laudatio florentinae urbis). - nueva web de uría menéndez
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El Renacimiento italiano (II)
Bruni, apodado Aretino, el humanista fiorentino más famoso del Quattrocento creía que era
esencial alentar el desarrollo de las artes. Indica que es “vital abrir el sendero de la grandeza y los
honores del ser humano” y que si estos no aspiran a ello, “se vuelven a sí mismos perezosos y se
estancan” (Laudatio Florentinae Urbis).
La pereza estaba lejos de ser una cualidad de las poderosas corporaciones, o de la rica y
estructurada banca. Esta república oligárquica mercantil sentía un gran orgullo por haber sido una
ciudad fundada por Roma en el 59 a. C, se proclama heredera legítima de su esencia y para
mostrarlo al mundo se convertirá en un ebullente centro del nuevo arte público.
Ghiberti trabajó durante veintitrés años en las primeras puertas del Baptisterio, mientras
Brunelleschi realiza la cúpula de la catedral, el hospital de los Innocenti (fig.1) la iglesia de San
Lorenzo, la capilla Pazzi, al mismo tiempo que la escultura monumental conquistaba espacios en la
catedral, el campanile y Orsanmichele de la mano de un joven aprendiz de Ghiberti, ahora
protegido de Brunelleschi, el gran Donatello (fig.2).Toda una ironía que muestra el ambiente
competitivo de los artistas en la sociedad renacentista.
Fig.1 Detalle del Hospital de los Inocentes (Spedale degli Innocenti). Encargo del Gremio de la Seda a
Filippo Brunelleschi en 1419. Los tondos se encargaron a Andrea de la Robbia a finales del Quattrocento.
Fig. 2 San Juan Evangelista (1409-1411) Donatello. Obra que inspiró el Moisés de Migue Ángel.
El artífice de los encargos más emblemáticos fue Cosme el Viejo, o Cosme de Médici, dinastía
mandataria insuflada de soberbia que les creará multitud de enemigos, mientras ambiciosos artistas
se esmeraban por crear un legado de alabanza para la posteridad.
Uno de los más piadosos artistas del momento llegó a instalarse en la ciudad muy cerca de una
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familia emblemática: los Albizzi. En realidad, nuestro querido Fra Angelico en 1417 seguía los pasos
de su maestro Lorenzo de Monaco que de tanto éxito, tuvo que trasladar su taller al barrio más
adecuado, el de San Bartolomeo al Corso, conocido como San Bartolo dei Pittori. Poco después,
ingresará en la orden dominica, alternando rezos con la devoción artística.
Antes de mediados del siglo, las directrices arquitectónicas fijaron una regulación para los nuevos
retablos: debían ser “quadrata et sine civoribus” (cuadrados y sin pináculos). Brunelleschi no quería
que sus espacios impregnados de espíritu clásico quedaran perturbados por el estilo pasado, ya
anticuado, el gótico. El primer ejemplo de esta nueva pala quadrata es la famosa Anunciación del
Prado. Para satisfacción de Brunelleschi la arquitectura que representa Fra Angelico cumple la
recesión espacial, es el ejemplo más antiguo que se conserva de una arquitectura pintada en
perspectiva. En esta imagen obtenida por reflectografía infrarroja (fig.3) podemos observar las
rectificaciones de Fra Angelico hasta que consigue que el dibujo del capitel quede acorde con la
curva del arco para crear la profundidad y el entendimiento de la escena. Un detalle que nos lleva a
mirar el primer capitel, y al contemplar la fachada nos recuerda inevitablemente a la logia de los
Inocentes. Si esta arquitectura es el “marco” perfecto, la luz es la que orquesta la narración del
tema. Alberti recomendaba a los pintores que recrearan el reflejo de la luz sobre su obra. Ninguna
combina y diferencia de una forma tan perfecta, la luz divina de la natural.
Fig3. Detalle de la imagen obtenida por reflectografía infrarroja (IR)
Fig.4 Fra Angelico, detalle La Anunciación (h.1425-1428) temple y oro sobre tabla,194x194cm. Museo Nacional del Prado.
Vasari en sus Vidas, dice que «su arte requería calma y vivir sin preocupaciones» en ellas «se percibe
devoción y habilidad natural…la pintura habría sido una manera de orar, y es en ese contexto en el
que hay que enmarcar sus temas”.
