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EN
ESTE NUMERO
DE
Democracia
Martínez Díaz
General José
Artigas (1764-1850).
ifP
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en .pdf:
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LA «VERDADERA» ESTRUCTURA DE LA
RESISTENCIA ESPAÑOLA EN FRANCIA,
por Miguel Angel Sanz
JUNIO DE 1940: LA CAIDA DE FRANCIA: El
* 4 d e
junio
de 1 9 4 0 l a s
tropas alemanas
e n -
traban e n París, desfilando bajo el Arco d e
Triunfo. Era el simbólico «paseo mlitar» del
Ejército m á s poderoso, dirigido p or HHIer,
q u e , e n ocho semanas, habia derrotado a
l a s tropas aliadas adueñándose d e media
Europa. Empezaba para millones
d e
euro-
e o s u n largo calvarlo d e humillación o s y
ero í sm os q u e duraria cuatro largos años.
«E l
cautiverio
d e
Europa»,
lo
llamó
u n
gran
escritor alemán, exiliado en la en ton ces le -
jana
y
neutral América.
EL LEGENDARIO BAILAOR VICENTE ES-
CUDERO, por Antonina Rodrigo
ESPAÑA 1950: Selección de textos y
gráficos por Diego Galán y Fernando
Lara
NOTAS SOBRE LA ¡ f e
TRAVESIA D EL «S I- p f ^
NAIA»: Un recorda-
torio fiel y e m o o o -
nado d e primera
republicanos espa- 4
ñ ol es al México fra
ternal d e Lázaro C á r - -
d e
Tras
la
calda
a
un
largo exilio d e casi K
será
e l destino d e miles
d e
españoles , muchos
d e l o s
cu al es
no v o l -
verían
a s u
Patria...
(En la
foto
d e
Ramón
Rodríg uez, Manuel Andújar, autor
d e l
relato
y test igo d e excepción d e aquella diáspora).
LIBROS: Los judíos secretos; «Si mi
pluma valiera
tu
pistola»,
la
guerra
ci-
v i l , compendio y suma de iniquidades;
El legado de l siglo XIX en la historia
de las ideas; Valle-lnclán y e l Carlismo. 125-129
© TIEMPO D E HISTORIA 1980 .
Prohibida la reproducción d e textos,
fotografías o dibujos, n i aun citando
su procedencia.
TIEMPO D E HISTORIA n o devol-
verá lo s originales que no solicite
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y
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JUNIO DE 1940,
La Linea Maginot, ideada como frente
defensivo d e Francia contra Alemania,
comienza
en ta
frontera
c o n
Suiza
y
termina e n l o s limites belgas. D e esta
forma, la s zonas l lanas d e l norte d e
Francia quedaran desguarnecidas ante
e l ataque alemán, q u e volverá a tomar
una v e z m á s e l mismo camino utilizado
ya en 18 70 y en 1914 .
LA
CAIDA
DE
FRANCIA
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TT TACE ahora cuarenta años, en el mes
m w de junio de 1940, el ejército alemán
A- JL ocupa Francia. El sorprendente-
mente rápido derrumbamiento de la que
hasta aquel momento estaba considerada
como
la
mayor potencia militar
del
conti-
nente
se une,
ante
el
asombro general,
a la
entrega de un país que había sido durante
los dos últimos siglos el verdadero guía de
Europa, más que en un plano político o
militar,
en
otro nivel mucho
más
difuso
pero también
más
profundo. Francia e ra
la cultura, la civilización, el humanismo,
la patria de la libertad, aquello que simbo-
lizaba mejor que ningún otro país el espí-
ritu que había hecho de Europa el centro
del mundo. Hasta el verano de 1940 habían
caído bajo la ocupación alemana Austria,
Checoslovaquia, Polonia, Dinamarca y
Noruega. Ahora la extensión de la barbarie
organizada se dirige hacia Occidente. Ho-
landa, Bélgica y Francia, modelos de de-
mocracia, aparentemente seguros y eter-
nos, van a sufrirla misma suerte.
Edouard Daladler, primero Presídante d e l Consejo y m á s tarde Ministro de la Guerra, e n
visita a l a s Instalaciones de l a Línea Maglnot.
L A
I N V A S I O N
D E
H O L A N D A
Y
BELGICA
L a
dróle
d e
guerre
— la
guerra
extraña—, q u e desde e l d ía 1
d e sept iembre de 1939 había
re inado e n u n a Francia q u e
había declarado
l a
guer ra
a l
Reich s i n recibir respuesta d e
ningún tipo,
v a a
t e rminar
e n
l a s p r i m e r a s s e m a n a s d e
mayo d e l a ñ o siguiente. H i t -
l e r , q u e
había reconocido
y
garant izado expresamente l a
inviolabil idad y la neut ra l i -
d a d d e Holanda y Bélgica, n o
había dejado p o r ello d e orde-
n a r e l
estudio
d e lo s
p lanes
d e
la invasión futura d e estos d o s
países.
E n
mayo
d e 1 9 4 0 , d e s -
pués de la ocupación d e N o -
ruega,
lo s
Gobiernos
de La
Haya y Bruselas saben y a d e
forma cier ta q u e h a llegado l a
hora para s u s países.
Dotados d e l o s mayores índi-
c e s d e nivel d e vida d e Europa,
y profu ndame nte respetuosos
c o n l o s usos democráticos, los
pueblos holandés y belga v a n
a se r s implemente e l prólogo a
u n a
aventura mil i tar
y
polí-
tica mucho m á s impor tante :
la invasión d e Francia. El 10
d e mayo se lanzan sobre l a s
l lanuras holandesas lo s blin-
dados alemanes, amparados
p o r l a aviación. L o s mismos
generales de la Wermacht s e
sorprenden ante
l a
facilidad
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de su
avance.
E l
peque ño ejér-
cito holandés lógicamente n o
imagina siquiera e n de tener la
irrupción alemana, pero
d e
hecho logra retrasar algunos
días lo s planes fund amen tale s
d e l ataque, q u e pretendía e n
primer lugar
la
ocupación
d e
la
capital
y la
detención
de la
Reina y s u Gobierno. L a s fuer-
z a s holandesas resisten e l
t iemp o suficiente par a
q u e l o s
m á s altos representantes de la
nación embarquen
e n u n n a -
v io
bri tánico
y
marchen
a
Londres, donde constituirán
en e l exilio el test imonio de la
legalidad constitucional.
Los
cuatro días
d e
resistencia
h o -
landesa
s o n
suficientes para
q u e
Hitler
y
Goering, irritados
ante este tropiezo
e n s u s p l a -
n e s ,
ordenen
u n a
operación
d e
cast igo ejemplar.
L a
ciudad
d e Rot te rdam, e l principal
puer to
d e l
país,
e s
bombar -
deada y des t ru ida en su may or
par te . M á s d e novecientos
muertos entre
la
población
c i-
vil es el
saldo humano
de
esta
acción, q u e había d e quedar
como muestra
d e l
absurdo
salva jismo nazi sobre lo s pací-
ficos habitantes
d e u n p e -
queño país neutral atacado
p o r sopresa. Al día siguiente
— 1 5 d e
mayo—
e l
Ejército
h o -
landés fi rm a
l a
capitulación
y
todo
e l
país
e s
ocupado.
L a
invasión
d e
Bélgica está
y a
estrechamente unida
a la
d e
Francia.
La
Línea Maginot
n o solamente n o protegía las
fronteras belgas, sino
q u e
tampoco separaba
a
este país
d e
Francia, debido
a l
gran
error
d e l o s
estrategas france-
ses que l a
habían concluido
prec isamente en e l punto d e
unión
d e s u s
límites
con los de
Alemania.
D e
esta for ma, todo
el peq ueño país e r a u n camino
abierto hasta
e l
interior
d e
Francia.
El d ía 14, los
blinda-
d o s
mandados
p o r
Rommel
i r rumpen
en las
Ardenas
y
arrol lan
a l a
fuerza conjunta
d e l
ejército belga
y a los
cuer-
p o s franceses e ingleses q u e
habían acudido
a l
frente.
E n
París, Paul Reynaud, Presi-
dente
d e l
Consejo, sustituye,
aprovechando esta circuns-
tancia, a l general Gamelin,
comandante
e n
jefe,
p o r W e y -
gand,
q u e h a
sido llamado
d e
Siria. Churchill conferencia
repe t idamente
con l a s
autori-
dades francesas, mientras
los
restos de los tres ejércitos se
v a n ag rupando en la bolsa d e
Dunkerque.
El rey
Leopoldo
d e
Bélgica,
comandante e n jefe de su ejér-
cito,
se
rinde
e l d ía 28
contra
la
voluntad
de su
Gobierno
y
d e l a s
potencias occidentales.
Leopoldo había sido
e l
princi-
p a l
defensor
de l a
ambigua
p o -
l í t i ca an t ia l ianc is ta , pero
había l lamado
a
Francia
e In -
glaterra
en la
hora
de
peligro.
Ahora,
l a s
de jaba
con l a s e s -
paldas descubiertas
a l
concer-
t a r u n a p a z p o r
separado.
S u s
ministros intentan conven-
cerle
d e
t omar
la
misma deci-
sión de l a Reina d e Holanda
q u e ,
como semanas antes
e l
monarca noruego, había
m a r -
o s enormes gastos ocasionados por la construcción d e esta linea defensiva s e revelarían
Inútiles a l fallar desde e l primer momento la finalidad c o n q u e f u e construida.
7
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L o s «Stukas», aviones d e caza, y l a s unidades blindadas mandadas por Guderian, seria nías a rma s utilizad a s e n este invasión d e l Occidente d e
Europa, y demostrarán aqui s u terrible efectividad.
chado a Londres. Pero Le o -
poldo está y a completamente
ganado p o r l a causa derrotista
y
prefiere
la
rendición
s in
condiciones. P o r todo esto, e l
Gobierno belga marcha a Pa -
r í s
denunciando
l a
act i tud
d e l
r e y , q u e pe rmanecerá e n B r u -
selas durante laocupación.
E n
la c iudad d e Doom, en la Ho-
landa invadida,
e l ex
Kaiser
Guil lermo II recibe c o n gozo
la presencia d e s u s compatr io-
t a s e incluso llega a enviar u n
te legrama
d e
felicitación
a
Hit ler p o r e l éxito de la opera-
ción d e ocupación d e l país q u e
le había dado cobijo en 1918
cuando había caído
la
monar-
quía alemana, todo
e l
país
hervía e n revolución y s u vida
peligraba.
S i n
volver
a Ale-
mania, Guillermo morirá u n
a ñ o después.
L A
I N V A S I O N
D E
FRANCIA
L a s fuerzas alemanas, supe-
riores en e l aire y en la tierra,
8
golpean dura
e
ir remediable-
mente a l ejército francés. E n
contra de la espe rad a ofensiva
hacia París, la Wermach t s e
dirige hacia
e l
nor te
en
perse-
cución d e l a s fuerzas aliadas
q u e
huyen
e n
desbandada
h a -
c i a e l m a r . L a detención de l
ejército alemán ante Dunker-
q u e , según todos lo s indicios
ordenada expresamente p o r
Hitler q u e n o quiere cerra r to -
d a s l a s
puer tas
a u n
posible
entendimiento
c o n
Gran
B r e -
taña, permite l a evacuación
d e cerca d e trescientos c i n -
cuenta m i l hombres d e lo s tre s
ejércitos, realizada a través
d e l
canal bajo
e l
fuego
de la
aviación.
Al d í a
siguiente,
4 de
junio, Churchill lanza u n o d e
s u s
primeros discursos,
q u e
inaugura s u larga serie d e a lo -
cuciones d e guerra y q u e lleva
ya la marca caracter íst ica d e
s u estilo cuando finaliza afir-
m a n d o : « L u c h a r e m o s e n
Francia, lucharemos en los
mares y en los océanos, lucha-
remos
c o n
mayor pujanza
y
segur idad en el aire; defende-
remos nuestra isla
p o r
grande
q u e s e a e l
precio
q u e
tenga-
m o s q u e pagar . Jamás n o s
rendiremos...».
E n
París, mientras tanto,
l a s
derrotas mil i tares provocan
crisis políticas continuadas. A
la sustitución d e Gamelin, m u y
bien recibida e n todos l o s m e -
dios, pero q u e d e hecho n o
hace
m á s q u e
provocar
u n
enorme confusionismo
q u e r e -
t rasa la s acciones militares,
Reynaud hace hábiles conce-
siones a l o portu nism o polít ico
y
l lama
a l
anciano mariscal
Petain, embajador entonces
ante e l Gobierno d e Madrid,
quien llega c o n s u enorme
prestigio para hacerse cargo
de la vicepresidencia d e l C o n -
sejo. Otro adepto
a la
política
d e Reynaud, el general De
Gaulle, e s l lamado también a l
Gobierno como subsecretario
d e Defensa. Part idar io y a
d e s d e l o s p r i m e r o s a ñ o s
t re in ta d e u n a política militar
act iva, basada en la creación
d e u n
gran cuerpo
d e
bl inda-
d o s q u e llevasen l a iniciativa
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e n
caso
d e
conflicto,
l a s t e o -
rías
de De
Gaulle
n o
serían
nunca tenidas
e n
cuenta
por e l
Alto Mando,
y
será ahora
e n
medio
de l
desastre
m á s
gene-
ralizado cuando
se
demuestre
de la forma m á s d ramá t i ca e l
fracaso
de la
política defen-
s i v a m a n t e n i d a a b s u r d a -
mente hasta entonces. L a d e s -
t i tución
d e
quince generales
m á s
crea todavía mayores
d i-
ficultades en e l frente, que se
derrumba ya de forma irre-
versible.
L A AGONIA D E PARIS
El día 12 de
junio,
e l
Gobi erno
abandona París, después
d e
haber quemado
los
documen-
t o s q u e n o pueden s e r trasla-
dados. Dirigiéndose hacia e l
s u r , e l
Gobierno
de la
Tercera
República repite
l a s
anterio-
r e s
huidas históricas
de fe-
brero de 1871 y de sept i embre
de 1914 ,
cuando
l a
capital
también parecía amenazada
p o r e l mismo enemigo. Como
e n
estos casos también
la
huida terminará
p o r
conducir
a l
Gobierno
a
Burdeos, junto
a l
estuario
d e l
Garona.
En la
capi tal
se va a
represen-
t a r el
mismo dramático espec-
táculo
q u e s e
sucede
en las re-
giones
d e l
norte
d e l
país:
el te-
rror
y el
éxodo masivo
de la
población. Ante el t emor d e
u n a inminente entrada de los
alemanes,
m á s d e d o s
millo-
n e s d e
parisienses abandonan
la capital en la noche del 12 al
13. En las
estaciones
d e
Lyony
d e Austerli tz, terminales d e
l a s
líneas
q u e
conducen
a l se-
guro Mediodía,
lo s
t renes
s o n
asaltados, mientras arden
los
depósitos
d e
gasolina
de los
arraba les .
L a s
calles desiertas
y los t ransportes públ icos va -
cíos;
lo s
medios
d e
automo-
ción requisados
o
util izados
en la
huida;
l a
falta
d e
prensa
y de los
servicios
d e
electrici-
d a d ; todo s e viene a unir en el
deso lador panorama
con la
m á s
cruda realidad
d e l
cierre
de los
comercios
d e
comesti-
bles,
lo s
restaurantes,
l a s f a r -
macias y los cafés. L a clausu ra
d e organismos oficiales como
la
Bolsa
y l a s
oficinas
de Co-
rreos, junto
con l a s de l a s en -
t idades bancarias, contribuye
a a u m e n t a r e l pánico de la po-
blación, aba ndon ada
a su
suer-
t e p o r u n Gobierno q u e m u y
pocos días antes trat aba
de r e -
confortarla
p o r
medio
de co-
municados opt imistas, a pe -
s a r d e q u e e n l o s
bombardeos
d e l a s
fábricas Renault
y Ci-
troen,
a l
oeste
de la
capital,
habían muerto
lo s
primeros
parisienses. Tampoco las ro-
gativas celebradas e n Notre
Dame
con l a
asistencia
de las
m á s al tas autoridades y la ex-
posición pública
d e
reliquias
d e
varios santos habían
c o n -
seguido detener e l avance
alemán. Ahora,
lo s
habi tantes
d e
París,
se
encuentran
e n u n a
ciudad muerta , con los muros
cubiertos
p o r l o s
carteles
q u e
la declaran ciudad abierta.
L o s menores d e catorce años
y a h a n
sido evacuados, tras
haberse procedido al cierre d e
todas
la s
escuelas.
En l a
madrugada
de l d ía 14 de
junio
se
lleva
a
efecto
la
rendi-
ción
d e
París,
q u e s e
abre
d ó -
ci lmente
a los
primeros
c o n -
t ingentes alemanes. E l Alto
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Mando de ocupación ordena
la
cesación
d e
toda posible
r e -
sistencia a l mismo t iempo q u e
garant iza
e l
orden
en
toda
la
zona y asegura e l manteni -
miento
d e lo s
servicios públi-
c o s . Durante cuarenta y ocho
horas , lo s h a b i t a n t e s q u e
permanecen en la c iudad d e -
b e n
recluirse
e n s u s
domici-
lios.
E l
general
V on
Studnitz,
c o m a n d a n t e e n jefe d e l a s t r o -
p a s d e ocupación d e l Gross
París, se instala en el Hotel
Crillón, q u e será su cuartel
general , a l mismo t iempo q u e
e l
gobernad or mil i tar alemán,
V o n
Briesen, hace
lo
mismo
e n
e l Meurice. En l a noche de l
mismo d ía 14 llega la Gesta po.
E l
largo silencio
d e
París
h a
comenzado.
E L
EXODO
E l formidable empuje de las
fuerzas alemanas había c o n -
seguido e n m u y pocas jorna-
d a s — e s m u y
significativa
e n
este sentido la posibi l idad d e
seguir
d ía a d ía e l
curso
de los
a c o n t e c i m i e n t o s — o c u p a r
u n a
fracción importante
de l
territorio francés. Esto había
e m p u j a d o a centenares d e m i -
les de habi tantes d e lo s depar-
t amentos
d e l
norte
a la
huida.
E l recuerdo d e l a s atrocidades
comet idas
p o r lo s
ocupantes
e n l a s d o s guerras anteriores,
q u e
todavía estaban presentes
en la mayoría d e much os fran-
ceses
de la
zona,
les
lleva
a l
abandono
d e s u s
lugares
d e
vivienda
y l a s
lanza
a la
aven-
tura d e l a s car re teras q u e l l e -
v a n hacia e l s u r .
L o s refugiados belgas se unen
a esta r iada humana q u e v a
creciendo incontroladamente
c o n e l
paso
de los
días. Este
éxodo masivo h a or iginado
múltiples explicaciones
q u e
varían, desde l a s meramente
práctica s hasta l a s q u e buscan
e n este movimiento d e pobla-
ción motivaciones mucho m á s
profundas y simbólicas. D e
hecho, e s cierto q u e u n tras-
lado
d e
población ante
u n p o -
sible avance alemán había
sido y a p rogramado c o n m u -
c h a anter ior idad p o r l o s e x -
pertos d e l Gobierno, c o n v i s -
t a s a u n a
parcial reconstruc-
ción d e lo s servicios admin is-
trat ivos e industr iales en las
zonas
d e l
Mediodía
q u e
teóri-
camente quedar ían a salvo d e
u n a hipotética invasión. Pero
a l mismo t iempo, también se
da la
huida espontánea,
la de
lo s habi tantes a ter ror izados
ante
la
marea a lemana,
q u e
ahora viene acompañada y
e m p u j a d a p o r e l nazismo, de l
cual
lo s
frances es tienen
ya un
largo conocimiento a través
d e lo s
mil lares
d e
exiliados
q u e desde 1 9 3 3 habían atrave-
sado la frontera, e n busca d e
El
ataque
a
Holanda, Bélgica
y
Francia
v a a
suponer,
e n
mayo
y
Junio
de 1940 , la
destrucción
d e
numero
área ta n desarrollada d e l continente europeo.
s a s
Instalacio nes industriales
e n
esta
10
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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La rendición del rey Leopoldo d e Bélgica ante l o s alemanes, decidida si n consultar a s u s aliados, iba a adelantar la caída d e Francia. Y
terminada la guerra, pondrá e n peligro la misma supervivencia de la Monarquía belga.
u n a libertad q u e e n s u país y a
n o
existía.
Para algunos tratadistas de l
t ema, l a superioridad cualita-
tiva
y
numérica
d e l
ejército
a l emán q u e ocasiona la de-
r ro ta
n o e s m á s q u e e l
desen-
cadenante próximo
d e u n a
descomposición general q u e
se
había adueñado
d e
todos
lo s ámbi tos de la sociedad
francesa. Para
lo s
part idarios
d e u n a
explicación social
o
histórica este éxodo masivo
podría significar
u n a
vuelta
d e l
pueblo francés hacia
s u s
orígenes, en un claro repudio
de l a s
estructuras industriales
supe rpues t a s
a l
verdadero
país. Esta comunión
de los
franceses
con la
t ierra
la des-
cribe Giraudoux cuando se re-
fiere
a la
abdicación
d e
cada
francés
e n
favor
de
otro,
d e
cada provincia
e n
favor
d e
otra,
y
todo ello producién-
dose
e n
medio
de ese
pueblo
e n marcha, menos por e l
miedo
a la
invasión
que por e l
cumpl imien to
de un
destino.
L a
real idad
e s q u e ,
miedo real
y
efectivo, órdenes adminis-
t rat ivas,
o
esta bella idea
d e
utópica búsqueda d e u n solar
histórico, entre
el 15 de
mayo
y e l 20 de junio, entre seis y
ocho millones
d e
franceses
s e
lanzaron
a las
carreteras,
lo
q u e vino a dificul tar d e forma
decisiva l a s operaciones mili-
tares de un ejército y a derro-
tado.
L a s
escenas
d e
pillaje
sobre
l a s
propiedades
de los
q u e
habían part ido
c o n
ante-
rioridad superarán
a l a s p ro -
ducidas
a la
llegada
de los
a lemanes .
E l
saldo final
p o -
drían se r l o s mil lares d e niños
extraviados defini t ivamente
du ran t e
e l
éxodo provocado
e n
aquellos días
en los que se
h a dicho q u e u n viento de lo-
cura sopló sobre Francia.
E L DRAM A D E
B URDE O S
Durante
l o s d o s
días
en que e l
Gobierno francés permaneció
desperd igado p o r l o s castil los
de la
Turena,
l a s
visitas
de
Churchill son cada v e z m á s
f r e c u e n t e s
y
ap remian te s .
Desde su inicial postura de ro-
tunda negat iva a l rompi-
miento mutuo d e l t r a t ado d e
al ianza acordado en e l m es de
abri l ,
p o r e l q u e
ninguna
d e
l a s d o s
partes podía firmar
u n a p a z p o r
separado,
l a
acti-
t u d d e
Churchill
v a
ab landán-
dose
a l
darse cuenta
d e q u e ,
debido
a las
circunstancias
d e
la
derro ta
y l a
invasión,
la f i r -
meza d e muchos de los part i -
darios de la cont inuación de la
l u c h a
v a
desapa rec i endo .
11
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Dunkerque Entre
l o s
d í es
2 6 d e
mayo
y 4 de
junio
s o n
evacu ad os
d e
Dunkerque 200.000
eold ado s británicos
y
130.000 fra nce ses
y
belgas .
Fu e la ú
ttima oportunidad
q u e
Hitler ofre ció
a
Inglaterra para llegar
a un
acuerdo entre
l o s d o s
países .
Ahora,
lo q u e l e
interesa
a l
primer ministro bri tánico e s
pro longar
e l
mayor tiempo
posible la guerra e n territorio
francés a f in de ganar t iempo
p a r a
la
defensa
d e
Inglaterra .
Otra cuest ión fundamental e n
esos momentos es la de la casi
in tac ta y pot en te flota fr anc e-
s a , q u e e n caso d e caer e n m a -
nos de los
alemanes desnive-
laría el equilibrio naval en el
Mediterráneo, cuya suprema-
c ía
ostenta Gran Bretaña.
Mientras, se hace pública la
d e c l a r a c i ó n
d e c i u d a d e s
abiertas para todas aquellas
aglomeraciones mayores d e
veinte
m i l
habitantes, para
evi tarles
la
suer te
d e
Rotter-
d a m y a par t i r d e l momento
e n q u e
Edouard Herriot ,
P r e -
sidente
de la
Cámara
de los
Diputados, consiguiese esta
declaración para Lyon,
c iu -
d a d d e l a q u e e r a
alcalde.
Ya e n
Burdeos,
el
c l ima
s e
vuelve agobiante alrededor
d e
l a s personas q u e e n e s a hora
hab rán
d e
decidir
e l
destino
d e Francia. Aquí se van a en-
f r e n t a r l a s d o s p o s t u r a s
opuestas acerca
de la
si tua-
ción.
P o r u n a
parte,
lo s
part i -
darios de la cont inuación de la
guerra,
y p o r
otra,
lo s q u e
apoyan la petición d e armist i -
c io , q u e cada v e z v a ganando
m á s
adeptos.
E l
general
D e
Gaulle había lanzado la p ro-
puesta de un t ras lado de l Go-
bierno
a
Quimper ,
en
Br etaña,
c o n l a final idad d e organizar
allí
u n
reducto
d e
resistencia
mient ras la s au tor idades del
Estado se t ras ladaban a Ul-
t r a m a r .
A
pesar
d e l
apoyo
d e
Reynaud a esta idea, lo s gene-
rales de l Estado Mayor no la
aceptan
e n
modo alguno
y es
desechada.
Un o d e lo s
mejores testimo-
nios sobre la atmósfera de la
capital provisional e n aque-
llos momentos
lo s
ofrecen
l a s
l íneas
d e
Emmanuel D'Astier
cuando describe u n Burdeos
lleno
d e
rumores, como
u n a
capi tal sudamericana, en la
cual cada edificio público
abrigase
u n
proyecto
o un
complot, mientras
en la
calle
l a s mul t i tudes d e refugiados
se
a r ra s t ran
s i n
encont rar
al imento n i alojamiento. E l
derrot ismo encuentra as í un
fácil campo abonado para s u
extensión.
El
general
De
Gaulle,
e n s u s
memor ia s d e guerra, recuer-
d a : «Para volver a coger l a s
riendas hubiera sido preciso
escapar d e l torbellino, pasar a
Africa
y
empezar nuevamente
desde allí. E l señor Paul R e y -
naud
lo
veía
a s í .
Pero ello
im -
plicaba la adopción d e medi-
d a s extremas: cambiar e l Alto
Mando, despedir
a l
mariscal
y
a la mi tad de los ministros,
romper c o n ciertas influen-
cias, resignarse a l a ocupación
total
d e l a
metrópoli;
en
poc as
palabras, ante u n a situación
s in precedentes, salirse a toda
costa
d e l
marco
y
procedi-
mientos ordinarios».
En su re -
lato, De Gaulle sigue hac ien do
u n a enumerac ión de la desidia
y el
abandono
c o n q u e
laclase
política y l a mil i tar acepta ban
lo s
hechos consu mados
s in in -
tent ar hacer algo e n cont ra del
desastre . Este ano nad ami ent o
d e l Estado const i tuiría para e l
general la base d e l d r a m a n a -
cional, ante u n Parlamento
q u e n o s e reúne, u n Gobierno
q u e s e
muestra incapaz
d e
adoptar colect ivamente u n a
solución radical y u n Presi-
dente de la República que se
abst iene d e alzar la voz en de-
fensa
d e l o s m á s
altos intere-
ses de l país. E l q u e pocas h o -
r a s m á s tarde será portavoz d e
u n a
nueva idea
d e
Francia,
termina observando desola-
do: «A la luz de l
rayo sobre
l a
nación, el régimen aparecía,
en su terrible invalidez, e n to -
t a l desproporción y e n total
desconexión con la defensa, e l
honor
y l a
independencia
d e
Francia».
En la
jo rnada
de l 16 de
juni o,
mien t ras lo s b l indados d e
Rommel avanzan hasta cerca
d e trescientos kilómetros e n
terri torio francés
s i n
hallar
ninguna resistencia n i dispa-
r a r u n
solo tiro,
en el
puer to
d e
Burdeos
se
efectúa
u n a
impor-
tante operación. S o n embar-
cadas
l a s
reservas
de oro de lo s
Bancos Nacionales
d e
Fran-
c i a ,
Suiza, Bélgica, Polonia
e
Indochina, para s e r t ras lada-
d a s , v í a Casablanca y Dakar,
hasta lo s depósitos estatales
d e Canadá y Estados Unidos.
12
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U N A VICTORIA D E
L A
REACCION
L a s d o s
posiciones enfrenta-
d a s q u e
e n c u a d r a n
a los
miembros m á s compromet i -
dos de la
clase política
se van
radical izando e n esas últimas
horas.
L o s q u e
defienden
la
idea
de la
cont inuación
de la
lucha, como Reynaud y De
Gaulle, pretenden mantener
la fidelidad a l acuerdo con In -
glaterra y propugnan el aban-
dono
p o r el
Gobierno
d e l
terri-
torio metropolitano
y s u
insta-
lación
e n
Argel,
a s í
como
la
prosecución de la guerra c o n -
tando c o n l o s restos d e l Ejérci-
to , con la
aviación
y l a
marina,
casi intactas. Esta solución
implicaba
la
capitulación
s in
condiciones d e l mando mili-
t a r , l o q ue n o e s en
modo algu-
n o
aceptado
p o r l a s
autorida-
d e s castrenses, q u e n o quie ren
echar sobre l a s espaldas de l
Ejérci to
la
mancha
de l a r en -
dición.
En la
derrota
los
mili-
tares prefieren arrastrar c o n -
sigo a los desprest igiados r e -
presen tan tes
de la
voluntad
nacional y de la legalidad r e -
publicana.
L o s
defensores
de la
petición
d e l
armisticio, encabezados
p o r
Petain
y
Weygand, acusan
a
Gran Bretaña
d e n o
poner
e n
l a
defensa
d e
Francia todos
s u s recursos disponibles — l o
cual
e s
cierto—
y
reciben
c o n
manifestaciones d e indignada
protesta el ofrecimiento de
Churchill
d e u n a
unión
c o m -
pleta entre
los dos
países.
L a
sorprendente propuesta
de l
primer ministro bri tánico,
hecha
a l
Gobierno francés
a
t ravés d e l general D e Gaulle,
significaría
la
existencia
de un
par lamento común y ciuda-
danía igual para
lo s
franceses
y
británicos. Esta especie
d e
solución, q u e sólo la urgencia
d e l momento pudo haber h e -
c h o
concebir
a s u s
promoto-
r e s , e s
recibida
en los
medios
conser vadores fra nceses como
u n
intento inglés
d e
convertir
a
Franc ia
e n u n
dominio colo-
nial, aprovechándose
de l a s
circunstancias,
y e s , p o r
tanto,
desechada def in i t ivamente .
Petain, a l mismo tiempo q u e
señala
q u e l a
marcha
de l Go-
bierno
a
Argel
n o
sería
u n a s o -
lución válida,
y a q u e
existía
la
posibilidad d e u n ataque a l e -
m á n contra aquella zona, d e -
clara f i rmemente s u voluntad
d e
permanecer
e n
Francia.
Para é l , la patria no se 1 leva e n
l a s
suelas
de los
zapatos.
Francia está ante todo
e n
Francia.
U n
armisticio, prelu-
d io de un t ra tado d e p a z , p e r -
mitiría
a
Francia salir
de la
guerra
c o n l o s
recursos
de su
Imperio
y s u
marina intactos.
Estas posturas, decididas
d e
forma visible
por l o s
aconte-
cimientos sobrevenidos, n o
son en
real idad
m á s q u e l a
13
L a s m á s altas jerarquías nazis durante u n acto celebrado en la Opera Króll, d e Berlín. S o n l o s momentos e n q u e s e desarrolla la arrl
empresa de l ataque a Occidente.
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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L o s bombardeos a lemanas causan la destrucción en el norte d e Francia. L o s habitantes d e
l a s localidades arrasadas s e lanzarán a las carreteras y caminos e n un éxodo Interminable
q u e n o hará sino dificultar l a s operaciones ml i tares d e l Ejército francés, y a e n retirada.
manifestación externa d e acti-
tudes ideológicas m u y ante-
riores. Frente a l conservadu-
rismo, e n s u s diversos grados
q u e llegan hasta l a s veleida-
d e s fascis t izantes d e algunos,
de los
par t idar ios
d e
Petain,
lo s miembros de los sectores
teór icamente
m á s
democrát i -
c o s apoyan la posición d e
Reynaud
y D e
Gaulle. Pero
cuando en la tarde del día 16 el
Presidente
d e l
Consejo dimite
d e s u
cargo,
y e l
Presidente
d e
la República, pese a sus no d i -
simuladas reticencias , se ve
obl igado a confiar a Petain la
formación de un nuevo G o-
bierno, n o s e hace m á s q u e
cumpl i r lo s deseos d e infinito
n ú m e r o d e franceses q u e espe-
raban que e l viejo mili tar l a s
salvase
u n a v e z m á s d e l
desas-
t r e total. P o r medio d e l emba-
jador d e España —Lequeri-
ca— , e l mariscal pide a los
a lemanes el inicio d e conver-
saciones d e cara a l armisticio.
E n u n a emisión radiodifun-
dida a l pueblo francés en la
m a ñ a n a de l d í a s iguiente—17
d e ju ni od e 1940—el mariscal
anunc ia
l a
petición
d e l
armis-
ticio
c o n
estas patéticas pala-
bras: «¡Franceses A petición
d e l señor Presidente de la Re-
pública asumo a pa r t i r de hoy
la
dirección
d e l
Gobierno
d e
Francia. Contando con l a ad -
hesión d e nues t ro admirable
Ejército, q u e lucha c o n u n h e -
roísmo digno d e s u s largas
tradiciones mili tares contra
u n
enemigo superior
e n n ú -
mero
y e n
armas, seguro
d e
q u e p o r s u
magnífica resisten-
c i a h a
cumplido nuestros
d e -
beres para co n nuestros alia-
d o s , seguro d e l apoyo d e nues-
tros antiguos combatientes a
l o s q u e tuve el honor d e m a n -
d a r , seguro de la conf ianza de l
pueblo entero, hago ofrenda
a
Francia d e m i persona para
a tenuar
s u
desdicha.
E n estas horas dolorosas,
pienso en los desdichados r e -
fugiados q u e , e n u n a miseria
extrema, l lenan nuestros c a -
minos. Yo les expreso m i
compas ión y m i ayuda. Con e l
corazón oprimido, y o o s digo
q u e e s preciso cesar e l comba-
te .
M e h e dir igido esta-noche a l
adversario para preguntarle
si
está dispuesto
a
buscar
c o n
nosotros, entre soldados, tras
l a lucha y en e l honor, l o s m e -
dios d e poner f in a las hostili-
dades.
Q u e todos lo s franceses s e
agrupen alrededor de l G o-
bierno q u e y o presido dur ant e
estas duras pruebas y hagan
cal lar
s u s
dudas para escu-
char sólo
a su fe en el
destino
de la Patria».
U n a
general sensación
d e
final
d e u n a pesadil la se extiende
p o r todo e l país. A u n l o s m á s
decididos adversarios de la
ideología
q u e e l
mar iscal
r e -
presenta acogen
c o n
senti-
miento
d e al i vio e l
anuncio
de l
armis t ic io . Es la nueva hora
gloriosa
d e l
anciano soldado,
conver t ido
d e
nuevo
en e l sa l -
vador
de su
patr ia.
L A L L A M A D A D E L
1 8 D E
JUNIO
E n esos momentos, D e Gaulle
m a r c h a a Inglaterra, desde
donde lanzará, p o r medio d e
lo s
micrófonos
de la BBC,
puestos a s u disposición por e l
mismo Churchil l , la legenda-
r i a l lamada de l 18 de junio,
pun to d e par t ida del inicio del
gaullismo, como idea t e n -
dente
a la
obtención
de la
libe-
ración d e Francia primero, y
m á s tarde como verdadera
14
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ideología política.
El
general
se considera depositario de la
soberanía y e l honor france-
s e s , abandonados ahora p o r
u n
Par lamento
y u n
Gobierno
entreguistas. D e Gaulle va a
hablar a par t i r d e e s e mo -
mento e n nombre d e Francia,
y e l
Gobierno británico
le re-
c o n o c e r á i n m e d i a t a m e n t e
como dirigente
d e l Comité
Provisional
d e
Resistencia,
q u e
para Churchill sustituye
en la legalidad a l Gobierno Pe-
tain.
M á s q u e u n desastre militar
e n puridad, la catástrofe su -
pone algo mucho m á s hondo,
q u e llega a afectar a todos los
ámbi tos
de la
realidad france-
s a . E l armist icio e s , para De
Gaulle,
u n
crimen contra
la
patr ia. Tras la muerte d e cien
m i l
soldados franceses
e n m e -
n o s d e cinco semanas, para e l
general, Francia y los france-
s e s s o n entregados a l ene migo
atados d e pies y manos, mien-
tras oficiales y soldados son
manten idos e n caut iv idad.
Co n la pat r ia y e l Gobierno re -
ducidos a la servidumbre, n o
h a y armisticio posible s in ho-
n o r . P o r
todo ello,
en su l la -
mada ataca a los altos mando s
franceses
q u e h a n
solicitado
l a s conver sac iones c o n e l
Reich, pero
a l
mismo t iempo
hace u n a l lamada a la espe-
ranza,
t a n
lejana
en
esas hora s
sombr ías , y apela a todos los
franceses
q u e n o
hayan admi-
t ido l a der rota ni e l vergon-
zoso armisticio a unirse con é l
para la consecución de la lu-
c h a e n contra d e l ocupante.
«Francia —afirma— h a p e r -
dido u n a batalla, pero n o h a
perdido l a guerra».
A
pesar
d e l a
act i tud
d e l Go -
bierno d e Petain, los alema nes
siguen avanzando y e l día 20
llegan incluso
a
bombardear
la c iudad d e Burdeos, como
advir t iendo a los franceses dé-
l a conveniencia d e aceptar to -
d o s lo s
puntos
del
texto
de l
armist icio q u e y a está prepa-
rando e l invasor. Es e l mo-
mento ele la preponderancia
física d e l m á s fuerte. Y la r e a -
lidad es que a la l lamada de l
general D e Gaulle n o respo nde
ninguna figura política desta-
cada, ningún partido político,
ni
siquiera aquellos
q u e r e -
presentados e n l a s Cámaras
v e n q u e s e
acerca
e l f in de la
e r a democrát ica . Se ha l le -
gado
a
a f i rmar
que s i en la
Francia
d e l
verano
de 1940 se
hubiera organizado plebiscito
verdaderamente l ibre y l i m -
pio , e l mariscal Petain h u -
biera obtenido
u n a
a plastante
mayoría contra u n a c lara d e -
rrota de los part idar ios d e l a n -
terior sistema, q u e todavía se
mantiene vigente p o r e l mo -
mento. Casi nadie pone
e n
duda la buena fe y el patr io-
t i smo
d e
Petain, mientras
q u e
muchos franceses n o pueden
olvidar e l desprestigio e n q u e
la
política
— y c o n
ella irre-
mediablemente la democra-
cia— había caído
a lo
largo
d e
lo s últimos veinte años.
E L
A R M IS TIC IO
Mussolini había prometido a
Hitler
q u e
ent rar ía
e n l a g u e -
r r a
contra Francia
en la p r i -
mera semana d e junio, pero
hasta varios días
m á s
tarde
n o
s e
atreve
a
lanzarse sobre ella
hasta q u e decide q u e e l vecino
país está suficientemente
gol-
peado p o r e l Ejército alemán.
E l
duce,
q u e había visto dene-
gadas
por e l
dictador alemán
todas s u s peticiones sobre
amplios territorios franceses
El 14 de junio, París, abandonado po r e l Gobierno y por m u ch os d e s u s habitantes, observa
si lenciosamente la entrada d e l o s primeros contingentes alemanes. En la fotografía, fuerzas
de la Wehrmacht ante el Arco d e Triunfo.
15
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como e l valle d e l Ródano y la
costa mediterránea, Córcega,
Túnez y Djibut i , n o s e atreve a
re t rasarse
m á s e n s u c o m -
promiso,
y el día 11
precipi ta
a
s u s
tropas hacia
la
frontera.
Tre in ta y seis divisiones i t a -
l ianas serán detenidas y he-
chas retroceder
p o r
seis divi-
siones francesas. E l conde
Ciano escribe esos días en su
diario: «Mussolini está m u y
humil lado porque nuestras
t ropas n o h a n dado u n paso
adelan te . H o y mi smo n o h a n
conseguido avanzar y se han
detenido ante la prim era fort i-
ficación francesa q u e opone
alguna resistencia».
L a cuest ión d e l a flota fran-
cesa
e r a
ahora
e l
mayor
m o -
tivo
d e
preocupación para
I n -
glaterr a . Incluso
e l
emb a jado r
d e lo s neutrales Estados U n i -
d o s hab ía amenazado a l Go-
bierno
d e
Burdeos
c o n
cortar
l a s
relaciones
si
éste entre-
gaba
la
flota
a
Alemania. Pero
la cuest ión e r a m u y vidriosa,
y a q u e e l almirante Darían,
comandan te e n jefe de la Ar -
mada, estába siendo ganado
p o r l a s presiones d e lo s altos
cargos mil i tares ant i rrepubli-
canos, encabezados p o r W e y -
gand,
con la
final idad
d e q u e
apoyase l a postura d e lo s p a r -
t idar ios
d e l
armisticio.
E n Burdeos, mientras tanto,
crecen lo s nervios p o r e l silen-
c io
alemán. Pierre Laval,
c a -
beza de los an t idemócra tas ,
necesita
e l
respaldo
d e l
inva-
s o r para proceder al desmon-
taje
d e l
sistema parlamenta-
r i o . L a s
intrigas
se
suceden
y
l a s
decisiones
s o n
t o m a d a s
y
a b a n d o n a d a s
a l
i n s t a n t e ,
mien t ras
se
deciden empres as
absurdas como
l a d e lo s p a r -
l amentar ios q u e a bordo de l
buque Massilia marchan
h a -
c ia
Marruecos,
c o n
personali-
dad es como Daladier, Mendes
Fra ncey Mandel
a
bordo, par a
s e r
detenidos como desertores
a s u
l legada
a
Casablanca.
L a
desconfianza
d e
Petain hacia
Laval,
a
quien
se ha
visto obli-
gado a nombrar min is t ro d e
Estado ,
s e u n e
ahora
en el
seno
de la minoría gobernante c o n
l a s intrigas de los medios m á s
reaccionarios para lograr l a
inacción y posterior desapari-
ción d e l a s instituciones repu-
blicanas. Como señala m u y
acer tadamente Jean
Zay , la
República había temido f r e -
cuentemente l a d ic tadura d e
lo s
generales victoriosos, pero
nunca soñó en la d ic tadura d e
lo s mil i tares derrotados.
El d ía 21 de junio llega Hitler
a Compiegne, donde veintidós
años antes lo s represen tan tes
d e l der rota do Imperio alem án
habían fi rmado s u rendición
ante lo s al iados. Acom pañad o
p o r l a s m á s al tas jerarquías
nazis, civiles
y
mil i tares
va a
presenciar l a imposición a la
comisión francesa d e l a s c o n -
diciones d e l armist icio , q u e e s
u n
verdadero diktat .
L a
repre-
sentación francesa está
c o m -
pues t a p o r m i e m b r o s d e l
cuerpo diplomático
y por los
m á s
altos jefes militares
d e
cada
u n a d e l a s
tres armas.
William Shirer, e l periodista
nor teamericano
q u e h a e s -
cri to u n a d e l a s mejores obras
sobre el Tercer Reich, estaba
presente en la ceremonia, y en
su relato acerca de la caída d e
L o s a l em an es e n París: trágico simbolismo de l a ocupación de la ciudad. La Ptaza de la Concordia sirve d e lugar d e revista para l a s tropas
Invasoras.
16
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 17/132
Francia h a dejado constancia
d e l a
t remenda tensión
q u e
reinaba e n Compiegne aquel
d í a .
L A
A C E P T A C I O N
D E
L A DERROTA
L a s condiciones para l a fi rma
d e l armisticio eran duras,
pero tras varias consultas tele-
fónicas c o n Burdeos, l o s c o m -
promisarios llegan
a la
fi rma.
El texto impuesto p o r lo s v e n -
cedores constaba d e u n art icu-
lado d e veinticuatro puntos y
e ra considerado válido hasta
la
fu tu ra conclusión
d e u n t r a -
tado d e p a z , q u e d e hecho
nunca se llevaría a efecto. E l
potencial militar francés q u e -
daba neutral izado p o r medio
d e l
desarme
d e l
ejército
y la
entrega
d e l
a rmamen to ,
las
fortalezas y lo s aeródromos.
L a
mitad norte
d e
Francia,
prolongada sobre
l a
costa
at lánt ica hasta la f ron tera e s -
p a ñ o l a , q u e d a b a b a j o e l
mando directo alemán como
zona d e ocupación. Era la
par te m á s rica, m á s poblada y
donde s e si tuaba el grueso d e
la industria nacional. L a m i -
t a d s u r , d e predominio agríco-
la ,
quedaba teóricamente
li -
b r e . L a soberanía d e l régimen
q u e surgiría d e l armisticio
aba rca r í a ,
s in
embargo ,
y
s iempre en el plano teórico, a
todo
e l
conjunto
d e l
país,
y la
adminis t rac ión es ta ta l , as í
como l a just icia y l a policía se
mantendr ían un i formes
en la s
d o s
zonas.
En e l plano económico, a d e -
m á s d e u n a
profunda inter-
v e n c i ó n a l e m a n a y u n a
e n o r m e c a n t i d a d a p a -
g a r a l
Reich
e n
concepto
d e
i n d e m n i z a c i ó n , e l E s t a d o
francés cargaría
c o n
todos
los
gastos ocasionados
p o r l a
ocupación, q u e venía a signi-
ficar varios millones d e fran-
c o s p o r d ía . Pero la cláusula
m á s deshonrosa e r a aquella
p o r l a q u e
Francia aceptaba
entregar a los a lemanes a to -
d o s aquellos exiliados políti-
c o s q u e , provenientes de Ale-
mania, habían buscado cobijo
en el
país, dada
s u
condición
d e oposi tores a l régimen nazi
o d e meros miembros de la
raza judía.
L a hábil política d e Hit ler le
permi t ía
la
dominación total
d e Francia, pero a l mismo
tiempo, para n o ena jenarse la
voluntad d e u n país tan ex-
tenso y poblado, permit ía a l
nuevo régimen la conserva-
ción de los a t r ibu tos q u e l a
Ciencia Política exige para
la
existencia d e u n Estado: auto-
ridad sobre
u n
terri torio
y u n a
población; poderes d e justicia
y
policía;
el
derecho
d e
legis-
la r y de adminis t ra r ; u n ejér-
cito propio, si bien limitado a
cien m i l hombres ; l a s relacio-
n e s directas c o n e l ex tranjero;
y, en este caso concreto, l a p o -
sesión
d e l a
total idad
d e l I m-
perio y la fundamental flota
d e guerra. Como garant ía del
cumpl imien to d e estas condi-
ciones, m á s d e u n millón y
medio d e soldados franceses
permanecer ían prisioneros e n
lo s campos alemanes hasta l a
finalización
de la
guerra.
Des-
pués
de la
f i rma,
lo s
compro-
m i sari o s franceses se dirigen a
Roma, para firmar otro a r -
misticio c o n Italia, q u e en t ra a
o c u p a r lo s depa r t amen tos
l imítrofes
de la
zona medite-
rránea.
Desde Londres, e l general D e
Gaulle condena
s in
paliativos
l a f i rma d e l armisticio, mien-
t ras q u e e l mariscal Petain re -
p i te un a y
otra
v e z q u e , a
pesa r
d e l a
dureza
d e l a s
condicio-
nes , e l honor d e Francia h a
quedado a salvo.
I N T R I G A S Y
D E S A S T R E S
El d ía 2 9 d e junio, e l Gobierno
sale
d e
Burdeos hacia Cler-
mont Ferrand. Allí, l a camar i -
l la de
Laval decide trasladar
la residencia d e l Gobierno a la
ciudad balnearia
d e
Vichy,
e n
lugar d e instalarse en el París
0rts»32arett
CUfn*ri >
Ers**í*eitutef
La rápida organización d a l Paria ocupado aa demuestra e n eata imagen. Carteles indicado-
r ea redactados e n alemán ante e l edificio de l a Opera. L e eaperan a París cuatro años d e
sNendo y opresión.
17
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Cuando
el 23 de
junio Hitler visita
la
capital francesa conquistada, acude ante
la
tumba
d e
Napoleón Bonaparte
e n L o s
Inválidos. Como
homenaje
al
Emperador ordenará
el
traslado desde Vlena
d e l o s
restos
de su
hijo,
e l Aguilucho,
para
s e r
depositados junto
a l o s de su
padre.
18
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ocupado, donde
se
había
s i-
tuado falsamente u n asalto
comunis t a
a l
poder, apoyado
p o r l a s fuerzas alemanas. E n
Vichy, Laval obtiene
e l pe r -
miso
d e l
todavía Presidente
d e
la
República para iniciar
los
pasos hacia u n a reforma de la
Constitución. A su alrededor
se agrupan lo s políticos reac-
cionarios a los que la subida a l
poder
d e l
Frente Popular
h a -
b í a aterror izado, y q u e ahora
estaban dispuestos
a
vengarse
d e
ello.
V en
ahora
la
ocasión
d e poner en práctica l a s ideas
d e l a s ligas fascistas, nacidas
en los años veinte, q u e habían
tenido s u violenta demostra-
ción pública durante
lo s
suce-
s o s ant idemocrát icos d e f e -
brero
de 1934 . Es e l
momento
apropiado para q u e l a s tesis
d e
Maurras,
e l
pat r iarca
de l
fascismo francés, puedan u t i -
lizarse como base para
el
nuevo Estado q u e v a a nacer.
Para conservar
la
imagen
d e
legalidad, solamente e s nece-
sar io q u e la s Cámaras acepten
y voten s u propia muerte, lo
q u e
Laval
n o
duda
se
habrá
d e
producir dentro d e l favorable
ambien te
q u e s e
respira
en el
Vichy d e aquellos pr imeros
días.
El 3 de julio, e l Gobierno b r i -
tánico ordena
la
destrucción
de la mayor parte de la Ar-
ma da francesa, fondea da en la
base norteafr icana d e Mers E l
Kebir,
a l
mismo t iempo
q u e
lo s buques franceses fondea-
d o s e n puer tos d e l Caribe s o n
inuti l izados. Esta dramática
decisión, q u e e l propio Chur-
chill señala como l a m á s odio-
s a ,
ingrata
y
dolorosa
e n q u e
había tenido q u e intervenir,
venía justificada p o r l a nece-
sidad inglesa d e asegurarse la
inactividad d e u n a potente
flota q u e , aunque p o r e l mo -
mento
s e
mantenía bajo
e l
Burdeos,
1 7 d e
junio.
El
mariscal Petain, jefe
d e l
Gobierno,
l e e a l o s
francesa
s e l
mensaje
e n que da a conocer la petición d e l armisti-
c i o : «Hago a Francia el d o n d e m i persona
para atenuar
s u
desgracia...»
El Führer conoce e n Alemania la petición d e l armisticio por e l Gobierno francés. La Imagen e s prueba de l a incontenible alegría q u e l e invade
tras e l éxito d e u n a operación q u e n o dejaba d e entrañar gravísimos riesgos para s u régimen y para s u país.
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mando francés, n o e r a m u y d i -
fícil pensar
q u e m u y
pronto
sería ut i l izada p o r l o s a lema-
n e s e n cont ra d e lo s intereses
br i tánicos. E l pueblo francés
s e sintió ultrajado ante esta
acción, q u e , además, había
costado
la
vida
a m i l
quinien-
to s marinos, pero e l riesgo e s -
taba calculado.
E n e l
interior
d e l a Francia ocupada, la ac -
ción d e Mers E l Kebir reúne
todavía m á s a l rededor de Pe-
tain a la s opiniones todavía
tibias. Pero d e hecho, Inglate-
r r a seguía conservando e l
pr im er puesto en los mares, lo
q u e l e
serviría para enfren-
tarse sola a l Tercer Reich
hasta q u e tres año s m á s tarde,
lo s Estados Unidos entrasen a
s u
lado
en la
guerra.
Aunque e l aspec to mili tar sólo
puede interesar tangencial-
mente en la visión sobre l a d e -
saparición d e u n sistema polí-
tico,
e s
interesante resal tar
q u e l o s resultados d e l enfren-
t amien to
se
llegaron
a
definir
como lo s producidos tras e l
encuentro d e u n ejérci to d e
1 9 1 9 — e l francés— comba-
t iendo a u n ejérci to de 1939 ,
como
e r a e l
a l emán .
Al ma l
e q u i p a m i e n t o y e n t r e n a -
miento d e l a s trop as france sas
se unía aquí la deficiencia b á -
sica
d e l
mater ia l .
La
política
mil i tar d e Francia a par t i r d e
1919 se había basado en la
creencia d e u n a debil idad
permanen te
d e
Alemania,
q u e
mien t r as t an to hab ía
i d o
r ea rmándose s in cesar . A la i n-
fundada pretensión d e consti-
tuir l a primera potencia mili-
t a r d e l continente, unida a la
de la
guerra defensiva
q u e h a -
b í a sido la errónea base de su
política militar, Francia a d o -
lecía además de la gran d e s -
ven ta ja d e u n enorme déficir
económico, resultado de la
sangr ía de la guerra anterior,
d e l a q u e nunca s e hab ía re -
puesto.
E l
Ejército francés,
a u n teniendo e n cuenta todas
K<
20
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estas limitaciones, había lu -
c h a d o s o r p r e n d e n t e m e n t e
bien en medio d e u n a pobla-
ción enloquecida
q u e
llenaba
l a s carreteras, y sobre todo e n
medio
d e u n
cl ima
d e
derro-
t ismo q u e alcanzaba l o s m á s
altos niveles y q u e hab ía g a -
nado a l país desde e l pr imer
momento.
la r , iba a da r a los part idar ios
d e u n régimen dictator ial las
mejores bazas para desha-
cerse
d e u n a v e z p o r
todas
de l
odiado sistema republicano.
Ahora v a n a d a r s u s frutos las
continua s cr isis
d e
gobierno
y
la s luchas part idista s que a los
ojos d e l a gran masa de la po-
blación venían a representar
d e lo s
par lamentar ios
q u e
iban a decidir la muerte de l
régimen. Porque,
e n
efecto,
n o
sólo lo s hombres de la derec ha
ant ipar lamentar ia , s ino
t a m -
bién radicales y socialistas se
ent regaron
en los
brazos
d e
quienes manipulaban e l f in
d e l
s istem a. Laval, ba jo
e l p re -
texto d e u n mejor entendí-
La firma d el armisticio e n Rethondea, e l d í a 2 2 de |unio de 1940 . Por imposición d e Httter, l o s compromisarios d e l a s d o s partes s e reúnen en e l
mismo vagón d e ferrocarril, escenarlo de l a rendición alemana d e noviembre de 1 9 1 8 . E s e l momento de l a revancha.
ULTIMO ACTO:
E L
S U I C I D I O
D E L A
REPUBLICA
E l
pr imer objet ivo
d e l a s n u e -
v a s autoridades, la desapari-
ción de la República, n o e r a
m u y difícil d e conseguir dada s
l a s
c i rcunstancias .
U n a
buena
par te d e lo s franceses acepta-
b a n y a u n apoyaban inequívo-
camente la presencia paternal
y autor i tar ia d e Petain a l
frente
de la
nación desgarra-
d a . L a profu nda cr isis moral y
social q u e sufría Francia e n
lo s últimos años, encendida
todavía
m á s p o r l a
f rust rada
experiencia d e l Frente Popu-
la
verdadera naturaleza
de la
democracia, acusada ahora d e
se r la causante de la derrota.
L a presencia d e l a s personas y
formaciones ul traderechistas
se hace ahora bien patente,
apoy ada s como siempre p o r l a
gran industr ia
y la
a l ta
b u r -
guesía, y ampa radas ahora d e
forma efectiva
p o r l o s
nuevos
gobernantesy p o r l a presenc ia
d e l ejército alemán.
León Blum, líder socialista
francés, h a descrito mejor q u e
nadie e l ambien te d e miedo,
cor rupción, opor tunismo y
debilidad moral
q u e s e
había
adueñado d e Vichy, y c o n ello
miento
con los
ocupantes,
convoca u n a reunión de las
d o s Cámaras , con e l f in de vo-
ta r l a reforma de la Constitu-
ción,
q u e
venía
a
equivaler
a
s u desaparición efectiva. L a
posición de los pa r l amenta -
rios se debilita cada v e z m á s .
Pierre Laval, antiguo dipu-
tado é l mismo, a pesar de su
profunda oposición a l parla-
mentar ismo, pref iere q u e s e a
p o r
medio
d e l
voto
de los re -
presentantes elegidos
p o r e l
pueblo como
se dé
paso
a l
nuevo régimen. D e este modo,
nadie podrá discutir nunca e n
e l fu turo la legalidad de su
21
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El Führer alemá n y s u Estado Mayor. D e izquierda a dere cha : Keitel, v o n Reichenau, Hitler y
Halder.
existencia. Ante la opinión in -
terior y exterior, no es aconse-
jab le , si se puede evitar, el fá-
c il recurso d e l golpe d e Esta-
d o .
El 10 de
julio
de 1940
tiene
lugar la reunión conjunta d e
l a s d o s Cámaras, después d e
q u e cada u n a d e ellas por se -
parado hubieran most rado
u n a evidente inclinación h a -
c ia la re fo rma de l régimen. In -
cluso políticos fervientes re-
publicanos como Herriot y
Jeanneney, presidentes res -
pectivos
de la
Cámara
de Di-
putados y d e l Senado, habían
recomendado e l voto favora-
ble a l
mariscal Petain.
