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DESARROLLO URBANO Y SUS IMPACTOS EN EL ESPACIO PÚBLICO EN LA SUBCOMISARÍA
DE TEMOZÓN NORTE DEL MUNICIPIO DE MÉRIDA
Roger Agustín Cruz Arjona
Resumen
En el presente trabajo buscamos dar cuenta de los cambios y transformaciones –tangibles e
intangibles– que se suscitan en el Espacio Público (en adelante EP) de una pequeña localidad
periurbana a la ciudad de Mérida, Yucatán; como resultado de los impactos del vertiginoso e
incontrolado proceso de expansión y urbanización que ésta ciudad capital de la entidad yucateca
está experimentado en los terrenos rurales de su municipio, derivado de su integración a la
dinámica de la economía global.
Uno de nuestros objetivos es responder algunas preguntas con respecto a cuáles son los impactos
de las nuevas formas de urbanización que han modificado el territorio a través de la creación de
nuevos asentamientos urbanos, así como la creación de equipamiento e infraestructura (nuevas
vías de comunicación que han propiciado un aumento en la movilidad), y como se ha trastocado la
dinámica de vida cotidiana de los habitantes de la localidad estudiada y, sobre todo, el uso que
hacen de sus EP; el cual ha dejado de representar aquellos ámbitos de comunicación, de cohesión
social, de convivencia, esparcimiento, y, en resumen, como portadores de un sentido de identidad
con un territorio el cual posee historia y características particulares.
Palabras clave: Globalización, Periurbanización, Cambios Socio-culturales, Espacio Público.
Abstract
In the present paper we seek to account for the changes and transformations –tangible and
intangible- the arise in the Public Space (hereinafter PE) from a small periurban location to the city
of Merida, Yucatan; as a result of the impacts of the vertiginous and uncontrolled process of
expansion and urbanization that this capital city of the Yucatan entity is experiencing in the rural
lands of its municipality, derived from its integration into the dynamics of the global economy.
One of our objectives is to answer some questions regarding the impacts of the new forms of
urbanization that have modified the territory through the creation of new urban settlements, as well
as the creation of equipment and infrastructure (new means of communication that have
encouraged an increase in mobility), and how the daily life dynamics of the inhabitants of the
studied area have been disrupted and, above all, the use they make of their PE; which has ceased
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to represent those areas of communication, social cohesion, coexistence, leisure, and, in short, as
bearers of sense of identity with a territory which has history and particular characteristics.
Keywords: Globalization, Periurbanization; Sociocultural Changes; Public Space
Introducción
Partimos de la premisa que dentro de los múltiples efectos que el acelerado fenómeno de la
expansión urbana hacía los territorios rurales inmediatos, se encuentran los cambios sociales
económicos, ambientales, culturales, de identidad y de uso del suelo. Precisamente, este último
proceso de transformación se expresa en la transición de los asentamientos rurales a entornos
urbanos, ocasionando cambios en el uso y, por ende, en la percepción de los EP, en el entendido
en que, como bien señala Marc Augé en su obra Los no lugares espacios del anonimato. Una
antropología de la modernidad, éstos pasan de ser lugares de interacción social comunitaria,
anclados a una historia y un territorio con características específicas, a convertirse en no lugares,
carentes de valor, significado, sin vínculo tradicional, los cuales son percibidos como si se trataran
de paisajes familiares incluso sin haber estado alguna vez en ellos, debido en gran medida que son
concebidos como espacios de identidad global, mismos que las redes de comunicación se
encargan de difundir de forma masiva. (Augé, citado por Rojas, M. 2007: 31)
Para demostrar dichos cambios y transformaciones en el EP, se consideró la pertinencia de
seleccionar una comunidad que se encontrara experimentando el proceso denominado
rururbanización; es decir, la transición entre el modo de vida rural al de tipo urbano como resultado
de la expansión de la mancha urbana sobre su territorio. (Agueldo, L. 2005: 42)
Desde esta perspectiva expondremos algunos aspectos del estudio de caso realizado en la
subcomisaría de Temozón Norte del municipio de Mérida; ya que ésta, está experimentando desde
hace una década la concentración de equipamiento de diversos tipos, mayoritariamente de
carácter privado (hospitales, campus universitarios, clubes hípicos, centros comerciales, etc.); así
como la invasión de su territorio por las denominadas urbanizaciones cerradas, definidas como
aquellas áreas residenciales separadas del resto del espacio accesible al público en general
mediante un tipo de barrera física (muro, reja, entrada vigilada, etc.) e ideada para segmentos
sociales homogéneos. (Janoschka, M. y G. Glasze, 2003: 10-11)
La población de estudio se ubica bajo la jurisdicción político-administrativa del gobierno municipal
de la ciudad de Mérida, así como bajo la influencia del área metropolitana de esta urbe. Se
encuentra ubicada a 14 kilómetros del centro histórico de Mérida, en la región norte de esta ciudad,
siendo precisamente esta región la que ha presentado históricamente un mayor desarrollo urbano.
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Para el análisis del EP desarrollamos un enfoque que atiende a su estudio no únicamente desde
los aspectos físicos, sino también de aquellos que guardan cierto grado de intangibilidad, como es
el caso de la identidad y el sentido de pertenencia que los habitantes originarios guardan con
respecto a estos ámbitos especiales, así como el interés del colectivo por convivir en ellos, como
comunidad, en el sentido que dichos sitios son generadores de apego y convivencia social en la
localidad donde se nace y se vive.
Globalización, periurbanización y su relación con la transformación y percepción del EP
Los constantes cambios que actualmente están sucediendo en las diferentes latitudes del mundo
vienen acompañados por la presencia de dinámicas complejas, las cuales se manifiestan en
condiciones poco aprehensibles, partiendo de marcos locales o nacionales para su análisis, ya
sean éstas de tipo económico, político, social, medioambiental, entre otras; conllevando a la
pérdida del principio de territorialidad como patrón que organiza la vida cultural y social.
(Zabludovsky, G. 2008: 23) Es decir se está perdiendo el conjunto de prácticas sociales,
económicas, políticas y culturales, así como sus expresiones materiales –físicas– y simbólicas –
intangibles– capaces de garantizar la apropiación de un determinado territorio por una determinada
población con características propias que los distinguen de los otros. (Carabalí, A. 2009: 46-47)
En el marco de estas transformaciones globales, conceptos tales como ciudad, territorio, cultura e
identidad así como el del EP, por mencionar algunos, para su comprensión y aplicabilidad
requieren de un enfoque multidisciplinario o de la confluencia de distintas disciplinas del
conocimiento para su estudio, ya que cada uno de ellos presenta edros diferentes o facetas
distintas ante un mismo fenómeno que los circunscribe y al que la literatura refiere como
globalización o neoliberalismo económico fundado en el predominio de las relaciones de mercado
a nivel global como motor del desarrollo en todo el orbe. (Márquez, J. 2008: 60-65)
La globalización es un concepto utilizado muy a menudo para referirse a dos procesos
específicamente por un lado la globalización económica; por otro, la difusión global de formas y
significados de la identidad. (Tubella, I. 2006: 465) En el primer caso, el doctor Richard Pasquis,
entiende este fenómeno como el desvanecimiento de las barreras al libre comercio, lo que propicia
una integración mayor de las economías nacionales; es decir, es la manifestación de la liberación de
los intercambios económicos a nivel mundial, que no siempre se da en igualdad de condiciones.
