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MODULO II
2.1 DAVIDICO II SUMO SACERDOTE
Principal representante del pueblo ante Dios que tenía a su cargo la
supervisión de los demás sacerdotes.
En la Biblia se usan diversos términos para designar al sumo sacerdote: “el
sumo [literalmente, “gran”] sacerdote” (Nú 35:25, 28; Jos 20:6, nota), “el
sacerdote, el ungido” (Le 4:3), “el sacerdote principal [o sumo; literalmente,
“cabeza”]” (2Cr 26:20, nota; 2Re 25:18, nota), “el cabeza” (2Cr 24:6) o,
simplemente, “el sacerdote” (2Cr 26:17). En este último caso, el contexto
determina si se trata del sumo sacerdote o de otro. En las Escrituras Griegas
Cristianas se usa la expresión “sacerdotes principales” para referirse a los
hombres principales del sacerdocio, entre los que podían estar anteriores
sumos sacerdotes ya depuestos y, posiblemente, también los cabezas de las
24 divisiones sacerdotales. (Mt 2:4; Mr 8:31.)
Jehová nombró a Aarón, el primer sumo sacerdote de Israel. (Heb 5:4.) El
sumo sacerdocio de Israel empezó con Aarón, y se pasaba del padre al hijo
primogénito, a menos que ese hijo muriese o se le inhabilitase, como sucedió
en el caso de los dos hijos mayores de Aarón, que pecaron contra Jehová y
murieron. (Le 10:1, 2; El rey Salomón depuso a un sumo sacerdote en
cumplimiento de la profecía divina, y colocó en su lugar a otro hombre
cualificado de la línea de Aarón. (1Re 2:26, 27, 35.) Más adelante, cuando la
nación estaba bajo la dominación gentil, los gobernantes gentiles destituían
y nombraban sumos sacerdotes a voluntad. Sin embargo, parece ser que a
lo largo de toda la historia de la nación, hasta la destrucción de Jerusalén en
70 E.C., los sumos sacerdotes fueron descendientes de Aarón, con pocas
excepciones, como, por ejemplo, Menelao, llamado también Onías, de quien
en 2 Macabeos 3:4, 5 y 4:23 se indica que era benjamita.
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Aptitudes y requisitos. Los requisitos para desempeñar ese cargo eran muy
rígidos, en vista de la dignidad de ese puesto, la intimidad de que disfrutaba
el sumo sacerdote con Jehová al representar a la nación ante Él y también
del significado típico del sumo sacerdocio.
En Levítico 21:16-23 se halla una
lista de defectos físicos que
inhabilitaban para el sacerdocio.
El sumo sacerdote tenía otras
restricciones: solo podía casarse
con una virgen de Israel, no con
una viuda. (Le 21:13-15.) Además,
no se le permitía contaminarse
con los muertos, es decir, tocar un
cadáver humano, aunque fuese
su padre o su madre, pues se
haría inmundo. Tampoco debía
dejar su cabello desaseado ni
rasgar las vestiduras por causa de
los muertos. (Le 21:10-12.)
La Biblia no especifica a qué edad se podía empezar a servir de sumo
sacerdote. Dice que los levitas tenían que retirarse a los cincuenta años, pero
no comenta nada en cuanto a los sacerdotes, a excepción del sumo
sacerdote, de quien se dice que su nombramiento era vitalicio. (Nú 8:24, 25.)
Aarón tenía ochenta y tres años cuando fue con Moisés ante Faraón, y al
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parecer fue ungido por sumo sacerdote al año siguiente. (Éx 7:7.) Tenía
ciento veintitrés años cuando murió, y había permanecido en su puesto
hasta el momento de su muerte. (Nú 20:28; 33:39.) La reglamentación de las
ciudades de refugio mostraba que el sumo sacerdote ejercía sus funciones
de por vida, pues se decía que el homicida involuntario tenía que
permanecer en la ciudad hasta la muerte del sumo sacerdote. (Nú 35:25.)
Instalación. Un examen de los privilegios que le fueron conferidos a Aarón
poco después de la salida de Egipto ofrece una idea del papel que Jehová
tenía pensado asignarle. En el desierto, camino del Sinaí, se le mandó a
Aarón que llenase una jarra con maná y la depositase delante del Testimonio
como algo que debería guardarse. Por ese entonces aún no existían la tienda
de reunión ni el arca del pacto. (Éx 16:33, 34, nota.) Posteriormente, a Aarón
se le puso al cargo de la tienda sagrada y del Arca. Se dice específicamente
que a Aarón y a sus hijos, además de a los 70 ancianos de Israel, se les
concedió el privilegio de acercarse al monte Horeb, donde tuvieron una
visión de Dios. (Éx 24:1-11.)
