la linda poblana
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Otro drama novohispano: La linda poblana de Fernando Gavila
Con admiración y respeto para
Don Germán Viveros Maldonado
Algunas características del teatro novohispano del siglo XVIII
Lo cierto es que hubo una producción teatral impresionante en Nueva España. Sin
embargo, se carece de documentación de la época para tener una visión de conjunto
de dicho fenómeno. Por esto, quizá, suele juzgarse al teatro novohispano a partir de
modelos y teorías que no corresponden a su particular ambiente social y época, con
lo cual se hacen desafortunadas comparaciones entre los dramaturgos españoles y los
criollos. Un error vergonzoso que nos ha llevado a afirmaciones dolorosas sobre la
ausencia de verdadera literatura dramática durante el periodo colonial,
particularmente durante el siglo XVIII.
No obstante, como ha quedado demostrado1 nuestro teatro colonial fue variado,
heterodoxo y estaba restringido, en gran medida, por las condiciones sociales en las
que surgía. Los ejemplos más evidentes de esto son, por una parte, el teatro
evangelizador, comprometido con la causa del adoctrinamiento de la nueva fe; por
1 Véase Viveros, Maldonado, 2010, Teadro Dieciochesco de Nueva España, UNAM: México
1
otra parte, el teatro espectacular del siglo XVIII que tomaba en cuenta la maquinaria
y el lugar de representación, pero sobre todo a su público, debido a la idea ilustrada
de enseñar entreteniendo.
Precisamente nuestro siglo XVIII es el siglo del espectáculo, del
entretenimiento. De ahí que su análisis exija una nueva visión, que se comprometa
menos con las cuestiones estilísticas y estéticas del texto dramático y más con sus
características para-textuales.
Nuestro siglo XVIII, el siglo de la espectacularidad y el patriotismo
en ciernes. Un siglo sin teatro, cuyos autores aún siguen ocultos en los
archivos documentales y que de vez en vez aparecen por afortunada
casualidad. Y sin embargo, nuestro Siglo de las Luces gestó en sus calles,
en las romerías y en sus alejados pueblecitos manifestaciones dramáticas
que con el tiempo motivarían, de algún modo, el surgimiento de un teatro
nacional y auténtico.2
Las manifestaciones dramáticas propias de la calle, por ejemplo,
estaban fuera de la vigilancia de las autoridades virreinales. Y aunque
existían bandos y reglamentos, los teatros ambulantes gozaban de una
libertad insospechada. Los temas de sus obras iban desde la velada
2 Véase Viqueira Albán, Pedro, 1985, ¿Relajados o reprimidos?, FCE: México; Ortiz Bullé Goyri, Alejandro, “Renovación teatral mexicana en las décadas del 20 al 40, del siglo XX: Confrontaciones y coexistencias”, ponencia leida durante el Simposio Seki Sano y KitagawaTamiji. Artistas japoneses en México de las décadas de 1920 a 1960, llevado a acabo en Noviembre de 2011, recurso electrónico disponible en http://ceaa.colmex.mx/sekisano/ponencias.htm, buscado el 2 de abril de 201
2
blasfemia, hasta la injuria consagrada a algún personaje de la vida
cotidiana. Sacerdotes, monjes e incluso el mismo virrey eran parodiados.
Los asistentes se desternillaban de la risa con las ocurrencias de los
cómicos de la legua, se asombraban con los peligrosos actos circenses y
veían con picardía las maledicencias de las máquinas de comedias de
muñecos.
El siglo XVIII fue el teatro de la espectacularidad y de lo popular.
Ningún otro siglo ha manifestado tal interés por el teatro como el Siglo de
las Luces. Incluso, el ambiente social en el que se dieron las comedias
determinó las características estético/literarias del texto dramático. Al
teatro se le impuso la tarea de fomentar las buenas costumbres. Así por
ejemplo, dado que el clima del Coliseo era insoportable, que los asistentes
arrojaban sus cigarrillos encendidos, lanzaban inmundicias al tablado o se
hacían de palabras con los actores, las disposiciones ilustradas ordenaban
que las piezas teatrales representaran sólo aquellos temas que pudieran ser
de utilidad para la formación cívica de quines iban al teatro, aún a pesar
de que fueran mortalmente aburridas para el espectador. 3
Por otra parte, la prohibición de que el grueso de los habitantes
ingresara a los Coliseos, pudo de algún modo iniciar con el crecimiento de
las expresiones dramáticas populares. Mestizos, indios y negros estaban
3 Véase Viveros, Germán, 1996, Talía novohispnana, UNAM: México
3
vetados del teatro, pero las calles les pertenecían. Quizá esta sea la
semilla del Teatro de Carpa, sin el cual el Cine de Oro Mexicano no
hubiera sido posible. 4
En efecto, no cabe la menor duda de que la actividad teatral
dieciochesca fue exponencial y variopinta. Y sin embargo, permanece
incomprendida. Los intentos por rescatarla exigen de investigadores
dispuestos a tomar el riesgo de acercarse a las diversas fuentes
documentales, aún a pesar de que estén en el estricto sentido de la
palabra, alejadas de la literatura.
Alejandro Ortiz Bullé Goyri 5 dice al respecto que los estudios del
teatro novohispano han relegado a un segundo plano los documentos
oficiales que se relacionan con el drama y el espectáculo para dejar como
única fuente de investigación al texto dramático. Lo cual supone,
evidentemente pasar por alto numerosas referencias auxiliares en la
investigación y comprensión del teatro de la época.
Estas otras fuentes documentales, a veces injustamente despreciadas,
son, sin embargo, la única información con la que se cuenta para el
estudio del teatro dieciochesco, sobre todo en cuanto a manifestaciones
4 Véase Viveros, Germán, 2012, Teatro dieciochesco novohispano, UNAM: México; Bryan, Susan E., “Teatro popular y sociedad durante el Porfiriato, en Historia Mexicana, Vol. 33, No. 1, 1983
5 Ortiz Bullé Goyri, Alejandro, “Edictos de Inquisición, fuente para el estudio del teatro novohispano (muestreo inicial)” en Tetro y vida novohispana, 2004, UAM: México, pag. 157
4
populares se trata. Documentos que versan sobre la normatividad y
composisción administrativa de los cómicos, los costos de las entradas, las
condiciones en las que se daba el espectáculo, los nombres de las
compañías, etc son entonces no sólo valiosos, sino parte sustancial de toda
investigación dramática.
Urge, entonces volcar nuestra atención no sólo al texto dramático
como constituyente exclusivo del objeto teatral, sino a todo documento
aquel que nos muestre dicha realidad.
Una de las conclusiones más útiles para el estudio de la dramaturgia
novohispana dieciochesca fue la necesidad de tener presente las
condiciones fundamentales del teatro como objeto de representación
espectacular. Si partimos de esta afirmación, el texto dramático se
convierte sólo en un medio más para la comprensión del fenómeno teatral,
pero no en un fin determinante para su valoración. En este mismo sentido,
Francesc Massip escribe sobre un secuestro por parte de la ciencia
literaria del teatro, es decir, a una exaltación un tanto ciega del texto
dramático por encima de todos los otros componentes espectaculares que
conforman al teatro. Por esto mismo es necesario comprender que el teatro
no puede seguir entendiéndose como texto dramático únicamente, pues
ello “significa limitar, reducir y mutilar el alcance de arte escénico y, aún
5
más , falsear su esencia, traicionar su especificidad. Lo específico del
espectáculo teatral reside en que la comunicación viene absolutamente
condicionada por el lugar y el tiempo en que se produce.” 6
En efecto, debemos comprender que el teatro es un hecho que existe
sólo en el presente del espectador y ello obliga a pensar la forma en que el
investigador debe abordarlo. El secuestro que ha hecho la ciencia literaria,
se debe más bien a un temor metodológico, a una imposibilidad de asir un
objeto que precisamente por su especificidad temporal no es posible
reducir. Precisamente por esto es que Massip plantea al teatro como un
hecho complejo, compuesto de diversos elementos heterogéneos e incluso
contradicotrios que adquieren validez en el momento de la representación:
El teatro es un hecho complejo resultado de la combinación de
un conjunto de elementos heterogéneos que sólo en su síntesis, a
traves de la representación, adquieren su plenitud. 7
Difícilmente el estudioso de la literatura podrá hacer afirmaciones
sobre un hecho del cual no tiene constancia plena como es el caso del
teatro. No se puede hablar de las cualidades espectaculares de un texto
dramático, porque ellas atañen exclusivamente al ámbito de la
6 Massip, Francesc, 1992, El teatro medieval, Montesinos: Barcelona, pag. 107 Op. Cit. Pag. 11
6
representación, y dado que ese tiempo no existe más, se debe conformar el
análisis con las conjeturas que el texto dramático ofrezca. Pero, en el caso
de nuestra dramaturgia novohispana, en la que las manifestaciones
populares rebasaron la producción regulada del coliseo y que por su
naturaleza misma, no se poseen textos dramáticos, es necesario recurrir a
otras fuentes para explicar el fenómeno. De este modo, la propuesta de
Massip va más allá de los recursos metodológicos de las sociología de la
literatura donde las características paratextuales del texto dramático
determinan el desarrollo de la obra. Porque el teatro, en el sentido estricto
de la palabra, es acción y sucede en el presente y el texto dramático sólo
supondría un parte importante del hecho teatral, pero no exclusiva.
Así pues, con este atrevimiento hacia el estudio de las características
del hecho teatral, Massip rescata indudablemente al actor que hace,
finalmente, que una manifestación permanezca en el tiempo. Lo que
intento decir es que la existencia de las manifestaciones dramáticas fue
producto de un ejecuntante más que de un escritor. En el caso particular
de la dramaturgia novohispana conocemos más sobre es tos entes que sobre
las piezas mismas.8
8 Véase Ramos Smith, Maya, 2011, Actores y compañías en la Nueva España. Siglo XVI y XVII, CONACULTA: México y Los artistas de la feria y de la calle: espectáculos marginales en la Nueva España,Conaculta: México, 2010.
7
Un texto dramático se juzga por la capacidad que tenga para existir
fuera del contenido léxico mismo. Es decir, funciona como tal, sin
siquiera importar si posee cualidades estéticas, siempre que sea posible
transformarlo a acción en un espacio de representación. Por todo ello
podemos decir que entendemos el teatro como espectáculo, algo que se
muestra a la visión de un público a través de la representación, y gracias a
la coincidencia, en un sitio y en un momento dado, de esto espectadores
con el conjunto de elementos que hacen posible tal representación. 9
El teatro es un ente vivo que se forma a través del acto humano del
ejecutante. Por ello, si se pretendiera estudiar el teatro del XVIII no hay
que perder de vista que fue una realidad polifacética y que habría que
entender cada cara por separado. Y por supuesto, quien se arriesgue a su
rescate debe contemplar una amplia cantidad de manifestaciones teatrales
pertenecientes al ámbito popular, que seguramente vendrían a ser mucho
más nutritivas por la innovación que representaron y porque a final de
cuentas, marcaron las tendencias del teatro, y que por supuesto, no
poseen, hasta ahora, de un texto dramático que las sustente.
De ahí que sea necesario reconocer junto con Massip que lo que
generalmente se acepta como una característica de lo dramático, a saber,
los diálogos, conflictos, personajes, escenarios, no son siquiera en
9 Massip, Op. Cit. Pag. 12
8
nuestros tiempos constitutivos del texto teatral, como no lo eran en el
Medievo y como no los encontraremos, seguramente, en el teatro
novohispano del XVIII.10
El drama
En este contexto, está inserta la obra que nos ocupa. Según se puede leer en el
manuscrito, el drama La linda poblana es una zarzuela u “ópera castellana” en dos
actos. La pieza fue compuesta en 1802 y dedicada a la señora doña María de la
Encarnación Casasola. En esta dedicatoria el mismo autor anuncia que, pese a las
“bastantes pesadumbres y disgustos”, sus piezas se han representado en el teatro. Y
así fue en efecto, pues la obra se montará ese mismo año y con el gozo de doble
paga.11
A partir de las bien documentadas noticias que sobre el autor hace Germán
Viveros, podemos decir que Fernando Gavila quizá haya sido español, avecindado
desde su juventud en la capital de la Nueva España con un paso esporádico en la
Habana, de donde salió pronto en busca de mejores oportunidades de trabajo.12 Su
10 Massip: 1711 AGN, Indiferente virreinal, Caja 3102, Expediente 01112 Viveros, Germán, “Un drama novohispano: La lealtad americana de Fernando Gavila”, en
Literatura Mexicana, Vol. VIII, No. 2, 1997 Pags. 695-716
9
nacimiento pudo haber sido hacia 1764, pues en 1791, a la edad de 27 años se sabe
que ya trabajaba, con cierto reconocimiento, de cómico del Real Coliseo de México13.
La actividad de Gavila, sobre todo como actor, se prolongará hasta 1810, año en que
sabemos fue designado como cómico suplente. Después de esa fecha le perdemos el
rastro.
El drama que nos ocupa fue localizado en el Fondo Reservado de la Biblioteca
Nacional de México, en la serie Manuscritos, No. 1590. Se trata presumiblemente de
un manuscrito autógrafo, aunque de bella encuadernación posterior, la portada fue
cuidadosamente decorada a tres tintas, lo que nos hace pensar se tratase de una copia
especialmente hecha por el autor para la señora Casasola, a quien se dedicó la obra.
Consta de poco más de 50 hojas.
La pieza fue dividida en dos actos y señalada como “ópera española”, es decir,
zarzuela. A partir de lo que dice el mismo autor, una zarzuela era un género un tanto
despreciado por los sensores de la preceptiva dramática, ya que consistía en la mezcla
de la representación, el canto y el recitado en detrimento de la verosimilitud de la
fábula, pues era impropio “en las zarzuelas el ponerse a cantar un actor que finge
estar en el lance más amargo de su vida”.
No obstante la falta de rigor en el seguimiento de las preceptivas dramáticas de
la época (especialmente la de Luzán), Fernando Gavila defiende la pieza al señalar
que su ingenio no está desprovisto del conocimiento de la forma y fondo de las
13 AGN, Matrimonios, 069, vol. 50, exp. 47
10
composiciones teatrales. Y para demostrarlo, apela sobre todo a la larga experiencia
que tiene en el arte de componer piezas para el teatro sin que ninguno de sus trabajos
haya tenido falta de mérito.
