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Post on 27-Jan-2016

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De nada sirve enterarse o darse por enterado, de los nuevos tratados de didáctica si no los comprendemos y mucho menos podemos ponerlos en práctica con un mínimo de racionalidad educativa.

La Profesión de Enseñar

¿Cómo es que los profesores perciben su obligación de enseñar?

¿Cuántos de nosotros manifestamos nuestro hastió o malestar cuando se nos pide entregar la planeación del curso que nos fue asignado?

¿Cuántos de nosotros hacemos pasar el índice programático del libro más reciente (libro del rey) en lugar de la planeación que nos obliga?

¿Cuántos de nosotros nos enfrentamos a la más cruel incompetencia educativa y a la ignorancia técnico-pedagógica cuando intentamos planear nuestros cursos, que no nos queda otra salida que reclamar la inutilidad de tal planeación?

Finalmente suelen percibir como tarea, a manera de ir cerrando el ciclo de su quehacer docente, la actividad de evaluar, examinar o poner nota.

planeación, metodología didáctica y evaluación; preparar las clases, impartirlas y examinar a los alumnos.

la obligatoriedad de los contenidos curriculares de las diversas asignaturas, la presión social hacia cierto tipo de rendimientos académicos, la disponibilidad real de recursos didácticos, los criterios pedagógicos en la organización de los horarios, el clima de las relaciones entre profesores, el sistema de autoridad vigente de la administración educativa, la ausencia de programas de formación docente, tiempo de dedicación retribuida de los docentes, etc.

Triple laguna transversal, la falacia de la separabilidad y el simplismo secuencial.

La comprensión de la enseñanza que los profesores traen consigo.

Después de todo los profesores practicamos los métodos que nos aplicaron y no los que nos enseñaron.

La decisión de perfeccionamiento.El perfeccionamiento técnico profesional a

través de la innovación, investigación y de la capacitación didáctica.

Todas las tareas del profesor, la de planear, la de dar sus clases, la de evaluar a sus alumnos y la de perfeccionarse o no, atienden a una organización institucional concreta, y no a una nube especulativa de un tratado de didáctica escrito sobre la mesa de un despacho estéril

las tres tareas mencionadas anteriormente (comprensión, perfeccionamiento y organización), no son tres momentos operacionales que añadir a la secuencia lineal percibida por los docentes, sino que se trata de tres tareas transversales que siempre están presentes y, por tanto, redefinen la acción didáctica de los docentes al momento de enseñar.

Con qué enseñar, cómo enseñar y cómo examinar a los alumnos.

Así las tareas de comprensión, perfeccionamiento y el contexto organizacional, atraviesan (vertical y horizontalmente) en forma de espiral al ciclo didáctico, dicho de otra forma son transversales al ciclo didáctico.

Transversalidad que se constituye como una orientación global coherente que debe penetrar todo el proceso de enseñanza-aprendizaje.

Cuando yo, como profesional de la enseñanza (o de la cirugía) me dispongo a entrar en el aula (o en el quirófano), a fin de intervenir con mi metodología didáctica (o con mi bisturí) sobre el tejido mental (u orgánico) de mi cliente (alumno o paciente), no puedo permitirme el lujo de ignorar la anatomía (estructura, componentes) ni la fisiología (funcionamiento, dinamismo) del complejo, delicadísimo y a veces vital tejido sobre el cual pretendo actuar (...).

Se considera que muchos de los problemas que aparecen en la relación docente-alumno, podrían desaparecer si el maestro no tratara de reprimir sus afectos, si fuese más auténtico, reconociendo sus errores, su subjetividad, etc.

Se trata de dar más creatividad a los alumnos, tratando de eliminar barreras entre docentes y educandos, ocultando el maestro muchas veces su autoridad, bajo la apariencia de un guía del aprendizaje.

¿Están los maestros preparados para educar alumnos del Siglo XXI?

¿Saben cómo enfrentar los cambios vertiginosos que se gestan en la sociedad?

En la era de Internet, seguimos enseñando con el borrador y la tiza, como en siglos anteriores.

La vocación de enseñante imprime carácter a quien siente su llamado; es algo que se nota en su actitud general, en la profunda conciencia que tiene de lo que está haciendo, en la capacidad para llevar con alegría los sinsabores de un oficio duro y estresante en ocasiones.

Los buenos profesores son esos que echan a la sabiduría el grano de sal indispensable para que los demás la puedan degustar sabrosamente sazonada. Esos que saben muy bien que enseñar es aprender dos veces. Los que, más que al conocimiento en sí mismo, aman al sujeto del conocimiento; es decir, al alumno.

Pocas cosas hay que se recuerden más, y pocos regalos más perdurables puede recibir el niño de hoy, que la palabra sabia y serena del buen profesor.

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