Es e d ía
10 , mien t ras en las inmedia-
ciones
d e l
Gran Casino, donde
tiene lugar la Asamblea, las
bandas fascistas
se
manifies-
t a n violentamente e insul tan y
boicotean a los par lamenta-
rios q u e acuden a votar, Laval
consigue
q u e l a
mayoría
se
efectúe sobre lo s par lamenta-
rios presen
tes y no
sobre
la to-
talidad teórica, lo q u e contri -
buirá m á s fáci lmente a darle
el mínimo exigido, q u e h u -
biera logrado
d e
todas forma s,
dada la situación. L o s enfren-
t amien tos q u e s e suceden e n -
t r e lo s
diputados,
l a s
presio-
n e s ejercidas sobre ellos en la
sombra ,
lo s
alborotos organi-
zados, todo esto acaba favore-
ciendo la aprobación de la
propuesta autori taria . De un
total d e 6 4 9 par lamentar ios
presentes, votan afirmativa-
mente 5 6 9 . Se niegan a l a p r o -
puesta
8 0
—entr e ellos Blum
y
Auriol—;
y s e
abst ienen
u n a
ínfima minoría, como Herriot
y Monnet. Socialistas y radi-
cales, lo s principales susten-
tadores
de la
República,
h a n
votado p o r s u destrucción.
En e s e momento, nadie duda
de la legalidad de la votación,
q u e dará paso a u n régimen
q u e será reconocido inmedia-
t amen te p o r todos lo s países,
e x c e p t u a n d o a Ing l a t e r ra ,
desde donde
e l
general
D e
Gaulle aduce
en s u
contra
unos principios legales q u e
nadie tiene e n cuenta. Por e l
momento , lo s par t idar ios de l
au to r i t a r i smo h a n ganado la
batalla. Parece e l final de la
democrac ia . L o s grandes inte-
reses de Francia apoyan d e
forma decidida
a l
nuevo
ré -
gimen, siguiendo
su
t radicio-
n a l polít ica d e buen trato c o n
el poder d e turno, y má s a ú n s i
éste e s afín ideológicamente a
ellos.
E L F I N D E U N
R E G I M E N
L a última escena tendría lu -
gar a l d ía siguiente, cuando e l
mariscal Petain consiga
p e r -
sonalmente
la
dimisión
de l
débil Lebrun como Presidente
de la
República
e n u n a
entre-
vista privada.
E s e
mismo
d ía
— 1 1 d e
julio
— se da a
cono-
cerla nueva le y constitucional
provisional
a la
espera
d e u n a
re fo rma
d e l
texto
d e 1 8 7 5 , q u e
nunca
se
llevará
a
efecto.
L a s
primeras pa labras son ya un
indicador
d e l a s
tendencias
generales q u e marca r í an a l
régimen d e Vichy: «Nos, P h i -
l ippe Petain, mariscal d e
Francia, asumimos l a s f u n -
ciones d e Jefe d e l Estado fran-
Conferencia d e Montoire, octubre de 1940 . El andano mariscal Petain, e l héroe d e Verdún, s e
va a convertir e n e l fiel intérprete d e l o s d e s e o s q u e e l Führer alemán, dictador de l país
vencido e n 1 9 1 8 . tenga a bien imponer sobre Francia y l o s franceses .
22
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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cés...».
Al
mismo t iempo,
e s
abolida formalmente l a Cons-
titución republicana,
s e d e -
cide
la
suspensión
d e l a s d o s
Cámaras legislat ivas,
y se
lleva
a
efecto
la
toma
por e l
mariscal Petain d e todos los
poderes legislativos
y
ejecuti-
v o s . U n
nuevo régimen
h a n a -
cido
a
imitación
de los
gran-
d e s
total i tarismos, pero
c o n
muchos rasgos espec í f ica-
mente franceses
que con e l
t i empo se irán observando. L a
democracia había muerto
e n
el país q u e había sido e l p r i -
mero
e n
ponerla
e n
práct ica.
E n
esos momentos,
m u y
pocos
demostraron sentirlo.
U n a
prueba
d e l
cl ima
q u e
Francia respiraba aquel
v e -
rano —hace ahora cuarenta
años— e n q u e u n a especie d e
distensión temerosa sucede
a l
terror y produce efectos c o n -
t radictorios
e n l a s
líneas
n o r -
males d e pensamiento de l a s
personas, lo ofrecen l a s líneas
q u e
Frangois Mauriac publica
en e l número de l 3 de jul io de l
diario
Le
Figaro: «Las pala-
bras d e l mariscal —escribe re -
fi r iéndose
a u n
discurso
p r o -
nunciado
la
víspera
por P e -
tain— ofrecían
u n
sonido casi
in tempora l ; n o e r a u n hombre
quien
n o s
hablaba, s ino
q u e
desde
l o m á s
p ro fundo
d e
nuestra historia, oíamos
a s -
cender la l l amada de la Gran
Nación humillada».
N o
pasarían muchas semanas
an te s
d e q u e e l
mi smo
M a u -
riac, ju nt o c o n Aragón, Bend a,
C a s s o u , S a r t r e , T r i o l e t ,
Eluard
y
otros much os valores
de l a s
letras francesas,
co -
m e n z a r a n
a
p u b l i c a r
s u s
obras
e n l a s
hojas clandesti-
n a s , prohib idas p o r l a s nuevas
au tor idades d e ambas zonas.
Fren te
a l a
actitud entreguista
d e algunos franceses, peque-
ñ o s núcleos guardarán la idea
de la
l ibertad entre
la
ingente
masa
d e
indiferentes preocu-
pados solamente
p o r l a
difícil
s u p e r v i v e n c i a d u r a n t e los
cuatro años
d e
guerra
y o c u -
pación. • J. M. S. M .
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Y D E
GAULLE. Plaza
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Barcelona, 1966.
El
llamamiento
d e l
general
De
Gaulle, emitido desde Londres
e l 1 8 de
junio,
e n e l q u e
llama
a
la unidad a los franceses en la lucha contra el invasor, será la única esperanza q u e l e queda
al país humillado. D e Gaulle e s e l futuro...
2 3
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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estructura
Francia
Guerril leros espa ñol es desfi lando e n
Tou fou see117d esep t t em b red e1944 c o n
i o s c a s c o s y la s armas de l o s
pris ioneros alem anes.
NOTA
D E
EDITORIAL: Este t rabajo
e s u n
avance
d e
l a obra «Luchando e n t i e r ras d e Francia», d e próxima
aparición
e n
Ediciones
de l a
Torre.
Miguel ngel Sanz
24
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OS diversos movimientos de resistencia organizaron en su pri-
mera fase estructuras «civiles» que tenían forzosamente una
tendencia política determinada. La resistencia armada nació y
se
apoyó
en
esos movimientos
sin los
cuales
no
habría podido existir.
Desde los meses de agosto y septiembre de 1940 comenzaron a consti-
tuirse las primeras redes de evasión, servicios secretos y movimientos
de resistencia, algunos guiados y subvencionados por los servicios de
la Francia Libre de Londres y otros completamente independientes. En
los primeros tiempos cada movimiento formaba por su cuenta grupos
incipientes de acción o de sabotaje. Estos pequeños grupos armados
fueron la vanguardia y la razón de existir de la resistencia.
Ti.-l'W:
<i«
•Iwsu.rofco?
-J'l.
lí-ibe
Ai
Di-riiló»
División
Brijad* í®
*•
3.E. V.jo
1» Zonx %ort*.
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DE
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ESPA*OI£S
EN EL IES EE
AOOSTO
IE 1<H4
Orden
d e
batalla
d e l o s
Guerrilleros Españole s
e n el m e s d e
agos to
de 1944 .
2 5
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c
OMO no es mi
propósito
descr ib i r
l a
es t ructura
d e
l a
resistencia francesa,
m e l i -
mito
a
recordar
al
lector
d o s
hech os esenciales:
a )
El mosaico de todas las
tendencias políticas de la resis-
tencia francesa se polarizó en
do s grandes organizaciones
después de haber creado, sin
órdenes ni instrucciones de na-
die, los principales movimien-
tos que actuaban efectivamente
en la
lucha contra
el
ocupante.
El Partido Comunista Francés
ilegal organizó los primeros
grupos armados en la O.S. (Or-
ganización Especial) (1), en los
grupos de la Juventud Comu-
nista y en la M.O.I. (Mano de
Obra Inmigrada) (2) y el 15 de
mayo de 1941 lanzó el llama-
miento para
la
constitución
del
Frente Nacional (F.N.) que a
pesar de estar organizado os-
tensiblemente
por los
comunis-
tas agrupaba personalidades de
todas las tendencias políticas.
Los F.T.P.F. (Franco-Tiradores
y Partidarios Franceses) fueron
el brazo armado del F.N., con
cuadros y mandos ya formados
en la
lucha directa contra
el
enemigo en los grupos de ac-
ción de la O.S., de la Juventud y
déla M.O.I.
P o r
otra parte,
lo s
pr incipales
movimientos
d e
resistencia,
m á s o
menos gaullistas,
y en
primer lugar
lo s
tres grandes:
Combat, Franc-Tireur
y
Libé-
(1 ) Organización reconocida oficial-
mente en la lista de movimientos de la
Resistencia interior francesa, asimilada
a las unidades combatientes a partir del
mes de octubre de 1940.
(2 ) Organización creada por los sindi-
catos después de la guerra 1914-1918
para unir en la lucha sindical a los traba-
jadores de di versas nacionalidades. E n el
seno de la M.O.I.
t
los inmigrados esta-
ba n repartidos en «grupos de lenguas» a
fin de favorecer el contacto, el erilace y la
propaganda. Después de armisticio de
1940, los diferentes grupos de la M.O.I.
comenzaron a reconstituirse, impulsa-
dos, en primer lugar, por los antiguos
combatientes de la guerra de España. Ar -
tur London formaba parte de la primera
dirección clandestina con Grojnowski
(Bruno)
y
Kaminski (Jacques).
«...
Espontáneamente,
s in
planes madura-
d o s
previamente,
s i n
estrechos contactos
entre s í , surgen aquí y allá grupos d e sabo-
taje
y
combate españoles, muchos
d e lo s
cuales consideraban esta lucha contra e l
nazismo como simple continuación de la
q u e
veinte meses atrás sostenían
e n
Espa-
ña...» (Eduardo
d e
Guzmán. Foto
d e
Ramón
Rodríguez).
ration, formaron
el
M.U.R.
(Movimiento Unificado
de la
Resistencia)
q u e
organizó
e l
Ejército Secreto (A.S.)
con la
ayuda d e Londres q u e le facili-
taba
lo s
medios
y las
arma s.
Después
d e
largas negociacio-
n e s y
gracias
a l
tra baj o eficaz
d e
Jean Moulin
s e 1
legó
a
cre ar
e l 27 de mayo d e 1 9 4 3 e l C o n -
sejo Nacional
de la
Resisten-
c ia (C.N.R.) q u e ag rupaba a
todos
lo s
movimientos
d e r e -
sistencia,
lo s
partidos políti-
cos y las centrales sindicales
clandestinas .
L o s d o s
ejércitos guerrilleros,
F.T.P.F.
y A.S. ,
formaron
las
F.F.I. (Fuerzas Francesas
del
Interior) bajo el control d e u n
Estado Mayor Central
y de los
mandos
y
Estados Mayores
regionales , aunque h a y q u e
decir
e n
honor
a la
verdad
q u e
esta unión
f u e
durante largo
t iempo m á s vir tual y «teóri-
c a » q u e efecti va.
b ) Las
características
y la ac-
ción de la resistencia son muy
diferentes
en la
zona ocupada
y
en la llamada «zona libre». In -
cluso después de la ocupación
de todo el territorio francés, en
noviembre de 1942, estas dife-
rencias persisten de una m a-
nera notoria.
E l
movimiento español tuvo
q u e
pasar forzosamente
p o r
es tas fases indispensables
para
la
organización
de la lu-
c h a
clandestina, pero
s i no
buscamos s u s orígenes y las
razones de su desarrollo c a e -
ríamos como tantos otros
e n
errores
q u e y a n o s h a n
per ju-
dicado bastant e.
Antonio Vilanova publicó
e n
e l año 1969 «Los Olvidados»
(3) ,
primer libro sobre
las
aventuras , desventuras
y lu -
chas
de los
exiliados.
L o s d o -
cumentos
q u e h a n
servido
d e
fuentes para la mayor ía de los
capí tu los
d e
este libro
s o n s e -
rios
y
auténticos
y
abarcan
n o
solamente
l a
historia
de los
españoles sino
la de la
Legión
«E l trabajo d e Tuñón d e Lara e s serio y pre-
senta
e n
pocas páginas
u n
historial cohe-
rente, pero s in duda m al aconsejado ha pu-
blicado estadísticas de un valor m uy relati-
vo...» (En la foto, Manuel Tuñón d e Lara).
(3 )
«Los Olvidados».
Lo s
exiliados
es-
pañoles en la segunda guerra mundial.
Antonio Vilanova. Ediciones Ruedo Ibé-
rico, 1969, París.
26
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Estado Mayor
de la
Agrupación
d e
Guerrilleros Españoles
e n
Francia.
(De p i e , de
izquierda
a
derecha:
e l
teniente médico Rovira,
e l
capitán
S. Vizcaíno, e l general Luis Fernández, e l comandante López-Oce|a, el coronel Miguel Angel Sanz y el capitán Marín. D e rodillas, e n primer
término, e l capitán Mames y el coronel García-Acevedo. Apoyado en la pared, a la izquierda, eltenlente Numes Mestres).
Extranjera francesa y la de los
campos alemanes
d e
extermi-
n io e n
general.
H a
copiado
también e l auténtico diar io d e
la 9.
a
Compañía de la 2.
a
D .B .
(4), escrito por e l capitán
Drónne y obtuvo testimonios
fidedignos
de la
actuación
d e
lo s españoles en los frentes d e
la
Unión Soviética.
S i n e m -
bargo, el capítulo int i tulado
« L a
Resistencia
y e l
Maquis»
h a sido e l primer paso para
crear la confusión q u e a ú n
persiste
e n
cuanto
a la
espon-
taneidad y la diversidad de las
guerrillas españolas q u e tira-
b a n cada u n a p o r s u lado s in
orden
n i
concierto;
e
igno-
rando
l a s
caracter íst icas
d e
aquella lucha, l a s dificultades
para e l desplazamiento d e l a s
unidades
e
incluso
la
geogra-
f í a
francesa,
el
autor quiere
hacemos creer q u e e n aque-
llos tiempos cualquiera podía
hacer la guerra p o r s u cuenta y
q u e l a s guerrillas españolas
nacían aquí y acullá como las
setas en los bosques.. .
En lo s
últimos años
h a n a p a -
recido libros m á s veraces,
(4) Segunda División Blindada.
pero casi todos c o n cier ta t e n -
dencia
a
sostener
la
tesis
de la
espontaneidad y a la exagera-
ción
de los
efectivos
y d e l n ú -
mero d e l a s operaciones reali-
zadas.
Hace unos meses
h e
leído
a ú n
u n
artículo sobre este tema
d e
Eduardo
d e
Guzmán
en la r e -
vista Triunfo. D o s pár rafos d e
este artículo, q u e comenta la
aparición
d e l
libro colectivo
« E l Exilio Español d e 1939»
( 5 ) , me h a n
dejado perplejo:
«Espontáneamente,
sin
planes
madurados previ ámente,
sin es-
trechos contactos entre
sí, sur-
ge n
aquí
y
allá grupos
de
sabo-
taje y combate españoles, mu-
chos
de los
cuales consideraba
n
esta lucha contra el nazismo
como simple continuación
de
la que
veinte meses atrás soste-
nían
en
España...»
—-y m á s
adelante— «... Por lo
menos
50.000 españoles se batieron de
una u
otra manera
al
lado
de
Francia»,
escribe Tuñ ón d e
Lara..., y a l final d e l a página
38 « . . .
Aparte
d e
cooperar
c o n
(5) «El Exilio Español de 1939». Obra
dirigida po r José Luis Abellán. Taurus
Ediciones, S. A. 1976.
s u esfuerzo y su sangre a l
aplastamiento alemán
e n m á s
de la mi tad d e lo s depar ta-
mentos galos,
son
exclusiva-
mente grupos españoles los
q u e
liberan cuatro
de
dichos
departamentos (6).
L a lectura d e este artículo m e
h a hecho examinar mucho
m á s
despacio «Los Españoles
en la II Guerra Mundial» d e
Manuel Tuñón
d e
Lara
(7) . El
t r aba jo d e este historiador e s
serio
y
presenta
e n
pocas
p á -
ginas
u n
historial coherente,
pero s in duda m a l aconsejado
h a
publicado estadíst icas
d e
u n valor m u y relativo y sobre
todo
h a
reproducido
u n
mapa
d e Francia en e l que se indica
c o n signos convencionales q u e
h a y cua t ro depar t amentos
q u e h a n sido «liberados to -
t a lmen te p o r combat ientes
españoles».
(S e
trata
de los
depar t amentos de los Bajos
P i r ineos , l l amado ac tua l -
mente Pirineos Atlánticos, d e
(6) El subrayado es del autor.
(7) «Los Españoles en la II Guerra
Mundial
y
s u participación en la Resis-
tencia francesa». Capítido firmado por
Manuel Tuñón de Lara en la obra citada.
27
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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lo s Altos Pirineos, d e l Ariége y
de los P i ríñeos Orienta les).
M e
imagino
l a
cara
q u e p o n -
drán lo s combatientes france-
s e s q u e h a n
luchado
por la l i-
beración
d e
esos departamen-
t o s
cuando lean este grave
error q u e ellos tomarán p o r
u n a «tartarinada» española
s i n hacer u n d r a m a por e l
afecto
q u e n o s
tienen aunque
la
procesión
i r á p o r
dentro. ..
¡ N o h a habido ningún depar-
tamento f rancés q u e haya sido
l iberado exclusivamente p o r
l o s españoles Q u e esta dene-
gación categórica sirva t a m -
bién d e ment í s a los autores
q u e h a n comet ido e se «lapsus
ca lami» p o r ignorancia y de
buena fe .
Duran te lo s largos años de la
ocupación alemana, cientos
d e
españoles lucharon
e n mo -
vimientos, redes
y
unidades
francesas. Pero
e l
hecho
m á s
impor t an t e en la historia d e
nuestra emigración fue la o r -
ganización, en la masa de re -
fugiados, de un movimiento
español d e resistencia q u e
llegó a formar un idades d e
guerri l leros q u e combatieron
hasta
la
liberación
en la ma-
yoría
de los
depar tamentos .
Para explicar este fenómeno
tenemos
q u e
decir c laramen-
t e ,
aunque
n o s
acusen
d e s e c -
t a r i smo, q u e l a reorganiza-
ción
d e l
Part ido Comunista
d e
España desde lo s primeros
días d e l exilio f u e u n fac tor d e -
t e rminante para la creación
simul tánea
d e u n
organismo
d e
masas ,
en e l que se
concen-
t ra ron l a s fuerzas m á s sanas
d e u n a
emigración forzosa-
mente desmoral izada por la
derro ta d e l ejército republi-
cano y p o r l a fa l ta d e perspec-
tivas ante la aplastante victo-
r i a hi t leriana, y d e grupos d e
guerri l leros españoles
q u e
comenzaron a actuar inmedia-
t amen te en la zona ocupada e
incluso precedieron
a los g ru-
p o s a rmados f ranceses en la
llamada «zona libre». Esto n o
Monumento erigido a la memoria d e Juan
Jiménez, comisario
d el
Grupo Carlos
(Bri-
gada
«A» de la
Dordogne),
de l
guerrillero
Antonio Rabaneda y de l resistente italiano
GiovanniBagnara.
debe ignorarlo ningún histo-
r i ado r
y lo s q u e
verdadera-
mente h a n hecho la resisten-
c ia lo reconocen como un he-
c h o indudable s e a cual sea su
manera
d e
pensar
y s u s c o n -
vicciones polít icas. Alberto
F e r n á n d e z e s c r i b i ó en e l
n ú m . 2 8 d e
Avance,
e n
febrero
de l 72 , haciendo la crí t ica d e
u n l ibro m í o publ icado e n Cu -
b a : « S e
reprochará
p o r
algún
mal in tenc ionado
q u e e l
libro
habla e n par t icu lar de las ac -
t ividades propias
a l
Partido
Comunis ta d e España. . . A est a
objeción respondemos noso-
tros q u e n o h a lugar a ofensa
y a q u e ,
h i s tó r icamente
h a -
blando, sólo
e l
P.C.E., colecti-
vamente, s e h a compromet ido
en la Resistencia, h a movili-
zado a cuadros y mi l i tan tes e n
la tarea inmensa d e const i tuir
u n a
fuerza a rmada
c o n l a q u e
h a n tenido q u e contar amigos
y enemigos, como lo muestra
e l balance positivo d e nuestra
part icipación
en la
lucha
c o -
m ú n
cont ra
el
hitlerismo...
Hubo socialistas, anarquistas,
republ icanos
e n l a s
filas
de la
resistencia interior... , pero
únicamente e l PCE en t ró d e
lleno,
co n
a r m a s
y
bagajes ,
e n
este combate. Repetirlo e s ju s -
ticia...»
(8).
L a difícil tarea de la reorgani-
zación d e l P C E f u e a ú n m á s
compl icada
p o r l a
división
d e l
país
e n d o s
zonas separadas
p o r u n a línea d e demarcación.
L a delegación d e l Comité C e n -
tral en Francia organizó u n a
comisión
d e
t r aba jo
en la
«zona libre»
y u n a
dirección
m á s difícil d e controlar e n
zona ocupada.
Jaime Nieto, Celadas y S á n -
chez Esteban formaron
e l co-
mité
de la
zona
s u r ;
José
M i-
r e t , Nadal y S . Vizcaíno reor-
ganizaron e l PCE y e l Partido
Socialista Unificado d e Cata-
luña en la zona ocupada. M a -
nuel Azcárate (Juan), de la de -
legación d e l Par t ido en Fran-
c i a ,
pasó varias veces
la
línea
d e
demarcación para estable-
c e r e l
enlace
y d a r
instruccio-
nes a los dirigentes de la zona
ocupada . E l t r aba jo d e orga-
nización de la Unión Nacional
Española (UNE),
q u e
sirvió
d e
soporte
y
reserva
a l
movi-
miento español armado, se
rea l izó s imul táneamente e n
la s d o s zonas.
L a
organización
de la
resis-
tencia española
e n l a
zona
(8) Avance. Núm. 28. Febrero de 1972.
28
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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norte
se
adap ta
a la s
difíciles
circunstancias creadas por la
ocupación alemana y su es-
t ructura e s m u y diferente d e
la que se
creó
m á s
tarde
en la
zona s u r . En l a zona norte lo s
guerrilleros
n o h a n
tenido
nunca u n verdadero Estado
Mayor. E l comité de l PCE d i-
r igía directamente e l movi-
miento arma do l imi tándose a
n o m b r a r
en e l
seno
d e l a d i -
rección u n delegado militar.
L a s
unidades
m á s
impor tan-
te s operaban bajo e l control d e
la
Organ izac ión Espec ia l
(O.S.)en lo s pr imeros t ie mpos
y de los FTPF desde s u consti-
tución. Hubo, s in embargo,
unidades q u e dependían d i -
r ec tamente d e l comité de l
P C E d e París, pero n o llegaron
a tener el a r m a m e n t o y la o r -
ganización necesaria hasta
bien entrado
e l a ñ o 4 4 .
L o s
pr imeros contactos
con
lo s dir igentes de la O.S . se h i -
cieron e n familia, puesto q u e
casi todos lo s dirigentes eran
antiguos combatientes fran-
Un batallón de la 3 .
a
Brigada d e Guerril leros Español es desfi lan do po r l a s ca l l e s d e S t . Girons(Ariége).
29
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Domingo Tejero, segu ndo jefe
d e l
d es taca-
mento español F.T.P.
d e
París, murió
lu -
chando contra la Gestapo e n e l Metro «Bot-
zarfs» a f inales d e noviembre d e 1942 .
ceses
d e l a s
Brigadas Interna-
cionales e n España . E l coronel
Dumont, antiguo jefe
de la
XIV
o
Brigada Internacional,
m a n d a b a l o s grupos de la O .S.
y
Conrado Miret
M u s t é , h e r -
mano d e José Miret, e r a e l jef e
d e l a s
u n i d a d e s a r m a d a s
compues tas d e hombres y de
mujeres antifascistas d e todos
lo s países miembros de la
M.O.I.
L o s
pr imeros grupos
de la O.S .
de la
Juventu d Comunista
y de
la M.O.I. efectuaban c o n f r e -
cuencia l a s operaciones c o n
equipos mixtos, puesto q u e e l
reclu tamiento e r a selectivo y
l i m i t a d o . Co n r a d o Mi r e t
Musté realizó varias opera-
ciones c o n lo s franceses que le
conocían
c o n e l
nombre
d e J u -
lien, mientras
q u e s u s
cama-
r a d a s de la M.O.I. le l lamaban
Alonso. A fines del 41 y princi-
pios
d e l 4 2 ,
muchos resisten-
t e s cayeron e n manos de la
Gestapo y entr e ellos Con rad o
Miret Musté, fundador
de los
Francot i radores de la M.O.I.
Conrado Miret
n o
llegó
a s e n -
tarse c o n s u s c a m a r a d a s en el
banqui l lo
de los
acusados,
e l
15 de abril d e 1 9 4 2 , duran te e l
célebre proceso de la Casa d e
la Química. L a Gestapo lo h a -
b í a tor turado hasta provocar
s u
muerte algunos días antes
de la aper tu ra d e l proce so.
L a
dirección
d e l PCE
nombró
a
Buitrago, antiguo jefe
d e
E . M . d e l X I V Cuerpo d e G u e -
rr i l leros durante l a guer ra d e
España, delegado militar para
la formación d e grupos d e
guerrilleros españoles en la
zona ocupada, pero pocos días
después de su l legada a París
f u e
detenido
p o r l a
Gestapo,
tor turado
y
abandonado
e n
estado comatoso e n u n hospi-
t a l d e
París.
Al
poco tiempo Montero
f u e
designado como responsable
d e l apar ato mi l i tar en la zona.
Bajo
el
mando
d e
este jefe,
c a -
p a z y dinámico, los grupos es -
pañoles s e organizaron e n v a -
r ios depar tamentos
y
pr inci-
palmente e n Burdeos y París.
E n Charante, Goytia y Fran-
cisco López organizaron
d e
acuerdo c o n l o s FTPF l o s g r u -
p o s
españoles. Goytia, perse-
guido p o r l a Gestapo se incor-
poró a los grupos d e Burdeos.
Francisco López y Cuadras
cont inuaron en la dirección y
real izaron importantes sabo-
ta jes e n l a región.
L a Gironda e ra e l centro de la
res is tencia española
en el
sur-oeste dirigida p o r Quesa-
d a ,
Castillo, Lagos, Colina
y
Orejón. L o s guerrilleros esta-
b a n
ag rupados
en e l
destaca-
mento F.T.P.F. R . 3 . español d e
Pequeño monumento q u e recuerda e l com b ate d e l o s Guerrilleros Españoles y los FTPF de l
MAQUIS
de « L a
Crouzette» (Ariége).
3 0
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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C A R T A D E F E L I C I T A C I O N
DIRIGIDA POR LA MISION FRANCO-INGLESA
I A L A
T E R C E R A B R I G A D A E S P A Ñ O L A
Llegada
en
avión
y
descendida
en paracaidas en el Ariége, e l B
de agosto, la Misión interaliada, compuesta por e l comandante inglés
Grypte,
e l
comandante francés Anbe,
el
teniente
de
radio canadiense
Hibon,
e l
subteniente francés Rale
y e l
sargento francés Ganovas,
h a
sido recibida
por la
Tercera Brigada española
q u e
manda
*1 co-
mandante Royo.
D el
8 a l 25
de agosto,
l a
Misión
h a
trabajado
en
estrecha colabo-
ración
con la
br ig ada española.
E l
comandante inglés y el.coman-
danta francés expresan su gratitud
a l a
Brigada
por los
numerosos
servicios prestados y la gr an hospitalidad ofrecida durante los
momentos difíciles.
E l
objeto
d e
nuestra misión
en el
departamento
e r a
destruir
a
lo s
alemanes,
y
nuestra misión pudo
llevarse
a
cabo
gracias sobre todo a la
Tercera
Brigad a.
La Misioa.se complace en felicitar a todos lo i soldados de la Ter-
cera Brigada
por el
magnífico coraje
de que han
dado pruebas
en el
curso
de los
combates librados
del 19 al 22 de agosto. Entre lo s
actos
de
heroísmo realizados
es
difícil citar casos especiales.
N o
obstante,
tenemos que hacer resaltar l a actuación admirable deljefe d e Brigada
Royo, jefe verdadero desde todos
lo s
puntos
d e
vista, quehadérpos-
tradó"valor a toda prueba manteniéndose siempre f o n s u 6 hombres
en primera linea; y del comandante Madriles, que resulto herido de
alguna gravedad, magnifico en ímpetu y valentia, quien llevo siem-
pre a los hombres adelante.
L a
Misión hará
lo
posible
por
obtener citaciones quo*los
comba-
tientes
de la
tercera Brigada
han
merecido
co n
creces
Los miembros do la Misión se sienten orgullosos de haberse batido
a l lado de los españoles, lo s cuales son únicamente perfectos guerre-
ros que
luchan
por un
ideal
y que. oon su
abnegación
y
-coraje,
ban
liberado
e l
Ariége
Foix, 1* de septiembre 1944.
E l
Comandante inglés ORYPTE
V R.
PROBERT
E l
Comandante francés AUBE
(Verdadera idsntidad: Comandan*
•v/"ávA . - 3 ... .
Articulo laudatorio aparecido en #1 órgano d a expresión «llberatión», de la 3." Brigada,
adscrita a la 26 División, e n su mayor parte compuesta p o r antiguos combatientes da la
guerra d e España.
la Gironda y los principales je -
fe s
fueron Goytia, Cosme
y
Caspueñas.
E l
grupo realizó
veinte operaciones importan-
te s y
entre ellas siete atenta-
d o s
contra
l a s
fuerzas
d e o c u -
pación.
En el 42 se organizaron t a m -
bién grupos españoles en el
Loiret,
en e l
Loir
e t
Cher,
en el
Cher,
en e l
Yonne,
en e l
Eu re
y
sobre todo u n movimiento
m u y sólido e n Bret aña.
En la
región parisina,
lo s p r i -
meros grupos armados
de la
M.O.I. subordinados
al Co-
mité militar FTPF
se
forma-
r o n
du ran t e
lo s
pr imeros
m e -
ses de l 42 bajo e l mando de l
comandante Olivier (Boros
Holban), antifascista rumano,
d e
Carol, antifascista checo
y
d e Emanuel , nombre d e g u e -
r r a d e u n guerril lero español.
E l segundo destacamento (es-
pañol) dependía d e esta direc-
ción, aunque
e r a
Montero
s u
v e r d a d e r o d i r i g e n t e . S u s
principales combatientes f u e -
r o n : Sandalio Puerto, jefe de l
destacamento; Domingo Teje-
ro ,
segundo jefe; Emiliano
Fernández, Pérez-Troya, Ce-
lestino Alfonso, « E l America-
n o » , Reina, María Llena, Te-
resa García, e t c . E l grupo
llegó a tener 2 0 guerril leros
siendo p o r tan to u n a d e l a s
unidades m á s impor t an t e s e n
aquella época.
Tejero había luchado primero
c o n u n g rupo francés y cu ando
se incorporó a l des tacamento
español había realizado 10
operaciones d e sabotaje y tres
a ten tados cont ra o f ic ia les
alemanes.
E l balance d e l a s acciones de l
2 . ° destacamento español es
v e r d a d e r a m e n t e i m p r e s i o -
nante hasta e l 30 de sept iem-
bre de 1942 , fecha d e l aú l t ima
operación. Tres guerril leros
arro jaron u n a bomba contra
u n grupo d e milicianos d e Do -
riot vestidos co n uniforme
alemán durante u n a parada
mi l i ta r
en el
pat io
de l
cuartel .
Emil iano Fernández f u e c e r -
cado y detenido p o r l a policía
después
de la
operaci ón.
U n a
verdadera serie negra
había diezmado lo s cuadros y
lo s
guerri l leros
d e
toda
l a
zona
ocupada desde e l me s d e jun io
de 1942 . En
Bretaña, casi
to -
d o s l o s responsables de la o r -
ganización española fueron
detenidos y algunos tortura-
d o s y asesinados p o r l a poli-
c ía . 1 3 5
resistentes españoles
fueron enviados a la cárcel d e
« L a Santé» d e París para se r
juzgados
p o r lo s
t r ibunales
franceses. E n Charante, Fran-
cisco López y los principales
jefes caen e n manos de la poli-
c ía y después d e increíbles
«interrogatorios» terminan s u
calvario en los campos d e e x -
terminio.
E n París, toda la dirección d e l
P C E , salvo Elisa Uliz, que se
a r r o j ó "
p o r u n a
v e n t a n a
31
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 32/132
cuando llegó a s u casa l a poli-
cía, y los mejores guerrilleros
d e l des tacamen to español f u e -
r o n detenidos. Tejero murió
combat iendo contra
lo s
agen-
t e s d e l a Gestapo en e l Metro
Botzaris. Montero, Sandalio
Puerto, Pérez-Troya, Gonzá-
l e z , Olaso, Perramón, José M i-
r e t y
tant os otros pasaron
a la
jur isdicción alemana y fueron
depor tados
a los
campos
de la
Alemania nazi. José Miret,
organizador d e l a resistencia
española
en la
zona ocupada,
mur ió e l 17 de noviembre d e
1 9 4 4
duran te
e l
bombardeo
d e l
K o m m a n d o
d e
Florisdorf.
E n
real idad
f u e
asesinado
p o r
e l jefe d e l kommando , e l SS
Strei twiesser , q u e d i o e l tiro
d e
gracia
a
todos
lo s
heridos
considerados inúti les para e l
t rabajo .
En la Gironde, lo s comisarios
Poinsot y Anglade q u e t raba-
jaban bajo l a s órdenes d e
Dhose, jefe de la Gestapo en el
sur-oeste, sirviéndose
d e d o s
t ra idores q u e n o pudieron s o -
por ta r la tortura, llegaron a
detener a 5 0 resistentes fran-
ceses
y
algunos españoles.
L a
si tuación creada p o r estas d e -
tenciones
e r a
verdaderamente
difícil y hubo q u e cambia r el
m a n d o
y l a s
estructuras ut i l i -
zadas hasta entonces. Tres e s -
pañoles fueron designados
para formar e l nuevo comité
regional F T P : Sáez (Teo), c o -
misar io d e efectivos; Goytia,
comisario técnico y Cosme,
comisar io d e operaciones.
Sorprend ida p o r l a rápida
reorganización
de los
grupos
d e acción, la Gestapo utilizó
s u s indicadores menos q u e -
mados
y a
pr incipios
de l 43 la
nueva dirección f u e detenida
p o r lo s esbirros d e Dhose.
Goytia fúe e l úl t imo detenido
y
siguió
el
trágico camino
d e
s u s predecesores: tres meses
d e
«interrogatorio»,
e l
fuerte
d e Romainvil le y e l campo d e
Mauthausen.
E l m e s d e marzo d e 1 9 4 3 c o -
P rl t l on cros i l i m i n H h ech o* po r l o * F.F.I. españ ol* *, al liberar Folx
mienza
e n
París
el
proceso
d e
«los terroristas» de la Unión
Nacional Española
q u e n o
terminó hasta el 17 de mayo.
L a mayor ía de los 135 proce-
sados, entr e l o s cuales habían
seis mujeres, fueron condena-
d o s a penas d e prisión gracias
a l a
habi l idad
de los
abogad os
q u e alegaron l a falta d e prue-
b a s y l o s
detenidos
e n f l a -
grante deli to a trabajos forza-
d o s .
Estos últimos fueron
e n -
viados a la Central d e Eysses
e n e l Lot-et-Garonne en donde
s e
reunieron
c o n lo s
espa ñoles
procesados en la zona s u r y
t a n t o lo s unos como lo s otros
part iciparon
en la
s ublevación
de la prisión y terminaron en
e l
c a m p o
d e
exterminio
d e
Dachau.
El 21 de febrero de 1944 el
Tribunal Mili tar alemán
p r o -
nunció veint i t rés conde nas d e
muerte. Todos eran extranje-
ros y
entr e ellos
se
encont raba
Celestino Alfonso, supervi-
viente
d e l
des tacamento
es-
pañol de la M.O.I. incorpo-
rado a otro grupo d e esta o r -
ganización, acusado d e haber
ejecutado a l Dr . Wallenher , a l
general v o n Ri t ter y a l co-
m a n d a n t e
d e l
«Gran París»,
general v o n S c h a u m b u r g (9),
a s í
como
d e
haber part icipado
e n varios sabotajes y part icu-
larmente
e n e l
incendio
de l ga -
raje de la calle d e Chaillot. S u
fotografía figura en el célebre
«Cartel Rojo» y s u nombre e n
(9) M.
Fierre Bourget presenta otra
ver-
sión de l atentado en el periódico «Le
Monde» del 27 de febrero de 1965. Este
señor cree que el coche er a efectivamente
el del comandante del«GranParís»,pero
qu e este ultimo no era von Schaumburg,
sino su reemplazante.
32
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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la
placa
d e u n a
calle
d e
Ivry-
sur-Seine.
U n a
nueva dirección
de l P C E
dirigida
p o r
Sánchez Biedma
(Torres)
y en l a qu e se
encuen-
t r a d e nuevo S . Vizcaíno, e v a -
dido
de la
cárcel
d e « L a S a n -
t é » ,
reorganiza
l a
resistencia
e n
toda
la
zona. Barón
( R o -
bert) s e encarga d e l apara to
militar.
E n
Bretaña
se
forman nuevos
grupos
a
pesar
de l a s
numero-
s a s
detenciones
e n
Rennes
y
e n S t .
Malo. Gutiérrez forma
grupos
d e
guerril leros
e n v a -
rios depar tame ntos bretones y
Pedro López realiza
en la
capi-
t a l con un
equipo reducido
u n a
serie
d e
operaciones
es-
pectaculares.
En la
época
d e l
desembarco,
los
resistentes españoles
d e B r e -
taña habían perdido
s u s
mejo-
r e s camaradas . E l mismo 6 de
junio los alemanes fusi laron a
Pedro Flores
y
ocho guerrille-
ros de su grupo en l a s tapias
d e l
cuartel
d e l
«Colombier».
Pero
la
lucha
de los
españoles
cont inuó e n esta última etapa
e
incluso después
de la
libera-
ción
de la
región,
u n a
sección
española combatió
en e l
fren te
d e Lorient.
E n e l
d e p a r t a m e n t o
n o r -
mando
de e l
Eure, Gutiérrez,
Fidel Marín y Mart ínez f o r -
m a n u n
verdadero «Maquis»
y
luchan hasta
l a
liberación
de l
departamento. Este «Maquis»
(homologado con e l nombre
d e Maquis español d e C o n -
ches)
s e
dispersó
e n
tres
g r u -
p o s . U n o
luchó durante algu-
n o s
días
con los
carros ameri-
canos hasta
la
frontera belga;
e l
grueso
de l a
fuerza perma-
neció
en e l
depar tamento
y un
destacamento bajo
e l
mando
d e
Jaime Caya
f u e
enviado
a
París para reforzar
los
grupos
q u e
luchaban
en l a
capi tal.
En l a
Nievre
l a U N E
movilizó
8 0
españoles
c o n u n
a r m a -
mento
t a n
precario
q u e
tuvie-
r o n q u e
incorporarse
a los
movimientos franceses:
« M a -
quis»
F T P
«Roland», Maquis
«Cami l l e»
d e
L i b e r a t i o n -
Nord, «Maquis Mariaux de l
Front National». Luis Blanco
f u e e l
consejero técnico
de l
«Cuerpo Franco Homére ».
„ , E n l a Cote d ' O r lo s españo les
se
incorporaron
a l
grupo
in -
ternacional deNicolais .
E n e l
Cher,
lo s
guerril leros
fo rmaron u n a compañía es-
pañola
q u e
luchó
con e l l .
e r
Regimiento Popular Berri -
chon,
en e l
Yonne guardaron
s u
propia estructura
y en el
Indre-et-Loire organizaron la
sección autónoma
d e
Guerri -
lleros Españoles n.°501
f o r -
mando par te
d e lo s
FTPF.
L a
reorganización
d e l s u r -
oeste había sido iniciada p o r
Castillo
d e
acuerdo
c o n « R o -
ger»
(S .
Vizcaíno) agrupando
l a s fuerzas españolas para
fo rmar u n a unidad regional.
Barón (Robert), delegado m i-
l i tar de la dirección d e París
tuvo u n a entrevista c o n Mateo
Blázquez (Marta) instructor
español
d e l
batallón FTPF
Arthur d e l Lot-et-Garonne y
decidieron crear,
c o n l a s
fuer-
z a s d e Castil lo y de l a s otras
Buitrago,
u n o d e b s
jefes militares
de la
zona ocupada, torturado y ases i n ad o por la
Gestapo e n e l a ño 1 0 4 2 .
formaciones
de l a
región,
la 24
División deG.E.
El 25 de
julio
l a
unidad estaba
const i tu ida
c o n l a
siguiente
estructura:
Jefe
d e
División: Mateo Bláz-
quez (Marta); Comisario Polí-
tico: Corachan (Vicente), Jefe
de E. M. : Julio Martí nez
3 1 .
a
Brigada. Jefe: Casado.
Comisario político: Alba.
1 3 .
a
Bri gad a. Jefe: Fran^ois. Comi-
sario político: Germán. 2 0 .
a
Bri gada . Jefe: Quílez. Comisa-
r i o
político: Huesca.
4 .
a
B r i -
ga da. Jefe: Castillo. Comisar io
político: Alvarez.
L o s
guerri-
lleros de l a 24 .
a
División lu -
cha ron
en los
principales
comba te s de la liberación de l
sur-oeste
y s u
jefe Mateo Bláz-
quez (Marta)
f u e
condeccr odo
con l a
Cruz
d e
Caballero l
. la
Legión d e Honor y la Cruz d e
Guerra
c o n
Palma.
N o puedo terminar este b o s -
quejo de la organización de la
resistencia española
en la
zona norte
s in
escribir unas
líneas sobre
l a
liberación
d e
Párís.
Como
e l
tema
e s
harto cono-
cido m e l imitaré a d a r algunos
detalles respecto
a l o s
efecti-
v o s .
Casi todos
lo s
libros
p u -
blicados sobre la resistencia
española
e n
Francia reprodu-
cen e l pá r ra fo de la página 541
d e
«Les FTP»
de
Charles
T i-
llon
(10) :
«Más
d e
cuatro
m i l
españoles part ic iparon
t a m -
bién
en la
insurrección parisi-
na...» Y o mismo, e n m i pri mer
libro sobre este tema, publi-
cado
en e l año 71 ,
reproduje
e l
párrafo c i tando
la
fuente,
aunque sabía perfectamente
q u e n o e r a
verdad. Pero
e n
aquellos tiempos estábamos
completamente olvidados y si
e l
jefe nacional
de los F TP
exageraba nuestra part ic ipa-
ción
en la
insurrección cuan do
nadie
n o s
ci taba
e n
ningún
li -
(10) Charles Tilbn. .Les F.T.P.. Té
moignage pour servir á l'Histoire de la
Résislance. René Julliard. París,
1962.
3 3
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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b r o ignorando nuestros c o m -
bates
e n
todos
lo s
depar t a -
mentos n o quise desmentirlo
aunque debiera haberlo
h e -
c h o . Ho y s e c a e e n e l extremo
contrario. Casi todos
lo s
escri-
tores españoles exageran
los
efectivos d e u n a manera in -
creíble y h a llegado por lo
tanto
l a
hora
d e
decir
la ve r -
d a d .
L o s
guer r i l leros españoles
combat ieron c o n l a s unidades
F.T.P. baj o e l mando d e Roge-
l io
Puerto
y lo s
compatr io tas
movil izados a úl t ima hora p o r
l a U N E
lucharon
e n l a s
filas
d e
l a s F.F.I. y de las Milicias P a-
t r iót icas. Part iciparon
en las
operaciones d e l a ocupación y
defensa d e l a s alcaldías d e
Montreuil , del 10.°, del 19.° y
de l 15 .° distr i tos. Combatie-
r o n e n l a plaza de la Concordia
(donde murió Barón, respon-
sable d e l aparato mil i tar) , e n
M L m í i h -M
16i REGION MIUTAIRE p |
É I
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N- 67: $ CAB i P
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ORDRE N° 57
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Au momenrofc les Unités de Guerrilleros Espagnoís sont appelés
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d é p o s c r o ^ & a i l í s r n m e n t servies <bns
BK;?hero;qutment souienue contre Ventahisseur nazi,
le
General Commandant
f U i6^R^ipn1ie^^Íir adre«er fe iémoigruge de la reconn3Íssanw et |¿
II ieur adresse aussi se*> reroercicments pcrsonnels pour les nobles
fÉJsentíments á fégard de la F ranceChef s de ees tlñités ont bien
i »
¡ H I
5¡ Smclinan* de^^líi ?lia¿inoire de ceux qui sont lombés pour ui§|
;
::":MUsc sacrée, il salue fiércinent es Guerrilleros Espagnols qui, épris d un
:: Libératiou
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W&*SL
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Command*n
. ' . .Vi '•
lé 16'
R*#on MÉUlli
Orden
d e
desmovilización
de l a s
Unidades
d e
Querrlleros Españoles
q u e
actuaron heroi-
camente
en la
Francia ocupada
por l o s
nazis.
El
texto dice:
«En al
momento
e n q u e l a s
Unidades
d e
Guerrilleros Españoles
s o n
llamadas
a
deponer
l a s
armas
d e l a s q u e s e h a n
servido valientemente
en la
lucha heroica sostenida frente
al
Invasor nazi,
e l
General-
Comandante
de la 16.
a
Reglón
s e
complace
e n
expresarles
e l
testimonio
d e l
reconocimiento
y
simpatía
d e l
Ejército francés.
»Les expresa Igualmente
s u
gratitud personal
p o r l o s
nobles sentimientos
q u a c o n
respecto
a la
Francia
l e han
demostrado
l o s
J e f e s
d e
estas Unidades.
-Inclinándote
ante
la
memoria
de l oa que han
c a ldo
p o r u n a
causa sagrada,
s e
enorgullece
e n
saludar
a l o s
Guerrilleros Españoles
q u e ,
animados
p o r u n
Ideal común,
han
ayudado
a
s u s camarades franceses en la Liberación de l a Patria».
El
General ZELLER
Comandantede
la 16.
a
Reglón Militar.
Firmado: Zeller. Destinatari os:
L os
Batallones Españoles
d e
Segurlded,
3.° y 5.° Y el
Batallón
D s / c .
Subdivisión
d e
Perplgnan.
34
la plaza de la Opera, en la de la
República,
en la
Escuela Mili-
t a r y e n l a s bar r icadas del 11
20 .° , 14 .° , 18 .° , 12 .°y 9 .°dis t r i -
t o s . Honradamente s e puede
calcular q u e unos 5 0 0 españo-
le s par t ic iparon e n estos c o m -
bates algunos d e ellos arma-
d o s únicamente c o n botel las
d e gasolina convert idas e n
cocktails Molotof.
Después
de la
liberación,
d o s
compañías españolas bajo e l
m a n d o d e Rogelio Puerto se
incorporaron a l «Batai l lon
Liberté» acantonado
en e l
cuartel d e Reuilly. Muchos
españoles estaban armados
c o n lo s fusiles y pistolas a m e -
t ral ladoras cogidas a los a le -
manes.
E n
cuanto
a los
efectivos
de la
9 .
a
Compañía
d e l
Capitán
Dronne lo s precisa bien e l te s -
t imonio d e l alférez Grane l 1:
«... Hoy
puedo decir...
que la
vanguardia
de la
División
Le-
clerc
que se
encontraba aquel
día en frente de VHotel de Vi-
lle"
estaba compuesta sola-
mente
de 120
hombres
y 22
Half-Tracks , carrosy vehícu-
los...»
(11).
En la llamada zona libre, e l
P C E organizó también simul-
t áneamente
la
Unión Nacio-
n a l Española y los pr imeros
grupos
d e
guerrille ros.
A fines de l 41 , la dirección d e
la zona pidió a la s organiza-
ciones d e base u n cier to n ú -
mero d e mi l i tantes c o n expe-
r iencia mil i tar para formar
pequeñas un idades
e n lo s
bosques
de los
depar t amentos
d e l
Aude
y del
Ariége.
L o s
pr imeros maquis eran
e n
realidad tajos forestales
e n lo s
q u e algunos leñadores q u e
t r aba jaban l ega lmente
p o r
(11) Relato de l alférez Gramil publi-
cado en los números 1 y 2 del periódico
editado en París «Heraldo de España»
del 7 y 14 de septiembre de 1946.
Cuando al día siguiente llegaron los
otros elementos de la compañía hubo
cerca de doscientos españoles qu e parti-
ciparon en los últimos combates de la
capital.
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 35/132
Ceremo nia militar e n P a u e n l a que fueron condecorados co n la C ruz de Querrá ocho oficiales y guerril leros es pañol e a.
u n a empresa, servían d e p r e -
texto para la instalación d e u n
grupo d e guerrilleros. Esas
explotaciones forestales
se ex-
tendieron rápidamente p o r
todo e l Mediodía y part icu-
l a r m e n t e e n l o s Pirineos,
puesto
q u e l a
leña
y e l
carbón
vegetal eran lo s únicos c o m -
bustibles q u e l os alemanes de-
jaban
a los
franceses
n o
sólo
para la calefacción sino para
a l imentar lo s gasógenos de los
automóviles.
En e l me s d e
abril
del 42 el
embrión d e l movimiento a r -
mado español
en la
zona libre
tomo e l nombre de l XIV
Cuerpo d e Guerril leros Espa-
ñoles
e n
recuerdo
d e l q u e lu -
c h ó e n España durante l a g u e -
r r a .
U n a v e z fo rmadas la s prime-
r a s
unidades,
c o n
efectivos
m u y
reduc idos ,
e l
P.C.E.
nombró u n verdadero Estado
Mayor
q u e
dirigía
l a s
opera-
ciones y e r a completamente
responsable d e s u s éxitos o de
s u s
fracasos.
E n u n a
reunión
celebrada e n Varilhes (Ariége)
pres id ida
p o r
Nieto, Ríos
fue
nombrado jefe d e l Cuerpo y
Silvestre Gómez (Margallo) se
encargó de la organización s in
dejar
e l
m a n d o
d e l
destaca-
men to
d e l
Cantal . También
se
es tud iaron l a s es t ruc turas y se
decidió l a formación de Br i -
gadas
y
Divisiones
d e
acuerdo
c o n lo s
efectivos
d e
cada
d e -
partamento. Esta nomencla-
tura podría parecer ridicula
dado
el
número
d e
guerril le-
ros y la penur ia d e a rmamen-
to , pero e n real idad se t rataba
d e
fo rma r unidades terri toria-
le s . La
Brigada
d e G . E . e r a u n a
formación depar tamen ta l y la
División u n escalón d e mando
in t e rdepa r t amen ta l .
Por lo
tanto esta denominación n o
implica d e ninguna manera
lo s
efectivos reales
d e
esas
formaciones militares clási-
c a s . L a Brigada d e G .E . e r a
u n a
unidad equivalente
a la
Región FTPF
y e l
número
d e
guerril leros y d e sedentarios
(reservas) dependía d e l a s c a -
racteríst icas
de la
emigración
política española en el depar-
tamento , d e l a rmamen to y de
l a s
posibi l idades
d e
organiza-
ción
d e
Maquis.
E n
algunas
capitales, como Toulouse, los
guerri l leros
s e
organizaban
e n
Grup os Francos.
L a s primeras brigadas orga-
nizadas fueron: la 5.
a
d e l Au -
de , la 3 .
a
d e l
Ariége,
la 1.° de
lo s
Pirineos Orientales,
la 7 .
a
d e l Tarn y la 2.
a
d e l Alto Garo-
n a . E l E . M . creó u n a unidad
especial
q u e
dependía direc-
t amen te
d e l
mando
d e l
Cuer-
p o . Esta formación se instaló
en el bosque d e Aston les Ca-
bannes (Ariége).
El 22 de
abril
de 1943 e l Maquis f u e ataca do
p o r sorpresa y casi todos los
guerril leros fueron detenidos.
Ríos pudo escaparse, pero in -
corporado a otra unidad, m u -
r i ó m á s tarde e n u n encuentro
c o n lo s
alemane s.
L a
represión contra
lo s c u a -
dros de l PCE y los guerr il leros
f u e t a n
dura como
e n l a
zona
norte. Jaime Nieto y Celadas
fueron detenidos
y
deport ados
a Buchenwald. Sánchez Este-
b a n
consiguió escaparse, pero
mur ió a los pocos días en la
frontera. También fueron d e -
tenidos
e
internados
o
depor-
tados Blázquez, Ferrer, T u -
riel, Manuel González
y
casi
toda lá dirección de la juven-
t u d : Peydtg, Viliacampa, G ó -
m e z ,
Tejero...
Silvestre Gómez
f u e n o m -
35
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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rtt"uftui(iur. rnAN(;.Ai«
. 9 -
XVI
ftéOiON MTMhC
^ f ' -
f
V
SUBDIVISION MILITAIRE
DE
CARCASSONNE
•»
cr i
o o l o n e l
Cnrca9»onnc. It 11 Avril 194$.
O R D R E D U JOITR
N'
5S. G
En vvn^
«ransmettant
les
adicux
du
Genóral
Commattflgnt l:« Región. jarirCMC aux Oíficiers, S011*-
Offiuer» tt Soldáis de* Baiaillon*» de GU tiRRl I.LF.ROS
mon
íalut cordial.
Habitúen á la discipline librement consentic des
Maqiii.H vou& avez ¿U, le moment venu, vous plic* aux
cxijjciiccs
de la vic
MllHttir< quotidkime parce
que
c'éraft
cncorc fttvlt.
A»i coiir* des combat» de Ja l.iluiratioí» vous ayez
de 11 ntcríeurp¿ »ve;j p
r»vani-i«anlci 'c snn£ í pa tio ci I
;
viin$nii ont 0u|¿:W.s¿
nomínele pouv
un
meme ideal, poiir
un
m£ine ideal
parrJotiqii';.
Au?«i atf m»>mcnf oti voiift déposez vo* armesVicio 1 tenses pour reprendra i'oufil, je liens a vouj. dirc ma
•fierté d'avoir cu son* nii* cnrtlrcs de» combatiente
que
voua,
|e
gav<ier«i¡
de
vous
le
raci'leur
>011
venir.
t e
C o l o r i d P I C A R O
C
.MUritáttllrt»»
i'i
Sy)vIIv[• ¡(¡íl:viic
ile t ARCAteUNNB.&flR
&»<• 1 PICARO
D EíiT IN AI : *
M* («
C<>m*rj-¡><Ju«
'fu 5* <»
Cíüi r«llvtw.
M fe
C&mma< <«n<>
^ S i'
nJfó.i
.i,-
CUicoiil» «ÍÍ>
fÍítl.lik#*'0Íí
»V
Pv»
T lftÉ"
:
d "h
Orden
del Día,
fechada
e n
Carcaaonne,
el 11 de
abril
de 1045, y
dirigida
a l
Comandante
de l
Tercer Batallón
d e
Guerrilleros,
al
Comandante
del 5.*
Batallón
d e
Guerrilleros,
y al
Batallón
«D »
Sund
i
visión
d e
Perplgnan.
El
texto dice: «Trasmitiéndoos
l o s
ad los e s
d e l
General-
Comandante
de la
Reglón (XVI),
y o
dirijo
a l o s
Oficiales, Suboficiales
y
Soldados
d e l o s
Batallones
d e
GUERRILLEROS
m i
cordial salu do.
«Habituados a la dleciplina libremente consentida de l o s Maquis, habéis sabido, llegado e i
momento, plegaros
a l a s
exigencias
de la
vida Militar cotidiana porque ello suponía
aún
servir.
»En e l
transcurso
d e l o s
combates
de la
Liberación habéis estado
c o n l a s
Fuerzaa Francesas
d e l
Interior, alempre
e n
vanguardia:
La
sangre española
y
francesa
h a n
corrido
y se han
entremezcl ado porun mis mo Ideal,
por un
mismo Ideal
de f e
patriótica.
«También
e n e l
Inatante
e n q u e
deponéis vuestras armas victoriosas para reemprender
vuestras tareas,
m e
complace expreaaros
e l
orgullo
q u e
siento
al
haber tenido bajo
m i s
órdenes
a
comba
ti
ent es com o vosotros.
"Guardaré
d e
vosotros
e l
mejor recu erdo.
El
Coro nel PICARO
Comandante
d e l a
Subdlviaión Militar
d e
Carcassonne.
brado jefe d e l Cuerpo y t ras-
ladó e l puesto d e m a n d o d e
Dalu (Ariége)
a
Bagnerés-de-
Bigorre (Altos Pirineos).
E n
agosto de l 43 se instaló defini-
t ivamente e n Gaillac (Tarn).
Había
q u e
resolver
c o n
urgen-
c ia e l problema de la descen-
tralización d e l mando y de la
formación d e Divisiones d e
Guerri l leros. E n diciembre
de l 43 e l E .M. de l XIV Cuerpo
cont ro laba
l a s
unidades espa-
ñolas
de l 31
depa r t amen tos
d e
la
zona
s u r
ag rupadas
e n
siete
Divisiones:
1.
a
División. Jefe: José
García-Acevedo.
2.
a
Brigada
(Alto Garona),
3.
a
Brigada
(Ariége),
4.
a
Brigada (Tam-et-
Garonne),
9.
a
Brigada
(bis) (Al-
to s Pirineos), 10 .
a
Brigada (Ba-
jos
Pirineos),
35 .
a
Brigada
(Gers).