Jehová hizo la primera referencia a su intención de apartar a Aarón y a sus
hijos para el sacerdocio cuando dio instrucciones a Moisés para confeccionar
las prendas sacerdotales. (Éx 28.) Después de comunicarle estas
instrucciones, Jehová le explicó el procedimiento que debería seguir para la
instalación del sacerdocio y luego dio a conocer claramente su propósito: “El
sacerdocio tiene que venir a ser de ellos como estatuto hasta tiempo
indefinido”. (Éx 29:9.)
De acuerdo con la majestad y pureza de Jehová, Aarón y sus hijos no podían
realizar función sacerdotal alguna hasta que fuesen santificados y facultados
mediante la ceremonia de la instalación (Éx 29), que ofició Moisés en calidad
de mediador del pacto de la Ley. La ceremonia de santificación duró siete
días, del 1 al 7 de Nisán de 1512 a. E.C., a cuyo término el sacerdocio quedó
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instalado y las manos de los sacerdotes se llenaron de poder para actuar
como tales. (Le 8.) Al día siguiente, el 8 de Nisán, tuvo lugar un sacrificio de
expiación a favor del pueblo (muy similar al Día de Expiación anual que se
mandó celebrar el 10 de Tisri; la narración de este primer servicio sacerdotal
se halla en Levítico 9).
Esta primera actuación era conveniente y necesaria, pues el pueblo de Israel
tenía que limpiarse de sus pecados, entre los que se hallaba su reciente
transgresión relacionada con el becerro de oro. (Éx 32.)
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Uno de los aspectos más significativos de la ceremonia de la instalación del
sumo sacerdote fue la unción de Aarón al derramar sobre su cabeza el aceite
santo, cuya preparación se hizo de acuerdo con las instrucciones dadas por
Dios. (Le 8:1, 2, 12;Éx 30:22-25, 30-33; Sl 133:2.) A los sumos sacerdotes que
sucedieron a Aarón se les llama “ungidos”. Aunque la Biblia no menciona
directamente ningún caso más de unción con aceite literal, enuncia la
siguiente ley: “Y las prendas de vestir santas que son de Aarón servirán para
sus hijos después de él para ungirlos en ellas y para llenarles la mano de
poder en ellas. Siete días las llevará puestas el sacerdote que le suceda de
entre sus hijos y que entre en la tienda de reunión para ministrar en el lugar
santo”. (Éx 29:29, 30.)
Las prendas de vestir oficiales. Además de las prendas de vestir de lino que
llevaba regularmente, similares a las de los sacerdotes, el sumo sacerdote
tenía para ciertas ocasiones otras prendas de vestir especiales de mayor
gloria y belleza. Los capítulos 28 y 39 de Éxodo describen el diseño y la
confección de estas bajo la dirección de Moisés según el mandato de Dios.
La prenda más interior (aparte de los calzoncillos de lino, que iban “desde las
caderas hasta los muslos” y que todos los sacerdotes llevaban “para cubrir
la carne desnuda”; Éx 28:42) era el traje talar (heb. kut·tó·neth), hecho de
lino fino (probablemente blanco) tejido en obra escaqueada. Al parecer, este
traje talar tenía mangas largas, llegaba hasta los tobillos y estaba tejido en
una sola pieza. Alrededor del cuerpo, probablemente por encima de la
cintura, llevaba una banda de lino fino torcido tejido con hilo azul, púrpura
rojiza y fibra escarlata carmesí. (Éx 28:39; 39:29.)
El turbante, que era diferente de las prendas para la cabeza que llevaban los
sacerdotes, también era de lino fino. (Éx 28:39.) Tenía adherida a la parte
delantera una lámina resplandeciente de oro puro, sobre la que estaban
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grabadas las palabras: “La santidad pertenece a Jehová”. (Éx 28:36.) Esta
lámina se llamaba “la santa señal de dedicación”. (Éx 29:6; 39:30.)