La afirmación de Gavila no corresponde, sin embargo, a una postura
envalentonada y orgullosa de un rebelde, sino a la actitud recta y honesta de quien
conoce perfectamente bien las reglas de composición dictadas por la teoría dramática
de su época. Así por ejemplo, en La linda Poblana, Gavila pondrá especial atención
en seguimiento de la verosimilitud de la historia y de los personajes para conseguir el
efecto tan deseado por las autoridades del XVIII, educar al pueblo mediante la
exhibición de los defectos y el ensalzamiento de las virtudes.
A pesar de que en la composición de Gavila subyace el seguimiento de las
formas dramáticas establecidas, no por ello deja de ser innovador. La dramaturgia de
este poeta es muy diferente a la de los siglos anteriores e incluso ajena a su propia
época. La diferencia radica en que Gavila mismo está consciente de la formas,
estructuras y objetivos que debe perseguir una pieza teatral. En este sentido, es un
autor muy moderno, es decir, que asume la responsabilidad de renovar el teatro de su
época. Esto mismo parecerían significar las siguientes afirmaciones:
No imaginen le hace fuerza producir esto [La linda poblana] un entusiasmo de amor
propio, si[no] el deseo de enmendar las deformidades de nuestras representaciones
antiguas. Y como la presente la [el autor] juzga algo libre [en] cuan[to] [a] su
satisfacción, la [grave] ignorancia, parece disculpable.
11
El “engreimiento” de nuestro autor sólo supondría su absoluto dominio de los
textos dramáticos, tanto es su particular composición escrita como en su montaje
espectacular. Esto quiere decir que Gavila, como autor, actor y productor teatral
(asentista) pensaba exclusivamente en sus piezas como obras para ser representadas.
Incluso un análisis poco comprometido de las didascalias presentes en la Linda
Poblana sería suficiente argumento para esta afirmación. Sirva como ejemplo de todo
esto la descripción del decorado del primer acto:
Después de una rumbosa obertura sube el telón, descubriendo la perspectiva de la
Hacienda. En la derecha, corriendo el jardín, adornando de naranjos, rosales, y
macetones dese el edificio hasta la boca del teatro [y] ambos lados. En el centro
interior se besan unas dilatadas lomas sembradas de caña y entre ellas a lo lejos,
algunos ingenios de labrar azúcar. Más a lo exterior, un pozo con su arco y brocal
labrados. Afuera, dos poyos o asientos de mármol; en uno de ellos estará sentado
don Sebastián como pensativo...
Todo texto dramático posee didascalias y su revisión permite al estudioso
comprender las posibilidades de representación de dicho texto, y, en suma, afirmar
ciertas cualidades estéticas necesarias para todo drama. Guillermo Schmidhuber de la
Mora afirma al respecto que la didascalia es el recurso sin el cual no es posible
calificar algo como texto dramático.14
En la época, la principal característica del teatro consiste en sus posibilidades
espectaculares. Y aunque el teatro (al menos el de Coliseo) tenía por objetivo la
14 Schmidhuber de la Mora, Guillermo, “Apología de las didascalias o acotaciones”, en Sincronía, Invierno 2001, recurso electrónico disponible en http://sincronia.cucsh.udg.mx/schmid2.htm
12
instrucción de los asistentes, dicha condición raras veces se cumplía. Lo que estaba en
juego era la capacidad de entretenimiento, mediante la innovación. No importaba si
se trataba de un espectáculo de calidad, lo que interesaba es que no faltara a las
buenas costumbres y mantuviera entretenidos a los asistentes. Es decir, que para la
preceptiva teatral dieciochesca, lo que en realidad resultaba importante en una
representación era la capacidad que tuviera para distraer al público a partir de
manifestaciones líricas y de gran aparato escénico. Todas las innovaciones servían
para granjear mayores entradas al coliseo, que cabe decirlo, era el responsable de
aportar recursos económicos a los hospitales.15
De este modo, la calidad estética de los textos dramáticos quedaba en segundo
plano. No obstante, aún bajo estas circunstancias, ciertos ingenios lograron con
bastante buen tino, combinar la calidad literaria con las exigencias espectaculares de
la época. De este modo, Fernando Gavila menciona, en su “Advertencia al Lector”,
que La linda poblana tiene muy poco de complejidad intelectual, pero, en cambio,
tiene la capacidad de entretener honestamente a cuantos la vieran y aún más
garantizar concurrentes al coliseo:
[La linda poblana] examinada no viene muy bien con la conclusión alegórica. Mas
has de saber que el público, amante de la novedad, lo mueve a curioso tal vez una
vez, una voz agradable. En la región [en la que] nos encontramos, puede atraer
concurrencia de espectadores una cosa escrita del país, cuyo [título] lo expresa.
15 Véase Viveros, Germán, 2005, Manifestaciones teatrales en la Nueva España, UNAM: México
13
A este propósito, merece la pena mencionar que en el siglo XVIII difícilmente
se montaban piezas escritas por comediógrafos nativos, ya que pesaba sobre su
trabajo un impuesto. De tal suerte, resultaba mucho más económico importar piezas
extranjeras, ya gravadas y más aún, plenamente censadas por las autoridades.
Precisamente por esto Fernando Gavila, pleno conocedor de su entorno social, llama
la atención sobre el poco aprecio que tenían los paisanos por comedias de temas
regionales, lo cual nos descubre, de algún modo, que la tendencia en la composición
teatral la dictaba el gusto del público.
En conclusión podemos decir que el teatro novohispano del dieciocho es
espectacular, en el sentido que busca asombrar, ya que:
Son obras de gran aparatosidad y complejidad en las que prevalecen los elementos
maravillosos o sobrenaturales, la temática mitológica, las pomposas alegorías, las
hagiográficas o las de temática histórica, aunque en este sentido «[...] se observa una
notoria debilidad por los temas relacionados con la Nueva España:La mexicana en
Inglaterra de Francisco Gavila, Hernán Cortés en Tabasco de Fermín del Rey, Cortés
triunfante en Tlaxcala de Agustín Cordero y sobre todo La conquista de México de
Diego Sevilla [...]2». No obstante, según Teodosio Fernández, no es Calderón como
autor el que impone el canon de teatro en Nueva España, sino la inclinación del
público hacia la ostentación y la extravagancia de la puesta en escena de la que ya
hemos hablado.16
Características literarias del drama.
La linda poblana es una pieza dramática en todo sentido. Como el mismo Fernando
16 Vázquez Leñeroz, Ángeles, “
14
Gavila lo advierte, es una obra que asombra menos por su complejidad estilística, que
por su potencial de representación. En ella puede advertirse una ligera necesidad por
iniciar un gusto hacia los temas regionales. Y aunque no logra desarrollar cuadros de
costumbres, sin embargo, se puede advertir que preocupaba al autor que el espectador
pudiera reconocer ciertos estereotipos sociales. De este modo, tenemos al rico
hacendado de origen español, a los hijos criollos y a la servidumbre perteneciente a
alguna casta.
El tema de la obra es, básicamente, la tiranía que sobre los hijos ejercen los
padres. A lo largo de toda la pieza, se mantiene el aviso de lo nocivo que resulta
“violentar el estado” de los hijos, es decir, obligarlos mediante la fuerza a que ejerzan
destinos para los cuales no fueron asignados. Es interesante este tema porque
evidencia cierta noción de libertad. Sin perder del todo la idea de la obediencia
incondicional hacia la autoridad máxima de la casa, busca evidenciar una conducta
que suponemos corriente en la época (y en tantas otras): obligar a los hijos a
continuar un camino diferente al de sus deseos.
Fernando Gavilia da inicio a la obra con un epígrafe sobre el tema que se
desarrollará. Se trata de unos versos cuyo objetivo es demostrar la tiranía injusta que
los padres ejercen sobre los hijos: “Tiranos de aquella/ propia sangre que temeis/ y
debéis amar de veras.”
A propósito, Germán Viveros menciona que los temas de los cuales se vale
15
Gavila para la composición de sus obras siguen muy de cerca la preceptiva teatral
española del siglo XVIII, sobre todo la representada por Ignacio Luzán, y por lo tanto
la finalidad sería educar al público sobre algún precepto moral, en este caso,
insistimos, la libertad que debe dársele a los hijos. 17
Por otra parte, la calidad de la obra como pieza literaria es admirable. Quizá
Gavila haya tenido como modelo inmediato la comedia El atormentado de sí mismo
de Terencio, pues los temas se relacionan mucho. En aquel, se trata de un hombre que
le atormenta el destino de su hijo al cual ha obligado a convertirse en soldado y partir
a la guerra. En el caso de nuestra obra, Sebastián ha orillado a su hijo a escapar de
casa, luego de prohibirle casarse con una muchacha pobre. Aparentemente, el joven,
en su escape hacia Veracruz ha sido asaltado y muerto por un amigo que le
acompañaba. Sebastián, entonces, es presa del mayor remordimiento, pues se
responsabiliza del destino cruel que ha tenido su hijo.
El drama, por otra parte, es congruente con el tema y sigue muy bien el respeto
a las unidades que la preceptiva mandaba tener a toda obra teatral. Durante toda la
historia se desarrolla un solo problema, con lo cual cumple cabalmente con la unidad
de acción. Así por ejemplo, Sebastián, después de atormentado por el remordimiento
de la muerte de Antonio, su hijo, comete el mismo error de “violentar el estado” de su
hija Angela al quererla convertir en monja. Esto es el problema que generará toda la
17 Véase Viveros, Germán, “Un drama novohispano: La lealtad americana de Fernando Gavila”, en Literatura Mexicana, Vol. VIII, No. 2, 1997, pag. 708
16
acción. En definitiva la pieza es coherente con los objetivos buscados por el autor. No
existen historias paralelas, ni cabos sueltos. Es un núcleo perfecto de acción.
En efecto, desde el inicio Fernando Gavila alardea sobre sus conocimientos
sobre la composición dramática. La unidad de lugar, por ejemplo, se respeta de una
manera formidable, ya que toda la historia transcurre en un sólo espacio, a saber, la
Hacienda de Sebastián. Todo acontecimiento que haya ocurrido en otro sitio es
anunciado por los actores.
La unidad de tiempo, quizá la más difícil de respetar, se resuelve
brillantemente, pues la pieza comienza en una mañana soleada y termina justamente
por el mismo tiempo del día siguiente. Esto quiere decir que toda la historia sucede en
un día justo: en el primer acto desde que la mañana hasta que el sol se pone; y en el
segundo, desde la noche, hasta la mañana. No existen cambios abruptos en el tiempo
de la historia, con lo cual se cumple la demanda de no prolongar la pieza más allá de
una jornada (Aristóteles, Luzán) y de hacer creíble el paso del tiempo de la historia en
el corto tiempo de la representación. Gavila, cabe mencionarlo, consigue dicho efecto
valiéndose de los recursos escenográficos con los que posiblemente contaba. Así por
ejemplo, para anunciar el cambio temporal, recomienda que éste sea sugerido con
cierto juego de iluminación:
“Mientras su duración, va amaneciendo con la naturalidad posible, en los grados de
iluminación. [Se oyen gorjeos] de pájaros) [...]
17
Sale doña Angela. Empieza a oscurecer figurando el grado de iluminación la venida
de la noche”
Gavila, como vemos, cumple con lo establecido por las reglas dramáticas de
composición. En su “Aviso al lector” dice cumplir con todas las condiciones técnicas
que exigía la preceptiva de su tiempo, de ese modo consigue que su pieza sea
verosímil.
Otra forma de llegar a la verosimilitud es a partir de los personajes. Uno de los
recursos necesarios para lograr esto consiste en que cada personaje actúe conforme a
su condición. Esto significa que el noble se dirija con la propiedad que le corresponde
a su posición y que el esclavo no expresa otras ideas que no sean aquellas producto
de su clase. Gavila cumple no sin genio esta exigencia. Así por ejemplo, la gravedad
del discurso de Amador, contrasta con la rusticidad y simpleza de su criado
Periquillo. En este mismo sentido, la congruencia entre los personajes es observada
con notable precisión en Anselma, a quien corresponde el papel de villano, no es
mala en sí misma, sino que sus actos corresponden a un avaricioso que realiza sus
acciones en perfecta orientación a su carácter. En definitiva, Fernando Gavila atiende
todas aquellas sugerencias presentes en la Poética18 de Luzán sobre la forma en que
los personajes deberían se representados.
Finalmente, conviene señalar que la conducta de los personajes es manifiesta en
18 Véase sobre todo, Poética, Capítulo X y XIV
18
la forma de su discurso. El lenguaje que se debe emplear en la comedia, según apunta
Luzán (capítulo I) debe ser sencillo, pero sin olvidar los particulares recursos que
cada personaje usaría de acuerdo a su condición.
En La Linda Poblana, el lenguaje empleado por los personajes es congruente
con la condición de cada uno de ellos, pero esto es representativo sobre todo en el
personaje Periquillo, esclavo negro, cuyos giros lingüísticos tratan de imitar las
particularidades léxicas de un hombre afrocaribeño. Ello a mi juicio, representa un
recurso muy interesante empleado por Gavila que podría permitir cierta lectura de
carácter costumbrista de toda la obra.
Con todo lo dicho hasta ahora, podríamos esbozar cierta conclusión sobre la
sorprendente calidad literaria de la pieza. Resta mencionar que la métrica es bastante
general, aunque atacada de ripios en algunos pasajes, sobre todo los que corresponden
a aquellos que exigen ser cantados. No obstante, Gavila asigna diferentes tipos de
verso según el tipo de intención que persigue cada pasaje.
Finalmente, los criterios que he aplicado a mi transcripción han sido motivados
por mi interés de difundir a un público amplio la obra de este gran dramaturgo, de ahí
que haya modernizado la ortografía, la acentuación y la puntuación siempre y cuando
no interfirieran con el sentido del discurso ni con la rima; además desaté las
abreviaturas. Reconstruyo, entre corchetes, palabras que no son muy claras en el
19
manuscrito original. Sirva mi vivo interés por rescatar la literatura novohispana del
doloroso olvido en el que yace para disculpar, señalar, pero sobre todo, ver con cierta
ternura cualquier imprudencia que haya cometido.
