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EL JUICIO Y LA CRÍTICA
DOSIER 67
10 de julio de 2019
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ÍNDICE
Utilidad del dossier 3
1. Introducción 4
2. El juicio 5
3. La crítica 10
4. Retos para esta semana 14
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UTILIDAD DEL DOSIER
Cada semana, recibirás un dosier que resume los contenidos impartidos en
la sesión para que puedas completar tus apuntes.
Además, de este modo, no hará falta que tomes apuntes si no lo deseas.
Para algunas personas tomar apuntes facilita aprender, para otras persones
les dificulta seguir la clase. Sabiendo que recibirás el resumen de la sesión,
podrás decidir si tomas muchos o pocos apuntes en clase: ¡siempre lo
tendrás todo!
Sin embargo, el dosier no sustituye la sesión, porque en la sesión hay cosas
que se cuentan y no pueden plasmarse por escrito. A veces lo que se dice
es menos importante que el lugar desde donde se dice y eso es difícil de
captar por escrito. Recuerda que la asistencia a la clase en directo o en
diferido es el 80% del resultado del mismo.
También te invitamos a hacer preguntas sobre el tema tratado en la sesión
usando el espacio que hay para preguntas que encontrarás en la pestaña
“Acceso Alumnado” de www.universidaddevida.online.
Te rogamos que solamente hagas preguntas sobre el tema y no consultas
privadas: no es un consultorio personal y eso bloquearía tanto a Daniel
como a Sergi. Las preguntas contestadas se enviarán los lunes en un boletín
de dudas donde aparecerán las respuestas de forma anónima: así podrás
preguntar libremente y, además, podrás disfrutar de las respuestas que se
den sobre el tema a otras compañeras o compañeros del curso.
¡Ah! Una última cosa: no dudes en proponer temas para que sean
abordados en el curso si crees que hay un aspecto que te interesa o en el
que quieres profundizar. ¿Te parece?
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1. INTRODUCCIÓN
Esta semana, haremos la primera parte sobre el juicio y la crítica.
Antes de empezar, recordad que el miércoles, día 24, podéis venir a
compartir la sesión en directo de Universidad de Vida con nosotros.
Estaremos en Raimat (Lleida), en el colegio Claver, haciendo el Residencial
de Verano. La próxima semana os enviaremos el horario para aquellos que
podáis acercaros.
¡Ojalá seáis muchos!
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2. EL JUICIO
Vamos a empezar por el juicio. Según el diccionario, un juicio es “una
opinión razonada que alguien se forma sobre una persona o una cosa”.
En esta definición hay dos palabras clave: opinión (todos tenemos un punto
de vista de la realidad, una ‘mirada’ o interpretación concreta) y razonada
(es decir, que no se opina lo que se opina porque sí, sino por una serie de
razones o argumentos, que consideramos lo suficientemente de peso, cómo
para validar nuestra opinión e invalidar las opiniones contrarias).
Bajo nuestro punto de vista, nuestro juicio es
el correcto y, por ende, todos los juicios que
no encajen con el nuestro pasarán a la
clasificación de incorrectos.
La pregunta, en este caso, cae por su propio peso: ¿cómo saber si nuestros
argumentos son ciertos?
La verdad es que la mayoría de nuestros juicios, que no se basan en hechos
muy concretos, demostrables y físicos, son de dudoso origen. Normalmente,
se basan en puntos de vista y en razones que creemos, erróneamente, que
son ciertas, pero que no hemos verificado.
Consecuentemente, vamos por la vida como jueces: juzgando lo que
creemos que está bien y lo que está mal; otorgando una señal de correcto
e incorrecto, según coincida, o no, con nuestro punto de vista. Fijémonos,
sino, en todas las veces que estamos hablando con alguien y pasamos sus
palabras por el tamiz de nuestra opinión.
