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LOS ALUMNOS DE 5º AÑO DE LA ESCUELA Nº59

Presentan…

Érase una vez un niño llamado Richard.Él siempre soñaba que cuando fuera grande iba a ir al espacio. Siempre le decía a su mamá que quería ser astronauta, pero su madre, doña Nélida, le explicaba que ya tendría tiempo para eso.

Un día de madrugada, tempranito, empezó a construir un cohete.

Su mamá despertó con estridentes ruidos, parecían ser de martillos, serruchos y otras herramientas.

Asustada corrió al cuarto de su hijo, cuando abrió la puerta empalideció ante un inmenso y extraño aparato.-¿Qué es esto? – preguntó muy asombrada la madre.-Es una maqueta para la escuela, mamá, ¡voy a sacar la mejor nota!

Doña Nélida, orgullosa de su pequeño, lo felicitó y luego de besar su frente, volvió a su habitación a descansar.

Enseguida Richard entró a su nave, encendió las luces, se colocó el casco blanco de la moto de su padre, se sentó ajustándose el cinturón de seguridad y comenzó el despegue.

Tembloroso y ansioso por iniciar su aventura, se aseguró que la claraboya estuviese abierta. Fue entonces cuando presionó un enorme botón rojo con la leyenda “Inicio de vuelo”. Al instante la máquina empezó a vibrar fuertemente despidiendo un intenso humo negro que se confundía con la oscura noche. De pronto atravesó el dormitorio y se dirigió velozmente hacia el espacio.

Unos minutos más tarde aterrizó en un lugar oscuro y extraño. Lentamente, abrió la puerta del cohete y dejando el miedo atrás, con mucha valentía, tocó el suelo.

Caminó tres pasos, miró a su alrededor y logró ver a lo lejos pequeños destellos de luz. Se dirigió hacia ellos, poco a poco se fue dibujando ante sus ojos la silueta de un platillo volador. “No estoy solo”, pensó y aterrado por la idea de que se tratara de monstruos alienígenas, huyó.

Inmediatamente, sintió a su espalda veloces pisadas que parecían querer alcanzarlo.

El corazón de Richard latía descontroladamente y sus piernas temblaban igual que una hoja al viento.

De repente tropezó con una roca y cayó. Trató desesperadamente de levantarse mientras sentía la proximidad de los pasos. Ya era tarde. Enseguida sintió una respiración intensa y algo que lo oprimía: era una especie de ser gelatinoso, pegajoso, que desprendía un olor nauseabundo.

Richard emitió un grito desgarrador a la vez que trataba de librarse con todo su cuerpo del horrendo ataque.

Finalmente un rayo de sol invadió la oscuridad. Fue allí que se dio cuenta que estaba en su habitación.¡Su aventura había sido un sueño!

Sobre su mesa de noche se encontraba su juguete preferido: el querido cohete azul.

LOS AUTORES

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