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“La Justicia” en los relatos de sujetos privadas de libertad en cárceles de
Córdoba
Autora
Lic. Silvana Melisa Herranz
Facultad de Psicología, Universidad Nacional de Córdoba; melisaherranz@gmail.com
Grupo de Trabajo
GT3 - ETNOGRAFÍAS EN CONTEXTOS DE ENCIERRO Y PROBLEMÁTICAS
ASOCIADAS.
Resumen
En el presente artículo se considerará un problema central del proyecto
“Experiencias de lo injusto y representaciones sociales” el cual se concentra en las
construcciones que realizan los propios actores (los/las internos/internas de servicios
penitenciarios de Córdoba) respecto de lo justo y lo injusto: es el de las historias y
narrativas en primera persona.
Implica centrarse en el estudio de las representaciones sociales, por ser una teoría
que permite abordar la trama que configura la institución penitenciaria, delimitada
materialmente por el encierro y simbólicamente por redes de influencia y acciones
adentro/afuera de la cárcel, sustentada en el imaginario social (Castoriadis, 1975) de que
la separación, el aislamiento y el castigo en las relaciones sociales producen respeto y
sujeción al orden social.
Recoger las historias sobre las experiencias y sentidos que se da al mundo es una
de las tareas de la investigación narrativa que aquí se pretende (Gudmundsdottir, 2001,
citado por Pujol y Montenegro, 2013), a partir de recabar relatos de investigaciones
anteriores de sujetos ubicados en distintas dinámicas institucionales que corresponden a
diferentes períodos en la progresividad de la pena: Establecimiento Penitenciario N°9
(período de prueba), Bouwer y San Martín (tratamiento), para problematizar el lugar de
“La Justicia” en el encierro carcelario.
Introducción
En 2008, a partir de las “100 Reglas de Brasilia sobre Acceso a la Justicia de
personas en condición de vulnerabilidad” se abren debates en diferentes líneas,
principalmente referidos a qué se entiende por Acceso a la Justicia y condición de
vulnerabilidad. Dichas Reglas reconocen que “El sistema judicial se debe configurar (…)
como instrumento para la defensa efectiva de los derechos de las personas en condición
de vulnerabilidad. Poca utilidad tiene que el Estado reconozca formalmente un derecho si
su titular no puede acceder de forma efectiva al sistema de justicia para obtener la tutela
de dicho derecho…”. Esto resulta un aspecto inicial de la investigación marco1 de la beca
que da origen al presente artículo, y que a su vez se articula con el Proyecto PICTO/CIN:
“Acceso a la Justicia de Sectores Vulnerables en la Región Centro-Cuyo”. Se avanza en
entender “acceso a la justicia” en un sentido amplio, como acceso a derechos y en
establecer una noción de justicia que sea construida, producto del debate público en lugar
de una decisión de ciertos sectores de poder. En este orden de cosas, Bobbio afirma que:
“La norma fundamental autoriza a quienes detentan el poder para ejercer la fuerza, pero
no dice que el uso de la fuerza sea justo por el solo hecho de provenir del poder
originario…El Derecho es así, la expresión de los más fuertes y no de los más justos….”
(Bobbio, 1998, citado por Torti, 2012, p.26).
Este artículo presenta avances en relación a la beca titulada “Experiencias de lo
injusto” y representaciones sociales: Incidencias en las acciones de resistencia en
relación a derechos de sectores vulnerables privados de libertad”2, la cual vincula
dinámicas, sujetos e instituciones, para mostrar cómo estas producen subjetividades
atravesadas por la experiencia de injusticia. Estas (experiencias) constituyen un
importante aspecto para comenzar la exploración del “sentido común” pues se relaciona
con la disponibilidad a la “afiliación y participación” en algún grupo o colectivo social, “que
no es solamente encontrar un lugar en este sino poder vivir en un justo lugar en un
sociedad, ella misma relativamente justa“(Guienne, 2006, p.132).
1 "Representaciones sociales en derecho y seguridad: acceso a la justicia de personas privadas
de libertad en servicio penitenciario Córdoba"; Proyecto 05/F774, Secyt, UNC Dirigido por Ana Correa y Jorge Perano
2 Beca Estímulo a las vocaciones Científicas: “Experiencias de lo injusto” y representaciones sociales: Incidencias en las acciones de resistencia en relación a derechos de sectores vulnerables privados de libertad”; Becaria Lic. Silvana Melisa Herranz dirigida por ArielaBattánHorestein y Mariel Castagno Resolución P. N 230/13. Consejo Interuniversitario Nacional.
