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M U S E O D E L P A L A C I O D E B E L L A S A R T E S
Portada:El baile (detalle), 2002Óleo sobre telaColección particular
Página 2: Fernando Botero© Hernán Díaz
Fernando Botero: una celebración marca 80 años de vida de
este artista que nació en Medellín, Colombia en 1932. Con
su primera exposición individual, llevada a cabo en la Ga-
lería Leo Matiz de Bogotá en 1952, forjó desde el inicio de
su carrera el lugar que más tarde afianzaría en el desarrollo
del arte de los últimos sesenta años.
Su estilo caracterizado por explorar el volumen y la sensua-
lidad, ha sido el camino mediante el cual ha trascendido en
el mundo del arte. Su constante búsqueda y experimen-
tación con aquello que lo obsesiona —la técnica, la com-
posición, la forma, el volumen, la luz y el color— son los
motores que impulsan su continua evolución. La capacidad
que tiene su obra de generar placer, y de estar al alcance
del espectador sin necesidad de explicaciones ni interme-
diarios, lo han convertido en un artista de alcance universal.
El enorme entusiasmo que producen sus exposiciones
en lugares tan diversos como Tokio, Buenos Aires, París,
Singapur, Nueva York y Estambul; ligado a su presencia
artística en más de cincuenta de los museos más importan-
tes del mundo como el Hermitage de San Petersburgo, el
Grand Palais de París, el Reina Sofía de Madrid, el Pushkin
de Moscú, el Museo de Arte Moderno de Estocolmo y
el Hirshhorn Museum de Washington, por citar tan solo
algunos, son testimonio de su gran acogida.
La presente exposición está dividida en los temas más im-
portantes que han ocupado su obra y creatividad a lo largo
de más de seis décadas de trabajo. El recorrido inicia con
un núcleo dedicado a sus primeros años de formación, en
el cual es posible reconocer a un pintor en proceso de for-
mación. La América Latina y la Colombia de su adolescen-
cia, temáticas recurrentes en su producción, constituyen
uno de los núcleos más importantes. Sus obras sobre el
tema de la religión y el clero, exploran el mundo plástico
de sus personajes con humor y poesía.
Su trabajo como dibujante y maestro de diversas técnicas
mixtas, se observa en una sala entera donde se reúne tam-
bién un conjunto de obra escultórica; técnica que para él se
ha convertido en un oficio tan importante como la pintura.
El mundo de la tauromaquia y el circo se ven transfor-
mados a través del lenguaje propio de este artista en un
universo de volúmenes y colores puramente “boterianos”.
De igual manera se exhiben los cuadros de versiones y ho-
menajes que realiza a partir de los grandes pintores a los
que admira. En el núcleo dedicado a la naturaleza muerta
se evidencia la relevancia de este género en su trayectoria.
Finalmente, a través de su serie de cuadros dedicados al
tema de Abu Ghraib, tenemos la oportunidad de experi-
mentar otra faceta de su trabajo; en ella deja constancia de
la importancia del arte como un testimonio que perdura en
el tiempo, y en la memoria colectiva.
Fernando Botero: una celebración representa la retrospec-
tiva más grande que jamás se ha hecho sobre su traba-
jo; reúne 177 obras de diferentes técnicas entre las que
destacan cinco esculturas monumentales. Es un privilegio
celebrar los ochenta años de Fernando Botero en México,
un país que ejerció una influencia determinante en sus años
formativos, y el que vio nacer su estilo cuando vivió aquí
una de las etapas más trascendentales de su vida.
Lina Botero
Curadora de la exposición
Yo soy una protesta contra la pintura moderna
Fernando Botero
Apoteosis de Ramón Hoyos, 1959Óleo sobre telaColección particular
Durante la primera etapa de su formación y en la búsqueda de un lenguaje propio, Fernando Botero
recibió influencias tan diversas como el arte colonial y popular, el muralismo mexicano y el expresionismo
abstracto. En la acuarela titulada Mujer llorando, que pintó a los diecisiete años de edad, ya se intuye su
interés por el volumen. En 1952 viaja a Europa gracias al premio que obtuvo por el segundo lugar en el
Salón Anual de Artistas Colombianos; empieza entonces uno de los periodos más importantes de su
formación. Luego de una primera estancia en Madrid y París, viaja a Florencia, donde descubre el Rena-
cimiento, en particular la pintura florentina del Quattrocento, y por artistas como Piero della Francesca y
Paolo Uccello. Su admiración por los grandes maestros de la pintura marcó su obra de manera definitiva.