3.
a
División. Jefe: Cristino
Gar-
cía. 15.
a
Brigada (Lozére),
19 .
a
Brigada (Ardéche),
21 .
a
Bri-
gada (Gard).
4.
a
División. Jefe: Miguel Angel
Sanz.
1.
a
Brigada (Pirineos
Orientales)
5.
a
Brigada (Aude),
7.
a
Brigada (Tarn),
9.
a
Brigada
(Aveyron),
11 .
a
Brigada
(Hé-
rault).
5.
a
División. Jefe: Nieto. Briga-
das del Ain,
Alto Savoya, Savo-
ya , Isérey Altos Alpes.
15 .
a
División. Jefe: Vicente
López-Tovar. Brigada «A»
(Dordogne), Brigada
«B »
(Lot),
Brigada «C » (Corréze).
16 .
a
Dixñsión. Jefe: Miguel
del
Hoyo. Brigadas de los Bajos Al-
pes, Var,
Bouches-du-Rhbne
y
Dróne.
27 .
a
División. Jefe: Manuel
López-Oceja. Brigadas del
Allier, Loire, Alto Loire, Puy-
de-Dómey Cantal.
El "E.M . de l X IV
Cuerpo esta-
bleció u n a convención d e u n i -
d a d d e acción c o n lo s FTP-
M O I . S i n embargo , l a s unida-
d e s d e
guerril leros españoles
depend ían ún i camen te d e l
E .M. de l Cuerpo q u e gua rdó s u
independencia como forma-
ción de la resistencia en la
zona s u r . E n enero de l 44 , Luis
Fernández aseguraba e l e n -
lace
c o n e l
Comité Militar
FTP-MOI de la zona s u r q u e s e
encont raba e n Lyon y para
rea l izar
l a
unidad
d e
acción
tres jefes d e División d e G u e -
rril leros fueron durante algún
tiempo jefes militares (Comi-
sarios
d e
operaciones según
la
n o m e n c l a t u r a F T P F )
d e
Inter-regiones FTP-MOI para
con t ro l a r l a s u n i d a d e s d e
franco-t i radores d e o t ras n a -
cional idades y a constituidas:
José García Acevedo, Miguel
Angel Sanz y Vicente López-
Tovar.
En e l me s d e mayo de 1944 la
organización española deci-
d i ó e l
cambio
d e
nombre
d e l
movimiento a rmado y su in -
3 6
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 37/132
dependencia abso lu ta
r e s -
pecto
a los
FTP-MOI
o a
cual-
quier otro movimiento
de re-
sistencia. Así nació la Agrupa-
ción
d e
Guerril leros Españo-
les en Francia ( 1 2 ) q u e enlazó
di rec tamente
con e l E .M . de
l a s Fuerzas Francesas de l In -
terior.
Luis Fernánde z f u e nombr ado
jefe de la Agrupación; Juan
Blázquez, Comisario Político,
y
Miguel Angel Sanz dejó
e l
mando
de l a 4 .
a
División
y de
la
Inter-región
«D »
FTP-MOI
para ejercer e l cargo d e jefe d e
Estado Mayor.
L a
dirección
d e l a U N E e n
Francia hab ía es tab lec ido
contactos
c o n e l
Coronel
S e r -
g io Ravanel, jefe de la Región
4. FFI . ,
pero
lo
importan te
e r a
e l
poner
e n
relación directa
a l
EM de l a
Agrupación
con los
Estados Mayores
F F I .
Miguel
Angel Sanz f u e nombrado
miembro
d e l
Comité
de la
U N E en Francia, delegado de l
movimiento armado
y
encar-
gado d e establecer u n enlace
directo
c o n e l
Estado Mayor
Nacional y los Estados Mayo-
r e s
Regionales
d e l a s
Fuerzas
Francesas
d e l
Interior. José
Garc ía Acevedo f u e nombr ado
jefe d e Estado Mayor de l a
Agrupación.
L a
movilización
de l a s
reser-
vas y e l
desplazamiento
de a l -
gunos oficiales hacia l o s m a -
quis españoles
de l su r en e l t e -
rri torio
de la
Región
3 .
a
y de la
Región
4 .
a
F F I
permi t ió
a l E M
de la Agrupación formar Divi-
siones
m á s
reducidas para
f a -
cili tar
el
control.
La 1 .
a
y la 4 .
a
División fueron fraccionadas
para constituir cuatro nuevas
unidades:
I
a
División. Jefe: José Antonio
Valledor.
10 .
a
Brigada (Bajos
Pirineos),
9.
a
Brigada
(bis) (Al-
tos
Pirineos),
35 .
a
Brigada
(Gers).
(12) Casi todos los autores españoles
citan la Agrupación desde los primeros
tiempos, pero todos los antiguos guerri-
lleros saben
que no
existió hasta
el mes
de mayo del 44.
2.
a
División. Jefe: Luis Berme-
jo. 2.
a
Brigada (Alto Garona),
4.
a
Brigada (Tarn-et-Garonne).
4.
a
División. Jefe: José Vitini.
7.
a
Brigada (Tarn),
9.
a
Brigada
(Aveyron),
11 .
a
Brigada
(Hé-
rault).
26 .
a
División. Jefe: Manuel
Castro.
1.
a
Brigada (Pirineos
Orientales),
5.
a
Brigada (Aude),
3.
a
Brigada (Ariége).
L a s otra s divisiones d e guerri-
lleros españoles
n o
cambia ron
d e
es t ruc tu ra . .
L a s
un idades
d e
Guerril leros
real izaron e n Francia m á s d e
6 0 0
operaciones
y
part ic ipa-
r o n e n
casi todos
lo s
comb ates
p o r l a liberación de 31 depar-
tamentos.
E n e l m e s d e
agosto
de 1944 ,
cuando casi todas
l a s
reservas
se incorporaron a las uni dades
combatientes,a pesar
d e
care-
c e r d e l
armamento necesario ,
podemos calcular
q u e
había
e n toda Francia 10.000 Guerri-
lleros Españole s (13).
Después
de la
liberación
d e
todo el terri torio lo s guerrille-
r o s q u e quisieron continuaren
e l
ejército fueron incorpora-
dos a l o s
Batallones
d e
Segu-
ridad acantonados en e l su r de
Francia
y
algunos cientos
lu -
charon durante algún tiempo
e n l a s bolsas d e l Atlántico. B
M.A.S.
(13)
Esta cifra puede comprobarse
con
documentos oficiales auténticos.
ChevaUer ••• 'a L*H un d'honnetir
C'©:a «W
GfttRf
ave ra ma
da a ¡U**'*i»nra
Colonel José GAR CIA ACE VED O
Ch»v«ll»r da Ja Uolon d henrw-wt
CtoU do Guerra tvac Pa'tn*
MMlllW
le U
da a
U«]«a
4
l.aaaeui
de Guerte evee fU'm*
«
Colonel José Antonio P A Z
ChevaUer
de ía i.i «j un
dKUMfr
Cro.t
de
Gticrf» «vet
Mí'daO di« ln «¿vtv-nm
A
L'ORDRE
D E L A
DIVISION
Commandant Gabriel PF.RH.Z
Cni.t
dv
««ni »
dv
«c
r.to»>
C a p i t a i n G r e g o r i o I Z Q U I E R D O
( r f t . x Uv <'uvi«v «v»c Etnlle d'Anji'Oi
Lieu tenan t Car r ion ROBLF.S
rtiais
de
(Uictrv Coila
d
Atymi
Sergen t Anton io PASTOR
C i o ' . *
de Guaira »»rr Ctolta U'Aryrnl
G u e r r i l l e r o F r a n c i s c o B A L D E R A S
Crctli de *vec Elol> d'Arqrn
Guer r i l lero Angel CABALLERO
C d e ((MU* C «»> dAfrtint
Guer r i l lero Anton io CANTAL
«»...* de «.-rite tV •* d \
.
Guer r i l lero Manuel CEPA
fliM «Ir Ctllll*' fiVti í'n. t «I
C u e r r i l l e r o P e d r o C U A R T E R O
•I
Argrnt
Guer r i l lero Pedro CASA8
Un * de Ujr-11 *%«« L-w'% é'Awnl
G u c m q r r o F r a n c i s c o C U E N C A
1*10» At (Tomo avp* Clui'p d Arqeat
Guer r i l lero Tomás CASALS
«roti
da
C.teue
-vec
IHol> d'AwaI
Guer r i l lero Gui l lermo GÜIN
CroU de Cueire «v»* EWe d Af(K*il
Guer r i l lero Satu rn ino GRUMETA
Cra.i «Ir Guerre aver EU»> d Alyrni
4 *utvr*}
Guer r i l lero Pordd lo HERRAN
Crola <\p Gmrt* rio» d'Anpnt
Guer r i l lero Daniel GIMENEZ
di»
Ghvii» .«*•« it-.i.- dAr> .fct
Guer r i l lero Ben i to LOPEZ
• ••• t de fic-fl* F.'o. » <1 Arci.l
Guer r i l lero Manuel MARTIN
' ••• « de < ;..<• /• *v»c r.toie d Arn«ni
Guer r i l lero Aurel io MUÑOZ
• . « «»
«v*t Er<«
>
iiAr<"d
Cuadro
d e
Honor
de l o s
F.F.I. Españ olee cond ecor ados
p o r e l
Gobierno Francés.
I A I I E A U D H € 1 W E D K
F . F . I . E S P A G N O L S D E C O R E S P A R L E G O U V E R N E M E N T
F R A N C A I S
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Chtvallet ili*
a
Ugion dMonnrtr
Cro4i do Qutrrt »*rc Palme
MOdahfe
de la
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Colonel Miguel Angel SANZ
Orvallar
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L qon dboMMU
Croll de Guerra «vk Pa me
da Rnltunr»
Géncral Juan BLAZQ UEZ Colonel V icen te LOPEZ TOVAR
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Primera expedición masiva
de
Notas sobre
l a
Manuel ndújar
OS 1.599
pasajeros
del «SI-
NAIA» cifra
por don
Vicen-
te
Llorens puntualizada)
embarcaron,
en su
mayoría,
du-
rante
la
noche
del 23 de
mayo,
en el
puerto
de
Séte. Buen número
de los
hombres procedía
de
Barcarés,
adonde habían sido trasladados,
pocos días antes, desde otros
cam-
pos de
concentración, como
el
grupo
que
formábamos
los de
Saint
Cyprien;
en
menor cantidad
los
que, por
diversas intervenciones
y
relaciones, entre ellas
la
invaluable
ayuda
de los
sindicatos
e
intelec-
tuales franceses que simpatizaban
con la
causa
de la
España republi-
cana, habían disfrutado cierta
li-
•M
bertad
de
movimientos
y
patroci-
nios inestimables para
des-
envolverse, bajo
el
signo
de la
inse-
guridad,
en
París
y en
varias
ciu-
dades. Acudían
las
mujeres
e
hijos
y
demás allegados, también
en su
generalidad
de los
refugios
que ha-
bían establecido
la s
autoridades
del
país
que se
veía obligado moral,
política
y
jurídicamente
a
recibir-
nos.
Los cuáqueros, alma del Comité
Británico
de
Ayuda
que
contribuía
a la
expedición,
nos
distribuyeron
ropas
y
objetos
de
harta necesidad.
Ne
correspondió
un
impermeable
que
constituiría diferente
y
privada
historia...
1
A S
emociones
de los en-
cuentros familiares , c o n -
yugales , e l ávido cambio d e
impres iones
n o
permit ían
d i s -
t inguir t ipicidades en e l bo r -
doneo
d e
muchedumbre
q u e
cons t i tuyeron. Tampoco
l a
impaciencia
c o n q u e
aguar-
dábamos —enjambre de ex-
clamaciones
y
gritos—
el ser
nombrados y , en razón d e
aquella vecindad
en e l
muell e,
a la
intemperie,
o de l a s
amis-
tosas coincidencias,
de l a s
reanudadas discusiones, e n
frases telegráficas, q u e reavi-
vaban
lo s
escozores
de la re-
ciente derrota o adelantaban
l a s expecta t ivas d e l nuevo
rumbo , la incógnita que l a
próxima adaptación repre-
sentaba y a . Aunque fuese ba jo
el n imbo d e u n a estancia p r o -
visional, transitiva, «puesto
q u e l a s
contradicciones inter-
n a s d e l o s
mate r ia lmen te
v i c -
toriosos enemigos de l a R e -
pública, l a oposición popular
la tente a l espúreo régimen
dictatori al , pese a l a represión
desencadenada y la inminen-
cia de la
segunda guerra
m u n -
dial» auguraban, para la es-
tupenda credul idad q u e n o s
inventábamos , a l cabo de un
agitado pero corto proceso,
la
pronta reintegración
a l a pa -
tria.
Mientras , proyectos cautos
o
f an tas iosos , canden tes
r e -
membranzas, agresivas
o d o -
lor idas recapitulaciones, d e -
bieron componer la tela d e
araña d e aquellas horas, a
cuyo arr imo s e ent ib iaron los
des temples
y e l
relen te.
Transpor tar ía
e l
«Sinaia»
u n
car gam ent o invisible d e tensa
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republicanos españoles a México
travesía
del
"Sinaia"
Liegada a Veracruz d e l «SINAIA», a l 13 da junio da 1 9 3 9 , c o n l a primera gran expe dició n d e exil iados republicanos españolas a México
densidad. Sospecho
q u e u n
duendecillo, perspicaz y escu-
rridizo descubría —oscuridad
y penumbras a través— la en-
voltura
d e lo s
sueños
y se
apoderó d e l o s m á s peregri-
n o s y reveladores, e n facul-
t a d d e ilusión. Pues mentes
y temperamentos f i jaban s u
carga
de
anhelos
e n e l s u b -
consciente, mecidos p o r u n
oleaje
q u e
siempre
se
mostró
benigno y q u e a l interponer
aislantes distancias sosegaba
lo s
ánimos.
E l
secreto inquiri-
d o r cosechó copioso reperto-
rio de ca racter izacion es psico-
lógicas profundas
e n lo s b u -
llentes tejidos d e l o s delirios
placenteros y de las pesadillas
viscerales. Allí reuniría rico
material para estudios antro-
pológicos
o
destinados, como
salvedades cuantiosas, a te-
m a s d e varia fabulación, a
poesías misceláneas d e corte,
métr ica y acento, a expresivo
encaje teatral , a la s inevita-
bles fich as clínicas .
A
esta dotación
d e
esperanza s,
tangibles
p o r
inefables,
c o n -
signemos, adicionales, l a s p a -
t rul las
de los
igualmente
a t -
mosfér icos Angeles de la
Guarda, q u e habían delegado
e n lo s
aquietados cielo
y
océano
s u
tarea custodia
de un
moderado desarrol lo
d e
aquel
secreto hervidero d e inquie-
tudes y pesadumbres, cura
preventiva a l a q u e s e sus traía
a ú n l a carcoma d e t an tas n o s -
talgias, emp ero predecibles
e n
m
iradas vagorosas
y en los ce -
ñ o s q u e n o s e cohibían en los
apartes, espacios d e soledad y
rei terados trances
d e
ensi-
mismamiento .
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Pedro Garfias, e n l o s primeros tiempos de su exilio mexicano.
M á s
a for tunado
e l
duendeci llo
polizón q u e l o s deambulan tes
Angeles de ía Guarda, captó
fidedignas versiones
d e
otro
mundo horizontal
y
cercado
d e
presag ios : pare jas
q u e
vuelven a reunirse y q u e tras
escaso tiempo
d e
separación
intentan rehacer e l extraño
desajuste surgido, l a s pr ime-
r a s incomprensiones de los
l l amados «mat r imonios
d e
guerra», as í contraídos e n
sumada enajenación, noviaz-
g o s sobre cubierta, algunas in -
fidel idades d e l pensamiento
q u e luego retoñar ían o se m u s -
t iarían.
L a primera expedición m a -
siva d e republicanos españo-
les a México apenas incluía
connotados dirigentes polít i-
c o s y sindicales. Predomina-
b a n mujeres y hombres m a r -
cados
p o r s u s
profesiones
y
oficios; m á s soldados llanos,
comba t i en t e s , q u e mandos
mil i tares y d e l Comisariado.
Exiliados espa ñole s entrando e n territorio francés po r L e Perthue, tras lo ca l da de Cataluña onp od er de ia s tropas retnrfdes, e n enero de 1 9 3 9 .
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Proporcionalmente, u n fuerte
porcentaje d e funcionarios,
catedráticos y maestros, de
escritores
y
artistas,
d e
perio-
distas.
Si
bien
po r lo s
giros
y
trompicones
de la
contienda,
de su
desenlace inmed iato,
e ra
natural q u e abundasen los ca-
talanes, casi todas
l a s
regione s
representadas estaban con re -
lativo equi libr io final.
U n microcosmos d e España,
e l de l «SINAIA», q u e m o s -
t raba
el
signo colectivo
de la
lucha apenas terminada, sólo
e n
compás
d e
entreacto,
a
punto
d e
reanudación. Domi-
naba
la
conciencia agluti-
nante
de que se nos
infligía
mayúscula injusticia, históri-
c a ,
vejatoria. Agentes corrosi-
vos las
diferencias ideológi-
cas, la caída, trágica y fratri-
cida,
de la
zona Centro-Sur.
Personalizábase en el dina-
mismo
y
firme gentileza
d e
Susana Gamboa
(la
esposa
de l
coyuntural diplomático
y fa-
Juan Rejano , fundador
d a u n a d e l a s
revis-
t a s
l i te ra r ias
d e l
exilio: «ROMANCE».
moso museógrafo, Fernando)
la presencia de un México d e
parejo modo salvador
y
enig-
mático, comúnmente igno-
rado
o de l que se
tenía preca-
r i a
información.
L a s
r e l a c i o n e s h u m a n a s
—amistades ratificadas
o en-
tabladas; coincidencias en los
avatares de los frentes o en
episodios
d e
retaguardia;
v ín -
culos de paisanaje; el juego d e
«simpatías
y
diferencias»
que
canonizara Alfonso Reyes—
no
tardaron
e n
revestirse
d e
u n a
pátina entre provinciana
y universal, de tribales dejos.
Porque
a
despecho
de la
provi-
s iona l idad pos tda tada d e
aquel viaje —una modalidad
traslaticia de l obsesionante
lema bélico, «resistir»—el es-
pacio
d e l
«SINAIA», aprove-
chado
a l
máximo,
n o s
«colec-
tivizaba», imponía u n a vida
coexistente, en la que los soli-
tarios a ultranza se percibían
Re f u g ia d o s e s p a ñ o l e s l l e g an
a l a
f ronte ra f rancesa
e l 27 de
e n e r o d e
1 9 3 9 .
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e n exhibida disonancia y creo
com pri mida ubicación, propi-
c i ó q u e menudeasen duetos,
tercetos, cuartetos, paseantes
o sedentario s.
L a sociabilidad impuso sus
fueros, c o n esporádicas fric-
ciones, de índole vecinal y me
parece
q u e ,
allí,
los dos
facto-
r e s q u e
propiciaron
la
difícil
unanimidad carpetovetónica
fueron e l
SINA1A
DIARIO DE LA PRIMERA
EXPEDICION D E REPUBLI-
CANOS ESPAÑOLES
A M E -
XICO
«el periódico» (del 23 de mayo
al 12 de junio s u brevísimo
"curriculum") proporcional-
mente m á s leído y comen tado
d e q u e
haya noticia...
y los conciertos de la BANDA
MADRID ( q u e perteneció a l
Quinto Regimiento), dirigida
p o r el Maestro Oropesa y en la
q u e
obtení
a
core ados
éxi to s d e
«virtuoso» el trompetista Ar-
teta.
Si las piezas de la BANDA
MADRID distraían, no s in
despertar premonitorias
a ñ o -
ranzas, el sentido d e servicio
q u e e l
SINAIA (nuestro diario,
an imado por l a cordial rotun-
didad d e Susana Gamboa) se-
r í a exponente de valores e in-
quietudes, transmisor
de l a s
actividades y cotidianidades
q u e a bordo se registraban y
parca resonancia
de los he-
chos mundiales, al igual q u e
manifestación d e u n espíritu
constructivo (normas
de con-
vivencia, pautas d e civismo...
marí t imo) y representativo:
cada u n o debía conceptuarse
ejemplo de español republi-
cano, nuestra obligación
y de-
voción habían d e entrañarse
e n México, e l país d e asilo.
Acabo d e escribir «nuestro
diario», y a la aceptación ge-
neral ya expresada, agrego el
particular motivo
de
haber
formado parte de su Redac-
ción,
l o q u e
determinó
q u e m e
f-
wtoBXr
p e r l e
t n r d * , c u a n d o á e j á -
baooa atrás l o s dlsiisos
x r o s o s ' a e
t i e r r a « a p a n d a , e o c r i -
•
Anr> ¿n to n to
Zosaya, anta?
1 S I i ü *• t i i i * a i m
enclaust rara
en la
pieza
que a
estos efectos
se nos
asignó,
c o n
e l historiador Ramón Iglesia,
el maestro albaceteño Juan
Varea (también d e Saint Cy-
prien, barracón de l a FETE) y
de los
dibujantes,
e n
comisión
d e largas visitas, José Barda-
sano y Ramón Tarrago, m á s
la s preciadas contribuciones
d e
Germán Horadio,
de Ra-
m ó n Pe i nador , d e «Ras»
(Edu ardo Robles). Enca rgado
estuve de t i tular lo s sumarios
textos de la actualidad «exte-
rior»
q u e
Ramón Iglesia reco-
gía de un panzudo aparato d e
radio, cuya onda corta funcio-
naba
co n
prodigalidad
de ru i -
d o s par asitarios . Varea reunía
lo s
datos
de la
vida social
y
cultural que en e l «SINAIA»
se verificaba. Y n o s repart ía-
m o s e l capítulo d e entrevistas
y la reducida pero expresiva
serie
d e
semblanzas, amén
d e
la encuesta q u e c o n p i e forza-
d o ,
conjugación
y
declinación
de la unidad — al menos, así la
v eo hoy— se organizó. N o
porque la escribiese yo , sino
po r lo qu e en s í
i lumina
y c o n -
tornea e l escenario, repro-
duzco
l a
mantenida
con e l ca -
pitán —hirsuto de humor el
cab alle ro— del «SINAIA»:
«... Amablemente ( ), tras c o n -
sultar viejos papeles,
n o s h a
relatado
la
singular biografía
d e l
buque
q u e ,
construido
e n
astilleros ingleses, empezó su
«carrera» en e l año 1924 , r ea -
l izando e l servicio regular d e
emigración entre Marsella y
N e w York. (E l origen del
nombre SINAIA
se
debe
al
madrinazgo de la Reina d e
Ruman ia, razón
por l a que os -
tenta
el
nombre
de su
residen-
<a 4« la s
r.afi . , d e" • * >
l&B
¿ Ú a t í n a t t o r n # r á n
a a y a , v
míwa» ¿e 6 r \ s
k,
'-' .tdoa riwi tv ¿Cuántos
pc-\
¿ a s v e r . s u r t i 4 e ¿l iá
•M h e r s r o e a . y e n q u e M
m
s d ? . . .
- -ó
* ¿v ove a».A t i -
& Si?*® eü t i ' t a j '
¡ é "^l^tocip
te I ^ » r d n , en ,
•151 1 1 n ü I '
[%
r
W% % P 3re a, líSji
1 1
a '••«3
-fe*
ñ
á n t i f f o ;I
4
c ia real). H a efectuado tres
viajes llevando peregrinos
a
La Meca. Recogió lo s grupos
supervivientes de los destro-
zados ejércitos
d e
Wrangel
y
Denikin en e l Mar Negro. F u e
fletado
en
Expediciones
de es-
perant is tas en las tempor adas
veraniegas. Cuenta entre
sus
múltiples cargamentos h u -
manos 2.033 armenios que se
dirigieron, d e Francia, a l país
natal ,
en la
URSS,
u n
crucero
d e ocho díás p o r l o s puertos
mediterráneos part idarios
de l
desnudismo. E n octubre últi-
mo, a l producirse la tensión
europea q u e desembocó en el
Pacto
d e
Munich, condujo
tropas coloniales a Marsella.
Y ahora, ustedes...»
E n
otras «entregas»
(el SI-
NAIA se distribuía, a todos,
gra tu i t amente) , desf i l a ron ,
verbigracia, u n zapatero d e
Ayerbe, el chaval malagueño
lanzado
por los
dioses
a
esos
mundos d e cien m il diablos, y
e l humoríst ico y cómico, bien
galaico, Heriberto Bello.
L a
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instructiva y sumaria expe-
riencia d el «SINAIA» —dia-
rio— determinó q u e a l d e s -
embarcar coincidiéramos
u n
grupo d e com pañer os (Emilio
Criado y Omero, destacado
redactor d e l «Heraldo d e M a -
drid» y Lázaro Somoza Silva,
de «La Libertad», e tc . ) en un
ambicioso —utópico— p r o -
yecto
d e
periódico hispanoa-
mericano, realizado p o r repu-
blicanos españoles
y
finan-
ciado por e l SERE, la enton ces
institución
d e
ayuda,
q u e d i s -
ponía a l principio de suficien-
te s
fondos,
y q u e
habría
d e
significar, e n difundida letra
impresa, la presencia comen-
tadora y noticiera de los de-
mócratas españoles
en el
Nuevo Mundo, mano a mano,
corazón
a
corazón,
con sus
afines d e aquellos países, en
u n a
tarea informativa, educa-
dora
y
orientadora
q u e s e b a -
saba en la s doctrinas y espí-
ri tu
de la
Universidad popu-
l a r , idea q u e , sorprendente-
mente,
a ú n
puede juzgarse
ac -
tual. N o s tildaron d e «lunáti-
cos» a la sazón y el capital
preciso se ramificó e n subal-
ternas
y
menos rentables
e m -
presas, en lo económico y en lo
político-cultural.
L a
copia
d e
ese plan se nos ha extraviado,
en la
peregrinación
de
papeles
d e nues tro sino ¡y es lástima
El
primer hito imborrable
d e
la travesía, u n a v e z levadas
anclas
e n
Séte
y
costeando
a
prudente distancia el Levante
y Mediodía hispánicos, según
afirmaban, quizá para tran-
quil izarnos, escoltados,
e n
lontananza d e humos, p o r u n
crucero inglés cuyo nombre
jamás se nos concretó, f u e
avistar
la
última tierra
de Es -
paña, el Peñón d e Gibraltar.
Subió a l puente d e mando el
anciano d o n Antonio Zozaya,
barbado
y
profético,
e l
publi-
cista patricio p o r todos respe-
tado, el colaborador institu-
cional d e « E l Liberal» y «La
Libertad».
Le
escuchamos
en impresionante silencio, n i
u n o solo faltó en la congrega-
ción
d e
cubierta,
la
oración
patriót ica.
H e
aquí algunos
d e
s u s párrafo s.
«Mirad a lo lejos aquella q u e -
br ad a línea oscura q u e s e alza
sobre
e l mar . Al
contem plarla
desde la cubierta d e l buque
q u e n o s lleva a otras tierras
hospi talar ias , a l luminoso
México q u e generosamente
n o s dispensa u n acogimiento
fraternal , a l Nuevo Mundo, a
donde llevamos e l peso de t an-
t a s
amarguras,
se nos
oprime
el corazón. Es la Patria am ad a
q u e s e aleja, q u e pronto se di-
P - G I I U d e ¿ G S U - » X I
Hoquerinos vuestra colabora-
"SIIUIA" quiero
r o -
f l e j a r
de
nodo constructivo
l e vida a bordo en sus d i fo-
rentos facetas.Pare ol io
pro
c i sa do la celaboración'do -
todos.
Importad vuestras sugo
renoias.vuestras opinionoslT
adnos pequeñas crónicas,
c
onontarios .anécdotas .chistas
£tivas de interés coloc
t ivo,dibu jos ,hi s tor io t a s . . .
l o s trabajos, puoden
entregarse on la 3edacci6n -
- ins ta lada e n e i puente 1 , a
es t r ibor . -do
9 a 11 do la na
ñaña
o dó 1 q 10 y
nodia
de
l a nocho.
4 3
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sipará entre l a s brumas oceá-
nicas y
q u e h o y ,
sepultada
e n
negras cenizas humeante s,
so-
lloza bajo
e l
yugo opresor
d e
lo s
conculcadores
d e
todas
las
leyes divinas y humanas, d e
lo s verdugos de las mujeres y
de los
niños,
y
pulverizadores
d e todos lo s centros d e cultu ra
y d e
todas
l a s
conquistas
de la
civilización gloriosa ibérica
en e l
transcurso
de los
siglos.
¡Qué pena t a n honda ¿Cuán-
tos de
nosotros volveremos
a
pisar
su
suelo sagrado? ¿Quié-
n e s
tornarán
a s u s
valles
r i-
sueños, a sus enhiestas monta-
ñ a s
heroicas,
a sus
selvas
geórgicas, a l a s riberas de sus
fecundantes
y
plácidos ríos?
¿Cuántos podrán encontrarla
reden t a , emanc i pada , g o -
zando de l a s venturas d e u n a
verdadera Democracia ,
e n
q u e todos los hombres sean
hermanos y e n q u e todos co-
mulguen c o n l a s ideas de paz ,
d e progreso y d e libertad?...
T ú , España, resurgirás, m á s
deslumbrante y poderosa q u e
nunca. A t i volverán, con e l
cuerpo o con e l pensamiento,
lo s desterrados e n este m a r ,
q u e n o s parece d e lágrimas.
T ú
serás
la
España inmortal
y
cuan do todos los despotismos
se
hayan derrumba do
y
sepul-
tado, como
se
sepultarán,
en el
polvo, tú brillarás como la
m á s
fulgente constelación
d e
lo s cielos y tu gesta de ho y se r-
virá
d e
guía, como
la
anto rcha
de los cursores, a las genera-
ciones de mañana, q u e coge-
r á n
palmas
y
entonarán
el
cántico
a l
porvenir. ¡Adiós,
Patria q u e t e alejas, a d iós ».
Años m á s tarde (1964) intenté
reflejar la impresión d e aquel
«pathos»
en uno de los
textos
d e «Campana y cadena», del
q u e
traslado
u n
fragm ento:
«Era ía
solemne huella
I y el
arrugado telón I que la eterni-
dad, /con
lento mugir
de
alas
ly
voz que la
garganta envuelve,
I
nos reclama; / el memorable es -
calofrío
de un
pueblo,
¡d e
orgU-
llosa cerviz castigada,
/ que
ronca plegaria cimbra /a través
de la
palabra
/del
anciano,
/ese
arpón
que en la
orilla
se
clava
/
una
brizna
más /
para
la con-
junción rumorosa /—pardas
y
azules estrías—
¡de la
tierra
úl-
tima, Icón
la
mirada asible,
/de
España. / Sólo vislumbre de su
despedida
/en
nosotros
/
multi-
tud,
tropa
y
rebaño, /soldados
y
escribas,
/
pregoneros
y
aldea-
nos.
/Fugazmente, /quieta isla
semejamos. / Piña de pecadores
inocentes,
/
bellacos, nobles,
/
señoritos y plebeyos, / de la
casta descastados.
/
Aguarda-
mos la
consumación
del
atar-
decer
/y al
recinto
de los
sueños
—bajo palio de vientos, / cada
uno en su
desnudez—
/ nos en-
caminamos».
Desde el amanecer (28 de ma-
y o ) has t a q u e anocheció,
aproximadamente, anclamos
e n
Funchal, prohibido pisar
aquella tierra: l a s islas Made-
r a , perennemente primavera-
les, al Norte de l a s Canarias,
evocadas, d o s paisajes. Y sen-
t i r l a s
muestras
y la
personali-
d a d d e l a civilización portu-
guesa, reca pacita ren
los
trec e
años de l a dictadura de Ol i -
veira Salazar, que en 1939 se
n o s antojaba u n a duración
casi mítica d e dictadura ibéri-
ca . . E n ningún supuesto, p e n -
sábamos, llegaría
a
prolon-
garse tanto e l ominoso domi-
n i o franquista. Incluso el ré-
gimen jesuítico-castrense d e
Lisboa, se resqu ebrajab a, ante
nuestr os ojos, cuando se acer-
NIA
M1
DI / / f<P,IME8/1 EX.PÍMCm
DE
MPUBlICAl/OS
SlA
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d e
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e n
f A l PL£HO AT L ANTICO BAJO Fl StGNO
D O L I D A
n i 0 A 0
4 4
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carón a l «SINAIA» l a s barqui-
llas
d e
vendedores
d e
pláta-
nos , que nos mostra ron, gesti-
culantes,
s u
adhesión
y
simpa-
tía.
El 6 de junio n o s acercába mos
a Puerto Rico. A pesar d e h a -
bérsenos denegado e l perm iso
general para desembarcar
—sólo se les permitió a Su-
sana Gamboa
y a u n a
parva
representación d e signo fren-
tepopulista, q u e celebró c o n -
frater nal reunión
en e l
viejo
y
naval S a n Juan— percibimos
en la
isla, todavía
h o y
irreden-
ta ,
batientes
l a s
respiraciones,
la plena comprensión y vivo
afecto q u e suscitábamos, el
directísimo aliento humano
de los puertorriqueños. Las
pért igas c o n l a s q u e n o s
ofrenda ban racimos
d e
frutas
de l Nuevo Mundo, la expre-
sión entusiasta de los rostros,
el
rumor
y
calor
d e
mult i tud
q u e n o s
acogían, grabaron
la
m á s noble y entrañable m e -
moria
de la
travesía. Estába-
m o s
acompañados,
no abs -
t racta sino concretamente.
Eramo s, significábamos . Para
ellos y e n nosotros mismos, n o
n o s
habían doblegado.
A mi
entender, a l rememorar lo ,
u n o m á s
entre
los mi l
seiscien-
t o s
exiliados
q u e
integrába-
m o s l a
expedición,
e s
patente
que a la afinidad política d e
aquella grave circunstancia,
co n determinados módulos
tácticos y léxicos, se unía,
quizá
d e
manera
m á s
acusada
q u e e n otros países iberoa me-
ricanos,
la
noción inequívoca
de que e l
humanismo español,
popular,
q u e
nuestra causa
simbolizaba, contribuía a la
afirmación, e n Puer to Rico, d e
su propia identidad nacional,
insular. (Adscritos al asilo d e
México, c o n l a s raíces a l aire,
q u e poéticamente diría María
Enciso,
de los
exiliados,
en vi-
v a z cambio d e impresiones
con la s mareas d e desterrados
latinoameric anos, coetáneos
y
precedentes o a los que traté,
en sus patrias perseguidos, al
conocerles o sea «redescubrir-
los», pude captar
q u e
habían
considerado ligado su porve-
nir a la existencia de la Repú-
blica: la estimaron paritaria
catalizadora
de sus
anhelados
progreso social y confedera-
ción. ¿Fue
el
instinto defen-
sivo subconscie nte l o q u e m o -
vió a la
Administración
R o o -
sevelt a l embargo d e armas
inicuamente aplicado a l Go-
bierno legal de España?) .
Vuelvo
a las
horas inolvida-
bles d e Puerto Rico, a la gene-
rosa dotación d e predisposi-
ciones q u e n o s dispensara
como pórtico de la ent rada a
México. Aquel cálido recibi-
miento lo consignó, e n estre-
mecidas «notas», en verdad
testimoniales, incluso del len-
guaje
d e
época,
y con e l
pseu-
dónimo de «Genil», Juan R e-
jano. Reproduzco algunas,
a
modo
de
recordatorio
y ho-
menaje:
«...
Hemos tenido
q u e
l legara
Puerto Rico — d e u n conti-
4 5
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tivo
e l
labo rista Ada ms indicó,
basando su s argumentos e n
l a s propias declaraciones del
Premier,
l a
necesidad
« d e q u e
se
elimine
la
titulada barrera
impracticable entre Inglate-
r r a y
Rusia». Chamberlain
n o
contestó, pero
se
cree que...
/
5 0 0
DOLARES
P O R E M I -
GRADO.— Nue va York:
En u n
último esfuerzo para encon-
t ra r u n puerto donde d e s -
embarcar
a los
emigrados
se-
mitas de l «San Luis», que se
v en forzados a regresar a Ale-
mania , el Comité de coordina-
c ión jud ío -amer icano ,
h a
ofrecido
5 0 0
dólares
p o r
cada
emigrado
si
Cuba
le s
garan-
tiza la entrada / DESORDE-
N E S E N JERUSALEN.— Je-
rusalén: E n u n a escaramuza
entre árabes
y
judíos, resultó
u n a
persona muerta
y
siete
heridos».
El número especial d e H O -
MENAJE
A
MEJICO
(la
equis
sí se observó en los otros t ex -
to s , excepción única l a d e p o r -
tada), confeccionado
la vís-
pera
de la
llegada
a
Veracruz,
bajo
la
dirección
de
Juan
R e-
jano, autor
d e l
artículo
«El
pueblo en la Revolución M e-
xicana
/ D e
Porfirio Díaz
a Lá-
zaro Cárdenas», prescindió,
explicablemente, de su ordi-
naria función informativa,
para reunir valiosos textos de
Lázaro Somoza Silva, Adolfo
Vázquez Humasqué, Jesús
Iz -
caray, Antonio Zozaya
y An-
tonio Ballesteros. Ilustracio-
n es d e Peinador. E n lectura
presente, destacan la s consi-
deraciones d e Ramón Gaya ti -
tuladas
«L a
pintura mexica-
n a» / « Lo qu e sé d e
vosotros
» y
co n
dibujo
de
Bardasano
la ya
lamosa salutación poética
d e
Pedro Gar fias, cuyos versos
f i-
nales cobran nueva vigencia
a l
t ranscur r i r
d e
nuestra
edad:
...Como otro tiempo por la mar
[salada.
Te va un río español de sangre
[roja,
de generosa sangre desborda-
ida...
Pero eres tú , esta vez, quien nos
[conquistas.
Y para siempre, ¡oh, viejaynue-
[va
España
Antes d e referirme sucinta-
mente a l recibimiento jubilar
q u e n o s deparaba el puerto ja -
Üí'd 'SU ,1XJ-u U' /
% $
i f / ¡ n a ¡ i ) ? ' ihpi
? iw i f t & /'(•; m u
f f H .
A f i g u r a s e v e r a y j u v e n i l a u n t i e m p o f
d e D . P e d ro P i o l e s , a i r e e t o r d e l I n s -
t i t u t o
>
E s c u e l a l p e M a d r i d , pu e de r e s u m i r -
s e a s í j u n a v ida - d e p s t r d i o y d e encoñansa ,
d e m á s d e
t r e i n t a a ñ o s , l l e v a n do
a
m i l l a r e s
d e
n i ñ o s
y
a d o l e s c e n t e s
p o r
l o s - c a m i n o s
d e l
pensa
mie n to , - ^d o n d e
e l
hombre
s e í c r m a y s e h a S i . '
l i a a s í mismo. Y , s o b r e t o d o , u n a v i d a *
e j e m p l a r p a r a p r o p i o s
y
e x t r a ñ o s ,
d e
s e v e -
r a
a u t o d i s c i p l i n a ,
d e
f i l ó s o f o s e n c i l l o
*•*
q u e d e d i c a t o d o s s u s e s f u e r z o s a l me j o r a
m i e n t o
d e l a
h u ma n id a d
p o r e l
c a min o
d e l a
l l e v a n
a l
i l u s t r e p r o f e s o r ,
e n
b u s c a
d e
n u ev a P a t r i a ^ , « j i s s u e s t ^ a
f o r -
. 1 a r u n n u e v o v i v i r y ; i a c o n t i n u a r l a l a b o r q u e desemveftó d/urante^ t od a s u
v i d a , a l ¿ r e n t e d e i n s t i t u c i o n e s d e e n s e ñ a n z a . i f l f
S u
d inamismo
n o
p o d í a p e r m a n e c e r o c u l t o
e n
e s t a t r a v e s í a
$ n q u e t o -
d o s n o s e n c o n t r a m o s f u n d i d o s p o r l a mi sma t r a g e d ia y ^ ' a n i i r i a d b s Í Í | ¡ i d e n t i
e o s
p r o y e c t o s
d e
t r a b a j o
a l
l a d o
d e l
p u e b l o
q u e ñ o s
a c o g e .
F u é é l
q u ie n p e n só
e n l a
o r g a n i z a c i ó n
d e
j u e g o s
y
r e c r e o s p a r a
l o s
p e q u e ñ o s ,
+•
q u e
c a d a
d i a
r e c i b í a n
l a
c a r i c i a
d e s u s
e n s e ñ a n z a s .
E n l a s
c l a s e s f l j S i n
me d io s nz . s i t i o
s e l e v e
t o d a s
l a s
t a r d e s p r e p a r a n d o
e l
án imo
d e e s -
t o s n i ñ o s p a r a e l t r a b a j o f u t u r o . L o s q u e d u r a n t e c a s i t r e s a ñ o s e s t u -
v i e r o n ' p r i v a d o s
f l g
e d u c a c i ó n
h a n
i n i c i a d o a q u i
e l
l a b o r a r
q u e l o s c o n -
d u o i r á t a mb ie x i
a
t r a b a j a : :
a l
l a d o
d e l
p u e b l o m e x i c a n o .
1 | |
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rocho, cortesiano primer
M u-
nicipio libre de la Nueva E s-
paña,
y
fia do sólo
de mi
reten-
tiva, q u e incurrirá e n m á s d e
u n a
involuntaria omisión,
h e
d e ci tar a los que por diversos
motivos de personal vincula-
ción, vivos y muertos, compa-
recen:
Hablarían, en paseos sobre
cubierta, de sus avatares, s i n -
sabores y legítima s glorias, n o
pregonadas,
lo s
coroneles
R a-
fael Sánchez Paredes (Jefe d e
Estado Mayor de l a s fuerzas
blindadas
de la
República;
sé
fidedignamente q u e reclutó a
lo s mejores tanquistas entre
los conductores d e taxis m a -
drileños) y Morales. Claudio
Esteva Fabregat, actua l Profe-
sor de Etnología en la Univer-
sidad d e Barcelona, q u e curs ó
la carrera d e Antropología e n
México,
con e l qu e
inicié firme
amistad en el Ateneu Sempre
Avant,
d e
Sans,
y q u e m e
indu-
jo, en el
campo
d e
Saint
Cy-
prien, a rellenar u n a solicitud
d e evacuación. ¿ N o intercam-
biaban anécdotas
de la
perio-
dística cofr adía Emilio Cria do
y Romero y Lázaro Somoza
Silva?
Asocio m i estampa d e l siem-
p r e afable y aglutinant e maes-
t r o de
escritores, embriona-
rios d e comienzo y qu e no ta r -
darían en cuajar, Isidoro Enrí-
quez Calleja (natur al
de l a To-
r r e de Pedro Abad, queve-
dismo del que se ufanaba) con
el pedagógico matrimonio d e
Antonio Ballesteros (Inspec-
to r de Primera Enseñanza) y
Emilia Elias (cate drática
de la
Escuela Normal de l Magiste-
r io) . En plática peripatética,
Antonio Sánchez Barbudo
(que nos lo ha contado en su
prólogo a la edición facsímil
de la revista «Romance») y
Lorenzo Varela, q u e bautizó
así a la justamente alabada
revista, entonces concebida,
olas
a
compás. Deambulaban
—mesurados ,
s in
levantar
nunca
la voz,
atentos
a su có-
u* proycoto»
c o o a i op i r . a tHScúpe» á ¡ ¡
"¿2
¿gafo: ^ J L - | I P H - H 9 H - P I P I •
¿ 2 W 1® n o c h e c e ñ i d o d e « b o r d o ,
. - T r i o b r i e l i í a * l a r i b o , 8 e i - e u n c u n
ara. a t o s o , C O B O 4 * o o e t u n b r e .
Y u n o M
corro,
d o e a b e c a rau
' ¿ O l t h & t - t o r . o ¿ o
or.aalu".
s e c o • c o r d o -
r e c i t a c u * r o r . i i n o c a , >i tacan-
^ R » A O
H U
r t o e u i s e n
1 »
r u e r r o
< U
i r . d e
. en 1a p a s i ó n 4 o p u e b l o »
<*"*** f l g u a t o d e l v a l o r U t t p i o
;
- J f l - a
eSoQÍt f r t d e f i t r r a i u o , e n I R r e o i e t f u n . «
v e i d e o i d g i o a . K o 4 s l i r i t » : n c d e n o -
ú o r l t o a l a i b a r a d o , n i n o n a t u r a l oxp< m
o i é n a o 6 t t o * 4 o l u c h a d o r tffoéyjijMfti -
. : . l , t e s t i m o n i o i c o r . É . r a d c d t é c p é f i d -
l i c ib .
K x h o n j p . l a r v t o r a n r . ' . - ' a v a l o n o i o - ]
t i \ o f t s u J i ? o u a t o n í a . R o o u o vd a l o o
c o r á b a o s h o r o i c o o , a a í e to * p i r . t o r e o -
M Ó " . ¿ e
o b l o n g o . C a n t a , Xa d n r *
* t
. l o r i a l o ^n r x i x d e I v i d V o i i t i f j . e e e l
' .«i 'V'.o o,)ornólas d o n u o o ; . : a n d a ñ t o : p n -
«ik l r tk i d e C o m l u ^ - i o y d o r - v U s t a , ' n -
c c . . f.noüAr.do c o J a t e n r i r . a o r ó n , « a n
• i v l l o a p r. to c B'-aj ior.a lVofl . flato* p
o
t i r o s c o m e n t a r i o » a m r b f . a O l M ?
d e 1 u .
v-o t; t i .wnda Avon pa rr o d u o . ' . o - n o « j o - .
e e c r i t o o n i ¿ u b U c a í p c i x o o
i r a
e í l o
l o
aercor t .&
(
.
E l
a u t o r e l u d o
r u b r i c a r l o * , f t- nbiciona q u a a « d e c a n •
•. j n en
<t i vopltuu ouónlTio
d o l ú a g o n -
d e l 5 X X . cn i ' .n r .a . 1 3 o l O í f a l t a u n f
a d e c ua d a e x p l i c a c i ó n i m i t a d a n é c d o t a ,
p o r o l j n d e < u. i ci o c r í t i c o
:
r e s j e r a b r w v
a a d o p a i s a j e - q u e a p o r t a I o n K t v c g i -
•^iIob
a í p o c t o a « r p r e s ' -i v o o d e l a m b i o n -
. *
a h t e
. o l
c M d U o r i o
i
M l É f
c o n * u c
v a l o r a o t u f t l
< ; u e
r e e d i t a
l a
t r a r . B ' j e r . -
¿ c r . o i a , l a f e c u n d i d a d ¿ e l e s í u o r a o a j»
U f a s o i s t a .
/ •
.•,,r.
»>/ *• . . • v » •
0 0 8
¿ I ' & r u q u á u n a e n t r a v i o t a a l u s o
c o n P e d r o í í o a r f i a a ? 5 a « t a U o d w c l r l c <
d a u n a d e « » t a c I n o p i n a d a s m ar .i í s . s ; a -
u n i o n e s i o r v o r o s a a , *i uo
s e
r e g u l a n
0 0 -
a o e l v i n o r o l a r i o g o o l « f r u t a í r o o -
o a o e l i m b o r r a b l e e p r e t ó n d o a a n o a .
l n n o c o E ^ r l o t u r. b io . n p r e s u n t a *
o n
.ü j .-'Tv
l o d c s x > o r ^ t i o a d e l P r e a i — ^
d e n t e C u r d o n a s . ICOOÍO o a r i d í o u l o • •
p l a n t e a r l o B i - l e h a rouorto e n e l ^ p e -
e h o f l a n o r fioüero d e l a P a t r i a 1
S u » r o m a n o o e , ^ u e e o n x e f l e j o x i -
| » t I
o n . ¿ H o h a b O l a e a c u e h a d o e n a l g u n a t
o o n o r o t o ae BU V i d a , r e a p o n -
ocoBíár.
de
l o t r a v e -
a i a l a p o •
dpyoea
ge8^ioii^do
i u v o a a l
0 0 t a p a r . ,
u l f a j a * <r
l o s t r á m o -
L O B ?
^ | I
digo
d e
pureza
y
autenticidad
literarias—, Benjamín Jarnés
y Eduardo de Ontañón: p r ó -
xima su esposa, Mada Carre-
ñ o , m u y observadora, d e fina
sensibilidad,
q u e a l
enviudar
emprendería independiente
vuelo
d e
escritora.
P o r
allí,
los
Rodríguez Mata, ingeniero y
médi co , r e spec t i vamen t e ,
pulcras y circunspectos. S e
igualaban en estatura de ju -
gadores
d e
balonmano
el ar-
quitecto y caricaturista « Ras»
y Ramón Peinador, d e piel os-
cura, casi de mestizo mexica-
no . I r variablemente e n c h á -
char?
y
confidencia, Germán
Horacio —paleta exprofesa
para cuadros
de
romería
y
chigre— y Luis Iniesta, tipo
ati ldado e ingenuamente p r e -
sumidillo, q u e s e distinguió
como recitador profesional. Y
otros muchos rostros,
l o ' a n ó -
nimos,
lo s
escasa
o
nulam ente
notorios
y que, s in
embargo,
parecían haberse despren dido
d e lejanos paisajes españoles,
y a
sólo toponimias
y
tonos
d e
conjuro, germen d e añoranzas
empañadas.
Ese s í que fue un animado y
nutrido mural cuando se nos
reveló la deslumbrante colo-
ración
de la
costa tropical
y
n o s abrió sus garbosos brazos
el
puerto
d e
Veracruz
y ci-
mentó
la
visualidad,
que en
aquella mañana empezaría a
formarse,
con la
bulliciosa
y
hospitalaria multitud q u e e n -
cuadrada
p o r
pancartas
d e
bienvenida abarrotaba los
muelles, henchía
la
extensa
explanada.
Pisamos,
los
desterrados,
los
transterrados, tierra d e Méxi-
co . Un
robus to cantinero astu-
riano ( p o r timidez no le pre-
gunté nombre y apellidos, lu -
g a r d e nacencia), de la vieja
emigración, habla y traza a ú n
rústicos, vino al encuentro d e
nuestro grupo y nos invitó, a
pecho abierto, bocadillos y
cervezas.
13 de junio de 1939. Se con-
sumaba, a bocanadas, la pr i -
mera incorporación masiva,
histórica, de los republicanos
españoles
a
México. Cad a
p a r -
ticular destino adquiri ó, de tal
suerte, u n decisivo sesgo.
M. A.
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La
Banda Oriental:
puerto
y
frontera
Fundada
en una
península situada
al
este
de
u n a estratégica bahía en el Río de la Plata,
Montevideo tuvo características de «mar-
ca» fronteriza en los dominios hispánicos d e
América. Efectivamente, cuando
el
avance
portugués llegó, en 1680, hasta la s márgenes
del río frente a Buenos Aires y surgió la Colo-
nia de l
Sacramento,
la
necesidad
de una res -
puesta se hizo evidente. Entonce s f u e levanta-
d a , entre 1724 y 1726, esa villa que en poco
tiempo luciría amurallada, como Callao, o
L a Liga Federal marca e l per íodo his tór ico d e mayor inf luencia d e l ar t iguismo. Estuvo integrada p o r l a s p rov inc i a s d e Corr ientes , Santa Fe ,
Entre R íos , Mis iones , Córdoba y l a Banda Oriental.
51
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Cartagena de Indias, y se convertiría en sede
del
Apostadero Naval. Pronto,
po r l a
existen-
c ia de aguas profunda s, se vio elevada al rango
d e
puerto privilegiado;
un
oficial español,
Francisco
d e
Millau,
le
había calificado,
en la
segunda mitad del siglo XVIII de «principal
fondeadero
del Río de la
Plata». Creada para
servir
d e
barrera contra
la
penetración portu-
guesa, impedir
el
contrabando
y
detener
el
saqueo
de
ganados
en la
«estancia cimarrona»
q u e
llevaban
a
cabo, desde
el
Brasil, partidas
d e
lusitanos,
se
transformará finalmente
en
u n a nueva fisura p o r donde se fi l t rará el co-
mercio intérlope.
E n
este escenario,
a
part ir
de
1811 se
desencadenan
lo s
acontecimientos
q u e
conducirán
a la
creación
de la
República
Oriental de l Uruguay.
La matanza d e ganados en la Banda Oriental
—llamada a s í po r encontrarse al este de l r ío
Uruguay—
se
efectuaba
e n
base
a
concesiones
otorgadas
po r e l
Cabildo
d e
Buenos Aires,
y
exigía el empleo temporal de un grupo d e jine-
te s
para cercar
y
exterminar
a los
animales.
En la
campaña
se fue
instalando, entonces,
u n a
población marginada: indios guaraníes,
peones desplazados o fugados, desertores d e
las
tropas españolas
o
portuguesas. Poco
a
poco
se
conformó
as í un
nuevo tipo social,
el
gaucho, q u e s e empleaba e n tareas zafrales y
se
desplazaba
de un
sitio
a
otro auxiliado
p o r
E n
Buenos Aires ,
la
p r e s ión
d e l o s
cr iol los obl igo
a l a
reunión
d e l
Cabi ldo Abier to
d e 2 2 d e
m a y o
d e 1 8 1 0 , q u e
da rá com ienzo
a l
p r o c e s o
e m a n c i p a d o r
d e l R i o d e l a
Pla ta .
52
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Puer to d e M ontev ideo e n e l siglo XVIII. Ap os ta de ro Na val d e l R i r d e l a Pla ta , a lbergó u n a pode rosa bu rgues í a com erc i a l q u e rivalizó c o n l a
por teña.
colonial
n o
tardó
e n
manifestarse, atizado,
en
parte, por la ceguera de los peninsulares q u e
monopolizaban lo s cargos y privilegios co-
merciales en el virreinato. Cuando se produce
la
invasión francesa
en 1808, se
inicia
un pro-
ceso q u e en e l breve término d e d o s años dará
lugar
a l
movimiento emancipador.
En el Río de la Plata, la s autoridades españo-
la s habían contribuido a incrementar cierta
confusión, puesto q u e s i bien Liniers había
demostrado, durante
la s
invasiones inglesas,
su lealtad a la corona dirigiendo la campaña
reconquistadora,
se
enfrentaba,
e n
cambio,
con la
hostilidad manifiesta
d e
Francisco
J a -
vier d e Elío, gobernador d e Montevideo. En
1809, éste convocó u n a Junta local, y obtuvo el
apoyo de los comerciantes de la ciudad-
puerto, aunque,
en
realidad,
se
t ra taba
de un
movimiento cuyo carácter
d e
política econó-
mica
no se
podía desconocer, como señaló
u n
historiador uruguayo (3). La pugna entre co-
merciantes de Montevideo y Buenos Aires h a
sido denominada
en la
historiografía oriental
como «lucha de puertos»; efectivamente, e ra
en
Buenos Aires donde estaban situadas
las
instituciones
q u e
regían
la
actividad comer-
cial
d e
ambas orillas
del Río de la
Plata
y
entonces: «Montevideo, cabeza de la parte d e
la
región ganad era
d e
mayor expansión,
de un
comercio
q u e
tenía
p o r
base
e l
mejor puerto
de l
Plata,
y
privilegios otorgados
p o r l a
coro-
na, se
opuso
a
disposiciones
d e l
Consulado
d e
Comercio destinadas
en la
práctica
a
dismi-
(3) Cfr.:
Pablo Blanco Acevedo,
E l
gobierno colonial
en el
Uruguay y los orígenes de la nacionalidad,
Montevideo,
1944.
nuir
s u s
ven tajas. Hacia
e l
final
de l
coloniaje,
la s
juntas
d e
comerciantes
y e l
Cabildo había n
formulado u n prog rama cuyos postulados b á -
sicos eran los siguientes: Gobierno Intenden-
c ia
para toda
la
Banda Oriental
c o n
capital
e n
Montevideo, Consulado
d e
Comercio, Tribu-
n a l d e
Alzada
y
utilización
de los
impuestos
recaudados en la ciudad en mejorar e l puer-
to» (4).
Entre tanto , la convocatoria d e l Cabildo
Abierto en mayo de 1810 tenía m á s profundi-
d a d
política
de lo que
parecía
a
primera vista.
El
«grupo
d e
mayo» poseía noticias suficien-
tes de las
tratativas
q u e s e
habían iniciado
e n
otras latitudes, como la de Miranda en Ingla-
terra,
y
existían sociedades secretas
q u e ,
desde Buenos Aires, trazaron planes para
lo -
grar
la
emancipación. Hombres como Manuel
Belgrano
e
Hipólito Vieytes, dispusieron
d e
l a s
páginas
d e E l
Telégraf o Mercantil
y el Se-
manario d e Agricultura, Industria y Comer-
c io ,
para difundir
la s
nuevas ideas, sobre todo
aquellas q u e enfatizaban la libertad de co-
mercio. Estas ideas aparecen claramente
re -
flejadas
en la
conocida Representación
de los
Hacendados y Labradores, atribuida a M a -
riano Moreno,
y q u e
contiene
u n a
extensa
c r í -
tica de la administración española; dirigién-
dose
a l
Virrey, sostiene:
« N o
confirió
e l
Sobe-
rano
a
Vuestra Excelencia
la
alta dignidad
d e
Virrey de estas provincias para velar sobre l a
suerte
de los
comerciantes
de
Cádiz, sino sobr e
la
nuestra».
En l as
sesiones
d e l
Cabildo
d e
Mayo quedaron delineadas la s distintas posi-
(4 )
Lucía Sala
de
Tourón, Julio
C.
Rodríguez, Nelson
de la
Torre, Artigas
y su
revolución agraria. 1811-1820. México,
Siglo
XX/, 1978, pág. 21.
54
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ciones
de
criollos
y
peninsulares,
q u e n o
eran
otra cosa
q u e l a s
interpretaciones
de la
reali-
d a d q u e
alejaban
a
ambos bandos.
E l
partido
criollo sostuvo la caducidad de l a s autorida-
d e s
españolas ante
la
caída
de la
Junta Central
de Sevilla, argumentando que a part ir de ese
momento
el
pueblo reasu mía
la
soberanía,
po-
sición q u e resultó, al fin, decisiva. La renun-
c ia de
Cisneros, forzada
po r l a
adhesión
de la
milicia criolla a esta posición, posibilitó la
creación
de la
Junta
de
Mayo.
