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La construcción política del turismo durante el franquismo: el discurso turístico como
recurso (1956-1975).
Lorién Jiménez Martínez – Universidad de Zaragoza
Inicio esta exposición partiendo de una premisa básica: los discursos entendidos en términos
sociológicos, en nuestras sociedades -y entre ellas incluyo a la regida por el franquismo-, distan de ser
meras enunciaciones surgidas de un emisor aleatorio. Muy al contrario, y con todas los matices que
quepan entre autores o escuelas, el discurso es una construcción social encuadrada en dispositivos más
amplios -instituciones que los emiten, prácticas que los refrendan,...- al servicio de unas relaciones de
poder y saber concretas1.
Esta apreciación viene al caso de la necesidad de dotar de un encuadre teórico al relato que vamos a
desarrollar a lo largo de las siguientes páginas, cuyo propósito se resume en exponer el origen, función y
empleo de un discurso -el relativo al turismo y a sus características: paz, legitimación, homologación al
espacio institucional- dentro del espacio más amplio que fue el dispositivo turístico durante el
franquismo. Y más concretamente será mi objetivo llevar a cabo una descripción y análisis de los hitos
más destacados de este discurso en su época de mayor perfeccionamiento, del arranque de la oleada
turística (1951-56) hasta el fin del franquismo (1975-77), pero especialmente durante los años en que las
instituciones consiguieron configurar y socializar un discurso hegemónico al servicio de la legitimación
interna y externa del régimen político franquista.
En las líneas que siguen intentaremos explicar la génesis y desarrollo de este discurso desde dos puntos
de vista. En primer lugar, nos interesaremos por las temáticas y contenidos más habituales y relevantes
de discurso turístico franquista, que se desarrollan jerárquicamente a partir de dos ámbitos de gran
importancia: la capacidad del régimen para equipararse a estándares de modernización occidentales y su
legitimación efectiva. El otro punto de vista será el de los mecanismos institucionales de emisión del
discurso, tres básicamente, por motivos que explicaremos a continuación, pero que nombraremos como
normativización e inspección, difusión y propaganda y, finalmente, análisis y proposición.
1 El enfoque más habitual sobre el discurso -y el que informa esta comunicación- es el de Foucault, M., El orden del
discurso, Tusquets Editores, Buenos Aires, 1992. Para una aproximación a otras perspectivas del discurso, cf. Miramón Vilchis, M.A., “Michael Foucault y Paul Ricoeur: dos enfoques del disurso”, La Colmena, 78, abril-junio de 2013.
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EL DISCURSO Y SU SEMÁNTICA.
Franquismo y turismo conocieron desde sus inicios una potente y ambigua relación, que arrancaba
desde el momento en que Franco subió a bordo del Dragon Rapide que Luis Bolín había puesto a su
disposición para permitirle unirse a la sublevación militar. Este vuelo fue camuflado bajo el pretexto y la
apariencia de un viaje turístico. A partir de aquel momento el régimen iba a convertir el turismo en un
mecanismo de representación de su proyecto nacional, así como un vehículo de propaganda y
legitimación del régimen. El componente económico del turismo, hipotético en los años treinta,
imposible durante la guerra e inimaginable hasta 1950, era un elemento deseado de la ecuación, pero
apenas un mero deseo.
No hace falta ser muy prolijo acerca de qué suponía el proyecto y la representación nacional del
franquismo, ni siquiera atendiendo a la diversidad de enfoques entre sus distintas familias: un país
moldeado desde el hispanismo castellano, marcial, castizo y jerárquico que, acosado por sus enemigos y
dejando de lado sus esencia católicas, había entrado progresivamente en decadencia hasta que, y aquí
entramos en el terreno de la legitimación, un impulso nacional materializado en el Alzamiento y en la
posterior Cruzada habían sido capaces de reincorporarlo a la senda de las grandes y modernas naciones
europeas, sin además perder un ápice de su gallardía. Todo ello salpicado, asimismo, de innumerables
matices diacrónicos y sincrónicos.
En lo que respecta al turismo, y a rebufo del auge del turismo de masas, a partir de 1954-55 se va a
producir un incremento notable de las estructuras e iniciativas dentro del entramado institucional y
político del turismo franquista. Así, el Ministerio de Información y Turismo (MIT) iba a abordar la
redacción (1952-54) y puesta en marcha de un Plan Nacional de Turismo, entre otras cosas. Dentro del
falangismo resaltaban dos estructuras en éste ámbito, la Obra Sindical de Educación y Descanso (OSEyD)
y el Sindicato Nacional de Hostelería (SNH). La primera de ellas mejoraría desde 1956 notablemente su
infraestructura e impacto mediante la creación de las Ciudades Sindicales de Perlora, Tarragona y
Marbella, capaces de albergar a varios miles de personas cada año. Por su parte, el SNH adquiere en
estos años el apellido “de turismo”, al tiempo que consolidaba su presencia en provincias y, sobre todo,
desarrollaba -en el marco del rearme institucional del falangismo de mediados de los cincuenta-
instrumentos de análisis técnico y de encuadramiento político como estudios, jornadas y, al hilo de
nuestra exposición, asambleas.
Estas tres instituciones (MIT, OSEyD y SNHT) nos darán la clave de cómo el franquismo implementaría
desde 1958 sus capacidades técnicas en el campo del turismo en los tres ámbitos que consideraba
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fundamentales: ordenación legal e inspección, la difusión y propaganda y dispositivos de análisis y
proposición. Pese a lo que pudiera presuponerse, los tres ámbitos eran tratados como capaces de dar
respuestas a los dos ejes temáticos del discurso turístico, como avanzábamos, a la cuestión de la gestión
y homologación a estándares internacionales de calidad y a la legitimación del régimen, a su capacidad
de representarse como vehículo de la identidad nacional española. A ambas nos referimos con más
detalle a continuación.
Gestión y modernización.
Comenzaremos por abordar el fenómeno turístico como un campo de saberes expertos, en la medida en
que, a medida que iba creciendo y adquiriendo complejidad en todo el mundo desde 1950, necesitaba
de herramientas de gestión más perfeccionadas y de sistemas de homologación internacional más
desarrollados. Estas herramientas y sistemas afectaban por igual a los agentes privados (agencias de
viajes, hoteles, turoperadores, etc.) y a los estados que debían gestionar los movimientos y estancias de
los viajeros.
