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Argentina y Paraguay: de la hegemonía a la política pendular
ARGENTINA Y EL PLAN DE DEFENSA PARAGUAYO: COOPERACIÓN
MILITAR E “INTELLIGENTSIA” NACIONAL
Liliana M. Brezzo1
Sumario: 1. Taxonomía, 2. Argentina y la reorientación de la política exterior
paraguaya, 3.La entente paraguayo-argentina, 4. La “intelligentsia” paraguaya y el
Plan de Defensa Nacional.
1. Taxonomía
El imperativo geográfico de la contigüidad no alcanza para explicar las estrechas
como conflictivas relaciones entre la Argentina y el Paraguay. Caracterizadas
recientemente como promiscuas,2 se requiere sin embargo una observación detenida de
su movimiento histórico que contribuya a despejar esa madeja de problemas comunes y
a la vez confusos a que hace referencia ese calificativo.
El proceso de independencia de la América Hispana, la guerra de la Triple
Alianza (1865-1870) y la guerra del Chaco (1932-1935) produjeron cambios apreciables
en el sistema de relaciones entre la Argentina y el Paraguay, en tanto otros hechos como
la internacionalización de la política interna paraguaya y los períodos no democráticos
por el que atravesaron ambos países constituyeron elementos desestabilizadores.
Hay que comenzar por afirmar -reconociendo la falta de originalidad- que la
mediterraneidad es un condicionante geográfico que ha marcado a fuego las relaciones
internacionales del Paraguay, porque su vida ha dependido siempre de la red fluvial del
Plata. Ubicado a 1600 kilómetros del Océano Atlántico, conectado con el mundo
exterior solo por medio del tortuoso río Paraná, 1300 kilómetros del viaje transcurren en
1 República Argentina. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) - Universidad Católica Argentina. 2 Ricardo Caballero Aquino, La Argentina y el Paraguay, del Mariscal López al Mercosur, en Revista abc, Asunción, 31 de julio de 2000.
2
territorio argentino, e incluso a lo largo del tramo restante, la margen derecha del río es
también territorio argentino. Desde esta perspectiva, el destino del Paraguay siempre
estuvo unido al de la Argentina; pero el proceso paraguayo de conversión a una isla
rodeada de tierra no se inició en 1537 con la fundación de la ciudad de Asunción, antes
bien, la provincia paraguaya gozó de una vida autónoma sin que en la conciencia de sus
habitantes se hiciera presente lo que luego se calificaría como la desdicha inicial, sino
que fue en el siglo XVII cuando, con la división de la provincia gigante del Paraguay,
pasó a depender del puerto de Buenos Aires que se convirtió en dueño de la llave de la
salida al mar. Desde ese momento, todas las materias que en adelante darían fisonomía
a las relaciones argentino-paraguayas se entroncan con la mediterraneidad guaraní. Y
con excepción de su reconocimiento como estado nacional, el Paraguay se mostró
invariablemente dispuesto a supeditar al objetivo de neutralizar los efectos nocivos del
río Paraná otros fines, incluidas sus aspiraciones territoriales. Ni las formas persuasivas
con las cuales trató de ejercer presión política sobre el Paraguay la Junta instalada en
Buenos Aires en 1810 ni el envio de la expedición militar encomendada a Manuel
Belgrano, lograron que esa provincia desistiera de su posición de no sujeción al
gobierno porteño; en tanto la acción por parte de este último de embargar el comercio
paraguayo para forzar su adhesión liberó la política paraguaya de amurallamiento. Este
fenómeno reviste singular importancia incluso para un análisis que excede esta
ponencia, me refiero a la probabilidad de que el aislamiento paraguayo acelerara su
proceso de diferenciación y agudizara la percepción de singularidad en su construcción
como nación.
Otra consideración necesaria -ya reconocida en la literatura especializada
dedicada a este espacio histórico- es que hasta mediados del siglo XIX, tanto la
Argentina como el Paraguay eran estados en construcción, sedientos aún de
reconocimiento legal y eran también naciones inciertas, por lo tanto los conflictos de
límites o de navegación hay que mirarlos como componentes esenciales de ese
sentimiento nacional. El reconocimiento del estado paraguayo por parte de la Argentina,
en 1852, si bien modificó en parte el escenario de sus relaciones la persistencia de las
mismas querellas insolubles por los territorios a ambas márgenes del río Paraná y por la
navegación de la vía fluvial de ese nombre no modificó la base de desconfianza en que
aquellas se desarrollaban. Un elemento que deseo subrayar es la visión miópica que la
Argentina adolecerá respecto al Paraguay en esa época. Debido a su aislamiento
3
internacional y los pocos habitantes que salían del país, el Paraguay suscitaba entre los
intelectuales argentinos -y extranjeros- una figura alegórica que recuerda lo que hoy se
conoce como formaciones asiáticas, dominadas por el despotismo oriental, que
otorgaron al Paraguay el calificativo de la China y el Japón de América. Unido a este
rasgo, la sociedad paraguaya era vista en la literatura argentina como sinónimo de
barbarie, entendida como algo inferior, cultural o mentalmente, equivalente a atraso e
inmersa en un tiempo estático. Y digo que se trataba de una visión miópica del país
vecino porque al comenzar la década de 1850 el Paraguay desarrolló todo un programa
de modernización, estructuración y desarrollo industrial: estableció una fundición de
hierro en Ybicuí y un arsenal y astillero en Asunción donde se construyó el primer
buque de hierro construido en América del Sur. También contó con el primer ferrocarril
del río de la Plata -Argentina lo recibió en 1857- y uno de los primeros en América del
Sur -solamente en Chile se había construido ya en 1851 el tramo ferroviario Caldera -
Copiapó. Pues bien, por todo esto, añadido a la notable organización militar diseñada
por Francisco Solano López luego de su viaje a Europa, que daría como resultado la
militarización de prácticamente toda la sociedad, el Paraguay se sentía igual a la
Argentina, pero la Argentina no lo trataba como un igual. Cuando a finales de esa
década, los insolubles conflictos argentino-paraguayos se instalaron en la ya inestable
situación platina – complicada por la internacionalización de la política uruguaya y los
frustrados acuerdos brasileños-paraguayos- pero sobre todo por la inédita cooperación
argentino-brasileña que reemplazó a su secular rivalidad, los cuatro estados se vieron
arrastrados a una guerra que continúa siendo única en el contexto latinoamericano por
su duración y su número de víctimas.3 Las secuelas de este cataclismo sentaron las
bases de un nuevo relacionamiento entre el país derrotado y su vecino del sur, de quien
pasó a ser su virtual prisionero geopolítico.
Pero este conflictivo trasfondo histórico tiene su contracara en las estrechas
relaciones intersocietales. Si bien la larga tradición aislacionista generó en el Paraguay
una cultura muy introvertida y la escasa incidencia inmigratoria-frente a los otros países
del Río de la Plata- configuró una población poco penetrada por factores externos, no
3 Acerca de las cuestiones de límites, comercio y navegación entre Argentina y Paraguay, véase Liliana M. Brezzo, La Argentina y el Paraguay, 1852-1860, (Buenos Aires, Corregidor, 1997). Como instrumento de aproximación históriográfica sobre la guerra de la Triple Alianza y el movimiento histórico de las relaciones argentino-paraguayas, véase también Liliana M. Brezzo, “Historia de las relaciones entre la Argentina y el Paraguay en el siglo XIX. Una aproximación historiográfica”, en Propuestas Democráticas (Asunción, 1995, Vol.8).
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pueden desecharse una serie de valiosos elementos para la total comprensión de esta
histórica relación como el hecho mismo de que el estado paraguayo que emergiera tras
la guerra se conformó con auxilio de la normativa argentina: la constitución de 1870 fue
una copia de esta última, los códigos civil y penal fueron adoptados de forma íntegra.
