la guerra civil en los cuentos
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Máster en literaturas catalana, gallega y vasca en contexto europeo
TFM de Jesús Vicente Magdalena Carreres.
“LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA EN LOS CUENTOS DE CASTELLANOS, CATALANES Y VASCOS”.
Tutora: Mª José Olaziregi Alustiza Curso 2012-2013
INDICE
1- Introducción ….................................................................................................... 3-8
- Importancia temática y del género ..................................................................... 3-7
- Objetivos ............................................................................................................ 7
- Metodología........................................................................................................ 7-8
2-Parte teórica …..................................................................................................... 8-25
A- Contexto histórico................................... ..................................................... 8-9 B- Contexto literario ….................................................................................. 10-25
3- Parte práctica .................................................................................................... 26-67
A) Pere Calders, “Les mines de Terol” (1938)....................................................26-35 B) Max Aub, “La ley” (1955) …....................................................................... 35-43 C) Luis López Anglada, “La charca” (1981) ................................................... 43-49 D) Bernardo Atxaga, “Obabako lehen amerikanoa” (2003) …....................... 49-64
4- Conclusiones …............................................................................................... 64-67
5- Bibliografía …................................................................................................ 68-75
1-INTRODUCCIÓN.
A) IMPORTANCIA TEMÁTICA Y DEL GÉNERO
Tras la promulgación de la Ley de la memoria histórica (Ley 52/2007), por la que se
reconocen y amplían derechos y se establecen medidas a favor de quienes padecieron
persecución o violencia durante la Guerra Civil y la dictadura, se ha renovado el interés
literario y artístico por aquellos eventos históricos. Vivimos en una España que
desmonta estatuas ecuestres de Franco, que quiere desubicar el Valle de los Caídos, y
cambian además los nombres de las calles para evitar el recuerdo fascista. Además el
espíritu de la Guerra Civil también resulta evidente en los medios de comunicación,
como se puede comprobar con el éxito social obtenido por series televisivas tan
características como “Amar en tiempos revueltos”, “Cuéntame” o “Lorca”, por lo que no
se puede negar su presencia temática en la sociedad del siglo XXI. Por lo que respecta
al plano cultural como explicitan Maryse Bertrand (1982: 5) cuando nos dice que desde
1936 la bibliografía no ha dejado de aumentar y se puede afirmar sin riesgo a
equivocarse que: “hoy es la mayor de todas las guerras que jalonan el siglo XX”, y la
profesora María José Olaziregi (2008:4/2009: 4-5) también se ha manifestado en el
mismo sentido. Nos queda bien patente su enorme importancia en nuestro mundo. Y
para todas las edades como bien se puede apreciar con la exposición del cuento de la
Guerra Civil del Museu d'Història de Catalunya (2012).
Por lo que respecta a otras manifestaciones artísticas y culturales, como bien explican
Sánchez-Biosca (2006), Cadé (2010), Natalia Tacetta (2012) y Olaziregi (2008: 2-3) ha
sido igualmente amplia. En el cine ha sido representada desde el principio, y
especialmente en las últimas décadas tenemos, por ejemplo, películas tan excelentes
como: “¡Ay Carmela!” de Carlos Saura (1990), “La lengua de las mariposas” de José
L. Cuerda (1999), “Silencio roto” de M. Armendáriz (2005), o “El Laberinto del
Fauno” de Guillermo del Toro (2006). Por lo que respecta a su amplia presencia en la
música, la pintura, los carteles y la fotografía, estudiosos como por ejemplo los expertos
Vicky Short (2002), David Alfaro (2007) y Rocio Robles (2010) dan testimonio de las
grandes exposiciones artísticas como por ejemplo la Exposición Universal de París de
1937, la exposicion del Biennale de Venecia de 1976 o más recientemente la del Museo
-3-
Imperial de la Guerra de Londres sobre nuestra conflicto del pasado siglo, en ellas se
han expuesto composiciones musicales como “Verdades escondidas” y “Republicana”
de Lucia Sócam, fotografias famosas como la foto de Robert Capa “The Falling
Soldier” (1936), pinturas tan significativas para nuestro tema como “El pueblo español
tiene una estrella” de A. Sánchez Pérez, “La Montserrat” de J. González, “La
barricada” de R. Calsina, “Milicianos de guardia” de E. Vicente, “Descanso en el
frente” de Puyol, “La fuente de Mercurio” de A. Calder , “Aidez l'Espagne” y “El
campesino catalán en rebeldía” de J. Miró y sobre todo destacan “femme en pleurs” y
“Guernica” de P. Picasso. Lo mismo podríamos decir de carteles y viñetas como los de
la exposición del museo Picasso de Málaga (2011) titulada “Viñetas en el frente”.
Algunos estudiosos como García (1983) y Fontserré (1983), de la Sociedad Benéfica de
Historiadores Aficionados y Creadores (S.B.H.A.C.), dedican unos emotivos artículos al
valor que se dedicaban a los carteles y citan un gran número de bibliografía al respecto.
Y esto es sólo una mínima muestra del elenco completo de obras y artistas que resultaría
excesivamente largo de citar en este trabajo de literatura.
Además hay que añadir el ingente número de artículos periodísticos, documentales,
cursos y simposios de verano, ensayos, estudios y páginas web en Internet, buen
testimonio de todo ello se da en la propia bibliografía final del presente trabajo.
En segundo lugar, por lo que respecta a la importancia del cuento como género, y más
sobre la Guerra Civil, como señalan Martínez de Pisón (2009: 9-11) y Romina Mariel
Ferrari (2010: 1-3), podemos afirmar que en las últimas décadas se ha visto
incrementarse bastante su presencia e importancia entre nuestros narradores. Así en los
últimos tiempos, la creación de antologías de cuentos escritos como las de María
Campillo, Contes de guerra i revolució (1982), Josefina Aldecoa, Los niños de la
guerra (1999), e Ignacio Martínez de Pisón, Partes de guerra (2009), dan buena cuenta
de su vitalidad hasta nuestros días. Y esto contrasta, como veremos más tarde, con otra
época en que tuvo sus alti-bajos, tanto por las modas y prejuicios peyorativos de la
crítica y del público hacia los cuentistas, como por un largo periodo de censura
franquista. Por otra parte, en cuanto a la relación entre la temática y el género del
cuento, hemos de tener bien presente que estamos hablando de literatura, no de crónicas
históricas ni de apología política, aunque no por ello son ajenos nuestros cuentos a la
-4-
memoria histórica de los hechos, como diría Jan-Werner Müller (Olaziregi, 2009: 4) la
literatura y, en especial, la ficción contemporánea, se ha erigido en el escenario
privilegiado para mostrar y deconstruir una realidad histórica que nos parecía
demasiado desfasada. Aplicado a nuestro tema, la profesora Olaziregi (2008: 6) añade
que la experiencia de estos personajes de ficción se vuelve más generalizable para
muchos lectores que los textos de historia presuntamente demasiado objetivos. Por todo
ello no ha de extrañarnos que muchos literatos puedan preferir, como marco literario, el
formato del cuento para narrar aquellas experiencias de la Guerra Civil.
Siguiendo con la idea de la importancia temática en el marco del género del cuento,
citaremos a Ana Belén Rodríguez que en sus conclusiones corrobora esta idea última:
El escritor es un testigo privilegiado y agudo de su época, por cuanto sabe percibir los problemas y
circunstancias que atañen a sus contemporáneos y posee la sensibilidad adecuada para transmitirlos,
sobre todo a generaciones posteriores. Por ello, las transformaciones políticas y colectivas se hallan de
forma muy presente en sus textos (Rodríguez: 6).
Así es como podemos entender que con estos cuentos se expresaba el sentimiento de
una generación histórica frustrada y deprimida, esta expresión del sentimiento histórico
es lo que podríamos llamar la verdad literaria de los cuentos de la Guerra Civil.
Además de su gran importancia por su vigencia y vitalidad temática a lo largo de casi
tres cuartos de siglo, el uso del género narrativo del cuento ha resultado especialmente
útil por saber presentar tanto hechos históricos, como la batalla de Brunete (en relatos
como “Las muchachas de Brunete” de Edgar Neville), el sitio de Madrid por los
falangistas (en relatos como “¡Masacre, masacre!”de Manuel Chaves Nogales), o el
sitio de Teruel (en relatos como “Las minas de Teruel” de Pere Calders), o el bombardeo
de Bilbao (en relatos como “El primer americano de Obaba” de B. Atxaga) como
también por su capacidad de expresar experiencias y emociones como sólo la literatura
es capaz de narrar. Así pues, su importancia radica tanto en su valor testimonial, como
en su valor adaptativo, por ello aunque los hechos no sean contemporáneos al escritor,
éste se siente inspirado a llevar el relevo, no sólo por cuestiones ideológicas, sino
también creativas. Así Antonio Muñoz ((artículo de E. Alarcos Llorach ( Rico, volumen
9: 416-422)): añadía que además tenía que crearla, por ello afirmaba: “La tarea del que
-5-
cuenta es salvar e inventar la memoria”. Con todo esto se quiere defender la idea de
que los cuentos de nuestra temática no son crónicas, pero tampoco meros relatos
escapistas, sino comprometidos con la realidad y adaptados a la actualidad.
Respecto a la importancia del estilo y de la estructura de este tipo de narrativa,
también es de destacar su contemporaneidad, es decir, no siguen en general las
estructuras clásicas del cuento maravilloso, sino que de acuerdo a la época en que son
escritos adoptan las nuevas formas de narrar cuentos y las nuevas circunstancias.
Teniendo, pues, bien presente esta actualidad temática de la Guerra Civil, conviene
también prestar atención a su valor educativo para distintas épocas y edades, podemos
decir con Octavio Paz (Rico,volumen 9: 41-45) que necesitamos de la recreación
literaria de los hechos, para no perder su memoria especialmente con el cuento para los
más jóvenes, y poderlos así adaptar a nuestro tiempo. Jose-Carlos Mainer (Rico,
volumen 9: 54-72) nos describen perfectamente todo esto como una interiorización de
las pesadillas del franquismo por sus víctimas, la indivisibilidad “patológica” de aquel
formato histórico y la conformación de la propia conciencia que nunca compareció
como forma de pensamiento, aunque sí como soterraña y potente imagen artística (Rico,
volumen 9: 55). Los relatos que estudiamos en el presente trabajo pretenden mostrar esa
reflexión fundamental interiorizada de los autores, esta recreación de los hechos y
sentimientos del pasado y también evitar que sigamos mirando a otro lado, pues nos
enseñan una verdad humana fundamental.
Otra causa para elegir el género del cuento para nuestro trabajo, y no la novela u otro
género literario, se puede deber, por una parte, y como afirma también I.M. Pisón
(entrevista de Rodri García para “La voz de Galicia”), a una cuestión de economía, de
“acotar el territorio”, pues, como nos decían las antecitadas Olaziregi (2009) y Bertrand
(1982), y también nos confirma el propio I. Martínez de Pisón, el corpus de novelas y
ensayos sobre la Guerra Civil “es tan inmenso que sería imposible de manejar”, por eso
es mejor escoger un sólo género literario. Además, como hemos ido viendo y se
comprenderá mejor en los siguientes apartados, hay muy buenos cuentos sobre la
Guerra Civil, de los propios eventos bélicos y de sus consecuencias inmediatas.
Relacionado con todo lo anterior, y como causa no menos importante de que se haya
preferido el género del cuento, está la búsqueda de un poco de originalidad, pues, cier-
-6-
tamente abundan mucho más los estudios sobre la poesía y no digamos sobre la novela
que tienen por tema la Guerra y la Posguerra Civil, de hecho algunos teóricos (por
ejemplo: Gorka Aulestia (2008), Martí de Riquer(1980) y Francisco Rico (1979)),
afirman que precisamente la temática de la Guerra Civil ya sea en el artículo, o en
ensayos, o en poemas o ya sea en el teatro o en la novela es una de las temáticas
universales más utilizadas, aunque no excesivamente por los cuentistas.
Resumiendo, dos motivos me llevan a considerar muy importante este tema dentro del
género del cuento: El primero es constatar su gran vitalidad en nuestros días y su valor
testimonial real, pasando el testigo sobre una temática esencial en las letras y artes
mundiales, una temática que es expresada para todas las edades, más en el género del
cuento, dentro y fuera del país. El segundo motivo de este trabajo, es la búsqueda de un
poco de originalidad, tanto por lo que se refiere a su actualidad contemporánea, como
por evitar ser meros imitadores o plagiadores de muchos estudios anteriores, pues, como
ya se ha mencionado antes, no es el cuento sobre la Guerra Civil Española el género
más estudiado por la crítica, menos todavía en sentido comparativo entre tres
tradiciones literarias distintas: de castellanos, catalanes y en vasco.
B) OBJETIVOS
Patente la importancia temática en el género del cuento, y con el fin de aclarar mejor
el desarrollo del presente trabajo, destacaremos dos grandes objetivos que han guiado el
desarrollo del presente trabajo.
Un primer objetivo es pasar el testigo, es decir, mostrar la continuidad temática de la
Guerra Civil en la narrativa, y en especial en nuestros cuentos a través de las diversas
décadas. Y un segundo objetivo consistirá en tratar estudiar la visión de la Guerra Civil,
a través de sus personajes militares, y en las tres tradiciones cuentísticas citadas.
C)METODOLOGÍA GENERAL EMPLEADA
Delimitada y consensuada la temática, y revisadas las guías y normativas de la WEB
con las puntualizaciones precisas de la directiva, relativas a los Trabajos Fin de Máster,
se desarrolló una larga y concienzuda búsqueda de bibliografía pertinente, tanto a través
de múltiples bibliotecas, como a través de Internet, junto a aquellos artículos e
indicaciones que oportunamente me ofreció mi tutora. Tras el detenido análisis de la
información obtenida, se pudo ubicar la temática escogida en el tiempo y en el conjunto
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de la literatura y así se desarrolló la parte teórica. Poco a poco se fue desarrollando un
esbozo y extrayendo las principales ideas temáticas para aplicarlas al género literario del
cuento sobre nuestra temática. De acuerdo con el primer objetivo se hizo una exposición
de la presencia temática en las diversas décadas.
Para la parte más práctica, teniendo ya presente la parte teórica y la continuidad
temática, nos centramos mejor en el género del cuento sobre la Guerra Civil y los
personajes militares según el segundo objetivo. Para ello se escogió la muestra
representativa publicada en la antología de Ignacio Martínez de Pisón, Partes de guerra
(2009), pues además de su actualidad, entre sus cuentos hay ejemplos de las diferentes
décadas (corroborando el primer objetivo) y también contiene ejemplos de relatos de
militares en las tres tradiciones (de acuerdo con el segundo objetivo). Tras su lectura y
análisis completo, se eligieron algunos cuentos modélicos de las distintas épocas que
contuvieran como protagonistas algunos personajes militares, y de autores relevantes de
las tres tradiciones y se realizó su comentario de texto, para estudiar mejor las
características más señaladas. Para corroborar mejor lo comentado también se utilizó
diversos artículos y obras sobre los autores y sobre el tema, citados en la bibliografía.
A continuación tras un análisis comparativo de todo lo realizado anteriomente, se
llegaron a algunas conclusiones acerca de nuestros objetivos.
Al final se explicita toda la bibliografía empleada.
2. CUERPO TEÓRICO
En esta parte se pretende hacer una mera exposición teórica (sin comentarios como
los que veremos en la parte práctica), primero de los hechos históricos y a continuación
de los literarios que nos sirven para comprender mejor los cuentos de la Guerra Civil
Española.
A-CONTEXTO HISTÓRICO.
Siguiendo a Antony Beevor (2005) en su gran obra dedicada a nuestro conflicto, se
puede decir de ella, en general, que tuvo enfrentados a dos bandos opuestos: A los
defensores de la República, ligados a la izquierda y al anarquismo, y a los grupos
conservadores, ligados a los falangistas, liderados por el general Francisco Franco. En
-8-
síntesis este autor nos describe el proceso que supuso para los españoles la Guerra Civil
en las siguientes fases históricas: 1931-34 con el triunfo republicano se aprobó una
nueva constitución que desmantelaba la estructura monárquica, propiciaba reformas
sociales y ponía fin a la España católica. El 6 de octubre de 1934 se proclamó la
República Catalana, pero en Asturias tales movimientos fueron sofocados brutalmente
por el ejército coordinado por Franco. En las elecciones de febrero de 1936 el Frente
Popular, de izquierdas volvió a triunfar. Disconformes las fuerzas conservadoras, en
contacto con el fascismo italiano, prepararon un golpe militar. Así el 17 de julio
comenzaron las sublevaciones en Marruecos y Sevilla. Comenzaba con ello la Guerra
Civil propiamente dicha. En noviembre comenzó la batalla por Madrid y el gobierno
republicano en peligro se trasladó a Valencia. Nacieron las Brigadas, e incluso se les
unió las Brigadas Internacionales, formadas por voluntarios de todos los países del Eje
Comunista, que acudieron a España para defender la República. Por su parte italianos y
alemanes apoyaron a los franquistas. La U.R.S.S., hizo otro tanto con los republicanos.
En agosto de 1936, mientras Madrid era bombardeada, 2500 anarquistas liderados por
Buenaventura Durriti intentaron proclamar en Zaragoza una comuna libre, que no
pensaba someterse ni a Madrid ni a Barcelona. En 1937, el mismo año del ataque aéreo
de falangistas y aliados contra Guernica, Negrín, liderando al gobierno legítimo
republicano, realizó una contraofensiva contra Franco y los falangistas, cuyo punto
central tuvo lugar con la batalla de Brunete, aunque con muchos muertos y heridos para
ambos bandos. En enero de 1938, los republicanos tomaron Teruel, que sería
reconquistada días después por los nacionales, quienes, en un avance rápido, llegaron
hasta Lérida. Franco dirigió las tropas al Mediterráneo aislando a Cataluña del resto de
la zona republicana. Madrid resistió hasta el 28 de marzo de 1939, y el 1 de abril fue la
fecha en la que terminó oficialmente la guerra. Franco asumió e instauró una dictadura
semejante al de otros regímenes totalitarios del momento, suprimiendo derechos
básicos, implantando una censura terrible y forzó al exilio a la flor y nata de nuestros
intelectuales y a todos aquellos que no se integraban de ninguna forma en su sistema.
Lideró un partido único, eliminó los sindicatos y manejó España con puño de hierro
hasta su muerte, el 20 de noviembre de 1975. Apologistas y detractores aun ensalzan o
denigran su nombre.
-9-
B) CONTEXTO LITERARIO
Evidentemente el punto de partida de nuestra prosa sobre la Guerra Civil lo debemos
situar en los hechos históricos. También tenemos en cuenta todo lo estudiado en las
literaturas del siglo XX catalanas y vascas a lo largo del Máster. En ellas ya estudiamos
esa misma ambientación histórica y literaria. Y por lo que respecta a nuestra temática y
siguiendo también a los grandes críticos ((Rico (1979, volúmenes 7, 8, 9) para las letras
castellanas, de Riquer (1980) y Butiñá (2006, volumen 3) para las catalanas y Aulestia
(2008), Zuloaga (2005) y Olaziregi (2008) para las letras en vasco)) que, en general,
señalan que de los tres géneros literarios (poesía, teatro y narrativa) sobre todo destaca
en nuestra temática el papel de los poetas durante y después de la contienda, dentro y
fuera del país. Igualmente en el artículo de Mª del Socorro Guzmán se nos dice que:
“Hemos dicho ya que fue en la poesía donde se manifestó de una manera más
abundante la producción literaria de los simpatizantes de la República”( Guzmán,
2005: 6) y podríamos añadir también la más temprana, pues, ya el 30 de noviembre de
1936 apareció el primer Romancero de la guerra civil. Esta poesía de urgencia se
transformó en el cauce preferido del pueblo, quien prefirió para expresarse el romance,
al cantar y narrar la epopeya de la guerra. El artículos de Arribas (2007) es bien
significativo, señalando grandes autores en castellano por su poética, sus condiciones
vitales y su genialidad, destacando las figuras de Miguel Hernández, Lorca, Antonio
Machado y sobre todo Rafael Alberti (“Noche de guerra en el museo del Prado”), entre
otros muchos. En el artículo de Mª del Socorro Guzmán ya se nos dice que en
noviembre de 1936 destacan poetas en catalán como por ejemplo Carles Riba, Joan V.
Foix, Joan Brossa y especialmente Salvador Espriu (La pell de Brau ) entre otros. Y en
vasco siguiendo también el artículo de Lourdes Otaegi “Poesía vasca del siglo XX”,
igualmente destacan, en poesía de nuestra temática, autores como por ejemplo Lauaxeta,
Orixe, Eusebio Erkiaga, Nemesio Etxaniz, Telésforo Monzón, Sabin Muniategi, Ignacio
Goikoetxea (Poesiak), y Basarri (“Landes'ko piñu artean” - “Entre los pinos de los
Landes”), entre otros muchos de la resistencia y el destierro.
Por lo que respecta al género teatral, además de los citados grandes críticos de cada
tradición literaria, los artículos de Torres (1997) y Gómez (2006) focalizan su estudio
dramatúrgico desde los mismo tiempos bélicos, destacando figuras comunes a los poetas
-10-
como Rafael Alberti, Miguel Hernández, Joan Brossa, Lauaxeta o Nemesio Etxaniz y
otras figuras relevantes para el teatro de nuestra temática como por ejemplo Max Aub,
Toribio Alzaga, Josep Gimeno, María Teresa León, Luis Mussot, Luis Pérez de León,
Manu Sota, Artur Suárez, o Estanislao Urruzola. Para tiempos posteriores el propio
Torres (1997) cita Historia del Teatro Español (2003), e igualmente resulta interesante
el artículo de Patricio Urquizu titulado ”El teatro vasco del siglo XX. Del costumbrismo
al simbolismo político”.