Encima del traje talar de lino llevaban la vestidura azul sin
mangas (heb. meʽíl). Parece ser que también estaba tejida en una sola pieza,
con un borde fuerte alrededor de la apertura de la parte superior a fin de
evitar que se rasgase; para ponérsela se la pasaban por la cabeza. Era más
corta que el traje talar de lino, y alrededor de su dobladillo inferior llevaba
campanillas de oro y granadas alternadas, hechas de hilo azul, púrpura rojiza
y fibra escarlata. Cuando el sumo sacerdote se ocupaba de su trabajo en el
santuario, se podía oír el tintineo de esas campanillas. (Éx 28:31-35.)
El efod era una prenda de vestir parecida a un delantal que constaba de una
parte delantera y una trasera y que llegaba hasta la mitad del muslo. Lo
llevaban todos los sacerdotes y, a veces, también otras personas
no vinculadas al sacerdocio. (1Sa 2:18;2Sa 6:14.) No obstante, el efod de la
hermosa indumentaria de los sumos sacerdotes era una obra de bordado
especial. Estaba hecho de lino fino torcido con lana teñida de púrpura rojiza,
fibra escarlata carmesí e hilos de oro (para hacerlos batían el oro en hojas
delgadas y, después, las cortaban en hilos). (Éx 39:2, 3.) El efod tenía dos
hombreras, ‘que se unían en sus dos extremos’. Las dos partes del efod se
mantenían juntas en los hombros por medio de broches de oro engastados
con dos piedras de ónice, cada una de las cuales tenía grabada sobre ella seis
nombres de los hijos de Israel (Jacob) según el orden de sus nacimientos. Un
cinturón del mismo material ataba el efod alrededor de la cintura; el cinturón
estaba “sobre” el efod, posiblemente sujeto al efod como parte de él. (Éx
28:6-14.)
El pectoral de juicio era sin duda la parte más costosa y gloriosa de la
vestidura del sumo sacerdote. Estaba hecho del mismo material que el efod,
su forma era rectangular y su longitud, doble que su anchura, pero estaba
doblado de manera que formaba un cuadro de algo más de 22 cm. de lado.
El doblez formaba una especie de bolsillo o bolsa. Lo adornaban doce piedras
preciosas engastadas en oro, cada una de las cuales tenía grabado el nombre
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de uno de los hijos de Israel. El rubí, el topacio, la esmeralda y las otras
piedras preciosas estaban ordenadas en cuatro filas. En cada una de las
cuatro esquinas había un anillo de oro. Los dos anillos de la parte superior
estaban unidos a las hombreras del efod por medio de unas cadenillas de
oro enroscadas en forma de cordel, y los dos anillos de la parte inferior
estaban unidos con cuerdecitas azules al efod, por encima del cinturón. (Éx
28:15-28.)
Moisés puso el Urim y el Tumim “en el pectoral”. (Le 8:8.) No se sabe
exactamente qué eran el Urim y el Tumim. Algunos eruditos creen que eran
unas suertes que se echaban o se sacaban del pectoral por mandato de
Jehová, y que, básicamente, daban un “sí” o un “no” como respuesta a una
pregunta. De ser así, puede que hayan estado colocadas dentro de la “bolsa”
que formaba el doblez del pectoral. (Éx 28:30;)
Quizás este sea el procedimiento que se indica en 1 Samuel 14:41, 42.
No obstante, también se ha dicho que el Urim y el Tumim tenían que ver de
alguna manera con las piedras del pectoral, aunque este punto de vista
parece menos probable. Otras referencias al Urim y Tumim se hallan
en Números 27:21; Deuteronomio 33:8; 1 Samuel 28:6; Esdras
2:63 y Nehemías 7:65;
El sumo sacerdote llevaba estas hermosas vestiduras cuando se acercaba a
Jehová para inquirir sobre algún asunto importante. (Nú 27:21; Jue
1:1; 20:18, 27, 28.) Además, después de terminar las ofrendas por el pecado
en el Día de Expiación, se cambiaba las vestiduras de lino blanco y se ponía
las vestiduras de gloria y hermosura. (Le 16:23, 24.) Al parecer también
llevaba estas prendas en otras ocasiones.
Las instrucciones sobre el Día de Expiación registradas en el capítulo 16 de
Levítico no especifican que el sumo sacerdote tuviera que levantar sus
manos y bendecir al pueblo después de ponerse su indumentaria gloriosa.
