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APUNTES DE TEORÍA DEL BIENESTAR
Prof. Benjamín López
Octubre, 2011
1
Índice 1. INTRODUCCIÓN 1.1. Funciones de utilidad 2. LAS EXTERNALIDADES Y LOS BIENES COLECTIVOS 2.1. Externalidades transferibles 2.2. Externalidades inagotables 2.3. El problema del libre acceso y la solución de la propiedad común 2.4. El problema de las externalidades y posibles soluciones
1.4.1. Límites de las soluciones clásicas: las externalidades intra e intergeneracionales 2.5. Los bienes colectivos
2.5.1. Bienes colectivos locales 2.5.2. La revelación de demanda en bienes colectivos 2.5.3. Bienes hipercolectivos 2.5.4. Bienes subprivados 2.5.5. Bienes duraderos y bienes autorreproducibles 2.5.6. Bienes transformables
3. BIENES PÚBLICOS 3.1. Provisión Eficiente de un Bien Público Discreto. 3.2. Provisión Privada de un Bien Público Discreto 3.3. Provisión de un Bien Público Continuo. 3.4. Determinación de la Provisión Eficiente de un Bien Público 3.5. Provisión Privada de un Bien Público Continuo 3.6. Determinación de la Cantidad del Bien Público Correspondiente al Equilibrio de Nash 3.7. Las Votaciones 3.8. Asignación de Lindhal 3.9. Mecanismos de Revelación de la Demanda 3.10. Mecanismos de Revelación de la Demanda de un Bien Continuo 4. BIENESTAR 4.1. El Criterio de Compensación 4.2. El Criterio de Pareto 4.3. Primer Teorema de la Economía del Bienestar 4.4. Segundo Teorema de la Economía del Bienestar 4.5. Eficiencia en el Sentido de Pareto y el Cálculo 4.6. Las Funciones del Bienestar 4.7. La Maximización del Bienestar 5. ANÁLISIS DEL EQUILIBRIO 5.1. Conceptos Básicos 5.2. El Equilibrio Walrasiano 5.3. Existencia de un Equilibrio 5.4. Teorema del Punto Fijo de Brouwer 5.5. La Convexidad y el Tamaño de la Economía 5.6. La Unicidad del Equilibrio 5.7. La Dinámica del Equilibrio General 5.8. El Equilibrio General a lo Largo del Tiempo 5.9. El Equilibrio General con Respecto a los Diferentes Estados de la Naturaleza BIBLIOGRAFÍA
2
1. Introducción
1.1. Funciones de utilidad
Una función de utilidad es un instrumento para asignar un número a todas las cestas de
consumo posibles de tal forma que las que se prefieren tengan un número más alto que
las que no se prefieren. Es decir, la cesta (x1, x2) se prefiere a la (y1, y2) si y sólo si la
utilidad de la primera es mayor que la utilidad de la segunda; en símbolos, (x1, x2) (y1,
y2) si y sólo si (x1, x2) (y1, y2).
La única propiedad importante de una asignación de una asignación de utilidad es la
forma en que ordena la cesta de bienes. La magnitud de la función de utilidad sólo es
relevante en la medida que permite determinar el puesto relativo que ocupan las
diferentes cestas de consumo; la magnitud de la diferencia de utilidad se denomina
utilidad ordinal debido a que pone el énfasis en la ordenación de las cestas de bienes.
1.1.1. Funciones de Bienes Sustitutos Perfectos
Al consumir solo interesa el número
total de bienes y no su característica.
3
u (x1, x2) = ax1+ b x2
1.1.2. Funciones de Bienes Complementarios Perfectos (Leontief)
Son bienes que siempre se consumen
juntos en proporciones fijas. Los bienes
se complementan en cierto sentido.
u (x1, x2) = min {ax1, b x2}
1.1.3. Funciones de Bienes Normales (Cobb-Douglas)
Son bienes que no se pueden sustituir,
ni complementar; se combinan y se
toman en cuenta el orden de las
preferencias.
u (x1, x2) = x1c x2
d
1.1.4. Funciones cuasilineales
Cada una de las curvas de indiferencia
es una versión desplazada verticalmente
de una única curva de indiferencia.
u (x1, x2) = v(x1)+ x2
1.2. El problema de la maximización
max, ,
tal que p1x1+p2 x2=m
El problema exige hallar los valores de x1 y x2 que cumplan:
1. Satisfacer la restricción
2. Dar un valor más alto a u(x1, x2) que a cualquiera de los otros valores de x1 y x2
que satisfacen la restricción.
Existen dos métodos para resolver este tipo de problemas. El primero consiste en
despejar en la restricción presupuestaria una de las variables en función de la otra y, a
continuación, introducir el resultado en la función objetivo.
1.2.1. Método por sustitución
4
Por ejemplo, dado un valor de x1, la cantidad que necesitamos de para satisfacer la
restricción presupuestaria viene dada por la función lineal
Ahora se sustituye por en la función de utilidad y llegamos al siguiente
problema de maximización sin r c :estri ciones
max
Este es un problema de maximización sin restricciones únicamente con respecto a ,
ya que se ha utilizado la función para que el valor de satisfaga la restricción
presupuestaria, cualquiera que sea el valor de .
Este tipo de problemas se puede resolver como se hace habitualmente: derivando con
respecto de e igualando el resultado a cero. Con este procedimiento se obtiene una
condición de primer orden de la siguiente forma:
, , 0 (1.1)
En este caso, el primer termino es la consecuencia directa de que el incremento de
aumenta la utilidad. El segundo termino está formado por dos partes: la tasa del
aumento de la utilidad provocado por el aumento de , , multiplicada por , que es
el tasa del aumento de provocado por el aumento de para continuar satisfaciendo la
ecuación presupuestaria. Para calcular esta últim derivada podemos diferenciar: a
Introduciendo este resultado en (1.1), se tiene
,
,
que simplemente dice que la relación marginal de sustitución entre x1 y x2 debe ser igual
a la relación de precios en la elección óptima , . Ésta es exactamente la condición
derivada antes: la pendiente de la curva de indiferencia debe ser igual a la pendiente de
la recta presupuestaria. Naturalmente, la elección óptima también debe satisfacer la
5
restricción presupuestaria , que de nuevo nos da dos ecuaciones con
dos incógnitas.
1.2.2. Método de Lagrange
Este método comienza de o lagrangiano: finiendo una función auxiliar conocida com
,
La nueva variable se denomina multiplicador de Lagrange, ya que se multiplica por la
restricción. El teorema de Lagrange dice que en una elección óptima , debe
satisfacer las tres condiciones prim de er orden:
, 0
, 0
0
Estas tres ecuaciones tienen varias características interesantes. En primer lugar,
obsérvese que son simplemente las derivadas del lagrangiano con respecto a , , y
igualadas a cero. La última derivada, con respecto a , no es más que la restricción
presupuestaria. En segundo lugar, tenemos ahora tres ecuaciones con tres
incógnitas, , , y . Cabe esperar que podamos obtener y en función de ,
y m.
Merece la pena señalar que si dividimos la primera condición por la segunda tenemos
que
,
,
que significa que la RMS debe ser igual a la relación de precios. La restricción
presupuestaria nos da la otra ecuación, por lo que volvemos a tener dos ecuaciones con
dos incógnitas.
Ejemplo:
6
Funciones de demanda Cobb-Douglas
u (x1, x2) = x1c x2
d
Dado que pueden tomarse transformaciones monótonas de las funciones de las
funciones de utilidad, es conveniente partir de la forma logarítmica de la expresión
anterior
In u (x1, x2) = c In
Para hallar las funciones de demanda de y en el caso de la función de utilidad Cobb-
Douglas, el problema que se tien uiente: e que resolver es el sig
max,
tal que p1x1+p2 x2 = m
Existen al menos tres formas de resolver este problema. Una de ellas consiste en
escribir la condición RMS y la restricción presupuestaria. Utilizando la expresión de la
RMS se tiene que:
p1 x1+p2 x2=m
Se trata de dos ecuaciones con dos incógnitas cuya resolución nos permitirá hallar la
elección óptima de . Una forma de resolverlas consiste en introducir la segunda
en la primera:
De donde se obtiene
tras algunas manipulaciones, se obtiene
o sea,
7
1
Ésta es la función de demanda . Para averiguar la función de demanda de , se
introduce este resultado en la restricción presupuestaria:
2
El segundo método consiste en introducir la restricción presupuestaria en el problema
de maximización inicial. De esta manera, nuestro problem se convierte en a
max 2
11
2
La condición de primer orden de este problema es
2
1
2
1 1
2
10
1
Resolviendo se tiene
Si se introduce este resultado en la restricción presupuestaria
2
Estas son las funciones de demanda de los bienes, que, felizmente, son las mismas que
las que se derivaron antes con el otro método.
