el zagal y las estrellas (c.)

Post on 13-Apr-2017

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Spiritual

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Este niño ha nacido con buena estrella, comentan los vecinos del

pueblo. En su nacimiento una copiosa lluvia de estrellas inundó el cielo

y lo transformó en una exhibición

de luz y destellos.

Hasta su cuna llegó

el resplandor y lo

envolvió en un halo

de encanto

y de misterio, que le marcará

toda la vida.

El zagal crece enamorado de las

estrellas y obsesionado por descifrar el arcano que

encierran y captar el

mensaje que trasmiten.

Su cálido entusiasmo e imaginación exuberante le llevan a crear un mundo

encantado y mágico, en

el cual se relaciona

cordialmente

con las estrellas.

Frecuentemente mira al firmamento

extasiado con un gesto

de ilusión y deseo.

Cruza la puerta de su fantasía y entra

en un cielo deslumbrante,

cuajado de estrellas. Dialoga con ellas en

un lenguaje exotérico y se entretiene en animados juegos,

que le absorben.

Intuye que ellas

en su anuncio titilante le participan

la inminencia de un

gran acontecimiento, que cambiará el decurso de la humanidad y de la

historia.

A veces desciende con su

sombrero repleto de preciosas estrellitas,

que vuelca sobre la plaza

del pueblo en un alarde de luz y

color. Ante tan chispeante

y colorista exhibición se desborda la alegría y admiración de sus amiguitos.

Otras con su cesta repleta de luceros

camina contento por el bosque

y los desparrama en un reguero rutilante y multicolor, que atrae

a los bulliciosos habitantes del soto, que le siguen

en amigable camaradería.

Le encanta crear un espacio

tenue y transparente, como una tienda de campaña

luminosa, donde arropado

por multitud de estrellitas y acompañado por

sus inseparables animalitos, imagina y sueña un mundo feliz e idílico,

donde todos los humanos,

guiados por el fulgor

de estrellas relucientes, forman una gran familia

transida de amor,

cariño y comprensión.

Una luz nítida llamea

en su interior y le augura

la pronta realidad

de tan atrayente

utopía. Sus amigos aprecian su pecho

más brillante cada día y para

ellos es signo

evidente de que algo

trascendental se avecina.

Un atardecer, mientras ensimismado y rodeado por sus amiguitos del

bosque disfruta con su ensoñación favorita, se le

aparece una estrella deslumbrante, que le revela con íntima emoción: “Dios Niño

va a nacer”.

Aquella noche

el cercano bosque destella con la polícroma claridad de miles de estrellas, que danzan

entre los árboles y se columpian

en sus ramas.

El pequeño zagal se

despierta con excitación

creciente y

convoca presto a sus

amigos. Ya los animalitos

retozan exultantes

a la salida de la aldea, y todos, raudos y con el corazón

desbocado, enfilan hacia el bosque,

resplandeciente

ante sus ojos.

El viejo roble relumbra con fulgentes destellos,

nimbado por una corona de estrellas. Hacia allá se dirigen

con paso apresurado. Atónitos, descubren en la oquedad

de su añoso tronco un niñito

precioso, envuelto en pobres

pañales.

En él admiran arrobados “la gloria de Dios hecho Niño” y

adoran agradecidos al “Mesías

Esperado”.

De pronto todas las

estrellas del bosque

ejecutan una danza

armoniosa y vibrante. Luego se

dispersan en todas direcciones como anuncio de

“Buena Noticia”.

Los Niños las

contemplan

alucinados y

enardecidos y de

inmediato las siguen

convertidos

en heraldos de “un Dios Amor”.

Desde entonces el candor y belleza de los niños,

como estrellas luminosas, nos reflejan

“el amor de Dios”.

Jesús Niño, en estas Fiestas de Navidad,

engalana mi cielo con las estrellas de:

La sabiduría, para saborear lo sencillo,

La amistad, para crear lazos perennes,

La alegría, para contagiarla a los hermanos,

La disponibilidad, para hacer tu

voluntad,

La empatía, para sentir con el otro,

La piedad, para anudarme a Ti,

La compasión, para

dolerme con el paciente,

La humildad, para

valorarme según Tú,

La paz, para

engranar la humanidad,

La fe, para fiarme de Ti, tu amor y

promesas,

La esperanza, para alcanzar la utopía del

Reino,

La caridad, para crear un cielo en la tierra.

¡Gracias, Jesús, por tus dones y tu Espíritu!

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