A su vez, implica adentrarse en la trama que configura la institución penitenciaria,
delimitada materialmente por el encierro y simbólicamente por redes de influencia y
acciones adentro/afuera de la cárcel, sustentada en el imaginario social (Castoriadis,
1975) de que la separación, el aislamiento y el castigo en las relaciones sociales
producen respeto y sujeción al orden social. En oposición a esto, Baratta (2004) establece
que:
“Uno de los elementos más negativos de la institución carcelaria lo representa, en
efecto, el aislamiento del microcosmos carcelario en relación con el macrocosmos social, (...)
Hasta que ellos no sean por lo menos simbólicamente derribados, las oportunidades de
"resocialización" del condenado seguirán siendo mínimas” (p.380).
Es en esta tensión en la que se ubica el presente desarrollo, y el proceso de
investigación del cual parte.
Trabajar desde las experiencias implica “aproximarnos lo más cerca posible a la
facticidad de los fenómenos estudiados y, sean las representaciones mismas o las
situaciones en las cuales éstas nacen, operan y aseguran pautas de comportamiento y de
comunicación” (Jodelet, 2007, p.2). Esta última referencia es de suma importancia, ya que
da cuenta de la consonancia posible entre la construcción de representaciones y las
experiencias.
A modo de operacionalizar la noción, se entenderá que “la experiencia viene a dar
cuenta de elementos de vivencia, la tonalidad del sentido, elementos de práctica y
elementos de orientación (…)”; la pregunta que guía esta indagación en Jodelet (op.cit.),
refiere a:
“¿Cómo articular una aproximación de la que podamos extraer las estructuras estables de
organización de saberes, significados, valores, actitudes, creencias, propios de los grupos
cultural y socialmente definidos, con la preocupación de aprender de los estados fugitivos de
la experiencia natural en los marcos de la vida cotidiana?” (p.3).
La misma autora entiende que la gente construye su conocimiento cotidiano a partir
de su experiencia vivida en el contacto con otros, con el entorno, con la sociedad. Así, se
generan representaciones sociales, las cuales implican una forma práctica de saber, que
guarda relación con lo que la gente hace (Jodelet, 2003, en Correa, 2009).
Acorde al enfoque y conceptos planteados, el eje de investigación del cual se parte
es: ¿Cómo inciden las representaciones sociales que se construyen en experiencias de
injusticia de sujetos privados de libertad en prácticas (de resistencia) en relación a sus
derechos?
La hipótesis es que las prácticas de control, punición y sujeción en contextos de
encierro tienen poder reificador y naturalizador de las injusticias, por lo cual resulta vital
reconocer, identificar y analizar los procesos de anclaje de las Representaciones Sociales
que pueden promover “acciones de resistencia” o constituirse en barreras que
imposibilitan acciones instituyente.
Uno de los antecedentes que se recupera es el de Fleury, Bicudo & Rangel (2013),
quienes señalan que en servicios de salud de Brasil la violencia institucional se ejerce por
acción u omisión de condiciones tanto materiales como simbólicas, responsables del no
acceso y la mala calidad de estos, junto con desigualdades “en sus aspectos estructurales
e ideológico-simbólicos (prácticas institucionales), (…) definiendo posibilidades de los
agentes sociales en el ejercicio del derecho a la salud” (p.14). Esto condiciona reacciones
de los sujetos perjudicados, definiéndose estas por la negación, la aceptación pasiva y/o
naturalización, la resistencia a través de la violencia, la politización y la judicialización.
Agregan: “muchas de estas respuestas contribuyen a reificar las injusticias en el sistema
de salud, otras a solucionar situaciones individuales y otras buscan transformar esa
realidad” (p.14).
A los fines del presente artículo, se busca recuperar desde la perspectiva narrativa,
las construcciones respecto a lo justo y lo injusto, como discusión que requiere una
instancia a nivel conceptual, pero cuyo sentido se encuentra en la construcción concreta
que los actores involucrados hacen sobre eso. El énfasis está en dar valor a la
perspectiva de quien participa: los/las internos/internas de servicios penitenciarios de
Córdoba.
Los/las internos/internas manifiestan múltiples vulneraciones a sus derechos, las
cuales son naturalizadas e incorporadas como parte del tratamiento penitenciario, sin
llegar a enunciarlas como “injusto”. Entonces ¿Cómo es posible hacer una construcción
concreta de la justicia si sólo pueden percibirla por su ausencia?