La
toma
de
posesión
s e
hizo sobre
la
base
de que no se
reconocería otro soberano q u e Fernando VII;
e ra e l escollo opuesto a las ambiciones de la
Casa d e Bragan^a, y a las pretensiones de la
Infanta Carlota, hermana
de l rey
depuesto,
q u e
pretendía instaurar desde Brasil, donde
había buscado refugio
la
corte portuguesa,
el
protectorado sobre
el Río de la
Plata.
Hasta
el
momento,
la
transferencia
d e l
poder
se
había materializado
s in
derramar sangre;
pero pronto surgieron la s dificultades para la
Junta
d e
Buenos Aires.
U n a
línea
d e
oposición
se fue
conformando desde
el
Alto Perú,
p a -
sando
p o r
Paraguay, Córdoba
y
Montevideo,
al
tiempo
q u e l a s
ciudade s reconocían
al Con-
sejo
d e
Regencia creado
en
Cádiz. Liniers,
desde Córdoba, inicia
u n a
campaña para
combatir
e l
proceso revolucionario criollo.
E r a
necesario, entonces, legitimar
l a
actua-
ción de la Junta d e Mayo p o r e l reconoci-
miento
de las
provincias
d e l
interior, pues
d e
ello dependía
la
vitalidad
d e l
movimiento
emancipador, y ésta desarrolla u n a serie d e
campañas militares. Aunque Liniers
f u e d e -
rrotado
y
fusilado
en
Cabeza
d e l
Tigre, Para-
guay
se
afianzó
e n u n a
resistencia
q u e
habría
de conducirle, posteriormente, a l aislamiento.
Buenos Aires, com pro met ida en dos frentes d e
lucha: el Alto Perú, donde su ejército, triun-
fante
e n
Suipa cha, sufrió
la
derrota
de
Hua qui
frente a los realistas, y la Band a Oriental, en la
cual Montevideo se había constituido en bas-
tión español, v io surgir nuevos problemas e n
la conducción de l proceso revolucionario. E s-
tos han
sido señalados
c o n
lucidez
p o r
José
Luis Romero: «L a revolución emancipadora
e ra , en
cierto sentido,
u n a
revolución social,
dest inada
a
provocar
el
ascenso
de los
grupos
criollos
a l
primer plano
de la
vida
d e l
país.
Criollos habían sido
los
núcleos ilustrados
q u e
la
hicieron; pero
po r l a
fuerza
de las
convic-
ciones
y por la
necesidad
d e d a r
solidez
a l
movimiento, f u e necesario llamar a ella a los
grup os criollos
de las
provincias, constituidos
en su mayor parte po r l a masa rural. Estos
grupos respondieron al l lamado y acudieron a
incorporarse
a l
movimiento;
m a s y a
para
en -
tonces
e l
núcleo porteño había sentado
los
pr i nc i p i os fundamen t a l e s d e l régimen
político-social, y l a s masas q u e acudieron al
l lamado
no se
sintieron interpretadas
por ese
sistema
q u e ,
como
e r a
natural, otorgaba
la
hegemonía
a los
grupos cultos
de
formación
europea»
(5).
Artigas y e l pueblo
e n armas
José Gervasio Artigas nació el 19 de junio d e
1764. Su abuelo, Juan Antonio Artigas,
oriundo
d e
Albortón (Zaragoza),
se
había tras-
ladado
al Río de la
Plata
en 1717 y fue uno de
lo s
primeros pobladores
d e
Montevideo,
donde s e desempeñó como Capitán d e Mili-
cias, Alcalde
de l a
Santa Hermandad, Alférez
Real
y , m á s
tarde, Alcalde Provincial. Martín,
u n o d e s u s
hijos, casa rá
con
Francisca Pascual
Rodríguez,
y de ese
matrimonio nace José
Gervasio,
q u e
firmará siempre José Artigas.
Educado
en la
escuela
q u e
mantenían
los pa-
dres franciscanos en e l Convento de San Be r -
nardino d e Montevideo, fu e condiscípulo d e
Larrañaga, Vedia, Viana, Rondeau y Otor-
gués, llamados todos a desempeñar u n papel
relevante
en la
vida
d e l
país. Iniciado
en las
faenas
d e l
campo, pronto
se
incorporó durant e
su
juventud
a las
arreadas
d e
animales,
o a las
matanzas para sacarles
el
cuero,
q u e
frecuen-
temente
se
real izaban,
en la
época,
d e
forma
clandestina. Cuando
la
administración espa-
ñola,
en 1797,
decide reclutar hombres para
(5 ) José Luis Romero, L as Ideas políticas en Argentina,
México, Fondo de Cultura Económica, 1946, págs. 63-64.
E s c u d o
d e
Montevideo
e n e l
periodo virreinal,
c o n e l
lema: «Castilla
e s m i
corona» .
5 5
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contener
el
contrabando, escogerá
la vía del
indulto para
lo s
incursos
en ese
delito,
a los
efectos d e formar u n cuerpo d e vigilancia q u e
se
llamó Compañía
d e
Blandengues
de la
Frontera
d e
Montevideo. Artigas entra
en esa
compañía cuando cuenta
con 33
años
d e
eda d.
Pronto,
p o r s u
experiencia
de los
hombres
de l
campo y su conocimiento del territorio, m e-
rece la confianza de los hacendados, impo-
niendo el orden en el ámbito rural. Comisio-
nado po r l a s autoridades virreinales, acom-
paña
a
Félix
d e
Azara,
en 1800, en el
desarrollo
de los
t rabajos
de la
fundación
d e
Bato
vi . Pa r-
ticipa en el ejército contra los invasores ingle-
ses, y en 1807 se encuentra nuevamente bajo
las
órdenes
de l
gober nador Elío.
Al
producirse
el
levantamiento
d e
Mayo, Artigas acampaba
en l a s
cercanías
de
Colonia,
a l
servicio
de las
autoridades
de
Montevideo.
Pero si bien lo s sectores urban os de la Banda
Oriental mantuvieron
su
adhesión
a l
Consejo
d e
Regencia,
en el
medio rural existía
un in-
tenso malestar. La escasez de recursos de la
plaza
d e
Montevideo indujo
a
Elío para
q u e
impusiera
u n
tributo
a las
poblaciones,
lo
que s e agregó a una medida fue rteme nte resis-
tida que s e d io a conocer en el Bando firmado
el 23 de
agosto
de 1810 por
Joaquín
d e
Soria,
Gobernador militar,
y q u e
exigía
a los
hacen-
dados
la
regularización
de la
propiedad
de sus
tierras : «Medida ta n radical, que los españoles
Franc i sco Jav i e r d© El ío (1767-1822) . Gob ern ado r d e M ontev ideo d e
1 8 0 7 a 1 8 1 0 , Virrey d e l R io d e l a P l a t a e n 1 8 1 1 , vue l t o a E s p a ñ a e n
1 8 1 2 , o c u p ó l a s C a p i t a n í a s G e n e r a l e s d e C a t a l u ñ a y Valencia,
s i endo a jus t i c i ado e n 1 8 2 2 p o r s u pa r t i c ipac ión e n u n com plo t d e
t endenc i a s abso lu t i s t a s .
nunca habían tomado
con
seria considera ción
en los períodos e n q u e nada anunciaba un le-
vantamiento armado contra la autoridad, s e
convertía, ante
la
existencia
de l
subversivo
ejemplo porteño,
en un
l lamado
a la
Revolu-
ción Campesina»
(6).
Cuando Elío, Virrey
desde comienzos
de 1811,
decide iniciar
las
hostilidades contra Buenos Aires, Artigas
cruza
el Río de la
Plata para entrevistarse
con
lo s
miembros
de la
Junta
y se
incorpora
a l
movimiento emancipador. E s conocido, p o r
otra parte, q u e s u nombre figuraba en los p la -
nes de
Mariano Moreno para dirigir
la
revolu-
ción
en la
Banda Oriental.
El 28 de
febrero
de 1811,
tiene lugar,
en las
inmediaciones
de la
Capilla Nueva
d e
Merce-
des, el «Grito de Ascencio» q u e levanta en a r -
m a s
toda
la
población rural.
La
revolución
d e
la
Banda Oriental
se
art icula
po r l a
for mación
de milicias d e paisanos encabezadas p o r c a u -
dillos locales, que s e incorporan en lo que José
Artigas denominará el «ejército nuevo», inte-
grado
p o r l o s m á s
variados sectores sociales:
«...no eran
los
paisanos sueltos,
n i
aquellos
q u e debían su existencia a su jornal o sueldo
lo s
solos
que s e
movían; vecinos establecidos,
poseedores
d e
buena suerte
y d e
todas
l a s co -
modidades q u e ofrece este sueldo eran lo s que
se
convertían repentinamente
en
soldados,
los
q u e
abandonaban
su s
intereses,
s u s
casas,
sus
familias, lo s qu e iban, acaso p o r primera vez, a
presentar su vida a los riesgos de una gue -
rra...»
(7). Los
motivos
m á s
diversos unían,
s in
duda,
a
todas estas voluntades
q u e
conforma-
b a n u n a fuerza heterogénea en lo social y en lo
variopinto
de su
a rmamento .
S in
duda
lo s ha -
cendados esperaban librarse definitivamente
de las exacciones de la administración y de la s
t rabas de l monopolio; lo s paisanos, lo s gau-
chos,
lo s
negros esclavos,
lo s
indígenas, expre-
saban resentimientos
q u e h a n
quedado regis-
trados
en la
colección
d e
coplas
y
cielitos
p a -
trióticos q u e s e cantaron durante la lucha; los
curas
y los
letrados
que se
incorporaron
a las
filas artiguistas, reivindicaban el derecho d e
los
pueblos
a
reasumir
su
soberanía.
U n a
campaña
t a n
rápida como efectiva
dio el
t riunfo
a las
fuerzas
d e
Artigas
en
Colla,
So-
riano, Maldonado, Paso de l Rey , Santa Teresa
y S a n
José.
El 18 de
mayo
de 1811, en Las
Piedras,
el
ejército artiguista vence
a los rea-
listas
e n u n a
batalla decisiva.
L a s
fuerzas
d e
Elío quedan confinadas
p o r
tierra
en el
inte-
rior de l a s mural las d e Montevideo y los revo-
(6 ) José Pedro Barran y Benjamín Naham, Bases económi -
cas de la Revolución Artiguista, Montevideo, Banda Orien-
tal, 1964, pág. 87.
(7) «Oficio de Artigas i la Junta de l Paraguay, de 7 de di-
ciembre de 1811», en : José María Traibel, Brevi ario Artiguis-
ta , Montevideo, 1951, pág. 24.
5 ó
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d e l a s
Piedras ,
q u e a l
v e n c e r
l a s
fuerzas a r t lgu ls tas de ja
la
zona rural
e n s u
p o d e r . ( Cu a d r o
d e
Juan Manuel Blanes) .
lucionarios dominan e n toda su extensión el
medio rural de la Banda Orie ntal . Comienza el
sitio de la ciudadela.
Definición autonomista de la
Revolución Oriental
Pero la revolución habría de adquirir pronto
u n
giro peculiar.
E n
septiembre
de 1811 se
forma
el
Primer Triunvirato
en
Buenos Aires,
integrado p o r Paso,, Chiclana y Sarratea. La
ofensiva desatada
por e l
general español
M a-
nuel Goyeneche sobre Tucumán,
a l
frente
del
ejército
d e l
Perú,
y el
bloqueo
de la
capital
p o r
la
escuadra
d e l
apostadero naval
d e
Montevi-
deo ,
aceleran
la
firma
d e u n a
tregua
co n
Elío.
Entretanto, Portugal invadía la Banda Orien-
ta l
pretextando
el
auxilio
a los
españoles
si-
tiados en la plaza fuerte, y cuando se conoce la
firma d e l armisticio, el 7 de octubre de 1811,
cunde
el
malestar
en
filas artiguistas, cuyos
hombres se sienten abandonados a s u suerte
p o r u n a decisión q u e n o había contado con su
consentimiento.
La
consecuencia será
l a emi -
gración
en
masa,
q u e
arrast ra
el 80 por 100 de
la población de la Banda Oriental q u e sigue al
ejército de Artigas. Este exilio voluntario de
u n
pueblo
que se
desplaza abandonándolo
todo para
no
permanecer
en
territorio enemi-
go, consolida la autoridad de José Artigas y
propicia
la
emergencia
de las
primer as formas
d e organización. Era , en efecto, u n extraña-
miento q u e llevaba consigo « la patria a cues-
tas»; y en la asamblea q u e tuvo lugar en la
Quinta
de la
Paraguaya,
s e
decidió rechazar
lo s
términos
de l
armisticio
y
designar
a
José
Artigas Jefe de los Orientales. E n pocos días el
medio rural se había convertido en un desier-
to . En esa
ret irada dramática,
lo s
hombres
abandonaban
s u s
tierras,
s u s
hogares,
sus per-
tenencias
y
arreaban
t a n
sólo
el
ganado
que
podían llevar consigo.
S in
duda, esta masiva
incorporación
de
famili as enter as
a u n
ejército
e n
marcha, agregó
u n a
enorme complejidad
a
los jefes de operaciones, pero la férrea volun-
t a d q u e
exhibían estos seres, siguiendo
u n a
ruta
q u e
para ellos significaba
la
libertad
aun
a costa d e enormes sacrificios, se impuso al
Jefe de los Orientales p o r su significación polí-
tica.
E n u n a
carta
d e
Monterroso, fechada
en
Marsella en 1835, éste decía que l a oposición
a l
armisticio:
«no fue e l
voto
de un
hombre,
sino
de un
pueblo»
(8).
L o s
historiadores
h a n
denominado
e l
éxodo
a
la
marcha
de l
pueblo,
que los
paisanos llama-
ro n la
redota
( la
derrota), expresando
su es-
tado de ánimo. Un largo itinerario condujo a
los orientales desde S a n José hasta el campa-
mento sobre
la
costa
de l
arroyo Ayuí,
en la
(8 ) I b í d e m , pág. 32.
57
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Artigas , desda
s u
c a m p a m e n t o
d e
Purif icación, dicta
c
orilla occidental
de l r ío
Uruguay, donde
se
instalaron las familias q u e seguían a l ejército,
y q u e
según
e l
padrón levantado durante
el
éxodo,
e ra un
total
de 4 .031
personas.
U n a
mezcla social heterogénea,
en la
cual figura-
b a n ,
incluso,
lo s
nombres
d e
ilustres familias
criollas cuyos hijos se habían alistado en el
ejército artiguista,
se
desprende
de su
lectura.
El
mismo Artigas describió
la
marcha:
«Yo no
seré capaz
de dar a V. S. una
idea
d e l
cuadro
q u e
presenta
a l
mundo
la
Banda Oriental
desde
e se
momento:
la
sangre
q u e
cubría
las
armas
d e sus
bravos hijos, recor dó
l a s
grand es
proezas q u e , continuadas p o r m u y poco m á s ,
habrían puesto f in a sus t rabajos y sellado el
principio
de la
felicidad
m á s
pura: llenos
d e
esta memoria, oyen sólo la voz de la libertad y
unidos
en
masa marchan cargados
d e sus
tier-
n a s
familias
a
esperar mejor proporción para
volver a sus antiguas operaciones; yo no he
perdonado medio alguno
d e
contener
el
dign o
transporte
de un
entusiasmo tal»... «Ellos
lo
h a n
resuelto,
y ya veo que van a
verificarlo:
cada
d ía
miro
con
admiración
s u s
rasgos
s in -
gulares
d e
heroicidad
y
constancia: unos
q u e -
mando s u s casas y los muebles q u e n o podían
conducir, otros caminando leguas a p ie po r
falta
d e
auxilios
o p o r
haber consumido
sus
cabalgaduras en el servicio; viejos decrépitos,
párvulos inocentes acompañan esta marcha,
n d e n c ia
a s u
secre ta r i o , fr ay Jo sé Benito Monts r roso .
manifestando todos la mayor energía y resig-
nación
en
medio
d e
tales privaciones»
(9). Dos
hechos inmediato s
se
derivan
d e
esta emigra-
ción e n masa: e 1 agravamiento de las tensiones
con e l gobierno d e Buenos Aires y la definic ión
política
d e l
«pueblo armado», como deno-
minó Artigas
a esa
mayoría
de
paisanos,
in -
dios
y
negros,
q u e
junto
a los
hacendados
y
curas patriotas
le
habían seguido
al
exilio.
En e l programa de los hombres de 1812, que
forman
el
Segundo Triunvirato, figuraba
la
convocatoria d e u n a Asamblea General Cons-
tituyente
q u e ,
inaugarada
en
enero
de 1813,
debería contar
co n
delegaciones
de l a s
provin-
cias. Para decidir
l a s
instrucciones
q u e
lleva-
rían
lo s
orientales
a
esta asamble a,
y
designa r
los delegados, convoca Artigas u n congreso
q u e
tendrá capital importancia para
el
futu ro
de la
revolución. Durante
el
mismo
se
percibe
con
claridad
q u e ,
paralelamente
con la
acción
militar, desarrollada
en los dos
años transcu-
rridos, había madurado u n ideario político.
E n s u s palabras preliminares, Artigas deja
sentado
su
respeto
po r l a
expresión libre
de la
voluntad popular:
« E l
resultado
d e l a c a m -
paña pasada m e puso al frente de vosotros p o r
el
voto sagrado
d e
vuestra voluntad general.
Hemos corrido diez y siete meses cubie rtos d e
(9 ) Agustín Beraza, E l pueblo reunido y armado, Montevi-
deo.
Banda Oriental, ¡967, págs. 41-42.
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la
gloria
y la
miseria,
y
tengo
la
honra
de
volver a hablaros en la segunda vez qu e hacéis
e l uso de
vuestra soberanía»...
«M i
autoridad
emana
d e
vosotros
y
ella cesa
p o r
vuestra
p r e -
sencia soberana»
( 1 0 ) .
Inmed i a t amen t e ,
aconseja
que e l
reconocimiento
de la
asam-
blea para la cual h a n sido convocados se haga
«por pacto».
P or
otra parte:
« E s m u y
velei-
dosa
la
probidad
de los
hombres; sólo
e l
fren o
de la Constitución puede afirmarla». Solicita
a los congresistas q u e diseñen u n sistema polí-
tico capaz
d e
asegurar:
« la
salvaguardia
a l
derecho popular». Finalmente, se aprueban
como principios básicos
la
independencia
ab -
soluta,
el
sistema
de
gobierno republicano,
la
articulación
d e u n a
confederación
y el
mante-
nimiento de la autonomía provincial. Se p ro -
ponía
la
división
d e
poderes
en
legislativo,
ejecutivo
y
judicial;
la
libertad civil
y
religio-
sa; la
erradicación
d e l
despotismo militar
«con trabas constitucionales
q u e
aseguren
la
inviolable soberaní a
de los
pueblos». Prohibi-
ción, además ,
d e
imp one r derechos sobre artí-
culos expor tados
d e u n a
provincia
a
otra,
y de
otorgar preferencia p o r cualquiera regulación
d e comercio a los puertos d e u n a provincia
sobre otra
(11) . Era un
claro intento
d e
elimi-
n a r todo sistema impositivo q u e privilegiara a
los comerciantes d e Buenos Aires. E l Congreso
de
Abril instituyó, también,
el
Gobierno
Eco-
nómico d e Guadalupe, q u e tendría p o r come-
tido orquestar
la
recuperación
de la
economía
v las finanzas en la Provincia Oriental. El
mismo estaría integrado p o r representantes
de la burguesía criolla: hac end ado s y letrad os.
L a s
«Instrucciones
de l Año
XIII»
se
conver-
tían
así en el
verdadero antecedente para
u n a
futura constitución provincial.
Pero
en e s e
mismo período controla
el
poder,
en Buenos Aires, e l grupo encabe zado po r Ca r -
los de
Alvear, quien
h a
logrado, incluso,
de s -
plazar a San Martín. Gobernaban, entonces,
lo s hombres de la Logia Lauta ro, q u e , como h a
señalado Halperin Donghi, tenía
u n a
tenden-
cia a la
manipulación: «pero
¿a qué se
orient a
e sa
manipulación?
E n
este sentido,
n o
parece
haber duda sobre
lo s
propósitos primeros
d e
la
Logia: asegurar
la
confluencia plena
de la
revolución rioplatense e n u n a m á s vasta revo-
lución hispanoamericana, republicana
e in-
depen dentis ta». Asimismo: «...tiende
a
identi-
ficar
la
supervivencia
de la
revolución
con la
conquista
y
conservación
d e l
poder
e n
manos
de un determinado grupo político» (12). Y
este grupo político e ra la oligarquía porteña.
Así las cosas, la Asamblea Constituyente re -
(10) Héctor Miranda, La doctrina de la Revolución, Mon-
tevideo. 1918. váe. 21.
(11) Ibídem, págs. 27-31.
chazó
a los
diputados
de la
Banda Oriental,
desconociendo la legitimidad de sus poderes;
ep
real idad,
u n
paso
en
falso considerable
para
la
política
d e l
Triun virato, puesto
qu e los
representantes venían mandatados p o r u n a
elección libre
y
soberan a. Pero
el
rechazo
fo r -
m a l escondía u n tema fundamental : los dele-
gados artiguistas llevaban
la
defensa
de los
principios
d e l
federalismo,
y esa
opción polí-
tica estaba m u y alejada d e l pensamiento del
grupo alvearista. Incluso la Asamblea pos-
tergó
la
declaración
d e
in dependencia, otro
d e
los
postulados políticos reivindicados
por Ar-
tigas.
N o
obstante,
la
influencia
d e l
artiguismo
se
había extendido po r e l Litoral y la doctrina
federal contab a
con e l
apoyo
d e
varia s provin-
cias.
La
idea política
q u e
permitía
a
cada
re -
gión asumir su soberanía, e ra bien recibida
por lo s
caudillos locales,
y se
complementaba
con un
fuer te sentido económico, pues preten-
d í a
romper
el
monopolio
del
puerto
d e
Buenos
Aires.
Así,
Entremos, Santa
Fe ,
Corrientes,
Mi-
siones
e
incluso Córdoba, adhieren
a
esta
co -
rriente e integrarán la Liga Federal q u e desig-
nará
a
José Artigas Protector
de los
Pueblos
Libres.
Se ha
destacado
la
originalidad
del
siste ma político proy ectad o por e l artiguismo,
p o r
cuanto: «...las ideas
de don
José Artigas
se
nutren
en la
realidad geopolítica-económica
que lo rodea y que son , po r ello, consecuencia
de e sa r ealidad . Existe en é l un a ideología pe r -
(12)
Tulio Halperin Donghi, Revolución
y
guerra. Forma-
ción de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos
Aires, Siglo XXI, 1972, págs. 239-240.
E s c u d o d e l a P rov inc i a O r i en t a l du ran t a a l per iodo ar t lguls ta .
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fec ta mente estructu rada, q u e responde a un
conocimiento, práctico,
de la
cuenca
de los
grandes ríos platenses y riograndeses, que lo
conduce
a u n a
política
q u e
procura concretar,
en los hechos, e sa concepción doctrinaria y
estructural, según su teoría d e l Estado, la or-
ganización de las Provincias Unidas del Río de
la Plata» (13).
Desatada
la
represión contra
el
litoral
p o r
par te d e Posadas, calificándole d e «zona re -
belde»,
a l
t iempo
q u e s e
tachaba
a
Artigas
de
t raidor,
la s
cosas mejor arían , pese
a
todo, para
l a s relacion es entre Buenos Aires y l a s provin-
cias. Montevideo había caído
e n
manos
de las
fuerzas porteñas, y luego de l abandono de la
plaza por los españoles había hecho su en-
trada Alvear en la ciudad oriental. L a renun-
c i a d e
Posadas,
y los
acontecimientos poste-
riores q u e provocaron la caída de Alvear, entr e
ellos la ent rada de las fuerzas de Artigas en
Montevideo y la sublevación d e Alvarez T h o -
m a s e n Fontezuelas, propiciaron u n suaviza-
miento de las tensiones, aunque n o p o r dema-
siado tiempo.
La
revolución radical:
e l Reglamento d e Tierras
U n a guerra t a n prolongada n o podía menos
q u e dañar seriamente el potencial económico
de la Banda Oriental. La explotación gana-
dera había sido prácticamente aniquilada, los
peones rurales
se
habían incorporado
a la lu-
(13) A. Beraza, op . c i t . , páf>. 252.
cha, y e l retorno a la paz encontraba a la po-
blación sumida
en la
miseria. Cierto
e s que
existía u n a adhesión de los pequeños hacen-
dados,
q u e
unido
a u n a
tradición antilatifun-
dista y a l papel importante jugado por los
peones, negros
e
indios,
en el
ejército, empuja-
rían hacia soluciones radicales. Pero la reali-
d a d e s mucho m á s compleja a ú n , y n o sería
posible comprender la política d e Artigas e n
este período, s u s concesiones ante u n núcleo
burgués que le e r a imprescindible para go-
bernar, si no se atiende a lo vacilante de la
adhesión política q u e éstos demostraron al
proceso revolucionario.
Y
esta situación
p r o -
piciará desacuerdos inevitables entre
el
Jefe
de los Orientales, instalado en su cuartel d e
Purificación, y los hombres d e negocios inser-
tados
en e l
Cabildo
y l a s
instituciones
d e M o n -
tevideo, cuando adopte medidas excepciona-
les . Tampoco fueron bien recibidas p o r este
núcleo, q u e esperaba resarcirse rápidamente
de las pérdidas de la guerra, su severa concep-
ción de la administración, y su resuelta acti-
tud cíe impedir la especulación con los abaste-
cimientos
de la
población
y el
ejército,
o co n la
deuda pública y los cargos estatales. Pero la
instancia
m á s
crítica
fue , s in
duda, aquella
e n
q u e ensayó la reconstrucción de la economía
rural
por l a
aplicación
d e
medidas
q u e l e e n -
frentarían con los intereses d el poderoso n ú -
cleo de los hacendados.
Pautas cuidadosamente elaboradas habían
producido u n instrumento fundamental para
la
política social
d el
art iguismo:
e l
Regla-
Exodo de l pueblo oriental. Artigas l o d e s c r ib ió a s i : «Oyen só lo l a voz de l a l iber tad y u n id o s e n m a s a m a r c h a n c a r g a d o s d e s u s tiernas
familias . . .».
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En 1815 , l a s f u e r z a s d e Ar t ig a s , e n c a b e z a d a s p o r Fernando Otorgues , hac ían s u e n t r a d a en l a c iu d a d e la d e Montevideo .
mentó Provisorio de la Provincia Oriental
para el fomento de la Campaña y Seguridad
de sus Hacendados, de 10 de septiembre d e
1815. Se trata, claramente, de un documento
s in par en e l
proceso emancipador hispano-
americano, puesto q u e a través de él se intenta
elevar a los sectores marginados del mundo
rural y, a la vez, disminuir el poder del gran
latifundio.
En él se
establece
u n a
división
te -
rritorial de la Provincia, s e art icula su organi-
zación administrativa y judicial, se crea u n a
policía para
el
medio rural
y se
determinan
las
normas para la distribución de la tierra: «Los
terrenos repatibles so n todos aquellos d e e m i -
grados, malos europ eos y peores americano s»,
indica. Según el artículo 6.° : «Por ahora el Sr .
Alcalde Provincia l y demás subalternos se de-
dicarán
a
fomentar
c o n
br azos útiles
la
pobla-
ción
de la
campaña. Para ello revisará cada
uno en sus
respectivas jurisdicciones
los te-
rrenos disponibles, y los suje tos dignos d e esta
gracia:
co n
prevención
d e q u e l o s m á s
infelices
serán los más privilegiados. E n consecuencia,
los negros libres, los zambos d e esta clase, los
indios y los criollos pobres, todos podrán ser
agraciados en suerte de estancia s i con su t ra-
bajo y hombría de bien propenden a su felici-
dad y a la de la
Provincia»
(14). La
dimens ión
de los terrenos a repartir sería d e legua y m e -
(14) J. M. Traibel,
op . c f t . ,
págs. 222-223.
dia de frente y do s de fondo. Para obtener u n a
posesión definitiva,
el
donatario debía afincar-
se,
levantar rancho
y
cuidar
d el
ganado
qu e se
le proporcionaría. U n a política de subd ivisión
de la tierra q u e apuntaba, como se ha dicho, a
la justicia social, pero también a la recupera-
ción de la economía de la provincia, apoyada
en la
ganadería.
Se
tra taba, asimismo,
de
crear
u n a nueva mental idad en el «gaucho»; para
sedentarizarlo, había q u e procurarle u n a base
económica. Claro que e l Reglamento llevaba
implícito tambié n u n a trascendente finalidad
política, dirigida a la ampliación de la base
social d el art iguismo y a consolidar la revolu-
ción.
No e ra , s in
embargo,
el
problema
de la
tierra
y
la población en la campaña u n a novedad. E l
análisis
d e l
historiador uruguayo Juan
E. Pi-
vel Devoto demuestra q u e hacía y a cuarenta
años q u e s e ensayaba, en la región, u n orde-
namiento d el problema de la tierra (15). Pero
indudablemente,
el
úl t imo informador
de la
Corona, el Capitán de Navio Félix d e Azara, d e
quien fuera ayudante Artigas durante l a fun-
dación de Batoví, h a tenido influencia en el
pensamiento d e l Jefe de los Orientales, y el
problema,
que en la
administración española
se conoció como «el arreglo de los campos»,
(15) Cfr.:
Juan
E.
Pivel Devoto, Raices coloniales
de la
Revolución Oriental de 1811 , Montevideo, Medina, 1957.
61
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fu e
planteado
co n
gran claridad
por e l
natura-
lista en su Memoria sobre el estado rural del
Río de la Plata. Ciertamente, lo que en la polí-
tica española
e r a u n a
necesidad política
f u n -
damental : poblar la frontera y concentrar los
habitantes en núcleos urba nos, s e convierte en
eje de la solución artiguista para u n a p r o -
puesta revolucionaria d e igualdad social. In -
cluso la expropiación de l a s «tierras sobran-
tes», s in indemnización, sugerida en los me-
moriales de la administración hispánica con
el
propósito
de se r
redistribuidas,
se
encuen-
t r a presente en e l Reglamento Provisorio.
Mezcla d e ideales rousson ianos acompa ñad os
p o r
soluciones
d e
raíz española
y
conjunta dos
en la visión de la real idad de un conocedor d e
la
Banda Oriental,
los
planes impulsados
p o r
Artigas desde su gobierno estaban destinados
a
producir hondas transformaciones
en la es-
tructura económica y social de l país indepen-
diente.
La iniciativa le distanciará cada vez má s de l a
burguesía criolla,
q u e
pasará
a la
oposición
cuando
se
pone
en
marcha
la
aplicación
del
Reglamento. Pese a que la dinámica de los
acontecimientos posteriores se confabuló con
Medallón de la é p o c a , c o n l a e f ig ie d e F e r n a n d o VII.
Desde es te lugar , l lamado «Cale ra
d e l a s
Huér fan
a s » , s e
p r o mu lg ó
e l
Reglamento Provisor io , ins trumento jur íd ico
c o n e l q u e
Artigas intentó
soluc ionar
l o s
p r o b l e m a s
d e l a
t ie r ra
e
Impartir Justicia social.
62
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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la oligarquía enquis tada en los puestos capitu -
lares q u e procuraba detener el reparto de tie-
rras, sabemos actualmente
q u e
existió
u n a
efectiva ocupación d e t ierras p o r donatarios
artiguistas
(16). No
obstante,
la
política
e la -
borada p o r Artigas n o logrará imponerse. Los
sectores urbanos lesionados
en sus
intereses
por e l gobierno de la revolución conspiraban,
también el Directorio porteño lanza u n a
nueva ofensiva para liquidar
a ese
obstinado
enemigo del centralismo, y gestiona secreta-
mente la invasión portuguesa de l territorio
oriental.
No le
serán
m á s
favorables
lo s
suce-
s o s q u e
tienen lugar
en e l
ámbi to
de la
Liga
Federal, donde la autoridad d e l Protector
disminuye
a
medida
que le
resulta adversa
la
suerte de las a rmas en la Banda Oriental.
Cuando Portugal invade la Provincia, utili-
zando para ello tropas veteranas en la lucha
contra Napoleón, h a comenzado la crisis del
artiguismo. Pese a ello, la resistencia s e p r o -
longará
a ú n
casi cuatro años.
Si el
general
portugués Carlos Federico Lecor entra
en la
plaza
d e
Montevideo, recibiendo
la s
llaves
de
la ciudad d e manos d e u n a burguesía q u e e s -
peraba u n mejor horizonte para s u s negocios,
l a s zonas rurales sólo podrán s e r pacificadas
luego de un extenso período d e lucha y exter-
minio: «Unidos íntimam ente p o r símbolos d e
naturaleza
y d e
intereses recíprocos, lucha-
m o s contra tiranos q u e intentan profanar
nuestros m á s sagrados derechos» (17), escri-
b ía
Artigas
a
Simón Bolívar,
el 20 de
julio
d e
1819 . Desde la ocupación de Montevideo, en
20 de
enero
de 1817,
transcurre
u n a ñ o
antes
de que las tropas de Lecor puedan toma r c o n -
tacto, siquier a,
con las del
general Curado,
q u e
combatía en el norte, pues lo s orientales eran
dueños d e casi todo e l sector rural.
Finalmente, en la Argentina l a s fuerzas d e
Buenos Aires caían derrotadas en 1820, en la
(16) Cfr.: Lucía Sala de Tourótt, J. C. Rodríguez, N. de la
Torre, op. c l t .
(17) J. M. Traibel, o p . cit . ,pág. 148.
batalla
de
Cepeda, frente
a
Ramírezy
a
López,
d o s caudi llos feder ales. Pero se iniciaba ahor a
u n nuevo período. Artigas, derrotado en Ta-
cuarembó, desaprueba el Tratado d e l Pilar,
puesto
que si se
imponían
los
términos
del
federal ismo no se contemplaban en él todas
la s provincias, y no se abordaba e l tema de la
invasión portuguesa. Todavía en Avalos, ú l-
timo de los congresos reunidos p o r José Arti-
gas, se le reconoce como Protector, acordando
cont inuar la guerra hasta dejara salvo «liber-
t ad e independencia». N o obstante, su poder
político estaba siendo cuestionado
a l
debili-
tarse su dominio sobre el territorio de la Pro-
vincia Oriental. Vencido
en la s
costas
del Pa-
raná, se dirige al f in hacia el Paraguay, donde
solicita
el
asilo
que le
concederá Gaspar
R o-
dríguez d e Francia. Treinta largos años de a le-
jamiento
d e
aquel territorio
q u e
defendiera
c o n tanto denuedo y donde sembrara tantas
ideas recogidas por la posteridad, le aproxi-
m a n , e n
cierta forma,
al
destino sufrido
por
otras grandes figuras de la independencia
hispanoamericana.
• N . M . D.
+•
r *
*
tfofl
w
m
s.
y
Artigas, exiliado
en e l Paraguay ,
f u e Mevado al
interior d e l país ,
donde José
Gaspar
Rodr íguez d e
Franc ia k>
mantuvo
aislado. Muerto
e l 23 de
s e p t i e mb r e d e
1 8 5 0 , p o c a s
p e r s o n a s
pudieron llegar
h a s t a él . (En la
foto: dibujo
d e
José Ar t igas e n
s u anc ian idad ,
p o r e l viajero
francés Alfredo
Demarsey) .
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6 3
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 64/132
Comentario a u n libro histórico
L a mujer en el siglo X X
Rosa Chacel
UANDO se puede llamar históri-
co un libro?... Principalmente
en dos ocasiones o cualificaciones,
pues sólo una de ellas es temporal, la que lo
define como relato de cosas pasadas, reales,
verdaderas y memorables. La segunda, eua/i-
ficativa,
es la que lo
designa como compendio
de hechos o ideas hondamente entrañadas en
un tiempo. S i éste es el presente, los hechos
mostrados tendrán que ser los que afecten tan
directamente al hombre que sean vividos
como se vive lo inolvidable, lo memorable, en
fin. Si además el libro, en su título, lleva una
fecha como cimiento de todo el edificio, no
cabe duda de que podemos considerarle libro
histórico. Asi, LA MUJER EN EL SI-
GLO XX, de
Julián Marías.
¡1
E detengo u n instante
e n
esta aclaración
porque
al
haber sido invitada
a colaborar e n TIEMPO D E
HISTORIA,
y
lamentando
n o
poder aportar algún testimo-
nio o
infor me sobre personaj es
célebres o grandes hechos,
prometí hablar
de LA
MUJER,
fenómeno que a la vista está
en
todos
lo s
tiempos.
Y
suce-
d i ó q u e ,
nada
m á s
formulada
m i promesa, puso e n m i s m a -
n o s Julián Marías su libro so-
bre l a mujer... La densidad e
importancia d e l texto m e hizo
verle como sujeto adecuado a
m i
artículo
y,
sobre todo,
im -
prescindible. N o podía p o -
nerme
a
hablar
ahora, en este
momento, de tal
tema
s in a lu -
dirle y n o quería — ni podía,
p o r s e r imposible señalar en él
algo parcial— hacer
u n
ureve
elogio,
d e
pasada.
Así
pues,
fu -
t u r i zando su historicidad,
opto p o r hacer sobre é l un
mero comentario porque u n a
crítica o exégesis requeriría
u n
estudio riguroso,
que no
haré —sin achacarlo
a
fal ta
d e
espacio— porque m e interesa
señalar un pa r de p untos esen-
ciales, m á s q u e reseñarlo: es-
t ractarlo
no me
parece facti-
ble . En su hechura n o falta
nada de lo qu e suele com pon er
u n libro magistral. N o falta
nada, pero h a y otras muchas
cosas q u e n o sobran, sino q u e
le enriquecen co n especial in -
tríngulis.
D os
principalmente,
entre esas muchas cosas,
son
l a s q u e admiten comentario y
suscitan... n o diré discusión o
pojé mica, pero
sí
enfoques
m a s o menos antagónicos,
quiero decir distantes, e n
perspectivas d e gran lejanía,
aunque pendientes todas ellas
de la imagen buscada, p r o -
puesta, supuesta, imaginada o
mostrada
en su
verdad
LA
MUJER E N E L SIGLO X X .
E n vista d e todo esto, mi co-
mentario,
m u y
lejos
d e l
análi-
s is sistemático q u e haría a l -
g ú n e s t ud i oso , t end rá e l
acento —la voz misma— del
sujeto estudiado: algo
a s í
como cuando
el
modelo salta
de la tar ima y discute la obra
de l pintor.
E l q u e escribe o m á s bien el
q u e piensa c o n imágenes
queda
a
veces encad enad o
a su
lógica; n o puede salir de su
consecuencia
por la
sencilla
razón de que la consecuencia
existe: la imagen no se que da
en
mera función ornamental,
sino q u e sigue hab lan do de sus
cosas,
d e
toda
su
parentela.
E l
sími 1 de l modelo q u e critica al
pintor es bastante exacto p o r -
64
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W
i 8 §
m
m
j • j § l' l i t e
65
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q u e representa Ja crítica deJ
q u e ,
carente
d e l
met ier—y
d e
i n t e re ses ex t r ap i c t ó r i cos
como triunfo, etc.— busca en
la
representación
de su
figura
l a revelación de su fondo; es-
pera ve r l a huella de lo que
pasaba p o r s u mente —por su
alma— mientras conservaba
l a
pose debida...
No sé qué
será mejor: liberarme d e esta
cadena imaginaria
o
seguir
s u s consecuencias hasta a g o -
tarlas.
S i
optase
po r lo
último ,
tendría q u e sacar d e esos t é r -
minos genéricos
a l pintor y al
modelo, tendría q u e darles s u
carácter y consistencia perso-
n a l , recalcar q u e hablo de és-
to s y no de otros: lo intentaré.
Aquí
el
pintor
— el
autor—
pertenece, como
e s
sabido,
a
u n a escuela, pero n o aborde-
m o s l o q u e , además de sabido,
n o s detendría e n característi-
c a s formales, n o : hablemos
como cuando se habla de la
gente, opinando s in ambages.
Digamos que e l autor, Julián
Marías, s e caracteriza por ser
hombre
d e
perfección moral
Ju l ián Mar ías
(foto d e Ramón Rodr íguez) .
como
h a y
pocos —por aquí,
p o r a h í , p o r allá— que su sen-
tido de l a justicia, su superva-
loración de la libertad, su ili-
mitada tolerancia, le hacen
ver la
vida actual,
l a s
nuevas
generaciones c o n u n a limpi-
d e z d e
juicio absoluta, pero...
s u tolerancia n o implica asen-
timiento, Julián Marías
c o m -
prende nít idamente la vida d e
la
juventud actual, pero
no
siente c o n ella, no se siente in -
cluido en su crisis o pataleo
agónico... E l modelo, pues
—yo a l f in mujer—, tengo q u e
caracterizarme
por l a
intole-
rancia, p o r bastante amo r a la
justicia y u n hábi to integral d e
l ibertad.
Lo
único
q u e m e
opone a la visión rep rese ntad a
en el
libro
es que la
censura
q u e n o podré disimular r e s -
pecto a m i época es autocen-
sura, porque y o asiento a ella,
s u s
pecados
y
defectos
son los
míos, yo le pertenezco, yo es-
t o y — ¡no compromet i da ,
no —
identificada
a
causa
d e
u n fenómeno temporal b a s -
tante insólito, q u e m e auto-
riza a estas disquisiciones.
Después d e m i largo exilio, e n
e l q u e
conservé
co n
obstina-
ción, intocado, el espíritu d é
m i s primeros años, a l reco-
brar España he encontrado
u n a
especie
d e
reproducción
d e aquel momento, algo así
como
u n
pruri to
n o
acallado:
n o
acallable
por no se r
come-
z ó n
superficial, sino pugna
germinal
de lo que
quier e sal ir
a la luz... La contemplación d e
ese
movimiento pueril —pue-
r il no quiere decir minúsculo,
sino parvular— e s lo que me
h a llevado a identificarme con
él, a
sentir
que le pertenezco...
¿Absurda pertenencia,
con
cuarenta años d e intervalo?...
N o h a y
nada absurdo
en
ello
porque —harto h e dicho e n
otra ocasión— son los padres
l o s q u e pertenecen a los
hijos,
y no los hijos a los padres. Por
lo tanto, m i identificación c o n
la juventud actual es un fenó-
meno d e maternidad.. . y de
paternidad —también
d e
esto
ya he hablado— nunca b a s -
tante.
Temo
q u e
resulte largo éste
preámbulo, pero aunque p a -
rezca q u e tardo en ent rar e n
materia, la verdad d e l caso e s
q u e y a h e
entrado. Entré
desde
el
primer párrafo seña-
lando q u e habrá oposición y
p o r q u é l a habrá. Sólo m e
queda, pues, instalarme
en mi
punto
d e
vista
y
proceder
a ir
señalando lo que veo desde
aquí.
Hay en este libro u n recuento
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impecable de los avatares his -
tóricos de la mujer en su vida
social, intelectual, laboral , j u -
rídica, e tc . No hay nada q u e
discutir
a
este respecto.
En el
primer párrafo d e l prólogo,
Marías alude a su libro, An-
tropología metafísica,
q u e
considera
e l
primer libro filo-
sófico en que se tiene en
cuenta «el hecho de que en e l
mundo n o h a y solamente
hombres, sino también muje-
res , de que la vida humana se
realiza en dos formas insepa-
rables pero irreductibles: v a -
rón y mujer». Seguidamente
comienza a anotar la frecuen-
cia con que se habla de «la cr i -
sis de la mujer en el siglo XX»
y se
detiene
a
esclarecer
lo que
quiere decir «crisis», recal-
cando la conveniencia de es-
clarecer igualmente
lo que
quiere decir «mujer». Nada
m á s
evidente
que la
urgencia
de esos d o s esclarecimientos.
Define
la
idea
d e
«crisis»
p r i -
meramente como desorienta-
ción
que , a part ir d e Ortega, se
expresa
con la
fórmula colo-
quial,
« no
saber
a qué
atener-
se», y
sigue hasta señalar
lo
q u e puede llamarse crisis his -
tórica, cuando ésta atañe
a
toda u n a sociedad, cuan do co-
lectivamente
se
dice:
«no sa -
bemos q u é pensar y entonces
n o s
preguntamos:
de qué se
t rata, qué es esto, q u é pode-
m o s
hacer,
q u é
tenerlos
q u e
hacer». Yendo
al
grano , sigue:
«En e l siglo XX, la mujer se
pregunta por sí misma. Se di-
r á : ¿antes no? ¿Es que la mu-
jer no se ha
preguntado
por s í
misma? No en e l mismo g r a -
do, no con la
misma frecuen-
cia e intensidad. Cada mujer
—como cada hombre—
se
pregunta por s í misma. (...)
Pero normalmente
l a s
muje-
res se preguntaban cada cual
por sí
misma;
e n
otras époc as
se daba p o r supuesto qué es
ser mujer; l a s mujer es creían
saber lo que es mujer (o lo qu e
debe ser ) . Entonces les era
cuestión
su
propia realidad
personal
o su
figura,
el
grado
de aproximación con que po-
dían acercarse a lo que pare-
c í a u n a
forma valiosa
d e m u -
jer , es decir, un modelo. (...)
Hoy no lo es en modo alguno
(...) Pero esta cuestión de la
mujer , esta pregunta
d e l a m u -
je r no es exclusiva d e ella,
porque
e l hombre está refe-
rido a la mujer, en eso cons iste
se r
hombre,
lo
mismo
que se r
mujer consiste en estar refe-
rida a l varón. (...) ...imagínese
la perplej idad q u e supone
para e l homb re habérselas con
la mujer cuando ésta n o está
e n
claro respecto
a sí
misma.
(...) No
digo
q u e
nuestr a situa-
ción sea única en la historia;
pero probablemente nunca h a
tenido
la
extensión
y la
ampli-
t u d q u e ahora tiene». Con es-
ta s líneas resumo varias pági-
n a s d e exposición detallada y
certera.
M e
detengo
en
esta
frase porque yo me atrevo a
sostener q u e nuestra situación
e s única. Nunca jamás se dio
nada parecido porque no se
podía d a r . Nunca jamás ni la
mujer ni el hombre afrontar on
u n a
situación semejante.
D e-
mostrarlo
es la
finalidad
d e
estas páginas.
La exposición de los hechos
históricos se continúa, yendo
mm.
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hacia el núcleo fundamental .
«Suele pensarse que la mujer
e s u n a real idad natural , o q u e
existen mujeres
en la
natura-
leza, como h a y hombres. S e
piensa primeramente
en la
condición biológica. H a y u n a
diferencia anatómica y fisio-
lógica entre hombres y muje-
r e s . Cuando nace u n niño,
después
d e u n a
inspección
ocular, se exclama "Es un n i -
ñ o " o " E s u n a
niña",
y
sigue:
Parece q u e esto es lo sustan-
cial primario, fundamental.
Sí ,
esto
e s
hasta cierto punto
cierto; n o creo q u e s e a l o m á s
decisivo. Pues bien,
la
mujer
en el siglo XIX ha cambiado
p r o f u n d a m e n t e d e s d e e l
punto d e vista biológico. Nada
menos.
La condic ión biológica
de la
mujer
h a
cambiado deci-
sivamente en el siglo XIX».
E n estas lineas subrayadas
empieza a formularse lo más
sólido
d e l
libro,
lo que
alcan za
en é l una
exposición completa
e incontestable. H a y q u e reci-
birla c o n atención extremada,
pero
s in
olvidar
q u e m u y
poco
antes
h a
dicho
que de l a s
dife-
rencias anatómicas q u e hacen
d e u n o u n
niño
y d e
otra
u n a
niña se derivan innumerables
consecuencias y q u e «esto e s
hasta cierto punto cierto; n o
creo que sea lo más importan-
te ,
pero
e s
decisivo».
Y no si-
g u e exponiendo el cambio d e
la
condición biológica
de la
mujer porque acomete el
cambio biológico general
d e -
teniéndose en una d e l a s mani-
festaciones m á s visibles, d e
hecho, pero n o l a m á s única de
nuestra época: la disociación
entre
la
sexualidad
y la
repro-
ducción, q u e considera hecho
histórico capital. «Este es un
hecho d e enorme volumen,
cuyas consecuencias no he -
m o s a c a b a d o d e d iger i r
—temo q u e n i siquiera hemos
empezado— el hombre y la
mujer viven inmersos
en un
sistema d e supuestos q u e h a n
asociado milenariamente
la
sexualidad
y la
reproducción.
Pues bien, en este siglo y no
antes ambas cosas están diso-
ciadas. N o digo q u e sean in -
dependientes; digo solamente
q u e están disociadas. Esto e s
u n
cambio
biológico,
estric-
tamente biológico, absoluta^
mente fundamental y d e i m -
previsibles consecuencias».
Sigue ciñéndose
a l
hecho:
«Pero resulta
que ese
cambio
biológico no es biológico.
Quiero decir
que no es po r mo-
tivos biológicos;
no es que se
haya producido
u n a
mutación
biológica; no ha habido u n
proceso natural q u e haya alte-
rado la constitución biológica
de la especie humana. (...) El
origen de ese cambio bioló-
gico está
en la
psicología,
en la
sociología, en la estética, en la
moral,
en la
religión,
en la
ciencia. E s decir, en aquello
q u e el hombre tiene d e no bio-
lógico; en lo que tiene d e bio-
gráfico; social, histórico,
es-
t rictamente personal . (...) La
falta
d e
claridad sobre este
punto impide entender nada.
Si se
niega
o se
oculta
e l
carác-
t e r biológico de e sa disocia-
ción, no se comprende d e q u é
se trata; si se interpreta e n
términos
d e
"conducta",
no se
entiende, porque tiene una r e -
percusión estrictamente bio-
lógica. Pero
si se
trata
de en-
tenderlo biológicamente, de
derivarlo de la biología y no
d e l
carácterhistoricos ocial .es
incomprensible. L a biología
no ha tenido nada que ve r en
este proceso q u e h a llevado a
u n cambio biológico funda-
mental». Termina este pará-
grafo co n unas líneas decisi-
v a s : «Las cosas, como se ve,
son un poco m á s complica das
de lo que
parece, pero única-
mente se entienden cuan do se
les da su
complejidad.
La vo-
luntad d e simplificación im -
pide entender la ' real idad.
Si
la real idad e s compleja, la
única manera de entenderla e s
reconocer su complejidad, n o
omitirla».
Repito que la exposición d e
este fenómeno — o hecho h i s -
tórico—
va en
seis páginas
sumamente matizadas, p o -
dría decir trabajadas
a con-
ciencia.
E l
propósito
d e
clari-
d a d y derechura hacia lo que
importa e s impecablemente
seguido
y e l
lector experi-
menta la anticipada gratitud
q u e
suscita toda promesa.
E l
enfoque e s t an perfecto que se
tiene
l a
seguridad
de ir a lle-
g a r a algún sitio, d e encontr ar
el
lugar
e n q u e
todos esos
e le -
mentos psicosociológicos, e t i -
coestéticos, religiosocientífi-
co s inciden en lo biológico d e
nuestro mundo, d e nuestra
biografía... Pero
e l
libro
no si-
g u e d e modo inmediato p o r
e se
camino.
H e
transcri to
lar -
g o s párrafos concernientes a l
tema q u e considero m á s i r n -
portante —más, mucho m á s
q u e
cualquier otro—
y
claro
está q u e e l tema n o desapa-
rece d e l resto d e l libro; no ,
pero queda a lo largo de todo
él
aludido
d e
cuando
en
cuan-
d o : dado p o r supuesto como
algo
con lo que se
cuenta.
E s
como si al tema se le asignase
hoy día e l lugar q u e antes
ocupaba la seguridad sobre lo
que es se r
mujer,
p o r
ejempl o.
Y sí, ese lugar le correspon de,
s i nos paramos a considera rlo,
pero
si lo que
pretendemos
e s
desentrañarlo, n o basta con
e s o . H a y q u e seguir derecho,
68
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Ov
no
confundirlo
n i
equipararlo
co n «ráfagas» —digamos, p o r
decirlo d e algún modo—, rá -
fagas históricas, corrientes
q u e , teniendo origen, motor y
esencia
en la
mente humana,
condicionan, moldean
y
trans-
forman la vida de los pueblos .
No hay que equipararlo con
otra ninguna
de las
ráfagas
pasadas, vividas, sufridas
po r
el hombr e: esta es única en su
género.
Ya he indicado hace poco la
extrañeza
que me
causa
la
frase d e Marías en que , res -
pecto a las diferencias anató-
micas de l niño y la niña, a ñ a -
de : «S í ,
esto
e s
hasta cierto
punto cierto; no creo que sea
l o m á s decisivo». Y me ex -
traña porque veo que, en su
inmensurable tolerancia,
n o
acusa a la mujer de lo más es -
candaloso
q u e
mantiene afin-
cado
en su
presente:
la
incom-
prensión
de su
historia.
Más
exacto
es
decir
d e la
historia
porque esto
es lo que
hace
falta
que la
mujer entienda,
que la historia es su historia.
Comprendo la satisfacción
q u e Marías experimenta ante
s u libro Antropología metafí-
sica, considerándole «e l pr i -
m e r
libro filosófico
en qu e se
toma en cuenta en serio, y con
consecuencias, el hecho de
que en e l mundo n o h a y sola-
mente hombres, sino también
mujeres, de que la vida h u -
mana se realiza en dos formas
inseparables pero irreducti-
bles: varón
y
mujer».
E l mé-
rito de la primacía q u e cabe a l
libro está en ser el primero
q u e plantea el problema sus -
citado
po r l a
agónica disocia-
ción q u e vive nuestro tiempo
—hace tiempo—.
E n
cuanto
a
libros filosóficos q u e cuentan
co n esos d o s ejemplares d e
humanidad, y o creo q u e e m -
pezando po r e l
Génesis
se
puede seguir
la
historia
de la
filosofía, la literatura, etcéte-
ra . . . Si ,
como
e s
sabido,
las le-
y e s q u e esclavizaron á l a mu-
je r
dur ant e siglos fueron escri-
tas , y cumplidas, no es dudos o
que los hombres que l a s escri-
bieron —pues esto sí es cierto,
la s escribieron lo s hombres—
contaban
a
todas horas
con la
existencia d e unos seres h u -
manos
q u e n o
eran hombres
y
q u e tenían co n ellos ¡tales, tan
enormes,
t a n
fundamentales
e
inesquivables, deseables y
temibles relaciones ... que te -
nían q u e aguzar cláusulas en
la s leyes para n o dejar que
ellas anduviesen sueltas, para
q u e n o fuesen jamás ignora-
das en sus posibles desma-
nes...
Los
desmanes
es lo que
se
suele legislar... ¿Puede
darse
u n
texto
m á s
igualita-
r i o , m á s cobijador d e hombr es
y mujeres que e l Decálogo?...
E n este libro la s mujeres ac-
tuales encontrarán un derro-
che de
generosidad varonil,
u n a
actitud
de l
autor
en la que
la
atención intelectual
— e n
tanto q u e atención, reconoci-
miento— d e cuño muy s i -
glo XX, al
mismo tiempo
q u e
—tendré q u e decirlo rubenia-
namente, «y muy antiguo y
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posible abordaje, porque sólo
desde
e l
principio
se
puede
llegar,
co n
conciencia, hasta
e l
f ina l , r emonta rnos has ta
nuestros principios
e s
conser-
v a r
vitalmente
l o q u e
siempre
f u e y sigue siendo porque n o
uede
se r d e
otro modo,
e r o
vayamos
p o r
partes.
Nada
m á s
dejar sentado
q u e
«La
condición biológica
de la
mujer
h a
cambiado decisiva-
mente en el siglo X X » , Marías
pasa
a
exponer
q u e « Ha
acon-
tecido
u n
hecho histórico
ca -
pital:
la
disociación entre
la
reproducción
y la
sexualidad.
(...) El
hombre
y la
mujer
vi-
v e n inmersos en u n sistema d e
supuestos
q u e h a n
asociado
milenariamente la sexualid ad
y la reproducción. Pues bien,
e n
este siglo
y
no en otro
( s u b -
rayo) ambas cosas están diso-
ciadas».
M e
extraña esta
afirmación, «y no en otro»
porque podemos v e r clara-
mente
en el
Antiguo Testa-
mento q u e a l borde del ca-
mino se encontraban las ra-
meras,
co n l a s q u e
cualquiera
podía
echarse;
hecho conti-
nuado a través de los siglos, e n
todos
lo s
caminos. Aludo
a l
Antiguo Testamento
n o
sólo
porque
la
sabiduría hebrea
cuenta indefectiblemente en
lo s cimientos de nuestra cu l -
tura, sino porque
en
ella
se en-
cuentra la mayor, l a más
firme
y
positiva razón par a
v a -
lorar ante todo
la
reproduc-
ción. L a base d e l sentido p a -
triarcal
¿ e s
hebrea?...
Si lo es,
n o falta ni en Grecia n i en Ro-
ma. . . La base se funda en los
primeros datos inmediatos,
porque es harto patente que la
primera relación
q u e
tuvo
q u e
establecerse entre
los dos se-
r e s
humanos—relación, dato,
hecho biológico anterior a
cualquiera
d e
estas nocio-
nes—
lo
primero —emplee-
m o s nuestro artículo neutro,
t a n
puramente abstracto
q u e
n o s permite n o decir
la cho-
se—, LO
primero, asociémoslo
co n e l FIAT, porque como ac -
to , n o
vemos cómo
se
hizo,
y,
s in
embargo, sabemos
q u e se
hizo...
En f in , la
primera relación
—acto conjunt o—
d e l
hombre
y la mujer es la generación.
Como
y a
hemos dicho
q u e n o
recurriremos
a
inte
rp re tac io-
n e s primitivas, no nos deten-
dremos
a
saber
s i
unos esti-
maron mucho
el
valor
de su
prole
y
otros
no la
estimaron
nada. Esto n o tiene import an-
cia : lo
demostrado
por los he-
chos
es q u e e l
hombre quiso
s e r dueño y señor de su prole.
