la guerra de las mentes-capítulo i
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LA
GUERRADE LAS
MENTES
La Guerra de las Mentes es una novela de los
tiempos actuales, que describe cómo los
mecanismos de influjo psicológico interfieren en
el devenir del actuar humano, y, en especial, de
la política.
Los hermanos Cohen, conocidos psicólogos de
Chicago, deciden exponer sus pensamientos
políticos por medio de maniobras de persuasión
mental durante la campaña a senador de Mark
Olimpo. Para ello, irrumpen en la mente del
dirigente sindical Joseph Walter, y lo encausan a
cometer sanguinarios actos criminales en contra
de los adherentes de Olimpo, dando la
apariencia de que Walter también está a favor
del candidato.
Las acciones deliberadas de los Cohen siguen
su curso hasta que Tomas Ulriksen, también
psicólogo, y asesor del candidato opositor, el
demócrata Ylus Peck, descubre la situación, y
busca obtener lo mismo de Walter.
Así, los Cohen, al ver que Walter está siendo
controlado por el bando contrario, tendrán que
cambiar la estrategia a pesar de sus
convicciones políticas: atentar contra Ulriksen.
LA GUERRA DE LAS MENTES
DAC Daniel
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GUERRADE LAS
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Capítulo I
CAPÍTULO I
LA IRRUPCIÓN DE LOS COHEN
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA DESTRUCCIÓN
Fuego. Mucho fuego. La sede distrital ardía en un fuego de color naranjo y
amarillo que se mezclaba con los últimos rayos de sol del atardecer. Había treinta
personas dentro; no eran muchas; era un número mínimo, algo que, para la gran
ciudad, significaba la nada misma. Para aquel pequeño pueblo, en cambio,
significaba acabar con treinta mentes que propagarían, como presidentes distritales
que eran, su ideología entre los 547 avecindados. Lo que más satisfacía a los
Cohen es que había sido fácil. Había sido fácil adentrarse en la profundidad del
campo para hablar con un analfabeto. Había sido fácil llevarlo a las inmediaciones
de la sede y exponerles su punto de vista. Había sido fácil controlar sus acciones
para encausarlo a quemarla con todo lo que había dentro. Él, Joseph Walter, era el
control elegido para concretar las acciones de dominio que, por mucho tiempo, se
habían forzado a cumplir, de no ser por el olor a putrefacto de la malparida
Wimmin, que les instó a salir de las cuatro paredes de su oficina, para poner en
práctica el plan que se habían negado a cumplir por décadas. Sin duda que a los
Cohen les alegraba mirar, por detrás de la espalda de Walter, cómo esa derruida
sede ardía en su propio fuego.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
MÚSICA Y BAILE
“Mis sentidos se sintieron del todo rebosantes cuando vi ese pequeño baile y la
entonación de las canciones”. Antes de quemar la sede, los Cohen habían llevado a
Walter a una actividad electoral que se desarrollaba en la construcción sucumbida por el
fuego. Ahí se realizaba un acto de apoyo a la candidatura senatorial del que tenía más
chances de ganar: Mark Olimpo. Lo llevaron porque necesitaban que tuviese conciencia
de cuál era su objetivo. Él declaró las palabras expuestas al principio; decía que le había
causado un gran impacto y placidez el baile campesino y la comparsa que había en la
reunión. Él no sabía nada de nada. Él no tenía conciencia de que eso era política, y de la
mejor política que puede existir. Llevar el gusto musical, los valores del pueblo, al lado
de las pretensiones electorales es lo más antiguo que hay sobre la faz de la Tierra. Nerón
lo hizo con su “pan y circo”, y Olimpo lo replicaba entre sus partidarios. Los Cohen
fueron más allá, por cierto, y no se quedaron con esa simple opinión. Ellos sacaron a
relucir las maniobras mentales que, en el pasado, habían desechado, para incrustar en el
pensamiento de Walter que ese era el mundo negro de la política. Y lo consiguieron.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LOS COHEN
Nadie sabe con seguridad cuál es el origen de los Cohen ni cómo llegaron a Wimmin,
pues ellos habían vivido por mucho tiempo en Chicago, y jamás se habían adentrado en
la arena política. De lo que sí se tiene total conocimiento es que ellos nunca antes habían
sido políticos ni lo pretendieron ser algún día. Sus labores eran las de profesionales de la
mente en una oficina de Orientación Psicológica –una muy buena oficina, hay que
decirlo– ubicada en pleno centro de la ciudad. A eso estuvieron dedicados, por lo menos,
treinta años de sus vidas. Sus clientes iban desde particulares de clase media hasta
autoridades de renombre. Como su labor conllevaba la discreción y el secreto absolutos,
nunca aparecieron en prensa alguna, ni menos relacionados con aquellos cargos
importantes que asesoraban. Todo arroja que haberse acercado a Wimmin era un
verdadero vuelco en su apaciguada vida en la oficina. En menos de una semana,