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Sin embargo, cuando se llevó a cabo el servicio de expiación el día después
de la instalación del sacerdocio, de manera muy similar a como se haría en
el Día de Expiación, el registro dice: “Entonces Aarón alzó sus manos hacia el
pueblo y lo bendijo”. (Le 9:22.) Jehová había indicado lo que se debería
solicitar con esa bendición cuando le dijo a Moisés: “Habla a Aarón y sus
hijos, diciendo: ‘De esta manera deben bendecir a los hijos de Israel,
diciéndoles: “Jehová te bendiga y te guarde. Jehová haga brillar su rostro
hacia ti, y te favorezca. Jehová alce su rostro hacia ti y te asigne paz”’”. (Nú
6:23-27.)
ACTIVIDAD 1 – DAVIDICO II
1. Favor nombrar cada área de la vestidura del sacerdote.
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2. Favor dibujar el vestuario e indumentaria del sacerdote.
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Su responsabilidad y sus deberes. El hecho de que los pecados del sumo
sacerdote pudieran acarrear culpabilidad sobre todo el pueblo, destacaba la
dignidad, seriedad y responsabilidad de su puesto. (Le 4:3.) Solo el sumo
sacerdote podía entrar en el compartimiento Santísimo del santuario, y
debía hacerlo exclusivamente un día al año, el Día de Expiación. (Le 16:2.)
Ese día, no podía haber en la tienda de reunión ningún otro sacerdote
cuando él entraba en ella. (Le 16:17.) Oficiaba todos los servicios del Día de
Expiación. Hacía expiación por su casa y por el pueblo en ocasiones
especiales (Le 9:7), e intervenía ante Jehová a favor del pueblo cuando la
cólera de Jehová ardía contra ellos. (Nú 15:25, 26; 16:43-50.) Cuando
surgían asuntos de importancia nacional, él era el que se dirigía a Jehová con
el Urim y el Tumim (Nú 27:21), y también era quien oficiaba cuando se
degollaba y quemaba la vaca roja, cuyas cenizas se empleaban para el agua
de limpieza. (Nú 19:1-5, 9.)
El sumo sacerdote podía participar en cualquier deber o ceremonia
sacerdotal si lo deseaba. La cantidad de sacerdotes había aumentado mucho
para el tiempo del rey David, y con el fin de que todos pudieran servir, este
rey ordenó a los sacerdotes en 24 divisiones. (1Cr 24:1-18.) Este sistema
continuó mientras duró el sacerdocio. Sin embargo, el sumo sacerdote
no estaba restringido a ciertos períodos de servicio en el santuario, como era
el caso de los sacerdotes. Su servicio era ininterrumpido. (Los sacerdotes
podían ayudar en cualquier momento, pero ciertos deberes estaban
reservados como privilegio exclusivo de la división de sacerdotes que
estuviese desempeñando sus funciones ese día.) Al igual que en el caso de
los sacerdotes, las temporadas de las fiestas eran las épocas de más
ocupación para el sumo sacerdote.
El santuario, sus trabajos y la tesorería estaban bajo la supervisión del sumo
sacerdote. (2Re 12:7-16; 22:4.) Parece ser que para atender esta tarea había
un “segundo sacerdote”, que era su principal ayudante. (2Re 25:18.) En
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tiempos posteriores, el ayudante, llamado el “Sagán”, ejercía las funciones
de sumo sacerdote cuando por alguna razón este no podía atender sus
deberes. (El Templo: Su ministerio y servicios en tiempos de Cristo, de
A. Edersheim, 1990, pág. 112.) A Eleazar, el hijo de Aarón, se le asignó una
superintendencia especial. (Nú 4:16.)
El sumo sacerdote también llevaba la delantera en la instrucción religiosa de
la nación. (Le 10:8-11; Dt 17:9-11.)
Él y los que gobernaban (Josué, los jueces y, durante la monarquía, el rey)
constituían el tribunal supremo de la nación. (Dt 17:9, 12; 2Cr 19:10, 11.)
Después que se formó el Sanedrín (en tiempos posteriores), el sumo
sacerdote era el que presidía este consejo de ancianos. No obstante, según
algunas tradiciones, solo lo hacía en algunas ocasiones. (Mt 26:57; Hch 5:21.)
El sumo sacerdote Eleazar participó con Josué en dividir la tierra entre las
doce tribus. (Jos 14:1; 21:1-3.)
La muerte del sumo sacerdote tenía que comunicarse a todas las ciudades
de refugio, pues significaba la liberación de todos los homicidas involuntarios
que estaban confinados dentro de sus límites. (Nú 35:25-29.)