Ahora con el método de Lagrange. Sea el lagrangiano
y diferenciando esta expresión para obtener las tres condiciones de primer orden
0
0
8
0
Ahora el problema es resolverlas. Un camino es despejar primero λ y después y. Por lo
tanto, reordenando las dos primeras ecuaciones se tiene
Sumando estas dos ecuaciones,
y se obtiene
Introduciendo este resultado en las dos primeras ecuaciones y despejando y, se tiene
que
que son resultados obtenidos previamente con otros métodos.
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2. Las Externalidades
Se entiende por externalidad cualquier coste o beneficio que se impone
involuntariamente a cualquier persona. Se produce una externalidad cuando el ámbito
en el que se toman las decisiones es más pequeño que el ámbito en el que se producen
los costes y beneficios de una actividad económica. De esta forma no se computan todos
los costes y beneficios relevantes sino únicamente los que pertenecen en el ámbito de la
decisión (privados), obviando los demás (externos). Por ejemplo, si el ámbito de
decisión para un proyecto de una central térmica es el país, se tenderá a prescindir de los
costes que la lluvia acida provoca en los bosques de otro país, porque son costes
externos.
Existen varias formas de detectar la presencia de una externalidad o economía externa:
1º. Cuando las actividades de un agente económico, productor o consumidor, afectan a
las posibilidades de actividad de otro agente económico y quien provoca este efecto no
paga por ello (léase pago en el sentido más amplio). Así, el uso destructivo de recursos
naturales como el aire, el agua o los bosques, afectan las posibilidades de utilización
posterior de estos recursos, tanto para la producción como para el consumo, en
particular para las generaciones futuras, y nadie paga por esta pérdida de riqueza.
2º. Cuando la función objetivo del agente económico depende de alguna variable
controlada por otro agente económico. La utilidad o satisfacción de un consumidor A
depende de variables controladas por el agente B, como podrían ser, el estado de las
carreteras, la cantidad preservada de recursos naturales, la programación cultural o el
volumen del televisor del vecino. En estos casos, se dice que B provoca una
externalidad en A. El agente B puede ser contemporáneo de A o un antecesor lejano.
3º. Cuando existen interdependencias entre dos o más funciones objetivo. Con unos
efectos económicos que el mercado no valora. Es decir, cuando el sistema de precios no
recoge toda la información relevante sino solo una parte. Por ejemplo, el beneficio de la
empresa A depende de su producción y también de la producción de la empresa B, en
tanto que los beneficios de la empresa B están en función de su producción y la de A.
Además de tener preferencias definidas sobre su propio consumo, un consumidor puede
derivar utilidad del consumo o la utilidad de sus descendientes, con lo que éstos le
provocan una externalidad.
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4º. De forma más general, existe una externalidad cuando ocurre que el beneficio
marginal social1 (BMS) difiere del privado (BMP) al no tener en consideración el
correspondiente beneficio externo (BME) y/o cuando el coste marginal social (CMS) es
distinto del privado (CMP) al no incorporar el externo (CME). Se entiende aquí por
social, el total:
BMS = BMP + BME CMS = CMP + CME
Existe pues una externalidad cuando
BMS ≠ BMP y cuando CMS ≠ CMP
Un ejemplo típico de BME sería el beneficio que supone para el conjunto de la
sociedad un aumento en el consumo de cultura por parte de un individuo determinado, y
un caso ya típico CME es la contaminación que producen los automóviles.
Es preciso tener presente que la división de costes y beneficios en privados y externos
es exhaustiva: o el impacto es privado o es externo. Ahora bien, si el efecto es interno se
tiene en consideración a todos los efectos, pero si el efecto es externo, pueden ocurrir
dos cosas, o bien no se tiene en cuenta o, por el contrario, puede tomar la forma de
restricción; en este último caso, el coste externo se convierte en un coste no
compensable si el agente externo afectado tiene los derechos de propiedad definidos a
su favor. Por ejemplo, sea un proyecto que proporciona unos beneficios de B = 11,
comporta un coste privado de CP = 2 y un coste externo de CE = 4. El cálculo privado
no tendrá en consideración el coste externo por lo que el beneficio privado BP será de
BP = 11 – 2 = 9, cuando el beneficio social BS es menor, BS = 11 -2 - 4 = 5 (el coste
externo queda compensado con creces por el beneficio). Puede ocurrir que, por razones
culturales, administrativas o políticas, el coste externo no sea compensable, en este caso Sea el proyecto producir manzanas para consumo humano. Entonces, el beneficio marginal social (BMS) es el beneficio bruto que consigue la sociedad en conjunto al consumir una manzana más. El coste marginal social (CMS) se define como el coste en el que incurre la sociedad por la producción de la manzana adicional. El BMS es la medida monetaria de la utilidad que experimenta el consumidor al consumir una manzana adicional (BMP) menos el coste por reciclar el aumento en los desperdicios causado por la manzana en cuestión (CME). El CMS es el coste social por incrementar la producción en una manzana y comprende todos los costes de producción habituales, materias primas, mano de obra, energía, etc., (CMP) y el coste por el aumento en la contaminación del aire, el suelo o las aguas subterráneas (CME) que causa este aumento marginal en la producción.
11
el coste externo se convierte en una restricción (no se puede producir), el proyecto
resulta inviable y el resultado es como si el coste externo fuera arbitrariamente alto
(mayor que 9, en este caso).
2.1. Externalidades transferibles
Cuando las externalidades son transferibles -shiftable- el primer receptor de la
externalidad puede dejar de soportar sus efectos transfiriéndola a otros. Son ejemplos
típicos, el transporte de residuos lejos de la zona que los genera y el cambio de ruta del
tráfico pesado. La forma más simple y directa de transferir una externalidad es
transfiriendo la actividad que las provoca: la localización de fábricas altamente
contaminantes en zonas de desarrollo constituye una aplicación muy extendida de las
posibilidades de transferir una externalidad. La amistad, bajo condiciones ideales, sería
un ejemplo de externalidad no transferible. Puede hablarse de externalidades localmente
transferibles si la característica de ser transferible no es global sino que se limita a un
ámbito menor, un ámbito local, si se prefiere esta expresión para referirse a un
subconjunto. La transferencia de externalidades es automática en algunos casos
especiales. Esto es precisamente lo que ocurre con buena parte de la contaminación que
genera una ciudad. Por otra parte, el mercado inmobiliario recoge y, en buena medida,
capitaliza los efectos externos generados por las actuaciones urbanas.
2.2. Externalidades inagotables
Si la cantidad de externalidad es la misma para todos los receptores y coincide con el
total producido, se dice que la externalidad es inagotable (o, lo que sería equivalente,
que tiene características de bien colectivo). La disminución de la capa de ozono como
consecuencia de actividades de producción y consumo produce una externalidad en
cada receptor que no depende de la cantidad de receptores, aunque todos disfruten de la
misma cantidad de este impacto. Tienen esta característica los signos y los símbolos, y
en general, todo lo relacionado con la cultura, desde un principio físico a una obra
literaria. La externalidad será localmente inagotable si cumple con la definición pero
solo dentro de la localidad, por ejemplo la modificación del microclima debida a la tala
de un árbol en el jardín.