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Fra Angelico demostró conocer las transformaciones que estaban sucediéndose en el arte
toscano y uno de sus admiradores, Baldovinetti, transmitirá a Domenico Curradi, más conocido
como Ghirlandaio (fabricante de guirnaldas) su legado con gracia y esmero.
Apodo que le viene por la profesión del padre, joyero con taller en Via del dell'Argento de
guirnaldas, como adorno que llevaban sobre la frente las jóvenes florentinas.
Según Vasari “fue puesto a la fuerza en el arte de la orfebrería y no agradándole este, se
pasaba el tiempo dibujando… adquirió tal agilidad y destreza en el dibujo … que cualquiera
que pasara por el taller, les sacaba inmediatamente el parecido”.
Considerado como el mejor y más refinado intérprete del legado florentino le influyen dos
artistas que comienzan a causar furor por sus pinturas brillantes, Van der Weyden y Hans
Memling.
Es probable que también fuera colaborador en el taller más importante de la ciudad, el de
Verrochio, donde trabajaron artistas como Botticelli y Leonardo da Vinci. Es inevitable imaginar
una atmósfera de creatividad, ingenio, e intercambio de conocimientos.
Los dibujos de teste ideali de Verrocchio tuvieron una gran importancia para el desarrollo del retrato.
Los grandes frescos de Domenico son gracias al taller tan bien organizado que dirigía donde
incluso estuvo de joven Miguel Ángel. Todo ello, junto al Palazzo Tornabuoni.
“(Tutto di) sua mano”, así rezaba la cláusula incluida en muchos contratos de artistas, y no
siempre podía garantizarse. Ése era el caso de Ghirlandaio. Sólo en encargos excepcionales
podía garantizar la concepción y la ejecución de la obra, y cuando lo acometía así, surgían
obras maestras. El Retrato de Giovanna degli Albizzi es el ejemplo por excelencia.
Procedente de una familia que representaba a las antiguas familias de la nobleza que luchaban
por defender la oligarquía, su abuelo Luca di Maso degli Albizzi (1382-1458) se alió con los
Médici. Acercarnos a la figura de Ghirlandaio es conocer las alianzas estratégicas de las
familias dirigentes, las convicciones de la época; es el elegido para mostrar la grandeza y
majestuosidad del momento, que a su vez, crea un nuevo estilo pictórico que emana los
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valores del humanismo. La belleza, decía Platón, procede de un espíritu cultivado. Nuestra
retratada es la oda pictórica de Ghirlandaio a la belleza y la virtud. El libro de horas colocado
sobre la hornacina, a la misma altura que el broche en el lado opuesto, demuestra el culto a la
oración y el estatus socioeconómico de Giovanna. El gesto impasible y la luz de su rostro, su
virtud. Obra que se encargó para estar colgada en el Palazzo Tornabuoni.
Domenico Ghirlandaio. Retrato de Giovanna degli Albizzi Tornabuoni 1489 – 1490
Técnica mixta sobre tabla. 77 x 49 cm Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
Si Verrochio tiene una importancia en el desarrollo del retrato con sus teste ideali, tan
practicadas por Da Vinci y Boticelli, el delicado modelado del rostro de Giovanna viene de una
destreza técnica de la pintura de caballete a la que no estaba tan acostumbrado nuestro
maestro de pintura al fresco.
El punto de partida es la proporción numérica, el formato de esta obra es una sección aúrea,
guarda una relación de medidas perfectas. Todo queda acorde, la hornacina y centralidad de
la figura que la acomete con un temple graso. Una señal que indica como el maestro,
deslumbrado por la moda de la pintura del norte, comienza a experimentar un sombreado más
acorde a la realidad que modela la tridimensionalidad que le va a permitir una técnica nueva:
la mezcla del temple con aceite.
Los retratos de Hans Memling serán fuente de inspiración para los florentinos y con razón, son
de un exquisito realismo, expresividad y refinamiento poético. Y si había un pintor florentino
que apreciaba los logros del retrato flamenco, ése era Domenico Ghirlandaio.
Comento más sobre este artista y su época en https://abcblogs.abc.es/art-view/otros-
temas/ghirlandaio-el-cronista-de-la-florencia-del-quattrocento.html
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