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La escuela publica de la plazuela del limón

• • “ La chiquillería de la

escuela pública de la plazuela del Limón salió atropelladamente de clase, con algazara de mil demonios ”

Calle de Quiñones

• “Al doblar la esquina de las Comendadoras de Santiago para ir a su casa, que estaba en la calle de Quiñones ”

El Teatro Real

• “Tirarse del paraíso del Real a las butacas en lo mejor de la ópera”

Calle del Amor de Dios

La calle ancha

• “Andaba el abuelo rápidamente por la acera de la calle Ancha, y a cada paso suyo daba Cadalsito tres ...”

Calle de las Huertas

• “Se pusieron ambos en camino, y en una pastelería de la calle de las Huertas, compró Luis dos bollos de a diez céntimos.”

Hospital de la princesa

• “Don Ramón se detuvo bruscamente y giró sobre sí mismo, dirigiéndose hacia la parte alta de la calle, donde está el hospital de la Princesa.”

Calle del Pez

• “Luis se paraba a ver escaparates, y a veces decía a su compañero esto o cosa parecida: «Canelo, mira qué trompetas tan bonitas».”

Calle de la puebla

• “Se sentó en el escalón de una de las tres puertas con rejas que tiene en dicha calle el convento de Don Juan de Alarcón.”

Convento de Don Juan de Alarcón

• “Y lo mismo fue sentarse sobre la fría piedra, que sentirse acometido de un profundo sueño...”

Liceo Jover

• “En el Liceo Jover, ante un público invitado y poco exigente, cantó Saffo y Los Capuletos de Bellini con el tercer acto de Vacai.”

Calle del Acuerdo

• “Llamábase Paquito Ramos y Guillén, y sus padres eran los dueños de la casa de préstamos de la calle del Acuerdo.”

Plazuela Carmen

Cuartel del Conde Duque• “Eran las tres, y el vasto

terraplén comprendido entre el paseo de Areneros y el cuartel de Guardias estaba inundado de sol, y muy concurrido de vecinos que iban allí a desentumecerse. Gran parte de este terreno se veía entonces, y se ve hoy, ocupado por sillares, baldosas, adoquines, restos o preparativos de obras municipales, y entre la cantería, las vecinas suelen poner colgaderos para secar ropa lavada. La parte libre de obstáculos la emplea la tropa para los ejercicios de instrucción.”

Calle del Fúcar

• “Llegué esta mañana en el tren de las ocho, y me metí en una casa de huéspedes de la calle del Fúcar.”

Arrabal de Vélez Málaga

• “Tratábase de una casa ruinosa y sin techo en el peor arrabal de Vélez-Málaga”

Calle de los Reyes

• El anciano había entrado en la calle de los Reyes. Paróse frente a la casa de Cabrera

Plaza de San Marcial

• “Tiró hacia la plaza de San Marcial, y al llegar a los vertederos de la antigua huerta…”

Paseo de Areneros

• “Atormentado por crudelísima duda, Villaamil echó un gran suspiro, y sentándose en el zócalo de la verja del hospital que cae al paseo de Areneros, cogió las manos del niño y le miró fijamente, cual si en sus inocentes ojos quisiera leer la solución del terrible conflicto.”

Calle de Amaniel

• “… para entrar en la calle de Amaniel, ¡pataplum!, cátate a Mendizábal hablando con unas mujeres.”

Calle de Juan de Dios

• “vio que la alegre banda desaparecía por la calle de Juan de Dios. Oyó carcajadas de las desenvueltas muchachas, y juramentos y voquibles de los hombres.”

Muro de las Comendadoras

• “Ese animal me ha conocido y viene tras de mí», pensó Villaamil deslizándose pegado al muro de las Comendadoras.”

Calle de San Hermenegildo

• “Después de meterse por la solitaria calle de San Hermenegildo.”