Para el conjunto de las literaturas y sus géneros, con una visión más universal,
diversos autores como Bertrand (1974: 200-210), Gallardo (2009) y José-Carlos
Mainer junto con otros autores de la talla de José Mª Martínez, Santos Sanz y Domingo
Yndurain (Rico, volumen 8: 46-53: y 318-352, respectivamente) confirman que la
Guerra Civil Española de 1936-1939 es uno de los eventos que más ha influido en las
letras mundiales de toda la historia y en los tres géneros literarios. Testimonio de ello
nos dan la citada Maryse Bertrand (1982) en general y la profesora Olaziregi
(2008:2/2009:4-5) algo más en particular para las letras vascas, quien además cita los
estudios de Sebastián Faber, que a su vez recogió opiniones de estudiosos que cifraban
hasta en 50.000 los libros que ha generado la Guerra Civil en todo el mundo como tema.
Como veremos en las décadas posteriores aun se desarrolló mucho más nuestra temática
en los tres géneros literarios, y en las diversas lenguas españolas.
Sergi Font en su artículo titulado “L'actitud de quatre escriptors catalans davant la
Guerra Civil (1936-1939). Joan Sales, Pere Calders, Avel·lí Artís-Gener i Marià
Manent”, (Font: 3) aunque comienza señalándonos la falta de estudios importantes
centrados en nuestra temática, destaca dos obras esenciales a tener presentes, una de
María Campillo titulada Escriptors cartalans i compromís antifeixista (1936-1939), que
se trata de un estudio exhaustivo, casi una panorámica general, sobre todos los
escritores e intelectuales catalanes del periodo señalado. Y en segundo lugar también
cita la obra de Andrés Trapiello Las armas y las letras. Literatura y guerra civil (1936-
1939), que analiza de manera detallada la actitud de muchos escritores españoles ante la
Guerra Civil.
Para finalizar este punto tan sólo apuntaremos algunos avances de la crítica sobre
nuestra temática, como los capítulos dedicados a la prosa narrativa castellana del perio-
-11-
do y sobre nuestra temática en el citado compendio de Francisco Rico (1978 y anexos) o
Mª José Olaziregi (2008: 4) donde recogen las aportaciones, también desde el enfoque
de la posmodernidad y de la metaficción historiográfica por lo que respecta a nuestra
temática. Entre los estudiosos extranjeros de nuestra temática Olaziregi (2008) también
cita a Vance R. Hollowy y Robert Spires. o estudios que han analizado la temática de la
Guerra Civil en la literatura de un período concreto, e incluso estudios como los de la
Universidad de Ottawa (2008) sobre su tratamiento en Latinoamérica.
Bien presente, pues, la presencia temática en todos los géneros literarios y culturales
hasta el siglo XXI, nos centraremos en la narrativa, ya que el cuento es un género
narrativo. Todos los críticos citados están de acuerdo en afirmar que la Guerra Civil
supuso un corte muy profundo con las tres tradiciónes narrativas aquí estudiadas, un
antes y un después. Silvia Guarino (2009) dedica todo su artículo a explicar las
consecuencias nefastas que tuvo para las letras castellanas, tanto por la censura, como
por el desastre económico y editorial que provocó. Y para las letras catalanas Josep Mª
Castellet y Lluis Mª Bonet (Castellet y Bonet, 1976: 8-9) vienen a expresarse en el
mismo sentido. Sin embargo todo y las pésimas consecuencias para la narrativa
catalana, como se corrobora en las diversas antologías de historia literaria catalanas,
tanto Martí de Riquer (1980), como Antoni Carbonell (1979), o Joan Fuster (1975),
también trajo algo constructivo, la creación de una temática y un sentimiento de
solidaridad literaria, pues el rechazo al Régimen supuso precisamente un motivo para
contar y novelar, y como nos explica Antoni Carbonell (1979: 448), citando a Joaquim
Molas cuando comenta que la guerra, como fin de lo anterior, acabó también con
aquella crisis de la narrativa catalana anterior, aportando un tema y una motivación
reivindicativa.
De forma esquematizada los grandes críticos de la literatura castellana ((Rico (1978)),
la literatura catalana ((Martí de Riquer (1980), Julia Butiñá (2006),...)) y la literatura
vasca ((Aulestia (2008), Olaziregi (2011)) señalan unas “resistencias” características
ligadas especialmente al hecho de publicar cuentos o novelas sobre nuestra temática, en
castellano, y más díficil aun en catalán o vasco, al estar tan abiertamente comprometida
por la censura franquista:
-Pocos lectores, una casi total ausencia de público que no fueran los propios literatos.
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-Gran analfabetismo respecto a la lengua materna, especialmente por lo que respecta a
las lenguas catalana y vasca, por lo tanto lleva implícito una marginación de las letras
catalanas y vascas así como a su literatura escrita.
-Gran censura y múltiples obstáculos para poder publicar en catalán (igual que en
vasco o gallego), incluso sobre determinados temas en castellano en estas tierras. Sólo
la poesía en muchos casos, pues la veían más inofensiva, como los cuentos folclóricos
poco después.
-Ruptura brusca con la tradición innovadora inmediatamente anterior, con lo que se
produce una regresión a estilos y formatos anacrónicos frente a lo que se hacía en
Europa. Falta de una crítica propiamente dicha para la narrativa en lengua vernácula.
-Un auge del carácter nacionalista y politizado de sus relatos.
Otro rasgo peculiar de la narrativa sobre nuestra temática es el riesgo de
“trivialización” como tanto remarca Rodríguez (2005) en su entrevista a José Carlos
Mainer, quien presenta esta trivialización tanto por ofrecer una visión confusa y sesgada
de este tema literario, donde se da una visión parcialista, como también por posibilitar
una “lectura blanda”, sentimental, y alega como culpables de esta blandura a la
distancia temporal y a la comercialización. Y puede resultar injusta porque se tiende a
estigmatizar al bando vencedor y sus narradores, y menciona para ello a narradores
como Rafael Sánchez Mazas y Rafael García Serrano, pues “aunque los suyos ganaron
la guerra físicamente, en cierto sentido perdieron la guerra literaria” (Rodríguez, 2005:
1). Andrés Trapiello en Las armas y las letras (1994: 235) está de acuerdo con ello, y
asi contrapone a los hermanos Machado, Antonio (republicano) y Manuel (falangista).
La historia literaria reconoce la supremacía de los poemas de Antonio Machado.
También en relación con esta “trivialización”, o confusión temática, nos dice Kortazar
(2008: 4) que en ocasiones también se ha comparado, ho disfrazado, la Guerra Civil en
la narrativa con otros conflictos españoles, e incluso se puede aludir a la Guerra Civil a
través de la metáfora de otras guerras, como la Reconquista o las Guerras Carlistas.
Ciertamente la Guerra Civil, de 1936, tuvo muchas consecuencias diferentes por lo
que respecta a la narrativa: En primer lugar el exilio a otros países de los más
destacados literatos de ideología contraria al franquismo provocando su involución
interior. En segundo lugar, el exilio interior, y de resistencia, por la implantación en el
-13-
territorio español de una cultura oficial muy centralista que destruía las otras identidades
nacionales, unida a unos instrumentos de control de la misma, como la censura y la
prohibición de otras lenguas ibéricas, o el favoritismo literario hacia determinados
escritores, formatos y estilos que favorecieran el status quo del franquismo favoreciendo
toda una literatura “oficial” o subliteratura (o narrativa de escape como la del oeste,
folletines de seriales,,...), que la crítica ha contrapuesto a la literatura más
comprometida con la realidad social y el verdadero quehacer literario (claro en artículos
como los de Martínez Cachero titulado “Novela: los años estériles de la guerra civil”
(Rico, Volumen 7, 799-804), Mainer (Rico, 1979: 46-53); y Joan Fuster (1975) para las
catalanas, como Aulestia (2008) para las vascas, lo detallan pormenorizadamente). En
tercer lugar y en respuesta a todo esto, surge un importante fenómeno, de crítica y
reivindicación social, que simulando seguir los estilos y normas oficiales, en realidad
prefiere derroteros diferentes y más útiles para la reivindicación, la denuncia y la
protesta, ya sea con textos editados por bandos clandestinos desde el interior español, ya
sea por porvenir de publicaciones infiltradas desde el exilio.
A pesar de todas las consecuencias históricas señaladas, se puede constatar una
continuidad temática en la narrativa desde 1936 hasta nuestros días, está se podría
dividir en cuatro grandes momentos: el primero que arranca desde 1936 hasta los años
50 con su tremendismo y su “biografismo”; un segundo que parte de los años 50 hasta
el final de la dictadura con todos su realismo social y renovación de estilos narrativos;
un tercer momento ya posfranquista que nos llevaría casi hasta los años 90 y la
proclamación y reconocimientos de las otras lenguas oficiales españolas; y un último
momento que llega hasta nuestros días con Internet y la ley de la memoria histórica.
-El primero arrancaría desde los mismos momentos bélicos, 1936-39, hasta los años
50, en que la cercanía histórica es evidente en muchos de los autores que vivieron
directamente aquellos momentos, narrados como algo biográfico o tremendista. Desde
el principio ya destacaron tres estilos narrativos en general:
-Un primer estilo en el que destacarían los jóvenes novelistas de ideología
conservadora -muchas veces de clara afiliación política falangista- como en Luis Santa
María con Tras el águila del César (1939) y Francisco de Cossío con Manolo (1937).
-Un segundo en el que junto a la narrativa de los vencedores mayoritariamente de esti-
-14-
lo costumbrista, hay otra corriente, denominada “neorromántica” o “estetizante”, que se
nutre de los rescoldos del modernismo, de la experimentación novelesca unamuniana,
del preciosismo valleinclanesco y del desenfado espíritu narrativo de las décadas
anteriores. En la vertiente más estimulante de este esteticismo se encuentran las
narraciones por ejemplo como la de Katia Landau con Los verdugos de la revolución
española (1938); Eduardo Zamacois, El asedio de Madrid (1938); y otras de Tomás
Norrás o Julio Camba. En estos casos la temática del conflicto bélico de la Guerra Civil
Española no era el central, pero sí las ambientaba.
-Y un tercer estilo que recurrió al más venerado realismo decimonónico, aunque
adaptándolo a la nueva temática comprometida, en este caso más centrada en las
consecuencias de la Guerra Civil. En esta corriente se podrían situar autores y relatos
castellanos como los de Manuel Chaves con El maestro Juan Martínez que estaba allí
(1937) y A sangre y a fuego, bestias y mártires de España (Santiago de Chile, 1937);
Arturo Barea en Valor y miedo (1938); Antonio Sánchez Barbudo con Entre dos fuegos.
Narraciones (1937-1938) (1938); Concha Espina “Retirada” (1937); Camilo José Cela
con las historias de Pisando la dudosa luz del día (1938); José Herrera con Puentes de
sangre (1938); Vicente Salas con Diario de un soldado (1938) y Las primeras jornadas
y otras narraciones en la guerra española (1940); Rafael García Serrano con Eugenio o
la proclamación de la primavera (1938); Mª Teresa León con Cuentos de la España
actual (1936) y Una estrella roja (1937).
Igualmente en las letras catalanas figuran aquí autores sobre nuestra temática como
Mercè Rodoreda con Les nits blaves (1938) y “Els carrers blaus” (1937); Samuel Ros,
Meses de esperanza y lentejas (1939); Cèsar-August Jordana en Flames de juliol
(1938); Pere Calders con La cèl·lula (1938) y Unitats de xoc (1938).
En la narrativa en euskera tenemos relatos del momento como por ejemplo Uztaro
(1937) de Tomás Aguirre o “El fusil del abuelo” de Lauaxeta.
En cuanto a la periodización de la narrativa de posguerra en general, en España,
seguimos la realizada por José Mª Martínez Cachero et alii (Rico, 1980, vol. 8: 318-
362) complementada por críticos e historiadores de las otras lenguas literarias. De la
época inmediata de posguerra, en que fue más dura la censura franquista, la década de
los cuarenta, la narrativa fluctúa entre el tremendismo y el relato con apariencia auto-
-15-
biográfica o de dietario. En los primeros años ya destacan narradores como: Max Aub,
No son cuentos (1944); Camilo José Cela, Pabellón de reposo (1943); Benjamín Jarnés,
Su línea de fuego (1938); Arturo Barea en La forja de un rebelde (1941-1944);
Francisco Ayala con La cabeza del cordero (1949); Azorín en Memorias inmemoriales
(1946); Julián Zugazagoitia con su Historia de la guerra de España (1940); Carmen
Laforet, Nada (1945); Benjamín Jarnés Cartas al Ebro (1940); Francisco Ayala con La
cabeza del cordero (1949); Ana Mª Matute en Los Abel (1948); Gonzalo Torrente
Ballester, Javier Mariño (1943); Rafael Pérez y Pérez con Dos españas (1940) y Sexta
bandera (1940); Miguel Delibes en La sombra del ciprés es alargada (1947); Rafael
García Serrano, La fiel infantería (1943). En las letras catalanas, siguiendo
principalmente a de Riquer (1980) y Campillo (2010), tenemos autores como: Francesc
Trabal con Temperatura (1942); Miquel Llor, El somriure dels sants (1947); Avel·lí
Astís-Gener, 566 Brigada Mixta (1945). Por lo que respecta a las letras vascas puede
afirmarse, siguiendo sobre todo a Olaziregi (2009) y a Zuloaga (2005), que la
producción literaria posterior a los acontecimientos bélicos se orientó en sus primeras
manifestaciones a contrarrestar la mentira propagandística franquista y a reivindicar la
dignidad de la causa nacionalista, pero, en segundo término, a subrayar la paradoja de
que por causas religiosas se castigó a una población cuyo catolicismo era proverbial.
Muchos de estos escritores de la posguerra vivieron escindidos por lealtades
incompatibles a la patria humillada y a la jerarquía eclesiástica victoriosa a la que
debían obediencia. Destacan autores como: Jon Andoni Bizia garratza da (“La vida es
amarga”, 1950) y Joañixio (1946); y José Eizaguirre Ekaitzpean (1948).
A todo ello hay que añadir toda una narrativa de nuestra temática para público infantil
o juvenil como bien estudian los profesores Olizaregi (2008: 4-5), Cerrillo (2011: 3-4) y
Gräfin ( 2011: 28-30), se ha hecho todo un análisis de la literatura de aquella época y se
pueden citar algunos ejemplos como José Baixauli (“El imperio de los enanitos”, 1937)
y Barberán Castrillo (“!Arriba España¡”, 1938).
Por lo que respecta concretamente al cuento de este primer momento, caben destacar
en primer lugar las adaptaciones de cuentos populares como los de Antoniorrobles (web
de Piscolabis-librorum, 2012), por ejemplo “Caperucita encarnada” o “Patito feo”,
cuyos personajes son defensores de los ideales políticos que defienden su bando, falan-
-16-
gistas (el primero), republicano (el segundo) o en el caso catalán se destaca aquí el
articulo de Silvia Marimón (2011) que igualmente cita “Caputxeta blava” y “En Polzet”.
Por su parte, entre otros, las profesoras Talavera (2010:4-5) para los castellanos y
Campillo (2011; 257-268) para los catalanes, quienes nos señalan que a pesar de la
depresión y su crisis literaria ya señalados, y que bien describe también Mata
(2009:309-318), el cuento resurge en los años 40 con muchos de los autores recogidos
en la antología de Martínez de Pisón (2009) como por ejemplo autores castellanos como
Max Aub con “El cojo”, Francisco Ayala con “El Tajo”, Arturo Barea con “El sargento
Ángel”, Mn. Chaves Nogales con ”!Masacre, masacre¡”, Mª Teresa León con “Morirás
lejos”, Edgar Neville con “Las muchachas de Brunete” o entre los catalanes autores
como Pere Calders con “Les mines de Terol”, C. A. Jordana con “Pa francés” y Mercè
Rodoreda con “Els carrers blaus”.
-Un segundo momento comienza con el fin del tremendismo con la “Generación del
medio siglo” como la llama Martínez et alii (Rico, 1980: 331), y también claramente
delimita de la etapa anterior Ramón Bucley, Gonzalo Sobejano et alii (Rico, 1980, vol.
8: 410-411) y se sitúa en pleno auge del realismo social, hay un resurgimiento para las
letras castellanas en todo el territorio español, imponiéndose sobre las otras lenguas
literarias. Ahora ya no se trata tan sólo de evadirse o de rememorar los hechos de la
guerra, aunque siguen siendo citados y se tienen bien presentes, sino de describir
situaciones sociales tanto lejanas al “tremendismo” como a las ideologías contrarias al
Régimen. Muchos autores en lengua castellana trataron más bien indirectamente nuestra
temática como por ejemplo: Camilo José Cela, La colmena (1951); Rafael Sánchez
Mazas, La vida nueva de Pedrito de Andía (1951); María Teresa León, Juego limpio
(1959); Ana Mª Matute, Los hijos muertos (1958) y Primera memoria, (1959); Ramón
J. Sender, Réquiem por un campesino español (1953).
Dentro de la narrativa catalana nos encontramos una corriente más o menos
existencialista, que también respecto a nuestra temática evoluciona según dos líneas. La
primera se movía según el modelo de la novela psicológica católica como Miquel Llor, y
Xavier Benguerel. Por otro lado, tenemos la novela psicológica agnóstica, en la que
destacan autores sobre nuestra temática como María Aurèlia Capmany en Necessitem
morir (1952), Josep Maria Espinàs en Combat de nit (1959), y el valenciano Miquel Ad-
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lert con I la pau (1953) y la novela corta El calze a la sendera, (1953). Entre los autores
de nuestra temática destacan Salvador Espriu y Pere Calders cuyas obras florecerán mejor
en la próxima década. Quizá la obra de nuestra temática más representativa sea la de
Joan Sales, Incerta glòria (1956), pues como la mayoría de los críticos señala ((Xavier
Pla (2003), Mª Campillo (2010), Martí de Riquer (1980), Joan Triadú (1982)) fue el
inicio del fin del mutismo peninsular de los literatos catalanes sobre nuestro tema, otros
autores, pues, empiezan a destacar en nuestra temática como; Blai Bonet, El mar, (1956)
y Pere Calders, Unitats de xoc (1954).
Como también señalan para las letras vascas expertos como Gorka Aulestia (2008),
Eneko Zuloaga (2005) y Mª José Olaziregi (2009), los nuevos narradores de la Guerra
Civil y sus consecuencias, también pretendían que la literatura sirviera de crítica social
y de revulsivo político.
La crítica literaria señala que a lo largo de la década de los sesenta por fin se
culmina el proceso renovador de nuestra narrativa, se fue superando el tradicionalismo
realista anterior, resurgiendo la “narrativa experimental” y la “estructural”. Modelo de
ello fue la obra de Luis Martín Santos, Tiempo de silencio (1962). Los críticos nos
señalan como testimonio de ello las novelas de José Mª Gironella y su trilogía sobre la
Guerra Civil (Los cipreses creen en Dios, Un millón de muertos y Ha estallado la paz).
En estos momentos de posguerra, varias décadas tras su final, las tres tradiciones
literarias, castellana, catalana y vasca, parecen tener en común una nueva forma de
expresar y presentar sus relatos, en ellos tratan de acercarse a su público y reflejan la
situación pobre y de opresión en la que viven sus personajes, generalmente no heroicos,
a veces situados en ámbitos o lugares anónimos o imaginarios, pero siempre críticos,
directa o indirectamente con el régimen franquista. Con todo, la crítica en general, tanto
castellana (( Rico (1979), Santos Sanz (2009), Gallardo (2009)) como catalana ((de
Riquer (1980), Carbonell (1979)), como en vasco ((Aulestia (2008), Zuloaga (2005) y
Olaziregi (2009)) corroboran todo ello.
Igualmente para las letras en vasco Olaziregi (2011) nos dice que será en esta época,
a partir de los 60, cuando surge el cuento en vasco, de manos de autores como Gabriel
Aresti y Ramón Saizarbitoria. Algunas obras representativas de nuestra temática serían
Laztantxu eta Betargi (1957), de Sebero Altube y Neronek tirako nizkin (1964) de Se-
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bastián Salaberria. Como han precisado estudiosas como Ana Toledo (citada por
Olaziregi (2009)) y Kortazar (2008), hay diferencias en el tono y objetivo de esta
narrativa frente a la de épocas anteriores y posteriores. Ya que hay que distinguir entre
narraciones de autores que vivieron la guerra (1ª generación) y los que no (2ª
generación). Por cuanto la primera buscan denunciar claramente las atrocidades
cometidas por el bando de los nacionales, mientras que las otras pretenden dar un
testimonio de la mano de un combatiente en el frente. A todo ello añadir también los
aires renovadores del mundo editorial vasco en esta década, surgiendo editoriales como
Gordailu (1969) o Lur (1970).
En las letras catalanas nos dicen los críticos y especialmente Fidel Alonso en su
artículo “Aproximación a la nueva narrativa catalana” que si en castellano la
renovacion narrativa de los años 60 se inicia en 1962 con Tiempo de silencio de Luis
Martin Santos, en catalán será Terenci Moix (Barcelona, 1942) el autor del cambio.