Por tal motivo para reconstruir estos sentidos se recuperan referencias emotivas,
términos que usan y aparecen relacionados a lo de justo o injusto, anécdotas de
situaciones concretas poniéndolas en diálogo con una concepción de justicia entendida
como un debate abierto, colectivo, igualitario, permeable al contexto social, económico y
cultural; conteniendo dentro de sí más que el discurso jurídico (Guiñazú, 2009) y las
dimensiones de distribución, reconocimiento y participación de Schlosberg (2004) a fin de
problematizar el lugar de “La Justicia” en el encierro carcelario.
Estrategia Metodológica
La estrategia metodológica que se lleva adelante es de tipo cualitativa y la unidad de
análisis serán los relatos de experiencia –de injusticia- de sujetos ubicados en las distintas
dinámicas institucionales que se corresponden a diferentes períodos en la progresividad
de la pena – período de prueba, en Establecimiento abierto Nº 9 y tratamiento, en
Establecimientos Cerrados, Bouwer y San Martín- en Servicio Penitenciario Córdoba. Se
trabaja específicamente con relatos de los actores internos e internas.
Los relatos de experiencia se trabajan a partir de las siguientes categorías:
- Referencias emotivas: afectos, sentimientos, emociones, asociadas a los
relatos de experiencia de lo injusto, de vulneraciones de derecho.
- Términos que usan en lugar de justo o injusto (referencias lingüísticas): aún
cuando no se refieran como “injusto o justo” implican una
comprensión/enunciación del sufrimiento y daño generado por ser dichas
experiencias opuestas a la justicia.
- Anécdotas: desarrollo de experiencias vividas, relatos de situaciones
concretas donde se plasman sufrimientos, daños y vulneraciones a los derechos,
que en los términos que aquí se discute, podrían referirse como injusticias.
Específicamente, la perspectiva que atraviesa y orienta las indagaciones que aquí
se presentan es la Narrativa, la cual recaba historias sobre las experiencias y sentidos
que se da al mundo (Gudmundsdottir, 2001, citado por Pujol y Montenegro, 2013), siendo
las narrativas entendidas como una enunciación producida desde una posición de sujeto
que se dirige a otra posición de sujeto. Resulta a su vez un posicionamiento político en el
cual se le da el mismo status epistemológico a las producciones o relatos de los
“participantes” (aquellos que viven en carne propia lo que relatan) que a los textos
teóricos (Pujol y Montenegro, op.cit.), a partir de una articulación generadora de
significado y conocimientos parciales del mundo, en un campo donde diferentes formas
de conocer conviven. “(…) Se trata de una reconstrucción situada de un fenómeno desde
una posición de sujeto que recoge heteroglósicamente elementos del contexto social y
que se proyecta en un presente y un futuro” (Pujol y Montenegro, op.cit., p.36.).
Heteroglosia que parte de la comprensión de que las narrativas deben entenderse como
“participaciones o intervenciones en un proceso relacional activo donde cada posición
está situada con respecto a otras voces, y poblada de diversos géneros de habla” (Pujol y
Montenegro, op.cit., p.21.).
Desde esta perspectiva se refuerza y construye viabilidad el análisis en término de
representaciones sociales, partiendo del sentido común, de “los procesos de acción
determinados por creencias, tradiciones, ideologías políticas, religiosas, que les permite
actuar en diferentes esferas del mundo con cierta eficacia” (Jodelet, 1989, citado por
Correa, op.cit., p.25). Funcionan como guía de acción, que retroalimentan la orientación,
construyendo una identidad de colectiva que sostenga aquella representación elaborada
para la acción. En este artículo, se presentan algunas dimensiones que terminan por
consolidar representaciones sociales, como construcción de sentido común acerca de la
injusticia.
Por último, el método de análisis de los datos es el comparativo constante, a partir
del cual se codifican y analizan los datos de forma simultánea para desarrollar conceptos
(Rodríguez Gómez, G; Gil Flores, J; García Jiménez, E, 1999). Este método implica la
contrastación de las categorías, propiedades e hipótesis que surgen del estudio en
sucesivos marcos o contextos (Rodríguez Gómez y otros, op.cit). Cabe destacar que
dichas categorías, propiedades e hipótesis han emergido tanto del contexto conceptual
presentado, como de las expresiones propias de los protagonistas de los relatos
abordados, lo cual dio lugar a nuevas categorías y propiedades producto del análisis.
Construcción heteroglósica de lo justo y lo injusto, a partir de relatos de
experiencia
Desde la construcción heteroglósica de la perspectiva narrativa, se recupera un
debate teórico para hacerlo dialogar con los relatos de experiencia de las personas
privadas de libertad, a fin de delinear algunas dimensiones que desde lo discursivo
retroalimentan determinados tipos de prácticas y relaciones en el cotidiano carcelario.