¡VALE!
20
La linda poblana,
Zarzuela en dos actos
por Fernando Gavila,
Primer Galán del Coliseo de México
año de 1802
Dedicado a la señora doña María de la Encarnación Casasola
21
Dedicatoria.
Señora doña María de la Encarnación Casasola:
Por una inclinación natural a la benignidad de usted, sus amables prendas y viva
comprensión, desde el momento que tomé la pluma fue con designio de dirigir mi
honrada fatiga en su obsequio.
Entonces lo hizo una voluntad sincera y ahora lo exige forzosamente la necesidad.
Soy tan infeliz en las composiciones de mi ingenio, que exceden a sus yerros
sus infortunios. Solamente el amparo de tal protectora podrá enmendar un destino
impío. Ya que la suerte permite perezcan, en este país, las dedicatorias,
lamentaciones, no puedo menos de quejarme. Bastantes pesadumbre y disgustos me
ha costeado conseguir la ejecución de estas piezas en el teatro, y aún no respondo del
entero acierto.
Pero conociendo su V. Su corto mérito y concediendo perdón del atrevimiento,
le ofrecen las tan corto presentes un respetuoso afecto; quedará satisfecho este su más
atento y fiel criado.
L.S.P.B
Fernando Gavila
22
Al lector19
Esta obra que tienen en las manos no va con la recomendación común, suplicando
perdones los defectos, ni sometiéndose a la adulación para abrirse la alabanza por
medio de un temor afectado.
Su autor conoce, en alguna parte, el fondo de las composiciones dramáticas
como versado en ellas mucho tiempo y confiesa sinceramente a su parecer el mérito
de cada una. Censor de sí mismo, haya en la presente, estilo propio al pasaje,
naturalidad de argumento, arreglo al arte y carácter propio a los personajes,
sosteniendo hasta el fin.
Descubre la intención de corregir las costumbres, abatiendo el vicio y
ensalzando la virtud con sentencias concluyentes y tratables a la inteligencia de todos.
No imagines le hace fuerza a producir esto, un entusiasmo de amor propio, sí el
deseo de enmendar las deformidades de nuestras representaciones antiguas, y como la
presente la juzga algo libre cuando su satisfacción, la gradúes de ignorancia, parece
disculpable.20
Fuerza a error pensar librarse de la crítica justa e injusta, que debe aguardar
todo el que escribe. Así como no hay en el orbe drama sin objeción, tampoco hay
gusto para juzgarle que no esté sujeto al yerro en una u otra parte.
Por esta razón es forzoso haya diversidad de dictámenes. Si ofendido del
aparente engreimiento, deseas encontrar defectos, el propio te advierte el primero, y
es titularse esta ópera castellana o zarzuela La linda poblana, y examinada no viene
muy bien con la conclusión alegórica, mas has de saber que el público, amante de la
19 La advertencia “Al lector” forma parte de la página IV y IV-bis del manuscrito. Sin embargo, considero que sería más conveniente colocarla justo después de la “Dedicatoria”...
20 Es decir que el lector no debe pensar que escribir una comedia de este tipo sirve para envanecimiento del autor, sino antes bien para suplir los errores que las antiguas comedias (quizá las del barroco) tenían. Así pues la presente comedia puede ser juzgada de ligera, pero disculpabledebido al noble objetivo que persigue.
23
novedad, lo mueve a curioso, tal vez, una vez, una voz agradable. En la región [en la]
que nos encontramos, puede atraer concurrencia de espectadores una cosa escrita del
país, cuyo [título] lo expresa. Debe el ingenio prudente en ciertas ocasiones, preferir
sus intereses a un trivial reparo. Y así como hija legítima, puso nombre a su fatiga, si
no te adaptase, confírmala en tu mente el que quisieres.
También se confiesa lo impropio en las zarzuelas de ponerse a cantar un actor
que finge estar en el lance más amargo de su vida. Pero no se ha de negar que la
música mueve el interior, persuadiendo los afectos con una dulce viveza y empeña la
ilusión. El gusto de nuestro público lo ha manifestado claramente.
A cuenta de los yerros, debe contrapesar la dificultad de acertar una acción que
consta de representado y cantado, reducido forzosamente a solos los individuos que
tiene el teatro, con dos habilidades y sus genios. Últimamente, hallarás diversión
leyéndola, si la encuentras buena, por serlo y si mala, riéndote de ella.
24
Personas Actores
Don Sebastián, caballero español europeo
de áspera condición.
Lucas Saenz
Doña Anselma, su mujer de segundas
nupcias
Mariana Argüello
Doña Angela, Linda Poblana, hija de don
Sebastián en el primer matrimonio
Dolores Munguía
Don Antonio, su hermano, capitán de
Dragones, graduado de teniente coronel.
José Abad
Don Amador, mayordomo de la
Hacienda, incógnito, bajo el nombre de
don Camilo
Fernando Gavila
Periquillo, negro, esclavo de don
Amador
Francisco Saldaña
Rosita, niña que no habla, hija de doña
Anselma.
Ana Josefa Sausa
Un criado Mariano Ayala
Mozos, labradores de hacienda.
25
A los que violentan el estado a sus hijos
¡Oh, tiranos
padres! Tiranos de aquella
propia sangre que teméis
y debéis amar de veras.
Juzgad el pecho de un hijo
por vuestro. La cadena
que tal vez no sufriríais,
se la echáis a la inocencia
Don Amador, Acto 1°
Acto Primero
La acción se representa en el reino de la Nueva España, cerca de Atlisco.21
21 Esta frase se encuentra en el Folio III, pero por su contenido, juzgo que conviene más situarla justoantes de la descripción del primer acto.
26
Después de una rumbosa obertura sube el telón, descubriendo la perspectiva de la
Hacienda. En la derecha, corriendo el jardín adornando de naranjos, rosales, y
macetones desde el edificio hasta la boca del teatro [y] ambos lados. En el centro
interior se besan unas dilatadas lomas sembradas de caña y entre ellas a lo lejos,
algunos ingenios de labrar azúcar. Más a lo exterior, un pozo con su arco y brocal
labrados. Afuera, dos poyos o asientos de mármol; en uno de ellos estará sentado
don Sebastián como pensativo. Después de algunos compases pianos, canta el
siguiente aire:
[Sebastián] Cruel destino! Amarga suerte!
Nada me puede aliviar:
La memoria me devora,
No me deja descansar.
Aquel hijo tan amado
Lo estoy viendo agonizar
A los golpes de un traidor
Falso amigo desleal
Ay de mi! Ay de mi!
Que ya lo perdí.
Ni la Hacienda que poseo
Ni el campo puede alegrar
a quien fiero tormento
Le hace siempre suspirar.
Ay de mi! Ay de mí!
Que ya lo perdí.
(Representa)
27
Don Sebastián infeliz
Sí tú, Antonio te viera
Fuerzas venturoso; ¡Dale!
¿Que no pueda, que no pueda
En quince años olvidar
Lo amargo de aquesta pena?
Yo tuve la culpa, yo
Por violentarle a que fuera
Tan trágicamente muerto
A la alevosa vil diestra
Del mayor amigo suyo
Traidor! Sí yo le cogiera
Entre mis brazos, aunque
La edad minora mis fuerzas
le hiciera dos mil pedazos,
y de su sangre bebiera
hasta verle...¿Más que es testo?
Dejemos necias quimeras.
Las cinco son de la tarde;
ora es de dar una vuelta
y mirar si los bribones
abandonan las tareas
como suelen hacer. Vamos...
pero mi esposa se acerca
¡una Paloma es! El centro
de la virtud y modestia;
28
mi único consuelo, iman
de mi cariño y terneza.
(Desde los versos que corresponde se ha ido acercando Da. Anselma, vestida
modestamente, aparentando un carácter humilde)
Doña Anselma: ¡Esposito! Sin tu vista
no es posible que yo pueda
sosegar ¿Dónde has estado?
Sebastián: Aquí h he pasado la siesta
gozando de la frescura
de este paraje.
Anselma: si hubiera
sabido, querido Esposo
venías, con mi asistencia
amorosa, me tendrías
como fina compañera
a tu lado.
Sebsatián: Ya lo sé
pero mi querida Anselma
un pesar::::
Anselma... ¡Oh, justo cielo!..
¿cómo?... Si a caso te encuentras
algo enfermo, dímelo.
29
Mi sobresalto acrecientas
con tu silencio.
Sebastián: No es nada.
Tú eres adorada prenda
mi consuelo. Ya ha calmado
la aflicción... ¿Dónde se encuentra
mi Rosita?
Anselma. Merendando
¡Ay, Sebastián! ¡Si supieras
sus gracias! ¡Cómo te estima!
Solo a tu vista está quieta.
Cuando su papá le falta
no hay quién acallarla pueda.
¿No es admirable?
Sebastián: Mucho! Di: ¿y Angelita?
Anselma. No por ella
cuidadoso, amable, dócil
me preguntes. Sólo piensa
en galas en mocedades
en locuras::: ¡Sino fuerza
por ser tu hija!:: Yo pensara....
No soy chismosa... dijera
algunas cosas... Mas temo enfadarte.
30
Sebastián. Esa es quimera.
Angela es quien es y tú
la persigues por ser prenda
de mi primer matrimonio,
mas ella te ama y venera.
Anselma. En tu presencia. ¡Ay, Esposo,
que sus apariencias creas!
No he sido madrastra suya.
Una madre verdadera
ha visto en mi, aun a pesar
de ser su correspondencia
los atrevimientos. Tú ignoras
de qué manera
se porta, el pico que tiene,
su vanidad y soberbia.
Sebastián. ¡Anselma! Siempre la via
a tus preceptos sujeta.
Es humilde, es virtuosa:::
Anselma. ¿Virtuosa? Ya la paciencia
me falta... ¡Virtuosa! Atiende
a tu casa, mira, vela,
así conocerás quienes
se miran se secretean...
31
Don camilo el mayordomo
ha dado a entender:::
Sebastián. Eh, cesa.
¿Don Camilo? No presumas
tal desvarío.. Una experiencia
continua, me lo ha hecho ver
hombre de bien. Aunque sea
de humilde linaje, hizo
su honradez bien manifiesta...
No es capaz... déjame, estas..
Angelita se reserva,
o bien hasta que me muera,
estar a mi lado.
Anselma. Esposo:
mira bien no lo aciertas.
Darla estado te conviene,
y asegurarla. Si vieras
a Angelita en un convento
de monjita recoleta...
¡Qué linda estaría! ¡Como
en aquel claustro pidiera
a Dios por su padre! ¡Oh padre
feliz!
Sebastián. ¡Ah! Tú te empeñas
32
en una cosa difícil.
Jamás mi albedrío intenta
violentar el suyo. Un hijo
perdí por el raro tema
de torcer su inclinación.
No quiero que me suceda
otro infortunio, en que el cuelo
castigue en mi la demaencia
de abrogarme su poder.
De España mi amada tierra
llegué de muy corta edad
a la Ciudad de la Puebla
sin más caudal que la carta
de mi ilustrísima nobleza;
caseme con una dama
muy rica: toda la hacienda
que poseo, trajo en dote
y dejándome dos prendas
hija e hijo, sabés que a éste
le dieron muerte sangrienta,
y así, aquella se quedó
la legítima heredera
de todo: Dios la hizo rica:
Al estado que convenga
la guíe, que yo no quiero
hacer le tome por fuerza.
33
Anselma. Bien. Ya conozco que fui
sólo una triste sirvienta
de tu primera mujer.
Pobre y honrada doncella
era cuando me llevaste
a tu esposa. ¡Oh, quién hubiera
no subido para ser
ejemplo de la miseria.
Cuando tú faltes. ¡Oh cielo!
Siempre viviré sujeta
a una hijastra que me mira
con odio mortal; cual tiembla
mi corazón! ¡Ay esposo!
La imaginación me aterra
ya me veo despreciada
arrojada con violencia
de la casa y que mis ojos
bañados en llanto, riegan
las calles por donde voy
pidiendo de puerta en puerta
una limosna ¡que exclamo
entre dolorosas quejas!
¡Ay Sebastián de mi vida,
ojalá que me vivieras!
Mira de tu pobre viuda
la situación más funesta
y amarga:::: Pero Rosita;
34
el centro de la inocencia,
el fruto de nuestro amor.
¡Y qué amor! La cara prenda
de mis entrañas, nació
la cuitada para prueba
de un destino adverso... ¡Ah!
Rosita, Rosita, llega. [A Rosita]
dale a tru padre las gracias
de hacerte infeliz
(Saca a la niña Rosita que irá haciendo lo que piden los versos)
(A don Sebastián) Emplea...
un rato la compasión
y dame de humano señas
(Recitando)
Cura los brazos, hija de mi vida;
humilde, dolorida,
llega a mi esposo, llega arrodillada,
muéstrate resignada,
ye entre suspiros, ansias y lamento
hazle presente nuestro cruel tormento.
(Aria)
35
De esposo y padre te llama
quien tu piedad solicita;
mira aquesta inocentita
que no cesa de llorar.
Hija de mi corazón
si su intención no se inflama
muera que de amor la llama
y vámonos a penar.
Ah, Dios. Esposo tirano
jamás ya de mi pasión
encontrarás la mansión
pues no te puedo obligar
(Vase llevando a la niña)
Sebastián. Aguarda hija de mi vida.
Aguarda, querida Anselma... [Se van]
Se fueron, y me han dejado
mil diablos en la cabeza....
Me enternecí ¿Qué haré cielos?
Yo quisiera y no quisiera...
El tropiezo de Angelita.
(Sale doña Angela muy bizarra a la moda poblana)
Angela. ¿Padre y señor qué me ordenas?
36
Sebastián. Que te vayas y me dejes.
Quítate de mi presencia.
Tú eres mi tormento, tú
las cusas... Pero espera...
No te vayas, hija mía;
ven que tu padre te estrecha
en sus brazos.
Angela. ¿Qué es aquesto,
señor? Ya con impaciencia...
ya con ternura... No entiendo
por qué ocasión os merezca
tales extremos.