Martín de Riquer (1980) y Mª Campillo (2008) igualmente destacan varios narradores
centrados en el conflicto bélico de nuestra temática: Baltasar Porcel, Sol negre (1961),
La lluna i el Calallamp (1963), Els escorpins (1965); Gabriel Janer con obras como
L'abisme (1969); Blai Bonet con Judes i la primavera (1963) y muchos otros que a su
vez también imitaban y desarrollaban “subliteratura”, o literatura de evasión. Ahora
raramente los momentos bélicos son centrales, la preocupación de los temas sociales y
los nuevos formatos son los preferidos.
Por lo que respecta concretamente al cuento, siguiendo las indicaciones de Martínez
de Pisón (2009: 483-492) para formar su antología y el criterio de otros estudiosos
como Talavera (2010: 5), se puede decir que sigue en auge gracias a que aparecen
nuevas publicaciones y premios como “Sésamo”, “Café Gijón” y “Leopoldo Alas” que
facilitarían también el surgimiento de diversas antologías de relatos tanto sobre la
Guerra Civil como sobre sus consecuencias sociales, algunas de las más relevantes son
las de: Max Aub, Cuentos ciertos (1955); Miguel Delibes, Viejas historias de Castilla la
Vieja (1964); Jesús Fernández Santos, La cabeza rapada (1958); Juan García Hortelano,
Gente de Madrid (1967); Francisco García Pavón, Los liberales (1965); y Ana Mª
Matute, el arrepentido (1961); entre los catalanes destaca de Mercè Rodoreda, Vint-i-
dos contes (1958); y entre los vascos Martín Ugalde, Itzarailtza (1961).
-19-
-A partir de la década de los 70 en los albores del fin del franquismo y el inicio de la
democracia se inicia el tercer momento señalado. Como bien señalan Martínez Cachero
(Rico, vol. 8: 490-500), Gonzalo Sobejano (Rico, vols. 8: 500-508) y Dario Villanueva (
Rico, vol. 9: 285-305) realmente estamos ante una nueva etapa de nuestra narrativa.
Tanto la narrativa castellana, como la catalana y la vasca verán aumentar su producción
en nuestra temática, gracias a los nuevos aires de apertura interna y externa que
aportaron nuevas editoriales, premios y revistas. Esto se manifiesta básicamente en la
mayor producción de novelas y cuentos, pero también porque se propician las
traducciones de textos del catalán, vasco y gallego al castellano y viceversa, si bien
constituyen indicios de vitalidad, no facilitan el establecimiento de unas líneas
dominantes. La temática de la Guerra Civil o de crítica social típica de la posguerra
sigue siendo una más, pero ahora empieza a resurgir con nuevos aires más acordes con
los diferentes nacionalismos. Ya no se busca la experimentación, el lenguaje se vuelve
más directo, el interés por la memoria de lo que ocurrió y lo que podría haber sido se va
volviendo más patente en la narrativa. En cuanto a nuestra temática destacan en las
letras castellanas autores como: Jesús Fernández Santos, Las catedrales, (1970);
Francisco García Pavón, Los nacionales (1977); Rafael Ballester, La batalla del Ebro
(1974); y María Teresa León, Una estrella roja (1979).
Otro tanto se podría decir de la narrativa catalana a tenor de lo que explican los
expertos como Julia Butiñá (2006, volumen 3) y Martí de Riquer (1980). Antoni
Carbonell (1978: 510-511) recoge un artículo de Joan Fuster, en que explica la
revitalización de las letras catalanas a partir de estas fechas, aun reconociendo que
todavía no es “normal”, y no lo es porque el sentido de “generación” ahora se había
perdido, la temática de la Guerra Civil ya no era suficiente para el sentimiento de grupo,
ni para la solidaridad literaria. Y aunque la Guerra Civil y sus secuelas están presentes
en algunas de esas novelas castellanas y catalanas, ésta temática vive ahora junto a otras
modas literarias. Entre las obras y autores más representativos, en nuestra temática,
Carbonell (1979) y Martí de Riquer (1980) citan autores como: Marià Manent El vel de
Maia: dietari de la guerra civil (1936-1939) (1975); Joan Sales con Cartes a Màrius
Torres (1976); Pere Calders con relatos como Antaviana (1979); Antoni-Lluc Ferrer con
Dies d'ira a la illa (1978); Teresa Pàmies con relatos como Quan èrem capitans (1974);
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Miguel Ángel Riera con Morir quan cal (1973); y Gabriel Janer con Els alicorns
(1972).
En la década de los 80, parece que con la joven democracia y el reconocimiento legal
de las otras lenguas nacionales la modernización llegó al país, y la temática de la Guerra
Civil en la literatura se fuera convirtiendo en un tema emergente. Y así en las letras
castellanas ((siguiendo a los grandes críticos Francisco Rico (1979), G.G. Brown
(1986), y Epicteto Díaz (2002) entre otros)), destacan novelistas sobre nuestra temática
como: Andrés Trapiello, La tinta simpática (1988); Mercedes Neuschäfer, La acera rota
(1986); Juan Eduardo Zúñiga, Largo noviembre en Madrid (1980); Miguel Delibes,
377A, madera de héroe (1987); Fernando Quiñones, Viento Sur (1987); Luis López
Anglada, Los cuentos del coronel (1981). Otro tanto se podría decir de la literatura
catalana al respecto de la temática de nuestro trabajo, siguiendo siempre a grandes
críticos literarios como Martí de Riquer (1980) y Julia Butiñá (2006), estos críticos
destacan autores que tratan nuestra temática como Mercé Rodoreda con Quanta, quanta
guerra (1980); Antoni Serra con Més enllà del Mur (1987) y Carrer de l'Argenteria, 36
(1988); Antoni-Lluc Ferrer con obras como Adéu, turons, adéu (1982); y Miquel Ferrrà
Martorell con El misteri del Cant Z-506 (1985). Todo esto se ve favorecido por el
incremento de revistas y premios que favorecieron este renacimiento literario en lenguas
vernáculas. Y respecto a las letras en vasco, siguiendo a la profesora Olaziregi (2011), a
los factores socio-políticos habría también que añadir la irrupción en el panorama
literario vasco de la banda “Pott”, grupo literario y artístico formado por Bernardo
Atxaga, Joseba Sarrionandia, Joxemari Iturralde, Ruper Ordarika, Manu Erzilla y Jon
Juaresti. En la novela aun destacan figuras del periodo bélico como Eusebio Erkiaga y
su novela Jaioko dira (“Nacerán”, 1984) y otras como Poliedroaren hostoak (1982,
“Las hojas del poliedro”) de Joan Mari Irigoien y Euzkadi merezi zuten (1984,
“Merecieron un país llamado Euzkadi”) de Koldo Izagirre. También Olaziregi (2009: 9)
cita algunas narraciones de nuestra temática que tienen un carácter más autobiográfico
como Zigorpean (1985, “Bajo castigo”) y Espetxeko negarrak (1984, “Los llantos de la
cárcel”) de Xalbador Zapirain Ataño; Bizitzaren joanean (1986, “Pasa la vida”) de
Balendin Enbeita; Oroi-txinpartak (1988, “Recuerdos chispeantes”) de Santiago
Onaindia; y Neure lau urteko ibilllerak (1989, “Mis andanzas durante cuatro años”) de
-21-
Jose Mari Etxaburu.
Del cuento, en este tercer momento, nos dice Mª José Talavera (2010: 5) que: “La
Guerra Civil en general era vista desde la perspectiva del personaje”, y con ello
también la forma de narrar, y así por lo que respecta a nuestra temática los cuentos se
hacen más personales, más íntimos, los personajes, dan su punto de vista, como sienten
los acontecimientos. Destacan autores nuevos como Javier García Sánchez, Antonio
Muñoz Molina e Ignacio Martínez Pisón entre otros. Destacan autores y antologías
castellanas como las de Ramiro Pinilla en Primeras historias de la guerra interminable
(1977), Jorge Campos en Cuentos sobre Alicante y Albatera (1983) y Francisco Ayala
en La cabeza del cordero (1978) y entre los catalanes merece citarse la compilación de
Mª Campillo, Contes de guerra y revolució (1982). Por lo que respecta a las letras
vascas La década de los ochenta fue la más próspera hasta el punto que será en opinión
de la profesora Olaziregi (2011) la década que marco el punto de inflexión en la
evolución del cuento moderno vasco, Precisamente de entre sus componentes destacan
dos antologías de cuentos como son la de Bernardo Atxaga Obabakoak, que obtuvo el
primer Premio Nacional de Narrativa y la de Joseba Sarrionandia Narrazioak. En esta
étapa la cuentística vasca también ha hecho suyo el objetivo de relatar o deconstruir
eventos históricos o políticos desde un prisma que huye de la mitificación o del
planteamiento maniqueo.
-A partir de la década de los noventa comienza el cuarto momento general de nuestra
narrativa nacional, con la consolidación y reconocimiento de las diversas
normalizaciones lingüísticas, con los avances de la informática y su divulgación por
internet, las nuevas editoriales, así como por leyes sobre la recuperación de la memoria
histórica (como la ya citada al inicio del presente TFM), se puede entender la
recuperación temática en los nuevos modelos narrativos de castellanos, catalanes y en
vasco. Siempre siguiendo a los críticos antecitados, la novela de nuestra temática está en
auge, aunque no el cuento. La literatura actual se centra, en lo que a nuestra temática
corresponde, en su mayor parte, en el mismo bando de siempre, el de los vencidos
(aunque vencedores literarios), y ensalza los ideales que enarbolaron convirtiéndolos en
mártires, denuncian a través de sus relatos el horror la guerra y la tiranía por causa de
nuestro conflicto bélico. Así pues, contrastando con algunas décadas anteriores, ahora se
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aprecia un gran resurgir narrativo sobre nuestra temática y destacan narradores en
castellano como por ejemplo: Manuel Talens, Venganzas (1994); Francisco Umbral, La
leyenda del césar visionario (1992) y La década roja (1993); Rafael Chirbes, La larga
marcha (1996); Juan Antonio Olmedo, El balcón de Azaña (2000); Juan Eslava, Una
historia de la guerra civil que no va a gustar a nadie (2009); Antonio Muñoz Molina,
La noche de los tiempos (2009); J. Cercas, Soldados de Salamina (2001); Fernando
Marías, Cielo abajo (2005); Tomas Segovia, Otro invierno (2001); Dulce Chacón, La
voz dormida (2002); Juan Eduardo Zúñiga, Capital de la gloria (2003); María Dueñas,
El tiempo entre costuras (2009); Vicente Muñoz Puelles, La Perrona (2006); Ramiro
Pinilla, Verdes valles (2004), Colinas rojas (2005) y La higuera (2006); Ignacio M. de
Pisón, Partes de Guerra (2009); Jose Mª Gironella, Un millón de muertos (2005) y Ha
estallado la paz (2005); Manuel Sánchez Sepúlveda, Memorias de un guardia de la
República (2005); José Luis Ibáñez con También mueren ángeles en primavera (2009);
Almudena Grandes, El corazón helado (2009); y Andrés Trapiello, Días y noches
(2000), La noche de los Cuatro Caminos (2001) y Ayer no más (2012).
En las últimas décadas podríamos decir, siguiendo a Aulestia (2008) y Olaziregi
(2008, 2009, 2011), que también en la literatura en vasco, la Guerra Civil ha sido el
conflicto bélico que más discurso memorístico ha generado de los últimos 30 años, y
que tras algunas novelas publicadas en la década de los 80, fue a partir de los 90
cuando también se dio un claro incremento de novelas que abordaban la recuperación de
la memoria histórica de la Guerra Civil. Este incremento ha impulsado que también la
crítica académica vasca haya abordado la diversidad tipológica de novelas vascas
erigidas en torno a la Guerra Civil y, en este sentido, junto a estudios, como por ejemplo
los de Gorka Aulestia (2008), quien en su Erbesteko euskal literaturaren antologia
(1992, “Antología de la literatura vasca de exilio”) y Estigmatizados por la Guerra
(2008) ha emprendido el estudio de la literatura vasca creada en el exilio, entre otros
estudios más recientes, como el monográfico de la revista “Euskera” (2009) de la Real
Academia de la Lengua Vasca-Euskaltzaindia, “Gerra zibila eta euskal
literatura”(“Guerra Civil y literatura vasca”), que también han abordado el análisis del
tema desde enfoques diversos, tratando de reseñar la evolución de la novela vasca en
torno a la Guerra Civil. Siguiendo los testimonios de Olaziregi especialmente su artícu-
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lo “Narrativa vasca del siglo XX: una narrativa con futuro” (sacado de la web
“www.basqueliterature.com”), también podríamos decir que el tratamiento temático de
nuestro conflicto bélico se ha “trivializado” frente a otros problemas más coetáneos,
confundiéndose con conflictos más nuevos como el de ETA. La profesora Olaziregi
(2009: 12) nos da un listado de narradores contemporáneos vascos que han tratado el
tema de la guerra Civil, por ejemplo: Jose Agustin Arrieta, La sobremesa del 15 de
agosto (1994); Jose L. Zabala Agur Euskadi (2000); Bernardo Atxaga en Soinujolearen
semea (2003, “El hijo del acordeonista”); Koldo Izaguirre, Euzkadi merezi zuten
(1995); Inazio Mujika, Azukrea belazeetan (“Azúcar en los prados”, 2006), Sagarrak
Euzkadin (“Manzanas en Euzkadi” (2007); Edorta Jiménez, El ultimo fusil (1994) y El
canto de los grillos (2007); Martín Ugalde, Historia de un regreso (1995); Jokin Muñoz,
El camino de la oca (2008),..etc., y también destacan, por ejemplo las ultimas obras de
Martín Ugalde, Pedrotxo (1994) y Erretiradako trena (“El tren de retirada”, 1997) y el
especialmente prolífico Ramon Saizarbirtoria con obras que también tienen de fondo la
Guerra Civil como Hamaika Pauso (“Los pasos incontables”, 1995), Bihoz bi, Gerrako
Kronikak (“Crónica del amor y de la guerra”, 1996) y Gorde nazazu lurpean
(“Guárdame bajo tierra”, 2000); Gerla urte guzur urte (1993, “Año de guerra año de
mentiras”) de Fermín Irigarai; la Trilogia de los muertos (1999-2004) y Golgota (2008)
de Xabier Montoia; Bizi naiak lege zorrotzak (1995, ”La tragedia de las ganas de
vivir”) de Agustín Zinkunegi; y Nire denboraldiko ibilerak (2000, “Las andanzas de mi
época”) de Iñaki Isasmendi.
Ciertamente también ha resurgido el tema en las letras catalanas de las dos últimas
décadas, como bien se puede apreciar en la narrativa. Como testimonio de este resurgír
temático destacan autores como: Jordi Sierra i Fabra, Quatre dies de gener, Set dies de
Juliol (2010); Miquel Ferrà Martorell con 10 llegendes de la guerra civil (2001); Antoni
Baulenas con El fil de plata (1998) y Per un sac d'ossos (2004); Miquel Rayó, El camí
del far (1992); Antoni Vidal, Les llunes i els calàpets (1994); Gabriel Janer, Estàtues
sobre el mar (2000); Llore Femenies, Cròniques malastres (1999) i Judes blau (2001);
Eloi Vila y su novela Cartes des del front (2012); y sobre todo el prolífico en nuestra
temática Miquel López Crespí en Històries de desencís (1995), Núria i la glòria dels
vençuts (2000), Estiu de foc (1997), Dietari d'una miliciana (1997), Els crepuscles més
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pàl·lids (2009) y Gardènies en la nit (2009).
Por lo que respecta concretamente al cuento a partir precisamente de la década de los
90 confirma la profesora Talavera (2010: 5) que vuelve a decaer la producción
cuentística. Los concursos literarios vuelven, y aunque en un principio potencian el
género, a la larga lo perjudican, perdiendo su valor testimonial y de denuncia. Aunque
surgen numerosos autores, la mayoría son efímeros. Ante esta situación, sólo premios de
calidad como el “Gabriel Miro”, el “Hucha de Oro”, el “Miguel Delibes” y el “Antonio
Machado”, siguen contribuyendo realmente a la creación y difusión del género. Destaca
aquí evidentemente la compilación de cuentos escogida como muestra representativa
publicada por Antonio Martínez de Pisón (2009) donde merece apuntarse los cuentos de
estos momentos como: Antonio Pereira “El hombre de la casa” (1994), Manuel Rivas
“La lengua de las mariposas” (1996), Manuel Talens “Jesús Galarraza” (1994), Andrés
Trapiello “La seda rota” (2006), , Juan Eduardo Zúñiga “Los deseos, la noche” y
“Ruinas, el trayecto: Guerda Taro” (2003) y también el vasco de Bernardo Atxaga “El
primer americano de Obaba” (2003) . Por su parte para las letras catalanas también
merece ser citado Francesc Garreta y su Antologia de cuento catalán (2010), el volumen
contiene 15 relatos de autores catalanes, escritos entre 1936 y 2010 y contienen así
textos de los cuentistas más reconocidos de las letras catalanas: Mercè Rodoreda,
Salvador Espriu, Pere Calders, Joan Perucho, Jesús Moncada, Carme Riera, María
Barbal, Quim Monzó, Teresa Pàmies, Albert Sánchez Piñol, Vicenç Pagès, Miquel
Baixauli y Lluis Ferran de Pol. También merece citarse por su inmediatez el cuento
infantil catalán de Josep M. López titulado “La Laura i el Joan investiguen la guerra”
(2012). Para las letras vascas Otamendi (1996) nos dice que a partir de los noventa
muchas revistas desaparecen, pero la continuidad temática en el cuento continúa, así
tenemos que de la producción de este periodo merece mención expresa el último libro
de cuentos de Martin Ugalde, Bihotza golkoan (“Con el corazon en un puño”). Se
publican también Kristalezko bularrak (“Pechos de cristal”) de Pablo Sastre y de
Xabier Montoia con colecciones de cuentos sobre nuestra temática como Gasteizko
hondartzak (1997, “las playas de Gasteiz”), adscribibles, en cierto modo, a una
narrativa apegada a la más cruda realidad socio-histórica de nuestro conflicto, no
siempre exenta de humor.
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3- PARTE PRÁCTICA
Teniendo bien presente, pues, el contexto histórico y literario, en el cual germina y se
desarrolla el cuento de nuestra temática, prestaremos especial atención a su hermana
mayor la narrativa con la que comparte formatos y enfoques de nuestra temática. Como
ya he mencionado, la muestra representativa elegida es la publicada por Antonio
Martínez de Pisón (2009), titulada Partes de guerra, y durante toda esta parte práctica
las páginas citadas de los cuentos se referirán a dicha antología, tal cual es citada en la
bibliografía final (a menos que se cite explicitamente a otro autor en cuestiones más
teóricas). Tras su lectura detenida se han escogido cuatro relatos emblemáticos, en
paralelo con los cuatro grandes momentos de la narrativa, y con autores representativos
de las tres tradiciones literarias, catalana, castellana y en vasco. Se ha realizado el
comentario de texto centrándome sobre todo, teniendo bien presente el segundo
objetivo, en los personajes militares y sus relaciones entre ellos y otros elementos del
contexto. Además con el fin de dar más validez y corroborar lo que se ha ido analizando
en los relatos también se presentan algunos artículos y materiales sobre sus autores,
personajes y obras.
A)PERE CALDERS, “ LES MINES DE TEROL ” (1938).
Como introducción diremos que Pere Calders (1912-1994) es uno de los clásicos del
relato breve en lengua catalana. En 1937 ingresó como voluntario en el ejército
republicano y fue destinado como cartógrafo a la zona de Teruel. De aquellas
experiencias surgió la inspiración de nuestro cuento que fue publicado por primera vez
en la revista ”Amic” en marzo de 1938. De ese año es también Unitats de xoc, un libro
muy personal al estilo de los dietarios sobre la Guerra Civil que como vimos era
frecuente en esta época. En cuanto terminó el conflicto, Calders tuvo que exiliarse a
México, de donde volvería en 1962 para instalarse definitivamente en Cataluña.
De nuestro cuento la profesora Gregori (2006: 96-98) nos comenta que es de los que
más en consonancia están con su gran novela Unitats de xoc y que con otros cuentos
suyos como “La noblesa del Gran Joc” y “La clara consciència”, pues, fueron ya
publicados en plena contienda, en cambio otros, también sobre nuestra temática como
“Fet d'armes” y “Tot queda en casa” son posteriores y por ello también sus estilos
narrativos son diferentes. En estos últimos la imprecisión espacio-temporal de la historia
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es mucho mayor y así “Fet d'armes” comienza con el vago “Un dia, fent guerra” o
remetirnos a combates imaginarios “com la guerra del noranta-sis” en “Tot queda en
casa”. En cambio en nuestro cuento vemos que nos sitúa en Teruel: “En estos últimos
días” (finales de 1937-38), y especificamente “en la Galiana, en el sector de Villastar”.
También las descripciones de la ciudad de Teruel, con las ruinas del seminario, la plaza
del Torico, el café Salduba son testimoniles de los efectos devastadores de la guerra y
sus ametralladoras. Sin embargo la misma autora nos dice que las exigencias realistas y
del testimonio, no supusieron para el autor un cambio radical en sus procedimientos
habituales (como se aprecia en otros relatos del momento de distinta temáticas).
La odisea del personaje y los suyos, en Teruel, podría dividirse en cinco etapas:
1- Planteamiento (pp. 335-339). El inicio de la acción del relato comienza caminando
por las ruinas del seminario, conversando sobre las dos brigadas de choque que han
llegado a Teruel hasta que atraviesan, en plena noche, la plaza del Torico de la misma
ciudad, y llegan al café Salduba, donde encuentran otra brigada, quienes les animan a
inspeccionar las minas subterráneas de la ciudad.
