guerra y sociedad en el valle del nilo durante los
Post on 23-Oct-2021
5 Views
Preview:
TRANSCRIPT
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano Augusto Gayubas Anuario Nº 27 / ISSN 1853-8835 / pp. 83-110 /2015 http://anuariodehistoria.unr.edu.ar/ojs/index.php/Anuario/index
Esta obra está sujeta a la Licencia Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional de Creative Commons.
http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
War and Society in Predynastic and Early Dynastic Nile Valley
AUGUSTO GAYUBAS
(Universidad de Buenos Aires, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas); Argentina
augustogayubas@yahoo.com.ar
RESUMEN
La guerra como problema a la vez teórico e histórico habilita distintos enfoques y abordajes. Si ello es cierto para diversas situaciones histórico-sociales del mundo contemporáneo, también lo es para los estudios sobre sociedades antiguas, incluyendo aquellas que habitaron el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano. En lo que respecta a estos últimos contextos, la precariedad de la evidencia disponible sumada a las dificultades de índole interpretativa no obsta para que se realicen análisis de los testimonios existentes con el objetivo de ofrecer aproximaciones posibles. El objetivo del presente artículo es contribuir a las reflexiones sobre la guerra en el valle del Nilo de los períodos considerados ensayando una separación entre dos dimensiones de análisis: la dimensión de la práctica y la dimensión del poder.
Palabras clave: guerra; práctica; poder; valle del Nilo; Predinástico/Dinástico Temprano
AUGUSTO GAYUBAS
84
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
ABSTRACT
War as a historical and theoretical problem has been studied from different approaches. If this is true regarding the contemporary world, it is also true for the study of ancient societies, including those that inhabited the Nile Valley during Predynastic and Early Dynastic periods. Regarding the latter context, the analysis of the available evidence provides an opportunity to suggest possible approaches. The aim of this paper is to contribute to the study of war in the Nile Valley during the Predynastic and Early Dynastic periods by proposing a differentiation between two levels of analysis: that of practice and that of power.
Keywords: war; practice; power; Nile Valley; Predynastic/Early Dynastic
Guerra
En su famoso tratado De la guerra, publicado póstumamente en 1832, el general prusiano Carl von
Clausewitz formuló dos definiciones de guerra que, consideradas en conjunto, resultan de interés. Según la
primera de ellas, la guerra es un acto de fuerza mediante el cual se procura imponer la propia voluntad a un
adversario. De acuerdo con la segunda, la guerra es un instrumento de la política1.
En una perspectiva histórica general que trascienda el abordaje estricto de la guerra entre Estados
modernos (esta última era la inquietud inmediata de Clausewitz), ambas definiciones permiten pensar la
guerra como fenómeno social en diversas situaciones histórico-sociales y, por lo tanto, pueden contribuir a
un abordaje de la guerra en sociedades antiguas. La primera definición apunta a la consideración de que la
guerra es un tipo específico de relación social. La segunda, a la observación de que la guerra está subordinada
a lo político2. Unificando ambas definiciones, se puede afirmar que la guerra, en su especificidad como
práctica, se inserta en una lógica social (y, de este modo, en un ordenamiento sociopolítico) a cuya definición
y reproducción de hecho contribuye3. Por ejemplo, en una situación en la que rige la lógica del parentesco
(como puede ser una comunidad no estatal), la guerra puede pensarse como la expresión extrema de un
antagonismo que estaría implícito en la identificación parental, a la cual de hecho contribuiría mediante la
1 Véase Clausewitz, Karl [Carl] von; De la guerra; Labor; Barcelona; 1984 [1832]; pp. 38 y 58, respectivamente. 2 Véase Nievas, Flabián; “Sociología de la guerra”; en Redes.Com; N° 5; Sevilla; 2009; p. 28; Abluso, Federico Luis; Alcántara, Matías y Tutusaus, Julián; “Definiendo una guerra”; en Cuadernos de Marte. Revista latinoamericana de sociología de la guerra; N° 7; Buenos Aires; 2014; p. 175. 3 Sobre las lógicas sociales, véase Campagno, Marcelo; “Tres modos de existencia política: jefatura, patronazgo y Estado”; en Campagno, Marcelo (ed.); Parentesco, patronazgo y Estado en las sociedades antiguas; Universidad de Buenos Aires; Buenos Aires; 2009; pp. 341-351.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
85
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
confirmación de los criterios de pertenencia y exclusión que la definen (con el no pariente puede entablarse
una relación colectiva sostenida en la violencia); en una situación regida por la lógica estatal, por otro lado, la
guerra es la cara externa de la violencia que es constitutiva del Estado (según la clásica fórmula de Giovanni
Bovio, el Estado es, en este sentido, “opresión en el interior y guerra en el exterior”4).
Así, como escribió Clausewitz, la guerra “posee su propia gramática, pero no su lógica propia”5. Si la
gramática propia puede equipararse (en esta perspectiva) a la especificidad de la guerra en tanto práctica, la
lógica puede serlo al fundamento político que, leído en los términos recién enunciados, remite a la lógica
social que rige una situación histórico-social.
En un artículo relativamente reciente cuyos enunciados se conectan con lo expuesto en las líneas
precedentes, el antropólogo Claus Bossen sostiene que, para estudiar la relación existente entre la guerra y
los procesos de reproducción o cambio social en perspectiva histórica, resulta de interés abordar dos
dimensiones de análisis que son más o menos coincidentes con la lectura de las definiciones de Clausewitz
que acabamos de proponer: la dimensión de la práctica y la dimensión del poder. En los párrafos que siguen
nos referiremos a ambas dimensiones tanto desde la definición propuesta por el antropólogo como en
relación con el problema de la guerra en el valle del Nilo de los períodos Predinástico y Dinástico Temprano.
Para ello, merece la pena dejar en claro que las situaciones que serán tomadas en consideración en este
trabajo consisten, en primer lugar, en las comunidades aldeanas y sociedades de jefatura que habrían
habitado distintos puntos del valle del Nilo durante los períodos Neolítico y comienzos del Predinástico
(incluyendo el período Badariense y la fase Nagada I), es decir, c. 5500-3600 a.C.; en segundo lugar, las
sociedades estatales cuya emergencia en el Alto Egipto y posterior expansión se testimonia hacia las fases
Nagada II y Nagada III, respectivamente, es decir, c. 3600-3000 a.C.; y, en tercer lugar, la consolidación de una
dominación estatal a todo lo largo del valle y el delta del Nilo, entre Elefantina al sur y el mar Mediterráneo
en el norte, que tuvo lugar durante el período Dinástico Temprano (dinastías I y II), es decir, c. 3000-2700 a.C.
4 Bovio, Juan [Giovanni]; Las doctrinas de los partidos políticos en Europa; F. Sempere y Cía.; Valencia; s.f. [1886]; p. 48. 5 Clausewitz, K.; Op. Cit.; p. 321.
AUGUSTO GAYUBAS
86
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Práctica
De acuerdo con Bossen, el punto de partida a la hora de estudiar la guerra entendida como práctica consiste
en explicitar una definición6. A nuestro entender, una de las definiciones más cabales es la enunciada por el
antropólogo Mervyn Meggitt, según la cual la guerra es “un estado o período de hostilidad armada existente
entre comunidades políticas autónomas que, en ciertos momentos, consideran las acciones (violentas o no)
de sus miembros contra sus oponentes como expresiones legítimas de la política soberana de la comunidad”7.
Esta definición, al tiempo que reconoce el aspecto político de la guerra (tanto en contextos estatales como
no estatales) y rehúye conceptualizaciones que restringirían su estudio a los combates armados puntuales
entre dos grupos organizados, apunta a la vez el pertinente hecho de que el estado o período de hostilidad
entre comunidades políticas autónomas involucra “acciones” que son compatibles con la idea de la guerra
como práctica.
De acuerdo con Bossen, esta dimensión de análisis supone entender la guerra como una práctica
social consistente en actos de violencia inscritos en redes de significado (que, entre otras cosas, la diferencian
de otros tipos de violencia), organizados socialmente y que involucran el empleo de cierta tecnología8. De
este modo, la práctica de la guerra puede entenderse como el “hacer la guerra”, con todos los elementos que
lo constituyen9.
Lo que nos interesa en el presente apartado es reconocer testimonios de este “hacer la guerra” en el
valle del Nilo de los períodos Predinástico y Dinástico Temprano, para luego evaluar qué relación permiten
establecer con lo que, siguiendo la terminología de Bossen, podemos denominar la dimensión del poder.
6 Véase Bossen, Claus; “War as Practice, Power, and Processor: A Framework for the Analysis of War and Social Structural Change”; en Otto, Ton; Thrane, Henrik y Vandkilde, Helle (eds.); Warfare and Society. Archaeological and Social Anthropological Perspectives; Aarhus University Press; Aarhus; 2006; pp. 90-91. 7 Meggitt, Mervyn; Blood is their Argument. Warfare among the Mae Enga Tribesmen of the New Guinea Highlands; Mayfield; Palo Alto; 1977; p. 10. Véase Gayubas, Augusto; “Pierre Clastres y la guerra en el valle del Nilo preestatal”; en Campagno, Marcelo (ed.); Pierre Clastres y las sociedades antiguas; Miño y Dávila; Buenos Aires; 2014; pp. 145-146. 8 Véase Bossen, C.; Op. Cit.; pp. 91-93. 9 Sobre la idea de práctica, véase también Campagno, Marcelo; De los jefes-parientes a los reyes-dioses. Surgimiento y consolidación del Estado en el antiguo Egipto, del Período Badariense al Dinástico Temprano, ca. 4500-2700 a.C.; Aula Ægyptiaca; Barcelona; 2002; pp. 82-85, en donde el autor recupera el enunciado de Paul Veyne según el cual “la práctica no es una instancia misteriosa, un subsuelo de la historia, ni un motor oculto: es lo que hacen las personas” (Veyne, Paul; Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia; Alianza; Madrid; 1984 [1978]; p. 207).
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
87
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Violencia
El primer aspecto de la guerra entendida como práctica en el esquema de Bossen es el ejercicio de la
violencia, concretamente aquella violencia que puede interpretarse como vinculada al ámbito de lo militar.
Debe advertirse antes que nada que, así como la existencia de un estado de guerra no implica la realización
permanente de actividades militares, tampoco toda actividad de tipo militar supone el ejercicio de la violencia
física, ni mucho menos toda violencia realmente acontecida puede ser rastreada en el registro documental.
De todos modos, la comisión de daño físico que puede –siquiera como posibilidad– interpretarse como un
daño intencional realizado en un contexto militar, resulta un indicador útil si se buscan indicios de la práctica
de la guerra en restos humanos preservados en el registro arqueológico10.
