noviembre 2017 adriana ivette villarreal...
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Pensando en Espiral, La Revista
Adriana Ivette Villarreal Torres
© Noviembre 2017 Adriana Ivette Villarreal Torres
Todos los derechos reservados.
Adriana Ivette Villarreal Torres
bolis@pensandoenespiral.com
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Los artículos son originales de sus autores, reflejan sus ideas, y no son las
opiniones directas de la revista.
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Adriana Ivette Villarreal Torres, Bolisbolis@pensandoenespiral.com
Directora Editorial — Diseño y Fotografía
Carlos García Garibaycgaribay@pensandoenespiral.com
Coeditor — Webmaster y Diseño
Columnistas
Aarón Iván López Álvarezaaronlopez@pensandoenespiral.com
Agustín Torres Paradaagustintorres@pensandoenespiral.com
Angélica María Sánchez Dávilaangiesanchez@pensandoenespiral.com
Daniel Obregón Gonzálezpadredaniel@pensandoenespiral.com
Mónica Isabel Rodríguez Mancillamonicarodriguez@pensandoenespiral.com
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3
Bolieditorial #7: Inspirar vs Provocar ..................................................................... 4
Límites para Ser Felices — José Daniel Obregón .................................................. 7
Luz en el Silencio — Angie Sánchez ............................................................................ 11
Reflexión de Cumpleaños — Carlos Garibay, Dosis ............................................ 13
La Sensación de Crear — Aarón López .................................................................. 16
A Propósito de día de Muertos— Mónica Rodríguez .......................................... 18
Retumbó en su Centro la Tierra — AgusTintas ................................................... 20
Del Suelo por Naturaleza — Mau Rosales ............................................................... 22
Sin Estrenar —Adriana Villarreal, Bolis ............................................................. 23
Para pensar un rato más ............................................................................................ 32
3
He escuchado en algunas
ocasiones cómo las musas inspi-
ran a los poetas, artistas o
creadores a hacer. Y me suena
como un suspiro en el oído que
les dicta la siguiente estrofa,
no solo de la canción, sino de
la Vida.
La inspiración es un soplo
de vida que renueva, que impul-
sa, que produce un comienzo o
ilumina una continuación, po-
ne lucecitas suaves en el cami-
no para decir dónde va el si-
guiente paso, y no perderse.
La inspiración es dulce,
tierna, intensa en color y en
impulso. Invita a caminar, a
bailar un vals mientras se
avanza. Incluso nos hace ce-
rrar los ojos mientras lo hace-
mos, para saborear su luz te-
nue como de velas encendidas
a la luna.
Suspiras mientras la reci-
bes, la dejas entrar de a poqui-
to, es brisa fresca y renovado-
ra.
Y por otro lado está su her-
mana la Ruda... la fuerte, la di-
recta. Esa que no se anda con
florecitas ni miramientos, esa
que no tiene piedad de ti y solo
te da una cachetada guajolote-
ra que te sacude hasta los pe-
los del dedo chiquito del pie iz-
quierdo. Y casi sin darte cuen-
ta, te voltea la cara y el cami-
no con un buen golpe de PA-
SIÓN, para decirte que ya es
hora de que dejes de hacerte
güey. Es esa tormenta eléctrica
que retumba, que estremece,
que habla a gritos para que no
haya forma de que no escuches.
Esa que te habla sin censura,
sin piedad, sin palabras rebus-
cadas y solo te indica: YA ES
HORA. Y te deja sin más reme-
44
dio que avanzar, arreglar,
construir o destruir, despejar,
MOVER.
A veces no sabes ni qué te
golpeó, solo apareciste misterio-
sa y repentinamente con una
cachetada marcada en la ca-
ra y con los pies avanzando
en la dirección establecida
por una decisión de tu corazón
y tu mente. No sabes ni qué se
movió, pero te sabes y sientes
decidido a seguir, a explotar, a
romper lo que “creías” por lo
que ahora “sabes con certeza” que le dará brillo a tu vida, a
tu camino.
Esto es PROVOCAR.
Existen muchos agentes de
Inspiración, otros tantos de
Provocación, y la vida te los
va presentando conforme los
necesites y te dejes.
Si quieres ser un buen alum-
no de la Vida, tienes que estar
dispuesto a abrir tus sentidos
a la brisa suave celeste de la
Inspiración... y también a las
sacudidas rudas y rojas de la
Provocación.
Disfrutar los ojos cerra-
dos de la caricia y el abrir de
los ojos que te puede poner una
de estas explosiones de Vida.
Ambas son la Vida y tu pro-
pio ser dándote las pautas que
buscas para saber para dón-
de sigue el camino.
Pero, Çqué tan atento es-
tás como para escuchar cuan-
do la vida te quiere inspirar y/
o provocar?
En esta edición No. 7 de
Pensando en Espiral la Revis-
ta, que por cierto quedó miste-
riosamente comprimida, com-
partimos partes de la vida que
nos han provocado e inspira-
do. Dejando palabras libres
para que quien las necesite las
tome y haga con ellas una vida
más genial, disfrutable y colori-
da.
Hay letras sobre la pacien-
cia, la vida y la muerte, los si-
lencios y algarabías que pue-
55
den provocar las tormentas,
la libertad, la responsabili-
dad, la deseabilidad social en
algunas de sus manifestaciones
y cómo a veces cumplir años
puede resultar revelador ante
el valor de tu propio ser.
Espero la disfrutes, la sabo-
rees, que te dejes Inspirar y
Provocar por tus propios pen-
samientos que se muevan a ra-
íz de estas letras... lo que sea
necesario para que tu camino
hoy sea más genial.
66
Hace unos días tuve la
oportunidad de ir a la playa y
disfrutar de la creación mara-
villosa de la Vida, y allí, mien-
tras agradecía, vi como en mu-
chos lugares es muy común avi-
sos de zonas restringidas. Eso
no extraña a nadie, vemos
muy frecuentemente banderas
rojas o letreros de “prohibido
el paso”, “solo personal autori-
zado”, “peligro alto voltaje”, límites de velocidad, asientos
asignados para personas espe-
ciales en los autobuses, etc. Son
señalamientos que nos ayudan
a ser ordenados y otros nos
ayudan además a no poner en
peligro nuestra integridad o in-
cluso nuestra vida.
