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DE VERDADES Y FABULACIONES
WILFRIDO RODRIGUEZ OROZCO 2
A la más real de mis fabulaciones,
puro elogio de mis realidades, sublimidad de mis talentos.
Andrea Carolina
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Ahora debo decidir para qué utilizar mi imaginación; si para paliar los sufrimientos de mi ignorancia o para acallar las
miserias de mis verdades.
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EXORDIO La emancipación, como producto de una pasión amorosa es una locura socialmente aceptada. Incluso, me atrevo a afirmar que es una locura socialmente necesaria, un esfuerzo superlativo de nuestra razón para ser francos con nosotros mismos, para así demostrarlo sin los prejuicios y limitaciones impuestas a nuestra imaginación por la epanástrofe de desmedro social ante la cual sucumbimos día tras día. Y la franqueza, que por su parte es una virtud que en nuestra hipócrita sociedad sólo es “perdonada” a niños y locos, se convierte en un acólito imprescindible en el escrutinio de nuestras vidas. Entre los delirios del hombre, la pasión amorosa es, tal vez, la única que nos permite tener un contacto con la locura y seguir siendo cuerdos en lo demás. Así lo plasma la sicóloga y periodista española Rosa Montero en una de sus obras más recientes, con una grandilocuencia y un estilo particular que se debate entre la sublimidad de un relato autobiográfico y la rigurosidad de un ensayo invadido por un juego narrativo poco convencional. De Verdades y Fabulaciones es una locura que me mantiene atado a la realidad, un navío que se opone a sucumbir ante la vacuidad de la alucinante vena
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imaginativa, y estoy convencido de que los mantendrá a ustedes muy cerca del delirio, ese código simbólico común a nosotros. Sin embargo, es esa realidad la que en crudos momentos me conduce por el vertiginoso camino de lo inconcebible en la imaginación y se encarga de preparar la senda oscura, el sino trágico de mi existencia. Dejarme guiar por el inexorable peregrinar de los vientos de la creatividad, me ha permitido incursionar tímidamente en la temática social, poéticamente hablando. Pero, a pesar de esos fugaces destellos literarios, en el trayecto de la pluma inducida por el lóbrego panorama socio político de mi región he podido vislumbrar la gran caja de Pandora de mis tribulaciones. Dostoievski, uno de los más grandes novelistas de la historia, denota en una frase de su obra Diario de un Escritor el privilegio que le otorga la realidad a un literato que, a cambio de otros, no se esfuerza por acudir a la fantasía; dice textualmente: “¿Puede haber incluso algo más inverosímil que la realidad?”, conjetura ésta por la cual he preferido seguir navegando en las acaudaladas aguas del amor, la vida, la mujer, la madre, los hijos, la naturaleza y nosotros mismos. En “De Verdades” se allanan esos ámbitos de la geografía poética, que sin lugar a dudas, son sustanciales e imperecederos. Sin embargo, en el discurrir por este libro se encontrarán con algunos
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poemas de corte social, porque ellos, indefectiblemente hacen parte de este contexto y con otros que develan algunos detalles de mi estancia académica-cultural en Europa. No me extrañaría que algunos catalogaran esta parte de la obra como un acto rebelde contra la imaginación. Esta última, aún no me inflige el efecto zozobrante que nace del esfuerzo por describir lugares que aún no conozco y personas, que como no existen, acusan la necesidad de presentar una psicología impecable. De Verdades quiere expresar de manera sutil un distanciamiento de los convencionalismos y los imperativos morales que constituyen en la literatura una actitud conformista y desleal con la realidad, empezando por su aproximación a mí mismo, por no renunciar al poder de decir “yo”, por no asumir la actitud cobarde, frente a la censura, de someterme a una tercera persona. Es mayor la fruición paradójica de la angustia por capturar el pensamiento antes de que se escape, y escribirlo antes que se deforme, aún con la misma escritura, que emprender una carrera constructivista que termine por reflejar un pensamiento vacío, muy bien adornado pero con el miedo resonando su voz orgullosa en mis poemas sin lograr expresar algo sincero, algo personal. En “Fabulaciones” presento cuatro cuentos cortos gestados en el seno provinciano de un bello poblado
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incrustado en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta, a la cual nos conducen varios caminos desde la hermosa tierra de Valledupar. Estoy convencido de que mi franqueza, aquí develada, será “perdonada”, no sólo porque fue concebida en el delirio de pasiones amorosas como aquellas con las que coexistimos, sino porque el mundo en nuestra más pura fabulación sólo tiene sentido cuando encontramos algo que nos acerque a esa gloria que vislumbramos sólo cuando nos lanzamos vehementemente a la búsqueda utópica de hazañas, de reinos, de luchas o de dulcineas como en una quijotesca historia. Para encender el verdadero motor de nuestras emociones, nuestras verdades, nuestras esperanzas y nuestras fabulaciones, a veces, tenemos que atisbar la locura desde un escenario que no niegue nuestra necesidad de mantenernos atados a este mundo. Cuando esta odisea termina, simplemente morimos. Dejamos de ser locos.
El Autor
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DUEÑO DE LO MAS BELLO
Quiero sentirme dueño de lo más bello
sentir la perenne alegría de hacerte feliz
negarle a la razón y a sus destellos
un segundo de mi vida sin pensar en ti.
No se si te amo
te espero
o te sueño
pero en cada aurora
encuentro una nueva pasión
una novicia ilusión rutilante en tus ojos
una fuerza ineludible que me somete de hinojos
un indecible placer colmado en tu risa
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un bálsamo eterno que me hechiza
y me induce a buscar felicidad
en un peregrinar incesante
vagando
entre las ensenadas de tu cuerpo
en el delirio vehemente de tus besos
besos ansiosos de conocer mi mundo
mi modesto mundo y sus circunstancias
que en su fecunda trashumancia
dejan estela de sapiencia y virtud
ornando hoy mi única circunstancia
que indudablemente eres y serás tú.
Quiero sentirme dueño de lo más bello
respirar plácido tu nombre
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decirte que has cautivado a un hombre
que se sabe tuyo de los pies a los cabellos.
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SÓLO TÓCAME
Sólo tócame
tócame preciada Lisa.
Como viento sibilante
empecinado en acariciar
undísonas aguas del mar
y tu rostro deslumbrante.