Los testimonios más significativos de este tipo de evidencia en el valle del Nilo anteceden a los
períodos considerados aquí, pero resulta de interés referirlos ya que ofrecen un tipo de información que en
general es muy difícil de rastrear en el registro arqueológico, dadas las condiciones de preservación de este
tipo de evidencia. Se trata de un cementerio de fines del período Paleolítico (c. 12.000-10.000 a.C.) conocido
como cementerio 117 y situado en Jebel Sahaba, a la altura de la segunda catarata del Nilo, de entre cuyos
59 cadáveres destaca un 40% con puntas de proyectiles de piedra dispuestas junto a los cuerpos y, en algunos
casos, incluso incrustadas en los huesos, además de contener cráneos y antebrazos con lesiones
probablemente provocadas por el impacto de armas, todo ello indicativo de un contexto temprano de
conflicto militar11. Aun anterior es el cadáver de un individuo adulto de 20.000 años de antigüedad con dos
puntas de proyectil de piedra dispuestas en la zona del abdomen y otra incrustada en el húmero izquierdo,
que fue hallado en Wadi Kubbaniya, en el sur de Egipto, y que fue vinculado al tipo de violencia bélica inferido
en Jebel Sahaba12.
10 Sobre los límites y potencialidades de este tipo de evidencia, véase Ferguson, R. Brian; “Violence and War in Prehistory”; en Martin, Debra L. y Frayer, David W. (eds.); Troubled Times. Violence and Warfare in the Past; Gordon and Breach Publishers; Amsterdam; 1997; pp. 322-324. Sobre la violencia, véase Riches, David; “El fenómeno de la violencia”; en Riches, David (coord.); El fenómeno de la violencia; Pirámide; Madrid; 1988 [1986]; pp. 15-49. 11 Véase Wendorf, Fred; “Site 117: A Nubian Final Palaeolithic Graveyard near Jebel Sahaba, Sudan”; en Wendorf, Fred (ed.); The Prehistory of Nubia; vol. 2; Southern Methodist University Press; Dallas; 1968; pp. 954-995; Hoffman, Michael Allen; Egypt Before the Pharaohs; Barnes & Noble; New York; 1979; pp. 90-99; Midant-Reynes, Béatrix; Préhistoire de l’Egypte. Des premiers hommes aux premiers Pharaons; Armand Colin; Paris; 1992; p. 68. 12 Véase Wendorf, Fred y Schild, Romuald; The Wadi Kubbaniya Skeleton: A Late Paleolithic Burial from Southern Egypt; Southern Methodist University Press; Dallas; 1986; Midant-Reynes, B.; Op. Cit.; pp. 69-70.
AUGUSTO GAYUBAS
88
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
La evidencia correspondiente a los períodos Neolítico y Predinástico no es tan elocuente pero merece
ser tenida en cuenta. En concreto, se hallaron cráneos con fracturas que pudieron ser provocadas por el
impacto de mazas o hachas en sitios como Merimda, Mostagedda, el-Omari, Hieracómpolis, Gebelein, Abidos
y Naga ed-Dêr, compatibles con ciertos motivos iconográficos testimoniados a partir de fines de la fase
Nagada I que representan a personajes destacados por su tamaño y atuendo en actitud de disponerse a
golpear con un arma a posibles prisioneros, y algunos indicios de las llamadas “lesiones de defensa” (es decir,
heridas en los antebrazos que pudieron deberse al uso defensivo de las extremidades superiores) en tumbas
en Mostagedda, Maadi y Adaïma13.
Otro tipo de testimonio obtenido del análisis de restos óseos es el correspondiente a marcas de corte
en vértebras cervicales documentado en el cementerio HK43 de Hieracómpolis (Nagada IIb-c), que parece
indicar, en algunos casos, degollamiento, y en otros, decapitación14. Si bien el testimonio de degollamientos
parece apuntar al objetivo directo de “provocar la muerte del sujeto”, los indicios de decapitación no son
evidencia concluyente de violencia, pues pueden tener que ver tanto con una ejecución como con un
tratamiento ritual sobre el cadáver15. De todos modos, el hecho de que el porcentaje de cadáveres con marcas
de decapitación no supere el 5% sobre el total de la población enterrada actualmente disponible en dicho
cementerio, hace difícil que se lo interprete como una práctica ritual estrictamente funeraria16. En cambio,
dichos indicios parecen compatibles con escenas posteriores correspondientes a la realeza egipcia que
presentan a prisioneros decapitados junto a la imagen del rey (por ejemplo, en la Paleta de Nármer de
comienzos de la Dinastía I), evocando una acción punitiva sobre enemigos vencidos17. Dado que el cementerio
HK43 corresponde a la “población general” en un período en que se documenta a su vez la existencia de una
13 Véase Gilbert, Gregory Phillip; Weapons, Warriors and Warfare in Early Egypt; Archaeopress; Oxford; 2004; pp. 73-80. 14 Véase Dougherty, Sean P. y Friedman, Renée; “Sacred or mundane: Scalping and decapitation at Predynastic Hierakonpolis”; en Midant-Reynes, Béatrix y Tristant, Yves (eds.); Egypt at its Origins 2. Proceedings of the International conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”, Toulouse, 5-8th September 2005; Peeters; Leuven; 2008; pp. 311-338. También en Adaïma se han hallado testimonios de este tipo. Al respecto, véase Crubézy, Éric y Midant-Reynes, Béatrix; “Les sacrifices humains à l’époque prédynastique. L’apport de la nécropole d’Adaïma”; en Albert, Jean-Pierre y Midant-Reynes, Béatrix; Le sacrifice humain en Égypte ancienne et ailleurs; Soleb; Paris; 2005; pp. 58-81. 15 Ludes, Bertrand y Crubézy, Éric; “Le sacrifice humain en contexte funéraire. Problèmes posés à l’anthropobiologie et à la médecine légale. L’exemple prédynastique”; en Albert, Jean-Pierre y Midant-Reynes, Béatrix; Le sacrifice humain en Égypte ancienne et ailleurs; Soleb; Paris; 2005; p. 92. Véase Droux, Xavier; “Headless at Hierakonpolis”; en Nekhen News; N°,19; London; 2007; p. 14. 16 Véase Dougherty, S. y Friedman, R.; Op. Cit.; p. 332; Hendrickx, Stan y Huyge, Dirk; “Neolithic and Predynastic Egypt”; en Renfrew, Colin y Bahn, Paul (eds.); The Cambridge World Prehistory; vol. 1; Cambridge University Press; Cambridge; 2014; p. 251. 17 Véase Droux, Xavier; “Une representation de prisonniers décapités en provenance de Hiérakonpolis”; en Bulletin de la Société d’Egyptologie de Genève; N° 27; Genève; 2005; pp. 33-42; Dougherty, S. y Friedman, R.; Op. Cit.; pp. 332-334.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
89
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
élite muy probablemente estatal en Hieracómpolis, no puede descartarse tampoco la posibilidad de que
dichos testimonios se deban a alguna forma de coerción estatal sobre población subordinada (sobre los
individuos o sobre sus cadáveres). Compatible con esta lectura es la existencia de representaciones
iconográficas que evocan el ejercicio de alguna forma de dominación sobre súbditos sostenida en la violencia,
concretamente en la Cabeza de Maza de Escorpión de la fase Nagada III, en la cual una serie de aves rejit
(rxyt), que simbolizan precisamente a los súbditos, aparecen ahorcadas colgando de unos portaestandartes,
y en la base de una estatua del rey Djoser, de la Dinastía III, en la cual, junto a la representación de los Nueve
Arcos que simbolizan a las poblaciones extranjeras que permanecían bajo los pies del rey, aparecen también
tres aves rejit18. Por lo tanto, cualquiera sea la interpretación que se haga de los testimonios del cementerio
HK43, los indicios iconográficos permiten vincularlos con uno u otro de los aspectos que constituyen la doble
dimensión de la violencia estatal: guerra hacia afuera, coerción hacia adentro19.
De este modo, la evidencia osteológica y ciertas representaciones iconográficas compatibles permiten
argumentar que la violencia bélica está presente en el valle del Nilo en contextos preestatales, y que a partir
de la irrupción de dinámicas estatales la violencia militar convive con otras formas de violencia asociadas a la
dominación política.
Tecnología
18 Véase Campagno, Marcelo; “Coercion, creation, intervention: three capacities of the early Egyptian state”; en Frood, Elizabeth y McDonald, Angela (eds.); Decorum and experience. Essays in ancient culture for John Baines; Griffith Institute; Oxford; 2013; p. 215. Sobre las aves rejit en los contextos referidos, véase también Baines, John; “Origins of Egyptian kingship”; en O’Connor, David y Silverman, David P. (eds.); Ancient Egyptian kingship; Brill; Leiden; 1995; pp. 119, 133; Wilkinson, Toby A. H.; Early Dynastic Egypt; Routledge; London; 1999; p. 185. Sobre los Nueve Arcos, véase Valbelle, Dominique; Les neuf arcs. L’Égyptien et les étrangers de la préhistoire à la conquête d’Alexandre; Armand Colin; Paris, 1990; Morkot, Robert G.; Historical Dictionary of Ancient Egyptian Warfare; The Scarecrow Press; Lanham-Maryland-Oxford; 2003; p. 157. 19 Véase Trigger, Bruce G.; Understanding Early Civilizations. A Comparative Study; Cambridge University Press; Cambridge; 2003; p. 240; Campagno, M.; “Coercion, creation, intervention”; p. 215. Véase también Picardo, Nicholas S.; “Dealing with Decapitation Diachronically”; Nekhen News; N° 16; London; 2004; pp. 13-14, según quien, si bien “sólo enemigos no egipcios en tiempos de guerra merecían la decapitación”, la “literatura funeraria indica que la decapitación después de la muerte era un castigo [no sólo] para los enemigos de los dioses”, sino también para los “difuntos egipcios juzgados no aptos para entrar en la compañía de los dioses”, en la medida en que éstos “devenían efectivamente enemigos y podían ser tratados en consecuencia”. Si bien este tipo de consideración relativa al período faraónico no excede el ámbito de las representaciones textuales y visuales, es significativo respecto de los modos de conceptualizar a los enemigos, sean estos egipcios o no egipcios.
AUGUSTO GAYUBAS
90
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
De acuerdo con Bossen, la tecnología es otro de los elementos que forman parte de la guerra
entendida como práctica. Sus componentes pueden resumirse según tres aspectos: potencia de fuego,
seguridad (entendida aquí como defensa) y movilidad20. Los testimonios arqueológicos e iconográficos del
valle del Nilo de los períodos Predinástico y Dinástico Temprano ofrecen alguna información al respecto,
particularmente si se atiende a los vestigios o indicios de armas (potencia de fuego), fortificaciones
(seguridad) y embarcaciones (movilidad)21.