(Pasquis, P. 2009: 155-157) El fenómeno de la globalización implica que en las ciudades, y sus
territorios, surjan y se afiancen actividades ligadas directamente a la economía mundial, modificando
con ello las funciones que éstos espacios desempeñaban en antaño tanto en escala urbano-nacional
como urbano-regional, propiciando una homogenización a escala global a costa de la fragmentación
social, cultural y económica del territorio, siendo ésta fragmentación una de las principales
características del citado fenómeno. (Fastein 1996, citado por Bolio, O. 2001: 17)
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Para el segundo caso, el fenómeno de la globalización supone qué al existir un desarrollo global
cada vez mayor de los medios de comunicación, así como un incremento en la movilidad de
personas, bienes y capitales, la vida social tiende a estandarizarse en las diferentes regiones del
mundo, incluso en aquellos territorios rurales los cuales aún conservan características particulares,
como el tipo de vida, la forma de las relaciones sociales, la cultura, entre otros. Provocando que la
identidad sociocultural de estas zonas se perturbe y ocasionando también, que lo hagan aquellas
representaciones culturales, sociales y simbólicas propias del territorio en el que los individuos se
desenvuelven y relacionan. Asimismo, los espacios –públicos y privados– que lo conforman, poco a
poco van cambiando, adoptándose e integrándose a nuevas realidades e identidades culturales que
se infiltran en ellos (Tubella, I. 2006: 471-479), lo cual, a su vez, conduce al cambio en la percepción
que tienen los sujetos originarios de estas zonas del lugar donde viven. (Ávila, H. 2009: 93)
Así, el concepto denominado como globalización es fundamental para comprender actualmente
todos aquellos cambios y transformaciones que se están suscitando a nivel mundial, pero cuyas
repercusiones impactan de diversos modos a nivel local de todas las naciones, tanto de sus
ciudades como de sus regiones, territorios y localidades. Una expresión de sus impactos lo
representa el fenómeno de la periurbanización y de sus procesos de modernización. (Posadas, R.
2008: 67-68)
En este sentido, la urbanización no puede ser comprendida únicamente como un proceso por el
cual las personas –generalmente de un entorno rural– son atraídas a un lugar llamado ciudad,
generando que esta se expanda; sino además como a la acumulación de las características
particulares del modo o estilos de vida urbano sobre los espacios absorbidos. (Wirth, L. 1988)
Entendido este último como el proceso mediante el cual un determinado centro urbano, es decir,
una ciudad, amplía su superficie abarcada, generando con ello nuevas realidades en los territorios
absorbidos. (Infante, R. 1980: 60)
De acuerdo con Arias, en dicho proceso se invade los espacios rurales próximos en donde,
históricamente, se han asentado comunidades de origen campesino, las cuales tienen una cultura
propia, así como una forma específica de vincularse con la ciudad y los espacios inmediatos que
las rodean, mismos que se trasforman, en el marco de los acontecimientos de la expansión
urbana, en nuevas formas de vivir y relacionarse, de apropiarse y aprehender el territorio propio y
contiguo, en este sentido estamos hablando del concepto de la periurbanización, es decir la
urbanización del territorio rural. (Arias, 2006, citado por Ávila, H. 2009: 94-95)
De igual manera ante el proceso de la periurbanización las zonas rurales cobran un valor
económico, ya que cada vez más se necesitan amplias extensiones de tierra para satisfacer las
nuevas demandas del mercado inmobiliario o de diversa índole que impone la dinámica de la
economía neoliberal; tales como la vivienda, sobre todo de tipo residencial, el emplazamiento de
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servicios y equipamiento en su modalidad privada, así como infraestructura vial que facilite y agilice
la comunicación, en su gran mayoría para las empresas y nuevos asentamientos que comienzan a
desarrollarse en estos nuevos polos urbanos. (Cruz, R. 2015: 42)
Los territorios de las zonas con características rurales utilizados o absorbidos mediante la
expansión de la mancha urbana, están habitados por sociedades cuya movilidad es reducida, y
con un particular uso de los distintos espacios –públicos o privados– que lo conforman. La vida
social en estos medios se encuentra estrechamente vinculada con la expresión espacial, la cual
gira en torno al pueblo, definido como una unidad de dimensiones pequeñas, situada en
discontinuidad espacial con respecto a otros pueblos, dada en gran parte por las exigencias del
trabajo agrícola y a un centro o ciudad que las unifica. Es esta primera característica la que
favorece a un conocimiento y reconocimiento entre todos sus pobladores, permitiendo la creación
de lazos y contactos internos (mediante la relación directa y constante entre éstos y los diversos
grupos sociales que la conforman), los cuales terminan por reforzarse debido a que el pueblo se
organiza de una forma relativamente autónoma y plurifuncional. Es decir, la utilización del territorio
así como de sus espacios, sobre todo los de carácter público, se explica por la combinación de dos
factores: por un lado, la reducida movilidad y por otro las dimensiones del pueblo. (Remy, J. y
Voyé, L. 1978: 87-88)
Los cambios que suceden en el territorio rural tienen su origen en un contexto macro-estructural, el
cual no solamente determina el proceso de expansión de la mancha urbana y de las diversas
actividades económicas (dentro de las cuales sobresale el sector terciario mediante la prestación
de servicios), sino además genera un desarrollo de las redes de infraestructura vial, eléctrica, e
informática así como un mayor auge de los sistemas de transporte, favoreciendo la concentración y
desconcentración de éstas poblaciones. (Ávila, H. 2009: 96) En definitiva, esta nueva dinámica
urbana influye en un cambio en la percepción del territorio generado por: a) La incidencia del
incremento de la movilidad, y b) Cambios en las representaciones culturales. (Remy, J. y Voyé, L.
1978: 88-154)
Al introducirse e incrementarse la movilidad en un entorno con características rurales, ya sea de
personas, bienes e ideas, se da pie al inicio de una transformación de puntos o lugares en donde
se desarrolla la vida social, lo que origina modificaciones importantes en la conducta y la movilidad
de los pobladores de éstas zonas, como también en la percepción de los múltiples significados que
para ellos revestía el territorio. De igual forma ocurre una disminución de los ingresos que percibían
las familias al abandonar sus actividades productivas de subsistencia agrícola, al mismo tiempo
que comienzan a experimentar un aumento en el tiempo de trabajo al insertarse a un mercado
laboral fuera de sus comunidades; transformándose por ende, la noción y la forma de aprehender
las representaciones diversas de su entorno inmediato, de su pueblo, de sus espacios de trabajo,
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de convivencia e interacción social, es decir, del EP; conllevando a cambiar la percepción que se
tiene del territorio.
