contratransferencia e intersubjetividad
Post on 13-Jun-2015
812 Views
Preview:
DESCRIPTION
TRANSCRIPT
Freudiana 38, 2003, pp. 7-27
J A C Q U E S - A L A I N M I L L E R
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E I N T E R S U B J E T I V I D A D *
I. C O N T R A T R A N S F E R E N C I A Y EMPATIA
1. Estructuración de la contratransferencia
Un obstáculo
V a m o s a p rosegu i r c o n la i n s t a u r a c i ó n de la c o n t r a t r a n s f e r e n c i a , su
es t ruc turac ión. 1 No hemos t e rminado c o n la contratransferencia, y ello por
tres razones. En p r imer lugar, este t é r m i n o nos da la clave de la lóg ica de la
historia del psicoanálisis. La contratransferencia no es dicha clave, pero nos
pe rmi te hacernos con ella, es decir, const rui r la lóg ica de la historia del psi
coanálisis.
En segundo lugar, el t é rmino de contratransferencia nos da también una
perspectiva sobre la enseñanza de Lacan, una perspectiva que es potente, hasta
tal pun to que podremos ver esta enseñanza c o m o un rechazo de la
contratransferencia, modulado incesantemente de formas diversas.
En tercer lugar, por este hecho, la referencia a la contratransferencia nos ofrece
los medios para responder hoy día, partiendo desde cero, a la pregunta " ¿ Q u é
es ser lacaniano?". 2
* Este texto incluye las lecciones de los días 6 y 13 de marzo del 2002 de La orientación lacaniana III, 4 (2001-2002), enseñanza desarrollada en el marco del Departamento de Psicoanálisis de Paris VIII. Texto y nota establecidos por Catherine Bonningue, publicado con la amable autorización de Jacques-Alain Miller.
LA ORIENTACIÓN LACANIANA
Ia gente, al menos aquí en Francia, se imagina fácilmente que ser lacaniano
sería distinto de ser freudiano. Esta cuestión me la han reactualizado, igual que
a ustedes, las fórmulas, usadas hasta la saciedad por parte de los media, que opo-
nen los lacanianos a los freudianos. Admitámoslo, reconozcamos que es así c o m o
se nos percibe, c o m o se nos comenta .
Esta oposición entre lacanianos y freudianos toma c o m o cri terio la duración
de l.i sesión. Lo que distinguiría al psicoanálisis lacaniano del psicoanálisis freu-
diano sería que uno practica la sesión de duración variable y, en conjunto, b re
ve, mientras que la otra practica la duración fija y "larga", entre comillas —la
duración precisa varía entre la media hora, tres cuartos de hora, cincuenta y cinco
minutos. Sin embargo, si se sustituye el c r i te r io de la duración por el de la
contratransferencia, la cosa es muy distinta. 3
La posición freudiana ortodoxa, la que fue establecida por el propio Freud
en 1910 —cuando planteó el término de contratransferencia, un término in-
frecuente en sus escritos—, concibe la transferencia como un obstáculo a la pro-
secución de la cura, un obstáculo que debe ser reducido, y ello, en particular,
mediante el análisis del analista. Así, concebi r la contratransferencia c o m o un
instrumento, c o m o un medio de la cura, resulta de una posición herética, no
freudiana. Éste cri terio es el que justifica para nosotros al psicoanálisis lacaniano
en su pretensión de ser freudiano or todoxo. Éste es el cri terio que funda la or-
todoxia freudiana de la enseñanza de Lacan y de la práctica que de ella resulta.
Neutralidad analítica
Es un h e c h o his tór ico que la in t roducc ión de la contratransferencia del
analista c o m o instrumento de la cura —a principios de los años 5 0 — fue recu
sada, en el mismo seno de la Asociación Internacional, en nombre de la o r t o
doxia freudiana. Permí tanme referirme al artículo de Annie R e i c h , de 1 9 6 0 ,
"Algunas observaciones suplementarias sobre la contratransferencia". 4 Annie
R e i c h , que no era lacaniana, al té rmino de diez años de ver c o m o se multipli
caban las contr ibuciones analíticas sobre la contratransferencia, se oponía al pa
ralelismo introducido entre transferencia y contratransferencia. Este paralelismo
estaría basado en el hecho de que ambos términos, concebidos de entrada c o m o
interferencias y obstáculos en la cura, tenían vocación de convertirse en medios
e instrumentos.
8
CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD
Ya en 1 9 6 0 , Annie R e i c h advertía el surgimiento de un entusiasmo por las
relaciones interpersonales. Ya veía — l o cual ya nos demuestra que ahí hay una
lógica en acc ión— que esas relaciones interpersonales amenazaban al psicoanálisis
con una dilución y también con una confusión entre psicoanálisis y psicotera
pia. Desde donde nos encontramos, no podemos sino validar su presentimiento
y su profecía.
Annie R e i c h no niega el fenómeno de la contratransferencia, pero se opone a
lo que llama su sobrevaloración. ¿Qué está e n j u e g o en esta sobrevaloración. Ella
también admite la posible pertinencia de que el psicoanalista de cuenta al paciente
de sus manifestaciones contratransferenciales — l o cual constituye ya el esbozo de
lo que hoy vemos promover en el marco del psicoanálisis intersubjetivo c o m o el
desvelamiento del analista, the disclosure, que puse en relación con aquel nuevo
desviacionista llamado Owen Renik."' El analista puede admitir ante el analizante
olvidos y errores, es decir, puede descompletarse, poner de manifiesto que el Otro
no es infalible. Este es el valor que da Annie R e i c h al reconocimiento de las ma
nifestaciones contratransferenciales. Pero, al mismo tiempo, se opone a que se ato
sigue al paciente con asuntos privados del analista.
O sea, que ya en aquella época se podía reconocer la tendencia que consis
tía en que el analista comunicara al analizante todo aquello de la experiencia
analítica en curso que pudiera conmoverlo. Ella considera que en este caso se
trata de la intrusión de un material ajeno a la cura, que la obstaculiza y la opacifica.
Lo dice de un modo notable en 1 9 6 0 cuando ve esbozarse esta práctica, este uso
de la experiencia inaugurada por Freud.
De esta forma, se opone a que todo aquello que el analista puede hacer en
la cura —té rmino en el que para nosotros resuena la oposición que Lacan cons
t ruyó c o n el ac to del anal is ta— sea c o l o c a d o bajo la rúbr ica de la
contratransferencia, es decir, a que la contratransferencia sea concebida c o m o
equivalente a lo que entonces se llamó la respuesta total del analista al paciente.