Esto último es lo que llamó
mi atención estando en la pla-
ya al ver en un muelle que no
funcionaba ese señalamiento
que dice: “peligro no pase”. Cual-
quiera en su sano juicio al ver
el estado del muelle comprende
aquel aviso e incluso lo agrade-
ce, pero no, no siempre es así,
porque ya casi no nos sorpren-
de que a pesar de aquella infor-
mación colgada sobre la made-
ra vieja y podrida de esa es-
tructura había tal cantidad
de personas subiendo para po-
der lanzarse al agua y aven-
tarse en la playa con singular
alegría. No obstante que va-
rias veces un guardia cercano
les llamó la atención, eso más
bien agregaba diversión al
asunto, puesto que antes de la
zambullida, el clavadista ha-
cía una seña al guardia para
burlarse ante la algarabía y
el aplauso general de la concu-
rrencia.
Toda aquella gente estaba
más centrada en la diversión
que en la integridad de su vida,
77
la mayoría de las personas sa-
bemos ver nuestros límites y sa-
bemos que son necesarios para
vivir, pero es necesario educar-
nos para respetarlos, porque
los límites nos protegen.
En la ciudad de Nueva
york se yergue majestuosa la es-
tatua de la libertad, imponen-
te icono de los estadouniden-
ses, pero frente a la estatua de
la libertad, debe erigirse la es-
tatua de la responsabilidad.
Una libertad sin responsa-
bilidad no es y nunca será una
verdadera libertad, dicho de
otra manera la irresponsabili-
dad corrompe la libertad has-
ta aniquilarla. No podemos pre-
tender ir por la vida sin lími-
tes haciendo lo que nos viene
en gana, si de verdad quere-
mos ser libres es necesario res-
petar los límites que nos pone
la sociedad en las leyes por
ejemplo, la constitución, el re-
glamento de tránsito, los códi-
go de ética y conducta en las
empresas e instituciones, etc.
Cuando nosotros fuimos ni-
ños todo giraba en torno a
nuestras necesidades, como si
nosotros fuéramos la ley, si el
niño tiene hambre, si el niño
tiene sueño, si el niño quiere ju-
gar, independientemente de la
hora, del lugar, de las condicio-
nes, todos obedecemos a las ne-
cesidades del niño. Pero hay un
momento en la vida en el que el
sano desarrollo psicológico de
los niños los obliga a aprender
que hay una ley fuera de ellos,
necesitan saber que ellos viven
en una sociedad con reglas, y
que es preciso cumplirlas, por-
que de lo contrario habrá que
asumir las consecuencias.
La mayoría de las perso-
nas nos sentimos libres de to-
mar decisiones, pero nunca se-
remos libres de las consecuen-
cias de esos actos. Y eso es algo
que los padres de familia nece-
sitan saber, que cuando edu-
can a los hijos en el respeto a
los límites eso es mejor para su
correcta formación humana y
espiritual, cuando el hijo
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aprende a respetar la ley se
hace una persona respetable,
una persona con la que se pue-
de convivir.
Un niño “mayorcito” que
no sabe respetar tiempos, luga-
res, condiciones, se hace un
adolescente, joven y adulto
arrogante, una persona que
siempre hace lo que quiere, po-
ne sus propias reglas o peor
aún, él es su propia ley, se con-
vierte en una persona con la
que se hace imposible la convi-
vencia.
Me doy cuenta que existen
padres de familia y educado-
res que en aras de “llevar la
fiesta en paz” no señalan los
límites a sus hijos, sin darse
cuenta que les están haciendo
un gran daño, con tal de que el
hijo o el alumno les considere
“su amigo”, le permiten hacer
como él quiera y ésta es la pe-
or educación.
Entendamos bien qué son
los límites. La vocación por
ejemplo; yo como sacerdote,
tengo un alcance claro y defini-
do, pero por mi vocación no
tengo “todo” permitido, y qué
bien que sea así, porque eso me
da la libertad de moverme res-
ponsablemente en todas las
áreas de lo que soy. Los que tie-
nen la vocación al matrimo-
nio, debe tener claridad en sus
límites y desde ahí ser muy feli-
ces, porque fue “su” elección. La
identidad, los mandamientos,
la constitución política de los
países, etc. Todos los límites
nos protegen.
Los límites son como los mu-
ros de contención en una ca-
rretera, Çpara qué sirven? Cla-
ro, para no salirnos del cami-
no, y mientras yo sepa respe-
tar ese muro de contención me
sentiré seguro, y llegaré bien y
feliz a mi destino. Pero si no los
respeto y me salgo del camino,
nadie sabe a dónde voy a lle-
gar, pero de que no llego… no
llego.
99
La libertad no es hacer lo
que quiero, sino la facultad de
hacer lo que necesito hacer pa-
ra mi bien. Hace un momento
decía que podemos sentirnos li-
bres de hacer lo que queremos,
pero nunca seremos libres de
las consecuencias de nuestras
decisiones, es decir, que si no
fui responsable en el uso de mi
libertad, debo responder, nece-
sito dar cuenta de esas decisio-
nes.
Por lo tanto, amigos, pa-
dres y formadores, no tenga-
mos miedo en establecer límites
a nuestros hijos, sepamos ha-
cerlo, que ellos comprendan
que hay una ley, que hay un có-
digo de conducta, que hay un
muro de contención en este ca-
mino misterioso de la vida, y
que es vital respetarlo, enten-
derlo, asumirlo, transmitirlo a
los demás, para ir caminando
seguros por esta vida.
Ánimo, vivamos nuestra li-
bertad respetando nuestros lí-
mites para ser felices, que este
es el plan de la Vida para nues-
tro camino.