Potencia de fuego: armas
De acuerdo con William J. Hamblin, el Estado egipcio de fines del Predinástico y el Dinástico Temprano
era un “estado militarmente neolítico”, en el sentido de que las armas empleadas en el ámbito de la guerra
eran mayormente hechas de piedra22. Cualquiera sea la apreciación que se haga de dicha definición, lo cierto
es que el tipo de armas y los materiales utilizados para construirlas no parece haber variado demasiado entre
las fases previas a la aparición de lo estatal en el valle del Nilo y el momento de aparición y consolidación del
Estado23. Restos de flechas, lanzas y hachas de piedra y de sílex aparecen en el registro arqueológico del valle
desde al menos el período Paleolítico, agregándose a ellas los cuchillos de sílex y las mazas de piedra a partir
del período Neolítico24.
Si bien las mazas habrían tenido un carácter específicamente militar como arma de guerra cuerpo a
cuerpo y/o de ejecución (aun cuando habrían adquirido también un valor ceremonial como símbolo de
estatus en algún momento del período Predinástico)25, las otras armas pudieron tener a la vez otros usos, por
ejemplo en la cacería. Sin embargo, tanto el testimonio temprano de algunas de estas armas en relación con
20 Véase Yadin, Yigael; The Art of Warfare in Biblical Lands in the Light of Archaeological Discovery; McGraw-Hill; New York; 1963; pp. 4-15; Ferrill, Arther; The Origins of War. From the Stone Age to Alexander the Great; Thames and Hudson; London; 1985; p. 44. 21 Si bien el aspecto de la seguridad en el esquema de autores como Yadin y Ferrill apunta al uso de implementos para la protección del cuerpo por parte de los combatientes, resulta del todo pertinente asociarlo en la presente argumentación a los aspectos defensivos implicados en la construcción de fortificaciones, cuyos testimonios se señalarán oportunamente. 22 Hamblin, William J.; Warfare in the Ancient Near East to 1600 BC. Holy Warriors at the Dawn of History; Routledge; London-New York; 2006; p. 325. Véase también Partridge, Robert B.; Fighting Pharaohs: Weapons and Warfare in Ancient Egypt; Peartree Publishing; Manchester; 2002; p. 22. 23 Véase Shaw, Ian; Egyptian Warfare and Weapons; Shire Publications; Buckinghamshire; 1991; p. 32. 24 Sobre las armas en el registro arqueológico y en las representaciones iconográficas de los períodos que nos ocupan, véase Gilbert; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 33-72. Sobre las armas a lo largo de la historia faraónica, véase Partridge, R.; Op. Cit.; pp. 21-74. 25 Véase Ciałowicz, Krzysztof M.; Les têtes de massues des périodes prédynastique et archaïque dans la vallée du Nil; Unywersytet Jagiellonski Panstwowe Wydawnictwo Naukowe; Warszawa-Kraków; 1987; Shaw, I.; Op. Cit.; p. 31; Stevenson, Alice; “Mace”; en Wendrich, Willeke (ed.); UCLA Encyclopedia of Egyptology; University of California; Los Angeles; 2008.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
91
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
restos humanos recuperados (puntas de dardos o flechas incrustadas en huesos –como hemos señalado en
relación con el cementerio 117 de Jebel Sahaba–, cráneos con fracturas hundidas probablemente provocadas
por el impacto de mazas o hachas) como el hecho de que dichas armas formarían parte del equipamiento
militar durante la historia faraónica, permiten pensar que algunas de las armas recuperadas en el registro
arqueológico debieron tener una funcionalidad militar26.
Otras herramientas que pudieron haber sido empleadas en la actividad militar son más difíciles de
rastrear, aun cuando algunas han sido representadas en la iconografía. Es el caso de los bumeranes y palos
hechos probablemente de madera y de los escudos (probablemente forrados con piel de animal) que
debieron haber sido empleados al menos desde el período Predinástico (tal como se constata, por ejemplo,
en la pintura mural de la Tumba 100 de Hieracómpolis)27.
Es de notar, de todos modos, que hacia fines de la fase Nagada I y durante la fase Nagada II (la cual
ofrece, por otro lado, importantes indicios de la existencia de pautas de organización sociopolítica estatal en
el Alto Egipto) se testimonia una serie de novedades que vale la pena considerar. Por un lado, aparecen los
primeros cuchillos y hachas realizados con cobre, al tiempo que las hachas realizadas con piedras duras
parecen ser fabricadas siguiendo un patrón de especialización que las distinguiría de las correspondientes a
las fases anteriores28. Por otro lado, las mazas sufren algunas modificaciones, pues las típicas cabezas de maza
neolíticas de los tipos esférico y cónico-piriforme pasan a ser en gran medida reemplazadas por los tipos
discoidal (a partir de Nagada I) y piriforme (a partir de Nagada II). De acuerdo con Gilbert, así como las mazas
discoidales de la fase Nagada I acusan una técnica de manufactura elaborada, las mazas discoidales y
piriformes de la fase Nagada II manifiestan una calidad y una uniformidad tales que sugieren la existencia de
alguna forma de especialización, la cual habría derivado, posteriormente, en la elaboración de las famosas
cabezas de maza decoradas de la fase Nagada III29. Acaso relacionado con este patrón de especialización y de
presumible importancia del conflicto, hacia la fase Nagada II se testimonia un aumento más que significativo
26 Véase Shaw, I.; Op. Cit.; p. 31; Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; p. 164. 27 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 43-44, 68-70; McDermott, Bridget; La guerra en el antiguo Egipto; Crítica; Barcelona, 2006 [2004]; p. 61. 28 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; p. 65; Wengrow, David; The Archaeology of Early Egypt. Social Transformations in North-East Africa, c.10,000 to 2,650 BC; Cambridge University Press; Cambridge; 2006; p. 39; Martínez Babón, Javier; Faraones guerreros. Historia militar de Egipto desde la Dinastía I hasta la XXVI; Gràfiques Bigas; Sant Feliu de Guíxols; 2007; p. 15. 29 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 36-37.
AUGUSTO GAYUBAS
92
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
del número de lanzas recuperadas arqueológicamente, sobre todo en el Alto Egipto. Su disminución en las
fases subsiguientes se acompaña de un aumento considerable de la cantidad de cuchillos y hachas de cobre,
coincidente con el proceso de expansión de las dinámicas estatales a lo largo del valle del Nilo30.
Seguridad: fortificaciones
Si bien la disposición de algunas áreas de residencia del período Neolítico en terreno ligeramente
elevado a lo largo del borde del desierto puede ser interpretada como un patrón defensivo de asentamiento
(acaso conteniendo alguna forma de zanja o palizadas de material perecedero que no habrían sobrevivido en
el registro arqueológico)31, el primer testimonio de una muralla de carácter posiblemente defensivo data de
la fase Nagada I: se trata de un modelo realizado en arcilla hallado en Abadiya, en el Alto Egipto, que
representa un muro por detrás del cual dos personajes que parecen ser centinelas son presentados
asomándose como si estuvieran observando o vigilando. Por su parte, al norte del complejo residencial
conocido como South Town en Nagada, se hallaron los restos de un muro de adobe de 2 metros de espesor
que correspondería probablemente a la fase Nagada II y cuyo grosor permite atribuirle una funcionalidad
defensiva32. A partir de la fase Nagada III, la evidencia se torna más elocuente: el registro iconográfico ofrece
importante evidencia sobre la existencia de murallas defensivas y sobre el ataque militar a recintos
amurallados (paletas de las Ciudades, de los Toros, de Nármer; tablillas del reinado de Den de la Dinastía I);
los restos de un recinto amurallado de la Dinastía I hallados en Elefantina también permiten constatar el
empleo de estructuras fortificadas, en este caso en una región fronteriza en el extremo sur del territorio bajo
dominio del rey de las Dos Tierras; una funcionalidad defensiva puede también proponerse para las murallas
que circundan un asentamiento egipcio de la fase Nagada III y comienzos de la Dinastía I en Tel es-Sakan, en
30 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 42-43, 59, 62-63, 66. 31 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 100-101. 32 Sobre el modelo de Abadiya, véase Petrie, W. M. Flinders; Diospolis Parva: The Cemeteries of Abadiyeh and Hu; Egypt Exploration Fund; London; 1901; p. 32 y pl. VI; Shaw, I.; Op. Cit.; p. 15 y fig. 8. Sobre el muro de Nagada, véase Petrie, W. M. Flinders y Quibell, James Edward; Naqada and Ballas; Quaritch; London; 1896; p. 54; Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 102-103. La interpretación en clave defensiva de este tipo de estructuras no está exenta de problemas. De todos modos, como veremos a continuación, cierta iconografía posterior que representa recintos amurallados siendo atacados por figuras simbólicas o bien asociados a la imagen de enemigos derrotados, sugiere una temprana funcionalidad defensiva de las murallas en contextos de conflicto armado. Véase Williams, Bruce B.; “Security and the Problem of the City in the Naqada Period”; en Silverman, David P. (ed.); For His Ka: Essays in Memory of Klaus Baer; Oriental Institute of the University of Chicago; Chicago; 1994; pp. 271-283; Moeller, Nadine; “Evidence for Urban Walling in the Third Millennium BC”; en Cambridge Archaeological Journal; vol. 14, N° 2; Cambridge; 2004, pp. 261-265; Monnier, Franck; “Une iconographie égyptienne de l’architecture defensive”; en ENiM; N° 7; 2014; pp. 173-219.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
93
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
el sur de Palestina; finalmente, el hallazgo en Abidos y en Abu Roash de tres reproducciones de torres de
vigilancia con plataforma superior almenada (una representación grabada en una tablilla de madera y dos
modelos realizados en marfil) correspondientes a la Dinastía I, colaboran con los indicios anteriores a la hora
de considerar la existencia de una cierta “arquitectura militar”33.