Esta concepción fue planteada por Heinrich Raker , así c o m o por Margaret Little,
quien trató incluso de crear un materna de la respuesta total en forma de una
R mayúscula. La línea divisoria consiste en que Annie R e i c h mantiene, contra
vientos y mareas que se alzan a lo largo del decenio de los años 5 0 , la noción
de la neutralidad analítica. En base a este cri terio traza Annie R e i c h la frontera
entre los freudianos y los demás.
9
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
Sobrevaloración de la transferencia
Los freudianos no niegan la existencia de la contratransferencia, no niegan que
haya, en el analista, respuesta emocional al paciente, afectos, lo que Lacan llamará
el "me gustas o no me gustas". Pero es para invitar al analista a que se mantenga
vigilante en lo que se refiere a sus sentimientos, a sus respuestas emocionales, con
siderando precisamente que el elemento sentimental obstaculiza el buen funcio
namiento del analista, y que de lo que se trata, respecto a esta contratransferencia,
es de superarla. Mientras que los otros, los que se desvían, según Annie R e i c h , de
la posición freudiana, establecen una correlación entre la contratransferencia del
analista y la estructura del paciente, sus pulsiones y sus defensas.
La distinción se produce aquí entre una contratransíerencia resultante del
inconsciente del analista en tanto que, de acuerdo con el té rmino freudiano, no
está purificado, y la contratransferencia trasladada al paciente c o m o causa. Se trata
de saber cuál es la causa de la contratransferencia. La contratransferencia, ¿se debe
a lo que persiste en el analista de un inconsciente no analizado? ¿O bien es algo
que debe ser puesto en relación con el inconsciente del paciente c o m o causa?
Para quienes se desvían de la pos ic ión freudiana, analizando una reacc ión
contratransferencial se puede obtener una revelación de la historia infantil del
paciente y de su estructura.
Lo que a Annie R e i c h le parece ya que no es freudiano, es la idea de que la
emoc ión del analista es una respuesta al paciente y que es idéntica a las expe
riencias más originarias del paciente que se harían legibles en el analista. En efec
to, esta orientación transforma de arriba abajo el uso de la experiencia freudiana,
porque el análisis de la contratransferencia es en adelante capaz de sustituir a la
r ememorac ión , la recons t rucc ión del pasado del paciente. Se supone que la
contratransferencia da un acceso directo —directo porque el analista lo exper i
men ta— a la historia inconsciente del paciente.
Esto tiene consecuencias fundamentales en la conducción de la cura. Desvalori
za la interpretación, que queda así relegada, como dice Annie Re ich , a un lugar se
cundario. Lo que ella nos describe es una práctica que tomó forma en los años 50 y
que valoriza, en lugar de la interpretación, la participación emocional del analista
en la cura. Y ve su fundamento, aquello que la moviliza, en la extensión de la prác
tica al psicótico, mientras que cuando Lacan evoca la contratransferencia en la in
troducción de su texto "Función y campo de la palabra y del lenguaje", en esta fecha,
10
CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD
en 1953 , vincula la cuestión de la contratransferencia al final del análisis. Se ve que
en 1960 ya no es esto sino más bien la experiencia con los psicóticos lo que empu
ja , favorece, tal sobreestimación de la contratransferencia, reemplazando entonces la
participación emocional del analista a la interpretación. Para una clásica como Annie
Re ich , esto se traduce así: se privilegia al ello respecto al inconsciente, se pretende
establecer un contacto directo con el ello cortocircuitando el inconsciente, o se re-
duce el inconsciente al ello.
2. Una práctica contratransferencial
Empatia
En la misma línea, Annie R e i c h , en un artículo posterior, en 1966 , señala que
quien arma más ruido en torno a la contratransferencia es una kleiniana, Margaret
Little. Margaret Little plantea una nueva definición de la experiencia analítica
concebida c o m o "una reflexión mutua del paciente y del analista, en una especie
de espejo en el que el inconsciente de cada uno se le hace presente al otro". Esto
es reducir lo que se imaginan que ocurre en el paciente a la emoción que expe
rimentaría el psicoanalista. Una reducción y una deducción. Sería posible, a partir
de lo que experimenta el analista, deducir de qué va lo que ocurre en el paciente.
Annie R e i c h , por su parte, niega esta deducción. Evidentemente , éste es un
punto esencial, compatible, harmónico , respecto de lo que Lacan desarrollará
sobre una lógica del fantasma considerada c o m o una la lógica de la cura. Lo que
esta lógica tiene de deducción es interno a la cadena significante del paciente,
no una deducción que iría de la emoc ión del analista a lo que ocurre en el pa
ciente. Pero Annie R e i c h establece al mismo t iempo una diferencia, que tendrá
porvenir, entre la contratransferencia y la empatia, esa empatia de la que Daniel
Wid lócher hace hoy día el mo to r de la experiencia analítica.
Annie R e i c h ve en la contratransferencia y en la empatia dos usos distintos
del inconsciente del analista. En su esfuerzo por ser ortodoxa, por ser freudiana,
si valida la empatia oponiéndola a la contratransferencia — e n definitiva, carece
de medios para situarse en un lugar que no sea la misma problemática— es en
la medida en que trata de dar cuenta de aquello que llama la comprens ión
psicoanalítica, o sea, del té rmino inglés insight, el hecho de que, de pronto, se
sabe. Así es c o m o ella se expresa.
11
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
Hay m u c h o s tes t imonios , en la expe r i enc i a lacaniana del psicoanálisis,
donde se destaca ese "de pronto, se sabe" . Pues b ien , para Ann ie R e i c h , un
insight, que es el m o t o r de la in terpre tac ión analítica, se basa en lo que ella
considera, lo que llama "una captación interna proveniente del i n c o n s c i e n
te del analista". Hay en este pun to algo impor tan te para nosotros , que c o n
siste en saber en qué me d ida hay un f u n d a m e n t o para r e l a c i o n a r esta
i luminac ión , esta revelación de verdad, con una captac ión in te r io r del in
consc ien te del analista, en qué medida es reducible a un proceso lóg ico , tal
c o m o lo ent iende Lacan. La empatia, esa captación inter ior , explica para ella
lo que nosotros l lamamos el punto de capitonado. Pero en la c o n c e p c i ó n que
o p o n e empatia y contratransferencia, el i nconsc ien te que está en j u e g o en
la comprens ión psicoanalí t ica — l a que pe rmi te el insight, ese saber repen
t i n o — es un inconsc ien te freudiano, definido c o m o anal í t icamente purif i
cado, lo cual le permi te al analista or ientar su inconsc ien te c o m o un órgano
receptor . Es un inconsc ien te que ya no sería estorbado por el fantasma, un
inconsc ien te cuyas resistencias habrían sido eliminadas.