También la interacción cultural entre la Argentina y el Paraguay se incrementó luego
del conflicto, si bien ya desde mediados del siglo XIX, paraguayos opositores al
régimen de los López emigraron y cursaron estudios en instituciones educativas
argentinas. De hecho, los futuros presidentes del Paraguay como Benigno Ferreiro,
Pedro Peña, Emilio Aceval y Juan Bautista Egusquiza -entre otros- fueron alumnos del
Colegio Nacional de Buenos Aires, del de Concepción del Uruguay y se matricularon
en facultades de la Universidad de Buenos Aires. Esta afluencia, decíamos, se
intensificó a tal punto que la clase dirigente paraguaya que actuó en las primeras
décadas del siglo XX se había formado profesionalmente en la Argentina y trasladó a la
sociedad paraguaya lo que en esa época dio en llamarse el standard of life que
predominaba en Buenos Aires y del que la prensa dará detallada cuenta. La entidad de
estos vínculos, aún con modificaciones y sin estar exentos de conflictos, permanece;
prueba de ello son los más de un millón de paraguayos que residen en la Argentina, que
resulta ser la quinta parte del total de la actual población de ese país.
Una última consideración sobre las relaciones argentino-paraguayas se vincula
con las rupturas en la continuidad de la memoria de las visiones del pasado que
provocaron tanto la guerra de la independencia como la de la Triple Alianza. En el caso
del proceso independentista porque a partir de una misma nacionalidad hubo de
construirse dos naciones diferentes; en cuanto a la guerra del Paraguay porque esta le
significó al país derrotado una serie de evicciones –yo diría un vaciamiento- de los
elementos constitutivos de su memoria nacional. En cualquier caso, esos
acontecimientos hicieron que en las construcciones historiográficas elaboradas en
ambos países se contornearan imágenes contrapuestas del vecino como un modo de
consolidar la propia identidad. En el contexto actual del proceso de integración se ha
puesto de manifiesto un impulso de revisión de esos modelos con el objetivo de
franquear las fronteras de las historias nacionales, pero aún resulta, a juicios de muchos
y del mio también, incierta su evolución puesto que paradójicamente la misma
5
semejanza entre estos dos estados surgidos de un mismo conjunto cultural ha exigido un
considerable esfuerzo para afirmar sus diferencias reales o imaginarias.4
Este artículo tiene el propósito de analizar los vínculos de los dos estados
conosureños en el escenario postbélico, enfatizando el relacionamiento durante el
primer lustro de la década de 1920-30 en cuyo transcurso el Paraguay buscó afanosa – e
inútilmente- romper su dependencia de la Argentina en un escenario en el que la
creciente conflictividad con Bolivia por la zona del Chaco le impuso la búsqueda de la
cooperación del vecino del sur.
2. Argentina y la reorientación de la política exterior paraguaya
Al comenzar la década de 1920 el gobierno radical en Argentina percibió que el
país había perdido la situación ventajosa de que gozaba en Paraguay desde 1870. Tal
percepción se agudizó durante la administración de Marcelo T. de Alvear (1922-28) en
loyalidad a una serie de factores que podrían resumirse en tres: la alambicada política
de expansión en el Paraguay ejecutada durante el gobierno de Hipólito Yrigoyen, la
intervención en la crisis política interna paraguaya sufrida en 1922-23 y los pasos dados
por el gobierno paraguayo en su propósito de reorientar la política exterior, buscando
romper la dependencia argentina.
Finalizada la guerra de la Triple Alianza (1870) la Argentina se había asegurado
un fuerte asentamiento de su hegemonía en el Paraguay, basada en tres pilares: el virtual
control de acceso del Paraguay al mar para su comercio exterior mediante la
intermediación forzosa del puerto de Buenos Aires, la tenencia por parte de unos pocos
particulares argentinos de extensas tierras ubicadas en la zona del Chaco, y las
posteriores cuantiosas inversiones en la industria taninera, sobre todo en la región de
Concepción (Alto Paraguay). A comienzos del siglo XX, la Argentina absorbía entre un
60 y un 80% de las exportaciones paraguayas, si bien se estima que sólo el 40% era real,
reexportándose el resto a otros países; si se analiza por rubro se observa que el 70 % de
los productos agrícolas, un 90% de los forestales y un 20% de los ganaderos se
comercializaban hacia la Argentina, en tanto que casi el 100% de la madera, frutos,
yerbas y animales en pie se dirigían al mismo país. La Primera Guerra Mundial, al
reducir a su mínima expresión el comercio de las naciones beligerantes con todos los
4 Cfr. Liliana M. Brezzo, “El Paraguay y la Argentina en los textos escolares: una perspectiva bilateral de las representaciones del Otro”, en Revista Paraguaya de Sociología (Asunción, CPES, 1999, Nº 104).
6
países de América contribuyó, asimismo, a incrementar el de la Argentina en el
Paraguay produciéndose un crecimiento en la importación de artículos argentinos de un
13% en 1913 a un 34% en 1916.5
En esos años, un sector del partido liberal radical, gobernante en Paraguay,
comenzó a demostrar su disconformidad con esa dependencia. Conscientes de que esa
situación derivaba, fundamentalmente, del dominio que el puerto de Buenos Aires
ejercía sobre su comercio exterior, los líderes de un sector del radicalismo, Manuel
Gondra y Eusebio Ayala mantuvieron conversaciones con los representantes
diplomáticos del Brasil en las que se evaluó un mejor aprovechamiento de Puerto
Esperanza en las márgenes del río Paraguay, en Matto Grosso y la construcción de una
vía férrea con capital brasileño, uniendo Asunción con el puerto de Santos, en San
Pablo, lo que permitiría poner al Paraguay en contacto con la capital paulista y con su
puerto. En 1920, al asumir Gondra la presidencia ratificó estar decidido a crear las
condiciones para que el Paraguay se distanciase de la Argentina. Con estas propuestas
no se pretendía transferir hacia el Brasil la relación de dependencia paraguaya de la
Argentina, sino más bien establecer un equilibrio entre ambos. 6 Pero no todo el partido
radical estaba de acuerdo con este propósito; el sector liderado por Eduardo Schaerer
propiciaba el mantener el grado de vinculación con la Argentina. Allegado a
empresarios y gente de negocios de ese país y amigo de Hipólito Yrigoyen, en el ámbito
de la cancillería se lo consideraba a Schaerer como uno de los hombres que parecía
comprender mejor que el “progreso del Paraguay estaba estrechamente ligado a la
expansión y prosperidad argentina”, si bien este “argentinismo” era más bien ficticio,
solo la noción práctica de la realidad y no significaba “simpatías o preferencia
afectiva”.7 Precisamente, durante el gobierno de Yrigoyen, Argentina había evaluado
una serie de iniciativas con vistas a desarrollar una política de expansión en el Paraguay
que le afianzase en la ventajosa situación que mantenía desde 1870. La más importante
fue la solicitud que hiciera el Poder Ejecutivo al Senado para que hiciera ley el tratado
de libre comercio firmado con el Paraguay al final de la presidencia de Victorino de la
Plaza (1916). El instrumento estatuía un régimen de liberalidades aduaneras sobre la
5 Para un mayor perspectiva de este intercambio, véase Liliana M. Brezzo, Beatriz Figallo, La Argentina y el Paraguay, de la guerra a la integración (Rosario, Instituto de Historia, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario, 1999). 6 Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “En busca del equilibrio: la política exterior paraguya entre 1920 y 1925”, en Revista Paraguaya de Sociología (Asunción, CPES, 1996), pág.117.
7
base de recíprocas y equivalentes exenciones con el propósito de fomentar cada vez más
el tráfico entre ambos países.8 Se ponderaron también otras medidas que
complementarían esa política económica, como el faciliar el transporte por los ríos
comunes que podría alcanzarse con la formalización de un convenio en virtud del cual
se autorizaría a los dos países a hacer el cabotaje en igualdad de condiciones en los ríos
de jurisdicción común, apartándose de las ideas restrictivas en esa materia y pactando
franquicias recíprocas; también la creación de una Aduana de despacho en el
Pilcomayo, que actuase de depósito de mercaderías de procedencia argentina o
extranjera para ser despachadas directamente a los puertos del río Paraguay o de
tránsito para el exterior al norte, lo que implicaría establecer en el Pilcomayo una
especie de zona franca que contrarrestaría toda tentativa del Brasil o de Uruguay para
dominar el comercio de Paraguay y además tendería a hacer florecer una población
argentina en el límite norte con ese país, acercándose más a las regiones pobladas de las
márgenes del río Paraguay. Pero la inercia demostrada para el tratamiento y aprobación
del tratado de comercio así como para la implementación de las demás iniciativas en el
plano económico acabaron por frustrar estas bases de expansión. Por su parte, la
inacción brasileña para impulsar la construcción del ferrocarril Asunción-San Pablo
impidió al Paraguay reducir su dependencia de la Argentina. De hecho, a mediados de la
década del 20’ el monopolio se había agudizado: el mercado argentino absorbía el 33%
de las exportaciones del Paraguay y el 77% de sus importaciones.