En suma, si hay indicios para considerar que “los asaltos a fortalezas eran frecuentes y se extendían
muy remotamente en el pasado de Egipto”34, esta presencia parece particularmente evidente en el contexto
de la expansión política de los núcleos estatales del Alto Egipto a lo largo del valle y en el marco de la
consolidación de los límites del Estado dual egipcio. El “problema de la seguridad”35, si bien persistente,
parece haber adquirido nuevas dimensiones una vez que las dinámicas guerreras que pueden presumirse
características de las poblaciones no estatales del Neolítico y comienzos del Predinástico (que acaso libraran
guerras de ataque y retirada que pudieran derivar en destrucción o apropiación de recursos pero no en
conquistas) fueran reemplazadas por dinámicas expansivas que pueden considerarse típicas de las sociedades
estatales (que pudieron involucrar la conquista territorial y el sometimiento de población vencida)36, lo cual
tornaría beneficiosa la asignación de recursos para la construcción y mantenimiento de estructuras defensivas
de considerables proporciones37. Ello habría repercutido, a su vez, en la organización militar misma,
favoreciendo técnicas de asalto a fortificaciones cuyos resultados serían particularmente visibles en
representaciones más tardías38. Durante el Dinástico Temprano, la ocupación y defensa de espacios
33 Martínez Babón, J.; Op. Cit.; p. 19. Véase Foster, Ann L.; “Forts and Garrisons”; en Redford, Donald B. (ed.); The Oxford Encyclopedia of Ancient Egypt; vol. 1; Oxford University Press; Oxford-New York; 2001; pp. 552-553. Sobre las representaciones y reproducciones mencionadas, véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 97-99; Monnier, F.; “Une iconographie égyptienne”; pp. 194-195. Sobre el recinto de Elefantina, véase Seidlmayer, Stephan J.; “Town and State in the Early Old Kingdom. A View from Elephantine”; en Spencer, Jeffrey (ed.); Aspects of Early Egypt; British Museum Press; London; 1996; p. 112; Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 23-24, 180. Sobre las murallas de Tel es-Sakan, véase Miroschedji, Pierre de et al.; “Les fouilles de Tell es-Sakan (Gaza): Nouvelles données sur les contacts égypto-cananéens aux IVe-IIIe millénaires”; en Paléorient; vol. 27, N° 2; 2001; pp. 75-104. 34 Heagren, Brett H.; The Art of War in Pharaonic Egypt. An Analysis of the Tactical, Logistic, and Operational Capabilities of the Egyptian Army (Dynasties XVII-XX); Unpublished Ph.D dissertation; University of Auckland; Auckland; 2010; p. 100. Véase Williams, B.; Op. Cit.; pp. 278-280. 35 Williams, B.; Op. Cit.; p. 278. 36 Véase Campagno, M.; “In the Beginning was the War. Conflict and the Emergence of the Egyptian State”; en Hendrickx, Stan; Friedman, Renée F.; Ciałowicz, Krzysztof M. y Chłodnicki, Marek (eds.); Egypt at its origins. Studies in Memory of Barbara Adams. Proceedings of the International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”; Brill; Leuven; 2004; pp. 689-703. 37 Véase Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 312. 38 Véase Partridge, R.; Op. Cit.; pp. 140-141; Monnier; Franck; “La houe et la forteresse… Finalement, acte de fondation ou de destruction?”; en ENiM; N° 6; 2013; pp. 243-256.
AUGUSTO GAYUBAS
94
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
fronterizos (Elefantina) o puestos de avanzada en territorios periféricos (Tel es-Sakan) habría significado un
aliciente adicional para la construcción de fortificaciones defensivas por parte del Estado egipcio.
Movilidad: embarcaciones
Otro dato de importancia en relación con la tecnología vinculada al ámbito militar en el valle lo
constituye la presencia de embarcaciones en iconografía de temática bélica, que supone un aspecto central
de la movilidad en un espacio en el cual el río Nilo es una vía privilegiada de comunicación y transporte.
Si bien hay indicios del empleo de barcas en el Nilo desde al menos el período Neolítico, el uso de
barcas con remos que se documenta a partir de la fase Nagada I permite vincular dicha tecnología con el
incremento de contactos interregionales a lo largo del valle durante aquel período39, y el empleo de barcas
de madera más o menos estandarizadas que bien pudieron servir para el transporte de bienes y de grupos
humanos ha sido datado hacia la fase Nagada II, momento a partir del cual se testimonia en la iconografía
cierta relación entre lo naval y lo militar40. La composición del tejido de Gebelein, por ejemplo, incluye el
motivo de una barca con un personaje dentro, al parecer atado de manos y con una especie de maza
pendiendo sobre su cabeza, que parece representar a un prisionero siendo transportado o formando parte
de un ritual probablemente asociado a uno de los atributos de la realeza, esto es, la victoria militar. Otros
motivos de la fase Nagada II, como aquellos que, pintados sobre recipientes cerámicos, presentan a hombres
con plumas en la cabeza y armados con bumeranes dispuestos sobre embarcaciones, o incluso las escenas de
violencia bélica que aparecen bajo la procesión de embarcaciones de la tumba 100 de Hieracómpolis, si bien
ofrecen algunas dificultades que no permiten relacionar de un modo directo los dos ámbitos, dejan abierta la
posibilidad. Aun más importante, el mango de cuchillo de Dyebel el-Arak, datado hacia fines de la fase Nagada
II, representa, en una de sus caras, un combate entre contendientes armados con mazas, palos y cuchillos,
justo encima de dos hileras de embarcaciones entre medio de las cuales yace un grupo de personajes
derrotados; por otro lado, uno de los dos grabados rupestres de Dyebel Sheik Suleiman, a la altura de la
segunda catarata del Nilo, datado hacia la fase Nagada IIIb (en un contexto de expansión de las dinámicas
39 Véase Wengrow, D.; Op. Cit.; p. 33; Lloyd, Alan B.; Ancient Egypt. State and Society; Oxford University Press; Oxford; 2014; p. 44. 40 Véase Vinson, Steve; Egyptian Boats and Ships; Shire Publications; Buckinghamshire; 1994; p. 12; Ward, Cheryl; “Boat-building and its social context in early Egypt: interpretations from the First Dynasty boat-grave cemetery at Abydos”; en Antiquity; vol. 80, N° 307; 2006; p. 119; Gilbert, G.; Ancient Egyptian Sea Power and the Origin of Maritime Forces; Sea Power Centre; Canberra; 2008; p. 7.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
95
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
estatales), se compone de un grupo de personajes derrotados y un prisionero atado de manos representados
junto a una embarcación, más allá de la cual se halla representado otro prisionero junto a un serej, al parecer
conmemorando la victoria militar de un rey egipcio sobre enemigos nubios41. La Piedra de Palermo
(compilación de anales reales compuesta en la Dinastía V), por su parte, contiene una interesante referencia
que parece apuntar a un uso temprano de las embarcaciones con objetivo militar, concretamente un viaje en
una barca atribuido al reinado de Den de la Dinastía I que parece culminar en el ataque a una localidad no
identificada42.
De este modo, dado que la afirmación de Robert B. Partridge de que “con el río Nilo atravesando el
país, el transporte en barco era a la vez rápido y efectivo”43 puede ser aplicada a los períodos que nos ocupan,
tenemos razones para vincular la tecnología naval, no sólo con el transporte de bienes o con la realización de
rituales, sino también (por lo menos desde la fase Nagada II) con el transporte de grupos humanos con
finalidad militar44.
Organización
Bossen entiende la organización militar como la coordinación de acciones por parte de los actores
involucrados en la guerra. A diferencia de lo que sucede en relación con la evidencia del Reino Antiguo, para
41 Véase Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 326. Sobre el tejido de Gebelein, véase Williams, Bruce W. y Logan, Thomas J.; “The Metropolitan Museum knife handle and aspects of Pharaonic imagery before Narmer”; en Journal of Near Eastern Studies; vol. 46, N° 4; Chicago; 1987; fig. 5. Sobre la decoración mural de la tumba 100, véase Quibell, James Edward y Green, Frederick W.; Hierakonpolis. Part II; Quaritch; London; 1902; pls. LXXV-LXXVIII; Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 86-89. Sobre los motivos cerámicos, véase Hendrickx, Stan; “Checklist of predynastic ‘Decorated’ pottery with human figures”; en Cahiers Caribéens d’Egyptologie; N° 3/4; 2002; pp. 29-50. Sobre el mango de cuchillo de Dyebel el-Arak, véase Emery, Walter B.; Archaic Egypt; Penguin Books; Harmondsworth; 1961; p. 39. Sobre el grabado de Dyebel Sheik Suleiman, véase Murnane, William J.; “The Gebel Sheikh Suleiman monument: Epigraphic remarks”; en Journal of Near Eastern Studies; vol. 46, N° 4; Chicago; 1987; pp. 282-285. Algunos autores interpretan la embarcación representada en el reverso de la Paleta de Nármer sobre las hileras de enemigos decapitados, como un indicio de la relación existente entre las actividades naval y militar (por ejemplo, Gilbert, G.; Ancient Egyptian Sea Power; p. 31; Lloyd, A.; Op. Cit.; p. 51); sin embargo, dista de existir acuerdo sobre dicha lectura. 42 Según la traducción al inglés de Toby A. H. Wilkinson: “travelling downstream by boat (to the towns of) Sah?-nisut (and) Wer-ka”, es decir, “viajando río abajo en barca (a las ciudades de) Sah?-nisut (y) Wer-ka” (Wilkinson, Toby A. H.; Royal Annals of Ancient Egypt. The Palermo Stone and its associated fragments; Kegan Paul International; London-New York; 2000; 116). Lo que sugiere el sentido militar del viaje es la representación de un hombre atacando el determinativo de ciudad de la localidad de Wer-ka. 43 Partridge, R.; Op. Cit.; p. 99. Traducción propia. 44 Véase Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 326. Las representaciones de embarcaciones en grabados rupestres del desierto oriental también sugieren el uso de este tipo de tecnología en la costa del mar Rojo, se asocie ello o no a contingentes armados. Véase Redford, Donald B.; Egypt, Canaan, and Israel in Ancient Times; Princeton University Press; Princeton; 1992; p. 14; Ward, C.; Op. Cit.; p. 126.
AUGUSTO GAYUBAS
96
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
los períodos Predinástico y Dinástico Temprano no contamos con testimonios escritos que permitan inferir
pautas de coordinación táctica o planeamiento operacional45. Sin embargo, a partir de lo visto hasta aquí en
relación con el vínculo entre guerra y tecnología, y sumando a ello otros testimonios que serán señalados, se
puede ofrecer alguna reflexión.
Las analogías etnográficas son un buen recurso a la hora de interpretar el tipo de acciones militares
que habrían sido conducidas por las sociedades no estatales del Neolítico y comienzos del Predinástico, cuyo
armamento (mazas, hachas, lanzas y flechas) ha sido debidamente indicado. Incursiones sorpresivas y
emboscadas pudieron ser más comunes o frecuentes que eventuales batallas, acaso más reguladas y menos
letales46. La captura y ejecución de prisioneros puede proponerse para el contexto de existencia de
sociedades de jefatura hacia Nagada I, según permiten sugerir los motivos en vasos cerámicos en los cuales
ciertos personajes de aparente estatus blanden un arma (probablemente una maza) sobre la cabeza de
personajes de menor tamaño o bien sostienen a dicho tipo de personajes mediante lazos (lo cual puede
constatarse también a partir de la fase siguiente, en un contexto estatal). La propia actividad militar y la
conformación de alianzas entre aldeas o comunidades pudieron haber contribuido, de hecho, a la aparición
de liderazgos de jefatura47.