Pero esta actitud tiene un peligro y es ver la vida de un único color, con un
único filtro. Es decir, es como si llevásemos unas gafas amarillas que solo
nos permiten ver el mundo de un color, perdiéndonos así la amalgama de
colores que existen. Por consiguiente, daremos más valor a nuestras
opiniones “amarillas” que a las de los demás.
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Llegados a este punto, os expliqué el cuento del elefante1. Desde mi punto
de vista, este cuento da explicación a por qué existen tantos conflictos en el
mundo y por qué no conseguimos entendernos. Cada uno ve la vida desde
su prisma y se ve incapaz de considerar otros puntos de vista.
Aquí aparece la diferencia esencial entre un juicio y un prejuicio.
Un prejuicio es “una creencia o valoración que se hace de forma precipitada
y sin base de certeza, y que influye en nuestro punto de vista”. Es decir, es
una opinión o punto de vista que lanzamos sin argumentos sólidos.
Este punto me recuerda a la diferencia que nos explicaban en el colegio
entre inducción y deducción. La deducción es cuando vamos del todo a la
parte. Por ejemplo: todos los alumnos de Universidad de Vida están
interesados en el autoconocimiento. Isabel es una alumna de Universidad
de Vida, luego Isabel está interesada en el autoconocimiento. Éste ejemplo
posee la suficiente base de certeza como para escapar a la categoría de
prejuicio. Se trataría de un juicio sólido y con base.
La inducción, en cambio, se da cuando vamos de la parte al todo. Por
ejemplo: mi hija regresó del colegio sucia; el hijo de mi vecina regresó del
colegio sucio; el hijo de mi hermana regresó del colegio sucio. Conclusión:
el colegio está sucio. Aquí no hay suficiente base de certeza, ya que los niños
podrían llegar a casa sucios por muchos motivos, y no porque la escuela
esté sucia. Estaríamos, por lo tanto, ante un prejuicio.
Conocer la diferencia entre un juicio con una base sólida y un prejuicio es
vital para saber cuándo estamos emitiendo uno u otro. Como veremos, muy
a menudo, emitimos prejuicios creyendo que estamos emitiendo juicios
sólidos.
1 Podéis releerlo aquí: http://rominamoya.com/el-cuento-del-elefante-nada-es-verdad-ni-es-mentira/
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Vamos a volver un momento a la imagen de las 2 líneas de la vida: la
horizontal y la vertical. Si lo recordáis, a medida que subimos por la vertical
aumentamos la capacidad de comprensión. Dejamos de vivirnos desde
nuestro pequeño ‘YO’ y abrazamos progresivamente lo superior, ese Todo
del que formamos parte, y empezamos a deducir en lugar de inducir.
Tengo la sensación de que a medida que vamos subiendo por la vertical,
cuando empezamos a despertar, dejamos caer las gafas amarillas y
comenzamos a ver posibilidades que antes ni nos planteábamos. Es decir,
vamos más allá de nuestro pequeño punto de vista más mecánico, y
entendemos que no era tan cierto como pensábamos y que nuestros juicios
poseían poca base de certeza. En ese momento, adoptamos una nueva
manera de ver el mundo y empezamos a creer que esa nueva visión es la
correcta.
Pero si subimos un poco más por la vertical y hacemos nuevas conexiones
gracias al trabajo interior, llegaremos a una perspectiva más amplia de las
cosas y volveremos a creer que ahora sí estamos en un estadio donde
nuestros juicios son ciertos. Sin embargo, seguramente al cabo de un
tiempo, aún podremos subir un poco más y volver a caer en el error de creer
que, desde ese nuevo escalón, sí que podemos ver las cosas tal como son.
Esta idea nos lleva a una pregunta compleja: ¿cómo podemos saber que las
cosas son como creemos que son en este momento, y que no hay
perspectivas más elevadas de las que tenemos ahora?
Esto sucede en cualquier recorrido interior. Llega un momento en que
hemos cambiado tanto de perspectiva, que ya no podemos creernos que el
punto de vista actual esté cerrado y no podamos ir más allá. No nos lo
creemos porque los juicios que creíamos definitivos (creíamos que tenían
una base de certeza ancha y sólida) se han desmontado muchas veces antes.