Identificación con el paciente
Sobre esta base, que es distinta de la transferencia, la identificación con el
paciente está permitida. No es la interacción mutua de dos inconscientes car
gados sino, por el contrario, en este caso, la purificación analítica del inconsciente
en el analista lo que es condición de una identificación con el paciente. Prec i
samente porque el analista ha elucidado su inconsciente — r e s u m o — es capaz
de identificarse con el paciente bajo la modalidad de la empatia. Lo que aquí se
llama inconsciente purificado es cierto vaciamiento del inconsciente del analista
que le permite identificarse con el paciente.
Esto permite a Annie R e i c h confecc ionar una lista de psicoanalistas que
compartirían, también ellos, esta concepc ión de la empatia que es una defensa,
que trata de levantar una especie de dique frente a la práctica contratransferencial
del psicoanálisis.
En primer lugar, R o b e r t Fliess —citado por Lacan en su Seminar io—, quien
invita al analista a proceder a una identificación transitoria con el paciente, de
corta duración, para saber de qué va la cosa antes de volver a una posición e x
terior de evaluación.
12
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAI)
Annie R e i c h valida también a Kohut . Admite su versión de la empatia c o m o
forma de comunicac ión primitiva que surgiría de una fusión del niño pequeño
con su madre. Admite todas estas modalidades, que se inscriben para nosotros
de forma muy general en la rúbrica del registro imaginario, pero tratando de
establecer su diferencia respecto de la contratransferencia.
Apela también a la garantía de Ferenczi, quien promovía en el analista una
elasticidad del yo que le permita adaptarse al paciente, sin ser detenido por su
inercia yoica, por sus resistencias. Por otra parte, esto llega hasta el punto de
admitir — e n Jacob Ar low— la idea de un mimet ismo transitorio del analista
respecto del paciente. Se vale igualmente de la recomendación de R o y Schafer,
quien defiende que el analista interpreta correctamente a condición de haber
experimentado él mismo lo que el paciente ha experimentado — t o d o esto en
un registro que es distinto de la contratransferencia. E inscribe en la misma rú-
brica a T h e o d o r R e i k , quien promovía, en efecto, en el analista, un "convertirse
en el paciente" con el fin de poder percibir en sí mismo lo que hubiera exper i
mentado en el lugar del paciente.
Cada uno de estos autores merecería por sí mismo que nos ocupáramos de
él, pero con lo que nos quedamos por el momen to , ya que entramos en el labe
rinto de la contratransferencia, es con la idea de Annie R e i c h de que todo eso
no es contratransferencia, sino empatia, en la medida en que la empatia está
vector ia l izada por el insight, por la n o c i ó n de c o m p r e n s i ó n . Para ella, la
contratransferencia no es vectorializada por la comprensión, sino que empuja
al act ing-out del analista, definido por ella c o m o errar la comprensión.
El cri terio que aquí está e n j u e g o es "comprensión, n o " . Lo que ella llama
empatia, incluso cuando es del registro imaginario, es el medio de la compre
sión, lo que produce insight, mientras que la contratransferencia produce un
acting-out del analista.
Acting-out Esta construcción no carece de méri to, o en todo caso de exactitud, si nos
remitimos' por ejemplo a una practicante de la contratransferencia c o m o la lla
mada Lucy Tower, 6 quien en efecto lleva la contratransferencia hasta el acting-
out. Esto no es una interpretación por mi parte, ella misma plantea un caso donde
s i - trata de una reacción contratransferencial del analista con acting-out.
13
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
He aquí a una paciente que le llega de otra analista, con quien habría tenido
una "reacción casi ps icót ica"—pongámoslo entre comil las— y que una vez con
ella empieza a vituperarla llena de ira y a mortificarla con injurias sesión tras
sesión. La analista r econoce que en algún m o m e n t o se sintió irritada, pero al
mismo t iempo dice que "la mayor parte del t iempo la apreciaba".Y deja que la
experiencia se desarrolle de este modo. La paciente la injuria, echa pestes. Ella
no rechista. La cosa se arreglará con un acting-out. La analista se va a almorzar,
tranquilamente, se toma su t iempo, vuelve y entonces se da cuenta de que su
ágape tuvo lugar en el mismo m o m e n t o en que hubiera debido estar en su des
pacho para recibir a esa paciente. Había olvidado la cita. Lucy Tower dice en
tonces que tras aquella sesión que había olvidado se vio poseída por sentimientos
de rabia, de culpabilidad y de angustia. La paciente vuelve y le pregunta dónde
había estado. La analista responde: " M e había o lv idado"—es la disclosure, admi
te su fal lo—, "estoy desolada". La analizante protesta durante la sesión y luego
acaba diciendo: "Sabe usted, doctora Tower, en realidad no puedo decir que se
lo reproche".Y, maravilla del acting-out contratransferencial de Lucía Tower, tal
c o m o ella se expresa, "la defensa desapareció por entero" . La paciente dejó de
injuriarla y entra en el análisis propiamente dicho. Para Lucy Tower esto es la
prueba de la utilidad de la contratransferencia en la exper iencia analítica. La
contratransferencia te hace hacer esta clase de acting-outs que finalmente abren
la posibilidad de la experiencia.
Y concluye, de todas formas, que probablemente había tenido demasiada
paciencia, que si se hubiera sentido más libre de mostrarse agresiva con la pa
ciente y frente a sus injurias le hubiera dicho "ya está b ien" , quizás hubiera ga
nado tiempo. Ve en ello, con todo, la justificación de lo que se había producido
en el análisis. O sea —sin duda, según ella, una vez más—, "una neurosis de
contratransferencia, esta vez, felizmente, de corta duración".