En 1956 viaja a México, donde conoce el muralismo mexicano. Después de su formación europea, el
reencuentro con América Latina, con sus formas y su color, será determinante en el desarrollo posterior
de su obra.
En México, en 1956, pintando una mandolina en su estudio, en vez de trazar el hueco del instrumento de
tamaño normal, deliberadamente decide hacerlo más pequeño, y descubre así la monumentalidad de la
desproporción. A partir de ese momento, surge el elemento fundamental de su estilo.
A lo largo de su carrera, Botero pinta la Colombia de su infancia y su adolescencia, fundada en sus
recuerdos. En Apoteosis de Ramón Hoyos destaca el brochazo libre y la pincelada gruesa que exalta la
materia. Más tarde, comienza a experimentar con las formas a partir de un homenaje al pintor español
Diego Velázquez al retratar a diversos personajes de la Corte, como Niño de Vallecas, del cual realizó
diez versiones.
En la década de los años sesenta se traslada a los Estados Unidos, donde la tendencia artística predomi-
nante era el expresionismo abstracto con figuras como Jackson Pollock y Willem de Kooning. Su propues-
ta estética y figurativa, basada en el rescate de las más importantes tradiciones plásticas de otras épocas,
lo colocó exactamente en la contracorriente del arte dominante. Fueron épocas difíciles de trabajo en
medio del rechazo y del vacío. Su tenacidad y disciplina lo sacaron adelante aun en los momentos más
difíciles de ese entonces. “Yo soy una protesta contra la pintura moderna” solía decir.
Obra temprana
Mi pintura tiene dos fuentes primordiales: mis puntos de vista estéticos, y el mundo latinoamericano en el cual crecí. Pienso
además que la sensualidad es la fuente principal de placer y constituye la contribución del artista a la realidad.
Fernando Botero
El punto de partida de gran parte de la producción artística de Botero surge de sus raíces en su natal
Medellín, Colombia. A partir de los recuerdos de su infancia y juventud, realiza la propuesta central de su
obra, en la que conjuga la tradición estética occidental —principalmente la del Renacimiento italiano—
con la experiencia latinoamericana. Sin embargo, el artista no pinta América Latina, sino imágenes de esa
latitud, producto de sus recuerdos.
En sus pinturas, utiliza el color para hacer énfasis en lo popular latinoamericano y exhibe un caleidoscopio
iconográfico formado por personajes de diversas clases sociales, razas, profesiones y oficios. En palabras
del artista: “la obra debe gozar de una identidad clara con raíces profundas para que tenga validez y ho-
nestidad”, con lo cual afirma que el arte, cuanto más local, es más universal.
Para Botero el objetivo principal del arte es generar placer. Su propuesta, lejos de agredir o escandalizar,
brinda una realidad alterna y poética, un placer estético y una sensualidad visual. Su obra es directa, y no
necesita de intermediarios ni explicaciones para ser comprendida.
Como afirmaba el famoso crítico norteamericano Bernard Berenson: “Lo que le concierne al arte no es
lo que el hombre sabe, sino lo que el hombre siente. Lo demás es ciencia”. A lo cual Botero agrega: “Yo
creo que el arte se debe basar en temas más amables, que dramáticos. La gran pintura tiene una actitud
positiva ante la vida”.
Sin embargo, los acontecimientos de violencia que tocaron a Colombia en su historia más reciente, obli-
garon al artista a realizar un paréntesis en su filosofía conceptual; llevándolo a ejecutar en los años noventa
una serie de cuadros sobre estos hechos, obras que más tarde donó al Museo Nacional de su país.
