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Ciclo

A

Con el Adviento comenzamos un nuevo

año litúrgico.

Es una

oportunidad

más para que

la vida y

enseñanzas

de Jesús

penetren en

nuestro

espíritu.

Comenzamos el

ciclo A, en el que

el evangelista que

nos irá guiando

será san Mateo,

uno de los doce

apóstoles que

acompañó a

Jesús.

El color propio del Adviento es el

morado, color de penitencia para

mejor esperar la venida del Salvador.

Ambiente de preparación y

vigilancia. En la liturgia no se dice

“gloria”, pero sí “aleluya” por la

gozosa esperanza de la Navidad.

Cuatro domingos: cuatro velas de

gozosa esperanza.

El evangelio

de este pri-

mer domingo

de Adviento

nos habla de

estar

preparados,

porque “viene

el Señor”. Nos lo presenta

san Mateo.

Mt 24, 37-44 Dice así:

dijo Jesús a sus discípulos:

Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en

tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y

bebía y se casaba, hasta el día en que Noé entró en

el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio

y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando

venga el Hijo del hombre:

Dos hombres estarán en el campo;

a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán;

Dos mujeres estarán moliendo:

a una se

la

llevarán

y a otra

la

dejarán.

Comprended que si supiera el dueño

de casa a qué hora de la noche viene

el ladrón, estaría en vela

y no dejaría

abrir un

boquete en

su casa.

Por eso, estad

también

vosotros

preparados,

porque a la

hora que

menos

penséis viene

el Hijo del

hombre”.

Palabra del Señor

Este es el principal mensaje y

significado del “Adviento”.

Y como Dios es Amor, su venida

tiene que estar llena de un gran

bien y de mucha felicidad.

El Adviento nos habla de varias venidas

del Señor.

Dios viene constantemente a nuestro

corazón, y el Adviento quiere ponernos

en alerta gozosa y llena de amor.

Pero nos habla especialmente de la venida en

la Navidad y de la venida al fin de los tiempos.

El primer domingo de Adviento la Iglesia

realza la venida de Jesús

al fin de los tiempos.

Las palabras de Jesús no

son amenazadoras, sino

anuncio gozoso de algo

grandioso que espera

darnos.

Jesús vendrá para

inaugurar

solemnemente el

mundo de la paz, del

amor y la felicidad.

Debemos prepararnos para las venidas del

Señor: con esperanza y vigilancia.

El esperar a Jesús

debe ser con amor. Si

le amamos, no hay

por qué temer. Al final

de los tiempos nos

juzgará si nos hemos

tratado con amor.

En la primera

lectura el profeta

Isaías nos invita a

esperar un futuro

mejor.

El profeta nos dice

que las espadas,

símbolo de guerra,

pueden convertirse

en símbolo de paz.

Esa es nuestra

esperanza ante

la venida del

Salvador.

La vigilancia

no es

pasividad,

sino que

debe ser

activa,

productora

de buenas

obras.

Vigilar es

mirar a ver

en qué

podemos

hacer el

bien,

ayudando a

los demás.

Vigilar es cumplir lo que dice san Pablo en

la segunda lectura: Debemos despojarnos

de lo malo y revestirnos de Cristo.

Revestirse de Cristo

es tener sus

pensamientos y

sentimientos. Por eso

el nuevo año litúrgico

nos invita a conocer

mejor a Jesús.

Vigilar

es pre-

pararse

para el

encuen-

tro defi-

nitivo

con

Cristo.

Porque

hay un

riesgo:

“Uno se

salvará y

otro se

condena-

rá”.

Hoy se nos pone el

ejemplo del

Diluvio: Aparece la

gran fe de Noé y la

poca vigilancia en

otros. La fe y la

esperanza en

Jesús son como

la barca de

salvación.

Pidamos a Dios lo

que pedimos en la

1ª oración de la

misa: “deseo de

salir al encuentro

de Cristo que

viene a nosotros”.

Hoy nos dice san Pablo: “Es hora de

despertaros del sueño” Aproveche-

mos la

oportunidad

del

Adviento, el

Señor viene.

No lo dejes

para

mañana.

Espera a

Jesús con la

luz de la fe

bien

encendida:

cada semana,

cada día.

Si

esperamos

con mucha

fe y amor, el

Señor

vendrá cada

día a

nosotros.

Y vendrá el Señor.

Automático

Y

vendrá

Brillará

la

luz

en

nuestra

tierra,

Brillará en medio

del pueblo.

Usará tus mismas

herramientas,

Llevará nuestros vestidos. Llevará nuestros vestidos.

Del cielo

a la tierra

vendrá

cuando

lo

llamen.

AMÉN

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