¿Guiado
p o r u n
tierno amor
paternal
o por un
deseo
de
mando
y d e
capitalización?...
Da lo
mismo, fuere
p o r l o q u e
fuere,
el
hombre quiso saber
q u e s u s hijos eran suyos y ¿qué
medio emplear para saber-
lo?... Para saberlo ninguno,
pero para prevenirlo, para te -
n e r
cierta probabilidad
de es-
t a r
seguro... solamente
a m e -
drentar a la mujer co n todo
género
d e
cadenas. Empe-
zando
p o r e l
palo
y
llegando
a
la
moral
y la
relig ión —sin
q u e
esto excluyese
el
palo,
en to -
dos los
casos—. Pero todavía
tenemos
q u e
detallar
más lo
de los datos inmediatos. E n la
página
38 ,
hablando
ya de la
vigencia «parcialmente reli-
giosa, parcialmente moral,
a
veces sólo socia l
q u e
llevaba
al
mantenimiento de la virgini-
dad y la
castidad prematri-
monial
en l a s
m ujere s», sigue:
«Ahora bien, ¿ n o resultará
q u e
esto reflejaba
co n b as -
tante precisión
el
hecho
im -
portante d e l despertar relati-
vamente tardío
de los
impul-
so s estrictamente sexuales d e
la
mujer?
».
Sólo
co n u n
punto
y
seguido añade otra pregun-
ta : «¿Y s i
fuera
a
resultar
q u e
en l a s
mujeres
lo
específica-
mente sexual es tardío y q u e
durante '
u n a
fase variable,
pero bastante larga,
la
ocupa-
ción
con los
temas
q u e co n -
ciernen a l otro sexo no es pri-
mariamente sexual?
E s
necesario encontrar
res-
puesta
a la
primera pregunta
y
esta puede
se r
terminante.
El
despertar
de los
impulsos
71
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sexuales en la mujer no es ta r-
d ío ; no lo es n i más n i
menos
que en e l
hombre porque
su
precocidad
o
retr aso consisten
en la organización y desarro-
l lo de l apar ato genital de cada
u n o . L o q u e pasa es que los
impulsos sexuales —digamos
m á s exactamente lo s movi-
mientos
o
excitaciones—en
el
hombre
so n
visibles desde
el
primer d ía de su vida y en la
mujer
so n
interiores, incom-
p ro b a b le s
o
inexplicables
para ella misma, a veces. De
esto h a hablado hasta la sa-
ciedad Simone de Beauvoir y
lo ha explicado c o n pelos y se-
ñales. Tal vez su detallada ex-
plicación
h a
desvalorizado
la
parte incontrolable, impreci-
sable que es la que ha dado
lugar —porque de un lugar s e
trata— a l misterio de la mu-
jer .
Podríamos decir
que e l
misterio
en
ella
se
agazapa,
determinando
su
«estructura
empírica». Este término, c o n -
cienzudamente elaborado, en
e l que
Marías confiesa haber
invertido
«un pa r de
decenios
d e
elaboración, hasta darle
expresión madura en 1970, en
m i libro Antropología metafí-
7 2
sica, cuyo subtítulo
es "La es-
tructura empírica
de la
vida
humana "... «.Este concepto e s
demasiado rico y profundo
para dejarlo —diría Ortega—
a la intemperie, y Marías lo
deja — al menos en este li-
bro—.
E l
despertar
de los im-
pulsos sexuales
en la
muje r
e s
sum ame nte precoz, m u y ante-
rior a la pubertad. Lo que pasa
e s q u e nadie puede compro-
bar lo . . .
E s
algo estúpido
—porque obliga
a
andar
po r
l a s
ramas— estudiar este
tema en ensayos m á s o menos
literarios, en revistas al al-
cance d e todos los mortales
— n o p o r temor de que caigan
en
manos
de los
niños,
no; eso
tendría poca importancia:
p o r
temor,
p o r
terror
a q u e
caigan
e n
manos
de los
analfabetos
letrados, en manos de la in-
dustria
que los
hace circular
a
buen precio
p o r
entre
l a mul -
titud
q u e
quiere
s e r
informa-
d a — . M e extraña q u e l a s m u -
jeres que hoy tienen suficien-
tes
conocimientos científicos
no se
detengan
a
poner
los
puntos sobre las íes en este
tema y recuerdo q u e u n a d e
ellas—de l a s m á s sobradas d e
conocimientos
y d e
inteligen-
cia— m e dijo u n d í a , comen-
tando lo s detalles anatómic os
q u e Simone de Beauvoir de s -
cribe primorosamente, ¿por
q u é Freud no habrá hablado
nunca
de ese
órgano?,
y yo,
q u e entiendo a Freud lo sufi-
ciente para contestar en su
nombre, dije: porque él no lo
tenía... C on esto quise decir
que l a
obra
d e
Freud
es e l pr o-
ducto de la experiencia vivida,
padecida, transformada o es-
t ruc tu rada en sus excavacio-
n e s
hacia
el
misterio. Bueno,
yendo a l grano, el hecho real
q u e sirve para contestar la se-
gunda fase de la pregunta, la
q u e
inquiere
si «la
ocupación
de la
mujer
con los
temas
q u e
conciernen a l otro sexo no es
primariamente sexual». Los
temas q u e conciernen al otro
sexo n o aparecen en la mente
de la
mujer hasta
q u e y a
tiene
u n a idea
de lo que
constituye
el
otro sexo. Digo
u n a
idea
y
Marías dice, acertadamente,
la ocupación, porque se trata
de esa edad en que l a s chicas
empiezan a preocuparse po r
los chicos. L a preocupación n o
siempre e s sexual, el movi-
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pensado
co n m á s
empeño...
S i
Marías trabajó veintitantos
años en ese br illant e hallazgo,
« L a
estructura empírica
de la
vida humana»,
y o
inicié
u n a
investigación semejante — n o
parecida, sino semejante e n
sustancia— hace cincuenta
años exactamente. En 1931
publiqué
en la
«Revista
d e
Occidente»
u n
ensayo sobre
los «Problemas actuales y
prácticos d el amor». Mi pro-
pósito
e r a
poner
en
claro
los
efectos
de la
experiencia
e n
nuestra sociedad t a n secu-
larmente
m a l
experimentada.
E l
ensayo
e r a m u y
incompleto
y n o
tuve fuerzas
—n i co n -
fianza en mí misma— para
ampliarlo. Luego, becada
e n
Nueva York, amontoné sobre
é l más d e doscientas páginas
—que estuve
a
punto
d e
echar
a l
fuego—
y m á s
tarde,
en Río ,
lo pasé por la criba y lo traje a
Espa ña, donde salió a la luz en
1972, con un
título algo caba-
lístico,
Saturnal,
pero pronto
se
sumió
en los
sótanos
de las
librerías... S i ahora lo cito es
porque resulta significativo
e l
hecho
d e q u e
aquí,
e n
nuestro
pueblo, hace cincuenta años,
se intentase hablar a fondo d e
cosas
q u e
—antes—
n o
habí an
circulado por la superficie.
Sacarlas a la luz podía parece r
insólito, pero hace cincuenta
años
lo que
salí
en las
páginas
de la Revistá e ra l o q u e tenía
cuerda para seguir avanzan-
d o . . .
Avances, retrocesos,
re -
peticiones, resurrecciones...
Bueno, hablemos d e l presen-
te.
Insisto en censurar una de las
m á s prestigiosas virtudes del
libro: la tolerancia. Marías n o
acusa
a la
mujer
d e su
incom-
prensión d e l pasado—no digo
de la
historia porque
no se
t ra ta
de
cómo
lo ve en los li-
bros, sino
de
cómo sigue
v i-
viendo
có n l a s
reminiscencias
de un
pasado
q u e f u e
forzoso
p o r natural y cuyas huellas n o
se borran fácilmente con el
mero rechazo, en forma de re-
belión—.
Yo
hablé... bueno,
e n
u n desierto medianamente
poblado, sobre
« la
mujer
e n
galeras», equiparand o
s u
sino
al de los que
vivieron
— o m e -
d i o murieron— a l remo, en los
tiempos
en que e l
remo
era lo
único
q u e
hacía andar
a las
naves, cuando
n o
soplaba
el
viento y los hombres querían
seguir navegando... Tanto
n a -
vegaron
q u e
acabaron
h a -
ciendo navegar
a las
mujeres
—¡y a los remeros —. Esta es
la
cosa, esta
es la
consecuencia
d e su s
navegaciones,
de las de
ellos, los navegantes...
El papel de las mujeres en la
historia está perfectamente
expuesto en el libro; los suce-
sivos cambios,
lo s
numerosos
valores
y
encantos
q u e l a m u -
j e r h a desarrollado en los si-
glos...
S í,
todo
eso se ve
trans-
currir
en sus
páginas, pero
u n a
nota detonante, contun-
dente, u n o d e esos rasgos q u e
siempre equiparo
a l
acto
d e
Josué parando
a l so l ,
porque
so n
puntos
en que la
historia
tiene u n a culminación m o -
mentánea, deja escapar
— d e
sí
misma—
u n
destello, cega-
d o r
pero munificente,
d e
luz...
U n o d e esos golpes es e l que
señala
e l
cambio biológico
y
sostiene, afirma, ratifica
q u e
nada
h a
cambiado
en lo
bioló-
gico... Eso es, aquí se para e l
sol a
escuchar
lo que
parece
retruécano... «Pero resulta
q u e ese cambio biológico no es
biológico».
Las 2 3 6
páginas
d e l
libro
n o
tienen
e l
esplen-
d o r d e
esta línea
y lo
grave
e s
q u e n o
están —como sería
d e-
seable q u e estuviesen— supe-
ditadas
a
ella...
Tal vez e l au-
t o r
presume
q u e lo
están: cier-
tamente,
no la
contradicen,
parece s e r q u e cuentan co n
ella, pero
no la
traducen,
n o
desentrañan
su
aparente,
mi s -
terioso
y
poderoso absurdo
c o n u n a
explicación conduc-
tora, n o ponen el tema, motiv o
o
sujeto
d e l
intríngulis
a u n a
lu z racional, bien graduada
para
la
visión
d e l o s q u e
están
en las
prime ras letras
d e
nues-
t ro
presente.
Donde m á s s e echa d e menos
la
explicación sistemática
y
exhaustiva
es en las
páginas
en q u e Marí as formula u n a d e
s u s m á s sinceras aprensiones,
la de la
disociación entre
la
procreación
y la
sexualidad.
Ya h e dicho antes q u e ese h e -
ch o n o
tiene nada
d e
nuevo
m á s q u e s u
manifestación
admitida. Bien e s sabido q u e
todo l o q u e —secul armente—
se calificó d e irregular, ilícito
o
inmoral
en l a s
relaciones
de
lo s
sexos
n o es más q u e esa
real disociación: el hombre
—y la
mujer ,
no es
dudoso—
vivieron, practicaron, exalta-
r o n ,
idealizaron
e l
sexo
— y
aquí hace falta deslindar otra s
d o s
categorías,
Ta
necesidad
y
e l
deseo:
lo
dejo para
m á s
tarde porque
la
importancia
d e su s diferencias es inmensa,
independ ien temente
de la
procreación—. Podría dila-
tarme
en las ráfagas
—dije
a n -
tes—
en que se
encastillaba
e l
eros
en la
torre
de l
al ma —pla-
tonismo
y su s
reminiscencias
medievales—, pero si quere-
m o s decir algo inteligible e n
nuestro lenguaje actual c o n -
viene señalar
la
singularidad
d e nuestro presente, algo e n -
teramente único q u e jamás
existió antes
d e
ahora.
P o r formularlo, par a empeza r,
de un modo sencillo, podemos
decir
q u e l o q u e
nunca existió
antes
d e
ahora
es e l
reconoci-
miento
d e l
derecho
q u e
tiene
la mujer a su realización se-
xual. Conviene, 'para mante-
n er e l tema en su órbita bioló-
gica
y
no biológica, relegar
e l
concepto
d e derecho a l
mero
grado de consecuencia lógica.
Es el
conocimiento científico,
y n o sólo e l del psiqui atra , sino
el del
endocrinólogo,
e l
pano-
rama q u e h o y se hace e l m é -
dico
— e l m á s
común
de los
médicos—
d e l
organismo
fe -
menino, e l que determina q u e
n o
puede funcionar
u n a m á -
quina manteniendo detenida
74
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W / A
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1 1
u n a rueda. Y aparece en se-
guida
lo que se
achaca
a las
restricciones morales, religio-
s a s , etc... E l asunto no es cues-
tión d e saltar restricciones,
sino de saber q u e l a función
d e l sexo e s t an importante en
e l
organismo
de la
mujer
como en e l del hombre...
Ahora vuelve a aparecer la ne-
cesidad d e desl indar lo que es
igual y lo que es diferente. R e-
pito q u e e s visible la necesi-
d a d imperiosa de la función
sexual en el hombre... ¿Es
igual
en la
mujer?...
No, no es
igual, pero e s igualmente
im -
portante en su vida física. Po-
dríamos decir, incluso, que es
m á s
importante porque
en
ella el impulso se repite con
s u s
co nsab idos ciclos,
que ex i -
gen se r realizados, colmados,
por l a
fecundación
y
pueden
seguir siendo frustrados d u -
rante toda
u n a
vida...
T a m -
bién habla Marías de l a inci-
tación —invi tación, diga-
mos— q u e ante e l varón e je -
cuta la mujer y eso lo consi-
dera ¡acción ... S í, claro, es lo
q u e hace e l que no puede h a -
c e r otra cosa. Por e so de no
poder es por lo que la sabia
naturaleza
l a ha
dotado
d e
tantos encantos ... Pero yo cre o
q u e para entender el drama
q u e vivimos no sirve d e nada
apelar a los encan tos de la m u-
j e r civilizada... Cambiantes,
t r iunfa lmente cambiantes ,
esa es su gracia, pero delezna-
bles como base para edificar
cosas sólidas, pesada s y firme s
como tienen
que se r l a s que
exigen l a s dramática s conjun-
ciones en que lo
no biológico
se apodera—en violenta pose-
sión copulativa— de la carne
mortal ,
a la que no le
queda
m á s gloria qu e la de seguir p a -
riendo formas inéditas.
Esto n o s lleva a tener e n
cuenta e l hecho real de las pro-
fesiones femeninas,
q u e t a n
bien expues to está en ese libro
histórico. L a m uje r sigue a ñ a -
diendo a s u estructura nuevos
m i e m b r o s
— n o
b r o t a d o s
como la nueva pata de l can-
grejo, sino ampliados
o
poten-
ciados
por su
nueva realidad
empírica—. Claro está
que s i
e l futuro que se le ofrece —el
que se nos ofrece a todos— le
e s
benigno,
le es
respirable,
habitable, es seguro que su
prole
— la
nueva mujer
o m u -
j e r nueva— tendrá una sor -
prendente eclosión. Sorprén-
dete e s cada brote de la plan ta
q u e
esperamos
v e r
brotar ,
sa -
biendo
sin
lugar
a
duda
la ley
botánica a que pertenece...
hablando en plata, sabiendo
q u e el olmo n o dará peras... n i
falta q u e hace. L o seguro e s
q u e
dará peras
e l que
tiene
q u e darlas... Y aquí se pre-
senta una de l a s cosas m á s n e-
fasta s respecto
a los
vaticinio s
galantes y est imulantes qu e se
h a n
o f rec i do
a l a
mujer
—desde hace ya un buen r a -
to— y que consisten en anhe-
l a r q u e
proceda
en su
avance
cultural —en su producción,
en su obra, digamos— c a r -
gando la mano en su exquisita
feminidad...
E n m i
opinión,
esto e s lo más ofensivo que se
dijo jam ás
a la
mujer. Esto
e s
lo que hay que calificar con
ese
término
q u e
tanto
h e
ridi-
culizado p o r s u falsedad: esto
e s
MARGINARLA...
Me he
hartado d e sermonearlas d e -
mostrándoles que la mujer n o
fu e nunca marginada. Sufrir
ciertas restricciones no es es-
ta r a l
margen
d e u n a
totalid ad
social , cultural , rel igiosa,
etc... L a mujer que no se a l i -
mente
d e
todos
los
filósofos,
d e
todos los sabios que en e l
mundo h a n sido —con humil-
d a d y
adhesión discipular—
n o
tiene derecho
a la
vida
— a
la vida intelectual, se entien-
de—. La mujer q u e trate d e
cultivar
en su
obra
s u
exqui-
sita feminidad e s u n s e r impo-
tente
y m á s
exactamente,
ne -
cio... Oí decir a u n a pintora
m u y
inteligente, respecto
a
u n a d e esas deliciosas criatu-
r a s , «¡Oh, q u é afeminada »...,
poniendo
en el
calificativo
todo
el
menosprecio
q u e p o n -
dría si se tratase de un varón
barbado.
Vuelvo al tema q u e destaco
d e l libro d e Marías p o r creer
que es e l
verdaderamente
axial. Y n o puedo menos d e
deplorar
que , a l
destacarlo,
abandono otros puntos
su -
mamente vitales: la relación
q u e existe entre la transfor-
mación de la belleza femenina
— su masculinización o dese-
xualización— con e l proceso
de la
—¿me atrevo
a
decir
DESHUMANIZACION de las
76
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artes?; sí, tengo q u e decirlo
porque
se cae de su
peso. Pero
este tema q u e a m í personal-
mente
me es t an
próximo,
n o
se puede exponer en dos pala-
bras y, además, en éste m i s o b -
jeciones serían innumerables.
Señalaré, de paso, q u e u n o d e
los
temas
m á s
acertadamente
expuestos es el de los años, el
de la nueva actitud , compr en-
sión
y
aceptación
de l a s eda -
des , de las
sucesivas edades.
Uno de los
postulados
a l que
e s m u y difícil hacer objecio-
nes , por lo
mucho
q u e
tiene
d e
cierto —pero n o todo—, es el
q u e expone m u y a l principio
cuando formula l a s pr eguntas
sobre lo que es l a muje r ahora ,
en esta época e n q u e vivimos.
Dice: «Pero esta c uesti ón de la
mujer, esta pr egunta
de la mu -
je r no es exclusiva d e ella,
porque
el
hombre está refe-
rido a la mujer, en eso consiste
se r hombre, lo mismo que se r
mujer consiste
en
estar refe-
rida a l varón. La crisis e n q u e
la mujer se encuentra respecto
a su propia condición en -
vuelve inmediatamente
a l
hombre». Aquí parece que se
postula esto:
están referidos
mutuamente el uno al otro.
Exacto, nad a
se
puede objeta r,
sólo queda
u n a
cierta duda
sobre
lo de «en eso
consiste»...
Claro que eso de se r sexuados
e s u n a nota de su consistencia,
pero s i apoyamos especial-
mente e n ella su consistir, se
produce otro d e esos fenóme-
n o s q u e parecen retruécanos.
E l
estar referidos
el un o a l
otr o
supone u n a armonía o corres-
pondencia perfecta, y no es
discutible q u e biológicamente
as í
fueron,
son y
serán.
Res -
pecto a lo no biológico, c a m -
bian mucho lo s efectos. L a
acentuación
de sus
modos
d e
se r sexuados puede crear u n a
diferencia,
u n a
competencia,
u n
motivo
— y
casi razó n—
d e
pugna, de l a más degradante
forma de la rebeldía, resenti-
miento. Sólo si las mujeres
aceptasen... N o, esto no se
puede formular a s í : h a y q u e
decir: Sólo cuando las muje-
re s aceptaban íntegramente la
cultura creada p o r l o s h o m -
bres...
o , m á s
bien, cuando
l a s
muje res vivían sometidas a la
cultura creada por e l hombre,
tanto como el hombre mismo
—pues e s estúpid o creer qu e e l
hombre n o vivió some tido a la
cul tura— lo no biológico
man dab a sobre
l a s
diferen cias
de los dos : lo no biológico re -
gía y armonizaba lo distinto,
basando siempre el eje de la
moral
e n u n a
supuesta igual-
d a d , n o
discutida
en lo
grave,
en lo gravísimo —inevitable
recurrir al Decálogo, pues a
esto fu e referida toda la ley
q u e
hemos vivido—. Sola-
mente cuando la mujer a c a -
taba íntegramente
l a
cultura
sabía lo que era y lo que debía
s e r mujer... Ahora bien, ¿por
q u é caminos o conductos h a
llegado la mujer a querer,
comprender, necesitar
ser de
otro modo?... Creo q u e indis-
cutiblemente por los caminos
trazados p o r e l hombre hacia
su
libertad
—la de l
hombre—
porque e n esto, q u e podemos
considerar el pináculo de lo n o
biológico, son y deben ser
idénticos, sabiendo
que en su
sumisión, acatamiento o s i m -
plemente sentido
d e l
orden
— d e un orden— consiste el
ámbi to o mundo de lo no bio-
lógico.
L a
disociación entre
la
sexua-
lidad
y la
generación,
q u e
tanto alarma a Marías, e s m u -
c h o
menos temible
que la di-
sociación entre la mente, la
pretensión
o
tendencia crea-
tiva d e l hombre y la mujer.
Porque ¿ a q u é l lamamos t e n -
dencia creativa?
No, por mi
parte, a productos literarios
—prosa o verso— q u e natu-
ralmente traen noticia de lo
biográfico, t a n importante y
t a n
fatalmente personal, sino
a la
visión
d e l
mundo,
a la que
no se puede acercar e l hombre
—ni la muje r—sin adhesión: a
la ciencia, a la filosofía, a la
religión q u e está en la base d e
las dos , y
cuyos avatares
son
unánimes... Toda diversifica-
ción ent re
lo s
productos
—¿mentales, intelectuales,
creacionales?— de los dos se-
x o s relega a la mujer a una
zona paupérrima... ¿Por qué?
dirán... Porque
el
hombre sólo
puede enriquecerse paulati-
namente
si
lleva consigo
su
milenario capital. Así, pues, la
mu jer , s i no endosa la misma
carga, tiene q u e empezar aho-
r a . . .
tiene
q u e
estructurarse
sobre
u n a
experiencia
de . . .
77
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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¿despego, desamor, rebel-
día?...
E n u n a
palabra,
de re-
sentimiento.
L a disociación entre la sexua-
lidad y la generación, por e l
contrario, puede
s e r
base
d e
concordia entre lo s sexos.
Aquí choco
con un o de los pos -
tulados m á s difíciles de reba-
t i r en e l libro d e Marías, e l de
la amistad intersexual... En el
libro q u e comento aparece se-
ñalada la tácita correspon-
dencia
q u e
existe
en
ella como
relación sexuada... N o puedo
negar q u e e s a ambigua rela-
ción existió siempre. Siempre
quiere decir e n todas l a s épo-
cas , pero si en ésta parece q u e
se rechaza lo que en ella h a y
d e
seducción, encanto, grato
comercio, q u e e s casi, casi e ró-
tico —siguiendo a Freud diría
simplemente erótico, pero
le
añado el casi, casi q u e , n o h a y
q u e olvidar, respecto a l eros es
u n a blasfemia o u n a falta d e
ortografía metafísica—,
la
amistad intersexual
hoy d ía
pierde e l encanto q u e formó
e n otros tiempos todo u n
clima social, y lo pierde por l a
ansiada depuración
y
autenti-
fícación de la amistad. Así
como
la
disociación
de la se-
xualidad y la procreación
busca
la
decidida autentifica-
ción d el amor.
¿Cómo abarcar este tema co -
losal, universal, esencial h u -
mano en un número d e pági-
n a s tolerable?... M e reduciré a
indicar
los
desastres, críme-
nesy suicidiosque hacausado
en la historia el furor sexual,
dividido en la s dos categorías,
necesidad y deseo, considera-
d a s
oficialmente como amor...
S in recurrir a lo dramático
—público—
los
matrimonios
desastrosos, deshechos—si n o
p o r
fuera,
p o r
dentro—
que se
b a s a r o n e n u n a pasa j e ra
atracción q u e sólo se podía
realizar mediante
el
vínculo
indisoluble... ¿Que l a s rela-
ciones prematrimoniales n o
garantizan nada?... Evidente,
porque
c o n
legalización
o sin
ella, esdifícil llegara decir—a
decirse a sí mismo el indivi-
duo—, l o q u e creíamos amor
n o e r a
amor,
y el
otro motor
q u e n o s impulsaba h a dejado
de
funcionar.
(N o
puedo
m e -
nos de señalar q u e , d e todos
nuestros grandes, aunque pa -
rezca raro,
el
único
q u e
dijo
sobre esto algo perfecto, total,
i r reba t ib le f u e Unamuno.)
También la disociación ayud a
a desl indar las dos categorías
q u e subrayé. Necesidad es
cosa
d e
orden biológico,
t a n
evidente en un sexo como e n
otro, s i n m á s diferencia q u e
las de sus
manifestaciones
os-
tensibles y s i n m á s importan-
cia que la exigencia q u e cada
organismo acuse, dadas sus
pecul iares condiciones físicas.
Deseo,
p o r e l contrario, no es
forzoso
n i
atañe
a l
orga nismo
d e ninguno e n especial. Es un
movimiento —cuando es lo
q u e
designamos
con la
pala-
b r a deseo— est r ictamente
personal . Si lo disociamos d e
la necesidad,
queda todavía
p o r delatar lo que es mero
empeño
de
obtener
lo
apete-
cido — la necesidad se mani-
fiesta en forma d e apetito—,
pero e l deseo propiamente d i-
c h o e s movimiento de l a pe r -
sona ante
la
persona.
Es lo qu e
destaca de lo biológico, lo que
por sus dimensiones n o bioló-
gicas podemos llamar amor.
(Sobre esto podría citar otro
gran ejemplo aclarador d e
Thomas Mann, en su Doktor
Faustus.)
E s evidente que en un libro
t a n correcto —palab ra que , en
m i léxico, tiene enorme va -
lor— se podría señalar y elo-
giar muchas cosas:
yo ,
emba-
razando m i intolerancia y en
nombre d e m i ent rañable
amistad
con el
autor,
m e
7 8
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 79/132
pongo a reprocharle que , des -
pués de una página extraor-
dinaria, en la que muestra
hamletianamente, «ésta es la
cuestión»...
no se
detiene,
n o
se
dedica,
no se
consagra,
como
era su
deber
— el
deber
c o n t r a í d o c o n s u propia
idea— a analizar e l cómo y el
porqué d e l genial retruéca-
no . . . «Pero resulta que ese
cambio biológico no es bioló-
gico»... Claro q u e explica m u y
bien q ue fu e lo qu e en e l ho m -
bre hay de no
biológico
lo que
incidió sobre la vida física.
Enumera todo lo conocido e
indiscutible: lo social, lo psi-
cológico, lo religioso, e t c . Pero
cuándo, cómo
y por qué e l he-
c h o aconteció... N o, e 1 lector se
queda añorando la revelación
q u e
esperaba.
Como Marías estima sobre-
manera lo biográfico, le será
fácil reconocer
q u e
este libro
es un efecto de su vida viajer a,
que le da una determinada
idea de la mujer en el si-
glo XX . La idea es bastante
real y hace pensar en el des-
concierto
d e l
hombre
q u e
tiene
q u e
habérselas
con la
mujer
que no
sabe
qué es se r
mujer,
que «no
sabe
a qué a te -
nerse»...
Y, sin
embargo,
ese
n o
saber puede
s e r un
«trait
d'union»
o u n
lugar
de reu -
nión, para ellos, ante tales
«campos de soledad»... Aquí
surge la cuestión de la proxi-
midad, de la amistad, de tan-
t a s otras cosas... Marías pone
e n
claro,
a l
señalar
la s
vigen-
cias
q u e
dieron
su
tono
a
nues-
t r a cultura, sociedad e histo-
ria y argumenta: «Por otra
parte había u n a sólida vigen-
cia de los
principios morales
d e l
cristianismo.
A
veces
s in fe
viva; e s decir, que n o se enten-
dían
y
vivían religiosamente,
no se interpretaban dando
u n a pe rspec t iva es t r ic ta -
men te religiosa, sino m á s bien
moral. No era , s in embargo,
como
a
veces
se
insinúa
o
afirma, mero asunto de con-
veniencia
o u n a
hipocresía.
Esto podía darse en casos in -
dividuales, pero
no era la re-
gla. (. . .)
Conviene procedder
con
cuidado
y no da r po r su -
puesto —como ahora suele
hacerse—
que se
t ra taba
d e
u n a
hipocresía,
u n a
superche-
r ía o un negocio»... Creerlo así
f u e u n a coqueluche que ya pa -
só , s in dejar huellas. Quiero
decir s in imponerse como u n
descubrimiento fructífero. Si
lo hubiera sido, s i de un capi-
rotazo hubiera tirado por los
suelos la s viejas vigencias... n o
tendríamos crisis, sabríamos
a qué atenernos... Y Marías
detecta la crisis a la perfec-
ción, la comprueba, la deplo-
ra , se esfuerza e n pregonarla y
e n
a f i rmar
q u e lo m á s
erróneo
y
funesto
es
negar
su
comple-
jidad, pero
n o se
arriesga
a en-
trar
en su
cuarto oscuro.
E n
parte
po r un
temor
que no
puedo menos de considerar
piadoso, quiero decir que es
u n temor magnánimo —si
esto puede ser—, m u y poco
temor por s í mismo y mucho
por... ¿quién puede saberlo?...
Pero dije,
en
parte,
y la
otra
parte ésta
sí es
personalí sima:
e s p o r
ciertas querencias inte-
lectuales
y vi
tales,
q u e
fueron
—desde que é l es— su clima
biográfico.
Hay en l a s páginas 30 y 40 la r-
g o s
párrafos
q u e
producirán
reacciones m u y dive rsas entre
la s mujeres, porque en ellos se
hace patente
el
profundo
sen-
tido
d e
justicia,
que no
admi te
controversia. Pero s i nadie
puede negar la injusticia del
diferente criterio mantenido
respecto a la conducta sexual
d e l
hombre
y la
mujer,
la in-
terpretación de l hecho en la
Historia —en la de nuestra
cultura y, con pequeñas dife-
rencias, e n todas aquellas q u e
llegaron a merecer ta l título,
la interpretación d e l hecho,
m e asombra q u e nuestro ad -
mirado autor siga designán-
dola con el calificativo de so -
cial.
H e
subrayado siga
p o r -
que los
cambios sociales
q u e
atravesamos h a n demostrado
suficientemente que no es esa
s u condición. Marías sostiene
qu e no es la Iglesia la caus ante
de e sa injusticia y lo demues-
t r a bastante bien, afirmando
que «no hay ningún texto reli-
gioso en que se marque esa
distinción». Y supone que ta l
vez los confesores hayan te -
nido u n a práctica diferente
con los hombres de la adjudi-
cada a las mujeres. « L a Iglesia
como tal , no. La sociedad, po r
supuesto, s í , ha tenido una ac-
t i tud de manifiesta injusticia
en
contra
de las
mujeres».
Y
añade: «Quizá n o entera-
ment e inf unda da, quiero decir
socialmente infundada.
Pe r -
sonalmente y religiosamente
infund ada, pero tal vez con al-
guna justificación social».
So-
cial subrayado en el texto,
cosa
q u e m e
asombra tanto
q u e
empiezo
a no
saber
qué
quiere decir social.
E l
hecho
injus tame nte tratado desde
de
el
comienzo
de los
siglos,
yo
creo que se le puede conside-
r a r primera piedra d e toda so -
ciedad:
primera y principal
porque u n a sociedad se funda
empír icamente sobre c o s -
tumbres. L a s leyes imponen
orden sobre lo s hechos que se
impusieron
por s í
mismos
y
q u e dieron buenos o malos re -
sultados q u e convenía legis-
l a r . Repito q u e n o hablo —ni
nunca hablé ni hablaré ja-
7 9
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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más— de primitivos porque
los
considero objetos
d e m u -
seo , perohablodelhec ho.s ino
primitivo, primario, q u e sigue
sobre la faz de la Tierra p r o -
duciéndose. Nuestra crisis
ac -
tual afecta a l tronco d e nues-
t r a vida; e l ramaje biográfico
se bifurca en categorías como
familia, matrimonio, etc. , y a
todas la s ramas le s afecta
igualmente el hecho en cues-
tión. A la sociedad, no: a la
sociedad natural —incluso ex-
t ranatural— de hombre y m u -
je r l e incumbe la preservación
de la
especie.
Si esa
unión
p r e -
social —antisocial
a
veces—
n o puede dejar de se r asocia-
ción puesto q u e u n mínimum
d e
connivencias tiene
q u e h a -
b e r entre los asociados, es evi-
dente que la honestidad r e s -
pecto a l capital común es la
primera base. Esto
es lo que
legisló el hombre desde e l
principio de los siglos, por la
sencilla razón de que en
cuanto a fidelidad en la admi-
nistración
era e l
hombre
e l
q u e s e encontraba e n inferio-
r idad de situación, el hombre
es e l qu e podía se r estafado; la
mujer ,
no . Y
repito
q u e
hablo
de lo
primario permanente,
s in
tener
en
cuenta conve-
niencias sociales, n i siquiera
morales
porque h a y ot ras ca -
tegorías mucho m á s vitales.
El fraude q u e comete la mujer
trayendo a l hombre u n hijo
ajeno
es
grave,
e s u n a
graví-
sima traición, pero la traición
q u e
comete
la
mujer
con e l
hijo q u e e s introducido en un
orden
de
afectos,
de culpas,
virtudes, carencias, etc... f a l -
so , ajeno a su verdadero ser ,
inauténtico desde
el
primer
día de su vida... Creo que la
genética actual
no
negará
lo
pavoroso de esta «contre-
facon
».
M e
gustaría saber
q u é
dicen
d e
esto
las
mujeres.
Si no son
capaces de ve r claro como la
luz del día lo
justo
de e sa in -
justicia... n o tienen derecho a
usar de sus derechos. Porque
el hecho d e q u e ahora tienen
q u e
usarlo
es tan
patente
que
la s modificaciones q u e Marías
propone para nivelar
la
justi-
c ia resultan m á s bien inge-
nuas. S e pregunta: «¿No h u -
biese tenido m á s sentido ex-
tender a l hombre cierto tipo
d e
exigencias
que se han con-
s iderado t rad ic ionalmente
obligadas para la mujer?»...
L a s
mismas
— en
cant idad
y
en calidad— n o tendrían s e n -
t ido n i serían posibles. Segui-
damente aborda
la
cuestión
como si fuese a llegar a l fondo.
«Creo
q u e l a
exigencia
de d i s -
ciplina, d e ascetismo, de se-
lección,
q u e h a
impuesto
u n a
norma d e cast idad es la condi-
ción de la civilización y de la
personalización de la vida
humana,
de la
hominización
afectiva d e l hombre, que ha
costado mucho esfuerzo a la
humanidad». Esto,
q u e
nadie
podría negar, si hubiera sido
como aquí está planteado,
e s
l o q u e atañe directamente a la
injusticia sufrida por l a mu-
je r . La
muj er nunca sufrió
u n a
exigencia
de
disciplina
y se-
lección: su régimen f u e la abs-
tinenciay laaceptación¿de?.. .
d e l o m á s
fortuitamente inde-
seable... Marías rechaza e l
modo en que los hechos h a n
fraguado: dice: «Pero —
por
causas
qu e
sería apasionante
averiguar—
l a s
cosas
h a n i d o
p o r ahí». El subrayado e s mío
porque creo
q u e
todo
1 o que no
s e a averiguar esas causas e s
perder el tiempo. L a burda.
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apresurada y precaria solu-
ción
q u e e l
vulgo
—y muy e s -
pecialmente
el
vulgo intelec-
tual— pone en práctica, s in
condiciones para averiguar
nada
y
hart as facultades par a
demostrar todo, algún d í a
—sin tardar tanto como
la
hominización—
se
asentará
y
la s
diversas categorías
hoy r e -
vueltas ocuparán
su
puesto
p o r
virtud
de su
verdad,
de su
verdad práctica, empírica,
real.
P o r
ejemplo,
e l
término
castidad quedará
en la
zuna
que le es
adecuada
d e
regula-
ridad y medida: desertará r a -
dicalmente
de su
filiación
es -
piritual, nula
s i no e s más que
estrictamente sacrificio, esto
es,
promesa:
en el
individuo
que no se ha ofrecido en esa
forma carece
de
todo valor.
¿ Pode m os de t e ne r nos u n
momento
e n
demostrac io-
nes?...
L o s
curas
h o y
quieren
casarse... ¿esto indica su co-
rrupción
o
materialización?...
N o , nada de e so : esto demues -
t r a q u e h a n llegado a l a con-
vicción
d e l
escaso valo r espiri-
tual
de la
castidad.
Si su
vida
—hoy, repito—
le s
obliga
a
u n a mundanidad mucho m á s
arrasadora
d e
todo sacrificio
—dinero, comodidades mate-
riales, tráfago urbano—,
la
abstinencia
q u e
altera
su or -
ganismo, q u e puede ejercer
graves presiones
en su
ánimo
y enturbiar su juicio sobre las
vidas ajen as
e s
cien veces
p r e -
ferible tacharla e n definitiva.
Y lo que
considero demostra-
ción
e s que
esto—ho y día—
se
puede formular, s e puede h a -
blar
d e
ello
en
público
y lle-
varlo ante lo s altos juec es d e la
Iglesia. Sería
d e l m á s
burdo
anticlericalismo creer
q u e
ahora la Iglesia tiene manga
ancha.. .
«No es eso , no es
eso»... esto
es lo que se
puede
asegurar.
Y no es que yo
rompa u n a lanza p o r l o s c u n -
t a s q u e
quieren mujer:
no, no
m e
atrevería
a
romperla
si
creyese
q u e m i
opinión
p u -
diera servir d e algo porque
creo
que s i
lograsen
s u s
ambi-
ciones, lo s intereses familia-
r e s ,
sociales —ahora
s í que
h a y q u e
decir sociales—
po-
drían pesar sobre
s u s
alas
despiadadamente.
En f in , a
este amistoso ataque
a l
libro espléndido
d e
Marías
m e d a — n o
digo derecho
p o r -
q u e n o m e gusta la palab ra—,
m e d a n
motivo
m i s
incalcula-
bles años, suf icientes para h a -
blarle maternalmente, pero
dado
m i
carácter ¡que
é l t an
bien h a inmortalizado en un
prólogo
y m i
proverbial into-
lerancia, prefiero sermonearle
como abuela gruñona
y no
porque crea
q u e e l
libro
no es
bastante bueno, sino porque
creo
q u e
podía
y
debía
s e r m e -
j o r . ¿Porqué lo creo?... po rq ue
en el
libro mismo está demos-
trado,
en su
fondo
— e n
unos
cuantos párrafos está escon-
dido, aunque bien expuesto,
¡este
es e l
«calambour» —
el
golpe certero e incontroverti-
b l e , pletórico, rebosante de
«causas
q u e
sería apasionan te
averiguar».. .
y no ha
perdido
e l
s u e ñ o
e n
a v e r i g u a r -
las-Vuelvo a pensar en e lo b io-
gráfico.
S i
Marías,
en vez de su
revoloteo t ransoceánico y
tramontano, hubiera ocupado
desde hace años el lugar que le
correspondía
en la
universi-
d a d
española,
si
hubiera
vi-
vido la crisis co n nuestros es-
tudiantes,
tal vez
sería
m á s in -
tolerante,
t a l vez más
injusto,
t a l v e z m á s
analítico... censu-
rar es , a»
veces,
un
modo
d e
aplaudir , d e animar, de inci-
tar. . . • R. Ch .
81
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wmm
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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E l
legendario bailaor
Vicente Escudero
Antonina Rodrigo
Columna y no salomónica de la raza, Vicente
Escudero
es el
gran maestro
del
baile
y^de la
danza española.
Su
esqueleto, espectralmente
vi-
sible
a
través
de la
piel
y el
músculo,
nos da una
lección perenne de la verticalidad y la seriedad
fundamentales
de
España.
El
supo asimilar
lo me-
jor de la
gran tradición bailaora gitana, andaluza
y
castellana,
y
sublimarlo
al
contraste
con lo más
puro y clásico de la danza europea. Por eso su
enseñanza no tiene precio y su palabra como su
ritmo pueden decir siempre la verdad».
Gerardo Diego
V
|ICENTE Escudero nos re-
cibe sentado e n u n a silla,
co n esa enhiesta esbeltez su-
ya; la mano derecha apoyada
en el bastón, e l sombrero d e
a l a
ancha bien calado
y el pa-
ñuelo d e seda a l cuello. El sa-
b io y viejo bail aor conserva s u
estampa jonda,
d e
fino
f la-
menco atento
a la
guitarra
para «arrancarse» p o r segui-
riyas.
Vicente Escudero ya no baja a
pasear
por la
barcelonesa
Plaza Real o a «ramblear» p o r
l a s vecinas inefables R a m -
» . ;
K-y->v:
9*
m
r*.
Ü
i
,
K
é
m
La autora de la ent revis ta , Antonina Rodr igo, conversando c o n Vicente Escudero. (Foto: Joan Queralt) .
8 3
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L o s «diez mandamientos d e l B a l e F l amenco» , d e p u ñ o y letra d e Vicente Escudero, c o n s u
firma.
blas.
S u s
alados pies,
son dos
banderil las clavadas
en e l a i -
re .
—Ya no salgo —nos dice—,
apenas puedo andar. Es por la
circulación
de mis
piernas.
Ya
sabe, la enfermedad que a los
bailaores
no s
deja
los
pies
pa -
raos, el taconeo acaba parali-
zándolos. Aunque yo he bailado
hasta
los
ochenta. —Y no s
clava
su s
vivísimos ojillos,
acechando
la
reacción:
—¡Hasta
los
ochenta
—Sí, y he cumplido con los diez
mandamientos de l baile. El de-
cálogo está hecho pensando
en
los diez Mandamientos de la
Ley de
Dios.
Lo s
diez manda-
mientos
de l
flamenco puro,
la
ley del baile. El que la sigue y
estudia puede tener mucho
éxi-
to.
E l
bailaor,
c o n s u
letra
de 92
años,
h a
tenido
la
gentileza
d e
escribirnos estas leyes:
1. Bailar e n hombre.
2. Sobriedad.
3 .
Girar
la
muñeca
d e
dentro
afuera , c o n l o s dedos.
4 . L a s
caderas quietas.
5 . Bailar asentao y pastue-
ño .
6 . Armonía d e pies, brazos y
cabeza.
7 . Estética y plástica, sin
mixtificaciones.
8.
Estilo
y
acento.
9 .
Bailar
c o n
indumentaria
tradicional.
10.
Lograr variedad
d e
soni-
d o s c o n e l
corazón,
s in
chapas en l os zapatos, s in
escenarios postizos,
sin
accesorios.
El «moisés» d e estos manda-
mientos
es el
propio Escudero .
Creador
y
escriba
d e l
célebre
código d e l baile grande, puro
y jondo. Rito antiguo, cuya
sabia liturgia
y
profundas
r a í -
ces se
pierden
en l a s
impene-
trables
y
oscuras tradiciones
de l os siglos. ¿ D e dónde le vin o
a este hombre tanta sabiduría
ancestral?
E l
dice
q u e l o
suyo
e s cosa d e misterio. S i fuera
andaluz diría
q u e e s
cosa
del
duende, pero como Escudero
e s
castellano,
d e
Valladolid,
llama misterio
a lo que no
puede explicar, porque está
dentro
de él .
L O S GITANOS D E
VALLADOLID
—Yo nací bailando. De niño no
fui a la escuela. Aprendí a leer y
a
escribir solo, preguntando
a la
gente.
Yo he
sido siempre
muy
preguntón y observador. Mi es-
cuela era andar arriba y abajo
con los
gitanos
de l
barrio
de
Sa n Juan, donde naci. Viéndo-
les a ellos empecé a bailar. Pero
yo no soy gitano, como la gente
cree. Pero sí he sido muy amigo
de
ellos,
a
quienes debo mucho.
8 4
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Vicente Escudero escribía e n
s u s memorias de Mi baile:
«M e entendía tan bien con los
gitanos, que en más de una oca-
sión, cuando niño, recuerdo
haberles ayudado en sus "co-
rreates" y chamarileos». Y
nunca olvidó la pr imera vez
q u e e n u n a
feria lloró abra-
zado
a las
patas
de un
escuá-
lido «caballejo» porque los
t ra tantes lo vendieron y el
niño
no se
quería separar
d e
él .
—Mi padre era zapatero, pero
en lo suyo era un artista. ¡La de
zapatos que me llegó a hacer
Pero yo los rompía todos bai-
lando. Figúrese, rompía hasta
las tapas de las alcantarillas...
Y es que los primeros «redo-
bles» producidos p o r s u s pies
los oyó e l bailaor en la tapa-
dera d e u n a boca d e riego.
Desde aquel
día le
tomó
tal
«adición
q u e m e
pasaba
el día
entero corriendo de una a
otra, para comprobar los d i s -
tintos sonidos. E n todas e r a
Manuel
d a
Falla
y
Vlcanta Escudero.
En l a
c a t a
d e l
músico, Carmen
de la
Antequeruela .
Granada.
Vicente Escudero
e n e l
baile
d e l
molinero,
del« Sombrero d e t res pic os». Ballet original
de D .
Manuel
d e
Falla.
diferente,
y por eso las
prefe-
r ía a l
suelo
q u e n o
sonaba
o a
l a s
maderas
de l a s
mesas
q u e
tenían u n a vibración m á s
opaca... Muchos disgustos me
costó esta afición, y más de una
multa tuvo qu e pagar mi padre
a causa de ello, ya que como yo
pegaba tan fuerte acababa
siempre
po r
partirlas
y los
guardias andaban detrás
de
mí... Hasta el propio Ayunta-
miento debió de tomar la cosa
en serio...».
E l
joven Escudero, viéndose
t a n perseguido, continuó sus
experiencias sobre u n gran
tronco d e árbol q u e u n fuerte
vendaval había derribado h a -
c ía muchos años. E l macizo
escenario estaba en una de l a s
orillas de l r ío Esgueva. La su-
perficie de su d iámetro e r a
enorme,
y las
gentes
lo
utili-
zaban como puente para
c r u -
z a r el río por aquella parte.
Allí
n o
sólo luchaba
con la d i -
ficultad
d e l
sonido,
m á s
sordo
8 5
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\ /
y 1
V
M
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E L BAILE D E « E L TREN»
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F
f
M?
Pintura original
d e
Vicente Escudero. (Foto
d e
Angel Carretero).
qu e e l de las alcantarillas, sino
también c o n mantener la es-
tabil idad, ya que a l menor
descuido
le
esperaba
e l cha -
puzón.
E l
miedo
a l
agua
le
hizo adquirir u n gran equili-
brio, q u e h a conservado toda
s u
vida.
E l padre d e Escudero no sabí a
q u é
hacer
c o n
aquel hijo,
q u e
sólo
le
gustaba «brincar».
U n
día e l
ar tesano
lo
persuadió
d e
la necesidad d e aprender u n
oficio, como hacían sus he r -
manos. Y le buscó trabajo en
u n a imprenta . Al aprendiz d e
Gutenberg le gustaba e l ruido
de l a s máquinas, descubría
sonidos q u e trataba d e imitar
con sus
pies. Absorto
en
capt ar
aquellos nuevos ritmos se ol-
vidaba d e colocar el papel o lo
dejaba caer
a los
rodillos.
Además d e estos estropicios,
pe r tu rbaba
la
tarea
de sus
compañeros, q u e s e divertían
observando s u s filigranas. D e
u n a e n u n a , f u e recorriendo
todas la s imprentas de Valla-
dolid, porque
el
muchacho
cuando dejaba d e taconear e r a
listo y rápido en su trabajo.
8 6
Y
Escudero decidió dedicarse
a lo «suyo». Empezó bailando
en l a s ferias de los pueblos d e
alrededor. Después en los ca-
fés, los sábados y domingos
pedía permiso para actuar
y
luego pasaba
la
batea. Este
género d e vida, en libertad,
pero acuciado
po r e l
hambre
y
la s
vicisitudes,
lo s
doct oraron
en la
alta picaresca.
S u
felina
agil idad e r a su gran colabora-
dora. De las posadas escapaba
s in pagar por l a ventana o el
balcón. Echaba el colchón de
paja a la calle y saltaba sobre
é l . En los
trenes
e r a
polizonte
empedernido. N o siempre e l
interventor cuando lo descu-
bría, lo entregaba a la Guardia
Civil,
a
algunos
le s
hacía
g r a -
c i a v e r
cómo bailaba
con el
tren en marcha, conservando
el equ ilibri o. Todo esto l o con-
virtió en ocasiones en huésped
en
Comisarías
y
Cuartelillos.
Como en realidad,era persona
entregada como u n poseso a la
quimera de su baile, a veces
acabó conquistando
a l a «pa-
reja»
o a l
Comisario,
q u e ,
tras
verlo bailar, lo ponía en liber-
t a d .
E n
aquellos primeros tiempos
u n o d e s u s grandes éxitos e r a
el baile de E l tren, creación
suya que le inspiraron s u s f u r -
tivos viajes.
C on sus
pies
re -
producía
el
ruido
de la
loco-
motora y la marcha de los va-
gones, en sus diferentes fases
d e
celeridad,
en
curvas
y rec-
tas, y a la
ent rada
y
sa l ida
d e
la s
estaciones. «Arrancaba
de
u n pianísimo y mat izado en
crescendo l a velocidad, alcan-
zaba a l máximo».
C o m p a ñ e r o s d e a n d a n z a s
eran
los
malet i l lasque iban
e n
busca
d e
capeas.
D e
ellos
aprendió
a
manejar
e l
capote
y el
ar te
d e
correr
l a s
banderi-
llas.
—Yo he sido «capoteante» en
los pueblos, con toros de astas
así de grandes... Creo que no lo
Vicente Escudero
y
Antonia Mercé,
« L a
Argentina-
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hacía
mal,
pero
una vez una
vaca
me dio una
paliza
que me
dejó desnudo, hasta me mor-
dió...
Y es que por las
mañanas
no s echaban vaquillas, pero por
la
tarde unos toros
de
seis años
resabiados de todas las plazas.
Chino sabían aquellos toros,
pero
yo
también sabía chino,
me
conocía todas
las
artima-
ñas...
No fui
torero
po r
miedo
de
las
palizas
que me
habían dado.
Así que dejé el toreo y seguí el
baile, pero a los 14 ó 15 años yo
iba
para torero.
En
aquellos
años hacía muchas locuras,
pero todas sanas, para ganarme
la
vida...
E N L A S
BARRACAS
CINEMATOGRAFICAS
D E SANCHIS
Vicente Escudero cultivaba
su
propia técnica, jamás había
bailado siguiendo
la
música
d e u n a guitarra. El se lo hacía
todo, creaba su propio ritmo
c o n
pies
y
manos
y l a
gente
lo
seguía. Esto le estimulaba.
Pero
en su
fuero interno
é l
ambicionaba bailar acompa-
ñado
p o r u n
guitarra
y c o n -
taor, como
s u s
compañeros.
L a pr imera vez que lo consi-
guió
fu e u n
desastre.
E l
guita-
rrista paró en seco y le dijo:
« Tú n o
estás enterao». Pero
el
público exaltado
p o r e l
baile
d e l joven Escudero impuso s u
criterio
y
tuvo
q u e
seguir
acompañándole. Ocurría q u e
aquel lenguaje nuevo
y
revo-
lucionario d e Escudero c a p -
taba intuitivamente e l entu-
siasmo
de las
gentes.
E l m u -
chacho entraba en trance y les
hacía participar a ellos. Er a e l
genio.
L a s
cosas
se le
arreglaron
a
Escudero cuando lo contrata-
r o n
para actuar
en las
barra-
c a s cinematográficas d e S a n -
chis,
e n
Gijón,
q u e
recorrían
lo s
pueblos
y
algunas capita-
l e s .
Hacían ocho sesiones
d e
cine
y é l
actuaba
en los
inter-
medios. mientras cambiaban
el rollo d e l a s películas, q u e
entonces eran
m u y
cortas.
Vi-
cente e n cuanto podía se iba a
lo s
tablaos
d e l o s
cafés cant an-
t e s a aprender d e l o s grandes
maestros
de la
época.
En el
café
d e
«Las Columnas»,
d e
Bilbao, conoció
a l
sevillano
Antonio Bilbao, d e quien
aprendió mucho. Había
te -
nido como maestro
a
Enr ique
el Jorobado, d e Linares, quien
a pesar d e s e r contrahecho,
bailaba «como
lo s
ángeles»
y
su
estética
d e l
baile
e r a t a n
inmensa
q u e
hasta
le
desapa-
recían l a s jorobas, a l decir d e
lo s contemporáneos. « L a M a -
carrona»,
« L a
Tanguera»,
«El
Z a r r i l l e r o » , « J o a q u í n e l
Feo»... eran otros «fenóme-
nos»
d e
aquel tiempo,
a
quie-
n e s
Escudero admiró
en los
t a b l a d i l l o s
d e l o s
ca fés -
cantantes.
E N E L OLIMPIA
D E
PARIS
El espíritu aventurero d e Es -
cudero
lo
llevó
un d ía a
debu-
taren Lisboa.
De
nuevo estab a
solo,
s in
acompañamiento ,
como
en su s
primeros tiem-
p o s .
«Una
v e z
habituado
d e
nuevo a bailar, co n libertad
absoluta,
co n l a
técnica
q u e y a
tenía y m i int uitivo espíritu d e
renovación, notaba
u n a m a -
y o r
facilidad para improvisar
gestos, actitudes
y
movimien-
tos».
U n a ñ o
pe rmane ció reco-
rriendo Portugal, hasta q u e
decidió plantarse
e n
París.
Buscó
u n
guitarrista
y
consi-
guió debutar
en el
teatro
Olimpia. Escudero reconoce
q u e
éste
f u e s u
primer éxito
importante
y e l
punto
d e p a r -
t ida de su carrera artística.
L os
bailaores españoles
q u e
8 7
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Vicente Escudero
y
Carmina García.
debutaban en la capital fran-
cesa condenaron la técnica
ant if lamenca
d e
aquel «cha-
lao»,
q u e se
apar taba
d e l a s
reglas
a l u so . En
donde
a c -
tuaba provocaba
la
contro-
versia entre
lo s
«enteraos».
E l
o í a a
unos
y a
otros
y
guard aba
silencio,
con lo
cual
lo s
deso-
r ientaba y exasperaba m á s .
Pero
lo
cierto
e r a q u e
cose-
chaba éxito tras éxito.
Des-
pués lo ha explicado as í :
«M i consigna fue siempre bai-
lar con
fibra
y sin
desmayos.
Quizá
po r
haber nacido
en el
corazón de Castilla, parda y du-
ra, mi
baile
es
igual
y se
expresa
con el
mismo lenguaje.
Los gi-
tanos castellanos
son así, y mi
infancia transcurrió entre ellos.
Mis
primeros pasos
de
baile
los
aprendí
en su
convivencia
y
aunque posteriormente pasé
largo tiempo
en
Granada
y
toda
la
región andaluza,
de sus bai-
les
admiraba
la
gracia cuando
er a sobria, pero, en realidad, en
mi
sangre
no
entraba sino
la
técnica. Porque allí
la
gracia
degenera
co n
frecuencia
en
«grasia»
que, en
definitiva,
no
es más que un pretexto para en-
cubrir lo blando, convirtién-
dolo
a
menudo
en
grotesco».
El 27 de
noviembre
de 1922 en
la Sala Gaveau, l a m á s impor-
tante
d e
conciertos
d e
París,
daba Escudero
e l
primer reci-
ta l de
bailes españoles. Hasta
entonces no se había atrevido
nadie, después
lo
har ía
La Ar -
gen t ina .
E n e l
p rograma,
jun to
a la
seguiriya,
e l
polo,
el
fandango, Escudero presen-
taba
p o r
primera
vez
bailes
españoles d e nuestro variado
folklore,
q ü e
quedaron
ya in -
corporados
a su
repertorio.
D e
nuevo
el
baila or vallisoletano
levantó
la
bandera
d e l a p o -
lémica. L os bai lari nes clásicos
españoles q u e actuaban e n
París analizaron
y
condena-
r o n
aquel estilo,
c o n u n
crite-
r i o
enano. Escudero seguía
s u
norma
d e n o
atenerse
a las r í -
gidas
y
monótonas reglas,
re -
petidas
y
empobrecidas
d e
unos
a
otros.
E l e ra u n
creador
y
sólo
a
estos privilegiados
del
arte
se les
permite violar
l a s
reglas, porque
l a s
conocen.
Y
él era e l Picasso d e l baile. Vi-
cente
se
explica
a s í :
«Veía
que
todos bailaban igual, como
cor-
tados
por un
mismo patrón,
con un estilo uniforme, apren-
dido
en las
mismas fábricas
de
baile. Y aunque algunos reali-
zaban
su
trabajo
con una
preci-
sión y un virtuosismo admira-
bles, no me interesaba imitar-
les».
E n l a s noches desbordantes
d e l
París
de la
posguerra,
re -
lucían
los
nombres
de las es-
t r e l l a s f u l g u r a n t e s
d e ,
music-hall: Mistinguett, M a u -
rice Chevalier, Josephine
B a-
ker . . a ellos se unió el de Vi-
cente Escudero.
« E L
AMOR BRUJO»
En 1 9 2 5 Antonia Mercé La Ar -
gentina
y
Vicente Escudero
estrenan
E l
amor brujo,
d e
M a n u e l d e F a l l a , en e l
Trianon-Lyrique,
en e l
marco
d e lo s
conciertos Marguen
te
Beriza. Falla había escrito
este ballet para Pastora Impe-
r i o ,
quien
lo
estrenó
en e l ma-
8 8
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drileño teatro Lara, el 15 de
abrtf
de 1915. Su
vi da escénica
f u e
efímera,
al no
obtener
éxito
d e
público
n i de
crítica.
Pero
e l
aut or creía
en su
obra
y
decidió ampliar
la
orquesta-
ción. Añadió instrumentos e
introdujo otros nuevos.
