabellos
rojizos se dispersan hasta sus hombros,
algunos mechones caen más largos que
otros, aun no me había percatado que se
había cambiado de ropa, ahora lleva unos
pantaloncillos cortos blancos y una camisa
negra, esta descalza y una tobillera adorna
su piel canela.
La chimenea crea figuras difusas en las
paredes, dándole un toque hogareño a la
estancia.
— ¡Tus lagrimas son de oro! ¡Joder! ¿Por
qué no me lo habéis dicho antes, ah? —
Dice tan rápidamente que siento que no
puedo entender todo. ¡Estúpida falta de
memoria!
Ignoro su mirada, yo lo había descubierto
hace unos días, después de ir a visitar a
Damián, habíamos recorrido la plaza que
en ese momento también desconocía su
nombre, había tropezado y mis alas se
habían desplegado dejando cegados a los
que la miraran, sentí vergüenza y pánico,
Salí volando de allí, con mis alas brillosas
y doradas, no sé cómo volé hasta el tejado
e un esconditago que había descubierto
después de los limiten permitidos, estaba
llorando, realmente estaba sollozando y
maldiciéndome por ser tan estúpida y
defectuosa. Recuerdo la vergüenza y la
humillación que sentí. El crujido de la
madera me hizo regresar al presente, en el
cual Ann fruncía el entre cejo y movía su
melena roja en gesto de desconcierto, la
imagen da gracia, mucha a decir verdad.
Pero mes abstengo de reírme o demostrar
mi felicidad al verla tan desconcertada,
Ann siempre ha sabido todo, y que no sepa
que yo un ángel celestial llore oro las
desconcierta.
—Te saldrá una arruga si sigues
frunciendo el ceño. —Murmuro desviando
su mirada asesina.
— ¡Me vale! —Exclama, dramatizando
con sus manos.
Suspiro, porque sé que de esta no me
podre salir por la tangente.
—Vale, lloro oro ¿feliz?
—Ni un poquitito.
Ruedo los ojos.
—Lo descubrí hace unos días…—y
comienzo a narrar rápidamente los
acontecimientos pasados, saltándome la
parte de Damián, ella no sabe que salgo
con él, bueno no se le puede decir relación
a algo que no está permitido, sería algo
mas como “Acompañamiento mutuo”, si
debe ser eso.
Ann escucha todo atentamente, desde mi
caída, hasta mis lágrimas, desde que mis
alas brillaron hasta que mi cabello
comenzó a cambiar de color al igual que
mis ojos, Los ojos lo descubrí antier,
exactamente el 21 de noviembre, tengo
anotado todas las fechas de esos bruscos
cambios. Tiro de mi trenza, es un tipo de
tic nervioso.
Cuando hablo no titubeo, solo me
abstengo de mirarla a los ojos, mientras
hablo miro el piso, mi cabello, mis uñas o
el bote de agua que esta junto a las tazas
de café vacías.
Estoy volviendo un poco adicta a la
cafeína, la tomo mucho estas noches,
sobretodo porque el frio es refrescante y
para evitar dormir, siento que olvidare
detalles importantes, como cuando fue la
última vez que note mis ojos verdes o
negros, he averiguado un poco acerca de
ello con Stefan, el guardián de los ángeles
dorados, y me ha dicho que es algo que
suele suceder a una chica en especial cada
mil año, y al parecer yo era esa chica
especial, le comente acerca de mi pérdida
parcial de memoria, y me conto que era
algo necesario, que llegara el día que no
recordare quien soy, ese será el día que la
luz salga, o algo así le he entendido.
También me comento que era muy usual,
que mi cerebro actuaba diferente a la de
los demás, y que eliminaba lo que no me
era útil.
—Wow. —Es lo único que dice Ann.
Siento como mi boca se reseca
momentáneamente, esperando sus
sermones, o algún tipo de ayuda
psicológica, pero lo único que ella puede
decir es
—Wow. —repite.
Suelto una risita.
— ¿No tienes otra palabra que decir
además de wow?
—Wow, wow. —Dice con esa voz dulce y
melodiosa.
Agarro un cojín que tengo al lado y se lo
lanzo, un golpe limpio en la mitad de su
estómago, sonrió y pongo cara de
inocente.
—Muy graciosa, realmente muy graciosa,
cariño.
Me encojó de hombros.
—Vale, eres un ángel único. —Dice
caminado hacia mí, no había notado que
no me había movido ni siquiera un
centímetro.
Me rio, porque sabemos que no soy única,
solo defectuosa, aunque no se puede
cambiar lo que eres.
—O quizás me presentaron mal antes los
dioses. —murmuro más para mí que para
ella, siento su mirada reprobatoria hacia
mí.
—No digas eso Cann. —Me reprocha.
—Lo digo porque es verdad Ann.
¡No le creas! Grita mi mente.
— ¡Eres exasperante! —La acerco a mi
cuerpo y la abrazo, es mi amiga a pesar de
todo, es Ann única e insoportable, pero la
adoro y es algo que no puedo evitar.
—Lose, lose, soy abrasable. —Musita
besando mi frente. Aprovecho que su
estómago está cerca de mis codos para
propinarle un golpe limpio, sonrió
victoriosa ella gime esparciendo
maldiciones.
Ahora me doy cuenta de mi error, nuca
debes meterte con Ann.
—
sorprendida con mis cambios bruscos de
ánimo.
Ann maldice y me lanza una mirada
envenenada a la cual respondo con una
sonrisa.
Si, somos las mejores amigas.
—Me dolió. —Dice y hace un gesto
dramático de llevar su mano hacia el
corazón, cierra los ojos y una gota de
sangre sale de él. Estoy petrificada, no
puedo moverme de mi sitio, tengo una
seria aversión hacia la sangre, siento el
olor demasiado fuerte que perfora mis
fosas nasales, siento como mi estómago se
contrae y se revuelve, el nudo en la
garganta aparece. Ann abre los ojos y
sonríe, la gota de sangre ha desparecido.
¡Me ha engañado! ¡Bruja tramposa!
— ¡Trampa! —Chillo.
Ann está riendo, una risa contagiosa, la
sigo porque la situación es absurda, me
pongo de pie con dificultad en el sillón y
comienzo a saltar, un gesto muy propio de
una chiquilla de 5 años. Pero Candace y no
puedo evitarlo, Anna también se sube y
nos encontramos las dos saltando en el
sillón, cierro los ojos y dejo que la
gravedad se valla, hago un pequeño truco
que me ha enseñado Damián, muevo mis
dedos dibujando una forma de un ala,
luego la soplo y nos encontramos saltando
en una cama elástica en el miedo de un
bosque.
La boca de Ann es una O grandota de lo
sorprendida que esta, yo solo soy un faro
que irradia amor.
«La felicidad se puede encontrar en las
cosas más simples», me digo y sigo
saltando.
4
La noche cae rapidamente, dejando la luz
que nos brinda el hermoso Sol y trayendo
las penumbras, la oscuridad y lo
prohibido.
Estoy en mi cama, abrazada a mis
rodillas, la lluvia cae lentamente
perturbando mi sueño livido, sin poder
evitarlo dejo mi mente divagar por los
recuerdos de horas atrás, de dias y de
meses. Es extraño me aferro a cosas que
me hieren,. Me aferro al dolor y a la agoni,
el dolor de un pasado que apenas recuerdo
y la agonia de pensar que puedo olvidarlo,
porque a pesar de que sea solo una
transformacion, se siente tan real que
quema, aquí dentro en el corazon.
Las gotas de agua salen escurridisas por
mi ventana, caen rapidamente, como si
estuvieran compitiendo por quien llega
primero hasta el marco de madera blanco.
Mi cuarto esta en el segundo piso, solo
hay dos habitación la de Ann que esta
abajo y la mía, aquí arriba disfrutando de
la soledad que me brinda un piso solo para
mi.
Suspiro y cierro los ojos.
—Quisiera tener el poder de vivir
nuevamente el momento, y no aferrarme a
la memoria que me miente con imágenes
difusas que se pierden a travez del tiempo.
—Digo para nadie en especial, porque se
que nadie puede verme, no aquí, no ahora.
La cara de aquel hombre se aferra a mi
cerebro, aun lo siento es como si lo
conociera, es una extraña conexión que
tengo con lo desconocido. Y nuevamente
me siento atraida hacia ello.
Me acuesto, aun con los ojos cerrados
dejando que mi mente me perturbe y me
haga mas desdichada. ¿Quién lo diria? Los
angeles tambien sufren.
Y con ese pensamiento me dejo llevar por
el mar arroyador que es la mente.
Me despierto a la mitad de la noche, la
lluvia prosigue no dando tregua jamás, y
eso me agrada. Me gusta la lluvia, su olor
purificante hace que me sienta dichosa,
feliz. Me levanto de la cama y camino
hacia la ventana. La abro con un gesto
rapido, limpio y sin presion.
Saco una pierna , me agacho para poder
pasar mi torso, lo bueno de estar en el
segundo piso es que tengo el techo para
mi.
El crujir de las tejas me hacen soltar una
risita, me siento como si estuviera
irrumpiendo sobre mi propia casa, o bueno
parte de ella. No importa cuanto tiempo
me haya tomado salir por la ventana, la
victoria esta en enconmtrarme sentada en
plena lluvia, sola y feliz.
Sobretodo feliz.
Dejo que el agua me llene, me empape y
me cale hasta los huesos, pero no me
importa, subo mi rostro para que las gostas
de lluvia caigan en el, mi cabello esta
bastante mojado ya, suelto la trenza casi
desecha en su totalidad, esparso mi cabelo
y juego con el, los mechos tiene formas
diferentes, desde los insufribles y
adorables rizos hasta algunos que estan
lizos en su totalidad.
La lluvia cae con fuerza, es genial,
gratificante y placentero, estoy en pijamas,
por supuesto ya empapadas, nose cual sea
la hora, o en que día estamos, solo me
importa el momento, porque estamos
hecho de eso: Momentos.
La mañana es fresca, no tan fria como me
la imaginaba, y no tan caliente como
deseaba, son sentimientos y pensamientos
contradictorios, lo se. Pero mi mente es
diferente, yo soy diferente.
Ann esta hecha un manojo de nervios.
Temo preguntarle, hoy es uno de esos dias
en el cual temes que explote, o se ponga a
llorar, o simplemente colapse y maldija
cualquier cosa, o a cualquier persona.
No digo nada, mi pequeña salida a
hurtadillas en la lluvia a dejado mi cabello
un caos, es negro tan negro como la noche,
o las penumbras, la mayoria aquí tiene su
cabello amarillo, caoba, chocolate, y otros
colores, el mio es negro, completamente
negro. No se porque ahora me preocupa el
color de este, solo que ahora me ha dado
por comparar cualquier cosa conmingo
misma, he comparado mis alas, y son las
unicas en su especie, al igual que m
cabello y ahora mi par de ojos cambiantes.
No me quejo, realmente me gusta la idea
de poseer cualquier tipo de color de ojos,
pero haria me resulta un poco extraño.
Aunque todo en mi es extraño.
—Ann, calmate cariño. —Le digo,
intentando sonreirle, sus cambios bruscos
de emociones me agarran desprevenida.
Ann no dice nada, revolotea de aquí para
alla en la cocina.
La cocina es bastante normal, fregadore,
lavabajillas, una nevera, el comedor, una
cocina electrica y unas sillas, por supuesto
que los cajones para las cosas, aunque la
cocina no es mi lugar favorito a decir
verdad.
Amo comer, enserio. Pero a veces unas
ideas descabelladas me quitan el apetito y
el sueño.
Para mi felicidad y desgracia soy de esas
personas que leen todo lo que pongan en
sus manos, desde manuscritos de
sentencia, o cuentos terrorificos para que
los niños angeles no revoloteen de aquí
para alla en la cocina en busca del tarro de
galletas.
—¡Estoy bien!—Ann se ha hecho una
trenza, bueno dos una de cda lado, lo que
la hacer ver tierna. Muy tierna.
—¡Vale!
No quirto discutir, odio realmente hacerlo,
soy mas del tipo pacifista emprendedora.
—¿Qué sucede?—me atrevo a decir.
Ann calla. Deja de caminar como animal
enjaluado, y aquí es cuando se desata el
caos que alguna vez temi. La locura.
Su boca se convierte en una mueca, antre
miedo, y preocupacion.
—Ann…
—¡Lo siento!
—¿Por qué te disculpas?—alzo una de mis
cejas.
—¿Recuerdas al chico que estaba en la
pantalla?
Asiento rápidamente.
—He averiguado muchas cosas, me he
metido anoche a los registros de los
humanos, nadie me vio—siento como el
color de mi cara desaparece—. Su nombre
es Grace Samuelle Lick, 20 años, tiene una
relación con un demonio de nombre
Katlyn, en unos días mas le pedirá
matrimonio, es joven, carismático, ama los
animales y piensa cosas que asustan…a
veces.
Toda la información que me dice siento
que es mucha. El desconocido tiene
nombre.
—Grace.—musito.
Ann asiente y se ve feliz.
Ahora soy yo la que estalla.
—¡Joder! ¿Cómo habéis echo eso? Ann,
¿no pensaste por algún segundo que te
podías meter en problemas? Oye enserio
agradezco que le hayas puesto nombre al
desconocido humano, pero me preocupa
más saber si tu cordura sigue, de ves que
estar fantaseando con algo que nunca
podre tener.
Y con eso doy por finalizada nuestra
discusión llena de verdades,
¡Como se ha atrevido!
Tenemos prohibido cruzar al lado de los
humanos hasta que no nos designen a uno,
es como algo así como la cola para poder
ponerte las alas, serás llamado con tiempo
para que estés preparada para ello. No
todos tenemos la oportunidad de tener un
asignado, ellos son como los rezagados y
les mandan a cumplir otro tipo de
misiones o designios.
Ahora temo, porque ahora Ann sabe algo
que nos compromete, temo que ahora ella
pierda la oportunidad de psar al otro lado
con su elegido.
Salgo de allí dejando a una Ann furiosa,
desecha y dolida. No miro hacia atrás
temo que me arrepienta de hacerlo, porque
suelo arrepentirme de muchas cosas, que a
pesar que en el momento me hicieron
feliz, suelen herirme despues. Y odio
sentirme así.
Camino por los pasillo que me ofrece mi
cómoda casa, salgo de la cocina y cruzo a
la izquierda para dirigirme a la puerta, allí
enfrente de la no me detengo ni me resisto,
la abro y extiendo mis alas.
Era una clara señal, me marchaba a
cualquier lugar, estaba dolida, lo se. Pero
también feliz, era una de esas mezclas
peligrosas, estaba feliz por saber su
nombre, pero estaba jodidamente molesta
porque Ann cometió una gran inprudencia.
Camino sigilosa por uno de los puntos
ciegos de la zona, cerca de los humanos,
tan cerca que puedo decir que estoy
oliendo su esencia, como a canela y sol.
Mis pies tocas las hierbas que me ofrece la
naturaleza, siento como en cada pisada, las
ramitas rasgan mis plantas y en cada
agachada mi pelo se enreda con una rama
que quiere molestarme.
Evito no gritar de frustración, no sé porque
ahora me ha entrado la curiosidad de
entrar a su mundo.
Y cualquiera que sea la razón, lo
agradezco, realmente lo agradezco.
A unos cuantos metros, asumo que cuatro
esta una abertura hacia el mundo que
desconozco. Ahora estoy corriendo,
sintiéndome dichosa de hacer algo
peligroso por mí misma.
Los chasquidos de ramitas rompiéndose
inundan mis oídos, pero no me importa,
me imagino esa canción de misión
imposible en mi cabeza, sonrió la felicidad
inunda mi sentidos.