Para el franquismo, que se consideraba a sí mismo un régimen modernizador, esta inserción en las redes
internacionales del turismo constituía un reto perfectamente encajado en esa visión que tenía de sí. Da
lo mismo, por lo tanto, que hablemos de la modernización como un hecho social o -como es mi caso-
como proyecto político, que la denominemos con Pack europeización o que nos ciñamos al vocabulario
del régimen y recurramos al desarrollismo, en tanto que hablamos de diferentes aspectos de un
proyecto político, social y económico. El hecho es que las distintas familias del régimen y éste en su
conjunto asumían unas premisas básicas (a pesar de las grandes dosis de conflicto entre unas y otras),
que consistían en, primero, definir España como un Estado y un país atrasado; segundo, y como
consecuencia lógica, se expresaba la necesidad de poner en marcha un proyecto que permitiera tanto la
preservación de la identidad nacional como el desarrollo social y económico dirigido desde arriba. Por
último, se sobreentendía que una vez alcanzados estos objetivos (plasmados en el Estado Nuevo, el
Alzamiento, la Cruzada, la autarquía o el INI) España estaría en situación de ocupar su “lugar en el
mundo”, algo que a la altura de 1956 (con la admisión en la ONU y otros organismos internacionales o
los pactos con USA o la Santa Sede) parecía ya no viable sino logrado.
Dentro del mundo turístico, este despliegue de modernización iba a desarrollarse siempre dentro de la
constatación que muchos autores efectúan y que Pack expresa de manera más sintética cuando dice que
en España existía un gran número de instituciones y organizaciones dedicadas al turismo no a causa de la
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importancia de éste, sino precisamente por su escasez. La verdad es que durante la década de los
cincuenta el número de turistas en España era todavía inferior al de otros países de nuestro entorno
(Francia, Italia,...) y, sin embargo, el franquismo, a través del MIT y del SNH, ponía un gran empeño en
que estuviera adherida o acogiera los congresos de organismos internacionales ligados al turismo, como
la FIAV en 1948, la Asociación Internacional de Expertos Científicos en Turismo en 1952 y en 1957, la
ASTA. Esto contrastaba con el retraso en el desarrollo de estructuras de gestión propias. Lo explicaba a la
perfección Enrique Marsans como presidente del I Congreso de Agencias de Viajes en su sesión inaugural
de, recalquémoslo, 1958:
“Es curioso constatar que nosotros, que tanta solicitud hemos demostrado para que toda clase de
Organismos y Asociaciones Internacionales de Viajes o de Turismo viniesen a celebrar sus
reuniones en España […] y cuyos resultados técnicos, dejando a un lado los frutos propagandísticos
recogidos, han sido provechosos para las Agencias de Viajes, hayamos demorado tanto tiempo
el reunirnos para tratar de nuestros problemas.”2
En otra categoría de mecanismos de gestión, más relacionados con el control social del turista, los años
cincuenta iban a ver la progresiva desaparición del Tríptico y del talonario de viajes que lo había
sustituido. Ambos eran documentos que servían para vigilar los movimientos del turista; con su
desaparición en 1954 y 1959 se alcanzaba así una igualación respecto a los estados del entorno:
Estos dos ejemplos deberían servir para ilustrar cómo en la divisoria de los cincuenta las medidas de
gestión del turismo se alineaban con otras políticas de modernización y homologación. Así, la
desaparición del tríptico coincide con la de la cartilla de racionamiento, mientras que la integración en
los organismos internacionales “generales” (ONU, FAO, UNESCO, etc.) van de la mano de la que se lleva a
cabo en las organizaciones propias del turismo. Toda esta estandarización de los métodos de gestión,
más allá de una eminente cuestión práctica, iba profundamente ligada con el discurso de la legitimación
que desde el MIT se estaba concretando desde su creación y que alcanzaría una formulación canónica
con la llegada de Fraga al frente del MIT en 1962.
Podríamos citar infinidad de casos análogos, pero el resumen es que todos forman parte del conjunto de
cuestiones prosaicas que terminan de configurar el entorno de control y gestión del turismo; la llegada
masiva de turistas conllevaba la necesidad de transportes, alojamientos, atracciones e infraestructura de
confort. Asimismo, esta llegada coincidía en esencia con la naturaleza del régimen cuando exigía
estabilidad política y una cierta política de costumbres (servicios, higiene, vestido, seguridad, horarios)
2 I Asamblea Nacional de Agencias de Viajes, Madrid, 1959, p. 25.
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que fuera armonizada y homologable a la noreuropea. Todo ello, como veremos, se movilizó y encuadró
en clave nacional y de identidades.
La doble vía de la legitimación
Amenazado desde y a causa de su propio nacimiento espurio, el franquismo vivió acosado por la
necesidad de legitimación tanto en el interior como fuera de sus fronteras. De este modo, además de
aprovechar todos los mecanismos de gestión en tanto que fin en sí mismos dentro de un proyecto
político y económico, también se convirtieron, como decía Marsans en la cita anterior, en “frutos
propagandísticos”; en suma, en hitos discursivos del relato legitimador del nacionalismo franquista.
Éste relato se había compuesto desde la Guerra Civil en base a la secuencia Alzamiento-Cruzada-Victoria
como trinomio de la legitimación del régimen. Sin embargo, a medida que la reinserción en el concierto
internacional se consumaba, un lenguaje tan marcial y represivo resultaba tan nocivo para cierta
diplomacia como los yugos, las flechas y el currículum de FET de las JONS. El turismo, ese milagro
sobrevenido, era por sus virtudes estéticas y económicas la panacea a ese círculo vicioso de guerra,
victoria y represión.