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2.3. El problema del libre acceso y la solución de la propiedad común
Cuando existe libre acceso a un recurso, no se paga por el acceso y cualquiera puede
emplearlo como le plazca: se trata de un bien escaso como si fuera un bien libre. El libre
acceso es una importante fuente de externalidades que se traducen en ineficiencia
asignativa. En efecto, si un recurso es de un solo propietario, éste puede decidir entre
emplear una cantidad determinada hoy y guardar el resto para el futuro. Por el contrario,
si es un recurso de libre acceso, la cantidad que no emplea un agente no sabe si la podrá
utilizar mañana o bien ya la habrá tomado otro para sí, que es lo más probable. Bajo
estas condiciones, no es lógico esperar que un individuo ahorre (renuncie a la extracción
de parte del recurso hoy para disponer de él mañana); por lo tanto el comportamiento es
equivalente al propio de un recurso perecedero o suponer una tasa de descuento
intertemporal con un valor infinito. La consecuencia es clara, el ritmo de uso será
superior -ineficiente por exceso- al caso de un único propietario. Esta forma de
gestionar un recurso que parte de la falsa premisa de que lo que no es de todos no es de
nadie, es ineficiente en extremo porque trata a un recurso escaso y valioso como si el
uso de este recurso no comportara incurrir en ningún coste de oportunidad. Este
comportamiento por parte de quién accede al recurso provoca una externalidad negativa
hacia todos los que pretendan acceder a dicho recurso con posterioridad. En particular, y
como caso especialmente grave, es preciso destacar que todas las generaciones
presentes siguen la ineficiente regla del libre acceso en la medida que disfrutan de todos
los derechos de propiedad sobre los recursos. En consecuencia las generaciones
presentes provocan una externalidad negativa sobre todas las siguientes.
El problema es más grave cuando se planea en un contexto internacional -explotación
de bancos pesqueros en aguas internacionales- no tanto por la dificultad de alcanzar
acuerdos estables como, sobre todo, por la inexistencia de una autoridad supranacional
con poder sancionador suficiente para garantizar el cumplimiento de eventuales
convenios sobre reglas de actuación.
Puede presentarse el mismo problema del libre acceso pero en un marco más reducido,
cuando el ámbito de un recurso no coincide con los derechos de propiedad de un sólo
agente sobre este recurso (una cuenca fluvial) y no existe un sistema regulador de
actuación. En esta situación, se trata de recursos de propiedad común incontrolados
(unmanaged commons) y se usan como si no fueran de nadie (res nullia). Por ejemplo,
hay varias parcelas de terreno y cada una pertenece a un propietario distinto; todos los
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propietarios tienen acceso al petróleo de una misma bolsa y toman sus decisiones de
forma individual, con lo que el ámbito de gestión de un agente -cada propietario- es
demasiado pequeño. Debido a la interacción de las acciones y omisiones de los distintos
agentes que toman sus decisiones atendiendo exclusivamente su interés individual, se
producen serios problemas técnicos y asignativos.
En rigor, el problema no es de propiedad sino de gestión. La razón estriba en que no
importa la cantidad de propietarios ni cómo esté definida la propiedad si, por la razón
que sea, como en las sociedades por acciones, delegan las decisiones de gestión en un
único agente o siguen unas reglas de gestión previamente consensuadas. De esta forma
se obtienen recursos de propiedad común gestionados de común acuerdo (managed
common-property) para los que se reconoce que pertenecen a la comunidad (res
communes). En este caso, como los diversos agentes interesados en explotar un recurso
se ponen de acuerdo sobre una regla de gestión
2.4. El problema de las externalidades y posibles soluciones
La presencia de externalidades es uno de los llamados fracasos del mercado
perfectamente competitivo, y se dice que el mercado fracasa porque la asignación
resultante no coincide con un óptimo en el sentido de Pareto. Si existen externalidades
negativas (positivas) en la producción o consumo de un bien, la asignación de mercado
de este bien será ineficiente por exceso (defecto) debido a que el mercado no tiene
consideración todos los costes y beneficios: computa los internos y negligé los externos.
Solucionar un problema de externalidades no significa por tanto eliminar la externalidad
sino tenerla en cuenta en todo su valor, lograr la internalización de estos costes
(beneficios) externos de forma que el cómputo de costes y beneficios sea completo.
Si se toman las preferencias de los individuos como un dato y no como una variable
que puede manipularse, todas las soluciones imaginables para solventar el problema de
las externalidades son variantes de una única solución: reasignar los derechos de
propiedad (DDP). En ausencia de regulación de algún tipo, desde una perspectiva
económica es como si la totalidad de los DDP, incluyendo los derechos de destrucción,2
2 También disfrutan del derecho de negociación de estos DDP, aunque no se utilizará. Por una parte, como todo contaminador potencial tiene igual derecho, no tendría sentido que un aspirante a contaminador pagara por algo que puede obtener gratis, por otra parte la compra de DDP con el propósito
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estuvieran asignados a los contaminadores. En efecto, cualquier contaminador potencial
puede contaminar de hecho a través de actividades de producción o consumo sin
necesidad de pagar por ello de ninguna forma, sin necesidad de pedir permiso ni rendir
cuentas a nadie, es decir, como si poseyera efectivamente la totalidad de los DDP del
recurso que está contaminando. Por lo tanto, si la causa del problema radica en la
asignación de hecho de los DDP a los contaminadores, está claro que cualquier solución
debería tener en cuenta una reasignación de los DDP: se requiere una reducción de la
cantidad de DDP en poder de los contaminadores. No es ocioso añadir que al reasignar
los DDP se está llevando a cabo una expropiación de algo valioso sin que, en general, se
ofrezca nada a cambio, contra lo que es habitual en otros tipos de expropiaciones. Las
formas básicas de redistribución o reasignación de los DDP son: a) ampliación del
ámbito, b) impuesto a la Pigou, c) regulación administrativa, d) negociación de mercado,
e) regulación cultural.
a) Ampliación del ámbito. Como se define una externalidad como todos los impactos
que quedan fuera del ámbito en el que se consideran los costes y beneficios, esta
primera solución es trivial, basta con ampliar dicho ámbito para que la externalidad
desaparezca. Por ejemplo, si la empresa A provoca una externalidad a la B, la fusión
de ambas o un acuerdo entre ellas sería suficiente para internalizar la externalidad.
Lo mismo ocurre para un país que entra a formar parte de la Unión Europea y debe
someterse a la disciplina comunitaria que incluye la internalización de ciertas
externalidades.
b) La solución impositiva a la Pigou, consiste en un impuesto por unidad de
producción o de consumo igual al valor del coste externo, evaluado éste en la
cantidad óptima en el sentido de Pareto. Al tratarse de un impuesto por unidad, el
coste marginal privado aumenta por exactamente el valor del impuesto, o sea por
valor del coste marginal externo (CME), con lo que se internaliza la externalidad. El
resultado es de equilibrio puesto que el precio que paga el consumidor es igual a su
valoración marginal privada (VMP) y el que recibe el productor coincide con su
coste marginal privado (CMP). el impuesto es igual a la diferencia entre la VMP y
el CMP en el óptimo, el CME. Constituye una reasignación de los DDP de los
contaminadores al Estado. Quien desee contaminar puede hacerlo en la cantidad
de disminuir la contaminación es problemática porque sería necesario comprar los DDP de todos los posibles compradores.
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deseada, pero siempre deberá pagar el precio-impuesto pigouviano por cada unidad
empleada. De esta forma, los agentes internalizan todo el coste externo y, bajo
condiciones ideales, las asignaciones resultantes coinciden con las óptimas.
Conviene destacar que el impuesto pigouviano se determina como el valor de la
externalidad medida en el punto óptimo, no en el punto en el que se encuentra sin el
impuesto y, por lo tanto, el precio no coincide con la externalidad marginal que se
genera sino con la que se producirá en el óptimo. Por otra parte, debido a la
incidencia fiscal, el impuesto no lo paga íntegramente el productor de la
externalidad sino que se reparte entre productores y consumidores en función de la
elasticidad relativa entre la oferta y la demanda, pagando una proporción mayor el
que tiene una función más rígida.
Otros impuestos como el que grava las ventas o el valor añadido, distorsionan los
precios relativos de los bienes y provocan ineficiencia (sobregravamen). Por el
contrario, el impuesto corrector de las externalidades mejora la eficiencia del
sistema; por este motivo, si se aprovecha la capacidad recaudadora del impuesto
pigouviano para reducir o eliminar un impuesto clásico se produce una doble
ganancia que ha dado en llamarse doble-dividendo. Puede ocurrir que exista el
riesgo de que una actividad determinada provoque una externalidad, aunque bajo
condiciones ideales la externalidad no llegue a producirse3. En estos casos, cuando
la externalidad no se producirá con certeza sino según una probabilidad determinada,
en lugar de un impuesto cabe exigir determinadas garantías, que pueden tomar la
forma de una fianza o depósito o de un seguro; en uno u otro caso, el productor
internaliza el posible coste de la externalidad. Bajo condiciones ideales, la prima del
seguro equivaldría al impuesto pigouviano.