Pego mi mejilla en la abertura, se siente
cálida y un leve viento azota esa parte,
miro hacia todos lados asegurándome que
nadie me vea entrar,
—Sin testigos, sin castigo. —farfullo
metiendo una de mis manos en la abertura,
comienzo a rasgar, arañar o cualquier cosa
para hacer la abertura más grande.
A medida que me empeño en crear una
abertura más grande para mi metro sesenta
y cinco, lose soy bastante pequeña.
Si me pongo a pensar Ann es mucho más
alta que yo, creo que uno ochenta se le
acerca a su estatura.
Meneo la cabeza, debo pensar en otra cosa
para distraerme, mmm…
—Los pollitos dicen, pio, pio, pio cuando
tiene hambre, cuando tienen frio. —canto
o mejor dicho grito a todo pulmón.
Se sentía bien sacar de vez en cuando mi
lado infantil, me hacia olvidar todo, al
menos por los momentos, quizás sea la
mejor medicina, actuar como una
chiquilla.
Sigo rasgando a medida que canto
canciones infantiles que alguna vez Stefan
me canto cuando era una niña, a pesar de
no llevar el mismo ADN lo quiero como
un padre y un hermano a la vez, los
ángeles no pueden tener hermanos.
Luego de unos minutos, quizás una hora la
abertura ha pasado de ser un gran hueco en
donde puedo entrar y salir fácil mente. Lo
bueno de ello es que los humanos no
pueden verlo. ¿Porque? Aun desconozco
las razones.
5
Todo a mis ojos es maravillo al ver por mí
misma las grandezas de los seres humanos,
camino por las calles con aspecto soñador,
o al menos es lo que me dice mi reflejo.
Hay muchas tiendas con colores
llamativos, hay una en particular que ha
robado mi atención, en el centro en un
letrero de colores fluorescentes descansa el
nombre de Librería De Ensueño.
He estoy en ella, dando vueltas y vueltas
en cada pasillo, la gente aquí es rara, solo
están sentados leyendo revistas y algunos
adolescentes tienen en sus manos libros
que no logro descifrar de que temática son.
La gente que pasa a mi alrededor se me
queda mirando, me saludan y luego
murmura cosas como
“Es muy linda”
“¿Has visto su cabello?”
“¿Por qué baila?
Bueno esas y muchas cosas más.
Camino revoloteando con aires de
bailarina en una sección que ha llamado
mi atención, arriba en un letrero blanco
con un numero 8 remarcado en negro y
más abajo en un letrero que cuelga del 8
dice “Ángeles”
Entro en esta sección y diviso muchos
libros con un simple y llamativo título,
pero ninguno llama mi atención.
A lo lejos en otra sección que cuelga el
numero 9 descansa un hombre con un libro
en sus manos. El sillón en donde descansa
su cuerpo no se ve muy cómodo que
digamos.
Camino hacia él, porque siento una
conexión con ese hombre de aire
desganado y melancólico.
¿Por qué esta triste?
Sigo acercándome hacia él, aunque al
parecer él no lo nota. Estoy a tan solo
cuatro pasos de él, el levanta la mirada en
gesto a saber quién se atreve a mirarlo.
Y ahora caigo en cuenta que lo conozco, y
se quién es.
El frunce el ceño y deja al lado el libro, lo
cierra con lo que asumo que es un
separador y leo mentalmente el título.
“Soledad ¿realmente te sientes solo?”
Imito su gesto al fruncir el ceño ¿Por qué
alguien lee acerca de la soledad?
—Hola. —Me atrevo a decir, aunque no
debería, tengo prohibido hablar con los
humanos.
El alza una ceja, y ese simple gesto me
recuerda a Damián.
Mierda. ¡Damián!
—Ho-hola.
Sonrió, a pesar de que me mi mente esta
en otro lugar, o mejor dicho con Damián.
—No creo que pueda ayudarte. No trabajo
aquí.—Dice, y yo me siento confundida.
No quería que me ayudara, yo debía de
ayudarlo a él.
Aun no sé porque debo ayudarlo, pero
siento que debo hacerlo.
—No quiero tu ayuda.—Digo.
—¿Entonces?
—Yo te conozco.
El niega con la cabeza.
—Sí, yo te conozco, bueno no de esta
forma porque nunca te había visto en
persona, pero se quién eres. —Murmuro,
como si estuviera hablando del clima o
algo así.
—Pruébalo. —me riñe.
Busco algo que me sea útil, no recuerdo
mucho ¡Estúpida falta de memoria!
—Haber…tu nombre es Grace, Grace
Lick, tienes veinte años, y estas en una
relación con una tal Katlyn. —Mis palmas
sudan, siento cosquilleos en todo mi
cuerpo, juego con mis palmas y las coloco
en mi espalda, una acción para poder secar
el sudor, mi ropa es normal, un short negro
y una camisa de tres botones gris, llevo
unas zapatillas deportivas grises y mi
cabello esta desordenado, pero al parecer
todo el mundo usa su cabello así.
Espero a que el responda, su cara esta
levemente perlada por el sudor, su cabello
amarillo cae en su frente, no dejándome
verla, sus ojos marrones están bastante
brillosos, me pregunto si todos los ojos
aquí son así.
Parpadeo un poco, mis ojos pican, llevo
ambas manos y comienzo a restregarlas en
los ojos, los aprieto y así estoy por unos
largos dos minutos.
¿Se habrá quedado sin habla?
—¿Grace?
El asiente, al menos no se ha muerto o
algo así.
Su cara es un manojo de emociones,
desconcierto es la que predomina en sus
ojos.
Veo el reloj que está arriba de nosotros,
son las 3:40 de la tarde ¿Y a donde se ha
ido el tiempo?
—T-tus ojos.—dice, y sé a qué se refiere,
han cambiado de color nuevamente.
—Ya me he acostumbrado, ¿me puedes
decir de qué color son ahora?—Pregunto
con una sonrisa.
—Grises, y antes tenías unos lindos ojos
azules.
Asiento agradecida.
—¿Ahora me puedes decir si estoy en lo
cierto acerca de ti?
Grace agarra aire, y lo retiene por un
momento, mientras hace eso noto que
cierra los ojos.
Me gustaría leerle la mente, pienso.
—¿Cómo sabes todo acerca de mí?—
Musita, algo extrañado. Su voz es raposa,
sedosa y es un deleite, no como la voz de
los ángeles y los demonios, es un tipo de
voz que quieres escuchar siempre, es
hipnotizante.
—Es de mala educación responder con
otra pregunta.—bromeo.
El asiente de acuerdo, creo que nos
llevaremos bien. Mientras no grite cuando
le diga que soy un ángel, con alas
incluidas.
Mi mente me frunce el ceño, y yo pido
disculpas mentalmente, aun no es tiempo,
ni siquiera lo conozco. Pero si no es hoy
entonces ¿cuándo?
—Tienes razón. —concuerda.
—Gracias.
Sus ojos cambian a una expresión de duda.
—Pregunta. –me aventuro a decir.
—¿Cómo te llamas?
Pregunta fácil.
—Candace. ¿Siguiente pregunta?
Él se levanta de ese feo sillón y toma mi
mano, una electricidad aflora en mi piel
con su toque, pero no me importa porque
se siente bien. Me guía hacia afuera de la
librería.
Las calles están intestadas de carros,
gente, niños y comida,
¡Qué extraño!, grita mi mente.
Aquí todo es colorido, es lindo a decir
verdad, aunque lindo no sería un sinónimo
de tanta belleza en las calles.
Aquí en este lado creo que es verano, ya
que todos usan pantaloncillos cortos y
franelas de colores, algunas mujeres llevan
su cabello en una coleta desaliñada, en
cambio otras lo llevan suelo al igual que
yo.
Los hombres en cambio usan Ray-Bans,
unos shorts y algunas van sin una camisa,
en cambio Grace, si me fijo bien lleva
pantalones grises y una camisa que asumo
es algodón blanco.
Su cabello ahora está cubierto por una
gorra, ¿Cuándo se la puso?
— ¿A dónde vamos?
EL cruza una calle, antes de que un coche
impacte con su cuerpo, chillo pensando en
que se ha herido, peor no es así, el suelta
una carcajada en el cual me ha helado la
sangre del susto.
—¡Menudo idiota!—murmuro.
—Que linda eres. —Bufa y yo gruño.
Ahora estamos en la mitad de una acera, el
todavía sujeta mi mano y abre una puerta,
entramos al frio aire artificial que nos
brinda el aire acondicionado de este local.
—Es una cafetería.—explica al ver mis
desconcierto.
—Ya lo he notado, de donde vengo la
mayoría de las personas se la pasan en la
cafetería.—digo.
Aún tiene mi mano aferrada, como si fuera
un tesoro o que se yo.
Tomamos asiento en una de las ultimas
mesas, estamos pegados a una pared de un
horrendo color caoba, aquí es un punto
ciego en donde nadie nos puede ver,
Él saca mi silla y suelta mi mano,
rápidamente se sienta en su respectiva
silla, quedando enfrente de mí. Su
expresión es entre fascinación, sigue el
desconcierto y la tranquilidad.
—Siguiente pregunta.
El toca con sus largos dedos el puente de
su nariz, nunca había visto ese gesto. Si
vamos al caso nunca he visto muchos
gestos.
—¿De dónde eres?
Ruedo los ojos, es poco creativo con las
preguntas.
—Vengo de la Ciudad de Oro, aunque
mayormente me la paso en De Voice. —
Respondo rápidamente.
—Nunca había escuchado tal ciudad.
Niego con la cabeza y me quedo callada,
temo decir algo que lo asuste y lo haga
creer que estoy loca, aunque técnicamente
la locura no es real, sino es una coraza que
crea tu mente para crear un mundo
diferente.
—No creo que puedas visitarla. —Digo
sin revelar nada aun.
—¿Cuántos años tienes?—Musita, alzando
un de sus cejas marrones, son bastante
pobladas, aunque le da un toque a su rostro
delicado, pero decidido.
Me abstengo de decir que tengo ciento
dieciocho años, nunca nadie lo creería, al
parecer los humanos son muy poco
creativos a la hora de decir la edad.
—Dieciocho. —miento, bueno
técnicamente es una verdad a medias, si le
quitas los cien años tendría dieciocho.
—Eres muy joven.
—No tanto, tú tienes veinte.
Su mirada se posa en mí, y hay un brillo
especial, como si yo fuera especial. Y
desecho la idea rápidamente, no lo soy.
—Haber Candace, ¿Cómo sabes tanto
sobre mí? Bueno al menos lo esencial.—
Su curiosidad es palpable, y yo sonrió.
Es muy curioso, pienso.
¿Vale el riesgo de decir y comprometer a
Ann?
No quiero responder a esa pregunta, no
quiero, y muchos menos puedo.
—Ann, mi mejor amiga me ha llevado a
un lugar en donde había una pantalla
grande en donde salía tu foto, luego en la
mañana siguiente me dijo que había
accedido a los registros de los humanos y
me dio información tuya—Respondo
bajando la mirada a medida que pronuncio
cada palabra —, por una insensatez me he
peleado con ella, por acceder a esos
archivos, ya que tenemos terminantemente
prohibido acceder a ellos, no cuando no te
han designado a una persona.
—Espera…como que asignado ¿Cómo si
fuéramos mascotas?—duda, la duda
carcome mi ser, y en sus ojos veo que a él
le sucede lo mismo.
Niego—Son humanos. Y nosotros…—no
quiero responder.
—Y…
—Ángeles. —murmuro tan bajo que dudo
que me haya escuchado, pero si lo hace, y
eso me asusta.
He metido la pata, me digo.
6
—Ángeles. Somos ángeles. —repito, y en
ese momento aparece una mujer de unos
treinta, con una libreta y un cigarro en su
boca.
—¿Puedo tomar su orden?
Leo en un pequeño borde con letras
redondeada e ilegible el nombre de Clara.
Grace se adelanta y pide dos cafés, yo lo
miro, si he tomado café pero mucho puede
llegar alterarme.
Si alguna vez tuve miedo y desconcierto,
pues esta sería otra de esas veces. Clara se
retira anotando rápidamente nuestra orden,
Grace esta perplejo y el color de sus
mejillas ha desaparecido.
—¿Estas bien?
—Sí.
—¿No me crees?
—No.
—¿Estas asustado?
—Algo.
Vale las respuestas cortas me molestan,
siento como humor cambia, y otra vez esa
maldita picazón en los ojos, asumo que
están cambiando de color nuevamente,
Grace tiene sus manos cubriendo su cara,
se ha quitado la gorra y sus rizos amarillos
y algunos cafés le caen entre sus dedos.
Acerco mi mano hacia su cabello, siento
que debo hacerlo, bueno eso es lo que hace
Stefan cuando me ve en esa misma
situación, mis manos tapando mi rostros y
mi cabello tapándolo, como una cortina.
Pero esta vez no soy yo, es el.
—No soy mala, si es lo que crees. —Digo
tan suave que suena como un canturreo.
El levanta el rostro, pero no quita sus
manos de él, se ve confuso, y distraído.
—Esto no puede estar pasando. —
murmura.
Acaricio su cabello, es sedoso ante mi
tacto, me gusta cómo se siente entre mis
dedos. Bajo mi cabeza y apoyo mi quijada
en la otra mano, mientras sigo jugando con
su cabello.
¿Qué estará pensando? ¿Estoy haciendo
algo malo?
—No haces nada malo, me gusta. —
responde a mi pregunta mental.
Nos quedamos así por unos minutos,
esperando a que Clara aparezca con
nuestros respectivos cafés, a los minutos
sale la chica de cabello color naranja ¿es
posible tener el color natural de cabello
así?
Mi subconsciente me riña con su mirada
¡Por supuesto, tontita!
Le ruedo los ojos.
Clara aparece al cabo de unos segundos
con dos tazas de cafés, el humo sale de los
vasos, estoy acostumbrada a tomar café en
una taza de cristal, pero no importa, café
es café.
Quisiera saber qué hora es, pero no
pregunto, tomo mi café en silencio y
Grace hace lo mismo.
— ¿Algo más que quieras saber?—
pregunto tomando el ultimo sorbo del
líquido marrón caliente que me deleita.
—¿Realmente tienes dieciocho? —Busco
mirar otra parte, encuentro a unas tres
mesas un reloj eléctrico, marca las 5:30
¡Madre mía, es muy tarde!
—Técnicamente. —realmente no le estoy
mintiendo, solo no quiero que se espante.
Habrá bastante tiempo para ello.
—¿Alguna vez me lo dirás?
—Dependiendo.
—Esa no es una respuesta. —Murmura en
medio gruñido, medio bufido.
—Para mí lo es, y punto.
Él sonríe, como si estuviera pensando
algo. Lo miro curiosa, y el niega.
—No me dirás.—me aventuro a decir.
Asiente.
—Debo irme, se me hace tarde. —noto un
deje de desilusión en mi voz
—¿Volverás?
Realmente ni siquiera puedo responder
ello. Sin más me levanto y camino por
donde hace unas horas que para mí
parecen minutos, entre.
Pero ahora tomo un rumbo diferente, debo
regresar.
Ahora.
Nunca pensé que estar en los brazos de
Damián se sintiera tan diferente, nunca lo
había notado. Quizás mi mente está
volviéndose loca, si quizás sea eso.
—Hoy cruce al mundo de los humanos. —
Murmuro en tono casual.
Siento como se pone rígido, siento que no
debí de haberlo dicho.
— ¿Quién más lo sabe?—pregunta.
—Tu, solamente tú.
—Nunca, ¿me escuchaste? ¡Nunca vuelvas
hacerlo!—Ahora grita y me suelta
brutamente de sus brazos, siento como la
ira va creciendo, tengo miedo.
—¡Tu no me puedes obligar a nada!—
Chillo.
—Los humanos están destinados a errar,
entiéndelo.
Fruncó el ceño, no quiero creerle ¿En
dónde está el dulce Damián que conozco?