Es este té rmino de contratransferencia el que no admite Annie R e i c h . Se
puede suponer que considera que es una cuestión técnica y que debe quedar
claro que no ha lugar a que el analista, en el acto analítico, autorice al paciente
a decir cualquier cosa, en este caso insultos contra el analista. No faltan testi-
monios de análisis lacanianos, incluyendo intervenciones de Lacan, en el senti-
do de poner obstáculos a que el analista autorice al analizante a que lo injurie, a
que lo insulte de esta forma.
14
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAD
He aquí, al menos, un bosquejo de c o m o se iba percibiendo ya en 1960 algo
que luego f lorecería y que hoy se presenta c o m o una práct ica empát ica ,
contratransferencial, del análisis, y aquello que en su forma extrema se deriva
—una práctica puramente intersubjetiva, que deja de lado tanto el té rmino de
empatia c o m o el de contratransferencia, porque es una práctica intersubjetiva
que se salta el inconsciente.
Impasses Q u e d a claro que, en la perspectiva de Lacan , este debate entre
contratransferencia y empatia hay que situarlo por entero entre los impasses del
registro imaginario. De lo que adolece tanto un punto de vista c o m o el otro es,
simplemente, de no considerar que el análisis es una experiencia de lenguaje,
porque claramente, en ambos casos, el análisis es definido c o m o una exper ien
cia emocional .
Dar todo su valor a esta definición del análisis c o m o experiencia de lenguaje
—algo que para nosotros es casi banal y que adquiere un relieve muy preciso cuan
do lo oponemos a esta problemática emocional , en sus dos versiones— es c o m o
un reactivo. Desde este punto de vista, cuando hay contratransferencia, es decir,
cuando es movilizado el inconsciente del analista, la solución es el análisis del
analista, su autoanálisis o la reanudación de su análisis.
En lo que se refiere a la empatia, al insight, el "de pronto se sabe", Lacan lo
relaciona con un proceso lógico. Lo que orienta la enseñanza de Lacan a través
de estas distintas versiones, innovaciones, es la posición del analista definida a
partir del "no pienso", una posición del analista definida c o m o exter ior al in
consciente. Tal c o m o él lo dice — ¿ c ó m o definir la posición de alguien que se
ocupa de los pensamientos, sino mediante un "no pienso"? Es c o m o una n e c e
sidad lógica que exceptúa al analista, en su posición, de este conjunto de los
pensamientos de los que se ocupa.
Por otra parte, preciso es constatar que este debate nos devuelve a lo que
Lacan plantea, justamente, a comienzos de los años 50 —la diferencia entre una
intersubjet ividad imaginar ia y una intersubjet ividad s imból ica . Es aquella
intersubjetividad imaginaria que él llegó a llamar el discurso intermediario, en
el que se puede tratar de la relación de sujeto a sujeto, pero de manera que el
sujeto tiene en cuenta el ser del otro c o m o dado, y así se encuentra abierto a
15
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
todos los laberintos de la astucia en la que él mismo es burlado. Por el contra
rio, el analista fue definido de entrada por Lacan c o m o aquel que acalla en él el
discurso intermediario, que se deporta a la intersubjetividad simbólica y es ca
paz de plantear una interpretación que hace caer la trama imaginaria de la
intersubjetividad.
Esta fórmula general e inicial de la enseñanza de Lacan no debe llevarnos a
evitar sus laberintos —recomponiendo, si podemos, su combinator ia— con todas
las versiones que al respecto fueron elaboradas. He dicho la contratransferencia,
he dicho la empatia. Ahora tenemos la intersubjetividad renikiana, que es la úl
tima flor, la flor más actual de esta historia.
I I . E S B O Z O D E UNA C R O N O L O G Í A
1. Una conversión de la mirada
Reír
Nos reímos bastante a menudo, quizás demasiado a menudo, desde que l ee
mos a los otros psicoanalistas, en particular los relatos de casos — c ó m o nos cuen
tan sus intervenciones, la narración de sus estados de ánimo, de sus experiencias
emocionales o pensativas, por así decir, y sus elaboraciones teóricas al respecto.
La risa es un hecho y expresa, sin duda, el prejuicio que alimentamos de la
superioridad de nuestra técnica y de nuestra clínica. Esta risa da que pensar e
indica que estamos c o m o persuadidos de contar con el plano de la casa allí donde
vemos que nuestros colegas sudan tinta.
No digo que esta risa sea ilegítima. De todas formas, aquí y ahora, esta risa
es un obstáculo epis temológico en la medida en que hemos emprendido la ta
rea de enseñarnos a nosotros mismos qué hay del m o m e n t o actual del psicoa
nálisis, o sea, intentamos, si puedo emplear esta expresión, una reunificación
conceptual .
Este curso, llamado de La orientación lacaniana, en particular, se ha dedicado
desde hace mucho t iempo a estudiar la lógica de la enseñanza de Lacan, a re
componerla , a escandirla, a poner de relieve tanto su coherencia c o m o su diná
mica de transformación. Hay que reconocer que sólo muy de vez en cuando
1 6
C O N T R A T R A N S F E R E N C Í A E INTERSUBJETIVII )A1)
hemos echado una ojeada a lo que ocurría fuera, y lo hemos hecho con el áni
mo de verificar que no teníamos nada que esperar.
En estos días intentamos una conversión de esta mirada. Lo que se hace en
otros lugares —y se hace en una población más numerosa que la nuestra, más
extendida en el m u n d o — es también psicoanálisis. De palabra siempre lo h e
mos admitido, pero de lo que ahora se trata es de advertir hasta qué punto esta
mos implicados.
R i a m o s , pero sabemos que de te fábula narratur, se trata también de tu propia
historia. Lo que se ha desarrollado desde hace medio siglo fuera de la enseñan
za de Lacan estructura, organiza, impulsa fuerzas que hoy nos atraviesan. En efec
to, hoy día ya hay un mundo psy del que el psicoanálisis forma parte, le guste o
no le guste. El psicoanálisis fue la partera de dicho mundo, pero éste lo ha des
bordado y ahora lo incluye.