Sebastián. ¡Ay, hija!
¡Si yo encontrase vereda
entre uno y otro a mi pecho
algún descanso le diera!
En fin. ¿Amas a tu padre?
Angela. ¡Esa duda me penetra!
Sino creéis lo que os estimo
que lo confirme la prueba
con mi propia sangre.
Sebastián. ¿Debes
resignarme tu obediencia
37
a lo que mande?
Angela. No hay duda
Sebastián. Pues a una celda
retirarte yo lo ruego
y lo quiero. Un claustro sea
tu feliz morada.
Ángela. ¡Ay Padre!
Sebastián. ¿Qué dices? ¿No me contestas?
¿Qué resuelves?
Ángela. Padre mío
la vocación verdadera
falta. Si os engañara
dos delitos cometiera.
La mentira fuera uno.
Y otro forzarme a mi misma
a torcer la inclinación
que me dio la providencia.
Sebastián. Eres atrevida. A mi
se me obedece y respeta.
Una hija i es buena hija,
el albedrío sujeta
38
al paternal mandamiento.
Vive el cielo, pues desprecias
mis iras... haré...
Ángela. ¡Señor!
Sebastián. Calla, calla si deseas
vivir un instante. ¿A caso
concibieras la demencia
de unirte a algún joven loco
como tú? ¿Podrá tu necia
presunción, di, proyectar
las depravadas ideas
de darme a mi una vejez
amarga?
Ángela. Padre, si templas
tus iras, oye, y no dejes
aunque la pasión te ciega,
arrastrarte del hechizo
que una madrastra maneja
con sutil hipocresía.
Considera, considera
amado padre la infausta
triste patética escena
de mi hermano, por igual
resolución ¿No escarmientas?
39
Últimamente, señor
la insana ambición fomenta
en vuestra esposa el proyecto
de apropiarse de una herencia
y de un caudal que no es suyo.
Yo lo cedo. La riqueza
que me concedió al nacer,
por vida, naturaleza
sacrificaré gustosa
a su avaricia. Más sea
libre mi albedrío, a precio
del interés y la hacienda.
Sebastián. Ya conozco claramente
de la manera que piensas:
aborreces a mi esposa
y a ti hermanita pequeña
por envidia. Aquel cariño
que mi pecho las profesa
es tu torcedor. Aleve,
si yo mañana muriera
fueran las víctimas tristes
de tu rencor, su inocencia
y su virtud. Pero vivo
todavía. Hay dos sendas
que elijas: obedecerme
con puntualidad completa
40
o ser de mis justas iras
el blanco; si las despiertas,
cobraré el ser que te di,
derramando de tus venas
la sangre que tienes mía.
Medita y dame respuesta.
(Vase)
Angela. ¡Infeliz de mi! ¿De qué
me ha servido la nobleza
y los bienes? Y de qué
la ponderdad belleza
que el renombre me adquirió
de Linda? De ser ofrenda
triste a la razón de estado.
¡Ay Camilo! Si supieras
tal contratiempo admiras
mi situación. Ya la fuerza
me apartara de un cariño
honesto. Entre las inmensas
penas insufribles que
me devoran, sólo es ésta
la penetrante. Preciso
será que la amarga nueva
llegue a el cuando le intimo
la dolorosa sentencia
de nuestra separación.
41
¡Y cómo su alma sincera
lo sentirá! ¡Triste joven!
Óyeme si te hayas cerca.
(Cavatina patética)
¡Qué dolor! ¡Qué ansia inclemente!
Justos cielos, amparad
a esta inflelice aque pide
socorro a vuestra piedad.
Arroyuelos, que corréis
el campo con majestad;
pajarillos, que trinando
andáis por la soledad;
Mis lamentos considerad,
pues vosotros la tenéis
y no tengo libertad.
Ay amor, ay amor ay amor
¡Ay crueldad!
(Sale el Negro Periquillo)
Periquillo. Siola, Siola22, Mi amo
Namorara cagayera,
manda neglito digamo
22 Es decir “Señora”
42
si vosancé da23 licensa
Angela. Todavía no es hora. Luego
un poco antes que se nochezca
dirás que llegue. ¡Ay destino!
Vamos a ver si se templa
el tesón de un padre airado
con súplicas y ternezas.
(Vase)
Periquillo. Ya siolo don Periquillo
tamo solo. Pensamenta
haga vosancé del premo
po andamo de alcahueta
aunque neglo, no ta neglo,
samo, noble de Gunea.
Mi amo dice: Perequiyo,
callar e tener pacenza.
Regalate, estimate;
te dará rica libreas
coloraras con franjonas,
y andar guapa gente preta.
Ma si samo descubiertos:
gente blanca diran: perra...
An Diosa. Neglo Murió
a palos: riquin etena.
23 De “Vuestra Merced”
43
Ma recado falta el amo
Anda periquyo presa.
Cantamo, esperamo premio
diremo de eta manera.
(Sonecito alegre)
Soy un Neglito
moi polidito
y mui fenito
que sé cantar
lili, lili, lili, lili
No semo angola,
Calavalí
lili lili lili
A una neglita
moi chequetita.
Y mui fenita
sé enamorar.
Sili lili lili lili
No semo Angola
Calabalí
lili lili lili
sé de tolito
44
cayo mi pico
e no me aplico
a trabacar
Sili lili lili lili
No semo Angola
Calabalí
lili lili lili lili
(Vase)
(Sale Doña Anselma)
[Anselma.] Parece que la fortuna
apadrina mis cautelas.
Mi esposo, llevado al fin
de aquella pasión extrema
que me tiene, ha de poner
en planta cuanto sugiera
mi capricho. El hombre
enteramente se deja
dominar de una mujer,
es muy difícil que pueda
abrir los ojos: su propia
ceguedad no le hace advierta
los errores solo aquello
que la misma le aconseja
te parece justo: ¡Cuántos
45
esta sujeción lamentan!
Me desharé de una hijastra
aborrecida: Heredera
será Rosita de todo.
Y ya que la llama empieza
a extenderse no perdamos
un punto en la diligencia
para abrirla. Si sale
aquella presunción cierta
de que se halla apasionada
Angela, según las señas
del mayordomo es muy cierto
que sui padre ha de pon erla
en un claustro. Astucia mía,
conviene el estar alerta
a todas horas. Aquí
oportunamente llega
don Camilo. No me ha visto...
y así detrás de estas yedras
me oculto a ver si me da
algún desliz de su lengua,
declarando su intención,
para mi triunfo materia.
(Escóndese y sale Don Amador y Periquillo)
Amador. ¿Con qué te dijo que aguarde
46
doña Ángela que anochezca
y saldrá.
Periquillo. Sí siolo24; ma
si tenga habate de vera
periquillo tene miedo.
Amador. ¿Por qué?
Periquillo: Po la peveza.
Ama blanca. Ela viola
atibante chichimera
gumona, ramera, pito:
e si saviolo, ¡culenba!
Juro an Diosa, semo perdos
como liebre la curiera
a contas amo. Siolo
andiamo en esto contenta
Anselma [A parte]. Bien me honras, vil esclavo
tú tendrás la recompensa.
Amador. Deja el temor Periquillo:
Y pues la hora se acerca,
mira, si sale que el pecho
no sé ¡Ay de mi! Que recela
24 Es decir, “señor”
47
Ingrata fortuna, cuando
dejarás de ser adversa
con un infeliz que has hecho
ejemplo de ti fiereza
¿Si llegara el feliz día?
Periquillo. Siola, Siolla llega.
(Sale doña Angela. Empieza a oscurecer figurando el grado de iluminación la venida
de la noche)
Amador. Pues retírate y no dejes
de mirar hacia la puerta
y avisas si viene gente
Periquillo. Periquillo semo alerta
an que neglo bien sabemo
ponemo de centinela
.
Amador. Linda, ¿qué tienes? El llanto
los suspiros manifiestan
algun pesar... ¿Qué será esto?
¿Con Sollozos me contestas?
Habla, bien mío.
Anselma. [A parte] ¿Qué escucho?
Cierta es la correspondencia.
48
Oigamos
Amador. ¿Nada me dices?
Esas miradas expresan
más que la voz un pesar
intempestivo. Consuela
a tu mal, comunicando
a quien partirle desea
contigo.
Angela. ¡Ay fiel Don Camilo!
Nuestra desventura es cierta.
No hay remedio. Separarnos
conviene esta es la postrera
vez que nos hablábamos.
Amador. ¿Cómo?
Ángela. Mi padre, mi padre intenta
en el día de mañana
sepultarme en una celda.
Cedo involuntariamente
al respecto a la violencia
Amador. ¿Involuntariamente ceder?
¿sabes, dime lo que intentas?
¡día infeliz! ¿Para esto
49
una vida de reserva
aborrecida? No linda.
No alucinada procedas.
Resita, la fuerza: advierte
que tu eres la que sujetas
el llibre albedrío.,, Ni es
virtud la infame aparienciasde obediencias en la boca
y en el pecho resistencias.
Ángela. El mandato de los padres...
Amador. No son padres los que intentan
subyugar a l mismo cielo;
los que al Hacedor le niegan
su mayor gloria, e impíos
las inclinaciones mesmas [mesmas para mantener el ritmo]
que repertio providoso
quieren enemendar. Se encuentran
con los hijos inocentes
por interés o por tema
por razón de estado o por
otras cosas más perversas,
los seducen y los guían
cual corderos a la senda
del despeño en el barranco
los sumergen: cuando llegan
los infelices a ver
50
donde están a los de afuera
en vano claman: conoce
el mal sin remedio: estrechan
entre su pecho las furias;
son amargos los instantes
y las oras lastimeras
hasta la muerte. ¡Oh tiranos
padres! Tiranos de aquella
propia sangre que tenéis
y debéis amar de veras.
Juzgad el pecho de un hijo
por el vuestro. La cadena
que tal vez no sufriríais
se la echáis a la inocencia.
Angela mía, óyeme:
sin la vocación perfecta
no será la Religiosa
religiosa. Sino encuentras
modo honesto de enmendar
tal error, huye y no temas
que yo te acompañaré
con la debida decnecia
hasta ponerte en paraje
donde segura defiendas
tu libertad.
Ángela. ¿Qué me dices?
51
Mal don Camilo aconsejas
a quien te amó. Todo este
edificio mortal tiembla
considerando el pesar
de un padre, cuando supiera
nuestra fuga. Su furor,
aunque castigo no diera
a entrambos, se explayaría
en la maldición ¡Que acerba
amenaza! ¿Quién pensara
tampoco que nuestras huellas
prófugas eran guardas
por la virtud? Sé siquiera
sólo para ser tu Esposa.
Te quiero mas ni esta senda
es transitable. Bien sabes
la distancia tan inmensa
de nuestro origen. Yo soy
de aquella ilustre ascendencia
que mi padre altivo ostenta.
Tú ignoras tu propio origen
según mil veces diversas
has asegurado. Exige
la desigualdad que pierda
la esperanza de un amor
imposible: y pues no queda
arbitro para ser tuya,
52
una clausura perpetua
sea mi morada.
Amador. ¿Con que
si la suerte a mi me hiciera igual tuyo, no dudaras
darle el premio a mi firmeza
con tu mano?
Angela. Sí; y te juro
que nadie me dividiera
de tu lado.
(Ya estará obscuro y se asomará la luna saliendo de entre nubes, las que en todo lo
que resta del acto pasarán manifestándola unas veces ocultas otras opaca y otra
clara; puesta en disposición que ella solo ilumine el teatro según el maquinista
consulte con el autor.)
Amador. ¡Oh, Dios! ¿Llegó
el lance donde se arriesga
mi vida? Pero qué importa?
Como Linda se pierda
piérdase todo. Óyeme
y te ruego que prevengas
la admiración. Yo no soy
Camilo, esta es apariencia.
Soy don Amador Guzman
Soto-Mayor de la Vega,
53
el creído matador
de tu hermano.
Anselma.[A parte] ¡Buena es esta!
¡Pasmada he quedado!
Ángela. ¿Cómo?
Frío sudor por mis venas
se difunde! ¿El delincuente
alevemente se hospeda
en casa del ofendido?
¿Cuando a los cielos vocea
la sangre vertida?
Amador. Calla;
Y si en mi crees verdadera
la culpa atroz, véngate;
pero sería justo adviertas
que la mentira jamás
alimentó mi nobleza.
De corta edad, yo y tu hermano
don Antonio en la carrera
del estudio nos unió
amista firme y estrecha.
Aquel joven, apartado
de la paterna presencia
se apasionó ciegamente
54
de una señorita bella
de baja estirpe. A pesar
mío, que a su errada idea
me opuse, trató en secreto
desposarse. Su demencia
supo tu padre: irritado
hizo que a los dos prendieran
dividiéndolos, logró
pusiesen a la doncella
en un claustro y a su hijo
le precisó que siguiera
los estudios para verle
sacerdote; con tan terca
constancia, tanto capricho,
severidad tan resuelta,
que originó sin pensar
su tragedia y mi tragedia:
pues llamándome mi Amigo
una mañana funesta
con despecho decisivo
me dice de esta manera:
Querido Amador, tú solo
merecer que te refiera
mis proyectos: yo me voy
a donde jamás se sepa
de mi. Perdido mi amor,
forzado a que por la iglesia
55
tome estado, un padre impío
inflexible, ya me estrechan
a dejar la patria. A Dios.
Mañana parto. Si aprecias
mi amistad, guarda secreto,
y apartarme no resuelvas
de este pensamiento, a donde
vida y quietud se interesan.
Ni mis ruegos persuasiones.
Y amor hicieron torciera
su designo. Últimamente,
le rogué que me admitiera
en su compañía para
despedirla algunas leguas
de la ciudad con el fin
de obligarle a que volviera.
Salimos por el camino
de Veracruz (mis propuestas
fueron inútiles). Ya
cerca de Jalapa, vuelta
dando al Caballo: No quiero
(dice) amigo que te pierdas
tú también. Dame un abrazo;
y toma la última prueba
de mi voluntad. Este es
el retrato de la prenda
que más amaba. Estas joyas
56
testigo de sus promesas
también fueron. Guárdalas.
