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Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 Mesoamérica
Ubicación y periodos La región que llamamos Mesoamérica está de-
limitada al norte por el desierto de Durango
(parte norte de México) y al sur en lo que hoy
es Honduras. Hay diversos paisajes, desde las
cumbres nevadas (en la parte central de Méxi-
co) hasta las costas tropicales. En general, el
clima y las condiciones naturales de la región
son favorables para la vida humana. Cuando
comenzó a poblarse, la región era más hú-
meda que ahora. En muchos lugares que hoy
son bastantes secos, como el Valle de México,
había bosques, lagos y pantanos. Abundaban
los animales para la cacería y la pesca, y mu-
chas plantas que podían lograr que surgiera
una agricultura muy productiva, la cual era
su principal fuente de alimentación; otras al-
ternativas eran la caza, la pesca y la recolec-
ción de frutas silvestres. La disponibilidad de
agua, la fertilidad de la tierra y la variedad
de plantas, ayudaron a que Mesoamérica fue-
ra el lugar más poblado y con las civilizacio-
nes más avanzadas del continente.
La diversidad de los climas y de los produc-
tos naturales de Mesoamérica propició desde
épocas muy antiguas el intercambio comer-
cial y cultural entre zonas apartadas. Aunque
cada civilización mesoamericana tuvo ras-
gos propios, el comercio, las migraciones y
las expediciones militares difundieron la in-
fluencia de los pueblos más avanzados. Por
eso hay costumbres, creencias y formas de
trabajo que son comunes a todos los pueblos
de Mesoamérica.
La evolución de las civilizaciones mesoame-
ricana es larga y complicada. Para entender
mejor esa historia, los especialistas la han di-
vidido en tres periodos, tres épocas en que
los pobladores de la región comparten más o
menos el mismo nivel de desarrollo cultural.
Estos periodos son tres:
• El Formativo o Preclásico abarca desde
1800 a.C., cuando se extienden las aldeas
agrícolas permanentes, hasta 200 d.C.
• El Clásico abarca del año 200 al 800 d. C.
Es el tiempo de esplendor de numerosas
ciudades independientes (por eso las lla-
mamos, como a las griegas, ciudades-Es-
tado), en las que se construyeron grandes
centros ceremoniales.
• El Posclásico comprende desde el año 800
hasta la llegada de los españoles. Al prin-
cipio de este periodo, las ciudades más
importantes de Mesoamérica fueron aban-
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 2
donadas o destruidas. Después se funda-
ron otras y finalmente surgió el gran se-
ñorío mexica, que dominaba gran parte
de Mesoamérica a principios del siglo XVI,
cuando Europa y América entraron en con-
tacto.
Las divisiones entre estos tres grandes perio-
dos son aproximadas, pues se trata de cam-
bios que no se produjeron en un momento
preciso, sino que fueron siempre graduales.
El conocimiento que se tiene de los pueblos
mesoamericanos ha avanzado notablemente
en los años recientes. Sin embargo, es mu-
cho lo que no se sabe sobre ellos. Constante-
mente se producen nuevos hallazgos y descu-
brimientos, que obligan a los historiadores a
modificar sus ideas y explicaciones. Hay toda-
vía grandes misterios por aclarar en la etapa
más antigua de su historia.
Periodo Preclásico:
Las primeras civilizaciones
Época: 2500 a.C.-200 d.C
En las primeras décadas del siglo XX, los an-
tropólogos mexicanos encontraron que abajo
de los grandes centros ceremoniales llamados
clásicos, como Teotihuacan y los de la zona
maya, había restos más primitivos. Por eso,
denominaron Preclásico al periodo cultural
de mayor antigüedad.
Hoy sabemos que en ese periodo formativo,
que dura por lo menos 20 siglos, hubo una len-
ta evolución desde las aldeas agrícolas hasta
la primera gran civilización de Mesoamérica:
la de los olmecas. Durante el Preclásico creció
aceleradamente la población de Mesoaméri-
ca, tanto así que algunos historiadores hablan
de una explosión demográfica. No se sabe con
precisión a qué se debió este fenómeno, pero
seguramente está relacionado con el aumen-
to de las superficies cultivadas de maíz que
producían mazorcas más grandes.
Muchos sitios de México estuvieron habitados
desde principios del Preclásico. Los vestigios
de edificaciones no son muy abundantes,
pues en esa época se construía generalmente
con madera, hojas de palma y otros materia-
les que no resisten el paso del tiempo. Pero
sí se han encontrado cerámicas y tumbas: los
objetos que se han encontrado allí nos per-
miten tener una idea cómo se vivía en aquel
tiempo.
Los antiguos mesoamericanos creían en la
existencia de un “más allá” donde moraban
los espíritus de los muertos. Lo sabemos por-
que en las tumbas que han sido descubiertas,
enterraban a sus difuntos con objetos que,
según ellos, podían necesitar en otra vida,
como joyas, vasijas, juguetes y figurillas de
barro. Había también una religión primitiva,
en la que se veneraba a fenómenos natura-
les como el Sol, la lluvia y la fertilidad de la
tierra.
A medida que los grupos humanos formaron
aldeas y ciudades mayores, las necesidades
de la población crecieron y el trabajo de las
personas se especializó. En las sociedades se
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 3
distinguieron varios grupos: los gobernantes,
que a la vez eran sacerdotes y jefes guerre-
ros; los artesanos, que eran la mayoría. Es-
tos últimos trabajaban la tierra, construía
las obras públicas y en las guerras peleaban
como soldados. Los trabajos agrícolas se ha-
cían en grupos y las familias se repartían los
productos del campo.
Las técnicas progresaron con gran rapidez. Se
tejían, entre otras cosas, telas, cuerdas, re-
des y cestas. Los trabajos que se efectuaban
en piedra y en barro alcanzaron, paso a paso,
una notable perfección.
Además de la civilización Olmeca, en el Pre-
clásico se desarrollaron las primeras etapas
de las grandes culturas de Mesoamérica. Eso
sucedió en varias regiones: en la zona maya,
en la zapoteca, en el Occidente y en el Alti-
plano.
Los Olmecas
Localización: Sur de Veracruz y el límite occi-
dental de Tabasco
Ciudades más importantes: San Lorenzo, La
Venta y Tres zapotes
Época: 1200-400 a.C.
Hacia el año 1200 antes de Cristo surge un
pueblo que con el transcurso del tiempo se-
ría la madre las culturas Mesoamericanas. El
área central de lo que fue la cultura olmeca,
está ubicada en la parte sur del estado de Ve-
racruz y la norte del estado de Tabasco.
Olmeca significa "habitante del país del hule".
Por ello la palabra corresponde a todos los
que han vivido en esa área. Los sitios arqueo-
lógicos y monumentos que corresponden a la
región olmeca en el sentido aquí usado se en-
cuentran en el área limitada por el golfo de
México al norte, al sur están las montañas;
al oeste, los ríos San Juan y Papaloapan y los
lagos conectados con los ríos Limón y Cacique
forman una región prácticamente cubierta
por el agua o, cuando menos, por lodo que
no sólo dificultan toda expansión, sino que
ofrecen pocas posibilidades para una eco-
nomía indígena y al este están los pantanos
de Tabasco que impiden la agricultura. Esta
es el área ocupa unos 12,000 km2, definidos
por los restos culturales y por la geografía.
En una área bastante pequeña, entre los ríos
Coatzacoalcos y Chiquito, se encuentran tres
sitios relacionados: San Lorenzo, Tenochtit-
lan (no confundir con la capital Azteca) y Po-
trero Nuevo.
Los ríos tienen un enorme volumen de agua,
el mayor de Mesoamérica, por lo que resul-
taron un factor dominante en la cultura. Las
montañas de la frontera sur no son muy al-
tas y fácilmente pueden atravesarse, pero la
cultura olmeca metropolitana fue una cultura
netamente costera, de tierra caliente, orga-
nizada alrededor de un régimen económico
definido y que al cambiar de hábitat, cam-
biaría también de modalidades, como sucede
precisamente entre los grupos olmecoides.
Esa vegetación, una vez dominada, cortándo-
la continuamente, deja suelos fáciles para la
agricultura indígena, aunque poco duraderos,
por muy considerable que sea el esfuerzo de
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abrir la selva con implementos de piedra. Este
fue probablemente el reto que la naturaleza
impuso a los olmecas, reto no demasiado ri-
guroso y que pudieron dominar, logrando así
el éxito Se ha dicho que la zona olmeca es
una "Mesopotamia americana", pues, al igual
que en Mesopotamia o Egipto, los ríos juga-
ron un papel principal en el nacimiento de la
civilización.
Mientras las civilizaciones del Viejo Mundo
tuvieron que luchar, sobre todo, contra la
tierra seca y, por lo tanto su problema fue la
irrigación, los olmecas lo hicieron mayormen-
te contra la selva y el agua. Tal vez a estas
diferencias sea debido el enorme desarrollo
del verdadero urbanismo en los olmecas, en
contraste con el que hubo en el Viejo Mundo
y con el mayor desarrollo que alcanzó en el
Altiplano de México.
Sin duda, a causa de la humedad del suelo las
exploraciones arqueológicas no han podido
recobrar restos animales o humanos. Poco sa-
bemos de sus animales domésticos. Tenían el
perro, el guajolote y probablemente cultiva-
ban ya la abeja real. En los ríos, lagunas y en
el mar abundan peces, mariscos, tortugas y
gran variedad de aves acuáticas. Esta riqueza
fue la base de la alimentación, base que no
tuvieron o muy escasamente otras áreas del
México antiguo. La diferencia es importante,
ya que las vitaminas proporcionadas por los
animales acuáticos suplen la deficiencia de
proteínas característica en una cultura tan
escasa en animales domésticos.
Desde más de un milenio antes del floreci-
miento olmeca, la agricultura era la base
económica de Mesoamérica, principalmente
el maíz, frijol y calabaza, cultivos que en al-
gunos sitios como Tres Zapotes se encuentra
unida. No se tienen datos ciertos sobre el al-
godón, el cacao, el tabaco y otras plantas.
En una región tropical la tierra no rinde como
en otras zonas, el cultivo tiene que ser ro-
tativo y dejarla descansar durante años. Los
efectos en la cultura humana son importan-
tes, pues no pueden surgir grandes conglome-
rados de población, ya que cada vez hay que
ir más lejos en busca de tierras laborables, lo
que a la larga significa desplazar todo el pue-
blo. Como esto es imposible en sociedades ya
establecidas, la comunidad tiene un límite
demográfico muy claro y se subdivide conti-
nuamente. El problema sólo puede resolverse
utilizando otros recursos económicos natura-
les o mediante el comercio. Por ello los ríos
jugaron un papel fundamental en una socie-
dad que no disponía de la rueda ni de bestias
de carga; el agua formó los grandes caminos
naturales que permitían las comunicaciones.
Sin embargo, en la zona olmeca existe otra
posibilidad, que es la agricultura húmeda.
Muchos de los centros olmecas son verdade-
ras islas, rodeadas de agua cuyo nivel baja y
sube anualmente, lo que permite una irriga-
ción natural y un fertilizante producido por el
limo traído por las inundaciones.
