economia y globalizacion
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Crecimiento Económico Colombiano Catedra de Negocios Internacionales Este trabajo es realizado con el fin de poner los conocimientos adquiridos en la materia catedra de negocios internacionales de la Universidad Popular del Cesar, Valledupar Raul Alberto Osorio Quintana GRUPO 2 Martha Lucia Quintero Padilla GRUPO 2 Esneider Pallares Miranda GRUPO 13 Cristian Guerra GRUPO 10
Que es la Globalización
A la pregunta ¿qué es la globalización? lo más habitual es encontrar rápidas respuestas
que apuntan, las más de las veces, en direcciones muy diversas. Esta prontitud obedece
a que, como desde inicios de la década de los años noventa, la globalización se ha
convertido en un término de uso diario e incluso cotidiano, la mayor parte de las personas
tiene una idea y cree saber en qué consiste. No es extraño, por lo tanto, que frente a este
interrogante, no se vacile en aventurar una respuesta de inmediato: “representa una
nueva era en la historia de la humanidad”, “constituye la constatación de que hemos
ingresado a un mundo posmoderno”, “son las implicaciones que tienen acontecimientos
producidos a gran distancia”, “es el mundo virtual del internet, de la televisión satelital y
del teléfono celular, es decir, significa la instantaneidad de la comunicación y de la
información”, “son las zapatillas Nike o Adidas, los jeans Diesel o Levys, las camisetas
Benetton, los anteojos Police y las hamburguesas McDonalds”, “es el nuevo ropaje con el
que se disfraza el imperialismo histórico” o representa “la norteamericanización del
mundo”.
No puedo negar que me fascinan estas respuestas
rápidas, porque aunque considere que las más de
las veces sean parte de una reacción un tanto
emotiva frente al problema, quizás más verosímil
que propiamente verdadera y tiendan a una
excesiva simplificación de las cosas, lo que en
ningún caso significa que no comporten una porción
sustancial de autenticidad y de realidad, tienen la
virtud de producir seguridad en quienes las enuncian. Esta actitud de confianza frente a
un concepto tan elusivo reviste, a mi modo de ver, una gran importancia porque la
globalización nos está planteando a diario una serie de desafíos que requieren de
inmediatas respuestas y estas afirmaciones no pueden producirse si no nos hemos
formado una mínima idea previa del fenómeno en cuestión. Poco importa, por lo tanto, si
estas definiciones son correctas o distan mucho o poco de la realidad. Lo sustancial, es
que sirven de faro que orienta las acciones y permiten concebir determinados puntos de
referencia que sitúan al individuo de cara al mundo globalizado.
En lo que a mí atañe, debo confesar que cuando me han formulado ese interrogante,
nunca sé que responder y las más de las veces, cuando no he optado por recurrir
deliberadamente a una frase cliché que me saca por la tangente y que supongo calza bien
con lo que esperan los interlocutores de mi saber, la respuesta por lo general nunca ha
sido inmediata. Como me estoy confesando debo reconocer además, que mi reserva no
está motivada por el ánimo de cautivar la atención de mí o la de mis interlocutores o para
producir la sensación de que mi respuesta será más meditada y, en consecuencia,
probablemente más inteligente y aguda, tal como se espera de un académico. Mi
prudencia no tiene nada de deliberado, ni constituye una pose. Es simplemente la
confirmación de las dificultades que experimento al momento de tener que pronunciar mi
respuesta. La pausa será, consiguientemente, el lapso mínimo de tiempo que requiero -
que nunca es suficiente- para poner en orden algunas ideas.
Para mayor frustración mía, mis dificultades, sin embargo, no paran ahí. El problema que
en este plano observo es que, luego de largos años de cavilar sobre este tema, de
observarlo desde diferentes ángulos, de publicar varios trabajos que directa o
veladamente versan sobre este tópico, el silencio cada vez se hace más prolongado.