Hasta ahora lo hemos traducido en los términos de una alternativa: o el psi
coanálisis o la psicoterapia. Es ponerle un yeso a una pata de palo. Es, verdade
ramente, una reducción del problema, que es mucho más acuciante, m u c o más
amplio, mucho más hiriente para el psicoanálisis. Si, por otra parte, hemos teni
do — e n particular el año pasado — que reafirmar esta alternativa empezando
desde cero es, ciertamente, porque en los hechos revelaba ser porosa. 7
Un artículo seminal
Para comprender lo que tiene lugar hay que tomar una vía más larga que la
del materna. Hay que recomponer otra lógica, la del psicoanálisis no lacaniano
—suponemos que lo hay—, cosa que acabamos de empezar a hacer. Esto ha
irrumpido aquí a través de las consecuencias de algunas intervenciones aventu-
radas, públicas, y tengo que acarrear todavía —espero que por poco t iempo —
el peso de ciertas imágenes y de las tonterías que las acompañan. A falta de po-
der traerles recién salida del horno toda esta lógica del otro psicoanálisis, me li-
mitaré a proponer el esbozo de una cronología, algunos puntos de referencia que
por otra parte ya hemos mencionado en ciertos casos.
La primera fecha, 1 9 4 9 , es la de un artículo del que se dice que es —más en
inglés que en francés — seminal, el que abrió ese campo, esa vía, y que consti-
tuye una referencia todavía presente medio siglo después. Ésta es la fecha del
artículo de Paula Heimann titulado "A propósito de la contratransferencia",
17
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
porque, en efecto, todo empezó con la contratransferencia y hasta hace p o c o
creíamos que seguía igual.
En p r i m e r lugar, este t ex to , en el o t ro psicoanálisis , au to r i zó la
contratransferencia. Contratransferencia que en la ortodoxia analítica que cris
talizó tras la Segunda Guerra mundial, la de Hartmann, Loewenstein y Kris Lacan,
combatida por Lacan —digo 1945 porque entonces aparece The Psychoanalytic
Studies of the Child, donde esos tres se reúnen bajo la batuta de Anna Freud—,
era una fuente de perturbación del análisis, según las indicaciones de Freud. La
k le in iana lleva a cabo ese gesto inaugural de o torgar leg i t imidad a la
contratransferencia, considerando que no sólo es inevitable sino que además es
sumamente útil en la dirección de la cura. Es un útil de trabajo, un instrumento
de investigación —estos son sus té rminos—, y es conveniente que el analista
interrogue sus sentimientos. D e b e tener sentimientos. Los tiene. No debe des
conocerlos, desmentirlos, sino por el contrario acogerlos e interrogarlos. He aquí
el acto inaugural, cuyo sentido todavía está por despejar. ¿Cuál es el sentido de
este acto de Paula Heimann?
En segundo lugar, al legitimar la contratransferencia, ya da de ella una defi
nición ampliada: "La totalidad de los sentimientos que el analista experimenta
respecto a su paciente". D i c h o de otra manera, no hace de la contratransferencia
una entidad relativa tan solo a la transferencia del paciente, sino que establece
una equivalencia entre dicha contratransferencia y la respuesta emocional del
analista, considerada la llave esencial que abre el inconsciente del paciente.
En tercer lugar, al hacer esto introduce, indirectamente, una nueva definición
de la situación analítica y de la posición del analista. Vale la pena citar las dos
frases — n o hay más — que constituyen la introducción de una perspectiva nueva
en esta fecha, al menos para el campo or todoxo. "La situación analítica ha sido
estudiada y descrita desde distintos ángulos y existe acuerdo en lo que se refie
re a su carácter singular. Pero tengo la sensación de que no se ha destacado su
ficientemente que se trata, de hecho, de una relación entre dos personas."
La relación
Es el tema de la relación, ignorado hasta entonces en el psicoanálisis, el que
se empieza a oír. Correlat ivamente, Heimann critica y propone abandonar la
elaboración ortodoxa de la posición del analista, aquella posición que, a partir
18
CONTRATRANSFERENCIA E INTERSUBJETIVIDAD
de las indicaciones de Freud sobre su neutralidad, había conducido —según ella,
en efecto — a un retrato tipo, un retrato robot del analista distanciado, que neu
traliza sus sentimientos, un analista cero, si se quiere, un analista consagrado a la
impersonalidad. Efectivamente, respecto a este analista la contratransferencia sólo
podía ser situada c o m o una perturbación.
Se percibe, sin duda, que a través de frases discretas Heimann arremete c o n
tra aquello que Lacan alguna vez ridiculizó en la posición ortodoxa, aquel es
fuerzo de impersonalidad, de intercambiabilidad del analista del que todavía era
posible burlarse en los años 5 0 . No moverse nunca en la consulta, ser lo más
neutro posible, que el analista se vista siempre igual, que se vista c o m o los de
más analistas —cosas que siguen dando risa. Se percibe, sin duda, que ella se refiere
a esto, y se opone a todo ello invitando al analista a no retroceder ante lo que se
podría llamar un compromiso emocional en la cura. Por supuesto, este c o m p r o
miso emocional ya era favorecido por el kleinismo e introducía una atmósfera
de la cura sensiblemente distinta entre aquellos a quienes se llamaba —leg í t i
mamente en aquella época — los freudianos y los alumnos de Melanie Klein.
En cuarto lugar, haré un pequeño comentar io — puedo hacerlo porque me
he remitido a documentos aportados por Philippe Lasagna* y de los que me he
aprovechado. Aparentemente Paula Heimann pensaba que podía modificar la
definición de la posición del analista sin poner en cuestión el estatuto del in
consciente. Desacopla la posición del analista y el estatuto del inconsciente, puesto
que, aun modificando en la dirección de lo emocional la posición del analista,
sigue — l o cual pasa desapercibido, hasta tal punto es cosa obvia — refiriéndose
al inconsciente, y ve en la relación el medio para acceder a ese inconsciente del
paciente poniendo en j u e g o el del analista. Ahora bien, en la posición ortodoxa
—defendámosla un poquito — había precisamente una correlación entre posi-
ción del analista y estatuto del inconsciente.
¿Por qué esta tentativa patética de alcanzar esa impersonalidad, esa reducción
a ero de la individualidad del analista, sino para proteger el estatuto del incons-
ciente? Se basaba en la idea de que el inconsciente esta ya ahí, inscrito c o m o
Una realidad objetiva, y el análisis, la cura, debe darle la oportunidad de revelarse,
de manifestarse de las forma más pura posible. Este realismo del inconsciente
Implicaba que el analista rebajara su singularidad —en inglés se dice to factor out—,
que llegara a situarse fuera del campo de la exper ienc ia , con el fin de no
19
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
polucionar, no parasitar ese campo de exper iencia que debe permitirle a un
inconsciente que está ya presente manifestarse. Por eso la ortodoxia hartmanniana
podía pretender dar al psicoanálisis un estatuto de ciencia.