El popular principio “quien contamina paga – polluter pays principle” no es más que
un impuesto a la Pigou. Paradójicamente, el principio contrario, quién no contamina,
paga, disfruta de buena prensa, se aplica con cierta frecuencia y se quiere justificar
en términos de eficiencia. Por ejemplo, gracias al alto precio del peaje en la
autopista, al que se le atribuyen las ventajas de un impuesto pigouviano, las
externalidades resultantes (congestión, contaminación, accidentes, etc.) son bajas.
Sin embargo, dicho peaje aumenta el tráfico en otras vías (efecto desviación) con el
3 El transporte marítimo de petróleo es un caso típico. Por regla general nada ocurre, pero existe el riesgo de que se produzca una catástrofe ecológica.
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consiguiente aumento en las externalidades, y provoca que el total de viajes
disminuya. El efecto agregado está claro, el bienestar se redistribuye de los que no
pagan a los que pagan, en tanto que el bienestar total disminuye.4
Ejemplo de impuesto a la Pigou. Sea una industria con la siguiente estructura de
costes:
CMP = 10, CME = 0,4x lo que da lugar a CMS = CMP + CME = 10 + 0,4x. La
función (inversa) de demanda es p = 100 - 0,1x. Óptimo privado: la regla de
optimalidad privada es p = CMP, o sea 100-0,1x=10, obteniéndose x* = 900 y p* =
10. Optimo social: la regla de optimalidad es p = CMS, es decir, 100 - 0,1x = 10 +
0,4x. La cantidad óptima es xº = 180, los precios para el consumidor y el productor
son Pc=100 - 0,1(180) = 82 y pp= 10 y el impuesto óptimo es tº = CMExº = 0,4(180)
= 72.
c) Regulación administrativa
La solución mediante una regulación administrativa necesita también una
reasignación de los DDP. Los DDP pasan al estado que concede permisos para
contaminar a determinados agentes, en unas cantidades máximas prefijadas y bajo
ciertas condiciones. El principal inconveniente de esta solución es la incapacidad de
adaptación a cada caso individual, ya que las normas tienden a ser iguales para todos.
Se llegaría al óptimo si todos los agentes fueran iguales y se empleará siempre una
misma tecnología, en caso contrario pueden surgir paradojas con facilidad, como
prohibir la actividad de la empresa más eficiente si ésta contamina más de lo que
permite la norma.
La existencia de externalidades localmente inagotables, positivas y negativas,
constituyen una de las bases de la planificación territorial. La reasignación de los
DDP puede afectar a las posibilidades de localización. Como una forma de transferir
una externalidad es transfiriendo la actividad que la provoca, se puede jugar con la
localización de actividades económicas para minimizar los efectos de la externalidad.
4 A pesar de su ineficiencia, este tipo de prácticas son lucrativas. Supóngase un servicio de reparaciones que tarda una media de cinco días en atender una demanda. Con el mismo gasto, el servicio puede sacar provecho con la discriminación de clientes: a los que paguen una cantidad adicional se les garantiza atención en un máximo de 24 horas. Hacer honor a este compromiso, dado que el servicio no incrementa los recursos, comporta que la media de espera para los no abonados (la mayoría) sea ahora mucho mayor que antes. Un buen negocio, sin duda, pero con pérdida de bienestar social.
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Si la localización no está regulada, los DDP están en poder de los contaminadores y
nada impediría que se ubicara una granja de cerdos en el centro de la ciudad si ésta
es la ubicación más conveniente para el promotor: en caso contrario pasan al Estado
y éste concede permisos de instalación siguiendo sus preferencias que quedan
reflejadas en un conjunto de normas. Para comprobar la importancia de la
asignación de los DDP, considérese el caso de dos empresas, la K, que es una
empresa grande y muy contaminante y la N una pequeña empresa que no contamina.
La K prefiere (>) ubicar su actividad en la ciudad (C) que en un pueblo de montaña
(M), mientras que la N prefiere instalarse en el pueblo (M), mientras que la N
prefiere instalarse en el pueblo (M) que en la ciudad (C)
K: C > M N: M > C
Por su parte, los municipios también tienen sus preferencias. El ayuntamiento de la
ciudad (C) prefiere la empresa que no contamina (N) a la empresa grande (K), en
tanto que el de pueblo de montaña (M) optaría por la empresa grande (K) para
dinamizar la actividad económica en lugar de la que no contamina (N):
C: N > K M: K > C
Con estos perfiles de preferencias, si las empresas deciden la ubicación libremente
(disponen de los DDP o, por lo menos, de los derechos de decisión) el resultado –
matching- será, K se ubica en C y N en M
K → C N → M
Si la ubicación está regulada, la Administración dispone de los DDP y decide las
posibilidades de localización de acuerdo con sus preferencias, el resultado será K
ubicada en M y N en C:
K → M N → C
justo el contrario que el obtenido antes. Este resultado muestra la importancia de
asignar los DDP en una u otra forma y, en particular, la relevancia de disponer o no
de los derechos de decisión.
La regulación administrativa toma múltiples formas y se aplica de forma global,
específica o combinada. Por ejemplo, se determina la cantidad máxima de un tipo de
emisión determinado para autorizar el uso de un vehículo cualquiera y se restringe la
circulación de vehículos en una ciudad cuando la contaminación total sobrepasa un
18
valor determinado. En este caso, el límite no se determina en función de la cantidad
total de contaminación producida, sino en la que resta, la que queda después de que
el régimen de vientos haya trasferido una parte a otras zonas. Aunque tal vez es la
solución menos popular entre los economistas, resulta interesante en casos límite,
cuando prohibir una actividad (encender fuego en el bosque) o declararla obligatoria
(educación primaria) es una buena aproximación al óptimo, ya que los costes de
administración son mínimos. También resulta adecuada esta solución para evitar la
llamada por Kant tiranía de las pequeñas decisiones, que se traduce en un coste
(beneficio) social alto formado a partir de multitud de decisiones individuales
aunque cada una de ellas supone un coste (beneficio) insignificante. La acción
voluntaria de cada agente depende crucialmente de si se trata de una acción
individual aislada o bien se tiene la garantía de que todos los agentes actuarán de
una misma forma –paradoja del aislamiento-. Para poner un ejemplo (que serviría
también para la regulación cultural –ver d)-), un individuo respetará la norma de
silencio de una biblioteca y actuará de una forma muy distinta en una taberna. Por lo
mismo, una persona típica se esforzará para respetar un espacio impoluto, mientras
su comportamiento en un lugar en el que perciba que no se notará la basura marginal
será más relajado, por decirlo de algún modo. Para que la norma sea efectiva lo
habitual es apoyarla en un sistema de sanciones. Es obvio que para que el sistema
funcione es preciso que sea más conveniente cumplir la norma que exponerse a una
penalización; pero, si se desea que el importe de la multa sea razonable, la
probabilidad de detectar las infracciones ha de ser alta, lo que supone incurrir en
altos costes de inspección y control.
d) Negociación de mercado, está solución, denominada también solución de Coase, se
basa en la negociación libre entre dos tipos de agentes, los que incurren en un coste
de oportunidad si no pueden aumentar la contaminación y aquellos que obtienen
mayor utilidad cuánta menor sea la contaminación. En ausencia de costes de
transacción5 se alcanza el óptimo a través de la acción de mercado con
independencia de quién tenga los DDP, los contaminadores o las víctimas de la
contaminación, y tanto la cantidad como los precios en este mercado coinciden con
5 Los costes de transacción son los de información, negociación y los necesarios para garantizar el cumplimiento de los acuerdos alcanzados.
19
el resultado de aplicar una solución pigouviana. Además de competencia perfecta,
se supone implícitamente que no existe efecto riqueza, es decir, que la valoración
marginal social de la contaminación no depende en absoluto de si las víctimas de la
contaminación tienen todos los DDP y están actuando como oferentes, o ninguno, o
bien se trata de una situación intermedia. Sea como sea, es evidente que el resultado
de la negociación libre en términos distributivos será muy distinto en función de
cómo se hayan reasignado los DDP.
