lukas elisabeth - libertad e identidad - logoterapia y problemas de adicción - paidós - 2005
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Sumario
Logoterapia y prevención de adicciones .................... 9
¿De qué depende la dependencia?............ 27
La búsqueda de identidad como proceso
creativo................................................. 35
¿Qué papel (no) desempeña la educación? ………… 45
Relajación y fortalecimiento de la voluntad ……….. 55
Reflexiones sobre la asistencia a alcohólicos ……… 73
Cómo sobreviven los familiares? ............. 87
Logoterapia y prevención de adicciones
Prácticamente para todas las enfermedades existen factores de
riesgo que favorecen su declaración y factores protectores que la
impiden. Cuando se realiza un examen retrospectivo de la
evolución de una enfermedad, lo habitual es descubrir los factores
de riesgo que (presuntamente) han llevado a la irrupción de la
dolencia, pero no los factores protectores que, posiblemente,
también han existido, si bien desaprovechados o en medida
insuficiente.
Si, por ejemplo, analizamos las biografías de personas que los
destacan por su conducta asocial, en la mayoría de casos
encontraremos daños ambientales en la infancia y nos parecerá
lógico pensar que existe una relación entre ambas cosas. Sin
embargo, sería precipitado atribuir de buenas a primeras una rele-
vancia causal al factor de riesgo «daños ambientales». En cambio,
si el examen de la evolución patológica es prospectivo, se
descubrirán además los factores protectores que, pese a los riesgos
de enfermar, pueden contribuir al restablecimiento y conser-
LIBERTAD E IDENTIDAD
vación de la salud. Si, por ejemplo, observamos durante un periodo de
tiempo prolongado a niños que viven en un entorno dañino,
llegaremos a la sorprendente conclusión de que cerca de un 50 % de
ellos se convierten en adultos normales de conducta poco llamativa, se
hayan sometido o no a tratamiento psicoterapéutico. En los trastornos
psicorreac-tivos infantiles, el índice de remisión espontánea es incluso
mayor, hasta un 60 % o un 80 % (según el profesor Remschmidt, de
Marburgo). Por consiguiente, los factores protectores son capaces de
hacer disminuir la probabilidad (aumentada por factores de riesgo) de
declaración de una enfermedad.
Finalmente, no es tan importante la existencia de factores de riesgo
o la falta de factores protectores como la distinta proporción de ambos
grupos de factores. Si predominan los primeros existirá un peligro
patológico elevado, mientras que si prevalecen los segundos podrá
imponerse una estructura de vida sana. Por consiguiente, si queremos
investigar factores de riesgo deberemos determinarlos en personas
enfermas (y en los estresores de sus vidas). En cambio, para formular
los factores protectores deberemos centrarnos en personas sanas (y en
su «techo protector» psíquico).
En lo referente a la problemática de las adicciones, actualmente
conocemos numerosos factores de riesgo. Los principales precedentes
son la deprivación infantil, la escasa autoconfianza, la baja tolerancia
ante la frustración, la seducción y los mode
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN [... |
los erróneos. Un entorno demasiado exigente o demasiado permisivo,
las decepciones, el mal de amores, la actitud chulesca y la labilidad en
general dibujan una carrera adictiva típica. A todo ello cabe añadir las
voces de expertos que apuntan a la herencia genética, así como los
diagnósticos médicos que no excluyen determinadas variables
orgánicas. No cabe duda de que el organismo del adicto reacciona de
manera distinta a la sustancia adictiva que el del no adicto; el único
punto controvertido es si esta diferencia es anterior o posterior al
consumo abusivo.
Pero todo ello resulta estéril a la hora de prevenir adicciones. Una
prevención eficaz no debe concentrarse únicamente en hacer todo lo
posible para evitar estos factores de riesgo, sino que, simultáneamente,
está obligada a poner coto a la lenta pérdida de factores protectores en la
población. La prevención de adicciones, aparte de denunciar
públicamente los peligros, debe poner el acento en la protección y
situarla por encima de la amenaza. Su obligación es dar un giro positivo
en la proporción de lo enfermizo y lo saludable de manera que las
catástrofes humanas y sociales se sofoquen de raíz en vez de la-
mentarnos cuando éstas ya se han desbordado. Prevención significa, ante
todo, ocuparse de los aspectos del éxito que hay que anteponer al
fracaso.
Siendo esto así, ¿qué elementos espirituales y mentales del ser
humano impedirán que la gente enferme (de adicción)? El neurólogo y
psiquiatra vienes Viktor E. Frankl (1905-1997), fundador de la
LIBERTAD E IDENTIDAD
logoterapia, esbozó y comprobó en la práctica unas tesis brillantes en el
marco de esta disciplina psicoterapéutica. Según Frankl, el ser humano
sano y mentalmente estable no aspira por naturaleza a la felicidad sino al
sentido. La existencia propia se llena de significado y la vida merece la
pena vivirla cuando hay una dedicación a algo fascinante, a un objetivo
autoimpuesto, a una obra o a las personas queridas. La felicidad aparece
entonces en forma de efecto secundario y los posibles periodos de
infelicidad vividos se podrán soportar valientemente desde el
conocimiento de que en el obrar propio existe, a pesar de todo, un
sentido. Quién sabe de algo que necesita su fuerza y que vale la pena
aplicarla, también obtiene esta fuerza.
Es decir: el ser humano es feliz —y también capaz de sufrir— cuando
descubre significados que enriquecen y llenan su vida. En la misma
medida, el ser humano posee factores protectores de la alegría y la
energía que lo «levantan» en momentos de crisis y lo mantienen en pie
para vivir el día a día. Un lector de mis libros expresó claramente esta
idea en una carta que me escribió:
Soy alcohólico, pero llevo más de un año sin beber. La ocasión
decisiva de hacer algo contra la adicción no llegó de las distintas
terapias a las que me sometí, sino de la vida. A mi mujer
—que me había dejado, entre otros motivos, por mi consumo
excesivo de alcohol
— no le iban bien las cosas y yo quería conservar mi
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN
puesto de trabajo para poder mantenerla, a ella y a nuestra hija.
Así que me volví abstemio. Los terapeutas me habían hecho creer
que era un poco «egoísta», pero con eso no iba a ninguna parte.
¿Para qué iba a renunciar al alcohol? ¿Para seguir siendo esclavo
de mi egoísmo? Me despreciaba a mí mismo por mi maldita
debilidad. Pero cuando pasó lo de mi mujer, vi de repente un
sentido en el hecho de estar sano. Esto es lo que me ha dado
fuerzas hasta hoy. Ahora puedo librarme de la culpa con la que
cargué tanto tiempo. Soy una persona distinta.
Como vemos, la estimulación terapéutica para conseguir
(egoístamente) la satisfacción personal de una necesidad no ha
aportado nada en este caso. Podemos admitir que, durante su época
de consumo creciente de alcohol, el remitente de esta carta se orientó
demasiado hacia sus propias necesidades y demasiado poco hacia el
sentido de la situación. De no ser así, se habría dado cuenta del
sentido de echar el «freno de emergencia» ya antes de la división de
su matrimonio y habría intentado dejar la bebida para salvar, no en
último lugar, a la familia. Pero el hombre no fue consciente de ese
sentido y no obtuvo de él (como factor protector) la fuerza necesaria
para la abstinencia hasta que la mujer y la hija estuvieron en peligro.
Por tanto, las posibilidades de la logoterapia de Viktor E. FrankI
para prevenir adicciones se pueden agrupar en tres «paquetes de
ayuda» distintos:
LIBERTAD E IDENTIDAD
1. Ayuda para encontrar un sentido en la vida.
2. Ayuda para tomar decisiones llenas de sentido.
3. Ayuda para mantener las decisiones llenas de sentido.
La superación exitosa de la adicción del autor de la carta anterior
muestra lo extraordinariamente importantes que son estas tres ayudas:
1. El hombre encontró un sentido en la vida: ayudar a su mujer.
2. Tomó una decisión llena de sentido: dejar la bebida para conservar su
puesto de trabajo.
3. Mantuvo su decisión llena de sentido sin probar el alcohol durante un
año.
Naturalmente, cuanto más se prolonga una enfermedad adictiva, más
difícil es para el adicto sacar partido de los «paquetes de ayuda»
logoterapéutica. La capacidad de tomar decisiones en firme y, sobre todo,
percibir el sentido se ve reducida en un cerebro enturbiado por el alcohol o
las drogas. Sin embargo, cuando se trata de prevenir, los tres «paquetes de
ayuda» tienen un efecto inmunizador frente a casi todas las tentaciones
neuróticas. La persona que ha desarrollado por principio una disposición
para buscar lo que en cada momento tiene más sentido, ajustar las
decisiones vitales a su propia vida y mantenerlas con una aceptación
interior, esa persona no descarrilará tan rápido, ni siquiera seducida
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN
por una adicción. Le quedará un asidero al que cogerse incluso sobre el
empinado suelo de una gran desgracia.
A continuación examinaremos por separado los tres «paquetes de
ayuda» logoterapéuticos.
I. Encontrar un sentido en la vida
El sentido no se puede (ni debe) dar. En cierto modo siempre está
presente, brillando en cada posibilidad concreta que tiene el ser humano
de realizarse y hacer que su mundo personal y social sea un poco mejor,
más claro y filantrópico. Para ello, la cantidad de posibilidades de sentido
existentes no depende de la calidad de los «rincones del mundo» en los
que uno se halla. Los impulsos de sentido dormitan en lo positivo y lo
negativo.
Pongamos un ejemplo de condiciones de vida positivas. Imaginemos
una persona que es rica por haber heredado mucho dinero de sus padres.
Esta persona no tiene que trabajar cada día para comer, pero le fastidia el
aburrimiento y se entrega a diversiones dudosas. Con el tiempo, el trajín
de las fiestas y las aventuras sospechosas le acaban repugnando y se ve
tentada a ahogar el tedio y el descontento en el whisky o el LSD. En este
caso, la intervención logoterapéutica consistiría en reflexionar con el
afectado acerca de las posibilidades de sentido que alberga el hecho de
ser rico. ¿No hay alguna tarea a
LIBERTAD E IDENTIDAD
la espera de que alguien con los medios necesarios la ponga en marcha, alguna
tarea que merezca la pena acometer, alguna tarea que esta persona suscriba desde
su más honda convicción, alguna tarea que requiera exclusivamente el compromiso
de esta persona?
Recuerdo a una joven condesa que acudió una vez a mi consulta porque su vida
ya no tenía significado. A pesar de ser propietaria de varios castillos en las regiones
más maravillosas de Alemania, todo le parecía fútil y vacío. Durante nuestra
conversación, aquella joven dijo casualmente que pensaba pasar una semana en
Etiopía para presenciar in situ, y no sólo por televisión, la miseria de la hambruna
que impera en ese país. Esperaba vivir una experiencia estremecedora que, tras su
vuelta y en contraste con la «película» vista en Etiopía, le hiciera recuperar el
atractivo de una existencia llena de lujos. Yo intervine al escuchar esta idea y
aseguré a la paciente que no se fiara de sus cálculos porque nunca conseguiría el
efecto deseado. Pero yo sabía de una variante de su proyecto que, probablemente,
le proporcionaría una tensión mucho más sana e, incluso, felicidad. Le propuse que
aprovechara el viaje a Etiopía para elegir a una familia del país a la que ayudar
realmente proporcionándole alimentos, ropa y medicamentos. Si lo hacía, le dije, se
alejaría de ella cualquier sufrimiento por la supuesta falta de sentido de su vida y el
aumento de su humanidad la curaría. A resultas de nuestra charla, una misión reci
LUCOTERAPIA Y PREVENCIÓN
bió los medios necesarios para librar de la muerte por inanición a todo un
poblado durante unos meses. Pero además se registró otro resultado. La
condesa se libró de una adicción que llevaba años padeciendo: la adicción a
las sensaciones.
Contrapongamos lo dicho hasta ahora con un ejemplo de condiciones de
vida negativas y preguntándonos si el enfrentamiento espiritual con ellas
puede convertirse también en un proceso de búsqueda de sentido. En un
congreso de médicos al que asistí hace tiempo se discutía sobre el triste fe-
nómeno del suicidio. Los ponentes no dejaban de repetir que los potenciales
de agresión inconscientes, no exteriorizados ni desahogados por los afec-
tados, constituían el motor de sus actos desesperados. Eché de menos una
reflexión sobre la falta en los suicidas de un motivo para amar la vida con
todas sus dificultades.
Entre otros casos, en el congreso se habló de un joven que cayó en un
estado depresivo porque su novia lo había dejado. Temiéndose lo peor, sus
padres lo llevaron a una clínica psiquiátrica. Allí el médico hizo ver al
enfermo que lo que tenía era una rabia tremenda contra su amiga infiel y le
recomendó que reflexionara sobre su ira reprimida. Media hora después, el
joven se lanzó al vacío desde una ventana de la clínica. El lacónico
comentario del ponente fue que «el enfermo no toleró su rabia».
Espontáneamente, tomé la palabra: «Desde el punto de vista
logoterapéutico, se debería haber aconseja
LIBERTAD E IDENTIDAD
do al joven que reflexionara sobre el amor y no sobre una rabia
hipotéticamente oculta». Es decir, si el chico hubiera descubierto la esencia
del amor quizá se habría dado cuenta de que sólo el amor nos puede poner en
disposición de dejar marchar voluntaria y amistosamente a una persona
amada si las circunstancias así lo requieren.
Sentimientos tristes como la rabia, el odio o la decepción son reacciones
psíquicas a circunstancias opresivas. Una terapia que tiene como objetivo ex-
traer estas sensaciones dolorosas a través del llanto o el grito, o mediante
pastillas o tácticas tranquilizadoras, no modifica ni un ápice la situación. En
cambio, si la ayuda se centra en aportar una perspectiva de sentido a la
circunstancia opresiva, el afectado será capaz de aceptarla e integrarla en su
vida. Así, por ejemplo, una injusticia puede reforzar el sentimiento indulgente
del perdón; un hecho traumático puede llevar a emprender cambios fecundos
en la vida; el duelo puede hacer que una persona fallecida perviva en el
recuerdo y no sea olvidada; la desesperación puede convertirse en un acicate
para un cambio interior... Esta manera de aceptar y reinterpretar el
sufrimiento es la única vía para desterrar el peligro de dejarse llevar por el
alcohol o las drogas como maniobra evasiva de la realidad.
En resumen: la persona que encuentra un sentido en la vida —sea ésta
agradable o desagradable— no se interesa por los efectos aparentes de un
entusiasmo artificial creado por el alcohol o las drogas o de
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN
un apaciguamiento postizo salido de una caja de pastillas. Lo que le
interesa a esta persona no es otra cosa que lo real, los valores reales, las
pérdidas reales, el mundo transpsíquico y no las frustraciones in-
trapsíquicas que, dicen, hay que quitarse de encima lo antes posible.
II. Tomar decisiones llenas de sentido
Para tomar una decisión consciente e íntegra a favor o en contra de
algo se necesita vitalidad y fuerza de voluntad. Ambas cosas se ven
perjudicadas por las enfermedades psíquicas, aunque no se sabe exac-
tamente en qué medida. El no puedo y el no quiero no se distinguen. Al
inicio de un trastorno psicológico domina en mayor medida el no quiero
y, al final del mismo trastorno, el no puedo (más). En consecuencia,
cuando los familiares discuten y la madre, por ejemplo, opina que su hijo
no puede actuar por culpa de la enfermedad, mientras que el padre lo cri-
tica diciendo que no quiere comportarse «como es debido», ambos tienen
razón en cierta medida, lo que convierte la discusión en infructuosa.