Como alisios amainados
por tus labios de ternura
que musitan con dulzura
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Sólo tócame
tócame preciada Lisa.
Tócame sin temor que soy brisa
tócame para sentir tus sorpresas
lo que sueñas
amas o admiras
el danzar de tu pelo
cuando caminas
y la fruición de tu nobleza.
Sólo tócame
tócame preciada Lisa.
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OJOS DE TI
No conozco mirarte con ojos de ti
pero así quiero hacerlo
decir con una mirada
lo que me antojan tus ojos de ti
no como lo diría un poeta
sino con ojos de ti
frío
sobrio
con pasmoso sigilo
con ufana grandeza
sin pretextos
sin censura
sólo con ojos de ti.
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Pero en estas noches
que aquí son más frías
más sobrias
más adictas a tí
con pasmoso sigilo
busca un pretexto
y mírame a los ojos
mírame con ojos de mí.
Dime con una mirada
lo que te antoja de mí
no como lo diría un poeta
sino con ojos de mí
cálido
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desmedido
con vulgar franqueza
así y nada más
hazlo con ojos de mí.
Dímelo ausente de censura
sólo sospechan dos estrellas
y la luna
pues toma esos frutos de olivo
y confiesa
voz negada
toda pulcra de ojos de ti
por qué me miras tan callada
mírame con ojos de mí.
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.
A TU OÍDO
Absorto por el resplandor
de tu sonrisa y tus vivos ojos
un halo de crueldad
conmina mis antojos
somete mi corazón
y desafía mi verdad.
No divago al admitir
que de alma soy laxo
mas no concibo una caricia
ni saciarme en tu regazo
sin la certera ilusión
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de discernir con la altivez de la razón
ese tamiz primero
acolitado por una canción
susurrando a tu oído un te quiero.
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CALLA Y SIENTE
Embalsama mi fortuna
calla o miente ante la luna
cautos deseos que en ti percibo.
Calla y siente desbocada
franquear tu boca
tus ensenadas
calla o miente por ese beso furtivo.
Embalsama tus pasiones
tus falaces obsesiones
mis sorpresas e ilusiones
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No te niegues ni me ignores
los prejuicios no son dones
siente vida no traiciones.
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PRESAGIO ONÍRICO
Mi plenitud se escapa
y el paroxismo idílico
se desvanece en silencio
y tu rostro lo enmarca
atónito
en suspenso
evocando un presagio onírico.
Mientras te marchas
con el mundo encogido
un aroma enrarecido
colma el aire que respiro
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Mi plenitud se aleja
y con ella los fluidos
que tu piel y mi piel
temerarias han vertido
en el frágil crisol de lo prohibido.
Sola te vas
mi plenitud se escapa
sólo comprendo
que mi plenitud se aleja.
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POEMA INCONCLUSO
Es tarde ya para encontrar
hurgando entre delirios de pasión
aquella trascendente razón
para sentir y no callar.
Para dejar de musitar
a esta alma entelerida
¿Qué ha pasado con mi vida?
¿Por qué te he vuelto a fallar?.
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Creí conocer incluso
los suplicios racionales
que un día me hicieron cambiar
mas ahora he de lucubrar
los misterios abisales
de este poema inconcluso.
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COMO UN SONETO DEL OLVIDO
Te niego siempre que vivo
y vivo cuando siento renunciar
a ser testigo del frívolo recuerdo
de tu sigiloso andar.
No me recuerdes que no miento
desprecio tu noche
tu luna
tus sentidos
y suplico a tus razones sin complemento
no me recuerden porque te olvido.
Te recuerdo y muero despierto
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muero impaciente
nunca tranquilo
mueren mis sueños
muere mi suerte.
Prefiero ignorarte antes que verte
saber que de lo triste todo es incierto
prefiero ignorarte y ser redimido.
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QUISIERA DECIRTE
Quisiera decirte tantas cosas…
tantas por las que te quiero
de aquellas por las que no muero
tantas de muchas cosas de las que hoy
prefiero.
Prefiero por ejemplo
alejarme de ti
prefiero dimitir a enajenar mi sentir
sumido en un letargo existencial
proclive a la consumación
de un incólume corazón que no se sabe
temerario
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y decide
por el contrario
hacer de la costumbre lo sustancial
concibiendo óbices para impedir
navegar sobre el cauce del frenesí.
Quisiera saber de tantas cosas…
tantas de las que habrás pensado
de aquellas que habrás callado
tantas de muchas cosas que te has negado.
Has callado por ejemplo
la amalgama sentimental que te invadía
cuando no explicabas la ironía
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de aquel impetuoso fervor
y brotaban de tus manos
gotas gélidas de sudor
cuando a tu lado me acercaba.
Una crisis de ansiedad te amenazaba
y muchas veces tus párpados rehusaron
el tránsito de lagrimas sobre tus mejillas
y no será la brisa tenue
adulando tus maravillas
la que pueda reprimir
lo que tu alma ha deseado
y asaz difícil será
cuando tus labios lo han negado.
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Quisiera decirte tantas cosas…
tantas de esas por las que no te extraño
al menos una de aquellas
por las que no te llamo
y muchas otras de tantas
por las que hoy olvido.
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LA CONSUMACIÓN DE LO FINITO
Bienvenida a Andrea
Que no se conviertan estas letras
en la inverosímil fe de erratas de mi vida
macerada paulatinamente
en un pródigo crisol
abigarrado de dulces viandas
y amargos aderezos.
Que no se convierta la creación de estos versos
en la consumación de un efugio solaz
del irredimible y ferviente deseo
de un ser apasionado
deslumbrado por la belleza frívola
por la beldad insustancial de lo finito.
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Que del efluvio sereno de mi espíritu
germine un epígono infinito
exordio apacible de un nuevo alba
con la pretensión insaciable de imbuir en mi alma
un fúlgido halo de gloria y perenne redención.
Que mi voluntad disipe los afanes irreverentes
y la introspección creadora de mis emociones
pueda erigir sensatez y prudencia
como virtudes en mi intelecto.
¡Ha nacido el infinito
Que el amor se pose indemne en el seno de mi
hogar!
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INELUCTABLE
Tanto cuanto más te quiero
pienso en no quererte tanto
sin luchar porque no aguanto
luchando
si por ti muero.