Discusión conceptual respecto a lo justo y lo injusto
La presente discusión parte de tensionar la noción de justicia asociada
estrictamente al procesamiento judicial-penal, deslizamiento de sentido que restringe el
término y su significado al ente limitado de la justicia criminal. Casamayor (1979, citado
por Pires, 1998, p.6), uno de los comentaristas de Beccaria, refiere que:
(…) la palabra justicia experimenta con frecuencia, mediante una serie de
desplazamientos semánticos, dos grandes reducciones: en primer lugar, se pasa de
“justicia” a “judicial”, en el sentido del derecho positivo; a continuación, de “judicial” a
“justicia criminal” y a “pena”.
El mismo autor dice más adelante que, “poco a poco se va a emplear la palabra
justicia “en beneficio de un ente muy limitado”, la justicia criminal, “que no es totalmente
representativa de la sociedad en la que funciona” (op.cit).
Esto último revierte mayor importancia cuando se abordan los sectores vulnerables
privados de libertad, donde la justicia (en su sentido restringido) no sólo no es
representativa sino que es persecutoria de manera selectiva. Zaffaroni (1990) describe
este proceso particular, que ancla en una determinada construcción de la comprensión de
sí de una sociedad, y lo denomina: Selectividad del Sistema Penal. Dicho autor sostiene:
“(…) La selección criminalizante se opera en función de estereotipos criminales
alimentados de toda clase de prejuicios. (…) También sabemos que las personas
prisionizadas pertenecen a los sectores más carenciados de la población (…), pero
además se hacen vulnerables al ejercicio del poder punitivo por la asunción del papel que
se asocia al estereotipo” (p.52)
Guiñazú (2009), quien cita a Rosanvallon, refiere que en alguna medida se solapa
una diferencia que lleva a la selectividad, afectando de esta manera el tipo de debate
posible sobre lo justo y lo injusto. En este sentido, la justicia emerge como el resultado de
un debate público sobre las diferencias que se consolidan a partir de las inequidades
estructurales propias de las sociedades de mercado, más que en la aplicación de una
normativa que se fundamenta una igualdad abstracta entre las personas. Concretamente:
“…el mejor conocimiento que la sociedad tiene sobre sus diferencias tiende a
modificar muy sensiblemente la percepción de lo justo y lo injusto”. “El concepto de justicia
se convierte entonces más en el resultado del debate público, que en una decisión
individual de un tribunal adscribiendo a una teoría determinada, puesto que existen
diversas concepciones rivales sobre la justicia” (Guiñazú, op.cit., p.3).
En tal sentido, podemos sostener que la configuración específica de lo que es “justo
presenta una amplia variabilidad cultural e histórica lo cual supone un debate permanente
en el seno de toda sociedad” (Villava, 2013). Dicho debate no se desarrolla siempre en
condiciones armoniosas sino que en el seno de una misma sociedad existen evocaciones
contradictorias de lo que es la justicia fundadas en valores diversos y muchas veces en
pugna.
En la línea de lo referido, Torti en su análisis respecto a las implicancias del
Derecho Positivista y el Garantista, sostiene que el fenómeno jurídico no nace aislado de
la sociedad en la que se gesta. Más aún, defiende que resulta de luchas e intereses
contrapuestos “en las que el ganador se erige con la posibilidad de crear normas y para
hacerlas cumplir, puede aplicar la fuerza de manera legítima” (Torti, op.cit., p.27).
En este punto es posible aseverar que “la noción de justicia es mucho más compleja
que los códigos específicos que constituye alguna modalidad histórica del derecho y
abarca una amplia gama de sutilezas del intercambio en las relaciones y vínculos entre
sujetos” (Villava, op. cit. p.36). En este sentido, la justicia al “aplicarse” en determinado
contexto se constituye en alguna especificidad, propia de la comprensión de sí que es
capaz de formular una sociedad.
El espacio de la cárcel, de alguna manera, implica la materialización de una
determinada configuración de lo que es “justo” para cierto “tipo” de personas. A su vez, en
el sentido restringido de la noción de justicia, está bajo la órbita del poder judicial. Dicho
espacio, tal como se refirió en la introducción al artículo, se nutre de redes de influencia y
acciones adentro/afuera de la cárcel, donde el castigo y el encierro aparecen como el
modo de intervención y la forma de sujeción al orden social. Esto termina por consolidar,
hacia dentro como fuera de la cárcel, el principio de “merecer lo que les pasa”,
naturalizando, en ocasiones, la violencia institucional (que muchas veces alcanza el nivel
de tortura) bajo la justificación de que “son delincuentes”.