El otro factor que en Argentina se atribuia había cooperado a crear una situación
de desventaja entre la clase dirigente paraguaya era la intervención en la política interna,
de forma particular durante la guerra civil que finalizara a mediados de 1923, luego de
14 meses de terribles enfrentamientos. Hay que indicar que durante la época
comprendida entre 1870 y 1921 hubo en el Paraguay 27 alteraciones del orden público,
lo que da un término medio de dos revoluciones por año. La cifra resulta sorprendente
dándose el caso, bien demostrativo por cierto, de presidentes que solo duraron 20 días
en el ejercicio de su mandato. En esas luchas intestinas el factor internacional había
7 REPÚBLICA ARGENTINA, ARCHIVO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES (en adelante AMREA), Serie Embajadas. Misión José María Cantilo al Paraguay 1916-1919. Asunción, 11 de febrero de 1917. 8 El tratado especificaba que “todos los artículos de producción, cultivo o industria, fabril o manufacturera de las Repúblicas Contratantes (salvo las excepciones temporarias a que se refiera la cláusula segunda) que se introduzcan del territorio de la una al de la otra, estarán libres de todo derecho de importación y tanto en su tránsito como en su exportación a otro país, serán considerados como si fuesen producción, cultivo o industria del territorio en que se hallaren y tendrán, en consecuencia, el tratamiento fiscal que en tal carácter les correspondiere”.
8
jugado un papel principal porque las revoluciones se hicieron siempre a base de la
tradicional cuestión de declararse los partidos en lucha, amigos o enemigos del Brasil o
de la Argentina; así había ocurrido en las revoluciones de 1904, 1908 y 1911-12. Pero
en realidad, este juego político de los partidos paraguayos se limitaba a una estrategia
que se basaba en la premisa de que Brasil y Argentina harían lo máximo para modelar,
de acuerdo con los respectivos intereses, el proceso político paraguayo. Es decir, que
este juego de los actores paraguayos no respondía a convicciones o posiciones reales.9
El encargado de negocios argentino en Paraguay, Luis Castiñeiras, ratificaba la
opinión de sus antecesores en el sentido que en realidad no existía tal lucha ni amistad
respecto a la Argentina o al Brasil, sino la habilidad más o menos desarrollada de los
partidos que utilizaron la cuestión para agitar la opinión pública y aumentar así su
caudal político.10
La génesis de la crisis de 1922-23 estuvo en la falta de homogeneidad del
partido liberal radical -gobernante desde 1904- debido a las tendencias opuestas
delineadas en su interior, fundadas en el antagonismo personal entre los dos hombres de
más significación –Eduardo Schaerer y Manuel Gondra- y que se hicieron cada vez más
notorias hasta su ruptura, en 1922. Eusebio Ayala, que en ese año ejercia el Poder
Ejecutivo de forma provisoria tras la renuncia de Manuel Gondra, no estaba dispuesto a
supeditar sus decisiones a las del líder del partido y presidente del Senado, Eduardo
Schaerer. Este no soportó que se pusiera en duda su hegemonía, movilizó a sus
partidarios para haver aprobar en el Congreso una ley llamando a elecciones para
presidente y vicepresidente y levantando la candidatura del jefe de la zona militar de
Paraguarí, coronel Adolfo Chirife, adicto a su persona. Cuando el presidente Ayala vetó
la ley, en mayo de 1922, Schaerer y sus partidarios hicieron, entonces, un llamado al
ejército para que concurriera a hacer cumplir las decisiones del Congreso, obteniendo la
adhesión de las zonas militares de Paraguarí, la de Encarnación, al mando del coronel
Pedro Mendoza y la de Concepción, bajo las órdenes del teniente coronel Francisco
Brizuela. Es decir que el ejército nacional pasó a responder a las órdenes de una causa
particular, la de Schaerer. Debido a la asimetría de fuerzas –debió procederse a
reclutamientos entre la población civil- el gobierno paraguayo solicitó al de Argentina
la venta de armas para someter la rebelión e imponer el orden de forma duradera. Pero
9 Diego Abente, “The Liberal Republic and the Dailure of Democracy”, in The Americas (Washington, 1989). 10 AMREA, División Política, Paraguay, Año 1922, Caja 2102. Asunción, 22 de diciembre de 1922.
9
Yrigoyen rehusó el pedido, argumentando que la Argentina no prestaría auxilio para
“contribuir a los desgarramientos en los países hermanos”.11 Para quien era el
representante argentino al comenzar el enfrentamiento, Laurentino Olascoaga, convenía
tener presente que “el partido del sñor Schaerer es el partido más argentinista mientras
que los que rodean al señor Ayala son brasileristas y siguen en mucho las inspiraciones
del ministro del Brasil y las intrigas del partido de Gondra”.12 Con el correr de los
meses circularon en Asunción insistentes y fuertes rumores acerca de que el gobierno
de Hipólito Yrigoyen le habría facilitado armas, en cambio, a la fracción schaerista, lo
que de hecho resultaría confirmado. 13. Esa “falsa neutralidad”, aunque no hubo pruebas
en ese entonces, causó una pésima impresión, lo que unido a la alambicada política
yrigoyenista en el plano económico acabaron por alimentar entre los hombres del
gobierno paraguayo una perspectiva respecto al de la Argentina que podría sintetizarse
en “muchas demostraciones de amistad, muchas buenas palabras y nada entre dos
platos, ningún hecho práctico”y también que la Argentina se mostraba amiga del
Paraguay más en palabras que en hechos.14
La derrota de la fracción schaerista, en julio de 1923, tuvo un fuerte impacto
porque significaba la derrota de las Fuerzas Armadas por fuerzas constituidas
mayoritariamente por civiles. Eusebio Ayala renunció a la presidencia. Asumió el cargo,
también de forma provisoria, Eligio Ayala. Coincidiendo con esto, en el mes de
setiembre, en un informe que remitiera al ministro de Marina el comandante del
cañonero argentino Paraná, capitán de fragata Santiago Baibiene, que cumplia misiones
11 Citado por Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “En busca del equilibrio: la política exterior paraguaya entre 1920 y 1925...cit. 12 AMREA, División Política, Paraguay, Año 1922, Caja 2102. Asunción, 19 de junio de 1922. 13 REPUBLICA DE PARAGUAY, ARCHIVO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES ( en adelante AMREP), División DPD, Asunción, 25 de setiembre de 1923. Apenas concluido el conflicto, el ministro de Relaciones Exteriores paraguayo, Rogelio Ibarra se extendía en lo que calificaba de falsa neutralidad yrigoyenista porque al mismo tiempo “fomentaba la organización de los rebeldes en las fronteras argentinas, menoscabando los intereses legítimos superiores a ambos países. Esperamos que el gobierno actual no autorizará otra vez una actitud semejante, tan inmerecidamente poco amistosa con nosotros.” Aunque en esos años no hubo pruebas suficientes, la cuestión salió a relucir a la caída de Yrigoyen, demostrando la veracidad de aquellas versiones. REPÚBLICA DE CHILE. ARCHIVO DEL MINISTERIO DE RELACIONES EXTERIORES. De G. Montt al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, Asunción, 3 de octubre de 1930 (debo la información de este documento a Ricardo Scavone Yegros). En el informe, Montt aseguraba que “en la revolución paraguaya de 1922, los revolucionarios recibieron armamentos, proyectiles, elementos de sanidad, etcétera con los sellos y marcas del ejército argentino. Se comprobó que las gestiones que entonces hizo el señor Schaerer en Buenos Aires resultaron favorables a la causa que patrocinaba, de ahí el envio de esos pertrechos. Según informaciones que tiene este gobierno, los que negociaron esas armas fueron el jefe de policía de esa capital, coronel Bortagarar y el que más tarde fuera canciller de la segunda presidencia de Yrigoyen, doctor Oyhanarte”. 14 AMREA, Serie Embajadas. De Laurentino Olascoaga a Honorio Pueyrredón, Asunción, 30 de octubre de 1920.
