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Otoño 2012 Página 11
e m p r e s ae m p r e s a
La sustentabilidad no es sólo un nombre
maría marta preziosa
María Marta Preziosa es Investigadora del Programa Ética y Empresa de la Facultad de Ciencias Económicas (UCA). Candidata Doctoral en Filosofía (Universidad de Navarra), MBA de IDEA y Prof. en Filosofía UCA. Experiencia académica y de capacitación en empresas corporativas en códigos de ética y programas de compliance. A cargo de la materia Ética de los Negocios en los Máster en Administración de Empresas y en Derecho Empresario y Económico (UCA). Al presente artículo se le han omitido las referencias bibliográficas.
Las modas en management siguen de moda.
Si bien algunas de ellas pueden ser an-
tiguas tecnologías con nuevos nombres,
otras resultan ser conceptos muy eficaces
para lidiar con los cambios y novedades.
Muchas veces surgen de debates aca-
démicos y otras tantas de algunos foros
internacionales, quienes difunden nuevas
definiciones.
En la perspectiva del habla social, las mo-
das son también un relato. Discursos que
describen la realidad y le dan forma presu-
poniendo en sus giros y conceptos una for-
ma de abordar dicha realidad. Relatos que
identifican asuntos o problemas, y gestan
una solución en el concepto mismo. Y como
todo lenguaje no son neutrales, sino que
sus nombres conllevan una carga valorativa
y actúan los significados que acarrean.
En los años 90 nos habituamos a la difu-
sión de códigos de ética empresarios. El
relato que contenía a los códigos acom-
pañaba el paso de las desregulaciones y
privatizaciones. Al promover la apertura
y caída de las fronteras para una compe-
tencia libre, global y equitativa se hacía
necesario incentivar tanto la iniciativa em-
prendedora como el auto-control de la éti-
ca empresaria. Así, la ética como vocación
voluntaria al propio perfeccionamiento
protagonizaba la escena. Incluso, el con-
cepto aristotélico de virtud se puso a tono
para las lecturas del manager (R. Solomon,
1992; T. Morris, 1997) Por supuesto, ¿quién
más libre que el virtuoso?
En la Argentina post-2001, la difusión ma-
siva del concepto de RSE (Responsabilidad
Social Empresaria) se sostenía en un su-
puesto análogo: la empresa por sí sola po-
día aspirar a un estándar ético más allá del
mínimo legal. Un estándar voluntario no
obligatorio por ley. En esta línea, empresas
y ONG resistieron los intentos de convertir
en ley la RSE. Pero esta elevada aspiración
no acompasó los tiempos que corrían, y
el discurso de la RSE mayoritariamente se
dejó estar en la construcción de reputación
y marca. Y elaborando una posible explica-
ción, creo que esta práctica permitió que
emerja el concepto de sostenibilidad (S. L
Hart, 1997) y se vaya instalando como suce-
dáneo de la RSE.
De la RSE a la Sustentabilidad
Si bien en nuestro país, parecemos pre-
ferir aún RSE (responsabilidad social
empresaria y no corporativa) en lugar de
sustentabilidad, según la encuesta on-line
de ComunicaRSEweb, diversos términos
han ido nombrando las cuestiones socia-
les referidas a la empresa. Por mencionar
“Creo que estamos frente a un cambio de relato. Un lento reemplazo del concepto de RSE por el de sustentabilidad y del concepto de ética corporativa por los programas de
compliance”, advierte María Marta Preziosa
En esta línea, pone el foco en el cambio del discurso de una moral de aspiraciones y de valores plasmados en un código de ética, por otro que enfatiza el deber ético y legal de
gestionar el riesgo de no cumplir.
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algunos en forma a-histórica y tan sólo
en inglés, encontramos unos diez: CSR,
Corporate Social Responsibility, CR Corpo-
rate Responsibility, RB Responsable Busi-
ness, CC Corporate Citizenship, TBL Triple
Bottom Line (y SBLS Single Bottom Line
Sustainability), GS Global Sustainability,
SV Shared Value, GR Global Responsibility,
SI Sustainable Innovation.
La emergencia
del concepto de
sostenibilidad pa-
rece inversamente
proporcional al
desvanecimiento
del concepto de
responsabilidad
empresario y de la
empresa en la lite-
ratura de manage-
ment internacional.
Un ejemplo signifi-
cativo: las recientes
ideas de Eccles &
Serafein de Harvard
Business School. Los autores diferencian la
‘estrategia de sustentabilidad’ (Sustainability
Strategy) que contiene políticas de gober-
nabilidad y socio-ambientales, de la ‘estra-
tegia sustentable’ (Sustainable Strategy). Los
autores se inclinan por esta última porque,
según su investigación en la performance
de empresas durante los últimos veinte
años, las empresas que la adoptan tienen
una performance financiera superior. ¿Cuál
es la diferencia sustancial? Según E&S, las
empresas que adoptan la estrategia sus-
tentable no piensan en satisfacer las nece-
sidades y expectativas de los stakeholders.
Sino que se comprometen con ellos como
consecuencia de su principal compromiso
con los accionistas de generar valor de lar-
go alcance.
Por ende el péndulo de las ideas del mundo
anglosajón siempre queda en el ‘egoísmo
ilustrado’ (la benevolencia del carnicero,
etc., etc.). Por supuesto falta aquí el lengua-
je continental europeo.
