en múltiples ocasiones jesús utiliza la imagen del banquete para hablarnos de la patria celestial...

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En múltiples ocasiones Jesús utiliza la imagen del banquete para hablarnos

de la Patria celestial y de entre todos los banquetes el de bodas es especialmente portadora de alegría y esperanza. En Palestina la

fiesta de bodas se prolongaba, a veces, hasta una semana, y estaba siempre acompañada de

bailes, cantos, farándulas diurnas y nocturnas, algarabía y gozo.

Fiesta de bodas, sobre todo, porque Jesucristo vino al mundo para unirse con la humanidad en forma tan nueva, tan

íntima, que se puede hablar de esponsales entre él y la Iglesia (Ef. 5,

25 ss.).

Muchas veces Jesús se presentó con la imagen de un esposo. Él llama a sus discípulos los

amigos del esposo, habla de las almas

fieles como de vírgenes que van al

encuentro del esposo; finalmente, Juan llama

a la Iglesia la esposa del Cordero (Apocalipsis) y Pablo llega a decir

que el matrimonio de los cristianos

es un gran misterio, una realidad bella

y profunda, justamente porque tiene como modelo la relación de esponsales que existe entre Cristo

y su Iglesia (Ef. 5, 32 ss.).

Dios abre en Jesús la fiesta del Reino, y está invitada toda la Humanidad.

La “boda está preparada,” porque es la hora de Cristo Mesías presente, que instaura el mesianismo, representado,

ambientalmente, por un banquete.

Un gran banquete en el que se podrán saciar todas las hambres del ser humano.

Lo gozoso del Reino consiste en que es libre y gratuito; en que se degusta el éxito como infalible y pleno; consiste en que para el

creyente, la muerte es un ansiado paso de ésta a la vida.

En esta parábola sobre el reino de los cielos el Señor lo compara con las bodas

del hijo del Rey, y el banquete que el monarca ofrece para homenajear

a los invitados estaban fijados, pero los invitados no quieren ir. Mateo 22,1-14

Nos recuerda de nuevo la oferta que Dios hizo a los del pueblo elegido

para que disfruten de su amistad y compañía. Y ya que los judíos rechazaron

la amistad que Dios ofrece, como el banquete está preparado, Dios envía emisarios para traer gente de todas partes del mundo,

gente que quiera deleitarse con el banquete.

Los oyentes de la parábola comenzaron

a sentirse identificados: Dios era el rey

que celebraba la boda de su hijo Jesús.

Ellos, sacerdotes y senadores del pueblo,

los convidados que rechazaron la invitación y mataron a los criados,

los profetas.

Andaban demasiado complicados con sus tierras y negocios para oír

la llamada de Dios.

Su amor desmesurado y exclusivo al dinero -tierras y negocios- fue el

motivo por el que no aceptaron la

invitación.

¡Cuántas veces se queda también Él esperándonos en el altar! ¡Cuántas veces nos excusamos en nuestras múltiples ocupaciones!

El Señor hace todo lo posible por acercarnos a Él, Él siempre es fiel, sólo espera que le

correspondamos. Que nuestras nuestros asuntos, nuestras comodidades, nuestros

apegos, no nos impidan acudir a su llamada.

Dios nos invita a colaborar en la construcción de un mundomediante la práctica de la justicia y el progresivo

establecimiento de la paz, de la felicidad y de la alegría.

El Rey entra en la sala del banquete, que ahora luce repleta, de gente buena y mala, y se topa con uno que no viste traje de

fiesta.

De inmediato lo manda castigar.

Dicen los biblistas que en Oriente, en los palacios de los reyes, había ropas para que las gentes que no tuviera el traje adecuado

pudieran presentarse dignamente ante el rey.

Por cierto que cuando los criados llamaron a buenos y malos y todos entramos,

pero si alguno tenía algún impedimento, debía corregirlo.

Aquel invitado menospreció el momento,

no le dio la importancia que tenía, se negó a dejarse transformar,

el que está en la sala del Convite; o sea, dentro de la Iglesia pero no

tiene la gracia santificante, "no está en gracia",

es el de los que se pierden, otros son los que rechazan la fe, no creen; y

otros no rechazan la fe pero no viven conforme a la fe.

No se puede pretender formar parte del reino de Dios y conservar el modo

de pensar del mundo este; no se puede decir que Dios es nuestro Padre

sin trabajar para organizar el mundo de tal modo que los hombres podamos

vivir como hermanos.

Nosotros hemos sido llamados por Dios al banquete de bodas de su hijo.

Sepamos vestir adecuadamente la ropa que el mismo rey nos ofrece,

vistámonos de reconciliación, santidad, compasión, rectitud; dejémonos transformar totalmente por su amor.

Entonces podremos gozar del banquete y vivir, disfrutando de la presencia del Rey por la eternidad.

Porque: “Muchos son los llamados y pocos los elegidos”.

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