10
en aguas de Paraguay, manifestaba que le resultaba evidente que “la situación nuestra es
de inferioridad respecto al Brasil y Chile”15; a las razones que se expusieran más arriba,
Baibiene añadía la misma composición del nuevo gobierno: “el presidente Eligio Ayala
se considera poco amigo de la Argentina y en cambio muestra mayores simpatías
respecto al Brasil y el ministro del interior, Modesto Guggiari también es francamente
afecto al Brasil”.16
En realidad la búsqueda de equilibrio en la política exterior paraguaya era
analizada en Argentina como el deseo de los dirigentes paraguayos de ver siempre, sino
en guerra, por lo menos en continua tirantez de relaciones a la Argentina y al Brasil,
para de esa forma apoyando a ambos países, recibir beneficios de ambos. Lo que se
trataba de una política para tratar con sus dos poderosos vecinos era interpretada como
una “campaña destinada a fomentar la rivalidad, la emulación y la discordia entre la
Argentina y el Brasil, temorosos, tal vez, de que la concordia y armonía de relaciones
entre nuestro país y el Brasil acarreara al Paraguay una situación de olvido y hasta de
menosprecio” y no se dudaba en señalar que el director de esta “campaña” era Manuel
Gondra, empeñado en alejar lo más posible a la Argentina del Brasil.17 Dos encuentros
mantenidos por el recientemente designado encargado de negocios en Paraguay por el
gobierno de Marcelo T. de Alvear, Luis Castiñeiras, primero con el escritor Juan
O’Leary y luego con el Ministro del Interior, Modesto Guggiari, ratifican esa
convicción. El historiador paraguayo le habría expresado que “la Argentina y el Brasil
nunca marcharán unidos,” enfatizando la idea que el Brasil sería el eterno e
irreconciliable enemigo de la Argentina. Por su parte, el ministro Guggiari le habría
manifestado: “es conveniente que la Argentina no se olvide de sus hermanos menores,
los paraguayos. Hoy valemos poco, pero en el caso de un conflicto internacional la
ayuda del paraguayo será muy eficiente”. De manera concordante la hoja gondrista El
Diario insertó en esos días un artículo titulado Política Externa en el que se formulaban
manifestaciones claras y terminantes respecto a las relaciones con sus dos vecinos:
“somos, es cierto, argentinistas, pero lo somos por ser brasileristas. Y ambos conceptos
derivan del hecho de que somos, antes que nada, paraguayos”.18
A mediados de 1923 era opinión corriente entre los hombres del gobierno
argentino que la idea prevalente en el Paraguay en materia de política internacional,
15 AMREA, Paraguay, Año 1923, Caja Nº 2198, Asunción, 5 de setiembre de 1923. 16 Ibídem 17 Ibídem. 18 Ibídem, Asunción, setiembre 1923.
11
eran que formaría con Brasil y quizás otras naciones un grupo en oposición a la
República Argentina. Según el Encargado de Negocios de Paraguay en Argentina,
Pedro Saguier, el Ministro de Guerra, Coronel Agustín P. Justo habría manifestado en
una reunión con otros hombres del gobierno que el gobierno argentino tenía “una plena
prueba de la posición tomada por el Paraguay al lado del Brasil y de Chile bajo la
inspì ración irresistible de la personalidad más prominente del Paraguay, que ha señalado
a su país el rumbo indicado: Manuel Gondra, brasilerista a todo trance”.19 La
enemistad de Justo hacia cualquier tipo de perífrasis causó el consiguiente malestar en
Asunción calificándose tal expresión como infundada y el resultado de interpretaciones
malevolentes de actos gubernativos, simples y lógicos. El ministro de Relaciones
Exteriores, Rogelio Ibarra, en respuesta al encargado de negocios Pedro Saguier,
puntualizaba que “el brasilerismo que se le imputaba (al gobierno paraguayo) es injusto
porque sería contrariar la voluntad nacional una política que la vinculase con uno de los
países vecinos en menoscabo del otro sin un contravalor eficaz de obligaciones y
garantías recíprocas” y salió al paso defendiendo las acciones desarrolladas por Gondra
en pro de la concreción del ferrocarril internacional como preocupación por la futura
expansión económica del país: “el señor Gondra no es ni brasilerista ni argentinista, es
ante todo paraguayo”20
Una nueva cuestión, la de la cooperación militar, contribuyó a dar una fisonomía
más abstrusa a este escenario. Ya desde el anterior gobierno yrigoyenista, la Argentina
se había mostrado interesada por atraer hacia sus escuelas militares alumnos
paraguayos. En 1918 el agregado militar a la legación, coronel Noailles sugirió al
ministro de guerra Elpidio González la ayuda que como un medio para difundir la
influencia moral y política de la Argentina, se podría prestar al Paraguay al permitir que
oficiales paraguayos ingresasen a la Escuela Superior de Guerra, a la Escuela de
Aviación y al curso superior del Colegio Militar como así también la posibilidad que la
Intendencia de Guerra pudiese proveer a precio de costo, calzado, vestuario, equipo y
entrega de 10.000 fusiles nuevos cobrándolos en pequeñas cuotas. El ofrecimiento
propiciaba prolongar en el ámbito militar el que hiciera pocos meses antes el gobierno
argentino de becas a estudiantes paraguayos en las escuelas industriales, veterinarias,
19 AMREP, Serie DPD, Volumen 531. De Pedro Saguier a Rogelio Ibarra, Buenos Aires, 4 de setiembre de 1923. El coronel Justo que tal adhesión por parte del Paraguay respecto al Brasil se veia abonada por otros actos de gobierno y políticos notorios como la construcción del ferrocarril estratégico que uniría Asunción con Río de Janeiro. 20 Ibídem. De Rogelio Ibarra a Pedro Saguier, Asunción, 25 de setiembre de 1923.
12
agrícolas, etc., como un medio que cooperase a formarlos en el molde de la cultura
argentina y quedase arraigado en ellos un sedimento perdurable de simpatía para con el
país. La ocasión para reforzar tal iniciativa se habia dado con motivo de las divergencias
que se produjeron dentro del elemento militar paraguayo, en el que se habían ido
perfilando tendencias que respondían a dos líneas diversas del radicalismo gobernante,
situación que revestía singular importancia porque el Ejército, en Paraguay, era ante
todo un cuerpo político y constituía más que una garantía de orden y de disciplina, un
peligro siempre posible para la estabilidad de las instituciones.21 Si bien el origen estuvo
en conflictos personales entre oficiales, y principalmente entre los coroneles Manuel
Rojas y Manlio Schenone -designado director de la recientemente fundada Escuela
Militar- y el general Patricio Escobar y los oficiales del Círculo Militar la división que
reinaba en el ejército se vinculaba con las escuelas militares: el general Escobar y sus
amigos eran en su mayoría oficiales de la escuela argentina y francamente inclinados a
sus Fuerzas Armadas, mientras que el grupo liderado por Schenone se había formado en
Chile. Los cuatro coroneles que ocupaban las más altas situaciones militares, Adolfo
Chirife, Manlio Schenone, Pedro Mendoza y Manuel Rojas eran, según el coronel
Noailles, “chilenófilos” decididos.22 El gobierno argentino puso a disposición del de
Paraguay, a mediados de 1920, 11 becas en los institutos militares de la República,
distribuídas de la siguiente forma: 3 becas en el Colegio Militar de San Martín, 2 becas
en el Curso Superior del Colegio Militar, 2 becas en la Escuela de Tiro, 2 becas en la
Escuela de Caballería y 2 becas en la Escuela Militar de Aviación.23 Pero aquel
gobierno decidió finalmente no hacer uso del ofrecimiento y optar por el envio de sus
oficiales a los institutos armados de Chile.