Cada vez me cuesta más encontrar una expresión adecuada y satisfactoria. El
convencimiento al que he llegado es que la prolongación del silencio es más bien una
reacción natural que pone en evidencia la complejidad que para mí representa esta
cuestión. En el fondo, para mí el problema es que ninguna breve explicación recubre la
amplia gama de contenidos reales, discursivos, imaginarios y simbólicos que el concepto
de la globalización comporta. Todas las explicaciones antedichas, a las cuales les
podríamos sumar otras tantas, hasta componer un listado casi infinito, son portadoras de
importantes dosis de verdad, pero el problema no lo resolvemos mediante una simple
sumatoria o amalgama de todas estas manifestaciones del problema. Cualquier cuestión
de la realidad social y sobre todo un fenómeno tan abstracto, emotivo, y al mismo tiempo,
tan real y contingente como la globalización es mucho más que una mera colección de
partes, así como también cada uno de estos componentes tiene un alcance diferenciado
al que la definición de la globalización puede englobar.
se demuestra cuán importante es estar actualizado con el mundo y de esta forma
satisfacer toda clase de necesidades que requiere la empresa del siglo XXI, dada la
situación cambiante de la modernidad y al nuevo rumbo de la economía mundial, tenemos
que pensar en mercados versátiles, y garantizar el éxito de nuestras empresas, si nos
quedamos pensando en venderle nuestros productos a la clientela interna, nunca
saldremos al mundo del desarrollo.
Ejemplo claro es la empresa multinacional Bimbo que no quedo conforme vendiéndole
pan a los del barrio, sino que pensó en venderle pan y sus diferentes derivados a todo el
mundo. Este caso nos muestra como una compañía dentro de su visión realizo la
inclusión de entrar a posicionarse dentro del mercado mundial, alcanzando un éxito
rotundo manejando un producto de consumo masivo y con un alto nivel de calidad. Es
importante recalcar que Bimbo tiene que estar a la altura de sus productos en todo el
mundo, colocando plantas de producción dependiendo la cultura del país domestico y así
mismo ejerciendo políticas que se adapten al tipo de país en el que incursione.
Una vez más, empresas como Bimbo nos demuestran que la globalización es parte
fundamental en la visión y en los objetivos, que las PYMES tienen que ponerse como
meta para poder salir del cliente cercano y verificar que siempre estará alguien
necesitando de nuestros productos y servicios.
Es por esto que debemos permanecer al corriente de cada movimiento que se haga
mundialmente, no sabemos en que nuevo negocio podemos incursionar y en cual
podemos ser exitosos, en los pequeños detalles esta la grandeza y los triunfos están a la
puerta de la esquina, siempre y cuando tengamos los ojos bien abiertos.
UNA RESPUESTA PROGRESISTA A LA GLOBALIZACIÓN
A menudo se ve la globalización como una gran amenaza al “capitalismo con rostro
humano”. La liberalización del comercio presiona a la baja los salarios poco calificados (y
cada vez más, a los calificados), aumentando la desigualdad en los países más
desarrollados. A los países que tratan de competir, se les
repite una y otra vez que han de incrementar la flexibilidad
de su mercado de trabajo, palabras cifradas que significan
reducir el salario mínimo y debilitar las protecciones de los
trabajadores. La competencia en el mundo de los negocios
pone proa a la reducción de los impuestos a los beneficios
de las corporaciones empresariales, y en general, del
capital, en decremento de los fondos disponibles para
sostener inversiones básicas destinadas a la gente y a la red
de seguridad. Y acuerdos internacionales como el capítulo
11 del Tratado para el Libre Comercio de América del Norte y las cláusulas sobre la
propiedad intelectual de la Ronda de Uruguay han sido usados para cortocircuitar los
procesos democráticos nacionales.