2 – Desarrollo y descenso (pp.340-344). Así pues, a la noche siguiente, a través de las
ruinas de una casa de dicha plaza, atraviesan una pescadería, y su brigada, tras derribar
un portón gris, descienden por las galerías discretamente, encienden un par de cirios e
inician el rastreo de las minas subterráneas de la ciudad a la caza de fascistas. Llegan a
una puerta con un hueso colgando y un aviso de humor macabro amenazante, no entran
(página 342). Más de una vez deben rehacer el camino, por confusión o por miedo a ser
descubiertos. Aunque están solos, y entre tinieblas misteriosas.
3 – Zona de transición (p. 343). “Ahora la mina desciende” (página 343), caminan
entre agua hedionda y el retumbar de explosiones, y cada vez se escuchan más voces.
De repente el silencio más profundo, temen haber sido descubiertos y ser emboscados.
Apagan los cirios.
4 – Ascensión (p. 344). Salen al exterior, aun con noche fría, se encuentras a las
afueras, en la estación de trenes de Teruel, también en ruinas, rápidamente se ocultan
tras un recodo para evitar la posible emboscada, pero un “potente reflector” los deja
paralizados con su advertencia. Uno de los suyos, un madrileño, intenta sorprenderlos
con una bomba, pero los otros les llaman “fascistas”, se deshace la confusión y se reu-
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nen con los otros milicianos, que ya habían cazado a los fascistas.
5 – Desenlace (pp. 344-345). Y finalmente deben marcharse de allí para evitar las
represalias de su oficial. Emprenden la subida de regreso a la ciudad, un tanto
desengañados y mustios. Un periplo de ida y vuelta a la ciudad sin triunfos ni medallas.
De forma esquemática la odisea quedaría así: 1ª noche: Ruinas seminario → Plaza
Torico y café Salduba → 2ª noche (p. 340ss): casa ruinas y pescadería, inicio del
descenso a las minas y diversas peripecias → Salida al exterior en la estación de trenes
y equívoco ataque de otra brigada de los suyos → Regreso a la ciudad un tanto mustios
y desengañados. Siempre de noche.
Otro punto a considerar es el papel de los personajes, lo cual también está
relacionado con el formato de nuestro cuento. Respecto al formato podemos afirmar con
la profesora Gregori (2006: 99-100) que tanto en Unitats de xoc , como en “Les mines
de Terol” se toma el formato del diario de campaña propio del momento. La profesora
Gregori (2006: 100) también nos comenta que en la producción calderesiana de estos
momentos, al incorporar la guerra a la historia narrada, lo hace más como un escenario
que como centro de la narración, pues la crónica fidedigna de la realidad no se ajusta a
la concepción literaria de Calders, de hecho los nombres propios históricos de
personajes brillan por su ausencia, así como las fechas o eventos históricos del
momento. Excepto un tal “Josep” (página 336) todos los demás son anónimos. Además
otra peculiaridad de los relatos de nuestra temática de Calders es diluir el yo individual
en la primera persona del plural, conformada por el yo narrador y los compañeros con
los que comparte la experiencia, como una manifestación colectiva del soldado catalán.
De ahí el constante uso de la 1ª persona del plural desde el principio: “nos gusta
pasear”, “vamos por las ruinas”, “es algo que nos apasiona”...etc. (p. 335) o de la tercera
del plural para personajes ajenos: “Los de las brigadas móviles”, “los hay que se quejan
siempre”, “son dinamiteros”,...etc. (p. 335-6) y especialmente intenso es cuando se
refiere a los falangistas o fascitas, máximamente anónimos, como “los otros” (p. 342).
De entre los personajes de la acción del relato destacan:
-El “yo” autodiegético (Villanueva, 1992: 182), o yo-narrador que participa de la
acción del relato, está claramente diluido en el nosotros, la brigada de carabineros (la
87) a la que pertenece. No se presenta como un héroe, pero sí como valiente y prudente,
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controlando lo que hacen los otros, a través de muy cortos y escasos diálogos y el
monólogo narrativo constante, especialmente al impetuoso “madrileño”, al que, al igual
que a los personajes de su bando, trata siempre con respeto y con un lenguaje llano, sin
insultos,ni palabras de su jerga o barriobajeras.
-El único del grupo, que tiene cierta individualidad, es precisamente el madrileño de
unos quince años que se ha hinchado a confitura (página 338) quien cuenta su anécdota
con otro chaval buscando conejos y que aporta los cirios (p. 340) y les guía en las
galerías, y está a punto de lanzar una bomba en las galerías (P. 342) y a sus equívocos
aliados del exterior de ellas (p. 344).
-Externamente a los suyos, estan dos grupos militares aliados, unas “brigadas móviles
de choque que están mejor que nosotros” (p. 335) a los que trata con respeto, pero no
gran simpatía, pues no hay exclamaciones de alegría ni alabanzas, solo ante los caídos
se dice: “se han portado muy bien y se han ganado el perdón de sus errores” (p. 338).
Un buen ejemplo de ello de la equidad entre iguales es patente en la expresión
“camaradas no. Conocidos de guerra y basta. La camaradería hay que ganársela” (p.
337). Por una parte está la brigada que encuentra en el café Salduba (pp. 336-340), que
inicialmente describe absolutamente anónimos, como un grupo de hombres que se
calientan. De ellos destaca los “hombres que hacen la guardia” y que les dejan entrar (p.
336). Un cabo que llama al tal “Josep” para que les acerque unas sillas y que ahora
describe mejor como “dinamiteros” y “muchachos muy jóvenes”. Al principio, como el
frío ambiental, las relaciones son frías, incluso alrededor del fuego, y como ya decíamos
no les dejan que les llamen camaradas. Sólo cuando les ofrecen la mermelada del
convento de las monjas, todos se vuelven más “camaradas” (p. 337), aunque siempre
hablándose con reservas y respeto. Para compensar el ofrecimiento, los dinamiteros
ofrecen a nuestra brigada un poco de vermú italiano (p.338). Todos conversan a buenas
de diversos hechos del momento.
-Otro grupo de militares aliados con los que se topan, es al final del relato, ya fuera de
las minas, ante la Estación de Teruel (pp. 344-345). Estos incluso más anónimos
todavía, como una voz general y representativa del otro grupo, una “voz firme, segura”
o “la risa llena, hiriente” (p. 344), y al final tras el ofrecimientos de su brigada de
ayuda, la anónima y fría tan solo advierte: “lo mejor que podéis hacer es retiraros. Si
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cuando vuelva el oficial os ve aquí y no le gusta vuestra idea, lo pasaréis muy mal” (p.
345). No se percibe simpatía con los miembros de su bando, si confianza y respeto, y un
cierto trato de igualdad, pero los oficiales tienen mando y pueden castigar.
Con los militares del otro bando, los falangistas o fascistas, obviamente las relaciones
son más frías, incluso el respeto se diluye, desprestigiándolos, aunque el sentimiento
general hacia ellos es el de miedo como veremos. Al principio solo se dice que “la
artillería enemiga bombardea nuestras líneas” (p. 338), pero luego su prestigio va
decayendo y son tratados como seres malos y quiméricos, casi como las brujas (p. 339),
pues aunque manifiestan que no creen ellas, en cambio saben que “existen fascistas” y
poco más tarde, como punto más negro de ellos se dice: “Si todo esto es cosa de
fascistas (casi como hablando de fantasmas o demonios), no tengo miedo” (p. 339). En
la misma página también se les trata de “enemigos” y de “facciosos”. A continuación los
falangistas son tratados como enemigos traidores que emboscan a sus valientes entre las
sombras como algunos carabineros y su teniente (p. 339) y repetidamente se menciona
al ”enemigo escondido” (p.340), “miedo a provocar al enemigo” (p. 342), sin noción ni
de número o de existencia real en la ciudad de falangistas. El desprecio por ello llega a
su culmen, cuando se alude a ellos como “los otros” ni siquiera merecen el apelativo de
enemigos temibles, al intentar echar una bomba el madrileño, se le detiene advirtiendole
de las consecuencias adversas y este replica “pero los otros nos harán compañía” y
luego se añade “saber que los otros también tendrán lo suyo no nos tranquiliza” (p.
342). En la página siguiente se menciona la posibilidad de encontrarse con el temido
“grupo de fascistas” (casi como demonios de las sombras) y como solución sólo se dice:
“Reaccionar antes que los otros, dándoles unos tiros”. Igualmente termina el relato
cuando salen al exterior temiendo ser emboscados y ante la actuación tan ambigua del
otro comando, que no les ayuda a dilucidar a qué bando pertenecen, todo se aclara
cuando unos y otros acaban usando el término “fascista” casi como un insulto (p. 344) y
ellos manifiestan haber ido a “cazar fascistas” (p. 345) y hace referencia fría a la “fila
de falangistas” (p. 345), a la vez que pena por sus víctimas camaradas muertos
recuperados.
Ciertamente además de los personajes militares también se hace referencia a
personajes civiles, incluso con más aprecio. Se menciona a las monjas del convento de
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Santa Teresa que prepararon la mermelada que ellos requisaron, “comida buena,
elaborada, preparada por las manos de una monja” (p. 337), no se dice nada malo de
ellas, más bien la expresión tiene un sentido positivo que da más calidad a aquel manjar.
Y al seguir hablando de comida y mencionar el arroz con conejo se menciona el triste
estado en que viven muchos habitantes de la ciudad que tuvieron que abandonar sus
casas y que a partir de ahora, con la paz, comienzan a volver (p.338).
De forma esquemática según el aprecio más positivo a más negativo hacia el resto de
personajes nos encontraríamos la siguiente escala:
1 - Los camaradas caídos en acto de servicio, se menciona a los dinamiteros (p. 337)
y al teniente y los carabineros (p. 339/p. 345) mostrando siempre total respeto, “no
podemos tolerar que nadie hable mal de los compañeros” (p. 337), “merecedores del
perdón por sus errores” (p. 338) y esto también se muestra al final cuando ven los restos
de los guardias desaparecidos y comenta: “Se nos traba la voz y nos cuesta tragar
saliva” (p. 345).
2 - Población civil, como ya se ha dicho sólo padecen la guerra y sobreviven con lo
que reconstruyen y los pocos alimentos que consiguen hacer posibles.
3 - Dinamiteros del café Salduba, con los que comparten alimentos, tratándose con
respeto y equidad, pero no con camaradería (eso “hay que ganársela”).
4 - Guardias de la Estación que les dan el alto de forma confusa y de los que se
despiden tras el ultimatum de aquellos ante el riesgo de sufrir un castigo.
5 – Oficiales. Tanto el cabo del café Salduba, como el teniente desaparecido con sus
dinamiteros, como el comandante del final que les puede castigar y que se hará cargo de
la fila de falangistas (no se menciona oficial falangista alguno para comparar), son gente
con mando y que lleva la iniciativa frente a sus soldados, incluso temibles por su
capacidad de castigar o de llevar incluso a la muerte (p. 341, “nos harán fusilar”/ p.
345, “lo pasaréis muy mal”), pero que tratan a los suyos con respeto. No son actantes
oponentes, no son enemigos, ni contra sus propios miembros de la brigada, simplemente
marcan la conducta y buen hacer de su ejército. No son criminales, ni asesinos siempre
avisan (al final es obvio las reiteradas advertencias, así como a lo largo del relato la
defensa de las normas por el respeto de las personas (vivos y muertos) y los bienes
ajenos ya sean enseres o conejos) y marcan los principios dignos de las personas, no así
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los falangistas que asesinan a traicción desde las sombras y las bombas, sin aviso previo
y sin respetar la dignidad de los muertos, recordemos la broma macabra en las galerias,
cuya puerta y su letrero “si queréis más, entrad” (p. 342).
6 - Falangistas, los peores, pues son militares que engañan y sólo atacan entre
bombardeos cobardes y emboscadas entre las sombras. No obstante la visión como
actantes oponentes no es muy unánime en el relato. Desde un punto de vista triádico se
puede ver mejor esto último. Al reunirse su brigada, la 87, con la del café Salduba, se
ven entre ellos como colaboradores, “los nuestros y los vuestros somos uno” (p. 338) y
ambos juntos ven a los fascistas como oponentes temibles que matan y sabotean a los
suyos. De hecho en la expedición de las minas se mezclan, pero cuando esta brigada
expedicionaria emerge al exterior, sorprendiendo a la brigada de la estación, son ellos
los que son tomados por enemigos, de ahí que se les tilde de “fascistas” (p. 344),
mientras que la fila de verdaderos fascistas ya no es temible, no son oponentes. Por ello
su brigada es despedida fríamente como la noche del momento, con amenazas. El
propio “madrileño” comenta que podría haber acabado con aquellos camaradas con una
bomba (p. 345). La visión de los fascistas como oponentes se ha suavizado, pero no de
la guerra y sus consecuencias, en situaciones ambiguas de la guerra se puede confundir
todo, pues es ella la verdadera oponente.
Gregori (2006: 102) también nos señala otra característica también presente en nuestro
cuento, es el filtro humorístico de sus relatos de guerra, y con el que también elabora su
versión de la realidad, “l'humor com a defensa”, pues, actúa como un ingrediente
esencial en la conformación de su testimonio. Como ejemplos podríamos citar en
nuestro relato el buen encuentro entre camaradas en el Café Salduba (pp. 336-337)
cuando directamente se dice “están de broma” (p. 336) y ambos grupos se alegran de no
ser dinamiteros, pues son muy propensos a terminar como sus armas, en cambio los
carabineros encuentran buenos botines (p. 337). Luego mientras comparten buenamente
lo que han “pillado” de aquí y allá se comentan anécdotas nada heroicas, como cuando
quisieron hacerse con los conejos, la lástimas es que no estaban libres, como creían, y
como excusa a su dueña sólo se le ocurrió decirle que “me he equivocado de travesía”
(p. 338). Recorriendo las galerías, en un giro de la mina se encuentran con una puerta
medio cerrada, con un hueso colgando y un cartel , que ponía algo que el autor describe
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como “una broma macabra” (p. 342). El final (páginas 344-345) del cuento también
tiene su gracia, cuando por confusión queriendo hacerse con los enemigos, ellos mismos
casi matan o son matados a/por sus propios camaradas.
Relacionado con lo anterior y al igual que Campillo (1994/2010: 259-260), Gregori
(2006: 104) también nos dice que en Calders no se pretende ensalzar en este relato el
esfuerzo heroico de los soldados, sino de presentarnos sus cualidades humanas. En este
mismo sentido “Les mines de Terol” está más próximo al registro de “aventuras de
soldados”, de hecho comenta el mismo Calders: “ No sabemos si vamos en busca del
peligro o de unos fascistas, ni sabemos si estamos cometiendo un grave acto de
indisciplina o una heroicidad” (p. 340). Y tal como aparecen en el cuento sus
“hazañas”, casi ametrallándose nada más ver unos faros (p. 335) y bombardeándose
entre ellos mismos (pp. 342/345), no pueden ser menos heroico. También en sus relatos
como en nuestro cuento hay lugar para mostrar las convicciones y exaltar los ideales sin
descender al nivel de la vulgar propaganda, de ahí la compatibilidad con el humor. Por
ello vemos la descripción dramatica de las ruinas y de los depauperados que sobreviven
aun en Teruel y sus comentarios críticos parecen genaralizar el mal de las guerras (pp.
335/338). Relacionado con ello Gregori (2006: 108) también nos comenta como el
fatalismo calderesiano que también se muestra en nuestro cuento, especialmente cuando
dice que todo aquel concierto de luces y máquinas parecen un juego (p. 335), siempre
entre sombras de galerias y la fría noche frustrante final. Y ello también tiene un reflejo
ético antibelicista o al menos hacia una forma de actuar defendido por sus ideales por la
dignidad de los vivos y de los muertos, de ahí la crítica constante a las mañas crueles y
traidoras del actuar de los falangistas ya comentadas, y como también se refleja en
otros relatos suyos como “La noblesa del Gran Joc” donde se afirma que “Nosotros
ganaremos la guerra sin trampas, con las manos limpias y la cabeza bien alta”.
María Campillo (2011: 260) nos señala otros tres cuentos de Pere Calders sobre
nuestra temática en que contrapone lo que ella llama “catàstrofe i catarsi”, uno de ellos
es “Fet d'armes” narra el encuentro de dos militares opuestos, un paracaidista fugitivo y
él haciendo la ronda. Le convenció que de ir al pueblo le detendrían y le ejecutarían, que
le convenía intercambiar algunas cosas con él. Como esperaba, cuando vuelve al pueblo
su oficial superior le felicitó por el engaño y le dejó quedarse con su bicicleta. En “Ba-
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talló perdut” también se da una situación similar en que al final todo sale bien. En
cambio en “La clara consciència” tiene un sentido más ideológico en torno al concepto
de libertad, quizás por la época de su redacción, que como se explicaba antes implicaba
otro estilo diferente al dietario de guerra y más acorde a la problemática social de los
años 50-60. En él, el autor integra el bombardeo, el ataque aéreo, en la vida cotidiana de
la ciudad, y lo usa como pretexto para “dinamitar” la idea del libre albedrío contra la
fatalidad, no es suficiente con querer quedarse fuera, en un refugio o prisión.
Generalmente el tratamiento un tanto irónico entre el peligro inicial (situación de
“catástrofe”), y el confuso desenlace feliz (“catarsis”) final se repiten, como una forma
de demostrar que aunque las personas nos vemos en diversas situaciones, su resolución
no depende sólo de nuestra voluntad. Esta misma generalización y su simbolismo
también podría aplicarse en particular a nuestro cuento, así tras manifestar inicialmente
que “esto no parece la guerra” (p. 335) por lo caótico en que unos y otros actúan,
tambien en la misma página dice que de volver a alistarse no lo haría en las brigadas
mixtas sino en las de choque, ya no está en su albedrío. El éxito de su misión de atrapar
fascistas en su intrépida espedición en las minas de Teruel, tampoco terminan como
ellos esperaban, pues no sólo no se llevan los méritos, sino que se les recrimina su
forma de actuar con la amenaza de un castigo (“catástrofe”) y a pesar también del
confuso desenlace final, se logra lo mismo que deseaban, la captura de la quimérica fila
de falangistas que asesinaba a los suyos, y la recuperación de los desaparecidos guardias
(“catarsis”). Todo ello estaba más allá de su libertad de acción.
Con todo lo visto sobre este cuento de Pere Calders, “Les mines de Terol”, no puede
decirse que el autor ensalzara la guerra, ni los hechos heroícos, menos los individuales
cuando desde el principio ni hay personaje principal y el anonimato campa a sus anchas.
Más que ensalzar las batallas de esta guerra, que aunque menciona los bombardeos, se
esmera mucho más en describir sus sombrías y frías consecuencias (el paisaje siempre
es nocturno y frío también) como las ruinas (del seminario, del convento de Santa
Teresa, del edificio del Gobierno Civil, multitud de viviendas y comercios como el café
Salduba y la pescadería de la plaza Torico, etc.), el abandono de los hogares de los
habitantes de las ciudades como Teruel, que sólo con la paz se atreven a volver, así
como la mención de los muertos, caídos y desaparecidos. A pesar de este mensaje anti-
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belicista si se puede decir que hay cierta apología por los derechos de las personas, por
la equidad y el respeto de las gentes, y el derecho a defenderse, de ahí que cuando
hablabamos de los personajes en la escala positiva, se mencionara antes a los caídos, los
civiles y aquellos camaradas que compartían algo o al menos defendían algo justo y
equitativo, frente a aquellos que sólo eran amenazantes como sus propios oficiales o
peor aun, los falangistas, tratados casi como demonios, capaces de atacar
indiscriminadamente a civiles o militares, desde la distancia de sus cañones o desde las
sombras de las minas de la ciudad, sin respetar siquiera a los muertos.
B) MAX AUB, “LA LEY” (1955)
Como introducción señalaremos con Martínez de Pisón (2009: 483) que hemos
escogido a Max Aub (París, 1903-Ciudad de México, 1972) porque es uno de los
escritores en castellano que más ha aspirado a contar la Guerra Civil Española en su
integridad. Durante el conflicto intervino en múltiples actividades culturales y
propagandísticas en favor también de la República y, por ejemplo, colaboró con André
Malraux en el rodaje de l'Espoir. Sierra de Teruel. Exiliado primero a Francia y luego (y
hasta su muerte) en México, donde entre 1943 hasta 1967 se dedicó a ir construyendo
El laberinto mágico, el más completo ciclo literario sobre nuestra contienda, compuesto
por los libros Campo cerrado, Campo de sangre, Campo abierto, Campo del Moro,
Campo francés y Campo de los almendros. Los dos relatos del autor recogidos por la
antología de Martínez de Pisón (2009), el primero “El cojo” se publicó como el relato
de Calders en 1938, primero en la revista “Hora de España” y luego en su libro No son
cuentos (1944). En cambio el segundo, “La ley” es posterior, publicado ya en el exilio,
en el volumen Cuentos ciertos ( México, 1955). En 1995, Javier Quiñones recogió todos
los cuentos de Max Aub sobre la guerra, los campos de concentración y el exilio en el
libro titulado Enero sin nombre.