Vallehermoso

• “que miran a Vallehermoso, y desde allí vio la masa informe del caserío de Madrid con su crestería de torres y cúpulas, y el hormigueo de luces entre la negrura de los edificios...”

Cementerio de la Patriarcal

• Sigamos hacia el cementerio de la Patriarcal, que por allí no habrá ningún importuno que se meta en lo que no le va ni le viene.”

Alfarerías de la Moncloa

«Este sitio me parece bueno, porque iré por aquí abajo, dando vueltas de carnero, y luego, que me busquen... Como no me encuentre algún pastor de cabras.... Bonito sitio, y sobre todo, cómodo, digan lo que quieran.»

Plazuela del Limón

Huyó con increíble ligereza, atravesando la plazuela del Limón, pasó por delante del cuartel,

temeroso de que la guardia le detuviese…

Valle del Manzanares

El Congreso

Se metió por aquella puerta coronada de un techo de cristales. Un portero con casaca le apartó suavemente, para que entrasen unos señorones con gabán de pieles, ante los cuales abría la mampara roja.

Había allí bastante gente, la mayor parte en pie, junto a la puerta, hombres de distintas cataduras, algunos muy mal de ropa, la bufanda enroscada al cuello, con trazas de

pedigüeños; mujeres de velo por la cara, y en la mano enrollado papelito que a instancia

trascendía. Algunos acechaban con airado rostro a los señores entrantes, dispuestos a darles el alto. Otros, de mejor pelo, no pedían más que papeletas para las tribunas, y se iban sin ellas

por haberse acabado.

El Congreso era un sitio donde se hablaba.

(…)

Ello debía de ser una casa grandona como la iglesia, con la mar de bancos, donde se sentaban

para charlar todos a un tiempo.

La castellana

El Retiro

El Ministerio

En la escalera de anchos peldaños desembocaban, como afluentes que engrosan el río

principal, las multitudes que a la misma hora chorreaban de todas las oficinas. Contribuciones y Propiedades descargaban su personal en el piso segundo; descendía la corriente uniéndose luego a la numerosa grey de Secretaría, Tesoro y Aduanas. El humano torrente, haciendo un ruido de mil demonios, de peldaño en peldaño, apenas cabía en la escalera, y mezclábanse los

pisotones con la charla gozosa y chispeante de un día de paga.

Teatro de Jovellanos

Los cocheros de chistera galonada y esclavina charlaban de pescante a pescante, y la hilera llegaba hasta el teatro de Jovellanos.

Calle del Sordo

(...) había filas de personas formando cola, que los del Orden Público vigilaban, cuidando de que no se

enroscase mucho.

Calle de Floridablanca

La calle de Floridablanca estaba invadida de coches, que después de soltar en la puerta a sus dueños se iban situando en fila.

Iglesia de Montserrat

La iglesia estaba muy oscura. Casi a tientas pudo llegar a un banco de los de la nave central, y se hincó junto a él, mirando hacia el altar, alumbrado por una sola luz. Pisadas de algún devoto que entraba o salía y silabeo tenue de rezos eran los únicos rumores que turbaban el silencio, en cuyo seno profundo arrojó el cesante su plegaria melancólica, mezcla

absurda de piedad y burocracia...

Iglesia de las Comendadoras

La iglesia, callada y oscura, estaba que ni de encargo para el misterioso objeto de una cita.

(…)

El Cristo, mucho mayor que la imagen de su Madre, extendíase por el muro arriba, tocando al techo del templete con su corona de abrojos y estirando los brazos a increíble distancia. Abajo, velas, los atributos de la Pasión, exvotos de cera, un cepillo con los bordes de la hendidura mugrientos y el hierro del candado muy roñoso; el paño del altar goteado de cera; la repisa pintada imitando jaspe.

Calle de Alcalá

Puerta del Sol

(…) tomó en dirección de la Puerta del Sol, y antes de llegar a ella entró en la que llamaba botica; es a saber, en la tienda de armas de fuego que hay en el número 3.

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