Así las cosas, en ocasión de una reunión mantenida por el representante
paraguayo con el ministro de guerra argentino, Coronel Justo, para pedirle las
condiciones de ingreso en el Colegio Militar a fin de instruir a varios interesados, el
militar argentino le reprochó la decisión del gobierno paraguayo de enviar oficiales a
Chile, lo que a su juicio venía a demostrar que aquel gobierno no tenía confianza en los
institutos argentinos. Al igual que el calificativo de “brasileristas”, estas expresiones
21Ibídem, Asunción, 7 de octubre de 1918. 22Ibídem. 23Ibídem, Volumen 110. De Laurentino Olascoaga a Eusebio Ayala, Asunción, 30 de agosto de 1920. Con anterioridad a este ofrecimiento, sin embargo, ya habían sido admitidos alumnos y oficiales del ejército paraguayo en instituciones militares argentinas. Consta, por ejemplo, que en 1919, el gobierno paraguayo envió para cursar estudios enla Escuela Militar de Aviación al Teniente 2º D. Victorio Barbero (h) y al Sub Oficial Francisco Cusmanich; en Ibídem, Asunción, 20 de diciembre de 1920.
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desencadenaron una fuerte reacción en el gobierno paraguayo. Entre otras cosas, el
ministro de guerra, Coronel Manlio Schenone respondió que si a la Argentina le
interesaba estrechar el conocimiento y la amistad con el Paraguay, podría recurrir a
procedimientos más positivos y eficaces como el “impedir que los revolucionarios que
alteran nuestra paz interna, deteniendo nuestra evolución y haciendo retroceder nuestro
progreso económico se organizen en su territorio. Con esta seguridad, la Argentina nos
tendría ya más estrechado a ella, nuestra actitud se acrecentaría como consecuencia de
la probabilidad de un hecho que incuestionablemente nos demostraría la generosa
decisión de ayudar a nuestro resurgimiento”, e instruyó a Saguier para que trasmitiera
con claridad las siguientes razones que habían decidido al gobierno a enviar a los
oficiales a Chile: el apartarse lo más posible de prejuicios, ya que con Chile no mantenía
relaciones de ningún género, uniéndolos solo relaciones de amistad como consecuencia
de la hermandad continental y la necesidad de contar con un ejército homógeneo
procedente de la unidad de origen ya que los metodos empleados en la conscripción y
en la instrucción de las tropas paraguayas habían sido implantadas por oficiales
educados en ese país. A estas dos razones se añadía la relativa a la cuestión histórica –
que se consideraba no menos importante- y era que el gobierno paraguayo conocía que
entre los programas de enseñanza de los institutos militares argentinos figuraban
asignaturas como historia nacional militar, cuyo contenido era de innegable importancia
para la profesión de armas y en ese sentido no podía olvidarse que “la historia militar
argentina contiene en gran parte los hechos de armas contra el Paraguay y no es posible
mortificar el corazón del futuro oficial paraguayo imponiéndole el criterio de los
descendientes que contribuyeron al desmembramiento de nuestra patria".24
En este escenario de las relaciones argentino-paraguayas, la creciente
conflictividad que adquirió el litigio paraguayo-boliviano por la zona del Chaco Boreal
contribuiría a modificar–si bien parte- este estado del relacionamiento.
24 AMREP, Serie DPD,Volumen 531 De Manlio Schenoni a Pedro Saguier, Asunción, noviembre de 1923; también de Rogelio Ibarra a Pedro Saguier, Asunción, noviembre de 1923. Ibarra señalaba en el mismo sentido que “en el ejército argentino han de conmemorarse los hechos de armas de la guerra del 65 porque esta conmemoración forma parte del programa de la enseñanza patriótica que ha de inculcarse a los conscriptos y esta práctica ha de hacerse seguramente desde la escuela militar porque el futuro oficial vaya saturándose por sí mismo de todo aquello que ha de formar parte de sus obligaciones en el desempeño de sus deberes profesionales como educador o instructor. Yo pregunto ¿sería patriótico de nuestra parte imponer al futuro oficial paraguayo enseñanzas que le recuerden o templen su espíritu en las propias desgracias como forjamiento de su alma de paraguayo y soldado?”.
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3. La entente paraguayo-argentina
Si bien el semi secular debate de límites entre Paraguay y Bolivia por la zona del
Chaco Boreal se había mantenido en un terreno de buena voluntad y cordialidad
recíprocas, a comienzos de la década de 1920 no llevaba miras de terminarse y nuevos
hechos indicaban que influiría de manera nociva sobre las relaciones de las dos
repúblicas. Las negociaciones se remontaban al año 1879 cuando el primer
plenipotenciario boliviano enviado expresamente al Paraguay, doctor Antonio Quijarro,
para buscar una solución a la cuestión de límites, firmó con el ministro Decoud el
primer ajuste sobre esa materia. En el Paraguay el pacto fue muy resistido y nunca se
sometió al Congreso, en tanto en Bolivia, luego de acalorados debates, la legislatura lo
aceptó “condicionalmente”. Una segunda instancia tuvo lugar con la firma del tratado
Tamayo-Aceval, el 16 de Febrero de 1887 que caducó antes de que Bolivia dictase la
ley que lo aprobaba.25 Entretanto Bolivia, siguiendo una práctica inveterada, trató de
sentar pie en el territorio litigioso hasta llegar a la fundación, en 1884, de la población
Puerto Pacheco, a orillas del Pilcomayo.
También fracasaron las negociaciones entre Ichazo y Benítez en 1894, cuyo
tratado nunca fue sometido a la aprobación de los respectivos congresos. Como
resultado, después de años de incidentes y gestiones, la cuestión se encontraba
irresuelta.
El 12 de enero de 1907 se firmó en Buenos Aires, bajo la garantía del gobierno
argentino el protocolo Soler-Pinilla que sometía la disputa al arbitraje y mantenía el
status quo, donde los intereses paraguayos resultaron favorecidos. Simultáneamente,
Bolivia hizo algunos avances en territorio litigioso: concentró fuerzas y estableció
fortines en territorio paraguayo, lo que dio lugar a conversaciones con el gobierno
argentino porque las fuerzas bolivianas en cuestión se surtían de provisiones en
jurisdicción argentina.
Finalmente el 5 de abril de 1913 se rubricó en Asunción el protocolo Ayala-
Mujía mediante el cual ambas partes se comprometían a firmar en el término de dos
años un tratado definitivo de límites reconociéndose entretanto la subsistencia del status
quo del protocolo Soler-Pinilla, lo que implicaba un éxito para el gobierno paraguayo
25Acerca del litigio limítrofe existen una abundante y desigual bibliografía que se cita en el apartado correspondiente a la guerra del Chaco. Sobre estas primeras negociaciones, puede verse, sin embargo, Antonio Salum Flecha, Historia Diplomática del Paraguay 1869-1990, (Asunción, Comuneros, 1990), pag. 93 y ss.; también Ricardo Scavone Yegros, “La primera misión de Antonio Quijarro en el
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pero también un beneficio para Bolivia porque de no poder arribarse al tratado
definitivo en el término acordado quedaba estipulado el arbitraje. Vencido el plazo sin
que las gestiones hubieran llegado a resultado alguno, el término se había diferido y en
1918 se encontraba aún vigente la prórroga, sin que se vislumbrase su terminación.
Para la Argentina, las pretensiones bolivianas a la propiedad del Chaco cuyo
objetivo principal o único era la adquisición de uno o varios puertos sobre el río
Paraguay que le diera una salida al Río de la Plata comenzó a revestir, en esos años,
motivos de interés. En primer término, la eventual presencia boliviana sobre la costa del
río Paraguay -propósito en el que se condensaba toda la aspiración de Bolivia- con
ferrocarriles, puertos y buques que llevasen su bandera, empresas industriales y
haciendas, podría tener consecuencias para ese estado que vería modificarse de manera
seria y peligrosa el equilibrio de la política internacional en esa parte. La Argentina se
hallaba entonces en la necesidad de desarrollar una fuerte política de expansión hacia el
Paraguay, dominando el río del mismo nombre si no quería que en el futuro Bolivia se
interpusiese con su tradicional política de “solapados avances y de inagotables
argucias”.26 En segundo lugar era necesario mantener a Bolivia ajena a la política
llamada del “Río de la Plata”, lo que no se lograría si obtuviera una salida al río
Paraguay y se convirtiese en un nuevo competidor en asuntos vinculados al dominio del
estuario y de sus canales, y finalmente si el Paraguay cediera ante las pretensiones de
Bolivia, quedarían afectados en más de un caso los intereses argentinos arraigados en la
región. Todas estas previsiones bastaban para justificar la atención que el litigio
merecía para la Argentina. Por su parte, gobierno paraguayo manifestó en más de una
ocasión su deseo de encontrar apoyo de la Argentina en su disputa fronteriza; en 1913,
el representante argentino en Paraguay, Ruiz de los Llanos, trasmitió al gobierno de
Victorino de la Plaza que el ministro Eusebio Ayala le había expresado que su ideal
sería llegar a una entente con la Argentina “que sin que tuviera propósitos ofensivos
para nadie y por el contrario de concordia y armonía con todos los países, importase un
acto de simpatía efectiva, un apoyo moral a la nación paraguaya,” insinuaciones a las
que la Argentina respondió de manera evasiva, justificándose en la situación política
interna del Paraguay que no ofrecía suficientes garantías de estabilidad. Pero una década
después ¿debería la Argentina seguir siendo simple espectadora de ese conflicto de
Paraguay”, en Historia Paraguaya, (Asunción, 1997), Vol. XXXVII, pag. 141 y ss., y del mismo autor “Orígenes de las relaciones paraguayo-bolivianas”, en Ibídem, Vol. XXXVI, pág. 251 y ss. 26 AMREA, Embajada argentina en Paraguay. De José María Cantilo a Honorio Pueyrredón, Asunción, 18 de marzo de 1918.