Y si por ellas te acuerdas
de mi, ruega al Cielo Santo
que a este infeliz favorezca.
Dándole espuelas al bruto
se apartó de mi presencia
velozmente. Yo quedé
en mis ojos con las señas
del pesar volviendo triste
sin su compañía a Puebla.
A tres días (¡Suerte Amarga!)
llegan las trágicas nuevas
de su fin, habiendo hallado
en el monte para señas
de la desgracia el caballo
muerto y las ropas sangrientas
que llevaba. Solamente
faltaba que pareciera
el cadáver. La justicia
hizo activas diligencias
por saber el agresor
y cayendo las sospechas
en mi, me prenden al punto.
Las alhajas que me encuentran,
del difunto, dan del hecho
una convincente prueba.
57
Fulminan proceso, donde
a pesar de mi inocencia
afirman que por robarle
le saqué donde pudiera
con un cruel asesinato
lograr el proyecto. Estrecha
prisión, tres años, hizo a este
desgraciado padeciera.
Logré hacer fuga y pasando
por aquí vi tu belleza.
Rendido a ella, determino
quedarme con la alagüeña
esperanza que algún día
aclaradas las tinieblas
del engaño de tu hermano
el asesino parezca.
De un humilde jornalero
tomé plaza. Mi destreza
y mi habilidad, lograron
que me honrara y atendiera
don Sebastián, hasta hacerme
mayordomo de su hacienda;
pues como él jamás me vio
porque desde tu edad tierna
habita el retiro, hice
que mis desdichas tuvieran
puerto con el ofendido
58
donde calmen las tormentas
de vida tan perseguida.
Mira pues las consecuencias
amargas el futuro horrible
de una imprudente violencia...
Huyamos de ella. Empeñada
se haya ya mi parentela
por mi (según me han escrito),
y no dudo que la negra
mancha de un engaño borren,
nuestra dulce unión protejan.
Extendiendo en dos familias
enemigas la clemencia
del Hacedor, paz, concordia
unión y amistad estrecha.
Angela. Mi corazón, mi interior,
aquella aversión que engendra
el delito se convierte
en compasión y clemencia.
Dices bien. Huyamos luego.
En fortuna tan desecha
mi honestidad y mi honor
a tu virtud se encomiendan.
Desde edad de doce años
a veinte y cuatro que cuenta
mi juventud se del modo
59
que procedes. Sólo hiciera
de un hombre como Amador
confianza mi modestia.
Supuesto que ya la noche
obscuras sombres despliega,
ten dos caballos y al punto,
en haciéndome la seña
saldré con algunas joyas
firme animosa y resuelta.
Amador. Deja primero que imprima,
con una rodilla en tierra
mi boca en tu mano. ¡Ay linda!
Tú solamente pudieras
convertir mis desventuras
en venturas lisonjeras.
Ángela. Perdona querido padre
esta pesadumbre acerba
que te aguarda. Yo no puedo
resistir de otra manera
la resolución impía
que con astucia fomenta
una madrastra cruel,
caprichosa y avarienta.
Eterna Sabiduría
Soberana Providencia
60
mis pasos guía.
Amador. Sí hará.
Que nunca sorda se muestra
a los que en las aflicciones
le claman, piden y ruegan.
(Cantan andante)
Angela. En este lance,
eterno cielo
dame consuelo
dame favor.
Amador. Ya llegó el trance
donde la suerte
o me dé muerte
o me dé honor.
(Dúo)
Nuestra fe constante,
nuestro firme amor
hoy logre, triunfante
salir de este horror.
La noche funesta
no se muestre impía
suceda a las sombras
61
un alegre día.
Adiós prenda mía.
Hasta luego, adiós.
(Vanse por distintos lados)
Periquillo. An Diosa. Los dos se fueron
y olvidando centinela.
Periquillo belesamo
e quedando en la puerta
¿La siola? Luto andemo
metido en eta greca!
Encondamol cayaremo
Angora veremo fiesta.
(Escóndese en el lado contrapuesto de donde sale doña Anselma)
Anselma. Ya todas mis presunciones
se verifican ciertas.
¡Qué horrible trama! Será
al momento descubierta
por mi labio. A Sebastián
llamaré para que vea
el proceder de mi hijastra.
Esposo, esposo. Sal fuera
que importa mucho.
62
Periquillo [a parte]. Morimo
Siola la fisgonera
(Sale Don Sebastián por la hacienda)
Sebastián. ¿Esposa? ¿Por qué llamas
con voces tan descompuestas?
¿Qué te ha sucedido? Habla.
(Válgame aquí la cautela
para irritarle) ¿Podrán (Todo con mucha expresión)
mis voces hacer que sepas
un delito?. [Cambio.] Santo cielo!
¡Padre infeliz! ¡Deja, deja
que estas lágrimas que vierto
el deshago me concedan,
al ver el golpe mortal
que te aguarda! No quisiera
hablarte, pero tu honor,
mi lealtad y amar, me estrechan
a hacerte saber un caso
horrible ¡cómo no tiemblan
esas almas delincuentes!
¡Ingratos! No considerando
que la vida de mi esposo
en este lance se arriesga!
¡Infeliz de mi! ¡Ay querido
Sebastián, las iras templa!
63
Periquillo. [a parte] En la trampa amo caído
parece la branca preta.
Sebastián. Ni te explicas, ni te entiendo
y mi confusión aumentas
¿Qué sucede?
Anselma. La Angelita
virtuosa, la que aprecias
en tanto grado. Esta noche
tiene su fuga dispuesta.
Sebastián. ¿mi hija?
Anselma. Sí. No lo dudes.
Y la acompaña en la empresa
el hombre de bien... Camilo
Sebastián. ¿Cómo? ¡Oh Dios! ¿Hablas de veras?
Anselma. Escondida acabo de oír
su maldad.
Periquillo [A parte]. Calla, perversa.
Sebastián. No será, sin que mi enojo
64
y su atrevimiento.
Anselma. Espera
Aún te falta qué saber
¿Con quién, oh Sebastián, piensas
que quiere unirse esa hija
malvada? ¡Quién lo creyera!
Con Don Amador Guzmán
cuya alebosa vil diestra
mató a Don Antonio, tu hijo
por robarle
Periqullo. [A parte] ¡Santa Tecla!
Sebastián. ¿Pues dónde está?
Anselma. Disfrazado
se haya en nuestra casa mesma
ese mayordomo aleve...
Don Camilo es.
Sebastián. ¡Sacra esfera,
arroja un rayo que acabe
mi vida! ¡Cual me enajena
el furor! Retribución
indigna de mi paterna
ternura! ¿Una hija [cambio] No miento
65
No es mi hija la que piensa
tan bajamente. Y tú impío
asesino ¿cómo avueltas
del agrabio hacer hospicio
esta morada? ¿Te restan
más atentados? ¿No solo
en sangre inocente cebas
el rencor, sino que pasas
a la deshonrrible [sic] ofensa
de seducirme una incauta
inadvertida doncella?
El eterno luto, el llanto
amargo trajiste a esta
infelice casa. Ahora
el deshonor. ¿Dónde encuentras
valor? ¿En qué confianza
fundas tu presunción necia?
Quién me detiene? ¡Cobarde
salteador! ¡Hija altanera!
Aguardad. Ya van las furias
conmigo. Aunque pudiera
solo mi vista abrasaros
la venganza no difiera
un momento algun acaso.
Voy a juntar presteza
la gente para tomar
todos los pasos y sendas.
66
Temblad viles. Vuestra muerte
ya por momentos se acerca.
(Vase)
Anselma. Aguarda, esposo...
No me oye.
Sus iras puede cometan
algún delirio. Templarle
conviene. El temor me altera
que e culpen si inhumano
en las dos vidas se ceba
Voy por Rosita, su vista
contendrá cualquier violencia.
¿Si no lo alcanza?.. ¿En qué pienso?
¿Cuáles discursos funestan
mis pensamientos. Logrando
quedar sola y heredera
mi amada hija, sino puedo,
orientarles la tragedia
consiga mi fin y luego
mas que vivan o que mueran.
(Vase por la hacienda)
Periquillo. ¡Estamo bien! ¡Acabamo!
¡Cierto que la hicimo buena!
67
¡Ponemo bien con Diosa!
¡Periquillo cómo tiemblas!
(Sale don Amador con armas)
Amador. En la vecina espesura
prontos los caballos quedan.
Entra, Periquillo al punto
y procura con cautela
avisar a Angela.
Periquillo. ¡Bueno!
Ecape por donde pueda
vosante. Por que ya viene
enrrabiada cagayera
ja matarlo.
Amador. ¿Cómo?
Periquillo. Juto
que parlamo a la pequeña
siolita tamo oyendo
la siola doña Ansesma
contá amo. Amo furioso
se toma rabias emperra
jura matamo, voanse,
siolita y an Diosa quiera
68
si encontramo Periquillo
se quede ra la trsiteza.
Amador. Infeliz de mi.
(Sale doña Ángela por la Hacienda)
Angela. Qué es esto?
Amador. ¿Qué ha se ser querida prenda?
Somos descubiertos. ¡Huye
por la espesura! ¿Qué esperas?
Tu vida peligra. ¡Oh Dios!
Si me amas no te detengas.
Yo el paso disputaré
exhalando en tu defensa
el último aliento. Ya
unos bultos ver se dejan
al reflejo de la luna.
Ocúltate a la presencia
de un padre airado
Angela. ¿Mas cómo?
El susto ¡Cielo, clemencia!
(Quinteto)
Nota: Parece que este interesante paso de cantando, salga con la fuerza que le quiere
69
es preciso que los actores lo jueguen con suma viveza moviendo la acción al golpe de
orquesta y situándose de modo que las distintas posturas hermoseé la escena y
persuada a natural ilusión
[Amador y Ángela]:
En un lance tan terrible
yo no sé que debo hacer
El horror, el susto, el miedo
no me deja resolver.
(Voces dentro.)
¡Atalaya, atalaya!
Amador. Ya llegan. Huye.
Huye, mi bien.
Angela [titubeando y alargando las vocales]
Con la muerte tropezando
me aparto, esposo de ti
árboles, peñas, arroyos
tened lástima de mi.
(Vase por la izquierda y por la derecha sale don Sebastián con gente armada
quedándose a lo interior del teatro)
70
Sebastián. Allí están. ¡Aleves!
Ahora morireos.
Amador. Detente el paso
mirad lo que hacéis.
Periquillo. ¡Pobre neglito!
¿Cómo ecaparás?
Ya en el pozo meto,
y te librarás.
(Después de haber cruzado el teatro como fuera de si, se hecha en el pozo dejando la
cabeza fuera)
Sebastián. Traidor huesped.
¿Di quién eres?
Amador. El infeliz Amador.
Sebastián. De mi hijo el homicida
hoy me llama la venganza
se me cumplió la esperanza
de matar a quien mató.
Amador. Yo protesto.
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Sebastián. Muera, muera
Amador. Por tu hija.
Sebastián. Muera muera
Amador. Me defiendo
Periquillo. [A parte] Yo me agacho.
Sebastián. Es inútil.
Periquillo. [A parte] Yo me escondo.
Amador. Haciendo testigo al cielo.
No poderos contener
el plomo lo sabrá hacer
suele el furioso estallido
(A dos golpes de orquesta, disparará dos trabucos y cae uno adentro del
acompañamiento de D. Sebastián)
Sebastián. Con sus armas uno ha herido
tirad vosotros también
apuntad al bulto bien.
Fuego, fuego, disparad.
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(A otros dos golpes, tiran los de don Sebastián y cae don Amador metido metiendo
mano al sable)
Amador. ¡Ay infeliz! Con el sable...
Si pudiera... ¡Triste hado!
Periquillo. Periquillo ta mojado
e ma de temor tirita
(Furia)
Sebastián. La media venganza
está conseguida
vamos que otra vida
pretendo acabar.
Vamos a buscar
una infame hija
hoy mi brazo rija
tan sólo el furor
(se va por la izquierda con su gente y sale del pozo Periquillo)
Periquillo. Ya se fueron. Cagayera.
Morió ¿qué hará neglo angora?
Valemo ya la siola
porque la vida no perda.
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(Vase por la Hacienda)
Amador. Entre mi sangre anegado,
no puedo ¡Ay Dios!, alentar,
Ángela, voy a expirar.
Muero por ti. ¡Qué dolor!
¡Ay de mi!
(Dentro [voz de Angela])
Ángela. Ay de mí.
Amador. Ay de mi
Angela. Ay de mi.
(Desmáyase son Amador y sale doña Angela por donde entró con el siguiente
recitado)
Angela. Un lastimoso acento de mi amante
me saca vigilante
de la espesura donde me ocultaba
¡Fuiste desventurada!
¡Infeliz dolorida!
Si mi esposo murió, no quiero vida.
Mi pie trémulo, un bulto ha detenido,
y el corazón del pecho se ha salido.
¡Amador es! ¡Bien mío!
¡Recóbrate! ¡Acabo! ¡Destino impío!
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(En acción de quererlo sostener, saca las dos manos ensangrentadas a cuya vista
dejándolo, se horroriza con los extemos que corresponden)
(Aria)
Este espectáculo horrendo
excite la compasión
delirante mi pasión
implora la humanidad.
Mis manos de humor sangriento
salpicadas ¡Cielo! Exclaman
que los hombre no se aman
y huye de ellos la piedad.
(Furia)
Tiranos impíos
alevosas fieras
venid que mi pecho
el cuchillo espera.
Quitádme la vida.
¡Bárbaros! ¿Qué intenta
el rencor, la ira
la rabia y la ofensa?
¡Noche infausta!
¡Noche negra!
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De linda panteón tus somrbas sean.
(Sale don Sebastián por donde entró con los suyos y doña Anselma por la Hacienda)
Sebastián. Llegad todos.
Anselma. Gente, esposo.
Angela. ¡Ah, matadme!
Sebastián. ¡Morirás!
Anselam ¡Esta inocente súplica
no te pierdas, Sebsatián!
Sebastián. ¡Ah, viles! ¡Temedme!
Angela. ¡Padre impío! Aquí, aquí
tiene el pecho.
(Vuelve don amador en sí y arrastrándose a los brazos de doña Angela)
Amador. ¡Ay de mi!