—No los conoces.—murmuro camina
lejos de él.
El frio concreto se concentra en mis pies
descalzos, siempre así, ahora que recuerdo
¿Cuándo me coloque las sandalias que
tenía cuando conocí a Grace? No importa,
quizás mi mente los coloco allí, si debe ser
eso.
—¿Acaso tu si?—Su enojo es palpable.
Siento mis mejillas teñidas de rojo, siento
como mis ojos pican, ahora es más
irritante que hace unas horas, toda mi furia
se concentra.
El en cambio está enojado, con sus alas
puntiagudas extendidas u sus manos se
han convertido en garras.
—¡Te odio!—Chillo y siento mis alas
desplegarse.
Sus ojos se han vuelto negros, como los de
los cuervos, ahora entendía por qué tenía
cierta fascinación con ellos.
Si las miradas mataran, ahorita fuera una
clara demostración de quien muere
primero.
— ¿Por qué te enojas?
—Eres una chiquilla idiota.—Suelta
escupiendo cada una de las palabras.
—¡Tu estas con esta chiquilla idiota!
Sus ojos se agrandan, ahora es el momento
de salir corriendo, o volando en el mejor
de los casos.
—Ya no más. —Dice, y lo último que se
es que se lanza sobre mí, suelto un
grito/aullido y caigo en la inconciencia.
Nunca en lo que llevo de vida —y es
mucha— había visto a tantos pares de ojos
mirándome directamente, intento
moverme y decir que estoy bien, pero ni
siquiera logro moverme un poco, mis ojos
aún no se acostumbran a la multitud
encima de mí, es incómodo que te miren.
Parpadeo, ruego mentalmente que no haya
pasado nada malo, pero ¿Qué era lo que
exactamente había pasado?
Intento mover la boca para decir algo,
pero esta seca y me arde, veo sus bocas
moverse, pero no entiendo que dicen.
¿Qué sucede? Siento ganas de llorar.
Y eso hago, mis lágrimas caen silenciosas
recorriendo mi rostro hasta llegar a mi
cuello, otras tomas la vía fácil y caen por
mis mejillas, lloro, lloro mucho, no
conozco a los que me miran, no puedo
entenderles y eso me frustra, porque
quiero comunicarme, decirles que no es mi
culpa, que él se ha vuelto loco y se ha
abalanzado sobre mí, pero no puedo y me
hace sentir impotente.
Respira cariño, estoy aquí.
La voz mental de Stefan me hace gimotear
¡Esta aquí!
No puedo escuchar lo que dicen esas
personas.
Solo cálmate, y duerme.
¿Dormir?
Confía en mí.
Todo es bastante extraño, no entiendo por
qué…solo quiero descansar, y eso hago, al
menos mientras voy cayendo en la
inconciencia duele menos, mucho menos.
Vuelvo abrir los ojos, aunque sé que esto
no es real —o al menos es lo que me
obligo a creer— me aferro a un hombro de
un extraño. Si, el miedo normalmente me
domina, momentos como estos es lo que
me hacen sentir impotente, y quiero
despertar.
—¿Qué es esto? —Digo, hacia el extraño
en el cual estoy apegada.
Él voltea, con su sonrisa triunfante, varonil
y tierna, sus ojos son grandes posos de
comprensión, y me permito entrar en ellos,
mirándolo.
—¿En dónde estoy?—pregunto, soltando
su brazo, me alejo unos cuantos pasos de
él, temo que crea otra cosa, de que le tengo
miedo a él, pero no es así. Tengo miedo de
lo que soy capaz de lograr.
—Es tu mente.—balbucea sonriente.
Enarco una ceja ¿realmente era mi mente?
—No estoy mintiendo. —Levanta las
manos como ofrenda de paz.
—Estas un poco loco
Observo a mi alrededor sin esperar
respuesta alguna. Todo está extrañamente
en calma, el viento, que sopla
constantemente y hace revolotear mi
cabello esta suave. Paz, si eso sería lo que
gobierna mi mente en estos momentos,
verlo a él, aunque sea un extraño me hace
sentir paz.
Admito, he escuchado tantas historias y
leído otras más acerca de los humanos,
bueno libros prohibidos de los demonios
que encontré, y destacaba que ellos era
seres crueles que son capaces de arrancar
nuestro corazón sin tan siquiera tocarlo.
Ahora puedo llegar a entender la repentina
ira de Damián, pero esa no era la forma
correcta, nunca lo será.
Grace tiene los ojos cerrados, su cabello
baila al son del viento, ha extendido una
mano hacia mí, mis manos sudan y esas
extrañas sensaciones toman posesión de
mi cuerpo.
—Confía en mi.—Abre y sus hermosos
color miel, que siento que cada vez que
posan su mirada sobre mí, me derrito.
—¿Debería de confiar en ti? ¿Me has dado
algún motivo?—La duda es palpable.
—No tengo motivos, aun no te he dado
uno, o quizás sí. No dije nada acerca de ti.
—Eso no prueba nada.
—Quizás debes aprender a confiar primero
en ti, y luego en las demás personas. —Y
sin decir nada, da media vuelta y se
marcha.
Y para mi desgracia, él tiene mucha razón.
—No tengo ningún motivo para confiar en
mi.—Digo cuando está a un metro de
distancia.
—Tienes vida y has sabido vivirla, eso
Candace, es el mejor motivo de confianza,
hoy y siempre.
Su voz se pierde a lo lejos, y las
penumbras regresan.
7
Las manos de Stefan se aferran a mi mano,
como si la vida dependiese de ese agarre,
como si mi vida dependiera de ello. Stefan
se ha encargado de decirles a los demás
que se retiren, aun no logro recordar del
todo lo que ha sucedido en la últimas
horas, o días, según Ann, llevo
inconsciente unos cuatro días, uno por
causa del trauma, y los otros tres por
medicamentos y sedantes.
Stefan, ha lavado mis heridas, bueno las
visibles por ejemplo la de los hombros y
manos, Ann se ha encardado
meticulosamente de lo demás.
Nunca pensé que luchar contra alguien
doliese tanto, pienso y parpadeo más veces
de lo necesario.
—¿Ya puedo levantarme?—Pregunto al
ver a Stefan perdido en el hilo de sus
pensamientos. Su semblante esta
oscurecido, algo malo ha sucedido.
El niega.
—Nada, no sucede nada.—Su tono me
indica que no debo seguir insistiendo,
tampoco estoy en la mejor posición
posible para ello.
Ann llega para aligerar el ambiente, tiene
una cara dulce, un poco ojerosa, Pero
sigue siendo mi Ann, la culpable de mis
locuras y las que los cura con sus
cuidados.
Al verme con los ojos abiertos deja caer
las toallas y mantas que traía, comienza
acorrer y se lanza sobre mí. Chillo el
punzante dolor en mis costillas y espalda
crece ¿tanto me ha dañado?
Ella se ríe, y siento una felicidad inmensa,
su risa es música un poco aterciopelada,
Stefan le lanza una mirada reprobatoria,
ella se encoje de hombros y se levanta.
—¡Oh cariño! ¡Te extrañe muchísimo! ¡Lo
siento mucho! —Su voz es emocional, dos
tonos más alta de lo normal, niego y ruedo
los ojos, ni en los peores momentos puedo
enojarme con ella.
—Perdonada. —Digo, he intento
acomodarme, esta posición es poco
incómoda para mi adolorido y maltratado
cuerpo.
Ella sonríe, y veo como las pequeñas gotas
cristalinas salen de sus ojos, le hago un
ademan para que se acerque, la abrazo, o
eso intento. Y ella llora en mí.
Noto que Stefan se ha marchado ¿a dónde
fue?
Nuestro momento emocional prosigue, ella
llora y yo rio, aunque las lágrimas no se
dejan esperar. Odio llorar, odio sentirme
así, tan impotente, ingenua e insegura. Ella
me cuenta como han ido las cosas y yo
escucho, hago preguntas inocentes, ella me
reprende ante la idea.
—Ann, lo he conocido.—Suelto,
escondiendo mi cara entre mis manos,
ahora en mi mente suelta la imagen de
Grace, en la misma posición, tengo deseos
de sacarlo de mi mente y hacerlo real, en
este espacio, aquí conmigo. Es un
sentimiento egoísta, lo es y me siento
culpable, no debería de sentirme así, no
por él.
Los ángeles tenemos otra forma de
enamorarnos, cuando lo hacemos, lo
hacemos de verdad, y temo que haya caído
bajo esas garras.
Cupido es como el cuervo, mi ave
monstruosa favorita, es cruel, ruin e
implacable a la hora de su juicio, pero
tiene su lado bueno, claro que está
bastante escondido por esa mata de plumas
negras y grises.
Sus ojos azules se abren como platos,
bueno eso es lo que me permite ver mis
dedos entre abiertos.
—¡Como es!—Chilla saltando junto a la
cama,, estamos en mi habitación. La
ventana está abierta y la suave brisa entra
por ella, el cabello rojizo se remueve
creando siluetas de llamas, unas llamas
que son imposibles de apagar.
—No te contare detalles, solo sé que por
su aura que era de color azul claro, era
bastante bondadosa y llena de paz, aunque
al principio estaba gris, llena de dolor,
desespero y melancolía. —Mi voz suena
bastante suave, casi en un leve susurro, me
asusto al recordar su aura, que ahora he
detallado mucho más.
—¿Su aura cambio?
Asiento.
Anna se ve curiosa, muerde su labio y por
un extraño, pero fenomenal milagro no
toca más el tema, por ahora.
El humo llega hasta mis pulmones, me
despierto, el olor es mucho más fuerte que
antes. Ha pasado una semana desde que
estoy en cama, una semana y media si se
cuentas los días que estuve inconsciente.
El olor se incrementa hasta tal punto que
siento que puedo llegar a quemarme, salgo
de la cama, mis pies chocan y hacen crujir
la madera del suelo.
El ruido ahora es extrañamente
tranquilizador, mi corazón bombea rápido,
como las alas al batirse rápidamente,
inspiro y el olor quema mi garganta.
—¡Ann!—Grito, pero no hay nadie en
casa.
Bajo las escaleras de un salto, ya estoy
bastante bien, y las alas en este momento
me ayudan mucho, las despliego volando
por toda la casa en cuestión de segundos,
de aquí no viene el fuego.
Viene de otra parte.
Estoy en pantalones de pijama y una
franela, la noche estaba un poco calurosa,
ahora veo el porqué. Mis alas están un
poco dolidas aun, pero sirven y eso es lo
que cuenta. Abro la puerta y salgo a
inspeccionar.
Luego de unos cinco minutos volando, veo
el porqué de todo, las llamas devoran la
estatuas y todo lo que hay en su alrededor
en La Ciudad de Oro, bajo y veo más
detenidamente. Todo está destrozado.
Las llamas consumen restos de lo que
alguna vez fueron ángeles, restos de
comida, el oro que se quema, alas, plumas
y un collar, aun no lo ha cercenado el
fuego, guardo mis alas y me aproximo
cuidadosamente.
—¿Una lagrima de oro?—digo al cogerlo
antes de que las llamas lo consuman.
No está caliente, lo que me extraña. Alzo
el vuelvo para buscar ayuda, el collar tiene
una forma muy peculiar, es una lagrima de
oro, que raramente no se quemó.
Lo coloco en mi cuello y busco ayuda.
—Stefan!—Grito cerca de su residencia.
No espero a que se digne a responder, me
acerco y lo agarro, estaba en la puerta
principal lo que me facilito las cosas, el
me mira perplejo y algo confuso. Extiende
sus alas y vuela a su lado.
—¡Todo se quema!—Gimo y siento esa
punzada dolorosa en mi pecho, las
lágrimas descienden por mi cara mientras
que vuelo y guio a Stefan hacia el caos.
No llores, no llores. Me repito, pero es
imposible, ya no tengo remedio, y es algo
con lo que debo vivir.
Quiera o no.
Al cabo de unas horas que fueron eternas
el fuego se disipo hasta extinguirse, lo que
es bastante bueno y a la vez cruel. Estoy
ayudando a Stefan, que me ha dicho que
me vaya, pero me niego hacerlo, no
cuando tantas personas esten lastimadas.
Los daños son indescifrables, casas,
dinero, y otras cosas ademas de la vida
misma que acaba de irse.
Los cuerpos estan irreconosibles, solo
ceniza, aunque tecnicamente despues de
cuatro milenios en eso nos comvertiremos.
Queramos o no.
—Stefan.—Me acerco desde atrás, lo que
hace que el se sobresalte.
—Candie.—Sonrió al escuchar ese apodo,
lo recuerdo muy bien, así me decia cuando
era niña. Es inevitable no sonreir ante los
recuerdos del pasado, pero ahora no era el
momento.
—¿Por qué se produjo el fuego?
Su sembrante cambio, realmente todo en el
cambio, y ahora temoq eu reaccione a
igual que Damián, sus ojos escanean mi
cara y se detienen al ver mi nuevo collar.
Su cara no tiene comparacion, al menos
que se compare con algun rostro de
espanto.
—Lagrimas…—dice, como si yo
entendiera de que rayos me habla.
La lluvia tan esperada cae, haciendonos
dichosos y felices, si yueve n hay
incendios.
Ann no ha aparecido lo que me deja una
sensación agria y melancolica, temo que
haya huido o que haya muerto.
El ultimo pensamiento me hace
estremecer.
—¿De donde sacaste el collar?—pregunta
y me hace volver a la realidad.
Todo en nuestro alrededor es caos, bueno
no tanto como hace unas horas, la gente
festega y otras lloran por su perdida, otras
simplemente ignoran todo lo que ha
sucedido y se dedican a borrar los
recuerdos dolorosos.
—Lo he encontrando entre las llamas,
extrañamente estaba bastante bien y no fue
devorado por el fuego.—respondo.
El terrror sigue en la cara de él.
—¿Qué tiene de malo?
—Entonces es cierto…
Enarco una ceja, debe de estar jugando
conmigo, como todos.
—En español.—bufo.
El no responde, ultimamente nadie quiere
responder a las cosas. Furiosa,
repentinamente muy furiosa doy media
vuelta y alzo el vuelo.
¡joder! ¿acaso nadie puede responder una
pregunta? No es tan dificil
¿O si?
Pues lo dudo.
Llego a casa, Ann esta dormida en el
sillon, su cabello cae desparramo sobre su
cara, sus mejillas estan bastante rojizas, y
su camisa negra que no recuerdo que
tuviera esta rasgada y llena de polvo.
—¿Por qué esta asi?—murmuro bajito.
Meneo la cabeza, ella no puede ser la
culpable de esto, ella no.
Con ese pensamiento paso a al cocina,
necesitaba tomar agua, o algo de comida,
quizas un chocolate caliente, y un par de
tostadas.
¡Suena bien!, chilla mi mente bailando.
La miro mentalmente, esa chica no tiene
remedio.
Los platos lavados, la licuadora y los otros
itensilios en su lugar, no soy buena
cocinera, pero esas tostadas han quedado
muy buenas, He manchado un poco mi
camisa con chocolate, pero da igual ya
esta por amanecer, así que decido que sera
mejor dormir un poco mas, al menos hasta
que los pasos de Ann que son tan ruidosos
a veces me despierten y deba levantarme.
Camino despacio pasando la sala, el
cuerpo dormido de Ann no esta.
Que yo recuerde ella nunca fue sonanbula,
lo que estoy dudando ahora, abro y cierro
los ojos, estos pican y me duelen, mucho
mas que antes, la cabeza ha comenzado a
martillar y todo a mi alrededor da vueltas.
Tanto que siento que estoy en ese carrusel
que Ann me obligo a montarme el año
pasado, el problema es que suelo mariarme
mucho, realmente tengo el estomaog
bastante sensible, termine vomitando, pero
fue una esperiencia muy grata.