Tanto más cuando imagino
brotar de tu frugífera ánima
pábulo inagotable para mi alma
frugal alimento matutino.
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Todo por cuanto he sufrido
ha clamado en vano por existir
tanto con más ahínco pudiere exigir
aquel sagrado lucro de nuestro olvido.
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TÚ ME DICES Y RECLAMAS
Tú me dices y reclamas
no con ira
sí con ganas
que he partido tu vida en dos.
Que un cisma imprevisible
-para ser más comprensible-
una decepción precoz
ha empañado tu cariño
ya no como el de un niño
dulce y desprevenido
ahora incrédulo
no tan dulce
y un tanto más atrevido.
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Tu me miras y te callas
mientras vibran mis entrañas
y se esfuerzan por saber de ti
y las tuyas entre líos
y tu sangre como un río
que inunda tus sorpresas.
Pero bajas la cabeza
y me dices y reclamas
que me sueñas y me llamas
y despiertas
y me amas
ausente de tu cama.
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Y me dices y reclamas
no con llanto
ni con tramas
que sólo tres cosas
quedan mías que son de ti.
Con menos glorias que penas
una historia
los poemas
y el beso que un día te di.
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PRIMERA CONFESIÓN
A mi madre
Quise hacerlo
antes de que fuese tarde
luego
no bastaría.
Elogiar tus loables proezas
no bastaría.
Pude hacer mis mejores esfuerzos literarios
y crear una cascada de versos
prosaicos
adulando los incontables momentos
colmados de orgullo de ser de ti
de nacer de ti
de vivir de ti.
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Hace mucho tiempo quise hacerlo
pero no bastaría.
Podría quedarme siendo niño
(hoy solo lo hago para escribir)
pero no bastaría.
Se que para ti es suficiente
escudriñar mis versos
para saber de mi
para conocer
que complacido estoy de ser
porque soy de ti
y complacido seguiré siendo en ti
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lo que has querido hacer de mi
complacido con la bendición divina
de nacer de ti
de morir en ti.
Pero aún
no bastaría.
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SEGUNDA CONFESIÓN
¿Cómo evitar
que una angustiosa lágrima tuya
desmorone mi ser
sin piedad del clamor de mis fibras
y su eco profundo en mi pecho?.
Aún no comprendo
¿cómo he salido ileso
de tan insondable dolor?
He de conferir ese prodigio
a las ansias soterradas
en los tímidos abrazos
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hondos y cálidos
que cercenan las palabras
que no pretendes
porque conoces los avatares
de mi mudo lamento.
Haría que las voces susurrantes
que abordan en cada instante mi conciencia
y me convierten en ocasiones
tan confuso
tan impreciso
eleven al unísono
una plegaria en tu nombre.
Y sin embargo….no bastaría.
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SUTIL AMARGURA
A mi abuelo Blas
Es tan sutil la amargura
que invade paulatina
certera y sin premura.
Y el sopor de la inclemente
semeja al viejo de mustia mirada
que en el horizonte estrechada
hurga entre sus recuerdos
y colma su interior de lamento
agobiado por la cortedad
de aquel divino invento
sobre el que no tiene potestad.
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FELICIDAD PERDIDA
Que gratísima ventura
lactar de la ilusión prístina
diáfana
con franca devoción.
Con deseo incesante
como se quiere a la madre
o al hito que nunca muere.
Y hacerlo en cada instante
hasta extasiarte con la vida
y tener la felicidad perdida
o regocijarse en el intento
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de allanar su morada
día tras día con mayor acento.
Y jamás alcanzarla
porque si al fin has de hallarla
entonces
¿para qué más vida?
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GEMELOS
¿Habrá razón para rogar
que hagamos acto de fe
y pensemos en el otro?
Si es verdad que nos amamos
¿Será difícil lograr
que frente a frente discutamos
cada uno con sus votos
que seamos dos y no tres?
Que al mirar tras bambalinas
una fuente subliminal
refleje en aguas cristalinas
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la oscura sombra
que en el otro proyectamos.
Ese gemelo a quien negamos
ese tenebroso hermano
que encubrimos al final.
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¿TRABAJO ES DIGNIDAD?
Confusamente sereno
escudriño en su mirada
a veces tierna
triste y angustiada
a veces dulce
frágil y dispersa
a veces pura
y nada contagiada.
Es apenas una niña
y tiene sus manos curtidas
ásperas
sin dolor
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como atavío de su condición
que enajena su credulidad
mengua su sonrisa
abate sus destellos de fantasía
y la convierte en un feligrés más
del dinero y la codicia.
... pues tiene que trabajar.
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RESPETO
Sigiloso
asaz prudente
se desliza entre la gente
muchas veces temeroso.
Hay quienes lo saben costoso
pero su carácter indulgente
siempre se hace presente
cuando servimos con gozo
y sinceros recordamos
las virtudes
con mayor facilidad y alborozo
que las desacertadas actitudes.
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Copiosamente confundido
por irreverentes
necios y otros
ignorándolo
cual soneto del olvido
y aún nos jactamos
de ser respetuosos.
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INCONDICIONAL AMIGO
El miedo no ha sido para mí un desconocido
imagino tus temores iguales a los míos
o más angustiosos
exacerbantes
o con más líos.
Olvidar nuestros apegos
nos resulta oneroso
más aún con el ánimo desvaído
por la desazón y desasosiego
del fútil menester por llenar espacios
creados para el que ignora quien los habitó
o qué resabios infringió.
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Sencillamente
la osadía de hilvanar lo que pensamos
con el verso compungido o la impotencia del
cobarde
nos hace mentir
aunque interiormente somos tan hipócritas
que pululan alienantes
envenenando nuestra razón desconcertada.
El miedo no ha sido nuestro dilecto amigo
pero se cierne aquí junto
incondicional contigo y conmigo.
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CATARSIS MORAL *
No importa..... yo sé esperar,
que del yermo ardiente de mi vida
brote la mística flor enardecida,
y la confianza vuelva a fulgurar.
Que del piélago insondable de tristeza,
que con furia ahogó mis ilusiones
surja un hálito de nuevas emociones
y vislumbre el amor en su grandeza.