En las patologías adictivas ocurre lo mismo. La inclinación
predispuesta y adquirida hacia la adicción se puede regular a voluntad,
pero si se cede continuamente a ella, la capacidad voluntaria de regu-
lación desaparece de forma paulatina. Y viceversa: esta capacidad se
regenera tras una desintoxicación
LIBERTAD E IDENTIDAD clínica de manera directamente proporcional al tiempo pasado sin
probar la sustancia adictiva. Naturalmente, también hay un potente
factor adicional que siempre influye: la existencia de un sentido en lo
que se quiere. Decir que las personas son decididas o indecisas desde
su nacimiento es pura especulación. Todos queremos intensamente en
la medida que lo que queremos es intensamente importante para
nosotros. Entonces, cuanto más objetivamente lleno de sentido es lo
que una persona quiere y hacia lo cual se orienta, tanto más libre e
inalterablemente podrá tomarlo en serio y decidirse de forma subjetiva
por ello; y viceversa. Un ejemplo conmovedor nos ayudará a ilustrarlo.
Una mujer publicó en una revista unos apuntes en forma de diario
donde explicaba cómo cayó en un aislamiento absoluto por culpa de su
indecisión. La mujer vivió en casa de su madre viuda hasta una edad
madura y siempre mantuvo con ella una relación muy profunda. Pero al
cumplir los 30 años conoció a un buen hombre que quería casarse con
ella. La madre desconfiaba de él y le culpaba de todo lo malo que
pasaba. No cabe duda de que esta actitud escondía el deseo de no
perder a su hija. La mujer vivía en el conflicto de escoger entre dejar a
su madre u olvidarse de los planes de boda. Pero, según contaba ella
misma, tenía tan poca fuerza de voluntad que no pudo decidirse ni por
lo uno ni por lo otro, así que siguió viviendo con su madre y viendo a
su novio. Esta situación de incertidumbre acabó
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN
en una trágica escena de despedida en la que el hombre le hizo saber
con la mayor vehemencia que no quería esperar eternamente, y
desapareció. La mujer descargó toda su amargura en la anciana ma-
dre, quien se defendió argumentando que siempre había dicho que
aquel hombre no valía nada. El suceso hizo empeorar la relación
entre las dos y, en un arrebato de ira, la madre hizo las maletas y se
fue a vivir a casa de una amiga. Allí padeció un ataque de corazón
que más tarde, en un hospital, le causó la muerte. El relato
autobiográfico de la mujer concluía diciendo, a modo de resumen,
que ella misma arruinó su vida por no tener fuerza de voluntad y que
ahora pasa como puede las noches solitarias con la ayuda de vino
tinto y somníferos en la casa que su madre le dejó en herencia.
La lectura de esta historia provoca compasión por la protagonista,
pero no porque el destino la haya tratado cruelmente, lo cual no deja
de ser cierto, sino porque su conducta se basaba en un error. El
destino le ofrecía lo que ofrece a casi todo el mundo: circunstancias
positivas y negativas. Lo que ocurre es que la mujer no estaba
dispuesta a aprovechar las oportunidades positivas si ello implicaba
acarrear con consecuencias negativas. Este, y no otro, era su
verdadero problema. La codicia, y no la falta de voluntad, era lo que
le impedía tomar una decisión. Lo quería todo: seguir siendo la hija
querida por su madre y, al mismo tiempo, la esposa de su hombre.
Lo quería todo, y lo perdió todo.
LIBERTAD E IDENTIDADLa dificultad de decidir es uno de los rasgos típicos de las personas
psíquicamente lábiles, dado que toda elección implica la renuncia de lo
descartado. Por tanto, no es cierto que estas personas sean incapaces de
elegir, sino que, simplemente, no quieren renunciar. No se pueden
reconciliar con el hecho de que no pueden tenerlo todo.
Pero volvamos a nuestro ejemplo. Atónitos, asistimos a cómo la mujer
no ha aprendido absolutamente nada de los sucesos vividos. Tras la
despedida del novio y la muerte de la madre, nuestra protagonista se ve
enfrentada a la decisión de cómo organizar su futuro y, una vez más, no
decide nada, o como mínimo nada con sentido, porque quiere varias
cosas a la vez: el papel de «pobre chica» que le permite compadecerse
de sí misma y hundirse poco a poco, y, además, una oferta de ayuda del
exterior, como demuestra la publicación de sus escritos. Lo que debería
haber aprendido —y que la logoterapia habría intentado motivar con
urgencia— es a decir un «sí» bien alto y sincero a aquellos valores y
consecuencias que realmente le importen. Si el mayor de los valores
conscientes hubiera sido la madre, no habría seguido viendo al novio,
sino que habría marcado claramente los límites de esa amistad. Si
hubiera sido el novio, habría intentado desprenderse de la madre. Y si se
hubiera dado cuenta de que ambas personas merecían la pena, habría
hallado algún acuerdo que vinculase el matrimonio con el cuidado de la
madre anciana. Lo mismo se podría
LOGOTERAPIA Y PREVENCIÓN
aplicar a su situación actual: si fuera consciente del valor de su propia vida,
no la desperdiciaría auto- destruyéndose insensatamente.
A veces desafío a mis pacientes instándoles paradójicamente a querer hacer
lo que hacen. Por ejemplo, cuando alguien bebe sin moderación, le digo que
lo haga pensando lo siguiente: «Bebo porque quiero volverme alcohólico». A
una persona que siempre está cargando con el trabajo de los demás, le digo
que lo haga pero pensando: «Haré el trabajo porque quiero que se aprovechen
de mí».
Si el paciente choca contra estas formulaciones absurdas, se dará cuenta de
la distancia que existe entre lo que hace y lo que quiere, y deberá preguntarse
por qué hace algo que no quiere. Normalmente, el paciente alude a
debilidades psíquicas o miedos de cualquier índole que, según él, son más
fuertes que su voluntad, pero se le puede asegurar de manera convincente que
su voluntad sería lo suficientemente fuerte si lo que él quiere tiene un valor y
un sentido suficientes para él. A partir de ese momento se abre una puerta a la
búsqueda de cuestiones verdaderamente importantes que, si se cruza,
permitirá al paciente acercar cada vez más sus actos a sus voluntades, cosa
que no ocurría en su conducta adictiva. Éste es el carácter preventivo para
adicciones del segundo «paquete de ayuda» de la logoterapia.
LIBERTAD E IDENTIDAD
III. Mantener las decisiones llenas de sentido
Cuando se toman decisiones con sentido pero no se mantienen,
vuelven a perder su cualidad protectora y se transforman
precisamente en factores de riesgo. Una persona que se echa
constantemente atrás de sus propias decisiones corre incluso más
peligro que otra que a duras penas consigue tomar alguna, porque
mientras ésta lucha por estar convencida de lo que hace, aquélla
actúa en contra de su propia convicción. Por este motivo, la
logoterapia considera importante respaldar a las personas en el
mantenimiento de decisiones llenas de sentido. En la práctica esto
significa animar al paciente a que vea los inconvenientes
relacionados con su decisión como un «precio» que hay que «pagar»
por los valores para los que sirve dicha decisión. De lo que se trata
es de poder estar satisfecho de lo que se consigue o se puede
conseguir y de encarar con serenidad los altibajos de la vida.
Supongamos que un señor no muy adinerado tiene que elegir entre
comprarse un traje elegante, pero caro, o una prenda barata de
confección. Si se decanta por lo primero, el precio que tendrá que
pagar por el valor de llevar una pieza de vestir noble es el de ahorrar
durante un tiempo y no poder permitirse muchos gastos más. Si elige
el barato, el precio que tendrá que pagar por el valor del ahorro es el
de no poder lucir su traje nuevo en ocasiones solemnes y destacar
negativamente entre sus colegas.
L0G0TERAPIA Y PREVENCIÓN
Pues bien, habrá hombres que se comprarán el traje caro y después se
lamentarán porque ya no les queda dinero, y habrá otros que elegirán la
prenda sencilla y después se quejarán porque encoge o no les queda
bien. Da igual la manera de decidirse o el sentido que la decisión pueda
tener en su situación personal: siempre tendrán algo por lo que
refunfuñar o que criticar porque únicamente se fijan en el precio que
hay que pagar. Esto hace inevitable la infelicidad, porque el sentido
profundo de cualquiera de las decisiones desaparece de repente, tan
pronto como la ejecución de la decisión exige alguna renuncia.
La situación cambia cuando se trata de un hombre que, por la
satisfacción de ir elegante, elige el traje caro y está dispuesto a posponer
de buena gana durante meses otros placeres. En su caso, la satisfacción
perdurará. De forma parecida disfrutará de una compra barata el hombre
que se decanta por el traje de confección —porque necesita el dinero
para cosas más importantes— siempre que no le importe ofrecer una
imagen modesta. La metáfora del traje caro o barato es aplicable, en
general, a personas con tendencias adictivas. Cuando por fin consiguen
tomar la decisión sensata de ofrecer resistencia a su adicción, estas
personas no deben concentrarse exclusivamente en el precio que hay
que pagar por ello (en forma de continuo autocontrol y férrea psicohi-
giene). También deberían acordarse del valor que conquistan con su
decisión: una vida sana desde la autodeterminación y la dignidad.
¡Merece la pena
LIBERTAD E IDENTIDAD
pagar el precio de este valor! Cuántos adictos se ofuscan porque,
precisamente después de innumerables intentos de curación, han
visto cómo se recrudecía su adicción. A menudo, lo que desencadena
la siguiente recaída es la mera imprudencia, la «última» copa de vino
o el «último» cigarrillo que inicia la funesta caída. Pero a esta
imprudencia sólo se llega cuando se pierde de vista el valor por el
cual se ha pagado un alto precio y hay que seguir pagando si se
quiere conservar. Con su temática del sentido, la logoterapia
mantiene los valores espiritualmente presentes y pone de relieve el
sacrificio, necesario en cada momento, que merece la pena hacer «en
nombre de la realización de los valores». Aquí reside el carácter
preventivo para adicciones del tercer «paquete de ayuda»
logoterapéutica.
EN RESUMEN
Para encontrar un sentido en la vida hay que indagar las
posibilidades con creatividad y bajo cualquier circunstancia. Para
tomar decisiones con sentido hay que renunciar heroicamente a las
alternativas con menos sentido. Para mantener decisiones llenas de
sentido hay que pagar «de buen grado» el precio que cuestan.
Seguramente no es fácil dominar este carro de tres caballos, pero su
efecto es altamente protector porque compensa los riesgos de nuestra
frágil existencia.
¿De qué depende la dependencia?
Hay muchos tipos de dependencia, pero no todos desembocan en una
enfermedad mental. A pesar de ello, todas las dependencias conducen a una
vida limitada en tanto que la forma de ser del hombre —llamada «existencia»—
no llega a su completo florecimiento. Hay vidas que, al brotar, se marchitan.
A continuación presentaremos cinco tipos de dependencia que abarcan en
conjunto la práctica totalidad de esta problemática. Todo ser humano que tiene
la oportunidad de hacerse adulto está obligado a superarlos paulatinamente a
medida que va creciendo.
I. La dependencia de efectos externos (o de la aprobación
de los demás)
El primer tipo consiste en la dependencia de los efectos externos: la
dependencia de la recompensa o el castigo que esperamos cosechar en el
LIBERTAD E IDENTIDAD
prójimo como consecuencia de nuestros actos. En este contexto, lo que
está «bien» es lo que despierta el cariño de los demás e impide el rechazo.
Esta visión oportunista se suele subestimar en la estructura de de-
pendencias, pero contiene extraordinarios elementos de crítica para
valorar la salud y la estabilidad mentales. Un ejemplo de ello son las
personas que se comprometen con su trabajo pero se orientan hacia el
éxito y que, cuando surge un fracaso inesperado o una falta de amor
repentina, se «apagan» y pierden aquella energía inicial.
En general, diremos que en la dependencia de los efectos externos
siempre existe el peligro de ser manipulado: no se actúa en libertad, sino
siempre guiado por la probabilidad de ser recompensado o castigado.
II.La dependencia de efectos externos especiales (o de la
aprobación de personas determinadas)
En este segundo tipo, la dependencia de efectos externos se reduce a la
dependencia de las opiniones y actos de unas cuantas personas con las
que existe una relación particularmente estrecha. En este caso, lo que
estará «bien» es lo que guste y valoren positivamente estas pocas
personas. Aunque esta reducción de la dependencia de efectos externos
supone, en principio, un avance, puede suponer un agravante patológico,
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA?
por ejemplo, en personas que no se desprenden de los padres o de la
opinión paterna, o se someten a la influencia del jefe de una secta.
En general, diremos que en la dependencia de efectos externos
especiales siempre existe el peligro de estar sometido: no se actúa
con libertad, sino bajo el dictado de las ilusiones de otra u otras
personas.
III. La dependencia de efectos externos interiorizados
(o de la aprobación de una sociedad basada en
valores transmitidos)
En este tercer tipo de dependencia, los efectos externos se han
interiorizado. Sigmund Freud hablaba a este respecto del «superyó»,
una instancia psíquica del ser humano que le instaría a seguir las
órdenes y normas de la sociedad a la que pertenecemos. Por
consiguiente, lo que estará «bien» en este caso será todo lo que
coincida con la moral social. A pesar de que esta interiorización de
los principios básicos de la convivencia humana constituye un
enorme avance si la comparamos con el culto a la persona que se
produce en los otros dos tipos, tampoco está exenta de peligro para la
vida mental. Un ejemplo de ello lo tenemos cuando una persona no
hace caso de la voz de su propia conciencia y abandona el camino
que le conviene por culpa de una moda socialmente permitida.
LIBERTAD E IDENTIDAD
En general, diremos que en la dependencia de efectos externos
interiorizados existe el peligro de estar determinado por fuerzas
ajenas: se actúa con aparente libertad, pero en realidad se sigue la
experiencia y la voluntad de un colectivo.
IV. La dependencia de efectos internos (o de la
aprobación del estado anímico propio)
Las sensaciones del afectado siempre han estado incluidas en los
tipos de dependencia citados hasta ahora. Nos sentimos bien cuando
recibimos atención y recompensa, cuando las personas cercanas son
un modelo a seguir y cuando sabemos que estamos en armonía con el
entorno social. Sin embargo, todavía no hemos dicho que estar «bien»
significa sentirse bien. Decantarse por la buena sensación como
patrón de conducta interno es un paso decisivo en favor de la
independencia de efectos y normas externas. Sin embargo, este paso
puede llevar directamente al cuarto tipo de dependencia: la dependen-
cia de los efectos internos, es decir, de cómo nos sentimos después de
un acto determinado. En este caso, el peligro es obvio. El alcohólico,
por ejemplo, se siente mal antes de tomar una copa y bien después de
hacerlo. El ludópata también se siente mal cuando no tiene una mesa
de juego delante y bien cuando la tiene...
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA?
En general, diremos que en la dependencia de los efectos
internos el peligro de volverse adicto es inmenso: no se actúa
voluntariamente, sino bajo el yugo del propio estado anímico.
V. La independencia de efectos de cualquier tipo y la
dependencia de requisitos de tipo especial (aprobarse
uno mismo)
Sólo la persona totalmente independiente de efectos externos e
internos está capacitada para elegir libremente sus actos, incluso
cuando al elegir recibe a cambio castigo, rechazo y condena de los
demás o pena y dolor en su alma. Sólo este ser humano libre estará
en situación de cuestionarse el «bien en sí mismo» y buscar las
cosas buenas, independientemente de si le aportan ventajas o
inconvenientes y de si el mundo las reconoce o no como buenas.
Sin embargo, en este nivel superior de desarrollo acecha un último
peligro (tipo de dependencia número 5): el peligro de que el «bien
en sí mismo» sólo se haga si se cumple un requisito determinado, a
saber, que otras personas también estén dispuestas a hacer el «bien
en sí mismo». Por ejemplo, muchos saben que la paz es «buena en
sí misma», pero sólo la firman si el enemigo acaba la guerra. Y si
no lo hace, será culpable de que el «bien en sí mismo» no se haya
hecho realidad.