Me acerco hacia lña puerta de la
habitación de Ann, esta decorada con
terciopelos de varios colores, letras y
algunas frases que ha escuchado. Ann es
ese tipo de personas que suelen
obsercionarse con todo, y llegan hasta tal
punto de querer todo de ellos, o de lo que
se que este obsesionada.
Abro la puerta que esta entre abierta, llevo
mis manos para evitar soltar un grito de
espanto. Allí entre las penumbras las alas
de Ann estan ensangrentadas, y ella esta
en posicion fetal llorando amargamente.
Corro hacia ella, su piel esta fria, a tal
grado que temo tocarla.
—¿Qué ha sucedido?—Pregunto quitando
su cabello de su cara.
Ella suelta un gemido lleno de dolor y no
responde.
Y ahora temo que alla pasado lo peor.
—¡Tus alas!
Ann solloza mas fuerte.
—Fue mi culpa…fue mi culpa.—repite
levemente.
—Nada ha sido tu culpa cariño.
Ella niega.
Me llevanto para ver sus alas, las puntas
en donde deberian de aferrarse anuestra
espalda estan cortadas, bastantes torcidas a
decir verdad, desde mi punto, en donde
estoy para se puede observar la espalda de
Ann, y me temo lo peor.
La v invertida de sus cicatrices esta.
Suelto grito, y ya no ha vuelto atrás, está
condenada a ser humana.
8
Ann se ha dormido, me temo que sus alas
estan bastante dañadas para volverlas a
colocar en su sitio, la noche se esta
acabando, dandole paso a un nuevo y triste
día.
No he dormido, y aunque me he bebido
mas tazas de café de las necesarias no he
podido na mas que bostezar y golpear
cosas a mi alrededor.
Muchas preguntas se enfrascan en mi
mente, ¿Por qué s ele han arrebatado sus
alas? ¿a mi tambien me pasara lo mismo?
¿Por qué Ann?
Gruño de frustracion, las ventanas estan
cerradas, bueno todas excepto la mía,
siempre he preferido el aire fresco y puro
que me brinda la diosa de viento, he
caminado en linea recta por mas de diez
minutos. Temo que si sigo así el piso se
abra, o queden marcas de mis pies.
Llevo mis manos hasta mi cara, y las uso
para taparme.
—¡Estupidas emociones!—farfullo.
Ahora me pregunto que estara haciendo
Grace¿ya le abra propuesto matrimonio a
Katlyn?
Una oleada de una sensación extraña
recorre mi cuerpo ¿tristeza?No, no
realmente no se que es, pero me siento
mal.
Decido que es el mejor momento para
tomar unas pequeñas vacaciones y salir de
este lugar. Ann estara bien, me preocupa
que cometa una locura, pero se que es lo
bastante prudente para ir hacia Stefan y
pedirle ayuda, mi otra preocupacion es
Damián.
¿Por qué se ha comportado de esa forma?
¿Realmente quiso herirme?
No puedo fiarme de los demonios, creo
que siempre lo supe pero…el deseo hacia
lo prohibido pudo mas que mi razón,
pienso.
Camino hacia mi habitación, cojo una
mochilla y meto dos pares de muda, tres
pares de ropa interior, unas media algunas
ligas para recoger mi cabello, unos lentes,
y mi diario/agenda.
Debo anotar todo, no puedo fiarme de mi
cabeza.
Creo que no puedo fiarme de nada, en
realidad.
Guardo todo en la mochila y extiendo mis
alas, ya no me importa si se abre el techo,
o comience a llover. Quiero ver a Grace,
un pensamiento egoista, porque el ya tiene
a su alma gemela, yo solo soy egoista e
infantil.
Esa extraña conexión que siento al verle
las dos veces, me hace dudar de mi poca
cordura.
La abertura de hace dias sigue intacta,
ahora me es mas facil pasar por ella, mi
cabello esta recogido en una coleta
improvisada y mi mochila descansa sobre
mi espalda. El mundo de los humanos
sigue igual como lo recordaba.
Arriba en el cielo el sol brilla
encandelicando a todos, brindando sin
recibir nada a cambio sus rayos que tanto
agradecemos.
Camino por las calles que aun recuerdo,
no tan nitidamente como me gustaria, pero
lo suficiente como para guiarme hasta la
cafeteria en donde Grace me llevo.
Las personas se amontonan por todos las
mesas, parejas abrazadas, otras haciendo
mimos, amigas charlando
energeticamente. Todo es muy vivo en
este lugar. Camino pidiendo permiso hacia
la mesa de aquella vez, y al igual que ese
día sigue sola.
Me siento y dejo la mochila a un lado.
Ahora espero a que alguna persona venga
hacia mi, no se como funciona esto.
En De Voice los angeles solo cerraban los
ojos y aparecian sus pedidos, creo que la
cafeteria solo era una excusa para sentarse
en un lugar abierto. Pero da igual la razón,
ahora estoy aquí, y debo actuar como una
persona.
He leido mucho sobre los seres humanos,
ya que hasta que me designien una, que
sucederan en mucho tiempo, debo
acostumbrarme a la idea de que quizas
nunca vuelva a tener esta oportunidad, y la
estoy aprovechando al maximo.
Y eso es lo que importa. ¿O no?
Una chica de cabello corto llega con una
sonrisa sincera y una libreta entre sus
manos.
—Hola, soy Marlin soy tu mesera ¿Qué
deseas ordenar?—su voz es fina, y su
apariencia es como el de una chica de mas
de diecinueve años.
Sonrió, esta chica me cae bien.
—¿Qué puedo llegar a pedir?—pregunto,.
—Mmm…veamos a café, agua, jugos
naturales, unas tostadas, chocolate. No se
que te gustaria comer.
Suspiro.
—Café esta bien.— murmuro.
He mirado hacia todos lados, teniendo la
esperanza de que Grace apareciera por
algun lugar,pero se que esos deseos son
erroneos. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
¿Meses? ¿Años?
Marlin sonrie y se retira.
Una risita me hace voltear, su mirada color
caramelo me distrae, pierdo la capacidad
para hablar ¿Cómo una persona puede
llegar a hacer eso?
—Hola—dice al ver mis desconcierto.
—Hola.—Respondo—¿Cuánto tiempo ha
pasado?
Una arrugita sale en su frente y cuenta con
los dedos.
—Creo que cinco o seis meses.
—A mi solo me han parecido dias.
Pasa su lengua por sus labios resecos,
lleva una gorra negra que tapa su
encantador cabello, una camisa gris ¿acaso
no usa otro color?, y no puedo saber de
que color son sus zapatos y pantalones.
—Al parecer tu tiempo, y mi tiempo son
distintos.—me distrae su voz.
Asiento.
Marlin aparece con mi taza de café, esta
vez trae una cucharilla y al parecer un
tarrito de azucar.
—Gracias.—agradezco.
Ella sonrie, luego gira la mirada hacia
Grace.
—¿Desea algo?—musita sacando su
libreta.
—Agua esta bien.—Dice.
Marlin camina lejos de nosotros anotando
lo que sea que deba anotar.
Mi corazon bombea rapidamente,se siente
como si un ave estuviera batiendo sus alas
dentro de mi, mis palmas sudan y puedo
ver un leve temblor al intentar verter un
poco de leche que hay en la mesa.
—¿Estas nerviosa?—el tono jugueton de
su voz me hace sonreir.
—Claro, como si no tuviera motivos.
—¿Cuáles serian? Candace—pregunta,
pero su diversion se hace mas palpable.
—Can, dime Can.—aclaro.
—Vale, Can.
Bebo mi café intentando no mirarlo, no
entiendo porque rayos me pone nerviosa.
¡Diosita Santa! No habia notado esa
sonrisa y esos holluelos tan lindos que
tiene Grace.
Candace concentrate, ¡debes calmarte!, me
recrimina mi mente.
El café esta a un punto bueno, y Grace
sigue mirando de esa manera tan perversa
que me da curiosidad saber que trama.
—¿Por qué me miras asi?—mi voz sale
casi en un murmullo.
—Porque eres linda.—dice como si
estuviera hablando sobre el clima. El sorbo
de café que habia tomado amanezaca con
salir escupiendo todo, antes de que pueda
causar un desastre cojo una servilleta y me
tapo la boca.
¡No podia ser mas vergonzoso!
Limpio mi boca con la servilleta, los restos
de las gotas de café que salieron
disparadas en la servilleta llenan mi
manoy la ensuncian de café.
Me levanto y pido disculpas. Corro directo
al baño que estaba en el otro extremo,
gracias a un letrero que dice Mujeres se
que es el baño.
Entro y extrañamente esta vacio, lo cual es
un milagro, camino hasta el lavabo mas
cercano y mojo mis manos y mi cara, hay
un pequeño jabon de olor a vainilla.
Enjabono mis manos y la enjuago. Repito
el proceso como por tres minutos, n soy
obcesivva por la higiene, simplemente
tengo que hacer algo mientras aclaro mis
pensamientos. Que al parecer se han
puesto en mi contra.
Cierro la llave cuando veo que ya mis
manos estan bastante limpias, mew miro al
espejo y mi reflejo me hace sonreir.
Mi cabelo aun sigue en esa coleta
desaliñada, lo suelto y dejo que caigan los
rizos, mis ojos hoy estan azules, realmente
son azules, me gustan. Mi vestimenta es,
bueno es bastante informal, una camisa sin
mangas azul y unos shorts, estoy en
zapatillas deportivas, al menos estas vez si
las recuerdo.
—¡Estoy loca!—Exclamo a mi reflejo, y
ella al parecer esta de acuerdo conmigo
porque la veo asentir.
Al cabo de unos segundos mas decido
salir, no tiene caso seguir en un baño si ya
has acabado de hacer cualquier cosa, en mi
caso huir de Grace.
Bueno huir no seria el caso, porque yo
misma he venido con la esperanza de
encontrarmelo, pero ahora tenerlo aquí,
enfrente de mi es otra cosa. Su sonrisa me
distrae mas de lo que deberia, y se que el
lo sabe, porque lo puedo ver en sus ojos
caramelo, en sus hermosos ojos
caramelo…
¡Vale ya! , ¡Candace comportate de una
jodida vez!
Juego con mi cabello mientras me dirijo a
nuestra mesa.
Sonrió al decir “nuestra” quizas el cambio
de ciudades me esta haciendo efecto, si
debe ser eso.
Grace sigue en la misma posicion, pero
ahora bebe un sorbo de agua, se ha quitado
la gorra y su cabello color miel se destaca
entre los demas, bueno al menos para mi
destaca. Se ha remangado la camisa, y se
puede ver los musculos bien trabajados
que posee.
Me acerco y el deja de beber agua, me
sonrie y pregunta:
—¿Tan atractivo es el baño de mujeres?
¡Oh si! Tenia que ser Grace.
—Quizas, al menos el esperjo es
atrayente.—mascullo.
—¿El espejo? O ¿la persona que se ha
mirado en el?
Lo pienso un poco.
—Las dos.
—Muy buena respuesta, Can—Me felicita.
Tomo lo poco que queda de mi café ya
frio.
—¿A dónde quieres ir?—pregunta,
dejando el dinero sobre la mesa
—¿Por qué dejas eso alli? Se lo pueden
robar—mi voz suena aterrada, el me
tranquliza poniendo su palma sobre mi
mejilla, en un acto impulsivo pongo mis
manos encima de su palma, como si
deseara tenerlo así para siempre.
—Aquí, en mi lado debemos pagar por
cada cosa.—murmura.
—Pues en mi lado, no debemos pagar
nada, en cambio el mejor agradecimiento o
paga es el estar allí, viviendo el
momento.—balbuceo, bajando mis manos
de la suya.
Grace coje mi mano y camina conmigo
hacia la salida.
—Que extraño es tu mundo.—Dice al
cabo de unos minutos.
Asiento, no tiene ni idea de cuanto.
9
—¿Te gusta?
Saboreo el liquido que Grace a vertido en
mi taza, es riquisimo, pero aun no decifro
que cosa es.
Estamos en su casa, es grande de dos
pisos, sus paredes son color azul y blanco,
y sus muebles han ido deteriorandose por
los años, pero le da un toque mas hogareño
a su morada.
Su cocina es casi igual que la mía, y eso
me sorprende, lo que le cambia son que el
tiene mas aparatos, el que esta en la
ezquina justo al lado de la nevera es una
batidora, me ha dicho que sirven para
hacer la masa para los pasteles.
—Nunca he probado un pastel.—admití y
casi su quijada cae al piso.
—¿Nunca? ¿Nunca de los jamases nunca?
—Dice y yo asiento.
—¿A que saben?
—Dependen de su sabor. —Una sonrisa
cruza por su rosto, tirando uno de sus
labios llegando a ser una sonrisa oscura
torcida. Me he dado cuenta de que me
estoy perdido alguna broma privada.
Quiero saber mas, pero el me lo impide
sirviendome un poco mas de esa cosa
liquida en mi taza. Ahora que lo pienso…
—¿Y mi mochila?—pregunto al recordar
que yo no la cargue.
—La he tomado cuando estabas en el
baño, y la he llevado todo el camino. No te
preocupes esta en una la ultima habitación
en el fondo a la izquierda.—explica.
—Vale.
Grace asiente sigue caminando de aquí
para allá cocinando. Bueno es lo que
asumo, mientras que el hace lo que sea que
este asiendo yo me dedico a contemplar
las cosas, y beber más de este rico líquido.
—¿Cómo se llama esto?—pregunto al
notar que la mirada de Grace no se ha
apartado de mi.
—Chocolate.
—¿Chococaque?
Veo como su boca se tuerce para evitar
reírse, le lanzo una mirada colérica, el
suelta una carcajada.
—No, Can. Chocolate.—repite—Cho-co-
la-te. —Su boca hace formas cuando
pronuncia cada silaba, ignoro lo que
sucede a mi alrededor, su boca es una gran
distracción.
—Vale entendí. Chocolate—murmuro
meneando la cabeza sacando mi
ensoñación a esa boca sensual de mi
acompañante.
Destierro cualquier pensamiento impuro
que tiene mi mente, él debe de estar
casado, o comprometido con Katlyn.
—¿Y Katlyn?—la pregunta sale de mi
boca sin pensarlo. Me golpeo
mentalmente.
Las facciones de su rostro se endurecen
ante mi pregunta, he metido la pata, y
muy, muy metida. Se lleva la mano hasta
el puente de su nariz, cierra los ojos y se
queda así por unos momentos. Su cuerpo
esta tensionado, sus músculos se contraen,
y su boca es una fina línea.
Sus facciones se suavizan y abre los ojos.
—Ella me ha dejado—dice, siento el dolor
en su voz. Aunque sé que quiere
disimularlo—, pero no importa. Ya lo he
superado, creo que soy muy joven además
todo fue demasiado precipitado.
—Lo siento.—murmuro, me levanto de la
silla de madera oscura en la que estoy
sentada y lo abrazo. El me recibe gustoso
entre sus brazos su toque es cálido, suave,
se siente bien abrazarlo.
Nunca pensé que un toque se sintiera tan
bien realmente nunca sentí que un abrazo
fuera tan cálido. He abrazado a tres
personas Ann, Damián y Stefan. Bueno
ahora serian cuatro, ya que Grace aun me
tiene entre sus brazos.
Aspiro su aroma tan varonil, es como sol,
coco y Grace.
Creo que esas las primeras dos cosas
nunca las volveré a ver como antes,
recuesto mi cabeza en su pecho, y su
quijada se posa delicadamente sobre mi
cabeza, me apego más a él. Es una
necesidad que aun desconozco, pero me
domina más que cualquier cosa, quiero
estar así. Para siempre.
Pero soy consciente de que el para siempre
no existe.
—Lo siento muchísimo.—me disculpo,
bueno nose porque lo hago, pero siento la
necesidad de hacer. De disculparme por
ese comentario y disculparme por no haber
evitado su sufrimiento.