¿Qué es lo que empieza aquí tan discretamente? Es c o m o el Bolero de Ravel .
Empieza flojito para luego crecer hasta la extraordinaria orquestación de hoy día.
Heimann introduce la relación: " E n el psicoanálisis, la situación analítica es
ante todo una relación de dos personas." La relación conducirá inevitablemen
te a cuestionar el estatuto del inconsciente, incluso a negar el inconsciente. Lo
que empezó con Paula Heimann en el 49 lleva hoy, al menos a un sector toda
vía vinculado a la Asociación Internacional, a considerar que el inconsciente es
una hipótesis de la que no tienen necesidad.
2. Deshacerse de la contratransferencia
La respuesta total del analista
Segunda fecha —son puntos de referencia—, 1956 , Margaret Little. Este ar-
tículo se titula " R " , " L a respuesta total del analista a las necesidades de su pa-
ciente". No se ve c ó m o traducir needs de otro modo más que c o m o necesidades.
Esto está en consonancia con el uso que Winnicot t hacía del término. Es el único
materna que ellos han aportado durante estos 50 años. Traduce igualmente ese
e lemento creador.
S igu i endo c o n este bosque jo , diré que Litt le se deshace de la
contratransferencia. Adopta la definición ampliada de Paula Heimann, pero ya
no la llama contratransferencia, porque, c o m o ella dice, entonces uno no se aclara.
Se ve qué es lo que la estorba en el empleo del término contratransferencia. Este
término sigue haciendo referencia al inconsciente, a la transferencia, lo cual si
gue siendo demasiado. Daría pie a imaginar que se trata tan solo de la actitud
inconsciente del analista para con su paciente. No es de esto de lo que ella se
ocupa en su experiencia.
Si se dice "contratransferencia", sería posible imaginar que se trata de los e le
mentos inconscientes no analizados del analista, o bien del encuentro con la trans-
ferencia del paciente por parte del analista. Margaret Little tiene, por el contrario,
una idea mucho más grandiosa de lo que está en juego . De lo que se hace car
go en la dirección de la cura —hac iendo de ello, para decirlo en nuestro len-
20
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVI1 )AI)
guaje, un objeto de la dirección de la cura — es de la respuesta total del analista,
consciente tanto c o m o inconsciente. Su significante R incluye todo lo que un
analista "dice, hace, piensa, imagina o exper imenta" .
Una vez ahí, y de una forma todavía mas abierta, más manifiesta que Paula
Heimann, da el paso siguiente. La perspectiva R sobre la experiencia analítica
borra, desde el punto de vista metapsicológico, la diferencia entre consciente e
inconsciente, y borra, desde le punto de vista técnico, la diferencia entre inter
pretación y comportamiento . Esta globalización está también presente en el uso
del té rmino need. No se trata de las necesidades en tanto que serían distintas de
las pulsiones. Implica todo lo que se le debe aportar al paciente, incluyendo las
disposiciones que hay que tomar con el entorno, el medico, el hospital, los c o n
tactos que es preciso hacer alrededor para que la experiencia sea posible. C o m o
todos señalan, el mo to r de esta lógica es la apertura de la cura analítica a pa
cientes que ya no son los de Freud. Es la llegada de los borderlines, de los psicóticos,
de los niños. El empuje inducido por el propio psicoanálisis constituye la base
material de esta lógica conceptual.
La propia Margaret Little trata el té rmino de necesidad no c o m o un c o n
cepto sino c o m o algo para todo uso. Está hecho para borrar todas las cuidado
sas delimitaciones que se habían podido establecer en la obra de Freud o en la
tradición analítica.
La dinámica de la interacción
Aquí es donde daré un valor especial al artículo de Annie R e i c h , de 1 9 6 0 ,
"Algunas observaciones suplementarias sobre la contratransferencia". Este artí
culo es, manifiestamente, un esfuerzo para bloquear la dinámica que está teniendo
lugar en el psicoanálisis. Annie R e i c h advierte una dilución del psicoanálisis, una
confusión entre psicoanálisis y psicoterapia, y trata de construir un dique que
detenga la progresión de la terrible R —inicial de respuesta — de Margaret Little.
Se opone al establecimiento de una equivalencia entre la contratransferencia y
la respuesta total. Está dispuesta a admitir una contratransferencia empática.
Empatia sí, respuesta total , no. Trata de levantar un dique. R e c h a z a ese
borramiento de todas las delimitaciones metapsicológicas finas, que resulta esen-
cial para sostener el punto de vista de Margaret Little. Por su parte, defiende la
posición ortodoxa del analista e indica, en esta ocasión, lo que ya se está produ-
2 1
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
ciendo en el 56 contra esta posición ortodoxa —al mismo tiempo que, en Fran
c i a , Lacan también la toma c o m o blanco de sus críticas.
La nueva posición analítica critica a la antigua diciendo que la neutralidad
analítica es una tarea imposible, irrealizable. Sería incluso una hipótesis desho
nesta hacer creer que el analista haya sido capaz de distanciarse. Seria revestir al
analista con el mito de la perfección y no tendría más fundamento que la pre
tensión por parte del analista de presentarse c o m o un ser superior, incluso de
jugar a ser un Dios. Críticas todas ellas que, sin duda alguna, la Escuela californiana
ha reciclado.
C o m o se ve a través de Annie R e i c h , esta crítica estaba ya activa en el dece
nio de los años ' 5 0 . Ella señala muy bien que de tomarse las cosas de esta for
ma, la cura se convierte simplemente en una interacción entre el analista y el
analizante, una interacción que se apoya en identificaciones y proyecciones, y
que modifica las condic iones —digámoslo en nuestros términos — del acto
analítico.
R e i c h percibe, al cabo de diez años, la dinámica de la interacción que re
emplaza a la interpretación y a la rememoración del pasado, a la reconstrucción.
Percibe ya que la dinámica de la perspectiva interactiva acaba cuestionando el
estatuto del inconsciente. Lo que tiene ocupado al analista no es la referencia al
inconsciente, sino los episodios, los acontecimientos , de su propia interacción
con el paciente.