Y no podemos saber con seguridad que no volverán a hacerlo.
Por lo tanto, lo que ahora creemos que es un ‘juicio’ sólido, debemos
dejarlo en stand by, pues quizás al cabo de un tiempo, cuando hayamos
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conseguido más conciencia, nos demos cuenta de que, en realidad, se
trataba de un prejuicio y que no nos dábamos cuenta porque nos faltaba
capacidad de comprensión para ver nuevas posibilidades que permitieran
nuevas conexiones para llegar al enfoque más amplio que ahora tenemos.
Pongamos un ejemplo. Alguien emite un juicio concreto: “Esa persona es
mala” Para el emisor, el juicio posee suficiente base y jamás lo clasificaría
como un prejuicio. Más bien lo clasificaría como ‘verdad’, y lo argumentará
diciendo que esa persona actúa de tal o cual forma, nociva para los demás.
Sin embargo, supongamos que el emisor del juicio sube por su vertical y
aumenta su capacidad de comprensión. Entonces, descubre que su idea de
‘maldad’ estaba condicionada por su nivel de comprensión y se da cuenta
que la maldad no existe, que tan solo existe la ignorancia. Entonces su juicio
se transforma inmediatamente. El juicio anterior (“esa persona es mala”)
pasa a la categoría de prejuicio, y ahora aparece ante sí un nuevo juicio, con
una base mucho más sólida: “Esa persona es ignorante”.
Como dijo Sócrates, a medida que avanzamos por la vertical, llega un
momento en que nos damos cuenta que no sabemos nada. Y, por
consiguiente, nos damos cuenta de que nuestra percepción y comprensión
actual de las cosas es limitada, y probablemente lo sea siempre.
Ahora bien, el problema no es tener juicios o prejuicios (eso es humano y
natural y, por lo tanto, inevitable). El problema es creérselos. El problema es
dar por sentado que nuestro juicio es cierto (creer que posee una base de
certeza absoluta). El error, como siempre, es tomarnos muy en serio nuestro
juicio (cuando muy a menudo es un prejuicio, aunque no nos damos cuenta).
Para mí, la clave es aprender a dudar de nuestro propio punto de vista.
En este punto, os recomiendo encarecidamente la primera práctica de la
sesión de hoy, que os animo a aplicar a vuestra cotidianidad, durante el
resto de vuestras vidas.
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Os voy a regalar una cómoda que podéis imaginar
en vuestro interior, como la de la imagen. La idea
es la siguiente: a partir de ahora, todo aquello que
no veáis claro o que creáis que la base de certeza
que tenéis de ello es poco sólida, lo metéis en un
cajón de la cómoda.
Más adelante, a medida que ampliéis vuestra
perspectiva, ya lo sacaréis (por cierto, no igual que
lo habéis metido, lo sacaréis porque vuestra base de certeza se habrá
ampliado lo suficiente). Pero, por el momento, eso os permitirá ir por el
mundo, considerando, en lugar de pre-juzgándolo todo. La invitación es no
dar por sentados los juicios que carecen de base de certeza; no caer en el
error de posicionarse activamente creyendo que nuestro juicio es el único
válido. Seguramente, esta práctica nos llevará a hablar únicamente de
aquello que conocemos. No dar por cerrado nuestro punto de vista nos sitúa
en modo evolutivo, siendo capaces de abrirnos permanentemente a otras
visiones.
Que alguien nos dice que todo lo que no nos agrada de los demás tiene que
ver con nosotros, pero no lo vemos claro: en lugar de posicionar-nos
activamente y emitir un juicio automático: “esto es cierto” o “esto es
incorrecto”, vamos y lo metemos en un cajón. Nos decimos: “cómo no lo sé
porque me falta la suficiente sabiduría y experiencia directa para
comprobarlo por mí mismo, de momento lo consideraré”.