América Latina
Mujer sentada, 1997Óleo sobre telaColección particular
El interés de Fernando Botero por los temas religiosos no ha sido más que una excusa para explorar
pictóricamente las situaciones, las formas, los colores, el vestuario y el mundo plástico y poético del
clero, abordando a sus personajes con humor y sátira. Sus composiciones, con frecuencia inesperadas y
sorprendentes, se traducen en un mundo mágico de ocurrencias improbables.
A pesar de no ser un hombre religioso, Botero reconoce el papel fundamental del arte sacro en la tra-
dición pictórica occidental, siendo el Quattrocento italiano su fuente recurrente de inspiración. Fiel a su
interés por anclar su obra en la gran tradición temática de la historia de la pintura, el artista hace referencia
no sólo a los grandes maestros, y a la pintura colonial, sino también a una de las instituciones más pode-
rosas de América Latina. En ese sentido, las imágenes extraídas de su contexto religioso adoptan el estilo
del artista para transformarse en un elemento más de la imaginería “boteriana”.
Religión y clero
El nuncio, 2004Óleo sobre telaColección particular
Yo no hago realismo mágico. Lo mío es improbable pero no imposible.
Fernando Botero
Mi familia no fue religiosa, ni tampoco lo soy yo; estos temas los veo desde un punto
de vista estrictamente pictórico.
Fernando Botero
En la actualidad resulta excepcional encontrar un dibujante con la capacidad de Botero; su maestría se
revela en diversas técnicas como la acuarela, la sanguina, el carboncillo, el lápiz, el pastel y la tinta, entre
otras. Si bien en el Renacimiento florentino la base de la pintura era el dibujo, con el tiempo ha ido per-
diendo relevancia. A Botero le interesa mantener viva esta disciplina, la cual se practica cada vez menos
en el mundo contemporáneo. Congruente con su admiración por la Escuela Florentina de Pintura, que
privilegiaba el manejo adecuado de la línea y el boceto, Fernando Botero concibe el dibujo como una
forma de estudiar el volumen y su potencial.
En la obra de Botero, el dibujo es siempre rotundo, de tal forma que los personajes y los objetos surgen
a partir de trazos continuos; en ocasiones se trabajan posteriormente con la técnica del sfumato (que
consiste en difuminar el trazo para matizar los contornos).
A diferencia de otros artistas que trabajan la acuarela en formatos pequeños debido a sus dificultades
técnicas, Botero realiza acuarelas a gran escala.
Dibujo y técnica mixtaLa pintura nace de una reflexión sobre lo que es excelente en el arte. La verdad en el arte es siempre relativa; lo que
importa es la convicción, y la coherencia en las convicciones estéticas de cada artista. Por ello, cada una de mis obras es
una declaración de mis principios.
Fernando Botero
Mujer con lápiz de labios, 2002Lápiz y tinta sobre papelColección particular
Caballo, 2009BronceColección Fundación Mary Street Jenkins
A partir de 1973, Fernando Botero empieza a trabajar la escultura de forma consistente. El volumen de las
formas que empleaba en sus lienzos lo llevó de manera natural a explorar la tridimensionalidad. Con res-
pecto a su obra escultórica, el artista colombiano afirma que el objetivo es “crear una opulencia formal”.
En 1983, con el interés de dedicarle más tiempo a la escultura, Botero —como muchos otros artistas de
todas las épocas, entre ellos Miguel Ángel Buonarroti (1475-1564)— establece un estudio en Pietrasanta,
Italia, sin duda atraído por su historia, su factura y su geografía. Se trata de una pequeña población en
la Toscana, famosa por sus talleres de fundición, pero también por su trabajo en mármol, debido a la
cercanía con las canteras de Carrara.
Desde entonces, todos los años pasa una temporada allí dedicado a realizar su escultura, la cual elabora pri-
mero en barro y luego termina en yeso, antes de ser entregada a las fundiciones. Ya sea en bronce o en már-
mol, su trabajo se distingue por la sensualidad de figuras severas con superficies suaves y resplandecientes.