Especialmente desde 1962, pero forjándose desde 1951 con la adscripción del Turismo al Ministerio de
Información, se iba a establecer una vinculación fortísima entre legitimación del régimen, identidad
nacional y afluencia de turistas y divisas. Una vez superado el trauma de no generar un turismo mitad
nacionalista español, mitad cultural a finales de los cincuenta, la administración fue bastante exitosa en
hacer, pensar y representar lo que quería, aquello que se había convertido en sus nuevos objetivos, es
decir, la llegada de turistas y divisas y la legitimación interna y externa del régimen. La línea explicativa
de la legitimación a través de las divisas era sencilla de exponer en términos económicos: el régimen, la
balanza de pagos y el turismo eran tres realidades que funcionaban a nivel económico, siempre que se
obviaran las tensiones inflacionistas, la política de devaluación -tanto en mano de obra como de
moneda- y otras consecuencias menos evidentes
Por su parte, la legitimación del régimen era un hecho más complicado de emparentar con la afluencia
de visitantes extranjeros. Es cierto que desde los inicios del turismo se había constatado en un plano
etnometodológico la correlación entre entornos seguros o fiables y auge turístico; pero la seguridad -y el
resto de su campo semántico: estabilidad, tranquilidad y, sobre todo, la paz- no es el único vector
interpretativo empleado para conseguir que el turismo fuera, efectivamente, una herramienta de
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legitimación. Podríamos extraer de todas las fuentes consultadas hasta tres ideas fuerzas que se
repitieron insistentemente desde el aterrizaje del turismo de masas en España. La primera de ellas fue
desde luego el binomio estabilidad/paz, en el cual, no lo olvidemos, la paz no dejaba de ser un trasunto
de la victoria, como veremos más adelante.
En segundo lugar, el franquismo asumió que la mera afluencia de visitantes era ya suficiente muestra de
legitimación hacia el régimen por parte de la ciudadanía extranjera y, frecuentemente, en contraposición
a sus gobiernos:
“Son ya legión los que en otros países escriben y hablan elogiosamente del trato recibido en hoteles
españoles, en nuestros paradores y albergues de carretera, en sus contactos más variados con todas
las capas sociales del pueblo español, donde la hidalguía propia de los españoles acoge
hospitalariamente a los que la visitan comportándose con ellos con su nobleza tradicional.” 3
Caracter, precios, sol y playa
Finalmente, el franquismo recurrió a un argumento más sibilino, de interpretación más mediada, para
establecer el vínculo entre legitimación política del régimen y turismo. Nos referimos, por supuesto, al
“Spain is beautiful and different” y a la carga ideológica que este sencillo lema encerraba.
[PRESENTACIÓN]
Nacido mucho antes de lo que se cree generalmente y, desde luego, fuera del periodo de Fraga al frente
del MIT4, el archiconocido eslogan dio lugar a, o fue de la mano de, una importantísima línea
autointerpretativa del franquismo como excepción étnica o ética de Occidente, particularidad que
justificaría al franquismo y sus peculiares formas de estructuración política (catolicismo de estado,
caudillismo, “democracia orgánica”, partido único plasmado en el Movimiento, etc.) en tanto que
plasmación de dicha excepcionalidad5. Sería gracias a este discurso que se daría sentido al éxito turístico
español, puesto que si, volviendo a citar a Calleja, “nadie va a ninguna parte a aburrirse barato”6 , y el sol
3 Arias-Salgado, Gabriel, Textos de doctrina y política española de la información, volumen 1, Madrid, Ministerio de
Información y Turismo, 1960, p. 289. Discurso en la XXVII Asamblea de la Asta, Madrid, 14 de octubre de 1957. 4 Si hacemos caso de la datación de carteles del IET, en 1948 ya tenemos el paisaje montañés subtitulado con el “Spain is
beautiful and 'different'. Visit Spain” (La Administración turística española, 2006, IET, Madrid, p. 43), mientras que en 1950 finalmente disponemos de una muestra del “Spain is 'different'”, en el affiche reproducido de la Costa Brava.
5 Sin salir de Arias-Salgado, op. cit., p. 290-291, podemos citar como el responsable del ministerio afirmaba que “España es un país distinto del vuestro [Estados Unidos] y de otros de Europa. Convencidos de que nuestra manera de ser, de pensar y de sentir es distinta a la de otros pueblos, queremos que se nos conozca y comprenda. Por eso ni hoy ni en ningún momento de nuestra paz hemos levantado telón alguno en nuestras fronteras”, razonamiento que le llevaba a afirmar que “al poneros en contacto directo con la España real, vosotros mismo podréis apreciar que, en la paz de Franco, el pueblo español da pruebas de un excedente caudaloso de vitalidad y de espíritu, lo mismo que las dio en la guerra contra el comunismo”.
6 Calleja, J.L. Turismo y Mercado Común del carácter, Madrid, 1966., p. 4.
7
y la playa no bastan para explicarlo, faltaría un “algo” que lo hiciese, y dado que los enormes niveles de
devaluación de la peseta, las políticas de contención salarial y las medidas anti-inflacionistas no tenían la
misma prestancia comunicativa que los rasgos diferenciales y excepcionales del carácter español, el MIT
y todo el entramado turístico optaron por estos, con un criterio que con el paso del tiempo fue
compartido por todo el régimen.
En este opúsculo, que podría definirse como el código del turismo y el nacionalismo banal en España,
José Luis Calleja -a la sazón publicista de Marsans- expresa con meridiana claridad qué es la especificidad
española como reclamo turístico al oponerla a “Mercado Común del Carácter”, “en el que España no ha
ingresado ni ingresará si mis plegarias sirven de algo”7. En añadidura al “Sol y Playa” y a los precios que
constituyen la explicación habitual de los motivos de los extranjeros para viajar a España, Calleja afirma
que “NADIE va a parte alguna para aburrirse barato”, por lo que la interpretación es que los visitantes
“compran el siglo XIX con sus sueldos del XX”, siendo el siglo XIX “una manera de ser y vivir que por ahí
se ha extinguido”8. De acuerdo con este análisis revestido de un tradicionalismo banal, el arquetipo de lo
español se encuentra en una cierta gallardía, en un modo de ser, que es descrito citando una
conversación con un norteamericano, quien, interrogado por los encantos de España que le motivan a
viajar hasta allí, aclara por fin “¡Oh, un sol espléndido, el español! Pero tampoco es eso. Lo que más me
gusta de España es la dignidad”9.