decidieron cerrarla, sin avisarle a ninguno de sus clientes habituales. Lo cierto es que
eran hombres viejos, que, a esas alturas, tenían sesenta años. Quizás muchos
consideraron que buscaban jubilarse. Para ellos, era todo lo contrario: significaba el
inicio de una nueva vida, donde pondrían en práctica los mecanismos que la psicología
había descartado.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
EN WIMMIN
Wimmin era un pueblo entre varios pueblos del sur del estado de Chicago, lo único que
lo hacía interesante es que servía de conejillo de Indias para probar cuán grande podía
ser el poder de influjo de los mecanismos de persuasión mental entre personas
escogidas. Los Cohen, al igual que todo estudioso del tema, sabían que, mientras más
débil la mente, más fácil era de dominar. En Wimmin, donde todo se conocía con
facilidad, por la cercanía de sus habitantes, tan pronto llegaron, los Cohen se enteraron
de la existencia del líder sindical Joseph Walter. Era conocido por su templanza, el
ánimo de buscar los acuerdos y las iniciativas de establecer un puesto de expresión
social entre los suyos, aunque nunca antes se había interesado en acercarse al mundo
político que existía en el pequeño pueblo, a pesar de conocer a los presidentes de la sede
del Distrito. Los Cohen vieron en él al prototipo perfecto de pureza mental con posible
apetito partidista que tanto les servía. Preguntaron dónde se avecindaba Walter,
compraron dos caballos a un granjero y se enfilaron a las afueras del pueblo.
Encontraron a Walter más temprano que tarde, recostado en su litera, casi durmiendo, y
le exigieron que despertase. Los Cohen no estaban para jugarretas ni para más esperas.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
EL OBJETIVO: MARK OLIMPO
Varios se preguntan por qué Wimmin, por qué Walter y por qué Olimpo. Las
preguntas son fáciles de responder: Wimmin, como se indicó antes, era un pequeño
pueblo, especial para experimentar. Walter era el emblema del hombre servicial
capaz de ser manejado sin mayores dificultades. Pero ¿por qué Olimpo? De los
pensamientos políticos de los Cohen no había certeza, aunque, es claro y evidente,
no estaban a favor de las posturas del candidato a senador. De ahí se dilucida la
aversión por Olimpo, el odio profundo que tenían para con él. El candidato había
sabido reunir a sus seguidores en un tiempo relámpago para la política: tres meses.
Al contrario de casi todo candidato que quiere triunfar con holgura, donde las
campañas son de dos a tres años previos a la elección, este hombre bonachón, que
también provenía de uno de los pueblos del sur de Chicago, había sabido captar la
adhesión de más de la mitad del electorado sólo con una alocución pública, a la
salida del Museo de Bellas Artes, donde aseguraba aceptar el ofrecimiento que el
Partido Republicano le había propuesto. Se puede decir que los Cohen, al intervenir
en el pensamiento de Walter, tenían un objetivo decisivo de acabar con aquellos
seguidores del floreciente candidato. Por lo menos, en esta primera etapa, así se
percibía.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA ESENCIA DE OLIMPO
En el pequeño discurso que Olimpo dio a sus muchos seguidores que se agolparon a
la salida del Museo de Bellas Artes, estaba algo que jamás se había escuchado para
un hombre con clara tendencia republicana: subir los impuestos a los grandes
empresarios. Eso causó furor no sólo en los adherentes del Republicanismo, sino
también en sectores que se mantenían al margen de la política, los desencantados,
aquellos que habían realizado actividades de protesta por el sistema actual, en las
calles céntricas y ciudades del estado de Chicago. Los independientes no tardaron
en respaldar al nuevo candidato, sobre todo por el poco interés que los demócratas
les habían expresado. La mayoría decía que era un candidato transversal, porque no
provenía de la política tradicional, llena de intereses creados, negociaciones; él era
un literato que había cruzado las barreras de su estado y su país, había entregado un
legado universal, no había tenido cargo público anterior; en resumen, era una
persona íntegra. Su opción resultaba miel sobre hojuelas para todos, menos para el
ala conservadora republicana, que veía en Olimpo una amenaza para los valores y
esencia que, desde siempre, habían prevalecido en el Partido: los financiados por los
mismos empresarios a quienes se les subiría los impuestos.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA INFLUENCIA
A los hermanos Cohen los conocían muy bien dos de aquellos empresarios
republicanos que apoyaban el conservadurismo republicano. Samuel Joks y Frank
Yellow se atendían con frecuencia en la consulta-oficina de ellos, por lo menos, en
los últimos dos años. Hablaban con frecuencia de la situación del estado, y tenían
detallado conocimiento de las pretensiones de Olimpo de ser candidato. El