Desde mediados de la década de 1980, Botero comenzó a experimentar con el tamaño de sus escultu-
ras. En 1990, en el Forte di Belvedere de Florencia, exhibió por primera vez su obra monumental. Dos
años más tarde, tuvo lugar en los Campos Elíseos de París la más importante de esta serie de muestras
en espacios públicos. A partir de ese momento y a lo largo de su carrera, ha expuesto en más de veinte
ciudades alrededor del mundo, en los escenarios más bellos e imponentes como Park Avenue en Nueva
York, el Paseo de Recoletos en Madrid, la Plaza de la Señoría en Florencia y el Gran Canal en Venecia,
entre muchos otros.
En esta muestra se colocaron cinco esculturas monumentales en la explanada del Palacio de Bellas Artes,
para que el público mexicano experimente el contacto directo con el trabajo de Botero como escultor.
Escultura
Las esculturas generan un intercambio de energía: el público se acerca, las indaga, toca, conversa sobre ellas. Estas
esculturas no tienen un objetivo diferente que el de proporcionar placer estético, y acercar el arte a la gente. No hay
significados ocultos, no hay nada que entender. Creo en el arte que es directo, y que no necesita explicaciones, como
el arte antiguo.
Fernando Botero
En 2006, durante una de sus acostumbradas visitas a Ixtapa Zihuatanejo, Fernando Botero descubrió
un circo humilde que denotaba un auténtico y verdadero sabor latinoamericano. Ese episodio lo dejó
sorprendido no sólo por sus personajes, que mostraban una tristeza contenida, sino principalmente por
su inmensa poesía y la plasticidad de sus formas y colores.
Este encuentro abrió las puertas de su imaginación a un tema de enormes posibilidades que había sido
ennoblecido por el trabajo de varios de los grandes maestros de la pintura como Picasso, Matisse, Renoir,
Degas, Toulouse-Lautrec y Léger, entre otros.
A pesar de mostrarse en plena acción, los actores de las escenas del circo en su obra reflejan la serenidad
y la estática propias de los personajes “boterianos” y transmiten una sensación paradójica que oscila entre
el dinamismo y la quietud. Las imágenes del circo producen una reacción ambigua en el espectador: un
sentimiento de compasión aunado a una sonrisa inevitable, lo que para Botero se traduce en una “alegría
matizada por las dificultades de la vida”.
El circo
A través del volumen se produce una exaltación de la vida. Con la deformación se genera un desequilibrio en el arte que
hay que restablecer, y sólo mediante un estilo coherente se recupera la naturalidad de la deformación.
Fernando Botero
Músicos, 2008Óleo sobre telaColección particular
En 2004, Botero se aleja nuevamente de aquellos temas característicos de su producción, para crear una obra
aún más brutal y conmovedora. Se trata de los cuadros y dibujos que realizó sobre el tema de Abu Ghraib.
Esta serie surgió de la profunda indignación del pintor al enterarse de los crímenes perpetrados en la
prisión iraquí de Abu Ghraib, donde miles de prisioneros fueron víctimas de terribles torturas en manos
de soldados estadounidenses. Al entender la tortura como una de las diferencias fundamentales entre la
civilización y la barbarie, Fernando Botero denuncia la doble moral del gobierno de Estados Unidos. La
acusación es clara: no se trata de tormentos que surgen de un pueblo ignorante, sino de actos innom-
brables, con conocimiento de causa, cometidos y avalados por una potencia mundial, lo cual le agrega
perversión a la violencia.
Las escenas de la serie Abu Ghraib se hallan enmarcadas en espacios cerrados y sofocantes, delimitados
por barrotes, donde rara vez aparece el verdugo, aunque ocasionalmente delata su presencia la correa
que detiene a sus perros, o la mano enfundada en un guante de látex, inmaculado y distante. Los persona-
jes centrales son las víctimas, que aparecen enormes, abarcando la mayor parte del lienzo, pero reducidas
a una humillación indescriptible.
Botero, con la convicción de que no se debe lucrar con la miseria y el sufrimiento ajenos, decide donar
todas las piezas de la serie, principalmente al Berkeley Art Museum de la Universidad de California. Las
diez obras que aquí se presentan pertenecen a esa colección.