No importa..... yo sé esperar,
que la catarsis moral haga su efecto
y resurjan mis anhelos de lo yerto
y un claro horizonte me haga suspirar.
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Que los avatares acerbos de mi vida,
curtan mi fe, mi valor y mi confianza,
que un destello de amor sea mi esperanza
y que la luz del infinito me bendiga.
No importa..... yo sé esperar,
que una mañana retoñe aquí en mi huerto
la mirífica catleya del afecto,
y que un céfiro me haga despertar.
Despertar del vacuo sueño de mi vida,
con la frente ungida por un beso
que me haga estremecer hasta los huesos
y retumbe en la aurora adormecida.
No importa..... yo sé esperar,
los ojos que con el fulgor de su mirada,
restañen la herida provocada
por la inclemencia maleva del azar;
los labios melifluos y sedosos
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que al tocarlos los míos se enrojezcan
y vibrando de amor se desvanezcan
como pávidos ciervos temerosos.
No importa..... yo sé esperar.
* Coautoría: Luis Eduardo Rodríguez R. (Escritor)
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MÍA Y DE MUCHOS OTROS
Estoy muy cerca del hartazgo
como muchos otros.
Cansado de la entropía social
que amenaza con fiereza y fuerza desmedida
los sanos intereses
míos y de muchos otros.
Cansado de una agonizante sociedad maltrecha
cansado del contubernio irónico
entre ignorancia y poder
que incomprensiblemente me gobierna
a mí y a muchos otros.
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Estoy muy cerca del hartazgo
como muchos otros.
Cansado de los crudos embates
de nuestra nutrida y tan paradójica cultura.
Cansado de que la honradez
de un niño que encuentra y devuelve un dinero
se convierta en titular de enturbiados noticieros.
Cansado de aplaudir corruptos
congregados en grupúsculos
de vergonzosos y pedestres políticos.
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Estoy muy cerca del hartazgo
como muchos otros.
Me deprime la lesiva pasividad
mía y de muchos otros
que hoy son más.
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TESIS CONSULAR
Veo mi patria humillada
en una fila a la intemperie
¡Miradme a mi mismo humillado!
a mis hermanos denegados
sucumbir ante el desprecio
ante el rechazo ignominioso
de aquellos que hoy viven
de las riquezas que hurtaron
de los hechos que mintieron.
Humillados por asesinos
y esclavistas de vieja data
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que heredaron sus desgracias
sobre nuestro pueblo
que hoy cuestiona
y reflexiona sin prisa
sobre la pena de un padre
que dominado por su orgullo
exige a su hijo VISA.
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LA MISA EXPRESS
Paso del sacerdote del monasterio y su misa
express
la solemnidad le vale poco
la senilidad también
paso de la monotonía del claustro
hasta de su color
de la alcachofa y la sopa de estrellas
hasta de su sabor
de la convención de soledades en la sala del café
cada una con su dueño
algunas con gemelos
y la mía sin saber con quién.
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No creo estar sólo aquí
pero sí mi soledad
y me preocupa que aparezca su amigo
incondicional.
Para el miedo tengo el tiempo
de aquella misa express.
En La Rábida, a 22 de noviembre de 2005.
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UNA CORTA HISTORIA
Esta tarde estuve acompañado
del despertar de ningún sueño inesperado
de una copa con tinto de verano
y el sino trágico de tu corta historia .
El frío se albergaba entre mis manos
y los temibles sucesos nacidos en verano
una marea de elegías erigieron en mi memoria.
Las luces de neón anunciando un show de fado
daban la bienvenida al diario de una noche
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que las putas de enfrente aceptaron sin reproche
y yo que la añoraba muy desentonado.
En mi mesa
dos o tres palomas atrevidas
se deleitaron picando mi baguette
entre el plomizo de un callejón portugués
y un cúmulo de miradas distraídas.
En mi boca
la bebida a media copa
desbordaba gota a gota sutilezas
desluciendo tus bondades en la mirilla.
Frente a mí
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y bajo el eclipse polícromo de la sombrilla
parecía entonar la misma estrofa
el salmo taciturno de una turista francesa.
Y en mi ceño
bautizado en el manantial de la intriga y la sospecha
se entretejía el recuerdo de tus delitos inconfesos
que se alejan raudos por la senda de los excesos
aunque dejen su olor impregnado en mi chaqueta.
En Lisboa, a 26 de noviembre de 2005.
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CAFÉ CONCIERTO
El aroma de un dulce café no es igual en la oscuridad
allí nada se parece
sólo se percibe la aromática estela de mil conciertos de
curtidas voces
que a la luz de incontables episodios siempre se
escuchan igual
y con el cielo despejado el café dulce revela su
inanidad.
Uff….la sala del Café…
cuando evoco una y otra vez ese café
con cierto temor de sus historias
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con cierto fervor ya desgarrado
ese café puro que nunca he probado
con el sabor único de su aroma
pierdo el miedo a mi destierro
y a mis errancias desharrapado
y a la tierra del café de mil conciertos
y a su sabor desaliñado
un café concierto de oprobios arraigados
que a la luz de incontables episodios siempre sabrá
igual
un café dulce
un café con cierto olor a inanidad.
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LA ECONOMÍA DEL LIBRE DIÁLOGO
Aunque parezca extraño
un cosmos nada igual al mío
y el mío como hijastro suyo
una tarde a fin de año
entre charlas sin atavíos
han armado un gran barullo.
Con la estufa que cocino
calentó mi habitación
en el bar de muchos ebrios
¡a cenar!
¿buena invitación?
con la ostia que comulgo
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daros golpes de revés
y si pongo no tomamos
ella sólo atiende y lee.
Una noche le propuse
¿Te parece si charlamos
en algún bar inglés?
más conocido tal vez
esperando un ¡vale que vamos!
aún medio convencido
Y ella sí de pocas dudas
con ¡okay! bien referido
me llevó hasta el bar de Buda..
En Huelva, a 3 de noviembre de 2005.