Asi-
mismo, María y Gregorio
Martínez Sierra,
los
autores
d e l libreto, desarrollaron su
argumento.
El 22 de
mayo tenía lugar
e l
estreno. E l programa estaba
compuesto
p o r L a
carroza
de l
Santo Sacramento, de Gos-
seurs, inspira da
en la
obra
d e
Merimée;
L a
historia
de l so l -
dado, d e Stravinsky, y El
amor brujo. Precedió
al
ballet
d e Falla, el de Stravinsky, q u e
f u e
acogido
co n
vivas protes-
t a s . Falla, q u e asistía a l a f un -
ción, acompañado
por su
hermana María
d e l
Carmen,
la señora Debussy, mujer de l
músico, Eduardo Marquina,
e l
guitarrista Andrés Segovia,
el poeta Diez Cañedo, el pin tor
Miguel d e l Pino y Juan Gis-
bert, fueron testigos
de l su-
fr imiento
d e l
músico gaditano
ante la repulsa de l público a la
obra de su compañero Stra-
vinsky. Edua rdo Ma rqui na
d i-
jo : «¿Qué n o s pasará ahora a
nosotros?». «Nosotros»
era El
amor brujo. La incógnita se
despejó pronto: «Desde los
primeros acordes
— h a c o n -
tado Juan Gisbert—,
e l pú-
blico estaba
y a
fascinado.
Los
aplausos se repitieron e n toda
la
obra
y
cuando
al f in
llegó
la
«Danza
d e l
fuego»,
y
cayó
el
telón, el entusiasmo fu e deli-
rante
y
hubo
de
bisarse
l a p a r -
t e . Antonia Mercé y Vicente
Escudero,
de la
mano
d e
Falla,
fueron paseados
e n
triunfo
por
e l
escenario». Antonia
y Vi-
cente quedaron aquella noche
unánimemente consagrados
p o r l a crítica francesa. El es-
treno d e E l a mor b ru jo señala
u n a
fecha definitiva para
la
coreografía española.
E l
éxito
en
París
se
repitió
p o r
toda
Europa
y
América.
LA
ARGENTINA
Y
ESCUDERO
L a s
relaciones
d e
estas
dos
grandes figuras estuvieron
siempre iluminadas
por l a
admiración
q u e s e
profesaban
y, a la vez, erizadas por l o s
contradictorios sentimientos
d e l orgullo y la pasión. Escu-
dero dice en l a s memorias de
M i
baile
q u e
andaban siempre
como «elperro
y el
gato». «Pero
—añade—
en el
fondo siempre
estuvimos
de
acuerdo,
a
pesar
de que nuestras tendencias eran
completamente opuestas. Ella
era muy
disciplinada
y
estudio-
sa ; trabajaba las veinticuatro
horas
del día si era
necesario.
Yo,
indisciplinado
y
bohemio,
estudiando
a
ratos. Para
mis
bailes
me
inspiraba
en
Picasso,
ella no pasaba de Zuloaga. Yo
nunca
fu i
gran amigo
de la mú-
sica,
de la que
hacía solamente
el
caso imprescindible; ella
la
D e izquierda a derecha: Alonso Félix, Regino Sainz de la Maza, S r a . d e Arniches, Carlos
Arniches , Escudero, S r a . d e Alonso, y s e n t a d o en e l suelo. Enrique Hortelano, e n París.
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Vicente Escudero dibujando
e n su
estudio .
(Foto Henecce).
que he
querido dedicarle
no
sólo
este capítulo, imprescindible
escribiendo sobre baile español,
sino todo
el
libro, como home-
naje sincero a su memoria. An-
tonia Mercé
fue la
creadora
de
un a escuela de baile, tan pro-
pia, tan
genuina,
que de
ella
partieron y a ella vienen a parar
cuantos pretendieron
o
inten-
tan dar
universalidad
a la
danza española...».
« L a reina d e l a s castañuelas»
f u e
otro
de los
grandes títulos
d e La
Argentina. Testigo
t a n
documentado como Vicente
Escudero, reconoce
q u e
Anto-
n i a Mercé llegó a alcanzar e l
grado máximo
d e
expresión
logrado
c o n
unas castañuelas.
Un d ía , e l
gran bailaor
l e p re -
guntó cómo conseguía arran-
c a r
sonidos
t a n
diferentes
a
esos «dos cachitos d e made-
ra » . A él le
parecía
u n a
presti-
d ig i tadora
q u e
cons tan te -
admiraba
y
seguía
co n
fideli-
dad,
ensayando hasta
que las
do s estaban compenetradas; y
sólo entonces presentaba
el
baile en el escenario, co n aquel
su
maravilloso estilo personal».
Y m á s adelante dice: «Fue
An-
tonia Mercé en la vida una per-
sona encantadora, poseía una
simpatía qu e «asustaba» y su
bondad
era
sólo comparable
a
su
arte. Pero
en el
trabajo tenía
un
temperamento fuerte
y
seve-
ro».
E l impacto d e estos d o s m e -
teoros d e l baile f u e enorme.
Santiago Ontañón, q u e convi-
v ió co n ellos en París, n o s h a
contado cosas deslumbrantes
d e
ternura
y
violencia
de la re-
lación de los dos artistas. E l
recuerdo
de la
bella
y
gran
ba i la r ina
h a
pe rmanec ido
vivo
en
Escudero, hasta
el
punto d e empezar as í l a s me-
morias
d e su
baile:
«Es tal la
admiración qu e sentí siempre
por el arte de esta genial artista,
Cu a d ro
d e
Vicente Escudero,
c o n
c la ras
influencias «mlronianas».
9 0
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Vicente Escudero deposita u n ramo d e r o s a s e n l a tumba d e « La Argentina», en e l c e m e n te r io p a r i s i e n se d e Neullly. Junto a Escudero , la
bailarina Carmina Qarcfa.
mente estuviera cogiendo
en
el aire castañuelas distintas,
s in q u e
nadie supiera
d e
dónde
la s
sacaba:
« N o
vale
la
pena hablar
d e
ello
— le
dijo
Antonia—, esto no se aprende,
viene
d e
lejos...».
Y
sonri endo
alargó u n a d e s u s manos y
produjo
u n
pianísimo
q u e p a -
recía acabado d e llegar d e n o
se
sabe dónde.
Escudero obsesionado
p o r e n -
contrar
e l
misterio
de las cas-
tañuelas, encargó
a u n
fabri-
cante toda
u n a
gama
d e
ellas
d e
diferentes concavidades,
pero e n ninguna logró encon-
t ra r
la
musicalidad
q u e b u s -
caba. Y u n d í a cambió l a m a -
dera
p o r e l
hierro,
e l
bronce
y
el aluminio. E n u n a fundición
pidió
q u e l e
hicieran
u n p a r d e
castañuelas
e n
cada
u n o d e e s-
t o s
metales. Efectuaron gran
cant idad
d e
pruebas hasta
q u e
lograron unas
q u e
sonaban
bien.
Y l a s
estrenó
e n u n c o n -
cierto
en la
Sala Pleyel,
de Pa-
rís. En los
medios artísticos,
l a s
castañuelas metálicas
c a u -
saron verdadero estupor y en-
contradas opiniones. L a A r -
gentina,
a l
conocer
l a
noticia,
exclamó: «Sólo u n loco podía
ha ber teni do idea semej ante» .
«LA
PINTURA
Q U E
BAILA»
N o
recuerda Escudero
e l
nombre
d e l
pintor
q u e d e s -
pertó en él el entusiasmo p o r
la
pintura .
E l
artista
e n
cues-
tión i b a cada d ía a verlo ac -
tuar
y le
insistía
en que le s i r -
viera d e modelo. E l bailaor se
negaba. Pero u n a mañana d e -
cidió
i r a
conocer
e l
estudio
y
acabó confesándole
que a él la
pin tu ra
le
parecía fotografía
coloreada. E l pintor le aclaró
q u e e s o e r a l a
pint ura realista,
pero
q u e l a
suya
e r a
impresio-
nista. Esta palabra
e r a
nueva
para Escudero y la encontró
llena
d e
misterio. Empezó
a
indagar s u significado y a f re-
cuentar l o s cafés d e Montmar-
t r e : « L a Rotonde», «Le Do-
me»..., donde
se
reunían
los
ar t is tas
y los
intelectuales
es-
pañoles exiliados
d e l a
dicta-
dura d e Primo d e Rivera. U n o
d e
ellos
e r a
Miguel
d e U n a -
muno.
Un d í a
Escudero
le di-
j o :
—Don Miguel, estoy preocu-
pado porque tengo muchas
fal-
tas de ortografía.
Y él le
respondió:
—Verá usted, Escudero,
e n
realidad la ortografía e s sola-
mente
u n
estorbo. Usted tiene
cosas
m á s
importantes
d e q u é
preocuparse.
E n
aquellas tertulias parisi-
n a s , y a
legendarias,
a l
bailaor
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le
asaltaron, a trapando
su in -
terés, otras palabras descono-
cidas: dadaísmo, cubismo,
su-
rrealismo,
y é l , q u e e ra u n r e -
volucionario
en su
arte,
se en -
contró bien
e n
aquel mundo
d e
vangua rd ia
q u e
conectaba
co n e l suyo p o r otros caminos.
Escudero
se fue a
vivir
a
Montmartre ,
al 12 de la rué
Víctor Masse,
m u y
próximo
a
l a
place Pigalle.
L a
casa tenía
historia .
A
principios
de
siglo
estuvo allí
el
célebre cabaret
e l Gato Negro, frecuentado
p o r Tolouse-Lautrec, Utrillo,
Stanley, Millet, Turbot... Vi-
cente vivía en el último piso.
Allí lo visitaba Santiago O n -
tañón. E l escenógrafo n o s h a
contado la impresión que le
produjo la casa, porque, a d e -
m á s d e s e r
vieja, estaba toda
ella decorada c o n grietas, d e s -
conchones y falsas ruinas.
Desde
la
calle
se oía el
tacon eo
y l as
castañuelas
d e l
bailaor
cuando ensayaba, y la nostal-
«Figura d a Flamenco». Original d e Vicente
E scude r o , f echa do
e n
Par í s ,
e n 1 9 2 5 .
E s c u d e r o en la Plaza d e l R e y d e B a r ce l ona , e n e l ve r ano d e 1 9 6 4 . E l bailaor tenia 76 años .
92
gia del so l de España s e acen-
tuaba bajo aquel cielo de gr i -
ses absortos. Influido p o r e l
ambiente, Escudero empezó a
dibuja r
y a
pintar cuadros,
bocetos, carteles, telones. E l
crítico Jojnkler Roel dice refi-
riéndose a l estudio d e Vicente,
q u e
Montmartre
se
de jaba
a la
puerta para penetrar en Es -
paña .
En la
edición bilingüe
castellano
-
francesa
d e l
libro
d e Escudero Pintura q u e b a i -
la ,
publicado
en
Madr id
e n
1950 , declara: «Insisto en que
no sé dibujar n i pintar y en mis
pinturillas toda técnica brilla
por su ausencia. Ni sé de pers-
pectivas
ni
tengo idea
de las re-
glas de la composición o del
equilibrio
de las
masas. Todo
esto
me
suena
a
geroglífico
fa -
raónico, que ni puedo ni quiero
entender. En mis garabatos y
colorines todo es llano y directo,
y si algo encierran se debe a in-
tuición tan sólo. Pero, eso sí,
tengo la vanidosa pretensión de
que en loquea ritmo y a color se
refiese
¡no hay
quién
los mue-
va , pues los rezuman a borbo-
tones y llevan tanto ritmo y ca-
dencia
de
colorido como
el más
dinámico
de mis
bailes».
Y después Escuder o s e expl ica
así como pintor: «Forzosa-
mente todo bailarín creador
tiene
que ser
pintor
de
baile,
un
pintor sin técnicas quizás, pero
que ha de
llevar dentro
la
plásti-
ca, el
color,
el
ritmo».
E L TEATRO «CURVA»
La
p in tura
le
reveló
a
Escu-
dero nuevas formas para s u
baile: «
Iniciado
ya en los
secre-
tos de la pintura, trataba de tra-
ducir su emoción en mis bailes
—escribió—. Del cubismo me
interesaba sobre todo
la
coinci-
dencia
con una
gran preocupa-
ción mía: conseguir el equili-
brio estético entre cada una de
mis actitudes con una tal des-
preocupación po r todo lo que
perciben y deforman directa
mente los sentidos».
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Para d a r a conocer l a s nuevas
tendencias incorporadas a su
baile, alquiló
c o n u n
amigo
un
pequeño teatro
q u e
había
p e r -
tenecido
a l a
gran actriz fran-
cesa Emilianne d'Alefon,
a l
q u e llamaron teatro Curva. S u
instalación lo dejó s in reser-
v a s económicas , has t
a
e l
P '
-
vM'e
para pintar
los te-
lones, Cassandr e
y é l ,
vaciar on
ante
el
droguero
s u s
bolsillos
y
a ú n a s í quedaron a deberle a l-
gunos francos. Pero el dinero
no le ha
inteiccado nunca
al
artista vallisoletano. En sus
memorias, refiriéndose
a sus
actuaciones en el teatro C u r -
v a , dice: «Nunca en mi vida he
bailado
tan a
gusto,
ni he con-
seguido comunicar tanta emo-
ción a mis bailes como en este
escenario. En aquella sala tan
intima,
que
nunca consegui-
mos llenar, sentía la impresión
de
bailar para
mí
solo,
o
mejor
aún, aunque parezca pretensio-
so , para toda la humanidad
presente y futura. Creaba mi
propio ritmo y sentía el placer
de
dominar
y
someter
la
música
escrita a mi capricho, demos-
trando que el baile es anterior a
ella como forma de expresión
artística. Interpretaba una fa-
rruca geométrica y en ella de -
jaba resbalar
las
notas musica-
les a través de cada actitud,
hasta
que a mi
antojo reanu-
daba el nuevo movimiento en -
trando otra vez en el ritmo mu-
sical
con el que sin
buscarle
siempre me encontraba. A pesar
de mi cerebral preocupación
por la línea, toda mi actuación
era espontánea, sin ningún tra-
bajo anterior de laboratorio y,
por lo tanto, llena de vida,
siempre interpretando sin elu-
dirlas las normas flamencas».
L a
pintura surrealista inspiró
'
a
Escudero bailar arquitectó-
n icamente . Encon t r aba
en
ello la solidez y la sutileza
tanto tiempo buscada. Había
aceptado l a s consignas su -
rreal istas
de sus
fieles segui-
dores
en el
teatro Curva:
A n-
d r é
Bretón, Luis Aragón, Paul
Marta Márquez bailando
«E l
Polo». (Foto:
Alfrado).
Eluard, Luis Buñuel, Salva-
d o r Dalí, Joan Miró, el fotó-
grafo
M a n
Ray... Admiraban
en él la
«pureza
d e
líneas,
s u
r i tmo
s in
música
y la
libertad
d e l sujeto sin intención d e h a -
c e r gracia». E l bailaor se sen-
t ía
es t imulado
p o r u n a
mino-
ría, pues el gran fracaso del
gran público
fu e
total.
Del
movimiento dadaísta de su
amigo Tristán Tzara le gus-
t aba «la forma en que algunos
fundían
los
objetos fabricados
por el
hombre
y la
naturaleza,
sistema que yo aprovechaba
para
mis
decorados». Siguió
también
la s
trayectorias
d e
Marcel Duchamp, Francis
Pi-
cabia, Hans Harp, Blancacci y
otros.
L os
nuevos ismos
y sus
teorías
influyeron tanto en Escudero
q u e s e pasaba la s noches e n
vela, s in poder reconciliar e l
sueño. Cuando lograba d o r -
m i r , sugest ionado p o r l a s
nuevas formas, proseguía
en
sueños la búsqueda de su
quimera plástica q u e preten-
d í a expresar en sus bailes. Al-
gunos sueños
lo s
hizo reali-
d a d ,
como
e l
bailar
a l
r i tmo
d e
d o s
motores.
En un
concierto
en la Sala Pleyel bailó acom-
pañado de dos dinamos de d i -
ferente intensidad. L a expe-
riencia constituyó u n escan-
dalazo en los medios artísti-
cos . El bailaor la explica as í :
«Y o, a
fuerza
de
quebrar
la
línea
recta
qu e
producía
el
sonido
eléctrico, compuse
la
combina-
ción rítmico-plástica
que me
había propuesto po r voluntad, y
que para mí representaba la lu-
cha del hombre y la máquina,
de la improvisación y la técnica
mecánica».
ESCUDERO, CAMPEON
D E BAILES D E SALON
Santiago Ontañón nos ha re-
velado
q u e
mucha gente
ig -
nora
q u e
Vicente Escudero
fue
campeón
d e l
mundo
d e
baile
d e
salón, «danseur mondain».
Esto e r a dificilísimo en París,
porque allí acudían los mejo-
r e s bailar ines d e l m und o. Dice
Ontañón: «Cuando los demás
habían hecho su número, l le-
gaba é l , con su pinta extraña,
se ponía a bai lary se llevaba el
premi o. Esto para u n francés o
u n norteameric ano suponía la
f ama
y
millones, porque
ex-
plotaban el tít ulo. Pero é l salí a
a
bailar, ganaba
el
premio
y se
iba a su
casa
t a n
tranquilo».
Escudero luchaba con su as-
pecto
d e
gitano. Llevaba
u n
peinado a base d e goma d e
t ragacanto que é l componía
para tapar su calvicie. «Yo lo
h e visto levantarse de la cam a
—dice Ontañón—, o terminar
agotado después de una ac -
tuación, sudando p o r cada
pelo u n a gota, y jamás lo pud e
v e r
cómo
e r a s i n
aquel extraño
peinado. Era l a época del
tango argentino, q u e hiciera
célebre Carlos Gardel, y de los
gigolós engominad os que des -
pués d e bailar u n tanganzo
c o n u n a
sexagenaria,
q u e a ú n
pedía guerra, ponían la mano
para recibir la propina que a
veces e r a harto generosa. E l
tango significó u n a crisis para
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e l
baile español.
Y
Vicente
tuvo
q u e
ganarse
la
vida
b a i -
lando d e «danseur mondain»,
a
sueldo, pero nunca aceptó
u n
regalo
d e
ninguna mujer .
Como desentonaba de sus en -
gominados compañeros, las
señoras s e negaban a bailar
con é l . La boíte cerca de la
place Blanche, donde traba-
j aba e r a u n a d e l a s m á s famo-
s a s d e P arís. Como Vicente e r a
m u y amigo d e l propietar io y
sufría alejado de su estilo, le
pidió:
—¿Por qué no me deja bailar lo
mío, el flamenco?
—Po r Dios, Vicente, lo españo l
está pasado,
h o y n o
gusta.
—Se lo pido po r favor, dos no-
ches, y no le vuelvo a hablar
más del asunto.
E l empresario accedió. Escu-
dero recobró p o r d o s noches
su estampa flamenca: traje
negro corto y sombrero de a la
ancha. Y salió a bailar sobrio,
majestuos o, genial y fu e e l de-
lirio. Dice Ontañón q u e ponía
lo s
pelos
d e
punta
y que los
gritos d e entusiasmo se oían
en la place Pugalle. E l bailaor
con su característica seriedad
r e c i b í a l o s e s t r u e n d o s o s
aplausos m á s grave q u e n u n -
ca , en act i tud retadora. E l
éxito conmovió a l m u n d o de l
espectáculo. Al día siguiente
todos lo s periódicos hablaban
de l triunfo. L a segunda noche
la
plaza
s e
llenó
d e
coches
como en los días de l os gran-
d e s
acontecimientos artísti-
c o s .
Escudero volvió
a
bai lar
y
fu e l a
apoeosis.
L a s
señoras
le
enviaban tar jetas para
c o m -
p r o m e t e r l e
s u s
b a i l e s
d e
«danseur mondain».
El les
Vicente Escudero
y
Maris Mérqu
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L a s
m a n o s
d a
Escudero :
El te rcer mandamiento de s u ««Decálogo»
dice:
«Fijar l a s m u ñ e c a s d e dentro a fuera
c o n l o s dedos juntos».
contestaba destempladamen-
te , que e ra e l mismo d e hacía
d o s días y q u e aquello se aca-
bó .
Al terminar la noche, e l dueño
de l local le quiso firmar u n
contrato
e n
calidad
d e
estrella
máxima. Y ahora viene lo ex-
t raordinario d e l ar t ista g e-
nial ,
n o s
señala Ontañón,
lleno d e asombro. Aquella
proposición
e r a
algo fabulosa
y
Escudero
va y le
responde:
«Yo le
pedí bailar
do s
noches.
He demostrado que el baile es -
pañol no se puede acabar nun-
ca, y ahí lo dejo. Ahora, agrade-
cido, me voy a mi casa y que
estas cotorras bailen con sus
cotorros engominados». Y se
f u e andando despacio y m a r -
choso.
E r a e l
t riunfador, había
lanzado su reto y vencido.
Pensaba Escudero que e l
cante y e l baile flamenco e ra
u n a d e l a s cosas m á s grandes,
serias
y
únicas
d e l
mundo.
Y
que as í como lo s demás bailes
s e pueden aprender e n Escue-
la , e l
flamenco
n o ,
porque
n o
Vicente Escudero y el simbolismo religioso de l a «seguir iya
h a y
reglas
y l a s q u e
existen
so n complejas a l hundir s u s
raíces
en el
misterio.
A
este
respecto relata e n s u s memo-
rias: «Cuando el homenaje pos-
tumo que se rindió en Londres a
la genial e indiscutible baila-
rina Ana Pawlova, fu i llamado
desde París para actuar. Todos
los demás artistas, grandes eje-
cutantes
de la
danza clásica,
eran rusos y bailaron con el
acompañamiento de una or-
questa formada por los mejores
profesores qu e había en aquel
momento en la capital inglesa.
Yo, el único que no lo era, quise
hacerlo con una guitarrita,
para
qu e
tuviese
más
sabor
flamenco y español. Pues sí, y
así lo consignaron todos los pe-
riódicos, este baile flamenco fue
el único que el público hizo re-
petir».
E L DISGUSTO C O N
PICASSO
E l Boullier e r a u n a sala popu-
la r en la que de vez en
cuando
s e celebraban bailes multitu-
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Marta Márquez, l a úl t ima compañera d a
baila
d a
Vicente Escudero.
diñados, organizados
p o r d i -
ferentes motivos. L os rusos
blancos,
que a l a
sazón inva-
dían París, daban u n baile
anual a l q u e con su ma e l«tout
París». Artistas famosos
de l
espectáculo, pintores, escul-
tores, muj eres famosas
por su
belleza,
s u
arte
o sus
escánda-
los , gentes d e l gran mundo...
Vicente Escudero, ídolo
de l
público francés, organizó u n
baile monstruo a beneficio d e
lo s
soldados españoles
q u e e n -
tonces luchaban
en
Africa.
E l
bailaor tenía motivaciones
sentimentales: había perdido
a u n he rmano que s e fue vo-
luntario
a l a
guerra
d e M a -
rruecos. Escudero contó con la
colaboración d e todos los a r -
tistas españoles e n París: M a-
nolo Angeles Ortiz, Ismael
González
de la
Serna, Cossío,
Bores, Peinado, Ontañón, E s -
plandíu, Castañé, Flores, P i-
niés.. . hicieron decorados,
carteles, telones, palcos,
c a r -
teles para
los
hombres sand-
wich
q u e
recorrían
los
buleva-
r e s anunciando la fiesta. S a n -
tiago Ontañón batió allí
su ré-
cord: 165 horas d e trabajo.
Entre otras cosas, diseñó
el fi-
gurín para Escudero en la
«Danza
d e l
Molinero»,
de EL
sombrero
de
tres picos,
d e
Manuel d e Falla, y e l gran te -
lón de
siete metros
p o r
seis
q u e
había
d e
servirle
d e
fond o.
Al primer artista q u e Escu-
dero pidió colaboración
fue a
Picasso. Quería
q u e l e
hiciera
e l
cartel para anunciar
e l fes -
tival, puesto
que a l o s
rusos
le
hizo
u n o
extraordinario
q u e
d i o l a vuelta al mundo. E l ba i -
laor estaba seguro
que no l e
negaría
su '
contribución
por
motivos amistosos
y
patrióti-
c o s .
Pero
lo s
días pasaban
y
Picasso
le iba
dando largas,
hasta
q u e
Escudero compren-
d i ó su
negativa.
Y u n a
ta rde
se
plantó delante de él y le dijo
m u y irritado: «¿Sabe usted lo
que le
digo?
Que es
usted
Un
sieso y que ojalá se ponga gordo
como
el
Colorao
de
Sevilla,
que
pesaba
15 0
kilos».
Y se fu e .
Dice Ontañó n q u e a Picasso le
hizo mucha gracia aquella
s a -
lida
y q u e
pasados
lo s
años
n o
le tuvo e n cuenta q u e fuera
depotricándole
p o r
todas
p a r -
tes .
L a
Fiesta Española
fue un
tr iunfo extraordinario.
Los
disfraces rompieron la tradi-
ción d e príncipes y princesas
indúes, «reyes soles», «marías
antonietas».. . P or primera vez
Dibujo original
d e
Vicente Escudero.
se v io allí la máscara esper-
péntica española.
E l
corres-
ponsal en París d e E l Heraldo
d e Madrid escribía el 14 de ju-
nio de 1927:
«Vicente Escudero
h a
presen-
tado
s u s
bailes
en la
Fiesta
E s -
pañola
q u e é l
mismo
h a
orga-
nizado
e n
beneficio
de l os he -
ridos de la guerra d e Marrue-
cos . E l
infundió
a
esta fiesta
s u
espíritu goyesco. Escudero
h a
estilizado
e l
baile español,
e l
casticismo flamenco. Tiene
l a
silueta fina
y
elegante
de un
gitano puro
y h a
dado
a s u
art e
u n a
recia personalidad inimi-
table. Es en e l baile español l o
q u e
Picasso
en la
pintura
y Fa-
l la en la
música. Para llegar
a
Escudero h a y q u e pasar antes
por l os
otros dos».
A Escudero le ha dolido siem-
p r e
aquella reacción
d e
Picas-
so . Más , a par t i r d e l incidente
e n
Valladolid
en 1936 , en que
su
amis tad
con e l
genial
p i n -
t o r ,
pudo haberle costado
la
vida.
E l nos l o
contó
as í :
«Una tarde, llegando
ya a las
puertas
del
cementerio,
me
echaron el alto cuatro falangis-
tas,
apuntándome
con sus ar-
mas:
—¿Es usted comunista? —me
preguntaron.
—No, yo no he
sido nunca polí-
tico; yo soy bailaor.
—Pues sabemos
de su
amistad
co n
comunistas como Picas-
SO
...
—Pero yo no soy comunista,
pero
lo que
ustedes quieran.
¿Qué
iba a
decirles?
—¡Vayase usted
— me
ordena-
ron.
Yo creía qu e había llegado mi
hora
y que me
iban
a
aplicar
la
ley de
fugas. Todo encogido
me
fui
hasta
el
cementerio
y los
guardias
qu e
había allí
me
dije-
ron:
—¡De buena se ha librado us -
ted
Y es que en
Valladolid mataron
a
mucha gente. Entonces
me fui
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a Capitanía General y expliqué
que yo tenía contratos firmados
para actuar en el extranjero y
tenía qu e salir de España. Or-
denaron que me acompañaran
al tren de Hendaya y me mer-
ché».
LA MUERTE D E
«LA ARGENTINA»
En la frontera española le es-
peraba
a
Escudero
u n a d e l a s
peores impresiones de su vida .
E n marzo de 1936 habí an regre-
sado L a Argentina y Escu-
dero de Nueva York. En e l
madr i leño tea t ro Español
presentaron E l amor brujo y
después e n París en el teatro
de la
Opera.
Al
terminar ,
L a
Argentina se quedó e n Francia
y Escudero regresó a España a
buscar artistas para mon tar e l
ballet español
q u e
debían
p r e -
sentar e n Nueva York, contra-
tados
p o r e l
empresario
C o p -
piccus. Al cruzar la frontera,
para reunirse c o n ella, e l co-
mandante d e l puesto francés
le dio la terrible noticia: L a
Argentina había muerto f u l -
minada p o r u n colapso. Escu-
dero escribirá: «H a sido una
de las emociones más fuertes
que he sufrido en mi vida. Mi
ánimo estaba ya influido por la
tragedia qu e atravesaba Es-
paña y el choque fue tremendo.
Con Antonia Mercé, la excelente
amiga, perdía
al
mismo tiempo
mi mayor estímulo artístico.
Mis ojos se nublaron, y si no
hubiera caído instintivamente
en un banco próximo, hubiese
rodado por el suelo. Una vez
reanimado me dirigí a Bayona,
lugar donde murió, y después a
París. Nada recuerdo de estos
viajes, pues los hice casi como
un sonámbulo, y así continué
durante algún tiempo».
MARIA MARQUEZ Y
L A S
PALOMAS
DE LA
PLAZA REAL
Vicente Escudero h a sido e n
s u vida m á s cigarra q u e h o r -
miga.
Y n o
porque
e l
bailaor
se estilara bien p o r lo s cantes
de viejos estilos. E n octubre d e
1936, la
Casa Vergara
le edi-
taba e l disco «Antología se-
lecta d e cante flamenco puro » .
En é l , Escudero, a sus 75 años ,
cantaba c o n duende: Soleá
grande, Malagueña, La Toná
pequeña, L a Toná grande, E l
Garrotín, Martinetes,
La
Caña
y el Polo d e l Faillo, Tientos, L a
Debía d e Cambio, E l Afilador,
L a Rondeña, La Jabera y La
Seguiriya grande. «Este
h o m -
b r e fabuloso, legendario — e s -
cribía Sebastián Gasch—, q u e
h a enriquecido las raíces de l
baile flamenco con los hallaz-
gos y las sabidurías d e s u p r o -
p io corazón y q u e sigue siendo
e l
gran intérprete
d e u n
arte
exacto
y
rotundo, implacable
y lúcido, d e calidad e intensi-
d a d insuperables e insupera-
das», vive
hoy de la
generosi-
d a d d e l a familia d e l doctor
Dolá, porque s u s úl t imos re -
cursos económicos
se los
llevó
l a larga enfermedad d e Ca r -
mita García, s u pareja d e bail e
durante
3 5
años.
E n
febrero
de 1955
Escudero
presentaba a María Márquez
en el teatro neoyorquino d e
Playhouse.
E l
arte
de la
joven
y bella mujer asombró a la cr í-
tica. John Martin, q u e falle-
cido André Levison, estaba
considerado como el mejor
crítico d e danza d e l mundo, l a
consagró en el «New York T i-
mes». Mar ía Márquez, hija
del
doctor Solá,
iba a se r la
últi ma
primera figura de la compa ñía
d e Vicente Escudero. La e n -
fermedad le cortó e n flor, a
esta bailaora genial, s u fulgu-
rante carrera artística. H o y ,
f rust rada
la
razón
de su
exis-
t i r : e l
baile,
e s u n a
mujer
v e n -
cida p o r l a nostalgia, entre-
gada filialmente a cuidar a l
viejo maestro, q u e viera e n
ella l a legatar ia de las sacer-
dotisas d e l baile grande: « La
Macarrona»,
« L a
Malena»,
Vicente Escudero en l e ac tua l idad , a t u s
n o v e n ta y d o s años. (Foto: Jo an Queratt) .
« L a Fernanda». Vicente Es-
cudero n o s dijo: «María
Már-
quez es la mejor bailaora de to-
dos los
tiempos,
que es
diferente
a la bailarina, o sea es flamen-
ca. Si hablo así es porque he
hecho un análisis muy minu-
cioso de su baile y, además, he
visto a todas las de antes y las de
ahora. Ella es lo que yo era en
mis mejores tiempos. La última
vez que yo fui a los Estados
Unidos la llevé como primera
bailarina
y
tuvo un.éxito gran-
dioso. Los aplausos de l público
pararon el espectáculo y el me-
jor crítico de baile de l mundo,
qu e está en Nueva York, dijo de
ella lo más extraordinario que
yo había leído nunca, y eso que
de mí había dicho cosas gran-
des».
L a Plaza Real barcelonesa,
como u n relicario d e ar te j o n -
d o , custodia entre s u s arcada s,
engarzadas
p o r
vuelos
de pa-
lomas,
l a
gloriosa ancianidad
d e Vicente Escudero de ia
mano d e María Márquez. •
A. R.
9 7
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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SU
EXCELENCIA
•
JEFE DEL ESTADO
EN BILBAO
R e c o g e m o s r n esta páj; in i l . is
p r i m e r a s f< toj ;raf i .«s .Ir l.i llr^.i
d a a B i l b a o d e S u I*.xi rl ei u i. i
e l J e f e d e l K s l a d o , d o n d e p i e
s i d e
l o s a c t s
c o u m r m n t a t i v o s
i
d e l
d é c i m o t e n c i «i a n i v e r s a « t
>
4
J
d e l a l i b e r a c i ó n d e l a c a p i t a l t
p o r
l c»s Lj ér i i l o s
na <
t o n a l e s .
K*
K n el f t iabado suprimí , sr K
v e a S u K x c e l e n c i . n r i i t o
c h e d e s c u b i e r t o , a s u p a s o Mi
p o r u n a d e l a s
c a l l e s
« é n
M í j
t u c a s , e n t r e l a s a d a m a * i . M m
n e * d e l p u h l i i o . A l a d e t i
r e c h a : e l G c n e t . d t s i u i o . m
a c o m p a ñ a d o « l e s u esp*
s a , d i v i d i é n d o s e a l al tar
f n a y o r
d e l a
n u e v a C a t e -
d ra l b i lb a ín a , d on d e se *
c e l e b r ó u n s o l e m n e M m f
" T e
J ) e u m " ( F o t o *
m m
t«ABC», 20-VI-I950.)
.f r;. ¿ r¿-5
¿.
r
¿3
„ r^3 ¿ r¿5 '¿.i - rji
«r/aw
».
EN 1905 PO R D
TORCUATO LUCA
D E
TENA
A B
C
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E L
I E P E
D E L
ESTADO ASISTE
A L O S
ACTOS CELEBRADOS
C O N
MOTIVO
D E L
Xl l l ANIVERSARIO
D E L A
L I B E R A C I O N
D E L A
CAPITAL D E VIZCAYA, Q U E L E A C L A M O R E I T E R A D A M E N T E
C O N
GRAN ENTUSIASMO
"Para nosotros, la s democracias no son los formulismos hipócrita en que el individuo ha de entregar al
político
d e
profesión,
su
voluntad", dijo
el
CamUlU
en un
discuno
"España, dispuesta
a
aproximarse
a
tridos
lo s
obre-
i
"Aquel coacepto
de la
propiedad
de
principios
del
ros del mundo y a confraternizar con ellos" | siglo XIX ha aido abolido para siempre"
EN LA CLAUSURA DE LA ASAMBLEA D E ASOCIACIONES D E LA'PRENSA. EL MINISTRO D E
JUSTICIA S E REFIRIO A L A GRAN TRASCENDENCIA D E L PERIODISMO
E l Generalísimo, en la cena d e gala organizada por la Diputación provincial, recibió el título d e j.rimer
vizcaíno d e honor y de adopción, y agradeció el homenaje co n patrióticas frasea.
tiugo, hoy Catedral de la nueva
diócesis
de
Bilbao.
El
Generalí-
simo
fue
recibido
por los
minis-
tros de la Gobernación, Aire, Jus-
ticia
e
Industria
y
Comercio;
pre-
sidente
del
Consejo
d el
Reino
y de
las Cortes Españolas, señor Bil-
bao;
subsecretario
de
Industria,
directores generales de Seguri-
d a d ,
Sanidad, Propaganda
y
Prensa; fiscal superior
de la Vi-
vienda, alcalde
y
presidente
de la
Diputación Provincial
de
Madrid,
capitán general
de la
octava
re -
gión militar, capitán general del
Departamento Marítimo, todas
la s autoridades y jerarquías pro-
vinciales
y
locales
y
casi todos
los
delegados
de
servicios
del
Movi-
miento. También recibieron
al
Caudillo
el
obispo
de
Linares
(Chi-
le),
monseñor Moreira;
el de
Vija-
yapuram, monseñor Abásolo,
y el
de Esmeraldas (Ecuador); el
prelado-doméstico
de Su
Santi-
dad ,
monseñor Coca; vicario
ge-
neral de la diócesis, arcipreste de
Bilbao; Consejo Nacional
del Ins-
tituto Nacional de Previsión, que
ahora celebra
su
Asamblea
en
Bilbao;
lo s
directivos
de la
Fede-
ración Nacional
de
Asociaciones
de la
Prensa, todos
lo s
delegados
q u e asisten a la Asamblea, Ayun-
tamiento
y
Diputación Provincial
en cuerpo de comunidad.
« T E DEUM» EN LA
BASILICA
El Caudillo, que llegó acompa-
ñado desde el límite de la provin-
. mc'J-Ci-cr*T\TJC?J-STJ-CJ*•«• t, ¿ »• <rjTvTjrSTJ-wrar v r a ? T • r j ' i ' a a ¿
Bilbao, 18.—Su Excelencia e l Jefe
del Estado, acompañado de su es-
posa, doña Carmen Polo
de
Fran-
co, llegó a esta ciudad en automó-
vil a las
ocho
de la
noche.
En la
puerta
d e
laBasílicade
San-
_• v«»_ •
TODO TUMI R l l DIO, por Bohaa.
M il visto? Siguen apareciendo m ás «atoa oon ala»..*
t e preocupes; en vos de hacerlos pasar po r liebres, loa
serviremos como gallinas.
ti
(*ABC», junio de 1950.)
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CAJAS
MURALKS
METALICAS
FORTIS
OmOH MCMTJUM, S
TtlS.
26 1183 y 25 54 59
MAHO
c i a por l a s
autoridades provinc
ia -
les ,
entró baj o palio
en la
Basílica,
donde
se
cantó
u n
solemne
Te
Déum. Terminado
e l
acto religio-
so, Su
Excelencia inició
la
mar cha
hacia el Gobierno Civil, en e l que
se hospedará durante s u estancia
e n
Bilbao. Todas
l a s
vías estaban
comple tamente abarro tadas
d e
público,
q u e
aplaudía
y
vitoreaba
a l
Jefe
de l
Estado
c o n
todo entu-
siasmo.
Al llegar e l Generalísimo a las ce r -
canías
d e l
Gobierno Civil
se su-
maron
a la
comitiva varias
b a n -
d a s d e
chis tularis .
E l
público
vol -
v ió a
ovacionar
a l
Generalís imo
y
a l triple grito d e «¡Franco , ¡Fran-
c o , ¡Franco », a comp añó a Su
Excelencia hasta su llegada a l e d i -
ficio.
L a
gran cantidad
d e
público
estacionado frente al antiguo p a-
lacio
d e
Chávarri ,
h o y
Gobierno
Civil,
n o
descansaba
un
momento
d e
aplaudir
y
vitorear
a S u
Exce-
lencia, pidiendo
s u
presencia
en el
balcón principal. Ante
la
insisten-
c i a de l gentío, el Caudillo, q u e
vestía uniforme
d e
capitán gene-
ra l de la
Armada ,
s e
asomó
a l ba l -
c ón y
otra
vez e l
público bilbaino
aplaudió frenéticamente
a l
Gene-
ralís imo,
q u e ,
sonriente, saludaba
c on l a
mano.
E l
Jefe
de l
Estado
penetró
e n l a s
habitaciones
del
Gobierno Civil, pero la muche-
dumbre ,
p o r
tres veces
m á s , r e -
c lamó la presencia d e l Caudillo, a
lo que
accedió complaciente
S u
Excelencia.—Cifra.
MISA
D E
CAMPAÑA
Bilbao, 19.—A las once de la ma-
ñana , y ante e l monumento al Sa
grado Corazón de Jesús, se ha ce-
lebrado u n a misa d e campaña e n
conmemoración de l X I I aniversa-
r io de la liberación d e Bilbao.
E l
trozo
de la
Gran
V ía
donde está
enclavado
e l
monumento
se ha -
l laba espléndidamente engala-
nado
con
gallardestes
y
banderas
nacionales
y de l
Movimiento.
Toda
la
parte frontal
a l
monu-
mento estaba ocupada
p o r u n a
muchedumbre enorme d e p r o -
ductores c o n s u s empresarios,
calculándose e n un número n o
menor
d e
300.000 personas.
Des-
tacaban
p o r s u s
típicos atuendos
lo s
pescadores,
q u e
vinieron ayer
FtHBÜUflB
D8
TIANMOMIDOI COOKE
S. C. E.
TALLERES
HUIR
TAS. 40 -
MADIO
- TMP. 27 41 47
ptBiTtwet oí>r.í
a bo rdo de un cen t ena r d e barcas
pesqueras desde dist intos pueblos
de la
pro \ inc ia .
• • M jr J • wr j • •"
T T kT J - " C U
t - i ( Í Í ¡ Í I * h Í h ' . m i i - T f « i 1 0 0 i-V * f v t i T l i r i c * ) ( » J « * i « ü i i i ' i r ; .
4.» 4 . » , . 4 .# . . 4 4„ e i . 7 .# J L I • 4 i 4 . # , ' . 4 . # ' . %_• % * % 0 •
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HA
FALLECIDO
"L A
COYA".
- H a
fallecido
en Madrid ?a que fué popular tonadillera
Aurora M . Jauff re t , " L a Qoya"
v
quien d u -
rante muchas temporadas animó
con su
arte
lo s
esoenarioe españoles.
H e
aquí
u n a
"foto"
de la
épooa
d e s u s
triunfos.
(«ABC», mavo de 1950.)
S u
Excelencia
el
Jefe
de l
Estado
salió d e l Palacio d e l Gobierno C i-
vil , donde se hospeda, a las once
menos cinco
de la
mañana, acom-
pañado
d e l
ministro
d e
Justicia
y
secretario general d e l Movimien-
t o , S r . Fernández - Cuesta. Al pa-
s a r p o r entre la s filas d e producto-
res y
empresarios, produjo
un e n-
tusiasmo delirante, que se t radu jo
e n estruendosos vivas y aclama-
ciones. El Generalísimo recibió la
novedad de l jefe d e todas l a s fuer-
z a s y gobernador mil i tar de Viz-
caya, general Rodríguez Llamas,
e inmediatamente después el
Caudillo pasó a ocupar el sitial
q u e tenía designado en e l al tar
q u e había sido erigido a l p ie de l
monumento a l Sagrado Corazón
d e Jesús. Poco antes había llegado
la esposa d e S u Excelencia, doña
Carmen Polo d e Franco, acompa-
ñada de la esposa d e l ministro d e
la Gobernación, señora d e Pérez
González.
Ent re la muchedumbre aparecían
l a s banderas y pendones d e todos
lo s Ayuntamientos de (a provin-
c i a , que
asistían
e n
cuerpo
de co-
munidad.
Detrás d e l Generalísimo s e colo-
caron
el
primer jefe
de la
Casa
M i-
litar, teniente general Martín
Alonso, y l os ayundantes d e servi-
cios; primer jefe de la Casa Civil,
marqués d e Huétor d e Santi l lán, y
el segundo jefe, S r . Fuertes de Vi-
llavicencio. En la t r ibuna, ala
lado
de la
Epístola, tomaron
asiento
el
Obispo
d e
Esmeralda
(Ecuador); vicario capit ular
de la
diócesis, D r . Grau, y arcipreste d e
Bilbao, señor Abona. En el lado
del Evangelio se situaron l os mi -
nistros de Ejército, teniente gene-
ra l marqués d e Dávila; Aire, te -
niente general González Gallarza;
d e Gobernación, D . Blas Pérez
González; d e Justicia y secretario
general d e l Movimiento, D. Rai -
mundo Fernández - Cuesta, y de
I n d u s t r i a y Comercio, señor
Suanzes;
lo s
consejeros
d e l
Reino,
ent re
l os que
f iguraban
el
alcalde
d e
Bilbao, señor Zuazagoitia;
c a -
pitán general
de la
sexta región,
teniente general Yagüe; capitán
general d e l Departamento Marí-
timo, almirante Moreno; general
jefe de la Región Aérea, general
Rubio; subsecretario d e Indus-
tria, señor Merelloí directores ge-
nerales d e Seguridad, señor R o-
drígu ez Martínez; d e Sanidad, D r .
Palanca; d e Prensa, señor Cerro;
de
Propaganda, señor Rocamora;
d e l Instituto Nacional de la Vi-
vienda, señor Mayo; presidente
d el Consejo d e l Institu to Nacional
de
Previsión,
c on e l
Consejo
en
pleno; director general de Previ-
sión, señor Coca; presidente inte-
r ino de l Consejo de Estado; presi-
dente de la Caja Nacional del Se-
guro de Enfermedad; almirante
jefe de la Escuadra, señor Vierna;
Medallas de O r o de Bilbao, entre
l o s q u e f iguraban e l teniente ge-
neral Solchaga;
el
director gene-
ral de la
Guardia Civil, teniente
general Alonso Vega; e l alcalde
q u e f u e d e Bilbao a la en t r ada d e
la s tropas nacionales, d o n José
María Oriol,
y el
gobernador civil
de la
m ism a época, señor Ganuza .
También se hal laban e l goberna-
d o r civil, presidente de la Diputa-
ción de la Audiencia y demás a u -
toridades locales.
(«ABC», 20-VI-I950.)
i ¿ ¿ • * . : h ^ ¿ r - j ¿ r ¿¿ ¿ ¿ i. ^ r, ¡r* *».
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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^ S P A X
E N E L C L U B M A R I T I M O D E E L ABRA, E L 1 E F E D E L ESTADO
P R O N U N C I O
U N
I M P O R T A N T E D I S C U R S O A N T E
L O S
R E P R E S E N T A N T E S D E L A S ENTI DADES ECONOMI CAS
E
I N D U S T R I A L E S
D E
VIZCAYA
"Los
gastos realizados por e l Gobierno español e n estos años suponen a n a riqueza m ás efectiva que si tu-
viéramos
lo s
beneficios momentáneos
del
Plan Marshall", dijo
ei
Caudillo
"L a guerra fría
no es más que una
revolución
m u n -
I "Nosotros creamos
u n
Estado para
q u e
estímale,
e n -
dial, m ás extensa que l a francesa" | cauce y empuje a la iniciativa privada"
B A R
ACALDO DEDICO
U N
HOMENAJE
A L
GENERALISIMO, OTORGANDOLE
L A
MEDALLA
UNICA D E L A CIUDAD Y DESCUBRIENDO U N A LAPJDA Q U E RECUERDA EN EL AYUNTA-
MIENTO L A S VISITAS DE SU EXCELENCIA
Doña Carmen Polo d e Franco visitó distintos centros d e caridad, inauguró u n Preventorio Infantil, e n
Gallarta,
y, por la
noche, asistió
a la
cena
d e
gala celebrada
en
honor
del
Jefe
d el
Estado
Baracaldo, 21.—Desde primeras
horas
de la
mañana,
la
ciudad
ha
aparecido engalanada
co n
bande-
ras,
colgaduras
y
arcos
de
triunfo.
Todo
el
centro obrero
de
Baracaldo
se
hallaba
en la
calle.
El
Avunta-
mi en lo en
pleno
se
reunió
en C
orpo-
ración
a las
diez
y
media
de la ma-
ñana
y
desde allí marchó
a la
nueva
iglesia
de San
José,
una de las cua-
tro
parroquias construidas desde
1937, y que es la de
mayor capaci-
dad de toda la provincia.
Su
Excelencia
el
Jefe
de l
Estado
lie-
C A R A A N U E S T R O T I E M P O . . .
m «r if e tiraje h e * ai tflvaaarf*F a*>r* « l r t f » uno. beehM ««ortrfe» w *
Ita ou sincera manta humana. et-Cfo* atpéi a fcbcurr# por nuevos cauce* en la » pelímJ* 4a iof
Caballara«
da)
amr.
wnéué*
w m
VALENCIA
TTUdS
y.
diatriba***
por
CEPICSA.
N E U T R L I D D
1f
d e l a s
« I n f la ( f u r as
m á s
n c J A » * l * a h e c h a *
p o r
t \ A í a s a l l a a w
« o 1 H 3 .
I He Í<nrl un ú ím <p»é<*A M t toonrtmto sciart# a produsir «n loa e5pec*a<Surea li a tenaseione* da p*<
litfto heroíeme y afee aMMo éal *W
iápba*.
to un almpátko ar«rnU;4f|r«'':*r«derla f «obre
O»
rttorwrt»
; rrrth ftr; ¿a» \r* U U
ma/or iorarquist artJftie*
em-a
besa
do por
ADRIANA BENETTI - JORGE MISTRAL
JESUS TORDESILLAS - MANUEL LUNA
¿ O , | ; •- I : M M § baje» ta « r e e c í d n d e 1 U 0 R M Q f A H P A V 1 N ^ f ¿ " . ' | | | S I C
;
I M P RES A CI N Ef » Y T A C U L O S se e r f r p f b e » e n preper .ü ir a d i lec to p ^b l ie* He Bar ce lo n a
rjtia f « o bv*»br«a d f |
:
W ar , . . . cü j t í an fl tea Kíi efl ore a produ»*cir»nae ejpa fin? *» »*tr#r«o
# • e « i e b - « r l e l p r ó sU n o
LUN ES, D IA 15, A LAS 10'30 DE LA
NOCHE
F f LA PANTALLA DEL •tNTUOM CfNF
O
M
gó, a las
once
y
media
de la
maña-
na, a las
puertas
de l
templo
de San
José, donde
fue
recibido
por la mu-
chedumbre
co n
aclamaciones
atronadoras. Después
de
revistar
a
la
compañía
de
Infantería,
con
banderay música,
qu e
rindió hono-
res, y de ser saludado por el alcalde
de la
población, señor Llaneza,
pro-
curador en Cortes, entre las acla-
maciones
del
vecindario, penetró
en
la
iglesia, bajo palio, cuyas varas
eran llevadas
po r
seis obreros bara-
caldeses,
as í
como
en su
primera
entrada
en
Bilbao,
las
varas
del pa-
lio, en la
Catedral, fueron llevadas
po r
seis caballeros grandes cruces.
A la
llegada
de Su
Excelencia
el
Jefe
de l
Estado
a la
iglesia
de San
José,
el
alcalde, señor Llanera, le presentó a
un
veterano carlista,
do n
Daniel
Echano,
de
noventa
y
tres años,
que
abrazó
co n
lágrimas
en los
ojos
al
Caudillo,
y con el que
aquél habló
momentos visiblemente emociona-
do.
Acompañaban
al
Generalísimo
los
ministros
de la
Gobernación, Aire,
Justicia, Industria
y
Comercio,
ca -
pitán general
de la
sexta región
y
todas
las
autoridades provinciales.
La
Banda Municipal
de
Baracaldo
entonó
el
Himno Nacional. Dentro
de l
templo
se
cantó
un a
Salve,
ofi-
ciada
por el
arcipreste
de
Portugale-
te ,
dortor Chopitea,
e
interpretada
por el
Orfeón baracaldés, acompa-
ñando
al
pueblo,
que en
número
de
varios miles
de
voces contestaba
a
las
estrofas.
En el
presbiterio
se
situaron,
con el
Caudillo,
el
primer jefe
de su
Casa
Militar, teniente general Martín
Alonso,
y el
segundo jefe
de su
Casa
Civil, señor Fuenes.
En una de las
presidencias
se
situaron
los
cuatro
* • £ £ ' i " S T J ~
L r
i ? c v - t c ? . v ¿ \ * >
w
t j - v ^ r ^ ? s r * r c * j j e n - " V . ü w y
*• » •' J L v « - X \ W . « > ' .v.»;. .V
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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fici barriada
d e
S a n I g n a c i o
d e
L o r o
l a . e n
D e u i t ó , i n a u g u
S U
E X C E L E N C I A
E L
JE FE
D E L
E S T A D O ,
I N D I S P U E S T O
L a Casa Civil d e S . E . e l J e f e d e l Estado
cr
.inunrca q u e S u E x c e l e n c i a n o h a podi -
d a
a s i s t i r ,
p o r u n a
l i ge r a i n d i s p os i c i ón ,
a
lo s ac tos q u e s e e s tán c e l e b r an d o e n C a r -
tagena, s iendo s u e s tad o , p o r l o demás,
c om p l e tam e n te s a t i s fac tor i o .
C R I Ñ O S D E S P E D I D
D E L
P O B L C I O N
B I L B I N
L
J E F E
D E L
E S T D O
L a pob l ac i ón b i l ba í na d e s
p i d i ó
a S u E x c e l e n c i a el
J©fe d e l
Estad»), a l
e m
p r e n d e r é s t o s u r e g r e s o
a
M a d T i d ,
c o n i gual e s
i m u e s t r a s d e a d h e o o n y
i c a r i ñ o q u e l e o f r e c i ó a
1 s u
l l e g a d a
i
a f o t o g r a
m
f if i s u p e r i o r r e c o g e
u n a
e s c e n a
d e To«.
ú l t i m o s
m o m e n t o * d e s u e s
tanc i a en l a c ap i ta l ,
er . la q u e apar e c e
r o d e a d o d e l a m u
chedun L»re. q u e l e
a d a m o c » n e ntu
é i a i m o A U
\r
q u i e r d a : v i s t a p a O
c ial d e la m a g n i
rada
por el
C a u d i l l o . ( F o -
t o s C i f r a . )
[«ABC», 27-VI-1950.)
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ministros
y el
capitán general
de la
Región; en otra, los gobernadores
civil
y
militar
y
presidente
de la Di-
putación de Vizcaya y el director
general de la Vivienda; en otra, los
gobernadores civiles
de
Ciudad
Real, Oviedo y Navarra y el inspec-
tor general de la Vieja Guardia, y en
otra, los directores generales de Se-
guridad y Prensa y el general de la
primera Región Aérea, teniente ge -
neral González Gallarza (don Joa-
quín).
IMPOSICION A L CAUDILLO
D E L A MEDALLA UNICA D E
BARACALDO
Tenninada la Salve, el Caudillo se
dirigió a pie desde la iglesia de San
José a la Casa Consistorial, entre
constantes aclamaciones
El Avuntár ¡ento se reamó en se-
sión, bajo i. presidencia de Su Ex-
celencia el. de del Estado, junto al
cual tomi. n asiento, en lugares
preferentes, los cuatro ministros de
séquito
y el
capitán general
de la
Región. El secretario de l Ayunta-
mientb, señor Hermosa, leyó el acta
de citnci'sióit de la Medalla l'nica
E S P A Ñ A 1 9 5 0 3
de Baracaldo, cuyo texto es el si-
guiente:
«Ayuntamiento de Baracal-
do.—Acuerdo de l Ayuntamiento en
pleno, en sesión celebrada el día 3
de
abril
de 1948.
En mérito de la paz y el orden que el
Generalísimo devolvió a la ante-
iglesia de Baracaldo, al liberarla en
21 de
junio
de 1937 de los
enemigos
de Dios y de España.
En reconocimiento de l apoyo moral
y económico prestado por el Jefe del
Estado y su Gobierno a la Corpora-
ción municipal, para las obras de
carácter urbanístico, social, sani-
tario, cultural y religioso realizadas
por el Municipio.
En atención a los desvelos con que
el Caudillo, al promulgar el Fuero
de l
Trabajo
y
demás leyes sociales,
ha favorecido a los productores,
beneficiando asi a la casi totalidad
de la población de la ante-iglesia,
po r sereminentemente trabajadora.
El Ayuntamiento de la muy noble y
leal ante-iglesia de Baracaldo crea
la Medalla de Baracaldp y se honra
en ofrendarla al Exctno. Sr. D.
Francisco Franco Bahamonde,
Jefe
de
Estado, Generalísimo
de los
Ejércitos nacionales v Caudillo del
renacimiento católico y social de
España.
Esta Medalla se crea en una sola
clase de oro y esmalte, cuyo único
ejemplar se ofrendará al Caudillo.
El alcalde, José María Llaneza; el
secretario, Luis Her mosa .»
M A T E R I A L A G R I C O L A
A m \ D O * < H T1V
\DOKES
Motare* 1 • 1S HT.
Tft.%C*T01IF« II II K E L
FINAXZ UT O. S. A Velétque*, 42
Seguidamente, el alcalde, señor
Llaneza, se la ofreció al Generalí-
simo y momentos después se la im-
puso al lado de la laureada de San
Fernando, entre constantes acla-
maciones.
El
alcalde pronunció
un
breve discurso para hacer el ofreci-
miento y dar cuenta de la grandiosa
obra realizada en los trece años de
vida municipal, desde
la
liberación
hasta la fecha.
DESCUBRI MI ENTO D E U N A
LAPIDA
Luego invitó al Jefe de l Estado a que
les honrara descubriendo un a lápi-
da , colocada en el mismo salón de
sesiones, y en ¡a cual constan las
tres fechas señaladísimas
en que el
Caudillo ha visitado Baracaldo. La
placa dice así: «Su Excelencia, don
Francisco Franco Bahamonde,
Jefe de l Estado, Generalísimo de los
Ejércitos Nacionales y Caudillo de
España, se dignó \ñsitar esta ante-
iglesia de Baracaldo'en las fechas
siguientes: 20 de junio de 1939; 20
de junio de 1944; 21 de junio de
1950».
Su Excelencia el Jefe de l Estado
contestó al discurso de l alcalde con
unas breves palabras, en las que
agradeció
el
homenaje
de que el
Ayuntamiento y el pueblo de Bara-
caldo
le
acababan
de
hacer objeto.
Seguidamente, el Caudillo seasomó
al
balcón
de l
Ayuntamiento
y fue
recibido con una explosión de atro-
nadoras aclamaciones. El Caudillo
presenció desde el balcón un a exhi-
bición de danzas, a cargo de varias
muchachas de los colegios y escue-
las públicas de Baracaldo.
Al terminar el acto en el Ayunta-
miento
de
Baracaldo,
se
incorporó
a la comitiva el presidente de las
Cortes, do n Esteban Bilbao.
(«ABC», 22-V1-Í950.)