En 2006 Abu Ghraib fue nombrada por The New York Times como una de las diez mejores exposiciones
del año en Estados Unidos.
“El arte es una acusación permanente”, dice Botero. “Su propósito es hacer visible lo que es invisible, y su
intención es crear un testimonio artístico de un episodio dramático que no se debe olvidar”.
El arte no tiene poder para producir cambios sociales o políticos. Pero sí tiene el poder de perpetuar en el tiempo la
memoria de un episodio. El mundo recuerda el bombardeo de Guernica durante la guerra civil española porque Picasso
lo pintó. Lo mismo sucedió con Goya y los fusilamientos del 2 de mayo. El arte sirve como testimonio que perdura en el
tiempo, y en la memoria colectiva.
Fernando Botero
Abu Ghraib
Abu Ghraib No. 66, 2005Óleo sobre telaColección particular
A partir de su primer viaje a Europa en 1952, Fernando Botero ha realizado numerosos homenajes plásti-
cos a artistas fundamentales de la historia del arte universal que han influido y enriquecido su vida artística,
como Diego Velázquez (1599-1660), Piero della Francesca (ca. 1412-1492), Paolo Uccello (1397-1475),
Jean-Auguste-Dominique Ingres (1780-1867) y Pieter Paul Rubens (1577-1640), entre otros.
Para Botero, la mejor manera de aprender de los grandes maestros es recreando su obra. Así, a la vez
que en ellos conserva sus convicciones artísticas, estos trabajos representan una suerte de apropiación,
de tal forma que por medio de su lenguaje se pueda reconocer en una misma obra tanto al artista colom-
biano como a los pintores más destacados de otras épocas, en una simbiosis anacrónica e irreverente. Un
ejemplo de esto es su cuadro Mona Lisa a los doce años, 1959, adquirido por el Museo de Arte Moderno
de Nueva York, el cual representa un homenaje al artista italiano Leonardo da Vinci (ca.1452-1519).
Asimismo, su interés por realizar los retratos de grandes artistas como Jean-Auguste-Dominique Ingres,
Eugène Delacroix (1798-1863), Gustave Courbet (1819-1877) o Alberto Giacometti (1901-1966) se rela-
ciona con su deseo de establecer una comunión con ellos a manera de homenaje.
VersionesLa riqueza de un artista consiste en la fusión de influencias que han marcado su vida y trabajo.
Fernando Botero
La Fornarina según Rafael, 2008Óleo sobre telaColección particular
La cornada, 1988Óleo sobre telaColección particular
A mediados de la década de 1980, Fernando Botero se interesa por trabajar en una de sus grandes pasio-
nes en la vida: la fiesta brava. De niño, en Medellín, su tío lo inscribió en la escuela taurina del banderillero
Aranguito y, a los quince años, su entusiasmo por ese mundo lo llevó a pintar una serie de acuarelas que
se exhibieron en la taquilla de la plaza de toros La Macarena, donde vendió la primera obra de su vida. A
partir de 1983, la corrida se convierte en uno de los temas predominantes de su obra. Desde entonces,
las escenas taurinas han constituido una fascinación plástica para el artista, que ve en su riqueza cromática
“un pretexto para el color”.
Al retomar la tradición temática de sus predecesores —Goya, Picasso, Manet y Francis Bacon, entre
otros—, Botero experimenta con las posibilidades y los retos que implica un tema de esta índole en
cuanto a la composición y el dibujo de un espacio limitado y circular como lo es el de una plaza de toros.
A Botero no le interesa la representación fidedigna de la corrida, sino las posibilidades plásticas de las
escenas, es decir, el color, la composición, los volúmenes y la sensualidad poética de este tema tratado
por los grandes maestros. Su compromiso no es con la realidad, sino con la obra de arte, donde lo que
importa es la coherencia estilística de cada uno de los trazos para crear un universo propio y poético.
Su reencuentro con esta temática inspira una de las épocas más prolíficas en la vida del artista. La corrida
y sus múltiples variaciones fueron el tema central de varias de sus más importantes exposiciones no sólo
de aquella época, sino de toda su carrera, principalmente la que se llevó a cabo en el Grand Palais de
París, en noviembre de 1992.