Esa voz pudo animarme
Angela. ¿Amador?
Amador. ¿Linda?
76
Sebastián. ¡Perversos!
Angela. Esposo.
(Duo de doña Ángela y don Amador)
Toma los brazos
estrechados en sus lasos
acabemos de morir.
(Los separa don Sebastián y los arroja entre su gente)
Sebastián. Divididlos, apartadlos
en dos cuartos los pondréis
de la hacienda. Ya entendéis
obedeced a mi voz.
Insolentes, atrevidos,
allí penad, mientras pienso
el castigo más inmenso
a una culpa tan atroz.
(Doña Ángela y don Amador, duo)
A Dios, a Dios mi dueño
a Dios a Dios mi prenda.
77
Sebastián. Mas su vista no ofenda
mi encono y mi rencor.
(Todos )
Y en esta ansia, este dolor
amargura y desconsuelo;
dadnos favor Santo Cielo.
Suspende tanto rigor.
FIN DEL ACTO PRIMERO
ACTO SEGUNDO.
En la perspectiva del anterior. Noche obscura sin la luna. Don Sebastián sentado
como en el [primer acto]
Sebastián. ¡Noche larga! ¡Prolongado
caos a donde batallan
mis confusiones! Jamás
los filos de las desgracias
probé como ahora. Todo
me agita, me desespera.
La imaginación inquieta
no me consintió que hallará
un leve alivio en el sueño.
Y así mucho antes del Alba,
salí a este sitio, buscando
78
concavidad necesaria
a mis suspiros. Un hijo
asesinado, me clama
sin cesar. En tanto tiempo
que su pérdida lloraba,
hasta hoy no supe sentirla.
La herida está renovada
y tan presente me pone
su imagen que intento hablarla
Expirar le veo, si,
y entre las mortales ansias
me pide favor. Espera
querido Antonio dël alma
Deten, traidor, ese acero.
En este pecho descarga
el fiero golpe. ¡Alevoso
huesped! ?Cómo simulabas
el delito! ¿Cómo astuto,
tanta virtud afectabas?
Llegó tu castigo. El cielo
que los crímenes declara,
candado de tolerar
el tuyo hizo le encontrara
un padre ofendido. Teme
los rayos de su venganza.
Pero una hija... [cambio] ¡Hija infame!
¡Perversa mujer! Liviana
79
destructora de mi honor!
¿Cómo pudiste insensata
dejar seducirte de un
vil ladrón y alucinada
consentiste irle siguiendo,
abandonando la casa
de tus mayores? ¿Tu propia
sangre, no se horrorizaba?
¡Inadvertida! ¿Qué premio
qué recompensa aguardabas
de ese impío? ¡Ah, en el momento
que su astucia te alejara,
fuerzas trágico despojo
de su intención depravada.
Después que en la soledad
de tu honestidad triunfara,
y cebase su codicia
en las joyas, ocultara
con tu muerte de su culpa
los indicios, ¿Dónde hallaras
favor? ¡En una me abrazo!
Mas si el deseo no engaña,
la autora llega. Amanece.
¡Día cruel! ¡La mañana
más terrible! Cuando todos
saludaban la deseada
luz, y dan los parabienes
80
a su hermosa alborecida,
yo en endechas tristes, puedo
exclamar entre mis ansias.
(Pastorela)
(Mientras su duración, va amaneciendo con la naturalidad posible en los grados de
iluminación. [Se oyen gorjeos] de pájaros)
Aquella luz que nace
y cubre el horizonte,
pronto de valle y monte
alegrará el verdor.
Las plantas brillan
con el rocío,
y al pecho mío
da más dolor
¡Ay infelice!
Que la luz y la plante mi pena dice
Los trinos y gorgeos
de tantas avecillas
tendiendo las alillas
don indicios de amor.
La flor despide
olor fragante.
En este instante
siento el furor.
¡Ay infelice!
81
Que la flor y la ave mi pena dice
Ya corriendo los brutos
al uno y otro lado
rugen porque han hallado
agradable manjar.
¡Los arroyuelos
cómo murmuran!
Mis ansias duran
sin descansar.
¡Ay infelice!
Que el arroyo y la fiera mi pena dice.
Ya salen los pastores
conduciendo el ganado,
que corre alborozado
la esmeralda a pastar.
Ya el sol ardiente
se ha descubierto.
Y yo estoy muerto
de mi pesar.
¡Ay infelice!
Que el sol, y el pastorcillo mi penda dice.
(Representa)
Ya se ha extendido la luz
cuando en tinieblas se haya
mi entendimiento. El tumulto
de males, y la pesada
82
carga de mi pesadumbre,
han tenido preocupada
la mente sin resolver
que debo hacer en la extraña
situación en que me veo.
Ese enemigo que causa
todo está algo recobrado,
pues permití le curaran
la herida, para pensar
cómo castigar su audacia.
No merece, no, la muerte
por mi mano, ni era hazaña
en mi poder indefenso
acabar con él. Pensarán
que la pasión y el encono
dirigió mi diestra airada.
Juzgue el tribunal su culpa.
Y en una pública plaza
sirva de escarmiento. Pues
dista tres leguas escasas
de Atlisco esta Hacienda, con
suficiente gente armada,
allí le conduciré
yo propio: daré una exacta
relación a la justicia
de los delitos que agravaban
tal delincuente. También
83
aunque sea involuntaria,
llevaré a mi hija, porque
perpetuamente encerrada
en un claustro, no me de
otros pesares. La mancha
voy a disponer. Parece
la idea más acertada
esta. No discurro otra,
ni la prudencia la alcanza.
¡Hijos, hijos! ¡Qué de males
en algunos de disfrazan!
Sustos al nacer; cuidados
al criaros en la infancia;
y en la mocedad, el pago
de una ingratitud villana.
(Vase [por la derecha] y por la Hacienda sale doña Anselma)
Anselma. No parece Sebastián.
Temprano dejó la cama.
Toda la noche no quiso
articular más palabra,
que pedirme le dejase.
¿Cuál será su intención? Nada
me satisface hasta ver
mi victoria declarada.
Una pasión ambiciosa
84
sostenida y aparada
del amor. ¡Con qué poder
el humano pecho arrastra!
Don Amador afirmó
no ser reo, si llegara
a verificarse, al punto
la igualdad proporcionara
conveniencias. Los empeños
de familia tan hidalga
consiguieran que mi esposo
con Angela lo casara.
Entonces ya sin remedio
acababa una esperanza
lisonjera. ¡Ah! Prevengamos
medios de no malograrla.
¿Pero cómo? Solamente
el que mi discurso alcanza
es el único... Terrible,
atroz, cruel y de tanta
impiedad, que se horroriza
la naturaleza humana.
Pero esto ha de ser... Mi dicha
tan solamente embaraza
una persona. Pues muera.
Acabemos con la hijastra
y salgo del susto. El modo
que hallaré para matarla
85
debo proyectar, sin que
se conozca que mi saña
fue agresora del delito.
En mis gavetas se guarda
un poco de solimán
que para hermosear la cara
trajeron. Este molido
y mezclado con el agua
medicinal que la dan
para poder aliviarla
del mal que padece, hará
mi culpa disimulada.
Para evitar las sospechas,
y que criado o criada
no lo advierta, me valdré
del esclavo; su ignorancia
jamás podrá conocer
lo mismo que se le manda.
Además que como ha sido
de toda la confianza
de con Amador, ninguno
ha de pensar cosa es clara,
que de él me valí; y aún cuando
algo el negro penetrara:
¿Qué crédito le han de dar
contra mi? Ea, ¿qué aguarda
mi resolución? El tiempo
86
es precioso, y se malgasta
en inútiles discursos.
La mujer determinada
escomo el rayo, aún no se oye
el estrépito que causa
y y a hizo el estrago. Vamos
a poner mi idea en planta.
¡Periquillo, Periquillo!
¡Ven hijo!
(Sale Periquillo de la Hacienda)
Periquillo. Siola. ¿Qué manda?
Anselma. Ya está perdonado. No,
no temas, Perico, nada.
Yo hablé por ti. Cree que todos
te estimamos.
Periquillo. Juto grazas
damo Periquillo e samo
como neglo ya las plantas
Anselma. Aguárdate aquí un momento,
porque quiero que me hagas
en recompensa, una cosa
que voy a encargarte.
87
Periquillo. Manda.
Vosancé: semo esclavo
e servimo la siola Ama
Anselma. Sí, Periquillo. Mas mira
que a nadie digas palabra
de lo que vas a hacer. Cuenta.
Aquí un instante me aguarda
hijito.
(Vase por la Hacienda)
Periquillo. ¿A neglito angora
hejito siola branca?
Juro an cielo juici perda.
Otronamo Diablo Santa,
o Perequillo bebemo
el aguardiente de caña
e llamo borracha. Cremo
soñamo ¿Ma por qué encargartecallamo? ¿Apuesta neglo,
que caimo ya la trampa,
enagañamo con llameras
e mandamo cosa mala?
Torna pronta... An diosa quiera
salimo bien de ta andanza.
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(vuelve doña Anselma por donde entró )
Anselma. Toma, Periquillo, muele
esta piedrecita blanca,
que es para un medicamento
hazla polvo. En la caja
que de doy, échalos. Luego,
pon cuidado al entregarla
no nos vean. Ten también,
es[t]os cuatro pesos guarda
para ti. Yo te daré
más, si lo haces y callas.
Periquillo. Ta bien, Siola
Anselma. Hasta luego.
Pronto, pronto sin tardanza
haz lo que te he dicho. ¡Oye!
Esa piedra es muy amarga
y hace daño si la comen
no te atrevas a probarla.
(vase por la hacienda)
Periquillo. Regalamo la siola
tenemo guardamo plata.
Ma perdamo, proque dice
89
no probamo pedra blanca
Periquillo ta curioso.
La boca hacemo aguas.
¿Qué será? Probemos lengua
ya cosas acibaradas.
(Prueba el solimán y empieza a hacer extremos graciosos, escupiendo y arqueando;
mirándolo con sumo espanto)
¡On diosa! Pica, repica...
Boca temo enchada
ojo sudamo; e queremo
reventar tuta la entraña.
¡Periquito, ta vineno!
¡Sorimán damo diablada
siola! ¿Angora qué hacemo?
No sabemos a quien trata
matemo; an damo bebida
que morirá invenenarara
consultamo e conmigo
hagamo parlamentario
no perdamo ya el neglito.
Tu ira, tuto rabia
con conagayera me amo
samo, porque namorara
tamo de la siolita.
E su la Anserma la mata
90
Perequillo yuda. ¡Malo!
Justicia venimo. Manda
prender neglito: neglito
hamo caido la trampa.
Llamo confesión. Diciendo
ven Perequillo beyaca:
Tú mataste cagayera...
Negamo... me dan matraca...
Al fin decimo: Es cierto
sentenciamo para el plaza (?)
en torca (?) andemo ¡Qué medo
tenemo! Ya la mañana
sacamo engalanado
tuta gente ta armizada;
vemo Perequillo bene
ya su buro ben snetará
rodado compañamento
po elante e po el zaga.
Sona trompeta: grita
pregonera ya en voz alta.
(Aire patético, imitando el pregón precedidio de clarín)
Rey manda – nuestro siolo-
Al neglito -Po traidora
homecido -matadora
demo -muerto- capetal
91
(Andante espacioso)
Campaneya resonamo
gritamo su careda:
hacemo bien po neglito
que sacamo justicia.
(a golpes de toda orquesta)
Subimo forca -
hacemo gesto -
estamo arriba -
verdugo presto.
Juta la gente
lástima vendo
comendan alma
po no perdemo
damo el salto
preta percuezo
gra.. gra... gra... gra.. Sacamo
la la [sic] lengua. An Diosa tamo.
(Alegro)
No Periquillo
92
no puede ser
tenemo tempo
a resolver.
Guarda de aquesto, guarda
neglito atende
si matamos cochillo
cochillo ofende.
(Representa)
¿Con quén consultamo turo
que sabemo? Presionada
cagayera, tamo bendo
po aquella reja baja
Llamemo. Piojo, siolo
Perequillo ta gitada
solo tamo.
(Sale don Amador a una rejja que tendrá un costado de la Hacienda)
Amador. Periquillo
¿Qué quieres?
Periquillo. ¿Cómo tayas
de copetazo25?
25 Es decir “escopetazo”
93
Amador. Mejor.
No fue el golpe de la bala
mortal
Periquillo. Graza damo an Diosa
Amador. ¿En fin, para qué me llamas?
Tu lealtad sé. Dime, amigo:
¿Qué ocurre en aquesta casa?
¿Doña Angela dónde está?
Da consuelo a mis desgracias.
¿Qué sucede?
Periquillo. No sabemo
de siolita que guarda
e centinela estorbamo
paso neglito. Ma salva
vida, poque damo muela
soliman. Cuenta tomada
pica, repica, e morimo
entre furia enrrabiada
consultemo ya el veneno
miramo. Creemo prepara
a vosancé. ¿Cómo aremo
consejera necesaria
pedimo Perico.
94
Amador. ¡Cielo!
¿Quién di preparar te manda
eso?
Periquillo. La siola Anselma
y que callemo encarga
Amador. No creas es para mi
la confección inhumana
conozco a fondo el carácter
de esa mujer. Su malvada
intención, es dirigida
contra la inocente hijastra.
A ella va el tiro. Te estimo
la lealta y confianza.
Dame el veneno. Estorbemos
Perico, tragedia tanta.
Periqullo. Estorbemos. Toma silo
soriman. Ma sipola llama
pidiendo polvos. Perico
¿Qué decimo?
Amador. Óyeme. Anda,
y de la piedra tecal
con esta porción iguala
otra; muélela y al punto
95
se la entregarás. No hay nada
que recelar que en el peso
y el color, si semejanza
de que has cumplido el encargo
la dejara asegurada.
Periquillo. Andemo a hacer lo que dice
vosancé. Ma e beyaca
la siola. Periquillo
tememo que al engañarla
cuando queramo dar perra
volvamo caldada gata.
(vase)
Amador. ¡Impío rigor! ¡Cruel tremenda
resolución temeraria!