Respecto a las fases Nagada II y III y durante el período Dinástico Temprano, es decir, en un marco de
estatalidad y expansión y consolidación de dinámicas estatales, Alan B. Lloyd sostiene que “es más que
probable que los enfrentamientos […] hayan involucrado a dos grupos de guerreros enfrentándose cara a
cara, descargándose unos a otros varias rondas de misiles y luego acercándose para luchar cuerpo a cuerpo”48,
lectura que, además de basarse en el tipo de armas existente, puede hallar su correlato más tardío en la
interpretación propuesta por Ian Shaw sobre los testimonios iconográficos del Reino Antiguo, en los cuales
45 Véase Lloyd, A.; Op. Cit.; pp. 107-112. 46 Véase Gat, Azar; “The Pattern of Fighting in Simple, Small-Scale, Prestate Societies”; en Journal of Anthropological Research V. 55, N°4; Albuquerque; 1999; p. 566; Gilbert; Weapons, Warriors and Warfare; pp. 27-28; Gayubas, G.; “Pierre Clastres y la guerra”; pp. 153-158. 47 Véase Gayubas, Augusto; “Warfare and Socio-Political Hierarchies: Reflections on non-State Societies of the Predynastic Nile Valley”; en Gladius. Estudios sobre armas antiguas, arte militar y vida cultural en Oriente y Occidente; vol. 35; Madrid; 2015. Sobre los motivos en vasos cerámicos de fines de Nagada I, véase ibíd. (con bibliografía). Sobre similares motivos en las fases subsiguientes, véase Köhler, E. Christiana; “History or Ideology? New Reflections on the Narmer Palette and the Nature of Foreign Relations in Pre- and Early Dynastic Egypt”; en van den Brink, Edwin C. M. y Levy, Thomas E. (eds.); Egypt and the Levant. Interrelations from the 4th through the early 3rd Millennium BCE; Leicester University Press; London; 2002; pp. 499-513. 48 Lloyd, A.; Op. Cit.; p. 112. Traducción propia.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
97
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
“los soldados egipcios con faldellín están envueltos en combate cuerpo a cuerpo empleando lanzas y hachas,
mientras algunos de los asiáticos que defienden se muestran atravesados por flechas, lo cual indica que el
avance de los soldados de infantería era respaldado por una lluvia de flechas de los arqueros egipcios”49. Esto
incluye, a su vez, la existencia de patrones defensivos y de técnicas de ataque a fortificaciones que pueden
anticipar lo testimoniado en períodos más tardíos.
Además de las confrontaciones propiamente dichas, la actividad militar estatal, sobre todo en el
contexto de aparición de los primeros núcleos estatales en el Alto Egipto y del proceso de expansión política,
pudo tomar la forma de incursiones sobre aldeas que pudieron haber carecido de medios de resistencia,
facilitando en ocasiones el establecimiento de relaciones de dominación mediante la agresión o la amenaza50.
A su vez, como añade Wilkinson, los raides punitivos habrían sido una modalidad habitual de empleo de la
capacidad militar por parte del Estado dual una vez consolidados sus límites51.
En cualquiera de los casos, a diferencia del principio centrífugo que parecen representar las guerras
de ataque y retirada en contextos no estatales, la guerra estatal se presenta como una guerra que habilita la
conquista, que favorece la expansión y la salvaguarda de límites territoriales extendidos y que posibilita la
penetración más o menos regular en territorio periférico y el dominio político sobre población subordinada.
De importancia en este escenario es, desde luego, el “poder naval” (según la denominación de Gregory
Gilbert), el cual “no sólo facilitó las comunicaciones y el comercio”, sino que pudo ser empleado “por los
primeros jefes y reyes para conquistar a sus enemigos, amenazar a sus rivales, coaccionar a sus aliados y
consolidar su poder”52, constituyéndose a la vez en instrumento militar y en tecnología de dominación.
Otro aspecto de la organización en contexto estatal, mucho más difícil de inferir, es la modalidad de
reclutamiento de los actores involucrados en la actividad militar conducida por el Estado. Testimonios del
Reino Antiguo permiten sugerir un reclutamiento estatal sobre una base local, intermediada por autoridades
locales, tal como sucedería con los equipos de trabajadores que debían servir al Estado en diversas actividades
49 Shaw, I.; Op. Cit.; p. 37. Traducción propia. 50 Véase Campagno, M.; “En los umbrales: intersticios del parentesco y condiciones para el surgimiento del Estado en el valle del Nilo”; en Campagno, Marcelo; Gallego, Julián y García Mac Gaw, Carlos G. (eds.); El Estado en el Mediterráneo antiguo. Egipto, Grecia, Roma; Miño y Dávila; Buenos Aires; 2011; p. 65. 51 Véase Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 155-157, 179-180. 52 Gilbert, G.; Ancient Egyptian Sea Power; p. 9.
AUGUSTO GAYUBAS
98
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
económicas53. La biografía de Uni presenta a un funcionario de la Dinastía VI que se desempeña en múltiples
áreas y que, al serle encomendada una misión militar (probablemente en Palestina), pasa a comandar
militarmente a una serie de autoridades locales de distintas jerarquías, las cuales a su vez parecen tener a su
propio cargo el reclutamiento de tropas a nivel local; por su parte, en dos inscripciones de la Dinastía IV en
Jor el-Aquiba, en el norte de Nubia, son evocadas dos incursiones sobre territorio nubio por parte de tropas
comandadas por sendos “conocidos del rey” de dos nomos del Alto y del Bajo Egipto, lo cual también parece
apuntar a un reclutamiento de carácter local54.
Sin que se pueda asimilar un período a otro, parece razonable suponer que el reclutamiento en el
período de consolidación del Estado dual pudo seguir patrones similares a aquellos del Reino Antiguo, siquiera
en menor escala. Como mínimo, se testimonia la existencia de funcionarios que se habrían desempeñado en
diversas áreas de acción, al igual que en el Reino Antiguo, y cuyas actividades en ocasiones se habrían
vinculado a la administración territorial, como intermediarios entre el dispositivo estatal central y la
administración local. Tal es el caso de Merka, un funcionario de la Dinastía I cuya estela funeraria contiene
información biográfica que permite asociarlo a la realización de muy disímiles actividades al servicio del rey,
entre las que se incluiría su desempeño como “inspector” de una localidad de nombre Wenet y el título de
“administrador del distrito del desierto”. Este último es particularmente interesante porque parece asociarlo
a su vez al ámbito militar, dado que pudo involucrar aspectos defensivos en una región de frontera55.
53 Véase Emery, W.; Op. Cit.; p. 112; Moreno García, Juan Carlos; “War in Old Kingdom Egypt (2686–2125 BCE)”; en Vidal, Jordi (ed.); Studies on War in the Ancient Near East; Ugarit Verlag; Münster; 2010; p. 21; Spalinger, Anthony; “The Organisation of the Pharaonic Army (Old to New Kingdom)”; en Moreno García, Juan Carlos (ed.); Ancient Egyptian Administration; Brill; Leiden-Boston; 2013; p. 468; Lloyd, A.; Op. Cit.; p. 115. 54 Sobre la biografía de Uni, véase Lichtheim, Miriam; Ancient Egyptian Literature. Volume I: The Old and Middle Kingdoms; University of California Press; Berkeley-Los Angeles; 1973; pp. 19-20; Schulman, Alan R.; “Army”; en Bard, Kathryn A. (ed.); Encyclopedia of the Archaeology of Ancient Egypt; Routledge; London-New York; 1999; p. 145; Moreno García, J. C.; Op. Cit.; pp. 18-19. Sobre las inscripciones de Jor el-Aquiba, véase López, Jesús; Las inscripciones rupestres faraónicas entre Korosko y Kasr Ibrim, orilla oriental del Nilo; Dirección General de Relaciones Culturales; Madrid; 1966; pp. 25-30; Moreno García, J. C. Op. Cit.; p. 22. 55 Véase Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; p. 143; Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 324. Sin necesidad de coincidir en el modo de interpretar la conformación del Estado egipcio, la caracterización que propone Mark Lehner de la organización militar del Reino Antiguo (que acaso pueda pensarse también para el Dinástico Temprano) en términos de “ejército fractal” es a nuestro entender compatible con lo expuesto, dado que considera la fuerza militar del Estado como compuesta por una acumulación y articulación de los reclutamientos de tropas a cargo de los personajes de élite locales que serían, a su vez, el fundamento para el funcionamiento del aparato de coerción estatal. Véase Lehner, Mark; “Fractal House of Pharaoh: Ancient Egypt as a Complex Adaptive System, a Trial Formulation”; en Kohler, Timothy A. y Gumerman, George J. (eds.); Dynamics in Human and Primate Societies. Agent-Based Modeling of Social and Spatial Processes; Oxford University Press; Oxford-New York; 2000; pp. 311-312.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
99
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Comoquiera que sea, hay motivos para suponer que la actividad militar del Dinástico Temprano y
acaso también de fines del Predinástico pudo estar organizada a partir de una base ad hoc según la cual los
oficiales al servicio del Estado debieron haber cumplido múltiples tareas (económicas, religiosas, políticas,
militares) y el reclutamiento de tropas debió ser influido por pautas de organización locales y criterios
logísticos basados en la tributación y (como señalaremos más adelante) en el establecimiento de redes de
comunicación y abastecimiento.
Poder
Las prácticas militares correspondientes a los períodos preestatales y estatales en el valle del Nilo,
consideradas en los párrafos precedentes a partir de la evidencia disponible, son en algunos aspectos
similares entre sí (en ambas situaciones se puede hablar de un “hacer la guerra”, con todo lo que vimos que
ello implica), pero difieren en otros. Esta diferencia halla su signo más evidente en el contraste sugerido por
la evidencia entre un tipo de guerra asociado a unas pautas comunales y a una lógica centrífuga que habría
sido característica de los períodos preestatales, y el principio expansivo en su doble dimensión militar y de
coerción interna que habría definido a las dinámicas estatales a partir de la fase Nagada II.
Este punto conduce a la dimensión del poder según la propuesta analítica de Bossen. En dicha
propuesta, el interés del autor está puesto en la percepción de lo militar como una de las fuentes o
manifestaciones del poder, junto con lo ideológico, lo económico y lo político56. En un abordaje de este
problema para los períodos Predinástico y Dinástico Temprano en el valle del Nilo, nuestra reflexión apuntará
a considerar la relación de lo militar con lo ideológico y lo económico, pero otorgando particular importancia
a la vinculación de la práctica de la guerra con el orden de lo político, retomando el punto en el que las dos
definiciones de Clausewitz con las que hemos comenzado este artículo tienen su punto de encuentro.