La línea de los sumos sacerdotes. En el cuadro adjunto se muestra la línea de
descendencia del sumo sacerdote y los nombres de los que sirvieron en ese
puesto. La Biblia solo nombra específicamente a unos cuantos sumos
sacerdotes, pero incluye los registros genealógicos de la línea de Aarón.
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Probablemente buena parte de los que se incluyen en las tablas genealógicas
fueron sumos sacerdotes, aunque la Biblia no contenga un registro de sus
actos ni los mencione específicamente como tales. Los pocos sumos
sacerdotes de los que habla la Biblia son insuficientes para cubrir el lapso de
tiempo particularmente entre el principio del sacerdocio, en 1512 a. E.C., y
la destrucción de Jerusalén, en 607 a. E.C. Además, en las tablas
genealógicas suelen pasarse por alto algunos nombres, de manera que
puede que haya habido otros sumos sacerdotes cuyos nombres no se
mencionan. El cuadro, por lo tanto, no intenta dar una lista completa y
precisa, pero puede ayudar al lector a formarse una mejor idea de la línea
de los sumos sacerdotes.
El sacerdocio de Melquisedec. El primer sacerdote que se menciona en la
Biblia es Melquisedec, quien fue “sacerdote del Dios Altísimo” y rey de Salem
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(Jerusalén). Abrahán se encontró con este rey-sacerdote cuando volvió de
derrotar a los tres reyes que se habían aliado con el rey elamita
Kedorlaomer. Abrahán reconoció el origen divino de la autoridad de
Melquisedec, pues aceptó su bendición y le dio el décimo del botín. En la
Biblia no aparece el registro de los antepasados de Melquisedec ni tampoco
se dice nada de su nacimiento ni de su muerte. No tuvo ni predecesores ni
sucesores. (Gé 14:17-24;)
El sumo sacerdocio de Jesucristo. El libro bíblico de Hebreos dice que desde
que Jesucristo resucitó y entró en el cielo, es un “sumo sacerdote a la
manera de Melquisedec para siempre”. (Heb 6:20; 7:17, 21.) Para indicar la
grandeza del sacerdocio de Cristo y su superioridad en contraste con el
sacerdocio aarónico, el escritor muestra que Melquisedec ocupaba los
puestos de rey y sacerdote por designación del Dios Altísimo, no por
herencia. Cristo Jesús, que no era de la tribu de Leví, sino de la de Judá, y de
la línea de David, no heredó su puesto por ser descendiente de Aarón, sino
por nombramiento directo de Dios, como en el caso de Melquisedec. (Heb
5:10.) La promesa registrada en el Salmo 110:4: “Jehová ha jurado (y
no sentirá pesar): ‘¡Tú eres sacerdote hasta tiempo indefinido a la manera
de Melquisedec!’”, convierte a Cristo en un Rey-Sacerdote celestial. Pero
Cristo, además, posee la autoridad del Reino debido a ser descendiente de
David, el heredero del Reino prometido en el pacto davídico. (2Sa 7:11-16.)
De manera que Jesucristo ejerce las funciones combinadas de rey y
sacerdote al igual que Melquisedec.
La sobrepujante excelencia del sumo sacerdocio de Cristo se muestra
también por el hecho de que Leví, el progenitor del sacerdocio judío,
presentó diezmos a Melquisedec, pues estaba en los lomos de Abrahán
cuando el patriarca dio un diezmo al rey-sacerdote de Salem. Además, según
ese razonamiento, Leví también fue bendecido por Melquisedec, y la regla
es que el menor es bendecido por el mayor. (Heb 7:4-10.) El apóstol también
subraya con respecto a Melquisedec que estuvo “sin padre, sin madre, sin
genealogía, sin tener principio de días ni fin de vida”, por lo que pudo
representar el sacerdocio eterno de Jesucristo, quien ha sido resucitado a
“una vida indestructible”. (Heb 7:3, 15-17.)