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límites?, o ¿era llegado el momento de definir la conducta respecto a la delicada
cuestión?.
A través de informaciones ampliamente confirmadas el gobierno paraguayo tuvo
noticias al comenzar el año 1924 de la penetración del ejército boliviano al este de la
línea del statu quo establecido por el tratado Soler-Pinilla, estableciendo dos fortines
más, el Magariños y Esteros, sobre el río Pilcomayo. Paraguay se persuadió de que la
nación vecina provocaria finalmente la guerra creando situaciones de hecho y dado el
estado lamentable del ejército paraguayo luego de los repetidos movimientos
revolucionarios y la obsolencia en cuanto a la organización y armamentos se hallaba en
una situación de presa fácil.
Con las informaciones verificadas y en vista de las perspectivas, el presidente
Luis Riart convocó al ministro de guerra Manlio Schenoni, al inspector del ejército
Patricio Escobar y al coronel Manuel Rojas con el propósito de diseñar un plan de
reorganización del ejército permanente, formular las bases para una movilización
ordenada y consignar el armamento necesario para responder a los requerimientos
bélicos así como el costo aproximado de la ejecución del plan. Dentro de la más
absoluta reserva el gobierno paraguayo decidió acelerar en lo posible la organización y
el rearme del ejército nacional -la situación en cuanto al armamento era de “insolvencia
bélica”-, proceder a la ocupación militar paulatina y sistemática del Chaco y adquirir el
armamento necesario. Riart preparó un detallado informe con el que se inició una larga
estrategia -que abarcaría toda esa década- de preparación para la guerra. Por un lado se
estructuró un Plan Económico y Financiero a fin de recuperar el crédito internacional
cuya obtención había llegado a un punto crítico; por otra parte se formuló un Programa
de reorganización del ejército y la armada y más adelante, de ocupación paulatina del
Chaco, para asegurar el dominio del rio Paraguay.27
Si el redireccionamiento de su política exterior -rompiendo la dependencia de
Argentina- fracasó y si finalmente pudo comprobarse la ayuda del gobierno de
Yrigoyen a los rebeldes durante la crisis de 1922-23, el conflicto del Chaco demandaba
que el Paraguay relegara los sentimientos contrapuestos hacia la Argentina en busca de
cooperación mientas que a la Argentina se le presentaba como una coyuntura que bien
podía modificar su situación de inferioridad a la vez de afianzar su influencia política.
27 Los detalles del Plan de Defensa Nacional y sus antecedentes, en Gustavo Riart, El Dr. Luis A. Riart y la Defensa del Chaco (Asunción, 1987), pág. 30 y ss.
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En la prioridad que le otorgó el presidente Eligio Ayala (1924-1928) a la
preparación militar del país, la adquisición de armamento encabezaba las urgencias.
Con este propósito, el ministro de Defensa, Luis Riart, viajó a Buenos Aires en
diciembre de 1925 para comprar armas de los arsenales argentinos o de Europa, por
intermedio de ese país. El presidente Alvear acogió favorablemente la petición,
acordándose en concreto que: 1. La Comisión Técnica Argentina enviada a Europa para
la determinación de armas y materiales colaboraría con el gobierno paraguayo respecto
a las adquisiciones que desease hacer, 2. La inclusión del pedido que hiciera el Paraguay
en el que formularía el gobierno argentino a fin de que las fábricas no postergasen la
entrega en razón de la poca importancia del pedido y 3. La solicitación del gobierno
paraguayo se haría como acto de la mayor confianza, con la reserva necesaria para
evitar que la divulgación del propósito de reponer el Paraguay su armamento agitase la
opinión pública en Bolivia.
A pesar del antiargentinismo agudizado y obsesivo28 que cultivaba el presidente
Ayala, los hechos impusieron la aproximación al vecino del Sur, en busca de apoyo
moral y material.
4.La “intelligentsia” paraguaya y el Plan de Defensa Nacional
En loyalidad a la elaboración y ejecución del Plan de Defensa Nacional, la
sociedad paraguaya exhibió un renacimiento del sentimiento nacional activado por un
grupo de productores de cultura mediante dos tipos de construcciones: la reelaboración
de la memoria histórica y la ampliación – nuevos microrrelatos- del mito de origen. La
adhesión de una parte mayoritaria de la sociedad paraguaya a esas narraciones fue
percibida por el gobierno paraguayo como una herramienta eficaz en la ejecución del
Plan de Defensa y en el desarrollo de una diplomacia nacional. Así, no obstante
sustentar posiciones ideológicas opuestas los gobiernos liberales paraguayos impulsaron
la captación de representantes de esa intelligentsia para que, ya en calidad de
diplomáticos o bien como asesores de la Comisión de Límites o colaboradores en un
plan general de informaciones reforzasen la causa paraguaya frente a la posición de
Bolivia y con su prédica cooperasen a profundizar el sentimiento colectivo de
solidaridad en la socidad.
28 AMRE, LAAP,Caja 2981.El calificativo fue escrito por el encargado de negocios argentino en Paraguay, Ricardo Olivera, en 1930 referido al en ese entonces ya “ex presidente Ayala” para el canciller Ernesto Bosch, Asunción, 15-11-1930. Cit por Francisco Fernando Monteoliva Doratioto, “En busca del equilibrio: la política exterior paraguaya entre 1920 y 1925...cit”.
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En su mayoría, ese grupo de intelectuales había egresado de la Universidad
Nacional de Asunción y fueron quienes impulsaron en 1883 la apertura del Ateneo
Paraguayo, primer centro literario de la etapa postbélica y en 1895 la del Instituto
Paraguayo desde el que promovieron todo un conjunto de actividades culturales. Entre
el conjunto primigenio se destacaban Blas Manuel Garay, Cecilio Báez, Fulgencio
Moreno, Manuel Gondra, Ignacio A. Pane, Juan O’Leary y José de la Cruz Ayala.29
Este pequeño grupo conformó un movimiento literario que se denominaría
Novecentismo Paraguayo –floreció en la transición de los siglos XIX y XX- a cuyos
miembros correspondió la articulación de la primera corriente de producción
historiográfica de ese país como producto de su preocupación por investigar dos temas
cruciales del pasado: los problemas relacionados con la guerra contra la Triple Alianza
y la defensa de los títulos de posesión del Chaco frente a Bolivia.