Intereses cuantos delitos
entre los humanos causas
muchos pechos obligados
de la humanidad, consagran
a tus obsequios altares
ofreciéndote en sus aras
con idolatría, el humo
que incesantemente exhala
el crimen, el homicidio
96
falsedad, cautela y trama.
¿Qué quieres de mí, destino
infeliz? ¿Aún no te cansas
de perseguirme? La vida
mísera que me acompaña.
Solo me has dejado. No
la quiero. Con ella acaba
y completa de una vez
tu ardiente implacable saña.
(Retírase y sale don Sebastián por donde entró, con cuatro hombres armados. Y
haciéndoles seña entraran en la hacienda)
Sebastián. Ya está todo pronto. Voy
a la ejecución pensada
(Sale doña Anselma por la hacienda)
¿Pero Anselma?
Anselma. Sebastián amado, esposo del alama
sino has de enojaste intento
me concedas una gracia.
Sebastián. ¿Qué quieres?
Anselma. Angela tu hija
en lágrimas anegada
desea hablarte. Yo te pido
97
accedas a sus instancias.
Al fin la he querido. Siento
como propias sus amargas
congojas. Aqueste alivio
dala a la desventurada.
Sebastián. No me la nombres ¿Tendrá
aliento de ver la cara
a un padre tan justamente
indignado?
Anselma. Nuestra humana (con mucha afectación)
fragilidad está siempre
sujeta al error. Repara
su dolor, aquele llanto
en que mis ojos se bañan...
¡Óyela!
Sebastián ¡Cómo conozco
tu virtud! Imaginaba
la perseguías; y ya
con tu piedad desengañas
mi conocimiento. Esposa
¡ojalá que se encontrara
en Ángela un corazón
como el tuyo! Ve a llamarla
Aprenda de ti la cruel
98
a estimarme.
(Sale Periquillo atravesando el tablado, haciendo señas a reserva y enseñando la
caja a doña Anselma, se entra en la hacienda, yendo está a seguir le vuelve.)
Anselma. Has de tratarla
sin rigor. De su accidente
continuamente asaltada
se mira. La compadezco.
Por consigo aliviarla
aquí mismo la traeré
la bebida, que le manda
el médico, cuando está
de sis males agravada .
Ahora es ocasión. La pena (a parte)
agitación, susto y ansias
al tosigo aumentará
el efecto, sin que hagan
sospecha, fui agresora
de su muerte inopinada
A buscar hice al esclavo
mi victoria está cercana.
(Entrase en la Hacienda)
Sebastián. ¡Qué candidez! Es mi Anselma
espejo, dechado y mapa
99
de las mujeres. En todo
el orbe no se encontrara
si se buscase persona
tan amable. Está dotada
su alma generosa de
las prendas más elevadas.
Angela se acerca. ¡Oh, cielo!
Mis justas iras aplaca
un momento.
(Sale de la casa doña Angela, muy temerosa y al volver a verla Don Sebastián
exclama tapándoe el rostro con la mano)
Angela. ¡Ay, infeliz!
Sebastián. Llegare ¿Por qué te pasma
la vista de un padre? Llega.
Descubre el rostro. Con clara
y serena frente mira
a quien se ve por tu causa
entre tormentos. ¡Ah! Yo
te di el ser, ¿cómo me pagas?
Acércate.
Angela. ¡Padre mío!
(Se arroja a sus pies y don Sebastián la hace levantar)
100
Sebastián. Levántate. No humillada
simule la traición. Sabes
la ofensa. No he de acordarla.
¡Miserable! Si viviera
tu madre, se sepultara
otra vez por no mirar
el delito infame. ¡Cara
experiencia de un amor
forzoso! Di. ¿No te pasma
retribución tan odiosa,
voluntad tan mal pagada?
¿Qué quejas tienes de mi?
¿No procedí en tu enseñanza
generoso y compasivo?
Jamás hallaste mudanza
en los tiernos paternales
cariños. Tú meditabas
acabar con mi vida. ¿Ignoras
la no medida distancia
de un proterbo a la ternura
del padre sensible que ama
con quilates excesivos
su noble prole? Dudara
tu culpa, sino la viese [Hubiese]
por mi mismo comprobada.
Me echizaste con los juegos
101
pueriles cuando las gracias
eran ídolo imperioso
de mi aflicción. ¿Quién pensara
naciere del regocijo
consecuencia tan extraña!
¿Es forzoso que se hospede
la ingratitud a la espalda
del benificio? No pienses
que mi intención despedaza
el propio interés. El tuyo
mismo anhela el que clama
contra ti. Tiene una hija
quien no quiere malograrla:
todo su conato pone
en servirla, regalarla
para que logre un iniquo
seducirla y sujetarla
a una esclavitud continua
donde acabe despechada.
En fin dejemos discursos
que unos a otros se embarazan
y supuesto que tendrás
tu culpa refleccionada,
dime lo que quieres.
Angela. Padre,
todo lo conozco. Embarga
102
mi voz la vergüenza. Sé
cuando he procedido ingrata
a vuestro cariño. Os pido
perdón de mi temeraria
resolución. Mas la enmienda
lograra dejar borrada
una intención que detesto.
Estoy pronta y resignada
a vuestro preceptos. Sea
un convento mi morada
perpetua. Lo que antes yo
resistía y reprobaba
abrazo gustosa. Sólo
de vos un favor aguarda
esta humildad. Ese joven
que en vuestro poder se halla
con el falso sobrescrito
de reo, creo le infaman
sin razón. Dejadle libre:
pues su destino...
Sebastián. Ea calla.
¿Tú te atreves a pedir
por él? Di, ¿no te retrata
la fantasía a un hermano
desangrado entre las ansias
mortales? ¿No te horrorizas
103
contemplando su malvada
enormidad?
Angela. No señor.
En el delincuente estampa
la culpa ciertos indicios
que no pocas veces engañan.
Ves su tranquilo semblante
y hallaros señales varas
de su inocencia. Amas de esto,
mi crédito peligraba
en su castigo: se hiciera
público y también la causa.
Sería mi honor sin duda
víctima que fluctuara
de lengua en lengua y el vulgo
del todo a mi me culpara.
Compadecedme.
(Sale doña Anselma por la hacienda con la bebida)
Anselma. Aquí está la bebida ,
Angela amada.
Tómala y le ruego al cielo
que con sus efectos, tantas,
angustias termine. Esposo
basta ya ¿Por qué maltratas
104
tanto a mi hijita? ¿no ves
lo afligida y congojada
que la tienes? ¡Vida mía!
Esjuga el llanto. ¡Mal haya
tanto pesar! En mi rostro
esas lágrimas derrama.
Bebe, querida.
Angela. Señora!
Un breve instante dejadla
hay que yo la tomase.
Estimoos mucho esa hidalga
atención.
Sebastián. Retírate
Anselma, que es de importancia
un asunto, del cual luego
te informaré.
Angela. Incomodada
no estéis con el vaso. Sobre
el poyo ponedle.
Anselma. Vaya.
Mas no dejes de beber
el medicamento. Aguarda
mi afecto, te restablezcas
105
para siempre de la infausta
dolencia que te acomete
y los sentidos embarga.
Pronto, aborrecible objeto (aparte)
darás tributo a la parca.
(Vase por la hacienda)
Sebastián. Aprende en ese dechado
la caridad que la ensalza.
Y volviendo a nuestro asunto
responderé a tu demanda:
No solamente ese hombre
derramó mi sangre, acaba
de cometer otro absurdo
más sensible. En confianza
de mi favor se atrevió
al respecto de esta casa
y al honor dël dueño. ¡Ah impío!
Angela, en vano te cansas.
Así como de tu padre
estás, hija, perdonada
por tu resolución cuerda,
un vil, irá sin tardanza
al poder de la justicia
pues las leyes agraviadas
106
reclaman satisfacción
que yo no puedo escusarla.
(Sacan a Don Amador entre cuatro hombres que lo traen amarrado y cubierto el
rostro con el paño de sol. A esta vista suspira doña Angela y se estremece)
Aquí le conducen. Vamos.
En el momento prepara
tus cosas para marchar
en mi compañía. Entramabas
diligencias voy a hacer:
dejarte donde te llama
el mejor Esposo y dar
a los jueces de su causa conocimiento.
Angela. ¡Oh, Dios mío!
En mi corazón derrama
este espectáculo un yelo [así para mantener la rima]
que el aliento me desmaya.
Padre, padre si tenéis
compasivas las entrañas,
oídme, siquiera porque
es la última vez que os cansan
los ruegos de aquesta hija
infeliz y desdichada
(Con los extremos que corresponde como fuera si, canta el siguiente recitado)
107
Si con toda mi sangre, con mi vida
puedo firmar no es este el homicida
que a mi hermano dio muerte;
en tan terrible trance, en mal tan fuerte
rómpase este pecho atormentado,
herido, traspasado
derrame arroyos de coral viviente,
y no se dé castigo al inocente.
(Aria)
Contemplad que la venganza
os inspira esa crueldad,
y es fuerza que la piedad
tal ejecución resista.
Mis amargos desconsuelos,
y mis lágrimas, mirad:
¡Padre! ¡Fallezco! Amparad
a quien muere. ¡Dios me asista!
(En la segunda parte ha ido desmayando la voz por grado hasta al fin que cae como
amortecida sobre el poyo)
Sebastián. ¡Hija! Mortal ha caído.
El accidente postrada
la ha dejado
108
Amador. ¡Justo cielo!
¿Para qué una vida guardas
tan infeliz? ¡Amador,
Linda espera, y tu no acabas!
Sebastián. Este acaso, en otro pecho
puede ser que originara
flaqueza: mas mi tesón
inflexible, no acobardaron
sus estremos [sic]. Entre dos
allá dentro retirada
hasta que se cobre. Pero
vosotros con vigilancia
guardad ese infame.
(Entre dos la entran en la Hacienda)
Al punto
que vuelva en sí, hice a sacarla
para el camino. Una idea
constantemente adpatada
por mi capricho, jamás
ha de padecer mudanza.
(Sale criado por la Hacienda)
109
Criado. Señor. Allí un caballero
capitán de apearse acaba.
Dice que le deis permiso
de hablaros. Según declarándose hijo vuestro.
Sebastián. Animal
¿Deliras? ¿Es es lo que hablas?
¿Hijo mío? Tú estás loco
¿cómo dijo se llamaba?
Criado. No sé.
Sebastian. ¡Bruto! Ve y al punto
que llegue, veré quién trata
burlarme.
Criado. Ahora lo sabreis.
(vase)
Sebastián. ¡Esto solo me faltaba!
Algún tunante. Si yo
no tuve en mi dilatada
edad más que al malogrado
primogénito, ¿quién traza
prohijarse, y acabar
con la poca tolerancia
que me ha quedado? Allí viene.
110
Salgamos de duda tanta.
(Sale Don Antonio muy bizarro de capitńa de Dragones, graduado de teniente
coronol y con hábito a cuya vista queda don Sebastián asombrado.)
Antonio. ¡Padre mío!
Sebastián ¿Cómo? ¡Cielos!
¡Querido Antonio del alma!
¿Eres tú?
Antonio. Yo soy, sñor.
Mis brazos os satisfagan.
(Estrechándose los brazos tiernamente)
Amador. [aparte] ¿Será verdad? Esta voz
conozco y me despedaza
la duda. Más callaré
hasta ver en lo que para.
Sebastián. ¡Deja que mi asombro admire
tu vista! O eres fantasma
de mi pasión o mi pena
finge delirios. Lloraba
tras lustros tu muerte. Yo
111
propio, miré bañadas
las ropas en sangre. ¡El pasmo
embaraza las palabras!
¿Tú vives y te apareces
tan lleno de honor? Aclara
mi duda... Vuelbe a mi pecho
¡Ay hijo de mis entrañas!
¿Cuándo tenía de verte
perdida ua la esperanza?
¿Cuando al creído delincuente
en mi poder lo juzgaba,
que ese que ves y así
a la prisión caminaba,
resucitas? El placer
o me enloquece o me mata.
Antonio. Este será uno de aquellos
viles que con tal ventaja
me acometioeron. ¡Ah indignos!
Admire aqué la distancia
de la virtud al delito;
y cuando a quella colmada
está de premio, vea este
confundidio en la desgraciad.
Dadme la licencia que tengo
de descubirle la cara.
112
(Descubre a Amador y así que lo reconoce lo abraza con el afecto más tierno)
Infeliz ahora, ¿Qué miro?
¡Amador!
Amador. ¡Antonio!
Los dos. ¡Oh, sacra
providencia.
Sebastián. Cada vez
mi confusión aumentada
me sorprende. ¿Cómo así?
Antonio. Señor. ¿Qué malicia insana
pudo infamar la inocencia
para verla? Pero aguardabasque primero aquelstos lazos
mis propias manos desahogan.
No opriman a un otro yo;
a una amistad realizada.
Al último grado. Aín hombre
por quien fino derramara
toda mi sangre. ¡Amador!
¿Qué estrella tan inhumana
así te puso?
Amador. El engañao
113
la sospecha temeraria
de haber sido tu homicida.
Quince años por esta causa
he padecido. No importa.
Viviendo tú me son gratas
las penas , las aflicciónes
los trabajos y desgracias.
Antonio. Yo he sido aunque involuntario
tu tirano. No pnesaba
las concecuencias funestas
del silencio que guardaba.
En fin, ya te hallas conmigo.
Sabes mi fineza rara,
y [cambio] Pero padre y señor
¿dónde está mi bella hermana?
Sebastián. Con mi esposa. Que otra vez
me casé, hallando una santa
por mujer; virtuoso, humilde
y admirable. Adentro se hallan.
Y otra hermanita, nacida
en tu ausencia dilatada.
Mas hijo mío, primero
que a sus tiernos brazos vayas
te pido por el amor
que nos une, me deshagas
114
las tinieblas del discurso
dándome noticia exacta
de dónde has andao y cómo
lograste condecoraran
esas insignias que ostentas
a tu persona bizarra.
Amador. Y si mi amistad añade
algún valor ala instancia
paternal, Antonio amado
haz lo que tu padre manda.
Antonio. No es posible resistir
dos afecto que me arrastran.
Oid mi peregrina historia
en breve recopilada.