Sin embargo, Suecia y otros países escandinavos han mostrado que hay una vía
alternativa para lidiar con la globalización. Esos países están sumamente integrados en la
economía global; pero se trata de economías sumamente exitosas en punto a seguir
suministrando robustas protecciones sociales y mantener elevados niveles de inversiones
en los ciudadanos. Han tenido éxito, en parte, gracias a esas políticas, no a pesar de
ellas. Pleno empleo y robustas redes de seguridad capacitan a los individuos para aceptar
más riesgos (con las recompensas proporcionales), sin tener que preocuparse más de lo
debido por la posibilidad de un fracaso. Esos países no han abandonado el Estado de
Bienestar, sino que lo han reajustado para enfrentarse a las nuevas exigencias de la
globalización. Nosotros deberíamos hacer lo propio.
Al mismo tiempo, tenemos que atemperar la globalización misma: no agazapándonos tras
fronteras proteccionistas, ni tratando tampoco de promover el bienestar de nuestros
ciudadanos a costa de quienes son aún más pobres en otras partes del mundo. Lo que
deberíamos hacer es remodelar la globalización para hacerla más democrática, y moderar
su ritmo, a fin de ofrecer a otros países una tregua que les permitiera seguirla. Seguirá
habiendo perdedores en una globalización remodelada, pero la gran mayoría de
ciudadanos, tanto en el Norte como en el Sur, mejorará con las políticas adecuadas.
Lidiar con la globalización implica reconocer tanto las consecuencias de la globalización,
como las limitaciones de las respuestas habituales. Incrementar la educación es
importante, pero no basta. Deberíamos introducir una fiscalidad más progresiva, a fin de
desbaratar las fuerzas económicas responsables del aumento de la desigualdad, no
disminuir el grado de progresividad fiscal como se ha hecho en los últimos cinco años.
Tenemos que robustecer, no debilitar nuestras redes de seguridad. Los EEUU tienen uno
de los peores programas de seguro de desempleo de los países industriales avanzados.
Rediseñar nuestros programas de seguridad social en la línea de un programa de
seguridad social que cubra integralmente todo el período vital, de acuerdo con los
esquemas de los fondos de previsión de Singapur, podría proporcionar una cobertura
aseguradora substancialmente más completa, sin debilitar los incentivos económicos.
Lo más importante de todo: deberíamos tener un compromiso total con el pleno empleo.
Los sumos sacerdotes de los mercados financieros han logrado convencer a muchos de
los peligros de la inflación, por moderada que ésta sea, sosteniendo que aun leves
incrementos en la inflación resultan muy costosos, especialmente para los pobres, y que
revertir la inflación es tarea sumamente gravosa. Todo eso son necedades, como tuvimos
ocasión de demostrar en sucesivas entregas del Economic Report of the President
[Informe económico del Presidente], cuando yo era jefe del Consejo de Asesores
Económicos. Hoy debería preocuparnos, no la inflación, sino nuestra falta de crecimiento,
que es la causante del gran “déficit de puestos de trabajo”. El pleno empleo es la
protección social más importante. Incluso el desempleo moderado, incluso un desempleo
encubierto (trabajadores desmoralizados, un número creciente de incapacitados y un
número importante de gentes que trabajan involuntariamente a tiempo parcial), presionan
a la baja los salarios, exacerbando los problemas que ha traído consigo la globalización.
Hay otros dos elementos de una agenda progresista a los que a veces no se presta
atención suficiente. El primero es favorecer el ahorro entre los individuos de bajos
ingresos, incluyendo subvenciones igualatorias (por ejemplo, mediante créditos fiscales
cobrables en efectivo). Algunos conservadores han adoptado la idea de la sociedad de
propietarios –que demasiado a menudo significa simplemente para ellos que quienes
poseen más, tienen que poseer más aún—. Pero es importante que los individuos de
medios más modestos dispongan de un colchón protector frente a los caprichos
tornadizos del mercado.
El segundo es favorecer la inversión en investigación, robusteciendo nuestras ventajas
competitivas, tan necesarias para sostener un crecimiento sólido. Hoy, una cantidad
desproporcionada de nuestro presupuesto de investigación se gasta en objetivos
militares; los fondos para la ciencia básica, o incluso para el progreso de la tecnología
aplicada –que podrían mejorar los niveles de vida y ayudarnos a proteger el medio
ambiente—, son escasos.