Determinar con alguna precisión cuál fue el
número de habitantes de la región, tanto en
su apogeo como en cualquier otro momento,
es simple especulación. Pero es necesario
formular cuando menos una hipótesis, ya que
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 5
nuestro concepto sobre la cultura olmeca se
ver afectado por la cantidad de personas que
hayan tomado parte en ella. Todos los proble-
mas resultan distintos y todas las posibilida-
des son de otro orden según la demografía.
Podemos considerar que el área olmeca tuvo
250,000 habitantes. La ausencia de animales
domésticos evitaba que el agua se contami-
nara como sucedió a partir del siglo XVI y es
probable que no existiera el paludismo en
tiempos prehispánicos, al menos en formas
graves.
Por las mismas razones que impiden recobrar
restos animales, no se ha encontrado en los
entierros olmecas un solo esqueleto que se-
ñale cuál era el tipo físico de esta gente. Por
tanto, sólo podemos reconstruirlo a base de
representaciones en barro, piedra y jade, o
aceptando que los habitantes actuales del
área sean descendientes físicos directos de
los antiguos y así hayan preservado, cuando
menos, algunas de las viejas características
raciales. De hecho, ambas posibilidades se
complementan, pues es muy probable que el
tipo representado en las esculturas sea una
idealización del tipo físico sureño mexicano:
baja estatura, con cuerpos bien formados,
tendencia a la obesidad, de cabeza y cara
redondeadas, con nucas abultadas, ojos obli-
cuos y abotagados, con pliegue epicántico,
nariz corta y ancha, boca de labios gruesos
y comisuras hundidas, mandíbulas potentes
y cuello corto. Estos rasgos faciales han su-
gerido la presencia entre los olmecas de dos
razas humanas: el pliegue epicántico repre-
senta a la mongoloide, y los demás rasgos, a
la negroide. Sobre la primera no hay duda,
puesto que en ella reside el origen del indio
americano. Los rasgos que se creen de origen
africano y que resultan improbables se refie-
ren más bien a formas de representar, sobre
todo, niños, que en general ofrecen caras más
redondas, narices más cortas y anchas, y la-
bios más gruesos, que han sugerido rasgos ne-
groides. Lo curioso es que no había negros en
el México prehispánico. Convivieron con ellos
alguno o varios grupos distintos que a veces
aparecen en su arte. Esto es importante, ya
que refleja esa necesidad de toda civilización
de formarse mediante la convivencia de dos
o más grupos que se fertilizan mutuamente.
La herencia olmeca
Muchos avances logrados por los olmecas se
extendieron por toda Mesoamérica. En luga-
res tan apartados entre sí, como Guerrero, el
Valle de México, Oaxaca y la zona mayor se
pueden encontrar elementos culturales que
indudablemente tienen origen olmeca, como
la técnica para trabajar la piedra, la obser-
vación de los astros y el culto a ciertas y del
cálculo del tiempo también sean producto de
esta civilización.
La arquitectura de los olmecas tuvo una gran
influencia, pues fueron los primeros que cons-
truyeron centros ceremoniales, diseñados de
manera que tuvieran una determinada orien-
tación en relación con ciertos astros.
Los centros ceremoniales estaban separados
de las aldeas o los barrios donde la gente co-
mún y corriente realizaba las actividades de
todos los días. En el centro religioso vivían
únicamente los gobernantes, los sacerdotes y
sus sirvientes. El pueblo se reunía en el cen-
tro sólo para las celebraciones religiosas y
militares.
Sabemos más de la religión y el arte que de
la vida cotidiana de los pueblos mesoameri-
canos porque los centros ceremoniales han
resistido el paso del tiempo, mientras que las
casas o los mercados han desaparecido, pues
estaban hechos de adobe, palma o madera.
Hacia el año 300 a.C. los centros ceremonia-
les olmecas ya habían sido abandonados por
sus pobladores, ignorando qué provocó ese
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 6
hecho. Sin embargo, para entonces ya se ha-
bía difundido su cultura en Mesoamérica.
Periodo Clásico
Época 200-900 d.C.
Hacia el año 200 a.C. en varias regiones de
Mesoamérica, se inicia el desarrollo de gran-
des civilizaciones urbanas. Los centros cere-
moniales se multiplicaron y las artes alcanza-
ron un esplendor impresionante. Es la época
en que florecen, entre otras, la civilización
maya, la zapoteca y la de los pobladores de
Teotihuacan. Las ciudades del periodo Clási-
co fueron independientes entre sí, aunque al-
gunas, más poderosas, dominaron territorios
extensos y cobraron tributos a sus habitantes.
En esta época, la organización de la socie-
dad se volvió más complicada. Al lado de los
guerreros-sacerdotes surgieron funcionarios
encargados de impartir justicia y de recaudar
tributos, comerciantes que viajaban largas
distancias y artesanos de gran especializa-
ción. La religión ocupaba el lugar central de
la vida y en torno a ella giraban las demás
actividades. Aumentó el número de las dei-
dades y de las ceremonias realizadas en su
honor, que con frecuencia incluían los sacrifi-
cios humanos.
Los asombrosos centros ceremoniales de esta
época, sus templos y pirámides, tumbas y
palacios, nos dan idea del peso que tenía la
religión en las sociedades clásicas. Decenas
de miles de hombres trabajaban durante años
para construirlos, se ocupaba a los más dies-
tros artesanos y se consumían los materiales
más preciados. Todo ese esfuerzo tenía como
finalidad obtener el favor de las deidades,
que según las creencias de aquellos pueblos,
gobernaban la vida de los hombres y los ciclos
de la naturaleza.
En otras actividades humanas hubo notables
avances. Progresaron ciencias como las ma-
temáticas y la astronomía, se crearon com-
plicados sistemas de escritura y prosperó la
herbolaria, que estudia las propiedades be-
néficas o dañinas de las plantas. Las técnicas
para trabajar la piedra y el barro alcanzaron
su punto más alto; las paredes de los centros
ceremoniales se cubrieron de pinturas y re-
lieves.
Cada pueblo desarrolló un particular estilo
artístico, aunque los pueblos de Mesoaméri-
ca compartían formas de arte parecidas. Las
más antigua e influyente de las civilizaciones
clásicas fue la de Teotihuacan.
Los mayas Localización: Territorios actuales de Guate-
mala, Belice, Honduras, El Salvador, y los es-
tados de México de Chiapas, Quintana Roo,
Tabasco y Yucatán
Principales ciudades: Tayasal, Zacpeten, Nak-
bé, Palenque, Tikal, Quirigua, Copan, Calak-
mul.
Época: 292-909 d.C.
Aún en la actualidad, no se sabe exactamente
de dónde provienen los mayas. Algunos creen
que llegaron de la región del sur de los An-
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 7
des; otros, que llegaron del norte, siguiendo
la ruta de la costa del Atlántico. Lo que sí se
sabe es que la civilización maya fue una de
las culturas más avanzadas del período pre-
colombino y superior, en muchos aspectos, a
otros grupos americanos del mismo período.
Los mayas se establecieron en tres grandes
regiones. En el Sur de México, desde el estado
de Chiapas hasta Honduras. Más tarde, des-
pués de abandonar las antiguas ciudades, se
dirigieron a la península de Yucatán (Campe-
che, Yucatán y Quintana Roo) y a los estados
de Chiapas y Tabasco. Todo el territorio maya
abarcaba más de 200 mil kilómetros desde la
costa norte de Yucatán hasta las cordilleras
guatemaltecas y hondureñas. Se caracteriza-
ba por tener diferentes clases de vegetación
y de clima. En el sur existían muchas regiones
montañosas y frías; en el norte, llanuras con
vegetación y de clima cálido; en el centro,
bosques semitropicales con abundantes llu-
vias. Según la leyenda, la región maya surgió
de las aguas, y de ahí que maya significa pi-
sada de agua.
A la largo de la historia de los mayas ha ha-
bido grandes e importantes cambios en el te-
rreno cultural, religioso y arquitectónico. En
la mayoría de los casos, estos cambios han
sido el resultado de las diferentes invasiones
del territorio maya por grupos como los olme-
cas, los toltecas y los españoles, entre otros.
Por medio de los estudios que han realizado
diferentes arqueólogos a partir del siglo pasa-
do sobre los monumentos y edificaciones ma-
yas, ha sido posible reconstruir el desarrollo
cultural de este pueblo.
Las ciudades mayas siguieron el mismo pa-
trón evolutivo que la mayor parte de las
poblaciones agrícolas de Mesoamérica, con-
temporáneas suyas. Es muy probable que las
moradas de sus habitantes hayan sido chozas
de madera con techos de palma, al igual que
los templos que construían para adorar a sus
dioses. Todas estas construcciones desapare-
cieron con el tiempo, quedando como único
testimonio de este periodo unos cuantos res-
tos de cerámica polícroma y antropomorfa.
Las ciudades tuvieron influencia de las tribus
vecinas, en particular de los olmecas. Los
primeros rasgos típicos mayas (tales como la
deformación craneana y la nariz aguileña) se
pueden apreciar ya con claridad en sus figuri-
llas de barra. Aparecen las estelas con glifos
cronológicos y el arte lapidario. La religión
empieza a estructurarse en esta época.
El segundo periodo se le conoce como Clá-
sico Maya y va del 325 al 925 d.C. Durante
su primera fase de este período, llamada
Temprana (325-625 d.C.) las influencias de
otras tribus extrañas desaparecen en el mun-
do maya. La extensión comprendía 325,000
Km. Las características clásicas de la cultura
maya se hacen evidente en todo su territorio:
las construcciones a base del arco corbelado
o falsa bóveda maya, elemento importante
para sostener la techumbre de los edificios;
la medición y culto del tiempo, del cual lle-
vaban una cuenta exacta en estelas de pie-
dra bellamente esculpidas con glifos cronoló-
gicos y escritura jeroglífica; los mosaicos de
piedra tallada cuidadosamente, que forman
celosías, grecas, chozas y mascarones para
decorar las fachadas y frisas de templos y pa-
lacios, así como las cresterías que los corona-
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 8
ban, figurando hermosos calados de piedra;
las molduras y cornisas típicas; los dinteles
y jambas, columnas de piedra labrada, etcé-
tera. El descubrimiento del cero, el uso de
un calendario elaborado por ellos, más exac-
to aún que el Juliano (cuyas bases les fueron
heredadas por los olmecas), son dos enormes
logros de los muchos que esta raza excepcio-
nal alcanzó en este era inmejorable, en la
que los mayas mantuvieron relaciones con los
teotihuacanos.
La etapa media del Clásica, (625-800 d.C.),
produjo un espectacular desarrollo en el arte
y en la ciencia, en particular en la arquitec-
tura, la pintura, la escultura, la cerámica,
el arte lapidario, la astronomía, las mate-
máticas y la escritura jeroglífica. El comer-
cio también prosperó, produciendo expertos
navegantes dedicados a transportar y vender
mercancías desde muy remotos lugares. Chi-
chén-Itzá y Uxmal, en la parte norte de Yuca-
tán, se convirtieron en centros ceremoniales
de gran relevancia. Otras ciudades muy im-
portantes de la época son Tikal, Bonampak,
Yaxchilán y Palenque.