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A N I M A D O D E B A T E F A V O R A B L E
A
E S P A Ñ A
E N L A C A M A R A N O R T E A M E R I C A N A
Seis representantes coincidieron en la necesidad y con-
veniencia
de
restablecer
las
relaciones diplomáticas
con
nuestra Patria
Washington, 14.—En
u n
debate
celebrado en la Cámara de Repre-
sentantes, el demócrata James P .
Richards h a sugerido que l os E s -
tados Unidos tomen u n a inicia-
t iva encamina da a que se revoqu e
l a resolución contra España acor-
dada por l a s Naciones Unidas.
«Siempre estamos dispuestos a
señalar —afirmó—
q u e
Estados
Unidos vive
e n pa z y
amis tad
c on
e l hemisferio occidental, con las
naciones de las cuales España e s
la Madre Patria; ma s , a pesar d e
e s o ,
nuestro Gobierno permanece
de brazos cruzados y permite q u e
nuestras relaciones c o n e s a Madre
Patria empeoren. N o tener n o r -
males relaciones diplomáticas
c o n España afecta sustancial-
mente
a
nuestro comercio
con ese
país». M á s adelante dijo: «Esta-
d o s Unidos tendrá q u e mantener
buenas relaciones en el futuro c on
nacio nes como Esp aña para p oder
disponer
d e l
excedente
d e
nues tra
producción industr ial
y
agrícola
».
Richards, d e religión protestante,
hizo constar q u e durante su re -
ciente visita a Españ a dedicó gran
tiempo a observar cómo trata e se
país a las minorías religiosas y sa-
li ó convencido de que « l a situa-
ción
e n
cuanto
a la
libertad
de cul -
tos no es tan buena como é l qu i -
siera, pero e n cambio no e s t a n
grave como muchos protestantes
de Norteamérica pintan».
E l
demócrata Eugene
C o x
afirmó
q u e
había oído decir
que e l
depar-
t amento de Estado había c a m -
biado d e actitud hacia España, y
añadió:
«Y o
quiero
ve r que e l de -
par t amento d e Estado hace algo
concreto para reconocer la impor-
tancia d e España en e l panorama
mundial».
William Colmer, también demó-
crata, dijo durante su interven-
ción: «Ninguna nación de l mundo
está m á s f i rmemente opuesta a l
comunismo q u e España. E sa na -
ción está haciendo
u n a
valiosa
aportación a la lucha contra e l
comunismo, ocupando
u n a
posi-
ción estratégica
en los
asuntos
mundiales».
E l demócrata Thurmond Chat-
h a m ,
miembro también
del Co-
mité
d e
Asuntos Exteriores, dijo:
«Apoyo vigorosamente la posi-
ción d e Richards», y aclaró q u e e s
necesario colocar a España en es-
trecha asociación
c on l os
Estados
Unidos, pues «su estratégica si-
tuación es de importancia para
nosotros en la lucha contra el co-
munismo».
S u colega, e l representante demó-
crata William Green, afirmó q u e
la política d e Estados Unidos h a -
c i a España «es hipócrita», porq ue
«ella cuenta
co n
largo
y
cordial
historial de relaciones diplomáti-
c a s c on Estados Unidos».
Finalmente, Alvin Okonski,
que
hace
d o s
años presentó
u n a e n -
mienda al proyecto de lev para in -
cluir
a
España
en el
Plan Marshall,
manifestó
q u e « l a
gran mayoría
de los
miembros
de la
Cámara
fa -
vorecen e l reconocimiento pleno
d e España».
(Aliene i a «EFE», 15-VI -1950.1
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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E L 1 E F E D E L
E S T A D O R E C I B I O
E N
A U D I E N C I A
A M A S D E
OUJNIENTOS
P E R E G R I N O S V E N E Z O L A N O S
Y
COLOMBIANOS
" N o somos intransigentes, pero n o se (iuede pactar con el error",
afirmó
e l
Caudillo
en su
discurso
" L A S
RELACIONES ENTRE ESPAÑA
Y L A S
REPUBLICAS
H I S -
PANOAMERICANAS S E ESTRECHAN CADA V E Z M A S " . DIJO
MONSEÑOR FUENTES FIGUEROA
"Consideramos
un
honor haber conocido
de
cerca
a
quien
de
lejos
admiramos", expresó el arzobispo de Popayán
En el Palacio de El Pardo Su Exce-
lencia el Jefe de l Estado recibió a
un a numerosísima peregrinación
venezolana y colombiana, com-
puesta de más de quinientos pere-
grinos, presididos por el arzobispo
de Popayán (Colombia), do n Diego
María Gómez, obispo de Coro (Ve-
nezuela), y monseñor Fuentes Fi-
gueros, jefe
de la
expedición, quie-
ne s iban acompañados de l director
de l Instituto Hispánico, señor Sán-
chez Bella, y de los diplomáticos se -
ñora de Angel, do n Hernando To -
var, secretario de la Embajada de
Colombia en Holanda, y la agre-
gada Admira de la Rosa. Los pere-
grinos fueron recibidos y saludados
por el Caudillo en uno de los salones
de Palacio.
PALABRAS
D E L
ARZOBISPO
D E POPAYAN
Hecho
el
silencio,
el
señor arzo-
bispo de Popayán pronunció las si-
guientes palabras:
«Excelentísimo señor: Lo s aquí
presentes, hijos de Colombia, des-
pués de visitar a Roma co n ocasión
del Año Santo y también los Santos
Lugares de Palestina, hemos queri-
do, a nuestro regreso a la Patria,
visitar esta España inmortal, a la
qu e amamos co n todo el corazón,
porque ella ha sido, y será siempre,
la Madre que nos dio su sangre no -
bilísima,
su fe
ardiente
y
salvadora
y nos enseñó a rezar en la lengua
dulcísima de Castilla».
«Habíamosambicionado también,
excelentísimo señor, presentar a
vos, como Jefe dignísimo del Es-
tado español, nuestros respetos
cordialísimos, nuestra admiración
sincera y nuestros votos, y gracias a
vuestra gentileza hemos podido rea-
lizar nuestros deseos».
«Consideramos como un honor
muy
distinguido
el
haber podido
conocer
de
cerca
al que
desde lejos
hemos admirado siempre».
«Aceptad nuestro agradecimiento,
la expresión sincera de nuestro res-
peto y de nuestro cariño y los votos
qu e formulamos por la grandeza de
España y por que Dios bendiga
siempre
a
vuestra espada
y la con-
serve para la defensa de la fe y de la
civilización cristiana». Estas pala-
bras fueron acogidas co n grandes
aplausos.
(«ABC». 8-V1-/950.)
CAPITULO E SUCESOS
FALLECE LA
VICTIMA
D E U N
ACCIDENTE D E
TRAFICO
E n e l Equipo Quirúrgico d e l C e n -
t r o , donde estaba hospitalizado,
h a fallecido Raf ael González S á n -
chez, domiciliado
e n
colonia
de la
Prosperidad, 121, a consecuencia
de l a s her idas q u e suf r ió en un
accidente d e circulación ocurrido
e l pasado d ía 6 .
S E FRACTURA U N A
PIERNA
AL
CAER
PO R UN TERRAPLEN
E n u n a cueva d e l C a m p o de l
Apóstol
f u e
encont rado,
c o n u n a
pierna fracturada, José Antonio
(•ABC», 13-V-1950.)
Fuentes Herná ndez, quien resul tó
herido
a l
caerse
p o r u n
t e r r aplén .
Después de recibir asistencia en la
Casa
d e
Socorro
de la
Guindalera,
ingresó en e l Hospital Provincial.
CICLISTA HERIDO
Luis Benito Ortega, q u e vive e n
Monteleón, 1 0 , f u e asis t ido en la
Casa d e Socorro d e Cham ber í d e
lesiones calificadas d e pronóst ico
reservado, q u e s e p r o d u j o a l
caerse c o n l a bicicleta q u e m o n -
taba.
MUERTA E N
ATROPELLO
Pilar Mercedes Amago resultó
m uer t a a l s e r a t rope l lada po r un
automóvil conducido p o r David
Rubal González, q u e vive e n C o -
r redera
de S an
Pablo,
10.
• c . V - r j ¿ • %
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. : •
' ¿ r > ¿ ¿ . t j ) ¿r.-jn# *
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ESPAÑA1950
cA?
c
th
lo
A Z O K I N
CANDO
v e n g o
a
s e n t a r m e i n t e
l a t e l a b l a n c a — e n c u a d r a d a d e
o t e a r » — , t r a i g o c o n m i g o U
n oc ión d e l l u g a r : u n a gran c iu d ad ,
vasta ciudad, capital d e u n a n u -
c ió .» , cap i t a l— en esp í r i t u , e n re l i -
g ión — d el orb e . L a g r a n c i u d a d p o -
d r á , c o n s u s m o n u m e n t o s , c o n t u
h i s t or ia , c o n s u s f a s t o s , ' h a c e r ^ u e
emp al id ezca e l p e r s o n a j e . V o y
r i e n d o q u e e l p e r s o n a j e n o e s n a -
d i e : e s u n h omb re vu lgar , t in o e n -
t r e mi l l ares , u n o en t re mi l l on ea ;
l emos d en omin ar l e , como
s i m -
»lo, N a d i e . L o # i n t e r i o r e s q u e
v o y c o n t e m p l a n d o s o n p ob re» :
Nad ie
n o
p od ía v iv i r ,
y
ah ora ,
grac ia# a vu lgar recu rso , v iv i rá :
v iv i rán e l , s u m u j e r , s u h i j o , u n
niño. D e p r o n t o , c u a n d o m á s a l -
b orot o h ab ia . in esp erad amen t e ,
la e s p e r a r l a , l a real idad nacien-
te «c h u n d en . V a a i n i c i a r s e , e n
la vas t a c iu d ad , l a a n g u s t i a d e
N a d i e : c o m i e n z a
a s e r
e x p r e s i -
v o , e locu en t e , e l e n t r e c e j o d e
Nad ie . K 1 e n t r e c e j o e s l o q u e
d omin a
en la
cara
d e
este
h o m b r e : s i n p r o p o n é r m e l a ,
m e a c u e r d o d e l e sp a f t o l J . P . ,
actor también
en la
tela blan-
c a . H a y e n e l e s p a ñ o l u n t r a -
su n t o d e l actor q u e rep rer t a
N a d i e ,
d e l a
e x p r e s i v i d a d
e n
la faz . de l . « luz en lo s ojos.
Vu e lvo a l a rea l id ad p resen -
t e . an gu st iad a , acon goj ad a .
E n casi todas l a s p e l í cu las
q u e h e
v i s t o ,
l o q u e
falla
e# In e x p o s i c i ó n : # e e m -
brolla l i f á b u l a : n o están
clara# l a * p r e m i s a s d e l
d rama o la co in ed ia . E n
esta obra q u e v o y viendo
n o
ex i s t e ap en as exp os i -
c i ó n ; n o » e n e c e s i t a ; la
fábula e s sen c i l l a , e l e -
mental .
E l
t emor ab r i -
gad o an t es d e q u e , e n l a
gran c iu d ad , l o m . n u -
niental ahogara, en e l
p erson aj e , l a s a c c i o n e s , se lia »li-
s ip ad o; l o q u e p r e s e n c i ó , en la c i u d i d , n o
s o n s u s
m c n u m e i i t o s ,
sí
.
tc
l o
v u l g a r , d i r í a -
m u s , l o c o t i d i a n o , l o an od in o: ca l l e s in co -
loras .
u n
p e d a z o
d e r i c , c o n < u
q u i j e r o ,
u n
p u en t e , u n a n d a d i z o e n f er in a d e t ú n e l , u n
blanco pret i l largc
y u n a
l arga
y
l imp ia
acera. L o q u e m á # m e .«trae, m á s m e s u g i e -
r e , s o n u:ras paredes blancas, p o r l a * q u e
asoma,
e n e l • « d o . u n a
arb o led a t u p id a
y
somb ría : n o p o d r é ¡ s e g u r a r q u e una» c i -
m a s
p u n t i a g u d a *
q u e
K.hrcsaten sean
c i -
preses.
N a d i e s i g u e c o n > u d e s v e n t u r a : a n d a y
anda p o r l a gran c iu d ad , p o r l o co t id ian a
en la gran c iu d ad . E l e n t r e c e j o s e f r u n c e
y lo s
o j os b r i l l an , re lamp agu ean : t ed a
i a
a n g u s t i a h u m a n a — a n g u s t i a e n l o v u l g a r —
est á con t en id a e n l o s o j c « ; la cara e» má>
b i e n ¿ o v a d a — c o m o e n J . P . — q u e r e d e n -
d a : l o *
labio» hablan_
d e
c o n s u n o
c o n l o s
•ojos y c o n l a f ren t e . N o h a y e n l a tbra niá>
q u e m u j e r e * s e c u n d a r i a » ; n o f i gu ra n in gu -
n a q u e t e n s a e l c o n d o m i n i » d e l a acc ión
c o n
t
. | i« er^onaie. N o * f a l t ar ía l a nota t i e r -
. * •
Y * , d e -
l i cad a ,
s i n o no t i -
v i é r a m o s , c o n s t a n t e m e n t e , c c n
e l
p e r s o n a j e ,
u n
ni f to ,
s u
h i j o .
E l
niño
v a rep rod u c i erx lo e n s u cara l e s s e n -
t i m i e n t o s e x p r e s a d : # p o r e l p ad re . N o
o c u r r e n a d a ; v a p r o m e d i a d a l a obra. N o
l o g n i N a d i e v e r c u m p l i d o BU a f á n : u n m o -
m e n t o , p e r d i d o y a , h u n d i d o y a , q u u r e pv
d e r s e
p : r
e n t e r o ;
e n u n
r e s t a u r a n t e ,
c o n
b u en p ast o , gas t a lo » ú l t imos b i l l e t e s ; ol
n iñ o come t amb ién áv id amen t e . H e con t em
p i a d o
la
t r i s t e z a ,
l a
d e s e s p e r a n z a
d e N a -
d i e , y
a h o r a
l o v e c
re í r d u ran t e
u n m o -
me nt o; esta riai art i f ic io sa, forza da, ace n-
t ú a m á s l a m e l a n c o l í a d e an t es . L a obra
v a a
t ermin ar; t od o q u ed a
e n
el la subordi-
n a d o a l a e x p r e s i ó n f a c i a l , y m á s c o n c r e t a -
m e n t e . a l e n t r e c e j o . M e n t a l m e n t e m e p r e -
gunto dón<le
h e
v i s t o
y o
e s t e f r u n c i d o
d e
p e n a , d e c o n g o j a : a c a b o p o r r e c o r d a r l o :
v e o e n l a mi sma gran c iu n ad u n e n t r e c e -
j o
c r e a d o — i n m : r t a l m e n t e — p o r
e l
a r t e :
e l
d e L a c c o o n t e . N o c r e o q u e , e n e e-tnd
:
«»
«te *u
p ap e l , e l a c t o r n n e
r e p r e s e n t a a Nad ie h aya e s -
t u d i a d o
e l
L a o c o o n t e :
n o
h ab rá rep asv
d ; tam poc o, segura m ente, la l ecc ión d e
* ?¡**dad q u e L e a s i n g no# da a p rop ó-
s i t o
d e l
gru p o escu l t ór i co .
L a
s o b r i e d a d
d e l
act or ,
s i n
e m b a r g o ,
es 1»
m i s m a — e n
e l d o -
l o r
i n t e n s o — q u e
e n
L a o c o o n t e .
D e l o a l -
0 * r h e p a s a d o a l o e x q u i s i t o . L o f u g a z , e n -
c a m a d o p o r N a d i e , p o r u n gran ac t or , e n
l a
c iu d ad e t ern a , s i en d o f u gaz , s i en d o
v « l -
g a r , d a la s e n u c i ó n d e e t e r n i d a d : l a e t e r -
n id ad d e l d o lor h u man o . At omo d e mu l t i -
t u d , N a d i e v u e l v e a s u m i r t e en la mu l t i -
t u d ; s e a l e j a , a l final, p o r u n a cal le , c o n -
f u n d id o en t re cen t en are*
d e
t ran seú n t e* .
( N a « é » i h ab ré in t erp re t ad o b i en e l p e n -
s a m . e n o d e V i t t o r i o d e Sica. "Fur»ecHr
*i . f o r - e c h é n o " , A c a s o s i . aca*p no .»
(•ABC», mayo de 1950.)
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Romance de la estrella y el torero
i i m i i i
l l t t l l l l l l l l l l l l f l l l l l l l l l l l l l l l | | | | l | | | | | | | | l | t | | | | f | | l | l | | | | | f l l l l l l l l l l t l l l l l l l l l l l l l l |
«A é s t a v o y a
q u e r e r l o
w
V l C I A l a G a d n e r
i
m á s q u e a n i n g u n o . . . »
111
m i r a n d o a M a r i o C a b r é
imimiüi
Y a
recordar án us tedes
q u e u n o d e
l o s q u e
esperaron
a Ava
Gadner
aquella tarde
e n
Barajas
f u e M a -
r i o
Cabré. Aquella misma tarde,
l a s
pr ime ras fotos junto s.
Por l a
noche,
e l
primer bai le
e n u n a
«boite». Después,
l a
feria
d e
Sevi-
l l a , e l comienzo d e roda j e d e
«Pandora» en la Costa Brava...
Total:
q u e
aquella tarde
e n
Bara-
j a s
comenzó este «romace»
p o r
todo
lo
al to entre
la
estrel la
y el
torero.
U n
«romance»
q u e
parece,
claro,
d e
película,
y que a l o m e-
j o r ,
como
e n l a s
películas, ter min a
e n
boda.
L a
revista barcelonesa
«
Fotogra-
mas»
h a
publ icado
en s u
úl t imo
n ú m e r o
u n
reportaje sobre este
hermoso notición. Y entre otras
cosas interesantes, dice «Foto-
gramas»:
"E s difícil imaginarse a Ava Gad-
ner, con su aspecto de chiquilla ato-
londrada, en el papel de «Pandora »,
mujer a cuyo influjo el amor se
trueca
en
desolación
o
muerte.
—¿Mujer fatal, pues?
—No. No soy una mujer fatal. ¿No
se ha fijado qu e tiemblo?
Tiembla como un a colegiala que
está frente
a su
galán, ¿pero
es de-
bido al leve airecillo qu e llega del
mar o es, efectivamente, qu e está
enamorada ?
—¿Entonces Mario Cabré no corre
peligro ?
—El maleficio de la película no
trascenderá a la vida real. Le deseo
mucha suerte, más de la que él su-
pone.
—¿Quedan muy atrás, en su vida,
su s anteriores amores?
—Si se refiere a mis dos esposos,
mucho.
—¿Qué diferencia encontró usted
entre Mickey Roney y Artie Shaó?
—Mucha, muchísima. Necesitaría
un a tarde entera para explicárselo.
—¿Los amó por igual?
l l i i l l i i i i i l i i i i i l i il i i i i l i i i i i i t i i M i i M i i i : i i ii i u i i • >
r 7
'
— A cada uno en su época, sí. No
obstante,
si
hubiese sido feliz
con
alguno de ellos aú n estaría casada.
—¿Dirá lo mismo de su tercer
amor?
— A
éste
voy a
quererlo como
a nin-
guno. Y será para toda la vida.
Instintivamente Ava y yo miramos
a Mario.
—¿Será Frank Sinatra el amor de
toda su vida?
Esta pregunta, qu e tenía preparada
para lanzar en el momento oportu-
no , cayó como un a bomba.
—No, no, no. ¿Usted también lo sa-
be ?
Frank
y yo
somos buenos
ami-
gos. Es simpático y un excelente
camarada,
le
aprecio mucho
y sa-
limos juntos.
—¿Antes
o
después
de
separarse
de
su esposo?
—¡Después
—¿Entonces...?
—Es falso todo cuan to se ha dicho.
Todo lo que ha publicado la prensa
mundial es una exageración. Yo le
autorizo a usted para qu e desde las
páginas de su revista lo desmienta.
Se lo suplico. Me hará un gran fa-
vor.
—¿Entonces su tercer amor será
Mario Cabré?
Al oír mencionar su nombre, Mario
se acerca a Ava.
Pero e l caso e s q u e Mario ha e s -
cri to ya s u buena colección d e
poemas dedicados a l a bel la A v a .
H e
aquí
u n p a r d e
ellos, reprodu-
cidos también
en
«Fotogramas»:
La
sencilla igualdad
de un
mismo
[tono
dio la noche extendiendo sus do-
[minios.
Esperaba un a forma de arco iris
y el alba en orfeón de pajarillos.
Fue el sueño retenido entre las
[imanos
al llegar sobre el aire enternecido.
A la llegada de Ava Gadner a Ma-
drid. 14 abril, viernes, nuche:
I . \ M I S O » I H H l M W * »
UNICA
E N
a t o m o
— ° T £ . V « T . . •• \
« A R A N A
JUEVES. . -SfcPTIEMBRE
IWAUCURK'OH
X l I *
A
HERMANAS MADRID
. B A I L E S E S P A Ñ O L E S »
MARUJA GALLARDO
. C A N C I O N K S F L A M K N C A S »
ANGEUTA HERNANDEZ
« B A I LK S A N D A L O C I O .
ROSARIO ESCALANTE
( B A I L A R I N A S K V I L L A N A »
HERMANAS NIETO
( P A R E J A D R B A I I . K »
MANOLITA
"LA CAM"
« B A I L A R I N A
a l a
g u i t a k k a i
;L \ l k v o y MArtSiFlTU tJ V '
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;Í.\L M\i>Tku PITURBI, • • i
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IRJSTÍ
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A B U ELO
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M E s A > . T . M f l
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D E I . I Z .
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7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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ESPAÑA1950 3
¡Arropada
mi niña
que el
frío baja
Duerme
mi
tesoro
sobre
las
rosas
de l
beso
que ha
quedado
entre la boca.
Arropada
mi
niña
¡tu luz ya
basta
La
canción
que tú
quieres
va de camino;
de l corazón al labio,
luego a sus rizos
Arropada
mi niña.
¡Hasta mañana
Cuando
el
sueño
te
deje
sin mis palabras
seguirá mi latido
junto
a tu
alma.
Sábado, noche.
Tossa
de Mar, 22
abril.
Y para terminar , p o r s i a ú n q u e -
d a n dudas sobre e l particular , e n -
térense de lo que ocurr ió e n e s a
corr ida cinematográfica d e Gero-
na :
«U n
capote azul
y
plata luce, sober-
bio, en el
palco desde
el que Ava
Gadner presencia
la
corrida.
En el
ruedo, Mario Cabré torea valiente y
temerario.
Un brindis: «A la mujer más her-
mosa y a la que más quiero en el
mundo». Alguien tradujo a Eva es-
tas palabras, y aseguran que con-
testó:
«Y o
también
te
quiero».
En el
segundo toro
qu e
lidió Mario,
unas lágrimas confirmaron esta
frase.
La
cogida
fue sin
consecuen-
cias, pero
lo
suficientemente apara-
tosa para poner
a
prueba
la
sinceri-
dad del
cariño
de la
actriz-
En la Plaza, lo que las cámaras re -
gistraron, desde todos los ángulos,
no fueron las secuencias de un
guión
en las que
«Pandora» sufre
\
vive
la
gran aventura
en la que un
torero español
se
juega
la
vida
poi
un a mujer. Minutos más tarde, en el
hotel,
en
medio
de l
gentío,
con la
mano del uno en la del otro, como
niños qu e temen perderse de nuevo,
ambos dieron
a
entender
que el ro-
mance auténtico empezó en aquel
angustioso momento
de
peligro».
E n f i n ,
vayan preparando
l a m ar -
c h a
nupcial
de
Mendelssohn
en
honor de la pareja...
(*Fotogramas», mayo 1950.)
El
aeropuerto
de
Sondica
va a ser
inaugurado
Programas
de las
ñestas
de la
liberación
d e
Bilbao
Bilbao,
14.—A
grandes rasgos,
el
programa oficial
de los
actos
que
se celebrarán co n motivo de l XIII aniversario de la liberación de
Bilbao será e l siguiente: El día 18 «Te Deum» en la Catedral; día 19
misa de campaña, seguida de desfile militar y solemne clausura de la
Asamblea de la Federación de las Asociaciones de la Prensa; el 20
Inauguración de la Cruz de los Caídos y del aeropuerto de Sondica,
por la mañana, y por la tarde, de la Exposición Vizcaya 1937-1950; de
la Clínica ambulatoria, erigida en la calle de l doctor Arellza, por el
Seguro de Enfermedad y los nuevos Dispensarlos del Instituto Pro-
vincial de Higiene. El día 21 varios actos en Baracaldo, co n motivo
de l
aniversario
de la
liberación
de
aquella localidad,
y el día 22
bendición
de la
estación
de la
Renfe
e
inauguración
de la
barriada
San Ignacio de Loyola, en Deusto. Lo s festejos populares so n varia-
dísimos. (Agencia .Cifra., 14-VI-1950.)
D o s
m ue r t o s
a l
romperse l a s cuerdas
d e u n andamio
Cádiz, 14.—Cuando se encontra-
b a n t raba jando sobre u n andamio
situado a diez metros de altura,
cayeron a l a calle, p o r rotura de
u n a d e l a s cuerdas q u e l o suje ta-
b a n , l o s obreros albañiles Fran-
c i sco Gonzá lez Sánchez , d e
t re inta y cuatro años, natural d e
Chipiona, y Alfonso Pérez B a -
rrios, d e diecinueve, d e Cádiz. L os
d o s resultaron c o n gravísimas h e-
ridas,
a
consec uencia
de l as
cual es
fallecieron poco después.
(Agencia «EFE», I4-VI-1950.)
Bajo secreto de
confesión, son
restituidos valiosos
cuadros
Santiago
de
Compostda, 14.—El
deán
de la
Catedral
de
Compostela
a
recibido, bajo secreto de confesión,
do s preciosos cuadros qu e fueron ro -
bados al Patrimonio Nacional du -
rante la guerra civil española. Hace
unos cuatro años, también bajo
se -
creto
de
confesión,fueron restituidos
otros cinco cuadros,
de los
cuales
dos
llevaban
la
firma
de
Goya. Dadas
las
circunstancias especiales de l hecho,
las
autoridades
no han
iniciado
nin-
guna investigación.
(Agencia «Cifra», I4-VI-/950.)
VESTIDOS D E HILO
piqué, vlchy "y pe na l para 8 ' f lora y nffia. Los
Hiejores
y m á s originales rrodelos, véalos en
i i *
C R U Z , 8
. c¿.-* i ¿ ¿ - cv»
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
http://slidepdf.com/reader/full/tiempo-de-historia-067-ano-vi-junio-1980-ocr 110/132
ESPAÑA1950 3
a» *3fe * e S2t»
L
R I T U N A C I O N A L .
N a r c i s o M o n t u r i o l
Este célebre inventor español nació
en
Figueras
el 29 de
septiembre
de
1819. Cursó la carrera de Derecho
en las Universidades de Cen'era,
Barcelona y Madrid, lo cual no llegó
a ejercer por no sentirla en voca-
ción.
No
sólo
fue un
gran hombre
de
ciencia, sino también
un
notable
escritor, como lo atestiguan sus
muchas obras producidas. Fue en
Gerona donde hizo
su s
primeras
observaciones sobre
las
dificulta-
des de la pesca de l coral y la utilidad
de la construcción de un barco
submarino, dedicándose desde
en -
tonces co n gran fe y perseverancia a
la resolución de l problema de la na-
vegación submarina. Inmediata-
mente después
de su
decisión
de
abandonar la abogacía, Narciso
habíase aplicado concienzuda-
mente al estudio de las ciencias fí-
sico - químicas, su verdadera voca-
ción, en las que llegó a ser catalo-
gado como uno de los primeros físi-
co s europeos. Constmido mediante
sus propios recursos el primer bu -
qu e
submarino,
y
habiendo adqui-
rido
la
suficiente práctica pava
el
RESTAURANTE
I 6 U E L D O
(ANTEE. OTILKUOHOKO)
NUEVA EMPRESA
H o y ,
apertura
d e
temporada
A U B H J I F T Z O T
V
M R I E N O A 9
CENAS A LA AMFRICANA
«MftlPlOAS
O U Q U I S T A S
• O M I - O A M Q U C T C S - L U N C M 8
JOAQUÍN COSTA.
7 . -
T EL ÉI S. I 3 M O O
Y ¿ 3 S T 4 0 . (FRENTE • LOE NUEVOS M I -
FTISTEHOS.)
A S T I L L A S .
PRECIO
DE
TASA,
A
DCMIC.IIO. DOIDE
3 0
KILOS. SOLO
PARTICULARES TELÉFONO 3 5 7 1 t a .
manejo
de su
navio, realizó
el 23 de
septiembre
de 1860 una
prueba ante
las autoridades barcelonesas y nu-
meroso público, teniendo
un bri-
llante éxito como resultado.
En
1864 se
constituyó
la
razón social
«Monturiol Foni Altadill y Compa-
ñía», con el objeto de construir un
segundo «Ictíneo» de mayores pro-
porciones; disponía estaCompañía
de un
capital social
de
varios millo-
nes de
pesetas.
El
nuevo «Ictíneo»
quedó terminado
do s
años
más tar-
de, y convecido Monturiol de haber
conseguido
su
objeto, decía
en una
memoria
qu e
escribió
en
dicho
año:
•< Dejo p or herencia en este mundoel
'•Ictíneo», «Ictíneo» completo y ex-
clusivamente
mío,
sobre todo
en
sus dos
partes esenciales:
la que se
refiere
a la
producción indefinida
de
oxígeno
y la de
estar animado
de
un
motor submarino, apto para
las
aplicaciones industriales. Mis fuer-
zas no llegan a más, y a pesar de que
he
aspirado
a
trabajos
de
mayor
trascendencia,
el
sentimiento
de
mis deberes queda satisfecho».
Monturiol murió en el pueblo de
Sa n Martín de Proven sais, figu-
rando en su sepultura la siguiente
inscrpción: «Aquí yace
don Nar-
ciso Monturiol, inventor de l «Ictí-
neo», primer buque submarino, en
el cual navegó por el fondo del mar
en aguas de Barcelona y Alicante».
A él se deben también el motor do -
méstico para
la
fuerza
de
ocho kilo-
gramos
y un
cañón portátil
de des-
cargas sucesivas. Entre su s nume-
rosas obras científicas figuran:
Arte d e navegar, Memorias sobre
el
«Ictíneo», Estudios
d e
Historia
Natural, Descubrimiento del Po-
lo , Estudio de l a s corrientes marí-
t i m a s y L a gravitación universal.
t«Flechas v
Pe la
vos».
M."
5
14.)
EN 3 H O R S
D E
V U E L O
di otro lado de mundo
A locKÍod 6* i mJUx PO»Oovgloi 0C 6
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7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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. » ü i " - c7 * r - c 7 J -C?J-e% - L 7 - . ? i . 7 > T V ¿ F ¿ ? í F ¿ " £" ¿ I i ?2 ££ T £ 2 1 f í l £ 2 " * "¿ • »? '
rra c» U
pr*ocjfc,.
cion fundamenta) e ¡
'^H»Mna permanente
d i • • p a a . N i n c i c o -
m o n o y t e h a pensado
t u U gu erra a través
d e
esto
que »e ha da -
d o e n
Mamar yutrrú
fría,
y qu e *i > es
otra
co t a que la pro*onga-
ción e n esta etapa p a -
cifica ( ? ) d e l a carre-
ra a loa armamento*
•l e
antes
de 4914 )
d e l rearme d e l tercer
Keich e n v í sp eras d e
la
segunda guerra
mundial.
N o *cabe duda d e
q u e l a
guerra ínter-
here a la pa* en me-
dida inuv superior d e
cu an t o
la pax
pueda
interferir a la guerra
en «u desarre l io .
Podría creerse
q u e
c o n e s t o p re te nd e-
m o s
af irmar
que la
gu erra
es la
condición
natural d e l mund> y
hacer su a p o n í a c o -
m o l iasi f u n lamental
d e l fatal desarrollo
•le la vida d e l a h u -
manidad.
¿
f
\ a d a m á s lej'.v
•l e nuestra intención?
Sólo hemos procura-
d o poner d e manif iesto
algunas consideracio-
n e s q u e n o s l leven a
e"ni |»rendfr,
w r su
" p í a im-stanilidad,
'
t
l w.Oor infinite - d e
I
A
pa¿
%
siempre dentro
•le la
medida
e n
«jué
la
propia Historia
n o s
d e m u e s t r e
q u e
puerie disfrutar
d e e s e
bien.
T a n sólo deseamos l legar a la r o n t i d e n c i é n
d e q u e , s i en d o l a p a i absolu a u n bien e s -
piri tual . habrá
q u e
c o n s e g u i r l a c u l t i v a r á
esmerad amen t e
lo a
va lores d e l e sp í r i t u .
H o y e a e l d í a d e l a V ic t or ia , <
|a
- lan
r.ttcstras tropas e n IU conmemorad' >n, pero
U
victoria
e s
umbién. ante todo.
la
auro-
ra de la paz . de e s t a p a z bendiU d e q u e
h o y d i s f ru t a E« pal la , como verd ader a isla
d e
espiri tual idad
e n u n
mu n d o d omin ad o
P r el
mat er ia l i smo , t
q u e
d eb emos
a I*
misma mano providencial , q u e c o n igual
m i *tria q u e l levó a la victoria, hace once
año», a l o s Ej érc i t o s de la autént ica E s -
paña. conduce h o y p o r e s t e m a r sembrado
d e
escollo*
a la
n ave
d e l
Estado.
é Y
Ben d igamos h o y . c . m n verdaderos e*pa-
A l e s . d ign os d e nuestra Historia y abolen*
g o , e s : a p a r
lograda tras
u n a
victoria
d e
l o s val6r>
a
s d e l espíri tu e n q u e a i hubo m a -
teria hnen e ven ced ores y vene ¡des, la gey
ueresidad crist iana
d e l o s
p r imeros
s e i m -
p u so a l a in comp ren s ión d e l o s segundos.
Disfrutemo« nues'ra p a z . e n buena hora,
p ero n o n o * o lv id emos d e l o s días azaróte*
de la guerra. Guardemos u n recuerdo para
aquel las horas trágicas
q u e
todos hemos
v i -
vido
y
para cuanto entonces promet imos
y
casi n inguno hemos sabido cumplir .
L' n min u t o d e recuerdo para nuestro*
ca íd os ,
q u e
qui iá cayeron porque eran
m e -
j o r e s q u e nosotros, v otro minuto d e refle-
xión sobre nuestro* propósi tos de entonce*.
H o v v s e | d i a d e l a V ic t or ia , p ero t a m -
bién es e l d ía de la P az .
N o d eb emos/d esear la guerra como cri*-
t ianus, pero tampoco debemos temerla
romo : sp añ l es .
LalNiremo» s i n . vesar |K>r n u est ra p a z .
c o n l a esperanza abierta a l porvenir, per.»
man t en gámon os a l er t a e n vigi l ia tensa:
Si tre f>anm f.tr.i hctlum.
KAr%*L Af .V AK EZ S E RR A NO
tuneraI d e J.rtjr.iff* 1 Ir f>f.nto \favoi
, » iu*laiiKU
l e • • yc e 4 Í u *
•I h r un
*tro
Caudillo. é
¿e-
erali*¿-
•* 1 ilt «»* hjvrcilu»
& •
ierra.
M a r >
\ i f i . , M r d e l h«t.«d .
re í
reí* taba
e o n
firma *iaiógr»M a.
4
u* 1,
hi*f-*ricu |wr ti «usa*
cuaffi» jpltima« pal»
bri* rezaban textual
me'tt.
: ~ l*a
guerra
ha
UrDUB^Jü".
s vi»
e l dr septiembre
d e l miMBU .'icio %jlar
lx> llanura» ^ Lea»
servían
<l«-
caiti|*o
d«
experimentación
a la*
K'anier Ihvuioner.*.
Ia« primera» tuer/a*
acorazada* q u e
Im
cian acto d e presen
c ía cu e l vrfinjH, , | ,
kuib
S r k a dicho Ci.ii ' i u
t e m i d o
i»ara«f tó jici» .
ti u cact i o d e re.ili
da«L
q * la [>a i n c*
otra CU%a «iiie e l JH-
rirnlii «le tu-nipii qtfti'
discurre vntre
d o »
gverra« c n secu t i s i *
V ante «**ta eimn-
deracion »urgc innie-
•liataniente
u n a p r e
gui l la • l i t ic i l dekisi -
tc-tar* ¿E* la paz
u n a consecuencia d e
la
guerra
o c« la guc
rr i una con*ecneneia
d la paz ?
S i *|ucrrino« reuiMn-
tornos al orneen, n n -
preguntacenn»- ' . « i •
eminente: ;<J*»é í u e primero. U g . e r r a
l a p a z '
L » :iarraci«'«fi
I h M i j i
d e l Kuaii** n.»* pre
>cnt 1 a niie»tri:s (</imer % padres e n s u o r i -
g e n
c u i a t
d
linabolo
m á s
acab ad o
de la
p a z . Pero aparccm la s i rpicncc y buso» a
la mu j er— ea*o m í * H » c o. como dice S a n
PaMi»—; v h omier. despo^s d e mordis-
quear la bihhca nun/ana, in ició >u% ten-
taciones para c o n e l hombre. L a s p?»mne«
ae
adueñar
n d e l a p n m r a
pareja, nació
• n ambos el instinto, «-nt nee% de»co
nocido, d e l pudor, v la p - * / — m e s t i m a -
ble «leí ScAor—<leia^4recio de la faz de I-*
l i m a .
- Lu ch a es la vida d e l hombr. «obre la
tierra", dice
el
Ap óst o l
«le la«
gente-*,
v
desde
e l
bíbl ico fratricidio
la paz y la gue -
r r a ea t er iore . s e suceden afternattv •rnrnv.
a l prop»o Tiempo q u e l a p a s interior difWil-
• e n t e
se
encuentra.
S e
hace preciso «jue
d
Verb
• %e
Hag-i
carne v n o s diga " M i p a z e s t ra igo , mi p . i /
o s dojr~: para q u . h.dlrm>s u n a formula «te
P az interior que nn puede proyectarse e n
moa p4z
mat inal porque ccano
E l
mi smo
dijo " M i Reino no es de i%te mundo.**
Partee, i-ues. q u e p r imero fué la paz , paz
absoluta, úmea p a z verdadera, p njuc la
paz ps Ion de< Cielo y r e hace t u r m p t -
tiMc
ci n las
pasiones hnmana* siempre
d« s.
en^adv-radas.
Per-i «1 nos detenemos e n nues-ra refte
*iAn, pelemos v e r q u e e s a p a z \ erd ad era .
a)>so «a. r o vuelve a encontrarse S e s u -
cede*» alternativamente periodos d e agita-
ción
y
fe calma, que la l l iacoria recoge,
u n f n c e l bien perdid» se legre in:egra-
•tente recuperar.
A u n cuamlo la paz fuera primero q u e
la
ruerta,^ dado
qne no se
Higa,
ni »e l le-
gara. a s u conquista absoluta, cabe" p r e -
nmtarroa; | ^ m t nsidad d e l o s periodos
z^xrtM llega a comi>en«ar U mavor e v -
•eno/»i en «I liemp-i de la» etapas d e paz*
(«ABC», I-iV-1950.)
¿ T O P I C O ? ¿ R E A L I D A D ?
V d e j an d o u n contestar e«ta nueva pre
gunta. cuya polución queda
ta n
int imamcn
ce l igada a a psicología individual, rabí
p:.inteari»o* esta «tra; ¿ E s l a p a / u n a c o n -
secu en c ia de la guerra *» la guerra una
con secu en c ia de la paz?
Aqu* si parece m á s lógica v extensiva
la reflexión
N o cabe du«la de que la gu i r a desembo-
ca en la paz. p ro si e»
é s t e
su t'm.
n o .p n e-
•Ir d ec i r l e q u e c o n c i t e s 1 su linali L d . L a »
ir-ierras ia n perseguido sucesivamente f ina-
íi«lad s q u e h a n evolucionado de la «olu-
c ión
de
pletti#s perdónale»
o
famil iares
a la
conquista d e t err i t or io s ; de la o nquista
d e mercad as a la exp an s ión d e ideas polí-
t icas. Twlas h a n terminad e% cierto , c o n
u n a p a z . p a r m á s o m e o * justa, impuesta
la s má* sec s por e l vencedor, pero s in
a «u fie i en te solidez para >e r definitiva.
•
r«|iie
t ío se
basó
e n l o s
valores
d e l
espíri-
t u . porque l a s p a s jones llevaron siem pre al
v -necdor m á s alia d.- lo ét camente ^usto y
f»
rque
la paz
ma'erial
*
c
borró def ini t iva-
mente
d e l
mu n d *
ta n
p ron t . como f u é<on -
sum.-de. el pera»lo original.
L a p a z n o
partee
f u e u n a
ere.secuencia
de la gu erra . H u n os d e M g a r a l a c o n -
e lu - ión de que es la guerra una o nsecuen-
c i a fatal de la h imana inconsistenc ia de la
paz .
\ aiiP pue« c qnefla r pen die nte otr a p r e -
cinta. cuya lógica respuesta n o s confirma
•a tesis q u e parece desprenderle de la an
t e r i o r :
« E s
mayor
la
interferencia
de la
p a z sobre Sa guerra o la de la gu erra s o -
b r e l a
paz?
1.a preocupación de la guerra e s funda-
men t a lmen t e
la
v i c t or ia ;
l a p a s e s u n a c e n -
sect irncia
d e
é*ta.
N o
preocupa, pues, para
la d i recc ión de la gu erra la ob t en c ión d e
la paa . a la oue fatalmente se habrá de l l e -
K i r . sino la de la victoria . L a p a z n o p a -
rece mterf
r ir la
guerra.
E n camb io h o y . niá« « |ue n u n ca , l a g u e -
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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por
RAMIRO
CRISTOBAL
UILLERMO tiene muy buen concepto de sí mismo. Entendá-
monos. No es que se engañe sobre su aspecto físico y sobre sus
dotes mentales; sabe de sobra —porque gusta de mirarse al espe-
jo— que es feo, desgreñado, ceñudo y que, permanentemente, lleva las
ropas desgarradas y cubiertas de barro. No es raro, además, que luzca
unos bigotes, pintados con corcho quemado, o un parche en el ojo, tal
y
como piensa
que
debía andar
por la
cubierta
de su
barco
el mis-
mísimo capitán Kid. No, claro está que sabe muy bien todo esto, lo
que ocurre es que en su particular y gallardo sistema de valores, así es
precisamente
como debe presentarse en publico el indiscutido jefe de
proscritos de la localidad. Es decir, él mismo.
112
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Y
|A s e
definió
en un
inolvidable
d í a d e
rebel-
¡ d í a ,
cuando decidió
no
pisar
más e l
odiado colegio: «Seamos proscritos, seamos
proscritos de verdad. Vayámonos a u n bosque
donde nadie pueda encontr arno s
y
vivamos
d e
moras, raíces
y
cosas,
y si
salen
a
buscarnos,
n o s
subiremos
a los
árboles
y n o s
escondere-
mo s , o
huiremos
o
tiraremos contra ellos
co n
arcos
y
flechas. Vayámonos
a
vivir toda
la
vida
como proscritos».
Guillermo
es ,
como podrá apreciarse,
u n
hombre d e tradiciones arraigad as. S u huida a l
bosque
es la de
Robin Hood;
su
propósito
d e
resistencia el mismo d e l gran rebeld e contr a l a
t iranía de Juan SinTierra.
Jun to
a é l ,
Pelirrojo,
s u
lugarteniente, simbo-
liza
la
astucia,
e l
amor
a la
letra
d e
avispado
leguleyo; cuand o
se
plantea
e l
entrar
o no a la
escuela Pelirrojo proporciona la siguiente su -
t il argumentación: «Parece mal ir , cuando, e n
realidad, creemos q u e n o debemos entrar.
Siempre
n o s
están diciendo
q u e n o
hagamos
l a s cosas q u e nuestra conciencia n o s dice q u e
n o
hagamos. Bueno, pues
m i
conciencia
m e
dice
q u e n o
vaya
a l
colegio esta ta rde.
Mi co n -
ciencia m e dice q u e e s m i deber s al i r a respirar
e l
aire
y
ponerme sano.
M i
conciencia...».
Po r l o
demás,
Peí
irrojo
y el
resto
de los
proscri-
t o s ,
Douglas
y
Enrique,
s o n
casi
t a n
valientes
como
su
jefe.
Y le
pisan
los
talones
en lo qu e se
refiere
a l
resto
d e
cualidades físicas
y
menta-
les , por as í decirlo. H a y ent re ellos t a n sólo u n a
barrera invisible
q u e
separa
a u n
soldado
va-
liente de un estratega genial, a u n estudiante
Gui l l ermo
s e
había pues to
e n
facha ante
s u
congregación
d e
vacas .
. v i eron
al q u e ,
a p a r e n t e m e n t e
e r a d o n
G a i i l e o , m e t a m o r f o s e a d o
e n burro .
voluntarioso y d e buena disposición, d e l gran
maestro.
Po r eso
Guillermo
es e l
jefe
y
predo-
mina, en el grupo, su concepto romántico y
caballeresco
de la
vida.
E L MUNDO ALREDEDOR
Al lector avisado no le habrá pasado p o r alto
q u e
Guil lermo dice «t i raremos contra
ellos...».
E s e
«ellos»
e s u n a
referencia funda-
mental
en su
vida;
en ese
pronombre están
incluidos todos
lo s
ad ultos conocidos
y
desco-
nocidos, habidos
y p o r
haber.
Si el
joven
Brown hubiera Conocido a Sartre (cosa q u e ,
dicho sea en honor a la verdad, no le hizo n i
pajolera falta) seguramente habría simpati-
zado
c o n
aquello
de «el
infierno
son los
otros»,
porque s in recurrir a terminología filosófica,
Guillermo parte
d e
este mismo punto. Claro
está
q u e s u s
conclusiones
s o n m u y
distintas
a
las de los
existencialistas, porque, para
él , la
vida
n o e s u n a
náusea, sino,
por e l
contrario,
u n
vivero
d e
emociones
y
aventuras
q u e
sería
tonto desperdiciar.
Lo de que e l
mundo
e s
ancho, ajeno
y
hostil,
p o r
añadidura ,
e s
algo asumido
y ,
probable-
mente, alegremente admitido.
H ay
toda
u n a
variada gama d e proletarios locales q u e viven
u n
odi o —abs olut amen te justificado— contra
lo s muchachos, q u e suspiran c o n saciar, c o n -
venientemente, algún
d í a .
Vea mos unos cuan-
tos :
«E l
cochero,
q u e
conocía
m u y
bien
a los
Pros-
critos, lo s vigiló pore l r abillo de l ojoal pasar y
P O R A Q U I
ÍAANO ¿ANGRIENTJ
113
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Tía
miró
a su
alrededor...
L as
fuentes
de
dulces, pasteles, flanes
y
otras golosinas estaban
vacías.
preparó
su
látigo.
E l
anciano cuadrúpedo
q u e
t i raba d e l armatoste parecía conocerlos t a m -
bién
y
volvió
la
cabeza para mirarlos sardóni-
camente»
o el
labrador Jenks
a l q u e
«Unas
palabras
le
bastaron para reconocer
en los
culpables a su s antigu os enemigos lo s Proscri-
t o s ,
como invasores
d e su
dominio
y
ladrones
d e su
burro.
Y el
l abrador Jenks
se
enfurec ió».
Esta pertinaz hostilidad
e s
compartida inde-
fectiblemente p o r su maestro; el pastor y la
mujer
d e l
pastor anglicano;
la
ma yor parte
de
la s
d a ma s
d e
buena sociedad
y ,
desde luego,
p o r e l
gremio completo
d e
encargadas
de la
casa: cocineras
y
doncellas,
so n , s in
duda,
sus
peores
y m á s
encarnizados enemigos.
N o sería, s i n embargo, justo culpar a los que
mantienen encendido
el
fuego sagrado
de su
odio contra
los
Proscritos.
L a s
botas siempre
llenas d e barro, su s frecuentes distracciones
d e alimentos —postres— trabajosamente
preparados,
s u s
persistentes l lamadas
a t i m -
bres
d e
manera escandalosa,
s u s
estridentes
silbidos,
su
sana costumbre
d e
llevar insectos,
ra tones
y
culebras
q u e s e
escapan
a lá
hora
del
t é p o r u n a sala llena d e damas d e mediana
edad,
e tc . , son
algunos ingredientes
q u e a l i -
mentan
la
planeada dulce venganza
d e su s
convecinos.
Pero,
l o s m á s
peligrosos,
s in
duda,
son sus
propias familias. N o conocemos mucho de la
d e
Douglas
y de la de
Enrique; sólo sabemos
¿ H A
PROVADO USTED
LOS
DULZES D E
KOKO
D E MOSS?
q u e h a y u n a
hermanita menor
a l a q u e
despo-
j a , co n
frecuencia,
d e su s
juguetes, siendo
r e s -
pondido inmediatamente c o n terribles alari-
d o s . Lo s
padres
d e
Pelirrojo responden
a l t re-
mendo apellid o
d e
Fiowerdew.
Los
tres tienen ,
eso sí es notorio, pad res m u y duros, aunque y a
casi resignados
a n o
lograr jamás
q u e s u s r e -
toños menores entren en la senda de la corte-
s ía y las
buenas maneras.
S in
reconocerlo,
e s-
t á n m u y próximos a morder el polvo de la
derrota.
E n
cambio, conocemos
m u y
bien
a los
padres
d e
Guillermo.
E l
señor Brown ronda
l a
heroi-
cidad
d e u n a
particular manera llena
d e s a r -
casmo
y
amargura . Sabe
q u e
Guillermo
es in -
d o
meñab le, pero,
co n
eje mpl ar espíritu, sigue
castigando s u s tremendas travesuras. E s u n a
ascética labor similar
a
hacer
u n
agujero
en
l a s
aguas
o
l impiar
la s
rocas marinas. Conoce
bien a su hijo: « E l padre d e Guillermo q u e
j amás
s e
había dejado engañar
p o r l a s
expre-
siones d e inocencia y d e asombro d e suhijo. ..».
P o r
otro lado disfruta bastante
c o n s u
presen-
c i a :
—¿Sientes, querido, q u e n o s e vaya Guillermo
a u n internado?
— N o l o
siento.
— Y o
hubiese creído
q u e
habrías estado
m u -
c h o m á s
t ranquilo
s in é l .
—Sin duda; pero también hubiese estado
ex-
tremadamente aburrido».
Po r e l contrario, s u madre, la señora Brown,
tiene
u n a
inmensa reserva
d e
esperanza
co n
respecto
a l
comportamiento
de su
hijo
q u e ,
indefectiblemente,
se v e
defraudada.
Mil ve-
ces mi l , h a
tenido
q u e
contemplar
a s u
hijo
menor, usurpar interpretaciones en e l teatro
d e l pueblo y dejarle e n ridículo hasta m á s allá
de los
límites
q u e
honradamente puede sopor-
114
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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L o s Proscri tos lo s contemplaron, sombrío*.
t a r u n a
buena madre. Guillermo,
q u e
olvida
siempre s u papel, f u e u n peculiar lobo d e Ca-
perucita
q u e
acabó tirando mermelada
y h a -
rina contra e l leñador q u e salva a la doncella;
f u e
reina
de las
hadas
d e l a s
flores
c o n
todo
el
desgarbo
d e q u e fu e
capaz,
q u e e s
casi infi nito ,
y h a creado líos t a n enormes entre la s amigas
d e su
madre
q u e e s
curioso
q u e a ú n
exista
u n
miembro femenino
de la
comunidad
q u e d i -
rija la palabra a ésta.
Como mujer tenaz,
la
señora Brown
h a en -
t rado
en e l
mundo
de la
metafísica
y e l
curan-
derismo cuando piensa
en la
posible regene
ra -
í s .
N V N - C &
V I £ A- E A l
j Q l A j
j
;
ción
d e su
retoño: «Tenía
la
vaga
id^a de que,
u n a v e z
entraba
u n
niño
d e
interno
en u n a
escuela,
se
efectuaba
en él un
cambio miste-
rioso q u e l e t ransformaba de salvaje en p e r -
fecto caballero
y le
hubiese gustado
v e r o p e-
rarse u n cambio as í en Guillermo».
Al
final,
l a s
cosas
s o n m u y
distintas:
«Y a
sabía
yo lo que iba a ocurrir — la madre d e Gu i -
llermo siempr e decía
q u e y a
sabía
lo qu e iba a
ocurrir ,
u n a v e z
había ocurrido
la
cosa—,
y a
sabía
yo que s i le
dejaba
a
Guillermo venir
a
ayudarme, todo iría
m a l .
Siempre ocurre
lo
mismo. E s o d e vender l o s abrigos de la gente,
robarlos y conseguir q u e asistiera a la fiesta
esta terrible mujer
q u e
habíamos jurado
n o
invitar más , y eso d e impedir q u e hablara e l
diputado cuando
se
había pasado
l a már d e
t iempo preparando
e l
discurso,
y eso de
echarlo
a
perder todo... bueno:
si
alguien
m e
hubiese dicho de an temano q u e u n muchacho
d e l
tamaño
d e
Guillermo podía echar
a
perd er
u n a tarde d e esa manera, jamás lo hubiera
creído».
Pero olvida pronto y cada v e z vuelve a confiar
en l a s
protestas
d e
inocencia
de su
hijo.
E l
único rescoldo
d e
duda
es su
sempiterna
p r e -
gunta: «¿Te portarás bien, querido, n o es cier-
t o ? ¿ N o
harás...
ah . . .
ninguna travesura?».
Roberto y Ethel, l o s d o s herman os mayores de
Guillermo, mantienen desiguales relaciones
co n é l ,
pre dimi nando , desde luego,
l a s
hostili-
dades. Roberto desconfía permanentemente y
su
defensa —falta
de
toda altura táctica,
h a y
q u e
decirlo—
es la de la
fuerza bruta,
q u e su s
P O R
AQUÍ
MANO AN<3RIENT<
1 1 5
So abalanzó «obre el petrificado Cutberto.
Guillermo v io e l rost ro grueso y pálido d e s u enemigo.
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diecinueve años, contra losonce
d e
Guillermo,
asegura
su
efectividad. Roberto está siempre
enamorado
y
siempre
h a
conocido
« la
mucha-
c h a m á s bonita q u e h a visto en su vida»; estas
preocupaciones amorosas s o n compart idas
p o r e l
minucioso cuidado
e n
escoger pantalo-
n e s y corbatas, a s í como alguna q u e otra v e -
leidad intelectual
y
hasta política.
N i q u e d e -
c i r
tiene
q u e
Guillermo
le
ridiculiza ante
s u s
conquistas, hundiendo para siempre
s u s
espe-
ranzas
d e
unir
s u
vida
a la
«muchacha
m á s
maravillosa, etc.». S o n frecuentes e l hecho d e
q u e u n a corbata sirva para u n u s o totalmente
distinto a l primitivo y , desde luego, destruc-
t o r . Más d e u n a
corbata verde
h a
te rminado
e n
— Zi
v a i z
a
h a c e r
u n
p e r i ó d i c o c o m o
e z
debido , a lgu ien t i ene
q u e « h a c e r » u n c r i m e n .
Guillermo observaba a s u hermano, mientras éste leía poesías
e n f u n d a d o en la chaque ta d e terciopelo d e Ethel
N o t e
p r e o c u p e s , E t h e l — s u s u r r ó r o n c a m e n t e G u i l l e r m o — .
Y o
t e
ayudaré .
s e r señuelo d e u n a cabra o u n a encarnada,
distintivo
d e l
Gran Jefe Piel Roja.
A
Ethel
le
fluctúan
lo s
sentimientos.
Por lo
general, procura tener a raya a s u hermano
q u e
gusta, también,
d e
utilizar chales, pañue-
los y sombreros en la confección d e disfraces.
Pero,
a l
mismo tiempo, como
a la
mayor parte
d e l a s mujeres, le gusta e l componente d e v a -
lo r
temerar io
y e l
sentido
de la
aventura
q u e
h a y e n s u
hermano,
a l q u e , en
muchas ocasio-
n e s ,
apoya.
E s
necesario adveritir
q u e
Ethel
e s
u n a d e l a s
chicas
m á s
guapas
de su
pueblo,
circunstancia q u e , s i bien e s considerada p o r
Guillermo
c o n
profundo desdén,
no
ocurre
lo
mismo
c o n
otros personajes.
Es e l
caso
del
*
í n c l i t o s
s e
pe learon
p o r
coger
e l
ja r ro
116
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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— ¿ C ó m o e s s u n i ñ o ? — p r e g u n t ó l a v e c i n a d e l a s eñora Brow n—.
N o
creo haberle v i s to nunca .
- N o m e
toca hablar
a m i
— r e p l i c ó G u i l l e r m o , m i r a n d o
c o n
a l t i v e z
a l
Hada C ampani l la .
señor Salomón, superintendente de la escuela
dominical,
a l que e l
pelo rojo
y los
ojos azules
d e
Ethel estuvieron
a
pun to
d e
causarle
su ru i -
n a . De ella opina Guil lermo q u e «hablando en
general, aherrojaba innecesariamente su es-
píritu libre pero se veía obligado a confesar,
e n
justicia,
q u e
había veces
q u e
resultaba
útil».
Finalm ente está «Jumble», e l mejor amigo d e
Guillermo después d e s u s queridos Proscritos.
«Jumble»
es su
perro
d e
raza indefinida
q u e es
descrito, c o n escasa piedad, como u n animal
q u e
«parecía haber tenido
p o r
antepasados
u n a oveja, un gato y u n mono». L a s avent uras
pasadas juntos
s o n
innumerables .
