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Fernández-Cuesta,sentado ensu despachoal pie delretrato delfundador deFalange,José

P i o e

er RAIMUNDO FERNANDEZ-CUESTA

«Los falangistas realizamosel trabajo sucio: fusilar»

npo Es el testimonio de uno de los falangistas, que no ha renunciadouert a su credo, de primera línea. Con sinceridad y valentía, el queen I siempre fue fiel a José Antonio reconoce la trampa en que3 a cayeron, hace cuarenta años, sus correligionarios.latu.

en NA vez finalizada la192 guerra no creo que hubie-

en n ra más represión, más fu-repr lamientos que en otras contiendas dencia este tipo. En eso hubo mucha deforma-Ite dón y mucha propaganda por parte de:ai as izquierdas. La propaganda de la iz-ero cuierda siempre ha sido mucho más há-incl il, siempre ha sabido sacar más jugo aion s os acontecimientos que la derecha.coge uando finalizó la guerra hubo una re-

resiónfuerte, qué duda cabe que la hu-se ad o, pero esta represión sólo alcanzó asere los auténticos criminales, con ellos laLa a sticia fue inflexible. Pero los que fue-

a la t on condenados por motivos exclusiva-y 19 ente políticos, tarde o temprano salie-Je fu n a la calle.»cho «A los de Falange nos han acusadoían n e ser un grupo violento, de ser quienesacas , ametíamos las mayores barbaridades.on e reo que en aquellos años caímos en la

2mpa porque siempre hacíamos el tra-ata c cajo sucio, como era el de llevar a cabola el s fusilamientos, no todos, pero sí la

sa co ••ayoría. Siempre éramos los falangis-ncio s los que teníamos quefusilar a la gen-ue p ¿en lugar de ser los demás. Por eso di-n 19 o que entonces caímos en la trampa,388. erque la Falange jamás ha sido cruel,

que Falange siempre ha tenido un granán de armonía y una solidaridad hu-

194 rana extraordinaria.»o se «Después de cesar de ministro en

939, mi actividad política quedó unlvida ;oco apartada. Por aquel entonces, enad prsiemp

Falange hubo una pugna política, pug-na que tenía como motivo principal elhacerse con el control del partido. Enesa pugna, Ramón Serrano Suñer salióganando y yo perdiendo. Yo tenía poraquel entonces la popularidad que medaba mi bien ganado prestigio falangis-ta, y Serrano Suñer tenía toda la fuerzaque le daba su parentesco con Franco.»

«Muchas veces pensaba con tristezaen los que se tenían que ir al exilio, esa ,pobre gente que se tenía que marchar,el espectáculo de miles de españoles hu-yendo por las carreteras francesas.Nunca me creí más español que «Hos.Pienso que éramos igual de españoleslos que ganaron que los que perdieron.Siempre distinguí entre las ideas y laspersonas, y siempre respeté a los que lu-charon por un ideal, aunque yo lo con-siderara equivocado.»

«Durante algunos meses, especial-mente después de finalizada la guerramundial, hubo presiones sobre Franco,incluso de miembros del Gobierno, pa-ra que disolviera Falange, pero Francono quiso. Franco se limitó, en algunasocasiones, a apartar de la vida políticaa sigmyicadosfalangistas. Lo hizo paraevitar que su régimen fuera comparadocon los de Alemania o Italia, por las pa-recidas connotaciones entre los partidosnazi y fascista y Falange. Franco fuemuy listo siempre en sus relaciones connosotros. Demostró que era un granpolítico.» [F]

acompañan a las situaciones bélicas y quese acentuaron notablemente a causa de lasegunda guerra mundial en España y en to-da Europa. Efectivamente, entre 1939 y1941 murieron casi 300.000 españoles porencima de lo que era razonable esperar, pe-ro casi todos ellos o habian muerto antesdel final de la guerra o fueron víctimas dela enfermedad, que se llevó en esos años204.083 españoles más de los previstos(cuadro 2). El simplismo de la autora la lle-va a identificar sobremortalidad con fusi-lamientos, lo que por si invalida su ra-zonamiento.

En tiempos más actuales son multitud losautores que comprobando los evidentes de-fectos de los tres análisis anteriores, loscorrigen, pero aceptándolos en gran medi-da. Los historiadores, los demógrafos y lossociólogos se han hecho eco de lo funda-mental de los razonamientos de Folz y Ele-na de la Souchere, dan una cierta credibi-lidad al testimonio de Ciano y consideranque, en cualquier caso, debe aceptarse co-mo cifra válida para calcular el número delas muertes debidas a la represión la de lasobremortalidad por muerte violenta apre-ciada en los años inmediatamente posterio-res a la guerra, variando en sus estimacio-nes en función del número de años que to-men como referencia.

Las muertes violentas que figuran inscri-tas entre los años 1939 y 1945 son 164.642y si tomamos como 7.000 la cifra «normal»(en 1935 fueron 7.303) resultaría que du-rante ellos la sobremortalidad se elevaria a115.642 y ésa sería la cifra indicativa de lasmuertes ocasionadas por la represión; perosi así se hiciera, como tantos han hecho, secometería un gravísimo error.

Las muertes producidas por la guerra seinscribieron en zona republicana de acuer-do con lo establecido en el decreto de 28de agosto de 1936, y en zona nacional, porlo dispuesto en el de 8 de noviembre de1936 y orden del 10 de ese mismo mes yaño. Aquél determinaba que las inscripcio-nes de los desaparecidos, presuntamentemuertos, se practicasen tres meses después«de la cesación de las hostilidades», y lanormativa nacional, que se hicieran a ins-tancia de los cónyuges o parientes del de-saparecido hasta el cuarto grado, dándoseun primer plazo de seis meses, «en cuantoa poblaciones que estén al presente en po-der de nuestro Ejército y en igual plazo acontar desde la fecha de su sometimientorespecto a las poblaciones que se vayan res-catando al enemigo», plazo que fue am-pliado posteriormente por órdenes de 28 deenero de 1938 y 17 de mayo de 1939.

Quiere ello decir que una parte muy im-portante de las muertes producidas en cam-paña y otra aún mayor de las ocasionadaspor represalias en ambas retaguardias seinscribieron, forzosamente, una vez finali-zada la guerra y ello aclara suficientemen-te un hecho que ha sido cuestionado porautores tan cualificados como ValentinaFernández Vargas en «La resistencia inte-rior en la España de Franco» y Amando deMiguel en «Cuarenta millones de españo-

(Sigue en la pág. 26)

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