Los mayas que habitaron esta región consti-
tuían una familia étnica dividida en tribus,
las que hablaban diferentes dialectos mayas,
pertenecientes no obstante a un mismo tron-
co lingüístico. Su economía se fundamentaba
en la agricultura; políticamente, sus ciuda-
des independientes pueden ser comparadas
con las ciudades-estado griegas o italianas
de la antigüedad. Los elementos caracterís-
ticos producidos por la cultura maya se fue-
ron desarrollando poco a poco, hasta llegar
a los límites mismos de su territorio. El mun-
do maya, libre ya de las presiones del exte-
rior, alcanza todo su esplendor. La religión se
constituye en el centro de la vida maya.
Hacia fines del Periodo Clásico, vino la caí-
da (800 d.C.), una influencia "extranjera"
comienza a hacerse sentir en la vasta región
maya. Los fundamentos de esta civilización
se fueron minando, hasta provocar una re-
vuelta del pueblo en contra de sus gober-
nantes políticos y religiosos, así como de la
nobleza, la que resultó en su eliminación por
asesinato o destierro. No teniendo ya grandes
dirigentes que guiaran su destino, los mayas
abandonaron sus centros ceremoniales y las
tierras agrícolas que los circundaban, disper-
sándose para formar pequeños asentamientos
diseminados. Las ciudades de la región Puuc,
tales como Uxmal, Sayil, Labná, Kabáh y Xla-
pak, que habían llegado a ser muy prósperas
a fines del Clásico, experimentaron una deca-
dencia general y quedaron desiertas.
Los arqueólogos han propuesto varias teo-
rías para justificar este cambio de la historia
maya. La más aceptada menciona que des-
pués de alcanzar su cenit, el pueblo maya
sufrió una crisis provocada por sus gober-
nantes teocráticos, quienes valiéndose de
sus prerrogativas, le exigían cotidianamente
mayores impuestos y la presionaban cada vez
más con demandas injustas. Ello forzó a los
mayas a la rebelión. Al mismo tiempo, el ago-
tamiento de las tierras cultivables aledañas
a los centros urbanos y ceremoniales obliga-
ron a los agricultores a buscar suelo fértil le-
jos, resultando en su emigración para lograr
mejores oportunidades de subsistencia. Este
pueblo tuvo entonces que fundar nuevas co-
munidades mucho más pequeñas y rudimen-
tarias donde habitar, dejando a las grandes
ciudades antiguas únicamente como centros
de peregrinación, las que visitaban esporádi-
camente con el objeto de realizar ritos reli-
giosos primitivos o para enterrar a sus muer-
tos.
A esto siguió un intervalo de cincuenta años,
al que se refieren los conocedores como el
Interregnum, durante el cual la cultura maya
descendió a su nivel más bajo, comparado
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 9
solamente al alcanzado en el Período For-
mativo. El arte en todas sus formas declinó,
excepto por la cerámica llamada Plumbate.
Lentamente, la influencia que se había esta-
do dejando sentir en el área desde tiempo
atrás se concretiza con el arribo de elemen-
tos culturales completamente ajenos a los
mayas, venidos a Yucatán desde el altiplano
central mexicano.
Hacia el año 1000 de nuestra era se estableció
un pacto entre las tres tribus mayas de mayor
poderío en la zona norte de la península de
Yucatán. La llamada "Triple Alianza" reunió a
los Itzáes, cuya capital era Chichén-Itzá, con
los Xiús de Uxmal y los Cocomes de Mayapán.
Los Xiús y los Cocomes se jactaban de ser des-
cendientes de los toltecas y de hecho así era.
Esta alianza fue muy favorable a los Itzáes
a la largo de casi doscientos años y Chichén
Itzá experimentó un verdadero renacimiento
que sobrepasó en todo lo que se había podido
alcanzar durante el Periodo Clásico.
Chichén-Itzá vio entonces surgir las gran-
diosas construcciones de la edad de oro del
arte maya-tolteca, cuyos rasgos distintivos
aportaron una gran novedad al arte arqui-
tectónico local, al ser interpretados por los
artistas mayas. Pórticos, galenas y columna-
tas; columnas de Atlantes, estatuas yacentes
del Chac-Mool, pilastras esculpidas en forma
de serpientes emplumadas o como efigies de
guerreros; grabados de tigres y águilas devo-
rando corazones humanos, representaciones
míticas de seres mitad hombre, mitad jaguar,
mitad serpiente y mitad pájaro; plataformas
de cráneos (Tzompantli en náhuatl) y re-
presentaciones de divinidades mexicanas; y
sobre todo Quetzalcóatl, "La Serpiente Em-
plumada", (cuyo nombre se tradujo al maya
como Kukulcán), quien reinó al lado de Chac,
dios maya de la lluvia, a partir de esa época.
Hacia el siglo X de nuestra era, el sacerdote
tolteca Quetzalcóatl llegó a Yucatán después
de haber huido de sus enemigos de Tula (ca-
pital de los toltecas), la tribu mexicana a la
que había llevado a alcanzar niveles de cul-
tura incomparables. Los Itzáes, que habla-
ban maya y náhuatl, habían mantenido des-
de mucho tiempo relaciones comerciales con
los mexicanos, hallándose ya para entonces
profundamente influenciados por ellos; por lo
tanto, pudieron asimilar fácilmente la cultu-
ra traída a las tierras mayas por Quetzalcóatl
y su grupo. A la vez que imponían su propio
estilo de arte y arquitectura, los toltecas hi-
cieron prevalecer su religión entre los Itzáes
y otras tribus mayas. Este cambio dramático
provocó que el carácter otrora sereno y apa-
cible del pueblo maya se tornara agresivo y
belicoso, y despertara el deseo de conquistar
prisioneros de guerra con el objeto de sacri-
ficarlos a las deidades, en el curso de cere-
monias religiosas y extender su hegemonía
en la zona norte de Yucatán. En consecuen-
cia, la vida pacifica que llevaban los mayas
hasta ese momento de su historia se vio al-
terada por las rivalidades y la violencia. Sin
embargo, el pacto de Chichén-Itzá, Uxmal y
Mayapán permitió a los Itzáes prosperar nue-
vamente, así como transformar a su capital
en la ciudad por excelencia de toda la zona
maya. Desgraciadamente, en 1194 Mayapán
rompe la Triple Alianza, subyuga por la fuerza
a Chichén-Itzá y Uxmal y se constituye en el
imperio supremo de la península de Yucatán.
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 10
En el siglo XIII viene la conquista de los It-
záes y los Xiús por los Cocomes, las grandes
y espléndidas ciudades como Chichén-Itzá y
Uxmal fueron abandonadas. A partir de en-
tonces ya no se volvieron a construir edificios
importantes; el arte empobreció notable-
mente y nunca más se produjeron las copias
ostentosas de los originales toltecas. No obs-
tante esto, Chichén mantuvo su prestigio de
gran centro ceremonial mucho después de
la conquista española y los peregrinos con-
tinuaron llegando a ella desde los sitios más
lejanos del territorio maya, para celebrar ri-
tos religiosos y lanzar ofrendas al Cenote Sa-
grado. La guerra, la imposición cultural y el
creciente aumento de los sacrificios humanos
requeridos por la religión de los mexicanos
precipitaron la decadencia, mostrada por la
alfarería tosca de esa época. El magno im-
perio maya había caído para no levantares
jamás. El misterio que cubre la desaparición
de la civilización maya, puede ser razonable-
mente explicado con los argumentos expresa-
dos por especialistas como Thompson y Sodi,
quienes deducen a través de sus investigacio-
nes que el fin de los mayas es el resultado de
la "mexicanización" de su cultura.
Cultura Zapoteca
Localización: Sur de Oaxaca, sur de Guerre-
ro, parte del sur de Puebla y el Istmo de Te-
huantepec en México
Principales Ciudades: San José Mogote, Mitla
y MonteAlbán (Oaxaca, México)
Época: 300 a.C.-1200 d.C.
Pueblo mesoamericano perteneciente al tron-
co lingüístico otomangue, establecido desde
el I milenio a.C. en la sierra, valle central y
en la parte del istmo de Tehuantepec de lo
que es en la actualidad el estado de Oaxaca,
que tuvo una destacada importancia durante
el periodo precolombino y recibió la influen-
cia de los olmecas, es decir, de los creadores
de la cultura madre que comenzó a florecer
en las costas del golfo de México, en la región
limítrofe de los actuales estados de Veracruz
y Tabasco.
Los zapotecas precolombinos
Hacia el siglo VI a.C., los zapotecas estaban
en posesión de un sistema calendárico y tam-
bién de una forma de escritura. De ello dan
testimonio los centenares de estelas con ins-
cripciones que se conservan en el centro ce-
remonial de Monte Albán. Dichas estelas se
conocen como de „los danzantes‟, ya que las
posturas de las figuras humanas con las que
se registran tales inscripciones, sugieren que
están bailando. En esa primera etapa del de-
sarrollo zapoteca comenzaron a construirse
tumbas de cajón o rectangulares en las que
aparecen ofrendas y representaciones del
dios de la lluvia Cocijo, deidad que habría de
tener un lugar muy importante en el panteón
zapoteca.
En los siglos siguientes, según los datos pro-
porcionados por la arqueología, pueden dis-
tinguirse varios periodos de desarrollo. En
el que abarca desde el 300 a.C. hasta el 100
d.C., se dejó sentir la presencia de algunos
elementos que más tarde se desarrollarían
con mayor fuerza entre los mayas. De esa
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 11
época provienen asimismo edificaciones más
suntuosas, entre ellas las de varios juegos de
pelota (los lugares donde se practicaba el tla-
chtli) y algunos templos en Monte Albán y en
otros lugares de Oaxaca como Yagul, Teotit-
lán y Zaachila.
A ese periodo siguió el del auge de la cultura
zapoteca, entre el año 100 d.C. y el 800 d.C.,
que coincidió con el esplendor de Teotihua-
can en la región central. Fue entonces cuando
el centro de Monte Albán llegó a su máximo
florecimiento. De ello dan fe los templos, pa-
lacios, adoratorios, plazas, juegos de pelota
y otras edificaciones que allí pueden contem-
plarse. Además de Cocijo, dios de la lluvia,
se adoraba a la pareja de dioses creadores
llamados Pitao Cozaana y Pitao Nohuichana,
representación de la dualidad que también
aparece en las otras regiones de Mesoaméri-
ca. En este periodo de esplendor se consolida
la presencia zapoteca en los ya mencionados
Yagul y Zaachila, y en otros muchos lugares
como Huajuapan, Juchitán, Piedra Labrada y
algunos ya situados en los actuales territorios
de los estados de Puebla y Guerrero.
Los zapotecas fueron, junto con los mayas,
él único pueblo de la época que desarrolló un
sistema completo de escritura, en el que se
combinan la representación de ideas y la de
sonidos. Estas escrituras han sido descifradas
sólo parcialmente.
Hacia el año 800, tal como sucede en otras
ciudades del Clásico, el esplendor de Monte
Albán termina bruscamente. La cultura zapo-
teca continuó en los valles de Oaxaca y siglos
después los mixtecas, que vivían en las serra-
nías al norte y al este de Monte Albán, inva-
dieron los valles y sostuvieron una larga lucha
con los zapotecas. Los mixtecas establecie-
ron sus propios centros religiosos. Desarrolla-
ron un estilo de cerámica caracterizado por
su colorido y elaboraron códices muy bellos,
que narran la historia de los grandes jefes de
sus señoríos.