Las transformaciones que tienen lugar en el contexto macro–estructural de la globalización,
asimismo, van acompañadas de transformaciones en las representaciones culturales que se tienen
en el medio rural, el cual a su vez se ha modificado ante la proximidad que se da a partir de la
expansión de la mancha urbana sobre estas zonas, propiciando por ende un acercamiento cada
vez mayor con la ciudad; misma que difunde sus modelos propios o adoptados de otras latitudes,
favorecida en gran medida por un incremento de los medios de comunicación masiva. Es en estos
sentidos, que, a partir de los diversos medios de contacto entre los habitantes del entorno
periurbano con la ciudad, éstos generan una nueva imagen de lo urbano –la cual deja de ser
distante– y de sí mismos con respecto a su localidad y a la urbe, impactando de forma directa en
sus representaciones culturales (Remy, J. y Voyé, L. 1978: 157), así como en sus formas de
pensarse y concebirse a sí mismos.
Ante tales transformaciones socioculturales causadas en el periurbano como efecto del proceso de
la urbanización, incentivado por el fenómeno macro-estructural neoliberal, el territorio se trastoca,
generando cambios tanto en lo físico así como en lo referente al sentido de identidad y percepción
que originalmente le atribuían sus pobladores, ocasionando que los espacios que lo integran,
dentro de los cuales se encuentra el EP, se transformen y dejen de ser más aquellos sitios donde
tenían lugar la reproducción de las prácticas sociales, culturales, políticas e ideológicas. (Remy, J.
y Voyé, L. 1978: 159)
Si bien como ya se ha mencionado la urbanización del periurbano transforma el territorio, en la
gran mayoría de los casos lo hace sin tomar en cuenta las necesidades particulares de los
habitantes originarios de estas zonas; en especial la que concierne al uso de sus EP, los cuales no
responden a las necesidades acordes con el panorama del territorio –en diseño, imagen y en
función del tipo de vida–, sino que éstos se están convirtiendo en una réplica del EP urbano,
ocasionando que pierdan sus sentidos característicos e identitarios que los identificaba como
particularidades sociales del ámbito rural. (Remy, J. y Voyé, L. 1978: 160)
Otra forma en la que la globalización transforma las zonas rurales, expresada a través de la
expansión de la mancha urbana, es mediante la fragmentación social del territorio ante los cambios
del uso del suelo. Estos cambios facilitan el asentamiento de nuevas formas de urbanización como
las denominadas urbanizaciones cerradas, dando pie a un acceso desigual a la tierra y también a
una segregación socioterritorial. (Bolio, J. y A. Iracheta, 2012: 55-72)
Evidentemente junto con esta fragmentación socioterritorial los EP también tienden a privatizarse o
a cambiar sus funciones comunitarias. Este fenómeno de privatización de los EP, no hace más que
reforzar el poder de aquellos nuevos avecindados (Frediani, J. 2010: 132-135), llamados por la
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literatura sociológica con el término de urbanitas, quienes llegan a establecerse dentro de estos
nuevos complejos habitacionales o dentro del mismo pueblo, atraídos por la idea de vivir en un
entorno tranquilo, con características rurales pero con todos los servicios que ofrece el estilo de
vida urbano, que hace sentir a los nuevos habitantes como estarse protegiendo de las
problemáticas de una ciudad cada vez más violenta y contaminada (Fernández, A. 2003).
El resultado de este proceso de privatización del espacio resulta en la segregación y fragmentación
social del territorio, garantizando a los moradores de estos enclaves habitacionales privados y
diseminados por todo el territorio periurbano, un modelo de vida y socialización basado en el
contacto entre iguales que se separan de los habitantes originarios por altas barreras o muros
perimetrales, que a fin de cuentas fracturan el territorio al mismo tiempo que confrontan a los
nuevos habitantes con la sociedad que ha habitado estas zonas rurales por generaciones;
produciendo entre sus múltiples efectos cambios en el carácter y significado de los EP del territorio
periurbano, ya que estos paulatinamente dejan de ser aquellos lugares donde se manifestaba la
identidad y la cultura. (Frediani, J. 2010: 132-135)
El proceso de urbanización de la ciudad de Mérida. Antecedentes históricos
En los últimos ochenta años, México, al igual que la gran mayoría de los países de América Latina,
ha presentado cambios económicos, sociales y políticos, que han guiado y modelado su proceso
de urbanización. (Ávila, H. 2009: 93-95) En el artículo titulado Evolución de las ciudades mexicanas
en el siglo XX, Garza (2002) señala que el crecimiento económico de México, durante el siglo
pasado, fue el determinante fundamental para la transformación del país, el cual pasó de ser una
nación rural a principios de 1900 a otra hegemónicamente urbana en los albores del siglo XXI.
(Garza, G., 2002: 7)
Este proceso se incrementó con la adopción, en la segunda mitad del siglo XX, de un modelo
económico de industrialización llamado sustitución de importaciones; el cual se sustentaba en la
importación y exportación de bienes, el otorgamiento de subsidios a las empresas industriales, la
regulación de precios y de las tasas de interés, así como la participación del sector público en las
relaciones entre los productores y los canales de distribución. La adopción de este modelo dio el
banderazo de salida a una relación recíproca entre el desarrollo económico y la urbanización de
nuestro país (Guillermo, A. y I. Escamilla, 2006: 46), reciprocidad que actualmente sigue teniendo
vigencia. (Laucirica, G. 2006: 152)
La urbanización del país se dio de una manera vertiginosa, caracterizado por una concentración de
población en determinados grupos de ciudades y en ciertas regiones, provocando que localidades
pequeñas y/o medianas e incluso ciudades con importancia y relevancia a nivel nacional, como el
caso del Distrito Federal, evolucionen territorial, social y económicamente, hasta convertirse en
importantes centros neurálgicos, así como polos de concentración-abastecimiento de
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infraestructura y servicios. (Unikel, L. 1978: 19; Garza, G. 2002: 8-10; Guillermo, A., I. Escamilla
2006: 46)
La urbanización de México en el siglo XX se aceleró de manera notable en la década de los años
cuarenta del siglo pasado (Unikel, L. 1978: 118), momento en que sus ciudades empezaron a
crecer bajo un patrón denominado extensivo u horizontal; esto es, que las ciudades crecieron
incorporando incesantemente nuevos espacios al área urbana –generalmente terrenos ejidales de
las poblaciones cercanas–, en lugar de aprovechar óptimamente los espacios ya existentes y
consolidados, dotados de infraestructura y servicios. (Bolio, J. 1992: 2)
Si bien, el proceso de transformación de una población rural a una urbana para el caso del
Municipio de Mérida encuentra sus orígenes en el lapso de 1940 a 1950 (momento en que se pasa
de casi 63,000 habitantes rurales a 34,050 urbanos al inicio de éste periodo; y de 16,579
habitantes rurales a 142,828 urbanos al comienzo de la siguiente década). Los albores del
fenómeno del crecimiento extensivo y horizontal de la mancha urbana, se ubica en la década de
1970 –momento en que comenzó la construcción de vivienda de interés social– (García, C. 2000:
21), fenómeno que se agudizó en los últimos veinte años, cuando la ciudad alcanza a las
poblaciones rurales próximas (Ramírez, L. 2006: 7); proceso originado por un incremento en la
economía que produjo un desarrollo urbano acelerado, mismo que se prolongó hasta inicios de la
década de los años ochenta. (Garza, G. 2002: 9-12)
De acuerdo con Ramírez (2010) la urbanización de Yucatán y, por ende, de la ciudad de Mérida,
se concibe como un proceso el cual comenzó después de la independencia, en el siglo XIX, y
continúa hasta el día de hoy con la globalización (Ramírez, L. 2010: 29).