En primer lugar cabe decir que nuestro cuento ya no tiene el formato de un dietario de
guerra, como decíamos en la parte teórica el realismo social es más propio de esta
época, así pues, la crítica social también es patente en nuestro relato. Destaca en primer
lugar su matiz pesimista, tanto del protagonista, abogado defensor de los desertores,
como por el resultado y sentido de la ley, por su esperpéntico final. Esto se ve más claro
si lo ponemos en comparación con algún otro relato suyo. Los dos relatos de Max Aub
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recogidos por Martínez de Pisón (2009), “El cojo” (1938), y “La Ley” (1955), no sólo
fueron escritos en distinta fechas, sino como señala Martínez de Pisón también
representan diferentes momentos de nuestro conflicto y guardan formatos e intenciones
diferentes. Las descripciones de los personajes son similares, al estilo realista, Ahora
bien, como señalan Ignacio Soldevila (Rico, vol. 8: 533-545) y el catedrático Manuel
Aznar (“Max Aub”: 7) en nuestro cuento debe decirse que el “realismo testimonial de
Max Aub” no implica en absoluto el autobiografismo como en Calders. Por el contrario,
su técnica narrativa se funda en la polifonía y el dialogismo, tan característicos de toda
su obra literaria y expresión muy reveladora de su particular imaginación escénica y su
“vocación dramática”. Respecto a esa polifonía y dialogismo cabe destacar el
predominio del diálogo entre los personajes y el monólogo consigo mismos,
comunicándose o describiéndose a ellos mismos. El lenguaje empleado resulta sencillo,
pero sin vulgarismos. Ciertamene emplea algún extranjerismo como “in fraganti” (p.
420) y recurre a la musicalidad del lenguaje con frases como: “Noche de noviembre
cerrada” (no-no) y “aumentaba el silencio y el espesor de la oscuridad” (siseo
constante como el viento, en página 419) o “pasar los veranos en San Sebastián y, al
socaire de la concha” (p. 420), “El campo se abría desolado y asolado” (p. 427),
también la reduplicación paradójica de las palabras como “hijo de familia sin familia” o
“la sociedad y las sociedades le resguardaban” (p. 420), “Estaba muerto de miedo,
miedo de que lo mataran” (p. 422), o aquello dicho por Domingo: “No se preocupe
capitán, es la Ley” y continúa con “La Ley que había respetado toda su vida” (es decir
la de su interés egoísta, ninguna otra),...etc. También Emplea diferentes registros para
denotar seriedad, diferencia social como por ejemplo con el “usted hizo cuanto pudo”
(p. 426) mientras que luego, con otro oficial y con más confianza emplea el tú “oye tú,
¿no habría manera de...?” (p. 426), o para denotar sarcasmo o intensificar el humor,
para ello emplea además algunas frases coloquiales como “nos ha amolao” o “nos ha
fastidiado el gordo ese” (p. 419), “militares tenían que ser” (p. 423) o la final “no lo
sabes bien” (p.427). Como veremos luego en la topología de su argumento, esto
también favorece la construcción de los diálogos, más fáciles de memorizar, en las
diferentes posibles escenas dramáticas.
También son diferentes las intenciones en ambos relatos, en el primero, “El cojo”, es
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obvio que la esperanza existe, es la historia de un reclutamiento que lucha por defender
sus derechos, y a cuya nieta se le pone de nombre precisamente “Esperanza” (p. 277)
por ello. En cambio en el segundo ya no hay tal esperanza, es la historia del juicio
contra unos desertores, su título es una paradoja, pues no hay ley ni justicia, el cuento en
si mismo no es una reflexión sobre el propio conflicto bélico y su sentido, sino una
reflexión sobre el sentido del uso de la ley entre las gentes. La descripción de paisajes y
su cronología también son realistas casi “galdosianas” como diría el profesor Caudet
(2011) en ambos relatos, “El cojo” y “La ley”, pero en el primero ésta envuelve a toda la
acción que lleva a los personajes a defender sus derechos, mientras que en el segunda
esta centrado únicamente en las figuras de los desertores. El periplo vital de los
personajes también es distinto, al cojo ciertamente en un principio “todo aquello de la
República y la revolución no le interesaba” (p. 265), sus propios vecinos del Comite lo
tenían casi por un traidor, pero éste evoluciona hasta comprometerse plenamente,
liberándose de señoritos e ideas opresoras. En cambio en “La Ley” Domingo Soria
igualmente “de política no se había ocupado nunca, jamás votó, y le tenía sin cuidado
lo que le parecía una cosa sin importancia” (p. 421), a él la República le traía sin
cuidado, sólo le interesaban sus negocios. Tanto es así, que evitó siempre que pudo ser
reclutado, y cuando lo apresan para ello ya en agosto de 1938 (p. 422) para defender la
República, hace lo que le da la gana y a la mínima deserta. Manipula a los oficiales, al
comandante especialmente, que hace la vista gorda, permitiendole fugarse ante el
fusilamiento. En cambio el otro desertor, Primitivo, enemigo de los fascistas que le
hicieron dejar Bilbao, socialista “porque todos los bilbaínos decentes lo eran” y que
“siempre había sido republicano de pro” (p. 423) a este pobre cocinero y padre de
familia lo fusilán en un santiamén. En “La Ley” aunque los dos antihéroes, Domingo y
Primitivo, provenían de simpatías políticas distintas ambos optan por la deserción, tanto
el escéptico inicial (Domingo), como el republicano inicial (Primitivo) ambos terminan
escépticos con la República, atendiendo únicamente a sus intereses personales.
Esta desesperanza también se ve resaltada por la aparición del humor, un humor de
guiñol al estilo de Valle-Inclán, cuyo influjo desarrolló especialmente nuestro autor en
su exilio mexicano, como apunta el profesor Caudet (2011: 94). Este humor está
presente desde el principio de nuestro cuento cuando el comandante organiza un juicio
-37-
de pura pantomima, pues “el resultado del consejo de guerra no podía dejar lugar a
dudas” (p. 420), y escoge en vez de abogado defensor escoge un “perito agrónomo” (p.
419), además del actuar tan grotesco con insultos como “cara de imbecil” y “el gordo
ese” (p. 419) o “ese par de imbéciles” (p. 420) y el actuar tan grotesco de ataques de
cólera y fugas esperpénticas. A continuación los antihéroes, o casi pícaros, cuando
señalan el motivo de que quedaran rezagados, no de deserción que “eso era otro cuento”
(p. 423), era ni más ni menos que recuperar unas latas de sardinas, tres según el
honrado Primitivo, tres cajas de cincuenta según el pícaro Domingo. Y aun hay más,
cuando tienen que explicar porqué tomaron precisamente la dirección de los fascistas
para ir a por sus sardinas, sólo se les ocurre decir que se desorientaron, o despistaron,
marchándose unos kilómetros hasta que los sorprendió una patrulla,...
El enfurruñamiento de su defensor, capitán Manuel García, es de lo más estrambótico,
los da por fusilados, pero se enfada hasta el extremo, porque sea precisamente él quien
tiene que defenderlos y reconoce que “no es para reírse. Son dos vidas” y a
continuación “le salían los tacos en retahíla” (p. 425). Además a los presos se los llevan
de la porqueriza al granero, para ser juzgados, nada de salón especial ni edificio judicial.
Y la apoteosis final, el engatusamiento de Domingo al capitán Manuel García sobre sus
seguros de vida, sin que sospeche nada, y su fuga tan grotesca como esperpéntica la
persecución de su propio abogado defensor, “echó a correr como un desesperado,
como un conejo” (p. 427), Manuel Garcia “como un loco, echó a correr tras Domingo,
el burlador general, también de Primitivo quien fue fusilado en un periquete. Al volver
es el comandante quien le mira asombrado, mientras Domingo huye (p. 427).
Es evidente que no hay mención alguna a batallas ni hechos bélicos contra los
enemigos, los fascistas en este caso, no hay campo de batalla. Todo transcurre en unas
horas, y el espacio de la acción principal del relato (su topología) se podrían situar en
cinco escenas generales que irían desde la primera situada en la cocina de una masía (p.
419) donde el comandante hace al capitán Manuel García, abogado defensor → 2) en
las porquerizas (p. 420) donde dicho capitán va a recoger el testimonio de los acusados
y estos relatan sus vidas y motivos → 3) donde el capitán Manuel García da un paseo
por el campo para reflexionar, atravesando el patio sale hacia la alameda y el “mundo
llano labrantío” (p. 424) → 4) se reunen todos en el granero (p. 425) donde se celebra
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el juicio → 5) finalmente vuelven todos al campo para las ejecuciones y la huida de
Domingo (p.426-427).
Respecto a los personajes destaca primero que nada (en constraste con Pere Calders)
la ausencia del personaje-narrador, en este caso nos encontramos con un narrador
totalmente externo y omnisciente, como diría G. Genette un narrador heterodiegético
(Villanueva, 1992: 186). Esto también es común a los dos cuentos de Max Aub,
recogidos por Martínez de Pisón (2009), “El cojo” y “La ley”. A primera vista la
descripción de los personajes es similar, realista al estilo “galdosiano” como decíamos
antes. Pero en “la ley” se introduce el “humor” que reviste a los personajes de un cierto
esperpentismo. Los personajes más llamativos son:
- El capitán Manuel García Cienfuegos, personaje principal alrededor del cual gira
toda la narración, que tiene que hacer de abogado defensor, aunque no sea tal, pues sólo
ha estudiado unos años de medicina y otros de comercio, y al final ha llegado a ser
perito agrónomo (p. 419), lo cual resulta chocante. Con todo y esos estudios y cargo
oficial, es muy temperamental, y tiende a exagerarlo todo, por lo que pone “cara de
imbecil” al sorprenderse (p. 419), masculla contra su comandante al que llama “gordo”
y siente como prepotente (p. 419), y se enfada muchísimo como cuando pasea a solas y
“le salían los tacos en retahila” (p. 425) y “echaba pestes de la guerra” (p. 427) o es
capaz de perseguir al fugitivo y a lo loco vaciar todo el cargador contra él (p. 427). Su
actuación tanto cuando se “cuadra” ante su superior, tan formal, como desproporcionada
cuando monta en cólera, es más propia del teatro que de un personaje realista tradicional
y esto contrasta con la verosimilitud del actuar de los personajes de la época anterior
como en “El cojo”.
Los personajes colaboradores de este anterior y centrales del relato, son los desertores
que deben ser procesados, Domingo Soria y Primitivo Ramírez. Sus nombres de por sí
ya los define, aunque en este caso también están bien descritos físicamente.
- Domingo Soria es un vivales dominguero, un hombre de mundo, un pícaro de 35
años “que ya peinaba canas, chato, taciturno y malhumorado, alto, cargado de hombros,
con su media nariz subrayada por un bigote regularmente poblado, el hablar quedo y
tamañas manazas (p. 420)”, en conjunto una imagen esperpéntica casi de guiñol con su
malhumor, bigotito y manazas. Agente de aduana, y antitéticamente añade “hijo de fa-
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milia sin familia”. Con despachos en Port Bou, Irún, Barcelona, Bilbao, Madrid y
Valencia. Solía vivir en Barcelona (p. 420). Su periplo vital es descrita como la de un
señorito de la vida que le gusta la opera, y las buenas aventuras con mujeres, como con
la divorciada de Tolosa, pero que no quiere compromisos ni amorosos ni políticos. Sólo
le interesa él mismo y disfrutar de la vida, para él siempre era domingo. Precisamente
en la segunda quincena de 1938 se va a cenar a un restorán (p. 422), donde la policía
militar lo alista. Desgraciadamente su amiguete, el subsecretario sobornable, no estaba
para librarle una vez más de aquella leva. Aun así, pronto se aclimata y acomoda sus
intereses, salvar su vida cómodamente “lo demás le tenía sin cuidado” (p. 422) y del
primero que se hace a amigo es precisamente el cocinero, por su sencillez y por la
comida, que no era otro que Primitivo. Buen negociante, confunde al propio capitán
Manuel García y así consigue fugarse definitivamente.
- Primitivo Ramírez, como su nombre indica es un hombre primitivo, sencillo e
inocentón. Es el cocinero de la tropa porque también lo fue en su vida civil desde muy
joven. En este caso era huerfano, pero antitéticamente a Domingo casado con una
camarera y con un hijo (p. 423). Su participación en su propia defensa demuestra su
simpleza, cuando atacan los fascistas Bilbao, simplemente huye a Santander, y cuando
ocupan la Montaña pasa a Asturias y de allí a Francia y vuelve tontamente y aunque la
mujer se vuelve a Bilbao, el vuelve a huir, lo reclutan y se fuga, hasta que lo pillan,
como escusa de su desorientación alude a tan sólo tres latas de sardinas. Hombre manso
que no ama la guerra ni la lucha, fácil de influenciar por el propio Domingo o por lo que
otros digan, pues era “socialista” porque “todos los bilbaínos decentes lo eran” (p. 423),
no por iniciativa propia. Su final también resulta antitético con Domingo, no estaban
atados, pero no huye (porque le hicieron entender que no debía) y “cayó blandamente”.
Hasta el final muestra su simpleza y mansedumbre.
Ambos desertores, aun viviendo ambos en territorios republicanos (Barcelona/Bilbao)
y al mismo ejército y colaboran en la fuga y en la construcción de las escusas para su
defensa, pero su temperamento y rol escénico es antitético. Igualmente antitéticos
resultan ser el capitán Manuel García y el comandante Marcial Santiesteban, el primero
tan temperamental y el comandante tan flemático, que va a lo suyo sin alterarse,
sabiendo que “obra con todas las de la ley” (p. 419) y especialmente el contraste al final
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del relato aun queda más patente mientras Cienfuegos se lanza a lo loco disparando, el
comandante se queda tan pancho observando las cosas con toda la pachorra del mundo.
Sus apellidos, Cienfuegos y Santiesteban, pueden reflejar también sus temperamentos
diferenciales, el uno tan incendiario como el fuego y el otro tan calmado como un santo,
que se laba las manos respecto a los reos pues entiende que la ley marcial (como su
nombre propio) no da lugar a esperanzas mesiánicas (como podría indicar el nombre del
capitán, Manuel). No obstante ambos son oficiales del mismo batallón y hasta se les
tiene por amigos como cuando Primitivo menciona aquello que la tropa supone “usted
es muy amigo del comandante” (p. 424), y al final también se dice que “eso le hizo
reconciliarse a medias con el comandante” (p. 427). Por lo tanto no se puede decir que
ninguna de las dos díadas señaladas sean oponentes, ni Primitivo de Domingo, ni el
capitán y su comandante o viceversa, la amistad en ambos casos los une y alía en sus
actos, serían colaboradores. Ciertamente los oficiales si podrían verse como oponentes
de los soldados desertores, por impedir su fuga y libertad. Pero de hecho ellos mismos
no los apresan, y hasta Domingo se les escapa. Hay algo por encima de todos ellos que
los obliga a actuar no como quisieran, el capitán Manuel García no quisiera ejecutarlos
en ningún momento, aunque tiene que resignarse (p. 426) y el comandante tampoco
tiene especial interés, sino como todos deben obedecer la ley. El oponente que obliga a
actuar y cumplir lo mandado es la ley, y la ley es ciega como el comandante que dice no
poder fusilar a Domingo Soria, amigo del subsecretario, porque ya no lo ve (p. 427).
- Del comandante, Marcial Santiesteban, también sabemos que era gordo (p. 419),
propio de la gente tranquila, o de los que no esperan ya cambios que le inquieten. Por
ello a sus actos procura escudarlos bajo el cumplimiento de la “ley”. También tiene su
cinismo humorístico, así al principio en el primer diálogo (p. 419) ya deja claro que
obra según la ley, replicando a las objeciones de Manuel García con un retintín gracioso
con aquello de “ahora sí, te cuadras, das media vuelta y te vas”. En el segundo diálogo
entre ambos le replica también con el mismo retintín cínico con la frase “por lo visto,
has tomado tu nuevo oficio muy en serio” (p. 426). Evidentemente el comandante
también sabía que Manuel García no es ni quería hacer de abogado ni nada parecido y
se le burla. Y en el último y final contesta burlonamente al capitán ante su desengaño,
“no lo sabes bien” (p. 427), que viene a confirmar el refrán, hecha la ley echa la trampa.
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Siempre hay una respuesta negativa indirecta a las objeciones del capitán, no le da
explicaciones y soluciones, sino que le replica con frases con gracia, que guardan su
cinismo, pero también denotan su desesperanza. Sabía como terminaría todo y no cree
en la posibilidad de cambiar las cosas, los hombres siempre han sido arribistas y
chaqueteros, más movidos por sus intereses personales que por los generales.
-Otros personajes menos relevantes son Germán, el carcelero de los dos desertores. El
otro capitán que acaba defendiendo a Primitivo, pero que se limitó a pedir clemencia (p.
425), por lo que obtuvo también los mismos resultados que su colega Manuel García
“los hechos eran claros y la sentencia sin remedio” (p. 425). Se menciona dos hombres
encapuchados que chapoteaban alrededor del pozo (p. 424), símbolos de mal augurio,
chapotear alrededor de un pozo es muy extraño, mojarse sin caer al pozo, símbolos del
mal augurio y encapuchados como la trampa anónima en la que va a caer. El pelotón de
fusilamiento, dirigidos por el propio Marcial Santiesteban, que curiosamente sólo
dirigen sus disparos contra el pobre Primitivo, dejando huir a Domingo.
- También se menciona a los fascistas (p. 422) como enemigos (p. 420/ 423) o los “del
otro lado” (p. 423) hacia donde los desertores se dirigían, “no eran los primeros ni
serían los últimos” (p. 420), o las “líneas enemigas” (p. 423) y “enemigos declarados”
(p. 427). Ciertamente que no se les dejaría ni las sardinas (p. 423), pero evidentemente
para los que piensan desertar no son tan enemigos. Nadie, ningún personaje manifiesta
furia o desprecio por los enemigos, prácticamente sólo se les nombra puntualmente. De
hecho no combaten con ellos, más bien los desertores esperaban ser acogidos por ellos.
En cambio si se habla mal de la guerra y al hecho de que debería ser suficiente matar al
enemigo declarado (p. 427). Curiosamente en este relato el enemigo no declarado y
verdadero oponente, pues, es la ley, que ha de aplicarse en tiempos de guerra, pero que
hecha por hombres corruptos, la ley misma es corrupta.
En conclusión, el autor a través del presente relato no pretende hacer una apología de
la guerra ni tampoco de un bando concreto de ella. De hecho la misma guerra sólo es el
telón de fondo, lo único de ella que se le vitupera es ser causa de muertes justas en el
caso de los enemigos e injustas sobre los pobres desertores desesperados y civiles (p.
427). Lo importante, la verdadera tesis a defender, está en lo que ocurre en las cinco
escenas, la reflexión sobre el actuar de los hombres, en la forma en que la ley y la jus-
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ticia se distribuye entre ellos. Están de retirada dos semanas (p. 420) no porque sea
justo, sino porque los hechos de los hombres así lo hacen posible. El caso de los
desertores, son opuestos, Primitivo como socialista y republicano de pro, casado y con
un hijo, inocenton y simple trabajador, y Domingo, sin interés político ni bélico alguno,
egoísta y manipulador. La ley hace fusilar a ambos, pero sólo Domingo, el que menos lo
merece, es igualmente el que triunfa, el que se salva. En la guerra no siempre triunfa lo
más justo ni la ley funciona con justicia equitativa.
C) LUIS LÓPEZ ANGLADA, “ LA CHARCA” (1981 )
Como introducción biográfica diremos que este autor en castellano, resulta un buen
contrapunto al resto de autores, no sólo por representar a la mayoria de autores en
castellano de nuestra antología escogida, sino por pertenecer al bando nacionalista y ser
estos militares sus protagonistas, teniendo así una visión más completa. Del autor
diremos que Luis López Anglada (Ceuta, 1919- Madrid, 2007) se incorporó al ejército
nacional como alférez provisional. Acabada la guerra siguió la carrera militar en la rama
de infantería, hasta retirarse en 1985 como coronel. Prolífico autor de poesía, entre sus
escasas incursiones en el terreno de la narrativa están los relatos que, inspirados con
frecuencia en sus propios recuerdos, publicó en la revista militar “Empuje”. En 1981
reunió estos relatos en el volumen titulado Los cuentos del coronel, al que pertenece
“La charca”. Es, junto a Edgar Neville (“Las muchachas de Brunete”, 1941) y Rafael
García Serrano (“Cristo nace hacia las nueve”, 1982), de los pocos autores de nuestra
antología que se adscriben al bando de los vencedores. Martínez de Pisón da una
explicación elemental a propósito de este desequilibrio numérico: "Eran peores los
escritores que apoyaron la causa franquista" (Costenla, 2009).
Este cuento narra la aventura de un soldado que logra zafarse de su campamento para
irse a bañar a una charca. Curiosamente allí es sorprendido pacíficamente por un
miliciano republicano, que igualmente se había escabullido de su campamento para
bañarse allí. Traban cierta amistad, y al volver al campamento nuestro soldado oye
disparos y se prometen mutuamente cumplir con el amigo y visitar, si eso, a la viuda
para comentarle como murió su pareja.
En sí mismo el relato forma un conjunto de tríadas, no sólo temporal, todo ocurre en
un sólo día del mes de julio y en tres momentos:
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- De día, en el campamento, donde por hacer demasiado ruido mientras practicaba la
puntería, es amonestado, y luego castigado a prolongar su guardía por provocar una
explosión accidental, padeciendo hasta el máximo la calima del día (pp. 377-378).
- De noche, al fugarse e ir a la charca, donde se baña y referesca, se encuentra con un
republicano (pp. 379-383).
- De madrugada al volver cada uno hacia su campamento, cuando oye los disparos,
(p.384), al parecer contra el miliciano, promete visitar a la viuda como acto amistoso.