La paz y la victoria
Volveremos, en la exposición particular de cada mecanismo, sobre el asunto del carácter. Querría, antes
de empezar con esa exposición, hacer un breve apunte sobre otro elemento al que he hecho alusión
hace un instante y que me parece tremendamente significativo de la neolengua que llegó a emplear el
franquismo en su segunda mitad -hoy percibida de una manera complaciente, o natural, algo que es
muestra de su éxito-, sobre todo desde 1962 y el importante cambio imprimido por Fraga a las políticas
comunicativas del régimen. Me refiero al importantísimo deslizamiento semántico que se produce más
intensamente entre 1962 y 1964 -consolidándose con motivo de la campaña de los XXV Años de Paz-
desde el lenguaje de la Victoria y el Alzamiento, al de la Paz, un concepto equívoco que nunca dejará de
referirse de una manera directa en boca del régimen al triunfo del fascismo en la Guerra Civil.
En este fragmento recitado con motivo del congreso Eucarístico Nacional de Leon de 1964, Fraga
expondría esta vinculación con una claridad a la que nos desacostumbran los entornos propagandísticos
7 Calleja, op. cit., p. 5 8 Calleja, op. cit., p. 4. 9 Calleja, op. cit., p. 13.
8
o mediatizados:
“Quizá, destruido en el solar de la España matriz el miedo al comunismo y vencida aquí la fascinación
moderna del ateísmo, la Hispanidad arranque a la Historia universal una nueva edad alegre, pacífica,
conquistadora de nuevos Eldorados de justicia y bienestar y en la que los hombres sepan nuevamente
encontrar a Dios entre las máquinas como Santa Teresa sabía encontrarlo entre los “cacharros”
domésticos.”10
Esta superposición de elementos discursivos tardó en constituirse en un discurso coherente hasta 1962 y
1965. Se establecía un canon turístico que consistiría en la totalidad de saberes y herramientas
desarrollados por quienes controlaban el aparato político turístico para fortalecer, consolidar y
uniformizar su dominio sobre un campo que por su propia novedad y espontaneidad escapaba
potencialmente del control franquista.
LAS INSTITUCIONES DEL DISCURSO
Hemos visto como se fue configurando, desde 1951, un tipo muy concreto de discurso turístico en el
plano temático. Las obsesiones que habían alimentado durante la guerra y los años inmediatamente
posteriores al fascismo español se solapaban con los contingentes de visitantes extranjeros que, salvo
momentos puntuales, no dejarían de aumentar hasta 1973. Por todo ello, el discurso turístico, que
apenas había tenido un valor auxiliar, casi autorreferencial -dentro del propio mundo turístico de
administración/turista/industria- hasta los años cincuenta, se iba a dotar de un engarce potente y
elaborado dentro del conjunto de políticas del régimen desde entonces.
Para encuadrar el papel que tiene el discurso en la consolidación de un dispositivo tan complejo como el
turismo pensamos que hay que prestar atención a las instituciones en las que éste se convierte en un
elemento político en todos los niveles en que esta afirmación pueda entenderse. Progresivamente, el
régimen negociaría, aceptaría o impondría una serie de organismos que llevarían el turismo a
prácticamente todos los ámbitos y sectores de la sociedad española, mediante el consenso, la sanción, la
exclusión o el acceso a saberes expertos como principales recursos.
Los mecanismos que estos organismos y estas instituciones iban a poner en marcha, sobre todo desde
1962 con la llegada de Fraga al frente del Ministerio de Información y Turismo, se convertirían en
10 Discurso del Excmo. Sr. Don Manuel Fraga Iribarne Ministro de Información y turismo, pronunciado con motivo del
Congreso Eucarístico Nacional de Leon, el día 9 de julio de 1964, sobre el tema “Unidad Espiritual entre España e Hispanoamérica”. AGA, 3.49.10 Caja 40.132.
9
canónicos, en la medida en que las normas, acontecimientos, textos e imágenes que producían llegaron
a ser un elemento común de la cultura popular; el turismo no sería, en este sentido, distinto del resto de
ramas englobadas en aquel ministerio, y al igual que la televisión o la radio, por ejemplo, gozaría de una
aprobación poco cuestionada como fuente de consenso en esta última “época dorada del franquismo”. Y
del mismo modo que aquellos, conocería un rápido declive en esas mismas funciones a partir de 1973,
cuando se aunaran crisis política, muerte clínica y hecatombe económica en la recta final de la dictadura.
Sin embargo, durante aquellos años, entre 1962 y 1973, aproximadamente, el relato turístico gozaría de
una indudable fortaleza asentada sobre tres elementos: los mecanismos legales y sancionadores, los de
propaganda y por último los de análisis y proposición.
Mecanismos legales y de inspección
Vamos a hablar primero un poco acerca de las leyes y las inspecciones.
Las temáticas de la normas y el foco de las inspecciones se ampliarían y modificarían, como es lógico a lo
largo de los años. Así, durante los primeros años de franquismo se ponía un especial énfasis en que, por
ejemplo, las bibliotecas de los Paradores Nacionales de Turismo estuvieran bien provistas de las obras de
José Antonio, Ledesma o Menéndez Pelayo; también, en que los empleados y las instalaciones no
ofrecieran aspecto de pobreza o dejadez, así como en unas condiciones aceptables de higiene11. Con el
paso de los años, y a medida que despegaba el turismo de masas, se aumentó el énfasis en la vigilancia
de precios, tanto hoteleros como de restauración, al punto de que, con tal de ofrecer precios baratos al
turista, estos sectores fueron los últimos en conocer la liberalización de sus tarifas, que se prolongó en el
caso de los alojamientos hasta, prácticamente, 1971.
Y si esto ocurría en este modo respecto a facilitar tanto la gestión y la calidad como una función básica
de legitimación (la llegada de divisas merced a los precios bajos), otro tanto ocurría con la legitimación
meramente política; puesto que si bien quedaron pronto atrás los primeros años de franquismo, durante
los cuales se obligaba a vestir de falangistas a los chóferes de las Rutas Nacionales de Guerra, la vigilancia
sobre el tipo de relación que se establecía entre anfitriones (trabajadores públicos y privados) e invitados
(turistas) siempre estuvo presente. Varios ejemplos:
Pasando a otro tema, el Sr. Jaspe [uno de los fundadores de La Conquista del Estado] recomienda a las
11 Más aún, en 1941 la situación en alguno de los establecimientos requería de la recomendación de mejoras en la limpieza
y en la desinfección, llegándose al extremo, el año siguiente, de tener que recordar al Albergue de Carretera de Antequera que en el edificio anexo que tienen “no pueden figurar de modo alguno ni conejos ni ejemplares de ganado cabrío”. AGA, 3.49.5. Caja 22.354, Carta del servicio de Alojamientos al Albergue de Carretera de Antequera, 14-IV-1942.
