cuento de navidad
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LLEGÓ DE MUY LEJOS
Pudo ser verdad y no haber ocurrido
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LLEGÓ DE MUY LEJOS
SJ 10 llevaba un rato observando a los tres niños que cami-
naban por la nieve. No pudo aguantar la curiosidad y se colocó
entre ellos para leer sus ojos, el movimiento de los labios y contro-
lar la armonía corporal. Hurgó en las mochilas para saber qué
había dentro. Pensó que aquello debía de ser como las cabezas,
una nuez grande. La de la niña, la pequeña, era una vaca en la
que había otra bolsa de cuadros con un bocadillo. Lo olió y le pa-
reció suave, casi le pega una dentellada. Había una bandeja pa-
ra comida como las que había visto en su escuela del planeta Pi
3,14 dentro de la galaxia P2. La de la niña mayor era más gran-
de, también su cabeza y no había nada comestible. Cuatro pa-
quetes de papel cortado en formas de rectángulos prensados y
unidos por un pegamento de tres al cuarto. SJ, 10 de apellido, se
lo empolló todo en una milésima de rato. En niño de la mochila
azul la llevaba con ropa deportiva y una toalla. Si los niños
hubiesen podido oír el cerebro de SJ habrían escuchado un tic,
tic, tic… con politono. El olor de los libros no le invitaron a
comérselos, pero se metió su contenido entre pecho y espalda sin
eructar, sin dejar de asimilar todo lo que le rodeaba.
3
La noche había sido un autentico desastre. Como ejercicio fin de
carrera de la universidad de PTT fue enviado a San Jorge para
estudiar el barrio, su gente y una escuela de socol. Llegó la noche
del 16 de diciembre de 2009 cuando caían copos a cascoporro. No
se veía nada. Se quedó mirando un árbol cuyas ramas cambia-
ban de color cuando unos números iban a llegar a cero. Unas
veces el árbol era rojo y otras verde. Esto no se lo habían enseñado
en la carrera, igual es que no asistió el día en que su tutor lo
colgó en la pizarra electrodomesticada. El caso es que tampoco
aparecía en el MP4 de CONO. Cuando ya empezaba a sentir frío y
sus arterias gaseosas se humedecían, un golpe por detrás le puso
las pilas y le reordenó los circuitos. Una forma grande, original-
mente negra y ahora cubierta casi en su totalidad de nieve ca-
minaba deprisa. 20 10, SJ (así figuraba en el DNI) se puso delan-
te del hombre para estudiarlo tal y como se lo habían explicado.
Un fracaso. El humano dio un grito y cayó desplomado. SJ (20 por
parte de madre) observo a simple vista que al humanoide en cúbi-
to supino le había dado un patatús. Se inclinó para hacerle el bo-
ca-boca, pero recordando los consejos del las autoridades sanita-
rias de Arravan, país en el hemisferio norte de Pi 3,14, decidió
aplicarle el desfibrilador digital con descodificador de última
generación. Un éxito. El homo se puso erectus con ojos desorbita-
dos.
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-Esto no es posible. Tengo
delante un muñeco de
nieve vacío que se mueve –
dijo antes de desplomarse
de nuevo y caer de cúbito
prono.
Ese , como le llama-
ban sus amigos, lo sentó
en un banco con la mira-
da, le puso unos cascos
con música MEGA MIX, un
bocata de anchoas, unos
patines de hielo de siete
leguas y lo mandó para
casa.
-Esto no me lo va a creer
nadie –balbuceo El Válvu-
las (apodo que le pusieron
en el taller de la SEAT a Julián Salvador) mientras se deslizaba
sin tocar el suelo.
SJ se metió en un contenedor verde de cuatro ojos para pa-
sar la noche. Aprovechó para analizar todo lo que había dentro y
llegó a la conclusión de que los humanos se tiran toda la vida sin
saber lo que tiran.
Ya se había aprendido todo de las dos hermanas y el primo
y decidió aprehender el cuerpo de la mayor. Sin que la mucha-
cha se diese cuenta, SJ era ella. Es decir, a partir de ahora tene-
mos a una niña que va de la mano de su hermana, SJ.
Los niños jugaban tirándose bolas a la puerta de la escuela.
Ese Jota los miraba con envidia, pero no se atrevía a meterse en la
nieve no fuera a pasar lo de anoche. Su hermana tiraba de él.
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-Anda, Venga. No te quedes parao
que llegamos tarde.
A duras penas entraron en el
patio. Allí no había nieve por el
suelo y los niños se apresuraban a
cogerla de los bancos o del borde
de la tapia. SJ decidió dejar el
cuerpo y volar entre los árboles
haciendo temblar las ramas para
que cayese la nieve espolvoreada.