1010
Salí de mi trabajo después
de dos semanas de estar prác-
ticamente encerrada en mi
propia realidad. Solo existía
mi mundo, el estrés y la respon-
sabilidad de cumplir con los de-
más. De forma ininterrumpida
pasaron los días y noches. Ser-
vir al prójimo, sentirme útil y
con la responsabilidad de
atender hasta la mínima nece-
sidad, sí, del otro. De las mías,
nada. “Qué mal”, eso dije des-
pués de que me dieron salida,
la urgencia era seguir sin des-
fallecer, con el espíritu en alto.
“Nada nos puede vencer”, pen-
só cada uno de los que traba-
jamos en el mismo lugar y en di-
ferentes áreas.
No tenía ni idea de lo que
estaba pasando afuera, o me-
jor dicho no quería saberlo,
porque la magnitud del desas-
tre se escuchaba en el viento.
De regreso a casa, pude darme
cuenta, las calles por las que
caminé, vacías, pero no de gen-
te, si no de bullicio.
Entré al metro y ya den-
tro, en el vagón, el escandaloso
silencio me sorprendió, en los
rostros de los viajeros estaba
dibujado el miedo, en cada mi-
rada perdida sin rumbo certe-
ro un par de ojeras les soste-
nían, nadie se miraba entre sí,
cada uno tenía su propia di-
rección sin darse cuenta de
ello.
Verdaderamente el ambien-
te era insólito, y como mencio-
né antes, el silencio congeló a
todos los viajeros, y con los
sentidos alerta o perdidos, to-
dos éramos como inexistentes,
hasta que alguien se atrevió a
sacarnos de ese momento, con
carcajadas irreverentes pa-
ra la ocasión. Fue como un gol-
1111
pe certero, sin permiso, sin pen-
sarlo. Y sí, no podía haberlo he-
cho nadie más que un niño, con
simpleza, sin atender al pesa-
do ambiente. Después de eso nos
percatamos de que había más
pasajeros en el mismo viaje,
volteando a verse unos a
otros, o mirando al menor ro-
barnos una apenas percepti-
ble sonrisa. A partir de esa
carcajada suelta en el aire sin
permiso, todo se iluminó, las
personas al interior del vagón,
dejaron de ser solo sombras.
No cabe duda, como siem-
pre, la sonrisa, inocencia y pu-
reza de un niño es el mejor an-
tídoto y salvavidas en medio
de la adversidad. Seguí mi ca-
mino, pero ahora con el cora-
zón arropado de puro amor
que hermana sin distinción de
ninguna índole.
Sin más, lo que verdadera-
mente importa es volver a la
esencia de la simpleza humana,
justo ahora, en momentos de
hermandad ante las dificulta-
des en Ciudad de México.
Estoy sembrando historias
para compartir pronto, aún
estoy trabajando tomando
fuerzas nuevamente para vol-
ver a ustedes con más de mí y
sembrar en tierra fértil.
¡Gracias por leerme!
1212
Hace unas semanas fue mi
cumpleaños. Por lo menos hará
unas semanas en el momento
en que leas esto. Cuando lo es-
toy escribiendo puedo decir
que aún es reciente. No soy mu-
cho de festejar una vuelta más
al sol, aunque amo sentir las
manifestaciones de cariño de
las personas que sé que me quie-
ren bien. El saludo, el abrazo y
las buenas intenciones. Una
sonrisa. Que me pregunten con
interés. Con eso basta para
mí. Con eso tengo para estar
contento.
Más que al festejo, esta fe-
cha me mueve a la reflexión. Y
cada vez es distinto, supongo
que así ocurre conforme pasan
los años.
No hablaré sobre el senti-
miento de juventud o vejez, eso
es harina de otro costal y creo
que tengo mi sentir en su lugar
con respecto a eso. Me gustan
mis canas. Hay cosas que en los
últimos dos años he vivido que
ya quisiera haber experimenta-
do de más joven, aunque lo cier-
to es que las cosas llegan y pa-
san en el momento justo y pen-
sar que lo mejor está por venir
es alentador.
Hablaré de cambios que he
sentido y que no puedo ni debo
pasar por alto con el pretexto
ingenuo y cursi de que hay que
sentirse y saberse joven. Pam-
plinas. En los años que trabajé
en el Instituto Jalisciense del
Adulto Mayor tuve suficiente de
escuchar esas cosas que habla-
ban los activistas de la mate-
ria. Demasiada corrección polí-
tica de la que incluso evade pa-
labras como 'anciano' o 'vie-
1313
jo'. Sin ánimo de debate ni polé-
mica, comparto que hay que te-
ner la mejor actitud, pero no
aceptar ciertas realidades me
parece iluso e irresponsable.
Acabo de cumplir 44 años y
mi vista ya no es la misma, uso
lentes desde los 15 años, nunca
he visto bien de lejos y no sé si
mi vista ha empeorado o mejo-
rado pero es innegable que ha
cambiado, ya no necesito mis
lentes para escribir o leer,
tampoco para mirar mi celu-
lar y cuando de pronto tengo
ante la cara algo cerca, me
molesta la vista. No puedo pres-
cindir de ellos para manejar
un automóvil ni para usar la
computadora que, de hecho, es
con lo que me gano la vida.
El año pasado me encon-
tré con la desagradable sor-
presa de que ya no puedo jugar
basquet sin usar lentes so pena
de no ver el balón, no distin-
guir a los compañeros y no ver
el aro al que se supone debo en-
cestar. Y hablando de basquet,
mis amigos y compañeros con
los que tengo 25 años jugando
se quejan de que ya no corren
igual, se cansan más rápido,
algunos arrastran viejas lesio-
nes y otros comparten conmi-
go defectos visuales.
A mí no me gusta que nos
quejemos, en realidad quiero
que nos divirtamos y que siga-
mos pensando que podemos ha-
cer las cosas bien, con la expe-
riencia que tenemos frente a la
juventud de los rivales. Ya no
puedo hacer mi programa noc-
turno de radio sin necesitar
de una buena siesta antes y
otra después.