Los abogados de la globalización suelen pintarla como dispensadora de oportunidades sin
precedentes. Para quienes estamos comprometidos con la creación de una sociedad
fundada en los principios de la justicia social, también presenta desafíos sin precedentes.
Éstos son algunos de los elementos de la respuesta progresista a esos desafíos.
COLOMBIANOS VEN CON OPTIMISMO LA ECONOMÍA DEL PAÍS
La situación general del país y la economía están mejorando. Así lo señalan los
resultados de la encuesta de Gallup Colombia realizada entre el 25 y el 29 de agosto, en
Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla y Bucaramanga, entre 1.200 personas.
El informe revela que en la mayoría de los indicadores económicos y sociales del país, los
encuestados muestran un comportamiento optimista sobre vivienda popular, empleo,
atención a la vejez, ayudas al sector agropecuario, medio ambiente, asistencia a la niñez,
cubrimiento en salud e insfraestructura de transporte.
Así mismo, apenas el 25 por ciento de las
personas consultadas cree que el principal
problema del país es la economía y el poder
adquisitivo, mientras que el orden público y la
seguridad preocupan al 38 por ciento de los
encuestados.
En los últimos dos meses, la opinión favorable
sobre el presidente, Juan Manuel Santos, ascendió
de 48 a 52 por ciento, mientras que la aprobación
al desempeño del primer mandatario subió de 52 a 54 por ciento en el mismo periodo.
Uno de los aspectos que más ha influido en la mejora de la percepción sobre el Gobierno
es la política de vivienda popular, que registra un 70 por ciento de favorabilidad.
También se encuentran en niveles altos de aprobación el cubrimiento y la calidad de la
educación, cuyas respuestas positivas fueron expresadas por el 60 por ciento de los
encuestados.
El apoyo al sector agropecuario también ha tenido una mejoría, al subir de 41 por ciento
de aceptación hace dos meses a 47 por ciento al finalizar agosto.
Los encuestados sienten que el país no va bien en el manejo del costo de vida, ni en
calidad y cubrimiento de los servicios públicos. Aunque hubo mejoría en el tema de
seguridad, la percepción negativa sigue siendo alta.
La Corporación Cosmopolitan
Crecimiento poco balanceado y problemas financieros. La amenaza del proteccionismo
debido a altas tasas de crecimiento, sobre
todo en países desarrollados. Tensiones por
razones étnicas, religiosas o lingüísticas,
tanto en los países ricos como en los pobres.
Y un resurgimiento del secesionismo y del
tribalismo. Estos son algunos de los
fenómenos que contradicen la historia que
nos han contado hasta ahora, es decir, que
los mercados mundiales se estaban
integrando, que la tecnología estaba
borrando las distancias y que los gobiernos
nacionales ya no eran relevantes. Pero las
secuelas de la crisis del 2008 nos recuerdan lo importantes que siguen siendo las
diferencias. Según una encuesta realizada por HBR en 2007, 48% de los encuestados
estuvieron de acuerdo con que una compañía verdaderamente global no tiene país de
procedencia. Lamentablemente, y a pesar de lo atractivo que suene, esta aseveración no
tiene asidero en la realidad. Y nunca lo tuvo.
La vasta mayoría de las firmas están profundamente enraizadas en sus países de origen.
En 2004, menos de 1% de todas las compañías estadounidenses tenían operaciones en
el extranjero. Y, de estas, la mayoría no operaba sino en un país aparte de los EUA.
¿Sigue creyendo que la nacionalidad de las corporaciones no es importante? Entonces,
¿por qué las grandes negociaciones que hacen las compañías privadas en materia de
exportaciones se anuncian siempre en las reuniones a las que asisten los jefes de
estado? ¿Por qué los empleados que trabajan en compañías extranjeras temen siempre
perder su empleo frente a los empleados oriundos del país de origen de la compañía?
