el humanismo de los derechos humanos y la radicalización de la democracia

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El humanismo de los derechos

humanos y la radicalización de la

democracia.

Alexis Johacim Larumbe Cabrieles

Christian Alain Hernández Taméz

Cesar Gamaliel Almendarez Puente

Jesús Carlos Rodríguez Briones

Eder Daniel Díaz García

Pedro Escudero Martínez

Karina Caballero González

Universalidad transcultural de los

derechos humanos.Los derechos humanos

son aquellas condiciones

instrumentales que le

permiten a la persona su

realización; en

consecuencia engloba

aquellas libertades,

facultades, instituciones o

reivindicaciones relativas a

bienes primarios o básicos

que incluyen a toda

persona por el simple

hecho de su condición

humana para la garantía

de una vida digna.

La pretensión de validez universal de los derechos

humanos actualiza la antigua propuesta humanista de

Protágoras.

El respeto a la dignidad

inherente a su humanidad

es el baremo de la

humanización de nuestras

existencias y de la realidad

en que se enmarcan.

* Se aplica la palabra “baremo” para dejar

establecidos un conjunto de normas

fijadas por una institución para evaluar los

méritos personales.

Para todos, los derechos

humanos universales,

constituyen la palanca

con que mover la pesada

losa de sufrimiento e

injusticias que pesa

sobre ellos.

“Esos derechos formulados en referencia a todos y cada uno de los

individuos, sean de la cultura que sean, es lo mejor que la cultura occidental

puede aportar al empeño civilizatorio que actualmente discurra ya a escala

mundial”

José Antonio Pérez Tapias

Entre lo universal y lo particular:

Multiculturalismo, cosmopolitismo y

ciudadanía.

La tensión entre universalidad y particularidad puede

resolverse de forma airosa si en torno a los derechos

humanos se logran mediar la “política del universalismo”;

centrada en el reconocimiento igualitario de la dignidad de

todos, esencia de la democracia, y la “política de la

diferencia”; que atenta al reconocimiento de las identidades

culturales.

El multiculturalismo es la

otra cara del

universalismo, la que

corresponde a la

universalidad concreta con

toda la diversidad que

encierra.

El pluralismo social,

adopta cada vez más en

nuestras sociedades

abiertas la forma de una

compleja convivencia de

tradiciones culturales

distintas, lo cual exige

replantear ideas y modos

de la democracia liberal.

El acertado tratamiento de la multiculturalidad

es el mejor camino para un mestizaje con

potencia civilizadora. Para esto es esencial la

difusión de pautas, valores y bagaje cultural

de unas tradiciones a otras en el buen clima

de una convivencia democrática.

Como ninguna sociedad permanece cerrada,

el mestizaje a partir de un multiculturalismo es

la vía hacia el cosmopolitismo, arraigado

como actitud en la personalidad de los

individuos, abre a éstos, desde su

singularidad a la universalidad humana.

La radicalización

democrática de

una ciudadanía

activa.

El papel de la educación

Radicalizar la democracia

supone en primer lugar,

tomársela en serio; sobre

ésta base, todo se cifra en

llevar adelante lo que

podemos denominar un

reformismo consecuente

para transformar

democráticamente la

realidad, ajustándola cada

vez más a las exigencias

en cuanto a una vida digna

para todos

Democracia radical

Es la que queda situada en condiciones de

poder definirse como democracia acorde con

lo que es su raíz: el efectivo reconocimiento a

todos de su dignidad de ciudadanos, con

todas sus implicaciones jurídicas, políticas y

socioeconómicas, lo cual sólo será posible si

la misma ciudadanía está dispuesta a hacer

valer su propia condición.

Sin una sociedad civil vertebrada, estaremos

lejos de la más mínima radicalización de la

democracia.

Para esto es necesario que la ciudadanía,

además de exigir, promueva movimientos

sociales, organizaciones de nuevo cuño, etc.

Una sociedad así vertebrada es la que puede

ir dotando al Estado de las dimensiones

idóneas para un bienestar solidario.

El impulso para una mayor democratización

debe actuar en dos direcciones, no idénticas,

pero sí correlacionadas:

Democratización de la sociedad

Democratización del Estado

¿Quién domestica al Estado para que su potencial voracidad

burócrata no acabe por estrangular la dinámica económica y

asfixiar la misma vida social?

La sociedad civil

constituida por una

ciudadanía activa,

radicalmente democrática,

en condiciones de ejercer

su irrenunciable soberanía.

Una educación democrática llevada a cabo

desde clavos humanistas es pieza

fundamental para ciudadanos políticamente

activos que tengan al individuo en su

humanidad concreta, como el valor supremo.

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