He tenido que aceptar que
si quiero sentirme bien debo so-
meterme a una rutina de ejerci-
cio, es el medio natural y salu-
dable para mantener el cuer-
po bien y dicen que donde hay
un cuerpo sano hay una mente
sana. En mi caso tal vez lo di-
ga de un modo en el que parece
que me refiero a un tratamien-
to especial porque, aunque hice
mucho ejercicio hace años,
también he engrosado las filas
1414
del sedentarismo, de manera
que he requerido de una buena
dosis de voluntad.
No hablaré hoy sobre el có-
mo es la vida de un gordo en un
mundo “crosfitero” —veo a la
gente en las cintas corredoras
del gimnasio y no puedo evitar
pensar en un hámster— pero
sé que no está bien descuidar-
se, por mil y un motivos de sa-
lud que resultaría redundante
mencionar aquí. Solo sé que
amo comer.
Si hay algo que disfruto es
una buena comida y por buena
comida me refiero a la que ha-
ce sonreír al paladar, a la que
alegra al espíritu, la que se pue-
de compartir y que muchas ve-
ces consiste en algo grasoso y
sabroso. Hoy he tenido que en-
frentarme a la realidad de
que si quiero seguir disfrutando
por más años de esa clase de
cosas, me tengo que moderar.
Lo cierto es que odio comer
solamente comida 'saludable' y
aquí quiero hacer énfasis en
'solamente', ya que estoy cons-
ciente de que debo balancear
mis comidas y más aún hoy que
no tengo que hacerlo forzado
por alguna condición médica.
Pero de eso a única y exclusiva-
mente comer cosas de las que
son aceptadas por los nutriólo-
gos me parece antinatural,
por lo menos para la salud
mental. Si quiero lograr eso,
tendré que correr, correr y co-
rrer.
No estoy viejo, tampoco jo-
ven. La edad que tengo es lo que
es y me siento bien con ello. Y si
quiero seguir sintiéndome bien
con ello he de estar consciente
de la realidad y del trabajo
que debo hacer para conseguir
estar bien mucho tiempo más.
1515
El problema de escribir es
que se supone que lo que se escri-
be nadie más podría escribir-
lo, además de ese creador. A mí
nadie me enseñó a escribir, na-
die me enseñó a crear. Y me re-
fiero más bien a eso último, a
crear, porque durante toda mi
"formación" escolar se me ha
exigido escribir ensayos, resú-
menes, hasta un par de tesis.
Sin embargo, en ningún mo-
mento de toda esa trayectoria
he tenido la sensación de estar
creando algo. No sé si tiene que
ver con el hecho de que todo
eso que se escribe es por mera
obligación, por tener que entre-
gar esto, lo otro, la tarea, la
tesis, el artículo para la revis-
ta, etc. Y mentiría si dijera
que no he disfrutado dichos
procesos, es sólo que nunca he
tenido la sensación de estar
creando algo que nadie más pu-
diera escribir.
Una copia de todo lo de-
más.
Además, está el problema
de querer escribir para una
gran masa, de ser accesible a
los demás, de ser popular, de
querer ser leído. Tener que es-
cribir para complacer a los de-
más. Temas interesantes pero
al mismo tiempo digeribles por-
que, si eres extenso, o usas tec-
nicismos, o eres muy rebusca-
do, o muy yo-que-sé, ya no eres
interesante para el público.
Pienso: "no quiero que me
lean personas con las que no
quiero tratar, es decir, no me
interesa escribir para perso-
nas que no están interesadas
en leerme". Eso alivia en gran
parte la tensión y el estrés, y le
agrega cierto gusto al escribir.
1616
Escribir por escribir, no para
agradar.
Pero luego pasa que leo lo
que escribo y no me gusta. Sien-
to que lo escrito no expresa lo
que yo quería decir o lo que pen-
saba que estaba diciendo en el
momento en que lo escribía. Y
justo eso me hace pensar que si
el mensaje que estoy intentan-
do transmitir, muchas veces
no es claro para mí mismo des-
pués de haberlo escrito, ¿cómo
puede serlo para alguien más?
A final de cuentas, se tra-
ta de transmitir un mensaje,
de buscar nuevas formas de ex-
presarse, de reflexionar y cues-
tionarse, de dejar de lado los
mismos temas, las mismas ten-
dencias. Y desligarse de eso que
se escribió, ya que cómo leí algu-
na vez: "cuando acabas de le-
er algo, el autor ya no es más
dueño de ese libro, o de ese es-
crito". Ahora le pertenece al
lector y esa persona hará con
eso que leyó lo que quiera. Lo in-
terpretará a su manera y le
dará el significado que sus re-
cursos le permitan. "La escritu-
ra tendrá que sostenerse por
sí misma y no por el autor".
Yo por lo pronto seguiré es-
cribiendo, intentando crear,
guste o no.
1717
Si de algo estamos seguros
en esta vida, es de la muerte,
ella es la única garantía con
la que contamos al nacer, y al
mismo tiempo es algo que no po-
demos experimentar, es decir,
no podemos decir “estoy muer-
to”. Por tal motivo, no tenemos
una representación de lo que es
la muerte así como tenemos
una representación de lo que es
un cuerpo o de lo que es la vida;
nada sabemos de aquella.
Sin embargo, para el ser
humano el asunto de la muerte
ha sido un tema de suma impor-
tancia a lo largo de la histo-
ria, nos hemos contado leyen-
das, mitos y canciones de lo
que imaginamos que podría ser
ese paso al más allá.
Para muchos, la muerte es
la única opción para termi-
nar con su sufrimiento físico o
emocional, muchos otros le te-
men tanto que huyen de cada
situación de peligro porque no
vaya a ser y otros tantos, al
contrario, juegan con ella al
desafiarla a través de activi-
dades deportivas o “recreati-
vas” que implican un gran ries-
go para la salud o la vida.
También es difícil hablar
de la muerte, porque no sabe-
mos qué es y entonces hasta su-
persticiosos nos volvemos con
el solo hecho de mencionarla.