La corrida
Mis obras no aspiran a copiar la realidad sino a ofrecer un universo propio y coherente, una nueva realidad pictórica. La
imagen debe ser fiel con respecto a la pintura y al universo poético que ha creado. En los cuadros de Goya, los pases
taurinos que allí aparecen son trapazos infames, pero eso no importa, porque son magníficos Goyas.
Fernando Botero
En la actualidad pocos artistas trabajan la naturaleza muerta, un género que, después del retrato, ha sido
una constante en la obra de Fernando Botero. Sus pinturas muestran una clara referencia a la tradición
pictórica holandesa del siglo XVII, cuando surge el bodegón como género independiente, y se apropia de
él de tal manera que logra reflejar su origen latinoamericano.
La naturaleza muerta le ha permitido jugar con un tema donde lo que importa es más el estilo, que el
tema mismo. Para Botero “la forma más simple de la naturaleza es la naranja, sin embargo es también la
más difícil de pintar”. Una naranja de Van Gogh es distinta a una de Picasso, o a una de Cézanne; en la de
Botero lo que está presente es la carga de sus convicciones estéticas y de sus reflexiones artísticas, que se
traducen en su estilo singular e identificable.
Este género confirma que para Botero “el estilo de un artista se debe reconocer plenamente en las figuras
aún más sencillas”.
Naturaleza muerta
El arte es la posibilidad de decir lo mismo, pero de una manera diferente. La madurez de un artista se produce cuando es
capaz de aportar a la historia del arte una visión distinta y coherente.
Fernando Botero
Flores, tríptico, 2006Óleo sobre telaColección particular
Fernando Botero: una celebraciónMuseo del Palacio de Bellas Artes29 de marzo al 10 de junio 2012
Curaduría Lina Botero
CRÉDITOS DEL FOLLETO
Coordinación editorialRaymundo Silva Madrid
Asistente editorialDaniela Matute Vargas
TextosLina Botero
Propuesta de contenidosJennifer Rosado SolísXimena Escalera Zamudio
Concepto gráfico y diseñoGustavo A. García Galicia
PROGRAMA ACADÉMICO
Domingos 15 de abril, 13 de mayo y 3 de junio
Taller infantil de escultura y pintura Las figuras de Botero.*Imparte: Equipo del museo13:00 a 14:30 horasSalas de exhibición y patio Ángela Peralta
Sábados 21 de abril y 19 de mayo
Taller infantil de cuento Historias de Botero.*Imparte: Equipo del museo13:00 a 14:00 horasÁrea de muralesSalas de exhibición y área de murales
Martes 17 de abril
Plática Arte contemporáneo colombiano y El Cheverismo*Imparten: Beatriz López y Pablo León de la Barra19:00 horas Área de murales
Jueves 31 de mayo
Plática El arte de Fernando Botero*Imparte: Juan Carlos Botero18:00 horas
Proyección del documental Botero, nacido en Medellín de Peter Schamoni*19:30 horasSala Adamo Boari
Todos los jueves y sábados de marzo a junio
Visitas guiadas por la exposición* Salas de exhibición12:00 horas Punto de encuentro: módulo de informes del museo
Para registro y mayores informes
Departamento de Mediación y Programas Académicos:
T. 51 30 09 00, extensiones 2614 y 2616mpba.informes@inba.gob.mx
*Todas las actividades son cupo limitado**Se reparten gratuitamente en el módulo de informes del museo
Contraportada:Mujer, 2002Acuarela sobre papelColección particular
CONSEJO NACIONAL PARA LA CULTURA Y LAS ARTES
Consuelo Sáizar, Presidenta
INSTITUTO NACIONAL DE BELLAS ARTES
Teresa Vicencio Álvarez
Directora General
Alejandra Peña Gutiérrez
Subdirectora General de Patrimonio Artístico Inmueble
Mónica López Velarde
Coordinadora Nacional de Artes Plásticas
Itzel Vargas Plata
Directora del Museo del Palacio de Bellas Artes
José Luis Gutiérrez Ramírez
Director de Difusión y Relaciones Públicas
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