10
Agencias pongan el mayor cuidado al establecer sus relaciones con Agencias extranjeras, pues puede
haber algunas cuyas actividades se salgan más o menos abiertamente de las peculiares actividades
turísticas. También recomienda a las Agencias que, al designar personal en sus dependencias
(Sucursales y Delegaciones), se aseguren que se trata de personas de toda garantía moral, política y
social, con los correspondientes certificados oficiales.”12
Otro ejemplo podría ser el de cómo se sometía a vigilancia grupos extranjeros sospechosos. Además de
las tradicionales redadas y expulsiones de gays (en Torremolinos, especialmente) y de grupos
contraculturales, como hippies o nudistas, al principio de cada verano, el MIT colaboró estrechamente en
la vigilancia de grupos de turistas de los que se sospechaba que podían ser comunistas. En la vigilancia
de uno de estos grupos, el francés “Tourisme et travail”, los funcionarios señalaban a la altura de 1957,
como los visitantes eran personas “totalmente anticatólicas”, que se negaban a visitar el Alcázar de
Toledo “por estar enterrados en él los revolucionarios franquistas”, cuya guía aconsejaba al infiltrado que
“no hablase con tanto calor y entusiasmo del Caudillo” a los visitantes franceses por no agradarles el
régimen franquista. En un gesto que le honraba como policía franquista, pero que le desacreditaba como
agente secreto, uno de los infiltrados contestaba a la guía francesa que había acompañado en diversas
ocasiones a otros grupos de franceses y que muchos de ellos se habían mostrado favorables al régimen.
La vigilancia del MIT sobre esta agencia francesa se mantendría por lo menos hasta 1964.
Con el tiempo las inspecciones y normativas se ampliarían, y una de las principales preocupaciones del
franquismo fue la de mantener bajo control las alarmas sanitarias que regularmente brotaban y que,
más en otros países que en España, afectaron muy negativamente a los mercados vecinos,
especialmente Portugal.
Tanto es así, que tras un brote de cólera en el país vecino en 1971 (así como otra en el Valle del Jalón el
año siguiente), se desató una cierta paranoia dentro de la administración turística durante los años
siguientes de la cual son buena muestra una circular de 1972 a cargo de la Dirección General de
Empresas y actividades Turísticas en la cual se reconvenía a ciertos “cafeterías, bares, cafés, tabernas y
establecimientos análogos” por su “descuido y abandono en el que se encuentran los aludidos servicios”.
En las citas [PRESENTACIÓN] podemos comprobar cómo va evolucionando el grado de preocupación de
un año a otro13.
12 Comité Delegado de la Comisión Consultiva de Turismo, 27 de junio de 1956, AGA 3.49.3., Caja 16.442,
“Actividades Turísticas”. 13 En la circular del año siguiente se evitaba todo tipo de circunloquio y se aludía a los restos de comida (“tapas”) que
abundaban en el suelo de los bares, o al mal estado de los servicios. En este caso, vemos como se combinaban los requisitos de homologación a estándares de higiene del resto de Europa occidental, el miedo a la mala publicidad por los
11
Hemos visto, el énfasis que puso el franquismo en controlar el turismo en tanto que flujo económico,
interacción política cara a cara, ámbito de control social o fenómeno sanitario; pero si en algún aspecto
este dominio se dio de modo intenso y explícito fue en control y el descontrol sobre el paisaje. El paisaje
es para el franquismo, junto con los precios, el clima y el carácter, la materia prima del turismo, toda vez
que se asume que el turismo cultural, político o religioso existirá solo como subsidiario del de sol y playa.
Por ello una integración del turismo en la identidad nacional implicaba una interpretación del paisaje y
del impacto salvaje que el turismo implicaba sobre aquel.
No nos extenderemos demasiado al respecto, pero baste señalar que el turismo franquista se dotó de
dos recursos técnicos y legales para intentar incidir en él. El primero fue la Ley de Centros y Zonas de
Interés Turístico Nacional (1964), que pretendía planificar la implantación en el territorio de las
infraestructuras turísticas. Para hacer balance de su éxito, baste decir que de los 80 proyectos aprobados
(entre otros Puerto Banús, Candanchú, Nuria, Cala Salions, Riomar...) ninguno alcanzó el grado de Zona,
siendo todos centros, muestra del bajo grado de planificación. Además, la mayor parte de ellos (el 75%)
acabaron siendo meras urbanizaciones, tal vez de mejor calidad que su vecinas, pero eso es todo14.
Donde sí consiguió éxitos más notables el franquismo fue en el etiquetado del espacio turístico mediante
el Registro de Denominaciones Geoturísticas (1964). En él se buscaba fijar la extensión territorial de los
espacios sobre los que se realizara propaganda turística oficial. Hay que precisar que no hablamos de
gestión de marca ni de toponimia geográfica, sino de un recurso genuinamente turístico; las
denominaciones de las Costas se codifican precisamente en esta época, siendo especialmente llamativo
el debate que en 1965 se iba a dar a cuenta de las denominaciones Costa Valencia y Costa Azahar15.
Además del propio debate, lo interesante es cómo a la altura de 1965 el turismo había desarrollado una
capacidad política al nivel de oponerse a alcaldes, gobernadores civiles y otras altas autoridades del
Estado.
Mecanismos de difusión y propaganda
brotes de contagio y las malas cifras del turismo que se empezaban a barruntar en el umbral de la crisis del 73: “a estas causas se añade la precisión de mantener el buen nombre Sanitario de España evitando al máximo la posible repetición de epidemias, como la que tanto daño causó a nuestro turismo en el año pasado” AGA 6.25.3, caja 574.
14 Barrado Timón, Diego A., y Luis Galiana Martín, ‘Los Centros de Interés Turístico Nacional y el despegue del turismo de masas en España’, Investigaciones Geográficas, 39, 2006, pp. 73-93.
