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Post on 25-Jan-2016

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Muchas veces sucede que el pecado es dudoso, especialmente por ignorancia. Podría comulgar, pero bueno es hacer antes un acto de perfecta contrición. Si luego recuerda que sí fue grave, debe confesarlo.

Como la comunión es para alimentar el alma, si está muerta por un pecado grave, no se puede comulgar sin antes haber confesado el pecado.

Sabiendo que tenemos pecados veniales, nos puede ser de mucho provecho el comulgar con las condiciones necesarias, precisamente para quitar los obstáculos de este perdón.

Entre los efectos de la comunión está el que borra los pecados veniales.

La eucaristía es un alimento espiritual que repara las fuerzas del alma. Esas fuerzas se habían disminuido con los pecados veniales. Cuando uno dice con fe: Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, es como un verdadero arrepentimiento.

Con ello nos estamos disponiendo para que la gracia de Dios penetre en el alma. Venir la gracia es lo mismo que irse quitando los pecados veniales.

La comunión también quita la pena temporal que merecen los pecados. No por lo que significa de alimento o robustecimiento del alma, sino porque al robustecerse el alma, la persona excita más el acto de amor a Dios.

Y ese acto de amor a Dios sí que satisface por los pecados según el grado de fervor y devoción que tenga cada uno.

Por eso cuántas cosas buenas nos puede dar la comunión, siempre que se haga con mucho fervor. En realidad cuanto más limpios de pecados vayamos a la comunión, mayor gracia recibiremos.

Además la comunión preserva los pecados futuros, porque robustece el cuerpo y el alma contra las malas inclinaciones de la naturaleza. Porque al aplicarnos los efectos de la pasión de Cristo, podemos vencer mejor los asaltos del demonio y disminuye la concupiscencia, que es la inclinación que sentimos hacia el mal.

Disminuye la inclinación al mal, porque aumenta la caridad, el amor con Cristo. Cuanto mayor unión tengamos con Cristo, mayor luz tendremos para las cosas espirituales y mayor fervor. Ya lo explicaba así santo Tomás de Aquino, el mayor teólogo quizá de la Iglesia.

Hay personas que buscan el bien de su alma y que se quejan de que no salen de las mismas faltas y pecados. Hay muchos que, cuando van a confesar, sólo ven lo mismo que hace meses o años.

Una razón evidente es

que comulgan

de la misma manera tibia

que hace meses o

años.

Eso si la comunión es parte de nuestra vida. O es nuestra propia vida. Por eso le digamos al Señor: “Tu eres, Señor, el pan de vida. Mi vida sin ti no será vida”.

Sin embargo, ¡Cuántas cosas buenas podemos sacar de la comunión!

Automático

mi vida sin Ti

no será vida.

Contigo viviré

cuando coma de tu pan.

Quien bebe de tu sangre, ya no tendrá

sed jamás.

Tu eres,

Señor, el pan

de vida.

mi vida sin Ti

no será vida.

Hacer CLICK

Estos efectos de la comunión no sólo son saludables para el alma, sino también para el cuerpo, porque Cristo es la vida total. Aunque la gracia es algo sobrenatural que no puede estar sino en el alma, se dan efectos saludables para el cuerpo por la íntima unión que hay entre el cuerpo y el alma. No es que vaya a dar la salud del cuerpo; aunque hay casos también de salud por la fe con que se recibe.

A éstos les puede pasar como a aquella mujer del evangelio que sanó al tocar el borde del manto de Jesús. No era por el hecho de tocar el manto, como decían los apóstoles: “muchos te están tocando”, sino por la fe con que lo hacía. Así ha habido casos en la comunión.

Lo que tratamos aquí es la influencia que tiene el alma sobre el cuerpo. Por ejemplo: Por el sosiego de las pasiones carnales. Al dar paz y alegría al alma, llena nuestra vida de un ideal sereno y grandioso.

Y esta paz puede influir en la misma salud del cuerpo.

Hoy día hay muchas enfermedades nerviosas debidas sobre todo a los fracasos por los ideales mezquinos y al sinsentido de muchas vidas o al ajetreo de la vida. La eucaristía llena todo ese vacío, porque la eucaristía da sentido a nuestra vida. Los cuerpos se sienten más sanos evitando esas enfermedades nerviosas.