Nos hemos reído de ella en
los chistes, la hemos vestido de
colores para volverla alegre y
hasta glamurosa, le hemos ofre-
cido dinero, manjares y ritua-
les para… ¡no lo sé!
Lo cierto es que antes de
que llegue la muerte, tenemos la
vida. La vida con su abanico
1818
de posibilidades inimaginables
para unos, posibles para
otros.
La vida no es la muerte, es
lo contrario, es el movimiento,
el crecimiento, la evolución, el
cambio, el desarrollo, la trans-
formación, la creación, la pro-
ducción, en sus infinitas posibi-
lidades.
También creo que se puede
vivir como muerto, paralizado
ante las circunstancias, sin to-
mar una decisión, sin arries-
gar nada, sin producir nada,
sin crear nada, permanecien-
do en el mismo lugar, haciendo
poco o nada. Considero que
una vida así, es una vida som-
bría, triste, desesperanzado-
ra, como si efectivamente no
hubiera nada más.
En este mes de noviembre,
recordemos a nuestros seres
queridos que han dejado esta
vida y propongo que miremos a
nuestro alrededor para recor-
dar que afortunadamente se-
guimos vivos, lo que significa
que todavía tenemos oportuni-
dad para crecer, cambiar,
crear, amar, jugar y más.
1919
Siempre me sentido muy or-
gulloso de mi país por muchas
razones: Por su comida, por su
música, por sus fiestas, por sus
raíces, porque aquí el que quie-
re y trabaja sale adelante,
porque a pesar de que siempre
estamos en crisis siempre en-
contramos la manera de se-
guir avanzando, y como lo dice
Rocky: De eso se trata la vida,
de aguantar los golpes y seguir
adelante, porque así es como se
gana y en eso los mexicanos
nos pintamos solitos. Porque lo
que nos mueve para bien o pa-
ra mal son los retos.
Somos uno de los países
con más asociaciones civiles
per cápita del mundo. En un bo-
nito ideal no debería haber ne-
cesidad de esto porque el esta-
do debería de cubrir las funcio-
nes y tareas que las organiza-
ciones civiles normalmente rea-
lizan. Pero lo que me emociona
es que es no nos quedamos con
los brazos cruzados. Aun así
falta mucho.
Y tal como lo dice nuestro
Himno Nacional, “que retiemble
en su centro la tierra” y así, el
19 de septiembre esa sacudida
rompió el cascarón que tenía-
mos y sacó ese soldado resca-
tista o voluntario que en cada
hijo a México le dio, sacó lo me-
jor de nosotros y por fin el in-
genio que nos caracteriza pa-
ra reírnos de nuestras trage-
dias se enfocó en buscar cómo
poder ayudar, cada quien des-
de su trinchera, poniendo lo
mejor de cada uno al servicio
de los demás. Nos dimos cuenta
que nada nos impide ayudar,
que no hace falta dinero que
no importa la condición, ni el
género, ni la edad, ni la profe-
sión. Que por más pequeña que
2020
sea la ayuda todo suma y que
juntos somos una fuerza que
nada detiene, que nos podemos
unir para exigir al gobierno
que se porte a la altura de sus
gobernados y que si cada pue-
blo tiene el gobierno que se me-
rece ya nos dimos cuenta de lo
que merecemos y de lo que pode-
mos hacer JUNTOS.
Ya supimos por qué hay
gente que se pone una nariz ro-
ja y va a los hospitales, por
qué hay gente que viaja horas
para llevar agua y educación
a comunidades muy lejanas,
por qué hay personas que ha-
cen lonches y los llevan a las
familias de los hospitalizados,
por qué hay personas que se le-
vantan temprano el único día
que tienen para descansar y
van sembrar árboles, por qué
hay quien rescata animales.
Y es que ya nos dimos cuen-
ta de que esa sensación de feli-
cidad tan especial que tenemos
cuando procuramos el bienes-
tar de alguien más y que ayu-
dar es muy fácil, que siempre
hay alguien que necesita de no-
sotros y que el primer benefi-
ciado en hacer algo por al-
guien más es quien lo hace.
Que esta sinergia siga, que
no pare. Inculquemos en nues-
tros niños que todos estamos
llamados para hacer algo y
que así como seguimos y apoya-
mos a un equipo deportivo to-
dos podemos tener una causa
social que apoyar. Busquemos
lo que podemos hacer por mejo-
rar nuestro entorno y el de los
demás, comprometámonos con
nuestra felicidad.
En suma: ponte a hacer lo
que te gusta y ponlo al servicio
de los demás. Así se lo aprendí
a mi Amigo Andrés (que tam-
bién es columnista de esta re-
vista).
2121
Las hojas no caen, llegan
a destino. Alguien puso oportu-
namente un suelo allí, ellas lo
saben. No lo evitarían. ÇPor
qué lo harías en su lugar? ÇTie-
nes un presente mejor?
Las hojas son muchas y las
que deben ser. También son de-
coradoras de exteriores. ÇTie-
nes cámara? La del celular es-
tará bien. No busques, encon-
trarás el momento adecuado.
Déjate ayudar por algo de cie-
lo... el agua recibe caricias ver-
des muy cerca de ti. Elige o
acepta... noche o día.
TUS hojas se moverán, pe-
r o e l v i e n t o p a r e c e
responsable. ÇNo lo has visto
hacerlo? Ahora mira desde la
pantalla y toca. Ya pasó lo
más difícil y ahora es el turno
del ser humano.
ÇTe atreves a llegar al sue-
lo? Entonces quítate eso de los
pies... y camina. Las hojas te
sostendrán mientras escuchas
sus voces.
2222
De cumpleaños me autore-
galé un iPod al que le traía ga-
nas hace ya un buen tiempo.
Desde hace rato que estaba
juntando dinero para com-
prarlo, y por una u otra cosa,
nomás se daba a desear. Era
repetitiva la conducta de en-
trar a la página de Apple, su-
birlo al carrito, escribirle el
grabado (porque claro, no po-
día ser uno genérico, tenía que
ser uno “Boliseado”), y ya cuan-
do llegaba al botón de “Hacer
el pedido ya”, solo dejaba la
página abierta, mientras en
otras ventanas de la pantalla
me ponía a trabajar para po-
der cobrar y lograr la meta.