15 La documentación consultada en el Archivo Histórico de la Generalitat Valenciana nos habla de cómo la propuesta lanzada desde las élites turísticas y políticas de la ciudad y provincia, con un amplio apoyo popular, para denominar el litoral de la provincia “Costa Valencia” se vio frustrado por la imposición desde el MIT -concretamente desde Dirección General de Promoción Turística de Juan de Arespacochaga- del término Costa de Azahar para los litorales valenciano y castellonense. AHGV, Delegación Provincial del MIT (Valencia), 7/4944.
12
La difusión y propaganda fue consustancial a la interpretación que del turismo hizo el régimen desde sus
inicios, pero alcanzó su paroxismo en los primeros años de Fraga al frente del ministerio. Con esto no
nos referimos a la propaganda turística, que por cierto siempre fue inferior a la de otros países turísticos
del entorno y confiada a las agencias de viajes extranjeras; hablamos más bien de todas las campañas,
premios, distinciones, etc. en las que se hacía uso del turismo como factor de legitimación del régimen,
de sus políticas y de su proyecto nacional. Podemos hablar sin tapujos de un proyecto de sociedad
turística franquista incipiente.
Ejemplos se dan a decenas, como en la multiplicación de premios de turismo, que iban desde “Premios
Nacionales de Turismo de Embellecimiento y mejora de los Pueblos Españoles” al “Premio Nacional de
Turismo para periodistas extranjeros”, pasando por Premio Nacional de Turismo para estaciones de
servicio o “Premios Nacionales de Turismo para conductores de vehículos destinados al transporte de
mercancías y viajeros”. En total, hasta veintiséis premios y distinciones, todas con su división entre
medallas, placas, territorial, etc16. Otro ejemplo es la introducción del turismo en las escuelas, las
campañas “Conozca usted España”, el Día del Turista, etc. Pero tal vez el video sobre trato al turista
extranjero del Ministerio de 1965 sea de lo más ilustrativo17.
16 Todos ellos están reseñados en el BOE. En mi tesis doctoral (inédita) La construcción política del turismo durante el
franquismo hago una recopilación de todos los premios y medallas, p. 260-263. 17 Fotogramas de campaña del MIT, años 60. No hemos podido datar exactamente esta campaña, pero corresponde
plenamente por estética y mensaje a la época 1962-1966. Gracias a Diego Medina por ponerme sobre la pista de este video.
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He de reconocer que a lo largo de mi investigación este es el apartado en el que menos prolijo he podido
ser y, sin embargo, en el que más oportunidades se abren al investigador. Desde la relación de los
festivales artísticos de todo tipo (literarios, musicales, cinematográficos) y naturaleza (desde Falange a
los Ayuntamientos, pasando por el MIT o los Centros de Iniciativa y Turismo) con la promoción turística,
al nexo, profundo y tan material como ideológico entre la producción de cine en el tardofranquismo y
turismo -plasmada en títulos como En un lugar de la Manga, El turismo es un gran invento, y decenas
más-, existe un campo amplísimo para el investigador, como en el caso balear con los estudios sobre
música popular y turismo, las genealogías culturales de la representación turística u otras tendencias
actuales18.
Dispositivos de análisis y proposición
Si en algo era menor el desfase de las políticas e industrias turísticas entre España y otras potencias del
ramo en su entorno era en la capacidad de analizar las causas del turismo, sus perspectivas y retos. Pero
esta distancia más corta no era consecuencia de un mayor o menor desarrollo de los organismos
técnicos de turismo en España, sino por la propia novedad del turismo en tanto que disciplina técnica y
teórica. En efecto, a pesar de un cierto auge en la Europa de Entreguerras de un turismo más amplio, lo
cierto es que los organismos de estudio del turismo era prácticamente inexistentes antes de 1945, tanto
en los ámbitos locales como nacionales o supraestatales. Este hecho contrastaba con la gran vitalidad
que en otros países tenían ya los Sindicatos de Iniciativa, como en Francia o Suiza, y con la potencia de
ciertas industrias turísticas, como las guías de viaje, los servicios hoteleros o las agencias de viaje.
No sería hasta después de la II Guerra Mundial que empezarían a consolidarse las citas nacionales e
internacionales tras diversos intentos desde finales del siglo XIX, y el aldabonazo fue el Primero Congreso
Internacional de Organismos Nacionales de Turismo, que reunido en Londres en 1946 sería el germen de
la Organización Internacional del Turismo19. En paralelo, los congresos y asambleas de otros colectivos
afines, como la FIAV de agentes de viajes, proliferarían en esta época, y con ellos el estudio reflexivo y
18 Por reseñar solo algunas de estas tendencias, Vicens Vidal, F., “La canción popular como estrategia de promoción turística
en la Mallorca de los años sesenta: un ejemplo de "glocalidad"”, en Javier Marín López, Germán Gan Quesada, Elena Torres Clemente, Pilar Ramos López, Musicología global, musicología local, Sociedad Española de Musicología, 2013; Vives, A., “El Foment del Turisme de Mallorca: una història de cent anys”, Lluc: revista de cultura i d'idees, Nº. 848 (Novembre-Desembre), 2005 , págs. 21-25; María Antonia del Rey-Reguillo (ed.), Cine, imaginario y turismo, Tirant lo Blanch, Valencia, 2007.
19 Lanquar, R. “From UIOOT to OMT - the development of a policy for tourism”, Temps Libre, No. 9, 1984, pp. 29-44.
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sistemático del turismo por parte de sus protagonistas.
Con todo, en España este tipo de reuniones se hicieron de rogar hasta que se conjugaron dos factores:
una cierta normalización de las relaciones internacionales y, ligado a esto, un aumento en el número de
visitantes extranjeros. Para entender hasta que punto hay una estrecha relación con la legitimación del
régimen en estas políticas, basta observar que desde las primeras reuniones de organismos
internacionales de turismo o viajes en España (la de la FIAV en 1948) hasta el primero congreso turístico
-aparte de los realizados por la FESIT/FECIT- llevado a cabo para la industria local, el de Agencias de
Viajes organizado por el SNH en 1959, transcurrieron la friolera de once años. A lo largo de esta década
larga, los escasos recursos empleados en analizar la creciente actividad turística estaban deslavazados, y
surgían en general del SNH; de hecho, el único centro público de formación turística en aquellos años era
la Escuela Sindical de Hostelería de Madrid, mientras los privados estarían en una segunda línea en lo
que se refiere a cuestiones técnicas avanzadas o al plano teórico por lo menos hasta la segunda mitad de
los años sesenta.