Que alguien nos dice que estamos dormidos, que somos mecánicos y que
no tenemos libertad, pero no lo vemos claro: al cajón. Y así con todo aquello
que vemos que nos falta comprensión o que nos parece un juicio sólido pero
intuimos que todavía hay ángulos del asunto que se nos escapan.
Si lo hacemos, aprenderemos a mantenernos en modo evolutivo toda la
vida. Esto es, abiertos a considerar nuevas posibilidades más allá de nuestro
punto de vista actual.
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3. LA CRÍTICA
La crítica es “la capacidad de discernir, de separar el grano de la paja, de
separar lo esencial de lo superficial”.
Como veremos, las críticas no son negativas (habitualmente, poseen una
connotación más bien negativa), sino que existen críticas muy útiles para
poder evolucionar, tanto a nivel interno como externo.
Según si partimos de un juicio (con base más sólida) o de un prejuicio
(menos sólida) estaremos ante un tipo de crítica u otro. Cuánto más
comprendamos, más útil será nuestra crítica. Cuánto más usemos las ‘gafas
amarillas’ (menos comprendamos), menos útil será la crítica.
En mi opinión, hay tres tipos de crítica:
a) Crítica evolutiva
Es una crítica que proviene de una tendencia evolutiva de la persona que la
emite.
Es una crítica que proviene de la buena fe, es decir, quiere aportar algo de
valor, para mejorar las cosas. Sin embargo, y esta es una de las diferencias,
tiene la intención de mejorar la realidad desde la comprensión.
No es suficiente tener buena fe para mejorar la realidad. Lo que se aporta,
tiene que tener fundamento, perspectiva, sabiduría, comprensión, etc. Es
una crítica que nos permite crecer, pues nos permite ver nuevas
posibilidades que antes no concebíamos.
Por ejemplo, decimos a alguien: “hablas muy rápido, y a veces cuesta
entenderte, ¿has probado a hablar un poco más despacio?”. O, “¿has
pensado que, con tu actitud, generas el rechazo de los demás? ¿Has
probado a ponerte en su lugar? ¿A tratarlos mejor? etc.”
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Para la persona que la recibe, puede ser un revulsivo. Pero es necesaria
mucha humildad para recibir con naturalidad una crítica, sea del tipo que
sea, pues nuestro personaje tiende a reaccionar negativamente ante
cualquier crítica. El personaje busca reafirmarse en la imagen que tiene de
sí mismo. Saber recibir una crítica, por el contrario, significa cuestionarse el
personaje que nos hemos creado.
Por lo tanto, es necesario estar en modo evolutivo para recibirla. Éste es el
modo en el que queremos aprender, en el que queremos ir hacia delante.
Por lo tanto, es una crítica que nos permite ver dónde antes no veíamos.
Sólo debería inquietarnos y hacernos reflexionar este tipo de crítica
proveniente de los demás.
b) Auto-crítica
Esta crítica también requiere estar en modo evolutivo.
La auto-crítica es un camino sin final que nos permite reformular nuestros
propios pensamientos, a medida que subimos por la línea vertical y vemos
con más claridad.
El pensamiento es una materia viva, en constante movimiento. Al subir por
la vertical, poseemos cada vez una materia conductora de más luz. Una
materia más profunda que penetra más y ve más. Es entonces cuando se
desmontan viejas estructuras y damos espacio a nuevas miradas más sabias.
Nos han educado para que nos posicionemos siempre activamente en unos
puntos de vista concretos. Es el modo en que nuestro personaje se siente
reafirmado, definido y, por lo tanto, consolidado. Por eso nos cuesta tanto
la auto-crítica.
Nos sentimos incómodos al dudar de nuestro punto de vista, que es lo
mismo que decir que nuestro personaje se siente incómodo cuando
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introducimos la duda sobre si sus juicios poseen suficiente base de certeza.