También hay tres disrupciones temporales de la secuencia temporal de la narración, o
“anacronías”, dos analípticas (Villanueva, 1992), en las que el personaje principal hace
referencia a anécdotas anteriores en su pueblo (pp. 378/380) y una prolepsis final en la
que se promete lo que hará en el futuro. En los tres se resalta el contraste entre lo ideal y
la dramática realidad. En el primer caso (p. 378) se habla del antes y su gusto por ir de
caza de pájaros con perdiguones/ ahora con balas para matar hombres. En el segundo (p.
380) se habla de la posibilidad de tener amigos/ahora imposible ni con los de su bando
(menos con su temible sargento). Y en el después, la prolepsis final, donde la
reconciliación será posible/ahora sólo a título póstumo. Esto último constrasta con el
siguiente cuento de nuestra antología de Martínez de Pisón (2009: 385-409), “El Tajo”
de Francisco Ayala (1949), donde el militar nacionalista mata accidentalmente a un
paisano suyo miliciano imprevistamente, y al acabar la guerra, el tal nacionalista,
teniente Saltolalla, visita efectivamente a la familia del republicano para darles el
pésame y como quería el personaje de nuestro cuento, contarles como murió su pariente,
no obstante la reconciliación no es posible, la familia del republicano no quiere saber
nada. Todo ello dentro del continuo narrativo del relato de Ayala, no como en nuestro
cuento que sólo se enuncia que ocurrirá más tarde.
Igualmente en el primer momento ve volar tres clases de aves, palomas, vencejos y
luego otra clase “aun mayores” (p. 378), como luego menciona a tres animales
acuáticos, ranas, peces y zapateros (p. 380). Igualmente en la misma página se
menciona que justo hasta tres veces debe lanzar piedras en la dirección que llevaban
estas aves para ubicar la charca en la que abrevaban, lugar acuático que podía ser de tres
clases para el personaje, la charca para bañarse, fuente o el arroyo que menciona (p.
378) donde poderse bañar, beber agua fresca, o “labar la ropa que bien lo necesitaba” (p.
-44-
379). Igualmente por la noche escucha el ruido de tres animales, chicharras, grillos y
ranas. Una triada inesperada y que se oculta hasta el final es la que forma precisamente
el bando republicano del miliciano con su pareja y su hijo, todos tres separados por la
guerra. La situación de la guerra rompe todas las reuniones amistosas posibles, a las
propias aves asusta incluso con bombas viejas (p. 378) y cuyas consecuencias acaba
pagando él que no tiene que ver nada con ella (es castigado) y la propia familia del
miliciano.
También tres personajes son los que desarrollan toda la acción del relato, el soldado
principal, su sargento, y el miliciano republicano que le acompaña en la charca.
Describiremos mejor los personajes para extraer mejor el mensaje del autor:
1-El personaje principal, es anónimo y no es el narrador, el narrador omnisciente es
totalmente externo (heterodiegético), y común en las tres partes del relato. Es un
soldado mozo nacionalista (p. 381), de pueblo, Burgohondo, de la provincia de Ávila,
junto a Cebreros (p. 381), donde tiene una novia. En su origen es un obrero del campo,
nunca ha matado a nadie ni ha estado en la cárcel. Buen muchacho y tolerante, no un
fanático, por eso termina aceptando al republicano como amigo (p. 383) y teme por su
bienestar y el de su familia (p. 384). Contrasta con aquel por su bando opuesto e interés
por las cosas de iglesia, pues a él casarse por la Iglesia (p. 383) y las relaciones formales
le parecen importantes, de ahí que no le gusta que se burlen de sus ideas como muestra
cuando dice: “no soy un faccioso. Soy soldado nacional” (p. 381), ni se propasen con su
novia (p. 383). Su verdadero oponente siempre es el sargento que le obliga a reprimirse
constantemente.
2- El soldado republicano es también un mozo anónimo, manchego (p. 381), con
novia e hijo, aunque casado a la manera republicana (p. 383) y por ello también poco
amigo de curas e Iglesia (p. 383). También le gusta bañarse como su paralelo
nacionalista con el que traba amistad. También defiende sus ideales y no acepta sin más
los falsos prejuicios, “¿Rojo yo? Soy un soldado de la República. ¡Y a mucha honra!”
aunque tampoco ha matado por ello a nadie (p. 381). Como su paralelo también es un
obrero del campo y también teme a su sargento (p. 382). Con todo no le gusta
traiccionar a los suyos, así que cuando su paralelo nacionalista le pide información
sobre las minas de los suyos le replica “preguntas así y soy capaz de salir y hacerte la
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guerra aquí mismo” (p. 382). No obstante tampoco le gusta la Guerra Civil, tanto por
mantenerle lejos de su familia, y temer constantemente por su vida, como por impedir
que se traben buenas amistades dividiendo a las gentes en facciones, de ahí que acabe
diciendo “¡peste de guerra!” (p. 383).
-El sargento de nuestro soldado nacional, como personaje importante en la acción del
relato aparece como tal sólo en la introducción y en el desenlace, en el primer momento
y al final, no en la noche. En ambos tiene un papel negativo, siempre se dirige al
soldado amenazando y castigando (una hora más de guardia en plena calima/ o incluso
una noche entera más), impidiéndole toda iniciativa y recriminándole de ello, “¡Menudo
tonto estás tú!” (p. 378) y “Si el sargento llegaba a enterarse no le dejaría ir y además
le castigaría” (p. 379). De él se dice que está en su chabola (p. 377/378), no patrullando
ni haciendo guardia como los demás siempre gruñendo (p. 377) y gritándole (p. 384).
Todo ello descrito con un lenguaje llano y musical, como su poesía, lleno de
simbolismo, el mero realismo de las épocas anteriores ha sido superado y se prefiere
otras formas de expresión. Así todo esto se puede ver tanto por los preludios de la
tragedia, la muerte de un amigo que iba a conocer, con expresiones como “un árbol tan
afilado, como un ciprés” (p. 379), como en las alusiones directas a la muerte “cuando se
cansó de jugar, se hizo el muerto” (p. 380), “no he matado a nadie”/¿A tantos crees que
he liquidado yo?” (p. 381) y “le diría como había muerto su marido” (p. 384).
Relacionado con esto último están las alusiones casi lorquianas referidas también a la
luna, primero entusiasta “que estuviera bien alta la luna” (p. 379), luego temible y
delatora “la luna, toda redonda, le iluminaba el sendero que, necesariamente, iría a dar
al agua” (p. 379), como el anuncio de algo inevitable. Esa charca también era grande y
redonda y en ella también brillaba la luna una luna cuyo brillo también podía delatar su
presencia tanto al sargento, como al enemigo (p. 380), y por si fuera poco, luego añade
al aparecer el republicano “que a la luz de la luna parecía una visión fantástica” (p.
380) y para aumentar el sentido místico selénico más tarde añade “la luz de la luna los
convertía en dos figuras plateadas” (p. 382) y poco después “el otro miro la fotografía
volviéndola hacia la luz de la luna” (p. 383), con el día vuelven los disparos y el
encantamiento se rompe. Sólo a la luz de la luna se ven las cosas paradójicamente
claras, como deben ser. Es el contraste entre la noche de paz y disfrute, un cielo de ba-
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ños en agua fresca y clara (379), frente al día que llega el desenlace y se convertiría en
un infierno (p. 384) con sus disparos, bombas, calor y muerte. Otro símil de mal augurio
sería el de los zapateros (p. 380) cuando dice que aunque en su pueblo no le gustaban,
en esa situación nocturna sí, le parecían amigos y hasta quería cogerlos, pero fue
imposible, ya que huían velozmente según se acercaba. Esta amistad es paralela a la que
intentan establecer a continuación los dos soldados de bandos opuestos que se bañan
juntos, y aunque en su campamento no se gustasen, en la charca sí sienten amistad
recíproca. El símil con el cancerbero y el sargento, se da en ambos soldados, el
nacionalista como personaje que siempre le reprime y recrimina (p. 377- 378/ 384)) al
que tanto teme “¡Pues buen genio se gastaba!” (p. 379) y “¡Peor que con el sargento!”
(p. 382), y el republicano que también dice de su sargento que si supiera que va allí a
bañarse “me daba la carrera del señorito (lo mataba)” (p.382). Como un tópico
machista entre los mozos esta última metáfora opresora de los soldados se da
paralelamente con las mujeres que todas por igual “te echarán el lazo y estarás más
sujeto que en el frente” (p. 382). Sólo como curiosidad comentaré que este relato
contrasta totalmente con algunos cuentos de escritores republicanos de nuestra antología
escogida, como por ejemplo “El sargento Ángel” de Arturo Barea (1938), donde el tal
sargento es un hombre amigable y festivo con todos y “La gesta de los caballistas”
(1937) de Manuel Chaves Nogales donde frente al prejuicio nacionalista de que los
milicianos asesinaban a todos los señoritos y curas, sus personajes, un señorito, el cura y
sus secuaces son los que persiguen y matan a los obreros y milicianos republicanos. No
se puede decir, pues, que sea una constante absoluta de este tipo de cuentos.
Por otra parte está el anonimato simbólico tanto de los personajes como de los
eventos. Una forma de generalizar los personajes y transmitir un mensaje para todos de
tolerancia. El soldado nacional representa a todos los soldados nacionales, típico de su
pueblo, con su familia y profesión, igualmente el soldado anónimo republicano es
representativo de su bando, con su familia y profesión. Ambos se encuentras y se hacen
amigos, a pesar de las oscuridades y muertes de la guerra. Los sargentos anónimos
también son simbólicos de la opresión y la injusticia de la guerra. No obstante es posible
entenderse y compartir, simbólicamente tabaco (p.382) y direcciones (p.382),
respetando las diferencias. Todo ello está enmarcado con los tiroteos al vacio, y hacia
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entes a su vez anónimos. El relato en sí mismo empieza y acaba igual, no es un juego (la
guerra no es un juego), como al principio parecía para hacer puntería (p. 377), aunque
no les “frían a morterazos” ya al principio les explota una bomba antigua. Al final, en la
tercera parte vuelven los tiros, esta vez de una ametralladora anónima, tanto que cuesta
discernir a quién dispara.
La antítesis juego/guerra, se plantea un par de veces ya al principio se lo hacer ver el
sargento a su soldado, no están allí para divertirse (377-378) y cuando se baña en
solitario y cansado de jugar quiere hacerse el muerto, y es sorprendido aunque siendo de
noche, donde no se aprecian los colores y todos parecen iguales, no se matan (p. 380).
Con ello se resalta dos cosas, por una parte la mocedad de los ingenuos muchachos que
iban a la guerra ((además resaltada por el contraste una vez más con la larga experiencia
del sargento en sus combates (p. 377)), y por otro el grave peligro que ello conlleva.
Otra antítesis general, es el del amor/vida y la muerte, respecto a la muerte ya hemos
hablado, pero el contraste es total cuando los simples soldados, aun de bandos
contrarios, ambos tienen novias y esperan volver a estar con ellas y ninguno ha matado
a nadie. Con ello el autor destaca mucho más lo que tienen en común, frente a las
simples diferencias ideológicas (políticas, religiosas), por eso es preferible que la guerra
termina algún día (p. 382), esa peste de guerra (p. 383) y poderse conocer mejor cuando
acabe la guerra (p. 384). Como ya dijimos, en esta época los cuentos tienden a volverse
más directos, más desde la perspectiva del personaje que da directamente su opinión.
Sobran las descripciones físicas de personas y lugares al estilo realista como en los
cuentos anteriores vistos, los mozos son tales con su jovialidad y ganas de divertirse,
defienden directamente su postura ideológica, pero también opinan sobre su malestar
por culpa de la guerra.
Otras antítesis interesantes esta vez entre la verdad y la mentira se establecen entre
ambos militares de bandos opuestos, acerca de los bulos que los unos cuentan de los
otros, para desprestigiarlos y difamarlos y tratar de justificar su guerra y rebelión. Pero a
las claras, con luna clara, al hablarlo en verdad se dan cuenta que ni el uno es “rojo” ni
el otro “faccioso” (p. 381) sin más, sólo personas nacidas en territorio republicano
(manchego) o nacional (Burgohondo, Ávila), e incluso con el mismo oficio, obrero del
campo, mismo vicio, el tabaco, y tendencia sexual, con novias, y además “todas las mu-
-48-
jeres son iguales, aquí y allá” (p. 382) y malas impresiones con sus sargentos. También
se desmiente aquello de que los unos “fusilan a todos los señoritos” y que los otros
“fusilan a todos los obreros” (p. 381), no sin cierto humor, de hecho ni unos ni otro han
matado a nadie, defienden sus ideas, pero hablando y sin nicesidad de armas, ambos
evitan la pelea (p. 382).
En conclusión, este relato tampoco es una apología de la guerra, ni a pesar de la
afiliación original del autor de ideología alguna. No hay humor tan claro como en los
relatos anteriores, el mensaje es más directo, no se puede hablar de la guerra como de un
juego, se debe defender la verdad, el valor de la vida y el respeto de las personas más
allá de su ideología política o religiosa, siempre se pueden encontrar cosas en común
para compartir.
D) BERNARDO ATXAGA, “ OBABAKO LEHEN AMERIKANOA ” (2003)
Como introducción diremos que es el cuento más largo de toda la antología escogida.
También presentaremos al autor, Bernardo Atxaga como uno de los autores de cuentos
en vasco más conocidos mundialmente. Nació en Asteasu (Guipúzcua) en 1951, es lo
que llamábamos de la “segunda generación”, no participó en el conflicto propiamene
dicho. Publicó en 1988 Obabakoak, el libro en el que dio a conocer el territorio mítico
de Obaba. El tema de la Guerra Civil en Obaba aparece disperso en distintas partes de
su obra, como en Memorias de una vaca (“Behi euskaldun baten memoriak”, 1992), y
muy particularmente en nuestro cuento “El primer americano de Obaba” (“Obabako
lehen amerikanoa”), un relato autónomo integrado en la novela de 2003, El hijo del
acordeonista (“Soinojulearen semea”). En 2007 publicó Marcas, una reflexión sobre el
bombardeo de Guernica, en abril de 1937.
El cuento en cuestión se podría dividir en dos partes. Un antes de la guerra y un
después cuando la guerra y sus consecuencias llegan a Obaba.
Ciertamente por lo que hace a la secuenciación temporal del relato hay lo que hemos
llamado en el cuento anterior una “analepsis”, en que se habla de la estancia anterior del
personaje principal en Canadá, narrada fragmentariamente a otros o recordada
íntimamaente por el propìo don Pedro (pp. 56, 57, 58, 60, 65 y 68 donde incluso se
menciona algo de su infancia), antes de los hechos propiamente ocurridos en la
narración del cuento.
-49-
Desde América se vino a Obaba, y en los primeros años (1933-1936) el hombre fue
feliz, con su negocio, el Hotel Alaska, su coche y sus amigos, su único problema era el
peso, que aumentaba demasiado (pp. 54-59).
-Tras algunos malos augurios y advertencias, a partir del 18 de julio de 1936 (pp. 59-
61), comienza a perder peso, sus amigos maestros deben marcharse del pueblo, ellos y
sus parientes se van hacia Bilbao, Zaragoza e incluso piensan ir al extranjero. Don
Pedro, prefiere quedarse.
-10 de agosto de 1936, llegan primero unos integristas navarros que abaten al alcalde y
al viejo cura (p. 61).
-11 de agosto de 1936 llegan los nacionalistas con el capitán Degrela y ocupan el
pueblo. Fray Víctor y el conservador Marcelino delatan a don Pedro y los suyos (p. 62).
-15 de agosto, don Pedro va desde su hotel al pueblo (p. 64), los requetés guiados por
don Jaime, la apresan, registran su hotel y le maltratan, todos excepto uno que le tiene
consideración. Don Pedro no se amilana. Lo llevan de vuelta al ayuntamiento y lo
encarcelan. Luego regresan a su hotel para un asunto con el capitán Degrela que lo
había convertido en su cuartel. Hacen negocios y lo envía a su habitación, donde
comprueba que ese día había perdido dos kilos (pp. 65-70).
-16 de agosto. A las cinco de la mañana le recoge don Jaime para llevarle a Francia a
cumplir un negocio. Llevan también con ellos a su amigo Bernardino quien le comunica
llorando que ya han matado a otro maestro, Mauricio, don Pedro le da ánimos (p. 73).
Don Pedro encuentra la pistola perdida de don Jaime, y como también cree que los van
a matar acaba con don Jaime y sus secuaces. Huye del coche, en medio del bosque hasta
encontrar un barrio de cinco casas en total, allí pide refugio a su amigo Juan a cambio
de ayudarle a ir a América como tanto desea (pp. 77-78).
-17 de agosto. Al despertar encuentra su sombrero perdido en el pecho (p. 79).
-18-25 de agosto. “Pasaron unos días, tres o cuatro, quizás más” (p. 80). Permanece en
el escondrijo ofrecido por Juan a base de manzanas y zanahorias. Un día los
rastreadores falangistas llegan a la casa donde está escondido. Los atiende la hermana
de Juan, que no para de hablar, finalmente todo vuelve al silencio. Ya se han terminado
los depósitos de manzanas y casi todas las zanahorias. Don Pedro se angustia, pero por
fín le trae más, no diferente comida, pero esta vez le permite tener un poco más de luz.
-50-
-Finales de Agosto y siguientes. “Las franjas de luz le fueron de gran ayudadurante los
días siguientes”(p. 82). Por fin Juan le anuncia “Tres días más y nos pondremos en
marcha” (p. 84).
-Salida del refugio (pp. 84-85). Don Pedro se transforma en el tío Manuel. Por fin sale
del refugio. A las cuatro de la mañana Juan despierta a don Pedro y tras comer sopa de
maiz caliente, y lavarse en el riachuelo cercano, don Pedro ha de hacerse pasar por
boyero y tío de Juan para poderle acompañar y llegar por fín a la frontera de Francia.
Juan mismo le arregla el pelo y la barba. Al pesarse ya sólo pesa 94 kilos (casi veinte
menos que cuando los nacionales le sacaron de su hotel. A las siete inician el éxodo
(p.85) ya era otoño. Un último encuentro con el soldado que le tuvo deferencia y que
tenía parientes en Vancouver.
-Decide que se quedaría en Francia hasta el final del invierno y que en primavera
regresaría a América (p. 85).
Respecto a los personajes diremos que no hay un personaje-narrador, el narrador es
totalmente externo y omnisciente, heterodiegético, pero sí hay un personaje principal
que en el núcleo de la historia:
- Don Pedro, personaje principal quien físicamente es mayor de 60 años (p. 56), en la
primera parte especialmente obeso con más de 120 kg (p. 54), llegado a Obaba desde
Canadá (p. 54), rico con hotel propio y coche y que siempre procuraba llevar su
sombrero J.B. Hotson (p. 57). Siempre demuestra buen talante y humor como por
ejemplo al contar anécdotas graciosas sobre su sombrero y su obesidad, pues, “era un
tipo de humor que gustaba mucho a sus amigos” (p. 55). También demuestra tener
temple y valentía, no se amilana ante los integristas católicos, “no me voy a acobardar
ante estos asesinos” (p. 65), ni ante el capitán Degrela que le tiene que advertir “no se
ponga usted bravo, don Pedro” (p. 69), ni ante la amenaza mortal que tanto teme
Bernardino, y don Pedro le dice: “No se rinda Bernardino, todavía estamos vivos” (p.
73). De ideología simpatiza con los republicanos, sus amigos maestros lo son y cuando
ganan las elecciones de 1934, lo celebran juntos (p. 57). Aunque ducho y respetuoso en
materias bíblicas y de religión como para citarlas literalmente (pp. 55, 65, 71, 80),
“nunca entraba en la Iglesia” (p. 55) por lo que los más católicos le odiaban.
Barbancho (2007) precisamente señala la relación entre dos obras de Atxaga, El hijo
-51-
del acordeonista (2003) y “El primer americano de Obaba”, precisamente por la
imagen que dan de don Pedro, pues se nos dice que David conocía dos versiones de “El
primer americano de Obaba” que llevaban a dos visiones contrapuestas del personaje,
don Pedro. En la primera Pedro es un personaje heroico que se enfrenta con coraje a sus
verdugos y venga a sus compañeros asesinados . En la segunda, el testimonio escrito del
propio don Pedro ((de forma similar a la obra de José Saramago, El evangelio según
Jesucristo (1991)), revela, sin embargo, una decepcionante verdad: Pedro se comportó
como un hombre débil y atenazado por el pánico que suplicó el perdón por su vida e
incluso trató de comprar a los verdugos para conseguir su salvación. Constenla (2009)
nos refiere lo explicitado por el mismo Atxaga en su entrevista, de como el autor
empezó a escribir su relato en la misma finca que vivió el propio autor americano
Hemingway y como superpuso algunas características de aquel americano a su
personaje, especialmente lo referido a su ideología republicana y la obsesión por el
peso. Otro personaje histórico con el que lo relaciona el autor en el mismo relato es con
Oliver Hardy, el actor cómico, “porque era redondo y de formas suaves” (p.55).
Su odisea vital completa se inicia muchos años antes cuando aun joven marchó por
primera vez a América, donde murió su hermano, “¿Cómo imaginar que encontraría la
muerte en un lago situado al otro lado del mundo, a nueve mil kilómetros de distancia?”
(p. 68). Luego la mayor parte de su juventud y madurez trabajando en Canadá.
Rondando los 60 años regresa a España (pp. 54 y 56), se afinca en Obaba desde
mediados de la década de los 30 y en otoño de 1936 consigue huir a Francia y de allí en
la primavera de 1937 piensa volver definitivamente a América (p.86). Nuestro relato
está centrado únicamente en su permanencia en Obaba. De forma más atrevida se podría
comparar con otros relatos algo similares como el mismo evangelio, como
comentaremos más tarde en relación a las muchas referencias a personajes bíblicos que
constantemente a lo largo del cuento aparecen.