Respecto de lo ideológico, si podemos presumir que la guerra en las comunidades no estatales del
Neolítico y comienzos del Predinástico se habría sostenido en una percepción del otro (es decir, de las
comunidades con las cuales no se mantendrían lazos parentales) como enemigo (aun cuando este
56 Véase Bossen, C.; Op. Cit.; p. 94. El autor recupera en este punto reflexiones de los sociólogos Michael Mann y Anthony Giddens.
AUGUSTO GAYUBAS
100
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
antagonismo no siempre se expresara mediante la violencia), en el contexto de la aparición de prácticas de
tipo estatal y, de un modo más evidente, a partir de la “unificación política”, lo ideológico parece haberse
vinculado con lo militar de al menos dos modos: por un lado, como simbolización de las acciones de guerra
emprendidas por el Estado (o, como mínimo, de las funciones militares arquetípicas del rey-dios), según
sugieren las representaciones iconográficas del rey sometiendo a enemigos vencidos y los nombres de
algunos reyes que evocan atributos de fuerza57; por otro lado, como simbolización de una dicotomía
“nosotros/ellos” que habría incidido en el tipo de relación entablada por el Estado con las poblaciones
adyacentes y que, al menos a partir de la llamada “unificación”, se expresaría mediante la oposición
“orden/caos”, según la cual el orden justo (mAat) habitaría en el territorio bajo dominio del rey de las Dos
Tierras y el caos estaría situado en las periferias (tempranamente reconocidas en las poblaciones libias, nubias
y asiáticas/cananeas), allí donde las expediciones militares y los raides punitivos serían una expresión de la
función del rey-dios como garante del orden, en cierto modo una actualización del orden de la creación58. En
esta conceptualización, no sólo las poblaciones de las periferias son aquellas que son pasibles de recibir la
violencia del Estado (como así también lo es la población conceptualizada como rebelde dentro del territorio
dominado), sino que son aquellas de las que fluyen bienes hacia el centro cósmico59.
Este punto conduce también a la relación de lo militar con lo económico, pues la demanda de
determinados bienes o materias primas por parte de las élites estatales, pero también de las sociedades de
jefatura de comienzos del Predinástico, pudo dar lugar a enfrentamientos o incursiones con el objetivo de
obtener o controlar el acceso a dichos bienes. De hecho, uno de los escenarios que se han propuesto para
57 Véase Hall, Emma Swan; The Pharaoh Smites his Enemies. A Comparative Study; Deutscher Kunstverlag; München; 1986; Helck, Wolfgang; Untersuchungem zur Thinitenzeit; Harrassowitz; Wiesbaden; 1987; pp. 115-118; Baines, J.; Op. Cit.; p. 123; Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; p. 202; Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; p. 111. Particularmente elocuentes son los nombres de Horus de algunos de los reyes de la Dinastía I: Nármer (“El temible siluro”), Aha (“El luchador”), Djer (“El fuerte”), Den (“El que ataca”), Qaa (“El que alza el brazo”). También algunos reyes de la Dinastía 0 (Nagada III) son nombrados según animales asociados a lo peligroso: Escorpión, Cocodrilo. Respecto a la Dinastía II, las formas inw xAst / inw sTt junto a los nombres de Sejemib y
Peribsen en improntas de sellos, traducidas como “tributo/producto de la tierra extranjera” y “tributo/producto de Sechet” (posiblemente Siria-Palestina, o alguna localidad del delta oriental), y alternativamente identificadas como un epíteto (“conquistador de la tierra extranjera/de Sechet”), vinculan también los nombres de dichos reyes con el ámbito militar. De hecho, el nombre de Horus del primer rey de la Dinastía II (Hetepsejemuy, “Los dos poderes están en paz”) y el nombre de Horus y Seth del último (Jasejemuy Nebuy-hetep-imef, “Los dos poderes se manifiestan, los Dos Señores están en paz en él”), parecen expresar o simbolizar la puesta en acto de una paz que, como mínimo, sugiere un referente de conflicto cuyo contraste da sentido al rol evocado. 58 Véase Shaw, I.; Op. Cit.; p. 7; Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 58-59; Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; pp. 217-221. 59 Véase Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; p. 221.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
101
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
explicar la emergencia de lo estatal en el Alto Egipto apunta a la guerra de conquista como instancia de control
del flujo de materiales exóticos o bienes de prestigio demandados por las élites60. La expansión y posterior
consolidación de la dominación estatal a todo lo largo del valle del Nilo durante Nagada III y el Dinástico
Temprano pudo ampliar la demanda de bienes o materiales, muchos de ellos de proveniencia lejana,
sostenida en una mayor capacidad logística fundada en última instancia en la práctica de la tributación61. Si
bien algunas de estas avanzadas pudieron ser de índole pacífica (como parece sugerir la evidencia de algunos
de los sitios excavados en el sur de Palestina), testimonios iconográficos (escenas de temática militar y
representación de enemigos libios, nubios y asiáticos vencidos) y arqueológicos (por ejemplo, las murallas de
Tel es-Sakan en el sur de Palestina, el recinto amurallado de Elefantina o, incluso anteriormente, los indicios
de un incendio que debió provocar la destrucción de un recinto en Tel el-Farja, en el delta oriental) permiten
pensar que el conflicto no estaba ausente en el proceso de expansión política y que las expediciones o
incursiones subsiguientes a la “unificación”, aun allí donde tuvieran que ver con prácticas de intercambio o
de extracción que habilitaran cierta convivencia, debían contar al menos con alguna forma de respaldo
militar62.
Por otro lado, se puede argumentar que los aspectos tecnológicos y organizativos de la práctica de la
guerra se habrían sostenido en las posibilidades económicas de los respectivos períodos y habrían a su vez
incidido en la asignación de recursos. Como señalamos en el apartado correspondiente, la aparición de lo
estatal en el valle del Nilo se ve acompañada de cierta especialización artesanal que parece haber involucrado
en alguna medida la elaboración de armas, como mínimo cierta uniformidad e incremento en algunos de los
implementos utilizados. Por su parte, la aparición de armas realizadas con cobre también se vincula con la
obtención de dicha materia prima, ya sea mediante intercambios o a través de expediciones mineras en el
desierto oriental y el Sinaí que pudieron involucrar alguna forma de intervención o respaldo militar63.
60 Véase Trigger, Bruce G.; “Los comienzos de la civilización egipcia”; en Trigger, Bruce G.; Kemp, Barry J.; O’Connor, David y Lloyd, Alan B.; Historia del Egipto antiguo; Barcelona; Crítica; 1985 [1983]; pp. 61, 72; Campagno, M.; “In the Beginning was the War”; pp. 694-700. 61 Véase Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; pp. 212-217; Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 324. 62 Véase Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; p. 220; Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; p. 112; Hamblin, W.; Op. Cit.; p. 320. Sobre el recinto de Tel el-Farja, véase Ciałowicz, Krzysztof; “Tell el-Farkha 2001 - 2002: Excavations at the Western Kom”; en Hendrickx, Stan; Friedman, Renée F.; Ciałowicz, Krzysztof M. y Chłodnicki, Marek (eds.); Egypt at its origins. Studies in Memory of Barbara Adams. Proceedings of the International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”; Brill; Leuven; 2004; p. 380. 63 Véase Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 171-172; Partridge, R.; Op. Cit.; pp. 24-25.
AUGUSTO GAYUBAS
102
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Finalmente, así como la construcción de fortificaciones debió suponer un tipo específico de asignación de
recursos, el mantenimiento y la movilidad de grupos humanos con finalidad total o parcialmente militar se
debió haber sostenido, no sólo en la tributación como práctica fundadora de lo estatal, sino también en el
establecimiento de redes de comunicación y abastecimiento que habrían vinculado lo económico con lo
militar desde un punto de vista organizativo. Los testimonios acerca de esta cuestión aparecen a partir de la
Dinastía III, período en el cual, según sostiene Moreno García, existe evidencia de un sistema de
establecimientos agrícolas y de almacenamiento dependientes de la realeza distribuidos a lo largo del
territorio que debía servir al abastecimiento con equipamiento, comida e instalaciones a los grupos humanos
movilizados tanto en expediciones de exploración o extracción como en campañas militares64. Quizás las
inscripciones de las Dinastías I y II que refieren la existencia de instalaciones reales con fines de producción y
almacenamiento en distintos puntos del territorio puedan asociarse en parte a dicho funcionamiento en lo
que respecta al período Dinástico Temprano65. Por otro lado, títulos como el de “supervisor de la tierra
extranjera” que aparece en una impresión de sello durante el reinado de Jasejemuy de la Dinastía II, así como
el de “administrador del distrito del desierto” que, como hemos visto anteriormente, corresponde a Merka,
funcionario de la Dinastía I, y pudo haber implicado no sólo “la responsabilidad de proteger las fronteras de
Egipto con el desierto” sino también la “administración de los desiertos propiamente dichos, sus habitantes
y sus recursos”66, vinculan la actividad militar y/o de control fronterizo o sobre territorio periférico con el
ámbito de la administración económica.
Una advertencia importante respecto a lo que venimos considerando surge de las reflexiones de
David Warburton, según quien los distintos aspectos involucrados en la guerra (lo propiamente militar, lo
ideológico, lo económico) no se sustraen de lo que considera el núcleo de la actividad, esto es, lo político67.
La riqueza de esta observación en relación con el problema que nos convoca reside, no tanto en las reflexiones
específicas del autor que discurren por otros derroteros, sino en el llamado de atención que supone respecto
64 Véase Moreno García, J. C.; Op. Cit.; p. 14. 65 Véase Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 117-133; Engel, Eva-Maria; “The Organisation of a Nascent State: Egypt until the Beginning of the 4th Dynasty”; en Moreno García, Juan Carlos (ed.); Ancient Egyptian Administration; Brill; Leiden-Boston; 2013; pp. 27-35. 66 Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; p. 149. Traducción propia. Sobre el título de “supervisor de la tierra extranjera” (imi-r
xAst), véase Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 92, 143. 67 Véase Warburton, David; “Aspects of War and Warfare in Western Philosophy and History”; en Otto, Ton; Thrane, Henrik y Vandkilde, Helle (eds.); Warfare and Society. Archaeological and Social Anthropological Perspectives; Aarhus University Press; Aarhus; 2006; pp. 52-54.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
103
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
a la pertinencia de vincular el abordaje de la guerra con una evaluación analítica acerca del lugar que ocupa
el poder en una sociedad determinada.