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LA CRIBA
Amén de una fidedigna cuestión
hoy se depura mi fe
amén del paisaje absurdo de reticencia y timidez
de un amanecer lánguido humillado por la apatía
del cielo invernal de mi mundo conocido
refugiado en un banquillo anacoreta
y su ridícula cubierta
en el jardín que cela a un río ausente de sí
entregado a la voluntad de las fauces insaciables del
mar
aquí bajo la llovizna novembrina que hiela el viento
y las gotas que se escurren entre los resquicios
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de las tablillas azotadas por el agua y el estío
espero la muda confesión de La Rábida
la síntesis de otra eterna noche sin descanso
el recuerdo del vaivén de las sombras delicadas
sobre la luz proyectadas en la cruda pared
emulando tantas gentes
efigies con retazos de inocencia frustrada
cautivas de la modernidad
que bien pueden explicar mi razón para rehuir
y exiliarme en la vida libre e inconforme.
En mis breves rutinas de bohemio andaluz
excelsos interludios de angustias sospechadas
las noches no dejan su lobreguez
porque las acompañe con un par de copas de cerveza
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ron y tónica o cualquier otro cómplice del tedio
pero los bares ingleses y la luz tenue
la economía de libre diálogo y el mundo desconocido
el humo de mil cigarros y el bullicio de cien retratos
un laberinto de historias entre aceitunas y ceniceros
la deuda improrrogable de un beso
y el exquisito detalle de contar hasta el lunar veintitrés
valen mucho más de lo usual cuando huyes
despavorido
antes de escuchar la voz trémula de la frustración
o el retumbar en mis oídos
del lamento de una nueva agonía
antes de que mis versos vivos se hagan cada mañana
una parte de mi existencia más triste.
En La Rábida, a 18 de noviembre de 2005.
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RELATO MESURADO DE UNA FABULACIÓN
(Cuento corto) Anoche caminé hasta saciar mi libertad. En mi travesía por el mismo camino que había recorrido en innumerables ocasiones, sólo me escoltaba el brillo titilante de las luciérnagas en derredor. Había visto pocas hasta hoy, como pocas veces presencié comunión más íntima entre el silencio, un noctámbulo y sus fabulaciones. La brisa fría me asediaba insospechadamente, aunque lo disfrutaba con sobriedad. Con mis manos resguardadas en las axilas me movía errabundo, dejándome guiar por el rumbo que tomaba el vapor húmedo que exhalaba, ingeniándome algún malabar para evitar tropezarme en las escarpadas calles brumosas y oscuras del pueblo, y además, inmerso en un soliloquio tan puro como una revelación. Un capricho ancestral me detuvo en el camino para inhalar profundamente el olor embriagante del rocío sobre la hierba y la boñiga fresca. Fue el clímax de una mágica reflexión, vi de regreso mi esencia, se saturaron los fluidos en mis venas y desperté....
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Desperté en un jardín rodeado de anturios, heliconias y helechos, en el frescor de un patio reverdecido y con un montículo de estiércol sirviéndome como almohada. Amanecí muy cerca de un potrero atiborrado de vacas paridas en espera del consuetudinario ordeño, con una espigada yegua relamiéndome el rostro mientras me miraba tímidamente a los ojos. Volteé a un costado, evadiendo las fulgurantes caricias de sol y buscando una explicación lógica para haberme encontrado allí; sencillamente, a mi lado estaba ella, desprovista de intimidad, levantando sus cordilleras al cielo, con la brisa fría asediándola insospechadamente, sin recuerdos, sólo con una verdad. Una verdad que como el retumbar de los tambores revuelve mis antepasados, la verdad de una noche apasionada producto inequívoco de un capricho ancestral.
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LA PLAZA DE LOS GUAYABOS
(Cuento corto) Esa noche, como muchas otras noches, me posé impaciente en uno de los banquillos de madera que secundan la prominente ceiba de la Plaza de Los Guayabos. El reloj de la iglesia marcaba las once, buen momento para beber un trago relajante de vino de palma, de ese que venden en la calle del zanjón, en tinajas de barro que le imprimen el bouquet criollo más exquisito. La hora era propicia porque la plaza estaba en silencio y la brisa era tenue, acaso delicada, como si se deleitara acariciando las trinitarias rojas y amarillas de la plaza, como presagiando el sosiego. Bebí sólo un trago de vino, ya que bastaron unos minutos para sentir el efecto purificante de la brisa ribereña y apaciguar mi febrilidad con un delicado olor a tierra mojada. Un poco más tranquilo, comencé a escribir sobre una hoja de papel marcada por el enranciado aroma de la madera húmeda. No había lugar a dudas. En el pueblo, cualquiera que hubiese leído dos o tres ejemplares de los cajones y estantes
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de la vetusta biblioteca reconocería la procedencia de aquel papel. Sin embargo, aunque la historia que escribía no era tan venerable, y la hoja con aroma de madera húmeda no estuviese aderezada con esencias de ron y vela de cebo como aquellas que fluían en la añeja habitación domadora de incultos e iletrados, era la historia de mis recuerdos negados…………..
“Y la abrazó la polvareda
Sólo tuvo potestad
sobre sus sueños
sólo vagaba en la esfera
de su obtusa realidad
sólo mantuvo la heroica
pero vana pretensión
de sostener sus pétalos
aún
cuando el paso avasallante
de los cálidos vientos del dolor
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cercenara hasta el último canastillo
de ese huerto abigarrado
que dejó sin flor
Y postrada yace hoy.” Aquel poema, aquella expresión lírica de la que no quisiera tener remembranzas, que nació en un momento colmado de fluidez sensorial, del que sólo recuerdo los primeros versos y que bien podría titularse ‘La Polvareda’, se perdió junto con la resma de manuscritos que parieran la soledad, los buenos y malos amores, las eternas elegías y demás cosas complejas, cuya partera fuere la reconocida Plaza de los Guayabos. Ahora prefiero recordar la cofradía parrandera que amanecía, unos bocabajo y otros enroscados, de tal suerte que nunca podría explicar la manera como soportaban, a la mañana siguiente, las lumbalgias y los espasmos prodigados por las indescifrables figuras que adoptaban sus cuerpos desparramados sobre los banquillos y las jardineras de la plaza. Y el infranqueable malestar, que al rayar el sol, se reflejaba desde sus ojos endemoniados hasta los bolsillos desencajados y los zapatos maltrechos por los rasponazos recibidos en el zigzagueante y sombrío recorrido hacia el amparo de la Ceiba.