Al periodo de esplendor siguió uno de franca
decadencia. Otro grupo étnico, el de los mix-
tecos, ocupó su principal centro ceremonial
y se impuso en gran parte del territorio oa-
xaqueño. Los zapotecas, a veces sometidos a
los mixtecos y en ocasiones aliados con ellos,
establecieron su ciudad principal en Zaachi-
la. A pesar de su decadencia, los zapotecas
lograron conservar en parte su independencia
y salir victoriosos en varias guerras que tu-
vieron contra grupos vecinos, así como opo-
ner resistencia a los intentos de los mexicas o
aztecas que trataban de sojuzgarlos. La con-
quista española, en las primeras décadas del
siglo XVI, puso fin a la existencia autónoma
zapoteca.
Cultura Mixteca Localización: Región montañosa que se en-
cuentra en los estados mexicanos del Sur de
Puebla, Poniente de Oaxaca y el este de Gue-
rrero.
Ciudades Principales: Cerro de las minas, Tu-
tutepec, Huamelulpan, Tayata, Monte Negro,
Etlatongo, Huajuapan, Cerro Jazmín, Diquiyú
Época: 1500 a.C.-1500 d.C.
Los mixtecos o mixtecas, originalmente de
cultura olmeca, se desplazaron a comienzos
de la era cristiana probablemente desde la
región de Cholula (Puebla) hacia el sur, hasta
ocupar las zonas altas del territorio conocido
como la Mixteca (en el estado de Oaxaca),
cuyo nombre viene a significar "país de las
nubes". Posteriormente, los mixtecos exten-
dieron sus dominios a zonas más bajas, dispu-
tándoselas a sus antiguos dueños zapotecas,
cuya cultura influyó considerablemente en
los invasores.
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 12
El pueblo mixteco estaba dividido en diversos
reinos o señoríos repartidos por los numero-
sos valles del territorio. Ocasionalmente, los
mixtecos unieron sus fuerzas con fines de-
fensivos, como sucedió en la segunda mitad
del siglo XV cuando comenzó a manifestarse
en su territorio la presión expansionista de
los aztecas. Su organización social, muy rí-
gida, se estructuraba en dos castas, la pri-
mera compuesta por militares y sacerdotes,
y la inferior por campesinos y artesanos. Las
contribuciones más importantes de los mixte-
cos son: los registros pictográficos en códices
hechos sobre piel de venado de la historia mi-
litar y social que narran aspectos del pensa-
miento religioso, de los hechos históricos y
de los registros genealógicos de su cultura; la
orfebrería, cuyas muestras como pectorales,
narigueras, anillos o aretes, demuestran que
manejaron con maestría el oro trabajado con
la técnica de la cera perdida, así como el la-
brado del alabastro, el jade, la turquesa y la
obsidiana, entre otros. Las piezas más nota-
bles que se conocen proceden de los enterra-
mientos de Monte Albán, descubiertos por el
arqueólogo Alfonso Caso, y que se exhiben en
el Museo Regional de Oaxaca. Otros legados
mixtecos son: un calendario análogo al utili-
zado por los aztecas y sus técnicas agrícolas.
Entre los siglos XI y XII de nuestra época, los
mixtecos adoptaron una influencia tolteca
cuya característica civilizadora los motivó a
buscar asentamientos más estables que los
que habían tenido; se dedicaron a dominar
a los zapotecas por medio de invasiones de
sus tierras, guerras y alianzas políticas por
matrimonios. De ese modo se apoderaron,
por ejemplo, de Monte Albán, que había sido
abandonada por los zapotecas y los mixtecos
convirtieron en necrópolis, enriqueciendo
notablemente sus monumentos funerarios.
Tanto en esa ciudad, como en Mitla, aporta-
ron conceptos arquitectónicos evolucionados
como las grecas geométricas de piedras en-
sambladas que adornan los palacios. Otras
ciudades zapotecas de las que se apoderaron
los mixtecos son Zaachila y Yagul, también en
el estado de Oaxaca, con las que se comple-
menta el conjunto del impresionante legado
de estas culturas. Los mixtecos influyeron en
el declive de la civilización maya en el sur,
y permanecieron independientes de los azte-
cas en el norte. Es posible que la población
mixteca actual ronde el medio millón de per-
sonas, distribuidas en 3 regiones principales:
la Mixteca Alta (en las zonas frías de la sierra
Madre del Sur), la Mixteca Baja (siguiendo el
curso del río Atoyac) y la costa (estados de
Oaxaca y Guerrero).
Los Tarascos o Purépechas Localización: Región oriental del estado de
Michoacán, sur de Guerrero, Sur de Jalisco,
Centro de Guanajuato en México
Principales ciudades: Pátzcuaro, Tzintzunt-
zan, Ihuatzio, Zacapu, Carapan y Tingambato
Época: 1200 d.C.-1600 d.C.
Su historia primitiva se conoce a través de
escasas fuentes históricas que ubican su ori-
gen en la localidad de Zacapu, Michoacán, y
que se refieren a la fundación de sus princi-
pales asentamientos (Tingambato, Carapan,
Ihuatzio y otros, distribuidos en parte de los
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 13
estados de Guanajuato, Querétaro, Colima,
Jalisco, Guerrero y Estado de México).
Se conocen datos sobre su religión, su organi-
zación política, sus gobernantes y sus respec-
tivas dinastías, así como sobre los principales
hechos históricos que protagonizaron. Existen
pruebas de que en el momento de la llegada
de los españoles en el siglo XVI, ya habían
desarrollado una civilización independiente.
La capital era Tzintzuntzan, „lugar de coli-
bríes‟, junto al lago de Pátzcuaro, en donde
construyeron las „yácatas‟, monumentos úni-
cos que destacan por su forma, pero que no
se comparan con otras obras arquitectónicas
en cuanto a vistosidad. Consisten en una es-
pecie de túmulos en forma de T revestidas de
piedras cortadas.
Los tarascos o purépechas eran famosos por
sus espectaculares mosaicos, los cuales con-
feccionaban con plumas de colores, y por sus
pipas de barro o arcilla. Hoy destacan por los
tejidos, lacados y su artesanía en madera. La
agricultura y la pesca constituyen sus princi-
pales medios de subsistencia.
En su capital, Tzintzuntzan, sobre el lago
de Pátzcuaro, se han encontrado las yácatas
(templos circulares y escalonados dispuestos
en línea sobre un basamento rectangular). Se
cree que los purépechas fueron los primeros
que trabajaron el metal en Mesoamérica. Es
probable que aprendieran las técnicas de la
metalurgia gracias al comercio con las civi-
lizaciones de América Central y las andinas
a través del océano Pacífico. Los ornamentos
de cobre, oro, bronce y otras aleaciones he-
chos por los purépechas eran tan apreciados
como sus trabajos con plumas y sus telas.
Los Totonacas Localización: Veracruz, Oeste de Oaxcaca y
Sur de Puebla (México)
Principales ciudades: Tajín, Papantla, Nepa-
te, Zapotal, Cempoala, Yohualichán
Época: 300 d.C.-1519 d.C.
La mayoría de los grupos humanos diseminados
por la costa desde el período correspondien-
te al preclásico medio principiaron a emigrar
hacia el sur de Veracruz y Centroamérica, y
otros fuertes núcleos se remontaron a la Mesa
Central, adonde llevaron su cultura, como
atestiguan los hallazgos de figurillas, cerámi-
cas y otros elementos de la costa del Golfo en
los valles de Puebla, México, Toluca, etc., de
donde posteriormente, entre los siglos I al III
de nuestra era, por cambio de clima, proble-
ma de explosión demográfica, etc., bajaron
de nuevo a la costa con un influencia teoti-
huacana y fundaron núcleos de población
como El Tajín, Lagunilla, Yohualichan, Malpi-
ca y Xiuhtetelco. Son los centros más conoci-
dos por sus monumentos arquitectónicos del
clásico central veracruzano, mientras que los
grupos reducidos que quedaron en la región
sur sufrieron en algunos casos un decremen-
to cultural en todos los órdenes e, influidos
por la gente procedente de la Mesa Central,
cambiaron sus modalidades en la cerámica,
conservando pocas de sus características cul-
turales. Este período se caracteriza por la di-
versidad de elementos artísticos como son los
yugos, palmas, hachas votivas. La arquitectu-
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 14
ra de El Tajín, Yohualichan, Lagunilla, etc., y
sus cerámicas de caolín color marfil, así como
las figuras sonrientes correspondientes al
área Tlalixcoyan-Remojadas, Tierra Blanca. A
éstos podrían agregarse las grandes escultu-
ras de barro y la cerámica anaranjada.
De la región costera del río Nautla hasta las
márgenes del río Pantepec se tienen pocas
noticias del período clásico, siendo el sitio
más importante la zona arqueológica del ki-
lómetro 352 de la carretera a Cazones, que
ingenieros de "Petróleos Mexicanos" descu-
brieron con un caterpillar: un montículo con
vestigios de construcción,. con perfil de talud
y tablero entre dos molduras planas, ciento
por ciento teotihuacano, y el hallazgo fortui-
to de piezas arqueológicas por campesinos,
en diversos lugares, que corresponden a yu-
gos, palmas y hachas votivas. Este panorama
es distinto al de la Sierra Madre Oriental, en
los territorios montañosos de los estados de
Puebla e Hidalgo, actuales y antiguos asien-
tos de varios grandes grupos de totonacas, en
donde hallamos algunos centros arqueológi-
cos, como Xiuhtetelco, Macuilquila, Ayotoch-
co, Tuzamapan, Ecatlán, etc., hasta Huauchi-
nango, con relaciones con las cerámicas de El
Tajín y arquitectónicas como en Yohualichan
y Lagunilla, pero en general sin explorar.
Al tratar de Tajín no puede dejarse de men-
cionar el complejo "yugos, palmas y hachas
votivas", porque estos tres elementos como
motivos ornamentales aparecen representa-
dos en los elaborados atavíos de los perso-
najes en fustes de columnas y en los cuatro
tableros del Juego de Pelota Sur, que deben
haber sido tallados entre los años 800 a 900 d.
C. Hay infinidad de yugos procedentes de la
región comprendida entre Nautla, Gutiérrez
Zamora, y Zempoala, que fueron el patrón de
asentamiento de los habitantes de Tajín.
Los Huastecos Localización: Estados de Veracruz, San Luis
Potosí, Hidalgo, Tamaulipas, Querétaro y
Puebla
Principales ciudades: Tamohi o Tamtoc Época:
750-1500 d.C.
Los primeros datos sobre la cultura Huaste-
ca fueron publicados por Eduard Seler y su
esposa, entre 1888 y 1915; otro investigador
que ha dedicado su vida al estudio de la cul-
tura Huasteca es Joaquín Meade quienes des-
cubrieron 172 zonas arqueológicas. Muchos
objetos están reunidos en el museo regional
de San Luis Potosí, el Museo de la Cultura
Huasteca, que está ubicado en el edificio del
Tecnológico de Ciudad Madero, el Museo de
Tuxpan, la gran colección del presbítero Car-
los Cortés en Tampico Alto, la del licenciado
Enrique León de la Barra en Ciudad Victoria,
Tamaulipas y la colección que se encuentra
en el Museo de Arqueología de la ciudad de
Xalapa, Veracruz. Si todas estas colecciones
se pudieran reunir en un solo edificio, pro-
porcionarían a la nación un bello museo de
cultura Huasteca. Las cuatro zonas geográfi-
cas fueron la costa, la planicie, la llanura y la
montaña, cada una con sus propias caracte-
rísticas. En las cuatro encontramos testimo-
nios de la cultura Huasteca.