La relación de lo militar con lo ideológico y lo económico en el valle del Nilo puede considerarse en
este sentido. Desde una perspectiva analítica, el sostenimiento del orden cósmico es equivalente al
afianzamiento o reproducción del orden sociopolítico. En el vértice o el centro de dicho orden se sitúa el rey-
dios, cuya divinidad expresa aquello que es políticamente nuevo respecto del ordenamiento previamente
existente, es decir, la dominación estatal. La extracción de recursos (dentro y fuera del territorio bajo dominio
del rey de las Dos Tierras) se sostiene, en este nuevo orden, principalmente en la tributación, manifestación
evidente de la “capacidad de coerción” que define al Estado68.
Precisamente en la relación del ejercicio de la violencia con la dominación interna se explicita algo de
esta dimensión de lo político. Tal como señala Marcelo Campagno, así como el Estado dual egipcio es el que
ejerce la violencia hacia las periferias como parte de las funciones del rey en tanto garante del orden, es
también el que detenta el monopolio legítimo de la coerción hacia el interior, siendo su vínculo con los
súbditos y con aquellos conceptualizados como rebeldes, una relación basada en la posibilidad de la violencia.
Esto se ve tempranamente en la Cabeza de Maza de Escorpión a la cual ya nos hemos referido, pero también
en una serie de vasos decorados de la Dinastía II que contienen el motivo de la diosa Nejbet representada
como un buitre junto al serej del rey Jasejem, sosteniendo con una garra un círculo dentro del cual se lee bS
(“rebelde”), en posible referencia a una situación de conflicto político en el interior del territorio que también
es sugerida por la referencia del “año de combatir al enemigo del norte”, así como por la representación, en
las bases de dos estatuas sedentes del mismo rey, de personajes vencidos identificados como “enemigos del
norte”69. El pedestal del rey Djoser de la Dinastía III (ver más arriba) expresa de un modo bastante elocuente
este punto, pues los Nueve Arcos que representan a las regiones periféricas y los tres pájaros rejit que
simbolizan a los súbditos se hallan igualmente sometidos a la fuerza del rey de las Dos Tierras, evocando el
hecho de que la relación entre éste y aquéllos está basada en última instancia en la violencia, garantizándose
de este modo el orden cósmico que coincide con el orden de dominación estatal.
68 Véase Campagno, M.; “Coercion, creation, intervention”; pp. 214-215. 69 Véase Quibell, James Edward; Hierakonpolis. Part I; Quaritch; London; 1900; pls. XXXVI-XL; Emery, W.; Op. Cit.; p. 99 y figs. 62-63; Wilkinson, T.; Early Dynastic Egypt; pp. 91-92; Campagno, M.; “Coercion, creation, intervention”; p. 215.
AUGUSTO GAYUBAS
104
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Pero lo político debe ser tenido en cuenta también al considerar las sociedades que habitaron el valle
antes de la aparición de lo estatal. El recurso a analogías etnográficas ha permitido reflexionar que, si bien las
motivaciones inmediatas para el estallido de episodios de violencia bélica entre las comunidades no estatales
del valle pudieron tener que ver con obligaciones familiares, venganza, prestigio, entre otras, lo decisivo
habría sido que todas estas motivaciones habrían estado basadas en una percepción mutua de amenaza entre
los grupos recíprocamente no emparentados que sería intrínseca al ordenamiento sociopolítico de cada
comunidad70. Los testimonios arqueológicos que apuntan a la centralidad del parentesco como articulador
social durante los períodos Neolítico y comienzos del Predinástico en el valle71 permiten reconocer no sólo
los principios de reciprocidad y ayuda mutua que debieron regular las relaciones sociales hacia el interior de
cada comunidad, sino también los límites que habrían sido establecidos entre aquellos que pertenecían a la
trama parental y aquellos que quedarían excluidos de ella, fundándose la relación con estos últimos en un
antagonismo cuya expresión extrema pudo ser la guerra. En una mirada antropológica, se puede argumentar
que la guerra de hecho pudo haber contribuido al sostenimiento de dicho ordenamiento sociopolítico al
afirmar o afianzar los límites sociales de cada comunidad72.
De este modo, podemos sintetizar que, así como en contextos estatales, la guerra es una de las caras
visibles de la lógica expansiva y del principio de dominación y de control que son característicos del Estado,
en contextos no estatales la guerra parece contribuir a la conservación de pautas de organización comunal
que se ven confirmadas mediante el antagonismo que se expresa en la diferencia entre comunidades políticas
autónomas.
Por lo tanto, más allá de los elementos comunes que permiten hablar de un “hacer la guerra” tanto
en contextos no estatales como estatales en el valle del Nilo, la dimensión del poder permite identificar una
diferencia radical entre una práctica que, inscrita en una lógica social de base parental, tiende a la dispersión,
70 Véase Gilbert, G.; Weapons, Warriors and Warfare; p. 27; Gayubas, A.; “Pierre Clastres y la guerra”; pp. 153-158. 71 Véase Campagno, M.; De los jefes-parientes a los reyes-dioses; pp. 137-145; Navajas Jiménez, Ana Isabel; “La Prehistoria. Del Paleolítico a la época de Nagada II”; en Parra Ortiz, José Miguel (coord.); El Antiguo Egipto. Sociedad, economía, política; Marcial Pons; Madrid; 2009; p. 44. 72 Véase Clastres, Pierre; Investigaciones en antropología política; Gedisa; Barcelona; 1996 [1980]; pp. 181-216; Gayubas, A.; “Pierre Clastres y la guerra”; pp. 143-162.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
105
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
y una misma práctica que, sostenida en un principio de dominación estatal, apunta a la expansión y al control
fundado en última instancia en el monopolio de la violencia73.
* * *
Los testimonios considerados a lo largo de este trabajo permiten proponer que la guerra en el valle
del Nilo precedió a la aparición de lo estatal y que, en este contexto, involucró el ejercicio de violencia física
y letal (lo cual se contrapone a ciertas lecturas del conflicto bélico no estatal que tienden a minimizar sus
efectos materiales). Se constata el empleo de armas para el combate cuerpo a cuerpo y proyectiles, y el
recurso a analogías etnográficas permite pensar en tácticas de ataque y retirada, compatibles con un tipo de
organización comunal que tendería a la dispersión antes que a la expansión o a la conquista.
La presencia de evidencia de guerra en los contextos de aparición de liderazgos de jefatura y de
surgimiento y expansión de dinámicas estatales en el valle del Nilo sugiere, a su vez, que la guerra debió
contribuir o, como mínimo, acompañar los procesos de cambio social74. Lo cierto es que, con la irrupción de
lo estatal, la guerra parece haber cambiado de signo respecto a la situación anterior75. De ser una práctica
que tiende a la dispersión (en cierto modo garante del sostenimiento del orden comunal regido por la lógica
del parentesco), se constituye en una práctica que tiende a la conquista y a la expansión (de acuerdo con el
principio expansivo que define a una dinámica estatal), lo cual se ve expresado en el probable uso militar de
las embarcaciones y en las necesidades defensivas evidentes en la construcción de fortificaciones, pero
también en la concentración de recursos que habría facilitado la elaboración de dicha tecnología y en las
redes de comunicación y abastecimiento que pudieron estar vinculadas tanto con expediciones de
intercambio y extracción como con campañas en clave militar.
73 Véase Campagno, Marcelo y Gayubas, Augusto; “La guerra en los comienzos del antiguo Egipto: reflexiones a partir de la obra de Pierre Clastres”; en Cuadernos de Marte. Revista latinoamericana de sociología de la guerra; N° 8; Buenos Aires; 2015. 74 Véase Campagno, M.; “En los umbrales”; pp. 52-55; Gayubas, A.; “Warfare”. 75 Véase Campagno, M. y Gayubas, A.; Op. Cit.
AUGUSTO GAYUBAS
106
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
También colabora con esta mirada el hecho de que, una vez consolidada la dominación estatal a todo
lo largo del territorio bajo dominio del rey de las Dos Tierras, se testimonian incursiones de probable carácter
militar en las márgenes de dicho territorio (el recinto amurallado en Elefantina pudo servir como base para
incursiones en Nubia; cerámica con serejs en el sur de Palestina y en el Sinaí durante la Dinastía I, así como el
asentamiento egipcio amurallado de la fase Nagada III y comienzos de la Dinastía I en Tel es-Sakan en el sur
de Palestina, permiten pensar en una presencia egipcia en la región con algún aspecto militar; lo mismo puede
plantearse respecto del título de “supervisor de la tierra extranjera” y la expresión “tributo/producto de la
tierra extranjera” que aparecen durante la Dinastía II; finalmente, tablillas de las Dinastías I y II representan
prisioneros nubios, libios y asiáticos que apuntan en la misma dirección). La simbolización de los territorios
periféricos como el espacio del caos y del rey-dios como garante del orden vincula, a su vez, lo militar con el
ámbito de las cosmovisiones. No menos importante, el poderío militar del Estado habría tenido su expresión
interna en la capacidad de coerción sobre población rebelde o subordinada, según sugieren las decapitaciones
en el cementerio HK43 de Hieracómpolis y cierta iconografía de aves rejit recibiendo alguna forma de
violencia por parte de la realeza.
Pensado ello desde la dimensión del poder, según la caracterización de Bossen pero tomando en
consideración la doble definición de Clausewitz que empleáramos al comienzo de este artículo, proponemos
como reflexión final que la guerra, sin perder su especificidad como práctica social (ya sea que se realice en
un contexto preestatal o estatal), cambia de signo según dónde se sitúa el poder político en una situación
determinada: allí donde el poder habita en el totalidad del cuerpo social (períodos Neolítico y comienzos del
Predinástico), la guerra contribuye al sostenimiento del orden parental comunal; allí donde el poder se
presenta escindido, como poder coercitivo (a partir de la fase Nagada II y durante el Dinástico Temprano), la
guerra constituye la cara externa de la violencia que es constitutiva de lo estatal. En términos de lógicas
sociales, diremos que la guerra trasciende, pero también acusa, la diferencia radical existente entre una
situación en la que rige el parentesco y otra en la que lo estatal se constituye en lógica de articulación social
dominante.
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
107
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Bibliografía
Abluso, Federico Luis; Alcántara, Matías y Tutusaus, Julián; “Definiendo una guerra”; en Cuadernos de Marte. Revista latinoamericana de sociología de la guerra; N° 7; Buenos Aires; 2014.
Baines, John; “Origins of Egyptian kingship”; en O’Connor, David y Silverman, David P. (eds.); Ancient Egyptian kingship; Brill; Leiden; 1995.
Bossen, Claus; “War as Practice, Power, and Processor: A Framework for the Analysis of War and Social Structural Change”; en Otto, Ton; Thrane, Henrik y Vandkilde, Helle (eds.); Warfare and Society. Archaeological and Social Anthropological Perspectives; Aarhus University Press; Aarhus; 2006.
Bovio, Juan [Giovanni]; Las doctrinas de los partidos políticos en Europa; F. Sempere y Cía.; Valencia; s.f. [1886].