¿Por qué en ciertas industrias (medios, aerolíneas, etc.) sigue siendo un requisito que el
posible comprador de una compañía sea ciudadano del país de origen de esta?
Pero no sólo las firmas y las operaciones siguen profundamente enraizadas sino, además,
los clientes, los empleados, los inversionistas y los proveedores. Se calcula que 99% de la
gente nunca dejará su país de origen. Dos por ciento de las llamadas telefónicas son
llamadas internacionales. El 95% de la gente se entera de las noticias a partir de fuentes
nacionales. Sólo 21% de las noticias transmitidas en EUA son noticias internacionales. La
ley de la distancia continúa vigente en muchas actividades. A medida que la distancia
(geográfica, cultural, administrativa, política y económica) se incrementa, la interacción
entre las fronteras tiende a disminuir. Es posible tener una estrategia global y una
organización global en un mundo así. Pero no pueden estar fundamentadas en la
eliminación de las diferencias y de las distancias que hay entre la gente, las culturas y los
lugares sino en el entendimiento de las mismas. Negar las diferencias no facilita para
nada las cosas.
El crecimiento del comercio internacional y del flujo de capitales ha sido sustancial en el
periodo de la segunda posguerra mundial, llevando a la construcción de un mundo mucho
más integrado del que existió entre 1914 y 1945. Sin embargo, se puede argumentar que
la cúspide de la globalización fue alcanzada precisamente antes del rompimiento de la
primera guerra mundial, cuando el comercio y los flujos de capital habían integrado a
todos los continentes con Europa. En ese momento no pasó nada particularmente
empobrecedor y destructivo de los países de la periferia. Por el contrario, los que más se
integraron a fines del siglo XIX como Rusia, Argentina y México, alcanzaron tasas muy
elevadas de crecimiento económico. Haití y Colombia eran los países más pobres de
América en 1900 y la inserción cafetera financió el exitoso crecimiento económico en
Colombia.
La Gran Depresión ocasionó un colapso en el comercio mundial, una práctica
desaparición del mercado internacional de capitales y el encerramiento de la mayor parte
de los países del mundo en la protección, exacerbando el conflicto de intereses
nacionales que culminó en la Segunda Guerra Mundial. En ese momento, los países
latinoamericanos utilizaron la capacidad productiva financiada por sus auges exportadores
expandiendo sus mercados internos y crecieron en forma muy positiva. Esta experiencia
dio lugar a la teoría cepalina de que el aislamiento económico de América Latina era
favorable para su desarrollo, que por lo tanto podía descuidar sus relaciones
internacionales y su política de aumentar sus exportaciones lo que probaría ser muy
cuestionable por la experiencia de los años ochenta.
Colombia en el globo
Hay que recordar que Colombia tuvo problemas para participar en la globalización del
siglo XIX, que esa participación fue una de las razones de las guerras civiles entre
liberales que querían entrar a la globalización y conservadores que pretendían mantener
su identidad hispánica sin contaminar y a quienes la riqueza les parecía un valor
degradante. Frente a los problemas del transporte creados por la compleja topografía y
de los precios del mercado mundial que hacían, según Ocampo, que la producción
colombiana fuera marginal, Thomas Fischer ha propuesto otra hipótesis más sensata: “tan
responsable como las dificultades geográficas y los precios del mercado mundial fue la
continua incapacidad de las élites colombianas para vencer estos obstáculos a través de
inversiones para modernizar el transporte y mejorar la productividad de las empresas
nacionales. La incapacidad de las oligarquías para coordinar sus intereses, y así crear
condiciones favorables para inversiones productivas, se manifestó sobre todo en los
frecuentes conflictos internos que afectaron el país”
Sólo hasta el siglo XX pudo Colombia insertarse en el mundo exportando café desde
regiones bastante conservadoras. La clase política estaba liderada por intelectuales
formados en el latín y el griego, especializados en filología castellana, lo que era
expresión de su apego a la herencia hispánica y de sus posturas anti-capitalistas.