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LA MUERTE DEL ‘COLEGA’
(Cuento corto) - ¿Qué murió el ‘Colega’?. Yo no lo creería. Si lo hubieses conocido, como yo lo conocí lo dudarías. Más aún, te preguntarás qué hace esa romería en el portón de su casa, igual que ahora me lo pregunto yo. Eduardo, que trataba de oponerse a cualquier intento de la realidad en poner la esfinge de un amigo extinto en su memoria, me comentaba lo que podría estar sucediendo en casa del Colega. Aunque no me hubiese extrañado que fuese la airosa reclamación de la familia de Adalgisa Manrique, quien una semana antes de la celebración religiosa en honor al santo patrono, San Bartolomé, se propuso la tarea de demostrarle al inspector de policía, al corregidor y al Padre ‘Blasito’ que esa celebración ya no tenía sentido en Los Palmitos; que las parrandas, el carnavalito y la caseta popular de las ‘chovengo’ les habían ganado en prioridad para la gente. Pero Adalgisa, mujer llena de fogosidad, de aquellas divas de agua dulce, a quien cariñosamente todos llamaban “Gicha”, fue por lana y salió trasquilada ya que no contaba con la astucia del sinvergüenza del colega.
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- Compadre, soy capaz de regalarle dos novillos de mi mejor cría si resulta que no le están cobrando las doce canastas de cerveza, cinco botellas de güisqui, cinco litros de ron y no sé cuantos galones de chirrinchi con los que embriagó a medio pueblo y tres locos importados de Valledupar el día de San Bartolomé en la tienda de ‘Gicha’ Manrique - apuntó Eduardo con la fe de un curtido gallero en su javao de siete riñas-. Lástima que les espere un encuentro con su ceño a medio fruncir, un rostro pétreo y unos ojos medio enjugados y tan brillantes que parecieran estar tramando alguna perversidad. No se imaginan lo que les espera. Eso, sin contar dos pistolas que no abandona ni en la ducha y un escolta, por cierto bastante escuálido, de fisonomía acromegálica, camisas de manga corta, pantalones de botas recortadas y una expresión de asesino en serie con la que asustaba hasta a sus amigos, de vez en cuando.
Mientras tanto yo, con los ojos saltones, medio tembleque y preocupado, repasaba la multitud tratando de hilvanar la historia que me contaba Lalo con los personajes que avizoraba desde la camioneta. - Escucha el cuento, me advertía mientras empezaba el relato de sus crónicas veladas con escenas quiméricas. Recuerdo, como si fuese hoy, que el ‘colega’, quien había escuchado la conversación entre Gicha y la triada de autoridad,
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salió a hurtadillas del sitio y fraguó, junto con sus eternos compadres, su cometido para el día de la celebración en Los Palmitos. En la víspera de la procesión repartieron a voces la invitación a los vernáculos para que asistieran a la tienda de Gicha donde ofrecerían una inolvidable parranda. Prometieron música de banda, mujeres y ron auspiciados por quién sabe quién, pero gratuitos de cualquier manera. Algo nada despreciable para un pueblo donde las únicas alternativas de distracción son el bar de Carmen Restrepo, el billar del cachaco Villamil y la caseta de las ‘chovengo’, ya que a los insensatos gobernantes que hasta hoy hemos tenido la desgracia de elegir se les ocurre que un pueblo tiene vida cuando tiene un bar, un billar y una plaza o una caseta, mas no con una escuela, un parque o un teatro; y así han puesto a pensar a los demás. Bueno, para no desviar la historia, el jueves, día del santo patrono, Gicha tenía a eso de las cuatro de la tarde no menos de ciento cincuenta personas por atender. Tuvo que enviar por cinco primas al caserío vecino de Los Ceibotes quienes, aunque no estaban lejos, tardaron cerca de hora y media en llegar porque al atardecer ya no encontraban carros de pasajeros en la carretera y a lomo de bestia generalmente gastaban uno o dos tabacos. En otras palabras, llegaron volando. La artimaña del colega favoreció la hipótesis de Gicha. La procesión del santo patrono estuvo despoblada.
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Sólo asistieron diez octogenarias rezanderas, las dos parteras del pueblo, dos seminaristas que adelantaban actividades en la zona veredal, el inspector, el corregidor, el padre ‘Blasito’ y unos pocos fieles que mantuvieron el alma en la procesión, pero sus cuerpos, se meneaban más al son de la papayera que de la solemnidad de los cánticos religiosos, en la proverbial parranda. - Pero me imagino que Gicha quedó debiendo hasta lo que no es de ella. Repliqué con aire socarrón. - Supones bien porque hasta el sol de hoy…., ni el colega, ni la plata. No me extraña ver en el tumulto a sus eternos compadres, ‘el tigrillo’ Ariño y ‘varo cabeza’ y también a Fermín Arzuaga, desprevenido y resquebrajado sesentón oriundo de Los Ceibotes a quien el colega tropezaba en su paso obligado por la vía a Casifinca, la pequeña porción de tierra a la que había quedado reducida su hacienda ‘El Carmen’. - Seguramente estarán apaciguando los ánimos de los enfurecidos visitantes, murmuré velando en mi rostro síntomas de preocupación e inclinando mi cuerpo por la ventana del vehículo como intentando, infructuosamente, obtener un primer plano sobre el tumulto. - Mire compadre, acompañé al colega en tres o cuatro ocasiones a Casifinca y no mentía cuando
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relataba con jocosidad que si pasaba en la mañana, encontraba al viejo Fermín removiéndose en su asiento cojo, medio desbaratado, con las sentaderas de cuero desgarradas por la pesada tarea de soportar 110 kilogramos todos los días, bajo la escasa sombra de un joven matarratón y mojando la tierra para mitigar el bochorno que presagiaba el mediodía. Por la tarde, al regreso de su travesía entre potreros, establos y kioscos cerveceros, lo encontraba en similares circunstancias; medio adormitado en la acera de en frente, huyendo del inclemente sol del trópico. Cada vez, a su paso, detenía su camioneta frente a él y le gritaba: “¡Despierta viejo prostático, trabaja!. ¿Estás así por haberte pensionado a los cuarenta jugando dominó o te ganaste el trofeo de flojo por mayoría de votos?” La explosión irascible del viejo Arzuaga era tal, que más de una vez resbaló de su asiento al tratar de levantarse presuroso para alcanzar la camioneta y apedrearla. Pero una sensación masoquista invadía al viejo Fermín cuando el reloj de pulso, que nunca llevaba en su muñeca sino en la pretina del pantalón, marcaba las cinco de la tarde y no se escuchaban a lo lejos las ensordecedoras estacas de la camioneta de su compadre y enemigo. “¿Qué será del mal nacido del Colega, que no regresa?”, rezongaba medio dormido.
