la muerte entre los pueblos indígenas de méxico

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Una presentación en power point sobre el culto a los muertos en México

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La muerte entre los pueblos

indígenas de México

Antrop. David López CardeñaFacultad de AntropologíaUniversidad Veracruzana

Octubre 2013Tuxpan, Veracruz.

La celebración de la muerte es, entre la mayoría de los pueblos indígenas de México, un acontecimiento altamente significativo, parte de las formas de representación sincréticas de nuestra realidad nacional. 

En muchos casos se relaciona más bien con el culto a los propios ancestros, a quienes la muerte ha mimetizado en seres divinos intercesores de los hombres ante los dioses.

Así, la fiesta de los Fieles Difuntos y de Todos los Santos puede interpretarse como la apoteosis de un ciclo de conmemoración a los parientes difuntos.

Es un momento culminante en donde los lazos familiares y sociales son venerados, un espacio de fusión entre la familia y la comunidad.

En estos lapsos festivos es fácil percibir que las fronteras entre ambas instituciones son meramente operativas: la Fiesta de los Muertos trasluce la unidad que en el fondo siempre han conformado.

En otras concepciones, los muertos son la representación de los vientos del norte que llegan anunciando un cambio de estación. 

 Son portadores del frío y las heladas, pero también portan un potencial fertilizador con el cual lograrán que la tierra renueve su capacidad reproductora haciendo posible el próximo ciclo de siembra. 

Los vientos del norte son peligrosos, pueden traer enfermedades para los pobladores; por ello es necesario respetarlos y ofrendarlos.

 El hecho mismo de representarlos simbólicamente a través de los característicos atavíos asignados en cada cultura, aminora su virulencia y los torna seres capaces de barrer y llevarse las envidias, el mal de ojo y otras entidades patológicas.

 

Así, los ancestros funcionan a la manera de la lógica homeopática. 

Sus representantes, hombres disfrazados de ancestros, tienen el poder de barrer las enfermedades, por tal razón las madres llevan a sus hijos ante ellos para que les hagan una “limpia”.

La presencia de los muertos crea un lapso temporal para que los conflictos de las comunidades sean proyectados, intensificando las relaciones entre grupos domésticos y poblaciones. De esta manera se exorcizan las fuerzas desintegradoras de las estructuras y organizaciones sociales.

En otras comunidades indígenas la concepción de la muerte es diferente,  reflejando la creatividad y diversidad cultural de estos pueblos.

Los cucapás del estado de Sonora no celebran las fiestas del 1 y 2 de noviembre. Un año basta para que la memoria de los difuntos esté presente en la familia y en la comunidad. Después de dicho lapso se realiza un último ritual para dejarlos descansar, tras lo cual no se les molesta más.

Entre los kikapoos, en el estado de Sonora, las tumbas de los muertos son cubiertas con zarzas espinosas para asegurar que las almas no puedan salir a vagar por el pueblo.

Esta manera de relacionarse con los difuntos nos habla de una cosmovisión distinta a los pueblos de origen mesoamericano. Se evidencia con ello que las investigaciones de las culturas indígenas aún tienen mucho que aportarnos al estudio de la muerte en México.

En otros casos, la música juega un papel primordial para lograr que los muertos puedan llegar a su morada final, como ocurre en las culturas indígenas del sur de Veracruz. 

Para los difuntos, la falta de ejecución de los Sones de Muertos traería como consecuencia el riesgo de quedarse en el camino sin llegar a su meta final y, consecuentemente,  permanecerían vagando en este mundo por toda la eternidad. 

En este ejemplo se manifiesta claramente que la música y la danza no son simples acompañantes de un acto de sacralización; su ejecución debe entenderse como un acto ritual altamente significativo, con una eficiencia simbólica muy bien definida

En algunos pueblos existe la concepción de que si los familiares fallecidos se “revelan” con relativa frecuencia a los vivos o son soñados constantemente, es porque los difuntos no han podido concluir el viaje a su última morada, ya sea por una ausencia de los rituales pertinentes o por su inadecuada realización. 

Una de las causas posibles, por ejemplo, es el llanto exagerado de los familiares que no permite a las almas de los recién fenecidos que se vayan definitivamente.

El dolor profundo causado a los seres queridos es una traba para desprenderse del mundo de los vivos. Por ello no se debe llorar en demasía. 

El ritual de “Velación y Levantamiento de la Cruz” en la Huasteca, es un rito de paso de gran importancia, pues tiene por finalidad hacerle ver a la “sombra” del “muertito” que ya no pertenece al mundo de los vivos.

Los muertos son venerados en distintos espacios y tiempos ceremoniales, más allá de los primeros días de noviembre. 

En varias regiones, durante el Carnaval por ejemplo, los ancestros también son convocados a estar presentes y a consagrar con su presencia las acciones rituales. 

Con este fin se colocan altares en donde serán recibidos y se preparan ofrendas especiales para agasajarlos.

Las cornetas, tambores, conchas de tortuga, cohetes, cuernos, campanas, son algunos de los objetos sonoros utilizados como señales de las ánimas o, al menos, indicadores de su llegada. Ellas vienen a disfrutar de las carnestolendas.

Aprovechando la inversión y laxitud de las normas sociales deambulan por las calles recogiendo sus recuerdos, y bailan hasta el agotamiento, sabedoras que pronto vendrá el momento del retorno a la hondura nictomórfica.

Las bebidas embriagantes son ofrecidas a la tierra, a las divinidades celestes y terrestres, a los ancestros y, por supuesto, a los invitados que conviven y participan del frenesí chocarrero. 

Así, el Carnaval es un momento de apertura a lo tremendo y fascinante, es un espacio emocionalmente ambivalente en donde se enmarca el encuentro de los familiares vivos y muertos.

La música y la danza permiten la expresión de la muerte, o tal vez sería mejor decir que es ella la que utiliza las expresiones artísticas para hacerse presente y recordarnos que, ante su inevitable mirada, las diferencias sociales y culturales se diluyen brutalmente. 

Pero para los pueblos indígenas la muerte es más que eso, su celebración es un vehículo conducente a los tiempos primigenios en donde se creó el mundo a partir del eterno caos cósmico.

Los “antiguos” ahora pertenecen a ese tiempo y espacio sagrados, a ese universo mítico que da sustento a la cultura; ellos han pasado a formar parte del imaginario social que permite pensar, sentir y actuar en el mundo.

La fiesta de los muertos es la escenificación de los mitos guardados durante siglos en la memoria colectiva de las culturas indígenas, es decir, en el verdadero hábitat de los “abuelos”.

Ellos no descansan, continúan trabajando para beneficio de sus comunidades trayendo lluvia, bendiciendo cosechas, y año con año, en algunos lugares, toman prestados los cuerpos bulliciosos de los jóvenes disfrazados para revivir la antigua palabra a través de la música, a través de la danza.

SSI MUEROLEJOS DE TI.QUE DIGANQUE ESTOY DORMIDO Y QUE ME TRAIGAN A TI. GRACIA

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