De Ética a compliance
Hace veinte años los códigos de ética propo-
nían aspiraciones a la excelencia y estánda-
res de conducta elevados para el comporta-
miento de la empresa y de sus integrantes.
Pero las crisis recurrentes (Enron, 2001 y
posteriores) pusieron en la mira el compor-
tamiento de los ejecutivos y directivos. La
búsqueda de crecimiento a cualquier precio
que había sido premiada en algunas empre-
sas generó externalidades negativas para
la sociedad, fruto de la ilegalidad o de la
falta de ética. Al revisar el comportamiento,
se revisaron los incentivos y las culturas
organizacionales que avalaron dichas prác-
ticas. Y esta revisión reflotó las políticas de
Compliance, ya vigentes en las corporaciones
multinacionales. Se comenzó a subrayar la
obediencia de las normas y no tanto el au-
to-control de la conducta. Se fue cambiando
el discurso de una moral de aspiraciones
y valores, plasmados en un código de ética
por otro, que enfatiza el deber ético y legal
de gestionar el riesgo de no cumplir.
Las herramientas de control y las diferentes
políticas corporativas -como el lenguaje-
tampoco son neutrales. Éstas promueven o
desincentivan ciertas conductas que llevan
implícitos ciertos valores. La gestión de
riesgos pasa por minimizar anticipada-
mente posibles daños ambientales o costos
operacionales, de reputación, o legales. Es
mitigar un impacto adverso que esté directa
o indirectamente ligado a las operaciones
de la empresa. Esto incluye su cadena de
proveedores.
El discurso sobre los códigos corporativos
alineaba la misión y visión de la empresa,
la identidad de la empresa en el mercado,
la reputación de su marca y su responsa-
bilidad en tanto compañía. Consideraba
implícitamente a la empresa como un agen-
te responsable. No porque la empresa sea
responsable en el mismo sentido que una
persona, pero sí como una organización con
una cultura de gestión más o menos propi-
cia para la responsabilidad moral y social.
e m p r e s a
Al revisar el comportamiento, se
revisaron los incentivos y las culturas
organizacionales que avalaron dichas
prácticas. Y esta revisión reflotó las
políticas de Compliance, ya vigentes en
las corporaciones multinacionales.
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Preziosa: “Hoy las políticas de Compliance sustentan más un modelo de empresa en red, con una cadena de valor global que opera en contextos más regulados y con más sanciones posibles –incluso penales- para los ejecutivos”.
Hoy las políticas de Compliance
sustentan más un modelo de
empresa en red, con una cade-
na de valor global que opera
en contextos más regulados
y con más sanciones posi-
bles –incluso penales- para
los ejecutivos. Este énfasis ha
opacado el visualizar la ética
en las organizaciones como
algo deseable, voluntario y que
requiere de la decisión respon-
sable de cada integrante de la
empresa. Se habla menos de
la aspiración de una organiza-
ción empresaria a actuar con
cierta identidad responsable
en el mercado y se impone
más el mandato de ser una
empresa sustentable en sen-
tido ambiental, económico,
social y legal.1
Como dice Tobías Webb (Uni-
versity of London): ‘la respon-
sabilidad empresaria es el puente entre la
ética y la sostenibilidad’. Y si de resultados
pragmáticos hablamos, coincido en que
‘ambos deben ser los aliados más cercanos’.
Pero desde el punto de vista ético cambia el
incentivo para la conducta esperada. Y este
cambio en las motivaciones propuestas,
afecta negativamente al desarrollo de la éti-
ca como competencia para la toma de deci-
siones porque no busca el aprendizaje per-
sonal del directivo, sino el alerta del sistema
frente al posible castigo externo. Basta con
mirarse en el espejo de la norma y auditar
el comportamiento observable con respecto
a pautas externas. Ética y Responsabilidad
se atribuyen a un sujeto con capacidad
de decisión, en cambio Sustentabilidad se
atribuye a un sistema con capacidad de
adaptación. Compliance es -en este sentido-
análogo a Sustentabilidad.
Creo que estamos frente a un cambio de
relato. Un lento reemplazo del concepto de
RSE por el de sustentabilidad y del concep-
to de ética corporativa por los programas
de compliance; como toda afirmación de
este carácter, es posible discutirla y encon-
trar ejemplos adversos. Pero desde el punto
de vista del uso del lenguaje, el lenguaje
es siempre vehículo de valores y modela
nuestras acciones. Parece que éstos de al-
gún modo están siendo reemplazados, no
en una sustitución definitiva, tan solo pen-
dular, pero sí elocuente a nivel moral.
Aunque pendular sin duda, lamento un
poco ambas mutaciones. Por eso propongo
pensar acerca de que la sustentabilidad no
es sólo un nombre. Me parece que se ha
pasado -en el discurso, insisto- de una ética
aspiracional a una ética temerosa y míni-
ma. De una ética de la excelencia al cumpli-
mento de la ley como imperativo categórico
de una sociedad ‘trascendental’ donde se
desdibujan los sujetos: la persona y la co-
munidad. Y si la responsabilidad se desdi-
buja en el discurso ‘se nos libera’ de la toma
de decisiones difíciles. Y la supervivencia y
la adaptación nos justifican.
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