Campagno, M.; “En los umbrales: intersticios del parentesco y condiciones para el surgimiento del Estado en el valle del Nilo”; en Campagno, Marcelo; Gallego, Julián y García Mac Gaw, Carlos G. (eds.); El Estado en el Mediterráneo antiguo. Egipto, Grecia, Roma; Miño y Dávila; Buenos Aires; 2011.
Campagno, M.; “In the Beginning was the War. Conflict and the Emergence of the Egyptian State”; en Hendrickx, Stan; Friedman, Renée F.; Ciałowicz, Krzysztof M. y Chłodnicki, Marek (eds.); Egypt at its origins. Studies in Memory of Barbara Adams. Proceedings of the International Conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”; Brill; Leuven; 2004..
Campagno, Marcelo; “Coercion, creation, intervention: three capacities of the early Egyptian state”; en Frood, Elizabeth y McDonald, Angela (eds.); Decorum and experience. Essays in ancient culture for John Baines; Griffith Institute; Oxford; 2013.
Campagno, Marcelo; “Tres modos de existencia política: jefatura, patronazgo y Estado”; en Campagno, Marcelo (ed.); Parentesco, patronazgo y Estado en las sociedades antiguas; Universidad de Buenos Aires; Buenos Aires; 2009.
Campagno, Marcelo; De los jefes-parientes a los reyes-dioses. Surgimiento y consolidación del Estado en el antiguo Egipto, del Período Badariense al Dinástico Temprano, ca. 4500-2700 a.C.; Aula Ægyptiaca; Barcelona; 2002.
Ciałowicz, Krzysztof M.; Les têtes de massues des périodes prédynastique et archaïque dans la vallée du Nil; Unywersytet Jagiellonski Panstwowe Wydawnictwo Naukowe; Warszawa-Kraków; 1987.
Clausewitz, Karl [Carl] von; De la guerra; Labor; Barcelona; 1984 [1832].
Crubézy, Éric y Midant-Reynes, Béatrix; “Les sacrifices humains à l’époque prédynastique. L’apport de la nécropole d’Adaïma”; en Albert, Jean-Pierre y Midant-Reynes, Béatrix; Le sacrifice humain en Égypte ancienne et ailleurs; Soleb; Paris; 2005.
AUGUSTO GAYUBAS
108
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Dougherty, S. y Friedman, R.; Op. Cit.; p. 332; Hendrickx, Stan y Huyge, Dirk; “Neolithic and Predynastic Egypt”; en Renfrew, Colin y Bahn, Paul (eds.); The Cambridge World Prehistory; vol. 1; Cambridge University Press; Cambridge; 2014.
Dougherty, Sean P. y Friedman, Renée; “Sacred or mundane: Scalping and decapitation at Predynastic Hierakonpolis”; en Midant-Reynes, Béatrix y Tristant, Yves (eds.); Egypt at its Origins 2. Proceedings of the International conference “Origin of the State. Predynastic and Early Dynastic Egypt”, Toulouse, 5-8th September 2005; Peeters; Leuven; 2008.
Droux, Xavier; “Headless at Hierakonpolis”; en Nekhen News; N°,19; London; 2007.
Droux, Xavier; “Une representation de prisonniers décapités en provenance de Hiérakonpolis”; en Bulletin de la Société d’Egyptologie de Genève; N° 27; Genève; 2005.
Ferguson, R. Brian; “Violence and War in Prehistory”; en Martin, Debra L. y Frayer, David W. (eds.); Troubled Times. Violence and Warfare in the Past; Gordon and Breach Publishers; Amsterdam; 1997.
Ferrill, Arther; The Origins of War. From the Stone Age to Alexander the Great; Thames and Hudson; London; 1985.
Gat, Azar; “The Pattern of Fighting in Simple, Small-Scale, Prestate Societies”; en Journal of Anthropological Research V. 55, N°4; Albuquerque; 1999
Gayubas, Augusto; “Pierre Clastres y la guerra en el valle del Nilo preestatal”; en Campagno, Marcelo (ed.); Pierre Clastres y las sociedades antiguas; Miño y Dávila; Buenos Aires; 2014.
Gayubas, Augusto; “Warfare and Socio-Political Hierarchies: Reflections on non-State Societies of the Predynastic Nile Valley”; en Gladius. Estudios sobre armas antiguas, arte militar y vida cultural en Oriente y Occidente; vol. 35; Madrid; 2015.
Gilbert, Gregory Phillip; Weapons, Warriors and Warfare in Early Egypt; Archaeopress; Oxford; 2004.
Hamblin, William J.; Warfare in the Ancient Near East to 1600 BC. Holy Warriors at the Dawn of History; Routledge; London-New York; 2006.
Heagren, Brett H.; The Art of War in Pharaonic Egypt. An Analysis of the Tactical, Logistic, and Operational Capabilities of the Egyptian Army (Dynasties XVII-XX); Unpublished Ph.D dissertation; University of Auckland; Auckland; 2010.
Hoffman, Michael Allen; Egypt Before the Pharaohs; Barnes & Noble; New York; 1979.
Köhler, E. Christiana; “History or Ideology? New Reflections on the Narmer Palette and the Nature of Foreign Relations in Pre- and Early Dynastic Egypt”; en van den Brink, Edwin C. M. y Levy, Thomas E. (eds.); Egypt and the Levant. Interrelations from the 4th through the early 3rd Millennium BCE; Leicester University Press; London; 2002
Guerra y sociedad en el valle del Nilo durante los períodos Predinástico y Dinástico Temprano
109
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Lehner, Mark; “Fractal House of Pharaoh: Ancient Egypt as a Complex Adaptive System, a Trial Formulation”; en Kohler, Timothy A. y Gumerman, George J. (eds.); Dynamics in Human and Primate Societies. Agent-Based Modeling of Social and Spatial Processes; Oxford University Press; Oxford-New York; 2000
Lloyd, Alan B.; Ancient Egypt. State and Society; Oxford University Press; Oxford; 2014.
Ludes, Bertrand y Crubézy, Éric; “Le sacrifice humain en contexte funéraire. Problèmes posés à l’anthropobiologie et à la médecine légale. L’exemple prédynastique”; en Albert, Jean-Pierre y Midant-Reynes, Béatrix; Le sacrifice humain en Égypte ancienne et ailleurs; Soleb; Paris; 2005
Martínez Babón, Javier; Faraones guerreros. Historia militar de Egipto desde la Dinastía I hasta la XXVI; Gràfiques Bigas; Sant Feliu de Guíxols; 2007.
McDermott, Bridget; La guerra en el antiguo Egipto; Crítica; Barcelona, 2006 [2004].
Meggitt, Mervyn; Blood is their Argument. Warfare among the Mae Enga Tribesmen of the New Guinea Highlands; Mayfield; Palo Alto; 1977.
Midant-Reynes, Béatrix; Préhistoire de l’Egypte. Des premiers hommes aux premiers Pharaons; Armand Colin; Paris; 1992.
Moreno García, Juan Carlos; “War in Old Kingdom Egypt (2686–2125 BCE)”; en Vidal, Jordi (ed.); Studies on War in the Ancient Near East; Ugarit Verlag; Münster; 2010
Nievas, Flabián; “Sociología de la guerra”; en Redes.Com; N° 5; Sevilla; 2009.
Partridge, Robert B.; Fighting Pharaohs: Weapons and Warfare in Ancient Egypt; Peartree Publishing; Manchester; 2002.
Petrie, W. M. Flinders; Diospolis Parva: The Cemeteries of Abadiyeh and Hu; Egypt Exploration Fund; London; 1901
Picardo, Nicholas S.; “Dealing with Decapitation Diachronically”; Nekhen News; N° 16; London; 2004.
Redford, Donald B.; Egypt, Canaan, and Israel in Ancient Times; Princeton University Press; Princeton; 1992
Riches, David; “El fenómeno de la violencia”; en Riches, David (coord.); El fenómeno de la violencia; Pirámide; Madrid; 1988 [1986].
según quien, si bien “sólo enemigos no egipcios en tiempos de guerra merecían la decapitación”, la “literatura1 Yadin, Yigael; The Art of Warfare in Biblical Lands in the Light of Archaeological Discovery; McGraw-Hill; New York; 1963.
Shaw, Ian; Egyptian Warfare and Weapons; Shire Publications; Buckinghamshire; 1991.
AUGUSTO GAYUBAS
110
Anuario Nº 27, Escuela de Historia
Facultad de Humanidades y Artes (Universidad Nacional de Rosario), 2015
pp. 83-110
ISSN 1853-8835
Spalinger, Anthony; “The Organisation of the Pharaonic Army (Old to New Kingdom)”; en Moreno García, Juan Carlos (ed.); Ancient Egyptian Administration; Brill; Leiden-Boston; 2013
Stevenson, Alice; “Mace”; en Wendrich, Willeke (ed.); UCLA Encyclopedia of Egyptology; University of California; Los Angeles; 2008.
Trigger, Bruce G.; Understanding Early Civilizations. A Comparative Study; Cambridge University Press; Cambridge; 2003.
Valbelle, Dominique; Les neuf arcs. L’Égyptien et les étrangers de la préhistoire à la conquête d’Alexandre; Armand Colin; Paris, 1990; Morkot, Robert G.; Historical Dictionary of Ancient Egyptian Warfare; The Scarecrow Press; Lanham-Maryland-Oxford; 2003.
Veyne, Paul; Cómo se escribe la historia. Foucault revoluciona la historia; Alianza; Madrid; 1984 [1978].
Vinson, Steve; Egyptian Boats and Ships; Shire Publications; Buckinghamshire; 1994
Warburton, David; “Aspects of War and Warfare in Western Philosophy and History”; en Otto, Ton; Thrane, Henrik y Vandkilde, Helle (eds.); Warfare and Society. Archaeological and Social Anthropological Perspectives; Aarhus University Press; Aarhus; 2006
Wendorf, Fred y Schild, Romuald; The Wadi Kubbaniya Skeleton: A Late Paleolithic Burial from Southern Egypt; Southern Methodist University Press; Dallas; 1986.
Wendorf, Fred; “Site 117: A Nubian Final Palaeolithic Graveyard near Jebel Sahaba, Sudan”; en Wendorf, Fred (ed.); The Prehistory of Nubia; vol. 2; Southern Methodist University Press; Dallas; 1968.
Wengrow, David; The Archaeology of Early Egypt. Social Transformations in North-East Africa, c.10,000 to 2,650 BC; Cambridge University Press; Cambridge; 2006.
Wilkinson, Toby A. H.; Early Dynastic Egypt; Routledge; London; 1999.
Recibido: 10 de Julio 2015 Aprobado: 25 de Agosto de 2015
Versión Final: 19 de Septiembre 2015
top related