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 15
El Pánuco I. Los primeros pobladores fueron
cazadores y recolectores calculada entre los
10,000 y los 3,000 a.C. Sobresalieron los ha-
llazgos de las cuevas del Cañón, La Perra y El
Diablo, en la Sierra de Tamaulipas. Al asentar-
se los grupos humanos, poco a poco se vuel-
ven sedentarios y entonces se forman las al-
deas agrícolas en las orillas de ríos y lagunas,
especialmente en las riberas del río Pánuco,
en donde establecieron una secuencia crono-
lógica. Se cree que fueron de origen otomí y
llegaron al valle hacia el año 2,500 a.C. Este
periodo recibe el título de fase Pavón (1100-
850 a.C.), que incluye el progreso metálico y
progreso blanco. Sigue la fase Ponce (850-600
a. C.), con la evidencia de una larga laguna
de tiempo entre ambas fases.
Hacia el final de estas fases aparece, entre
600 y 350 a.C., el período Aguilar, represen-
tado por el Aguilar rojo y Aguilar gris y el
principio del tipo Chila blanco, con largos y
sólidos soportes. Estas fases muestran una
serie de innovaciones y el inicio de intercam-
bios comerciales con conexiones a lo largo
de la costa sur, hacia el área olmeca y maya,
por el decorado de gruesas arcillas y la pin-
tura bicroma, y en los soportes, influencia
del valle de México. Hacia los años 350-100
a.C., a estas tres fases se une la Chila blanco,
con interiores y exteriores blanquizcos y so-
portes variados. Otros tipos son la cerámica
roja pintada, cerámica lisa gruesa y cerámica
lisa fina. Estos tipos pueden considerarse los
más antiguos conocidos de la Huasteca; sin
embargo, la Chila blanco no es precisamente
una forma primitiva, ya que las formas de la
vasija está n lo suficientemente elaboradas
como para presuponer un período anterior de
desarrollo.
El Pánuco II, entre 100 y 200 d.C., se encuen-
tra el tipo Prisco negro, que es una cerámica
relativamente suave y quebradiza, una varie-
dad de la misma es la cerámica Prisco negro
al fresco. Otra cerámica del mismo período es
el Pánuco gris con variantes, con impresiones
de textil, y otros ejemplares con pastillaje.
El Pánuco III, correspondiente al período 200
a 700 d.C., se hallan las cerámicas de pasta
fina, por contener muy poco desgaste; entre
ellas las hay acanaladas, negra fina y áspera
y cucharas que aparecen desde el Pánuco I,
si bien ahora son más abundantes blancas y
amarillentas. En este período encontramos
cerámica estilo teotihuacano. También este
período se caracteriza por la presencia de la
cerámica que recibe el nombre de Pánuco
fino, con un sistema de elaboración no cono-
cido en los períodos anteriores y aparecido
repentinamente en éste.
El Pánuco IV (700-1000 d.C.) se presenta un
complejo uniforme de cerámica, cuyos tipos
característicos son el Zaquil negro, el Zaquil
rojo y otros, como el Pánuco gris y los clasifi-
cados por Ekholm en varios subtipos.
El Pánuco V (1000-1250 d.C.) cuenta con ce-
rámicas típicas en las que figuran Las Flores
rojo sobre café amarillento y los molcajetes
tipo Las Flores. Hay además los tipos de pas-
ta fina de baño rojo, la Zaquil rojo, la Zaquil
negra y la Pánuco lila o púrpura sobre café.
El Tancol policromo parece ser muy familiar
al anterior Huasteca negro sobre blanco. Las
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 16
formas comunes son de cajetes con bandas
entrantes con decoloración exterior, de va-
rias formas.
La cerámica de Las Flores procede de un sitio
que no se halla en la región de Pánuco; se
encuentra aislado en el barrio residencial de
ese nombre en la ciudad de Tampico y la ma-
yor parte del material de cerámica procede
del montículo A. Los más característicos, sin
embargo, son los de Las Flores negro sobre
rojo y Las Flores rojo sobre ocre. La cerámica
de Tancol se encuentra en un pequeño pueblo
situado en el lado oriental de la laguna de
Chairel, a unos 8 km. al este de la ciudad de
Tampico. La cerámica de esta localidad co-
rresponde a dos distintos complejos, el más
reciente al período IV.
Teotihuacan
Localización: al noroeste del Valle de México
(actual Estado de México, municipio de Teo-
tihuacan)
Principales ciudades: Atetelco, Tepantitla,
Coyotlatelco, Mazapa y Teotihuacan
Época: 400 a.C.-1100 d.C.
El "lugar de los dioses", significado en náhuatl
de Teotihuacan, constituyó hace más de 1,300
años la más importante concentración urbana
de toda Mesoamérica y una de las mayores
del mundo. Su cultura se difundió hasta pun-
tos muy lejanos, y parece haberse impuesto
más por convencimiento religioso y medios
pacíficos que por acciones guerreras.
Situada a 50 Km. al nordeste de la ciudad de
México, Teotihuacan (o Teotihuacán) es una
enorme metrópoli en ruinas de la que aún
se ignoran algunos aspectos esenciales. Las
primeras excavaciones se llevaron a cabo a
mediados del siglo XIX, pero sólo en 1905 co-
menzaron a ser sistemáticas, bajo la direc-
ción de Leopoldo de Batres. El Instituto Na-
cional de Arqueología e Historia de México ha
llevado a cabo a partir de 1962 una labor de
excavación continua, reconstrucción y estu-
dio de la ciudad, que todavía dista mucho de
haber llegado a su final.
Aunque las primeras construcciones tienen
una antigüedad mucho mayor, la ciudad fue
planeada como un conjunto urbano a co-
mienzos de la era cristiana. No se conoce la
procedencia de sus habitantes, pero se cree,
por los jeroglíficos encontrados, que habla-
ban una lengua próxima al náhuatl. Tal vez la
casta sacerdotal que creó la civilización teo-
tihuacana procedía de las tierras bajas del
golfo de México, lo que explicaría la induda-
ble influencia olmeca en el arte y la religión
teotihuacanas.
Probablemente en el año 650, Teotihuacan,
que había llegado a tener 100,000 habitan-
tes, fue saqueada y destruida por invasores
toltecas, que establecieron su capital en la
cercana Tula. La ciudad, sin embargo, con-
servó alguna vida hasta comienzos del siglo
IX, en que su actividad cultural desapareció
totalmente. El arrasamiento sistemático que
llevaron a cabo sus enemigos, completado
con la destrucción de ídolos protagonizada
por los conquistadores españoles, no fue sufi-
ciente para borrar las huellas de la gran ciu-
dad mesoamericana.
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 17
El área cubierta por las ruinas de Teotihuacan
es superior a los 20 km2, y en ella han podi-
do ser localizados templos, palacios y gran-
des plazas. Una avenida central de cuarenta
metros de anchura, que ha sido denominada
Micaotli o Calzada de los Muertos, a causa de
haberse creído erróneamente que estaba bor-
deada por tumbas, se prolonga en línea recta
casi dos kilómetros y medio de norte a sur,
entre dos importantes centros ceremoniales,
flanqueada por lo que debieron ser palacios
de nobles y sacerdotes. En el extremo norte
de la Calzada de los Muertos, dándole fren-
te, se alza la pirámide de la Luna, de 45 m
de altura, que mide 147 m de este a oeste
y 118 de norte a sur. Preside ésta una gran
plaza formada por otras terrazas y pirámides
más modestas, correspondientes a otros doce
templos. Al sur del Micaotli se halla un espa-
cio cerrado cuadrangular de 400 m de lado,
llamado impropiamente la Ciudadela, con-
junto arquitectónico dedicado a los dioses de
la lluvia y la vegetación.
La gran pirámide del Sol se alza al este de la
Calzada de los Muertos. Maciza, formada por
adobe y recubierta de piedra volcánica roji-
za, mide 222 m de este a oeste y 225 de norte
a sur, y alcanza una altura de 64 m.
En la Ciudadela, excavada entre 1917 y 1920
por Manuel Gamio, Fermín Reygadas e Ig-
nacio Marquina, se halla, al fondo del patio
central, el templo de Quetzalcóatl, pirámide
escalonada de seis cuerpos cubiertos de re-
lieves que representan serpientes y cabezas
del dios de la lluvia, Tláloc. Otros conjuntos
arquitectónicos son el templo de la Agricultu-
ra, formado por tres estructuras superpues-
tas de distintas épocas y estilos, cercano a
la pirámide de la Luna; las construcciones de
Tepantitla, Tetitla, Barrios, Atetelco y otras
muchas.
Los muros de los templos teotihuacanos es-
taban ornados con frescos de los que se han
conservado notables ejemplos. Las pinturas
de Tepantitla muestran al dios del agua, Tlá-
loc, repartiendo sus dones a los seres huma-
nos, y a los bienaventurados en su paraíso,
cantando y jugando en un gran jardín de plan-
tas tropicales (muchas de ellas, desconocidas
en el altiplano mexicano) entre corrientes de
agua. Los murales de Atetelco muestran, con
el empleo de tres tonos distintos de rojo, im-
presionantes imágenes de jaguares.
Son característicos de Teotihuacan los vasos
trípodes con tapadera cónica, decorados con
escenas mitológicas de vivo colorido, que han
sido hallados en puntos muy alejados de la
ciudad. También se han encontrado numero-
sas figuritas de barro cocido que representan
personajes humanos y dios. Grandes escul-
turas monolíticas, de terrorífica expresión,
asombran por sus dimensiones, como la dio-
sa de las aguas que se halla en el Museo Na-
cional de Antropología de México, que pesa
22 toneladas, o la imagen de Tláloc que sus
constructores no llegaron a mover de su can-
tera de origen, Coatlinchan.
Periodo Posclásico Época: 800-1521 d.C.
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 18
El periodo Posclásico o histórico, como tam-
bién lo llaman los especialistas, se inicia ha-
cia el año 800 y termina en 1521, cuando los
españoles tomaron la capital del imperio az-
teca.
El fenómeno que caracteriza al Posclásico
es la invasión de Mesoamérica por parte de
pueblos seminómadas que provenían del nor-
te, de la vasta extensión de Aridoamérica.
Estos pueblos se asentaron en Mesoamérica,
se mezclaron con los antiguos pobladores
asimilares muchos elementos de las culturas
clásicas. Con el tiempo, crearían una nueva
civilización, comparable a las más avanzadas
del continente americano.
Es también en esta época cuando se desa-
rrollan las técnicas para fundir y trabajar
metales como el oro, la plata y el cobre.
Estas técnicas se inventaron en la región de
comerciantes que navegaban por las costas
del Océano Pacífico. Aunque los pueblos del
Posclásico fueron artesanos maravillosos, no
utilizaron los metales con fines prácticos,
sino únicamente en la fabricación de joyas y
adornos.