Y esto será así hasta que nos pongamos en modo evolutivo. Cuando nos
damos cuenta que nuestro propósito es evolucionar llegamos a gozar de
nuestra propia ignorancia porque comprendemos que precisamente ahí es
donde se encuentra nuestra posibilidad de aprendizaje y por donde sigue
nuestro recorrido interior.
c) Crítica mecánica
Este tipo de crítica es el deporte nacional.
Es una crítica mecánica, automática. No existe ni reflexión, ni proceso de
comprensión. Se da por sistema y por costumbre, de modo totalmente
reactivo. Pertenece a nuestro personaje, que va contra todo aquello que no
encaja con su punto de vista.
Esta crítica no aporta nada valioso, proviene de la mala fe y solo pretende
beneficiar al propio ego. Pretende destruir todo aquello que cuestiona al Yo.
Es asombroso comprobar que tiene muchas estrategias para hacerlo. Por
ejemplo, cuando criticamos a alguien, estamos intentando demostrar
nuestra superioridad en relación a esa persona. Cada vez que criticamos,
desvalorizamos la imagen de esa persona e, indirectamente, la nuestra sale
revalorizada. Esta es una estrategia muy interesante.
También puede ser síntoma de miedo, debilidad e impotencia. Algo nos
hace sentir mal y, al no vernos capaces de resolverlo, nos sacamos de
encima nuestra propia responsabilidad (para proteger de nuevo, al
personaje). Entonces convertimos a los demás en culpables de nuestros
problemas. No cambiamos nosotros y queremos que sea el otro el que
cambie. Por eso los criticamos.
Detrás de esta crítica mecánica siempre encontramos la ira. Cuando
criticamos desde la ira, lo único que pretendemos es destruir aquello que
consideramos una amenaza. Rodeamos a la persona criticada con un manto
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oscuro de negatividad. Esta crítica consigue herir a los demás y, a la vez, nos
hiere a nosotros mismos. Piénsese en la alta toxicidad de los estados propios
de la crítica mecánica: envidia, celos, soberbia, ira, etc. Es como si
estuviéramos dándonos un baño en una piscina de ácido sulfúrico.
La crítica mecánica es el fruto de andar por la vida en modo supervivencia
(del personaje, claro).
El principal inconveniente es que es mecánica, y por lo tanto nos quita
libertad. Por eso, vamos a hacer una práctica en relación a ella.
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4. RETOS PARA ESTA SEMANA
Aparte de utilizar la cómoda que os he comentado, me gustaría sugeriros
otra práctica que nos hará ver que la crítica está muy presente en nuestra
vida (¡más de lo que pensamos!).
Os propongo una práctica de auto-observación.
Vamos a observar todo lo relativo a la crítica que podamos ver en nosotros.
Es decir, vamos a intentar ’pillarnos’ criticando (verbal y, sobre todo,
mentalmente).
Cuando detectemos que estamos criticando, la pregunta que debemos
hacernos es la siguiente: ¿de qué tipo es esta crítica?, ¿nos estamos
abriendo a nuevas posibilidades o criticamos desde la mala fe?, ¿es una
crítica automática?, ¿la hemos reflexionado?, etc.
Si vemos que estamos identificados con una crítica mecánica y que estamos
diciendo cosas de poco valor a la otra persona, simplemente hacemos como
un niño que está jugando al escondite y nos decimos: “Ah! ¡Te he pillado!”.
En ningún momento nos machacamos por habernos pillado criticando
mecánicamente, y lo convertimos en un juego.
De este modo es difícil que la crítica siga sosteniéndose porque ya no está
oculta. Se deshará como el hielo un día de sol. En nosotros, los
automatismos que poseen más fuerza son todos aquellos de los que no
somos conscientes. Al darnos cuenta de ellos, se deshacen.
El trabajo interior, por lo general, no consiste tanto en cambiar algo sino en
darse cuenta de algo. La luz resultante, hace el resto.
¡Feliz semana!
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