literato, a pesar de su inexistente campaña previa, era entrevistado con frecuencia
por los periódicos, donde exponía su pensamiento, y daba luces para que los
intereses del partido se fijasen en él. Los empresarios, al leer los pasquines que los
Cohen dejaban en la salida de la consulta, entraban a la habitación de psicología
expresando la peligrosidad que veían en la candidatura de un hombre que, desde
siempre, se había mostrado contrario a que los grandes empresarios aportaran
poco dinero al Fisco. Lo tildaban de demagogo, estúpido, infantil y controlador de
las masas con votos fáciles. Esas palabras fueron calando poco a poco, en esos dos
años, en la mente de Patrick y Svenson, los hermanos Cohen, que, aunque no
existe total certeza, sentían que Olimpo no los representaba ni tampoco
representaba a sus clientes.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA VOZ DE LOS VIEJOS ZORROS
Si bien ni Samuel Joks ni Frank Yellow, como se divulgó en algunos lugares,
ofrecieron dinero a los Cohen para intervenir en la campaña de Olimpo, sus palabras
de viejos zorros de la política fueron calando profundas en el neutral pensamiento
de los especialistas de la mente. Los empresarios republicanos les hacían ver que
sus excepcionales asesorías psicológicas daban plena confianza de lo que, para
ellos, era la esencia de todo político: una carrera profesional brillante, más allá del
atractivo mediático. Varias veces les decían que ellos debieran salir a luz pública y
utilizar el prestigio acumulado en treinta años de trayectoria para hacerse de un
nombre, entregar un mensaje de hombres conocedores del devenir de la sociedad,
con sus ires y venires de ideas, hasta conseguir el debido cargo en el mundo público.
Los Cohen, profesionales ente todo, expresaban sonrisas mezquinas, evadiendo las
insinuaciones de apoyo político, a pesar de que, en diversas ocasiones, Joks se
comprometió a financiarles la campaña. Ambos preferían responder con
monosílabos de afirmación que no significaban compromisos, para continuar con la
terapia. Eso, está claro, sólo era la expresión vocal, no la que sentían en su interior.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA MECHA
El mayor punto de quiebre que significó en los Cohen el hecho de haber
desaparecido del mundo profesional del análisis psicológico no provino de las
diversas insinuaciones de los viejos zorros republicanos ni tampoco de las palabras
de pre-campaña de Olimpo. Su interés por adentrarse en el mundo de la política
nació de su propia competencia. Svenson, poco antes de la partida a Wimmin, leyó
en el periódico más importante de Chicago, que Tomas Ulriksen, un importante
asesor de candidatos, y quien, hace tres años, compartía arriendo de oficina en el
mismo edificio de ellos, se había abocado a dirigir la campaña de dos candidatos
demócratas. El hombre aparecía expresando su opinión a tres páginas completas,
con claras muestras de indiferencia hacia el profesionalismo de la psicología.
Ulriksen también era psicólogo de la vieja escuela; los tres eran contemporáneos de
su época. Cada palabra que leían en la entrevista del periódico inició el interés de
salir del cubil en el que se habían mantenido para demostrarse a sí mismos que
también eran capaces de poner sus propias opiniones. Wimmin sería el escenario
perfecto para comenzar con una estrategia que validase sus posturas a la par de
Ulriksen.
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LA
GUERRADE LAS
MENTESCapítulo I
LA PRIMERA META : CONSUMADA
Un apretón de manos entre Walter y Olimpo en la sede distrital de Wimmin fue
suficiente para encausar el plan diseñado. Los Cohen veían, en medio de la música
y el baile, que la primera etapa de sus ideas se cumplía. La prensa local sacaba
fotografías del momento, y Walter se convertía en un incipiente líder de opinión en
el pueblo. Le bastó una semana para recorrer la pequeña localidad con el fin de
buscar un sitio en la palestra pública, hasta que convenció a los presidentes
distritales que de los pueblos también podían salir personas interesantes para la
expresión ciudadana. Los citó a todos en una Junta General con el fin de exponer
sus compromisos con las personas sencillas, cuyos datos serían traspasados a
Olimpo. Hasta ahí había salido todo de una forma excepcional para los Cohen. El
pueblo validaba a Olimpo; ahora aceptaba la voz de Walter. Sólo faltaba consentir
su propia expresión. Esperaron a que cada uno de los presidentes distritales de
Wimmin entrasen a la sede para encausar en la mente de Walter, con los
mecanismos de influjo que la vieja psicología había dejado al olvido, la orden que
prendiese fuego al lugar, mientras los hombres que estaban dentro gritaban por sus
vidas al no poder escapar de una sede con las puertas cerradas y que se consumía
por el incendio.
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