Cincuenta años de protección industrial y agrícola en Colombia en este siglo debilitaron la
capacidad tecnológica de sus industrias que, gracias al alto arancel defensivo, podían
utilizar bienes de capital de segunda mano, no tener en cuenta la calidad de sus
productos y despreocuparse por exportar. La protección a la agricultura significó precios
más altos de las subsistencias, salarios más caros para los empresarios pero con menos
poder adquisitivo para los trabajadores, una política que en el siglo XIX le sirvió a David
Ricardo para deducir su teoría de la renta del suelo y prohijar una alianza entre burgueses
y trabajadores a favor del librecambio que derrotara los intereses de los protegidos
terratenientes ingleses.
Ese mismo arancel contribuyó a que la moneda se revaluara al deprimir la demanda por
importaciones, desincentivando exportaciones distintas a las cafeteras, al petróleo, al
carbón y a la coca. Los gremios favorecidos vociferaron que se trataba de la protección
del trabajo nacional y confundieron a la opinión pública hasta nuestros días sobre la
equivalencia del interés público con sus intereses particulares.
Hubo otras formas de intervencionismo estatal más productivas y que beneficiaron
enmayor medida al interés nacional. Nuevamente en el caso japonés y repetido por los
tigres asiáticos, el Estado les ofreció mucho apoyo a las empresas, incluso protección
arancelaria, pero estrictamente a cambio de que se modernizaran y exportaran. Es
importante despertar esa misma actitud devoradora entre nosotros sobre la cultura y la
ciencia, como nos lo sugería el filósofo político brasileño Melquior, que circulan incesantes
en una economía globalizada y para eso debemos desplegar las capacidades básicas
para hacer esto posible, entre otros enseñar otras lenguas en nuestro sistema educativo.
Es claro entonces que una política de apertura comercial no es capaz por sí misma de
lograr el efecto de dinamizar las exportaciones nuevas de un país.
Globalización y liberalismo económico
En ninguno de los periodos de la globalización ha sido posible la libre circulación de
trabajadores, con la excepción de espacios multinacionales como el desarrollado por la
Comunidad Económica Europea, de tal modo que la integración económica internacional
se queda corta en relación con el factor trabajo y frena una igualación de sus
remuneraciones entre países. Esto es contrarrestado en alguna medida por los flujos de
capital que buscan trabajo más barato que el que tienen disponible en otros espacios pero
este no es el rubro más importante de la inversión de capital en el mundo. Como lo
plantea Ocampo, la globalización avanza primero en asociaciones regionales de libre
comercio como la comunidad europea, la comunidad asiática de naciones, MERCOSUR,
Nafta y el Pacto Andino, donde se practican políticas de arancel cero que permiten un
aumento de la
especialización y con ello de la productividad de cada país. Se profundiza en la medida en
que se alcance la libre movilidad del trabajo y de los capitales, lo cual es facilitado por la
renuncia a las monedas nacionales y el compartir una nueva moneda regional, como es el
caso europeo.
Pero el hecho de que el capital internacional puede ser excesivo en determinadas
coyunturas no debe precipitar la conclusión de que es mejor prohibirlo y contentarse con
el ahorro interno que puede ser muy bajo en los países latinoamericanos, porque
equivaldría a limitar seriamente el crecimiento de la economía. Algunos países como Chile
y Colombia han implementados regímenes que penalizan la entrada de capital mediante
encajes que acercan la tasa internacional de interés a la tasa nacional. Sin embargo, no
tuvieron suficiente garra como para frenar los excesos de capital que de todos modos
llovieron sobre sus economías, en particular fue el caso de Colombia, y que al salir
precipitadamente contribuyeron a crear las crisis conocidas de 1998 y 1999. Pero lo cierto
es que se debe propiciar la entrada de capital bajo tasas de interés que reflejen la
escasez de capital histórico y que preferentemente lo asignen a actividades productivas y
de exportación,
cuidar de que no sea excesivo y asegurar su mayor permanencia posible en la economía.
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