Los Toltecas
Localización: Altiplano central (Estados mexi-
canos de Hidalgo, Tlaxcala, Estado de Méxi-
co, Morelos y Puebla)
Principales ciudades: Tula, Huapalcalco
Época: 750 -1168 d.C.
El desarrollo alcanzado entre los siglos X y XII
de la era cristiana por el estado tolteca, cu-
yos dominios conformaron el mayor imperio
conocido hasta entonces en México, marcó el
inicio del proceso de transformación de las
antiguas teocracias religiosas en otras de tipo
mítico-guerrero que caracterizó al período
posclásico mesoamericano.
Bajo la denominación de toltecas se cono-
ce a un conjunto de pueblos de lengua ná-
huatl procedentes del noroeste de México,
que se fusionaron y establecieron su centro
político y religioso en la ciudad de Tula, si-
tuada a unos ochenta kilómetros al norte de
la posterior ciudad de México. Las diferentes
acepciones del término tolteca resaltan el
carácter integrador de su cultura, ya que si
literalmente significaba "gente de las cañas"
y hacía alusión a los pobladores de Tula -cuyo
nombre náhuatl, Tullan, equivalía a "tular" o
"cañaveral"-, poseía también los sentidos de
"artífice" y "constructor" y llegó a ser sinóni-
mo de "urbano" o "civilizado".
Los enfrentamientos entre los adoradores de
Quetzalcóatl y Tezcatlipoca culminaron, se-
gún la tradición, en el año 987 con la expulsión
de Tula de Topiltzin (más tarde identificado
con el propio Quetzalcóatl) y sus seguidores,
que marcharon a Yucatán y se establecieron
en Chichén Itzá y Mayapán, centros de la flo-
reciente cultura maya-tolteca.
Tula quedó entonces bajo el dominio del sa-
cerdote-guerrero de Tezcatlipoca Huémac,
"el poderoso", nombre que posiblemente era
el título honorífico adoptado por los sucesivos
soberanos que ampliaron el imperio de Tula
hasta lograr el vasallaje de la mayor parte
de Mesoamérica. Las sequías, los conflictos
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 19
internos y la llegada de pueblos bárbaros del
norte conocidos como chichimecas provoca-
ron al cabo la decadencia de Tula y su casi
total despoblamiento hacia el año 1160. Ante
el colapso de su centro tradicional, algunos
grupos toltecas emigraron a la zona lacustre
del valle de México y fundaron Culhuacan, en
tanto que otros prosiguieron su avance hacia
el sur y ocuparon, alrededor del año al 1290,
Cholula, donde permanecerían hasta media-
dos del siglo XIV.
El rasgo más característico de la organiza-
ción social y política tolteca, según se apuntó
anteriormente fue la formación de un nue-
vo sistema teocrático en el que las funciones
guerreras se hallaban ligadas a las religiosas
y las prerrogativas de la casta sacerdotal pa-
saron a manos de dirigentes militares agru-
pados en órdenes totémicas, como las del ja-
guar, el coyote y el águila. Esta circunstancia
permitió la creación de un poderoso ejército
y la consiguiente expansión del imperio, que
suele señalarse como el comienzo del milita-
rismo mesoamericano.
Los toltecas desarrollaron una cultura suma-
mente avanzada para la época pues, además
de tomar de la civilización de Teotihuacan
elementos como el calendario y los signos
gráficos, poseyeron notables conocimientos
de astronomía y medicina y proporcionaron
un gran impulso a la metalurgia y la orfebre-
ría. Con objeto de administrar sus amplias
posesiones crearon un eficiente cuerpo buro-
crático y establecieron por primera vez en la
zona un primitivo sistema de correos, basado
en el empleo regular de mensajeros. Su ar-
quitectura, que reflejó asimismo la influencia
de Teotihuacan, tuvo un carácter monumen-
tal, manifestado en la construcción de gran-
des pirámides, templos, tumbas y recintos de
juego de pelota, y su estatuaria expresó sus
creencias religiosas por medio de figuras de
guerreros -entre ellos los célebres atlantes
de Tula-, serpientes emplumadas que simbo-
lizaban a Quetzalcóatl, animales totémicos y
formas originales cual las estatuas sedentes
del dios Chac Mool, cuya postura recostada se
ha interpretado como una alusión al descanso
de los mensajeros en sus viajes.
Si la influencia tolteca sobre el renacimien-
to de la civilización maya de Yucatán resulta
evidente, cabe señalar que el arte y la arqui-
tectura de Tula presentan notables semejan-
zas con las técnicas aztecas, y sus motivos
temáticos indican asimismo acusadas coinci-
dencias ideológicas y culturales.
Xochicalco Localización: Actual municipio de Miacatlan,
estado de Morelos
Principales ciudades: Xochicalco
Época: 650-900 d.C.
El sitio arqueológico de Xochicalco se encuen-
tra en la cima de una colina, directamente al
centro de un corredor natural muy angosto,
entre el Cerro Colotepec y el Cerro Gordo de
Cuentepec, que entra al valle a través de los
llanos áridos de Tetlama (hoy estado de Mo-
relos). El territorio ocupado era ya extenso y
había aumentado la población, de modo que
era posible obtener excedentes económicos,
realizar intercambios, impulsar las artesanías
y, en suma, organizar a los habitantes para
aumentar la producción. Lo cual explica que
se comenzará a nivelar el terreno de algunas
zonas de la colina o cerro, especialmente la
parte alta de la elevación de Xochicalco, y
a contener las laderas con muros de mam-
postería, a efecto de construir los primeros
edificios de lo que sería el "centro" de la na-
ciente cuidad. Cuando la población empezó
a crecer, y se tuvo la necesidad de crear un
sitio específico para el culto y la vida religio-
sa, además de la llegada de olas de gente que
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 20
emigraba de la región de la Costa del Golfo,
el Sureste y Sur, y del Centro de México; de
esta forma, con la influencia de las diversas
civilizaciones emergió la ciudad de Xochical-
co. En uno de sus periodos de máximo desa-
rrollo, fue contemporáneo de Teotihuacan en
auge. Se ha considerado a Xochicalco como
un tapón comercial entre Teotihuacan y las
demás zonas de importancia de Mesoaméri-
ca, es decir que en el vertían diversas rutas
de comercio. Por tanto, mantuvo relaciones
culturales con éstas mismas. Cabe destacar
que la conformación arquitectónica de Xochi-
calco corresponde a una mezcla de elementos
mayas, zapotecos, nahuas y teotihuacanos.
El desarrollo cultural de Xochicalco se justi-
fica, en gran parte, por su historia mítica. Se
cuenta, según la tradición prehispánica, que
fue el lugar de residencia del dios Quetzal-
cóatl, y de otras deidades. Es por esta causa
que en la ciudad convergen los más variados
aspectos culturales de Mesoamérica.
Xochicalco es una de las ciudades más im-
portantes del Altiplano central, un sitio en
donde lo sagrado y lo mítico se conjugan. La
lógica induce a pensar que Xochicalco fue un
gran centro ceremonial y científico. Un sitio
privilegiado que, estando situado sobre un
cerro estratégico, junto a un río y dos lagu-
nas, sirvió también como baluarte. Los datos
obtenidos indican que en dicha zona arqueo-
lógica ceremonial, cuya población fue prin-
cipalmente de origen nahua, concurrieron
gentes de varias culturas, siendo una de sus
funciones la relativa al calendario.
Es decir, fue también algo así como una es-
pecie de Meca, y también de artistas y cien-
tíficos en general, en que se observa una
amalgama de culturas, existiendo testimonio
palpable de ello en lo relativo a sus diferen-
tes conocimientos y especialidades.
Dentro del desarrollo cultural de Xochicalco
destaca su creación arquitectónica, la gran
ciudad que combina en sus elementos dise-
ños artísticos de las grandes culturas de Me-
soamérica: maya, zapoteca, teotihuacana, y
de las culturas de la Costa del Golfo.
De pintura mural sólo se encuentran restos
pobres que no nos dan paso a una buena in-
terpretación. En cuanto a la escultura tene-
mos impresionantes muestras de piedra talla-
da integrada en los muros, sin contar las tres
estelas monumentales de Xochicalco, esto
nos recuerda la opinión de historiadores del
Arte prehispánico, como la Dra. De la Fuen-
te que opina que la escultura y arquitectura,
en Mesoamérica no se pueden separar, ya que
están integradas.
Cholula Localización: Valle de Puebla-Tlaxcala, cen-
tro de Puebla en México
Principales ciudades: Cholula
Época: 500 a.C.-1519 d.C.
Cholula cultura Mesoamericana, que ha sido
ignorada, pero que sin embargo es sin duda,
un lugar con méritos suficientes para situar-
se dentro de las grandes ciudades de México
Antiguo y que llegó a recibir, con justicia el
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 21
título de Tollan, reservado a los principales
centros urbanos del Altiplano como Teotihua-
can, Tenochtitlan y la propia Tula. Con ellas,
Cholula al igual tuvo la capacidad de congre-
gar gente, irradiar influencias y poseer un
prestigio que rebasaría sus fronteras.
Situada en una zona de paso obligado para
los peregrinos de distintas regiones, llegó a
convertirse en gran centro comercial y san-
tuario primordial de los habitantes del centro
de México. Fue lugar de encuentro y refugio,
con una ubicación privilegiada en un territo-
rio generoso para el desarrollo humano, por
sus fértiles tierras. Los habitantes de Cholula
de todas las épocas lograron aprovechar esas
ventajas y conservaron para la ciudad el re-
nombre de ser la única habitada ininterrum-
pidamente desde el lejano Preclásico hasta la
actualidad.
Seguramente atraídos por las excepcionales
condiciones naturales que ofrecía la región,
los fundadores de Cholula se asentaron entre
500 y 200 a.C. en los alrededores de una lagu-
na, ahora desaparecida. La riqueza agrícola y
la privilegiada ubicación del poblado y punto
de tránsito obligado para rutas comerciales
y con ellas la circulación de ideas e innova-
ciones culturales, propiciaron que pronto esa
pequeña aldea se convirtiera en una ciudad.