—No es tu culpa, Can.
—SI lo es, porque debería de haber venido
y evitar que te hicieran daño.
Me apega más a su cuerpo, sus manos
están en mi cintura, mis manos en cambio
están en su cuello, me apego más a él. No
quiero que nadie dañe a este hermoso ser
de aura pura.
—Ahora estas aquí, eso es lo que
importa.—Depositando un beso en mi
frente, cierro los ojos y disfruto de la
sensación de felicidad de estar así con él.
—¿Cómo sabias que vendría?
Siento como se encoje de hombros.
—Destino—Responde.
Asiento y me separo de él.
—El destino no existe.—Refunfuño,
dándome vuelta para volver a la silla.
Nunca pensé en añorar nada tanto como lo
hago ahora, cada partícula, cada
centímetro de mi ser pedía a gritos estar
con Grace, pero no podía, no debía.
Grace a acomodado una habitación para
mí, miro el reloj eléctrico que descansa en
la mesillita 12:10 de la noche. Suspiro, no
he podido pegar el ojo en todo lo que lleva
de noche.
He querido levantarme e ir a sus brazos, es
una sensación de ahogo de estar sola en un
lugar desconocido. Debí de haber
regresado hace horas, ahora la culpa me
carcome, nunca debí de dejar a Ann sola.
—Soy una pésima amiga.
Me levanto de la cama que me han
ofrecido para pasar la noche, nunca le he
temido a dormir sola, pero hay algo en esta
ciudad que me pone más nerviosa de lo
normal. Y eso es decir mucho.
El cuarto es chico, y a diferencia de la casa
este tiene un toque más moderno que las
otras partes de la casa. La esencia de lo
puro es dominante en esta zona.
Salgo de la habitación para comenzar a
caminar en el pequeño pasillo, la
habitación de Grace creo que está arriba,
no lo sé con certeza, pero su aura me hace
llegar hasta el, y eso lo agradezco.
He llegado al final del pasillo, ahora estoy
en la sala camino hacia la izquierda
pasando una puerta que asumo en un baño,
al lado de esa puerta se comienza el
nacimiento de las escaleras. Subo cada una
en puntillas, temerosa de despertarlo.
Llego al segundo piso en tiempo record
para haber subido en puntillas.
—¿Cuál será tu habitación?
Camino sin saber a dónde dirigirme
exactamente, el olor ahora es leve. Su
ahora huele igual que él, por eso más o
menos sé a dónde ir.
Pero no con mucha certeza.
Camino esperando que el olor se
intensifique, y eso hace. Recorro los
pasillos hasta llegar a lo que asumo es su
habitación, todo aquí está muy oscuro,
excepto la lus del pasillo que ilumina un
poco.
Abro la puerta esperando no hacer ruido.
Grace esta acostado mirando el techo, no
ha podido dormir. Al igual que yo, una
sonrisa surge en mi boca. Al percataser de
mi presencia sonríe y se sienta. Es una
linda imagen la que observo ahora, Grace
lleva el torso desnudo, lo que estoy
evitando ver, un mono de pijama azul y sin
medias ¿Quién duerme sin medias?
Su habitación es de un color blanco,
algunas manchas azules, quizás hubo una
guerra de pintura aquí. Camino sin saber
que decir o hacer, mis pasos son lentos,
como si estuviera caminando sobre hielo.
— ¿Qué sucede? Can. —Pregunta al ver
que no puedo moverme más de la mitad
del recorrido para llegar a él.
—No puedo dormir.—musito bajando la
mirada.
Él sonríe.
—Yo tampoco. Ven, no muerdo. —
Extiende una mano hacia mi dirección,
camino un poco más y la tomo, su mano
está caliente, peo sigue siendo suave.
—¿Te desperté?—Su mano me guía hasta
el, estoy parada enfrente. Sus piernas están
flexionadas y con la otra mano apoya su
mejilla en su rodilla. Es lindo ver a Grace
tan relajado.
—No, tranquila.
Me siento a un lado de él, pero sin soltar
su mano. Él juega con mi cabello que cae
cerca de su mano.
Me quedo allí con Grace. Y me hace sentir
mejor.
—Ven.—su voz en una invitación sus
brazos están extendidos, quiere un abrazo.
Me acerco más a él. Y dejo que me abrace.
Nunca sentí la necesidad de ser abrazada
por alguien, no porque siempre fui yo la
que pedía un abrazo para dejar de pelear,
era como una tregua en los casos.
Sus brazos me rodean hasta caer en mi
cintura, esta atrás mí, sus rodillas siguen
flexionadas. Apoyo mi cabeza en su
hombro y me acomodo para quedar de
lado para poder observar su rostro.
Tiene los ojos cerrados, y sus brazos están
aferrados a mí, mi mano está en su
corazón y la otra atrás en su cuello.
—Gracias.—murmuro aspirando su
aroma.
El niega.
—No me des las gracias, no las merezco.
No he hecho nada para merecerlas.
No respondo mi mente divaga en Ann y
Stefan. No quiero pensar en Damián, no
quiero atormentarme de esa forma, no
puedo y tampoco quiero.
—Hui porque tenía miedo de enfrentarme
a mi mundo.—Admito.
—Todos tenemos miedo de enfrentarnos al
mundo —su voz en estos momentos me
recuerdan a Stefan, diciéndome
pacientemente que es lo mejor para mí, no
era su obligación decírmelo, pero me
sentía bien escuchando sus consejos —
¿Por qué huiste?
—No lo sé, tenía miedo. Ann, mi mejor
amiga le han cortado sus alas, aun no se
quien fue, la he dejado en el momento en
donde más me ha de necesitar.—mi voz se
quiebra, no puedo llorar.
Aspiro intentando controlarme, ¿Qué diría
si supiera que lloro oro? No quiero
saberlo, no.
Espero su respuesta, su furia o su ira hacia
mi. Pero nada de eso llega, me siento
extraña, el debería de haberme dicho algo,
regañado o que se yo.
— ¿No estas molesto?—pregunto, mi voz
suena más quebrada.
—No, no porque sé que se siente tener
miedo, y aunque sé que tuviste alguna
razón para dejar a tu amiga Ann, entiendo
perfectamente. Tranquila, no te juzgare, no
tengo el derecho ni el deber de hacer.
—Todos creen tener el derecho de hacer.
El silencio se hace presente, pero no
importa. El olor de sus prendas llenan mis
fosas nasales, es bastante abrumador las
sensación que tengo, pero me gustan,
porque son un caos, al igual que yo.
—Tengo un poco de sueño, será mejor que
me vaya a mi habitación.—digo no muy
convencida, pero debo irme, quizás crea
que me estoy pasando de la raya.
—No te vayas, quédate aquí…conmigo,
yo puedo dormir aquí en la alfombra o en
el mueble. —murmura soltando sus brazos
de mí.
Niego, no quiero causarle problemas
—Si duermo aquí, tu también. Es lo justo.
Y es así como pase mi primera noche con
alguien.
Los brazos de Grace ahora son un poco
mas pesados, me rodean impidiendo que
pueda moverme, son las tres de la
madrugada. Estoy bastante cansada, pero
verlo dormir es la cosa más tierna que
existe en el mundo.
Su cabello cae en sus ojos, aun no
entiendo como no le molesta, pero me
abstengo de pregunta, o de tocarlo. No
quiero despertarlo.
El sueño me va ganando batalla, y soy
feliz con la derrota.
10
Nunca se puede estar seguro de los
cambios que vendrán, realmente no está
escrito lo que pasara en nuestras vidas,
incluso en los ángeles tenemos el pavor de
no saber que nos depara el mañana
Y ahora estoy viviendo el terror de ello.
He vuelto a la ciudad de oro, y todo aquí
es caos. Tengo el collar de la lágrima que
curiosamente nunca note en De Voice, en
la parte de los humanos, estoy asumiendo
que aparece y desaparece cuando le da la
gana.
O esa es mi conclusión más apegada.
Ahora lo que veo con mis ojos es el caos y
el terror, nunca pensé sentirme así, tan
culpable. La fría mirada de Stefan me
traspasaba todo mi ser. Oscuridad e ira. Su
mirada transmitía ello, siento un temblor
y luego dolor.
—Deja de hacer eso, Stefan —Digo,
mirándolo directo a los ojos.
Stefan frunce el ceño y los trescientos años
que lleva vivo se hacen notar.
—Candace, te dije que te alejaras, te
advertí que los ángeles no podían acercase
a los humanos, te lo dije mil y un veces.
—Protesto enojado.
Lo miro ceñuda y con resignación.
Él tenía razón.
He notado mis alas apagarse, ya no son
blancas, o blancas con motas doradas,
ahora se están convirtiendo en grises. Me
preocupa.
Los ángeles volaban de aquí para allá,
estábamos en la plaza de cristal. Un
hermoso lugar que, como su nombre lo
indica todo es hecho de vidrio.
Amaba venir hacia acá, pero al ver la
inquisitiva y aterradora mirada de Stefan
decidí que era hora de preocuparme.
Vuelvo mi atención hacia mis alas.
— ¿Que le suceden a mis alas? —
Pregunto.
Por primera vez desde que estoy hablando
con el me mira, y su ceño fruncido se
suaviza. Es un mal presagio, su cuerpo se
tensa y de repente lo tengo a mi lado
frotando mis alas.
— ¿Qué ocurre? —Vuelvo a decir.
El no responde, y siento el miedo recorre
mi cuerpo.
Varias personas que circulaban por aquí,
se detienen. Y se acercan discretamente
hacia nosotros.
Los fulmino con la mirada.
—Stefan. —Murmuro frunciendo el
ceño— Respóndeme.
Evade mi mirada, y mira sus pies. Sus
manos de piel canela revolotean con el
botón de su esmoquin.
—Cariño, ¿Qué has hecho? —Pregunta, le
miro ceñuda.
— ¿A qué te refieres?
Me mira como si estuviera hablando con
alguien de tres ojos.
—Tus alas. —Explica— Están muriendo,
y asumo que eso también cuenta que cierta
parte de la Ciudad de Oro se esté
derrumbando, Candace. —Me reprende y
bajo la mirada.
Siento la vergüenza reflejada en mis
mejillas que se sonrojan, mi iris está
cambiando de color. Lo sé porque mis ojos
pican.
El agua que sale de la fuente me salpica un
poco mi vestido color salmón. Juego
nerviosamente con mi cabello que cae
sobre mis hombros hasta mi cintura.
—Candace.
Levanto la mirada.
—Debes entender que existe un equilibrio
entre este mundo, el mundo de los ángeles
como tú y como yo, y el mundo de los
humanos en donde habita tu amado Grace
Lick. —Murmura como si estuviese dando
una clase de vuelo a los principiantes.
Asiento con la cabeza.
Lo miro horrorizada ¿Cómo sabe de
Grace?
«Entiendo ello, lo que no entiendo es por
qué siempre me sucede todo a mí. Soy un
bicho raro»
Dirijo la mirada hacia la fuente
nuevamente, Allí petrificado y en cristal se
encuentra la imagen de Anita, la diosa del
cristal.
Me la imagino aquí tocando su violín de
vidrio, con los demás de la orquesta. Todo
un espectáculo.
—¿Cómo sabes de Grace?
—Ann me lo ha dicho. No la culpes ella
esa sufriendo mucho.
—Lose. —Digo al fin. Después de estar
unos segundos pensando.
—Tienes que arreglar todo este embrollo
que has hecho.
«Como si no supiera ya. Siempre. Siempre
debo hacer lo correcto, aunque esta vez
debo hacerlo ya que mi vida, la ciudad de
oro y mis alas dependen de ello. »
— ¿Cómo lo hago?
Pasa su mirada desde mis alas hasta mi
cara.
—Desde el principio. —Murmura.
«Desde el principio» Me digo.
¿Qué principio?
—Suerte. —Murmura Stefan y se retira.
Me doy media vuelta y comienzo a pensar.
«Desde el principio, desde que comenzó
todo. Pero…¿Cuándo comenzo?.» Sonrió
débilmente, todo es mi culpa.
Camino en puntillas por el frio pavimento
color azul, azul como las alas de Stefan y
Mía. Ellos dos son la muestra de un amor
verdadero, dulce y el término «Para
Siempre» es tomado enserio. Aun me
pregunto porque el piso es azul, si todo es
de cristal.
«Por la tradición, tonta» Mi mente,
siempre tan amable me responde.
Sonrió sin poder evitarlo, extiendo mis
alas y comienzo a volar. Desde arriba, la
ciudad parece diminuta y chistosa. Aunque
técnicamente todo aquí es chistoso. Desde
donde estoy puedo ver claramente como la
ciudad de oro se cae a pedazos. Los
ángeles de la ciudad están revoloteando de
allá para acá y haciendo todo lo posible
para evitar la extinción del puente que
conecta la ciudad.
Me impulso con la corriente de aire fresco
que sigue y estoy allí en un abrir y cerrar
de ojos.
Al menos puedo volar.
La ciudad está en ruinas. Allí en donde se
supone que debería de estar la estatua de
oro del Sir Malik solo se encuentra grietas
y agua de alcantarilla.
Sir Malik, el dios de oro y mi padre.
Murió justo después de mis 50 años
cumplidos, el recuerdo y el dolor
perduran. Aunque me gustaría que este
aquí, me recuerdo que al fin y al cabo ese
era su destino.
En el centro a escondidas de la multitud
aterrada e histérica se encuentra Ann,
tiembla ligeramente y su rostro esta
empañado de lágrimas.
Corro hacia ella, pero desaparece.
— ¡Ann!—Grito pero no está.
Un extraño sentimiento recorre todo mi
cuerpo, desde la punta de mi cabello hasta
los pies.
Cierro los ojos y agudizo el oído,
intentando escuchar la voz de Ann. Estuve
así por unos segundos, que al mi parecer
fueron años y décadas. No se escuchaba
nada más que mi propia respiración.
«Estamos en problemas, y todo es mi
maldita culpa». Pienso y hecho a correr.
Corro lo más rápido que puedo hasta el
escondite debajo de las piedras. Allí hay
un gran charco de oro. Rezo mentalmente
implorando que no se haya dañado nada.
Entro rápidamente. Todo está igual, las
paredes azules, la estantería con los
archivos muertos de la ciudad, el sillón de
cuero negro con pedazos de terciopelo y
Ann.
— ¡Ann! —Grito y me abrazo a ella.
Ella me recibe en sus brazos. Estoy feliz y
en cambio ella esta distante.
— ¿Qué ocurre? —Pregunto. Ella no
responde y en cambio me da una mirada
envenenada y vacía.
—Es tu culpa —dice al cabo de un rato—,
¡Tuya! ¿Es que no entiendes? ¡Debiste
alejarte, no interferir! Ahora todo se
derrumba y tu estas aquí. Deberías
marcharte. Como lo hiciste conmigo
¡Aléjate! ¡Huye! Como siempre haces —
Grita y me suelta de sus brazos.
«Ella tiene razón.» Me digo y bajo la
mirada.
—Sé que es mi culpa.—Digo, y sé que
espera que diga algo más. Pero no lo hago
Ella me mira con sus grandes y profundos
ojos azules. Su cabello cae sobre su cara,
sus rulos bien definidos están llenos de
pedazos de agua de oro y polvo. Su mirada
es fría, distante y helada.
«Si las miradas matasen» Pienso.
—Pero no tienes que odiarme. —
Respondo a su mirada.
—Eres la culpable que nuestra ciudad se
caiga a pedazos y tienes el descaro de
decir que no te odie. —Dice.
—Fue un error. Las personas se
equivocan.
—Pero tú eres un ángel, Candace. —Se
aleja unos tres pasos de mí y se sienta en
posición indio sobre la alfombra.