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- Compadre Lalo, entiendo sus dudas pero creo que es mejor que nos acerquemos para ver que sucede. No me parece normal ver ese gentío en esa casa. La última vez que pude ver tanta gente alrededor del colega fue cuando el bandido tenía unos catorce años. La vieja Mela, su tía, la dueña del único depósito de mercancías en Los Palmitos, lo persiguió por toda la carretera principal del pueblo, con perrero en mano, para cobrarle su gracia. Había sacado, una a una de sus cajas, todas las botas de dotación que Mela había contrabandeado para vender a los jornaleros y administradores de finca de la región. Las botas las cambiaba en Valledupar por botellas de ron a los chirrincheros del barrio Cañaguate. Cuando lo pudo inmovilizar con la ayuda de seis sobrinos y tres hermanos, la tunda que le propinó fue de padre señor mío! Fue el acontecimiento del año en el pueblo, ¿recuerdas? - Desde entonces, entiendo cuando empezó el eterno idilio entre el colega y el ron. Bueno, pero no alarguemos el cuento y se baja usted y pregunta qué pasa, porque yo no creo en eso de la muerte del colega. O espere mejor y preguntamos al señor de sombrero. Tiene un gesto de angustia y desesperación en su rostro: Señor, por favor puede informarnos qué sucede? ¿Porqué tanta gente y tanto bullicio en casa del colega?
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- No se imagina amigo mío. Me tocará morirme como a muchos de los que están aquí. Porque casualmente venía iracundo, armado y decidido a cobrar de cualquier forma una deuda de 50 carneros que me compró el colega hace un año, y a la fecha de hoy sólo me había pagado con una caja de cervezas y un sancocho de pesca’o, pero resulta que me encuentro con un velorio y un epitafio sobre la caja fúnebre que dice: “¡Y a quien no le guste mi semblante, que se muera pa’ que me espante, porque vivo no me asusta!” ‘El Colega’ Ene-1951 – Jun-2002. - Dios Santo, compadre mío, se nos ha ido el gran amigo…. bandido, bebedor y sinvergüenza, pero franco y luchador por su familia como ningún otro de sus hermanos. Absorto y consternado, sólo pude responderle a Lalo haciendo gala del singular estilo de mi difunto amigo: “Lalo, mi hermano…., y aún muerto se llevó dos novillos de tu mejor cría. Los espero el lunes en el potrero frente a la carretera”.
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FRAGMENTOS DE MELODÍA
(CUENTO)
Nunca he dudado que para los adultos pensar como niños es tarea nada fácil. No puedo negar que intento ser un niño en ocasiones, cuando escribo sobretodo, pero mi cosmovisión saturada de paradigmas y maltrecha por las tempestades de melancolía y otros males de la modernidad, rehuye a las ‘nimiedades’ que para un ánimo pueril son insoslayables. Una vez, yendo camino de Nabusímake en procura de visitar a los líderes Kankuamos de las comunidades Wiwa, Arhuaca y Kogui que habitan la Sierra Nevada de Santa Marta, cometí la imprudencia de llevar a mi pequeña hija de 8 años. Imprudencia que hoy me colma de fortuna, por demás. Supuse que nada podía salir mal en aquella visita. La seguridad, tanto en las carreteras como en el campo, había mejorado ostensiblemente desde la llegada del partido Uribista al poder, los permisos para la circulación del grupo de investigación de la universidad en el área de reserva
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me habían sido concedidos por los líderes de los resguardos indígenas y, por último, el rostro ansioso de inocentes aventuras de Andrea Carolina suponía una jornada colmada de gratas historias. En el ascenso a la segunda estación de campamentos antes del arribo a Nabusímake, Andrea Carolina, que había preparado sus sentidos para conocer a un Teti y una Gwati, es decir, a un hombre Arhuaco y su mujer, comenzó a presentar complicaciones por efecto de la altura y las bajas temperaturas en la montaña. No imaginé que en esa época del año las temperaturas en la zona pudiesen descender tanto como ocurrió esa tarde, pero significaba eso uno más de la sarta de desaciertos predictivos a la que hemos ya de acostumbrarnos por la tosquedad de la naturaleza cansada de las cojonadas del hombre, y, para colmo de nuestros males, la brisa fría y seca era más persistente cada minuto. En fin, nada era usual ese día. Andrea, mi frágil niña, aún tiritando, helada hasta los tuétanos, con una mirada lánguida, la boca de payaso triste y aquellos ojos medio enjugados que saben usar muy bien los niños como medio de persuasión, me suplicó que no regresáramos a casa sin haber logrado su cometido. Angustiado e impotente, me invadió una sensación que rayaba en la hiperestesia al observarla trémula, quizás por mi absurda osadía, con lo cual le solicité al guía del grupo que
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acampáramos en el lugar por el que pasábamos en ese preciso instante. No tenía alternativa alguna. Además de haber sucumbido mi única posibilidad de diálogo con los esquivos representantes étnicos indígenas, mi hija estaba ahora enferma y sumida en un estado de desilusión irremediable. Me sentí culpable por no haberle explicado antes cómo vestían los indígenas de la sierra o cómo era su aspecto físico o haberle mostrado una simple postal con su foto. No quería que llegase provista de una imagen prediseñada, no quería deslucir el mágico instante de recreación imaginaria que experimentaría al conocerlos, en su hábitat natural además, pero entendía también que hacerlo en ese momento, en el que todo comenzaba a oscurecerse, incluso aquel día, ya carecería de sentido para ella. No se convertiría en el paliativo ideal. Los compañeros de la expedición siguieron su camino, no podían continuar esperando, por lo que nos resguardamos, Andrea y yo, bajo una carpa plástica instalada por un brigadista voluntario de la defensa civil que nos acompañaba desde Pueblo Bello en la estación anterior. Esperaríamos hasta el próximo día y luego debíamos descender a la estación del pueblo. La primera estación distaba unas tres horas de camino escarpado y el retorno, al inicio de la noche, se sabía muy peligroso. Afortunadamente, rato después,
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Andrea, en un esfuerzo milagroso de su incipiente complexión, pudo regular el calor en su organismo gracias también a las bondades de tres cobijas de lana y una taza con agua de panela caliente que logramos hervir en un improvisado fogón cerca de la carpa; empero, mi preocupación por las numerosas antesalas que suponía una nueva concertación del fallido encuentro, vaticinaba para mí una amarga noche. En ese paraje incrustado en cualquier lugar de la sierra, que en esa noche no podía circunscribir a ningún entorno particular, sólo a la sierra, adoramos nuestras sombras acolitados por las melodías intermitentes que emitía un pequeño radio portátil con frecuencia de amplitud modulada que llevaba consigo el brigadista. La espesura de la montaña hacía de la llegada de las ondas hertzianas a nuestra radio, la odisea con el fin más codiciado por dos tristes almas colmadas de zozobra, la del brigadista y la mía. Andrea Carolina, por su parte, un poco aliviada, con su candidez de niña empezaba a disfrutar de la oscuridad y nos propuso jugar con aquellas mutiladas composiciones que tímidamente se acercaban a nosotros. Sugirió, que cada uno de nosotros imaginara un momento o un lugar al que le transportaran aquellas cuotas melódicas que no tardaban más de sesenta segundos.