La expansión de nuestra ciudad ha estado vinculada a un proceso de (re) privatización de las
tierras ejidales circundantes, el cual pasó por intervenciones establecidas por el macro económico,
político e institucional del momento, tales como el mercado informal del suelo, a principios de 1970;
la expropiación por causas de utilidad pública, así como por la desincorporación para la
regularización o la constitución de reservas territoriales, en la década de 1980; y, por último, ante el
proceso de individualización y parcelación de los solares urbanos ejidales, resultante de la política
económica neoliberal, que originó el surgimiento de su compraventa o privatización a través del
mercado especulativo de tierras, a mediados de 1990 con las reformas realizadas al Artículo 27
Constitucional en el año de 1993. (Laucirica, G. 1993: 60-63, Bolio, J. 2006: 180; Bolio, J. y A.
Iracheta, 2012)
Específicamente, éstas transformaciones encontraron su origen en el cambio de una economía
basada en el monocultivo del henequén, que había servido como base de una economía
agroexportadora, a una moderna economía basada en la prestación de servicios a una escala
regional y mundial, por medio de la liberación de todos sus recursos, incluyendo la fuerza de
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trabajo y capital social a disposición de las fuerzas convergentes en las relaciones del mercado
mundial. (Bolio, J. 2000: 7) Si bien todas las ciudades fagocitan su territorio circundante con mayor
o menor celeridad, para el caso de Mérida éste proceso se vincula además a un patrón
especulativo, así como políticas públicas de corte neoliberal. (Laucirica, G. 2006; Lugo, J. 2006;
Ramírez, L. 2010)
Bolio (2006) distingue tres grandes etapas en el proceso de urbanización de la ciudad de Mérida,
las cuales son previas a la penetración de rasgos eminentemente globales, que han hecho que la
ciudad sea considerada como un caso atípico en el conjunto de las metrópolis regionales y
ciudades medias de México, ya que su desarrollo en este periodo, está más vinculado a factores
endógenos. (Bolio, J. 2006: 191-203)
Primera etapa (1940-1960)
Al declinar el auge henequenero, la rentabilidad del suelo para uso agrícola era relativamente baja;
motivo por el cual, se inició un proceso de éxodo campo-ciudad. Dicho proceso fue incentivado por
el surgimiento de una mediana planta textil y manufacturera que hiciera frente a la precaria
situación económica imperante de la época; suceso socioeconómico que influyó, en buena medida,
en el crecimiento demográfico de la ciudad. En esta etapa, la ciudad de Mérida se encontró en el
medio de una disputa interurbana e interregional por un mercado de consumo limitado y de
dinámica débil. (Unikel, L. 1978: 50-51) En 1950, la capital del Estado de Yucatán empezó sus
primeros pasos hacía la configuración de una metrópoli, con un crecimiento demográfico
moderado. (Sobrino, 2003 citado por López, R. 2011: 47)
Para los aún hacendados, la ganancia en la especulación y expansión urbana a través del
fraccionamiento de sus terrenos (pequeña propiedad de no más de 300 hectáreas), comenzó a ser
más lucrativo que el agrocultivo. Así, en el caso de las haciendas cercanas a la ciudad de Mérida,
estas propiedades representaron “nuevos beneficios”, especialmente cuando el crecimiento urbano
las integró, al ensancharse las colonias existentes sobre éstas; proporcionándoles una mayor
rentabilidad por este simple hecho. (Bolio, J. 2006: 192)
Una de las características espaciales que distinguen esta primera etapa, es la polarización de la
ciudad en un norte con predominio de sectores con mayores recursos económicos, mayor
equipamiento e infraestructura, en contraste con un sur con bastantes carencias; polarización que
en cierta medida marcara la directriz de la expansión urbana. Otro distintivo de este periodo, fue el
uso de los EP desde la perspectiva de la dimensión social, ya que como menciona Lara (2011), en
su libro “Huellas de Mérida. Transcursos y Patrones urbanos”, las aceras no sólo cumplían la
función de circulación peatonal, sino como un lugar de reunión y encuentro social. (Lara, I. 2011:
50)
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Segunda etapa (1960-1984)
En la década de 1960, los efectos causados por el declive henequenero ya eran palpables,
propiciando que la ciudad de Mérida creciera lentamente y sin grandes cambios; pero para la
siguiente década, la traza urbana existente del decenio anterior se desarticuló gravemente con los
inicios de una expansión urbana incontrolada sobre terrenos ejidales, favorecida por el nacimiento
de la industria de la construcción viviendística. (Lara, I. 2011: 63; Bolio, J. 2001: 19)
En los años setentas del siglo pasado, se incrementó la comercialización de terrenos ejidales que
circundaban la ciudad; ya que al no ser aprovechados por los ejidatarios para la producción
agraria, no representaban para éstos otro valor más que como suelo vendible (Laucirica, G. 1993:
61), sobre todo porque en ésta década la situación económica del estado se encontraba en malas
condiciones por la crisis henequenera; originada, entre otros motivos, por la competencia en
precios y en calidad de las fibras sintéticas y naturales producidas en Brasil y Tanzania. (Lugo, J.,
2006: 75) Como consecuencia, el suelo henequenero existente en la periferia de Mérida dejó de
trabajarse, por lo que perdió su valor de uso para la reproducción del sistema agrícola mediante el
cultivo del henequén (Laucirica, G. 2006: 139), y, por ende, se convirtió en un territorio ocioso, por
lo cual empezó a ser ofertado por los comisarios ejidales como una alternativa para obtener
ingresos, mediante un procedimiento denominado cesión ejidal. (Laucirica, G. 1993: 60-61)
El procedimiento denominado cesión ejidal, fue una de las formas previas de apropiación del suelo
en esta década; la otra lo fue por medio de la invasión o apropiación del suelo, como consecuencia
del éxodo del campo a la ciudad, donde de forma individual o colectiva se ocupaban fracciones de
tierra, principalmente en aquellos terrenos destinados para el crecimiento de la ciudad; derivando
en la generación de asentamientos irregulares, que comenzaron a representar un problema socio-
político, el cual precisó de la atención de los tres órdenes de gobierno. Los constantes cambios
económicos de la época, en lo mundial, nacional y local, así como la pérdida de inversión de
capital en el sector primario, aunado a la aceleración de las actividades terciarias, conllevaron en la
ciudad de Mérida a la demanda de mayor suelo para uso urbano, el cual para este entonces
empezó a cobrar un valor de uso como espacio. (Laucirica G. 1993, Lugo, J., 2006)
Precisamente en los años setenta encuentra su origen la industria de la construcción de la vivienda
y el negocio de hacer ciudad, como válvula de escape para mitigar la crisis del momento; industria