Cecilio Báez, primer egresado de la Facultad de Derecho de Asunción y
fundador del Partido Liberal, fue el intelectual más destacado del Novecientos y el
primero que enlazó una lectura del pasado nacional concentrada en un juicio severo
sobre la guerra de la Triple Alianza y la larga tiranía que le precediera y que a su
entender oprimiera al pueblo y acabara con la ruina y el aniquilamiento de su
nacionalidad. Este dictamen, que Báez ratificó en sus tres obras principales, La Tiranía
en el Paraguay (1904), Cuadros históricos y descriptivos del Paraguay (1907) y
Resumen de Historia del Paraguay (1910), proveyó al público culto y a los escolares de
una lectura del pasado nacional que se completaba con los siguientes principios:
carácter salvaje de la población indígena, administración nacional despótica y tiránica,
propósitos liberal-republicanos de la independencia inmediatamente frustrados con las
dictaduras de Francia y los López y finalmente la entrada del Paraguay al concierto de
las naciones civilizadas luego de la Guerra Grande, bajo el régimen republicano y
parlamentario nacido de la constitución liberal de 1870.30
En los mismos años en que iniciara sus actividades el Instituto Paraguayo
comenzaron a publicarse en Asunción los periódicos La Patria, orientado por Enrique
Solano López hacia la reivindicación de la memoria de su padre y El Tiempo en los que
comenzaron a escribir también intelectuales vinculados también al Instituto Paraguayo,
como Ignacio Pane y Juan O’Leary, quienes al poco tiempo quedaron enfrentados con el
29 Véase Ruperto Resquín, La Generación Paraguaya (Buenos Aires, ediciones Paraguay en América, 1978); también Ley Fundacional de la Universidad Nacional, en Historia Paraguaya (Asunción, 1989), Volumen XXVI, pág. 107 y ss. 30 La tiranía en el Paraguay. Sus causas, caracteres y resultados (Asunción, 1903).
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sector liderado por Cecilio Báez con motivo de la interpretación histórica que
proponían desde sus columnas. En esencia, esta lectura alternativa del pasado nacional
se centraba en la exaltación de la figura del Mariscal Francisco Solano López, se
alimentaba en la derrota bélica sufrida en la Guerra Grande y se extendía a una adhesión
irrestricta, acrítica y sentimental hacia Francia y Carlos Antonio López. A esta campaña
revisionista se unieron poco después doctrinarios del Partido Colorado como Manuel
Domínguez y J Natalicio González conformando lo que pasó a denominarse “lopizmo”.
La Asociación Nacional Republicana o Partido Colorado había sido fundado en 1887
por Bernadino Caballero y si bien había tomado la bandera del liberalismo (al igual que
el Partido Liberal) se puede aceptar también que el coloradismo nació como expresión
del nacionalismo de posguerra, ya que se proclamó heredero de la lucha de Francisco
Solano López y expresión de una reacción a las tropas de ocupación en la guerra de la
Triple Alianza; tomó para sí, como una ideología que lo distinguía, la reivindicación
del pasado histórico que pudiera dotarle a la humillación de la derrota de la Triple
Alianza, la honorabilidad de una lucha dispar, injusta y con connotaciones de despojo
territorial. De hecho el partido Colorado, en su vertiente militar, contaba al momento de
su fundación con los principales jefes de López sobrevivientes: los generales Escobar,
Duarte, Delgado, coronel Meza y otros.31 Pero además de la guerra de la Triple Alianza
y la figura de Francisco Solano López, el litigio de límites con Bolivia por la zona del
Chaco Boreal, fue, como ya se apuntara, el otro gran tema de interés de este grupo de
productores de cultura sin que suscitara la escisión ideológica de la Guerra Grande. Por
decreto del 3 de marzo de 1896 el gobierno paraguayo encomendó a Blas Garay la
búsqueda de documentos relativos a la historia nacional, preferentemente los vinculados
a límites occidentales, en los archivos de Europa. Al año siguiente, ya en el archivo de
Indias, en Sevilla, y contratación mediante de once copistas, Garay redactó cuatro
volúmenes. El primero fue su Compendio Elemental de la Historia del Paraguay, luego
el Breve Resumen de la Historia del Paraguay (una síntesis mejorada del Compendio),
La Independencia del Paraguay y finalmente El Comunismo en las Misiones del
Paraguay, todos publicados en Madrid en 1897. El afiliado al coloradismo, Manuel
Domínguez (1868-1935) fue también uno de los que más se dedicó al tema del Chaco a
partir de sus colaboraciones en El Tiempo y luego en sus obras Paraguay-Bolivia
(1917), y El Alma de la Raza (1918); también Fulgencio Moreno (1872-1933), al que se
llamaba el “Doctor en Límites”, suministró elementos históricos durante las renovadas
31 Véase Carmen Colazo, Los partidos políticos en el Paraguay ( Asunción, CIDSEP, 1998).
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controversias a través de sus numerosos escritos como Diplomacia Paraguayo-
Boliviana. Antecedentes de los tratados de límites y causas de su fracaso (1904), La
extensión territorial del Paraguay al occidente de su río (1925), La Cuestión de
Límites con Bolivia.Negociaciones Diplomáticas 1915-1919 (1928); incluso en 1918
fue designado como encargado de negocios en Bolivia para procurar activar las
estancadas gestiones.
En 1920, para celebrar el cincuentenario del fin de la guerra de la Triple Alianza,
los autores colorados editaron toda una serie de publicaciones conmemorativas: Manuel
Domínguez publicó El Patriota y el Traidor y El alma de la Raza, J. Natalicio
González, Cincuentenario de Cerro Corá y Juan O’Leary Nuestra Epopeya, El
Mariscal Francisco Solano López y El libro de los Héroes. De hecho, el movimiento
reivindicatorio movilizó a toda la república, y en los colegios, centros universitarios,
ciudades y pueblos del interior se discutió extensa y acaloradamente. De la fuerza de
este impulso daba cuenta la prensa asunceña de esos años, en particular Patria. Esta
hoja publicaba, entre otras crónicas, todas las conferencias que los divulgadores del
nacionalismo brindaban en el Teatro Nacional. El 24 de marzo de 1922 insertó, por
ejemplo, un detallado relato del “grandioso homenaje a O’Leary, el escritor que ha
lavado la ignominia a nuestra historia” que le fuera tributado en el Hotel Granados;
desde Buenos Aires, el joven escritor afiliado al coloradismo, J. Natalicio González
envió una nota al “maestro” en el que afirmaba: “O’Leary hubo de sufrir, ¡horrible
prueba!, la befa de una fracción de su pueblo, vencer rencores malditos, destruir
leyendas petrificadas en la conciencia pública y luego forjar el ideal de su raza,
rascatando del infierno a los héroes prodigiosos de la epopeya”.32
Junto a la revisión de la memoria histórica, el relato de origen contribuyó con su
reivindicación de la patria indígena a reforzar también la identidad colectiva paraguaya.
Ese mítico argumento fue incoado por Blas Garay a fines del siglo XIX cuando no
obstante la consagración de la lectura de Báez y sin dejar de adherir en lo fundamental
al existoso esquema, articuló, como decíamos, un microrrelato que sirvió de base para
que unido a otros motivos se integrase en un argumento narrativo. En su Breve Resumen
de la Historia del Paraguay Baéz rememoró por primera vez el origen de la nación
paraguaya de la siguiente manera: “dos hermanos venidos de la otra parte del mar
arribaron al Brasil, se establecieron en él y sus descendientes se multiplicaron de tal
32 REPÚBLICA ARGENTINA, MUSEO HISTÓRICO ENRIQUE UDAONDO, ARCHIVO ESTANISLAO ZEBALLOS (en adelante AEZ), Caja 282.
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modo que formaron populosa nación. Mas una disputa que acerca de la propiedad de un
pailero papagayo ocurrió entre las mujeres de los dos hermanos, jefes de dilatadas
familias, hizo que estos acordaran separarse. Tupí, el mayor quedó en el Brasil y
Guaraní partió con todos los suyos hacia el Sur y fue progenitor de un pueblo numeroso
y atrevido que se extendió cada día más en sus dominios. Un diluvio estuvo a punto de
extinguir la raza guaraní, más el profeta Tamandaré lo predijo y se refugió con algunas
familias en una palmera colosal, de cuyo fruto se alimentaron hasta que se retiraron las
aguas. Eran los guaraníes de color moreno algo pálido, estatura mediana, ni muy gordos
ni muy flacos y nunca defectuosos, ni ciegos, ni sordos, soportaban el hambre con
singular fortaleza por muchos días y aunque tristes y taciturnos en tales ocasiones, no
por eso disminuian sus bríos para el trabajo o la lucha. Valientes y orgullosos de su
raza, fue larga y trabajosa su conquista”. Pocos años después, Manuel Domínguez, en
una serie de conferencias que dictara en el Instituto Paraguayo a las que tituló Causas
del heroísmo paraguayo agregó otros motivos, mostrando al período de la Primera
República como el de una “edad de oro”, de bienestar, riqueza y poder militar que la
guerra de la Triple Alianza destruyó. Diría Domínguez: “¿Cuál era la situación
económica del Paraguay en 1864?. Era la edad de oro de la agricultura y la ganadería.
