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Arquidiócesis de LeónArquidiócesis de León

Presenta: Dimensión Diocesana para la Pastoral de los Campesinos

El anuncio de la visita de su Santidad ha traído mucha alegría en nuestra tierra, porque en estos momentos en que el país sufre tantas crisis de toda índole,

necesitamos una fuerza moral que nos sostenga, aliente y ayude a vivir como mexicanos, sintiéndonos hermanos unos y otros.

Primero nos enteramos que él había confirmado que sí visitaría nuestro país, luego nos llega la noticia de que viene precisamente a nuestra Arquidiócesis de León.

Él mismo lo dijo el 12 de diciembre de 2011, en la Basílica de San Pedro: “Tengo la intención de emprender un viaje apostólico antes de la santa Pascua a México y Cuba,

para proclamar allí la Palabra de Cristo y se afiance la convicción de que éste es un tiempo precioso para evangelizar con una fe recia, una esperanza viva y una caridad ardiente”.

La visita del Papa contiene un motivo pastoral que debe vivirse sobre todo como un acontecimiento de gracia;

es ante todo una acción apostólica que refleja, en cierto modo y dentro de las limitaciones humanas, la imagen de aquella singular visita por medio de la cual, el Buen Pastor Jesucristo “ha visitado y redimido a su pueblo” (Lc 1, 68).

Jesús, Pastor de nuestras almas, a través de la persona del Papa Benedicto XVI, viene a visitarnos para fomentar el espíritu de comunión eclesial entre todos los miembros del pueblo de Dios…

y para promover la vida espiritual y evangelizadora de todas las diócesis.

El Papa viene como Vicario de Cristo. Este título se aplica al Papa en cuanto que es representante de Jesucristo en la tierra. Sabemos que Cristo dejó como su representante a Pedro,

““Yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra Yo te digo: tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y el poder de la muerte no edificaré mi Iglesia y el poder de la muerte no podrá con ella. Te daré las llaves del reino de podrá con ella. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y lo que desates en la tierra, atado en el cielo y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo” quedará desatado en el cielo” (Mt 16, 18-19). (Mt 16, 18-19).

“Así como san Pedro y los demás apóstoles forman el Colegio Apostólico, por similares razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los apóstoles” (CEC 880).

Viene también como “padre y pastor” porque él es quien ha recibido la misión de gobernar y cuidar a todos los hijos de Dios, con cariño y con atenciones de verdadero padre velando por la santidad de todos.

Por eso cariñosamente le llamamos también “Santo Padre”.

Se le llama “Pastor” porque, al ser sucesor de Cristo, recibe de Él el encargo de cuidar el rebaño, la Iglesia. (Cfr. Jn 21, 15-17).

Cristo es el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y vela por ellas, las defiende de los peligros, las conduce por los caminos que llevan al Padre.

La presencia del Papa deberá impulsar la caridad de todos los católicos mexicanos. “El amor -caridad- siempre será necesario, incluso en la sociedad más justa.

Quien intenta desentenderse del amor se dispone a desentenderse del hombre en cuanto hombre. Siempre habrá sufrimiento que necesite consuelo y ayuda. Siempre habrá soledad.

Siempre se darán también situaciones de necesidad material en las que es indispensable una ayuda que muestre un amor concreto al prójimo” (Deus Caritas est, 28).

“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a Sión: “Tu Dios es rey!” (Is 52, 7).

Este mensajero del que nos habla Isaías, podríamos aplicarlo a los evangelizadores de hoy que son los que nos traen el mensaje de Jesús, noticias de esperanza y de vida, como el Papa Benedicto XVI.

El Papa es una persona elegida por Dios, escuchó el llamado de Jesús y respondió con generosidad aún a costa de todas las dificultades, sobre todo porque le tocó vivir su formación en el seminario en tiempos de guerra.

Es un hombre con una capacidad intelectual amplia, que ha mostrado una gran fe como fruto de una profunda relación con Dios.

“Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).

En este siglo XXI, la humanidad necesita ser liberada y redimida, necesita nuevas motivaciones que le den sentido profundo a su existencia. Es un mundo agitado entre la esperanza y la angustia.

El Papa ha sido llamado a servir a la Iglesia al estilo de Jesús, con un mensaje de amor como lo hizo Jesús, acogiendo a todos, especialmente a los que quieren verse liberados y redimidos.

A él le corresponde la tarea de alimentar sus esperanzas, de compartir sus dificultades, inspirado en el mismo Cristo,

con atención, ternura, compasión, acogida, disponibilidad e interés en lo que respecta a los problemas de la gente, dispuesto a entregar la vida.

Para imitar a Cristo, el Papa dedica tiempo para estar con Él, en la oración y la contemplación; por ello, la vida del Santo Padre es ya una oblación continua a Dios por la salvación de la Iglesia.

Una manera de dar respuesta a toda la realidad de angustias y esperanzas de las personas, es a través de la Palabra.

“La Palabra de Dios impulsa al hombre a entablar relaciones animadas por la rectitud y la justicia; da fe del valor precioso ante Dios de todos los esfuerzos del hombre por construir un mundo más justo y más habitable.

Por eso, a la luz de las palabras del Señor, reconocemos los ‘signos de los tiempos’ que hay en la historia y no rehuimos el compromiso en favor de los que sufren y son víctimas del egoísmo” (Verbum Domini, 100).