que comenzó a consolidarse apoyada por el Estado, el cual originó un desarrollo del mercado
inmobiliario asumiendo la promoción de la vivienda social a gran escala por medio del
otorgamiento de fuertes contratos que fueron la base del surgimiento y progreso de un
considerable número de empresas constructoras. (Bolio, J. 2006: 192-194)
De igual manera en esta etapa tiene lugar el comienzo de los flujos migratorios pendulares campo-
ciudad, ya que muchos campesinos emigraban a la ciudad en busca de empleo, ante el franco
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declive del agro- henequenero, y atraídos por las alternativas económicas de una naciente
industria de la construcción; motivando que tanto la oferta comercial como de servicios se
empezará a concentrar en la ciudad de Mérida. (Lara, I. 2011: 65)
Tercera etapa (1984-2001)
A mediados de la década de los años ochenta, Mérida comenzó a experimentar sus primeras
transformaciones relevantes; tales como la expansión de la capital a raíz de la expropiación y
desregularización de las tierras ejidales, muchas de las cuales pertenecieron a las haciendas
circundantes con esta ciudad. (Lugo, J. y L. Tzec, 2010: 77)
En los primeros diez años de esta etapa, cuando el henequén dejó de ser la principal fuente de
ocupación e ingresos, varios grupos, principalmente de la burguesía yucateca, emprendieron
ambiciosos proyectos, tendiendo al favorecimiento de la instalación de empresas maquiladoras,
dando lugar a proyectos como el Parque de Industrias No Contaminantes (Lugo, J., 2006: 78) en el
corredor Mérida-Progreso; en el cual se impulsó nuevas fuentes de ocupación e ingresos, donde
los ex-ejidatarios de la zona (comisarías, subcomisarías y poblados cercanos) comenzaron a
vincularse al mercado de trabajo urbano, alternándolo con el de la milpa, principalmente para el
autoconsumo, actividad agrícola que paulatinamente dejaría de realizarse. (Lugo, J. y L. Tzec,
2010: 78)
El proceso de periurbanización en la ciudad de Mérida, es decir la urbanización de las
comunidades rurales próximas a las afueras del Anillo Periférico Lic. Manuel Berzunza y Berzunza,
encuentra su origen en el año de 1992, momento en que el gobierno federal promueve la reforma
constitucional al artículo 27 Constitucional a la vez que promulga una nueva Ley Agraria, junto con
la cual se crearon organismos y programas para su aplicación, tales como el Registro Agrario
Nacional (RAN), el Programa de Certificación de Derechos Ejidales y Titulación de Solares
Urbanos (PROCEDE), la Procuraduría Agraria, entre otros. (Bolio, J. 2001) Mediante esta reforma
se permite por primera vez la incorporación del suelo, ejidal o comunal, al desarrollo urbano de una
forma legal y ordenada, lo cual permitiría supuestamente que paulatinamente se remplazara su
venta ilegal por su incorporación ordenada al desarrollo urbano legal, cuyo principal efecto fue
diversificar los mecanismos de incorporación del suelo de propiedad social al mercado inmobiliario
urbano. (Toledo, M. 1994)
El resultado de esta reforma no fue un nuevo milagro mexicano en el crecimiento del sector
agropecuario nacional, ni la generación de ejidatarios-empresarios que exportaran sus productos
agrícolas aprovechando las ventajas del Tratado de Libre Comercio (TLC), pactado en 1993 y
firmado en 1994. Por lo contrario, lo que sucedió, fue un cambio expedito mediante el cual la tierra
ejidal se convertía en propiedad privada en zonas urbanas, lo cual trajo como consecuencia “la
12
inmediata activación del mercado inmobiliario de tierras ejidales” cercanas a la periferia de las
ciudades. (Olivera, G. 2005: 56)
Así, mediante esta reforma dos grandes negocios cobran auge y marcan la directriz del
crecimiento, hacia el periurbano, de Mérida –impulsados por un frenesí especulativo–. Por un lado,
el negocio inmobiliario se convierte en la base de la expansión de la mancha urbana.
Posteriormente, el negocio de la construcción de viviendas mismo que en los primeros años del
presente siglo se constituye oficialmente como la principal fuente de empleo. En Mérida, aquellos
ejidos-comisarías ubicados al exterior del Anillo Periférico, principalmente los hallados en su sector
norte y noreste, fueron los más afectados por el proceso de transferencia o privatización legalizado
por la reforma antes citada. (Bolio, J. 2006: 203-205; Bolio, J. 2000: 7; Ramírez, L. 2010: 34)
Más allá del Anillo Periférico
Uno de los hitos de mayor importancia del vertiginoso proceso de urbanización, tuvo lugar en el
año 2003, cuando el Programa Director de Desarrollo Urbano de Mérida (PDUM) 2003-2010,
autorizó el fraccionamiento y la construcción hacía el exterior del Anillo Periférico de la ciudad, el
cual fungía como una barrera natural al crecimiento urbano. (Laucirica, 2000: 93) Con este hecho,
se dio inicio al proceso de periurbanización de la ciudad de Mérida, principalmente el de su región
norte, ya que en las comisarías y subcomisarías que la integran se han aprovechado los suelos
para la localización de usos que demandan grandes extensiones de terrenos para la construcción
de campos de golf, parques industriales, equipamiento de tipo privado y, principalmente,
megaproyectos destinados a la construcción de enclaves habitacionales. (Bolio, J. y A. Iracheta,
2013: 52-67) Ya para el 2013, la mancha urbana de la ciudad de Mérida había alcanzado y
rebasado las comisarías y subcomisarías próximas a la ciudad. (Ayuntamiento de Mérida, 2013-
2014, Información proporcionada en las Oficinas de Catastro)
Antecedentes históricos de la subcomisaría de Temozón Norte
La subcomisaría de Temozón Norte tuvo sus orígenes en la Gran Hacienda Henequenera, nombre
que varios autores (Villanueva, E. 1990: 10) les asignaron a las grandes extensiones territoriales
donde se cultivaba y transformaba el agave yucateco. La conformaban diversos complejos
inmobiliarios, algunos de carácter público y otros de tipo privado, cuyo uso era principalmente para
los hacendados y sus familias, ya que muchas de estas haciendas eran consideradas como
lugares de descanso y recreo, además de su función principal como productoras y procesadoras
de la penca del agave.
Estos imperios socioeconómicos vieron su periodo de auge desde finales del siglo XIX hasta
principios de la segunda década del siglo XX, momento en que se iniciaron movimientos sociales al
interior del país, al mismo tiempo que aconteció una depresión económica sobre los mercados
13
internacionales, motivado por la recesión económica norteamericana de 1929 (Aznar, E. 1977:
727-729), que derivó en malas condiciones para la industria henequenera cuya producción era
principalmente para abastecer a los mercados internacionales con fibras duras de origen natural,
por lo que desde entonces esta agroindustria inició su largo camino hacia su decadencia (Kirk,
1982), la cual finalizó hacía los años noventa del siglo pasado, cuando el gobierno estatal, de
común acuerdo con el federal, decidió clausurarla definitivamente.