« ¿Un ángel? En este momento me siento
como un pequeño demonio. »
—Pero los ángeles también se equivocan.
—Murmuro.
—Pero espere que tú no lo hicieras. —
Dice.
«Yo también espere lo mismo, pero
mírame aquí.»
Segunda
Parte.
Después de la pérdida.
Meses atrás.
La luz de un nuevo día va apareciendo
poco a poco.
El amanecer se extiende de a poco entre
las penumbras de mi casa solitaria y llena
de polvo.
Enciendo la luz con un poco de lentitud, el
cuerpo de Candace está en mi hombro.
Pesa para ser tan pequeña.
Ella se remueve un poco en mi hombro y
me apresuro a caminar rápido hasta llegar
a mi habitación. Estaré agradecido con
Angie por poner todo en orden.
Subo las escaleras de la sencilla casa de
dos pisos, mi madre me la heredo justo
antes de que muriera.
Abro la puerta con una de mis manos, mi
cama está hecha y la adorna un edredón
verde. La coloco lo más delicadamente
posible que soy capaz en la cama y ella se
retuerce. Me estremezco.
« ¿Qué puedo hacer para ayudarte?»
— ¡Aléjate! —Chilla mientras las lágrimas
bañan su rostro color crema. Su cabello
rizado de un tono profundamente negro
cae en su cara, y sus labios de un tono rosa
pálido están resecos y entre abiertos.
Una débil luz del sol va apareciendo poco
a poco desde la ventana. Por fin se ha
acabado el invierno. Bueno al menos en
esta parte De VOICE.
El agua del mar se descongela levemente,
en unos días más debe de estar
completamente descongelado.
Me acerco a ella y comienzo a
zarandearla, para poder despertarla. Ella
abre los ojos, sus ojos en este momento
son azules, de un azul intenso y oscuro.
Como cuando contemplo el mar de noche.
Ella me mira, como si estuviese esperando
que dijera algo.
«Algo inteligente»
— ¿Estas bien? —Pregunto. Y ella
asiente.
Su vista se fija en mí. Se restriega los ojos,
como si estuviera encandelillada.
Literalmente mi alma vuelve al cuerpo.
— ¿Qué ocurre? —Pregunta, observando
todo a su alcance. La habitación está a
oscuras, pero gracias al amanecer se
puede detallar el desorden que está hecho
el cuarto.
Ropa amontonada cerca de la puerta, las
paredes blancas ahora están grises y llenas
de polvo.
Una pocilga.
Una pocilga que es mi hogar.
—Te he encontrado en el pavimento,
muriendo de frio. —Respondo y ella se
restriega los ojos nuevamente.
—Lo recuerdo.
— ¿Cómo has llegado aquí? —Pregunto
dirigiéndome hasta el estante. Saco una
manta gruesa y regreso.
Candace extiende su mano y yo le dio la
manta. Se enrolla en ella, quedando como
una momia.
—No lo sé. Solo recuerdo que hablaba con
Stefan. —Responde al cabo de un rato.
No pregunto más, no quiero atosigarla.
— ¿Qué hora es?
¿Cómo una simple pregunta puede sonar
tan absurda en este momento? Solté una
leve risita.
— ¿Qué tiene de malo mi pregunta?—
Murmura. Mirándome directo a los ojos.
Su cabello negro largo hasta la cintura cae
entre sus hombros y le da un aspecto único
y extraño. Como si se tratase de una
muñeca rara y única.
—Nada. No tiene nada de malo. Solo que
es un poco fuera de lugar. —Respondo.
Ella sonrió, y siento que todas las tristezas
y dolores que tenía hace unas horas
desaparecen. Un ángel para mí.
El estómago comenzó a rugir. «Que
inoportuno puedes ser» Digo
mentalmente.
Ella nota mi repentina irritación y el
rugido de mis intestinos. Suelta una leve
carcajada.
—No es gracioso. —Dicho esto me
levanto y salgo de allí.
—Lo es Grace. —Sonríe, su sonrisa es un
nuevo amanecer para mí.
Ruedo los ojos y salgo de allí.
Un paisaje triste y desanimado es el dueño
del horizonte. Aun no es de noche, pero no
me interesa saber cuánto tiempo me queda.
O cuanto tiempo tendré.
El tiempo en este momento es mi peor
enemigo. Y para completar es el dueño de
mi destino.
Candace, mi Candace.
No sé dónde ha ido, luego de que salí para
hacer la comida desapareció, y eso me
entristece.
—Quizás nunca tendré a nadie a mi lado.
Y con ese pensamiento libre de amor y
sensibilidad me siento hundido en lo que
se llama dolor.
El mar ya está descongelado, el sol que
hizo hoy es producto de un invierno crudo
y frio. Agradezco al cielo por dejarme
estar viendo el oleaje a esta hora.
Las algas se revuelven entre sí en la orilla,
le da un aspecto al mar un tanto sucio y
triste. Al igual que mi estado de ánimo.
Mi madre me trajo aquí a los 15 años y
desde entonces no he salido de aquí.
Candace no aparece, y siento el
remordimiento, quizás si estuviese con
ella…Meneo la cabeza, ya es algo
relativamente imposible.
El mar ruge con fuerza aclamando su
atención y presencia. Decido entrar ya es
de noche y la fría brisa puede enfermarme,
y lo menos que quiero en este momento es
ir a visitar un doctor. O que el venga.
Camino a paso cansado y lento hasta mi
casa. No puedo evitar dejar que todos los
problemas y situaciones me embarguen.
Los escombros de mi vida caen
pesadamente en mis hombros, enciendo la
luz de mi casa y me siento en el sofá de
cuero negro, herencia de mi padre Marcus.
«Estoy hecho un embrollo y nadie puede
sacarme de él ¿o sí?»
Por primera vez desde el aciago día me
permito echarme a llorar. Todo cae encima
de mí, todos los pilares de mi vida se
quiebran o flaquean.
Todo está perdido para un corazón herido.
Un bosque es el dueño de lugar, una fuerte
tormenta amenaza con derrumbar y tirar
todo a su paso.
Las alas de un ángel se extienden
mostrando su plenitud y hermosura,
doradas y con oro.
De un momento a otro se convierten en un
negro carbón, miro horrorizado la escena
¿Qué le ha sucedido?
— ¡Candace! —Grito, pero ella no
responde. Agito las manos encima de mi
cabeza, pero no logro captar su atención.
Ella está sentada sobre sus rodillas, sus
alas decaen poco a poco y su rostro esta
bañado de lágrimas, o algo parecido.
De su boca sale un hilo de sangre que cae
en su vestido blanco.
La viva imagen de demacramiento y el
dolor. Me permito soltar un aullido de
dolor.
— ¡Candace! —Vuelvo a decir.
Esta vez su rostro se levanta y una nueva
lagrima resbalada desde su ojo. Es dorada,
esta bañada en oro ¡Oro de verdad!
Siento un nudo en la garganta.
Ella se levanta y camina hacia mí. Sonrió
débilmente pero ella no responde. Por
primera vez en día me hace sentir más
miserable y exhausto de lo que estoy.
Por primera vez me doy cuenta de la triste
y cruel realidad. Estamos en un mundo
oscuro y lleno de maldad, ira incontrolable
y deseos de venganza, un mundo en el cual
la felicidad y el amor verdadero no existen
verdaderamente.
Siento la necesidad de abrazarla y
protegerla. No puedo moverme, al otro
lado aparece Katlyn con su cabello rojo
rizados, sus ojos verdes viéndome
dulcemente.
Aunque la dulzura que ella emanaba era
agridulce.
— ¡Corre! —Dice Katlyn mientras agita
su mano, su expresión cambia y esta
espantada.
La tormenta seguía empampado mis
vestiduras y las de todos los presentes.
Meneo la cabeza en señal de negación y
vuelvo a dirigir mi mirada hacia Candace.
No esta.
Siento un suave cosquilleo cerca de mi
cuello, me volteo lentamente. Allí atrás
mío con expresión serena y relajada esta
Candace, sus alas están extendidas y se
pueden ver los restos del color oro de
antes. Aunque siguen siendo negras.
Un leve corrientaso recorre mi cuerpo.
Me sonríe mostrando sus blancos dientes.
—Ven conmigo, ven a mi Grace. —
Canturrea extendiendo sus manos hacia
mí.
Su mano es blanca y sus uñas son rosas.
Su mano en este momento tiene un frio
tacto, me imagino que es debido a la
tormenta que azota en este momento.
La voz melodiosa de Candace canta una
extraña canción.
— ¡NO! —Grita Katlyn.
Me volteo algo aturdido.
La expresión de Katlyn es diferente, sus
ojos se vuelve peligrosos, oscuros.
Siento la necesidad de correr y ponerme al
frente de Candace. Pero no puedo
moverme.
— ¡Maldita sea! ¡Candace corre,
refúgiate! —Grito. Pero ella se queda allí
cantando su extraña canción.
Katlyn se acerca con paso felino,
peligroso. Cierro los ojos y una ráfaga de
viento aparece. Candace está delante de mí
con sus brazos extendidos, su cabello cae
hasta la cintura y se enreda con sus alas
negras.
Por un momento, por un segundo la razón
domina mi mente. Candace era peligrosa.
El peligro iba disfrazado de un ángel.
En los ojos de Katlyn se veía el peligro y
la ira que emanaba de ellos, y Candace
estaba en una posición de ataque
esperando a que ella diera un paso en
falso.
—Refúgiate Grace. —Susurro solo para
mí — Yo te protegeré.
Asiento y toco su ala, ella voltea tan solo
un segundo. Sus ojos son rojos, y sus
rasgos están endurecidos. Me estremezco
y comienzo a correr.
Mis piernas duelen y el martilleo de mi
corazón logra que me piten los oídos. La
tormenta sigue y un relámpago hace que
salte aterrado.
Escucho los gritos y rezo mentalmente
para que no sea nada grave.
Caigo por culpa de mis propios pies, todo
es oscuridad y fuego.
¿Fuego?
Algo se quema, giro la cabeza para poder
ver de dónde procede el fuego.
¿Pero si estaba lloviendo?
Una hoguera extiende sus llamas hacia el
alto de cielo.
« ¡No! Ella no » Una lagrima se escurre y
baja hasta tocar el frio piso.
— ¡Candace! —Grito, pero nadie
responde.
Un sentimiento frio y desolador me
embarga. Me siento vacío.
Me despierto sudado y con la respiración
agitada. «Cálmate» me digo.
—Es solo un sueño. Un sueño cruel y
horrible.
Todo está como antes, estoy en mi
habitación con mi pijama azul. La ventana
esta entre abierta y una vela está en la
mesa de noche.
Me levanto y me dirijo al baño continuo,
todo es de cerámica blanca, todo blanco
aunque al pasar del tiempo se ha vuelto
gris.
Me miro al espejo y veo una imagen que
no reconozco.
Mis ojos marrones están con deje de
preocupación. Mi piel pálida esta
enrojecida y con marcas producto de la
almohada y la colcha. Mi cabello amarillo
esta hecho un nido. Una fina capa de sudor
cubre mi piel, y la franela blanca esta
empapada de sudor.
Mi ceño se frunce y mis labios están
agrietas
¿En qué me he convertido?
¿Qué clase de persona soy?
Con estos pensamientos en la mente
decido darme un baño.
En la gaveta a lado del lavamanos se
encuentran todos los productos de aseo.
Desde el champú hasta las afeitadoras
nueva y en uso.
Cojo una toalla y la cuelgo en el pequeño
perchero que hay. Me desvisto y me meto
en la ducha. El agua es caliente y
agradezco ello.
El agua relaja mis músculos y quita el
pegajoso sudor que está en mi cuerpo.
Comienzo a tararear alguna canción que
recuerde. El jabón es blanco y cremoso.
Cierro los ojos y disfruto del baño.
Es de día, el sol está apagado pero eso no
evita que ilumine la ciudad. Mi ciudad.
La playa se extiende a lo lejos pasando la
carretera.
Nantes es una ciudad hermosa, está cerca
de Francia y es fácil ir y venir. Claro si le
quitamos las colas que se forman quedaría
perfecto.
Son las 8 menos cuatro de la mañana.
Martin debe de estar durmiendo así que
me voy a la cocina y preparo el desayuno.
Decido por un simple pastel de queso con
jamón.
La cocina es de madera, irónicamente toda
la casa tiene algo en particular. Mi madre
al igual que la casa eran seres únicos.
«Ya veo de donde sale cada cosa»
Sonrió recordando cuando mi madre
seguía con vida. La imagen viva de su
sonrisa, sus dientes algo amarillentos por
la nicotina, su cabello caoba y sus grandes
ojos grises.
A lo mejor sigue conmigo, cuidandode.
Desecho la idea rápidamente, ella había
muerto, y muerta se quedaba.
2
« La vida tal cual la conocen los ángeles
cambiara, todo se borrara y será un nuevo
comienzo. El comienzo de un final trágico
e inevitable ».
Eran las palabras exactas de Candace,
bueno eran las palabras de ella en uno de
mis sueños.
No he vuelto a soñar nada extraño e
inusual, al menos que cuente el sueño de
aquella vez en donde una extraña ciudad
se convertía en ceniza.
Un silbido se escucha a lo lejos, estoy
sentando en una de las piedras con buena
vista al oleaje. Lo bueno de tener la casa
que me dejo mi madre es que es única por
toda la zona, y me da buena vista al mar.
Otro silbido y otro nuevamente. Volteo y
no hay nada.
«La soledad me está volviendo loco,
terminare como esos vagabundos que hay
en el país. Solo y viendo dinosaurios. »
Una piedra aterriza en mis zapatos. Dirijo
la mirada hacia la dirección dónde provino
la piedra.
A lo lejos se ve una silueta esbelta
cubierta con un vestido blanco.
— ¡Candace! —Agito mi mano y puedo
ver que sonríe. Al menos no estoy tan
loco.
Ella camina hacia mí, Lentamente, sin
detenerse, sin pensar en el tiempo, ni el
lugar. Simplemente caminaba hacia mí.
Sonríe y agita su mano.
—Extrañaba verte, Grace. — Murmura
sentando en la arena.
—Yo igual.
Ella me mira como si estuviese esperando
algo de mí. Y temo que aunque no sé lo
que sea, yo lo daría. Aun así lo haría.
—Te contare una historia, Grace. Te
advierto no tiene un final feliz, por lo
menos aun no está escrito. El final nunca
estará escrito de tal manera que nunca
sabremos cual será nuestro final
Asiento y hago un ademan para que siga.
—«Todo comenzó hace 119 años atrás, mi
madre Cloe estaba embarazada de mí,
nada fue previsto llegue por razones
naturales. En ese momento la Ciudad de
Oro, mi reino estaba comenzando a surgir
o nacer, como prefieras llamarlo. Stefan el
rey de todos los reinos, o como yo le digo
mi padre estaba asombrando de que un
bebe aun no nacido tuviera la capacidad de
crear una ciudad de tal magnitud. Pues
realmente un ángel se embaraza por año, y
solo uno puede llegar a tener él bebe. Cloe
estaba dichosa de tener una hija tan
poderosa. Al nacer yo, mi madre cayó en
la avaricia.»
«Cuando pasaron los meses mi madre
Cloe intento crear algo más, algo fuera de
este mundo y eso le causo la muerte»
Yo escuchaba atentamente, sin pestañear
prácticamente. Todo lo que me contaba era
algo irreal y ¿entendible? La avaricia
puede crear a un mounstro.
— ¿Qué creó? —Pregunte
inconscientemente.
Candace meneo la cabeza y sonrió
esparciendo su larga cabellera por sus
hombros.
—Creo a un mounstro capaz de matar a
cualquiera.
Fruncí el ceño, pensando detalladamente
cada una de sus palabras.
—Sígueme contando. —Pido.