Ya te acuerdas me dejaste
en los montes de Jalapa
cuando me aparté de ti
quiado de una lozana
juventud que a veces corre
sin freno inconsiderada.
No hube andado el corto trecho
de una media legua escasa
para mostrarme el supremo
115
Juez como le desagrada
la inobediencia en los hijos
a los padres. ¡Quién pensara
que la pena está en la culpa
ciertamente disfrazada!
Yo lo vi, pues, al medir
los senos de una barranca
soy sorprendido de cuatro
salteadores que amenazan
con resolución mi pecho
pidiendo lo que llevaba.
Bien fuese la pesadumbre
que iba conmigo la airada
turba de pasiones o
noble valentía heredada
me hizo poner en defensa
con intrépidez gallarda.
Pero en vano pues cediendo
el valor a la ventaja
me amtaron el caballo
cuando la tierra bañada
con su sangre y con la mía
hizo lecho de escarlta
a su triunfo y mi desmayo.
Si nque a piedad obligara
verme cubierto de heridas
116
hasta de la ripa blanca
me despojaron e impíos
penetrando la intrincada
espesura me llevaron
arrastrando. Asegurada
ya con la soledad la escena
de su atrocidad malvada,
en un tronco me ligaron
para sí presenciara
el repartimiento que hizo
su codicia vil y baja.
Observé cómo mis ropas,
por estar ensangrentadas
despreciaron, pues su culpa
patente manifestaban.
Dejáronme moribundo
y con bárbaras risadas [risas]
fueron celebrando verme
en las postrimerías ansias.
Llegó la noche cubierta
de lóbregas nubes pardas
arrojando de su seno
rayos y diluvios de agua.
Contemplad mi situación
que yo no basto a pintarla.
Sólo dice que a las fieras
117
con tristes voces llamaba,
para que la poca vida
que tenía me quitaran
por no padecer. Así
estuve hasta la mañana
en que unos pobres arrieros
por la espesura buscaban
una mula. Me encontraron
y turbado se mostraban
en sus compasivos ojos
la lástima que cusaba
el espectáculo trsite
que mi destino enseñaba.
Desatáronme, creyendo
que en el momento espiraba.
Entre sus brazos me llevan
al hato. Sobre una carga
acomodado conducen
mi persona maltratada
a la villa, donde tuve
quien apiadado curara
mis heridas. Afrentado
de mirar en lo que paran
la fuga e ingratitud,
volver no quise a la patria,
antes ocultando el nombre
a nadie comunicaba
118
mi nacimiento. Ya sano,
fui a Veracruz. La escasa
fortuna me precisó
a que en los barcos tomara
partido y de marinero
crucé aqueñ puerto a España.
Muchos viajes hice: dos
al Perú; cuatro a la habana,
y unao a China. Pobremente
así mi vida pasaba.
Cuando estando en Cadiz, supe
que varios búques se armaban,
por estar contra el Inglés
ya la guerra declarada.
Incitóme la ocasión
a que mi aliento mostrara
el crío heredado; al punto
en una veloz Balandra
me acomodé y salí al corso
a que estaba destinada.
En el crucero que hicimos
de San Vicente a Canarias
Tomamos dos presas. Con
las cuales, alegre, manda
el capitán regresemos;
Mas la siguiente mañana
casi a la vista de tierra
119
notamos, no daba cara
un bergantín, superior
en tripulación y en armas.
Huir quisimos pero en vano,
pues su ligereza alcanza
ganarnos el barlovento
colocándose a distancia
de combatre. Nuestro jefe
animoso se preapra
a la defensa sin que
su valor intimidara
fuerza desigual Allí
de la Española arrogancia
conocí, el precio, señor.
Al impulso de la bala
de cañón, los masteleros
vergas, costado y jarcia
se destrozan: cubre el humo
la esfera. El grito espanta
al oído. Los quejidos
de los heridos traspasan
el corazón y la ira
en los rostros estampada
patentiza el gesto horrendo
de gentes encarnizadas.
120
Al punto de irnos a pique
estábamos con la falta
de media tripulación
muerta y el resto contaba
más heridos que en fatiga
cuando la Inglesa Jactancia
intima. Que sino arriamos
pabellón, no sepultaba
en el mar. Un viva el Rey
fue la respuesta yc on andia
procurar el abordage,
que consiguió nuestra rtabia.
Por tres veces rechszamos
manejando el arma blanca
los enemigos; haciando
yo y otros dos camaradas,
en la tercera, la acción
heróica y desesperdad
de brincar solos los tres
sobre la nave contraria
en el tiempo que un acaso
a entrambos buques separa.
Rodeados de los Ingleses,
no quedaba otra esperanza
121
que morir matando, fiando
a los cuchillos la hazaña
mas increible, pues hechos
leones sobre el Alcázar
un enemigo a los pies
era cada puñalada.
La multitud hizo viera
(sin que su valor les valga)
caer a mis dos compañeros
espirando. Me jugaba
lo mismo, así no intenté
salvar mi cuerpo, esperaba
descubierrtp el yerro, por
averigüar al que daba.
Treinta y siete hombre hicimos
muriesen y no es extraña
la suma, cuando el despecho
más que el poder peleaba.
Desangrado en fin, cedí
al desaliento. Entre tantas
víctimas, el vencedor
su cadavérica cama
formó y en un parasísmo
sumergido, hizo gran pausa
esta vida. Vuelvo en mi
y veo que me llevaban
122
los espñoles a echarme
al mar por difunto. Paran
la ejecución cuando nottan
que aunque poco, respiraba.
Reconcóceneme encontrando
catorce heridas que exalan
rojo humor por cuyas bocas
mi ilustre gloria clamaba.
Curándome me contaron
que la embarcanción contraria
por atender al peligro
ionterior embarazada
su fuerza dejó batirse
con conocida ventaja.
Arrió bandera, quedadno
así perfecta la hazaña.
Llegamos a Cádiz, donde
de que sanase dudaban
los facultativos, pero
obrando en todo la Sabia
Providencia a pocos días
combalecí. Llegar carta
del primer ministro, donde
por una R[eal] orden, amnda
al governador me envíe
a Madrid porque deseaba
su magestad conocerme
123
¡Qué dicha tan no esperada!
Al momento enajenado
volé a los pies del monarca.
Recibióme con agrado
y más que lo acompañaba
nuestra Reyna. Preguntóme
mi calidad, nombre y patria.
Contele todo el suceso
sin que nada reservara.
Díjome de mis vasayos
premiso el mérito. Ya te hallas
capitán y tendré
presente. La sobrerana
añadió: yo te concedo
otro grado que acompaña
un Hábito, porque inflame
tu valor en las batallas.
Su favor inesperado
a mi modestia dio alas
para suplicar me hiciesen
sus majestades la gracia
de servir en regimientoi
donde la dicha lograra
de vez mi familia: al punto
que se me destine mendan
a los gradones del reyno.
El deseo hizo abreviara
124
navegación y camino;
para que un hijo qu ema
a su padre, logre ufano
ofrecer hoy a sus plantas
honor, insignias, empleo
méritos, glorias y fama.
Sebastián. Vuelve a mis brazos dichoso
Antonio en mis ojos sacas
ternura.
Amador. ¡Peregrina
Historia!
Sebatián. Quedar grabada
debiera en mármo. Tú solo
has ilustrado esta casa
por ti mismo y te haces digno
de inmortales alabanzad.
Entra pues, verás mi esposa
y alegrarás tus hermanas.
Id los dos que yo me quedo
a disponer que se hagan
regocijos, celebrando
con júbilo tu llegada;
y a pensar en otro asunto
que conviene porque salgan
125
de los sustos más tiranos
las venturas más estrañas.
Antonio. Amador, vamos.
Amador. ¡Con qué
gozo! Oh, sagrada
omnipotencia! ¿Quién puede
penetrar a donde alcanza
vuestra bondad? Fiel os rindo
repetidas alabanzas.
(Vanse por la hacienda)
Sebastián. Amigos llegad, tendreis
parte en mi dicha, notadla.
Corre tú a tu Alisco, ya sabes
que toda la gente Hidalga
y proincipal me conoce.
A toda has de convidarla
para una fiesta que haré
en el día de mañana.
¿Qué esperas? Monta a Caballo
velozmente. Juzgue estabas
ya de vueltas. Oye, oye
a cuantos músicos haya
trae contigo; al padre cura
126
y ojalá se trasnportara el vecindario, la iglesia
las torres y las campanas.
Estoy loco. Corre, corre
vuela, apresura y despacha.
(Vase [un criado])
Tú recorre a labradores
todos los de la comarca
diles que vengan a ver
la flor de la Nueva España
al señor capitán, al
más valiente, al que arrebata
la admiración, a mi digno
sucesor. Ve sin tardanza.
(Vase [otro criado])
Suceso tan raro. Si
natural no se mirara,
ninguna idea parece
lo fingiera. Esta muchacha
Angelita, dijo bien,
en verdad no se engañavba
en el juicio que formó
de don Amador. Le basta
ser amigo de mi hijo.
127
Para que logre la blanca
mano que anhela y hoy mismo
quede mi hija desposada
a gusto. Pero el contento
tantos movimientos causa
en mi interior, que no sé
qué me da. Pues se me anda
la cabeza... Mozos, hola
¿No habrá alguno que me triaga
un poco de agua? Aquí está
la bebida destinada
a mi Angelita, y pues es
benéfica y necesaria
para dar al corazón
vigor toda he de apurarla.
(Se la bebe y sale doña Anselma de la Haciienda manifestando pesar.)
Anselma. Todo perdimos. Ya
mi resquicio de esperanza
ha quedado... ¿mas qué miro?
¿Qué has bebido esposo?
Sebastián. Esta aguardabasmedicinal
Anselma ¡Oh, Dios mío!
¡Ah, triste desventurada!
128
Para matar a tu hija
la tenía envenenada
Sebastián. ¿Qué dices?
Anselma. Con Solimán
molido confeccionada
estaba. Gente, criados
acudid. ¡Oh, desgracia!
Sebastián. ¡Infeliz de mí! Ya ves,
hipócrita, bien lograda
tu malicia. El justo cielo
castiga en mi la ignorancia
de una imprudente pasión
por la misma que la arrastra....
¡Ay de mi! Queridos hijos, venid.
Anselma. Estoy resignada
al castigo. Sólo quiero
la miuerte. ¡Estrella inhumana!
(Se tira con despecho sobre un poyo. Don Sebastián con los extremos y la aflicción
que corresponde empieza el
FINAL)
129
RECITADO
Sebastián. ¿En el día más grato, de más gusto
me aguardaba este susto?
¡Ya siento los efectos del veneno!
Y del vientre en el seno
ardores, males, furias tan estrañas [así para conservar rima]
ARIA
Socorredme todos,
pues voy conociendo
que ya estoy muriendo
por una maldad
Venid hijos míos,
venid a mis brazos
entre vuestros lazos
mi muerte mirad.
(Salen de la Hacienda doña Angela, Don Amador, Don Antonio y Periquillo)
Los cuatro. ¿Qué es esto? ¿Qué es esto?
Quién mueve tal ruido?
Sebastián. Veneno he bebido
ya voy a morir
130
Anselma. Yo inhumana
por codicia
lo dispuse;
mi malicia
a Angela quiso matar.
(Don Antonio empuña queriendo acometerla; don Amador, lo detiene abrazándose
con él. Doña Angela llena de amargura, se abraza de las rodillas de su padre. Éste
hace extremos de una agitación continua. Doña Anselma se ofrece con desesperación
al rigor. Y periqullo manifiesta graciosamente burlarse del chasco. Todo el lance se
ofrece agradable, jugándolo con viveza)
Antonio. Infame mujer. La espada vengara tu cruel errror.
Amador. Tente amigo
Anselma. Castigadme.
Sebastián. ¡Qué dolor!
Periquillo. Periquillo tanto vnedo
en qué paramo función
Sebastián. ¡Qué fiera agonía!
Periquillo. Achí la manía
131
Sebastián. ¡Ya muero de prisa!
Periquillo. Achí que eh de risa
Antonio. Déjame
Amador. Detente
Angela. ¡Oh, padre!
Antonio. ¡Ah inclemente!
Sebastián. ¡Espiro! Adiós, hijos míos.
Ya vuestro padre acabó.
Periquillo. Tamo viejo marruyera
estan sano como yo.
Amador. Oídme todos, oídme todos.
Nadie lo llegue a diudar:
en este momento voy
su fiero mal a sanar.
Periquillo. Acagayera mi amortecidaPeriquillo emo ayudar.
Amador. El solimán ved aquó
que yo le pude estraer [así pá la rima conservar]
132
cuando se le dio al neglito
porque lo fuese moler.
Periquillo. Siola Anselma beyaca
mamola Vosa-mesé [su merced]
Sebastián. ¿Es cierto?
Amador. No hay duda
Sebastián ¿Seguro?
Amador. Verdad.
Todos. ¡Qué gozo! ¡Qué dicha!
¡Qué felicidad!
Sebastián. ¿Y con qué podré pagarte
querido don Amador?
Dale la mano a Angelita
y lógrese vuiestro amor.
[Amador y Ángela se dicen esposo y esposa y después al mismo tiempo de el alma]
Ámador Esposa de el alma
Angela. Esposo de el alma
Nuestra dicha se afirmó
133
Periquillo. Por siempre jamás amén.
Demo neglo bendición.
Sebastián. Ya mujer has visto
de tu hipocrecía
y de tu manía
el efecto atroz.
Anselma. En tierra postrada
suplico el perdín
y de tal pasión
me ofrezco enmendar.
Periquillo. Juro an Diosa, no creemo
a la pebesa siola.
Sebastián. Pues nosotros
nos iremos.
La hacienda alta
ocuparemos
y a estas tristes
dejaremos
en quietud, amor y paz.
Todos. Viva, viva la alegría
viva viva el fino amor.
134
Sebastián. Y los padres de familia
en este ejemplo escarmienten
a sus hijos no violenten
el estado que han de dar.
Angela. Celebramos la ventura.
Y Clamenos a una voz
TODOS
Las gracias debemos dar
todos a la providencia,
porque virtud e inocencia
al fin vienen a triunfar.
FIN
135
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