Podría haberlo comprado
a meses sin intereses en alguna
otra tienda, y así no esperar
más, pero yo lo quería graba-
do, así que aquí aplicaba aque-
llo de que “lo bueno cuesta”.
Cuando al fin decidí (y mi car-
tera también) que era el mo-
mento del autoregalo, me da-
ban nervios... tal vez puedas de-
cir que por qué me daban ner-
vios comprar algo que quería
desde hace mucho. Pues son de
esos nervios que dan antes de
lograr algo que hace tiempo es-
tabas planeando, deseando y
trabajando en ello. Esos ner-
viecillos que dan antes de dar-
le “enviar” a ese mensaje ro-
mántico que traes atorado des-
de hace días (o meses). Como le-
vantar los brazos cuando ya
te falta el último metro del ma-
ratón.
Entré a la página, seleccio-
né el aparato indicado, y
¡oooooh sorpresa! ¡Había baja-
do de precio! Entonces sentí
que la Vida se unía al festejo
del bolicumpleaños y hacía su
respectiva aportación.
2323
Le escribí el grabado, lo su-
bí al carrito, método de pago,
y ya en la última pantalla de-
cía: Fecha probable de entre-
ga: 2 semanas. Aquí mi poca pa-
ciencia se vio atacada, ya que
está acostumbrada a los en-
víos rápidos.
Entonces llegó la primer
tentación: ni modo, sin graba-
do, lo voy a ir a comprar a
cualquier otra tienda y así me-
ro me lo traigo. çYaaaaa lo
quiero en mis manos! Sin em-
bargo, respiré hondo y pensé
bien: ÇPor evitar dos semanas
de espera voy a comprar algo
que no es exactamente lo que
quiero? ÇVoy a vivir más de 10
años (que es lo que tiene mi apa-
rato anterior y sigue funcio-
nando) con algo semi-perfecto
solo por no haber querido espe-
rar DOS semanas de cocción?
Vi de frente a mi impaciencia,
que en realidad me estaba dan-
do la espalda porque ya iba co-
rriendo a subirse al carro pa-
ra ir de compras, y le dije: “No,
voy a esperar, ya esperé mu-
cho, trabajé mucho, entonces
quiero los frutos perfectos”.
Mi impaciencia puso una
mueca y se sentó frente a la te-
levisión a esperar. Vi que me mi-
raba de vez en cuando con ca-
ra de: “ándale, vamos, ya, lo
d e s e a s , l o b o l i n e c e s i-
tasssssss…” Unas veces con ges-
to de “pobre de mí”, otras con
cara de tentación irresisti-
ble... pero logré ignorarla. Y
terminé mi pedido. 2 de octu-
bre era la fecha de entrega.
Mientras llegaba tenía que
distraerme en algo, así que me
puse a buscar fundas, ya que
una inversión de este tipo en
mis manos, tiene que estar muy
bien protegida. Claro que para
este momento, ya había más de
10 fundas en mi carrito de
compras de Amazon, pero no
las había comprado porque
aún no era nada seguro la com-
pra del aparato, así que de
qué me serviría estar “prepa-
2424
rada” con la protección si no
tenía el algo a qué proteger.
Pero ya era el momento,
así que me puse a pasear por
todas las posibles opciones, y
después de buscar unos dos o
tres días, encontré el perfecto:
Anticaídas, antipolvo e imper-
meable. Lo pedí y llegaría más
o menos en la misma fecha del
iPod, así que todo estaba fría-
mente calculado.
Pero, una semana antes
del 2 de octubre me llegó un
mensaje a mi teléfono: “Hoy es
el día. Los productos de la or-
den W837465738 deben de ser en-
tregados hoy”. En ese momento
mi impaciencia (que andaba
brincando en el jardín) abrió
graaaaandes los ojos y se pa-
ró en la puerta de la casa, a
hacer lo que peor le sale: espe-
rar.
Aquí pensé: la Vida me da
una aportación más al regalo
de bolicumpleaños. Y sonreí.
Ese día hubo tormentas
por toda la ciudad, pero mi im-
paciencia (en la puerta aún)
solo podía pensar en la pelícu-
la de “Naufrago” en donde que-
daba claro que no importaba
nada, el paquete llega cuando
dice que va a llegar. Y eso era
HOY.
Pasó la mañana, el medio-
día, la temprana tarde, la me-
dia tarde... despuecito de la me-
dia tarde... las 7, 7:10, 7:17,
7:22, 7:26 (porque conforme se
va pasando el día, se divide en
pedacitos más pequeños de
cuando ya puede llegar)... y así
hasta que llegaron las 10:20 pm
y supuso que ya no era hora de
que los repartidores anduvie-
ran en la calle. Así que su boca
se estiró hacia abajo, se dio la
media vuelta, y se volvió a sen-
tar frente al televisor. Yo solo
la observaba, tratando de
convencerla que el paquete lle-
garía cuando tuviera que lle-
gar. Aunque la verdad, no esta-
ba muy convencida de eso, y
2525
por dentro también tenía una
cara larga.
Al día siguiente en la maña-
na, en cuanto dieron las 8:01
am (para que no notaran que
estaba desesperada esperé un
poco después de que abrieran)
llamé, y me dijeron que estaba
programada la entrega para
hoy, que no sabían qué había
pasado ayer, pero que hoy lle-
gaba. Mi impaciencia no les
creyó, y por más que traté de
darle ánimos, estaba ahí sen-
tadilla en una mecedora, con
gesto de incredulidad. Y sé que
en algunos puntos del día me ve-
ía con cara de: “yo te dije que
fuéramos a la tienda a com-
prarla, pero aaaaah no, que-
rías unas letrillas grabadas
atrás. Esto te ganas por ser
tan exigente y precisa con tus
peticiones”.