Previamente se señaló que conceptualizar la justicia implica tener en cuenta más
que el discurso jurídico y sus aplicaciones efectivas. En este sentido, Scholsberg (2004)
establece que reducir la justicia a la distribución implica reducir la complejidad del
concepto y propone pensar a la misma en una tríada compuesta por la distribución, el
reconocimiento y la participación.
Esta propuesta surge de una crítica hacia la concepción clásica de justicia en la que
se destaca que si bien la distribución resulta necesaria, no es suficiente ya que ignora las
diferencias sociales y se establecen criterios distributivos suponiendo, equívocamente,
que los sujetos se producen en iguales condiciones de posibilidad, igualdad, equidad. Es
por eso que el reconocimiento de las distintas posiciones dentro de la esfera social resulta
imprescindible para avanzar hacia una justicia que sea realmente justa, considerando que
los individuos poseen plena “membresía en la esfera social y política” (Scholsberg, 2004
p.15). El reconocimiento, al implicar un status de relación social, implica una cuota de
participación en la misma a través de la cual se puede construir la justicia en los términos
que planteamos al inicio de esta ponencia (democrática, abierta, igualitaria).
Construcción de los actores
Términos que usan en lugar de justo o injusto: Referencias Lingüísticas
Aquí se presentarán las dimensiones que nutren la construcción de
Representaciones Sociales en relación a experiencias de injusticia. Acorde a lo
desarrollado, estas referencias lingüísticas que se recuperan no son entendidas en
términos de unidades significantes del lenguaje, sino desde la perspectiva de Foucault
como “prácticas discursivas” retomando su pregunta: ¿Cuál es esa particular existencia,
que sale a la luz en lo que se dice, y en ninguna otra parte? (Foucault, 1970, p.45). A su
vez, implican participaciones e intervenciones en un proceso relacional dentro de la
dinámica carcelaria, lo cual también permite analizar la posibilidad de resistencia o las
barreras a la misma. De manera relacionada, se presentarán algunas anécdotas que
impliquen una experiencia vivida, que permita nutrir las dimensiones presentadas.
“Faltas de Respuesta”
Refiere a las omisiones tanto materiales como simbólicas, que convierten a las
demandas de las personas privadas de libertad en soliloquios sin respuestas, llevándolos
a recorrer circuitos cíclicos: “una sanción por algo muy injusto y la palabra nuestra de
qué vale… nunca vale acá adentro”; “Y Ud. vienen a hablar acá “ah bueno pero hay que
ver que dice el Dr. Juez” y así estás, como pelota de ping pong. Y uno opta por quedarse
calladito y esperar que decidan ellos, que se pongan de acuerdo ellos (…)”; “Yo he tenido
muchos inconvenientes, y he pedido cosas lógicas, y te dicen “no… anda, volvé después”.
“A mí me dijeron “si sos un número más adentro de una institución penal, vas a lograr
mucho, no te tienen en cuenta” pero ya si empezas a pedir a molestar, ya te tienen en
cuenta, y no sos un número más, ya sos una carita, ya sos Palacios, ya sos fulano,
entonces ya como que te empiezan a decir “no para flaco, espera, te ponen la excusa de
que estas ansioso”.
Una anécdota acorde a esta dimensión, es relatada por un hombre de 34 años, en
la cárcel de Montecristo (período de semi-libertad), dando cuenta de una problemática
donde la burocracia sirve a los fines de no encauzar una demanda, a partir de respuestas
parciales que devuelven a la persona a ciclos recursivos y sin respuesta:
“Yo sin embargo ahora, he pedido a tribunales un adelanto del fondo de reserva para
ayudar a la flaca para los estudios, (…) eso lo pedí en febrero y lo que va de la fecha
todavía no hemos tenido ninguna respuesta. Son $1500 que sirve para pagar inscripciones,
cosas del colegio, ni eso! Uno tiene que aceptar las cosas como son y seguir peleándola.
Ahora tengo que hablar con una abogado, ir a ver si se da, cosa de decirle, mira tengo
todos los papeles, anda con todo esto al ANSES [sigla] y te la tienen que dar a la
asignación para mi señora, “no flaco, mandala a tu señora que haga los trámites” que parte
no entendes de que ella no puede venir, que si yo estoy molestando acá es porque yo
siento la necesidad como padre de que mis hijos estén bien, y si ella está allá y no puede,
para eso estoy yo, ¿qué, mi palabra no vale?”