El procedimiento habitual consiste en pasar los DDP al Estado, 6 éste concede una
parte de los DDP a determinados agentes en función de criterios preestablecidos o
por medio de una subasta, por ejemplo. A continuación se organiza un mercado de
DDP. La negociación establece que entre aquellos agentes que, dado el precio de
mercado de los DDP, han recibido DDP en exceso (oferta) y los que desearían
disponer de una mayor cantidad de derechos (demanda). La oferta se forma con los
que preferirían vender porque el beneficio marginal que conseguirían contaminando
es menor que el precio y aquellos consumidores cuya valoración marginal de la
contaminación es asimismo menor que el precio al que podrían vender sus derechos.
La demanda estará compuesta por los que están incurriendo en un coste de
oportunidad por no poder contaminar más (el beneficio marginal de contaminar es
mayor que el precio) y por aquellos que desean adquirir DDP para que la
contaminación total sea menor (la utilidad marginal que obtentrían con una
reducción en la contaminación es mayor que el precio). Bajo condiciones ideales,
los precios resultantes y las condiciones para alcanzar un óptimo coinciden con la
solución pigouviana. Dado que tanto la oferta como la demanda en este peculiar
mercado depende de la renta y la riqueza, si inicialmente la distribución del
bienestar no es adecuada, la acción del mercado puede dar lugar a drásticas
redistribuciones perversas.
En la práctica, existen fuertes costes de transacción, que suelen ser asimétricos:
por regla general, son muy distintos cuando recaen en el contaminador o sobre la
víctima. En este caso, la equivalencia con la solución a la Pigou desaparece: si los
contaminadores tienen los DDP, la cantidad de contaminación será ineficiente por
exceso y, si los DDP están en manos de las víctimas, la contaminación será menor
6 Este primer paso es ineludible y es una solución administrativa. Por lo tanto, la denominada solución de mercado, es en realidad, una solución mixta, administrativa y de mercado.
20
que la cantidad óptima. Por otra parte, en presencia de costes de transacción y al
margen de cómo se distribuyan entre los diversos agentes, el precio de mercado
resultante ya no será igual impuesto pigouviano. En el límite, los costes de
transacción serán prohibitivos, como cuando se trata de repartir los carriles de
circulación de una vía urbana entre vehículos particulares y de servicio público. La
presencia de costes de transacción provoca un sesgo en la valoración de la
externalidad en el mercado, que quedara infra o sobrevalorada en función de cómo
se repartan los costes de transacción entre oferentes y demandantes y de la
estructura inicial de los DDP. Ignorar el efecto riqueza (la demanda de un bien
normal aumenta con la riqueza) de disponer o no de los DDP es todavía más
restrictivo porque se trata de una variación considerable de la riqueza. Cuando las
víctimas disponen de los DDP tienen una riqueza mucho mayor y, por lo tanto, su
demanda (valoración) será más alta, lo que se traduce en el mercado en una cantidad
de contaminación menor y un precio de mercado más alto que si los DDP fueran
propiedad de los contaminadores.
Aunque parece que es una solución muy útil para regular las externalidades en un
país (desarrollado) determinado, las consecuencias de aplicar un procedimiento
semejante entre dos países (o dos regiones de un mismo país) pueden ser funestas,
cuando la diferencia de riqueza en sentido lato entre oferentes y demandantes es
grande. De hecho, abundan ya los ejemplos de exportación de residuos de los países
ricos a los más pobres a precios irrisorios y con muy graves consecuencias para el
conjunto. Como este tipo de transacciones entre países es en realidad, un acuerdo
entre gobiernos, el supuesto de competencia perfecta no es apropiado en absoluto y,
además, cabe la posibilidad de llegar a contratos comerciales por razones meramente
políticas. En consecuencia no es de esperar que la asignación de los DDP sea
eficiente. No hace falta añadir que si el mercado no es perfecto, no sólo la
asignación será ineficiente sino que los precios serán más altos que los óptimos, con
independencia de cómo se repartan los DDP.
Existe una interesante variante de esta solución. Una vez el Estado tiene en sus
manos la totalidad de los DDP de un recurso determinado, en casos extremos cabe la
posibilidad de que no ceda cantidad alguna para ser negociada en el mercado. El
ejemplo típico sería la compra de tierra, bien para explotarla el Estado, directamente
21
o delegando la gestión, bien para preservarla de cualquier actividad. 7 Esta solución
es menos cara de lo que parece, ya que se ahorran casi todos los costes de vigilancia
y control de externalidades que, por regla general, son altos cuando se opta por
cualquiera de las demás alternativas.
e) La regulación cultural, a diferencia de las soluciones anteriores, permite solucionar
sólo algunos tipos de externalidades, las que de alguna forma dependen de agentes
individuales, los consumidores típicamente. La reasignación de DDP se realiza a
favor de la sociedad en conjunto, y aunque tal redistribución es más bien abstracta
resulta efectiva. Se concreta en sanciones sociales para aquellos que incumplen unas
normas sociales (no respetan los DDP) y, por lo general, se transmiten oralmente.
Los ciudadanos cumplen estas normas, aunque ello vaya en contra de sus
preferencias, para no incurrir en la desaprobación social, y en algunos casos, sirve
para disciplinar las acciones gubernamentales sobre todo en los países con un
sistema democrático maduro. La principal ventaja de este tipo de solución es su
relativamente bajo coste y su estabilidad en el tiempo. Eventualmente, puede ser
efectiva reprimir y regular determinados comportamientos no deseados de las
empresas, tanto más cuanto más dependan los beneficios empresariales de la imagen
que transmiten a los consumidores. Para otros tipos de empresas la regulación
cultural es ineficaz: tal vez solo cambien la estrategia publicitaria y su plan de
imagen. La solución civilizada para los recursos de propiedad común – ya
examinada antes- es una interesante variante de regulación cultural.
2.4.1. Límites de las soluciones clásicas: las externalidades intra e intergeneracionales
El tratamiento ortodoxo del problema de las externalidades parece adecuado para
resolver los conflictos que surgen entre miembros de las generaciones presentes (GP).
Bajo condiciones ideales, cualquier solución clásica – imposición a la Pigou, regulación
administrativa, regulación cultural y solución a través de la negociación de derechos de
propiedad (DDP) en el mercado (Coase) – es capaz de reconducir el comportamiento de
7 Esta medida de protección ambiental se practica ampliamente en el Reino Unido desde hace casi un siglo para la preservación de especies y paisajes, con excelentes resultados. En algunos países, el que la propiedad recayera en manos de las fuerzas armadas ha sido decisiva para la preservación de determinados parajes; por lo visto, la actividad militar ha sido menos nociva que la del mercado.
22
los agentes individuales y llevar a la economía a un óptimo paretiano. La primera
limitación a tener en cuenta antes de tratar de poner en funcionamiento una solución
determinada, es la que se deriva de la estructura administrativa de que se puede disponer.
Salvo en aquellos países que disponen de una poderosa y bien engrasada maquinaria
administrativa, capaz de detectar cualquier desviación negativa y remediarla de
inmediato, buena parte de las soluciones clásicas no podrán aplicarse en la forma y la
intensidad debidas. Las limitaciones inherentes a cada tipo de solución pigouviana, por
ejemplo, en la medida que necesariamente afecta a los precios de mercado, tropieza con
la dificultad de operar de forma competitiva en los mercados internacionales, ya que,
aquellos países que no internalicen las externalidades pueden ofrecer el mismo producto
a un precio muy inferior (dumping verde). Por lo tanto, toda solución que afecte a los
precios de mercado es más aplicable en mercados locales que en los mercados globales.