LIBERTAD E IDENTIDAD
En general, diremos que la dependencia de requisitos especiales
a pesar de la independencia de efectos de cualquier tipo alberga el
peligro de la vanidad. En este caso, se actúa con libertad pero
siguiendo un lema: «Si el otro no, yo tampoco».
Conclusión
De los cinco puntos anteriores se deduce que el fenómeno de la
«dependencia» depende principalmente de la importancia que se
otorgue al antes y al después de un acto autónomo. Si la
importancia es alta, también lo será la dependencia; si disminuye la
importancia, se podrá ponderar el sentido inherente a la acción y
orientarla hacia él. Entonces, y sólo entonces, relucirá la verdadera
libertad humana que nos permite hacer que lo bueno ocurra a través
de nosotros si lo elegimos.
De estos puntos también podemos inferir algo más. No cabe
duda de que la dependencia es una representación fundamental de
estadios tempranos del desarrollo de la persona y un estado más o
menos natural que se extiende a lo largo de tramos prolongados de
la vida. Esto coincide con los resultados de investigaciones sobre la
formación de la personalidad y los procesos de desarrollo moral y
religioso desde la infancia. Los estadios considerados «superiores»
en cada momento son siempre los de mayor independencia en
comparación con los inferiores.
¿DE QUÉ DEPENDE LA DEPENDENCIA?
Sin embargo, habría que ver si de ello podemos extraer la conclusión
de que cada persona está obligada a atravesar un estadio tras otro y
que, por consiguiente, la evolución personal sigue el principio del
«pasito a pasito». Permítanme que, desde mi larga experiencia en la
práctica psicoterapéutica, contradiga esta idea.
El ser humano está llamado a hacer realidad sus más elevadas
posibilidades. Desde su engendramiento, la persona está concebida
para la libertad espiritual y la realización de un sentido en sus actos.
La capacidad para la independencia y el conocimiento de lo que es
«bueno en sí mismo» están instalados en el ser humano desde el
principio. Los cinco puntos detallados anteriormente y las distintas
fases evolutivas que notorios expertos en la psique humana
formularon mucho antes que yo dormitan en nosotros como
potencialidades antes de actualizarse, pero no todos tienen la misma
potencialidad. Los «niveles elevados» siempre son los que nos
esperan, nos atraen y nos llegan, mientras que los «niveles
inferiores» siempre son los que se cierran cada vez más a nosotros y
nos repelen. Cuanto más dignos de la persona son los estadios de
desarrollo que hay que alcanzar, tanta más potencia de actualización
albergarán para seres humanos como nosotros, y tanto más
«espontáneos» seremos nosotros para «descubrirlos». De ahí que
haya personas adultas que han vivido durante años instaladas en un
nivel de dependencia infantil y que, repentinamente,
LIBERTAD E IDENTIDAD
son capaces de madurar porque han oído la llamada de la libertad
y la dignidad humana.
Por consiguiente, los expertos y profanos que trabajan con
personas afectadas por la problemática de la dependencia tienen el
deber de intensificar esa llamada que desde el principio existe y que
proviene nada menos que del «bien en sí mismo». El ascenso a la
independencia interior puede producirse sin rodeos ni reservas allí
donde se reciba esta llamada.
La búsqueda de identidad como
proceso creativo
Cuando se habla de la diferencia cualitativa entre la facultad de
pensar animal y humana o, más actualmente, entre un superordenador y
el cerebro humano, casi siempre se alude a la capacidad creativa de la
que carecen por igual máquinas y animales. Las ideas artísticas o
musicales, los intereses científicos, las creaciones tecnológicas, la
religión, la filosofía, por nombrar sólo algunos ámbitos, son «dominios
humanos» por excelencia. Al ámbito creativo se añade el cognitivo, es
decir, el reconocimiento y la formación de una identidad. Ningún
animal es capaz de valorarse a sí mismo como un «ser animal» ni
ningún aparato sumamente perfeccionado está en situación de
clasificarse como «aparato» entre la abundancia de cosas del mundo.
Si observamos el crecimiento de un niño desde que empieza a actuar
por reflejos e impulsado por instintos hasta que se convierte en un
joven mentalmente adulto, vemos que el salto cualitativo a los
«dominios humanos» es continuo y no siempre en
LIBERTAD E IDENTIDAD
el marco de un proceso lento e imperceptible, sino, en ocasiones,
de manera repentina. Todo empieza cuando, un día, el niño
introduce una acción autónoma en la pura copia e imitación de
actos, es decir, crea una combinación que da como resultado una
forma que no tenía interiorizada. Esto sucede, por ejemplo, al
apilar las piezas de un juego de construcción o en el uso del
lenguaje, cuando el niño inventa de repente frases propias, o
también al pasear, cuando se toman caminos por los que nunca se
ha pasado. La habilidad del educador se encargará de fomentar y
guiar estos saltos del niño a las acciones creativas. Fomentar,
porque la autonomía, la abundancia de ideas y la creatividad son
indicadores satisfactorios de un desarrollo sano y positivo; y guiar,
porque un crecimiento «silvestre» de la identidad podría dañar la
relación del niño con la sociedad, por ejemplo, si se inventa las
palabras o si no respeta las normas de convivencia. El difícil proce-
so de fricción entre la adaptación a los demás y la personalidad
propia, entre la asunción de la tradición y la creación de cambios,
empieza con el primer paso infantil hacia lo creativo y ya no
termina jamás.
Si seguimos el desarrollo del joven, el siguiente salto cualitativo
que encontraremos será el afloramiento de la búsqueda de un
ideario propio, aproximadamente en la época de la pubertad. Con
la capacidad de pensamiento crítico llegan por primera vez las
preguntas sobre la religión y la sociedad a los labios
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD
del joven que, hasta ahora, se ha limitado a ir repitiendo lo que le
decían. Todo lo que antes de la pubertad se creía sin refutar, ahora
se cuestiona, se prueba, se agita, se le da la vuelta. Otra vez, el edu-
cador necesitará un tacto especial para, sin recurrir a argumentos
prefabricados, ayudar al adolescente escéptico y obstinado a
encontrar respuestas orientadas hacia unos valores. La creencia en
«lo que mantiene unido al mundo en lo esencial» siempre es el
producto de un acto creativo arduo y espiritual que se inicia en la
pubertad y que —en el mejor de los casos— se hace bajo la atenta
y paciente mirada de las personas de referencia.
Cuando al final ya sólo quede dar el paso a la vida adulta, nada
pondrá trabas al último gran salto hacia la realización creativa de la
persona: el descubrimiento de la identidad propia, es decir, la
percepción de objetivos personales y del sentido de la vida de cada
uno. Partiendo de la capacidad, practicada en la infancia, de actuar
con fantasía y de una línea ideológica fraguada en el impulso y la
precipitación adolescentes, a partir de ahora sólo habrá lugar para la
realización de la existencia humana en tanto individuo único,
excepcional, irrepetible e insustituible.
Por desgracia, algunas personas no experimentan en su
desarrollo los saltos aquí descritos, lo cual tampoco se puede
achacar únicamente a los responsables de su educación. A veces,
las predisposiciones de carácter ansioso, la seducción de los medios
de comunicación, las ideologías enfermizas, las influencias
LIBERTAD E IDENTIDAD
dominantes de los coetáneos y la inercia personal se combinan con los
distintos obstáculos que se interponen fatídicamente en nuestras vidas.
¿Qué ocurre entonces? Que el radio de acción creativo no se expande lo
suficiente. No hay innovación, el ideario no resiste y la persona no
consigue llegar a su identidad. Es una situación «existencial- mente»
grave, pero siempre quedan dos posibilidades para estas personas: o bien
se esfuerzan por su propia cuenta en recuperar enérgicamente lo perdido,
o bien rehusan reconocer honestamente sus debilidades refugiándose en
el mundo irreal de la huida y la adicción.
Repetimos: es duro recuperar lo perdido, pero también es posible.
¿Por qué es duro? Porque el arte de crear requiere olvidarse de sí mismo
con naturalidad y abnegación, mientras que el desertor y el adicto
solamente conoce el autoolvido embriagador. Pasar de lo segundo a lo
primero implica transformar completamente la actitud ante la vida, y eso
no resulta nada fácil. A continuación expondremos algunas reflexiones a
modo de ayuda:
El autoolvido natural y abnegado
Para empezar, nos adentraremos en la capacidad natural y abnegada
de olvidarse de uno mismo. Viktor E. Frankl nos enseñó que el ser
humano encuentra su identidad trascendiéndose a sí mismo. Según él,
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD
[,..] el ser humano apunta más allá de sí mismo. Nos remitimos a
algo que no somos nosotros. A algo o a alguien. A un sentido que
hay que satisfacer o a otro ser humano con el que nos encontramos.
A una cosa a la que servimos o a una persona a la que amamos. 1
Para Frankl, los proyectos creativos nunca se conciben teniendo en
cuenta exclusivamente los deseos y necesidades propios, sino que
también incluyen al mismo nivel, cuando no prioritariamente, a las
personas y cosas que nos rodean.
Diferentes estudios psicológicos avalan los puntos de vista de
Frankl. Un panadero satisfecho con su profesión no se pasa el día
pensando si le va bien despertarse de madrugada o si le gusta o no
amasar. Un panadero satisfecho es aquel que está metido de lleno en
su oficio, que moldea la masa con habilidad, inhala con fruición el
aroma del pan recién hecho y se concentra en vender un género
excelente y mantener una clientela fiel. De la misma manera, un
médico satisfecho no es aquel que está pendiente de la caja
registradora y lo único que hace es pensar en cómo deshacerse de los
pacientes molestos, sino aquel que ha declarado la guerra a la
enfermedad y la muerte e invierte una parte de su ser en esta lucha.
Nadie puede identificarse primero con una profesión y después
disfrutar trabajando en ella, porque en realidad sucede lo contrario: al
principio se esta
LIBERTAD E IDENTIDAD
blece un compromiso con el trabajo en el que el Yo, frente a las exigencias
de la situación, se coloca voluntariamente en un segundo plano. La atención
del que trabaja está «cautivada» en todo momento por el sentido que debe ser
satisfecho en cada acción y, al mismo tiempo, de manera inadvertida y
espontánea, se produce el milagro de la obtención de identidad: la persona se
aproxima a aquello que le gustaría ser, es decir, a sí misma.
La elección de pareja discurre por cauces parecidos. Aquí también se
produce un proceso de formación de la identidad que sólo se culmina cuando
la elección se orienta hacia un Tú del que el Yo se ha enamorado. La esencia
de la personalidad propia se fortalece en la existencia feliz para el otro. Lo
mismo se puede decir de la elección de domicilio o de cualquier otra
decisión que abra nuevas perspectivas en la vida de una persona. Por
supuesto, las necesidades y las pulsiones vitales de cada individuo siempre
están presentes, pero únicamente se limitan a hacer el «trabajo sucio» de un
proceso creativo en el que un «deber mundial autotrascendente» (por ínfimo
que sea) permite al ser humano aspirar a objetivos que solamente se abren a
seres espirituales.
El autoolvido embriagador
A diferencia del anterior, el autoolvido embriagador hace que el individuo
se olvide precisamente
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD
de este «deber mundial autotrascendente» y se entregue a una agitación
interior que no se puede eliminar si no es con una dosis de anestesia
que permita pasar unas cuantas horas vegetando sin el menor síntoma
de intranquilidad. En este periodo exento de compromiso, la alegría
muere. La atención, que ya no tiene ningún sentido que la «cautive»,
rodea al ego con sus brazos y lo arrastra al remolino de la
autocompasión. «¡Oh! ¿Qué me está pasando?» «¿Qué tengo?»
«¿Cómo me siento?» Mirarse al espejo es estremecedor. Se va
esbozando una mueca cada vez más sombría. Ángel Silesio sabía de lo
que hablaba cuando escribió los versos siguientes:
En el corazón de cada ser humano hay una imagen de aquello a lo
que aspira ser y si no lo consigue su paz nunca será completa.
De una cosa podemos estar seguros: el que se emborracha o se droga
lo hace porque no ha encontrado la paz interior, y la adicción tampoco
proporciona esa paz. Simplemente, ofusca al individuo y, al final,
puede matarlo. Y nadie sabe si realmente descansará en paz...
LIBERTAD E IDENTIDAD
El «salto» necesario
Por tanto, todo desarrollo sano de la identidad requiere un «salto» del
autoolvido embriagador al auto- olvido natural y abnegado. Pero ¿qué
aporta este salto? La respuesta, como suele suceder en la vida, es
relativamente sencilla: aporta el conocimiento de que la realidad es más
importante que su aceptación por parte de nuestros sentimientos; que
esta realidad sigue existiendo incluso cuando huimos de ella para
refugiarnos en otro sitio; que se trata de la realidad que nos rodea
porque ella es el material del impulso creativo que nos mueve desde
tiempos inmemoriales; y que no podemos escabullimos de intervenir
constructivamente en la realidad, por bueno o malo que sea nuestro
estado de ánimo en cada momento. Quizá sea un discurso duro, pero
esconde una sabiduría que Viktor E. Frankl reflejó, por ejemplo, en
estos dos breves fragmentos:
No cabe duda de que, al fin y al cabo, siempre es mejor
experimentar un malestar y que los médicos nos aseguren que no hay
nada fisiológico detrás. Siempre será mejor que el caso contrario, es
decir, no notar nada y, sin embargo, arrastrar una lenta enfermedad
latente [...].
LA BÚSQUEDA DE IDENTIDAD
PACIENTE: Todo me parece vacío, sin sentido.
FRANKL: ¿Qué es lo que cuenta para usted, la manera como le
parecen las cosas, o sea, vacías o llenas? ¿O lo único que cuenta
para usted es que todo sea importante?
La argumentación de Frankl es obvia. Por supuesto, siempre es
mejor no estar enfermo aunque uno se sienta enfermo (como les
sucede a los hipocondríacos) que estar enfermo y no notarlo (de mo-
mento). Siguiendo la misma lógica irrefutable, también es mejor
acometer algo con sentido y sentirse (de momento) miserable (como
en el «salto al auto-olvido natural y abnegado») que hacer algo
carente de sentido y sentirse de maravilla (por ejemplo, al consumir
drogas). Por tanto, el mensaje que una ayuda eficiente para adictos
deberá transmitir es el siguiente: el ser tiene preferencia sobre
cualquier ilusión emocional.
Y, simultáneamente, de manera inadvertida y espontánea, se
producirá el milagro de la obtención de identidad...
¿Qué papel (no) desempeña la
educación?
En repetidas ocasiones se ha negado terminantemente que la causa
principal de la adicción resida en la familia. De manera objetiva, la
influencia del factor educativo en la vida adulta asciende a una
tercera parte, siendo ésta una apreciación a la alta, porque el medio
educativo no constituye todo el entorno de un individuo. La escuela,
los amigos, los medios de comunicación y las corrientes sociales
comparten con padres y familiares, en calidad de agentes
educadores, esta tercera parte de influencia.
Los otros dos tercios de influencia en el desarrollo de un
individuo los forman la herencia biológica y la aportación espiritual
propia.
Tras casi un siglo de exagerada veneración del deterninismo
ambiental por parte de muchos científicos, la era de la investigación
genética moderna redescubrió la extraordinaria importancia de la
herencia. Actualmente nadie cuestiona la considerable dote genética
de las cualidades y capacidades físicas y psíquicas que el individuo
LIBERTAD E IDENTIDAD
individuo recibe en el momento de su concepción como «capital ini-
cial». Cada célula del cuerpo humano tiene grabado un completo
programa de futuro que abarca desde los gustos individuales a la
esperanza media de vida.