“No queda otra que ir a tribunales”
La anulación de las personas privadas de libertad como actores en su propia vida o
en relación a la posibilidad de exigir sus derechos reafirma la idea de justicia restringida,
donde el único camino son los tribunales y la justiciabilidad de los derechos que, como
dice Pautassi, “la participación del Poder Judicial no garantiza la adecuación de las
políticas sociales a los estándares de derechos humanos” (Pautassi, 2012, p.30): “Toda
esa burocracia me freno. Así que tuve que recurrir a tribunales. Para lograr algo, tenía que
ir a la justicia no pedirlo acá en el servicio”; “Si yo sé que tienen que hacer algo, y no lo
hacen, ya está, voy a la justicia (…) no tiene lógica”. “Entonces si uno acá adentro tiene
los mismos derechos que afuera, si yo tengo la misma posibilidad de reclamar ante la
justicia lo que me corresponde, por qué ellos me lo impiden”. En estos casos aparece la
palabra Justicia, asociada a la persona de un juez, o como el espacio administrativo de
recepción de sus demandas.
En su relato, una mujer del EP9 señala, de manera acorde a que “no se le puede
pedir nada al servicio”, una experiencia de injusticia:
“Eso me molesta, justo. Porque hoy tengo tutorías y no clases y estaba pidiendo
para salir no a clases pero a horarios de consulta, biblioteca… eso me molesta que
habiendo una orden de por medio de un superior, un juez, no se me permita salir, y me
molesta…”
“A las leyes yo las tomo como un cuentito”
La especificidad de la justicia en términos legales construido en este marco, aparece
en una relación de ajenidad por lo lejano a las condiciones de vida y relación hacia el
interior de la cárcel; a su vez, aparecen como un receta a cumplir a fin de lograr el objetivo
de salir y no de garantía de derechos de las personas privadas de libertad: “la 24660 yo la
tengo como un librito de cuentos, no más. Que yo creo que hay algunas leyes que (…) se
respetan mejor dicho, pero de ahí en más es cumplir y salir”; “hacen sus leyes, conforme
para que ellos no sean perjudicados, y que nosotros seamos instrumentos para darles de
comer a ellos”; “(…) de la cárcel las pibas tendrían que salir profesionales, en vez de eso
salen criminales, eso póngale la firma (…)”.
En anécdotas, se refiere también la manipulación desde gobernantes que usan las
leyes a fines de campaña, desconociéndose posteriormente los compromisos asumidos.
Más allá del caso específico, esto da cuenta del tipo de presencia de las autoridades que
debieran garantizar el cumplimiento de las leyes, que contrariamente a esto, terminan por
utilizarlas en función de intereses diferentes a los derechos reconocidos:
“(…) en lo que yo llevo preso, el gobierno provincial, por decirlo así, el señor Angeloz
fue el único gobierno que dio una rebaja. En aquel momento todavía no estaba la 24660.
Bueno en cuanto a los gobiernos entrantes después de Angeloz, yo no tengo partido
político ni nada por el estilo, no me interesa, yo voy por la parte lógica, el señor De la Sota
fue a hacer campaña con nosotros, con nuestra familia en la puerta de la cárcel diciendo
que a el lo votaran, y el nos iba a dar la recompensa con la conducta. Vamos a apartar un
poco la 24660 porque esa la han hecho para mi, a mi modo de ver como una pantalla para
que nosotros estemos conformes”.
“Pasamos a ser del servicio”
Representa a la totalización que impone la lógica penitenciaria, que ubica a las
personas en el lugar de objetos de tratamiento. Baratta (op.cit.) reflexiona sobre esto,
diciendo:
“No sólo no existen oportunidades de éxito sino que ni siquiera una legitimación
jurídica para una obra de tratamiento, de resocialización concebida como manipulación del
sujeto detenido; en una visión como ésta, el detenido no es sujeto sino objeto de la acción
de instancias externas a él, a las cuales es sometido” (p.381).
Estas situaciones de ajenidad, control y desposesión de la propia vida aparecen en
los relatos: “maldito deposito “cárcel”; “(…) estar acá presionado del control que usted
tiene que disponer del horario que tiene que salir, volver a tal horario, en la calle usted ya
dispone de su tiempo”; “Primeros sufrimos un proceso, el juez dictamina, pasamos a ser
parte del servicio penitenciario; (…) bueno esto es lo que dice la ley, que tenemos que
pagar. Por nuestros errores (…) hay una justicia para pobres, y una para ricos acá. Lo que
pagamos somos siempre los pobres”; “somos cada engranaje de esa tremenda máquina,
tenes un número en la espalda”.