La eucaristía, al dar fuerza espiritual, hace que podamos superar mejor diversos sufrimientos terrenos. A veces Dios ha dado a algunos santos y personas buenas tal efecto bienhechor con la comunión, que se pasaban grandes temporadas con sola la comunión.

Marta Robin Luisa Piccarreta

Se cuentan varios casos. Por ejemplo: Santa Catalina de Siena pasó los últimos 7 años de su vida con sola la comunión diaria como alimento. Ha habido otras mujeres muy devotas, que no son santas canonizadas, como: Marta Robin, en el siglo XX, que estuvo unos 50 años. Alejandra Da Costa, en el siglo XX estuvo los 13 últimos años de su vida. Luisa Lateau, a finales del siglo XIX, unos 12 años. Luisa Picarreta, a finales del siglo XIX y principios del XX, unos 60 años. Teresa Neumann, en el siglo XX unos 35 años.

Santa Catalina de Siena

Estas y algunas otras personas nos demuestran el valor de la eucaristía por encima de todo alimento material. Por la comunión el cuerpo humano es por lo menos tan sagrado como la custodia y el copón cuando encierran el cuerpo de Jesús.

Verdaderamente, cuando hemos comulgado, es cuando mejor podemos sentir la cercanía de Jesús y que es muestro mejor amigo.

Automático

 me llenas con tu paz.

Te escondes en el pan y, aunque no te puedo ver,

 Eres mi

mejor amigo.

Hacer CLICK

El cuerpo humano es también parte del Cuerpo Místico de Cristo, y al unirse físicamente con la cabeza, que es Cristo, queda consagrado y en cierto sentido transfigurado. Cristo considera como carne suya, por especial afinidad, el cuerpo de quien comulga dignamente. Por medio de esta unión con Cristo, nuestro cuerpo recibe su consumación y como su consagración.

Es decir: La eucaristía es prenda de vida eterna en la plenitud de Dios. Esta vida eterna no es sólo vida del alma, sino también del cuerpo, porque es vida de todo el ser humano. Cuando Jesús está diciendo “aquel que comiere de Él, vivirá por Él y que resucitará el último día”, está pensando en todo el ser humano.

La comunión es también prenda de la futura gloria. Por lo tanto influye en la resurrección de nuestro cuerpo.

Cuando se da la eucaristía se puede decir de varias maneras. Antes se solía decir: “El cuerpo de nuestro Señor Jesucristo guarde tu alma para la vida eterna”. Claro que no quería decir sólo el alma, entendiendo al pie de la letra.

Venía a significar que

la vida terrena será

transformada en vida eterna.

Ya lo decían los Padres antiguos: que la eucaristía es prenda de la resurrección corporal. Así san Ignacio de Antioquía, poco después de san Juan Evangelista, decía que la eucaristía es el medio salvífico de la inmortalidad.

Y san Ireneo, pocos años después, decía: “Cuando el cáliz mezclado y el que ha llegado a ser pan reciben el Verbo de Dios y se hacen Eucaristía, cuerpo de Cristo, con las cuales la substancia de nuestra carne se aumenta y se va constituyendo, ¿Cómo dicen que la carne no es capaz del don de Dios que es la vida eterna, la carne alimentada con el cuerpo y la sangre del Señor, y hecha miembro de Él?”

San Pablo en la carta a los Efesios dice: “`Porque somos miembros de un cuerpo de su carne, de sus huesos”. Y esto no lo dice de un hombre espiritual invisible, sino del organismo verdaderamente humano, que consta de carne, huesos y nervios.

Y el cual se alimenta de su sangre que es su cáliz y con el pan que es su cuerpo.

Así lo van explicando algunos primitivos padres de la Iglesia. Por eso decimos que Jesús es el pan de vida, pero de vida total. Él nos resucitará en el último día.

Yo soy el pan de vida.

El que viene a mi no tendrá hambre.

Automático

Nadie viene a mi, si mi Padre no le atrae.

Yo le resucitaré

AMÉN

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