En cambio, el siglo xxi todavía no ha encontrado ninguna
explicación a la enorme importancia de la aportación espiritual
propia. Tal como demuestra una interminable casuística, las
personas con un mismo origen o los gemelos con una misma heren-
cia se desenvuelven de una manera completamente distinta en este
mismo marco educativo y genético y, por consiguiente, se convierten
en personalidades únicas e inconfundibles. La variopinta diversidad
de desarrollos que, por ejemplo, experimentan hermanos procedentes
de estratos supuestamente muy marcados nos reafirma en la
esperanza de que el ser humano, en lo que respecta a su sustancia
espiritual, es mucho más que el origen que la casualidad y el destino
le han concedido. Uno de los pocos científicos que siempre ha tenido
en cuenta esta aportación misteriosa del individuo en su propio
devenir es Viktor E. Frankl. Su temprano texto Der unbeding- te
Mensch, publicado en 1949, ya estuvo dedicado a la cristalización de
esta unión entre el espíritu y los factores sociobiológicos, tal como
podemos leer en la primera página:
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA?
Extracto de la introducción
Este libro intentará mostrar hasta qué punto el hombre puede
existir como un ser incondicionado (a pesar de todos los
condicionamientos). En estas páginas demostraremos hasta qué
punto el ser humano siempre está por encima de su
condicionamiento táctico o, por lo menos, puede estarlo. Para
hacerlo, nos centraremos precisamente en aquellos hechos que
parecen limitar sorprendentemente el campo de acción del
espíritu humano, pero que también son capaces de mostrar, de
manera no menos asombrosa, cómo el ser humano, a pesar de
todo, todavía tiene la facultad de levantar el vuelo en virtud de su
libertad: nos referimos a esos hechos biológicos y psicológicos
que se resisten a la intervención del médico y, no en menor me-
dida, a la del neurólogo y el psiquiatra.
El condicionamiento fáctico y el Acondicionamiento
facultativo del ser humano van de la mano. El neuropsiquiatra es,
por definición, un conocedor del condicionamiento psicofísico
de la persona espiritual, pero también es, precisamente por ello,
testigo de su libertad: el conocedor de la impotencia es llamado
aquí en calidad de testimonio de lo que nosotros denominamos el
poder de obstinación del espíritu.
Estas excelentes palabras se pueden aplicar en la práctica a todos
los psicoterapeutas y, especialmente a todos los trabajadores
LIBERTAD E IDENTIDAD
de una clínica de desintoxicación. Todos ellos son, por un lado,
«conocedores de la impotencia humana» y, por otro, «testigos del
poder de obstinación del espíritu», porque cada día se enfrentan con el
«soy así porque...» de sus pacientes y, simultáneamente, con el «puedo
cambiar, aunque...» de esos mismos pacientes.
Los diagramas de la parte superior de estas páginas ilustran
gráficamente, tanto en la esfera individual como en la colectiva, esa
tercera parte de influencia del entorno de la que hablábamos. Se trata
de un esquema sobre el consumo de drogas (que representaría los de-
sarrollos negativos) y otro sobre la práctica musical (un desarrollo
positivo) en la juventud.
Ambos diagramas indican que, debido a la influencia del medio, dos
de cada seis grupos de per-
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA|?
sonas (una tercera parte) son desviados de sus predisposiciones. Pero, al
mismo tiempo, también muestran que la última palabra, la última decisión
al respecto siempre la toma la propia persona. Jean-Paul Sartre dijo,
acertadamente, que «la libertad consiste en cómo respondemos a lo que
nos sucede». Por tanto, el mito del todopoderoso factor educativo pierde
toda validez, así como la excusa que esgrimen los adictos cuando echan la
culpa de sus líos a los padres, los camellos o al Estado. Nadie es víctima
exclusivamente de sus circunstancias (exceptuando a los niños y a los que
padecen enfermedades cerebrales orgánicas). Todos configuramos activa-
mente nuestras circunstancias, aunque, naturalmente, también podemos
hacerlo para caer víctimas de ellas.
LIBERTAD E IDENTI DAD
El factor «educación»
Examinemos a continuación el «factor educativo». ¿Qué frutos
puede dar la educación frente al peso de la herencia y las aportaciones
propias? La resignación estaría aquí fuera de todo lugar. Toda educa-
ción abre puertas, a la humanidad o a la falta de humanidad, en función
de cómo sea. La educación no garantiza que los adolescentes atraviesen
esas puertas en un futuro, aunque todo el mundo sabe que es mucho
más difícil atravesar una puerta cerrada. Por consiguiente, si padres y
profesores consiguen abrir de par en par las puertas de la humanidad,
obsequiarán a sus sucesores con el maravilloso regalo de poder andar
sin trabas hacia una vida agraciada. De ellos dependerá entonces tomar
esa dirección, si así lo desean.
Una de las puertas más atractivas hacia la humanidad es la educación
en el amor. Ya lo dice la buena literatura especializada: los niños
necesitan amor. Pero no sólo eso, sino también capacidad para amar,
porque sólo gracias a la fuerza del amor propio pasarán algún día de
necesitar a ser necesitados, y este paso de un nivel a otro será lo que
cortará definitivamente el cordón umbilical que los mantiene en la
infancia. El carácter crucial de este cambio de niveles se ilustra en un
proyecto modélico que se puso en marcha en la década de 1980 del
siglo pasado y que, para sorpresa general, fracasó. Los pedagogos lo
idearon para impedir el fanatismo y las agresiones
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA?
en los campos de fútbol y otros actos deportivos y proteger así a los
espectadores de las peligrosas intrusiones de grupos de gamberros.
El proyecto consistía en proporcionar a los agresores alternativas
para satisfacer sus necesidades, como, por ejemplo, peñas
deportivas, centros de reunión para jóvenes, talleres artísticos y
sótanos acondicionados donde poder desahogar las energías de
manera «inofensiva» en colchonetas y sacos de boxeo. Por
desgracia, el resultado obtenido fue contrario a lo esperado. Las
agresiones no se recondujeron, sino que se recrudecieron. Lo que se
creía inofensivo degeneró en un dopaje de brutalidad y las peñas se
convirtieron en infiernos de la droga.
¿Cuál fue el error de este planteamiento? Que no se fue más allá
del nivel de la necesidad. ¿Qué necesitan los jóvenes para su
desarrollo? Esto y aquello. Pues lo tendrán. ¿Y si no se desarrollan
positivamente? Entonces, por lo visto, es que deben de necesitar
otras cosas y en mayor cantidad. Pues también las tendrán... Todo
quedó en un mero suministro de lo que los jóvenes necesitaban y una
ausencia de educación para ser necesitados. No se tuvo en cuenta la
mayor y más humana necesidad de los jóvenes: el anhelo de ser ellos
mismos útiles y valiosos para algo en algún momento y lugar.
Cuando, en su día, el famoso pedagogo Eduard Spranger habló de
la diferencia conceptual básica que existe «entre dejarse llevar y
sentirse responsable»
LIBERTAD E IDENTIDAD
dijo sin dudar que no basta con transmitir a los adolescentes
cuándo y dónde pueden dejarse llevar sin verse relativamente
perjudicados, sino que también tienen que aprender a asumir
responsabilidades y, en caso necesario, controlar desde su auto-
nomía la presión acuciante de la frustración y los instintos.
Responsabilidad es ante todo conceder al competidor la victoria
merecida y esmerarse en no hacer que los inocentes paguen por
todo aquello que nos fastidia. Pero para eso es necesario el amor
en su sentido más amplio y bello: amor por el juego limpio, amor
contradictorio por el adversario, amor fundamental por el inocente
e, incluso, amor por uno mismo, por un Yo no mancillado por las
«infamias». Se necesita amor, pero no el que se recibe, sino el que
se reparte.
Una educación que se excede en la satisfacción de necesidades
está implantando una actitud de exigencia en las mentes jóvenes
que durará toda su vida. Exigir alegría al ganar o ausencia de
frustración al perder es algo que no se ajusta a la realidad. En el
marco de tales exigencias, cualquier pena se convierte rápidamente
en un lloriqueo que aumenta aún más el pesar. En cambio, una
educación que hace que el joven se sienta necesitado contribuirá al
fortalecimiento ante los disgustos y a sacar lo mejor de cualquier
preocupación.
2. Eduard Spranger en Hans Walter Bahr (comp.). Wege zur
Da- seinsgestaltung, 1952.
¿QUÉ PAPEL (NO) DESEMPEÑA|?
¿Se ha eliminado de los planteamientos actuales el error del ejemplo
anterior? Un caso extremo nos muestra que no. En agosto del año 2000
naufragó el submarino atómico ruso Kursk. Durante días, los equipos de
rescate intentaron en vano salvar a la tripulación de morir asfixiada. Las
fotografías que entonces se publicaron en la prensa mostraban la
desesperación de unos familiares que se agarraban a cualquier atisbo de
esperanza. En el Frankfurter Allgemeine Zeitung, como en otros
periódicos, se pudo leer lo siguiente: «Mientras una mujer se desmaya, la
doctora sigue inyectando tranquilizantes a los otros cuatrocientos
familiares. El jefe de psiquiatría del hospital de Murmansk justifica el
ataque con jeringuillas arguyendo que el uso de tranquilizantes es una
práctica corriente en situaciones como ésta».
¿Qué necesitan los familiares desesperados? ¿Indiferencia artificial?
Pues la tendrán... ¿Se acaba aquí la desesperación? Quien lo crea se está
engañando. Mucho más digno habría sido reunir a los familiares para
sentirse necesitados y, en este nivel, confiarles la tarea solidaria de
apoyarse y consolarse mutuamente. Y aún más útil habría sido reclutar
entre ellos a un «ejército de rebeldes» para levantarse contra la guerra,
las armas, los soldados y la violencia. Pero lo más humano habría sido
llorar con ellos por la muerte de sus cónyuges, padres e hijos para que,
en el duelo común de todo un pueblo, pervivieran en el recuerdo.
LIBERTAD E IDENTIDAD
Estos ejemplos demuestran lo pernicioso que puede llegar a ser el
potencial adictivo que estos errores de planteamiento albergan. El
proyecto modélico del siglo pasado hizo aumentar el consumo de
drogas en los clubes juveniles, mientras que el ataque con jeringuillas
de Murmansk convirtió en yonquis a personas con un trauma psíquico.
En ambos casos, la «droga» se proporcionó siguiendo el lema: «¿Qué
necesito para aguantar esta vida?». En cambio, la buena educación
apunta desde un principio a una divisa totalmente opuesta: «¡Lo
resistes todo porque la vida te necesita!».
Quien es consciente de ello es capaz de atravesar la puerta abierta de
la humanidad sin necesidad de drogas, libremente y con paso decidido.
Pase lo que pase.
Relajación y fortalecimiento
de la voluntad
Como hemos dicho, el ser humano no es producto ni resultado de los
factores que influyen en él. Provistos de este leitmotiv, adentrémonos
ahora en la temática de la adicción. Siempre que se habla de ella, las
cifras que se barajan acostumbran a ser dramáticas. Sólo en Alemania
viven miles de heroinó- manos, uno de cada ocho niños de entre 12 y 14
años ya ha tenido alguna experiencia con las drogas y las cifras
oficiosas de casos de alcoholismo multiplican por seis los datos
recabados por las estadísticas. Hace años, el célebre psicoanalista
alemán Horst Eber- hard Richter sostenía en su libro Die Gruppe que
esta situación era «el resultado de un sinnúmero de problemas
encadenados, empezando por condiciones de vida inhumanas y
represión de la fantasía infantil, y terminando por matrimonios
deshechos y estrés en las escuelas», pero nosotros no compartimos esta
opinión. La cultura de la vivienda en Alemania es de las más lujosas del
mundo. La fantasía aflora, precisamente, cuando hay limitaciones,
LIBERTAD E IDENTIDAD
tal como demuestran numerosos informes de agrupaciones de
sectores discriminados. La cifra de hijos de padres separados
que se introducen en el mundo de las drogas es
insignificantemente mayor que la de los hijos de familias
intactas. Y, finalmente, la presión educativa en las escuelas
alemanas no ha aumentado, sino todo lo contrario. Denunciar en
público las cargas externas como causas de las adicciones
entraña un serio peligro, porque de esta manera se fomenta la
idea de que estamos predestinados caer en ellas cada vez que el
azar nos hace víctimas de una de esas cargas.
Además, no son tanto las «cargas» lo que debilita a las
personas, como las «descargas», y no es ninguna idea absurda.
Es cierto que la pobreza extrema puede acarrear consecuencias
físicas críticas (por la falta de alimentos o los malos cuidados
médicos), pero el polo opuesto, es decir, la opulencia, es tanto
más crítica desde el punto de vista psicológico. La pobreza,
como mínimo, moviliza las fuerzas necesarias para salir de ella
(siempre que no se alie con el fenómeno de la apatía), cosa que
no hace la opulencia, que se instala en un estado más bien
carente de objetivos, sin estímulos ni tensiones. Debido a ello,
las sociedades opulentas inventan las formas de entretenimiento
más desquiciadas a modo de compensación, como, por ejemplo,
navegar por Internet noches enteras, hacer puenting desde los
pasos elevados de autopistas o divertirse en las discotecas a base
de éxtasis y sonido ensordecedor.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]
Por ello no cabe duda de que en las sociedades opulentas también
se producen fatalidades y desgracias que pueden hacer perder el
equilibrio. Viktor E. Frankl escribió unas palabras clarificadoras
respecto a los fenómenos agravantes que conducen a las adicciones:
La persona que intenta embriagarse no soluciona ningún
problema ni elimina ninguna desgracia. Lo que elimina es el
mero resultado de la desgracia: la pura sensación de disgusto [...].
El acto de ver no crea el objeto ni el acto de apartar la vista lo
destruye.1
¡Qué palabras tan ciertas! Una madre que toma somníferos
porque su hijo ha muerto no lo está resucitando. Está huyendo de la
realidad durante la noche, pero no por ello la realidad se modifica lo
más mínimo. Lo que cambia, o, mejor dicho, disminuye, es la
fuerza de la madre para enfrentarse a la realidad. Cuanto más
dependa de los somníferos, menos perspectivas con significado
penetrarán en su nublada conciencia y menos capacidad tendrá para
aceptar y seguir viviendo su vida a pesar de la terrible pérdida
sufrida.
Otra vez estamos ante la actitud fallida de preferir una
«apariencia» a un «existencia», que en el caso citado se traduce en
anteponer la apariencia del
LIBERTAD E IDENTIDAD
olvido agradable a la existencia del luto despierto. Frankl comparó a estas
víctimas deplorables de ilusiones efímeras con las ratas de laboratorio a
las que, con fines científicos, se implantan electrodos en el centro del
hambre del cerebro para que ellas mismas, pulsando un botón, puedan
enviarse impulsos eléctricos que les transmitan una sensación de saciedad.
Las ratas se convierten inmediatamente en adictas a los impulsos
eléctricos y a la consiguiente satisfacción simulada del hambre y llegan a
«satisfacerse» hasta cien veces al día utilizando el botón. Al mismo
tiempo, ignoran el alimento real que reciben porque han quedado
saciadas, aunque sólo en «apariencia». Cabe suponer que este tipo de
engaño es el mismo que sufren las personas que se entregan con
regularidad a mundos aparentes artificialmente creados: se contentan con
sensaciones erróneas y dejan pasar de largo los verdaderos valores y
tareas con sentido de sus vidas.
Por consiguiente, podríamos resumir los motivos existencialmente más
significativos de la adicción de la siguiente manera: o bien se busca
anestesia para repeler un enorme dolor, o bien se busca el «subidón» para
llenar un vacío. Es decir: o bien la situación apurada se ha vuelto
insalvable, o bien el aburrimiento se ha vuelto insoportable. Ambos
extremos, tanto la necesidad y la pena, como la opulencia y el aburri-
miento, incitan a huir de la realidad.