Una mujer en período de semi-libertad en el EP9, haciendo la diferencia entre este
establecimiento y Bower, comenta como anécdota las impresiones que generaba dicho
establecimiento cerrado:
“(…) eso sí que es dolor, eso sí que es resistir, pero hay que saber resistir, eh,
porque no es fácil allá vivir, sentir el ruido de las rejas, que te abre, te cierran puertas, que
te persiguen de un lado para otro, compañía por acá, compañía por allá.”
“A nadie le importa de nosotros acá”
Esta dimensión da cuenta de la falta de reconocimiento de la persona privada de
libertad, lo cual no compete sólo al servicio penitenciario, sino que involucra diferentes
dimensiones de la vida social e incide directamente en el lugar que les es asignado y que
ocupan en la estructura social y su participación en la misma: “las cárceles son
cementerios de seres vivos. Porque vivimos, (…) porque comemos y pero no... no es vivir
esto”; “Quedamos como leprosos ante la sociedad”.
En las anécdotas se plasma esto a nivel de las relaciones y modos de trato al
interior de la cárcel, tanto como respecto de la representación que se tiene de la mirada
de la sociedad sobre los privados de libertad:
“De las rejas para acá, hay una tortura ambiental que es lo que vamos a trabajar
ahora (en este verano) de la reja para adentro. Al celador cuando uno lo llama es cuando
lo están matando a puñaladas. A nadie le importa, si hay una banda que la maneja o
alguno que se hace el dueño o si hay un abuso. Nadie hace nada, es más, lo disfrutan.
Por eso la actividad física es importante, es una herramienta para sobrevivir”. (Hombre,
Penal de San Martín)
Se construye así un espacio de exclusión, una vida excluida, que termina por
volverse, en palabras de Le Blanc (2007), una vida invisible, vidas que no valen casi nada,
donde “No ser escuchado significa terminar por no ser visto y no ser visto es ya no poder
ser escuchado” (p.180).
“Más allá de eso, eso que hace a la sociedad, pensar más en contra de nosotros, si
uno cometió un error, por qué lo vamos a tener ejecutado toda su vida, vamos a hacer un
sub-mundo, usted por acá. ¿Querés reinsertarte? Lo lamento tenés un número en la
espalda, tenés un prontuario, es horrible, yo siempre he luchado y lucho para que ninguno
de mis hijos ni mis sobrinos tengan un número de prontuario; una vez que uno tiene un
número de prontuario, es horrible, más hoy por hoy como está la tecnología, yo salgo a la
calle, me para una CAP, me toman las huellas digitales, tengo antecedentes, lo lamento
flaco te vamos a tener que llevar a la UCA. Pero me voy a trabajar! Lo lamento flaco… y
hacen así…”
Diálogo con Referencias Emotivas
A fin de explicitar la tonalidad del sentido expresado en los relatos, traducidos hasta
aquí en función de anécdotas o referencias lingüísticas, resulta pertinente dar cuenta de
algunas referencias emotivas que evidencian un “plus” de sufrimiento, que no tiene que
ver sólo con el encierro en sí, si no con las experiencias de injusticia vividas en él.
Estos afectos, sentimientos y emociones generalmente aparecen asociadas a los
otros tipos de referencias trabajados, con la particular relevancia de apuntalar las
experiencias relatadas dando cuenta del modo de afectación presente, permitiendo inferir
que aun cuando no se use la palabra Injusticia, existen vivencias de este tipo.
Las referencias más insistentes tienen que ver con la tristeza, el sufrimiento, o el
dolor ante las condiciones cotidianas de vida y relación vigentes en el encierro: “(…) sufro
por las cosas feas. No creas que ha sido fácil, porque en las cárceles existen las
buchoneadas , todas esas cosas, pero he sabido perdonar”; “Yo pienso que todos los días
son tristes para un preso, solo pueden ser lindos sí lo buscas”; “El aislamiento, es algo
que me duele”; “persona la pasa mal, como sea, psicológica, física, si uno no tiene fuerza
de voluntad, no se hace respetar, no conoce los códigos de acá adentro, medio que la
pasa muy muy mal”; “, una persona que está totalmente nula, que ves todas paredes
amarillas en Bower y todo ese tiempo uno lleva acá adentro una herida abierta (…)”; “(…)
una vez que uno tiene un número de prontuario, es horrible”. Estas se generan a partir de
dar cuenta de experiencias relacionadas a que a “nadie le importa que suceda con ellos”,
como con la “absolutización” que implica la lógica penitenciaria; también concuerdan con
explicaciones del impacto del encierro en su subjetividad.