Le dije: tú piensa que va a
llegar al final del día, para
que no te desesperes. Pero cla-
ro, solo me ignoró y siguió ob-
servando un punto negro que
tenía la pared blanca de la sa-
la.
Tenía pendientes que ha-
cer, algunas vueltas que me ha-
rían salir de la casa, pero cla-
ro, no era opción, porque te-
nía que esperar el paquete que
muy seguramente llegaría en el
momento en el que pusiera una
llanta en la avenida. Así que es-
peramos...
Y esperamos...
Y esperamos...
Casi casi una eternidad...
Hasta que a las 8:45am de-
cidimos que era momento de ir
a comprar un pan, para ver si
así nos olvidábamos de la pe-
na de esperar. Ya era demasia-
do tiempo.
Fuimos en menos de una na-
da de tiempo, regresamos, rápi-
damente nuestra mirada se en-
focó en la puerta para ver que
no hubiera un pegote en el que
dijera que ya habían pasado
a dejar la entrega y no había
2626
nadie en casa. Pero no había
nada. çFiuuuuuu!
Ahora vamos a adentro a
comer pan y esperar.
Allí estábamos, sentadas
comiendo pan. De pronto, el sa-
bor de la piña cobijada en ho-
jaldre recién horneada nos
distrajo, nos comenzó a sedu-
cir con su olor, con su color,
con su sabor... hasta logró ha-
cer que cerráramos los ojos
porque no queríamos que la vis-
ta nos distrajera de aquel sa-
bor... aquel exquisito, deleitan-
te, suave y hogareño sabor...
nos cautivaba con cada mor-
dida que le dábamos... era co-
mo un éxtasis.
Al terminarnos el pan, op-
tamos por ir a darnos un ba-
ño, total, si llegaba el mensaje-
ro, pues ni modo, no tocaba
que le abriéramos la puerta.
Y justo cuando estábamos
subiendo las escaleras rumbo a
la regadera: çDing dong! (bue-
n o , l a v e r d a d f u e u n
TTTRRRRRRRRRRR terrible de
esos que hacen los timbres que
vienen con las casas, pero el
“Ding dong” era más poético).
Era UPS con nuestro paquete
çççYUJUUU!!!
Sonreímos, lo tomamos y
entramos a la casa casi brin-
cando. Pero ya habíamos visto
que era hora de bañarse, en-
tonces decidimos que lo mejor
era esperar para más tarde
abrirlo con todo el cuidado y
respeto que merecía. Aunque mi
paciencia no estaba como que
muy de acuerdo, decidimos ha-
cerlo así para saborear más
el momento de encontrarnos
con el autoregalo.
Hicimos todos nuestros pen-
dientes del día, y cuando llegó
la hora de abrirlo, me di cuen-
ta que... cómo iba a comenzar
a usarlo... ¡si no había llegado
el protector! Y eso en mis ma-
nos, sin ningún cuidado entre
él y yo, era peligroso para él.
Así que solo lo abrí para cercio-
rarme de que sí era, que tenía
2727
su respectivo grabado y que ve-
nía completo. Y claro... sentirlo
un poco aunque sea.
Lo observé detenidamente,
le quité su película protectora
y luego fui a ver el grabado. Ahí
estaba... reluciente... perfecto...
tal cual lo había estado pen-
sando cuando todos los días
trabajaba algo a su salud...
creo que yo hasta estaba ba-
beando.
Entonces lo metí en la ca-
ja, y le dije: vamos a esperar a
que llegue tu protector. Aquí es
donde te imaginas la mirada
que me echó mi paciencia mien-
tras se quedaba en silencio, pe-
ro ni modo, no quería quebrar-
lo, ensuciarlo ni matarlo antes
de disfrutarlo... mis manos no
estaban listas para sostenerlo
como se necesitaba. Era muy
fácil dañarlo.
Ya en la noche, antes de
acostarme a dormir, mi impa-
ciencia fue y lo sacó de nuevo
de la caja, solo para “verlo
una vez más” y poder esperar.
Estaba sentada en el piso, mi-
rándolo feliz, y no pasaron ni
10 segundos cuando ¡suelo! y no
una simple caída... se cayó so-
bre una mancha de quien-sa-
be-qué, así que no solo se gol-
peó, sino que se embarró de
atrás, precisamente en el gra-
bado.
Mi impaciencia me vio de
reojo, esperando que no la hu-
biera visto... yo solo la veía fi-
jamente y supongo que con un
gesto bastante intenso... tomó
el iPod, lo medio limpió como pu-
do, lo volvió a meter en la caji-
ta, y se metió bajo la sábana
a dormir. Viéndome con la ca-
beza agachada. Sé que se sin-
tió mal, pero no podía ser dife-
rente... ya sabía qué podía su-
ceder, entonces para qué lo ha-
ce.
Esa noche no quise ni vol-
tear a verla, estaba molesta,
por qué si sabía que podía da-
ñarlo, que no estaba ni ella
preparada para agarrarlo ni
él para protegerse... por qué a
2828
pesar de eso lo hizo... pero bue-
no.
A la mañana siguiente,
cuando desperté, ella ya esta-
ba brincando en la cama... co-
mo cuando tiene una nueva
idea que ya quiere escupir y ha-
cer. La vi, molesta aún, con mi
ceño fruncido... y ella como sin
nada: çVAMOS A COMPRARLE UN
PROTECTOR TEMPORAL! Uno
así, barato, al menos para
traerlo aquí en la casa, y ya
después cuando llegue el bueno,
lo podremos sacar a pasear,
pero por lo pronto... çYA QUIE-
RO JUGAR CON ÉL AL MENOS
AQUÍ!
Pasaron 2 días de sus brin-
cos y piquetes de hombro hasta
que me convenció de meter la
caja en una bolsa, luego ésta
en otra y así sucesivamente,
hasta que quedara suficiente-
mente cubierto para poder sa-
carlo a la calle a buscarle un
protector temporal.
