espantos de agosto

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Novela gráfica

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Gabriel García Márquez

Ilustrado por Edson Álvarez EDITORES

Este trabajo está dedicado a todas esas personas que día a día me brin-dan su apoyo, su comprensión y me alientan a continuar luchando por alcanzar lo que siempre he estado buscando.

Mis padres, mis hermanos, en espe-cial a mis sobrinos y mi esposa, ellos son la luz de nuestra familia y mi vida, son el motor que me impulsa a trabajar a diario. Esta novela gráfica es producto de varios meses de es-fuerzo y dedicación, con ella busco, más que abordar una materia explo-rar y poner a prueba mis capacida-des comunicativas e ilustrativas en pro del mejoramiento profesional y personal.

Llegamos a Arezzo un poco antes del medio día, y perdimos más de dos horas buscando el castillo renacentista que el escritor venezolano Miguel Otero Silva había comprado en aquel recodo idílico de la campiña toscana.

Volvimos al automóvil, abandona-mos la ciudad por un sendero de cipreses sin indicaciones viales, do en aquel recodo idílico de la cam-piña toscana

Una vieja pastora de gansos nos indicó con precisión dónde estaba el castillo. Antes de despedirse nos preguntó si pensábamos dormir allí, y le contesta-mos, como lo teníamos previsto, que sólo íbamos a almorzar.

Menos mal -dijo ella- porque en esa casa

Mi esposa y yo, que no cree-mos en aparecidos del me-dio día, nos burlamos de su credulidad.

Pero nuestros dos hijos, de nueve y siete años, se pusieron di-chosos con la idea de conocer un fantasma de cuerpo presente.

Miguel Otero Silva, que además de buen escritor era un anfitrión espléndido y un comedor refinado, nos esperaba con un almuerzo de nunca olvidar.

Sin embargo, Miguel Otero Silva nos dijo con su humor Caribe que existió uno de tantos hombres que fue el más insigne de Arezzo.

-El más grande -sentenció- fue Ludovico.

El gran señor de las ar-tes y de la guerra, que había construido aquel castillo de su desgra

Nos contó cómo fue que en un instante de locura del corazón había apuñalado a su dama en el lecho donde acababan de amarse

y luego azuzó contra sí mismo a sus feroces perros de guerra que lo des-pedazaron a dentelladas

Nos aseguró, muy en serio, que a partir de la media no-che el espectro de Ludovico deambulaba por la casa en tinieblas tratando de conse-guir el sosiego en su purgato-rio de amor.

El castillo, en realidad, era inmenso y som-

Los ochenta y dos cuartos que recorrimos sin asombro después de la siesta, habían padecido toda clase de mudanzas de sus dueños sucesi-vos, en la última se conservaba una habitación intacta por donde el tiempo se había olvidado de pasar. Era el dormitorio de Ludovico.

Fue un instante mágico.

estaba la cama de cortinas bordadas con hilos de oro, y el sobrecama de prodigios de pasamanería todavía acarto-nado por la sangre seca de la amante sacrificada

Estaba la chimenea con las cenizas heladas y el último leño convertido en piedra,

Sin embargo, lo que más me impresionó fue el olor de fresas recientes que per-manecía estancado sin explicación posi-ble en el ámbito del dormitorio

nos tomamos un café bien conversado bajo las pérgolas de la plaza

nos tomamos un café bien conversado bajo lay cuando regresamos para reco-ger las maletas encontramos la cena servida. De modo que nos quedamos a cenar.

los niños prendieron unas antorchas en la co-cina, y se fueron a explorar las tinieblas en los pisos altos

Desde la mesa oíamos sus galopes de caballos cerreros por las escaleras, los lamentos de las puertas

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