Aunque no se cuenta con datos específicos sobre la fecha de la construcción de la hacienda de
Temozón Norte, ya que se carecen de documentos oficiales que aporten estos datos históricos, se
tiene conocimiento que esta hacienda tuvo su origen en la época de mayor auge de la actividad
henequenera; es decir, hacia finales de la segunda mitad del siglo XIX, convirtiéndola en un polo
de atracción para la población que se integró a los trabajos de siembra y cultivo del henequén.
En las entrevistas realizadas a los pobladores (adultos mayores) de esta subcomisaría,
mencionaron que por la tradición oral recibida de sus padres y abuelos, tener conocimiento de que
la construcción de la hacienda de Temozón se inició desde el período en que comenzó a funcionar
como estancia ganadera y posteriormente el crecimiento de sus edificios sucedió durante el
periodo de auge de la gran hacienda henequenera, sobre todo durante la bonanza comercial
trasnacional de la fibra, cuando los propietarios de las haciendas devengaban cuantiosos ingresos
económicos en divisa extranjera.
Según información obtenida en entrevista realizada al Dr. Rutilio Nava Montero, ex director del
Centro Regional Universitario Península de Yucatán de la Universidad Autónoma de Chapingo
(CRUPY-UACH), institución que ocupa hoy el edificio de la casa principal, la hacienda
henequenera tuvo sus orígenes hacía finales del siglo XIX, y para ese entonces contaba con una
extensión de aproximadamente 1,500 hectáreas; sin embargo, el entrevistado manifestó no tener
conocimiento de los límites originales hasta donde esta superficie llegaba. Actualmente este
territorio abarca una superficie de poco más de 291 hectáreas. (Entrevista RN, febrero 2014)
La información proporcionada por parte del entrevistado, es que la hacienda henequenera
perteneció a Don Fernando Molina Fons y a su esposa Obdulia, quienes, en 1937, a causa de la
Reforma Agraria Cardenista fueron sometidos a una expropiación de las tierras pertenecientes a su
propiedad hacendaria. De acuerdo con la información proporcionada por el Dr. Nava, en el año de
1955, las propiedades que no se expropiaron a la familia Molina (la finca y la planta desfibradora)
fueron adquiridas por el Banco Nacional de Desarrollo Rural (BANRURAL), donde se continuó
laborando la planta industrial como centro de procesado de la fibra del henequén, bajo el dominio
de las relaciones de producción por parte del Estado, bajo la figura institucional del ejido colectivo
hasta finales de 1970. Ya en el año de 1992 el BANRURAL donó el predio perteneciente a la ex
hacienda de Temozón Norte a la UACH.
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La urbanización de Temozón Norte y los impactos en sus EP
Como hemos mencionado, la subcomisaría de Temozón Norte se encuentra en una zona de gran
crecimiento urbano que se vislumbra principalmente en tres aspectos: 1) mediante la creación o
mejoras de la infraestructura vial, 2) en la reproducción de equipamiento en la modalidad del tipo
privado (escuelas en todos los niveles educativos, hospitales, plazas y centros comerciales, clubes
hípicos), y 3) el desarrollo de fastuosos enclaves residenciales, en su mayoría bajo la modalidad de
urbanizaciones cerradas. En su conjunto estos tres aspectos han conllevado a una transformación
del territorio y, por ende, del uso y percepción de los EP como se muestra a continuación.
De acuerdo a los datos obtenidos en 75 entrevistas realizadas a pobladores de la localidad
(previamente detectados en salidas de reconocimiento del lugar de estudio), poco más del 93% de
estos informantes reconoció que existe una urbanización de su territorio y que para ellos es visible
por medio del desarrollo de la infraestructura vial (carreteras), que ha vuelto más compleja la
movilidad de los habitantes de esta sub comisaría. De igual forma un 86.96% de éstos, aseguró
que, si bien existen cambios y mejoras en las vialidades, únicamente se están llevando a cabo
fuera del centro de su población, mismas que benefician a los habitantes de las nuevas
urbanizaciones. Así por ejemplo una de las personas entrevistadas, la Sra. Leonarda Chul Chalé –
originaria de la localidad, con 61 años de habitar en ella–, indicó:
[…] Las calles del pueblo, aunque están más o menos bien, siguen estando igual que hace años, sólo se les da cierto
mantenimiento, no como las calles de los alrededores que están haciendo, que hasta postes nuevos de luz modernos les
pusieron. […] (Entrevista LCC, abril de 2014)
En el mismo tenor la Sra. Nidia Alonzo Puc –originaria de la localidad, con 48 años de edad señaló:
[…] Fue por ahí del 2005 cuando se dio los primeros cambios en el pueblo. Para esas fechas llegaron grandes maquinarias
para limpiar los terrenos cercanos al pueblo, en donde luego construyeron las residencias; y fue entonces que se
reconstruyeron las calles que vienen desde el periférico y desde la entrada de la carretera a Progreso hasta llegar poco
antes donde comienza el pueblo. […] En los últimos tres años se han reparado la carretera que lleva a Chablekal, y se
colocaron postes de luz nuevos en todos los caminos que vienen hacía el pueblo … Las calles dentro del pueblo siguen
estando igual, porque le dan más mantenimiento a las que están en los alrededores, sobre todo las que comunican con las
privadas. […] (Entrevista NAP, abril de 2014)
Otro de los entrevistados, originario de la localidad, de 57 años de edad reconoció que las
vialidades son EP; y que en los últimos años han presentado cambios, pero al igual que la
entrevistada anterior indicó que las mejoras de estos EP sólo se están dando al exterior de la
localidad. (Entrevista a OP, abril 2014) Además, en palabras de otro de los entrevistados (quién
radica en la subcomisaría desde hace 14 años y labora como jardinero en varias residencias
cercanas a Temozón Norte):
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[…] El mejoramiento del periférico y de la carretera que va a Progreso y de las vialidades que vienen al pueblo, han
permitido que la ciudad se acerque al pueblo, ya que antes Mérida se encontraba más lejos de lo que está ahora. […]
(Entrevista CM, junio 2014)
Misma idea que comparte la señora Fátima Cauich Chan –originaria de la localidad, con 38 años
de edad– quien mencionó:
[…] Con la reparación del periférico y de las nuevas calles hacía el pueblo, ahora a cada rato se ve que hay movimiento de
vehículos que pasan por el pueblo, cosa que antes no era así. […] (Entrevista FCC, abril 2014)
Con lo que respecta al emplazamiento de enclaves residenciales, así como equipamiento privado
de las 291 hectáreas que conforman la sub comisaría de estudio, el 55.50% de éstas, es decir,
161.52 hectáreas, son terrenos en donde en los últimos cinco años se han asentado clubes
hípicos, centros comerciales, así como vivienda de tipo residencial muchas de ellas en la
modalidad de cerradas o privadas (Ayuntamiento de Mérida, Departamento de Catastro, 2013-
2014).