Relativamente el Paraguay producía más que cualquier otro pueblo americano. Había
llegado el máximum de producción con el mínimun de consumo. El pueblo, sin
necesidades superfluas era feliz en su sencillez. No había miseria, ni pobreza. Le
llamaban el pueblo más feliz de la tierra”.33 El relato tendría sucesivas evoluciones,
acabará por arraigarse en los años previos a la guerra del Chaco y consagrado después
de aquella en el argumento narrativo de J. Natalicio González, El Paraguay Eterno: la
del país que, a mediados del siglo XIX era una de las más fuertes potencias de América
del Sur: “el Paraguay era por esa época- explicaba González- una de las más fuertes
potencias militares sudamericanas. Gracias a sus buenos oficios la provincia de Buenos
Aires reingresó a la Confederación Argentina de la que se habia separado. Poseía la
República un buen ejército, arsenales, fábricas de pólvora, ferrocarriles, fundiciones de
hierro, escuelas numerosas, comercio próspero”. Esta lectura del pasado asumirá
entonces, una función terapéutica recostándose en la nostalgia de un esplendor de una
edad de oro, correspondiente a la etapa de la colonia y gran parte del siglo XIX: el de la
gobernación o país más rico y grande de América, el del ejército más poderoso, el del
33 Cecilio Báez, La Tiranía en el Paraguay. Sus causas, caracteres y resultados (Asunción, 1903).
22
pueblo más heroico.34 A los microrrelatos que contenían los motivos edad de oro-
decadencia, en la década de 1920-30 se añadió el de renacimiento. El espíritu derrotista
que había primado entre la sociedad paraguaya desde 1870 dio paso a manifestaciones
de ideas y emociones colectivas, a un sentimiento de solidaridad de intereses, apoyado
en estas sucesivas recreaciones.
El gobierno paraguayo percibió, como ya apuntáramos, la operatividad que esta
resignificación histórica podría tener en el plan de organización para la defensa y para el
desarrollo de una diplomacia nacional, no obstante las divergentes posiciones
ideológicas con esos intelectuales porque, cabe recordar, los gobiernos paraguayos de la
década 1920-30 pertenecerían al Partido Liberal y en su mayoría los integrantes del
“lopizmo” adherían al coloradismo. Pero la cuestión del Chaco se convirtió en el punto
de inserción de ambas fracciones; de hecho, entre los propósitos fundamentales
levantados por los fundadores del partido Liberal en 1887 figuraba el de solucionar el
problema del Chaco.35 La mayoritaria adhesión que en la sociedad paraguaya suscitaba
la prédica proveniente del lopizmo podría facilitar –y así sería- los futuros
reclutamientos de tropas.
Entre las primeras decisiones estuvo la de instruir al Encargado de Negocios en
Argentina, Vicente Rivarola, a fin que requiriese la asesoría a Manuel Domínguez. Con
ese propósito, dentro de la mayor prudencia, se le encomendó que lo localizase –
Domínguez residía en Buenos Aires en ese año- y le hiciera dos ofrecimientos:
encabezar la legación paraguaya en La Paz e integrar la Comisión de Límites. La
primera propuesta fue declinada por Domínguez pero aceptó la segunda porque, según
adujo, “tratándose de cuestiones nacionales no sería patriótico rechazar el más modesto
concurso”. Rivarola insistía que “por su profundo conocimiento de la cuestión de
34 La consagración de esta lectura de la historia queda demostrada hasta el punto que en los manuales para la enseñanza de esa asignatura, aún vigentes en ese país, se sigue repitiendo casi sin matices. Aún excediendo los límites de esta ponencia, presentamos el siguiente texto, perteneciente al Manual de Historia del Paraguay (Asunción, 1981), en el que se relatan los antecedentes de la guerra contra la Triple Alianza: “ Paraguay era el único país de Hispanoamérica que no transaba con el libre cambio para que no arruinase las incipientes industrias paraguayas. Paraguay tenía industria de acero y fabricaba sus propias armas y era el país más ejemplarmente hispánico de América, siendo a la vez profundamente americano, hasta el punto de ser el único que conservaba su lengua nativa. Y aún había algo más: Francisco Solano López era peligrosamente admirado; no sólo por el pueblo paraguayo, sino también por todo el pueblo gaucho de Argentina y otros paises hispanoamericanos del sur” 35 Así lo ha enumerado el actual miembro del PLRA, Miguel Angel Saguier. Véase Carmen Colazo, Los partidos políticos en el Paraguay (Asunción, CIDSEP, 1998). Históricamente (aunque ya no resulta convincente) el partido liberal fue presentado como el partido “argentinista”, convencidos de que la única salvación para el Paraguay era la amistad con la Argentina y eternos opositores a la obra de López y a la guerra de 1865.AMREA, División Política, Paraguay, Año 1922, Caja 2102, Asunción, 22 de diciembre de 1922.
23
límites y su prestigio intelectual, el doctor Domínguez puede, si hay tiempo, prestar
grandes servicios en el exterior.36 Asimismo, Fulgencio Moreno, quien también residía
en la capital argentina, fue convocado por la cancilleria paraguaya. para consagrarse a la
cuestión de límites También le fue encargado a Rivarola que en vista de los amistosos
vínculos que mantenía con el dueño y director del diario argentino La Prensa, se
acercase para lograr que ese organo de opinion favoreciese la causa paraguaya, sobre
todo en ese momento, en que era necesario desarrollar una campaña gráfica mostrando
los “fortines bolivianos conexionándolos con las líneas del status quo” e iniciando de
esa forma, un plan general de informaciones.
Si la identidad remite siempre a lo que un grupo considera ser y a lo que lo hace
al mismo tiempo diferente de otros, el sustrato indígena operó como movilizador del
propósito colectivo de Defensa, pero también ofreció un espejo de virtudes en el que
podían mirarse las nuevas generaciones paraguayas. Para el Encargado de Negocios de
la Argentina en el Paraguay no pasó desapercibido este renacimiento; señalaba como un
factor decisivo al “sedimento lopizta que aún se hallaba arraigado en la sociedad: estoy
seguro que si el tirano resucitara en la plenitud de su poder y volviera a declararnos la
guerra, la maza del pueblo se alzaría en su favor y en contra nuestra. Esa es la herencia
legada al Paraguay por el doctor Francia y los dos López. Ser enemigo de los de
“abajo”, recelar siempre de los porteños, es decir, de los argentinos”. En realidad, la
imagen contrapuesta hacia la Argentina formaba parte del contenido de la prédica
nacionalista: en primer término contraponiendo permanentemente lo extranjero como lo
enemigo, a lo nativo o lo propio y en segundo lugar mostrando al Paraguay como país
único y como nación superior, exaltando la raza guaraní. Así lo mostraba el encargado
de negocios de Argentina: “Convencidos de que el país tiene una posición geográfica
inmejorable, para la eventualidad de un conflicto armado entre la Argentina y el Brasil,
tratan de explotarla exagerando en sumo grado el verdadero valor y encomiando, hasta
el exceso, el coraje, la obediencia ciega, la austeridad y la resistencia del soldado
paraguayo, que descalzo, sin abrigo y alimentos marcha días y días sin sentir fatiga y
pronto a entrar en combate. Por estos motivos, no entra jamás en sus cálculos y
manifestaciones públicas la posibilidad de una armonía en las relaciones internacionales
entre la Argentina y el Brasil, a quienes desean ver siempre, si no en guerra, por lo
36 AMREP, Serie DPD, Volumen 531. Confidencial. DeVicente Rivarola a Manuel Peña, Buenos Aires, 27 de setiembre de 1924.
24
menos en continua tirantez de relaciones, para que así, ofreciendo su apoyo a ambos
países, reciban beneficios de ambos”.
En julio de 1925 fue aprobado definitivamente por el Consejo de Ministros el
Plan Nacional de Defensa. Para ese entonces, el Paraguay había logrado ya el
compromiso argentino de cooperación material en su larga preparación bélica y la
irreversible consolidación de un sentimiento nacional que acompañaría aquella
estrategia y que tendría un rol fundamental en la década siguiente.
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