Ella asiente, su mirada hoy de color
marrón se pierde en el infinito del mar.
—«Stefan al ver que tan solo tenía unos
meses de vida y que mis alas aun no
nacían no dudo en socorrerme y darme un
hogar.»
—Al menos te ayudo….
Mi oración fue interrumpida por su
mirada, no quería ser interrumpida.
—Lo siento.
Asiente satisfecha consigo misma.
—Pasaron los años y el cuido de mí. Le
debo eso y mucho más, ya que él fue el
que me enseño a dirigir y guiar la Ciudad
de Oro. Aunque ahora está a punto de
perecer por siempre. Y es mi culpa.
No respondo y nos sumimos en un silencio
cómodo y largo. ¿Es posible?
No lo creo.
Realmente… ella es pura, ella no es mala,
ella no es el ángel malvado de mi sueño.
Candace está aquí a mi lado, viendo
fijamente el mar que se extiende a nuestros
ojos.
Mi mente divaga imaginando una ciudad
hecha de oro puro. Brillante y cálido, el
agua de oro puro igualmente. Al igual que
ella, al igual que sus alas.
—No te juzgo. No soy nadie para ello.
Pero no eres la culpable… de, bueno de lo
que le sucedió a tu ciudad. — Su rostro se
crispa un poco y su ceño se frunce.
—No me conoces tan bien.
—Nunca logramos conocer a las personas
en su totalidad.
Sonríe, pero su sonrisa no llega a los ojos.
—En eso tienes toda la razón.
Asiento.
Puede que los ángeles sean buenos y
malos, y que existan todo tipo de cosas
que nunca conoceremos a fondo. Pero hay
algo que no puedo librarme por más que lo
intente.
Katlyn.
Siempre ella.
Esta allí moviendo su pie nerviosamente y
jugando con su cabello rojo. Liso.
Se ha planchado el cabello, algún que
nunca hizo cuando estuvimos juntos. Su
cabello cae en cascadas sobre sus hombros
justa hasta su pecho.
Cuatro años echados a la borda.
Allí frente a mi puerta con expresión
preocupada y mirada fija hacia el piso.
— ¿Qué haces aquí? —Mi voz suena dura
y fría.
Se exalta, y me mira. El dolor cruza por
sus ojos. Dirijo mi mirada hacia otro lugar.
—Tengo derecho a darte una explicación.
Ruedo los ojos. Un acto infantil y
estúpido. Pero era como me sentía. Como
un completo estúpido.
—¿Me puedes invitar a pasar?
Asiento y me hago a un lado.
Ella pasa, con paso decidido y poco
amistoso.
— ¿Qué quieres? —Mi voz suena cansada
y fría.
—Solo vengo a explicar las cosas. El
porque te he dejado.
—No tienes nada que explicar. Me has
dejado, me has roto el corazón y ya lo he
reparado. Me has plantado y me has hecho
pasar el ridículo frente a todos, Eso lo
entiendo perfectamente. —Mi voz suena
mordaz, aunque no es necesaria tanta ira.
No entiendo. Simplemente ella está loca.
Siempre.
Siempre, está allí. Presente recordándome
lo nefasto e iluso que fui.
Pero ya no más.
—No te deje por ello. Grace, debes
escucharme.
Me volteo y le doy la espalda. No es lo
más maduro para un hombre de 25 años,
soltero y con responsabilidades. Pero ni yo
mismo sabía que sentía.
Al menos, no atentaría contra ella.
Eso nunca.
—Grace, tuve que hacerlo. Yo…
Me volteo y la miro fijamente.
—¿Tu qué? Katlyn.
—Yo amaba a otra persona. —suelta, y
por primera vez desde ese día puedo
respirar nuevamente. Cierro los ojos y
apretó los puños.
Era eso.
Suelto una carcajada sonora.
—¡ESO ERA! —Grito—, siempre fue el.
¡Tenías un amante, te revolcabas con él!
Una lágrima sale de sus ojos. Sus grandes
ojos verdes están cristalizados y varias
lágrimas se acumulan con ganas de salir.
—Eres una maldita perra— le digo.
Camino hacia la puerta y la abro—. No
mereces el amor que yo alguna vez te di, y
¿sabes qué? Me alegro que me hayas
dejado plantado. Me alegro mucho.
Su mirada cambia. Todo cambia en ella, su
expresión, su postura. Todo.
Una llama se enciende entre la oscuridad
de su ser.
—Por lo menos Martin si me da las cosas
que me merezco.
La realidad cae como un balde de agua fría
sobre mí. Todo. Todo ahora tiene sentido.
Pero Martin.
Mi mejor amigo, o lo que creí que era.
—Vete. Vete ya.
Ella echa su cabello hacia atrás lo que
logra rozar mi mejilla. El olor a coco que
desprende me aturde un momento y
cuando termina de salir cierro la puerta.
—Te odio.
3
Nuevamente la noche cae, al igual que mis
emociones. Al igual que todo a mí
alrededor. AL igual que mi ser.
Quizás a veces nada tiene sentido, y la
coherencia y el tiempo se esfuman. Al
igual que los sentimientos, las emociones
y todo lo cuerdo.
Dicen que el tiempo lo borra todo. Pero al
mi parecer hace que las heridas sean más
grandes, más dolorosas.
Estoy tumbado en la cama, observando el
techo. Las emociones me embargan, como
suelen hacerlo.
Mi pijama vuelve ser de color azul, pero
esta vez no llevo la camisa. Tengo mi
mono azul oscuro, que normalmente uso
para hacer ejercicio.
Me volteo sobre mí para quedar boca
abajo, hundo mi cabeza en la almohada
con la funda recién cambiada.
Todo en mi vida es un jodido desastre.
Y lo peor del caso.
No sé cómo repararlo.
«Estas mal Grace. Muy mal»
Me permito balbucear un rato. Volteo la
cabeza y veo la hora en el pequeño reloj
digital de la mesa de noche. Allí al lado de
el está una foto de mis padres. Se ven
sonrientes, radiantes.
« ¿Por qué no puedo tener a alguien a
quien sonreírle de tal forma? »
Ruedo los ojos y gruño.
Estúpida vida.
Suspiro y me arropo. No tengo ganas de
nada. Ojala pudiera desaparecer. Ser humo
y ceniza, aunque para ser franco ese será
nuestro destino final
Convertirnos en polvo.
Polvo y humo.
Seremos nada.
Aunque eso no cambiaría nada.
—Estoy peor que una vieja solterona. —
Bufo sentándome en la cama.
Una risa suave y melodiosa proviene de la
puerta. Candace está allí, sonriente,
amable y cálida. Lleva un sencillo vestido
color salmón, ahora que me doy cuenta
siempre carga colores claros. No como la
de mi sueño.
—Literalmente ese concepto no aplica en
ti, Grace. —Sus ojos están iluminados, y
una sonrisa torcida se forma.
Sus ojos hoy son de otro color, quizás
marrones chocolate o grises. No lo
distingo.
—¿Qué haces aquí? — Ella hace una
mueca —, no es que me incomode, ya que
realmente estoy agradecido por tu
presencia celestial y todo el rollo.
Pero…como has entrado.
Ella menea la cabeza, en señal de
despreocupación. Su melena cae y se
forman algunas ondas. Su paso grácil hace
que parezca a una bailarina de Ballet o
esas modelos de Paris.
Llega hasta mi lado y hago un ademán
para que se siente.
Siento como la habitación se ilumina,
aunque es de noche. Su respiraciones
pausada y tranquila, en cambio la mía va a
un ritmo irregular. Inconstante
La cama rechina cuando ella se siente. Por
supuesto, no es por el peso, sino por lo
vieja de la madera. Cuento mentalmente
los años que tiene conmigo, y con mi
madre, quizás la tuvo también mi abuela.
«Creo que al igual que mi mente. Todo es
del siglo pasado. Lo único que falta son
las brujas y duendes de esa época. Pero ahí
un ángel a mi lado, así que todo es
posible»
Una suave ventisca entra a través de la
ventana, la agradezco mentalmente.
Candace que está a mi lado y juega
nerviosamente con una de las tiras del
vestido.
Dirijo mí mirada directo hacia sus ojos.
Ella parpadea rápidamente, como si por
primera vez estuviese viendo el solo, o
algo muy brillante.
Una estrella quizás.
Fruncí el ceño.
—He tenido que venir, no te preocupes
aún no están terrible como parece.
— ¿Qué no es tan terrible?
Mide sus palabras, quizás busca la más
correctas. Y quizás sea tan terrible que
busca una forma no tan mala para
decírmela.
—Vi lo de Katlyn, o mejor dicho fui la
que la guio hasta aquí.
Sus palabras eran como cuchillos filos,
caían rápidamente sobre mí.
No era ira ni rencor lo que sentía en este
momento. Era como una mezcla de agonía
y alivio.
— ¿Cómo?—es lo único que pude
articular.
Ignora mi pregunta, sus ojos chocolates
han perdido ese brillo peculiar y exquisito
que posee. Sus pies se mueven, inseguros,
inquietos. Sus manos, sus delicadas manos
se distraen con un anillo color carmesí que
posee.
Noto los pequeños diamantes que posee el
artefacto. Ella frunce su ceño, lo que logra
que cree un puchero.
Sus zapatos son blancos, y nose porque
ahora me estoy fiando en esos pequeños
detalles.
—Tenía que hacerlo. Era por tu bien, no
podía seguir viéndote como te hundes
mientras que ella disfrutaba en la cama
con lo que se decía llamar “amigo” —Su
voz suena queda y sus ojos están aguados.
«Llora por mi culpa» Mi voz mental me
reprende y yo asiento mentalmente.
—No tenías que meterte en ello. No tenías
que hacerlo, es mi vida, o lo era. —Mi voz
es dura, fría y sin emociones. No tenía que
hacerlo, ella no es nadie, no es nada.
«Todo. Todo está saliendo mal, un ángel
traiciona, un ángel malo.»
Candace está allí, con expresión seria, fría
y dolida. La he herido, pero me ha
traicionado.
—Solo te…te protegía. — Su voz se
quiebra, y sus ojos se cristalizan. A pesar
de verse tan fría, tan… seca esta allí con el
corazón en mil pedazos.
Ruedo los ojos. No me mostrare débil ante
ella, no ahora, no cuando me ha
traicionado. No cuando he entregado el
corazón y la razón.
—No lo creo. Lo hacías por tu bien…
nunca debí de confiar en ti. ¿Sabes qué?
No te creo, no te creo.
La atmosfera cambio, ella paso de ser el
ángel frio y de expresión cambiante, a
alguien totalmente distinto
¿Qué ha cambiado?
«Todo» Respondo mentalmente
Yo era el culpable. No, claro que no. Ella
es la traidora, ella es la que debería de
estar sufriendo. No yo ¿o sí?
—No eres nada para mí. Tú nunca lo
fuiste. Nada cambiara. —La ira se
concentró y las palabras salieron a flote.
Todo el dolor salió, después de semanas,
días y horas. Ella fue la última gota de
agua.
—Tienes razón, realmente la tienes. —su
voz, su ojos, todo de ella
—
Nada cambiaría, nada. No tiene sentido
seguir así, soy un ángel, soy más poderosa
de lo que tu mente imagina. Y tú, Grace.
Eres solo un humano más. — Su
semblante frio e inexpresivo me dejo claro
muchas cosas. Yo no le importaba en lo
más mínimo.
Ya no.
Nunca más.
Ella tenía razón, solo era un humano más.
Sus palabras eran el arma de doble filo que
necesitaba.
Estoy muerto, sin alma, sin corazón, y
sobretodo sin amigos o alguien que me
salve.
Candace me lanzo una mirada
envenenada, y salió de allí. La ventana
estaba abierta, sus alas se desplegaron de
la nada y se marchó.
Para siempre.
Ahora que se fue me doy cuenta de la
realidad.
Soy un maldito idiota.
4
La cafetería estaba repleta, la gente
entraba y salía, chistes, murmullos y el
olor a tabaco era el ambiente.
Una mujer que no tiene más de veinte y
picos se acerca a mí con paso decidido y
chueco. Suelto una risita, su vestimenta y
su actitud daban gracia, los tiempos de
ahora.
La mujer de piel canela me mira
seductoramente, sus caderas se mueven al
compás de sus pisadas, y su mirada es
fuego.
Su ceja se levanta haciéndome sentir
extrañamente calmado, relajado y en paz.
Su cuerpo se acomoda en la silla continua
a la mía, coge el menú, comienza a silbar.
Meneó la cabeza y sigo leyendo el
periódico.
Un hombre de estatura baja y cabello
azabache se acerca a mí a pedir mi orden.
«Ya era hora»
—Buenos días, ¿Qué desea ordenar? —Su
voz era grave, como la de los luchadores o
las de un hombre fuerte.
—Buenos días. —Respondo y solo pido
una Coca Cola.
El hombre asiente y se marcha.
La mujer de mi lado se voltea y sonríe
tímidamente. Sus ojos me recuerdan a
Katlyn, aunque no puede ser ella. La
conozco, aunque no mucho por lo que veo.
Asiento con la cabeza a su sonrisa tímida,
ella sonríe más ampliamente, alegrada
quizás.
El hombre llega con mi pedido, una Coca-
Cola bien fría, doy gracias y él se retira.
La voz fina y suave me hace girar la
cabeza, allí la señora aunque el termino no
le va, a la chica de al lado ha hablado.
—Hola. —Dice mientras saca un cigarrón
y le da una calada.
La miro extrañado, la mujer de hace unos
segundos se ha transformado. Ahora soy
presa de un gran tigre, aunque yo debería
estar coqueteando primero, de vez de ella
a mí.
«Quizás mi madre me ha dejado caer de
pequeño y por eso estoy atrofiado»
La cafetería se ha enchiquecido y más
gente ha llegado, bueno enchiquecido ante
mis ojos. El espacio es demasiado
pequeño para que haya tanta gente, las
paredes pintadas de un color marrón claro,
o color arena que se han desgastado con el
tiempo.
«Todo se lo lleva el tiempo, los años
destruyen tu apariencia externa, tus
emociones y quizás una que otra cosa
más.»
Sonrió y contestó:
—Buenos días, bella dama.
La mujer de ojos jade me sonríe
lascivamente, da otra calada al cigarro y
expulsa el humo.
Una suave melodía se desprende de las
cornetas ubicadas estratégicamente. No
reconozco la melodía, pero sin poder
evitarlo comienzo a mover mi pie al
compás del suave violín que suena.
— ¿Qué hace un hombre como tú, en un
lugar como este? — sus uñas pintadas de
rojo hacer ver la mala obra que han hecho
con ellas, quizás estén frescas aun. Se
puede ver las sobras del exceso de pintura
de uñas a una orilla del dedo,
En el dedo índice posa delicadamente un
anillo con forma de gato.
— ¿Cómo un hombre como yo? —
pregunto lleno de incertidumbre.
El gorro que llevo puesto tapa la mayoría
de mi cabello.
—Un hombre que parece estar
decepcionado de la vida, de los amores del
pasado y del camino rocoso que le ha
tocado vivir. Pero a pesar de eso, tiene una
sonrisa extraña y melancólica, y en sus
ojos se puede ver que aun tienes esperanza
de salvarte de las desgracia.
Abrí los ojos en par en par, reacción que
me extraño de mí. Poco a poco fui
sorbiendo la Coca Cola, sin despegar la
vista de la extraña mujer.
Alzo una ceja, en gesto de extrañeza.
Aunque la poca entereza que queda en mi
alma. La mujer que no me conoce, no sabe
mi pasado, técnicamente no sabe nada de
mi acaba de relatar lo que mi mente se
atreve a surgir cada vez que puede.
— ¿Quién eres? —Pregunto, con cierta
curiosidad por saber la respuesta.