Como es habitual, la situación cambiaría en 1962, cuando se propusieran como ideas por desarrollar dos
acontecimientos relevantes: la creación del Instituto de Estudios Turísticos (IET) y la celebración de la I
Asamblea Nacional de Turismo. Mientras que el primero se encargaría de formar especialistas y analizar
la situación del turismo en España, la segunda reviste un interés especial, al constituirse, amén de en un
espacio de debate, análisis y pronóstico, también en un fenómeno de movilización y encuadramiento, de
adhesión de las élites turísticas al régimen, de manera pública y bastante masiva. En ella y en el resto de
asambleas turísticas que tuvieron lugar durante aquellos años nos vamos a centrar para hablar de los
mecanismos de análisis y proposición.
Desde 1963, el MIT, desde sus oficinas centrales y no desde sus delegaciones, iba a organizar asambleas
provinciales que se corresponderán con un lenguaje político marcadamente franquista, muy alejado de
ese talante amable con el que se etiquetaba el turismo:
“Hace escasamente cinco minutos, yo hablaba por última vez a la Asamblea y decía que
quería dar testimonio del sentimiento de la misma al Director General de Promoción del
Turismo [Juan de Arespacochaga y Felipe] si unánimemente y por aclamación la Asamblea así lo
entendía; esto es, si entendía por aclamación que debíamos expresar nuestra satisfacción y con ella
nuestra adhesión a la política que el Ministerio de Información y Turismo, empezando por su Ministro
y continuando por sus Subsecretarios y Directores Generales, está llevando a cabo en España, en
orden a la promoción del Turismo.
El aplauso broto espontáneo de todos, y ahora me satisface y tengo el honor de cumplimentar ese
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último acuerdo que no va a plasmarse en ninguna conclusión, pero que ha brotado del corazón y el
sentimiento de todos, y es rogarle al Sr. Director General de Promoción del Turismo que lleve alSr.
Ministro y a todos los que con él están trabajando en el Ministerio de Información y Turismo la
adhesión total, incondicional e inquebrantable de esta II Asamblea Provincial de Turismo de la
provincia de I Asamblea Nacional de Turismo: asambleas provinciales.20
La Asamblea Nacional de 1964 reproduciría de manera mucho más contundente este tipo de
comportamientos; entre otras anécdotas, podemos citar como la única ponencia que fue sometida a
información y no a debate o enmienda fue la relativa a moral y ética turística, cuya redacción había sido
encargada a la Iglesia. En la misma línea, la petición de legalización del juego que había sido aprobada en
un primer momento quedaba diluída en un ambiguo “estudio de la posibilidad” que cerraba el debate en
falso y satisfacía a los sectores más conservadores en lo moral. De todas maneras, si en algo queda
plasmada la I Asamblea Nacional de Turismo es en la imagen difundida en prensa y recogida en los
volúmenes de sus ponencias y sesiones; allí se ve la potencia simbólica – y política- que aún ejercía el
falangismo sobre sectores emergentes como el turístico, vía SNH y también, a través del control
mediante personas clave de posiciones políticas21.
20 II Asamblea Provincial de Turismo de Tarragona, Tarragona, 1964, p. 189. 21 I Asamblea Nacional de Turismo, Madrid, 1965. (3 vols.)
16
Las obsesiones políticas del franquismo y sobre todo de Fraga y su equipo se iban trasluciendo con las
sucesivas asambleas turísticas. Si la I Asamblea Nacional había sido un escenario en el que representar el
discurso de la inserción del turismo en el gran relato del régimen, dos años más tarde el MIT repetiría el
esquema, esta vez para escenificar el rol que en el imaginario franquista España debía jugar en el
mundo; efectivamente, en la Asamblea Hispano-Lusa-Americana-Filipina de Turismo (AHLAF) de 1966
Fraga, Rodríguez-Acosta y el resto de la cúpula de la propaganda echarían el resto en adaptar la retórica
imperial del franquismo -y del falangismo: no en balde la AHLAF fue objeto de un extensísimo
seguimiento en los medios del Movimiento- a la cuestión turística, una voluntad plasmada, de entrada,
en la elección del cartel22:
Esta voluntad que podríamos definir de “imperial”, ese recurso laxo al mando para satisfacer las viejas
aspiraciones coloniales del proyecto reaccionario español se manifestaba en ,los objetivos explícitos de
los propios convocantes:
“Indudablemente, al convocar esta asamblea no hemos pretendido erigirnos en una situación de
magisterio [...] pero, evidentemente, España puede ofrecer su amplia y ya antigua experiencia en este
campo, y algunas de nuestras soluciones tienen un carácter original que interesará vivamente a
22 Boletín informativo. I Asamblea Hispano-Luso-Americano-Filipina, nº1, enero 1966.
17
nuestros invitados.”23
Esta proclamación indirecta de liderazgo – cuesta encontrar en las fuentes referencias al aprendizaje que
pueda llevar a cabo el turismo español, solo a las lecciones que de éste, sin ánimo hegemónico, se
pueden extraer- tenía, no obstante, su correspondencia en el acatamiento o aplauso de los
invitados, ejemplos de lo cual se pueden rastrear en toda la prensa del mes de abril de 1966. Una de las
muestras más claras las daba el representante panameño, quien al ser preguntado sobre los
países europeos de los que se quería recabar ayuda técnica en materia turística, respondía tajante que
“sólo con España cuenta Panamá para programar estos planes”24.