A continuación, partiendo de esta base, reflexionaremos sobre el
trabajo psicoterapéutico con adictos.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]Terapia clínica
En los casos de consumo elevado de sustancias adictivas, una
psicoterapia de la palabra no tiene nada que hacer, ni tampoco la
logoterapia. El enfermo se encuentra espiritualmente «amurallado» y
ningún argumento ni ninguna palabra podrían llegar hasta él. La
dimensión existencial que lo caracteriza como ser humano se encuentra
bloqueada y su fuerza de voluntad está completamente anulada. Por
ello, el enfoque terapéutico inicial deberá intervenir en los niveles
corporal y psíquico del paciente. En el primero, mediante una
desintoxicación clínicamente controlada, y, en el segundo, siguiendo un
largo programa de deshabituación completa. Si la dependencia es de las
drogas o el alcohol, es imprescindible ingresar al paciente. El infierno
de la abstinencia es poderosísimo e inimaginable para quien no lo
conoce, y aguantar a solas en este frente es casi imposible. Algunos
enfermos lo consiguen —y por ello se merecen un monumento—, pero
la gran mayoría es incapaz de hacerlo sin una sólida red social a su
alrededor, sin las estrictas indicaciones del personal médico y sin una
supervisión constante.
En este momento, lo que realmente importa es que el enfermo, que se
halla en la cúspide de su carrera adictiva, allí donde la vida flirtea con la
muerte, comprenda que la droga o el alcohol significan el final, no
inmediato ni biológico, pero sí cercano y, sobre todo, de cualquiera de
las manifestaciones de
LIBERTAD E IDENTIDAD
su dignidad. Lo que está en juego es algo más que la salud del adicto. Es su
lado más maravilloso, el cual, al ocultarse, le hace comportarse como un si-
mio... Si el adicto logra entender esto en relación con su deshabituación y su
renacimiento espiritual, gozará de unas posibilidades asombrosamente bue-
nas. El camino de la salvación será pedregoso y estará flanqueado a ambos
lados por los escarpados abismos de la tentación, pero la vida se irá acercan-
do cada vez más en toda su plenitud. En cambio, si el enfermo no lo
entiende... Permítanme establecer un segundo paralelismo con los resultados
de las investigaciones etológicas en las ratas.
Las ratas son unos animales sorprendentemente listos. Sin embargo, no
gozan de muy buena fama entre nosotros. A todos nos gustaría exterminarlas
de nuestras calles y casas, pero la inteligencia de estos roedores no lo pone
fácil. Si, por ejemplo, les ponemos un cebo con un veneno irreconocible para
su olfato, unas cuantas ratas devorarán la trampa y caerán muertas. Pero los
congéneres que han observado el proceso extraen las conclusiones correctas
y se cuidarán en un futuro de comer de ese cebo. Con suma rapidez, toda la
población de ratas aprende a localizar el peligro inminente y evitarlo. ¡Todo
un logro cognitivo para un cerebro tan pequeño! Pero como el ser humano es
un poco más inteligente que las ratas, todavía consigue engañarlas e inventa
un cebo cuyo veneno actúa con un retraso de cinco días, por ejemplo. Las
ratas se lo comen y se van de allí
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]
tan campantes. Con el estómago lleno, corretean por los pasillos
de sus moradas sin sufrir ningún tipo de molestia y, cinco días
después, aparecen muertas en algún rincón alejado del lugar
donde encontraron y devoraron el cebo. En este caso, sus
semejantes ya no establecen ninguna relación entre comer y
morir porque el cerebro de las ratas no lo permite. Estos cebos,
y no los primeros, son los que diezman de verdad la población
de roedores molestos.
Por tanto, que nadie diga que los adictos que se permiten
reincidir no se parecen a estas ratas. La adicción mata. Pero no
inmediatamente ni en cinco días, sino con un efecto retardado
de semanas, meses o años. Así, ¿quién es lo suficientemente
estúpido como para «morder el anzuelo»?
Terapia ambulante en dos fases
Supongamos que un paciente se ha «permitido» finalmente
pasar con éxito el complejo terapéutico formado por la
desintoxicación corporal, la deshabituación psíquica y la
comprensión del peligro mortal que entraña la adicción. En tal
caso, será dado de alta de la terapia clínica con unos valores
sanguíneos normales y una inculcada aversión a la sustancia
adictiva. De esta manera se podrá adentrar en el pedregoso
camino de la salvación. ¿Cómo le irá? En la mayoría de los
casos, el enfermo ya no dispone de los recursos de su pasado
«preadictivo» y siente un miedo atroz al futuro.
LIBERTAD E IDENTIDAD
Ahora se manifiesta, con toda su fuerza, una urgencia existencial que
apenas se percibía en la época de la adicción. Ahora aflora la pregunta de
por qué merecía la pena hacer el esfuerzo para curarse y qué valor puede
tener en la abstinencia permanente una vida dañada. A un lado del camino,
un abismo abre seductoramente sus fauces y susurra al oído del
convaleciente: «¡Pero si ya nada tiene sentido y, de todas maneras, tu vida
está echada a perder!». Al otro lado, otro abismo cuchichea: «Además,
eres demasiado débil para aguantar. ¡Abandona! ¡Disfruta lo que te queda
y que pase lo que tenga que pasar!».
Para levantar una «reja protectora» ante ambos abismos es necesaria
una terapia ambulante de dos fases.
La primera tiene como objetivo acabar con la creencia de que el
enfermo es «demasiado débil». Para ello son idóneos los ejercicios de
relajación como el entrenamiento autógeno, el yoga o los sistemas de
meditación que el paciente efectúa con la ayuda de casetes. Una vez
adquirido el dominio de una técnica de relajación corporal, se intercalan
fórmulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad destinadas a allanar el
camino a la segunda fase, a la conversación de búsqueda de sentido
específicamente logoterapéutica destinada a anular el argumento de la
ausencia de sentido.
Los métodos sugestivos siempre operan en el nivel psíquico, pero
también pueden preparar la activacion de fuerzas espirituales.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]
Están especialmente indicados cuando el paciente tiene poca capacidad
de resistencia y, por tanto, no puede confiar plenamente en sí mismo. Al
mismo tiempo, no es oportuno sugerir directamente al paciente el
objetivo de la terapia, es decir, que tras la cura de desintoxicación se
propongan cosas como: «Adiós al tabaco», «Ya no necesito la droga»,
«Nunca más volveré a tocar una jeringuilla», etc. Estas intenciones
acostumbran a transgredirse con la misma rapidez con que se asumen y
su credibilidad cae en picado. El entrenamiento sugestivo de la voluntad
no se basa en la renuncia al alcohol o las drogas sino en la creciente li-
bertad y fuerza de voluntad del paciente. Entre los textos de relajación
más habituales podemos encontrar las siguientes formulaciones: «No soy
esclavo de mis impulsos ni de mis sentimientos. Mi voluntad es libre y la
consolidaré para rehacer mi vida. Cada vez noto más esta voluntad
interior; se va despertando en mí de acuerdo con mis verdaderas ideas y
objetivos. Lo noto claramente: con su ayuda controlaré mi vida. Y cuanto
más difícil lo tenga, más fuerte seré [...]».
Da muy buen resultado proporcionar a los pacientes ejercicios
grabados en casetes para que se los lleven a casa, porque cuando están
solos, sumidos en un estado de ánimo inestable, todavía muy enturbiado,
y sometidos a las exigencias que entraña el hecho de rehacer sus vidas,
vuelven a aflorar la inquietud y el desasosiego, y todas sus mejores
LIBERTAD E IDENTIDAD
intenciones amenazan con irse a pique. En momentos así, exigir a
estos pacientes que se tumben cómodamente y realicen de memoria
un ejercicio de relajación sería pedir demasiado. Pero si sólo tienen
que poner un cásete y escuchar, se entregarán «sin pensar» al efecto
sugestivo de las fórmulas de reposo y, al mismo tiempo, se
impregnarán de los conceptos de libertad y fuerza de voluntad.
En su época de adicción, los toxicómanos solían recurrir a un
medio para transformar su estado interior. En la fase de
desintoxicación se les ha quitado o incluso prohibido este medio
(destructivo), y en su lugar se les ha proporcionado otro medio
(constructivo): una cinta de cásete. Es posible que se vuelvan a
enganchar a él, pero en cualquier caso es mucho mejor que el alcohol
o las drogas. Además, al final el cásete deja de ser interesante,
porque el paciente se acaba sabiendo el texto de memoria y sólo
bastan unos minutos en posición de relax para que todo fluya sin el
menor esfuerzo.
UN EJEMPLO ILUSTRATIVO
Entre mis pacientes asistí una vez a una joven con cinco hijos que,
tras el ingreso de su marido en prisión, había caído en un consumo
abusivo de somníferos. Un día, los vecinos oyeron gritar y llorar a
los niños y llamaron a la policía, que forzó la puerta y encontró a la
mujer medio inconsciente.
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO |... |
Los hijos fueron puestos provisionalmente bajo la tutela de familias de
acogida durante la estancia de la madre en un hospital. Tras el alta, la
mujer vivía bajo la amenaza de perder a los niños en caso de reincidir,
pero prometió que si se los llevaban a una residencia, se suicidaría. Los
médicos le recomendaron recibir atención psicológica y fue derivada a
mi consulta.
En nuestras conversaciones quedó claro que la joven recurría a las
pastillas cada vez que se sentía angustiada por el futuro de su familia
(un miedo totalmente comprensible cuando el marido se halla en la
cárcel) o cuando los hijos le hacían perder los nervios (algo igualmente
comprensible cuando se tienen cinco niños pequeños que requieren,
todos a la vez, la atención de la madre). Sometida al estrés de estas
situaciones, la joven perdía los estribos y anhelaba el efecto aliviante de
caer en un sueño profundo.
Este cuadro era el ideal para aplicar los métodos de relajación de
Jacobson, que la mujer aprendió con empeño. Cuando los dominó, fui
introduciendo fórmulas de entrenamiento sugestivo de la voluntad del
tipo: «Está tranquila, muy tranquila, nada puede alterarla, sus miedos se
han desvanecido, sus nervios se han calmado, todas las preocupaciones
están a un lado [...]. Ahora concéntrese sólo en su firme voluntad. La
siente cada vez que respira. Su voluntad penetra en todo lo que usted
hace y está a su entera disposición [...]. Lo nota intensamente: sí, usted
LIBERTAD E IDENTIDAD
quiere curarse, quiere estar sana, por usted, por sus hijos, por el
futuro [...]. Está tranquila y relajada, nada puede alterarla [...]».
La paciente se habituó rápidamente a los casetes y pronto llegó a la
conclusión de que eran mucho más eficaces que el valium que le
habían recetado (¡arriesgadamente!) en el hospital. Yo misma le grabé
una cinta adicional para conciliar el sueño, con efecto despertador
posthipnótico, con la cual sólo tenía que extender el brazo y apagar el
aparato desde la cama por las noches para pasar suavemente de la
relajación al sueño. De esta manera, la mujer consiguió cuidar
perfectamente de sus hijos, cosa que notaron también los vecinos.
Poco a poco le fui proponiendo que escuchase las cintas a un volumen
cada vez más bajo, hasta el punto de que sólo se oyera un susurro. Al
llegar a ese estadio, le expliqué que ya estaba lista para llamar a la
paz interior cada vez que la necesitase, recordar su voluntad
recuperada y llevarla consigo en la actividad diaria tras la pausa de
relajación.
La joven también tenía que aportar pequeñas pruebas del
afianzamiento de su voluntad. Discutíamos sobre cómo tratar y
superar las escenas y conflictos que solían ponerla en apuros. Por
ejemplo, si uno de sus hijos pequeños se negaba a comer la papilla
con la cuchara y llenaba toda la cocina de comida, llegábamos a la
conclusión de que eso no debía ser motivo de agitación. La mujer
debía reaccionar con calma y, simplemente, guardar la papilla, limpiar
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]
al niño, llevarlo a su habitación y no darle nada de comer hasta que le
volviera a tocar. La paciente aprendió a ser más paciente y consecuente
y a no dramatizar pequeños sucesos, lo cual redujo rápidamente la
probabilidad de reincidir en su problema.
Al cabo de varias semanas me dijo que ya no necesitaba los casetes.
Cuando llegaban las tensiones, era capaz de tenderse, tranquilizarse y,
tal como ella misma decía, «percibir su firme voluntad». Ante todo se
había vuelto una persona equilibrada, con la estabilidad necesaria para
empezar las conversaciones logoterapéuticas de búsqueda de sentido.
Juntas reflexionamos sobre todo aquello que, para ella y su familia,
pudiera contribuir de manera positiva y satisfactoria a cumplir con las
tareas que ella misma se propusiera. En primer lugar, estaba la
obligación de hacer de sus hijos unas personas buenas y alegres, pero
también tenía la tarea de ayudar a su marido a reintegrarse en la sociedad
tras su vuelta de la cárcel. Una decisión razonable fue la de inscribir a
los tres hijos más pequeños en una guardería de pedagogía terapéutica.
De esta manera, mientras los otros dos hijos mayores estaban en el
colegio, ella podría ir a limpiar para mejorar el presupuesto familiar y
permitirse algún capricho de vez en cuando. La casualidad quiso que
empezara en una empresa constructora donde había puestos libres para
trabajadores no cualificados. Tras integrarse en uno de estos puestos y
ver reconocida su aptitud, le pidió a su jefe que también diera una
LIBERTAD E IDENTIDAD
una oportunidad a su marido y lo admitiera a prueba tras su estancia en
prisión.
Un año después me encontré con la joven por la calle. Iba con dos de
sus hijos y una cesta de la compra repleta. Radiante de alegría, se acercó a
mí y me contó que ella y su marido estaban trabajando en la constructora
y que ninguno de los dos —y, al decir
lo, sus ojos brillaban de felicidad— había vuelto a reincidir: ni él con el
hurto, ni ella con los somníferos. «Los niños también notan que estamos
bien en casa —dijo—. Imagínese, hasta estamos ahorrando para un coche
de segunda mano. Será formidable, podremos ir todos juntos los
domingos a comer al campo. Todavía conservo sus casetes para alguna
emergencia, pero creo que ahora ya tengo una voluntad completamente
firme. ¡Ya nada echará mis planes por tierra!»
Le di la enhorabuena y le deseé toda la suerte en el futuro.
El ingrediente logoterapéutico
Como en el caso de esta paciente, en muchas ocasiones he
conseguido, por la vía del entrenamiento sugestivo de la voluntad, que
personas emocionalmente lábiles refuercen su voluntad porque llegan
al convencimiento de que disponen de más capacidad de concentración
y resistencia y, por consiguiente, son capaces de disciplinarse
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO [...]
más decididamente. A este respecto me viene a la memoria una
frase de Bertrand Russell:
Todo el bienestar que obtiene la humanidad viene del intento
de afianzar el bien y no de la lucha contra el mal.
La ayuda a los adictos debería hacerse suyas estas palabras.
Para concluir, algunas reflexiones sobre la última fase terapéutica,
las conversaciones de búsqueda de sentido.
Los terapeutas no pueden ofrecer ningún sentido, sino que son
los pacientes quienes deben encontrarlo. Lo que sí puede hacer el
terapeuta es señalar las oportunidades de sentido. ¿Dónde,
exactamente? Dentro de los límites de cada uno. En cierto modo,
los problemas individuales marcan los límites de cada persona, los
cuales se expresarían en frases como: «No tengo ganas de esto»,
«No veo el menor atisbo de esperanza», «Me siento débil y
desanimado», «Estoy solo y abandonado», etc. La libertad o la
libre elección se alojan en el interior de estos límites y no fuera de
ellos. La libertad consiste en emprender algo, con o sin ganas,
esperanza, ánimo o ayuda de los demás. Libertad significa decir sí
a algo, por o a pesar de la calidad de ese algo. Lo que cuenta es
elegir en libertad, porque todo lo que no se elige se queda en el
arriesgado territorio de lo efímero. Lo que cuenta es que entre las
cosas realizables se elija lo que merece ser realizado, sea fácil
LIBERTAD E IDENTIDAD
o difícil. Es necesario insistir constantemente en ello con los pa-
cientes, porque ellos mismos se encierran de buen grado en sus
límites y, al hacerlo, pasan por alto lo que, a pesar de todo, pueden
realizar y tienen encomendado hacer «en nombre de la vida».