Se posó en la canasta de
baloncesto con la intención de
meter un balón de nieve como si
fuera Gasol, el pívot de los Ánge-
les, pero se paró en pleno vuelo.
Igual se quedaba todo el mundo
pasmado al ver una bola de nie-
ve tan grande hacer piruetas en
el aire y les daba un jamakuko.
Y a ver de donde sacabas desfi-
briladores para tanta gente.
Había que ir a clase.
6
Al entrar en el
edificio de infantil,
Olentzero, con cara
de huevo, le dijo:
Egunón, SJ.
¡Toma, ya!
Olentzero le había
reconocido porque
tenía el sexto senti-
do: el de la fantas-
ía.
-Kaixo, Olentzero,
egunon –Contestó SJ que había aprendido euskera leyendo el libro
“Euskera lehen ezkuntza 5 liburua” que llevaba en la mochila.
Un árbol compuesto con los nombres de toda la clase se les
cruzó en el camino. La niña lo apartó con una sonrisa y un “es
mi hermana” que le puso rojo, mejor dicho: naranja.
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El corazón le dio un vuelco al ver desde el pasillo la luz de
unos árboles albinos que se dibujaban en el aula de psicomotrici-
dad.
La profesora saludó a la hermana y desaparecieron tras una
puerta HAPPY CHRISTMAS. Como quería conocer la clase de su
hermana atravesó la puerta y se plantó en medio medio. Nadie le
veía. No existía para nadie. Jugó un rato con las figuras de papel
que estaban pegadas a los cristales.
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Charló un rato con Oteiza sobre el vació y la nada porque él, SJ,
era un ejemplo infinitamente real. El escultor se encendió un pu-
ro, y eso que no se puede fumar en la escuela, le encasquetó una
esfera y le cubrió de humo hasta que tosiendo le dejó hueco.
Atravesó el patio a contrarreloj y se chocó contra un Olentzero
escultural que estaba en la entrada. “Este es más real. Fuma en
pipa, lleva bota de vino y es como muy rocero” pensó SJ mientras se
recuperaba del topetazo.
-Kaixo Olentzero.
-Kaixo SJ.
10
Izaskun pasó cerca y no le dijo nada. Marisol atendía a las
madres por asuntos del comedor y los porteros trajinaban con
unas cajas. Se arrimó tanto para curiosear que le plantaron una
encima. Y puesto que nadie se coscaba de su presencia decidió en-
redar con las figuras del belén.
Cambió el orden de los reyes como si fuesen coches. Hamilton
el primero, luego Alonso y el último Kimi. Rumm. Los pastores sa-
ludaban desde el monte, las cabras huían despavoridas con tan-
to ruido. Alonso se pone a rebufo y en la última curva le adelan-
ta al inglés. El ángel agita la bandera ajedrezada. San José y la
Virgen se alegran porque el niño sonríe. Charo pasa y pone las fi-
guras como estaban, como las puso cuando las puso.
Por las escaleras se encuentra
una Mari Domingi gigante que le
pregunta: Olentzero ikusi du zu? Ez
dakit non dagoen.
SJ se rascó la cabeza y le pre-
gunta: Zein bilaten duzu? Paperez-
koa? Haur hezkuntzan dagoenean?
Zein?
-Berdin zait –respondió MD aturdida.
Corre por los pasillos para localizar
la clase.
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Un Papa Noel, otro y otro…le saludan moviendo sus brazos
desde un árbol de platos de cartón. Olentzero sale de un bosque
multicolor. Se juntan Los Reyes, Olentzero, Papa Noel, el árbol, los
renos, el Niño, los calcetines y mil bolas de colores para irse de
fiesta.
Por fin. Después de recorrer trescientos treinta metros de pa-
sillo (ciento diez por planta) encontró el aula. Como pasa siem-
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pre, lo que buscas está al final. Vio su cuerpo sentado en la prime-
ra fila. Saludó a toda la clase que, como era de esperar, fue como
abrazar al aire. Cuando ya se iba a marchar se percató de que
una niña pensativa le miraba. SJ en un saaf se plantó en su cuer-
po. Tic, tic, tic…rrrr.
-Seño. Ya me lo sé –dijo la niña.
SJ pensó que una escuela en la que hablan las figuras, los
dibujos y la chavalería se lo pasa bien es una escuela acol. Lo
pondría en su memoria Erasmus, pero todo al revés, (busca las pa-
labras en espejo).
FIN
AMAIERA
THE END
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