En relación a lo antes expuesto, el 100% de los entrevistados reconoció que dichos espacios y
construcciones han transformado al pueblo, como comúnmente le llaman los habitantes a la
subcomisaría de estudio; indicando que no sólo lo han hecho de una manera tangible sino además
desde un punto de vista intangible; ya que el 70.06% de los entrevistados señaló que el territorio
donde ahora se ubican muchas de las privadas guardaba para éstos un valor no solamente
económico sino también trascendental, debido a que a estos terrenos acudían a recolectar leña,
sembrar sus milpas o a cazar animales silvestres que sirvieran para su alimentación; es decir, las
tierras del ejido colectivo guardaban un valor según su uso.
Así, una de las entrevistadas, Patricia Sansores Chuil –originaria de la localidad, de 22 años de
edad y estudiante universitaria– mencionó:
Las privadas de vivienda que se ubican al exterior del pueblo cambiaron el paisaje, porque dónde antes había monte ahora
hay construcciones de vivienda y servicios múltiples, donde estas construcciones representan una continuidad de la ciudad,
la cual poco a poco se va a cercando cada vez más al pueblo. […] Dichos complejos residenciales transformaron también el
valor que se tiene sobre el monte, ya que, si bien muchos de las privadas se encuentran fuera del pueblo, éste era un lugar
donde algunas personas del pueblo iban a buscar la leña, a cazar, o tenían sembradíos. […] (Entrevista PSC, mayo de
2014).
Refiriéndose con lo anterior al cambio en el valor sobre el significado y percepción que se tenía de
estos territorios circundantes a la subcomisaría de estudio, los cuales ante el emplazamiento de
grandes complejos residenciales han cambiado el valor simbólico que en antaño tenían los
pobladores de Temozón Norte a cerca del monte.
Es en este tenor que poco más del 60.00% de los entrevistados expresó que el territorio donde
ahora se ubican muchos de los nuevos complejos residenciales guardaba para éstos un valor; el
16
cual, si bien no era económico –porque más de un informante aclaró que estos terrenos no
pertenecieron oficialmente a Temozón Norte, y por lo tanto nunca fue de ellos–, sí tenía un valor
como aquel territorio que consideraban suyo, ya que a éstos se iba a recolectar la leña o a cazar
animales silvestres; es decir, estas zonas guardaban un valor según su uso. Este grupo de
personas para las cuales el territorio circundante a la subcomisaría de Temozón Norte guardaba un
valor simbólico, se hallaba conformado por personas del grupo de los adultos (población de 30
años, pero menor de 65 años de edad) y del grupo etario de los adultos mayores (población de 65
o más años).
Con lo que respecta al grupo de jóvenes entrevistados (aquellos pobladores originarios de la
localidad de entre los 14 y 29 años de edad), para estos el territorio circundante a la subcomisaría
de estudio no representa valor alguno, ya que lo consideran como un territorio que pertenece a la
ciudad de Mérida y no a Temozón Norte. Sin embrago, ante pregunta expresa, que si consideran
que el proceso de urbanización de su localidad conlleva a cambios en el uso de los distintos
espacios –públicos y privados– la mitad de éstos reconoció que sí conlleva cambios en su
localidad y por ende en aquellos ámbitos que conforman su territorio.
Otro indicador que revela los efectos de la periurbanización de la subcomisaría de estudio y que de
igual forma influye en el cambio en la percepción y uso del territorio y por ende del EP, es el
incremento del transporte público. Del total de personas entrevistadas que reconocieron que se
está dando un proceso de transformación en ésta subcomisaría, el 90.00% concordó en señalar
que a raíz del acercamiento de la ciudad hacía su localidad, ahora tienen una mayor facilidad para
transportarse hacía la diferentes puntos de Mérida o hacía las comisarías y subcomisarías
cercanas; es decir, que existe una comunicación fluida en la zona, la cual se traduce en una
reducción de tiempo y costo para los pobladores, tal y como lo afirmó el Sr. Felipe Chí –quién
radica en la subcomisaría desde hace 25 años– al mencionar:
Lo que hace años parecía lejos hoy está cerca, ya que antes ir a Mérida resultaba tardado y se gastaba de más si luego no
conseguías como regresar al pueblo. […] (Entrevista FC, mayo de 2014).
Al respecto de los beneficios en el aumento del sistema público de transporte, otro de los
entrevistados, el Sr. Santiago Cauich –originario de Temozón Norte, con 55 años de edad–
comentó:
[…] Gracias que hay un mayor número de combis, los muchachos pueden salir a estudiar cosa que antes no sucedía, ahora
hay más camiones y pasan en la puerta del CBTis de la 60, y ahí se bajan los muchachos a estudiar; cómo hubiera querido
yo esa oportunidad, ya que el que ahora no estudia es porque no quiere y es flojo, ya que el camión los lleva directo a la
escuela. […] Este aumento en que a cada rato haiga camión, sirvió además para que se pueda salir a trabajar y no
preocuparnos tanto por la hora de regreso, ya que hasta hace algunos años se tenía que caminar desde el entronque con la
carretera a Progreso cuando se regresaba a trabajar ya muy tarde, lo que desmotivaba sobre todo a las mujeres a no
trabajar porque sus familias les decían que no porque era peligroso. […] (Entrevista SC, febrero de 2014)
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Aunado al incremento en el sistema de transporte público, como uno de los efectos de la
periurbanización de la localidad de estudio, se halla también la inserción al campo laboral en el
sector terciario por parte de los pobladores originarios de ésta zona; el cual es otro indicador que
muestra los resultados del PU del territorio de dicha subcomisaría y que transforma la percepción y
el uso de los distintos espacios (públicos y privados) que la conforman.