E l
niño cree
q u e s u perro es el mejor cazador d e l mundo y ,
s in
duda,
e l m á s
valiente
d e
cuantos represen-
tantes de la raza canina existen. S u s paseos
p o r e l
bosque
v a n
salpicados
d e
constantes:
«¡Porallí, «Jumble» «Vamos, atr ápa lo»
y «Ya
e s tuyo. Cógelo ahora». L o s lectores sabemos
q u e «Jumbe» hamás h a cazado u n mísero ga -
zapo
y q u e
siente
u n
respeto
m á s q u e
regular
p o r l a s
ratas, pero,
e n
cambio,
a l
igual
q u e su
a m o ,
sabe representar
su
papel
a l a s m i l m a -
ravillas y finge valor temerario a base d e fu -
riosos ladridos, precisamente cuando n o h ay
enemigo
por los
alrededores
a l q u e
demos-
trárselo.
LA
DIALECTICA
D E
GUILLERMO
Nuestro héroe n o sería nada si su prestigio se
cimentara sólo
en su
valory
en su
f uer za física.
N o . Nada m á s lejos de la realidad. Antes q u e
J
/jfifl
Mf?,
E l v e r l o s
o j o s b i z c o s
y la
n a r i z g a n c h u d a
f u e
d e m a s i a d o p a r a
l o s p r o s c r i t o s .
nada
es en las
dotes dialécticas donde
G u i -
llermo brinda e n todo su esplendor. E n este
campo domina todos l o s registros. Es u n
maestro en e l ar te d e describir; sabe, como
nadie, despertar
la
atención
de su
auditorio
y
maneja e l «suspense» hasta el infarto; no le
falta
s u
punto
d e
grandilocuencia
y
hasta
d e
demagogia. Como su compatriota Shakes-
P O R
A Q U I
/ A A N O ¿ A N G R U N T i
117
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Guillermo examinó e efecto e n d espejo Guillermo ofrecía un a spe c to i m pone n t e Pe ro Gui l l e rm o s i gu i ó a de l a n t e p o r e l b a r r o .
peare
su
estilo
« is
bombastic»,
u n
poco
h i n -
chado y vacuo, pero siempre eficaz.
Recordemos,
p o r
ejemplo,
e l d í a q u e
decide
s e r
arqueólogo
d e
ruinas romanas. Previa-
mente,
lo s
Proscritos
y é l
mismo esconden
unos cuan tos objet os comu nes, despué s logran
u n
auditorio
y
Guillermo comienza
a
explicar
s u s «hallazgos»:
«A l a s
seis
e n
punto
s e
reunió
u n
público
n u -
meroso e n torno a l a s "excavaciones" y Gui-
llermo inició
e l
trabajo.
Pelirrojo empezó desenterrando u n a lata d e
sardinas q u e entregó a Guillermo. Este le
quitó
e l
barro
co n su
pañuelo; luego fingió
examinarla
c o n
atención. Esta pantomima
había ganado enormemente e n fuerza dram á-
tica desde la vez anterior. Se caló unas gafas
azules
q u e e l
médico había oredenado
a la
madre d e Pelirrojo q u e usase e n cierta ocasión
y de las que e l hijo se había apropiado. G u i -
llermo se acercó la lata d e sardinas a las gafas ,
lanzando exclamaciones
d e
interés
y d e so r -
presa
a
medida
q u e l a
examinaba.
L o s
espec-
tadores
le
contemplaban
con e l
aliento conte-
nido.
— ¡ Hombre —exclamó, p o r fin—. ¡ S i ésta es la
lata
en q u e e l
lobo romano bebía...
—¿Qué lobo? —preguntó
u n
chico pequeño.
S a m , Alberto y Leopoldo le aguardaban en el jardí n. —iGuillerrao ¿Quiéne s so n esos muchachos?
118
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Violeta Isabel destapó
la
caja, pero
la
culebra;
ya no
dormía.
N
Guillermo le miró horrorizado, a través d e
l a s
gafas.
—¿Es posible —exclamó— q u e nunca hayas
oído hablar d e l lobo romano q u e mamó a
Romo y Remo?
Podemos aprovechar aquí la ocasión para d e -
ci r que lo único q u e sabía Guillermo del
asunto
e ra l o q u e
había leído, apres urada men-
te, en su
Historia Romana Ilustrada,
a la
hora
del te.
—¿Quiénes eran esos? —inquirió testarudo
e l
ignorante pequeño.
—¡Cielos —exclamó Guillermo,
e n
tono
q u e
expresaba horror y sorpresa ante la revelaci ón
—¿Qué ocurre, Roberto? —preguntó
la
joven riendo—. ¿Quiénes
ion?
El
señor Bott
se
refugió sobre
el
piano
de
cola...
d e t a n profunda ignorancia—. ¡Mira que no
conocer
a
Romo
y
Remo Romo
y
Remo eran...
pues eran... pues d o s romanos. Y salieron d e
paseo p o r e l bosque y se encontraron u n lobo,
y. . . l es
mamó.
—¿Porqué
le s
mamó?—preguntó
e l
pequeño .
—¡Los lobos
n o
ma ma n
a
nadie —intercaló
u n o d e lo s
espectadores
d e
primera fila—.
E s -
t á s
pensando
en lo s
osos,
q u e
abrazan
a la
gente.
— N o ,
señor —contestó combativo
e l
excava-
dor—.
¿ T e h a s
encontrado
t ú ,
alguna
vez, con
u n
lobo romano?
El
muchacho tuvo
q u e
confesar
q u e
jamá
s
había tenido
t a l
gusto.
—Pues, entonces, ¿cómo sabes
tú lo que
acos-
tumbran a hacer? T e digo q u e todos lo s lobos
romanos mamaban a la gente. L o dice el libr o.
E s
como cuando
lo s
perros lamen
a las
perso-
n a s
para demostrar
q u e
están contentos.
B u e -
n o , pues esta lata e s la lata e n q u e bebía el lobo
q u e mamó a Romo y Remo...».
Esta obra maestra, este monumento
a la per-
suasión en difíciles condiciones, n o es , como
podría pensarse,
u n a
pieza única
en la
azarosa
vida
d e l
muchacho. Educado
en e l
duro
y u n -
q u e d e u n a
familia incrédula
p o r
amargas
ex -
periencias,
e l
joven Guillermo desconoce
cualquier escollo
a la
marcha triunfal
de su
propia elocuencia. Podríamos narra r,
u n a
tras
otra, la s representaciones d e figuras d e cera
I P O R A Q U I A L A I
l / A A N O ¿ A N ó R l E N T A l
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« al
na tu ra l
y
como
si
estuvieran vivas» dadas
p o r Guillermo y su s Proscritos y explicadas
« a d hoc» p o r e l primero. Pero e so sería alarg ar
demasiado
la
historia.
DAMISELAS ANGELICALES
N o h a y
muchas mujeres
en la
vida
d e
Guiller-
m o . L o s
grandes jefes guerreros
n o
suelen
e n -
t re tener s u s ocios en la dulce entreg a del amo r.
N o
obstante
y a
pesar
de lo que se ha
dicho
sobre la total ausencia d e elemento femenino
en su
vida,
e l
vacío
e n
cuestión
es
bastante
menor
d e l o q u e
pudiera pensarse.
H a y d o s
jovencísimas aspirantes
a los
favores
d e Gu i -
l lermo: ambas so n u n poco l a s d o s caras de la
moneda.
Empecemos
p o r
Joan,
la
pequeña vecina
d e
Guillermo,
s u
eterna adoradora.
L a
verdad
e s
q u e l a escritora Richmal Crompton, puntual
cronista d e l a s aventuras d e Guillermo, no re-
cuerda
co n
exactitud
(o
t i tubea
en su
defini-
ción)
l o q u e
concierne
a
esta pequeña. Unas
veces Joan aparece
en su
casa, limpia
y
bonita,
admi rand o e ternamente la vida aventurera d e
lo s
Proscritos, pero
s in
osar tomar parte
de la
misma, y otras , dice la historia, textualmente:
«Joan e r a e l único miembro femenino de los
Proscritos.
A u n
cuando
n o l e s
acompaña
en
s u s
aventuras
m á s
osadas
y
peligrosas,
era su
mayor s impatizante
y s u
persona
d e
confianza
S e sentó, c o n Dorita, encima de la tapia d e l jardín.
wIwfM
1
La señora y e l caballero le dirigieron miradas aplastantes.
y
siempre
s e
podía contar
co n su
ayuda para
enfrentarse co n e l mundo hostil e incompren-
sivo.
E r a
pequeña
y
morena,
y m u y
bonita
y
consideraba a Guillermo e l héroe m á s grande
q u e
había conocidoel mundo».
Lo
cual viene
a
indicar
q u e
entre
u n a y
otra
vez, e l
papel
d e
Joan había ganado bastantes enteros.
La in-
tervención m á s notable d e Joan, q u e es u n
poco bru ja,
fu e l a d e
convertir
a u n
buen señor
e n burro, a base d e u n sencillo conjuro: «Vuél-
vase
e n
burro, vuélvase
e n
burro, vuélvase
e n
burro, señor brujo». Y, por raro q u e parezca,
u n
simpático burro hembra, llamado Mary,
ocupaba e l lugar d e l hombre, organizándose
el l ío
correspondiente.
Por lo
demás, Joan
e s
siempre
e l
último bálsamo
d e l a s
noches
amargas
d e
Guillermo; siempre
e s
suya
la pos-
trera frase d e admiración: « O h , Guillermo,
haces unas cosas
más
emocionantes ».
Pero mucho
m á s
interesante
es e l
segundo
persona je femenino:
la
gran Violeta Isabel.
H e
aquí
s u
aspecto exterior: «Violeta Isabel Bott
e r a u n a damita d e seis años d e edad, ceceo,
rostro angelical y voluntad d e hierro. Culti-
vaba y usaba para s u s fines particulares un
chillido q u e hubiera hecho palidecer d e envi-
dia a la
sirena
d e u n a
fábrica
y que se
garanti-
zaba capaz
d e
reducir
a
cualquiera
q u e se h a -
llara
a
diez metros
d e
ella
a u n
estado
d e p o s -
tración nerviosa.
No se la
había visto fracasar
nunca». Además Violeta Isabel
e s
hija
de los
señores Bott, cuya parte masculina, e s decir el
señor Bott, e r a e l propietario d e l a s «Salsas
Bott»,
u n a
especie
d e
conce ntrad o cárnico
s in -
tético
q u e l e
había procurado muchos millo-
n e s .
Nuevos ricos
d e
pleno derecho,
lo s
papás
d e
Violeta Isabel pasan
la
vida
en
busca
d e u n a
acogedora aristócrata q u e l e s incluya en su
mundo dorado.
Violeta Isabel, s in embargo, reivindica todos
120
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su s
atavismos proletarios
y
gusta
d e
juntarse
con los Proscritos. Estos fingen despreciarla,
pero la respetan y la temen. Nunca h a conse-
guido Guillermo alejarla y siempre recuerda,
co n horror y un poco d e grave respeto, su fa-
moso chillido. Ella p o r su parte, cuando se ve
amenazada , suelta su último e infalible recur-
so: «Chillaré, chillaré y chillaré», dice, y casi
todas las dificultades quedan allanadas. Una
anécdota da idea de su forma de ser : ayuda a
lo s
Proscritos
a
hacer
un
periódico; ella,
m o-
destamente, se hace cargo de las palabras c ru -
zadas. S u crucigrama es el siguiente: « 1 verti-
cal : lo que
cierro
y
abro.
1
horizontal:
lo que
zoy». Solución: « « 1 vertical: o jo . 1 horizontal:
ija».
También Violeta Isabel quiere a Guillermo y
le
admira
lo
mismo
que a l
resto
de los
Proscri-
tos, pero no se achica jamás ante ellos. E s
capaz d e cualquiercosay tiene u n valor teme-
rario
que no
retrocede ante nada.
S u s
inter-
venciones suelen tener un colofón, estro-
peando
el té de su
madre
y, en
consecuencia,
la s aspiraciones de ésta a entrar en sociedad.
Violeta Isabel
es no
sólo
u n a
digna discípula
de Guillermo, sino que , en ocasiones, su auda-
cia y
repentización sobrepasan
a la del
propio
maestro. Violeta Isabel, e s probablemente el
mejor personaje
de la
obra, sólo igualado
por
el gran Guillermo.
L O S
BUENOS SENTIMIENTOS
Guillermo vive en un m undo caballeresco. An-
tesque cualquier otra cosa, e l joven William es
defensor de doncellas, patriota hasta la
muerte y amigo de sus amigos. Su actividad
tiene mucho de quijotesca, porque también
tiene el deber d e sacar adelante los problema s
de un mundo que no suele juga r con los mis-
m o s valores q u e emplea. Para é l , por eje mplo,
puede ser un acto justo entr egar a un descono-
cido lo s cubiertos d e plata de su casa, por el
solo hecho
d e q u e
aquél
n o
tiene orejas
y pa-
rece hab er su frido mucho. Luego, est á a punto
d e costarle u n disgusto el hecho terrible d e
haber ayudado
a un
ladrón profesional.
A veces hace favores a personas agradables,
lina
vez una
atribulada damita yanqui llega
a
su pueblo. H a sufrido un despiste y está bus-
cando Stratford-on-Avon, patria chica de
Shakespeare. Preguntado Guillermo contesta,
s in rubor, que es su propio pueblo y que él
mismo, Guillermo,
es un
descendiente
de la
familia del gran bardo. Emoción de la joven y
guapa turista ; emoción de Guillermo ante una
nueva aventura
y, al
final, todos contentos:
ella volverá a los Estados Unidos con muchas
cosas q u e contar y Guillermo se aleja son-
E1 señor obeso le interrumpió..
riente c o n u n a hermosa propina en el bolsillo.
En otra ocasión e s una bondadosa pariente
aficionada
a lo
oculto
q u e
desea tener
una
aparición de ultratumba; ni que decir tiene
q u e
Guillermo disfrazado
con una
sábana
y
declinando el «hic, haec, hoc», a falta de len-
guaje fantasmal
d e
mejor factura,
le
propor-
ciona este inefable gozo a la anciana señora.
Menos bien recibido es su intento de salvar a
Ethel d e u n a boda con un pretendiente viejo y
rico, a l o que cree le están obligando sus pa-
dres.
E n
realidad
es
sólo
u n a
novela rosa
q u e
su guapa hermana lee en voz alta. La actua-
ción de l muchacho y sus amigos es drástica y
revestida d e gran severidad: un maduro caba-
llero, amigo de su padre y visitante eventual
p o r cuestión de negocios, e s conducido por
caminos equivocados, trochas s in salida, p r a -
deras llenas
de
vacas
qu e le
aterrorizan
al
buen señor d e ciudad , etc., con la esperanza
de que no
llegue jamás
a
casa
de los
Brown,
donde los niños suponen q u e espera u n a atri-
bulada Ethel para s e r malcasada.
L as
buenas intenciones, recibidas
co n
hostili-
dad por e l
extravagante mundo
de los
adultos ,
provoca grandes e indignadas parrafadas del
•
nino:
POft AQUI
/AANO ¿AN6RIENTÍ
121
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«—Es inútil explicárselo. No l e hacen a uno
caso. Hablan como s i hubiéramos tenido la
intención d e romper todas esas cosas de cris-
tal... Se lo dije así a ellos; pero n o quisieron
hacerme caso. Casi tiene gracia —acabó d i-
ciendo co n amargura— e so de que n os echen a
nosotros la culpa de todo... M e quitaron el
arco y las flechas y la escopeta y e l dinero y
todo, como si no hubiésemos estado inten-
tando hacer
u n
bien».
E n otras d o s importantes ocasiones hubieron
d e
ponerse
a
prueba
la
buena voluntad
de Gui-
llermo. Una es la lucha contra lo s «bolchevi-
ques» q u e , según e ra usual en la propaganda
de los años treinta, recorrían l a tranquila In-
glaterra poniendo bombas y dedicándose con-
cienzudamente al terrorismo. La otra, fue du-
rante los años de la guerra y sus simulacros d e
defensa civil.
L as alusiones a los bolcheviques y su preten-
dida actividad terorista so n frecuentísimas en
la s aventuras de los muchachos. E s obligado
hacer u n paréntesis para detenernos un mo-
mento
en
esta notable característica
de
Rich-
m a l Crompton: la de ironizar, a veces co n duro
sarcasmo, sobre esta tendencia reaccionaria
qu e se manifestaba a base de relatos populares
llenos d e buenos ingleses y malvados comu-
nistas y , sobre todo, a través de las habladu-
rías, convenientemente iniciadas, de ciertas
— U n gigante auténtico. (Miradle Tan alto como d o s d e vosotros
juntos.
personas. La autora d e Guillermo, cumplió,
una vez más, con su honrosa labor d e tomar e l
pelo a la historia colectiva que sus compatrio-
t a s iban padeciendo.
«—Yo creo que e s una especie d e bolchevique
qu e va a
volar
e l
mund o entero— di jo Douglas,
sintiéndose inspirado».
Una y
otra
vez, los
proscritos
van
descu-
briendo bolcheviques en honradas personas
q u e n o tienen m á s problema que ser física-
mente poco agraciados o llevar vestimentas
poco usuales. Se da el caso de que las novelas
baratas que los Proscritos leen, están repletas
de malvados rusos q u e tratan d e rap ta r joven-
citas
y
destruir
el
Parlamento.
N i q u e
decir
tiene
que l a s
aventuras
de la
caza
de
bolchevi-
ques acaban siempre
con
amargas recrimina-
ciones de todos ante la obsesión de los niños,
q u e ellos mismos se habían encargado de fo-
mentar.
Guillermo también pasó
por la
guerra.
U n
tomo completo de sus aventuras se refiere a
ello. U n mil itar retirado, el general Moult, que
vive
en el
pueblo,
es el
encargado
de
entren ara
los
niños para
la
defensa civil,
uno de los más
ridículos y estériles asuntos a que se dedicó la
población civil británica en los años malos d e
la contienda. Claro está q u e sólo se trataba d e
mantener alta la moral patriótica de la gente
en
tiempos
d e
penuria económica
y
familiar es
muertos en el frente, pero, a l final, se creó u n a
psicosis inquisitorial , en la qu e todo el mun do
creía descubrir
u n
espía alemán
en su
vecino
m á s
próximo. También aquí
la
Crompton
re-
parte sentido d e l humor sobre el tema: Gui -
122
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llermo, Violeta Isabel y el resto de los Proscri-
tos se encargan d e distorsionar y poner en
evidencia tamaña bobería.
N I DULCE N I VIEJECITA
Richmal Crompton, la autora d e Guillermo,
había sido totalmente «devorada» por su per-
sonaje: nada
se
conocía
de su
vida, apa rte
de lo
q u e había escrito. De repente, fallece en 1969 y
el
mundo
se
entera,
con
sorpresa,
que era una
dulce viejecita, hija
de un
pastor protestante
q u e vivía en su casa d e Kent, dedicada a escri-
bi r sus libros infantiles.
T al noticia d io lugar a una leyenda m u y atrac-
tiva, pero, probablemente, bastante poco
exacta. Sería aquélla la de una buena anciana
co n
lentes
en la
punta
de la
nariz, vestimenta
anticuada y costu mbres tradicionales. Casi u n
personaje
de los que
tant as veces aparecen
en
su s
relatos.
L a verdad fu e seguramente bastante diferen-
te . Porque Richma l Crompton f u e profesora d e
autores clásicos entre 1914 y 1924, y sólo
abandonó la enseñanza a l enfermar de polio-
mielitis.
Por lo
demás,
no e ra
ninguna anciana
cuando creó e l personaje d e Guillermo, ya que
el primer libro sobre e l muchacho está fe -
chado en 1924, cuando su autora contaba so -
lamente 34 años de edad. Yo no sé si en los
últimos tiempos, su aspecto físico resp onde ría
al de la leyenda y gustaría d e sentarse cerca
de l
fuego
con un
mantón sobre
los
hombros
y
su s gafas d e pinza sobre l a nari z, pero sí sé que
unos pocos años antes, p o r l a s fotos que han
quedado, parece
una m u jer de
notable energía
y con un aspecto físico q u e denota fortaleza
por los cuatro costados.
Personalmente
m e
gusta gastante
m á s
este
se-
gundo modelo
de
persona, aunque reconozca
m á s
literario
el
primero.
A m í m e
gusta pensar
que e ra una
persona fuerte
y
activa,
a
pesar
de
su
enfermedad,
l a que
disfrutaba
con su
alegre
contestación de todo lo estúpidamente « respe-
table». Los pedantes, lo s vanidosos, los su-
persticiosos,
los
histéricos
de
todas clases;
la
cultura farragosa
y
aburrida,
lo s
diputados
conservadores y u n poco caciques, los estrate-
gas de
salón..., todos
los
grandes tipos
de esa
comedia humana británica, t a n llena de res-
petabilidad dudosa como de soberbia. Esa so-
ciedad pomposa q u e otra autora inglesa, Bár -
bara Tuchman, llamó «L a torre de orgullo».
Richmal Crompton exorcizó a todos estos f a n -
tasmas, a través de Guillermo, el ácrata por
excelencia,
el
gran proscrito, jefe
d e
bandidos
y salteadores, cruzado y aventurero.
A mí me agradaría creer en una mujer de esa
clase,
q u e
ironiza,
a l
mismo tiempo, sobre
la
prepotencia masculina a través de su pequeñ o
héroe. La que le hace contonearse y conside-
rarse
un
ejemplar único
en el
mundo. Dice
Guillermo: «Vendrán
en un
t ren poco antes
de
que se abra e l bazar. Yo saldré a esperarles y
lo s llevaré a l bazar. Dicen que son feroces;
pero apuesto a que no intentarán se r feroces
conmigo. Apuesto a que soy capaz de manejar
cualquier elefante».
Y es que
Guillermo cuando
se
ponía
a
hablar
de sí mismo, e ra capaz de rendir hasta la vo-
luntad de quien le creó. Entre él y la señora
Crompton siempre quedaron lo s campos m a r -
cados y se respetaban a distancia. Precisa-
mente como debe ser .
BIBLIOGRAFIA
Los textos entrecomillados proceden de la
traducción castellana de la s a venturas de Gui-
llermo, hecha
por la
Editorial Molino. Esta
empresa editora
h a
lanzado
a l
mercado, hace
unos meses, varios de los primeros tomos con
los dibujos originales de Thomas Henry y la
magnífica traducción d e Guillermo López
Hipkiss. Es de esperar q u e siga en esta línea y
reedite el resto.
. Con un criterio totalmente personal, voy a ci-
ta r los
libros
q u e m e
parecen
m á s
brillantes
s in que
esto signifique menosprecio para
e l
resto: «Travesuras d e Guillermo», «Los a p u -
ros de Guillermo», «Guillermo, e l proscrito»,
«Guillermo e l inc omprendid o», «Guillermo el
conquistador», «Guillermo e l genial», «Gui-
llermo en días felices», «Guillermo y los me-
llizos», «Guillermo
el
luchador», «Guillermo
y la guerra», «Guillermo y e l cerdo premiado»
y «Guillermo el malo». • R. C.
NOTA
E
EDITORIAL: Agradecemos
a la
Edito
rial Molinos las facilidades dadas para la ilustra
ción
de
este trabajo.
Richmal Crompton (1890-1969). i
123
7/26/2019 Tiempo de Historia 067 Año VI Junio 1980 OCR
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Blanco Freíjeíro, J. Mangas,
J. L. Martín, JAfoldeón,
Domínguez Ortíz
J. Arósteguí y Tuñón de Lara,
presentan*.
La Historia de España
escrita para ser leída.
Y enten dida. Por que, hasta ahora.
la
H is tor ia
d e
España
ha
s ido
e l
argumento
de
tratados
tan
serios com o
duros
d e
leer
y
entender
p o r
completo.
Por eso I l i s tona 16 , que cuenta en su
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q u e
fo rman
la I
l i s tona
d e
Es¡>aña,
a l
precio
d e
lanzamiento d e 1 5 0 0 Ptas.
Nombre
E s |
»aña.
A|>ellidos
Dirección
Teléfono
-
Fonna
de
pago.
•
Talón nominati vo.
• ( í i m
Postal.
Historia
de
España
de
historia 16
La
aventura
de un
pueblo milenario.
•Consejo Asesor d e Historia 16 :
Gonzalo Ancs, Miguel Ar lóla, Al l jer t B a l -
cells, Julio Caro Baraja, Raymond Carr,
Ant oni o Domínguez Ort iz. losé Antonio
Escuden), Luis G i l . Luis González Seara.
G u y
H er me t Gabr iel Jackso n, Clara
E
Lida. Jua n M aluqu erde Motes," Jul i o M a n -
g a s . José Antonio Maraval l , Juan M a n -
chal. José Luis Martin. Miguel Martínez
Cuadrado. Jordi Nadal. Nicolás Sánchez
A lbornoz, l Ierbert R Southworth, Stanley
Pavne, Hugh Thomas, Antonio Tovar,
Manuel Tuñón d e Lara. Julio Yaldeón,
.\n gcl Viña s. Fierre Vilar.
124
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Libros
LOS
JUDIOS
SECRETOS
1)
ESDE el siglo IV el cristia-
ismo asume una postura
violenta; s e considera en po -
sesión exclusiva de la verdad, por
eso interpreta como obligación e l
ganar prosé litos. C on respecto a los
judíos, en la mayoría de los casos la
conversión es impuesta por la fuer-
za, con lo que, lógicamente, no
puede
se r
sincera.
En
secreto,
s i-
guen practicando s u religión y esta fe
clandestina s e transmite d e genera-
ción en generación.
La nación clásica de l cripto-judaísmo
es España. Desde la época romana
se sabe d e comunidades judías en la
península. La invasión de los bárba-
ros en el siglo V mejora su situación
que luego vuelve a ser difícil (casi
imposible). La edad de o ro coincide
con e l dominio árabe, tolerante con
la s comunidades m ás numerosas,
cultas
y
ricas
del
mundo. Pero
esa
comprensión se pierde con la l le-
gada de los almorávides, a principios
de l siglo XII. Numerosos judíos son
asesinados, otros se convierten ex -
ternamente al Islam y e l resto escapa
hacia lo s reinos cristianos d e l norte.
Los guerreros de la Reconquista,
inicialmente no distinguen entre ára-
bes y judíos; con la conquista de un
lugar pasan a toda la pob ación a cu-
chillo. Cuando decrece e l fanatismo,
buscan
e l
apoyo
de la
minoría judía,
pero a partir de la total expulsión de
lo s musulmanes vuelven a perse-
guirla porque ya no la necesitan. En
pocos años se queman y saquean
las más importantes juderías de Es-
paña. «En la historia de los judíos no
fu e nada nuevo una ola de matanzas
como la descrita. Algo parecido ha-
bía tenido lugar en Renania durante
la época de la Peste Negra. Pero las
consecuencias fueron únicas en
esta ocasión. En todos aquellos paí-
ses , sólo un débil residuo aceptó e l
bautismo como alternativa
ae ia
muerte... Cualquiera que fuese la ra-
zón , grandes grupos de judíos e n
toda la Península aceptaron e l bau-
tismo e n masse a f in de escapar a la
muerte» (págs. 24-25).
El
total
de
conversos en Castilla y Aragón s e
estima en la exagerada suma d e
200.000. Esta situación es excep-
cional en toda la historia judía.
Los conversos invaden la adminis-
tración, e l ejército, la s universida-
des, e l derecho, la propia Iglesia. En
pocas generaciones s e emparentan
c o n todas la s familias nobles de los
reinos aragonés y castellano. Se los
designa c o n distintos nombres, por
lo común «nuevos cristianos» o
«marranos»,
tal vez
porque
lo s
primi-
tivos preceptos religiosos prohiben
comer carne de cerdo.
Con e l paso de los años se ve que
los conversos, e n lugar de resolver
e l problema religioso, lo agravan. En
vez de judíos marginados y fáciles
de localizar, ahora hay multitud d e
nuevos cristianos e n todos l os estra-
tos sociales. «E l bautismo había he -
c h o poco más que convertir a una
considerable proporción de judíos,
de infieles fuera de la Iglesia, en he -
rejes dentro
de
ella»
(pág. 34). Las
grandes riquezas acumuladas tam-
bién provocan profunda envidia. En
este contexto trabaja la Inquisición.
El 1 de noviembre de 1478 una Bula
otorga poder a los.Reyes Católicos
para implantarla.
1)
Roth. Cecil L o s Judíos secretos; histor ia
d e l o s ma r r a n o s ,
Ed. A
Halen
a, 1979, 273
págs
LOS
JUDÍOS SECRETOS
Historia
de los
marranas
Cecil Roth
ALTALENA
En 1492, los reyes de España expul-
san a los
judíos,
que se
dispersan
por todo e l Mediterráneo, aunque e l
mayor número se asienta en Portu-
gal. Nuevas condiciones adversas
logran una conversión general, sin
paralelo por su amplitud y s u violen-
cia. Los judíos de convicciones más
firmes, q ue habían conservado su re -
ligión e n España, se ven obligados a
renegar de ella en Portugal. El Santo
Oficio se instala en este país, d e s -
pués d e l casamiento de su rey
Juan III con Catalina, nieta d e Isabel
y
Fernando.
Cuando se implanta la Inquisición
portuguesa, la primera generación
de conversos a la fuerza ya ha muer-
to . Como en España, crecen nuevas
generaciones educadas en e l cris-
tianismo y completamente asimila-
das en su aspecto exterior. No obs-
tante continúan siendo marginadas.
Se establece un a rígida división en -
tr e «viejos» y «nuevos» cristianos.
Se los distingue de tal manera que
deben casarse entre sí. A lo s hijos d e
lo s
matrimonios mixtos
se los
llama
«medio nuevos cristianos»; si el
converso es e l abuelo, «cuarto
nuevo cristiano», y así hasta «una
parte nuevo cristiano». Una de las
funciones de la Inquisición es la de
extender certificados que acreditan
la condición de «cristianos viejos» a
los que no se les encuentra antece-
dentes judíos n i árabes. Esta condi-
ción e s requisito necesario para e n -
trar en las facultades, e l ejército, e l
Santo Oficio, etcétera.
A
pesar
de
todo,
lo s
nuevos cristia-
n o s aparecen en todos lo s niveles
sociales, tanto en España como en
Portugal. S u riqueza sigue en au-
mento y según s us propias palabras,
en e l siglo XVII llega a 80.000.000
ducados. Monopolizan e l comercio
porque le s pertenecen las más im-
portantes firmas bancarias. N o m -
bres importantes destacan
en
poli-
tica
y
literatura,
en
matemáticas
e
historia, as í como en medicina y far-
macia. «En el transcurso de ocho
años, desde
1619 a 1627,
entre
las
231 personas condenadas a apare-
cer en los autor celebrados en Por-
tugal, habia quince doctores univer-
sitarios, dos de ellos catedráticos;
otros once graduados; veinte abo -
gados y otros tantos médicos y nota-
rios; y , sobre todo, cuarenta y cuatro
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monjas y qu ince c lér igos. . .»
(pág. 66).
Tal es la severidad con la qu e actúa la
Inquisición q u e hacia mediados del
siglo XVI no existen españoles ju -
daizantes nativos. Muchos han pe-
recido
en la
hoguera, otros
h an
huido
a l
extranjero.
E l
resto
ha
sido total-
mente asimilado.
E n
España,
e l
Santo Oficio elabora
para su propio uso una serie de ma-
nuales que con pocas variaciones s e
copia e n Portugal. El proceso es se -
creto, hecho q u e provoca la difusión
de l pánico; tanto lo s testigos, los
acusadores como e l propio acusado
juran guardar e l secreto. Cualquier
infracción a este respecto se castiga
como la propia herejía. Este sistema
favorece la s denuncias m ás viles, a l-
gunas motivadas simplemente por
rivalidad personal. Los gastos del
encarcelamiento (casi siempre
d e
varios años) corren a cargo de la víc-
tima, por ello aun los absueltos s e
arruinan. Cuando comienza la causa,
todos los bienes s on confiscados; s i
e l reo resulta culpable, pasan a l
Santo Oficio, «que no carecía así de
ningún aliciente para pronunciar un
veredicto d e culpabilidad» (pág. 84) .
La base de l proceso consiste en lo-
grar que e l acusado reconozca sus
crímenes; después de su arrepenti-
miento se lo admite como penitente.
N o
importa
que e l
cuerpo sufra,
ya
que hay que salvar e l alma. Ni si-
quiera e l embarazo es causa sufi-
ciente para la supresión d e este m é -
todo. En estas condiciones e s fácil
deducir que las declaraciones de
culpabilidad s o n muchas. La s penas
s e jerarquizan desde la hoguera
hasta e l pago d e multas, pasando por
flagelaciones e n público u otras hu -
millaciones. Pero no sólo s e castiga
a l individuo; una serie d e prohibicio-
n e s caen sobre s u familia durante
varias generaciones. Quedan
e x -
cluidos de todos los cargos públicos
y religiosos, deben vestir de cierta
manera y n o montar a caballo. Si la
descendencia olvida esta pena, cae
otra vez en las garras inquisitoriales.
D e todas la s víctimas de l Santo
Oficio, pocas son las que llegan a la
pira confesando
s u
judaismo.
La
lista
de los «culpables» e s colocada en
las iglesias para permanente hu-
millación de sus herederos. Es -
to s recordatorios desaparecen a co -
mienzos
de l
siglo
XIX,
cuando
la
Inquisición es abolida. «Durante e l
^urso de los siglos XVI y XVII el auto
llegó a considerarse en la Península
y sus dependencias como un gran
espectáculo público q u e rivalizaba
e n atractivo para el pueblo con las
corridas d e toros» (pág. 98).
Amador de los Ríos estima q u e hasta
1525 en España e l número de los
quemados e n persona es de 28.540;
lo s quemados en efigie, 16.520; y el
de los penitentes, 303.847, lo que
hace un total de 348.907. Similares
cifras se dan para Portugal. «Las víc-
timas de la Inquisición fueron reclu-
tadas en todas la s veredas de la vida
y en
todos
lo s
sectores
de la
socie-
dad, desde los más elevados a los
m ás bajos. Hubo entre ellos sacer-
dotes y nobles, poetas y hombres d e
Estado, monjes y frailes, recaudado-
res de contribuciones, mendigos,
comerciantes, artesanos, pastele-
ros, buhoneros, escribanos, procu-
radores, libreros, profesores, estu-
di antes u n iversitarios, muje res i ncu I -
tas, niños recién salidos de la escue-
la , ancianos con un pie en la sepultu-
ra , caballeros de las distintas órde-
n e s
militares, aristócratas emparen-
tados
con las más
nobles familias
del
país» (pág. 105).
La s ideas populares de un judaismo
clandestino, totalmente apartado de l
mundo exterior pero estrictamente
fiel a sus creencias y a sus ritos, e s
falsa. S in instrucción, aislados y per-
seguidos, les es imposible sostener
la riqueza d e s u s tradiciones. Hasta
el siglo XVI la fuerza de l judaismo se
mantiene potente, s i bien e l ritual s e
restringe po r miedo. Después, esta
lealtad
se
hace excepcional aunque
algo persiste.
El centro de l comercio mundial en el
siglo XVII s e traslada de la Europa
meridional a la septentrional, gracias
a la intolerancia religiosa. También
para la propia comunidad s o n impor-
tantes
lo s
marranos pues resultan
)recursores de la literatura vernácu-
a, los primeros en abandonar la tra-
dicional vestimenta y en adoptar e n
la sinagoga reglas d e decoro y ar-
monía. S e puede decir de los marra-
nos de la Diáspora que son los «pri-
meros judíos modernos».
Los
conversos
que
escapan
de la
Inquisición
s e
esparcen
por
todo
e l
mundo y vuelven al judaismo. Por
eso aun hoy se encuentran comuni-
dades españolas o portuguesas en
los sitios m ás apartados. S u radica-
ción da prosperidad a muchos paí-
ses . Gran número de familias impor-
tantes son internacionales porque
sus miembros están establecidos en
distintas naciones.
Libro clásico de lectura obligada
porque un pueblo que no conoce su
historia n o puede asumirla y mucho
menos corregirla hacia e l futuro. E s-
paña e s cristiana, pero también m u -
sulmana y judía, característica que la
enriquece. Cecil Roth es el primer
historiador que divulga desde una
postura ampliamente documentada
y auténticamente objetiva los aspec-
t os m ás
crueles
d e
este drama
que
va más allá de lo religioso. • MARIA
VICTORIA REYZABAL.
«Si mi pluma
valiera tu pistola»
LA
GUERRA
CIVIL COM-
PENDIO Y
SUMA
D E
INIQUIDADES
PARTE de su dilatada labor co -
m o novelista, biógrafo, histo-
riador y ensayista, Fernando
Díaz-Plaja ha recopilado a fuerza de
años de búsqueda y hallazgos e n
archivos, bibliotecas, publicaciones
especializadas y periódicos, una co-
piosa
e
interesante documentación
que ha dado a luz en ocho volúme-
nes distintos agrupados bajo e l título
genérico d e L a Historia d e Españ a
e n s u s documentos. S e trata d e
una valiosa serie en que recoge cen -
tenares de documentos capitales,
ignorados o simplemente curiosos,
d e épocas m uy diversas de la vida
pública española, esencialmente de l
medio siglo largo transcurrido desde
la instauración de la Dictadura del
general Primo d e Rivera hasta e l
momento actual, pasando
por la Se
;
gunda República, la guerra civil y el
franquismo. A este trabajo, cuya im -
portancia desde e l punto de vista de
divulgación histórica merece
los más
cálidos elogios, ha sumado última-
mente otra antología d e diferente
sentido y orientación en la que, ed i -
tados bajo e l título intencionado de
Sl mi
pluma válese
tu
pistola, re-
coge textualmente doscientos s e -
tenta artículos, ensayos y crónicas
de ciento veintidós escritores espa-
ñoles publicados entre
193 6 y 1939.
Casi iguales e n extensión lo s traba-
jo s aparecidos en una y otra zona,
existe una ligera diferencia en e l nú-
mero
d e
autores: sesenta
y
cinco
franquistas frente
a
cincuenta
y
siete
republicanos.
Apasionante, curiosa y en algunos
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extremos sorprendente esta nueva
antología recogida y publicada por
Fernando Díaz-Plaja, viene a demos-
trar de nuevo un a verdad tan antigua
q u e para muchos se ha convertido
en tópico carente de todo signifi-
cado intrínseco: que s i todas las gue -
rras so n espantables, ninguna s u -
pera en barbarie y sal vaji smo a las de
carácter civil.
N o
só lo—que
ya
sería
suficiente— por su mayor encarni-
zamiento y crueldad, sino porque la
nación dividida sufre y pierde moral y
materialmente con los dos bandos
en pugna. (Hasta las últimas guerras
mundiales e l país vencedor en una
lucha internacional podía—y solía—
compensarse con los despojos d e
lo s vencidos; en las peleas fratrici-
das, en cambio, a l ser hermanos los
contendientes
las
pérdidas íntegras
recaen sobre
la
propia familia desga-
rrada entre triunfadores
y
derrota-
dos, sin posibilidad alguna d e c o m -
pensación.)
C on absoluta independencia de la
originalidad de las ideas y de la bri-
llantez de su exposición, entristece y
conturba leer la mayoría de los traba-
jo s
incluidos
por
Díaz-Plaja
e n
S i mi
pluma valiera tu pistola. Duele en
lo más intimo comprobar q u e h o m -
bres de clara inteligencia pierdan la
serenidad, la ponderación y la calma
e impulsados por el rencor y la ira
caigan
en los
lamentables excesos
de deformar la verdad, recurrir al in-
sulto soez e incluso abogar pública-
mente por e l exterminio físico del
contrario. Q ue filósofos, novelistas,
dramaturgos, poetas o simples c ro -
nistas parezcan unánimemente e m -
peñados e n impedir apagar el incen-
d io antes de que las llamas consu-
man el país entero, constituye un
espectáculo deprimente y bochor-
noso.
Lo más sensible de l caso, siéndolo
tanto
en
cualquiera
de sus
aspectos,
es que no existen grandes diferen-
cias en este punto concreto entre
unos y otros. Todos reaccionan en
forma semejante, c on igual violencia
y parecido fanatismo. Tan apasiona-
do , virulento e intransigente resulta
Agustín de Foxá como José Berga-
mín, Concha Espina como Margarita
Nelken, Juan Pujol o Víctor de la
Serna como Segundo Serrano P on -
cela. Nada en su forma de expresar-
se, en su comportamiento en una
hora crítica
de
nuestra vida pública
tiene no ya justificación, sino n i si-
quiera explicación, examinado con
frialdad ahora, cuarenta y tantos
años después. Lo tenía — y lo tu -
v o — aunque nos avergüence tener
q u e reconocerlo, e n medio de la ex-
plosícón de odios y rencores cainitas
que a todos po r igual arrastran, nu -
blándoles la razón, aflorando los más
bestiales instintos y convirtiendo al
hombre en auténtico lobo para e l
hombre. S i a posteriori, m uy a poste-
riori, e s fácil caer en la tentación d e
arrojar la primera piedra sobre los
culpables, cada uno debe hacer an-
te s examen de conciencia y pregun-
tarse s i colocados en parecidas c i r -
cunstancias no hubiesen reaccio-
nado
en
forma parecida.
Y o
perso-
nalmente lo hice algún tiempo atrás y
en e l prólogo de un libro en que con -
taba una dotorosa experiencia vivida
por mí, decía textualmente: «A l rela-
tar un calvario ya pasado, una dan -
tesca pesadilla difuminada entre las
brumas de un ayer lejano, única-
mente pretendo resaltar lo s lamen-
tables excesos a que conducen la
incomunicación, el odio y la intole-
rancia. En realidad, e n toda gran tra-
gedia colectiva ta n dignos de lástima
son las
víctimas como
lo s
victima-
rios,
lo s
reos como
los
verdugos.
En
la
nuestra, todos fuimos
por
igual
inocentes o culpables, porque a to-
dos nos arrastró un huracán de pa-
siones frente a l cual nada podía la
voluntad individual de cada uno».
Toda
la
tragedia
que
expresan
y tra-
ducen
los
doscientos setenta traba-
jo s recogidos en su libro por Fer-
nando Díaz-Plaja es consecuencia
directa e inevitable de una guerra sin
la cual la terrible barbarie no se ha-
bría producido .
Lo que
entonces
e s -
criben ciento veintidós autores es-
pañoles de las más diversas tenden-
cias políticas n o pasa de ser un es-
pejo q u e refleja e l clima de intransi-
gencia q u e acompaña y envuelve a
todas la s guerras con su correspon-
diente secuela de heridas s in cicatri-
zar , pasiones desbordadas, renco-
res y monstruosidades. De confor-
midad con e l consejo de l clásico, im -
porta m ás arrojar la cara que e l espe-
jo ; o lo que es (o mismo, impedir y
evitar
las
guerras, especialmente
las
civiles,
q u e
empujan
a los
pueblos
a
cometer la s salvajadas, que los es-
critores d e este libro cantan o cuen-
tan. Y en
este caso concreto,
y por lo
q u e respecta a España, acaso c o n -
vendría recordar que las cuatro gue -
rras civiles padecidas por n uestra p a-
tria en poco más de un siglo —-de
1833 a 1939—fueron en todos los
casos preparadas, iniciadas y desa-
rrolladas por las fuerzas conservado-
ras y reaccionarias. (Tampoco esta-
ría de sobra recordar que si en la
cuarta de estas contiendas, única
q u e ganan la s derechas, la persecu-
ción marginadora de los vencidos se
prolonga durante siete largos
lus-
tros, en las tres anteriores no ocurre
nada parecido y los generales carlis-
ta s alcanzan los más altos grados en
e l ejército liberal: Zariquieri e s direc-
to r general de la Guardia Civil, Urbiz-
tondo ministro de la Guerra y Ca-
brera v e reconocidos s us grados,
honores; títulos y pensiones por A l -
fonso XII.)
C o n absoluta imparcialidad y s in p re-
tender cargar la s culpas sobre nadie,
parece curioso señalar un hecho
sorprendente:
q u e
sean precisa-
mente los humoristas oficiales — J u -
li o Camba y Fernández Flórez, por
ejemplo— quienes más se exceden
en los insultos y en la petición de
castigos inexorables y que haya pe -
riodistas —concretamente, Fran-
cisco Casares— que no sólo du -
rante la guerra, sino muchos lustros
después, viven obsesionados por-
q ue ninguno de sus compañeros de
profesión q u e trabajaron en la zona
republicana pudiera librarse del pre-
sidio
o de a
ejecución, olvidando
que s i muchos informadores de de-
rechas sorprendidos en Madrid por
el
comienzo
de las
hostilidades
pu -
dieron pasar
a la
otra zona, merced
a
la intercesión de las legaciones ex-
tranjeras, n i un solo periodista repu-
blicano gozó d e tantas facilidades
para abandonar Zaragoza, Granada
o Sevilla. Incluso cabe señalar que
quienes se beneficiaron d e l asilo d i-
plomático —que no tuvo contrapar-
tida en la zona nacional—figuran e n -
tre los más
intransigentes, fanáticos
y virulentos.
Examinando la larga lista d e escrito-
res de uno y otro bando, cuyos traba-
j o s se recogen en S i m i
pluma
v a
liera tu pistola, cabe subrayar un
fenómeno curioso: qu e s i son varios
los que. franquistas al iniciarse la
EN LA
GUERRA
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contienda, evolucionan hasta apare-
cer hoy en posiciones liberaJes e n
franca oposición a las que defendie-
ra n durante la guer ra —y Pedro Laín
Entralgo constituye una excelente
demostración—, no parece que ni
u no solo de los cincuenta y siete re -
publicanos cambiase d e manera de
pensar una vez terminadas las hosti-
lidades, pese
a que
muchos
d e
ellos
sufrieron interminables años de pre-
sidio o destierro, y n o pocos perecie-
ron victimas de las privaciones y pe-
nalidades.
Antes, y por encima d e todas estas
curiosidades, e l libro de Fernando
Díaz-Plaja tiene para mí un mérito
sobresaliente: el de mostrarnos e l
horror a que conducen la s guerras y
m uy especialmente la s civiles, c o m -
pendio y suma de todas la s iniquida-
d e s imaginables. Aunque e l hombre
sea e l
único animal
q ue
tropieza
dos
veces en la misma piedra, abrigue-
mos la esperanzade que losespaño-
les no volvamos a caer, por quinta y
definitiva vez, en tan espantable
abismo. • EDUARDO D E G U Z
M A N .
EL
LEGADO
DEL SIGLO X I X
EN LA
HISTORIA D E
LAS IDEAS
ESDE hace algunas décadas,
la presencia de una «historia
de las
ideas», comenzó
a des-
arrollar una corriente historíográfica
q u e lleva implícita interrogaciones y
dilemas de notoria suscitación euro-
pea. Esta corriente no es atributaría
de temas d e carácter exclusivo; m u -
chos de los puntos que atraen s u
atención también ha n interesado, y
siguen haciéndolo,
si n
duda,
a la h is -
toriografía
m ás
tradicional. Pero toda
dirección emprendida como
vía es-
pecializada por un enfoque histórico
termina por subrayar lo s escollos
q u e
encuentra
en su
camino,
y
aque-
l lo que de intromisivo y deformante
tienen éstos para la buena marcha
de las investigaciones. Importa,
además, señalar que en cierta forma
esta disciplina no ha alcanzado aún
reconocimiento oficial, y suele verse
surcada por senderos que provienen
de la historia de las formas literarias,
o la historia de las sociedades, sin
olvidar e l núcleo ta n henchido de
significación que es e l pensamiento
político.
Un haz de principios renovadores,
que con frecuencia son e l desarrollo
y la explanación de aquellos surgi-
dos en las primeras corrientes d o c -
trinarias
de los
tiempos modernos,
cobraron forma en la filosofía política
d e l siglo XVIII y resultaron expresa-
mente difundidos, c o n e l ímpetu de
lo nuevo y combativo, en ese mani-
fiesto de la razón que fue la Enciclo-
pedia. Desde allí, desde esa plata-
forma doctrinaria que fue e l primado
de la razón, s e impuso u n a idea del
hombre q u e pudo cobrar forma defi-
nitiva y que tendría la virtud de pro-
vocar la alarma de los sectores más
conservadores, a sí como d e muchos
de
aquellos
que
había propagado
c on entusiasmo io s nuevos princi-
pios y advirtieron d e pronto la magni-
tud de las innovaciones que los
mismo s impulsaban.
Así, desde ese cambio operado por
los sectores ilustrados, hace su en-
trada en e l siglo XIX un núcleo d e
ideas q u e abre un ciclo de mutacio-
nes históricas extendido hasta nues-
tros días. El libro de Friedrich
Heer (1), que en señalable esuferzo
editorial, y con excelente traducción
de
Manuel Troyano
de los
Ríos
acaba de dar a conocer Alianza Un i -
versidad, apunta, justamente, a p ro-
porcionarnos una completísima y
profunda visión del mundo d e ideas
1)
Friedrich Heer, Europa, madre d e revo l -
c u i o n e s
2
vois.
t
Madrid, Alianza Universidad,
1980.
que se agita y desarrolla durante e l
siglo diecinueve.
Aunque en rigor no puede conce-
birse la revolución francesa sino
como un resultado d e l siglo XVIII,
cierto es que ensaya poner e n prác-
tica la s ideas maduradas en la Ilus-
tración, y surgen de ella, a la vez,
algunas líneas que se insertan en la
compleja trama
del
siglo
XIX.
Pero
no debe olvidarse q ue comparte su
sitial c on otra revolución cuya tras-
cendencia no ha sido menos signifi-
cativa para e l futuro, como aquella
denominada revolución industrial,
iniciada en e l último tercio de l s i -
g lo XVIII, y cuya marcha es paralela
al ciclo político de las revoluciones.
Revolución política entonces, y revo-
lución técnica y económica, son dos
de las manifestaciones m ás visibles
de esa transformación q u e abre e l
siglo decimonónico.
S in embargo; uno de los síntomas
m ás intensos de l extraordinario
cambio que se estaba produciendo
en la esfera d e l pensamiento y la
sensibilidad, fue el movimiento ro -
mántico, por lo que llevaba d e implí-
cito rechazo
de la
exageración
de
unos principios proyectados a sus
últimas consecuencias
por e l
mundo
de la
ilustración. Este romanticismo
supone una reacción, y como toda
reacción adquiere tonos conserva-
dores
en su
primera fase. Exaltación
de l cristianismo, adhesión al nacio-
nalismo sublimado, idealización d e
una Edad Media a ún poco redescu-
bierta por cierto, son las primeras
posturas de l romanticismo. Pero, en
defintiva, la revolución romántica no
se resigna tampoco a rechazar to -
talmente e l legado de 1789, e intenta
refundir ambos: tradición y revolu-
ción. La segunda generación de ro-
mánticos ya es liberal; y de ella sa l -
drán los hombres q u e propagan con
fervor
lo s
ideales
de l
socialismo
u tó -
pico, una instancia histórica de dra-
máticos antagonismo, abre enton-
ces la primera mitad d e l siglo. Anota
Heer: ««Estos dramas mueven a fijar
la atención sobre la estrecha relación
dialéctica en la que se encuentran
recíprocamente lo s adversarios y los
principios, lo s movimientos de
avance y de retroceso en nuestro
siglo X IX : romanticismo y revolu-
ción, revolución y contrarrevolución,
revolución y reacción, "derecha" e
"izquierda", progreso
y
regresión,
modernidad y barbarie, s e confun-
d e n frecuentemente en el espíritu d e
u n mismo individuo».
Este es , precisamente, uno de los
grandes problemas señalados en las
discusiones internacionales entre
historiadores en los últimos tiempos :
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eludir e l peligro de los esquematis-
m os, atento a la enorme complejidad
de la vida mental. Cada ind ividuo re -
cibe en su conciencia la interferencia
de ideologías diversas, a lo que debe
sumarse el peso q u e tiene toda cu l -
tura tradicional. Luego no alcanza e l
mero método sociológico, frecuen-
temente aplicado en la elección de
criterios valorativos
de las
mentali-
dades dominantes. Huir de la simpli-
ficación fácil, o de la pereza mental,
es una obligación del historiador en
el nivel actual de los conocimientos
históricos; y este es , justamente,
uno de los valores de l libro de Frie-
drich Heer. Las diversas corrientes
q ue interfieren en e l complejo
mundo de las ideas, en la formación
de la conciencia histórica de una
época determinada, están amplia-
mente estudiadas. Desde la ordena-
ción plena
de una
conciencia
bur-
guesa hasta la formación de la con-
ciencia revolucionaria, la rica gama
de tendencias q u e aparecen e n cada
sector, enriquecen e l mundo histó-
rico q ue recorremos d e mano del au-
tor. El lector recorre e l siglo XIX tran-
sitando por un paisaje de ¡deas que
se bifurcan, como senderos, hasta
llegar a la fecha clave de 1914. Es la
época de l «gran salto», e l período
que proporcionará la s pautas defini-
tivas para, junto al legado del si-
g lo XIX, interpretar e l siglo XX. Por-
q u e ,
para poder comprender
e l
siglo
actual, es preciso haber profundi-
zado
en el
anterior. Heer cierra
s u
obra recordando d o s cosas. La pr i-
mera, que sabemos todavía m uy
poco de ese extenso período du-
rante e l cual se produce la incuba-
ción de una nueva época; la segunda
es la profesión de fe —que transcri-
be— de esa mujer excepcional que
se llamó Marya Soldowska-Curíe:
«No terminará e l siglo XX sin que la
sociedad humana haya abolido
como institución legal
e l más
grande
de los azotes; la guerra». Tales eran
s u s palabras en 1899; los aconteci-
mientos inmediatos parecieron dar
un mentís a esas esperanzas; sin
embargo, todo s er racional debe afe-
rrarse aún a esa profesión de fe
como una perspectiva cierta de futu-
ro.
Como en el texto se afirma, s e trata
de un libro de imprescindible lectura
para una mejor comprensión de un
complejo mundo de ideas que se
prolonga hasta nuestros días,
y que
ya ha logrado acceder a u n lugar des -
tacado en la bibliografía especiali-
zada por una mezcla singular de
erudición torrencial y vitalidad, a l-
canzada, esta última, por la fluidez
de la exposición. • NELSON M A R
TINEZ DIAZ.
«La Guerra Carlista»
VALLE-
INCLAN
Y EL
CARLISMO
N s u
colección Clásicos Caste-
llanos, la Editorial Espasa Ca l -
E b p e h a realizado un a nueva ed i -
ción de la trilogía «La Guerra Carlis-
ta», de Valle Inclán, en la que se
incluyen las novelas «Los cruzados
de la Causa», «E l resplandor de la
hoguera» y «Jerífaltes d e antaño»,
con una extensa y magnífica Intro-
ducción de María José Alonso
Seoane, q ue pone d e relieve la ideo-
logía
de l
célebre autor gallego
a tra
vés de un profundo estudio de la
obra que nos ocupa.
Alonso Seoane ratifica de una ma-
nera clara que Valle Inclán nunca
dejó de ser carlista. En 1910, ya es-
crita y publicada s u famosa trilogía de
la tercera guerra, se reúne en Bue-
n o s Aires con un grupo d e carlistas
desterrados, que le tributan un ho-
menaje. Valle Inclán le s diría qu e «e l
único brazo que tengo lo dedico a
manejar
la
pluma
en
defensa
de mis
ideas y, si es necesario, ese brazo lo
pondré a disposición de la Causa
para manejar otras armas si el caso
llega». E se mismo año, e l escritor
gallego s e había presentado, s in éx i -
to, a diputado por Monforte de Le-
mos en las elecciones generales,
dentro
de la
candidatura carlista.
Valle Inclán no conoció personal-
mente a Carlos VII, pero antes de su
muerte había proyectado trasladarse
a Venecia para ofrecer su obra al rey
carlista. El fallecimiento de don Car-
lo s truncó su deseo, pero rápida-
mente se adhirió a su sucesor, don
Jaime de Borbón, con el que le llega-
rían a unir afinidades ideológicas y
políticas importantes. Mientras
Váz-
quez d e Mella y otros políticos dere-
chistas apoyaron en la guerra m un -
dial de 1914 al bando germanófilo,
Valle se puso al lado de don Jaime
proclamando públ icamente s u
apoyo a los aliados, junto a otros car-
listas destacados, como Valbuena,
Marichalar, Melchor Ferrery Lasuén.
Frente a críticos literarios q u e dudan
de la coherente adhesión carlista de
Valle Inclán, María José Alonso
Seoane
nos
señala
que e l
carlismo
siempre estuvo presente durante
toda su vida: visita a doña Berta d e
Rohán, viuda de Carlos VI I, en 1 929 ;
lo s
retratos
de don
Carlos
y de don
Jaime están en la consola de su habi-
tación; y en 1931 acepta la Cruz de la
Legitimidad Proscripta que le otorga
el rey carlista, condecoración que
luce ostensiblemente en plena Re-
pública, para que no quedara duda
alguna de su adscripción política,
cuando un grupo de republicanos le
ofrecen un banquete en su honor.
La autora de la Introducción, d e s -
pués d e tener en cuenta u na serie d e
consideraciones, que las enmarca
en el contexto literario e histórico
español de la época, concluye que
«S e puede contestar afirmativa-
mente al carlismo de Valle Inclán.
Desde luego que fue carlista, en d is-
tinto grado de fervor o adhesión se-
gún sus distintas circunstancias,
unas personales y otras externas,
por razón de la evolución interna del
partido
o
simplemente
por la
situa-
ción mundial».
La época en que escribió la trilogía
«La Guerra Carlista» puede asegu-
rarse que es de un carlismo pleno,
donde glorifica la Causa de la Legiti-
midad, y lo hace con su entusiasmo y
con lo mejor de sus cualidades de
escritor en ese periodo de su vida.
Toda s u obra posterior justifica ese
carlismo literario, militante y popular,
pero de un modo distinto: poniendo
de
manifiesto todo
su
desprecio
y
repulsa hacia
e l
bando contrario,
la
España isabelina, primero, y la alfon-
sina m ás tarde. N o hubo entre los
escritores de la llamada «generación
del 98» otro autor, excepto Valle In -
clán, q u e atacara de una manera tan
frontal, violenta y directa a la socie-
dad española de la Restauración. S u
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EN
ESTE NUMERO
DE
Antonina Rodrigo
Trío Viruta. Original
d e
Vicente Escudero)
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