Otro grupo de referencias están asociadas con sentimientos de rechazo, o
enfrentamiento ante determinadas condiciones que se imponen en la institución
carcelaria. Estas suelen vincularse principalmente con el tener que “recurrir directamente
a tribunales” o “la falta de respuesta”, y en algunos casos se trasluce en una iniciativa
personal que puede ser terreno fértil para las construcción de posibilidades de resistencia:
“y esa es la bronca que a veces viste… porque (…) hay una justicia para pobres, y una
para ricos acá”; “No reniego más yo. Si yo sé que tienen que hacer algo, y no lo hacen, ya
está, voy a la justicia”; “¿Mi pedido ante la justicia no vale? Ehh no seas tan así! Y todo
queda así! Se disuelve así. Entonces, es muy duro. Pero bueno, seguimos…”. Hay
bronca, hay registros de impedimentos, que sin nombrarse como injusticias, puede
identificarse como tales por el sufrimiento que generan y la vulneración que producen a
los derechos de estas personas privadas de libertad; existen quienes se interrogan sobre
hasta qué punto tienen que sufrir en pos de remendar los daños ocasionados y se animan
a cuestionar, al menos para sí, las lógicas de administración del servicio penitenciario.
Conclusiones
Las presentadas, pueden considerarse conclusiones preliminares, ya que parten de
un trabajo de beca en proceso que incluye otras variables de análisis. Sin embargo, es
posible enunciar algunos planteos transversales a la problemática que aquí se presentó,
tanto como puntualizaciones en relación a las dimensiones expuestas.
En primera instancia, se reafirma, tanto en las referencias a los relatos de
experiencia como en el diálogo con los autores abordados, el atravesamiento de las
injusticias en los modos de vida y relación que se imponen en la institución carcelaria. Se
impone, en este sentido, interrogarse acerca del sufrimiento que le corresponde al interno
en cuanto la pena es fundamentalmente privativa de la libertad y movilidad, y distinguir
esta situación de las experiencias de injusticia en las que los derechos que les
corresponden a todo ser humano (incluso los que se encuentran privados de libertad) son
violados con una sistematicidad con la cual el sujeto termina por asumir que ese es el
castigo que le corresponde por los actos cometidos. Esto se trasluce en referencias
emotivas donde se da cuenta de la tonalidad de la experiencia, como en las lingüísticas y
anécdotas, en las cuales se construye su contenido.
Ante esto, el sentido de justicia ampliado aparece en su ausencia, tanto en lo que
hace a la distribución de derechos y la posibilidad de ejercicio de los mismos por parte de
los sujetos, como en el reconocimiento de las personas privadas de libertad como actores
en sus reclamos, menos aún en las condiciones de participación. Así, en sus referencias
lingüísticas dan cuenta de esta particular forma de existencia: “falta de respuesta” “no
queda otra que ir a tribunales” “las leyes yo las tomo como un cuentito” “pasamos a ser
del servicio” “a nadie le importa de nosotros acá”. Estas dimensiones abonan las
representaciones en base a las experiencias de injusticia, haciendo que lo eficaz en estos
términos en las personas privadas de libertad sea la idea de justicia restringida, el recurrir
a tribunales, siendo óptimo el pasar desapercibidos.
Se ponen de relieve las encrucijadas en la posibilidad de “justicia” “acceso-
experiencias de justicia” en un espacio que se define en su función social como
representante de lo que es justo, “impartiendo justicia”, pero que en sus dinámicas
cristaliza vulneraciones, banalizándose las injusticias para pasar a naturalizarlas como
propias de las interacciones en la institución carcelaria. A su vez, se ficcionalizan los
derechos (Correa, Battán Horenstein; Castagno; León Barreto; Pereyra; Herranz; Páez,
2013) a partir de un doble discurso de reconocimiento a nivel legal y público, pero
manteniendo restricciones-vulneraciones a derechos reconocidos o ubicándolos en una
relación de “beneficio” a partir de ciertos méritos. Esto desarticula posibilidades de
resistencia tanto por la dinámica que se impone como por desalentar activamente
cualquier iniciativa personal, menos aún colectiva, de exigibilidad de sus derechos.
Queda por analizar en el desarrollo de la beca, el tipo de relación existente con las
acciones de resistencia emprendidas por las personas privadas de libertad.
Por último vale referir la importancia de que la investigación en ciencias sociales
pueda ahondar en el conocimiento de sentido común en relación a estas experiencias de
injusticia de personas privadas de libertad a fin de informar e interpelar a las políticas
sociales, de seguridad (entendida como acceso a derechos) en base al propósito ético-
político de construir fundamentos y viabilidad a sociedades menos excluyentes.
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