El 100% de los entrevistados afirmó que tanto el parque infantil, como el campo y su cancha son
espacios públicos; sin embargo, poco más del 76% considera que a pesar de ser públicos ya no
les pertenece; primero porque dichos lugares son utilizados como sitios de entrenamiento para
deportes como fútbol o softbol, por niños y jóvenes provenientes de centros educativos privados y
ajenos a Temozón Norte; estas actividades se desarrollan de tres a cuatro veces por semana
principalmente en las tardes y noches. Y segundo, porque los nuevos avecindados que habitan en
las urbanizaciones cerradas ubicadas alrededor del centro de la población originaria, llevan ahí a
sus mascotas o a desfogar a sus caballos, los cuales realizan sus necesidades fisiológicas sin
preocuparse, en muchas de las ocasiones, por levantar estos desechos. Esta situación motiva que
los habitantes originarios se sientan desplazados de sus espacios públicos; tal y cómo lo indicó
Florentina Chan –originaria de la localidad con 66 años de edad–:
Ahora solo van ahí a jugar jóvenes que ni sabemos de dónde vienen, aunque le dan uso al campo y le dan algo de
mantenimiento sólo ellos lo usan y ya se quedaron ahí. Además, viene gente de las privadas a traer a sus perros para que
caminen alrededor del campo, pero hacen así sus necesidades y dejan sucio, razón por la que considero que ya nos están
desplazando. […] (Entrevista FC, marzo de 2014)
Por lo que respecta al espacio público tradicional, es decir la calle, el 86.30% de los entrevistados
piensa que este espacio está dejando de ser público, debido que está cediendo su característica
principal como elemento socializador, de movilidad y encuentro de la sociedad al ser invadidas por
la circulación de un gran parque vehicular de los nuevos moradores que se han avecindado en los
desarrollos habitaciones circundantes. Una de las entrevistados manifestó que:
[…] Antes en las calles se veía gente que salía a platicar a las puertas de sus casas o que conversaban en las banquetas,
era algo muy común; ahora sólo sirve [las vialidades] para el paso de coches, de los que llegan a vivir en las privadas,
ahora a cada rato hay autos pasando muy rápido a cualquier hora del día, incluso hasta de noche y en la madrugada es
común ver que pasen vehículos por el pueblo y lo peor es que no sabemos quiénes los manejan. […] (Entrevista de
Guillermina, abril de 2014)
Por lo que respecta a la vegetación existente en la zona, sobre todo aquella que se encuentra en
los alrededores del campo, 74.07% de los entrevistados manifestó que estos ámbitos naturales son
considerados como EP. Al respecto un entrevistado, quien habita en la localidad desde hace 55
años, indicó:
[…]Éstos árboles forman parte del parque y del campo y por los tanto son espacios públicos, además siempre han estado
ahí, ahí jugaba con muchos de los que aún viven aquí y tienen más o menos mi edad. […] (Entrevista de JC, abril de 2014).
18
Cabe mencionar que el 25.00% de los entrevistados que afirmó no considerar a la vegetación
como EP, estuvo conformado mayoritariamente por entrevistados del grupo etario perteneciente a
los jóvenes.
Otro espacio importante que aún guarda sentido de identidad entre los habitantes de Temozón
Norte es la iglesia del pueblo, de la cual un 92.00% de las personas entrevistadas la reconoce
como un sitio público, y 8.00% restante que negó que lo era, por según explicaron que a pesar de
que cumple la función de espacio de reunión para los feligreses católicos, es un edificio que no es
público debido a que tiene dueños legales. Sin embargo, tal y como sucede con los espacios
públicos anteriormente descritos, el sentir de la población es que dicha iglesia gradualmente ha
perdido su característica como sitio público, debido a las múltiples y significativas modificaciones
que ha tenido el edificio en los últimos 6 años. Cambios que se han dado por que los nuevos
avecindados han transformado completamente la tipología arquitectónica del lugar, en efecto, los
nuevos avecindados han transformado la arquitectura de la iglesia católica pasando de un espacio
religioso con características modestas a ser una construcción de tipología vanguardista y suntuosa,
completamente climatizada, con pisos de mármol y vitrales con cristales ornamentados lo cual
denota la onerosidad del espacio, y sobre todo la apropiación que han hecho de él los nuevos
vecinos con poder económico. No está de más señalar que la iglesia contrasta notoriamente no
sólo con las construcciones de las viviendas de los alrededores, sino con el tipo de vida de los
pobladores originarios, así como contrasta la vestimenta opulenta de los nuevos feligreses con la
de los habitantes de Temozón. Al respecto de estas desigualdades uno de los entrevistados
comentó:
[…] Por ahí del año 2008 el padre de la iglesia junto con un grupo de personas del pueblo se organizaron para hacer
trabajos de mejora en la iglesia, ya que el techo era de láminas; y a base de donativos y colectas lograron realizar una
pequeña remodelación. […] A finales del 2011 la gente de dinero que llegó a vivir a Temozón, tiró por completo la iglesia
[recién remodelada] y comenzaron a construir una nueva, completamente distinta a la que estaba antes; lo que hizo que
algunos [de los pobladores originales] dejaran de asistir a la iglesia y a la misa por que ya no la consideran como suya;
debido a que ahora ya no se puede prender veladoras porque se manchan los pisos porque son de mármol, además que ya
no está abierta a toda hora la iglesia como antes. […] (Entrevista de JP, junio de 2014)
Conclusiones
Mediante las entrevistas realizadas corroboramos que existe un cambio en la forma de concebir y
por ende de usar los espacios públicos de Temozón Norte. Dichos cambios en la concepción, han
modificado la cotidianidad de la vida de los habitantes originales y de la relación que mantenían en
sus espacios públicos. Paulatinamente los pobladores de este pequeño poblado del municipio de
Mérida, han comenzado a adaptarse a las formas de vida del tipo urbano.
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Los cambios en las actividades económicas las cuales están vinculadas al mercado de trabajo
laboral urbano como asalariados, han ocasionado influencias negativas principalmente en los
jóvenes, en la forma de usar y percibir los espacios públicos del interior de su subcomisaría.
En la actualidad la mayoría de los habitantes, en especial las nuevas generaciones y los padres
adultos jóvenes no utilizan los espacios públicos de su localidad; en parte porque consideran que
no cuentan con las características propias de un parque urbano que sea verdaderamente lugar de
esparcimiento para los niños y de encuentro social entre los habitantes.
A esta nueva percepción del espacio público, que comienza a arraigarse entre los pobladores
contribuye en buena medida la adopción de los dispositivos tecnológicos de entretenimiento e
información, como la televisión y la telefonía celular que han ocasionado que permanezcan dentro
de sus domicilios apegados a algún programa televisivo o navegando en el ciberespacio,
contactándose con nuevas amistades virtuales, antes de salir para establecer comunicación con
sus vecinos como sucedía hasta hace algunos años.
Por otra parte el desarrollo urbano en esta región, los asentamientos urbanos cerrados y la
ampliación de las principales vías de comunicación han generado una inseguridad hacía el espacio
público, debido que los habitantes originales sienten temor al realizar determinadas actividades
cotidianas, tales como lo es el salir a tomar el fresco por las noches, por el intenso tránsito
vehicular que observan en las calles, por donde antes caminaban sin el temor de sufrir algún
accidente; además ahora en sus calles circulan personas totalmente desconocidas para ellos con
los que en ningún momento mantienen relaciones de amistad.
Todas las nuevas condiciones de la expansión urbana sobre el territorio han generado como
resultado que la población en general y los jóvenes en particular, poco a poco vayan perdiendo el
sentido de identidad hacía el territorio en donde habitan y por en ende hacía sus espacios públicos;
ya que, aunque éstos aún se consideran nativos de la localidad, todos ellos consideran que la
ciudad ya los ha alcanzado y, por lo tanto, deben de cambiar sus modos de vida. Sin embargo, es
posible rastrear en ellos modos de vida tradicionales que se han replegado a los avances urbanos
en la medida en que no han sido integrados de manera equitativa a este desarrollo, así por ejemplo
las calles de la población se convierten en un embudo a las horas pico cuando los nuevos
habitantes deben de salir con sus vehículos y pasar por estos caminos angostos hasta acceder a
las avenidas principales que han sido creadas para su movilización hacía sus universidades
privadas, empresas donde laboran o clubes deportivos a los cuales asisten los nuevos
avecindados en estos territorios rurales.
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