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Sin embargo, aunque Cristo no recibe su sacerdocio por ser descendiente
carnal de Aarón ni tiene ningún predecesor ni sucesor en su puesto, cumple
con el modelo ejemplificado por el sumo sacerdote Aarón. El apóstol deja
este hecho muy claro cuando muestra que el tabernáculo en forma de tienda
que se construyó en el desierto era un modelo de “la tienda verdadera, que
Jehová levantó, y no el hombre”, y que los sacerdotes levíticos rendían
“servicio sagrado en una representación típica y sombra de las cosas
celestiales”. (Heb 8:1-6; 9:11.) También dice que Jesucristo, quien ofreció su
propio cuerpo perfecto en lugar de ofrecer sacrificios animales, abolió la
validez o la necesidad de aquellos sacrificios y luego “[pasó] por los cielos”,
“no con la sangre de machos cabríos y de torillos, sino con su propia sangre[,]
una vez para siempre en el lugar santo, y obtuvo liberación eterna para
nosotros”. (Heb 4:14; 9:12; 10:5, 6, 9.) Él entró en el lugar santo tipificado
por el Santísimo en el que entraba Aarón, a saber, “el cielo mismo, para
comparecer ahora delante de la persona de Dios a favor de nosotros”. (Heb
9:24.)
No era necesario repetir el sacrificio de Jesús como el sumo sacerdote
antitípico, como ocurría con los sacrificios de los sacerdotes aarónicos,
porque el de Jesús quitó definitivamente el pecado. (Heb 9:13, 14, 25, 26.)
Además, en el tipo o sombra, ningún sacerdote del sacerdocio aarónico
podía vivir suficiente tiempo para salvar completamente, es decir, llevar a
una salvación y perfección completas a aquellos a quienes ministraba, pero
Cristo “puede salvar completamente a los que están acercándose a Dios
mediante él, porque siempre está vivo para abogar por ellos”. (Heb 7:23-25.)
Además de su responsabilidad de ofrecer los sacrificios, el sumo sacerdote
también bendecía al pueblo y lo instruía en las justas leyes de Dios. En
Jesucristo también se combinan estas tres funciones. Al comparecer ante su
Padre en los cielos, “ofreció un solo sacrificio por los pecados
perpetuamente, y se sentó a la diestra de Dios, esperando desde entonces
hasta que se coloque a sus enemigos como banquillo para sus pies”. (Heb
10:12, 13; 8:1.) Además, “la segunda vez que aparece será aparte del pecado
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y a los que lo están esperando con intenso anhelo para la salvación de ellos”.
(Heb 9:28.)
La superioridad de Jesucristo como Sumo Sacerdote se ve también en otro
sentido. Llegó a ser un hombre de carne y sangre como sus “hermanos” (Heb
2:14-17), y fue probado completamente; sufrió toda clase de oposición,
persecución y finalmente una muerte ignominiosa. Como dice el registro
bíblico, “aunque era Hijo, aprendió la obediencia por las cosas que sufrió; y
después de haber sido perfeccionado vino a ser responsable de la salvación
eterna para todos los que le obedecen”. (Heb 5:8, 9.) El apóstol Pablo explica
cuál es uno de los beneficios que se deriva del hecho de que Jesús haya sido
probado, al decir: “Pues por cuanto él mismo ha sufrido al ser puesto a
prueba, puede ir en socorro de los que están siendo puestos a prueba”.
(Heb 2:18.) Todo aquel que necesite ayuda puede tener la seguridad de que
recibirá un trato misericordioso y considerado, pues, como Pablo dice: “No
tenemos como sumo sacerdote a uno que no pueda condolerse de nuestras
debilidades, sino a uno que ha sido probado en todo sentido igual que
nosotros, pero sin pecado”. (Heb 4:15, 16.)
Los sacerdotes cristianos. Jesucristo es el único sacerdote “a la manera de
Melquisedec” (Heb 7:17), pero, al igual que Aarón, el sumo sacerdote de
Israel, Jesucristo tiene un cuerpo de sacerdotes que su Padre Jehová le ha
proporcionado. A estos se les ha prometido que serán coherederos con él
en los cielos y participarán como reyes asociados en su Reino. (Ro 8:17.) Se
les conoce como “un sacerdocio real” (1Pe 2:9), y en la visión del libro bíblico
de Revelación se les presenta cantando una canción nueva, en la que dicen
que Cristo los ha comprado con su sangre y los ha hecho “un reino y
sacerdotes para nuestro Dios, y han de reinar sobre la tierra”. (Rev 5:9, 10.)
Después, la misma visión revela que la cantidad total asciende a 144.000
personas. También se dice que estos han “sido comprados de la tierra”,
como seguidores del Cordero, “comprados de entre la humanidad como
primicias para Dios y para el Cordero”. (Rev 14:1-4;
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