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En medio del silencio ensordecedor que invadía la montaña una vez que la radio enmudecía, en medio de una cegadora oscuridad, una luna retraída y encubierta que no conseguía destellar, una noche sin más horas, sin más segundos que los vividos por cada uno de nosotros en esas cortas travesías por los espacios recreados y con mis manos estrechadas a las suyas, Andrea, el brigadista y yo conocimos lugares a los que jamás hubiésemos pensado llegar antes de ese infausto día, o esa mágica noche, quizás. Caminamos juntos bajo arbustos de medio metro, recogimos flores de varios colores sobre un arco iris en blanco y negro, jugamos con copos de nieve en una playa virgen a orillas de un río de vino tinto, sin el agobio de la cortedad del divino invento de la vida, sin la espera del fatídico minuto noventa, como relataba un amigo del fútbol, sin la preocupación de tener prioridades para el deleite, simplemente disfrutando de la búsqueda de la felicidad perdida. Y repentinamente, mi dulce Andrea interrumpió la improvisada sesión psicoterapéutica, que hoy considero un momento de activación emocional, la que ella misma propició, preguntándome de dónde provenían las mantas que le abrigaban. Esas mantas, le dije, las hacen las Gwatis con lana de ovejo. Y sus casas, ¿con qué las construyen? ¿Cómo viven aquí en la montaña con este frío, papá? preguntó Andrea. Tumban árboles y palmas y con ellos construyen el techo de sus casas, luego las paredes las hacen con el barro mojado, respondí con celeridad, como para
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eludir la cascada de interrogantes que usualmente suceden a una de sus fortuitas dubitaciones. Entonces papito, replicó inocentemente mi hija, esas Gwatis y sus tetis no deben ser muy diferentes a nosotros, los que vivimos en la ciudad, date cuenta de que ellos también tienen que acabar con lo que les rodea para poder vivir mejor. Quisiera preguntarles, si se divierten igual que nosotros con estos trozos de melodía que llegan a la montaña, agregó. Ese parangón indiscriminante entre una situación desconocida para mi hija, ilustrada de manera reduccionista por un adulto, y una que vive día a día desde el noticiario matutino hasta la última de sus cotidianidades diarias tuvo en mí un efecto catártico que hoy no olvido. Dada su manera particular de entender la vida pude comprender, gracias a mi niña, que cada segundo de la vida goza de gran sentido mientras tengas la felicidad perdida, pretendiendo hallarla en cualquier lugar inesperado y regocijándote en cada intento lactando de esa prístina ilusión. Que la vida está llena de pequeños fragmentos de melodía que aparecen, a veces imperceptibles, incluso en la oscuridad, y que debes valorar y atesorar como la más preciada de tus fortunas.
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TABLA DE CONTENIDO
PRESENTACIÓN ---------- ¡Error! Marcador no definido.
EXORDIO ------------------------------------------------------- 4
DUEÑO DE LO MAS BELLO ----------------------------- 9
SÓLO TÓCAME -------------------------------------------- 12
OJOS DE TI -------------------------------------------------- 14
A TU OÍDO --------------------------------------------------- 17
CALLA Y SIENTE ------------------------------------------ 19
PRESAGIO ONÍRICO ------------------------------------- 21
POEMA INCONCLUSO ---------------------------------- 23
COMO UN SONETO DEL OLVIDO ------------------- 25
QUISIERA DECIRTE -------------------------------------- 27
LA CONSUMACIÓN DE LO FINITO ------------------ 31
INELUCTABLE --------------------------------------------- 33
TÚ ME DICES Y RECLAMAS -------------------------- 35
PRIMERA CONFESIÓN ---------------------------------- 38
SEGUNDA CONFESIÓN --------------------------------- 41
SUTIL AMARGURA --------------------------------------- 43
FELICIDAD PERDIDA ------------------------------------ 44
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GEMELOS ---------------------------------------------------- 46
¿TRABAJO ES DIGNIDAD? ---------------------------- 48
RESPETO ---------------------------------------------------- 50
INCONDICIONAL AMIGO ------------------------------- 52
CATARSIS MORAL * -------------------------------------- 54
MÍA Y DE MUCHOS OTROS ---------------------------- 57
TESIS CONSULAR ---------------------------------------- 60
LA MISA EXPRESS --------------------------------------- 62
UNA CORTA HISTORIA --------------------------------- 64
CAFÉ CONCIERTO ---------------------------------------- 67
LA ECONOMÍA DEL LIBRE DIÁLOGO -------------- 69
LA CRIBA ---------------------------------------------------- 71
RELATO MESURADO DE UNA FABULACIÓN --- 75
LA PLAZA DE LOS GUAYABOS ---------------------- 77
LA MUERTE DEL ‘COLEGA’ --------------------------- 80
FRAGMENTOS DE MELODÍA -------------------------- 87
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