3. El fin de una época
1949 - Paula Heimann
1 956 - Margaret Little
1960-Annie Reich
1 9 6 5 - Otto Kernberg
Un conciliador
Ahora comprendo el valor de un texto —bastante difícil de leer, parece una
sopa — de O t t o K e r n b e r g , qu ien esc r ibe en 1 9 6 5 un ar t ícu lo t i tulado
"Contratransferencia". 9 Entre Margaret Little y Annie R e i c h , con todas las pre
cauciones de costumbre, Kernberg valida el punto de vista de Margaret Little.
En vez de contr ibuir al dique de Annie R e i c h , más bien lo destruye.
2 2
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVI1 )A1)
Kernberg es un conciliador, que trata de dar algo a cada uno. A lo que se aplica
esencialmente, al parecer, es a dar forma, si no a la nueva ortodoxia, al menos al
mainstream. Adopta lo que llama la concepc ión totalística —traducción de la
palabra inglesa—, la concepc ión R mayúscula. Dist ingue la concepc ión clásica
de la contratransferencia, la de Freud, con todos aquellos que se vinculan a esta
posición, o sea, toman la contratransferencia con pinzas o con reservas, admi
tiendo que hay sentimientos y que quizás es posible servirse de ellos, pero sin
sentirse cómodos con la contratransferencia —y, por otra parte, la concepc ión
de la respuesta total, totalística. En este artículo, Kernberg adopta esta c o n c e p
ción, admite la respuesta total en el mainstream psicoanalítico, pero teniéndolo
todo en cuenta e intentando integrar elementos de la concepc ión clásica con
el fin de obtener un consenso. Es entonces cuando verdaderamente, de algún
modo, caen del todo las barreras. Es el final de una época. La dinámica relacional
empieza a imponerse. En esta fecha hay una resignación.
La escuela intersubjetiva
Luego, está el presente. Hay, desde luego, etapas intermedias que es preciso
reconstituir, pero tomemos lo que se cristalizó a partir de los años 80 y que sin
suda hoy día constituye la línea de falla principal en el psicoanálisis no lacaniano.
Lo que se cristalizó a partir de los años 80 es la escuela intersubjetiva, la que
extrae las implicaciones de la dinámica de la relación llevándola hasta sus últi
mas consecuencias, es decir, hasta el punto donde la interacción predomina so
bre el inconsciente. Alcanza aquí un punto extremo, desde donde puede hacerse
cargo verdaderamente de una crítica radical de la antigua ortodoxia, una o r t o
doxia que incluye a Freud.
Los psicoanalistas intersubjetivistas de hoy día no salvan a Freud, sino que
ven en él, por el contrario, a quien camufló en la cura psicoanalítica la o m n i -
presencia de la subjetividad del analista y dio al psicoanálisis un estilo cientifista
Y positivista. Lo que aquí llaman positivismo consiste en admitir una realidad
psíquica subyacente, presente de antemano, previa a la interacción, es admitir el
inconsciente c o m o algo que ya esta ahí y buscarle, además, fundamentos de or-
den biológico. Se les ve, pues, impacientes tanto con el registro inconsciente del
psicoanálisis c o m o con el registro de las pulsiones.
Es una crítica radical —y esta vez lógica — de aquella posición del analista
23
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
que se presentaría c o m o científica, c o m o si apuntara a una verdad objetiva que
ya habría quedado depositada, que estaría presente en el paciente, idealizando
una verdad objetiva y dándole finalmente al analista un fundamento para una
posición dogmática y autoritaria.
Sea cual sea la extensión actual de la escuela intersubjetivista, lo que hace es
despejar los elementos que ya estaban presentes en la intervención inaugural de
Paula Heimann en 1949.Van hasta el final, se dan cuenta de que poner el acen
to en la relación conduce a negar el realismo del inconsciente. Hay, pues, hoy
día, un psicoanálisis postmoderno que ya no cree en lo real y que se desprende
de la conceptualidad freudiana clásica.
Esta escuela intersubjetiva reconoce a algunos precursores en Melanie Klein
y en los teóricos de la relación de obje to que abrieron la esfera psíquica cerra
da de los hartmannianos. R e c o n o c e c o m o precursores a los personalistas, a los
interpersonalistas, aquella escuela que había sido dejada al margen en la IPA, en
los Estados Unidos —Sullivan, Karen Horney, Fromm, también los culturalistas.
R e c o n o c e c o m o precursor a un cier to Lacan. Hace referencia a "Func ión y
campo de la palabra y del lenguaje", fechado en 1 9 8 4 —sin duda, el m o m e n t o
en que el autor tuvo conoc imien to de la traducción. R e c o n o c e también, c o m o
precursora, a toda la cor r i en te moderada procedente de la R mayúscula de
Margaret Little, Winn ico t t incluido, considerando que el hecho de haber am
pliado las formulaciones relativas a la contratransferencia —growning — dejaba
presagiar el actual challenge que la escuela intersubjetiva le lanza al psicoanálisis
clásico. Este sector de psicoanalistas está en una actitud de desafío en relación al
psicoanálisis clásico, expresado ya en este té rmino de challenge que reproduce el
International Journal. Es la primera vez que se lee algo tan claro, tan afirmado.
Digamos que es, decenas de años más tarde, una reedición californiana del de
safío lacaniano a la ortodoxia hartmaniana. Es, sin duda, por muchos de sus ras
gos, una vers ión US de Lacan . De Lacan , ex t rae a un t e ó r i c o de la
intersubjetividad. Supongo que deben de criticarlo, porque conserva demasia
do de la superioridad del analista sobre el paciente, por el hecho de ocupar éste
el lugar del Ot ro con mayúscula.
Ogden escribió en 1 9 9 2 un artículo, en dos partes, en el International Journal,
' E l sujeto del psicoanálisis constituido dialécticamente y descentrado". 1 0 An te
r iormente , en 1 9 8 8 , había escrito un artículo titulado "Sobre la estructura dia-
C O N T R A T R A N S F E R E N C Í A E INTERSUBJETIV1DAD
léctica de la experiencia analítica".11 En este m o m e n t o está en marcha una ver
sión americana de Lacan, basada ciertamente en la idea de una negación del "ya
ahí" que comporta el inconsciente. Por lo tanto, va más lejos que Lacan en este
sentido, al considerar que la única realidad en j u e g o en la cura es la realidad
intersubjetiva creada por la interacción analista/analizante. Todo el resto, por lo
tanto, se convierte en algo que es del orden de la construcción, de la hipótesis
o de la construcción socialmente determinada.