Un factor de estrechamiento de límites muy extendido es la
autocompasion crónica. Actúa como un remolino que absorbe al
enfermo hacia un abismo sombrío. A ella se añaden la disputa con el
destino, la estéril pregunta «¿Por qué yo?», los reproches a la familia
y la sociedad (el clásico pretexto para justificar los propios defectos)
y la constante queja por las deficiencias de uno mismo («Soy así»).
Pero incluso dentro de estos límites tan estrechos todavía se pueden
descubrir oportunidades de sentido. Es precisamente en las expe-
riencias adversas y los destinos dramáticos donde se esconde la
oportunidad de obtener un beneficio humano extraordinario a través
de la superación mental y espiritual de las influencias negativas.
Frankl denominó este proceso «la transformación de una tragedia en
un triunfo» y le atribuyó el supremo valor de la capacidad
específicamente humana de obrar, con la que no se puede medir nin-
guna otra representación del esplendor del genio o del intelecto.
Los argumentos de Frankl son el antídoto perfecto contra la
autocompasion crónica y limitadora. Al paciente se le explica que
obtener éxito y satisfaccion en la vida es la cosa mas fácil si uno
RELAJACIÓN Y FORTALECIMIENTO |... |
encuentra desde un principio las condiciones óptimas, si tiene la
comprensión y el apoyo de los demás y, quizá también, si tiene un
carácter estable. Pero cuanto más dificultosa ha sido la situación inicial
en la vida de una persona, tanto más notable y digno de reco-
nocimiento será el más pequeño de los progresos realizado por
iniciativa propia. El paciente debe entender que, por su pasado, puede
sentirse enormemente orgulloso del más mínimo empeño por salir del
remolino y tomar caminos más sanos. El trayecto que hemos dejado
atrás no siempre muestra la ruta hacia el futuro. A veces se necesita un
desvío en el presente o, incluso, un cambio de rumbo radical para
conquistar realmente el futuro. Si el paciente trabaja en esta dirección,
escapará de su terrible pasado y habrá realizado un acto heroico que
nadie con un pasado sin preocupaciones podrá nunca igualar.
Como vemos, la dependencia que los adictos tienen que superar
suele ser doble: la de la sustancia adictiva y la de las circunstancias
biográficas. El enfermo que sostiene «Como mis padres se han ocu-
pado poco de mí, he caído en el alcohol», estará en caída permanente.
Pero si da media vuelta y dice: «Aunque mis padres se hayan ocupado
poco de mí, voy a organizar mi vida con sensatez», habrá dejado de
caer.
Resumamos las distintas fases de una terapia eficaz contra la
adicción (hasta ahora hemos comentado las cuatro primeras):
LIBERTAD E IDENTIDAD
I. Desintoxicación corporal (en hospital).
II. Deshabituación psíquica (en hospital).
III. Ejercicios de relajación y entrenamiento sugestivo de la voluntad
(ambulante).
IV. Conversaciones de búsqueda de sentido (ambulante).
V. Asistencia (a intervalos más prolongados).
La logoterapia, que, según su fundador, es una «psicoterapia desde lo
espiritual y hacia lo espiritual», puede intervenir con todo su instrumental
en la fase III, donde se habla de libertad y fuerza de voluntad, y en la IV.
Finalmente, en la fase V, la logoterapia se enfrenta al enorme reto de la
prevención de recaídas, a la que está dedicado el capítulo siguiente,
centrado en el caso del alcoholismo.
Reflexiones sobre la asistencia a
alcohólicos
En primer lugar, los objetivos de una asistencia psicológica
sólida van más allá de la prevención de recaídas. La asistencia
no debe limitarse a advertir de la presencia de obstáculos e
impedir que los convalecientes tropiecen. También hay que
considerar el camino por sí mismo: el sendero que espera ser
recorrido por una persona determinada, la vereda que merece la
pena tomar, la ruta que puede llevar a la persona a la cima de
su existencia como ser humano. Quien va por su camino no
tropieza con facilidad, pero quien se limita a intentar no
tropezar puede equivocarse fácilmente de camino. La asistencia
se caracteriza por la búsqueda de lo esencial, la dedicación a lo
verdadero y, unida a un proceso de curación, refuerza la
conciencia de lo importante y necesario que es recuperar la
salud y de las posibilidades que ello entraña.
El sentido de la vida no es estar sano y prevenir las
enfermedades, sino todo lo contrario. Estar sano y prevenir
enfermedades sólo es útil cuando la vida tiene un sentido.
LIBERTAD E IDENTIDAD
Referido a la problemática del alcoholismo, podríamos decir que no beber
no es ningún sentido en la vida, sino el requisito indispensable para
satisfacer un sentido en la vida. Debido a ello, al final sólo consiguen no
beber aquellos que se esfuerzan por realizar un sentido y no los que luchan
por no beber.
Al hablar de un sentido en la vida no nos referimos a un proyecto que se
concibe y se aborda simplemente para estar ocupado. Naturalmente, siem-
pre es bueno tener algo que acometer, sobre todo porque significa tener un
objetivo. Sin embargo, hasta el mejor de los proyectos puede fracasar o
salir al revés. En ese caso, la recaída será más rápida si el equilibrio
interior de la persona depende de la realización de un proyecto
determinado. Esta es una situación peligrosa porque todos nuestros
proyectos terrenales son susceptibles de ir mal. Los buenos resultados
nunca están garantizados y la frustración, de un modo u otro, siempre está
presente. Pero lo fundamental no es tener éxito en nuestros proyectos ni
poder mantenernos en el lado de los ganadores. Los objetivos individuales
se pueden perder, pero la llamada de sentido que se produce en cada
situación de la vida es perpetua y está siempre al alcance. Incluso en el
fracaso o la frustración de los proyectos humanos es posible satisfacer un
sentido en función de cómo se ha abandonado un objetivo o con qué
actitud se ha pospuesto un plan irrealizable.
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA
Volvamos al párrafo esencial de la carta del alcohólico «rescatado»
que reproducíamos al principio de este libro. Decía así:
A mi mujer, que me había dejado, entre otros motivos, por mi
consumo excesivo de alcohol, no le iban bien las cosas y yo quería
conservar mi puesto de trabajo para poder mantenerla, a ella y a
nuestra hija. Así que me volví abstemio.
No cabe duda de que, para el autor de esta carta, la precariedad de
los familiares más cercanos ha sido un motivo de peso para la
abstinencia. En logoterapia lo denominaríamos un motivo auto-
trascendente, es decir, un motivo que va más allá de la satisfacción de
las necesidades propias y se orienta al mundo exterior, al bien de una
cosa o de una persona.
Este alcohólico se ha dejado llevar por un motivo autotrascendente
que parece extraordinariamente esperanzador porque, como ya
sabemos, el ser humano sólo puede llegar a su verdadero destino
olvidándose abnegadamente de sí mismo. Pero supongamos que la
esposa, que vivía separada de él, hubiese conocido a un hombre rico y
galante que se hubiese hecho cargo de ella. ¿Qué habría pasado? ¿El
autor de la carta también habría dejado de beber? Lo habría hecho si
entretanto hubiera avanzado en el crecimiento interior, es decir, si
hubiera desarrollado la capacidad de estirar sus antenas espirituales
LIBERTAD E IDENTIDAD
y captar qué le depara la nueva situación.
Probablemente, le hubiese esperado un sentido transformado. No
ya el hecho de conservar el puesto de trabajo para mantener a la
mujer y a la hija, sino, por ejemplo, para aparecer ante su hija como
un padre modélico, o para cultivar amistades y contactos valiosos, o
para plantearse nuevos retos laborales, o, simple y llanamente, para
no convertirse en un peso para la sociedad.
¿Y por qué el autor de esta carta debería haber avanzado en su
crecimiento interior? Porque antes de decidir ser abstemio no poseía
o, como mínimo, no había dado muestras de poseer la capacidad de
captar con sus antenas espirituales la oferta de sentido específica de
cada nueva situación de la vida. Sus palabras así lo revelan: «Mi
mujer, que me había dejado, entre otros motivos, por mi consumo
excesivo de alcohol [...]». Si los posteriores apuros económicos de la
mujer proporcionaron un motivo para dejar de beber por ella, el
apuro psíquico de la mujer durante el matrimonio y su declive no ha-
brían proporcionado un motivo menor para renunciar al alcohol por
la familia. Pero, por lo visto, en esa época las antenas del hombre
todavía no estaban orientadas hacia la llamada de sentido que debió
resonar en su crisis matrimonial. Fue necesaria una grave conmoción
para que la llamada le llegara. En lo sucesivo, todo dependerá de que
sus antenas sigan desplegadas y sean suficientemente flexibles
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA
para captar, durante toda la vida, las llamadas que resuenan en cada
momento y la finalidad de éstas.
El objetivo principal de la asistencia a adictos nunca deberá consistir
en recordarles hasta la saciedad la amenaza constante que ejercen el
alcohol o las drogas sobre sus vidas, porque el enfermo ya debe saber
que la amenaza siempre existe, incluso tras largos años de abstinencia
(este conocimiento era uno de los deberes teóricos y prácticos de la te-
rapia). Sin embargo, la tendencia a la adicción no conforma toda la
personalidad del adicto ni explica la historia completa de su vida. Por
ello, la presión para reconocer humildemente una debilidad predispuesta
nunca deberá ponerse como colofón a una serie de medidas de
rehabilitación. La asistencia debe ir más allá, es decir:
a) estimular al ex paciente para que ponga en práctica sus propias
aptitudes, y
b) potenciar su capacidad para percibir que merece la pena hacerlo.
Sólo un proceso de búsqueda permanente de sentido puede garantizar
una protección óptima contra la (seductoramente camuflada)
autodestrucción. ¿Por qué? Porque sólo de este proceso —de manera
delicada, tierna y constante— puede surgir la autoestima.
LIBERTAD E IDENTIDAD
La importancia de la autoestima
El autor de la carta dejó constancia escrita de que, «de todas
maneras, me despreciaba a mí mismo por mi maldita debilidad».
Una declaración dramática, sin duda. Podemos perderlo todo y
salir ilesos, los bienes, el amor, la amistad, el trabajo o la salud,
pero no la autoestima, porque ella encierra la capacidad de existir
ante uno mismo y ante Dios. La autoestima es el reflejo subjetivo
de la dignidad objetiva e inalienable del ser humano y no puede
verse perjudicada por ninguna enfermedad, calvario o ataque, ni
siquiera por la muerte. En cualquier caso, nunca es el reflejo de lo
que el prójimo piensa de nosotros, sino que coincide exactamente
con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Uno puede aceptar
honestamente su propia existencia porque, por algún motivo
razonable, piensa que está bien existir; o también puede tener la
sensación de que, en general, no le importa existir porque, bien
mirado, no se considera necesario. La autoestima es nuestro sí a la
existencia, la cual se halla íntimamente unida a la voluntad de
realizar los actos y mantener las actitudes que en cada momento
tienen más sentido y se ajustan a nuestras circunstancias; la
existencia descansa en la decisión por un sentido. Un ejemplo nos
servirá para explicar esta complicada reflexión:
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA
Un camarero de un barco tenía la obligación de servir la comida
a la tripulación. Un día, mientras el camarero desempeñaba una
vez más su tarea, el primer oficial se enfadó por un trozo de carne
poco hecha que encontró en su plato a pesar de que ya había
informado repetidas veces a la cocina cómo quería sus bistecs. El
primer oficial se irritó tanto que montó en cólera y lanzó el plato
junto con su contenido sobre la espalda del camarero, que estaba
saliendo del comedor. Éste no tuvo más remedio que barrer a
regañadientes los trozos de plato y comida y limpiar las
salpicaduras de salsa que quedaron en su chaqueta. Cuando acabó,
se dirigió enfadado a su camarote y se emborrachó. Por desgracia,
lo encontraron ebrio y tuvo que someterse más tarde a un proceso
disciplinario que estuvo a punto de costarle el empleo.
¿Cuál es la idea central de este relato? Es la historia de dos
personas que acaban mal. Una es un primer oficial que no puede
evitar descargar sobre un inocente un enfado causado por un suceso
enervante. Rompe un plato, echa a perder la comida y ofende a otra
persona. Por muchas excusas que tenga, a su conciencia no le pasa
por alto que estos actos no han tenido ningún sentido, como tampoco
el hecho de que habría podido manejar con mayor sensatez su
indignación por una carne medio hecha. La habría podido mandar de
vuelta a la cocina o, incluso, habría podido hablar directamente con el
cocinero; también habría podido ordenar medio en broma que a partir
de ese momento se colgara un cartel luminoso junto a la cocina
LIBERTAD E IDENTIDAD
las sugerencias gastronómicas de los oficiales, etc. Pero, claro, como a
él, el oficial de mayor rango, nadie le ha recriminado nada, sale bien
parado en el nivel interpersonal. Pero, inevitablemente, le invadirá una
sensación de malestar, una leve sensación de vergüenza y culpabilidad.
En un futuro, esta «elección contra todo sentido» le corroerá la
autoestima. El primer oficial no puede sentirse nada orgulloso de su
colérica actuación estelar.
La segunda persona implicada es el camarero de a bordo. Él también
se enfrenta a un suceso enervante y, al emborracharse, también
descarga su ira sobre un inocente: él mismo. Hasta el momento en que
recoge del suelo el plato roto, el camarero todavía es capaz de mirarse
con respeto, en paz y armonía. Es cierto que lo han ofendido, pero la
responsabilidad de la ofensa la detentan otros, no él. De él no ha salido
ningún contrasentido. A él sólo se le plantea una pregunta: ¿cómo
reaccionará de manera sensata al contrasentido sufrido? ¿Cuál puede
ser su mejor respuesta a este suceso doloroso?
Una vez en el camarote habría tenido tiempo para pensarlo. Si se lo
hubiese tomado, probablemente le habría parecido sensato buscar un
momento tranquilo para hablar con el primer oficial y comunicarle
amablemente que la escena del plato no había estado bien. Al fin y al
cabo, el camarero no había asado la carne. Esta actitud habría dado al
primer oficial la oportunidad de disculparse ante el camarero y zanjar
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA
el asunto concediéndole un breve permiso. Así, el superior habría
recuperado su autoestima y el camarero nunca la habría perdido.
Más aún, si el oficial le hubiese dado calabazas, el camarero
seguiría teniendo motivos para sentirse orgulloso de sí mismo por el
valor demostrado.
Pero el camarero elige el otro camino: el de huir hacia el alcohol
para ahogar las penas, es decir, la continuación de un contrasentido
ajeno en forma de contrasentido propio. Después ya no podrá mi-
rarse con respeto, sino que se pone a la altura de su adversario. Es
cierto que le han hecho daño sin motivo, pero él también está
aumentando el daño en el mundo con el que se causa a sí mismo y
con el que habría causado a otros inocentes, como su familia, si
hubiese perdido el puesto de trabajo.
De esta historia podemos aprender que, desde una perspectiva
ética, lo que la vida nos ofrece es irrelevante: alegría o dolor, afecto
o rechazo, elogio o crítica. Lo relevante siempre es nuestra forma
de reaccionar a todo esto y lo que sale de nosotros. Lo esencial es la
respuesta que damos a un suceso, ya sea éste edificante o
decepcionante; una respuesta que nosotros mismos debemos
determinar y de la que debemos responsabilizamos. * Nadie se
«hunde» sólo por una frustración, pero mucha gente con reaciones
I. Viktor E. Frankl, Der unbewufite Gott, Munich, Kósel, edi-
ción, 1979, pág. 13 (trad. cast.: El Dios inconsciente, Buenos
LIBERTAD E IDENTIDAD
negativas a las frustraciones cae en desgracia porque, como se muestra
en el ejemplo anterior, da continuidad a un contrasentido en vez de
afrontarlo con sensatez.