Como ya se ha visto, hay varias formas de detectar una externalidad, una de ellas
consiste en averiguar si la acción de un agente económico modifica las posibilidades de
acción de otro agente. Como es obvio, las acciones de las generaciones presentes (GP)
afectan las posibilidades de acción de las generaciones futuras. Se presenta también una
forma típica de externalidad en la medida que las GP tienen preferencias definidas sobre
el consumo o el bienestar de las GF. Existen pues externalidades entre GP y GF que es
preciso internalizar tanto si se persigue una mejora distributiva como si sólo se pretende
aumentar la eficiencia. Por otra parte, es preciso recordar que cualquier solución
imaginable requiere llevar a cabo una expropiación de los DDP ya que, en ausencia de
regulación, éstos pertenecen íntegramente a los productores de externalidades. En el
caso de externalidades que recaerán sobre las GF, si se pretende internalizar estos
efectos externos, parte de los DDP deberán pasar de las GP a las GF. Las limitaciones
de las soluciones clásicas son muy graves en el contexto intergeneracional. Por ejemplo,
en la solución pigouviana, es necesario determinar el valor del coste marginal externo,
lo que es relativamente fácil cuando se trata de una externalidad no duradera, como el
ruido, porque basta con averiguar la valoración de las GP. Por el contrario cuando la
externalidad tiene efectos duraderos, como ocurre cuando se generan residuos nucleares,
se pierde terreno, desaparece una especie o se van vertiendo contaminantes en el mar de
forma continuada, el cálculo de este coste es distinto si se parte de la perspectiva de las
GP o bien se tiene en cuenta a las GF. La aplicación de una solución a la Coase tropieza
con mayores obstáculos: como las GF no pueden actuar de ninguna forma en el mercado
23
de DDP ya que todavía no existen, y en tanto que no dispongan de un representante que
pueda negociar en su nombre en pie de igualdad con los demás agentes, esta solución es
inaplicable. Si se aplica una regulación administrativa mediante normas para
internalizar las externalidades, dado que las GF no disponen de nadie que les represente
ante quienes diseñan las normas y las aplican, no es razonable esperar que la normativa
contemple los intereses de las GF en una forma apropiada. Si un miembro de las GP ve
lesionados sus intereses en alguna forma, pueden recurrir al sistema administrativo y
judicial para defender sus derechos, pero esta posibilidad no está al alcance de las GF,
por que los eventuales perjuicios que reciban quedarán impunes, a menos que dispongan
de un representante reconocido legalmente que pueda reclamar en su nombre.
En resumen, como cualquier solución pasa por la reasignación de los DDP y, como las
GF no disponen de un sistema que les permita defender de sus DDP, puede afirmarse
que no existe en la actualidad ningún mecanismo para internalizar las externalidades
que afectaran a las GF. Como condición necesaria para esta internalización, es necesario
disponer de un sistema institucional que permita que las GF detenten una parte de los
DDP y puedan gestionarlos y negociarlos sin más limitaciones que las que regulan el
comportamiento de las GP. Estas nuevas instituciones deberán diseñarse para que
participen activamente en representación de las GF en tres campos básicos, la
administración pública, el sistema político y el mercado.
2.5. Los Bienes Colectivos
La noción económica de bien colectivo –Samuelson (1954) – se opone a la de bien
privado por sus características en el consumo, sin relación alguna con el tipo de
propiedad del bien sea colectivo, no importa que la propiedad sea privada, pública o
mixta.
En un bien privado, como las manzanas o los pañuelos de papel, existe rivalidad en el
consumo por cuanto si se consume una unidad, el total disponible para el consumo
disminuye en esta unidad. Por el contrario, si se trata de un bien que tiene características
de colectivo, como el clima de la tierra o, en un ámbito más reducido, un paisaje, un
concierto, todos los consumidores consumen lo mismo: toda la cantidad disponible (la
cantidad disponible no se reparte y, por esto mismo, no existe rivalidad). No es
necesario decir que el medio ambiente y los recursos naturales tienen marcadas
24
características de bien colectivo. Extendiendo la definición al ámbito intergeneracional,
resulta que un bien colectivo puro es sostenible en sentido estricto, porque el consumo
de una generación no limitaría en modo alguno el consumo de las siguientes.
La condición marginal de optimalidad en un bien privado es la conocida regla de la
relación marginal de sustitución igual al coste marginal, RMS=C’. La agregación de la
demanda es a partir de las demandas directas individuales y si el suministro es a través
del mercado, entonces el precio de equilibrio p* cumple: valoración marginal igual a
coste marginal igual al precio, V’= C’= p*. El precio p* es el precio relevante para el
productor (Pp) y para cada uno de los n consumidores, p*= Pp= Pi, i = 1,…, n. La
producción total, Y* es igual al consumo total X* formado por la suma de las
cantidades consumidas por cada uno de los n consumidores, Y*=X* = ∑xi, por lo que la
condición marginal de optimalidad es ahora suma de las relaciones marginales de
sustitución igual a coste marginal, ∑RMS=C’. El precio para el productor es pp=C’ y se
reparte de alguna forma entre los consumidores, pp= ∑pi.
Ejemplo de asignación optima de bienes colectivos. Sean dos consumidores A y B
cuyas demandas (inversas) de bien colectivo Y son PA=100-2Y y PB=200-4Y. La
demanda agregada P (Y)= PA + PB=300-6Y. El coste total de producción del bien
colectivo Y es de (C)=120Y. La cantidad óptima se calcula como siempre, con P=C’, y
como C’=120 resulta 120=300-6Y, de donde Y*=30, lo que estarían dispuestos a pagar
como máximo A y B es PA=100-2(30)=40, PB=200-4(30)=80 y PA + PB=120.
En un bien colectivo puro, como la capa de ozono, el consumo es obligatorio, el coste
de acceso es nulo y no existe posibilidad de exclusión de ningún consumidor. Por esta
causa surgen serios inconvenientes no sólo en la provisión de este tipo de bienes, sino
también cuando únicamente se pretende conocer cuál es la valoración del bien por parte
de un individuo. En efecto, dado que nadie puede ser excluido del consumo aunque no
se haya contribuido en absoluto a la financiación del bien, no existen incentivos para
revelar las verdaderas preferencias ni, con mayor motivo, para contribuir a la
financiación del bien en cuestión.
Bajo los sistemas habituales de financiación ex post, el sector privado no podrá
producir bienes colectivos puros y mediante otros sistemas, por suscripción, por
25
ejemplo, el resultado será ineficiente por defecto.8 Si lo suministra el sector público, el
consumidor tenderá a subvalorar el bien con objeto de eludir el pago de los impuestos o
precios públicos necesarios para financiar el bien colectivo, o bien tenderá a
sobrevalorarlo si piensa que su respuesta no afectará a su contribución fiscal. Este
comportamiento, tipificado como propio del polizón ––o free-rider–– se deriva del
hecho que en un bien colectivo puro todos consumirán el total disponible, con
independencia de que su contribución a la financiación del bien haya sido alta, baja o
inexistente.
Suponga que existen cien consumidores con las mismas preferencias, cada uno de
ellos con una renta de diez euros y que, en el óptimo, cada consumidor debería dedicar
la mitad de su renta a bienes privados y la otra mitad a financiar la provisión de un bien
colectivo. En esta situación ideal cada consumidor compraría bienes privados por valor
de cada consumidor compraría bienes privados por valor de cinco euros y recibiría una
cantidad de bien colectivo por valor de 5*100=500 euros, ya que todos consumen toda
la cantidad producida de bien colectivo. Supóngase ahora que existe un consumidor que
tiene la oportunidad de contribuir a la provisión de bien colectivo con tan sólo un euro.
En este caso, consumirá bienes privados por valor de nueve euros, el ochenta por ciento
más de bien privado que en la situación ideal, mientras que su consumo de bienes
colectivos será casi la misma que en el óptimo, ahora consumirá bien colectivo por
valor de cuatrocientos noventa y seis euros. Incrementar el consumo de bienes privados
en un ochenta por ciento a costa de renunciar a un 0,8% de bien colectivo puede resultar
una alternativa irresistible para el consumidor, con lo que el comportamiento propio del
polizón no será una rara excepción sino mas bien la norma para el común de los
mortales. En resumen, para el moderado polizón del ejemplo, las alternativas son o bien
comportarse correctamente, con lo que se alcanza un óptimo, o bien actuar de forma
estratégica como polizón y elegirá ésta última opción con una alta probabilidad. El
resultado con un solo polizón, en comparación con el óptimo se presenta a continuación.
Existe un solo polizón (comparación con el óptimo)
Consumo En el óptimo El polizón modificación Los demás modificación
8 Un concierto, en la medida que tiene características de bien colectivo, está sometido al problema del polizón. Una forma de paliar el problema financiero que esto supone es a la manera de Mozart: recaudaba fondos para organizar conciertos y decidía la cantidad de músicos en función del resultado de la recaudación.