Los únicos que había medio
le quedaban, y estaban igual
de precio que el bueno que ya es-
taba en camino. Entonces no
tenían ninguna característi-
ca como para que los compra-
ra. Así que nos regresamos a
casa sin protector, pero al me-
nos mi impaciencia ya había
dejado de brincar con esa es-
túpida sonrisa que a veces le
dan las ideas nuevas. Y nos de-
dicamos a esperar.
El protector sigue en cami-
no, faltan entre 2 y 10 días há-
biles para que llegue a Monte-
rrey y pueda ir por él.
Pero esta relación entre
mi iPod, las aportaciones de la
vida al bolicumpleaños, mi im-
paciencia y yo, me hizo pensar
en cómo a veces las ganas de
correr por algo que quiero ya,
me puede llevar a destrozarlo,
lastimarlo o dañarlo de algu-
na manera. Como cuando
abres la puerta del horno an-
tes de que esté el pastel y este
se despachurra porque le entró
aire en un momento en el cual
no estaba aún preparado pa-
ra ello. Y se echa a perder el
2929
trabajo y los ingredientes que
utilizaste, y en el mejor de los
casos, sacas otros ingredien-
tes y vuelves a hacer todo, y si
no tienes, pues esperas a ir por
más, o simplemente abortas el
plan y te tomas tu taza de cho-
colate calientito solo.
Cuando morimos de ganas
de estar enamorados y bien co-
rrespondidos y comenzamos
una relación sin haber cerra-
do ciclos anteriores, cuando
quieres tomar un trabajo en el
cual no tienes preparación (ni
tiempo previo para ello), cuan-
do avientas un libro o un curso
de algo porque parece que no
avanzas, y por más que te inte-
rese, como no es inmediato, pre-
fieres dejarlo. En todos estos
casos y más, estamos atrope-
llando nuestro propio camino
por la prisa de recorrerlo. Co-
mo aquel joven desesperado en
uno de los cuentos de Jorge Bu-
cay, que ya quería que sus plan-
titas crecieran y decidió “ayu-
darles” dándoles un “estirón” y
lo único que logró fue romper-
las y que murieran.
Esta espera me enseña que
necesito ser clara en lo que
quiero, con un propósito. Que
no me deje tentar por cosas si-
milares a las que deseo si puedo
llegar, con un poco más de pre-
paración/tiempo a lo que sí de-
seo.
Se que no todos los sueños
se cumplen exactamente como
los pensamos, pero si en mis ma-
nos está el hacerlos lo más pa-
recido a lo que quiero, trabaja-
ré en distraer con piñas cu-
biertas de hojaldre a mi impa-
ciencia. Me di cuenta que a ve-
ces hay que dar tres pasos más
para estar en la posición per-
fecta para tomar la fotogra-
fía que estoy viendo en mi men-
te, y que no presionaré el dispa-
rador antes de lo que realmen-
te quiero y ya estoy viendo (y
accionando) en llegar ahí.
Sigo esperando el protec-
tor, pero ahora entiendo que,
es mejor no correr innecesa-
3030
riamente, y que mientras ten-
ga las manos en la masa, mol-
deando lo que quiero, con el ni-
vel de paciencia necesario (sin
caer en quedarme en la zona
de confort acostada simple-
mente esperando), valdrá la
pena saber esperar a que sea
el tiempo adecuado... ni antes,
ni después... en el momento jus-
to de cocción.
A veces mi impaciencia
piensa que estoy “perdiendo
tiempo” de disfrutarlo, si ya es-
tá ahí, pero caigo en la cuenta
de que no desperdicio tiempo,
lo invierto en que cuando nos
tengamos, será lo más disfruta-
ble del mundo... ni crudo, ni que-
mado... el punto justo.
En la vida diaria tal vez
no hay un “momento perfecta-
mente exacto”, pero mientras
trabaje en formarlo de la me-
jor manera, no me voy a arre-
pentir al ponerle “play” a la si-
guiente acción.
Bolinota: Ninguna pacien-
cia fue dañada en la realiza-
ción de esta historia. Se reco-
mienda altamente nunca abu-
sar de ellas.
3131
32
Libro: Amar con los Ojos Abiertos (2003)
Jorge Bucay y Silvia Salinas.
Este libro propone una forma muy interesante de Amar
con conocimiento de causa, no solo ciegamente. Y cómo ese
tipo de Amor puede ser tan exquisito.
Más Allá de los Sueños (1998)
What Dreams May Come. Vincent Ward.
Esta película me ha puesto a pensar, más allá de las creen-
cias sobre la vida y la muerte. Me confrontó con lo que po-
dría ser capaz de hacer en nombre de la gente que Amo.
Película: La Sociedad de los Poetas Muertos (1989)
Dead Poets Society. Peter Weir
Nos enseña que la poesía —como la vida— no tiene estructu-
ra, ni normas. “Sólo crea y piensa en algo, dale el énfasis que
necesitas y rompe esquemas”. Y sobre todo, nos invita a no
perder lo que no se puede recuperar: el tiempo..
Libro: Fahrenheit 451 (1953)
Ray Bradbury.
Si eres un ciudadano ejemplar, que sigue las reglas al pie de
la letra y lleva a cabo las tareas que le son impuestas sin
cuestionar nada —en suma, un tipo “socialmente desea-
ble”—, ruega entonces a la vida que te dé la sabiduría de
darte cuenta cuando un alma feliz y libre toque la tuya y
puedas notar que dejó en ti algo muy valioso: dudas.
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33
Muchas Gracias por ser parte de esta Es-
piral de Pensamientos del número 7. Espera-
mos que hayas logrado Encontrar.
Que tus neuronas sean al menos un poqui-
to más diferentes de cuando comenzaste a
leer, provocado por movimientos de ideas,
ya sea para cambiar las que tenías o para
reforzarlas más.
Y lo más importante, que todo eso se ma-
terialice en acciones y realidades en tu vi-
da.
Adriana Villarreal, Bolis y Carlos G. Garibay, Dosis.
contacto@pensandoenespiral.com
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