Por ello, toda rehabilitación eficaz debe tener el objetivo ineludible
de hacer ver a los enfermos que su autoestima nunca se verá alterada
por el daño que el destino les pueda deparar; que, a la inversa, su
autoestima se fortalecerá en la medida en que afronten y soporten ese
daño con valentía, siempre que no puedan cambiarlo; y que, por el
contrario, el daño que ellos hagan, es decir, no el padecido, sino el
infligido, lo llevarán en su interior y mermará su autoestima. En
cambio, el conocido sentimiento de vergüenza del alcohólico no es otra
cosa que la voz de su yo sano advirtiéndole insistentemente que la
bebida no es una respuesta con la que un ser humano pueda afrontar los
problemas de la vida, o al menos no es una respuesta aceptable.
Mientras esta vo- cecilla hable, habrá esperanza, y todos sabemos que
no dejará de hablar mientras la chispa del espíritu siga brotando en el
ser humano.
Volvamos brevemente a la anécdota del barco. ¿En qué basamos
nuestro optimismo al pensar que, a pesar de tener un mal comienzo, la
historia todavía podría acabar bien? ¿Qué podría reconducir las cosas
hacia un «final feliz»? Únicamente el arrepentimiento (despertado y
activado por el sentimiento de vergüenza) del primer oficial, que le
permitiría tender la mano a su subordinado y reconocer que siente
REFLEXIONES SOBRE LA ASISTENCIA
lo sucedido; pero también el arrepentimiento (despertado y
activado por el sentimiento de vergüenza) del camarero, que le
permitiría adoptar el firme propósito de no beber nunca más en
horas de servicio, pase lo que pase; o también el arrepentimiento de
ambos, que sería lo ideal. De ser así, nuestra historia sería el relato
de la transformación de dos personas que se sienten culpables pero
que, al liberarse voluntariamente de este sentimiento de culpa, van
mas allá de sí mismas y se convierten en seres humanos adultos.
Los «finales felices» no sólo se dan en los cuentos, sino también en
la vida real y siempre que alguien se decide por lo que tiene
sentido. Al tomar esta decisión, la vergüenza sana se transforma en
satisfacción edificante, la debilidad interior en fortaleza interior y
el conformismo con la propia personalidad en posibilidad de
cambio. Así lo confirma el autor de la carta citada anteriormente:
«Ahora puedo librarme de la culpa con la que cargué tanto tiempo.
Soy una persona distinta».
Todavía falta aclarar un último punto: el referido a hacer realidad
la posibilidad de sentido cueste lo que cueste. Parece una demanda
demasiado exigente, pero lo cierto es que el adicto tiene un destino
difícil porque ante todo prefiere lo fácil. ¿Que se aburre? Se echa
unas cuantas copas al coleto y a divertirse. Eso es lo fácil. Lo
difícil sería desarrollar la creatividad para organizarse el tiempo
libre de manera provechosa. ¿Que es tímido e inseguro y se ve
incapaz de tener éxito? Un buen porcentaje de alcohol en la
LIBERTAD E IDENTIDAD
sangre y será capaz de superar ampliamente sus propias barreras. Más
difícil sería iniciar algo desde la autosuperación a pesar de la timidez
y la inseguridad. Podemos poner muchos más ejemplos parecidos,
pero la esencia siempre es la misma: una sensación desagradable que
se elimina a corto plazo y otra agradable que se crea a corto plazo, a
cambio de daños a largo plazo y una existencia desoladora. ¿Alguien
puede entender qué hay de apetecible en una sensación de placer
efímera y qué hay de espantoso en una sensación de disgusto
pasajera? La persona realmente libre es la que no se deja llevar por
los miedos o las ansias, ni la que no desea ni teme nada del ámbito
emocional, sino la que se entrega con naturalidad a una consonancia
intuitiva con la vida tal como es.
Una vez, durante una sesión de orientación, un joven me planteó
una pregunta provocadora: «Pero ¿qué tiene usted en contra del
consumo de drogas?». Ésta fue mi réplica: «Se lo voy a decir con
mucho gusto. Estoy en contra de cualquier tipo de esclavitud. La
droga le obsequia con una sensación transitoria muy agradable. Pero
también le roba la libertad de no codiciar esa sensación, de no
anhelarla constantemente, de no tener que estar continuamente
pensando en ella. ¿Es que no sabe lo maravilloso que es ser
emocionalmente libre y no dejarse irritar por cualquier sensación
molesta cuya eliminación le obliga a hipotecar su paz interior?». Mis
palabras hicieron reflexionar a este joven.
REFLEXIONES SÓBRELA ASISTENCIA
Hay que admitir que nuestra época es poco amiga de prevenir las
adicciones. Las tendencias de la sociedad occidental del ocio apuntan al
ensalzamiento del placer. «Disfruta del sabor», reza una publicidad de
cigarrillos. «Disfrute ahora, pague después», anuncia una sociedad de
crédito. Es la esclavitud de la era moderna. Para contrarrestar esta
obligación de disfrutar es necesario vivir con humildad y conservar la paz
interior. Si hacemos que las personas a las que cuidamos vean esto, quizás
algún día descubran la riqueza de poder renunciar. A continuación
reproducimos un cuento del lejano Oriente que pone de relieve como
ningún otro los valores de la libertad y la paz interior, y donde el lector
imaginativo podrá reconocer al rey Alcohol disfrazado de diamante
extraordinario.
o
La piedra2
El sannyasi llegó a las afueras de la aldea y acampó bajo un árbol para
pasar la noche. De pronto, un aldeano llegó corriendo hasta allí y gritó:
— ¡La piedra! ¡La piedra! ¡Dame la piedra
preciosa!
—¿Qué piedra? —preguntó el sannyasi.
— La otra noche se me apareció en sueños el dios
Shiva —explicó el aldeano—, y me dijo que al caer la noche encontraría
a un sannyasi en las afueras que me daría una piedra preciosa que me
2. Tomado de Anthony de Mello, Warum
der Vogel singt Ges- chchen fiir das richtige Leben,
LIBERTAD E IDENTIDAD
haría rico para siempre.
El sannyasi rebuscó en su fardel y sacó una piedra.
—Quizá se refería a ésta —dijo, y se la entregó al aldeano—.
La encontré hace unos días en un sendero del bosque. Por
supuesto, te la puedes quedar.
El hombre observó la piedra con asombro. Era un diamante.
Probablemente, el diamante más grande del mundo, porque era
como la cabeza de un bebé. El aldeano lo cogió y se fue a su
casa. Pasó la noche dando vueltas en la cama, sin poder dormir.
A la mañana siguiente, al despuntar el día, fue a despertar al
sannyasi y le dijo:
— ¡Dame toda la riqueza que te permite desprenderte tan
fácilmente de este diamante!
¿Cómo sobreviven los familiares?
Viktor E. Frankl no sólo fue un médico y un filósofo genial.
También fue un montañero apasionado que dominó las escarpadas
paredes de los Alpes austríacos. Frankl sabía exactamente lo que
había que hacer para salvar las dificultades del camino, cuesta arriba y
cuesta abajo. Los familiares de adictos caminan durante años por
terrenos particularmente difíciles, oscilando por altibajos, de las cimas
de la esperanza a los abismos de la desesperación, y siempre
«extenuados» a causa del enorme esfuerzo que implica avanzar un
paso sin caer junto con su familiar adicto. A ellos van dirigidos los
conocimientos médico-filosóficos de Frankl que a continuación
presentamos en forma de «consejos de alpinista». ¿Qué
recomendaciones para salir ilesos habría dado a los familiares de
adictos este experimentado guía de montaña y consejero personal que
a tantas almas doblegadas ayudó a atravesar los pedregosos caminos
de sus vidas?
LIBERTAD E IDENTIDAD
I. Comprobar el contenido de la mochila
Lo primero, igual que en la montaña, que cada uno lleve su
mochila. Lo importante no es que sea ligera, sino que contenga lo
necesario. ¿De qué sirve la mochila más liviana si después, cuando
estamos en la cima, nos falta urgentemente lo que necesitamos? Por
tanto, la primera lección será hacer la mochila. ¿Con qué cargamos?
¿Con cosas necesarias o inútiles? ¿Qué abandonamos?
Revolvamos un poco por nuestra mochila: ¿qué encontramos?
¡Preocupaciones, claro! ¿Son absolutamente necesarias o podemos
sacarlas antes de iniciar la siguiente ascensión? Les revelaré un truco
sencillo que sirve de ayuda: primero, cuenten las preocupaciones y, a
continuación, el amor que hay en la mochila. Si la cantidad es la
misma, déjenlo todo como está. El amor implica irremisiblemente una
preocupación por lo amado. Por un lado, es necesario preocuparse por
la persona o la cosa que se ama. Si no nos preocupásemos de verdad,
la persona o la cosa nos daría igual y dejaría de ser el objeto de
nuestro amor. Por otro lado, una mochila sin amor se consideraría —a
ojos del Señor— «demasiado ligera» para emprender un viaje a las
cumbres de la existencia humana.
Pero si al contar las preocupaciones encontramos que éstas superan
la cantidad de amor que hay en nuestra mochila, será conveniente
hacer un nuevo recuento, porque significa que cargaremos con dema
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
siadas preocupaciones inútiles que nos frenarán innecesariamente el
paso. Se trata de las preocupaciones creadas no por el amor, sino por el
miedo a algo. La angustia es un lastre que pesa sobre nuestras espaldas
y nos hace perder rápidamente el aliento. Así como la preocupación por
una persona amada nos hace creativos, tolerantes y fuertes, el miedo es
una fuerza contraproducente que cohibe y paraliza.
Es cierto que los problemas de adicción generan perspectivas de vida
aterradoras. Los adictos se ven amenazados por enfermedades crónicas
y cambios catastróficos de personalidad, mientras que las personas de
su entorno viven bajo la amenaza de la humillación, la violencia y la
ruina económica. Sin embargo, el miedo a una desgracia inminente no
impide que ésta se produzca. Lo único que hace es cubrir de sombras el
periodo de tiempo anterior a la desgracia, con independencia de que ésta
llegue o no. Conocí a una mujer que se pasó veinte años temiendo
enfermar de cáncer y al final murió de una simple neumonía. Las dos
décadas que precedieron al fatal desenlace de su afección pulmonar las
vivió de manera no menos fatal a causa del atormentador miedo al
cáncer. Una verdadera lástima. La práctica psicoterapéutica nos enseña
que el miedo anticipa- torio a una desgracia es capaz de atraerla de una
manera u otra. El temor continuo induce a los factores desencadenantes
de crisis mentales y corporales a tener reacciones erróneas justamente
cuando lo importante es reaccionar de forma serena y juiciosa.
LIBERTAD E IDENTIDAD
¿Cómo hay que poner coto al miedo? O: ¿cómo se echa este lastre de la
mochila? Para hacerlo, nuestro «guía de montaña» particular, Viktor E.
Frankl, formuló una singular receta paradójica: debemos hacernos
inatacables por nuestro miedo. ¿Que el miedo nos amenaza con algo
terrible? ¡Vale! ¡Que se haga realidad la amenaza! ¿Qué puede pasar? Al
fin y al cabo, la vida humana es finita. No tenemos nada eterno que perder,
ni nuestros familiares tampoco. Quizás hasta tengamos algo que ganar en
lo relativo a cómo diseñamos nuestra propia finitud. La mujer del miedo al
cáncer citada antes perdió la vida de una manera u otra; no fue de cáncer,
pero sí de una pulmonía. Sin embargo, perdió algo más, y por ello es una
lástima: perdió oportunidades en la vida que se podrían haber llenado con
algo más alegre y variopinto que la visión de un futuro amenazador. Y
todo lo que se pierde, se pierde para siempre, de la misma manera que todo
lo que se llena con alegría también es para siempre.
Por ello, arrebatemos a nuestro miedo su capacidad amenazadora
declarándonos (hipotéticamente) conformes con lo peor que pueda suceder
y así avanzaremos y haremos lo mejor de cualquier cosa que suceda.
Concretamente: pongamos a nuestro familiar adicto en manos de su
destino, entreguémoslo al más o menos empinado tobogán de la muerte por
el que se desliza. Ningún esfuerzo de sus allegados conseguirá impedir la
caída. Sólo su propia firmeza lo rescatará. Por tanto, enfrentémonos sin
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
temor a su posible hundimiento y aprovechemos las oportunidades del
presente común que compartimos con él.
II. Poner provisiones en la mochila
Ya hemos revisado el contenido de la mochila e igualado los niveles
de preocupación y amor, lo que significa que hemos puesto en ella todos
los buenos deseos, esperanzas y bendiciones, toda nuestra disposición y
alegría para trabajar por las personas que más nos importan. También
hemos desempaquetado cualquier posible miedo a eventuales sucesos
terribles del futuro. Llegados a este punto, sólo falta conseguir «víveres»
para reponer fuerzas durante el viaje. En nuestro caso, las provisiones
consistirán en unas generosas dosis de humor que (según Frankl y
siguiendo el ejemplo de Heidegger o Binswanger) merecería el
calificativo de existencial, al igual que la preocupación y el amor.
Ya en la vida «normal», el humor debe entenderse como un exquisito
viático destinado a prevenir decaimientos que requieran un cuidado
intensivo. Su definición más inteligente es la que proporciona la cultura
popular, según la cual humor es reír a pesar de todo. En nuestra mochila
no puede faltar este rasgo obstinado del humor para paliar las emer-
gencias que puedan producirse durante la ascensión. Cuando la rocalla
afilada nos hace perder el equilibrio las paredes empinadas nos parecen
LIBERTAD E IDENTIDAD
parecen insalvables y la pendiente que bordea el camino es vertiginosa-
mente profunda, entonces recurrimos a la obstinación no encarnizada, sino
sonriente que, con alegría, nos permite ver que hasta los obstáculos tienen
asideros y las pendientes hondonadas, y que, por encima de todo, el sol
luce y hace brillar las rocas afiladas para que la ascensión no parezca tan
fatigosa. Humor es apartarse del minúsculo excursionista que somos en
relación con la gigantesca montaña, separarnos de nosotros y de nuestros
problemas y, desde la distancia, volver la vista atrás, riendo y llorando a la
vez, para contemplar la pequeña figura que se esfuerza, unas veces en la
dirección equivocada y otras sin conseguir apenas avanzar, pero, al fin y al
cabo, escalando el camino que le corresponde.
Tuve a una paciente cuyo marido, por obligaciones profesionales, sólo
podía estar en casa con su familia unos pocos días al mes. Una vez que
expresé ante la mujer mi sorpresa por haber mantenido el matrimonio a
pesar de esas circunstancias, porque conozco muchas parejas en las que
uno de los cónyuges se viene abajo por un mero fin de semana de guardia
o un turno de noche, la mujer respondió espontáneamente que, por suerte,
ella y su marido no tenían tiempo para discutir. Los pocos días que pa-
saban juntos eran como una luna de miel y cuando todo empezaba a
volverse rutinario, su marido ya tenía que partir de nuevo. Tratándose de
una mujer que ha tenido que criar a tres hijos prácticamente sola esta
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
manera de ver las cosas es digna de consideración. Tras su sonrisa se escondía algo
mucho más serio: la voluntad de mantener la familia unida.
III. Practicar el compañerismo de montaña
La palabra «unión» es un concepto clave para nuestra excursión. Ahora
que ya tenemos las mochilas hechas —con mucho amor e igual cantidad de
preocupación, sin miedo y con la conveniente pizca de humor—, debemos
emprender la marcha sin pensarlo dos veces y tomar el trayecto
especialmente indicado para hacer sudar al excursionista que recorre el
mundo. Considerémoslo un «trayecto imaginario de prueba» en el que se
comprobará si el peso que llevamos a nuestra espalda nos hará flaquear o,
por el contrario, nos hará más fuertes.