26
Bien privado 5 9 +80% 5 +0%
Bien colectivo 500 496 -0,8% 496 -0,8%
Si la actuación como polizón está al alcance de cualquiera, y ésta es tal vez la
hipótesis más verosímil, entonces el resultado para cada consumidor, en comparación
con el óptimo es:
Consumo En el óptimo Los polizón modificación
Bien privado 5 9 +80%
Bien colectivo 500 100 -0,8%
Como muestra la tabla anterior, el resultado cuando todos los individuos siguen el
comportamiento propio del polizón queda lejos del óptimo y, por lo tanto, el coste en
bienestar de tal comportamiento, que es racional desde la perspectiva individual, es alto
para todos y cada uno.
Supóngase ahora que todos actúan como polizones menos uno, que sigue un
comportamiento altruista. La existencia de un solo altruista entre cien consumidores
apenas se nota en la provisión de bien colectivo, que aumenta el 4% y, sin embargo, la
disminución de consumo de bien privado es alta para el altruista, el 44%. La mejora
debida a la presencia de un altruista entre 100, es pues pequeña, tanto si se compara con
el resultado óptimo como en la situación en la que todos se comportan como polizones,
que aquí se toma como referencia:
todos son polizones menos uno, el altruista (comparación con “todos son polizones”)
Consumo Todos polizones El altruista modificación Los polizones modificación
Bien privado 9 5 -44,4% 9 +0,0%
Bien colectivo 100 104 +4,0% 104 +4,0%
Suponga ahora que la utilidad derivada del consumo es igual al producto de la cantidad
consumida de bien privado por la de bien colectivo. Entonces las alternativas anteriores
para un individuo cualquiera pueden resumirse en la siguiente tabla o matriz de pagos
en términos de utilidad:
27
Matriz de pagos en útiles
Todos los demás son polizones Todos los demás cooperan
Bien privado 9 5
Bien colectivo 100 104
Tanto si los demás son polizones como si cooperan, el pago más alto para el individuo
es el que se corresponde con la estrategia del polizón (estrategia dominante), por lo que
es de esperar que sea éste el resultado en la práctica. Bajo determinadas circunstancias,
el problema del polizón puede ser paliado mediante el uso de mecanismos de revelación
de demanda, en otro caso, el suministro de bienes colectivos como, por ejemplo, aire
limpio o diversidad genética será (muy) inferior al óptimo.
2.5.1. Bienes colectivos locales
Los bienes que tienen la característica de colectivo, pero sólo dentro de un ámbito
determinado, se denominan bienes colectivos locales. Estos bienes se comportan como
colectivos puros dentro de su ámbito y como privados puros entre ámbitos distintos,
como ocurre con el servicio que proporciona el reloj del campanario de la plaza del
pueblo. Un auditorio, un autobús, un parque, una autopista o una conferencia, son
ejemplos de bienes colectivos locales que tienen además una característica importante:
están sujetos a congestión. Esto significa que el coste de producción del bien colectivo
local sujeto a congestión aumenta al aumentar el número de consumidores. Esto es,
cuando el autobús está repleto, sería necesario fletar otro para satisfacer a un usuario
adicional y, por lo mismo, como una autopista congestionada ya no es una autopista,
porque no es capaz de mantener la comodidad, velocidad y seguridad que caracteriza a
una autopista, para mantener la calidad es necesario producir un carril adicional. No
hace falta añadir que la mayoría de bienes colectivos no son puros sino locales. Los
periódicos y los libros por ejemplo, tienen la característica de bien colectivo local en
mayor o menor medida, como se observa en el siguiente ejemplo.
Anastasia (A), Bartolín (B) y Carmela (C) forman un grupo de estudiantes que
conviven en un apartamento y comparten, sin exagerar, todo lo que puede ser de uso
común. A todos ellos les gusta leer si bien sus preferencias sobre los géneros –rosa (R),
28
negro (N) y filatelia (F)– difieren, como se muestra en la matriz de valoraciones o
beneficios netos:
Beneficio R N F Suma
A 3 2 2 7
B 5 6 3 14
C 2 1 3 6
Suma 10 9 8 27
Por cortesía de la universidad, cada estudiante tiene derecho a recibir gratis un libro
del tipo que elija. Si cada uno de ellos toma la decisión con independencia de las
preferencias de los demás, entonces todos pedirán un libro de distinto tipo: {(A, R), (B,
N), (C, F)}, ya que ésta elección aparece como la mejor desde una perspectiva
individual. Como todos leen los libros de todos, el beneficio que obtienen con esta
opción es de: A=7, B=14 y C=6, con un beneficio total de 27. Pero esta asignación se
puede mejorar con facilidad si se tiene en cuenta que los libros no son bienes privados
puros sino que, en alguna medida, no hay rivalidad en el consumo: con tres novelas rosa
(R) se consigue un beneficio total de 30, con la particularidad de que nadie pierde, el
beneficio de A seria mayor (gana 2 más), B también gana (uno mas) y C consigue lo
mismo que antes.
La regla marginal de optimalidad para los bienes colectivos locales, dentro de la
localidad, es la misma que para los colectivos puros, suma de las relaciones marginales
de sustitución dentro de la localidad igual al coste marginal y entre localidades es la
misma para los bienes privados puros. En los bienes colectivos locales existen dos
variables de decisión; por una parte es necesario determinar el tamaño óptimo de la
localidad –la cantidad N* de socios del club– con el propósito de minimizar el coste
medio. N* se halla igualando el coste medio con el coste marginal. También es
necesario calcular la cantidad a suministrar. Como dentro de cada localidad j el bien se
comporta como colectivo puro, la demanda en j se halla mediante la agregación de las
de las valoraciones marginales de las N* personas de j, es decir agregando las N*
demandas inversas individuales Pjn(.), n=1, …, N* dentro de j. La función de demanda
29
final X(.) =C’. El precio Pp* es el mismo para cualquier localidad y, dado este precio, el
total producido Y* se reparte entre las localidades.
Ejemplo de la asignación optima de bienes colectivos locales. Sean j=I, II localidades
y n=A, B consumidores idénticos en cada localidad. Las demandas individuales
(inversas) de bien colectivo local Y son PA=100-2Y y PB=200-4Y. La demanda en j es
Pj(Yj)= PA+PB es Pj(Yj)= 300-6Y. Invirtiendo Pj(Yj) resulta Yj (Pj)=50-P/3, de donde
Pj(Yj)=300-3Y. Sea C´(Y)=Y el coste marginal de producción. Con P(Y)= C’(Y)
resultan Y*=75 y P*=75. Dado P*, en cada localidad se consumirá X=75/2, cantidad
que coincide con el consumo individual Xjn.
2.5.2. La revelación de demanda en bienes colectivos
2.5.3. Bienes hipercolectivos
Si un bien es colectivo, la incorporación de un consumidor efectivo adicional no afecta
el consumo que puedan realizar los demás consumidores. Aquí se propone denominar
bienes hipercolectivos, cuando ocurre que el consumo que puede realizarse de dichos
bienes aumenta al aumentar el número de consumidores. La utilidad que se obtiene del
consumo que se realiza en las discotecas depende de la cantidad de consumidores. Lo
mismo ocurre en determinado tipo de asociaciones, sindicatos o partidos políticos –los
denominados bienes relación en Uhlaner (1989)– porque la utilidad de cada miembro
aumenta con el número total de éstos (aunque puedan estar sujetos a congestión).
Lo que puede denominarse externalidad de red, constituye un ejemplo de este tipo de
bienes: la utilidad de pertenecer a un club para el intercambio de información aumenta
con el número de usuarios y, como es natural, disponer de teléfono es más útil si casi
todo el mundo está conectado que si la proporción de usuarios es baja.
2.5.4. Bienes subprivados
En un bien privado una unidad consumida disminuye en exactamente esta unidad el
total disponible para el consumo posterior. Los bienes subprivados son aquellos bienes
que cuando se consume una unidad el consumo disponible disminuye en más de una
unidad (Pasqual, 1990), el ejemplo típico lo constituye el uso de subsuelo urbano con
30
redes de servicios público, dado que el espacio efectivamente ocupado es mucho menor
que el espacio total inutilizado. Asimismo, en función de la técnica de pesca empleada,
por cada tonelada de pescado útil para consumo humano se pueden perder más de
quince de vida marina. Para consumir efectivamente una unidad es necesario producir K
unidades (K>1) del bien subprivado. En resumen, la eficiencia en el consumo (K) puede
medirse observando cómo disminuye la cantidad disponible para el consumo como
consecuencia del consumo de una unidad de bien:
K= - Δ cantidad disponible/ Δ unidad consumida
La condición marginal de optimalidad en el consumo de un bien subprivado es
relación marginal de sustitución igual a K veces el coste marginal (RMS=KC’, K>1,
que también puede escribirse RMS/K=C’). Las demandas se agregan a partir de las
demandas directas individuales, como en los bienes privados puros. La cantidad a
producir es K veces la cantidad que hay que consumir efectivamente en el óptimo.