La Palabra de Dios, no puede dejarnos pasivos, sin actuar. El Papa está convencido de ello y desde la Palabra que él medita día con día, quiere ser otro Cristo e impulsarnos a ello a cada uno de nosotros para vivir en el amor.

Todos los creyentes han de comprender la necesidad de traducir en gestos de amor la Palabra escuchada, porque sólo así se vuelve creíble el anuncio del Evangelio, a pesar de las fragilidades humanas.

El Papa no puede responder solo a esta misión tan urgente en el mundo. Somos nosotros, los católicos, quienes hacemos realidad la presencia de un reino de solidaridad, unidad, justicia y amor con nuestro testimonio.

“Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu regresó a Galilea y su fama se extendió por toda la región. Enseñaba en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien de Él.

Llegó a Nazaret, donde se había criado. Según su costumbre, entró en la sinagoga un sábado y se levantó a hacer la lectura” (Lc 4, 14-16).

El Papa Benedicto XVI ha sido un hombre muy entregado a su vocación, desde joven mostró un gran interés por el estudio;

como seminarista se profundizó en las obras de grandes filósofos, estudiando además a San Agustín de Hipona y San Buenaventura, quienes se adentraron profundamente en el conocimiento de la Persona de Jesús.

Así como Jesús enseñaba en las sinagogas, podemos ver cómo el Papa, siguiendo el ejemplo de su Maestro, nos entrega grandes enseñanzas como profesor en diferentes universidades y en sus diversos escritos.

El 25 de diciembre del 2005, firmó su primera Encíclica en la que partiendo del texto de la Primera carta de San Juan 4, 16 hace una introducción expresando que Dios es Amor.

Define el concepto del amor, visto desde los diversos ámbitos donde se desarrolla el ser humano, pero fundamentando su comprensión en la revelación hecha por Dios mismo en la Sagrada Escritura y la Tradición de la Iglesia.

El 30 de noviembre de 2007 presentó su segunda encíclica, comienza citando un texto de San Pablo “…estamos salvados en la esperanza” (Rom 8, 24). Esta encíclica la dedica a la esperanza.

En ella afirma que la vida no acaba en el vacío sino que desemboca en el momento pleno del encuentro definitivo con Cristo, lo cual podemos ir anticipando al sumergirnos en el amor infinito de Dios.

Su tercera encíclica fue firmada el 29 de junio de 2009 en ella inicia diciendo:

“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad.

En marzo de 2007 publicó esta Exhortación Apostólica postsinodal, en la cual reafirma el valor de la Eucaristía y su sentido que nace del amor de Cristo, proyectándose hacia el amor a todos los hombres.

En noviembre de 2010 publicó su segunda Exhortación Apostólica postsinodal, dedicada al tema de La Palabra en la vida y misión de la Iglesia.

En este documento, la intención del Papa es indicar líneas fundamentales para revalorizar la Palabra divina en la vida de la Iglesia, fuente de constante renovación, para que ella sea cada vez más el corazón de toda actividad eclesial,

suscitando una interpretación de las Sagradas Escrituras en la liturgia, la catequesis, así como en la investigación científica. Su deseo es que la Biblia no quede como una Palabra del pasado, sino como algo vivo y actual.

El 19 de noviembre de 2011 firma y publica, desde Benin (África), esta Exhortación Apostólica postsinodal, dedicada a la Iglesia en África.

Toda esta riqueza en sabiduría que Dios ha regalado al mundo por medio de hombres como el Papa Benedicto XVI, está esperando ser aceptada por todos los seres humanos que andamos en busca de sentido para nuestras vidas.

Estamos invitados a conocer más nuestra fe, acercándonos a la Palabra de Dios y aprovechando las reflexiones que la Iglesia nos ofrece a través de nuestros pastores.

“Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4).

La Misión es la naturaleza misma de la Iglesia, ella fue fundada por Jesucristo para evangelizar y hacer discípulos a todos los pueblos,

por eso todos los que hemos sido bautizados en el “Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” fuimos ungidos para ser discípulos misioneros de Jesús.

El Papa Benedicto XVI, sintiéndose verdaderamente un peregrino y misionero escogido y llamado por Dios, viene a nuestra tierra teniendo muy claro este objetivo.

Al ser Al ser consagrado consagrado Obispo de Roma Obispo de Roma y recibir la y recibir la investidura de investidura de Vicario de Cristo Vicario de Cristo es el primer es el primer misionero, misionero,

su presencia entre nosotros significa que viene a motivarnos e impulsarnos a que también nosotros cumplamos con nuestro ser de discípulos de Jesús, y ser también misioneros.

La visita del Papa, despertar en los cristianos la alegría y la fecundidad de ser discípulos de Jesucristo, celebrando con verdadero gozo el “estar con Él” y el “amar como Él” para ser enviados a la misión.

Nuestra diócesis quiere ponerse en “estado permanente de misión” y aprovechando la gracia que Dios nos ofrece con la presencia física del Vicario de Cristo, quiere fortalecer su dimensión misionera;

esto conlleva la decisión de recorrer juntos un itinerario de conversión personal y pastoral, que nos motiva a ser discípulos misioneros de Jesucristo.

Todos estamos invitados a cumplir con este llamado de Jesucristo, “Vayan y hagan discípulos a todas las gentes…” (Mt 28, 19).

Diseño: Ing. Roberto Rivera Luna Edición: Dimensión Diocesana de Evangelización y

Catequesis, Arquidiócesis de León.

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