Igualmente en este cuento hay varios elementos a destacar desde las características del
personaje, Pedro, bastante común en otros relatos del autor, un personaje solitario en sus
añoranzas, que ha vivido en Obaba, con una historia vital dividida al tenerse que
marchar de allí, como por ejemplo “La maestra” o “Esteban Werfell” (en Obabakoak,
1993) cuyos relatos también se podrían dividir en dos partes, una primera en Obaba y
-52-
otra fuera, como en Esteban Werfell la de su infancia en la mítica Obaba, y la de
Hamburgo; o en Bi letter jaso nituen oso denbora gutxian (“recibí dos cartas en un
periodo muy corto”) dividido también en dos partes, la del joven pastor Martín en
Obaba y la de Old Martin en Idaho; o incluso El hijo del acordeonista (2003) que narra
la historia dividida de David (casado con Mary Ann), antiguo militante etarra (aunque
hijo de un acordeonista falangista) que, tras salir de la cárcel, decide abandonar Obaba,
y marcharse a iniciar la segunda parte de su nueva vida en un rancho que regenta su tío
Juan en los EEUU.
Otros personajes a destacar son los colaboradores o amigos de Pedro, es decir, los
maestros republicanos que de cuando en cuando se reunían con él en su Hotel Alaska.
- Bernardino, maestro republicano, a quien como poeta compara con Unamuno (pp.
57/71) pues escribe un poema similar en el que si aquel escribe su poema enumerando
ciudades españolas, éste lo escribe enumerando las canadienses que le nombraba su
amigo don Pedro, sus poemas son el canto a la tierra. También, como los otros dos
maestros estaba casado con una mujer de Obaba y tiene un hijo, César al que ha enviado
a Zaragoza con su hermana (p. 60), por lo que no quería aceptar la invitación de huir a
América. En cambio él es quien invita a don Pedro a refugiarse en su casa de Bilbao
cuando barruntan lo peor (p. 60). Bernardino es también quien le informa del asesinato
de Mauricio y le acompaña en el coche cuando don Jaime y los falangistas han planeado
asesinarlos. Desgraciadamente a él lo mata el mismo chófer (p. 83). El personaje del
maestro republicano perseguido es también común en las otras literaturas vistas en la
propia antología de Martínez de Pisón (2009) en castellano tenemos por ejemplo el
cuento de Manuel Rivas “El lenguaje de las mariposas” o el de Ana Mª Matute “El
Maestro”.
- Mauricio, maestro de los que votan a los republicanos y lo celebra cuando ganan
también las elecciones (p.60) en un banquete ofrecido por su común amigo don Pedro.
Como este último y Bernardino prefiere quedarse a huir. Desgraciadamente es asesinado
como el propio Bernardino anuncia a don Pedro (p. 73).
-Miguel, como los otros dos es maestro republicano y amigo de don Pedro, pero más
comprometido que ellos en política y prefiere marcharse de allí a Bilbao a intentar
reunirse con su esposa, pues tienen familia allí (p.60) o a Francia donde hubiese podido
-53-
ir también don Pedro, quien espera de él casi la noticia de un milagro (p. 61). De hecho
parecía el pregonero o mensajero de los otros, el mejor informado de los asuntos
políticos y la llegada de la guerra, incluso le describe las tropas de fascistas que llegaban
desde Navarra (pp.59 y 73), y a los integristas republicanos navarros “compuesto por
campesinos ignorantes,...” (p.64).
-Juan. Este personaje sólo aparece en la segunda parte, pero igualmente lo conoce
desde años atrás por eso primero le llama “Juanito” y luego ante el reproche de aquel
“Juan” (p. 77). Se trata de un muchacho huérfano, rubio, no muy alto, pero fuerte,
ganadero y que le gusta hablar con los caballos (p. 77), vive con su hermana en una de
las casitas, llamada “Iruain”, de un barrio montañés (p. 78), no lejos de Obaba, por eso
en unas horas pueden presentarse al final ante el retén del pueblo (p. 86).Sabiendo que
al muchacho le gustaría probar fortuna en América, don Pedro le promete facilitarle el
viaje ofreciéndole cartas de recomendación y 3000 dólares por ayudarle a ocultarse y
librarse de las represalias falangistas, pero el muchacho regatea hasta sonsacarle un
redondeo de 5000 dólares (p. 78). Esto último no es simple mezquindad, sino muestra
de su carácter cauto y astuto, de los que planifican bien las cosas. Por ello, a cambio, no
le ofrece una gran suite imperial ni manjares ni delicatesen, sino un cubículo oscuro,
muchas manzanas y más zanahorias. Efectivamente, el plan del muchacho funciona, la
dieta establecida y la paciencia para dejar pasar los días, semanas y meses son
suficientemente válidos, para que los falangistas pierdan interés por su antigua presa. Y
la dieta ha desmejorado tanto a don Pedro, que sólo pesa 94 kilos, que incluso él mismo
“no se reconoció” (p. 85). Como culmen del ardid de Juan, le cambia incluso el nombre
por el de tío Manuel, por lo que todo sale bien.
Además también resultarían personajes colaboradores las hermanas, tanto la de
Bernardino como la de Juan, pues ayudan a estos a conseguir sus fines, y de forma
indirecta también ayudan a don Pedro, a buscar mejor alojamiento en Bilbao, o a
despistar mejor a los persecutores.
Otros personajes también presentados de forma positiva, casi como santos del Paraíso,
seres idílicos, en general, pues “es un sitio formidable. Y la gente es más caritativa que
aquí” (p. 66). Por ello a Pedro le gustaba describirlos a todos los que escuchaban sus
historias de América, casi míticas, de seres como su hermano, el doctor Corgean, el jefe
-54-
indio Jolinshua y su hija, o el viejo que les leía la Biblia, son recuerdos siempre
entrañables que de una forma u otra fueron gentes amables y quisieron ayudar a don
Pedro, y ahora para el propio don Pedro se ha convertido en el lugar de salvación
definitivo, como para muchos de los que escuchaban sus historias.
Además tenemos los personajes opositores, empeñados en destruirlos a ellos o
desbaratar cuanto hagan don Pedro y sus colaboradores. En este caso hay dos bandos:
Por un lado están los religiosos de don Victor y los requetés o integristas católicos; y por
otro lado están los militares falangistas, facciosos o nacionales dirigidos por el capitán
Degrela. Aunque no todos son opositores con la misma intensidad como veremos a
continuación.
a)Gentes de religión. Los peor caracterizados, por sus calumnias desde el principio de
forma general (p. 55), pues, ya que son los que más propalan las mentiras y difaman a
don Pedro: En partícular destacan negativamente dos personajes:
- Fray Víctor. A partir del Viernes Santo de 1935 (p. 56) lidera a los que odiaban a don
Pedro, por no ir a misa y difamarlo como fratricida y “viejo verde” (p.55). Nos lo
describe el autor como joven atlético y que estaba loco y “su locura se agravaría más
con la guerra civil” (p. 56). Es presentado al capitán Degrela por Marcelino, vistiendo
con sotana, pero con pistola al cinto y echando pestes contra los fusilados porque
echaba en falta a los peores (p.62). El capitán Degrela le impide que lleve pistola, lo
cree impropio de un clérigo que sólo debería dedicarse a su Iglesia y ha hacer misa.
Pero no es el ideal del perdón y la obediencia lo suyo de ahí que replique furioso y con
sed de venganza (p.62).
-Don Jaime. Se le describe en general como hombre moreno de unos cincuenta años
(p. 64), siempre insolente con los débiles y sumiso con los superiores. Tan pronto lidera
a los integristas católicos con sus boinas rojas o requetés (p. 64) como a los falangistas
como le echa en cara don Pedro (p.73). Siempre se dirige a don Pedro con desprecio y
falta de educación, incluso lo compara con el cerdo “que mataron el otro día” (p. 64) y
se dirige a él con vituperios del tipo “bujarrón” y “marica”. Poco después el propio don
Pedro lo compara a él y a sus secuaces, citando la Biblia, con “bestia inmunda”, con lo
que el autor del relato está de acuerdo y así en su narración comenta “como una
auténtica bestia inmunda, don Jaime empezó a maldecir y revolverse” (p. 65), mostran-
-55-
do don Jaime su naturaleza violenta, pero cobarde. Violenta porque no le gusta dialogar,
solo agredir verbalmente a los presos como don Pedro con insultos y reproches, o dar
órdenes a gritos a sus subordinados (pp. 65/73,74), como por sus actos, al agredir
físicamente a don Pedro con escopeta o dándole un tortazo (pp. 65/ 73) incluso asesinar,
de no impedírselo alguien (p.65/74-75). Cobarde porque sólo se muestra así contra
quien no se puede defender, manso y corrido siempre ante el capitán Degrela cuya
amenaza teme (p. 65) aunque él mismo venera de ahí la frase “¡Quítese el sombrero!¡A
ver si muestra más respeto por el capitán!” (p. 68) aunque el capitán le desprecia y le
hace callar repetidas veces y prefiere ignorarle como muestra en frases como: “No
estaba hablando con usted” (p. 68), y “Pasó por delante de don Jaime sin dignarse a
mirarle” (p. 69)” y termina el párrafo diciendo de él que ya no parecía militar, tan sólo
parecía un camarero sumiso (p. 69), tan sólo bueno para que acomode al personal y
“traiga una linterna” (p. 69) o acompañe a don Pedro a su habitación (p. 70) y por
supuesto que busque su pistola perdida. Nadie parece sentir simpatía por él, menos aun
cuando pierde su propia pistola, con la que Pedro, para sobrevivir, le matará.
-Ciertamente se menciona al viejo cura y al alcalde asesinados por los integristas
navarros, pero no sabemos si eran tan fanáticos como fray Victor (p. 61), la cita es tan
escueta que no permite caracterizar al alcalde ni al cura, ni para bien, ni para mal. De
hecho la cita es muy similar al cuento anterior de nuestra antología de Martínez de
Pisón (2009), de Ana Mª Matute “El maestro” donde se dice escuetamente: “No se
encontraron ni al alcalde, ni al cura” (p. 47), sin añadir nada más.
b) Personajes militares. Como se acaba de decir también se menciona al batallón de
integristas republicanos navarros que llegaron el 10 de agosto (p.61) y que abaten al
cura y al alcalde. De los que Miguel también dice que estaban formado por campesinos
ignorantes cuyo principal afán era “arramblar con espejos y muebles de los pueblos
conquistados” (p. 61). Y en general de los batallones falangistas que llegaron el dia 11
de agosto a Obaba, en general tampoco salen bien parados, pues, también roban y
matan. De entre estos últimos destacan:
-El capitán Carlos Degrela Villabaso. Jefe de los falangistas o facciosos que llegan a
Obaba (p. 61), militar de unos treinta y cinco años (p. 69), puntilloso en sus cosas pero
al contrario que don Jaime poco dado a las rabietas y furias. Lo de puntilloso es que sa-
-56-
be dar órdenes concretas y le gusta que se hagan cumplir, como por ejemplo que se
celebre una misa en el pueblo debidamente, encontrar un cura vivo, y desarmarlo para
ello (p. 62), averiguar todo lo necesario sobre don Pedro para que lo capturen y que no
lo maten (p. 65), recriminar la pérdida de sus armas a don Jaime y que debe buscarla (p.
70). Y está convencido del triunfo de su ideología, que está más allá de las fronteras
españolas, “nos proponemos extender a todo el mundo lo sucedido en Alemania e Italia,
lo que ahora mismo está sucediendo aquí. Eso significa que esta guerra acabará, pero
nuestra revolución seguirá adelante” (p. 69), nunca se muestra muy religioso, aunque al
contrario que don Jaime, Degrela siempre se muestra correcto con todos, los trata
debidamente, con Berlino, a pesar de las réplicas mordientes que le hace como que
incluso sería mejor militar que el propio Degrela de no haber nacido en casa pobre (p.
62), este capitán por el contrario le agradece su buena información. Con don Jaime no
monta en colera, pero le denosta su forma de actuar y le desprecia por haber perdido su
arma reglamentaria, pero no grita ni insulta (pp. 68-70). Con don Pedro también es
correcto, no le insulta, le tantea y confirma que es comunista, pero incluso respeta la
bravura de don Pedro y confía en que puedan entenderse pronto (p. 69). Y aquí llega el
sentido mezquino o pragmático de este militar, sabe que “la guerra acabará” (p. 69),
pero el tendrá derecho a un buen edificio a título personal, no de esa revolución
internacional, por lo que pretende facilitarse las cosas con don Pedro, y aunque “el
precio no es tan malo, dadas las circunstancias” y “queremos hacer las cosas como es
debido” (p. 69), las fechas del contrato de compra-venta del inmueble, el Hotel Alaska
de don Pedro, son anteriores a la de la guerra, para que nadie pueda después
recriminarle nada. No obstante no es tan avaricioso como parece, y no se deja engatusar
sin más por el ofrecimiento petrino de los 10000 dólares, a pesar de la consulta a
Berlino, termina el asunto con “ya veremos. Tengo que pensarlo. En cualquier caso que
firme el contrato”(p. 70).
-Marcelino o “Berlino”. Por su forma de expresarse el capitán Degrela le supone
exseminarista, no llega a los 25 años y tiene de novia una sirvienta francesa de don
Pedro (p. 69). Su fanatismo le hace capaz tanto de matar en nombre del movimiento
nacional a dos vecinos suyos (p. 61) o delatarlos en connivencia con Fray Víctor (p. 62).
Ha estado en Berlín, de ahí el sobrenombre, y simpatizado también con los nazis (p. 69).
-57-
De acuerdo con Degrela, desarma a Fray Víctor tras presentárselo, así como también a
su amigo acordeonista, para que haga de organista en la misa del fraile. A su favor no
tacha directamente de “marica” a don Pedro (todo esto en la p. 62), aunque sí lo
reconoce como republicano. Acompaña como secretario, no vestido de militar, al
capitán Degrela desde entonces, así resuelve los negocios del hotel de don Pedro e
incluso se ofrece a acompañarle para ultimar ciertos negocios a Francia, no sin avaricia
por el dinero (p.70).
A parte de los oficiales, y “falangistas” o “aviones alemanes que atacán Bilbao” (p.
62), entre el batallón falangista de Obaba destacan dos soldados anónimos
contrapuestos, casi como un símil bíblico, del buen ladrón (Dimas) y Barrabás.
- El buen soldado. Muy joven y tiene un tío en Vancouver. Aunque falangista se muestra
amable con don Pedro y si primero consigue devolverle el sombrero, y le ayuda a subir
a los vehículos, su intercesión le salva la vida por primera vez deteniendo la furia de
don Jaime (p. 65), por lo que el propio don Pedro reconoce “me alegra ver que no todos
sois iguales” (p. 65). También intenta reconfortarle por los malos modales de don Jaime
(p. 67), reconociendo así que don Pedro no es culpable de ello, por lo que se lleva
burlas de don Jaime y del soldado borrachín (p. 67) que los interpelan con ”¿Qué habeis
estado haciendo tanto tiempo?, ¿Dándole a lo de atrás?” (p. 67). Como quien se
pregunta como sería el Paraíso o la Tierra Prometida, este joven le pregunta
constantemente por América, de la que don Pedro le comenta que es un sitio formidable
y con gente más caritativa (p. 66), así como procura entreteníendole con curiosidades
del idioma, sin atender a los reproches (p. 68). Por todo ello don Pedro no le promete el
Paraíso, pero sí positivamente que “tú también aprenderás”, pues tiene una mente
flexible y abierta por lo que le irá bien en América. De hecho hasta reprende al
borrachín por meterse con don Pedro (p. 68) casi igual que en los evangelios. Esta
actitud colaboradora del personaje se muestra hasta el final, pues forma parte de la
última prueba que ha de superar don Pedro para volver a América. En este último retén
nos dice el autor “se encontró cara a cara con el soldado que tenía un tío en
Vancouver” y él (reconociéndolo o no) le deja pasar” (p. 86).
-El soldado borrachín. Como el anterior aparece sólo en la segunda parte y a veces
hasta colabora con él ayudándole a subir a don Pedro a los mismos vehículos. Pero este,
-58-
aun participando en la misma “subida” a los vehículos, es irrespetuoso no sólo con los
que lo merecen, como don Jaime del que dice que se “le pone voz de vieja” (p. 67), sino
también con don Pedro al que vitupera y trata de homosexual despectivamente (p. 68).
Además de todos estos personajes también se nombran otros que podríamos llamar
neutrales como “las dos mujeres en el soportal” que no hacen nada a nadie (p. 63).
También se nombra una serie de personajes históricos de la época como Oliver Hardy
(p. 55), Unamuno (p. 57) y especialmente importantes políticos como “Alcalá Zamora,
Prieto, Maura Aguirre, Azaña, Largo Caballero” (p. 59) sobre los que hablaba don
Pedro y sus amigos en su cenáculo del hotel, pero no se menciona si bien o mal, pero
que le dan más verosimilitud, más aire realista al relato.
En general predomina el clima antibelicista, ante los bombardeos de ciudades como
Bilbao (p. 62), muertes de un bando y del otro (p. 61), persecuciones como las que
sufren los tres maestros republicanos y odios y mentiras como los que difunden los
integristas contra don Pedro y los suyos. No sólo como antimilitarista, pues no todos los
personajes militares son tratados igual, como acabamos de ver, ni partidista, a la hora de
criticar los batallones integristas navarros y los falangistas, como hemos visto, lo hace
igualmente, si bien más extensamente acerca de los falangistas que ganaron la guerra, y
sus atropellos e injusticias fueron así mayores. En la época de redacción del relato ya
comentamos antes que se intenta superar la visión maniquea. Empero, destaca la crítica
antirreligiosa, o mejor dicho, anticatólica, por el erróneo papel que realizaron en el
conflicto, todos los personajes religiosos del relato son tratados como seres
abominables, mentirosos en general “fueron los más católicos,...,quienes más empeño
pusieron en difundir la calumnia” (p. 55). Fray Victor era implacable en ello, en todos
sus sermones siempre les dirigía alguna invectiva (p. 57), o los constantes insultos e
inhumanidad de don Jaime y sus requetés. La virulencia, agresividad e injusticia que
estos personajes desarrollan a lo largo del relato no deja dudas. Esto se ve reforzada,
aunque parezca paradójica, por la cita del narrador y del propio don Pedro de personajes
y hechos bíblicos, cosa que no mencionan ninguno de estos “integristas católicos”,
resulta saber más de cristianismo don Pedro que don Jaime, lo cual genera más
violencia en vez de comprensión en don Jaime (p. 65). Veamos estas referencias bíblicas
para entender mejor lo dicho.
-59-
-Abel y Caín, representan el bien y el mal, el progreso y la barbarie, la paz y la
violencia. Como se ha dicho los más católicos tendían a difamarle, asimilándo Pedro a
Caín, porque falsamente le acusaban de haber matado a su hermano, a lo largo del relato
el autor en diversas analepsis ya señaladas (ejemplo en la página 58) nos justifica lo
contrario, su queridísimo hermano murió accidentalmente, ante la impotencia absoluta
de Pedro, y fue tal su dolor que para amortiguarlo decidió por ello viajar a España. Don
Pedro, como bueno y pacífico que era se le podía considerar, como nos indica el
narrador heterodiegético, un “Abel”, ni él, ni su ideología podrían representar al Caín
español, por ello eran “Abel y Abel” (p. 55). Ni él ni sus amigos pensaban traiccionar a
España ni matar a nadie. Como bien se dice habían ganado (Pedro y los suyos) las
elecciones legitimamente en 1934 (p. 57), los facciosos y sublebados que querían la
guerra eran los falangistas. Ciertamente no todos son iguales, por ello menciona tanto a
los integristas navarros y también los integristas católicos o requetés (p.61) y la
diferencia entre los dos soldados ya comentados. Esos serían los verdaderos
representates, pues, de Caín, frente a los Abel trabajadores y defensores de la
democracia nacional. Todos somos españoles, pero no todos actuamos con la misma
honradez y justicia. El actuar de los maestros, de Juan y de don Pedro, contrastan
brutalmente con la virulencia de fray Victor y don Jaime. Ambos lados son españoles,
pero unos representan más a Abel y otros mejor a Caín (p. 76).
-Pedro. En sí mismo el personaje bíblico homónimo es el inaugurador de la Iglesia,
igualmente don Pedro es el primer americano en Obaba, quien inaugura una tradición y
también tiene las llaves del paraíso, y don Pedro les abre las mentes para puedan
encontrar su liberación en América. Como mencionábamos antes con el periplo físico de
don Pedro, tiene una cierta similitud evangélica más amplia. Cuando muere su hermano
por un oso (p.55), decide ir a Obaba y allí anunciará la salvación y maravillas de
América a sus amigos (tras la muerte de Juan Bautista por Herodes, Jesús comienza la
predicación del Evangelio y marcha hacia Jerusalén). Don Pedro también anuncia a
todos los de Obaba que quieren escucharle “la mayoría de ellos, personas con estudios,
con fe en el progreso” (p. 56), la salvación si van a América (pp.56, 57,66, 68,...). Pero
su predicación termina atrayendo las suspicacias y malediciencias de los clérigos
(pp.54-61) como fray Víctor (como el Caifás de los tiempos de Jesús). Don Pedro im-
-60-
plora un milagro que evite la guerra (p. 61) y sus consecuencias (como Jesús en
Getsemaní). Don Pedro y algunos maestros (pp. 63-68) renuncian a huir y es
denunciado por fray Víctor. Pero es alguien “nacido en una casa pobre de Obaba” (p.