Ejemplo de asignación. Sean dos consumidores A y B cuyas demandas (directas) del
bien subprivado X son XA=XB=100-2p y C’(X)=2 el coste marginal de la producción.
La demanda agregada X(p)= XA+XB=200-4p, de donde p(X)=50-X/4. La cantidad a
producir es X* tal que 50-X*/4=2, de donde X*=192. Si K=2, entonces por cada dos
unidades producidas se puede consumir una, lo que reduce el total a consumir a
x*=X/K=96. Como existe rivalidad en el consumo la cantidad a consumir se reparte
entre ambos consumidores, como ambos son idénticos, consumirán igual y resulta
x*=48, j=A, B.
Los bienes pueden caracterizarse según el grado de su característica privado/colectivo,
mediante el factor K de eficiencia en el consumo según la fórmula:
disminución en la cantidad disponible = K – cantidad consumida
Los valores de K para cada tipo de bien son:
Tipo de bien Valor de K
Hipercolectivo K<0
Colectivo puro K=0
Colectivo local 0<K<1
31
Privado puro K=1
Subprivado K>1
Un indicador de este factor K puede ser estimado mediante métodos econométricos,
Busom encuentra una medida de la apropiabilidad, o posibilidades de privatización, de
laos resultados obtenidos por las empresas en I+D (Busom, 1991).
2.5.5. Bienes duraderos y bienes autorreproducibles
Un bien es duradero si no se agota en un solo acto de consumo, cuando permite un uso
continuado durante un cierto tiempo y la realización de varios actos de consumo, antes
de que exista una pérdida apreciable de sus características básicas. La característica de
bien duradero es compatible con cualquiera de sus grados, con la de privado (caso de las
corbatas y los mecheros, por ejemplo) y con la de colectivo (como la fuerza de gravedad,
la lengua castellana y el teorema de la función inversa). Por oposición a los bienes
duraderos, los no duraderos son aquellos bienes cuyo consumo conlleva la destrucción
inmediata del bien como tal, como los cacahuetes por ejemplo. Es importante distinguir
aquí los reciclables de los que no lo son. Así, una lata de cerveza se puede reciclar, esto
es, se puede recuperar el metal incurriendo en un coste determinado. Por el contrario, el
uso de petróleo como combustible lo destruye totalmente a efectos económicos, sin que
exista la posibilidad de reciclarlo.
Un caso de bien duradero especialmente interesante es el de todos aquellos bienes
cuya duración es de dos o más generaciones y, en particular, los de duración ilimitada.
Para este tipo de bienes se propone la denominación de bienes hiperduraderos. El
conjunto de bienes que forman una cultura y los bienes naturales autorreproducibles
constituyen casos típicos, no solo de bienes colectivos sino también de bienes
hiperduraderos, dado que sus beneficios pueden extenderse a una cantidad ilimitada de
generaciones.
32
Un bien es autorreproducible (o renovable), en sentido estricto, cuando es posible
disponer de una cantidad mínima del recurso durante un tiempo ilimitado, sin necesidad
de intervención humana ya que la regulación de las entradas y salidas es automática. El
agua de un acuífero, los recursos pesqueros, los bosques, la población de cigüeñas, son
ejemplos de bienes autorreproducibles. Como es natural, la característica
autorreproducible no conlleva la de indestructible: es fácil sobreexplotar un bosque o un
acuífero durante un corto lapso de tiempo o aniquilar las cigüeñas, destruyendo estos
flujos de riqueza para siempre. Dentro de esta categoría se distinguen los bienes
biológicos de los no biológicos. Al consumir bienes biológicos por debajo de la tasa de
reproducción, el total disponible en el futuro no disminuye ya que la masa se recupera
rápida y automáticamente. La sobreexplotación de este tipo de recursos comporta la
disminución de la cantidad disponible en el futuro y, en casos extremos, el colapso del
recurso como tal. Los no biológicos, también denominados bienes ambientales, como el
aire, la capa de ozono, los océanos, no se reproducen y tienen una capacidad limitada de
autorregeneración. Respetando el límite de autorregeneración se pueden emplear de
forma indefinida como si se tratara de bienes libres (el coste de oportunidad por su uso
es nulo), mientras que el resultado de sobreexplotarlos es la progresiva pérdida de
calidad. En sentido amplio, la característica autorreproducible le corresponde a
cualquier proyecto que es capaz de generar más recursos de los que se requieren para
proseguir con la actividad, al mismo nivel de producción y de forma indefinida.
2.5.6. Bienes transformables
Los bienes transformables son aquellos bienes a los que resulta posible cambiar o
modificar su característica de subprivado, privado, colectivo, Hipercolectivo,
hiperduradero, duradero o no duradero. Así, un espacio de aparcamiento es privado pero
puede ser utilizado como subprivado: basta con situar el automóvil en el centro de dos
espacios de aparcamiento consecutivos (K=2, porque se usa una plaza en tanto que el
total disponible disminuye en dos). Una obra de arte se puede consumir como bien
colectivo, si la puede contemplar cualquier consumidor, como bien privado si
únicamente la puede consumir su propietario, o como subprivado si permanece olvidada
en los sótanos de un museo o alguien la destruye. El grado de transformación se refleja
en la modificación del factor K de eficiencia en el consumo. Por lo que respecta a la
duración de los bienes, esta característica también transformable, en general. Tan
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posible es asegurar la supervivencia de una especie que sin la intervención humana
desaparecería, como destruir sin remedio un bien autorreproducible. Existen multitud de
posibilidades intermedias, se puede modificar la duración de un bien en uno o más
periodos. La duración de los bienes es una variable de control para la maximización de
los beneficios privados del productor, la duración elegida es sistemáticamente menos
que la óptima9 (obsolescencia programada) y conlleva importantes costes externos por
la proliferación desmesurada de productos de desecho.
La capacidad para transformar la característica de un bien comporta fuertes riesgos y
también buenas posibilidades de política ambiental. Uno de los principales problemas
de los recursos naturales y del medio ambiente radica en su principal virtud, su
característica de bien colectivo, por cuanto cualquier consumidor puede usarlo de forma
que resulte privatizado (se reduzca el consumo a un solo individuo). De la misma forma,
un bien hiperduradero (como el flujo de agua potable que se puede extraer de un
acuífero durante un tiempo limitado) se convierte en no duradero si se consume de
forma destructiva, es decir, se sobreexplota el acuífero, convirtiendo el flujo en un stock
que se usa una sola vez. También son transformables algunas externalidades, lo que
aumenta las posibilidades de regulación a la vez que complica el proceso de internalizar
estos costes. En algunos casos, es posible reducir el coste de la externalidad mediante
transformaciones simples, como la compactación de residuos sólidos urbanos. Por otra
parte, si se quema un contaminante solido o liquido, este se convierte en otro
contaminante, tal vez más dañino, pero más difícil de controlar al ser gaseoso, lo que
beneficia al productor aunque aumenta la ineficiencia del sistema en conjunto.
Transformar ligeramente la característica de bien colectivo, de forma que sea menos
pura, tiene sus ventajas; por ejemplo restringir el acceso a un parque natural puede ser
una medida necesaria para la preservación de este espacio. En otros casos interesa una
transformación –eliminar la característica de no exclusión– para que sea factible el
suministro privado de un bien colectivo y, de este modo, eludir eventuales restricciones
financieras del sector público. Asimismo, aumentar la duración de un producto
constituye una excelente medida de política ambiental porque cuanto mayor sea la vida
útil de un bien, menor será la cantidad de desechos.
9 En ausencia de regulación, la duración de los productos es inferior a la óptima y la cantidad suministrada es ineficiente por exceso. Mediante un impuesto a la Pigou se consigue alcanzar la duración óptima y, a la vez, que la cantidad producida y consumida sea asimismo óptima (Ocaña y Pasqual, 1994).
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