—Puedo ser quien yo quiera, puedo ser
cualquier cosa que me plazca, hasta
irónicamente puedo ser tu peor pesadilla.
«Mi peor pesadilla»
—Al menos debes poseer un nombre. —
cuestiono.
Ella rueda los ojos “ella” será su apodo ya
que tarda un rato en contestar.
Medita un rato, haciéndose la dura,
muerde su labio inferior pintado de rojo
pasión.
—Puedes llamarme Alexa.
—Alexa. Mucho gusto.
Sonríe, como una colegiala, a sumo que
debe tener mi edad.
Y en este momento me siento como si
tuviera 50 años debes de tener 25.
— ¿Tu nombre?—Dice. Hace una seña al
mismo hombre que me ha atendido, sonríe
mostrando sus dientes blancos y un poco
torcidos. El chico encargado de entenderla
sonríe coquetamente. Volteo hacia otra
dirección, en este momento quiero estar
lejos de cualquier sentimiento afectuoso—
. Un café exprés bien cargado.
El chico asiente y se retira.
—Grace, Grace Lick—Respondo.
—Bienvenido Grace. Espero que seas
capaz de seguirme el paso, porque desde
que acabas de conocerme sabrás como se
vive la buena vida.
Suelto una carcajada. Esta chica era
peligrosa.
Nuestra pequeña charla se interrumpe,
llega el chico con el café de Alexa. El
chico de nombre desconocido deja al lado
del café un pequeño papel, con el nombre
y su celular para Alexa. Sonrió y ruedo los
ojos.
—Se llama Jack y me acaba de dar su
número. —Su voz suena aguda, más de lo
que ya era con un matiz de alegría. Sus
ojos jade están iluminados. Siento la
necesidad de decirle que se cuide, pero me
retengo. Soy un desconocido para ella, y
aunque lo se ese deseo irremediable de
proteger a las personas vuelve a aparecer.
—Me alegro. Solo cuídate.
Jack me mira desde el otro lado de la
estancia, y por primera vez siento ganas de
echar a correr.
— ¡Como si no me lo hubieran dicho
antes! Estaré bien, puedo cuidarme bien
sola, siempre lo he hecho, y siempre lo
hare.
Y por primera vez desde que la conozco
hace diez o quince minutos, concuerdo con
ella.
Se cuidaría sola.
Y diría que lo haría muy bien.
Agita su cabeza, haciendo que su cabello
se esponje más, sus rizos caen sobre su
cara, y se retoca el labial.
— ¿vamos?
Dudo un momento, preguntándome si
sería lo correcto, pero realmente no me
importa. Ya nada me importaba.
—Por supuesto. —Respondo recogiendo
mis lentes y acomodando mi gorra.
—Pues… ¡qué esperas! —Chilla y me
arrastra hacia la salida.
Mi gorra cae al piso, ¡esta chica tiene
fuerza! Murmuro y auch por el jalón y
sigo corriendo junto a ella. Mi mente
trabaja a mil y luego recuerdo que hemos
olvidado pagar la cuenta.
Un estallido de risas inunda el ambiente,
ella también lo recordó.
—Te felicito, es la primera cosa mala que
has hecho. —Dice y yo asiento.
Rio y vuelvo a reír, porque es algo
necesario, porque es algo que me mantiene
vivo, porque sin pedir nada a cambio la
vida me da motivos para reír. Y yo lo
agradezco.
«Quizás a veces la tormenta se apacigüe
pero siempre volverla. De eso no me
queda duda»
5
Estoy sentado, en posición indio. Alexa
está a mi lado con una par de audífonos
negros recién comprados. El paisaje se
extendía a nuestro alrededor, dándole con
ímpetu todo su esplendor. Intento imaginar
un mundo sin dolor, sin fuego que te
queme, sin esa llama voluptuosa que se
extiende en nuestro interior. Me maravilla
la imagen.
Cierro los ojos.
Quizás a veces todo se vuelve de cabeza,
todo cambia. Pero es la ley de la vida, y no
podemos hacer nada ¿o quizás sí?
El parque está solo, para ser tan temprano.
Es muy hermoso, pienso, es grande lleno
del color verde, mucho verde a decir
verdad, me rio mentalmente, me imagino a
alienígenas danzantes pintándolo todo de
verde, con sus cabezas gigantes y armas
láser que son posibles armas mortales para
nosotros .Abro los ojos y observo el reloj
de mi mano son las cinco menos cuatro de
la tarde.
La tarde es fresca, y es perfecta para
comer un helado. Se me antoja uno de
vainilla con chocolate. Me magino el
pequeño cono resbaladizo lleno de helado
derretido recorriendo en pequeñas gotas
los lados, mojando ese papel tan frágil que
se te enpegosta con los dedos.
Se me hace agua a la boca.
Un leve zarandeo me hace voltear. Alexa
ha soltado su cabello, hace unos segundos
tenía una coleta alta mal peinada.
Sus Ray- Bans tapan sus grandes ojos
jade.
—¿Quieres irte ya? —Dice levantándose
del piso.
Asiento. Y me levanto, sacudo mis
pantalones que se llenaron de grama.
Ella camina y yo le sigo. No me interesa a
qué lugar podremos ir, o a donde me
llevaría. Solo quería alejarme del pasado,
del dolor, de ellas.
Candace, mi ángel del dolor.
Katlyn, el demonio andante.
—¿Quién era ella? —Alexa alza su fina
ceja y me mira.
Volteo la cara y evito su mirada. Siento
como mis ojos se cristalizan, y por primera
vez desde hace días me siento como un
niño perdido.
Alexa posa delicadamente su mano en mi
mejilla y me obliga a verla s los ojos. Sus
ojos verdes son grandes y expresivos. No
como lo de Katlyn, lo de Alexa se pueden
ver con facilidad el interior de su alma, lo
de Katlyn en cambio, eran fríos y duros.
Suelto un largo suspiro y seco
disimuladamente una lagrima que se
escapó.
—¿Crees en ángeles?
Ella asiente, algo anonadada.
—¿A qué viene esa pregunta?
—De allí empieza todo.
Dirijo mi vista hacia al frente, hemos
caminado un largo rato. Estamos cerca de
mi hogar, o lo que se le podría decir.
Camino hacia la izquierda y ella sigue mi
paso.
—¿A dónde vamos? — pregunta curiosa.
—Estamos cerca de mi casa, vivo solo y
tiene playa. Allí puedo contarte todo.
Camino el camino que nos separaba de la
playa, estábamos a unos cien pasos si nos
apresurábamos. Los iba contando
mentalmente. Uno, dos, tres, cuatro y así
sucesivamente hasta que llego a los
cincuenta, nunca me había sentido de esta
forma, asustado se le podría decir, extraño
y desgraciado, son tantos sentimientos
negativos que me infunden hasta sentir
que mi alma pesa, pesa demasiado, es un
peso que no puedo llevar, ya no, no
después de tanto tiempo, no cuando quiero
ser libre, no ya no, porque quiero que
alguien me escuche, es un sentimiento
egoísta, tonto y egocéntrico, quizás quiero
que alguien me escuche para no sentirme
tan vacío, tan inútil, quiero que alguien me
escuche porque sé que tengo algo que
decir.
Aunque muchas veces no es algo bueno.
Y eso aunque duela siempre será
llevadero, llevadero porque siempre habrá
cosas que diremos y que no les gustara a
las personas. Y ese es nuestro peor
defecto, mentir para ser agradables.
—Sonara extraño, pero todo comenzó
meses atrás, antes de que me
comprometiera con Katlyn…—digo, y me
sumo en la miseria que mis pensamientos
representa.
Ella escucha todo atentamente, sin decir
nada, solo está allí escuchándome,
escuchando todo lo que tenía que decir, sin
quejarse o criticarme y eso me hace sentir
un gran aprecio hacia ella, era como tener
una hermana o una conciencia que vive,
que está allí enfrente tuyo, es como esos
ángeles que están destinados a estar
contigo.
Esos tipos de ángeles que son mandados
para salvarte de sí mismos. Alexa era ese
tipo de ángel, sin duda.
A veces nos dejamos llevar por el que
dirán de las personas, y extrañamente me
encontraba en esa misma situación,
siempre la he odiado me parece estúpido,
esa forma en que las personas dicen lo
primero que se les viene a la mente, sin
importarles lo que la persona aludida dirá,
pensara, o sentirá. Y eme aquí,
hiperventilando, con el viento en la cara
que remueve mis cabellos, removiendo el
sudor que perla mi frente y me hace sentir
más nervioso.
—Nunca pensé que los ángeles existieran,
bueno no de esta forma tan...—duda unos
momentos, asumo que está en busca de
una forma de decirlo—real.
Asiento, las palabras que quiero
pronunciar nunca llegan, no puedo
describir, me cuesta hacerlo. Sin más ella
simplemente está allí, no sale corriendo
como temí que hiciera desde que comencé
a contarle, está allí para mí, y eso me llena
de alegría y de desconcierto.
—¿Porque no saliste corriendo?
—Aun no lo sé.
Aspiro aire, siento que lo necesito más,
mucho más.
—¿Te iras? —Ella voltea su cabeza, su
cabello alborotado cae a sus hombros, me
sonríe con esa sonrisa juguetona que la
caracteriza.
—¿Crees que me iré?—pregunta, y yo
muy en el fondo temo que lo haga.
Suelta una carcajada y me responde—. Lo
siento mi querido, Grace. Me tiene aquí
por tiempo completo, las veinticuatros
horas al día los siete días a la semana, te
hartaras de mí que desearas no haberme
conocido, pero sin embargo nunca me ire
de tu lado. Entiende, no soy de esas
personas hipócritas que se alejan de las
personas cuando más la necesitan, para mí
eso ser un intento de persona.
Ruedo los ojos, ella se acerca a mí y me
abraza, yo correspondo el abrazo y
respondo riendo.
—Eso lo veremos.
—Idiota. —Farfulla.
No puedo evitarlo, sigo siendo un idiota.
Y con ese pensamiento en mente cierro los
ojos un momento, sintiendo la paz y la
tranquilidad por mis venas, solo por el
momento me permito sentirme feliz.
Aunque siempre lo he sido, solo que nunca
me había dado cuenta de tal hecho.
Realmente pienso que muchas personas no
se dan cuenta que son felices aunque estén
tristes, porque la tristeza los hace ser
felices.
Tercera Parte.
Pelea Fatídica.
EPILOGO.
—Siempre esperamos que los nuestros
nunca sufran algún daño, que nunca sufran
una perdida, que nunca sufran el dolor de
perder algo tan valioso como la vida, o la
vida de un ser querido.
»Pero de cierta manera esperamos que
nunca le pase a alguien que amamos, que
nunca sienta ese irremediable corazón roto
por falta de alguien esencial.
»Pero no estamos en el puesto para tomar
esa decisión. Así que, sea lo que ocurra
este día, me sentiré orgulloso de todos
ustedes. De todos que, de una u otra
manera lucharan para salvar una vida
humana, y para salvarse a si mismos.
»Pero sobretodo, recuerden: Luchan por
un fin lucrativo, y no por el beneficio
propio.
El Líder termina de hablar con una mano
en su corazón. Echa una mirada rápida a
todos los que lo acompañan.
«Algunos son demasiado jóvenes»
Pero eso no importa demasiado, la pelea
entre dos bandos es inminente.
Con paso decidido despliega sus alas
negras y se da comienzo al funeral de
almas.
—Nadie saldrá de esta.
La sangre cae a borbones por todos lados,
algunos con cabezas decapitadas, pedazos
de alas caen marchitos por el suelo.
Nadie nunca pensó que sería tan cruel la
pelea.
Candace está en lo más alto, derramando
lágrimas y cuerpos a la vez. Su vestido
blanco esta manchado de vida muerta.
Sus lágrimas caen tan rápido por su rostro
que queda tan dorado que los demás
demonios quedan maravillados.
Era una distracción.
Cuando menos lo esperaban sus cuerpos
caen inertes en el piso rojizo.
La plaza de cristal era una sede de muerte.
Una muerte demasiado espantosa para
volverla a ver de la misma forma.
Pero ellos lo buscaron, lo buscaron cuando
comenzaron a manipular a uno de ellos.
A la persona más valiosa de todas.
A ella.
Candace.
FIN
OUTTAKE.
SEGUNDO LIBRO
La oscuridad embarga la noche. Las calles
se encuentran en las penumbras, y los
faros que están ubicados a cada tres metros
hacen el intento de iluminar el oscuro
camino.
Allí cerca de la playa se ven las sombras
de las personas, intento concentrarme a ver
si reconozco a alguien.
Estaciono el coche cerca de un faro. Estoy
consiente es la mayor estupidez que
alguien puede hacer. Pero deseo estar solo
y la noche es una buena compañía. La
nieve se acumula levemente en la tierra,
«La mejor época del año»
De Voice es una ciudad bastante amena,
alegre y con un gran espíritu, sus calles
son grandes y llenas de colores vivos. Es
una ciudad perdida en el tiempo, aunque
es bastante extraña a decir verdad, está
dividida en cuatro sectores, y de allí
cambia las estaciones, por lo menos mi
favorita es invierno.
Camino intentando enfocar mi vista
nublada al piso para no chocar con algo. A
lo lejos veo que alguien se encuentra
tirado, escucho un aullido de dolor. Un
escalofrió me recorre la columna vertebral,
me apretó más la chaqueta.
Rezo mentalmente. No quiero que esa
persona esté muerta, aunque suena grave.
En esa parte está el frio piso, es
pavimento y el hielo se concentra más allí.
Agarro aire y comienzo acercarme, espero
que no sea un loco, aunque…
La respiración de la persona suena pesada
y cansada, como si estuviera dando el
último suspiro.
Allí en el pavimento se encontraba tirada,
en el frio invierno. Congelándose y
muriendo de frio ¿qué sucedía? Un ángel
del cielo no podía estar muriendo aquí. El
invierno este año atacaba con fuerza.
Camino con un ligero temblor en las
piernas, ella titiritaba de frio y su cabello
negro caía desparramado sobre su cara.
Un grito de dolor procede de ella y me
apresuro a llegar hacia ella. Mi sorpresa
fue grande porque ese ángel que lloraba la
conocía.
Era ella.
Quedo petrificado a unos pasos de ella.
Cierro los ojos e intento —sin mucho
éxito– calmar el martilleo de mi corazón.
«Ella no»
“La desesperación dejara de ser nuestro
verdugo, cuando el ser inclemente pida
piedad y auxilio”
Agradecimientos.
Quiero agradecer a tantas personas que
han estado de una u otra forma en el
proceso de este libro.
Primero que todo tengo una lista de 10
personas:
Primeramente a Dios, por estar allí
conmigo siempre, cuidándome y dándome
sabiduría para escribir esto.
Segundo, a la persona que medio la vida y
la que me complementa. Mi Madre, que a
pesar de tener un carácter fuerte, siempre
me ha sabido cuidar y más ahora. Gracias
a ella y a mis hermanos por aguantarme
tanto,
Tercero, a mi amada editora Anni, que
aunque te doy bastante lata, siempre estas
allí para apoyarme y regañarme y
asesorarme, eres la mejor del mundo!
Cuarto, a Claudia. Que está allí para
echarme porras y decirme que si puedo.
A Natalia, que es una de mis amigas
virtuales que me ha apoyado desde el
principio.
A mi padre, que aunque no está conmigo
me lo imagino aplaudiendo cada vez que
escribo.
A Lupe, a mi hermosa princesa que ha
esperado esto.
A Rosie, que me ha mandado tanas buenas
vibras para que termine este libro.
A mis amigos y conocidos, por brindarme
apoyo desde que quise comenzar a
escribir.
Y por último a todas las que leen y leerán
esta locura, porque me llena de alegría
saber que alguien comparte lo que escribo,
que nunca pensé que sería bueno.
¡Gracias a todos por esperarlo!
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