Hay un combate en curso, porque la mayoría de la Asociación psicoanalítica
americana está todavía aferrada a los prejuicios clásicos, y ellos se esfuerzan por
familiarizarla con una sensibilidad intersubjetiva. ¿ N o está acaso la psicoterapia
a punto de invadir el psicoanálisis? Se ve que es en el propio seno de una re
flexión sobre el análisis donde toma forma esta cura interactiva que se ahorra el
inconsciente, el ello, las pulsiones, y se sitúa pura y simplemente en una arqui
tectura del diálogo terapéutico. Hay un campo que todavía permanece por in
vestigar, pero que ya nos permite comprender mejor cuál fue la lógica de Lacan.
Realismo de la estructura y disimetría
Hay dos salidas de la ortodoxia en los años 5 0 , la que se produce a través de
la transferencia y la de Lacan. Si se fecha el punto de partida de Lacan en 1 9 5 3 ,
"Func ión y campo de la palabra y del lenguaje", Lacan es evidentemente pre
cursor de sí mismo, puesto que su primer artículo sobre el psicoanálisis con t i e
ne una descripción fenomenológica de la experiencia precisamente c o m o una
relación. Ya vieron ustedes esto en "Más allá del principio de realidad". Lacan
subraya "la paradoja que presenta la noción del inconsciente si es referida a una
realidad individual". 1 2 De entrada, una reflexión conceptual sobre el inconsciente
lo llevaba a instalar este esquema bipolar del sujeto y del Otro. Por otra parte,
en el grafo de Lacan, por ejemplo, donde encontrarán ustedes los términos de
pulsión, de fantasma, el yo, no encontrarán el inconsciente propiamente dicho,
porque el inconsciente está en la relación de los términos que aquí se sitúan.
Se ve bien que la imposibilidad de referir el inconsciente freudiano a un
individuo conduce, en la línea de la contratransferencia, a alojar el inconsciente
en la relación de a dos. Es lo que hace Paula Heimann, sin saber lo que hace, sin
saber que pone en marcha una mecánica que conducirá a negar el inconscien
te, l acan , por su parte, aloja el inconsciente en una dimensión transindividual,
25
LA O R I E N T A C I Ó N LACANIANA
pero evidentemente mucho más compleja que una relación de a dos, porque
incluye palabra, lenguaje y discurso.
En pr imer lugar, devuelve la exper iencia analítica a su fundamento en la
palabra y valida un término c o m o el de intersubjetividad — incluso es él quien
lo introduce en el psicoanálisis.
En segundo lugar, resitúa la función de la palabra en el campo del lenguaje
y de su estructura. De este mismo modo, reintroduce en esta experiencia —esa
de la que nos cantan constantemente su elasticidad, su fluidez, sus interacciones
múltiples, the interplay, el j u e g o mutuo del analista y del analizante -—una estruc
tura que tiene sus leyes, sus constr icciones, en la que hay imposible y, en conse
cuencia, real.
En tercer lugar, c o m o es preciso el discurso para definir el inconsciente, hay
una instancia que tiene una realidad autónoma. Lacan abandona de este modo
la ortodoxia reinante. No liquida la conceptualidad freudiana, sino que, por el
contrario, a través de la palabra, el lenguaje y el discurso, recicla el cientifismo
freudiano, es decir, preserva un realismo, el realismo de la estructura. R e c i c l a
también la metapsicología freudiana a partir de la comunicación, es decir, asig
na a la intersubjetividad una estructura, y una estructura fundamentalmente
disimétrica.
En esto reside el valor del hecho de que, en Lacan, detrás de la relación, no
hay nada que sea del orden del interplay, sino la lucha a muerte hegeliana, es decir,
una estructura fundamentalmente disimétrica. No hay nada en Lacan que sea
del orden de la sopa interactiva que nos presentan, puesto que la función del
O t ro preserva siempre una instancia de ajenidad en la experiencia.
La introducción por parte de Lacan del sujeto supuesto saber, es decir, el
h e c h o de que nadie sabe nada hasta que surgen los significantes — s i por
California les han llegado campanas, esto debe de autorizar, al m o d o de ver de
ellos, su propio irrealismo, su construccionismo — no resta nada a la insistencia
de lo real, que es, por el contrario, la orientación esencial de su última enseñanza.
Notas 1 Jacques-Alain Mil ler empezó a abordar el tema de la contratransferencia en
enero y febrero de 2 0 0 2 en un aparte de su curso titulada "Réf lex ions sur le
m o m e n t présent". La primera lecc ión es accesible en el site de la ECF
2 6
C O N T R A T R A N S F E R E N C I A E INTERSUBJETIVIDAD
2. Cf. Jacques-Alain Miller, "Ques t - ce qu'être lacanien?", Quarto n° 7 4 , Bruse
las, E C F , 2 0 0 1 , pp. 6 - 1 4 .
3. C / . J . - A . Miller, "Réf lex ions sur le m o m e n t présent", op. cit.
4. P. Heimann, M. Little, A. R e i c h , L.Tower, Le contretransfert, Navarin, Paris, 1987 .
5 . J . - A . Mi l le r , "Réf lex ions sur le m o m e n t présent", op. cit.
6. L.Tower,"Contratransferencia" ( 1 9 5 5 ) , en op. cit.
7 . J . -A . Miller,"Psicoanálisis puro, psicoanálisis aplicado & psicoterapia", La Cause
freudienne, n° 4 8 , Paris, 2 0 0 1 .
8 . J . - A . Mil ler hace referencia a la exposición de Ph. Lasagna a su lección del 6
de marzo de 2 0 0 2 .
9. Cf. O. Kernberg, "Notes on Counterfranference" (1965) ,Journal of the American
Psychoanalytic Association, 13.
10. Cf. T h . O d g e n , " T h e dialect ical ly c o n s t i t u e d / d e c e n t r e d S u b j e c t o f
Psychoanalysis" ( 1 9 9 2 ) , IJP, 7 3 , pp. 5 1 7 - 5 2 5 & 6 1 3 - 6 2 5 .
1 1. Cf.Th. Odgen, " O n the dialectical Structure o f Exper ience : some clinical
and theoretical Implications", Contemp. Psychoanalytic, 2 4 , pp. 1 7 - 4 5 -
1 2 . J . Lacan, "Au delà du principe de réalité", Ecrits, Paris, Seuil, 1 9 6 6 , p. 2 5 8 .
Traducción: Enric Berenguer
jani@lacanian.net
27
top related