62) y a quien el propio don Pedro reconocerá como Berlino (p.69), quien guiará a don
Jaime (a quien luego mata don Pedro) y los requetés, para que capturen a don Pedro, de
quien le gustaría obtener los 10000 dólares (p.70) que ofrece ((Judas Iscariote conduce a
Malco (a quien san Pedro cortará la oreja de un espadazo), para conseguir las 30
monedas de plata)). Don Pedro es interrogado y maltratado (pp. 64-65), sin que se
amilane (Como Jesús que también renuncia a ocultarse y aunque tampoco se acobarda
también le maltratan). Después (pp. 68-70) es conducido hacia la autoridad militar, el
capitán Degrela, quien lo tantea y negocia con él, pero no lo condena a muerte, y lo
devuelve a don Jaime (Jesús también será conducido por los guardias a la autoridad
imperial romana, Poncio Pilatos, que tampoco lo condena y termina aceptando la
voluntad de los dirigentes rabínicos). Luego (pp.73-75), impulsado por el fervor
católico, don Jaime ha decidido ejecutarlo en el bosque, no llevarlo a Francia como bien
entienden Bernardino y don Pedro (p. 74), y defendiéndose acaba perdiendo su libertad
haciendo lo que va realmente contra su naturaleza, matar al prójimo (Jesús es conducido
al Gólgota, pero maldice a Israel advirtiéndoles que “Jerusalen no verá la paz”, aunque
predicase la paz entre los hombres, y es crucificado). Don Pedro permanece oculto
durante un tiempo (pp. 79-83). Por fin emerge y resucita ante el mundo (pp. 84-86) para
recuperar su libertad, como anuncia Juan, su “angel” (p. 81), para dentro de tres días,
esa libertad es posible gracias a que le abre las puertas uno de sus seguidores hacia
América, el paraíso para tantos españoles del momento (tras estar en el sepulcro unos
días (tres), Jesús resucita como anuncia el ángel a sus seguidores y vuelve al Reino de
los Cielos). Además como Jesucristo también era soltero ((y no porque estuviera en
contra del matrimonio, él mismo promociona el matrimonio (p. 60)), perseguido por sus
ideas contra el sistema impuesto y recibe como segundo nombre “Manuel”. Claro que
hay diferencias (Obaba/Jerusalén o 10000 dólares/30 monedas de plata, entre otras),
como entre el mundo del Imperio romano, y el del imperio que quieren formar los
fascistas del capitán Degrela, hay muchos siglos y valores culturales de por medio.
Además las intenciones también son muy distintas entre nuestro cuento y el evangelio
-61-
bíblico, nuestro cuento es todo lo contrario de una apología religiosa. Es una crítica
aguda al quehacer de los integristas católicos, que hacen todo lo contrario de lo que su
fe debería dictarles, no matarás, no robarás, no darás falso testimonio,...etc. El relato es
un alegato de los valores humanos, no meramente espirituales, o una denuncia por la
falta de ellos en un momento histórico determinado, pero no una defensa de los
principios de los fanáticos religiosos, quienes realmente han traiccionado su fe, y a
España al apoyar a los sublevados y su guerra, como Caín al matar a Abel. Al fin y al
cabo como afirma el propio Atxaga en “La piel de los desnudos” recordando su visita
“Así las cosas, resulta lógico pensar que la figura de Cristo, junto con la de su Madre y
la de sus seguidores, se convirtiera en el centro de todos cuantos sufrían en la tierra”.
Además tampoco es el único texto en el que Atxaga hacer referencia al Evangelio y a
algún conflicto bélico del siglo XX, como manifiesta a un grupo de atónitos escolares
de Bilbao en un acto celebrado en la Biblioteca de Bidebarrieta cuando les dice:
“Que en la próxima entrega de las aventuras de este animal, Bambulo, reescribirá la
Biblia y el Evangelio de San Lucas, en lo concerniente al nacimiento de Jesús en Belén”
(“El País”, 12/12/1998).
- Josué (p. 61). Surge dentro del paralelismo que establece el narrador para hacernos
entender las angustias de don Pedro ante el augurio de la guerra. Dice concretamene:
“Un milagro mayor que el del mismo Josué: detener el Sol y la Luna, y hacerles
además retroceder” (p. 61). El texto no contiene una cita bíblica sin más, va más allá,
contrapone dos elementos, el Sol y la Luna. El día y la noche, y al contrario del relato
bíblico no se pretende detener únicamente al Sol, sino también a la Luna e incluso
hacerlos retroceder. Con esta metáfora del Sol y la Luna se evita el tratamiento
maniqueo (Republicanos como luz, Sol / falangistas como Luna, noche) y las lecturas
“blandas” que comentábamos en la parte teórica, no se pretende una visión maniquea,
sino una visión objetiva de lo que ocurrió, y un alegato del pacifismo y denuncia de los
horrores de la guerra.
- Lázaro “el día de su resurrección en Betania” (p. 65). Comenta la cita como una
advertencia a don Pedro para que despierte y se libere de sus dudas y miedos, y tenga
claro que debe liberarse de sus ataduras en Obaba. Así también como una premonición
de su destino. Así tras el tremendo golpetazo de don Jaime, don Pedro recuerda las
-62-
principales anécdotas de su estancia en Canada con su amigo Jolinshua, con su hermano
en las minas de Alice Arm y en Prince Rupert. Tiempos difíciles que superó con éxito,
las dificultades en Obaba no le amilanarían, debía superarlas también para volver, “no
me voy a acobardar ante estos asesinos”. Como Lázaro si era necesario el temor a la
muerte no acabaría con su resolución, él también resucitaría.
- Tobias y el arcángel Rafael (pp. 80-82). Este paralelismo con estos personajes en
relación a don Pedro y Juan. Además de mencionar a “Dios” y su “poca fe” como aquel
que le mandó a Juan como “ángel protector” (pp. 80 y 81). Es otro caso de “Abel y
Abel”, como un reencuentro con su hermano. Un encuentro que hace posible una utopía
en la que las gentes dialogando pueden ayudarse para el bien común, las guerras no son
necesarias.
No obstante el escepticismo religioso o de crítica religiosa de los personajes, también
es patente en otros relatos del autor, Bernardo Atxaga (como el del padre de “Esteban
Werfell” o el propio David del Hijo del acordeonista).
Además hay otros elementos dentro de lo religioso y lo místico que también merecen
ser comentadas de este relato. Así se incluye un subtema del misterio o el aura que
rodea la mítica “Obaba” y envuelve los personajes. La naturaleza, sus augurios y
leyendas. Se le auguran malos tiempos y cambios en el futuro con las onomatopeyas de
los sapos con su “Win-ni-peg” (pp. 58, 59, 72, 75, 85. Referido a una ciudad americana
donde ya residiera Pedro, como si le llamara de vuelta), la expresión lapidaria que se le
anunciara desde los tiempos americanos “to commit suicide” (pp 58, 77) o la imagen de
la Muerte llamando a su puerta o dejándole vivir hasta los 80 años (p. 64). Todo como
un largo anuncio de su destino de ida y vuelta, o muerte si permanecía. Este uso
simbólico-mitico que trae augurios y leyendas no es la primera vez que lo usa el autor,
ya en Obabakoak (1988) lo usa en diversas ocasiones, el truculento poder de los
lagartos que pueden meterse por los oídos, el niño que puede convertirse en jabalí o los
ruidosos cisnes que molestan a Esteban Werfell mientras escribe sus memorias. Todas
estas leyendas idiosincráticas daban identidad al pueblo de Obaba, lo hacían más
legendario y más entrañable. Después, con la guerra y el dominio fascista, sólo es un
pueblo más, alienado y sometido a unos tiranos invasores como otros muchos, donde ya
no hay lugar para historias propias.
-63-
El antes y después también se refiere al bienestar y al hambre, el antes idílico de
abundancia, gran peso corporal como el de don Pedro (p. 54), “tierra acogedora” (p. 61),
frente al después de robos (integristas navarros), estafas y “requisamientos” (falangistas
y requetés) y hambre, al que tanto hace alusión cuando el propio don Pedro está
encerrado primero en una dispensa cuyos alimentos no puede tocar solo hacer recuento
(p. 67), o cuando se oculta a base de manzanas y zanahorias p. 80). Todo ello corrobora
la idea general del mensaje antibelicista, y siguiendo la sugerencia de Cabello (2005)
comentando El hijo del acordeonista, y por tanto también a nuestro relato, podemos
comprender el alegato contra todo tipo de violencia bélica o social, fascista o
revolucionaria. Todos los males que se relatan están para recordar los males que la
guerra acarrea a la sociedad, y, en especial, para defender una concepción del hombre
basado en la dignidad humana, capacitado para dotarse de su libre albedrío. Para
finalizar con estas antítesis, especialmente la de Caín y Abel, como una forma de
mostrar las paradojas de las guerras, y en esta ocasión también de la religión, citaré al
propio B. Atxaga (2007) cuando dice:
“Pero el hecho de que la ideología nacionalista estuviera, al menos en sus comienzos,
estrechamente unida a la religión católica, contradice el supuesto. Además, hay
testimonios. Léanse por ejemplo las crónicas que Roberto Artl envío desde Bilbao el
año 1936, pocos meses antes de que empezara la guerra. Se asombra el escritor
argentino -concretamente en una visita que hace a Portugalete- de la hermosura física
de la gente que ve en una fiesta nacionalista, para, a continuación, asombrarse aún
más de la veneración con que escuchan a un sacerdote que, desde su punto de vista, el
de un hombre cosmopolita e ilustrado, sólo dice vulgaridades y tonterías piadosas”.
4) CONCLUSIONES
Respecto a nuestros objetivos, se puede afirmar rotundamente el logro del primer
objetivo de testimoniar la continuidad temática de la Guerra Civil en la narrativa
española, tanto en las letras castellanas, como en las letras catalanas y las letras en
vasco, explicitamente en este trabajo se citan cerca de 200 novelas sobre la temática en
la parte teórica y se ha trabajado con la muestra de 35 cuentos sobre la Guerra Civil de
Martínez de Pisón (2009) en la parte práctica, fechados desde 1937 al 2003 como con el
-64-
último cuento comentado. Respecto al segundo objetivo, teniendo en cuenta sobre todo
la parte práctica del presente trabajo, podemos decir que se han encontrado bastantes
similitudes, y pocas diferencias en la antología escogida respecto a la idea de la Guerra
Civil que se desprende desde sus personajes militares en las distintas tradiciones
literarias.
No hay relatos belicistas, ni apologías de la guerra, aunque son cuentos que usan
como temática nuestro conflicto bélico, todos ellos, tanto los autores del bando
republicano con sus personajes principales del mismo bando, como los comentados Pere
Calders, Max Aub y Bernardo Atxaga, como autores del bando fascista como Luis
López Anglada, a pesar también de las diferentes épocas de publicación de sus relatos,
se interesan más en destacar los males de la guerra (asesinatos, hambre, miedo,
persecución, simpatías imposibles), que los hechos gloriosos de ella (no hay descripción
de batallas triunfales de conquista, aunque si parodias crueles y cínicas de ellas como la
vista en el cuento de Pere Calders, o el “Tanque de Iturri” de Lino Novas en que todos
se vuelven locos). Por ello en general paradójicamente son antibelicistas y defienden un
ideal de bienestar social y de personas tolerantes y libres.
Por otra parte tampoco se defiende que sea baladí o inútil defender unos ideales de
justicia, honradez, y de respeto por el prójimo. No es lo mismo luchar por cualquier
cosa, los personajes militares de nuestros cuentos si muestran su orgullo por defender
sus ideales, en el texto de Calders es patente como veíamos el desprecio por los
falangistas, “los otros” que asesinan desde las sombras y las bombas, sin respetar ni a
los vivos y ni siquiera a los muertos. En el texto de Max Aub todo y su nota escéptica,
los falangistas, son también más despreciados, no merecen ni las sardinas por las que se
escusaban los desertores de tomar su camino, aunque en este relato no aparezca
tampoco ningun tipo de apología del republicanismo que marque el contraste.
En los cuentos posfranquistas parecen más equitativos, más centrados en la defensa de
los valores humanos universales y aunque se siguen denunciando las injusticias de la
guerra en sentido más general, hay menos apología política de un bando concreto, como
se puede apreciar en el cuento de Luis López Anglada en el que aparece ambas
apologías ideológicas, nacionalista y republicana, cada soldado que se baña en la charca
defiende la suya, con sus tópicos y prejuicios respecto a la contraria, resulta en ello más
-65-
ecuménica, favoreciendo las similitudes, frente a las diferencias. Igualmente en el
relato de Bernardo Atxaga, también se describen las tropelias y formas de actuar de
ambos integristas, los republicanos navarros y los nacionalistas que llegan desde
Navarra y actúan despóticamente en Obaba.
Ciertamente los oficiales resultan siempre más tiránicos que sus soldados en todos
ellos. Tanto en los relatos de falangistas como en los de republicanos, como que están
más unidos a la dirección de los eventos bélicos, y a la guerra misma, resultan más
representativos de esta, y en todos los relatos vistos resultan más opresores,
especialmente de sus propios soldados. Ciertamente en la antología se dan algunas
excepciones como en “El sargento Ángel” (1938) de Arturo Barea, pero incluso en este
relato, su subordinado sufre las consecuencias de sus cambios de humor.
También cabe decir que en general no hay diferencias evidentes entre las tres
tradiciones literarias, de castellanos, catalanes y en vasco. Como se acaba de exponer
entre los cuatro autores de las tres tradiciones coinciden en los puntos principales
señalados. Si los vemos por épocas y ponemos en paralelo el texto de Pere Calders visto
con el también citado del escritor en castellano Arturo Barea, “El sargento Angel” los
puntos de vista del antibelicismo, y la defensa de los principales ideales de la milicia
republicana son comunes. Como ya he dicho también respecto al texto de Bernardo
Atxaga también guarda similitudes con otros castellanos de nuestra antología escogida,
por ejemplo con el cuento del escritor en Juan Eduardo Zúñiga titulado “Ruinas, el
trayecto: Gerda Taro” con sus analepsis (sobre todo respecto a Brunete, p. 454 y la
historia de la propia Guerda) y recuerdan como eran las cosas antes de la caída de
Madrid, ven el presente destrozado de la ciudad y piensan como serán después.
Igualmente recuerda los errores entre comunistas y anarquistas (p. 454), los combates
contra los nacionales que acaban tomando la ciudad y también harán de las suyas. La
guerra sólo trae destrucción y ruinas por doquier, muertes (p. 458) y nostalgia por las
gentes que ya no estaban. La guerra no fue buena para nadie, menos para los inocentes,
aunque “quizá convendrá olvidar y seguir adelante” (p. 464) y “es terrible lo ocurrido,
no se comprende a no ser que esta guerra, sea el final de una época” (p. 463).
Todo y la seriedad de la tragedia de la guerra, en las tres tradiciones se han encontrado
que pueden hacer uso del humor o del desenfado para relatar los hechos que la ambien-
-66-
tan, como una forma de ironizar sobre los errores del momento, así hemos visto que lo
usaba el catalán Pere Calders, e igualmente en castellano Max Aub. En vasco Bernardo
Atxaga también nos habla del buen humor de su personaje don Pedro para con sus
amigos, lo que contrasta con la ironía nefasta de don Jaime para burlarse de él.
Ciertamente no es un humor de carcajada fácil, sino un humor que critica, que tiene una
doble función, mostrar la vitalidad y buen carácter de sus personajes principales y
criticar los errores y equívocos que produjo la guerra. Ciertamente parece que el recurso
al humor en el sentido irónico, es más patente, como podemos ver en los comentarios,
en los textos de los primeros periodos, que en los textos posfranquistas.
Como diferencia entre las tres tradiciones, castellanas, catalanas y en vasco, cabría
hablar de la diversa ubicación en que se sitúan sus hechos bélicos que en ocasiones se
citan en los relatos de la antología de Martínez de Pisón (2009): Para los castellanos
sobre todo Madrid ((por ejemplo en “!Masacre, masacre¡” de Manuel Chaves (1937) o
“Ruinas, el trayecto: Guerda Taro” de Juan E. Zúñiga (2003)), Andalucia ((por ejemplo
en “El cojo” de Max Aub (1938), o “Jesús Galarraza” de Manuel Talens (1994)), o
puntualmente algunas ciudades de Castilla-León como Burgos (“El sargento Ángel” de
Arturo Barea), Segovia (“El primo Rafael” de Jesús Fernández), o Brunete ((como en
“Las muchachas de Brunete” de Edgar Neville (1941) o el texto ya citado de Juan E.
Zúñiga (2003)). En los catalanes es más frecuente citar a Barcelona (como en el relato
de J. A. Jordana titualdo “Pa francés”) o Teruel como en el cuento analizado de Pere
Calders. Y aquellos relatos en vasco es frecuente que citen el bombardeo de Bilbao
como en el cuento analizado de B. Atxaga. No obstante no siempre se citan lugares
concretos o reales de los eventos, sin que por esto último se pueda hacer una división
tajante y clara ni por periodos, ni por tradiciones lingüísticas. Así, dentro de la antología
de Martínez de Pisón (2003), textos como el de Mercè Rodoreda, “Els carrers
blaus”(1937), el de Miguel Delibes en “El refugio” (1964) ((o el visto de Max Aub, “La
ley” (1955)), el de Luis López en “La charca” (1981), o el situado en la mítica Obaba de
B. Atxaga, no tienen ubicación real, pero sí un sentido generalizador del territorio
español en guerra, pues es equivalente en toda zona en conflicto. Un punto más que
refuerza la idea general de que tienen más en común que pequeñas diferencias.
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-Zuloaga, E (2005) Historia de la literatura vasca. (especialmente destaca el artículo
“El siglo XX: Una literatura dividida por la guerra”).
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- Algunos textos extraídos y otros textos y documentos interesantes para nuestra
temática han sido extraídos de páginas web especializadas en nuestra temática como:
- AAVV. - “Partes de guerra. La novela colectiva de la Guerra Civil”. Babelia
((Conjunto de críticas periodísticas del libro de I. Martínez de Pisón, Partes de guerra:
Ana Rodríguez (“Babelia”), Tereixa Constenla (El País), Jesús Ferrer (La Razón), Rodri
García (La voz de Galicia), Anónimo (La Vanguardia), Nuria Azancot (El cultural/El
Mundo), Félix Romeo (Heraldo de Aragón) y Anónimo (Diario público)).
- S.B.H.A.C. - http://www.sbhac.net/Republica/Relatos/Relatos.htm. (cuentos como
los de Sainz-Rozas, Mike Blacksmith).Y hay unos buenos artículos de Manuel García y
García (1983) y Carlos Fontserré (1983) sobre el arte y la Guerra Civil en:
“http://www.arte.sbhac.net/Carteles/Aproxima.htm”.
- http://www.monografias.com/trabajos5/guepo/guepo.shtml. Contiene un artículo
titulado precisamente: “Consecuencias de la Guerra Civil Española en los cuentistas de
la generación de la guerra y posguerra”.
- http://www.ctv.es/eyp/moderno/franco.htm. En ella se encuentra un largo listado de
libros nuevos acerca de la Guerra Civil española.
- Basqueliterature. http://www.basqueliterature.com/es/Katalogoak/egileak/montoia .
Portal de literatura vasca que además de contener la biografía y perfil de numerosos
autores de las letras en euskera, también contiene multitud de relatos escritos por ellos.
Igualmente tiene algunos artículos de la profesora Olaziregi como el titulado “Narrativa
vasca del siglo XX: una narrativa con futuro” y el ya señalado de Patricio Urquizu.
-http://elpais.com/diario/1998/12/12/paisvasco/913495222_850215.html. Aporta el
artículo noticias sobre la narrativa de Bernardo Atxaga en relación con el Evangelio de
Lucas.
- Ficus “http://ficus.pntic.mec.es ” se encuentran muchos cuentos de nuestra temática,
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basta con pulsar en “cada uno de estos autores para leer relatos ambientados en la guerra
civil española” (con cuentos de Arturo Barea, Miguel Delibes, Carmen Martín Gaite,
Antonio Martínez Menchén, Jesús Felipe Martínez, Jose María Merino, Ramiro Pinilla
y Juan Eduardo Zúñiga), por ejemplo para Carmen Martín Gaite:
http://ficus.pntic.mec.es/~jmas0085/carmenmartingaite.htm
- Hispanoamericanos en la Guerra Civil Española en:
“http://impactoguerracivil.blogspot.com.es/p/antologia.html”.
- Piscolabis-librorum: http://librorum.piscolabis.cat/2012/01/contes-catalans-
illustrats-de-la-segona.html. Portal titulado por sí mismo “Contes catalans il·lustrats de
la Segona República (1931-1939), continuïtats i canvis” dedicado más bien a la
narrativa infantil de aquel periodo, de la Segunda Républica (1931-1939). 2012.
-Wikipedia: “Guerra Civil Española” en :http://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_Civil_
Espa%C3%B1ola ; “Libros sobre la Guerra Civil”. En :
http://es.wikipedia.org/wiki/Categor%C3%ADa:Libros_sobre _la_Guerra_ Civil _Espa
%C3%B1ola. También se puede ver el artículo titulado “Literatura española posterior a
la Guerra Civil”, en: http: // es. wikipedia.org/wiki/ Literatura_espa
%C3%B1ola_posterior_a_la_Guerra_Civil. Además de poder consultar numerosas
biografias pertinentes a nuestra temática.
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