En general, cualquier oscilación política durante el mandato de Fraga y Rodríguez-Acosta se traducía de
una u otra manera en algún acontecimiento relacionado con el mundo turístico. La campaña de los “XXV
años de Paz” coincidió con la I Asamblea Nacional de Turismo y la primera EXPOTUR. Los
acontecimientos de 1966, incluido el pseudo-referéndum sobre la forma de institucionalizar el
franquismo, eran acompañados, entre otros, por la AHLAF. Aún se prolongó la tendencia el año 1967 con
la I Asamblea Nacional de Municipios Turísticos; sin embargo, la relativa caída en desgracia de Fraga en
el contexto del caso Matesa, los recortes presupuestarios y la subsiguiente reestructuración del MIT,
ambas en 1968, se vinieron a sumar a un hecho capital: a la altura de 1968 el modelo institucional de
relación con el turismo (su discurso, su normativa, sus organismos, etc.) estaba cerrado. Al menos, con
aquel modelo de turismo.
A partir de 1973, la crisis económica mundial arrimó el hombro a la crisis del turismo de turoperador en
España, que vería como aquel año se convertía en el primero de tres de caída en el número de visitantes,
el primer descenso sostenido desde 1951. Ante ello, una administración turística también en crisis -ésta
de la mano de la crisis interna y externa que atravesaba el régimen tras la muerte de Carrero Blanco y en
paralelo a la decrepitud y agonía de Franco- se mostraba incapaz de aportar soluciones novedosas,
refugiándose, por el contrario, en las soluciones que habían funcionado once años antes. Tanto es así
que desde principios de 1974 se urde una II Asamblea Nacional de Turismo, bautizada como ANTUR y
auspiciada por Pío Cabanillas. Los distintos vaivenes en los nombramientos políticos25 y otros
acontecimientos se convirtieron en una extraña casualidad: la ANTUR, que estaba llamada a ser, como
las anteriores asambleas, en un recurso de legitimación del régimen, de adhesión a Franco, se iba a
convertir, en diciembre de 1975, en el primer acto público de los Reyes de España tras la muerte del
23 Rodríguez-Acosta en entrevista concedida a Arriba, 10-IV-1966. 24 Arriba, 21-IV-1966, p. 13. 25 Entre 1973 y 1977 hubo hasta seis ministros de Información y Turismo, con sus correspondientes responsables del ramo
turístico.
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dictador.
Se iba a cerrar de una forma teatral el círculo de asambleas turísticas promovidas desde el Estado.
Adelantemos un hecho: nunca desde entonces se han vuelto a repetir estas asambleas, y la petición que
para repetirlas se hace desde ciertos sectores turísticos resuena como un mantra de otro tiempo,
análogo al de (volver a) crear un ministerio de turismo. Pero no nos olvidemos de aclarar qué supuso la
ANTUR como discurso; porque además de un compendio técnico incompleto e imperfecto para analizar
el sector26, los restos del régimen que animaban el encuentro intentaban llevar a cabo la cuadratura del
círculo, esto es, aunar la “legitimidad histórica” de la Juan Carlos de Borbón al frente del Estado
mediante el turismo -la referencia elegida fue la fundación de los Paradores Nacionales por parte de
Alfonso XIII- con la legitimidad que el turismo había prestado al franquismo:
“El triunfo del turismo lo es, sobre todo, del pueblo español, que ha sido capaz de recibir dignamente
el alud de visitantes cuando todavía estábamos en mantillas. Es cierto que no hubiera sido posible
convertir a nuestro país en un campo ideal de vacaciones, si no hubiéramos vivido en paz.”27
CAJAS DE RESONANCIA DIFÍCILES DE PARAR
Lo fundamental acerca del discurso turístico franquista está dicho, de quienes, de cuando, de porqué
dijeron y, sobre todo, de cómo y qué dijeron. Sobre quién, para imponer o esconder o justificar o
legitimar o mentir o alabar qué acerca de quién. En aquellos fértiles años, en especial, pero no sólo, de
1962 a 1973, se iba a hablar y hacer el turismo de una determinada manera. La experiencia de esa
década y de la anterior sobre como lidiar con el turoperador, el turista y la industria local se habían
superpuesto sobre las maneras de hacer de un régimen envuelto en una permanente y mutante huida
hacia adelante.
Lo único que ocurrió fue que en 1973 la historia se paró e impidió al franquismo seguir huyendo a su
lado. Los turoperadores quebraron, los turistas se quedaron colgados en aeropuertos, españoles o
británicos. Las agencias de viajes dejaron de adelantar dinero a los hoteleros para que levantaran
alojamientos en las ya saturadas primeras líneas de mar. Y de la mano del turismo residencial, de una
manera que ya iba ganando terreno soterradamente en los años anteriores, el modelo de turismo
cambió sin que el régimen se diera cuenta. Pero de eso ya habremos de hablar en otra ocasión.
26 Es curioso que la primera de la ponencias hiciera referencia a cuestiones ambientales y turismo. En cuanto a lo
insuficiente, diversos miembros del MIT como el Luís Fernández Fuster intentarían acopiar apoyos dentro de la asamblea para impulsar un nuevo Plan Nacional de Turismo con el que atajar los desmanes y riesgos en el séctor. El intento se saldó con un fracaso. Todos estos datos están recopilados en ANTUR Diario.
27 Editorial de La Vanguardia de 2-XII-1975, si bien lo relevante es que este extracto fuera reproducido en portada de Antur Diario el día siguiente.
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BIBLIOGRAFÍA
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I Asamblea Nacional de Turismo, Madrid, 1965. (3 vols.)
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2013.
Vicens Vidal, F., “La canción popular como estrategia de promoción turística en la Mallorca de los años sesenta: un
ejemplo de "glocalidad"”, en Javier Marín López, Germán Gan Quesada, Elena Torres Clemente, Pilar Ramos López,
Musicología global, musicología local, Sociedad Española de Musicología, 2013.
Vives, A., “El Foment del Turisme de Mallorca: una història de cent anys”, Lluc: revista de cultura i d'idees, Nº. 848
(Novembre-Desembre), 2005 , págs. 21-25.
FUENTES
Este trabajo se ha valido, en parte, de los recursos y fuentes acumulados durante el tiempo de elaboración de mi tesis
doctoral. Durante ese tiempo frecuenté, entre otros, los archivos General de la Administración (AGA) e Histórico de
la Generalitat Valenciana (AHGV). Asimismo, emplée con profusión fuentes provenientes de hemerotecas, como los
20
diarios Arriba o La Vanguardia.
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