Alrededor del año 200 a.C., comenzó a le-
vantarse la primera de las construcciones re-
ligiosas de Cholula, sobre las que se edifica-
rían otras hasta conformar la estructura de
mayor tamaño del México antiguo. Desde en-
tonces, la ciudad creció de una manera cons-
tante hasta alcanzar su máximo esplendor
alrededor del año 500 a.C., cuando ocupaba
una superficie de más de 10 Km. cuadrados
y contaba con una población que en decenas
de miles durante el clásico, éste importante
desarrollo urbano tuvo lugar pese a su cerca-
nía con la gran ciudad de Teotihuacan, cuyo
crecimiento inhibió el de otros poblados en
la región; de hecho, Cholula parece haberse
convertido en un centro de importancia antes
que la gran capital. Si bien, sobre todo a partir
del 200 a.C. las tradiciones artísticas, arqui-
tectónicas y cerámicas de Cholula muestran
fuertes lazos con las de Teotihuacan, con el
paso del tiempo esas tradiciones adquirieron
cada vez más un carácter propio y distintivo,
lo que indica que la ciudad logró mantener su
independencia durante el periodo de ascenso
teotihuacano y se convirtió en un gran centro
comercial que mantenía estrechos contactos
con los pueblos de la costa del Golfo. Como
centro religioso en el Altiplano central, sólo
se ubicaba detrás de Teotihuacan, y si el ta-
maño significa algo, es de tomar en cuenta
que en su última etapa la Gran Pirámide de
Cholula era mucho más alta y cubría un área
mayor que la pirámide del Sol en Teotihua-
can. El largo periodo de declinación de la
Cholula del Clásico aparentemente comen-
zó hacia el año 600 d.C. y debe haber sido
uno de los factores que influyó en la caída
de Teotihuacan, aunque no puede descartar-
se que haya sido una consecuencia de este
evento. La ciudad vivió un largo periodo de
decadencia; su extensión e influencia se re-
dujeron considerablemente y la construcción
en la gran pirámide, una actividad que debió
ser prácticamente cotidiana, dadas las enor-
mes dimensiones que alcanzó ese momento,
cesó por completo. Para principios del Pos-
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 22
clásico, el sitio se encontraba bajo el control
de los Olmecas-Xincalas, un grupo étnico que
extendía sus dominios sobre buena parte de
la región Puebla-Tlaxcala y que habitó en lu-
gares como Cacaxtla. Para entonces, Cholula
estaba regida por dos jefes; el Aquiyach Ama-
pane habitaba del Tlachihualtépetl (La Gran
Pirámide), un monumento tradicionalmente
vinculado a la lluvia, en el cual se realizaban
rituales y sacrificios de niños para propiciar-
la.
A pesar de su decadencia, Cholula debió con-
servar mucho de lo que le distinguía con su
gran ciudad sagrada para los que salieron de
Tula por sus diferentes conflictos, buscaran
refugio en ella. Algunos enviados habrían
acudido al Tlalchihualtépetl a rogar consejo
a Quetzalcóatl, quien les ordenó dirigirse a
esta ciudad. Según la historia Tolteca-Chi-
chimeca, 1168 d.C., después de 36 años de
búsqueda, el pueblo mencionado, se estable-
cieron en Cholula. Después de un corto lapso
de sojuzgamiento, dirigidos por sus jefes y un
sumo sacerdote, lograron imponerse al grupo
originario y obtener el dominio de la ciudad.
A partir de ese momento, la ciudad fue nom-
brada Tollan-Cholollan-Tlachihualtépetl (La
gran ciudad de los que huyeron a donde está
el cerro hecho a mano). El dominio de los tol-
tecas no modificó, en lo esencial, la organi-
zación social establecida por los Olmecas-Xi-
calancas, pero si introdujo la supremacía de
Quetzalcóatl como dios tutelar de Cholula. Es
por ello que esta ciudad se convertiría nue-
vamente en uno de los centros ceremoniales
religiosos de Mesoamérica y principal mo-
numento al culto de dicha deidad, en cuyo
santuario se albergaba y al cual acudían se-
ñores de diversas ciudades para efectuar ce-
remonias cuyo propósito último era obtener
la aprobación del dios a gobernar.
Cholula volvió a ser un centro comercial y
recibía gente de distintas regiones, quienes
traían consigo multitud de productos para in-
tercambio. Sus artesanos hacían justo honor
a su condición de Toltecas, y estaban consi-
derados entre los más famosos y apreciados
de su tiempo. La cerámica de la ciudad era
considerada como la más bella y mejor fa-
bricada de Mesoamérica, y preferida por los
señores de lugares como Tenochtitlán.
Este nuevo periodo de esplendor conclui-
ría con la conquista española. Tal vez como
escarmiento a los primeros aliados de Moc-
tezuma que encontró a su camino, o por la
fama de Cholula como lugar sagrado. Cortés
decidió ejemplificar su intención de sustituir
las religiones mesoamericanas por la católi-
ca, realizando una gran matanza de señores y
sacerdotes. Tollan-Cholollan dio paso a Cho-
lula, asiento de una de las sociedades mes-
tizas más interesantes del México colonial y
moderno, por su arraigo a elementos y tradi-
ciones culturales prehispánicas.
Los Mexicas Localización: Valle de México (actual Ciudad
de México)
Principales ciudades: Tenochtitlan, Tlatelolco
Época: 1325-1521 d.C.
En su época de máximo esplendor, a finales
del siglo XV y comienzos del XVI, el imperio
mexica o azteca se extendía por una amplia
región de Mesoamérica (zona cultural que
comprendía parte de México y de Centroamé-
rica), incluyendo, además del valle de Méxi-
co, las costas del golfo de México y las del
Pacífico, el istmo de Tehuantepec y parte de
la actual Guatemala.
La llegada al valle de México
Los belicosos aztecas, también llamados
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CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 23
mexicas o tenochcas, llegaron al valle de Mé-
xico a principios del siglo XII de la era cris-
tiana, procedentes de Chicomoztoc ("siete
cuevas"), en la región de Aztlán ("lugar de
garzas"), situada en algún punto desconoci-
do del noroeste de México. Otros pueblos de
lengua náhuatl, como los chichimecas, acol-
huas, tepanecas, culhuas, toltecas y pipiles,
habían llegado anteriormente a la región me-
soamericana desde la llamada América árida
(sudoeste de los Estados Unidos y noroeste de
México). Las siete tribus aztecas, guiadas por
varios sacerdotes y caudillos según los desig-
nios del dios Huitzilopochtli, se asentaron su-
cesivamente en el lago Pátzcuaro y en Coate-
pec antes de llegar al valle.
Después de pasar por la antigua ciudad de
Tula, por Zumpango, por Cuauhtitlan y por
Ecatepec, en 1276 los aztecas, gobernados
por Hutzilihuitl el Viejo, se establecieron en
Chapultepec, donde se hicieron famosos por
su agresividad y por sus crueles sacrificios.
En 1319 fueron derrotados por los culhuas y
otros pueblos del lago Texcoco y quedaron
confinados en Tizapán. Posteriormente se
aliaron a los culhuas, pero, tras el sacrificio
de Achitometl, hija del señor de Culhuacan,
Coxcoxtli, tuvieron que huir por el interior
del lago de Texcoco. En uno de los islotes del
lago, la visión de un águila que comía a una
serpiente posada sobre un nopal les indicó el
lugar donde debían construir su nueva capi-
tal, Tenochtitlan, fundada en 1325.
Durante los años siguientes, los aztecas y
los tlatelolcas, grupo hermano establecido
en otro islote próximo, rindieron tributo a
los tepanecas de Azcapotzalco. En 1376, el
príncipe culhua Acamapichtli se proclamó
tlatoani (rey) de los aztecas, con el consenti-
miento de Tezozómoc, el soberano tepaneca.
Huitzilihuitl sucedió a Acamapichtli en 1396,
y tras casar con una hija de Tezozómoc, con-
siguió reducir los tributos pagados a Azcapot-
zalco. Durante el reinado de Chimalpopoca
(1417-1427), nieto de Tezozómoc, los aztecas
ayudaron a los tepanecas a conquistar la ciu-
dad de Texcoco y dejaron de pagar tributo a
Azcapotzalco. Tras la muerte de su abuelo,
Chimalpopoca fue apresado y muerto por el
nuevo rey tepaneca, Maztla, quien destituyó
también al tlatoani de Texcoco, Netzahual-
cóyotl, famoso por su actividad poética.
La Triple Alianza
La actitud agresiva de Azcapotzalco provocó
la unión entre Tenochtitlan, Texcoco y otro
pequeño estado, Tlacopan, los cuales vencie-
ron a los tepanecas e iniciaron un período de
expansión territorial. La confederación de las
tres ciudades tenía un carácter predominan-
temente militar, tanto ofensivo como defen-
sivo. Durante el reinado de Izcóatl, la Triple
Alianza extendió sus dominios por la zona oc-
cidental del valle de México.
Entre 1440 y 1469 reinó en Tenochtitlan Moc-
tezuma I Ilhuicamina, quien consolidó las
conquistas anteriores y emprendió otras nue-
vas. En esta época se inició el esplendor de
Tenochtitlan, tanto en el aspecto económico
como en el artístico. Asimismo comenzaron a
organizarse las "guerras floridas", campañas
militares anuales dirigidas contra las ciuda-
des independientes de Tlaxcala y Huejotzin-
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 24
go con la finalidad de obtener prisioneros
para los sacrificios religiosos.
A Moctezuma I lo sucedió Axayácatl en 1469.
Durante su reinado, los aztecas conquistaron
la ciudad de Tlatelolco y las regiones del va-
lle de Toluca ocupadas por los matlatzimas,
los otomíes y los mazahuas. Sin embargo, los
tarascos de Michoacán, armados con espadas
de cobre (los aztecas empleaban armas de
piedras y madera), consiguieron contener el
ímpetu conquistador de la Triple Alianza.
Entre 1481 y 1486 reinó Tizoc, que murió ase-
sinado por una conjura palaciega. Su sucesor,
Ahuízotl, amplió las fronteras del imperio az-
teca hasta su máxima extensión, implantan-
do su poderío sobre Oaxaca, Tehuantepec y
parte de Guatemala. Las clases artesanales
y comerciales prosperaron durante su rei-
nado, y Tenochtitlan conoció un período de
gran desarrollo artístico y arquitectónico. En
1502, tras la muerte de Ahuízotl, fue elegido
tlatoani su sobrino Moctezuma II Xocoyotzin,
quien continuó la política imperialista de sus
predecesores y fortaleció el poder monárqui-
co. Durante su reinado creció el descontento
entre los pueblos sometidos a la Triple Alian-
za y se produjo el primer contacto con los
conquistadores españoles, en 1519. En aquel
momento, el imperio azteca se extendía por
una superficie de más de 200,000 km2 y te-
nía una población de cinco a seis millones de
personas.
La destrucción del imperio azteca
Moctezuma acogió amistosamente a los ex-
tranjeros blancos, creyendo que Hernán Cor-
tés era la encarnación del dios Quetzalcóatl,
cuya llegada había sido vaticinada por las
profecías. Unos pocos cientos de españoles,
apoyados por tribus indias enemigas de los
mexicas, llegaron a Tenochtitlan, donde fue-
ron albergados como huéspedes. Llegaron a
Veracruz un contingente español comandado
por Pánfilo de Narváez con la misión de llevar
preso a Cortés rumbo a Cuba, pero éste se
adelantó y ofreció oro y riquezas a sus solda-
dos, quienes se pasaron al bando de Cortés y
apresaron a Narváez. A su regreso a Tenoch-
titlan, Cortés apresó a Moctezuma en su pro-
pia corte. El recelo de los aztecas hacia los
españoles fue creciendo hasta convertirse en
una abierta hostilidad. Moctezuma murió en
manos de los españoles, ya que no era respe-
tado por su pueblo, quienes veían a los espa-
ñoles como verdaderos invasores.
El 30 de junio de 1520, los guerreros de Te-
nochtitlan, dirigidos por Cuitláhuac, hermano
de Moctezuma, obligaron a los españoles y a
sus aliados a abandonar la ciudad, causándo-
les grandes pérdidas en su retirada, batalla
que se conoce como "la noche triste". Al día
siguiente, los españoles contuvieron el ata-
que de los mexicas en la llanura de Apam, y a
continuación se refugiaron en Tlaxcala.