Básicamente, se trata de que la unión entre las personas aumente
conforme aumenta el grado de peligro. Por eso los escaladores nunca
pueden dejar a un compañero en la estacada. Los familiares de personas con
alguna patología psíquica tienen una obligación parecida. Tan pronto como
se anuncia el drama, lo más urgente es permanecer unidos y no empeorar la
situación con discusiones. Es comprensible, pero, desgraciadamente, existe
una trampa llamada echar la culpa en la que cae hasta la mente más
sensata. En este sentido, los escaladores lo tienen más fácil, porque nunca
se reprocharán
LIBERTAD E IDENTIDAD
mutuamente un cambio de tiempo brusco o una tormenta de nieve
repentina. Por el contrario, en la vida normal es más complicado. Las
épocas de crisis hacen que los afectados se pregunten con vehemencia
cómo se ha podido producir la crisis y, normalmente, nunca
encuentran ninguna explicación adecuada. Han intervenido miles de
casualidades, las historias pasadas arrojan sombras muy largas, el radio
de influencia social es difícil de determinar y las decisiones libremente
tomadas por una de las partes no se pueden atribuir obligatoria o
lógicamente a ninguna causa, porque entonces ya no serían decisiones
libres.
Por ejemplo, si un miembro de la familia se suicida, lo cual es de las
peores cosas que le puede pasar a una familia, es científica y
humanamente imposible determinar a posteriori por qué ha sucedido.
Naturalmente, se podrán hacer conjeturas y reconstruir todo tipo de
«motivos» para explicar el hecho, pero hay que admitir honestamente
que todos y cada uno de nosotros tendríamos continuamente
«motivos» para quitarnos la vida. Todos tendríamos suficientes
preocupaciones en la mochila como para decidir que no queremos
seguir la excursión. Sin embargo, seguimos el camino porque en
nuestro equipaje también llevamos suficiente amor: a la vida y a sus
obligaciones. Entonces, ¿por qué una persona ha perdido todo el amor
de su mochila? No lo sabemos, pero sí podemos asegurar que no ha
sido solamente porque sus preocupaciones fueran muchas...
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
En el suicidio pueden intervenir a la vez distintos factores: la
propensión depresiva o una predisposición enfermiza, una situación
externa triste, una decepción amarga, la falta de confianza y muchas
cosas más. Sin embargo, no hay que indagar en la decisión final del
afectado. Es una decisión procedente del fondo de su persona que no
se puede clarificar, sino simplemente respetar.
Por consiguiente, cuando una familia se ve afectada por una
tragedia de esta índole, lo peor que pueden hacer sus miembros es
reprocharse mutuamente que éste o aquél ha conducido al muerto al
suicidio, que esto o aquello tiene la culpa de su acto desesperado, etc.
Es cierto que la culpa forma parte de la vida humana, nadie dice lo
contrario, pero nunca nadie es culpable de la decisión de otro, sino
únicamente de las decisiones erróneas propias y es con éstas con las
que cada uno tiene que tratar, ya que no necesita que nadie se las eche
en cara. No se puede convencer ni disuadir a nadie de la auténtica culpa.
Por mi experiencia, la auténtica culpa se refleja en el fondo de la
conciencia de la persona y, en lo que concierne a los actos del
prójimo, no tenemos la más mínima libertad, ni siquiera como padres,
con respecto a los actos de nuestros hijos.
Por ello, lo más importante —que también sucede— es acercarse y
permanecer unidos, porque juntos las cosas se llevan mejor. Y otra
cosa que no hay que olvidar: ¡cada uno lo lleva a su manera! Quien
aparenta que las cosas no le afectan, en realidad no es así.
LIBERTAD E IDENTIDAD
El dolor tiene mil caras. Una vez, una madre que había perdido a su
hijo un año antes me explicó con amargura que su marido siempre
lo había rechazado y que una muestra de ello, entre otras cosas, era
que nunca visitaba su tumba. La mujer decía que ella iba al
cementerio cada día. Dos semanas después hablé con el marido.
Cuando abordé el tema «hijo», el hombre me reveló entre sollozos
que era incapaz de estar junto a la tumba de su descendiente
fallecido. Sólo el hecho de pensarlo le provocaba un nudo en la
garganta...
Como decíamos, el dolor tiene mil caras, y para mitigarlo no hay
que verter sobre él ningún reproche cuya justificación sea, además,
extremadamente dudosa. Al contrario: siempre hay que poner el
consuelo y el compañerismo por delante. De la misma manera que
en la niebla o la tormenta los escaladores deben tenderse la mano
mutuamente, los familiares de adictos deben hacer lo mismo:
avanzar con paso firme a través del dolor sin hablar de quién tiene la
culpa.
IV.Trazar un plan de ruta
La psicoterapia general nos enseña que, en la medida de lo
posible, no debemos dejar que los conflictos nos corroan por dentro.
Por otro lado, resolver emocionalmente una disputa no siempre
sirve para allanar diferencias, porque a veces no se puede
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
evitar la caída de un rayo, tanto en la montaña como en los
corazones de las partes en conflicto. Por ello, la logoterapia
propone una solución intermedia: elaborar un acuerdo que resuelva
(provisional o definitivamente) la situación conflictiva.
Dependiendo de las circunstancias, el acuerdo puede ser común
o unilateral. Si, por ejemplo, el conflicto consiste en que a una
persona le molesta el elevado volumen con que el vecino escucha
la música por la radio, un acuerdo mutuo podría ser tolerar la
música durante el día hasta las cinco de la tarde y, a partir de esa
hora, usar auriculares. Si el vecino no se aviene a pactar, se podría
llegar al acuerdo unilateral de aislar acústicamente la pared que da
a la casa de donde viene la música. Naturalmente, ninguno de los
dos acuerdos es el ideal. Tolerar la música alta durante el día o
gastar en aislamiento acústico requiere un sacrificio. Sin embargo,
si el acuerdo se adopta realmente desde dentro de cada uno,
siempre será mucho mejor que una lucha vecinal constante,
porque entonces el sacrificio no se vivirá como algo «provocado
por un mal vecino», sino como una «reacción razonable» a una
situación desagradable.
Un acuerdo interior también puede apaciguar un conflicto
haciendo que dos exigencias no se simultaneen, sino que se
sucedan, lo cual suele ser necesario para la vida. Una vez, un
tornero paciente mío estaba junto a su máquina, concentrado en su
manejo. Mirando por el rabillo del ojo se dio cuenta de que uno de
los trabajadores se mostraba aquella mañana, visiblemente
deprimido.
LIBERTAD E IDENTIDAD
Mi paciente quiso indagar en lo que le sucedía a su compañero, pero sin
desatender el funcionamiento del torno. La conversación le distrajo y el
tornero acabó con la yema de uno de sus dedos enganchada. El resultado
final fue que el compañero deprimido tuvo que ofrecer su ayuda en lugar de
recibirla.
Durante la siguiente sesión terapéutica analizamos la escena relatada por
mi paciente. Él reconoció que habría podido resolver de forma óptima el
conflicto si hubiese llegado a un acuerdo interior. Por ejemplo: acabar
primero el trabajo tranquilamente y después, durante el descanso, hablar con
el compañero sobre el problema. De haberlo hecho así, habría apartado
provisionalmente la preocupación por el otro, lo cual le habría permitido
concentrarse completamente en el trabajo para, posteriormente, concentrarse
completamente en su compañero.
Compañero
Trabajo
Compañero
Trabajo
Gracias al acuerdo nos decidimos primero por una cosa, después por la otra y las dos se hacen como es debido
En caso de conflicto no estamos por lo que hacemos, pensamos en ambas cosas a la vez y actuamos sin decisión.
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
Por supuesto, en este caso tampoco evitamos el sacrificio. Reducir un
conflicto a una sucesión temporal implica «paralizar» durante horas, días o
incluso meses una cuestión acuciante hasta que llegue el momento
adecuado para ocuparse intensamente de ella. El acuerdo consistente en
resolver una cosa tras otra se asemeja a un «plan de ruta» para ir de un tema
a otro y así evitar el zigzagueo agotador. La persona que es capaz de trazar
planes de ruta se puede considerar afortunada, porque no sólo le
favorecerán en sus excursiones por montañas escarpadas donde lo principal
es la constancia y la paciencia, sino también en las situaciones estresantes
de la vida donde las empresas difíciles sólo se consiguen, precisamente,
«paso a paso».
En el caso particular del sufrimiento de familiares de alcohólicos,
drogodependientes, desempleados o delincuentes, esto se traduce en:
a) permanecer unidosAtal como hemos comentado) y
b) acordar (a ser posible, en grupo) qué problemas para el adicto deben
ser tomados en consideración y cuales no; cuándo está preparado para
recibir apoyo, cariño y dedicación y cuándo no; hasta dónde se soportan
entre lamentos sus excesos y a partir de dónde hay que mostrarse impasibles
con él. Para ello no hay reglas universales, pero los acuerdos interiores
tomados en firme facilitan la comunicación con el adicto y, en cualquier
caso, proporcionan una línea de actuación clara para todos.
LIBERTAD E IDENTIDAD
V. Permanecer en la cima
El hombre es un ser cultural y lo sigue siendo en los «circuitos de
prueba» en los que la vida lo explota hasta la extenuación. El olfato para lo
valioso, bello, misterioso o numinoso nunca le abandona por completo, tal
como demuestra Viktor E. Frankl en sus estudios de los campos de
concentración de la Segunda Guerra Mundial. Por ello es importante y
beneficioso mantener un nivel cultural mínimo precisamente en las malas
épocas. La cultura nos estimula, nos inspira, nos saca del tedio de la
cotidianidad e impide que nos instalemos en la apatía y la rigidez mental.
Quien lee un libro interesante, escucha su música preferida, aprende por
placer un poema de memoria, se hace un bonito vestido o visita una
exposición, está alimentando su mente y abriéndose a las pequeñas cosas
que iluminan la vida. Pero cuando parece que este resplandor se extingue,
las evitamos categóricamente. La mejor lectura y el concierto más
imponente no parecen alegrarnos. La moda más elegante y la exposición
más concurrida no nos llaman la atención. A pesar de ello, es reco-
mendable no dejar que nuestro nivel cultural descienda. La cultura no es
un objeto de placer, sino la expresión de nuestra condición humana y, por
consiguiente, un bien inalienable que debemos arrastrar hasta en las épocas
de mayor penuria.
No nos dejemos llevar por la mentalidad del «todo o nada». Que un
miembro de la familia se haya vuelto «loco» no es motivo para desatender
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
la casa, descuidar nuestro peinado, no poner plantas en el balcón o
no tararear una cancioncilla. Debemos pensar que al enfermo no le
beneficia en nada la ruina de nuestra vida cultural, más bien le carga
con un mayor descontento. Tampoco tenemos que avergonzarnos de
una miseria que, como suele suceder en la problemática de las
adicciones, nadie es capaz de atenuar para el enfermo. La existencia
propia se asegura en el seno de una atmósfera de cuidados,
manteniendo una serenidad digna y siendo consciente de que, a
pesar de las dificultades, todavía hay posibilidades de las que
podemos disponer.
Cuando nos vemos obligados a presenciar incontables
contrariedades sin poder hacer lo más mínimo al respecto, no sólo
nos limitamos a ser testigos de ellas, sino que también vemos lo que
hay de satisfactorio y edificante más allá de ellas. Puede estar
escondido o ser inalcanzable con la mirada, igual que la cima de una
montaña entre las nubes que sólo se manifiesta cuando nos
aproximamos a ella.
Una vez me explicaron la historia de un hombre con los
pulmones totalmente destrozados por el cáncer. Antes de morir, se
pasó catorce meses en el hospital, totalmente consciente, conectado
a un pulmón artificial. La esposa no se separó de su cama ni un solo
día. Durante ese tiempo, ambos conversaban con el mismo fervor y
cariño con que lo hacían antes. Diferenciemos en este impresionante
ejemplo lo que significa «tener que ser testigo» y «poder ver
LIBERTAD E IDENTIDAD
más allá». Nadie podía ayudar a este enfermo de pulmón, ni siquiera
las técnicas médicas más modernas. Lo único que se podía hacer era
«ser testigos» de cómo su hora le iba llegando poco a poco. Ésta es
una cara de la verdad. Pero si «miramos más allá», descubriremos
una segunda cara: un enfermo terminal y una persona querida que
está a su lado, que no lo abandona, que se entrega a él día tras día.
¿Acaso este enfermo no era afortunado si lo comparamos con tantas
personas en el mundo que respiran sin dificultad pero no tienen a
nadie a su lado? Cada vez que miremos un poco más allá, nos
sorprenderemos de todo lo que veremos, de la piedad que hay hasta
en el más despiadado de los destinos.
Permítanme acabar con un magnífico consejo: practiquemos el
arte de poder participar del júbilo de los demás. No es fácil, porque
la envidia acecha en cada rincón de nuestro cerebro, pero quien
domina este arte siempre encuentra un motivo para alegrarse.
Con demasiada frecuencia escucho de mis pacientes relatos de
este tipo: una mujer que cursa estudios universitarios se entera de
que su sobrina ya ha terminado la carrera y rompe a llorar desconso-
ladamente. ¿Por qué? Porque a diferencia de la sobrina ella todavía
no ha conseguido el título. Otra mujer se va a tomar las aguas y en
el hotel del balneario se encuentra con señoras muy bien arregladas
y elegantemente vestidas. Su reacción es verter por todas partes
comentarios sarcásticos acerca de semejante «desfile de disfraces
ridículos».
¿CÓMO SOBREVIVEN LOS FAMILIARES?
¿Por qué? Porque ella no tiene ninguna prenda de calidad que ponerse.
No es mi intención sobrevalorar un título universitario, ni mucho
menos la posesión de joyas o ropa de calidad. Como es sabido, todo
esto es muy relativo. Pero precisamente por eso deberíamos hacer un
esfuerzo para no envidiar estas cosas a quien las disfruta y ser
copartícipes de su alegría. Tampoco los padres de jóvenes drogadictos
deberían alegrarse del fracaso de los hijos de los demás, sino reunir la
fuerza interior necesaria para congratularse de que haya infinidad de
jóvenes que realmente tienen motivos para ser felices, porque de ahí,
finalmente, se puede extraer la confianza en el «núcleo intacto»
instalado en cada ser humano, incluidos los jóvenes drogadictos. De la
misma manera, las mujeres de alcohólicos deben alegrarse por los
maridos sanos y estables de sus amigas, con la sabia convicción de que
en el mundo nada se da por supuesto, y mucho menos la felicidad. La
grandeza interior se demuestra en la generosidad, y guardar la alegría
para lo que proporciona precisamente alegría, ya sea a uno mismo o a
los demás, es también una pequeña muestra de cultura. Cuando el
alpinista llega a la cima no se pregunta a quién pertenece la montaña.
Se limita a inspirar profundamente y alzar el rostro al cielo...
LIBERTAD E IDENTIDAD
Conclusión
Los familiares de personas con patologías adicti- vas pueden
mantener intacta su salud mental. Para ello es necesario:
1. Ponerse en marcha con todo el amor y sin miedo.
2. No perder el sentido del humor.
3. Mantenerse unidos.
4. Resolver los conflictos de mutuo acuerdo.
5. Mantener cada uno su nivel cultural.
Estos cinco puntos son también el distintivo de una búsqueda
lograda de la identidad, puesto que indican, nada más y nada menos,
que una persona puede estar conforme con lo que es y no tener que
dudar nunca de sí misma, incluso en las situaciones más estresantes.
El amor y el humor nos hacen ser irrefrenablemente vitalistas. La
cooperación y la capacidad de decisión nos fortalecen cuando
estamos limitados. El nivel cultural relata nuestra biografía...
Las personas que, por motivos familiares o profesionales,
mantienen una relación estrecha con adictos deben afianzar estos
puntos en sus vidas, porque lo contrario de la dependencia no es,
precisamente, la independencia (a la que nunca accedemos por
completo a causa de nuestra predisposición enfermiza), sino más bien
la identidad, es decir, la fidelidad a todo lo mejor de nosotros
mismos.
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