Una epidemia de viruela, enfermedad traída
de Europa por los españoles, diezmó duran-
te los meses siguientes a la población de Te-
nochtitlan. Mientras tanto, Cortés se dedicó
a reorganizar y reforzar su ejército y a pre-
parar el asedio a la capital mexica. En abril
de 1521, los españoles, apoyados por más de
100,000 tlaxcaltecas y totonacas, iniciaron el
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 25
sitio de Tenochtitlan. Comenzaron a bombar-
dearla desde varios bergantines botados en la
laguna. Los mexicas, privados de agua y ali-
mentos, resistieron durante cuatro meses. El
13 de agosto se produjo el asalto final, duran-
te el cual los mexicas defendieron valerosa-
mente hasta el último reducto de su ciudad.
Cuauhtémoc, el último tlatoani, fue apresado
por los conquistadores cuando intentaba es-
capar en canoa con la intención de refugiarse
en las provincias y reorganizar sus fuerzas.
La caída de la capital, el apresamiento del
tlatoani y la dispersión del ejército azteca fa-
vorecieron la rápida conquista del resto del
imperio por parte de los españoles. Desde la
capital, reconstruida a partir de los antiguos
cimientos, Cortés organizó diversas expedi-
ciones por el territorio mexicano y centroa-
mericano, que en 1534 quedó convertido en
el Virreinato de la Nueva España.
Actividad económica mexica
La civilización mexica se basó, desde el pun-
to de vista económico, en la agricultura y el
comercio. Las condiciones climáticas y topo-
gráficas del valle de México, núcleo del im-
perio, permitían el cultivo de productos de
zona templada, mediante una adecuada or-
ganización de los trabajos agrícolas de forma
que pudieran paliarse los efectos de las oca-
sionales sequías y heladas tempranas. Gran
parte de los 80,000 km2 del valle se hallaba
ocupada por colinas, lagunas y zonas panta-
nosas que tuvieron que adaptarse a la agri-
cultura mediante la aplicación de ingeniosas
técnicas de colonización, drenaje y aterraza-
miento. Uno de los sistemas de colonización
agrícola más interesantes fue la construcción
de huertos flotantes, las chinampas, hechas
con cañas, ramas, barro y limo. La consolida-
ción de las chinampas sobre el fondo de los
lagos favoreció el desecamiento de éstos e
incrementó en cerca de 12,000 hectáreas el
terreno cultivable. Además, los mexicas co-
nocían las técnicas del barbecho y la irriga-
ción mediante diques y acequias, y utilizaban
abonos vegetales y animales para fertilizar
sus tierras.
Aparte del maíz, que constituía el alimento
básico de la población, en el valle de México
se cultivaba una gran variedad de productos
agrícolas, entre los que destacaban el toma-
te, los frijoles o judías, la calabaza, la chía
y el chile o ají. La ganadería, en cambio, era
pobre, como en el resto de la América preco-
lombina; el pavo (guajolote) y diversas razas
de perros, una de ellas criada para el consu-
mo de su carne, eran los principales animales
domesticados.
Otros recursos del valle de México eran las
aves acuáticas y el pescado de sus lagunas, la
sal del lago de Texcoco, la obsidiana, abun-
dante en las montañas del nordeste y utiliza-
da para la fabricación de armas y otros útiles,
y el basalto, con el que se construían muelas
de mano.
La relativamente abultada población del valle
de México, que sumaba entre un millón y mi-
llón y medio de habitantes en 1519, fue uno
de los factores que impulsaron a los mexicas
a conquistar otras regiones de Mesoamérica y
a comerciar con los pueblos vecinos. Los pro-
ductos más demandados por los aztecas eran
sobre todo de origen tropical: chile, cacao
(con el que se hacía el chocolate), vainilla,
algodón, frutas, caucho, miel, plumas, pie-
les, metales y piedras de jade y turquesa. Los
pochtecas, poderosa clase de mercaderes,
organizaban las caravanas comerciales y con-
trolaban los mercados de las ciudades, donde
se empleaban granos de cacao como moneda.
La ciudad de Tenochtitlan, que llegó a tener
una extensión de 13 km2, incluidos los barrios
periféricos y las chinampas, era el centro po-
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 26
lítico, administrativo, económico y artesanal
del imperio. La mayor parte de su población,
que ascendía a cerca de 100,000 personas en
1519, estaba compuesta por administradores,
guerreros, comerciantes y artesanos.
Sociedad y política
La base de la sociedad mexica era la familia,
de carácter patriarcal y generalmente mono-
gámica, aunque se permitía la poligamia. El
grupo familiar podía reducirse a la pareja de
cónyuges y la progenie, o constituir formas
de familia extensa constituidas por los padres
y las familias de los hijos. Un grupo de varias
familias componía el calpulli, unidad social
compleja que se encargaba de funciones muy
diversas, como la organización del trabajo
agrícola, la recaudación de impuestos, el cul-
to religioso, la educación y el reclutamiento
de guerreros. Un consejo formado por los ca-
bezas de familia elegía al jefe del calpulli,
que debía pertenecer a un linaje determina-
do. Cada familia perteneciente a un calpulli
recibía en usufructo una parte de las tierras
comunales, la cual volvía al calpulli si dejaba
de cultivarse. Los calpulli podían ser grandes
o pequeños y su estructura variaba mucho se-
gún la extensión y disposición de sus tierras.
A veces, varios calpulli se hallaban unidos en
barrios y, en las ciudades, solían estar espe-
cializados en alguna actividad artesanal o
profesional.
Por encima de los calpulli se imponía la es-
tructura estatal, centrada en torno al tlatoa-
ni o tlaloque (monarca). Tras la muerte de un
tlatoani, un consejo de nobles se encargaba
de elegir el sucesor, generalmente entre los
miembros de la casa real. El tlatoani, cuya
figura inspiraba un enorme respeto entre sus
subordinados, nombraba a los ocupantes de
cargos estatales y militares, dirigía las cam-
pañas de guerra, supervisaba la fiscalidad y la
actividad comercial, administraba justicia en
última instancia y presidía los ritos religiosos.
El funcionamiento del estado se basaba en
una amplia organización burocrática forma-
da por funcionarios profesionales tales como
sacerdotes, inspectores del comercio y re-
caudadores de impuestos (los calpixque, que
actuaban de intermediarios entre el estado y
los calpulli).
Uno de los rasgos más característicos de la
sociedad mexica era su división en castas.
La nobleza (los pipiltin) estaba formada por
los miembros de la familia real, los jefes de
los calpulli, los jefes militares y los plebeyos
que habían realizado un servicio meritorio
al estado. Los macehualtin (plebeyos) eran
los labradores, comerciantes y artesanos en-
cuadrados en los calpulli, que constituían el
grueso de la población. Los mayeque (siervos)
solían trabajar en las tierras estatales o de la
nobleza. También había esclavos, los cuales
se empleaban como fuerza de trabajo o se
reservaban para los sacrificios religiosos.
La confederación mexica, al igual que los
anteriores imperios mesoamericanos, estaba
organizada en torno al pago de tributos y a la
contribución militar por parte de los estados
sometidos. Por lo demás, estos estados eran
prácticamente independientes. No obstan-
te, el imperio azteca intentó conseguir una
mayor integración política entre sus 38 pro-
vincias, y sobre todo en el valle de México.
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 27
La vinculación familiar de las casas reales de
cada estado con la de Tenochtitlan, la provi-
sión de gobernadores-recaudadores en las ca-
pitales de las provincias, la implantación de
guerreros-colonos mexicanos en las nuevas
provincias conquistadas y la introducción del
culto del dios nacional Huitzilopochtli fueron
algunas de las medidas integradoras empren-
didas por los mexicas en su vasto imperio.
Religión
Gran parte de la vida y la cultura mexica se
hallaba determinada por las creencias religio-
sas. Una poderosa casta sacerdotal se encar-
gaba de organizar las ceremonias rituales, a
las que asistía toda la población, de dirigir los
centros de educación de la nobleza y de rea-
lizar predicciones sobre los diversos aspectos
de la sociedad y la política del imperio.
Los mexicas adoptaron las creencias religio-
sas de los pueblos vecinos y sometidos. Su
religión era politeísta, aunque predominaban
unas pocas divinidades principales. Los dioses
más importantes estaban relacionados con el
ciclo solar y agrícola. Tezcatlipoca, dios de la
noche, protegía a los hechiceros y a los gue-
rreros jóvenes, mientras que Quetzalcóatl,
la serpiente emplumada, era el creador del
hombre, el inventor de la escritura, el calen-
dario y las artes y el protector de la vida y
la fertilidad. Los mexicas aportaron al valle
de México el culto a Huitzilopochtli, divini-
dad tribal de carácter solar y guerrero. Tlá-
loc, muy venerado tradicionalmente por los
pueblos del valle, era el dios de la lluvia y
del rayo.
Uno de los aspectos más característicos de la
religiosidad era la práctica de sacrificios. El
derramamiento de sangre, por parte de los
propios sacerdotes o de las víctimas inmola-
das, animales o humanas, y la ofrenda de co-
razones constituían rituales necesarios para
alimentar al sol y, por extensión, a todos los
dioses.
Cultura y arte
Aunque los aztecas conocían un tipo de es-
critura jeroglífica con rasgos incipientes de
fonetismo, la transmisión de su cultura se
realizó principalmente de forma oral. La
educación se impartía en dos instituciones,
el telpochcalli, para los plebeyos, y el calmé-
cac, para los nobles. El sistema de enseñanza
era severo y disciplinado y se basaba en el
estudio de la historia y la religión nacionales,
en la formación moral, en el aprendizaje de
oficios y en el adiestramiento militar.
Uno de los logros culturales más destacados
de los pueblos mesoamericanos (pero difun-
didos por los mexicas) fue la invención de un
sistema de cómputo del tiempo basado en la
combinación de varios calendarios. El calen-
dario ritual, el tonalpohualli, contaba 260
días y tenía un uso adivinatorio. El calendario
solar lo formaban 18 meses de 20 días a los
que se añadían otros cinco días nefastos para
completar los 365. Cada 52 años coincidía el
inicio de los calendarios, con lo que empeza-
ba un nuevo "siglo". Además, había un calen-
dario basado en el ciclo del planeta Venus,
consagrado a Tezcatlipoca, que coincidía con
los otros dos cada 104 años. Los mexicas de-
Historia Universal Siglo XX a.C. - XVI d.C. | Krismar Educación
CAPÍTULO 7 | Mesoamérica 28
sarrollaron también las matemáticas, en las
que empleaban un sistema vigesimal, y la as-
tronomía.
La arquitectura sólo se conoce por los res-
tos que han sobrevivido a las destrucciones
efectuadas durante la conquista española La
escultura era naturalista, como la "Cabeza
del caballero águila", o simbólica, como la
"Coatlicue" y la "Piedra del Sol". Los mexicas
fueron también hábiles artesanos: la orfebre-
ría, basada en el estilo de los mixtecas, los
tejidos y los mosaicos de plumas, empleados
para el adorno personal o arquitectónico, la
talla de piedras semipreciosas y la pintura de
códices fueron algunas de las principales ar-
tes menores.
En Mesoamérica se escribía sobre piel de ve-
nado o sobre un papel hecho de fibra de ma-
guey y corteza de amate. Su literatura, pre-
dominantemente oral, desarrolló los temas
histórico, religioso y lírico. ≥
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